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Libro: Discursos teóricos en torno a la(s) maternidad(es): Una visión integradora

Autora y coordinadora: Silvia Caporale Bizzini


1ªedición: diciembre, 2004
Año de publicación: 2005
Editorial: Entinema

Introducción
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Adrienne Rich, en su texto autobiográfico Nacida de mujer (1976), distingue por vez
primera entre la “maternidad como institución” y la “maternidad como experiencia”.
Después de Rich ya no hay vuelta atrás.

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La maternidad convierte a la mujer en objeto de un discurso público, en víctima de la
violación de su intimidad por parte de vecinos, parientes, conocidos o extraños, que
ejercen sobre ella el control disciplinario del panóptico foucaultiano.

Pág. 14
Según DiQuinzio, la ambigüedad teórico que subyace al discurso feminista en torno a la
maternidad se origina en la dualidad irresuelta a la que gran parte del feminismo blanco
se enfrenta: la herencia decimonónica de la necesidad histórica de re/construir la
individualidad femenina y la utilización a histórica de la maternidad (biológica) como
elemento aglutinador entre las mujeres del feminismo radical de los años setenta del siglo
XX.

Maternidades y Madres: Un enfoque historiográfico (Mónica Moreno Seco y Alicia Mira


Abad)
1. La maternidad entre lo público y lo privado
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En cierta forma se ajusta a la distinción de Rich (1986) entre la maternidad como
institución y como experiencia.
Esta interrelación entre normatividad y práctica puede conceptualizarse en dos planos: la
“política de la maternidad” y la “maternidad política”. La noción hace referencia a la
acción del Estado, entendido en un sentido amplio, en relación con la maternidad. El
segundo concepto engloba la práctica de mujeres que desde su identidad de madres
actúan en política, ya sea como defensoras de valores tradicionales y patrióticos o como
una forma de resistencia ante presiones institucionales.

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Knibiehler y Fouquet ponen de manifiesto el silencio de las mujeres, relacionado con la
preeminencia de una civilización androcéntrica. Una de las aportaciones más originales de
esta obra es subrayar que en el deseo de ser madre intervienen variables de índole social,
económica, de mentalidad y educación. En el fondo coinciden con Badinter al cuestionar
el mito del supuesto “instinto maternal”.

En términos generales, el interés de la historiografía se ha centrado más en la maternidad


biológica, con todos los procesos vinculados a ella como la medicalización del parto o la
evolución de la tasa de natalidad, que en la relación entre madres e hijos o la denominada
maternidad social.
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Dos comadronas inglesas reflexionan en este mismo sentido (Towler y Bramall, 1997). Por
una parte, sobre la mujer como objeto de estudio y trabajo del aparato médico. Se habla
en este caso del sometimiento de todas las mujeres embarazadas a la aplicación
indiscriminada de la tecnología moderna, lo cual ha deshumanizado el acto de dar a luz.
Un proceso fisiológico natural es tratado como una enfermedad y el papel cultural del
parto se vuelve cada vez mas científico.

2. Evolución de los discursos sobre la maternidad. Antecedentes.


Pág. 23-24
El punto de partida es la segunda mitad del siglo XVIII, momento en que comienza a
construirse la concepción cultural hegemónica de la maternidad que ha pervivido hasta
nuestros días. En este siglo surge el ideal del “ángel del hogar” y la mitificación del instinto
maternal.
En Francia, la exaltación de la figura de la madre y el “descubrimiento” del amor maternal
fue mucho más acusado debido especialmente a Rousseau, que idealizó el rol maternal,
vinculándolo a la naturaleza y la ternura.

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En el siglo XIX se afianzó el discurso de la domesticidad y el mito de la maternidad. Como
recuerda Badinter, la exaltación del ideal maternal permitió a muchas mujeres disfrutar de
la maternidad, que comenzó a ser considerada útil y honrosa; pero también otras muchas
se vieron obligadas a ser madres sin desearlo y se vieron envueltas por la culpabilidad y la
frustración. La responsabilidad de la crianza y educación de los hijos tuvo la consecuencia
de santificar a la madre considerada buena pero también de culpabilizar a la madre mala.
3. Los discursos maternales en el siglo XX
Pág. 26
La importancia concedida a la maternidad por dicho feminismo no se reducía a la
aceptación de una función tradicional, sino que implicaba la demanda de mejoras. En
ningún momento se reivindicaba un asimilación al hombre, sino el derecho a ser
diferentes (Bock y Thane, 1996: 43-45). A juicio de Offen, reclamaban “la igualdad dentro
de la diferencia” y una integración de las mujeres en la vida pública teniendo en cuenta
sus particularidades (Offen, 1996: 276). Sin embargo, según Thébaud, aunque pedían
derechos sociales para las madres, no vinculaban estos derechos a la ciudadanía
(1999:22). Las demandas de este feminismo entroncan con el concepto de “maternidad
social” como valoración política de los papeles femeninos tradicionales.

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En Francia, Cova distingue varias discontinuidades en el discurso natalista. La Primera
Guerra Mundial significó una ruptura porque las mujeres debían trabajar a la vez que
tener hijos, circunstancia que cambió en la postguerra con las demandas de regreso al
hogar. La ofensiva repobladora posbélica hizo que fuera fácil confundir la “política de la
maternidad” o la “política de natalidad”. El niño importaba más que la madre.

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Otros dos conceptos muy relacionados entre sí en la época son maternidad y ciudadanía.
El acceso a derechos sociales como la instrucción no se basaba en la consideración de la
mujer como ciudadana sino como madre. Es por tanto una ciudadana incompleta, pues
residía en realidad en deberes y no en derechos plenos. La diferencia entre ciudadanía
política, restringida a los varones, y ciudadanía social, a la que se incorporaban las mujeres
en calidad de madres -maternidad biológica y también social-, ha sido puesta de
manifiesto por Mary Nash (1995). A juicio de Rossi-Doria, la revalorización de la
maternidad se convirtió en el obstáculo más importante para la plena ciudadanía
femenina, ligada a la individualidad.
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El médico Gregorio Marañón […] desarrolló la teoría de la complementariedad, que
sostenía que la mujer no era inferior sino diferente al hombre y que el destino de las
mujeres estaba relacionado con su biología y su capacidad reproductora.
Precisamente en estos años cobra una gran relevancia el discurso médico, que redefine la
maternidad como deber social femenino y la medicaliza. La hegemonía masculina en la
polémica pública sobre la mujer trajo consigo una minusvaloración de la madre,
necesitaba del conocimiento médico y “de este modo se consolidó una gradual
apropiación masculina de la maternidad biológica” (Nash, 2000: 696).

Pág. 34
El trabajo de Jiménez Losantos (1982) constituye un buen ejemplo de interés por la
normativa. Esta autora introduce el concepto de política “feminizadora”, que define como
aquella que propone una profundización de las diferencias en razón del sexo y que
incluye, entre otros elementos, la mitificación de la maternidad.

Pág. 39
La actitud adoptada por los médicos en buena cuenta continuó siendo de hostilidad al
control de la natalidad. Ocultaron y tergiversaron los conocimientos sobre anticoncepción
en los medios de comunicación. Tampoco se le dio difusión a los métodos de preparación
al parto, que empezaban a ser conocidos en los años sesenta. Sólo por iniciativa de grupos
feministas se abrieron algunos centros de planificación familiar en Madrid y Barcelona, ya
entrada la década de los setenta (Parra, 1986: 63-64).

Pág. 41
Con la transición a la democracia, la legislación recoge de manera creciente las demandas
del feminismo, que en estos años se erige en el principal impulsor de un contradiscurso
sobre la maternidad, al definir políticamente a la mujer como ciudadana y desligarla de su
posible función maternal.
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Pero a medida que el movimiento empieza a fragmentarse, como sucede en otros países,
surgen las divergencias entre el feminismo de la diferencia, que entiende la maternidad
como una fuente de realización personal y que reclama la reponderancia de la madre
frente al padre o al Estado, y el feminismo de la igualdad que se limita a reclamar la
igualdad de oportunidades y un cambio de los papeles familiares o de las relaciones de
pareja.

Representaciones de Género y Maternidad: Una aproximación desde la Antropología


Sociocultural (Anastasia Téllez Infantes y Purificación Heras González)

1. La maternidad como objeto de estudio de la Antropología social y cultural


Pág. 64
Mª Luz Esteban ha señalado cómo la maternidad ha sido analizada desde una perspectiva
etnocéntrica y sesgada, teniendo en cuenta sólo la doble dimensión biológica y social, sin
reconocer que este tema es un campo privilegiado para comprobar la articulación entre
cultura e idiología y entre distintos factores de desigualdad (2001:207).
Se trata de que la asunción de que la construcción de la maternidad es producto del
sistema de género que engloba la construcción social de relaciones entre los sexos, lo que
se ha de considerar siempre y, sobre todo, al analizar los esencialismos que lo relacionan
con el instinto maternal (Narotzky, 1995).
A esta ruptura ha contribuido especialmente la Antropología social y cultural, al evidenciar
etnográficamente que no hay un único modelo ni un solo discurso sobre la maternidad,
existiendo, tanto intra como interculturalmente, múltiples modos de ser madres.

Pág. 65
En primer lugar hemos de advertir que la maternidad se ha analizado desde la
Antropología social y cultural vinculada a los estudios de mujeres y relaciones de género.
Y, si bien ha contado con diferente grado de interés, no es hasta las dos últimas décadas
cuando los estudios sobre maternidad, de la mano de la Antropología de la salud y la
antropología de Género, toman especial relevancia. A finales de la década de 1960 y
durante toda la de 1970 surge la Antropología de la mujer como reacción al sesgo
androcéntrico de la propia disciplina. Los objetivos principales de estas antropólogas eran:
1. La denuncia del androcentrismo, 2. Criticar y reelaborar las teorías clásicas, y 3. Ofrecer
nuevos conceptos teóricos que intentaran explicar el funcionamiento de esa área de la
vida social.

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M. Rosaldo (1979), por su parte, propone el binomio doméstico-público y se centra en las
estructuras simbólicas, influida por Weber. Parte del dualismo naturaleza-cultura que le
lleva a asociar doméstico a naturaleza (mujer) y público a cultura (hombre). Esto explicaría
la asimetría universal entre los sexos, ya que la sobrevaloración social de lo público
propicia simultáneamente que la mujer, identificada con lo doméstico, obtenga menos
estima. Esta oposición se vincula en último término a la función reproductora (madre y
cuidadora de los hijos).

2. Maternidad y trabajo
Págs. 69-70
Así, las antropólogas que han estudiado recientemente la relación maternidad y trabajo
han partido del análisis de las representaciones ideológicas hegemónicas sobre los
géneros en nuestra sociedad para ver cómo éstas influyen en la división sexual del trabajo,
pues dichas categorías de género actuarán en todas las realidades sociales de los sujetos,
tanto en el mundo de la produción (del trabajo) como en el de la reproducción (biológica y
social).
Pág. 71
El trabajo doméstico no sólo se desvaloriza al negársele su función productiva sino que se
percibe además como “no trabajo” (Seccombe, 1980).
Esto se debe al hecho de que estas actividades son catalogadas como infraeconómicas,
infraestructurales, absolutamente básicas, y por tanto escapan al mercado, a la
conversión de la actividad en mercancía, que es lo que determina lo que es trabajo o no.
Pág. 73
La minusvaloración del trabajo femenino, que se basa en adscribir a las mujeres de la
familia los quehaceres del hogar, es decir, una función “improductiva” frente a la
“productiva” del mercado laboral, influye en y determina de forma directa las estrategias
familiares que adopta el grupo doméstico, el cual considerará el trabajo remunerado de
sus mujeres como secundario frente al de los hombres.

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También el tiempo de ocio de las mujeres es menor respecto al de los varones.

3. El análisis de la maternidad como campo privilegiado de la Antropología de la Medicina


Págs. 76-77
[…] desde las esferas de poder se ejerce el control sobre la reproducción biológica, la
reproducción de los grupos e incluso la ideologica, al regular, entre otras cuestiones,
cuáles son las mujeres que han de parir y cuáles no. Control que se obtiene a partir de
construir el cuerpo de las mujeres como el locus priveligiado del cuerpo biológico, social y
político.

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