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En el verso 6 también menciona a tres personajes que sirvieron a Dios con una
entrega total. Nos lleva a considerar la historia de Moisés, Aarón y Samuel, sus
sacerdotes, consagrados a su servicio, estos siervos de Dios lo invocaban y el los
oía, que maravilloso. Por cierto, también que ellos cometieron errores, pero
siempre reconocieron que servían a un Dios justo y misericordioso, lo más
importante siempre buscaron agradarlo, y eso los hacia líderes entregados a su
causa. Esa clase de líderes necesita el mundo hoy y el Señor los reclama. ¿Cuantas
de tus oraciones han sido escuchadas y Dios a obrado dándote la respuesta que
esperabas?
¡Qué gran ejemplo a seguir! Sus obras aun siguen siendo mencionadas en todo el
mundo. Yo me pregunto, ¿qué dice la gente de mi ministerio por los lugares donde
he pasado? ¿Eres un hombre de Dios? A estos tres guerreros no les importó la
fama, el poder, las riquezas, a ellos les importaba simplemente servir a Dios, y a su
pueblo. Prácticamente dieron sus energías, talentos y sus propias vidas por
agradar a Aquel que los llamó. Preguntante amigo, hermano, por donde has
pasado, desde tu hogar, escuela, trabajo, tu familia, tus amigos, tus vecinos, ¿Qué
es lo que dicen de ti?
2. Aquí encontramos nuestra segunda lección: debemos reconocer que por el
simple hecho de vivir en este mundo ya le debemos respeto y obediencia a
nuestro Padre Celestial. Por eso querido amigo, hermano, que todo lo que tú
hagas deje una huella que han de recordar siempre como la de un verdadero
siervo de Dios.
Y es que Dios muestra su amor hacia nosotros buscando una relación íntima con
Él. Esta relación es el sello de oro en tu vida. Este tipo de relación te hace un
gigante ante los problemas, te brinda protección de tus enemigos y te hace
siempre un vencedor. Pero esto implica dejar que Dios decida por ti, Moisés no
entró a la Canaán prometida, dejó que su Señor decidiera por él. Por eso el
salmista termina diciendo: Exaltad a Jehová nuestro Dios, y postraos ante su santo
monte. Porque exaltar a Jehová es decir como el apóstol Pablo: con Cristo estoy
juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas Cristo vive en mi.