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Para fines del siglo XVIII – principios del siglo XIX, como ilustra la imagen, se ubica el
desarrollo de la medicina científica, que logró establecer como subalternas al conjunto de
prácticas, saberes e ideologías hasta entonces dominantes (por ejemplo, relegando a las
parteras que acompañaban los procesos de embarazo, parto y puerperio hasta el siglo XVIII,
acompañamiento basado en experiencias). La medicina científica se constituye así como la
única forma de atender la enfermedad legitimada por la comunidad científica, por un lado, y
por el Estado, por otro. Aquí nos resulta interesante esbozar algunos rasgos del “Modelo
Médico Hegemónico”, basándonos en Menéndez (1988).
Con “Modelo Médico Hegemónico” nos referimos, junto con el autor, al conjunto de prácticas,
saberes y teorías generados por el desarrollo de la medicina científica. Según este modelo, “la
enfermedad” es un hecho natural, biológico y no un hecho histórico-social, es decir que la
enfermedad evoluciona en términos biológicos y no tiene historia (sociocultural).
Los rasgos predominantes de este modelo, entonces, pueden resumirse en los siguientes:
o Biologicismo;
o Individualismo;
o Ahistoricidad;
o Mercantilismo;
o Autoritarismo;
o Participación subordinada del paciente (pasivo);
o Racionalidad científica, y
o Burocratización.
La hegemonía de este modelo debe ser analizada en relación con las prácticas a las cuales
subalterniza, pero sin por ello poder eliminarlas.
En la década de 1960-1970, el Modelo Médico Hegemónico comienza a ser cuestionado. Los
principales cuestionamientos son:
Desde finales del siglo XIX y más claramente a partir de la primera Posguerra, la mayoría de
los países industrializados de occidente mostraron preocupación por la cantidad y calidad de
sus poblaciones. La construcción del deber maternal de las mujeres fue funcional a estos
objetivos y ayudó a consolidar diferentes proyectos nacionales que sostenían una rígida
división sexual del trabajo. La maternidad fue pensada entonces como una obligación que las
mujeres tenían para con su patria. De esta exigencia partieron las feministas de la Primera Ola1
para demandar los derechos que la maternidad debía traer consigo.
A partir de la segunda mitad del siglo XX, en el contexto de la Guerra Fría, los procesos de
descolonización e impactantes movilizaciones sociales y políticas, los afanes poblacionistas,
fueron reemplazados por discursos que promovían el control de la natalidad en nombre del
desarrollo, focalizándose en las poblaciones marginadas de los países industrializados y el
llamado tercer mundo. La maternidad comenzó a pensarse como parte de un proyecto que
podía planificarse.
En 1975, Naciones Unidas organizó la Primer Conferencia Mundial del Año Internacional de la
Mujer.2 Allí se trató de vincular el derecho a la planificación familiar con la promoción social de
la mujer y su integración política y económica, bajo la premisa de que ello conduciría a un
cambio cultural que llevaría a una reducción de la cantidad de hijos. No obstante, fue recién en
la década de 1980 que la noción de planificación familiar fue cediendo lugar a la noción de
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Se denomina así al movimiento feminista que cobra relevancia a fines del siglo XIX con los reclamos de igualdad de
derechos cívicos, de ciudadanía, englobados en las reivindicaciones sufragistas. Desde estos tiempos, la agenda
feminista giró en torno a la igualdad de derechos: educación, administración de la herencia y el patrimonio,
igualdad de trabajo y salario, planes de cuidado de la salud y la planificación familiar, entre otros (Gamba, 2007;
Femenías, 2009).
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Para conocer más sobre este hito histórico puede ingresar a la página web oficial de ONU Mujeres:
http://www.unwomen.org/es/how-we-work/intergovernmental-support/world-conferences-on-women#mexico
salud reproductiva, y más adelante al concepto de derechos reproductivos, entendidos ya de
manera individual.
Las relaciones entre maternidad, política, demografía y feminismo tomaron en cada país
formas específicas que respondían a estos contextos globales. La maternidad puede pensarse
como una obligación que debía cumplirse con abnegación, o como una fuente de
reconocimiento social que serviría para avanzar en la conquista de una ciudadanía plena para
las mujeres.
En la década de 1930, la escasez de población constituyó un desafío para la elite política que
encaró la creación de la nación argentina (inestables condiciones del mercado laboral, o
aprovechamiento de las condiciones de ascenso social). En este escenario, las mujeres fueron
convocadas a no abandonar sus funciones “naturales” y a respetar la división de esferas. Desde
sus roles domésticos de esposas y madres fueron interpeladas como agentes de moralización
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La denominada segunda ola emerge en los 60 y consideran que la igualdad jurídica y política reclamada por las
mujeres del siglo XIX, no fue suficiente para modificar en forma sustantiva el rol de las mujeres. Los ejes temáticos
que plantea el movimiento en esos momentos son la redefinición del concepto de patriarcado, el análisis de los
orígenes de la opresión de la mujer, el rol de la familia, y la división sexual del trabajo y el trabajo doméstico, la
sexualidad, la reformulación de la separación de los espacios público y privado (a partir del eslogan “lo personal es
político”) y el estudio de la vida cotidiana, el reconocimiento de que la violencia contra las mujeres es un crimen.
Uno de los logros más significativos es la familiarización con un vocabulario preciso, la posibilidad de comprobar
que “su” problema es compartido con otras (Gamba, 2007; Femenías 2009).
social; sobre ellas se depositó la confianza para educar a los futuros ciudadanos. Esta
asociación entre la “naturaleza femenina” y una ética del cuidado, permitió que los “ángeles
del hogar” participaran también de la vida pública, generalmente en actividades filantrópicas,
asociaciones religiosas y de inmigrantes, adquiriendo así una importante experiencia política.
Estas actividades no eran cuestionadas, ya que extendían el rol maternal a toda la sociedad. No
así el trabajo femenino, considerado peligroso por alejar a las mujeres del hogar, provocar
enfermedades que podían arruinar su fecundidad y propiciar su “caída moral”.
El feminismo relacional (Offen, 1994) proponía una visión de la organización social fundada en
el género pero igualitaria, que ponía el énfasis en los derechos de las mujeres como mujeres,
definidas principalmente por sus capacidades de engendrar y/o criar. En contraste, el
feminismo individualista (Offen, 1994) se basaba en los conceptos más abstractos de los
derechos humanos individuales, exaltaba la autonomía y rechazaba los roles definidos
socialmente. Hasta mediados del siglo XX, los argumentos relacionales predominaron en el
feminismo argentino y a partir de la década de 1970, con la Segunda Ola, los segundos se
volvieron más visibles.
Para el feminismo inaugural, el deber maternal constituyó una oportunidad en las luchas por la
obtención de derechos civiles y políticos.
A partir de la década de 1960, la maternidad fue pasando a ser una opción que, si bien era
difícil de rechazar indefinidamente, podía combinarse con el trabajo asalariado, el estudio y la
participación política. Los alimentos preparados, los electrodomésticos, las empleadas y
babysitters, las guarderías y los jardines de infantes fueron algunos de los elementos que
conformaban una nueva oferta de bienes y servicios para las mujeres que no se limitaban a ser
amas de casa y madres. Esto no implicó que las presiones sobre la maternidad disminuyeran.
Al contrario, el ser madre se volvió una responsabilidad más compleja, exigente y conflictiva
para aquellas mujeres que buscaban el equilibrio entre sus deseos de realización personal y la
crianza.
En estos años, también las necesidades de atención del embarazo y el parto comenzaron a
revisarse. Los adelantos científicos y técnicos de la obstetricia facilitaron los diagnósticos y los
tratamientos, y permitieron pensar los partos como un acontecimiento que podía vivirse de
mejor modo. A su vez, las mujeres comenzaron a exigir más información y protagonismo. El
parto sin dolor, el parto sin temor, el parto vertical, el parto sin violencia, cuestionaban el
mandato “parirás con dolor”. El sillón vertical fue desarrollado en Argentina y permitía a la
mujer ubicarse en un lugar de mayor igualdad respecto al médico, lo que motivaba el rechazo
de los médicos, con el argumento de que ocupaba mucho lugar o resultaba peligroso en caso
de cesárea de urgencia.
La maternidad como derecho: Ser una madre moderna tampoco es sencillo. El mercado ofrece
más opciones que en los 60 para compatibilizar la maternidad y la vida profesional, y también
personal, pero no siempre resulta fácil acceder a ellas, tanto por razones económicas como
subjetivas. Las tensiones entre la obligación y el derecho de ser madre siguen estando muy
presentes, a pesar de los avances en la situación de las mujeres, la extensión de los derechos
reproductivos, la mayor aceptación social de maternidades “no tradicionales”, e incluso de la
decisión de no maternidad.
El feminismo de la igualdad (Europa de los 60) busca desligar la maternidad como eje de
identidad de las mujeres. Simone de Beauvoir, entre otras, en su obra El segundo sexo, ya
señalaba la maternidad como atadura para las mujeres ya que anula e impide su existencia y la
trascendencia social.
Se construye así la idea de mito de que toda mujer no solo es madre en potencia sino también
en deseo y necesidad.
También las reflexiones ecofeministas de los 80 como se puede ver en la obra de María Mies y
Shiva Vandana “Ecofeminismo. Teoría, critica y perspectivas”, destacan los valores creativos de
la maternidad. Reivindican la asociación de las mujeres con la naturaleza y proponen recuperar
la energía y la dimensión espiritual de las mujeres que permite amar y celebrar la vida. La
maternidad es el deseo de experimentar el poder vivo, natural y creativo en el interior del
cuerpo. Plantean la revalorización del cuerpo ha sido fundamental para confrontar el
imaginario negativo del cuerpo de las mujeres.
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Sus principales ideologas fueron Carla Lonzi en Italia, Annie Leclerc y Luce Irigaray en Francia (Gamba, 2007).
Vinculado con el modelo de maternidad existente en nuestra época, como en todas,
encontramos un modelo de crianza que también es una construcción cultural e histórica.
Actualmente coexisten dos modelos sobre la crianza: uno, el adultocéntrico, donde el bebé se
ha de acompañar al ritmo adulto. Otro, el de crianza con apego, que surge como alternativa y
busca respetar los tiempos que marcan lxs bebes ya que está centrado en sus necesidades.
Para algunas autoras como Badinter (1991) el retorno a la naturaleza, mezclado con el discurso
científico que caracteriza el ideal de la maternidad actual plantea una vuelta atrás en los logros
de liberación de las mujeres. El ideal exige una maternidad a tiempo completo, a la vez que la
sociedad nos motiva a la realización personal. Contradicción que se resuelve por muchas
mujeres decidiendo: no tener hijxs; posponer la maternidad; tener menos hijxs; dedicarse
exclusivamente a la crianza.
Este ideal, ¿no será un nuevo/viejo mandato para nosotras? ¿No será también que interesa
que las mujeres vuelvan al hogar?
Las teorías transfeministas, corriente que amplía los sujetos a otras personas que no
necesariamente son mujeres cisgénero, presentan una crítica al capitalismo y sus efectos al
destacar la heteronormatividad y el binarismo sexual como elementos fundamentales del
capitalismo. En este sentido se destaca la capacidad de agencia de las personas y la
importancia del placer.
FEMENIAS, María Luisa (2009) “Género y feminismo en América Latina”. Debate feminista, vol. 40, p. 42-
74.
Disponible en https://programaddssrr.files.wordpress.com/2013/05/gc3a9nero-y-feminismo-en-
amc3a9ricalatina.pdf
GAMBA, Susana (coord.) (2007). Diccionario de estudios de género y feminismos. Buenos Aires: Biblos.
MENENDEZ, Eduardo L. (1988). “Modelo medico hegemónico y atención primaria.” Segundas Jornadas
de Atención Primaria de la Salud, 30 de abril al 7 de mayo, Buenos Aires. pp 451- 464.
Disponible en
http://www.psi.uba.ar/academica/carrerasdegrado/psicologia/sitios_catedras/electivas/816_rol_psicologo/materia
l/unidad2/obligatoria/modelo_medico.pdf
MIES, María y VANDANA, Shiva (1997). Ecofeminismo. Teoría, crítica y perspectivas. Barcelona: Ikaria.
OFFEN, Karen y FERRANDIS GARRAYO, Marisa (1994). “Definir el feminismo: un análisis histórico
comparativo”, en Historia Social, Nro. 9 (Winter, 1991), pp. 103-135.
Disponible en
http://www.cieg.unam.mx/lecturas_formacion/relaciones_genero/modulo_2/sesion_1/M2_S1_L1.pdf
VIOLENCIA OBSTÉTRICA. APORTES PARA SU VISIBILIZACIÓN.
Capacitación virtual, 5ta. edición.
Coordinación
Diego Cao
Contenidos
Emiliana Angelucci Ribot
Natalia Drago
Florencia Gerhardt
Paula Soza Rossi
Diseño
Luciana Civit