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Definición de política de identidad

La política de identidad o gobierno por identificación política, es una forma


de hacer política, es decir, de gobernar y conducir los asuntos públicos. Una
posición política para la conducción de un país.

El gobierno por identidad de grupo se sustenta en la creación de una


variedad de grupos en los que pueden clasificarse a las personas, como la
división en clases sociales, pero teniendo muchos más grupos en la
actualidad. Como una variante del clasismo.

Esos grupos pueden ser de identidad sexual, edad, etnia, religión, opinión,
idioma, raza, nivel educativo, identificación de género, lugar de origen,
situación económica, ocupación —y muchos más que pueden crearse.

La hipótesis central de la política por identidad de grupo es la idea de que


pertenecer al grupo es factor determinante de las opiniones, creencias y
acciones de la persona. Se gobierna para grupos, no para personas.

Es decir, por el hecho de ser parte del un grupo cualquiera, la persona


tendrá ciertas ideas y creencias que son comunes a los demás integrantes
del grupo. Y además, merecerá tratos diferenciados de gobierno.

La aplicación central de la este tipo de política ha sido el surgimiento de


protestas y reclamos de opresión creando grupos antagónicos de oprimidos
y opresores —siendo su origen la explotación de los obreros por parte de
los capitalistas.

Visión de colectivos
La mentalidad que produce la política conducida por el criterio de la
identidad produce la situación por la que se gobierna teniendo como
condición central los grupos en los que se haya clasificado a la sociedad.
La sociedad entera es vista como formada por grupos, no por personas
individuales. Se gobierna para grupos como obreros, niños, mujeres,
empresarios, ancianos, mineros, pobres, campesinos, maestros, jóvenes,
estudiantes, desempleados, etnias y otros más.

Es una renuncia a la identidad personal y la aceptación de la identidad


grupal.

Esta política es un sistema de gobierno que suele buscar situaciones de


oposición e incluso lucha entre esos grupos como una explicación de la
realidad en la sociedad. Ignora por completo la individualidad de los
ciudadanos.

El sistema político mexicano que creó el PRI, concibió a ese partido como


formado por sectores que definían a toda la sociedad: el sector obrero, el
campesino, el popular, la burocracia; por un tiempo al militar pero no al
empresarial. Gobernó para sectores no para personas.

Gobierno de colectividades
La política publica conducida por medio de los grupos de identificación es
una herramienta difusión de agendas y activismos políticos —los que
promueven sus propios intereses sin considerar los efectos en el resto.

Intereses raciales, étnicos, sexuales, culturales, o cualquier otro que se


asignan a una estructura de al menos dos grupos opositores, siendo uno de
ellos la víctima que reclama derechos y privilegios especiales y castigos y
penas para el grupo opresor.

Es usual que se construya algún tipo de narrativa histórica del grupo


oprimido tratado injustamente y que lleva al reclamo de emancipación o
liberación grupal que requiere acción gubernamental especialmente dirigida
a su beneficio —y sin considerar los efectos generales en el resto de la
sociedad.
Aunque se tiene a la política de identidad como un fenómeno de la segunda
mitad del siglo 20, sus antecedentes son fácilmente reconocibles en las
ideas de Marx y que A. Schumpeter analizó sagazmente.

Es un efecto colateral e indeseable de la política asignación grupal: ella


fragmenta a la sociedad, la divide en facciones irreconciliables que
destruyen la unidad que toda sociedad necesita para prosperar.

Identidad política y política de identidad


Este tipo de gobierno puede entenderse mejor examinando la idea de la
identidad política que forma colectividades, grupos, o sectores:

«La  identidad política  es una forma de  identidad social  que marca la
pertenencia a ciertos grupos que tengan en común una lucha por alguna
forma de poder». es.wikipedia.org

Es decir, las personas mismas llegan a producir una identidad política


grupal que coincide con la política de identidad, ignorando ambas la
individualidad personal. Nótese el término ‘lucha’ en esa definición.

Mejor explicado es esto:

«La política de identidad es un enfoque y análisis político basado en


personas que priorizan las preocupaciones más relevantes para su
identidad racial, religiosa, étnica, sexual, social, cultural u otra particular y
forman alianzas políticas exclusivas con otros de este grupo, en vez de
involucrarse en la más tradicional política de partidos y de base amplia.
Aquellos que priorizan su tipo particular de política de identidad pueden
promover los intereses de su grupo sin tener en cuenta los intereses de
grupos políticos más grandes y diversos que se basan en la teoría
compartida». en.wikipedia.org. Mi Traducción

La sociedad, por tanto, tiene tendencia a convertirse en un escenario de la


conflicto entre grupos que pelean por su interés particular. Por ejemplo,
identidades
«[…] basadas en edad, religión, clase social, profesión, cultura, idioma,
discapacidad, educación, raza u origen étnico, idioma, sexo, identidad de
género, ocupación, orientación sexual, habitación urbana o rural […]».
Ibídem

Siempre una relación de poder


Es característica de este tipo de política el entender a toda relación entre
grupos como una de fuerza en la que, por definición hay un opresor y un
oprimido. Ningún otro tipo de relación es aceptada.

Y la lucha que, por esa relación establece, es una de igualdad entre grupos
preconcebidos, no entre personas.

Explicación esquemática
Supongamos un grupo H, el que sea y que es concebido como el grupo que
oprime a otro, que llamaré m. Lo que reclama la política de identidad es la
opresión del grupo m por parte del grupo H.

El problema de desigualdad entre H y m se resolvería cuando se llegue a la


situación de igualdad entre los dos grupos M y H, ahora representados por
igual tamaño de letra.

¿Ha sido solucionado el problema? Sí, en un análisis pausado, pero existe


un problema real, el de la obsesión que exige llegar a otra situación. La de
crear una en la que exista h y M, es decir, el grupo h pase a estar en una
situación inferior. Una especie de venganza de la situación original.

El peligro de la obsesión
La política de identidad tiene ese posible efecto, el de juzgar que la justicia
signifique otra situación de desigualdad y opresión. Una en la que el grupo
opresor anterior pasa a ser el oprimido.
Pero el peligro de obsesión también se manifiesta en otros dos aspectos.

Obsesión grupal
Ella consiste en concebir grupos y solamente grupos, sin considerar la
individualidad de las personas. Si una persona ha sido clasificado como H,
por ejemplo, por definición es un opresor de m, sin posibilidad de
excepción, lo sea o no.

Todos en el grupo H son iguales, idénticos, en su relación con todos lo que


pertenecen a m, los que también son idénticos en su relación con H.
La generalización es absoluta. Todos dentro de cada grupo piensan igual y
hacen lo mismo.

Obsesión con el poder


Este otro riesgo es el de otra generalización. Afirma que toda relación entre
grupos es una de poder y opresión, sin excepción alguna posible.

Descarta todo otro tipo de relación posible de colaboración, ayuda,


compasión, amor, indiferencia. Dentro de cada grupo son posibles esas
otras relaciones, pero nunca entre los grupos preconcebidos como siempre
en pugna.

Por ejemplo, dentro del grupo H siempre todos son opresores de todos en


el grupo m. Todos los clasificados como H piensan igual, lo mismo que
todos los clasificados en el grupo m.

Si existiera alguien en m que pensara diferente, sería un traidor a su


grupo. Y si hubiera un H que pensara diferente, está mintiendo.

La situación ideal a la que debe llegarse no es la igualdad entre H y M, sino


una en la que h fuera oprimido por M, o desapareciera.

.
Y algo más para el interesado…
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