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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO.

FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES.

SISTEMA DE UNIVERSIDAD ABIERTA Y A DISTANCIA.

Materia:

Asia y el Pacifico.

Tema 3.

Asia y Pacífico: Procesos y transformaciones históricas del encuentro con Europa al


preludio de la transformación moderna.

Actividad de Aprendizaje 3.

Alumno: Márquez Rivera Héctor Manuel

No. De Cuenta.- 403086674

Fecha de Entrega: 18 de abril de 2020


La actitud China, Japón y Tailandia ante la presencia Occidental en Asia y la
respuesta a la colonización de fínales del siglo XIX.

Opinión.

El capitalismo industrial comenzó a consolidarse en Europa durante los siglos XVII


y XVIII, este modo de producción requiere una masiva transferencia de bienes y
la consolidación de nuevos mercados para sus cada vez mayores volúmenes de
producción. Es por ello que de la mano de este modelo surge también, el
colonialismo, fenómeno en el cual una metrópoli desarrollada mantiene influencia
presencial o no en territorios foráneos, esta relación está marcada por la
dependencia que de acuerdo a cada Estado tendrá algunas variaciones, siendo la
nota común la explotación masiva de riqueza y su transferencia a las metrópolis.

Existen algunas características importantes que no deben pasar desapercibidas y


que marcarían a las colonias del siglo XIX y XX, como: el liberalismo político que
abogaba por la protección de la libertad y la propiedad privada; una cultura
moderna que determina las relaciones entre la persona, la naturaleza y las otras
personas; el materialismo se enfoca en el valor de la realidad tangible y lo
individual; el poder de la razón; la ciencia como motor de progreso; la separación
de la metafísica de la realidad; la expansión geográfica necesaria, entre otros
(Preston, 1998, pp. 55)

Es precisamente en este contexto, que las relaciones entre oriente y occidente,


que ya existían formalmente desde el siglo XVI, gracias a las exploraciones y
comercio que llevaban en dicha zona del mundo los españoles y portugueses,
comienzan a tomar un sentido distinto. Debemos considerar que el avance sobre
los territorios de Asia por parte de los europeos primero y después Estados
Unidos, bajo la egida del capitalismo industrial, tuvo repercusiones sin
precedentes, las acciones fueron en muchas ocasiones salvajes y el trato para los
territorios y sus habitantes, deshumanizado. Tal cual lo señala Preston :

“En la región la expansión del orden colonial del sistema capitalista industrial fue
severo. Todas las formas de vida existentes fueron reconfiguradas en mayor o
menor medida para cumplir con las demandas de las metrópolis bajo un vínculo
provisto por las ciudades coloniales entre áreas locales y sistema global”
(Preston, 1998, pág. 55)

Debemos considerar que los viejos imperios como China habían disminuido
mucho su poder y quedaron tecnológicamente rezagados desde los siglos XIII y
XIV, por lo que la respuesta frente al avasallador embate de las fuerzas de
occidente fue débil. Para finales del siglo XIX prácticamente todos los territorios
de este y sureste asiático, incluidas las islas del océano Pacifico, se encontraban
en manos de las potencias extranjeras.

Los europeos y los norteamericanos repartieron el territorio durante la segunda


mitad del siglo XIX, el orden colonial “imperialista”, como lo calificaría Lenin, se
mantuvo estable hasta la Guerra del Pacifico, preludio de la segunda guerra
mundial.

Como veremos, el caso de Japón fue paradigmático pues lejos de padecer la


misma suerte, logro entrar de lleno al capitalismo y replicar sus mismos vicios
sobre sus vecinos del continente, orden que se mantendría hasta el fin de la
segunda guerra mundial.

El caso de China.

Hablar de China siempre implica hacerlo en grande, pues cada cosa que se pueda
mencionar tiene una escala totalmente distinta si se refiere a este país. Como
particularidad, coincidimos plenamente con lo que establece Preston: “[… antes
del estallamiento de la guerra del Pacifico, el país fue una cuasi-colonia de varios
poderes contendientes” (Preston, 1998, pág. 62).

China se convirtió en una cuasi – colonia pues estaba sujeta a la influencia


externa de prácticamente todas las potencias, Gran Bretaña y Japón
principalmente, también Holanda, Estados Unidos y Francia. De cierta forma. El
mercado asiático siempre fue atractivo pues se conseguían materias primas de
todo tipo.

La actitud ante el comercio con occidente, durante el siglo XVI fue meramente
pasiva, limitada al intercambio de productos y venta de especias. Además su
vasto territorio lo convertía en un país plenamente continental, sin necesidad de
salir hacia el exterior, pues dentro de sus fronteras poseía lo necesario, lo mismo
que la gran diversidad de culturas que albergaba.

Era una sociedad imperial, dividida en provincias con un gobierno muy


centralizado, dominado por los burócratas que gobernaban las regiones y los
terratenientes que controlaban la tierra, estos dos explotaban al campesinado, así
mismo estaban los comerciantes y artesanos que fueron los primeros en tener
contacto con los europeos vinculándose a ellos más que a su propio gobierno;
dado su alejamiento de las clases más bajas, el imperio poseía poca visión y
capacidad para controlar la amplitud de su territorio, al aumentar el intercambio
occidental en los siglos XVII e inicios del XVIII, pocos grupos tuvieron la visión de
modernizar el imperio, pero no recibieron apoyo del gobierno, lo que dejo a China
más vulnerable. Esto impidió un diagnostico mucho más claro de lo que buscaban
los europeos.

Los británicos consolidaron su poder como potencia mundial en el siglo XVIII, así
se convirtió en el socio más fuerte de China, a tal grado que logró la fuerza
suficiente para presionar tarifas más bajas en su intercambio con el país asiático.
China comprendió el riesgo muy tarde, la resistencia desató las Guerras del Opio y
produjo la caída de la dinastía Qing, entre 1839-1842 y 1856-1860. Derivado de
esto y el Tratado de Nanking, China hizo grandes concesiones, Gran Bretaña
obtuvo el control de Hong Kong, además se apropiaría de la península de Kowloon
y otros territorios (Preston, 1998, pp. 7-12).

Esta situación debilito mucho la legitimidad del imperio chino su gobierno central,
algunas clases como los comerciantes prosperaron en las costas principalmente.

Una respuesta drástica de los chinos ante la ocupación británica y japonesa fue el
levantamiento de los boxers en 1899, que buscaba expulsar a todos los
extranjeros, apoyado por la emperatriz china pero reprimida por una fuerza
conjunta de potencias. Esto nuevamente trajo una actitud pasiva de china al
negociar los tratados de Puertos y Tarifas,

En general el imperio, tras una breve intentona de controlar las provincias en


1909, realizó reformas muy débiles, por lo que terminó por ablandarse y abrió la
puerta a la Revolución China. Este proceso se desató en 1911 debajo el liderazgo
de Sun Yat Sen, quien al poco tiempo, controló dos tercios del territorio y fijo su
capital en Nanjing consolidando la Republica en 1912.

El imperio se resistió a morir al dividir aún más la población que se mantuvo


expuesta frente a los avances europeos, prácticamente cada región operaba
mediante su propia asamblea, pues la republica aún era incapaz de logra una
estabilidad. Los chinos pensaron que el ejército imperial lograría la cohesión
necesaria, pero el general encargado Yaun se hizo con el gobierno central, lo que
eliminó de hecho la monarquía y consolidó años de autoritarismo militar y
enfrentamientos con el Partido de Sun Yat Sen, el Kuomintang. Este proceso se
prolongó hasta 1937, año de la invasión de Japón a China, lo que derivó en un
fuerte sentimiento nacionalista, grupos comunistas, el Kuomingtan y los ejércitos
de la republica depusieron sus diferencias temporalmente para luchar la guerra del
Pacifico y la segunda guerra mundial.

La realidad es que China era más vulnerable de lo que ella misma consideraba
durante los siglos XIX y XX.

La cultura china centralizada, giraba alrededor de un elemento cultural y religioso


donde la obediencia era determinante en su modo de vida (no correspondía los
súbditos castigar al gobernante, sino a la divinidad encargarse de los malos
gobernantes y el reconocimiento del derecho de rebelión estaba establecido pero
no para la liberación de las clases más bajas), lo que permitió la asimilación de la
colonia como un modo de vida y limitó el desarrollo de una identidad nacional
china que le permitiese consolidar la unidad suficiente frente a los embates
exteriores. Así mismo por su extensión, había muchas culturas dentro de la propia
China, haciendo mucho más difícil su identificación como un solo pueblo.

Frente a las terribles concesiones realizadas frente a Gran Bretaña y Japón, nos
hacen pesar que la debilidad china quizá sea la mayor de sus fortalezas, pues
parece que su nación es capaz de cortarse un brazo antes que renunciar a la
supervivencia. Esta ideología es importante pues no obstante la constante
dominación por varios grupos, permitió la consolidación de una nación frente a
un poder superior.

Podemos decir que La mima situación que lo convirtió a China en un territorio


vulnerable y a la merced de todas las potencias, le permitió sobrevivir, pues se
convirtió en la joya de la corona, que europeos, americanos y japoneses deseaban
pero no podían tener en exclusiva. Por ello no fue sometida en su totalidad nunca,
manteniendo breves pulsos beligerantes dirigidos por nacionalistas.

Ante la colonización de finales del siglo XIX, China mostraba cada vez mas
descontento, mientras que el gobierno imperial se convertía en un lastre que se
estancó por su desconexión con las clases bajas y los comerciantes, claves en el
modo de producción capitalista. Las clases burócratas y terratenientes,
dependientes de la explotación del campesinado también contribuyeron al
estancamiento, así los poderes que florecían en la regiones más alejadas se
hicieron cada vez más fuertes (esto sería determinante para la revolución
comunista dirigida por Mao Tse Tung, pues el campesinado fue clave en su
estrategia de consolidación de una republica popular).

El nacionalismo chino se encendió tras el desmembramiento que sufrió con la


perdida de los territorios de Corea y la isla de Taiwán en la guerra sino-japonesa
de 1994-1895, ante Japón ; así mismo los abusos de los europeos,
principalmente británicos que presionaban cada vez más con mayor transferencia
de recursos y menores tarifas. Además, fue arrastrada a más enfrentamientos
regionales entre 1910 y 1945, pues además de la guerra civil, participó en la
primera guerra mundial, la guerra del Pacífico y la segunda guerra mundial.

Tal cual hablamos de amplitud en un inicio, podemos decir que la extensión de la


población el territorio, la capacidad productiva entre otros factores, evitaron la
conquista total de China. Así mismo, las relaciones culturales que en un principio
fueron limitadas se ampliaron durante la colonia, los chinos abrevaron de los
valores occidentales del liberalismo, pero lo hicieron aun con mayor ahínco del
comunismo proveniente de la Unión Soviética, seria hasta 1949 que estas
fortalezas se consolidarían con el fin de la revolución y el surgimiento de la
República Popular de China, tras la expulsión de los últimos reductos de
extranjeros.

Como recuerdo de este periodo, aún vigente, se encuentra el problema de las tres
chinas, pues a pesar de haber recuperado en 1997 el control sobre Hong Kong,
tras 100 años de dominación, su población se identifica más con los británicos que
con los mismos chinos. Un problema aun mayor se presenta con la Republica de
China, ubicada en la isla de Taiwán, Estado que pocos reconocen y que China
continental desea regrese a su esfera de influencia.
El caso de Japón.

Con un territorio mucho más limitado y menores recursos, su unidad cultural y


poblacional, la fortaleza de su monarquía y la ideología shinto que es mucho más
pragmática que muchas religiones de origen asiático, los japoneses lograron
observar más allá del avance acompasado del imperialismo occidental, de esta
forma, al descifrar los cambios estructurales del poder en el mundo y el declive de
China como potencia regional a la que los japoneses tributaban, el Imperio del sol
naciente actuó en consecuencia.

A mediados del siglo XIX, y tras las guerras del opio, los británicos ganaron
influencia en China y monopolizaron la demanda, eso ayudo a que lograran
derechos comerciales sobre Japón también. La amenaza occidental se cernió
sobre el archipiélago.

Es importante entender que en este tiempo, durante la llamada Era Edo o


Tokugawa, Japón era apenas un país feudal con castas diferenciadas y una
monarquía muy disminuida, donde abundaba la violencia entre shogunatos y los
problemas políticos para controlar el territorio se acentuaban; el peligro de las
presiones del exterior forzaron el proceso de restauración Meiji, donde el poder se
concentró en una pequeña oligarquía y la monarquía imperial.

La restauración apuntó a lograr la modernización de Japón bajo bases capitalistas


occidentales, así que a pesar de tener un gobierno central, se diseñaron
prefecturas, se eliminó el sistema de castas, se prohibieron los samurái, se
desarrolló una reforma tributaria para garantizar ingresos estables al Estado, se
descentralizó la burocracia, se promulgó una constitución basada en principios
constitucionales alemanes y franceses, se creó un parlamento y un gabinete,
además de un grupo de notables como asesores del emperador, surgieron
partidos políticos y se abrazó el shinto como religión de Estado prohibiendo el
budismo. Este último paso sería ideológicamente muy significante (Preston, 1998,
18-19)

Otro paso importante, fue la adopción de un programa de industrialización basado


en la máxima “País rico, ejercito fuerte”. Japón busco la creación de una base de
empresarios capitalistas que dieran fortaleza al sector industrial. A nivel social se
mantuvo la unidad familiar y la educación se concentró en el desarrollo familiar y
económico para beneficio del Estado.

A nivel estratégico, Japón comprendió que sus acciones debían estar


encaminadas a la defensa, pero al ser tan limitado, su espacio de seguridad tenia
que expandirse, a finales del siglo XIX ya era una potencia regional, desató la
guerra contra China en 1894, haciéndose con la península de Corea y Taiwán, las
que trato de desarrollar pero solo hasta el punto en que sirvieran a las
necesidades de Tokio.
Las potencias occidentales no vieron esto con beneplácito, tanto por las
afectaciones a China como por su mantener su influencia y aire de invencibilidad,
tanto que Francia, Rusia y Alemania presionaron para la devolución de Manchuria;
se le permitió sentarse a negociar el Tratado Anglo – Japonés de 1902 además de
beneficiarse por la doctrina de “puertas abiertas” que los estadounidenses
impulsaron.

A principios del siglo XX, inicio la guerra contra Rusia y además de algunas islas,
gano el territorio de Manchuria en 1905, con ello, lograba limitar la relación sino –
rusa y desarrollaba un área de amortiguamiento en caso de amenaza militar
contra su territorio al colocar un enclave cercano a sus vecinos. Su
comportamiento fue soportado por los occidentales hasta 1915 cuando se convirtió
en un foco de alerta por su expansión y trato agresivo con sus vecinos,
principalmente China.

Japón había adoptado las mejores y peores características del capitalismo


industrial, pues abrazo el colonialismo al extenderse por el este asiático, también
adquirió la brutalidad de occidente, lo que se pudo constatar durante su expansión
en la guerra del pacifico, que sirvió de preludio a la segunda guerra mundial o en
el trato desarrollado contra los coreano durante su ocupación el 1º de marzo de
1919.

Podemos decir que Japón vislumbró, se adelantó y desarrollo con miras a evitar
una colonización, pero su situación geoestratégica y el fomento de la propia
idiosincrasia japonesa lo envió fuera de sus fronteras, auspiciado sin lugar a dudas
por todos los países occidentales de los que intentaba protegerse, así se equipó y
entreno en el arte de la guerra moderna, lo que puso en práctica contra la
maltrecha China, con un salvajismo inenarrable, de esto daría cuenta la masacre
de Naking en el siglo XX. Con esta estrategia mantuvo lejos de su territorio la
amenaza colonial durante el siglo XIX y hasta la segunda guerra mundial.

Ante la colonización de finales del siglo XIX, Japón puede ser considerado
como un ejemplo de resistencia y asimilación del capitalismo industrial, de hecho,
dista muchísimo de lo que pasó con China continental.

Japón se convirtió de facto en un país imperialista, basado en el colonialismo y el


capitalismo industrial. Utilizó a sus vecinos inmediatos para construir un zona de
amortiguamiento contra avances de las potencias europeas al tiempo que se
garantizaba el acceso a las materia primas y mercado chino.

El Japón del siglo XIX se basó en principios como la obediencia jerárquica y el


honor. Además los gobernantes eran considerados como sagrados, esto evito la
asimilación de la cultura occidental de forma drástica, pero el pragmatismo de la
religión que profesaban permitía la convivencia de distintos tipos de filosofías. Así
el país se mostró mucho más abierto con la idea del capitalismo industrial y la
modernidad, lo que iba de acuerdo con su idea de la fortaleza, esto permitió
adoptar los valores capitalistas y después el imperialismo, que sería su forma de
equilibrar las fuerzas con las potencias exteriores de Asia.

La existencia de una nobleza y un monarca con visión que descentralizó ciertas


funciones, permitió influir en el sentido de pertenencia y orgullo de ser japonés, lo
que consolidó una identidad nacional, que además se convirtió en un ejemplo para
los demás países asiáticos dominados por las potencias occidentales, como
sucedió en las islas del sureste.

Parece ser que Japón baso su programa ideológico en una serie de preceptos
europeos en boga en el siglo XIX. Por ejemplo las ideas darwinistas de la
selección natural, el positivismo y su idea de progreso a toda costa, la doctrina del
súper hombre de Nietzsche. Además del mantenimiento de algunos elementos
propios como el respeto a la ley natural donde el más fuerte sobrevive, o la
filosofía samura, donde la batalla era lo único que contaba y la muerte es digna y
gloriosa, la derrota no posee honor y la rendición sin lucha es una vergüenza.

Japón no buscó mantenerse independiente únicamente, busco la supremacía en


Asia, al final de cuentas, lo que le permitía la supervivencia también podría
fortalecer a sus vecinos, siempre y cuando funcionaran a su entera disposición.

Japón abrazó la modernidad pero acorde con el imperialismo. El trato cruel y


despiadado que los japoneses infringieron a los Chinos (tal parece aún no curan
dichas heridas), aproximadamente durante medio siglo, nos hace considerar que
para los primeros China era débil, por lo tanto merecía ser dominada, para
fortalecerse. Como china sucumbió casi sin resistencia a Japón no le importó e
hizo uso de ella así mismo.

Los europeos luchaban unos contra otros para colonizar todo el mundo, Japón
siempre estuvo a la expectativa de que lo conquistaran. Realmente, la fortaleza de
dentro del periodo esconde temor a la dominación, esto puede comprobarse al
reconocer el cierre durante más de dos siglos de sus fronteras a extranjeros ante
el miedo a la difusión de culturas e ideologías diversas. La apertura nuevamente a
occidente en el siglo XIX y la fuerza de la razón preceptuada por la restauración
del Imperio Meiji, permitieron un proceso de modernización acelerado, bajo los
preceptos liberales capitalistas, este desarrollo terminaría con un nuevo orden tras
la segunda guerra mundial, cuando Japón renuncia a su derecho a hacer la
guerra, en una especie de purga de culpa tras casi un siglo de violencia.

El caso de Tailandia.

Por ultimo cabe señalar un proceso sin paralelo en el proceso de colonización de


Asia durante el siglo XIX. El reino de Tailandia se las arregló para no ser una
colonia aun a pesar de su posición estratégica entre la India (ocupada por los
británicos) e Indochina (Francia).
Desde mediados del siglo XIX, el rey Mongkut, llevo cabo una política de
equilibrio entre las potencias mencionadas. Esto le permitió mantener su libertad
para perseguir su desarrollo. La burocracia se cambió por salarios, la economía se
modernizo, enfocándose en la agricultura de exportación, el establecimiento de
una red de comercio vinculado a los chinos que fungían como intermediarios con
los occidentales y la estrategia tributaria que proveyó de recurso al Estado. Este
experimento se mantuvo hasta 1932 cuando cayó la monarquía y los japoneses
ocuparon el territorio (Preston, 1998, pp. 49-50)

Los tailandeses realizaron un acto muy delicado de contención, a través incluso


del desmembramiento de su propio territorio (Laos por ejemplo) no buscaron el
enfrentamiento, sino que permitieron la acción de las potencias occidentales y
aprovecharon sus propios miedos, pues al evitar encontrarse se sortearon
enfrentamientos que pudieron derivar en guerras que habrían afectado
definitivamente a Europa continental.

Si bien es cierto, el siglo XIX fue representativo del imperialismo y el colonialismo,


también queda claro que dentro de la violencia desatada, había una razón
fundamentada y lógica, que pasaba por la necesidad de existencia de zonas
desarrolladas al occidente y las zonas dependientes del sur y el este del mundo.

REFERENCIAS.

Preston, P. W. (1998). “The shift to the modern world: reactions, resistance and
empire”, en Pacific Asia in the global System (pp.54-86). Blackwell Publishers.

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