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WITTGENSTEIN
ABSTRACT
Qué puede y qué no puede decirse con sentido, cómo es que tal cosa puede suceder, qué
relación guarda con la verdad, son todas las cuestiones que obligan a pensar a fondo, el
problema del lenguaje y en las que además, se juegan las concepciones del saber, la
filosofía y la propia vida. La teoría figurativa del lenguaje de Wittgeinstein, es una
respuesta, que no por ser sustituida más tarde por otra en la obra de este pensador, deja
de ser profundamente ingeniosa e inquietante, en tanto lleva a su máxima tensión la
relación que puede establecerse entre el lenguaje, la lógica y la realidad. Presentar una
interpretación de algunos aspectos centrales de esta teoría, es el propósito principal del
presente artículo.
Palabras clave: lenguaje, teoría figurativa, lógica, verdad, hechos, figuras, nombres,
modelo, objeto, pensamiento.
Para abordar el asunto hay que retener dos o tres aspectos concernientes a los hechos.
En primer lugar, que el hecho mínimo irreductible o ‘hecho atómico’ “es una combinación
1
Tractatus Logico-Philosophicus, Alianza, Madrid, 1980. Colocaremos siempre entre paréntesis la
numeración propia del texto, identificable fácilmente.
2
Ed. Cit., p. 13.
de objetos”(2.01); que dicha combinación se realiza según un “modo determinado”(2.031),
determinación que constituye la “estructura del hecho”(2.032).
Ahora bien, Wittgenstein afirma que “nosotros nos hacemos figuras de los hechos”(2.1) y
realiza a continuación un análisis del concepto de figura. Este concepto lo primero que
nos sugiere es seguramente la idea de una cierta disposición de un conjunto de
elementos, los cuales refiriéndose unos a otros conforman una unidad. Unidad cuya
identificación es a la par identificación de la relación que mantienen sus elementos
constitutivos. Esto es expresado parcialmente por Wittgenstein cuando afirma que “la
figura consiste en esto: en que sus elementos están combinados unos respecto a otros de
un modo determinado”(2.14). Mas, como se ve, esta afirmación se corresponde con la ya
citada 2.031 referente a los hechos, por lo cual podemos concluir, por ahora, que hechos
y figuras tienen una estructura análoga, opinión que se refuerza con estas otras dos
consideraciones: “A los objetos corresponden en la figura los elementos de la
figura”(2.13), y “Los elementos de la figura están en la figura en lugar de los
objetos”(2.131). Podemos expresar esta analogía en forma de columna para mejor
comprensión:
Hechos Figuras
Así, dado que los elementos de la figura corresponden a los objetos de los hechos y
también se combinan ‘determinadamente’, Wittgenstein puede concluir que “la figura es
un hecho”(2.14). Mas si la figura es un hecho, no debe concluirse muy apresuradamente
que un hecho se reduce a ser figura (al menos mientras no se haya esclarecido
completamente el concepto de ‘figura’), pues aun cuando los ‘objetos’ del hecho y los
‘elementos’ de la figura se corresponden, no son, sin embargo, idénticos: los elementos
de la figura son modelos (reemplazos) de los objetos, los representan pero son distintos;
es pensando en esta diferencia que Wittgenstein puede decir que “la figura es un modelo
de la realidad”(2.12), sin que ésta constituya una afirmación vacía. De otra parte, empero,
el hecho y la figura sí son idénticos en cuanto a su estructura, o, dicho de otra manera,
hecho y figura poseen una estructura común; dicha estructura, a su vez, depende de que
pueda formarse o no; si se forma es porque puede formarse, porque es posible, si no, es
por que, simplemente, es imposible; y si la figura es posible y puede formarse esto
acontece porque posee lo que Wittgenstein llama una “forma de figuración”(2.15). Pues
bien, en la medida en que esta ‘forma de figuración’ es la posibilidad de la estructura de la
figura, es decir, de la combinación determinada de los elementos constituyentes de la
misma y dado que, como ya dijimos, la estructura es común a la figura y al hecho, tal
‘forma de figuración’ es también la posibilidad de que los objetos de un hecho se
combinen entre sí para constituirlo; esto está dicho claramente en el Tractatus: “La forma
de figuración es la posibilidad de que las cosas se combinen unas respecto de otras como
los elementos de la figura”(2.151).
De esta manera, lo que en verdad tienen de común el hecho y la figura es la ‘forma de
figuración’(2.17), por lo que en lugar de decir que los objetos de un hecho o los elementos
de una figura se combinan según una estructura determinada, ahora podemos decir que
se combinan según una ‘forma de figuración’. Al pertenecer a ambos, hecho y figura, la
‘forma de figuración’ liga al uno con la otra, los relaciona mutuamente. Hecho y figura,
pues, se tocan, dice Wittgenstein, por medio de la ‘forma de figuración’.
Ahora bien, si es cierto que, como se dijo al comienzo, el lenguaje ‘da cuenta’ del mundo
(representándolo), pues entonces el mismo no podrá ser distinto de lo único que parece
tener las condiciones para dar cuenta de él: la figura. Más exactamente, el lenguaje
deberá ser una figura del mundo, o de lo contrario no tendrá nada en común con él. Sin
embargo, antes de ocuparnos de este aspecto debemos considerar otras características
importantes de la figura, que son precisamente las que fundamentan el vínculo de ésta
con el lenguaje.
Señalemos a título de ejemplo que si comparamos un edificio y una maqueta del mismo,
lo que ellos tienen en común no son, por lo general, ciertamente los materiales (ladrillo γ
cartón), posiblemente lo sea el color pero esto no es lo decisivo, lo que importa realmente
son sus relaciones espaciales proporcionales. De este modo si la maqueta ‘da cuenta’,
informa, del edificio válidamente es porque posee en común con él una forma figurativa
espacial, y, adicionalmente, –para que la representación sea más exacta– una similar
distribución de los colores en la misma. De manera distinta pero sin embargo análoga,
una partitura puede ser considerada como la representación gráfica de una pieza musical:
la disposición espacial de las notas representa la disposición temporal de los sonidos.
Esto nos indica hay distintas clases de formas figurativas, pero –y he aquí lo importante
para lo que nos interesa– todas las formas de figuración (y por ello todas las figuras) son
lógicas. Y esto es así pues de lo contrario ninguna figura sería comprensible como figura,
ya que una figura es lógica o no es absolutamente nada: simplemente no hay figuras
ilógicas. Esto se comprende mejor si recordamos que Wittgenstein ha definido (en 2.0121)
la lógica como el conjunto de posibilidades, al decir que todas las posibilidades son los
hechos de la lógica. De esta manera una figura es posible porque es lógica y como se
comprenderá no hay figuras imposibles, vale decir nuevamente, ilógicas.
Ahora bien, dentro de los distintos tipos de figuras hay una cuya forma de figuración es
precisamente la forma lógica, es decir, las forma de las posibilidades de figuración: tal
figura es el pensamiento. Dicho de otro modo: el pensamiento es una figura que tiene en
común con los hechos (y entre éstos las demás figuras) una forma de figuración lógica (no
espacial, no temporal, etc.). Este aspecto y lo demás que hemos venido comentando
están recogidos por Wittgenstein en las siguientes proposiciones:
Como se ve, la analogía de las proposiciones con los hechos y las figuras es patente.
Pero ahora hay que hacer explícita una diferencia decisiva que se encuentra implícita
cuando tomamos como punto de partida el pensamiento para pasar a referirnos a la
proposición: aun cuando la proposición reviste la forma de una figura material, espacial o
temporal, ella representa fundamentalmente (¿únicamente?) la forma lógica de figuración,
es decir, al igual que el pensamiento, las condiciones de posibilidad de toda figura y/o de
todo hecho, y por lo mismo, no la realidad de éstos. En otras palabras, no es un retrato,
una copia del mundo –que por fuerza tendría también que ser figura– sino la actividad de
bosquejarlo y diseñarlo lógicamente. Esto es lo que Wittgenstein dice al parecer cuando
afirma que “a la proposición pertenece todo aquello que pertenece a la proyección, pero
no lo proyectado. O sea, la posibilidad de lo proyectado pero no lo proyectado
mismo”(3.13). Ese bosquejar y diseñar que se realiza en la proposición, constituye el
sentido de la misma, i.e., su conformidad con las posibilidades de la lógica. Lo anterior
quiere entonces decir que la proposición es una figura cuya característica fundamental y
distintiva es la de poseer sentido (cf. 3.3: “sólo la proposición tiene sentido”).
Creemos que lo dicho permite percibir la condición de figura lógica que constituye la
proposición y con ella el conjunto del lenguaje, pues, como dice Wittgenstein, “la totalidad
de las proposiciones es el lenguaje”(4.001). Admitido esto nos quedan dos aspectos por
señalar referentes a las dificultades para la comprensión de esta teoría: el primero hace
relación a que el lenguaje no presenta explícitamente su configuración lógica sino que, al
contrario, la oculta y la distorsiona, la ‘disfraza’ dice Wittgenstein (4.002), pues, por
ejemplo, utiliza las mismas palabras en configuraciones lógicas diferentes, es decir, con
distintos significados (cf. 3.323). Esta característica del lenguaje es la que hace posibles
construcciones gramaticales correctas –textos enteros– pero completamente sin sentido
como son, para Wittgenstein, la mayoría de las proposiciones que tienen que ver con la
filosofía (4.003).
II
Decíamos al comienzo que dado que el lenguaje da cuenta del mundo, se trataba de ver
entonces cómo era que esto sucedía, y que la aceptación de tal premisa era el punto de
partida para comprender la teoría figurativa del lenguaje. Aunque esto sea, en general,
cierto, debemos precisar ahora que tal ‘dar cuenta de los hechos’ debe entenderse
exclusivamente como un representar los hechos. Así, el verdadero punto de partida de
esta teoría puede expresarse diciendo que ‘la función esencial del lenguaje es representar
el mundo’, lo cual es algo más definido que el mero ‘dar cuenta del mundo’ y también algo
distinto que el ‘afirmar o negar los hechos’ que señalaba B. Russell.
Recordemos que para sustentar esta última, el lenguaje se considera, en general, como
compuesto por proposiciones, más exactamente, que éste es “la totalidad de las
proposiciones”(4.001). Así, un estudio del lenguaje puede reducirse a un estudio de la
proposición (de hecho, el título original para el Tractatus era “Der Satz”, “La proposición”).
Ahora bien, es la proposición la que, según Wittgenstein, es una figura del mundo (4.01),
lo cual equivale a decir que la proposición representa figurativamente al mundo. Por tanto,
una proposición determinada es la manera como nosotros representamos la
representación de un determinado hecho que acontece (o que puede acontecer, según
veremos luego) en el mundo. Y es que, en principio, “nosotros nos hacemos figuras de los
hechos”(2.1), lo cual quiere decir que reemplazamos un hecho de ese mundo, es decir,
sus elementos constituyentes por otros elementos de tal modo que estos últimos refieran,
proyecten, o sean ‘signos’ de aquellos del mundo y, además, guarden entre sí el mismo
tipo de relación o forma de figuración que aquellos mantienen, convirtiéndose así en una
‘figura’ de tal hecho, figura que puede revestir una variada ‘corporeidad sensible’, ya que
sus elementos bien pueden ser grafías, sonidos, colores, dibujos, modelos espaciales o
maquetas, etc. En el caso de la proposición estos elementos reemplazantes son los
nombres (3.202, 3.22), ‘signos simples’ (orales o escritos) que articulándose según un
número de posibilidades que les es propio (definido por su uso), constituyen la figura del
mundo que es la proposición.
Este uso de los signos según reglas lógicas es lo que propiamente caracteriza la teoría
figurativa de la proposición frente, por ejemplo, a la posterior concepción del lenguaje que
Wittgenstein desarrolla en otras de sus obras3. Esto lo expresa muy bien H.O. Mounce
cuando dice:
“En el Tractatus la forma lógica es algo que, por así decir, está en la base de las
reglas del lenguaje y garantiza su uso inteligible. En las Investigaciones concibe la
forma lógica como un género de formalización de las reglas del lenguaje y éstas
dimanan del uso del mismo; no están en su base ni garantizan su inteligibilidad”4.
Sin embargo, es evidente que esta aserción del Tractatus es más una sana intuición que
una verdadera consecuencia coherente con su concepción de la proposición como figura
del mundo. En efecto, antes (2.1512), había dicho que la figura “es como una escala
aplicada a la realidad” y (en 2.15121) que “sólo los puntos extremos de la línea graduada
tocan al objeto que ha de medirse”. La afirmación de 3.42 citada atrás desborda
ampliamente la concepción figurativa, pues ésta presupone que, como dijimos al principio,
el lenguaje sea desmembrado en proposiciones (es decir, que su carácter orgánico sea
una simple conexión de unas proposiciones con otras, tendencia, dicho sea de paso, de
todo ‘análisis’, la misma que lleva a ver una cadena como ‘compuesta’ por eslabones),
razón por la cual en la relación entre el lenguaje y el mundo sólo importan realmente los
‘límites’ de la proposición, los ‘puntos extremos’ que tocan la realidad. En cambio, la
mención de la totalidad del espacio lógico está indicando de algún modo que una
3
Por ejemplo, en las Investigaciones filosóficas y en los Cuadernos Azul y Marrón.
4
Mounce, H.O. Introducción al “Tractatus” de Wittgenstein, Tecnos, 1983, p.48.
proposición se relaciona antes que con el mundo, con un ámbito que la rodea, que no es
otro que el constituido por otras proposiciones, vale decir, con un sistema de las mismas y
no una simple agrupación de proposiciones independientes unas de otras. Wittgenstein
mismo nos da un testimonio de esta decisiva diferenciación cuando, años más tarde,
expresó:
“Escribí una vez: La proposición es como una regla aplicada a la realidad. Sólo los
puntos exteriores de la regla graduada tocan el objeto que se ha de medir. Ahora
diría más bien: Un sistema proposicional es como una regla aplicada a la realidad.
Con esto quiero indicar lo siguiente: Cuando aplico una escala a un objeto
espacial, aplico todas las divisiones al mismo tiempo.
8 9 10 11 12
No se aplican sólo las divisiones individualmente, sino toda la regla. Una vez que
sé que el objeto llega hasta la división 10, inmediatamente deduzco que no
alcanza hasta la 11, 12, etc. Las aserciones que me describen la longitud de un
objeto constituyen un sistema, un sistema proposicional. Tal sistema es el que
ahora se cotejará con la realidad y no una sola proposición”5
Para finalizar, recordemos que la concepción de la proposición como figura del mundo
permite creer que el mundo puede ser ‘descrito’ por completo mediante el conjunto de
todas las proposiciones verdaderas (4.26), labor ésta que corresponde no a la filosofía
sino a las ciencias naturales (4.11), empíricas por definición pues sólo están en posesión
de una proposición verdadera cuando la han constatado, por experiencia; la filosofía, en
cambio, solamente ‘elucida’ y sus ‘proposiciones’ son únicamente seudoproposiciones
pues no figuran nada que corresponda al mundo y nada tienen que ver, por tanto, con la
‘verdad’. Este es uno de los ‘extremos’ de su imposibilidad; el otro, es que tampoco puede
ocuparse de la razón de ser de la proposición, es decir, de la forma lógica de figuración,
pues ésta –que no es un hecho sino la posibilidad de todos los hechos y figuras y lo
común a unos y otras– no se puede figurar (4012), no puede ser dicha en una
proposición, no es objeto de remplazo o sustitución sino, precisamente, lo que permite el
remplazo.
5
Waismann, F. Ludwig Wittgenstein y el Círculo de Viena, F.C.E., 1975, p. 57. Los subrayados son de
Wittgenstein.