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Violencia Obstétrica.

Aportes para su visibilización.

Módulo

Secretaría de Derechos Humanos


ipap.gba.gob.ar 2
En este módulo comenzaremos a abordar los modelos de atención del embarazo, parto y
puerperio a lo largo de la historia.

Asimismo, analizaremos el denominado “Modelo Médico Hegemónico” el cual nos permitirá, a


través de su caracterización, acercarnos a comprender determinadas prácticas que
predominan en la actual atención del embarazo, parto y puerperio.

Por último nos aproximaremos a distintos conceptos de la maternidad a lo largo de la historia y


su relación con los movimientos feministas.
En principio, vamos a exponer brevemente el recorrido histórico de la atención del embarazo,
parto y puerperio, a través de una línea de tiempo en la que marcamos hechos fundamentales
que después iremos desglosando en función de los objetivos del curso en general y de esta
clase en particular.

Para fines del siglo XVIII – principios del siglo XIX, como ilustra la imagen, se ubica el
desarrollo de la medicina científica, que logró establecer como subalternas al conjunto de
prácticas, saberes e ideologías hasta entonces dominantes (por ejemplo, relegando a las
parteras que acompañaban los procesos de embarazo, parto y puerperio hasta el siglo XVIII,
acompañamiento basado en experiencias). La medicina científica se constituye así como la
única forma de atender la enfermedad legitimada por la comunidad científica, por un lado, y
por el Estado, por otro. Aquí nos resulta interesante esbozar algunos rasgos del “Modelo
Médico Hegemónico”, basándonos en Menéndez (1988).

Con “Modelo Médico Hegemónico” nos referimos, junto con el autor, al conjunto de prácticas,
saberes y teorías generados por el desarrollo de la medicina científica. Según este modelo, “la
enfermedad” es un hecho natural, biológico y no un hecho histórico-social, es decir que la
enfermedad evoluciona en términos biológicos y no tiene historia (sociocultural).
Los rasgos predominantes de este modelo, entonces, pueden resumirse en los siguientes:

o Biologicismo;
o Individualismo;
o Ahistoricidad;
o Mercantilismo;
o Autoritarismo;
o Participación subordinada del paciente (pasivo);
o Racionalidad científica, y
o Burocratización.

El aprendizaje profesional, en este modelo, se hace a partir de contenidos biológicos, donde


los procesos sociales, culturales o psicológicos son anecdóticos.

La hegemonía de este modelo debe ser analizada en relación con las prácticas a las cuales
subalterniza, pero sin por ello poder eliminarlas.
En la década de 1960-1970, el Modelo Médico Hegemónico comienza a ser cuestionado. Los
principales cuestionamientos son:

o Aumento del costo de la atención de la enfermedad;


o Aumento del consumo de fármacos;
o Incremento de la “intervención médica” en los comportamientos sociales (por
ejemplo, cesáreas), y
o Predominio de criterios de productividad y rendimiento en la atención médica,
en detrimento de la calidad.
Los comportamientos reproductivos se relacionan con la estructura económica, política,
demográfica, social y cultural de cada época, el modelo de familia tenido por deseable, las
creencias religiosas vigentes, la posición social de las mujeres y la disponibilidad de
conocimientos y medios concretos para controlar la fecundidad. De ahí que la maternidad no
pueda pensarse escindida de su entorno y de las posibilidades que existen para tomar
decisiones libres e informadas sobre ella.

Desde finales del siglo XIX y más claramente a partir de la primera Posguerra, la mayoría de
los países industrializados de occidente mostraron preocupación por la cantidad y calidad de
sus poblaciones. La construcción del deber maternal de las mujeres fue funcional a estos
objetivos y ayudó a consolidar diferentes proyectos nacionales que sostenían una rígida
división sexual del trabajo. La maternidad fue pensada entonces como una obligación que las
mujeres tenían para con su patria. De esta exigencia partieron las feministas de la Primera Ola1
para demandar los derechos que la maternidad debía traer consigo.

A partir de la segunda mitad del siglo XX, en el contexto de la Guerra Fría, los procesos de
descolonización e impactantes movilizaciones sociales y políticas, los afanes poblacionistas,
fueron reemplazados por discursos que promovían el control de la natalidad en nombre del
desarrollo, focalizándose en las poblaciones marginadas de los países industrializados y el
llamado tercer mundo. La maternidad comenzó a pensarse como parte de un proyecto que
podía planificarse.

En 1975, Naciones Unidas organizó la Primer Conferencia Mundial del Año Internacional de la
Mujer.2 Allí se trató de vincular el derecho a la planificación familiar con la promoción social de
la mujer y su integración política y económica, bajo la premisa de que ello conduciría a un
cambio cultural que llevaría a una reducción de la cantidad de hijos. No obstante, fue recién en
la década de 1980 que la noción de planificación familiar fue cediendo lugar a la noción de

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Se denomina así al movimiento feminista que cobra relevancia a fines del siglo XIX con los reclamos de igualdad de
derechos cívicos, de ciudadanía, englobados en las reivindicaciones sufragistas. Desde estos tiempos, la agenda
feminista giró en torno a la igualdad de derechos: educación, administración de la herencia y el patrimonio,
igualdad de trabajo y salario, planes de cuidado de la salud y la planificación familiar, entre otros (Gamba, 2007;
Femenías, 2009).
2
Para conocer más sobre este hito histórico puede ingresar a la página web oficial de ONU Mujeres:
http://www.unwomen.org/es/how-we-work/intergovernmental-support/world-conferences-on-women#mexico
salud reproductiva, y más adelante al concepto de derechos reproductivos, entendidos ya de
manera individual.

Los cuestionamientos al deber de maternidad se explican también por la renovada presencia


del movimiento feminista a partir de los años 60. La autonomía sexual y reproductiva ocupó
un lugar destacado en la agenda de la Segunda Ola3 y su comprensión de lo personal como
político. Las campañas por la liberalización del aborto, las demandas de anticoncepción, la
posibilidad de salirse del paradigma heterosexual y de gozar libremente de la sexualidad
fueron las consignas de este movimiento. Implicaron un fuerte cuestionamiento a los poderes
públicos que habían intervenido sobre los cuerpos femeninos y los habían asimilado como
receptáculos pasivos de sus políticas de población, así como una dura crítica a la división de
esferas entre lo público y lo privado.

Las relaciones entre maternidad, política, demografía y feminismo tomaron en cada país
formas específicas que respondían a estos contextos globales. La maternidad puede pensarse
como una obligación que debía cumplirse con abnegación, o como una fuente de
reconocimiento social que serviría para avanzar en la conquista de una ciudadanía plena para
las mujeres.

En la década de 1930, la escasez de población constituyó un desafío para la elite política que
encaró la creación de la nación argentina (inestables condiciones del mercado laboral, o
aprovechamiento de las condiciones de ascenso social). En este escenario, las mujeres fueron
convocadas a no abandonar sus funciones “naturales” y a respetar la división de esferas. Desde
sus roles domésticos de esposas y madres fueron interpeladas como agentes de moralización

3
La denominada segunda ola emerge en los 60 y consideran que la igualdad jurídica y política reclamada por las
mujeres del siglo XIX, no fue suficiente para modificar en forma sustantiva el rol de las mujeres. Los ejes temáticos
que plantea el movimiento en esos momentos son la redefinición del concepto de patriarcado, el análisis de los
orígenes de la opresión de la mujer, el rol de la familia, y la división sexual del trabajo y el trabajo doméstico, la
sexualidad, la reformulación de la separación de los espacios público y privado (a partir del eslogan “lo personal es
político”) y el estudio de la vida cotidiana, el reconocimiento de que la violencia contra las mujeres es un crimen.
Uno de los logros más significativos es la familiarización con un vocabulario preciso, la posibilidad de comprobar
que “su” problema es compartido con otras (Gamba, 2007; Femenías 2009).
social; sobre ellas se depositó la confianza para educar a los futuros ciudadanos. Esta
asociación entre la “naturaleza femenina” y una ética del cuidado, permitió que los “ángeles
del hogar” participaran también de la vida pública, generalmente en actividades filantrópicas,
asociaciones religiosas y de inmigrantes, adquiriendo así una importante experiencia política.

Estas actividades no eran cuestionadas, ya que extendían el rol maternal a toda la sociedad. No
así el trabajo femenino, considerado peligroso por alejar a las mujeres del hogar, provocar
enfermedades que podían arruinar su fecundidad y propiciar su “caída moral”.

El feminismo relacional (Offen, 1994) proponía una visión de la organización social fundada en
el género pero igualitaria, que ponía el énfasis en los derechos de las mujeres como mujeres,
definidas principalmente por sus capacidades de engendrar y/o criar. En contraste, el
feminismo individualista (Offen, 1994) se basaba en los conceptos más abstractos de los
derechos humanos individuales, exaltaba la autonomía y rechazaba los roles definidos
socialmente. Hasta mediados del siglo XX, los argumentos relacionales predominaron en el
feminismo argentino y a partir de la década de 1970, con la Segunda Ola, los segundos se
volvieron más visibles.

Para el feminismo inaugural, el deber maternal constituyó una oportunidad en las luchas por la
obtención de derechos civiles y políticos.

A pesar de los discursos y presiones sobre la maternidad como obligación, el “instinto


maternal” era más una expresión de deseo que una realidad. La corporación médica invirtió
grandes esfuerzos en la educación de las madres, con el objetivo de preservar a la familia,
resguardo de la “raza blanca” y la “salud colectiva”. Así fue como el embarazo y el parto se
convirtieron en temas de su incumbencia; las parteras y nodrizas fueron desplazadas por
médicos VARONES y los partos comenzaron a realizarse en hospitales, dejando a las mujeres
cada vez con menos control sobre estos acontecimientos centrales en sus vidas sexuales y
reproductivas. La puericultura y la maternología fueron otra forma de avanzar sobre las
costumbres populares. Sin embargo, podríamos pensar que quizá hayan sido las propias
mujeres, quienes, convencidas de su mayor destreza, comenzaron a reclamar la presencia de
los médicos aún a costa de perder su propia autonomía.
En la década de 1940, con el gobierno peronista y desde la cartera de salud, a cargo por ese
entonces de Ramón Carrillo, se promovió una política de crianza estatizada. De manera
paradójica, también se ofrecieron motivos para alejar a las mujeres de la esfera doméstica al
incorporarlas a la vida política.

A partir de la década de 1960, la maternidad fue pasando a ser una opción que, si bien era
difícil de rechazar indefinidamente, podía combinarse con el trabajo asalariado, el estudio y la
participación política. Los alimentos preparados, los electrodomésticos, las empleadas y
babysitters, las guarderías y los jardines de infantes fueron algunos de los elementos que
conformaban una nueva oferta de bienes y servicios para las mujeres que no se limitaban a ser
amas de casa y madres. Esto no implicó que las presiones sobre la maternidad disminuyeran.
Al contrario, el ser madre se volvió una responsabilidad más compleja, exigente y conflictiva
para aquellas mujeres que buscaban el equilibrio entre sus deseos de realización personal y la
crianza.

En estos años, también las necesidades de atención del embarazo y el parto comenzaron a
revisarse. Los adelantos científicos y técnicos de la obstetricia facilitaron los diagnósticos y los
tratamientos, y permitieron pensar los partos como un acontecimiento que podía vivirse de
mejor modo. A su vez, las mujeres comenzaron a exigir más información y protagonismo. El
parto sin dolor, el parto sin temor, el parto vertical, el parto sin violencia, cuestionaban el
mandato “parirás con dolor”. El sillón vertical fue desarrollado en Argentina y permitía a la
mujer ubicarse en un lugar de mayor igualdad respecto al médico, lo que motivaba el rechazo
de los médicos, con el argumento de que ocupaba mucho lugar o resultaba peligroso en caso
de cesárea de urgencia.
La maternidad como derecho: Ser una madre moderna tampoco es sencillo. El mercado ofrece
más opciones que en los 60 para compatibilizar la maternidad y la vida profesional, y también
personal, pero no siempre resulta fácil acceder a ellas, tanto por razones económicas como
subjetivas. Las tensiones entre la obligación y el derecho de ser madre siguen estando muy
presentes, a pesar de los avances en la situación de las mujeres, la extensión de los derechos
reproductivos, la mayor aceptación social de maternidades “no tradicionales”, e incluso de la
decisión de no maternidad.
El feminismo de la igualdad (Europa de los 60) busca desligar la maternidad como eje de
identidad de las mujeres. Simone de Beauvoir, entre otras, en su obra El segundo sexo, ya
señalaba la maternidad como atadura para las mujeres ya que anula e impide su existencia y la
trascendencia social.

Elizabeth Badinter (1991) analiza la construcción maternal, es decir, el supuesto amor


espontáneo e incondicional que surge de toda mujer hacia sus hijos y que crea además la
obligación de ser ante todo madres. El amor maternal y la lactancia son para ella conceptos
que surgen en el sXVIII para, por un lado, garantizar la supervivencia de las criaturas, ya que
uno de sus objetivos es que las mujeres se dediquen de forma natural al cuidado, y por otro,
para someter y aislar a las mujeres en la función reproductiva, definida como destino natural e
inevitable.

Se construye así la idea de mito de que toda mujer no solo es madre en potencia sino también
en deseo y necesidad.

El feminismo de la diferencia sexual4 (corriente fuerte en especial en Italia y Francia) entiende


a la maternidad como fuente de placer, conocimiento y poder de las mujeres que además
tiene el potencial de ser una experiencia compartida y por lo tanto de unión entre nosotras. La
maternidad como aspecto importante de la identidad de las mujeres, como base de su valor
social y también como un ímpetu para su empoderamiento y participación política.

También las reflexiones ecofeministas de los 80 como se puede ver en la obra de María Mies y
Shiva Vandana “Ecofeminismo. Teoría, critica y perspectivas”, destacan los valores creativos de
la maternidad. Reivindican la asociación de las mujeres con la naturaleza y proponen recuperar
la energía y la dimensión espiritual de las mujeres que permite amar y celebrar la vida. La
maternidad es el deseo de experimentar el poder vivo, natural y creativo en el interior del
cuerpo. Plantean la revalorización del cuerpo ha sido fundamental para confrontar el
imaginario negativo del cuerpo de las mujeres.

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Sus principales ideologas fueron Carla Lonzi en Italia, Annie Leclerc y Luce Irigaray en Francia (Gamba, 2007).
Vinculado con el modelo de maternidad existente en nuestra época, como en todas,
encontramos un modelo de crianza que también es una construcción cultural e histórica.

Actualmente coexisten dos modelos sobre la crianza: uno, el adultocéntrico, donde el bebé se
ha de acompañar al ritmo adulto. Otro, el de crianza con apego, que surge como alternativa y
busca respetar los tiempos que marcan lxs bebes ya que está centrado en sus necesidades.

Para algunas autoras como Badinter (1991) el retorno a la naturaleza, mezclado con el discurso
científico que caracteriza el ideal de la maternidad actual plantea una vuelta atrás en los logros
de liberación de las mujeres. El ideal exige una maternidad a tiempo completo, a la vez que la
sociedad nos motiva a la realización personal. Contradicción que se resuelve por muchas
mujeres decidiendo: no tener hijxs; posponer la maternidad; tener menos hijxs; dedicarse
exclusivamente a la crianza.

Este ideal, ¿no será un nuevo/viejo mandato para nosotras? ¿No será también que interesa
que las mujeres vuelvan al hogar?

Las teorías transfeministas, corriente que amplía los sujetos a otras personas que no
necesariamente son mujeres cisgénero, presentan una crítica al capitalismo y sus efectos al
destacar la heteronormatividad y el binarismo sexual como elementos fundamentales del
capitalismo. En este sentido se destaca la capacidad de agencia de las personas y la
importancia del placer.

Postular el placer y la agencia de la maternidad viene ya del feminismo de la diferencia pero


desde los transfeminismos se pretende reformular el placer de la maternidad y desligarlo del
cuerpo biológico de las mujeres para reflexionar sobre la función social de la maternidad que
puede desempeñar cualquier persona independientemente de su sexo.

La maternidad empoderada es cualquier práctica maternal que busca desafiar y modificar


aspectos de la maternidad como institución patriarcal opresiva.
Los contenidos hasta aquí abordados son piezas claves para comprender la tendencia a la
patologización de los procesos naturales que se han dado en los últimos años en la “atención”
del embarazo, parto y puerperio.

En el módulo siguiente trataremos algunas características de esa patologización y


presentaremos también las necesidades básicas para revertir esa tendencia.
BADINTER, Elizabeth (1991). ¿Existe el instinto maternal? Historia del amor maternal siglos XVII al XX.
Barcelona: Paidós.
Disponible en http://kolectivoporoto.cl/wp-content/uploads/2015/11/Badinter-Elizabeth-Existe-el-amor-maternal.-
Historia-de-la-maternidad-siglo-XII-al-XX.pdf

DE BEAUVOIR, Simone (1949). El segundo sexo. Buenos Aires: Siglo Veinte.


Disponible en http://users.dsic.upv.es/~pperis/El%20segundo%20sexo.pdf

FEMENIAS, María Luisa (2009) “Género y feminismo en América Latina”. Debate feminista, vol. 40, p. 42-
74.
Disponible en https://programaddssrr.files.wordpress.com/2013/05/gc3a9nero-y-feminismo-en-
amc3a9ricalatina.pdf

GAMBA, Susana (coord.) (2007). Diccionario de estudios de género y feminismos. Buenos Aires: Biblos.

MENENDEZ, Eduardo L. (1988). “Modelo medico hegemónico y atención primaria.” Segundas Jornadas
de Atención Primaria de la Salud, 30 de abril al 7 de mayo, Buenos Aires. pp 451- 464.
Disponible en
http://www.psi.uba.ar/academica/carrerasdegrado/psicologia/sitios_catedras/electivas/816_rol_psicologo/materia
l/unidad2/obligatoria/modelo_medico.pdf

MIES, María y VANDANA, Shiva (1997). Ecofeminismo. Teoría, crítica y perspectivas. Barcelona: Ikaria.

OFFEN, Karen y FERRANDIS GARRAYO, Marisa (1994). “Definir el feminismo: un análisis histórico
comparativo”, en Historia Social, Nro. 9 (Winter, 1991), pp. 103-135.
Disponible en
http://www.cieg.unam.mx/lecturas_formacion/relaciones_genero/modulo_2/sesion_1/M2_S1_L1.pdf
VIOLENCIA OBSTÉTRICA. APORTES PARA SU VISIBILIZACIÓN.
Capacitación virtual, 5ta. edición.

Coordinación
Diego Cao

Contenidos
Emiliana Angelucci Ribot
Natalia Drago
Florencia Gerhardt
Paula Soza Rossi

Diseño
Luciana Civit

El presente material ha sido elaborado en el marco de las metas y acciones asignadas al


Instituto Provincial de Género y Diversidad Sexual por Decreto del Poder Ejecutivo Nro. 165/2018.
Se autoriza citar o reproducir el contenido, debiendo en todos los casos mencionarse la fuente.

La Plata, octubre de 2019.

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