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LA EDUCACIÓN COMO ACTO ÉTICO Y POLÍTICO

Para comenzar, los intereses sobre lo ético y político en la educación se han intensificado
en pocas donde la dinámica capitalista y las problemáticas sociales, políticas y económicas
azotan los países y naciones de manera que es inevitable que se inserten el sistema
educativo y en la visión pedagógica del mismo. En esta medida, resulta necesario pensar lo
ético y político referido a la educación como una contracorriente de los moldes del deber
ser de la educación, trabajo docente y formación de estudiantes en pos de lógicas
doctrinarias que disfrazan la moral con la ética, y confunden la formación política partidista
como acto político.

Concebir la educación como acto ético es aproximarse al auto-reconocimiento del sujeto en


la medida en que auto-reconocerse trae consigo la formación de criterios propios respecto a
sí mismo y al entorno, los cuales, de manera crítica brindan al sujeto una serie de nociones
y conocimientos le posibilitan desligarse de las imposiciones morales respecto al deber ser
y hacer. En este caso, el papel de la pedagogía se entiende como guía del proceso liderado
por el sujeto, donde las bases de formación critica son el camino a seguir y la garantía de
que el proceso emprendido es un acto ético.

El acto ético representa un desafío de formación y responsabilidad ciudadana puesto que es


una manera de reconocerse en comunidad y de conocer como la cultura, los valores
políticos y las leyes de comportamiento impuestas han modificado el accionar del sujeto y
lo han conducido de manera homogénea en el mundo, por ello, el desafío realmente
consiste en la transformación del sujeto mediante prácticas de libertad1 para asumir una
postura que posibilite un cambio real en la sociedad, lo cual puede interpretarse también
como un acto político. Cuando los sujetos generan cambios en su modo de vida, en su
cotidianidad y en sus espacios culturales, a la vez modifican los escenarios y las prácticas
culturales influyentes en sí, de manera que resulta inevitable no modificar la relación con
los otros, lo cual supone una responsabilidad ética y ciudadana, en la medida en que los
modos de relacionarse con los otros pueden generar cambios culturales, políticos y sociales
trascendentales.

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Las prácticas de libertad son las formas de conocerse y auto constituirse del sujeto para ser ejemplo social
y modificar las relaciones de poder impuestas.
Es en este punto donde la educación como acto político comienza a tomar relevancia, dado
que inscribe una responsabilidad política y una capacidad de transformación que le son
entregadas al sujeto y sobre la cual recae una responsabilidad personal y social de
emancipación. Por ello, la labor pedagógica es totalmente política y ética, y exige una
formación responsable y comprometida con el desarrollo de los sujetos como seres
autónomos y críticos que contribuyan al cambio social. Lo anterior puede entenderse como
una llamada ética reflexiva, ya que, Castaño, R (2013) expone:

Plantear una ética reflexiva es una postura que invita a la revisión de las prácticas
pedagógicas y sus discursos, revisando cómo y de qué forma se postulan para el desarrollo
humano; de esta forma, es aportarle a la comprensión y solución de problemáticas sociales
que requieren de una intervención distinta, que crea en la capacidad de los actores en la
búsqueda de alternativas y soluciones incluyentes. (p.227)

Es menester resaltar que en la ética reflexiva la emancipación del sujeto es posible en la


medida en que éste es consciente de su responsabilidad y compromiso en el proceso, así
como en la formulación de una postura política, social y cultural para ver el mundo de
manera crítica. No obstante, también es fundamental una preocupación por los discursos
que rigen las prácticas pedagógicas puesto que estos pueden convertirse en condicionantes
que reproduzcan las imposiciones tradicionalistas de la educación y de las practicas
coercitivas tan existentes en el medio educativo, de manera que se imposibilite la
emancipación y se propicie la sumisión total del sujeto a las lógicas mercantilistas que
permean la educación en su materialización escolar, al ser un dispositivo ideológico y
coercitivo del estado garante de subordinación y homogenización del sujeto. Por ello, es
necesario hacer de las practicas pedagógicas, herramientas contextualizadas social e
históricamente, y enfocadas a la construcción de pensamiento crítico y de formación ético-
política crítica.

Por último, es importante comprender que la emancipación es en sí una manera de


transformar culturalmente las prácticas sociales y de contribuir en la construcción de
sujetos más críticos y menos sumisos, por ello, hablar de la educación como acto ético y
político direccionarse a un cambio social real y posible gracias a la labor educativa y a la
responsabilidad y compromiso de los sujetos involucrados, que son conscientes de la
necesidad de buscar alternativas y soluciones que permitan el cambio social.
Referencias:

 Castaño, R. “Ética y pedagogía. Una postura de reflexividad”. Rev Brasileira de


educacao de jóvenes e adultos, vol 1, n°1, 2013 (pp.223-232)
 FOUCAULT, M. Hermenéutica del sujeto. Madrid, La Piqueta, 1994
 Delgado Tornés, Alisa Natividad, Ética y política en la concepción de la educación
popular de Paulo Freire. Universidades [en linea] 2011, (Julio-Septiembre) : [Fecha
de consulta: 19 de febrero de 2019] Disponible
en:<http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=37319837003>
 Entrevista con Michel Foucault realizada por Raúl Fornet-Betancourt, Helmut
Becker y Alfredo Gómez-Muller el 20 de enero de 1984. Publicada en la revista
Concordia 6, 1984 (pp. 96-116)

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