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Le c c i ó n 4

movimiento
feminista
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Proverbios 31:10

INTRODUCCIÓN
a palabra feminismo en un sentido estricto significa lo que

L es relativo a lo femenino, o a favor de ello. Según el Diccio­


nario de la Lengua Española, el feminismo consiste en una
doctrina social favorable a la mujer, a quien concede capacidad y
derechos reservados antes a los hombres, y un movimiento que exige
para las mujeres iguales derechos que para los hombres1 .
Como se presentará enseguida, a partir del siglo XVIII surgieron
diversos movimientos feministas con distintos reclamos. Resulta
pertinente estudiarlos y evaluar sus exigencias a la luz de la Es­
critura. Asimismo, conviene reafirmar lo que la Palabra de Dios
enseña respecto a la dignidad de la mujer, y el rol que desempeña
según lo que el Señor ha establecido para ella.

1 Real Academia Española. (2001). Feminismo. En Diccionario de la lengua española.


Recuperado en 28 de mayo de 2021, de https://www.rae.es/drae2001/feminismo
32 SALVAGUARDANDO NUESTRA LA SANA DOCTRINA

I. RAÍCES HISTÓRICAS
DEL MOVIMIENTO FEMINISTA
Los grupos feministas aparecieron en la historia después de los
conflictos que provocó la Revolución Industrial. Los primeros
movimientos, generalmente guiados por mujeres de clase media
con cierta cultura, defendieron la igualdad de derechos de la mu­
jer y su presencia en el mundo del Estado, la ciencia y la econo­
mía. Los países que estuvieron a la vanguardia fueron Francia,
Inglaterra y Estados Unidos.
Se ha usado comúnmente la analogía de la ola para describir cada
una de las etapas históricas del feminismo. En cada una de éstas,
los grupos han enarbolado distintas banderas según la corriente
de pensamiento en que apoyan sus ideas.
1. La primera ola
Se pueden rastrear sus bases hasta los siglos XV y XVI, durante
la transición entre la Edad Media y la Edad Moderna. Tal como
el politólogo y filósofo Agustín Laje lo señala, comienzan a surgir
las primeras obras que vindican al sexo femenino, por ejemplo: La
ciudad de las damas (1405), de Christine de Pizan, La igualdad de
los sexos (1671), de Poulain de Barre, y La mujer honesta (1632-
36), de Du Boscq, entre otros2.
Pero es en el siglo XVIII, en el contexto de las revoluciones libe­
rales, cuando se levanta la primera ola. Durante la Revolución
Francesa, por ejemplo, las mujeres aprovecharon los Cuadernos
de Queja para expresar sus reclamos que consistían en su derecho
a la educación, al trabajo y al sueldo, a la participación política,
así como la terminación de la prostitución y los maltratos en el
matrimonio. En ese tiempo destacan Olympe de Gouges, quien
redactó la Declaración de la Mujer y déla Ciudadanía (1791), y
Mary Wollstonecraft, cuyo libro Vindicación de los derechos de la
mujer (1782) se considera fundador del feminismo.
2. La segunda ola
Se dio desde mediados del siglo XIX. Su reclamo principal fue el
derecho al voto. Un texto fundacional del movimiento de esa épo­
ca fue la Declaración de Séneca Falls (1848), que exige se le den a
2 Agustín Laje y Nicolás Márquez, El libro negro de la nueva izquierda, pág. 30.
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la mujer los mismos derechos que el hombre. Además, demandan


el acceso a la educación superior y la facultad de ejercer todas
las profesiones; exigen también su derecho a compartir la patria
potestad de sus hijos. Asimismo, criticaban la obligatoriedad del
matrimonio y comenzaron a liberarse en su aspecto, cambiando
su vestimenta y cortando su cabello.
En cuanto al derecho al voto, el primer país en otorgar el sufragio
universal (es decir, a todas las personas sin consideración de su
género u origen étnico) fue Nueva Zelanda, en 1893, gracias al
movimiento dirigido por Katherine Wilson Sheppard. En México
no fue posible hasta 1953.
3. La tercera ola
Llegó en la década de los sesenta. Ahora sus demandas se centran
en la abolición del “patriarcado”. Se lucha en contra de los este­
reotipos de la mujer en los medios de comunicación, el arte y la
publicidad. Dos obras le dieron impulso: El segundo sexo (1949),
de Simone de Beauvoir y Mística de la feminidad (1963) de Betty
Friedan. Según Laje, la tesis de Beauvoir es que “mujer”es un con­
cepto socialmente construido, es decir, carente de esencia, artificial,
siempre definido por su opresor: el hombre... La tarea de la mujer
como género que pretende liberarse es, en este orden, romper con
ese concepto cultural de mujer y recuperar una presunta “identidad
”3

A partir de aquí empiezan a diferenciarse diversas ramas del femi­


nismo; ya no se puede hablar de un solo movimiento.
4. La época actual
Es en esta época que el activismo presencial y a través de las
redes sociales han cobrado protagonismo. Las feministas en la
actualidad plantean el fin de los privilegios establecidos histórica­
mente hacia el hombre, y repudia la violencia de género. Luchan
también por el derecho a la interrupción legal del embarazo.
Este feminismo tiene como objetivo la independencia total de la
mujer de cualquier rol o función social como propia de su género.
La libertad total sin remordimientos morales ha sido su emblema.
Una de sus representantes, Rebecca Walker escribió hablando de3
3 Ibid. págs. 52-53.
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los hombres: No vote yor ellos a menos que trabajen y ara nosotras.
No tenga relaciones sexuales con ellos, no yarta el yan con ellos,
no los alimente, si no le dan yrioridad a nuestra libertad de contro­
lar nuestros cueryos y nuestras vidas. La lucha no se centra ya en
ocupar un rol social con dignidad, sino en vivir libre de cualquier
compromiso, incluidos los valores morales tradicionales.

II. RESULTADOS
DEL CAMBIO SOCIAL FEMINISTA
De los frutos que se han obtenido de estos movimientos, sin duda
algunos han sido positivos: el reconocimiento del derecho al voto
para la mujer y de su igualdad en dignidad con el varón, el acce­
so a la educación y al mundo laboral. Pero otros frutos han sido
negativos y se reflejan en muchos de los síntomas de la mujer
moderna.
1. En su persona
Predomina en ella el individualismo y la falta de solidaridad. Bus­
ca su propia realización en el campo social y profesional como una
forma de autosatisfacción “revanchista” en relación con el varón.
Aboga por la propiedad exclusiva de su cuerpo, y, en consecuen­
cia, por el “derecho” al aborto, y tener hijos fuera y dentro del
matrimonio y de la relación heterosexual.
Por tanto, opta por la soledad como concepto de vivir, rechaza el
compromiso conyugal o lo vive de forma individualista y condi­
cional. Rechaza su maternidad y reduce su vida sexual a “salud
reproductiva”. Es una mujer que busca un tipo de religiosidad que
alimente sus necesidades emotivas, pero en muchos casos puede
caer en depresiones que terminan en suicidio o en desórdenes
como alcohol, drogas o trastornos alimenticios.
2. En el matrimonio
La carrera competitiva de la mujer ante el varón ocupa un lugar
prioritario en su vida y aplaza el matrimonio, con lo que aumentan
las uniones libres, la anticoncepción y el aborto.
El matrimonio se maneja en términos de contrato. El dinero y la
competencia profesional se convierten en frecuentes motivos de
divorcio y separación de los cónyuges. Se confunden los papeles
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del hombre y de la mujer en la unión matrimonial, la formación


del hogar y la educación de los hijos, perdiendo mucho de la sin­
gularidad de cada uno. Desaparece la dimensión de entrega mu­
tua, reciprocidad y ‘unidad de los dos” en la complementariedad.
3. En la familia
El feminismo radical trae consigo la crisis de la estructura familiar.
Las perspectivas de género ponen en tela de juicio a esta institu­
ción. Se han propuesto leyes para la adopción de niños por parte
de parejas homosexuales. Abundan las familias monoparentales.
La mujer ve a la familia como un obstáculo para su libertad. Bus­
ca liberarse de su papel de madre y educadora para realizarse fue­
ra del hogar y se rehúsa a la función de formadora. Los hijos no
reciben en su primera infancia los códigos de conducta que garan­
ticen su futura madurez y equilibrio como personas.
4. En la sociedad
El feminismo ha llevado a que se desarrollen una serie de siste­
mas laborales que enfrentan maternidad y trabajo. Las mujeres
se ven obligadas a renunciar a su identidad para proyectarse en
un mundo profesional. Hay mujeres que desean tener hijos y no
pueden, pues necesitan trabajar y las condiciones laborales les
niegan esa posibilidad.
En el escenario contemporáneo se contempla a los movimientos
feministas participando activamente por el derecho al aborto le­
gal, seguro y gratuito. Pero la pelea es mucho más que abortar o
no; es el derecho al propio cuerpo, a la sexualidad y a la libertad.
Movimientos como la ola verde que promueven la ampliación del
derecho al aborto, y la ola celeste que se oponen a la norma porque
defienden “las dos vidas”, han tomado las calles y han convertido
las concentraciones masivas en una estrategia de lucha.

III. La B ib l ia y la m u je r

i. Su identidad
Las Escrituras desde sus primeros postulados en el Génesis, dig­
nifican el propósito y papel de la mujer. Lo primero que la Escri­
tura establece es que al igual que el hombre, la mujer fue creada
a imagen de Dios, por lo tanto, es de gran valor: Y creó Dios al
36 Sa l v a g u a r d a n d o n u e s t r a la s a n a d o c t r i n a

hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra


los creó (Génesis 1:27). Su dignidad comienza desde el hecho de
ser una creación divina con un elevado propósito (Génesis 2:18).
La igualdad de la mujer en este aspecto no es nunca asunto de
discusión en la Biblia. Pero, aunque son iguales en cuanto a su
dignidad, a la vez son diferentes y complementarios con respecto
a su identidad sexual, con roles específicos asumidos libremente
por cada uno de ellos.
Jesús mismo dio dignidad a la mujer en una cultura por demás
dominada por el hombre. Habló con una mujer samaritana (Juan
4:9); dio un trato gentil y misericordioso a la adúltera (Juan 8:11);
honró la fe de aquella que tocó su manto en vez de condenarla
por estar en un lugar público contaminando ritualmente a todo el
mundo a su alrededor (Lucas 8:47-48); y defendió públicamente
la acción de la mujer que ungió sus pies con perfume como hono­
rable a pesar de su cuestionable pasado (Lucas 7:44-47).
El evangelio trajo un aire de libertad y de revalorización de las per­
sonas por encima de las diferencias sociales, éticas, étnicas y de
género. En Cristo desaparecen tales segmentaciones y otras opre­
siones; nada de esto se ve como más importante que la salvación
eterna. Los creyentes todos somos uno con el Señor y poseemos
la calidad de hijos de Dios. (Romanos 10:12; 1 Corintios 12:15;
Gálatas 3:26-28; Colosenses 3:11).
Las mujeres cristianas también reivindicaron su reconocimiento
en la sociedad, en la familia y en la iglesia. La mujer redimida
alcanza ante Dios el valor pleno de un alma rescatada con un
papel de miembro del cuerpo de Cristo al igual que el varón. Cier­
tamente la Escritura la compara como vaso más frágil, no por lo
débil sino por el sumo valor que posee, y por ello se exhorta a los
maridos a tratarlas con gran delicadeza, pues ella también parti­
cipa de la misma gracia salvadora del cielo (1 Pedro 3:7). Ella es
también linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo
adquirido por Dios.., (1 Pedro 2:9).
El m o v im ie n t o f e m in is t a 37

2. Su m isión
La mujer fue creada para ser la ayuda idónea del hombre (Génesis
2:18). El Creador divino determinó la misión de la mujer por la
manera física en que la constituyó.
La mujer está llamada a ser formadora de las nuevas generaciones
en aquellos valores que construyen al hombre según su auténtica
dignidad de persona. Cuando la sociedad favorece esa labor prio­
ritaria, se garantiza el progreso de la humanidad.
La mujer, en alianza con el hombre, se convierte en su esposa. Así
establece en la familia los lazos de amor que fortalecen a la hu­
manidad. Su dimensión de esposa es un bien para la humanidad,
dado que construye la comunidad humana desde una institución
libre y madura basada en un amor duradero y total.
Pero las Escrituras tampoco coartan el derecho de la mujer de
emprender y trabajar. El mejor ejemplo de ello lo tenemos en la
virtuosa mujer descrita en el último capítulo de Proverbios. La
extraordinaria mujer que se presenta es emprendedora (v. 18, 24),
participa en actividades de bienestar social (v. 20), invierte (v.16),
tiene empleados bajo su autoridad y cuidado (v. 15), goza de re­
conocimiento y prestigio (v. 28-31), tiene una participación social
activa y se expresa libremente (v. 26).
3. Su m inisterio
Las Asambleas de Dios reconocen el ministerio de la mujer. La
declaración de fe de las Asambleas de Dios en Estados Unidos
explica: El significado bíblico del término “ministerio”es fundamen­
tal para definir el rol escriturad de las mujeres en el ministerio. De
Cristo, nuestro gran modelo, se dijo lo siguiente: “Porque el Hijo del
Hombre no vino para ser servido [diakone j, sino para servir [diako-
ne ], y para dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:45; cfi
Mateo 20:28). El liderazgo del Nuevo Testamento, que ejemplificó
Jesús, encarna al líder espiritual como servidor; sea hombre o mujer4.
En la Biblia tenemos mujeres que ejercen como profetas (Lucas
2:36-38, Hechos 21:8,9), como apóstol (Romanos 16:7), como

4 Asambleas de Dios. El rol de la mujer en el ministerio, tal como se describe en las Santas
Escrituras, (agosto 2010). https://ag.org/es-ES/Beliefs/Position-Papers/The-Role-
of-Women-in-Ministry
38 Sa l v a g u a r d a n d o n u e s t r a la s a n a d o c t r i n a

colaboradoras en el ministerio y liderazgo (Romanos 16:3, Filipen-


ses 4:2,3; 1 Timoteo 3:11), en el pastorado (1 Corintios 16:19),
y en la enseñanza (Hechos 18:23-28; 1 Corintios 16:15,16; Tito
2:3,4). Si Dios ha dado de su Espíritu tanto a hombres y mujeres
e imparte dones a todos por igual, no hay razón para afirmar que
las hijas de Dios no puedan ejercer un ministerio.

Co n c l u s ió n
Tal como se ha visto, algunos de los reclamos del movimiento
feminista pueden considerarse válidos. Las exigencias respecto al
derecho al voto, a la educación y al trabajo, sin duda eran justas.
Los grupos radicales, sin embargo, enarbolan demandas que se
contraponen a los valores bíblicos. Se atenta contra la familia tal
como Dios la diseñó y se irrespeta el sagrado derecho a la vida.
Lo mejor es vivir una feminidad fundada en valores cristianos,
lo cual permitirá que la mujer cumpla su misión de preservar la
familia, servir a su comunidad y proteger ante todo el derecho de
la vida. Quien pone al Señor Jesús en primer lugar, y le busca en
verdad, es bendecida en todas sus áreas, y su estima sobrepasa
largamente a la délas piedras preciosas (Proverbios 31:10).

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