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Europa y el mundo: viejo y nuevo imperialismo

La industrialización y el enorme desarrollo tecnológico de Europa,


especialmente en la época de la Segunda Revolución Industrial,
provocaron la separación del mundo en dos grandes grupos: los países
industrializados y los no industrializados.Los primeros terminaron por
imponerse sobre los segundos, que quedaron bajo su dependencia
directa o indirecta. La Europa industrial, gracias a su vitalidad
demográfica, su superioridad industrial, técnica, comercial y financiera
impuso su modelo económico, sus valores, ideales y su cultura a gran
parte del mundo.

El imperialismo se puede definir como el sistema en el que la política, la


economía y la cultura de una parte del mundo se organizan en función
del dominio de unos países sobre otros. El imperialismo que surge en el
siglo XIX fue la culminación del colonialismo iniciado en los siglos XV y
XVI. Pero ambas formas de dominación colonial fueron muy distintas.
Los viejos imperios coloniales estuvieron ubicados principalmente en
América, mientras que los nuevos imperios coloniales se centraron en
Asia y África. Las antiguas colonias habían sido de asentamiento y los
emigrantes habían creado sociedades que pretendían ser similares a las
europeas, frente a las nuevas colonias que fueron, sobre todo, territorios
de ocupación, donde una minoría europea no se mezclaba con la
autóctona y ejercía el control político y económico. Por otro lado, si el
ritmo de ocupación había sido lento y limitado en el pasado, en el siglo
XIX la rapidez fue la tónica general. Por último, las posesiones coloniales
de la época moderna dieron lugar a escasos conflictos en comparación
con los desarrollados con el imperialismo del siglo XIX, con guerras
constantes, ya que la expansión colonial se había convertido en un
objetivo fundamental de la economía y la política de los países
industrializados.

Factores

Desde el punto de vista económico, el desarrollo del imperialismo se


vincularía a las necesidades de las industrias de los países europeos
desarrollados. La industria llegó a tal grado de crecimiento que se hizo
necesaria la búsqueda de nuevos mercados para sus productos, de
materias primas abundantes y baratas, así como de nuevos espacios
económicos donde poder invertir el capital excedente y hallar más
beneficios, donde, además la mano de obra era abundante y, por lo
tanto, barata. Esas condiciones se encontraban en los territorios más
atrasados, sin medios técnicos y más débiles de otros continentes,
especialmente de Asia y África. Tenemos que tener en cuenta que la
crisis de 1873 provocó que los países industrializados desarrollaran
políticas proteccionistas, por lo que se hizo indispensable buscar esos
nuevos mercados, más materias primas y lugares donde invertir y
encontrar rentabilidad. Actualmente, se está matizando esta teoría
clásica económica en relación con el imperialismo. Hay estudios que
consideran que la mayor parte de las inversiones extranjeras de los
países desarrollados no se encaminaron hacia los nuevos territorios sino
hacia otros países industrializados o en vías de serlo, como los Estados
Unidos. Además, siempre según esta nueva teoría, la mayor parte del
comercio exterior, tanto de productos industriales como agrarios, siguió
siendo entre los países industrializados. Por fin, se en duda la
rentabilidad económica de algunos imperios, como el británico, el
principal de todos ellos. Se habría comprobado como los costes para
mantenerlo –administración, ejército, etc.- no justificaban los beneficios
obtenidos. Además, el imperialismo no benefició a toda la población ni a
todos los sectores económicos británicos por igual. Los principales
beneficiarios fueron los sectores económicos que invirtieron en empresas
coloniales mientras su contribución a los costes de la administración
colonial fue muy reducida. Las clases medias fueron las que
contribuyeron a este coste con sus impuestos, y obtuvieron muy pocos
beneficios o ninguno de la expansión imperial de su país.

El enorme crecimiento natural de la población europea durante el siglo


XIX generó un importante flujo migratorio. La posibilidad de contar con
territorios coloniales donde poder asentar los excedentes demográficos
contribuyó a la expansión imperialista. Bien es cierto que la mayor parte
de la población europea se encaminó hacia los países americanos, pero
buena parte de la opinión pública de los países industrializados europeos
valoraba la conquista de territorios para poder asentar esos excedentes
demográficos.

La expansión imperial de las potencias europeas tiene mucho que ver


con el deseo de aumentar sus respectivos poderes políticos a escala
internacional. Los países europeos se apresuraron a controlar
militarmente, además de económicamente, territorios, rutas terrestres y
marítimas, a obstaculizar la expansión de sus competidores y a aumentar
su influencia en el contexto diplomático. Los gobiernos europeos
consideraban sus imperios como un factor estratégico.

En el siglo XIX se vivió una verdadera fiebre descubridora, un enorme


interés por explorar todos los rincones del planeta, especialmente las
zonas desconocidas hasta ese momento. Se constituyeron importantes
sociedades científicas y geográficas para adentrarse en Asia y en África.
Estas exploraciones abrieron nuevas rutas, permitieron conocer casi
todos los territorios y a muchos pueblos que no habían tenido contacto
con los europeos. Los conocimientos adquiridos fueron utilizados para
colonizar estas áreas. Livingstone, Stanley o De Brazza fueron
destacados exploradores.

El imperialismo no puede ser entendido sin conocer las concepciones


racistas sobre la superioridad de la raza blanca de la época. Esta
mentalidad vino acompañada por la exaltación nacionalista de las
potencias europeas. Los estados afirmaban su superioridad y defendían
su deber de difundir sus valores, su cultura, su idioma, la religión y la
civilización occidental por todo el mundo.

Por fin, no se puede negar la concepción paternalista del colonialismo. El


hombre blanco tendría la supuesta responsabilidad de civilizar a los
pueblos considerados como inferiores. Las grandes confesiones
cristianas –católica, anglicana y protestante- defendieron la actividad
misionera. Justificaron el colonialismo por la necesidad de evangelizar a
los considerados pueblos primitivos.

La ocupación de Asia

En el siglo XIX, las principales potencias colonialistas europeas


occidentales, especialmente, Gran Bretaña y Francia, así como Rusia,
Estados Unidos y Japón, intervinieron activamente en el continente
asiático.

Gran Bretaña se concentró en la India, la “joya de la Corona”. En el siglo


XVIII, la Compañía Inglesa de las Indias poseía o controlaba los puertos
de Madrás, Calcuta y Bombay. Tras las revueltas de los cipayos –
soldados indígenas del ejército británico- de 1857, el gobierno británico
asumió directamente el control de la India, estableciendo una
administración gobernada por un virrey. La India fue el más acabado
ejemplo del imperialismo británico. La reina Victoria fue proclamada
emperatriz de la India en 1877. Para garantizar una zona de seguridad
alrededor de la colonia, los británicos se enfrentaron a los franceses para
controlar Birmania (1886).

Francia, por su parte, se centró en Indochina. En primer lugar, los


franceses comenzaron a adueñarse de la Conchinchina desde finales de
la década de los años cincuenta. Entre 1860 y 1880 se anexionaron toda
la región del Mekong y establecieron un protectorado sobre Camboya.
Después de vencer a los chinos, Francia implantó sendos protectorados
sobre Annam y Tonquín. Todos estos territorios conformaron, a partir de
1887, la Unión Indochina, a la que se unió, en 1893, el reino de Laos.
Aunque esta zona fue de presencia eminentemente francesa, los
británicos ocuparon Birmania, los Estados Malayos y Singapur. Para
asegurar la paz, las dos potencias europeas decidieron mantener libre y
neutral el Estado de Siam, que funcionaría como una especie de frontera
entre los dos imperios coloniales.

Los holandeses, por su parte, establecieron un imperio colonial en


Indonesia.

El imperio ruso aceleró, durante el siglo XIX, su tradicional expansión


hacia Siberia. En la segunda mitad del siglo más de cinco millones de
rusos emigraron a las nuevas tierras siberianas. Uno de los motores de la
expansión por Siberia fue la construcción del famoso ferrocarril
transiberiano. Los rusos intentaron, además, expandirse hacia el sur. Por
esta zona llegaron hasta los límites de la India, generando un largo litigio
con los británicos por el control de Persia y Afganistán, así como por el
Tíbet. La otra gran rivalidad colonial de los rusos fue con los japoneses.
En 1904-1905 se produjo la guerra ruso-japonesa, en la que el gigante
ruso fue vencido por un Japón en plena expansión imperial en el
continente.

La intervención en China se convirtió en un asunto conflictivo durante el


siglo XIX. El país no fue ocupado por ninguna potencia, aunque algunos
países europeos consiguieron establecer algunos enclaves comerciales.
Los británicos deseaban equilibrar sus compras de té y seda chinos con
la venta de opio que traían de la India. El gobierno chino prohibió en el
año 1839 la entrada de opio, pero los ingleses decidieron seguir
vendiéndolo. Este hecho desembocó en las guerras del opio, que
finalizaron con el Tratado de Nanking de 1842. Este tratado proporcionó
a la Gran Bretaña el enclave de Hong Kong y la apertura de doce puertos
al comercio. Pero este tratado tuvo otra consecuencia: la demostración
de la debilidad del Imperio chino ante Occidente. En el último tercio del
siglo XIX y primeros años del XX se produjo un verdadero acoso
occidental y japonés sobre China. Francia consiguió una zona de
influencia en el sur. En el nordeste, en la región de Manchuria entraron
rusos y japoneses. Los alemanes y británicos se situaron en la península
de Shandong. Éstos últimos también controlaron zonas en el sudeste y
en el Yangtsé. Los británicos deseaban controlar la economía china,
especialmente la explotación de las minas, los ferrocarriles y el comercio.
Todas estas injerencias provocaron reacciones de signo nacionalista,
destacando la protagonizada por reformadores radicales en el
levantamiento de los Cien Días (1898) y la revuelta popular de los boxers
(1900-1901), duramente reprimidas. Pero la situación de China
desembocó en 1911 en una revolución que terminó con el imperio e
instauró una república. Las nuevas autoridades buscaron liberar a China
de las injerencias extranjeras, además de reconstruir el país.

En Oceanía hay que destacar el poderío británico, ya que controlaban los


dos territorios más importantes: Australia y Nueva Zelanda, colonias de
poblamiento, que terminaron por alcanzar un alto grado de autonomía
dentro del imperio.

El reparto de África

El continente africano, escasamente poblado, fue ocupado y repartido


entre las potencias europeas. A principios del siglo XIX, los europeos
solamente poseían factorías costeras o pequeñas colonias. Pero en la
segunda mitad del siglo, exploradores y misioneros recorrieron África,
aprovechando el curso de los grandes ríos: Níger, Nilo, Congo, Zambeze
y por el Sahara.

A partir de 1870, las expediciones se multiplicaron y las potencias


europeas se lanzaron a una verdadera carrera de conquista y
colonización de territorios. Los británicos deseaban establecer un imperio
de norte a sur, vertebrado por el ferrocarril El Cairo-El Cabo, dominando,
a su vez, la fachada oriental del continente con vistas a controlar el
Océano Índico. Gran Bretaña obtuvo territorios muy ricos en minerales
(oro y diamantes), así como de gran valor estratégico, como el Canal de
Suez, por el que controlaban el paso entre el Mediterráneo y el Mar Rojo
hacia el Océano Índico.

Por su parte, los franceses pretendían levantar un imperio de este a


oeste del continente africano. Comenzaron por dominar Argelia y desde
allí fueron dominando gran parte del norte de África (Marruecos y Túnez),
la costa occidental del continente y se extendieron hacia Sudán, punto de
fricción con los británicos, ya que era la zona de choque con la línea
norte-sur británica.

El rey de los belgas -Leopoldo II- encargó la exploración de la zona del


Congo para levantar un imperio propio. Los alemanes se establecieron
en África central. Así pues, muy pronto comenzaron a entrar en colisión
los intereses de las grandes potencias. Ante esta situación, en el año
1885 Bismarck convocó una conferencia internacional en Berlín. En la
Conferencia se tomaron una serie de decisiones sobre la colonización de
África: garantía de libre navegación por los ríos Níger y Congo,
establecimiento de unos principios para ocupar los territorios por parte de
las metrópolis, como eran el dominio efectivo y la notificación diplomática
al resto de las potencias del establecimiento de una nueva colonia. Pero
la Conferencia no terminó con los enfrentamientos entre las potencias
coloniales.

Posteriormente, los alemanes se establecieron en Togo, Camerún, África


suroccidental y Tanganica, mientras que los portugueses se hacían con
Angola, Mozambique y Guinea-Bissau. Italia estableció su imperio en
Libia y Somalia. Por fin, España se estableció en lo que luego fue Guinea
Ecuatorial y en el Sahara Occidental (Río de Oro). También, estableció
un protectorado en la zona del Rif marroquí.

En el sur de África, dos pequeñas repúblicas vecinas –Transvaal y


Orange- estaban en manos de los holandeses nacidos en el continente
africano y conocidos como bóeres, después de haberse marchado de la
zona de El Cabo, huyendo de la expansión británica en la zona. Pero la
noticia del descubrimiento de importantes minas en Transvaal motivó a
los ingleses para invadir los territorios de los bóers, provocando el
estallido de una guerra, que duró tres años, con un alto coste en vidas
humanas. Al final, esos territorios fueron anexionados al Imperio
británico.

La administración colonial

Las metrópolis establecieron sistemas de gobierno y administración en


los territorios coloniales. Dependiendo del tipo de poblamiento se pueden
definir dos tipos de colonias. En principio, estarían las denominadas
colonias de explotación, con poca población emigrada de las metrópolis.
Lo que se buscaba era la explotación sistemática de sus recursos. Casi
todas las colonias africanas y asiáticas eran de este tipo. En segundo
lugar, estarían las denominadas colonias de poblamiento. Estas colonias
contaban con un fuerte contingente de población europea emigrada, que
se impuso a la escasa población indígena. Estas colonias terminaron por
contar con un alto grado de autonomía y fueron las primeras que se
independizaron. Los ejemplos más destacados fueron: Canadá, Australia
y Nueva Zelanda, dentro del imperio británico.

En función del gobierno impuesto por las metrópolis, tendríamos, las


colonias propiamente dichas, es de decir, sin gobierno propio y
dependientes directamente de la administración de la metrópoli. La
autoridad era ejercida, generalmente por un gobernador o virrey, junto
con una administración de funcionarios coloniales. Las colonias eran los
territorios que estaban más sometidos a los intereses económicos de las
metrópolis. La India británica o la Indochina francesa son dos ejemplos,
entre los muchos que se pueden aducir. Otro caso sería el de los
protectorados. En estos territorios había un gobierno propio indígena
pero la administración colonial supervisaba su acción y ejercía las
funciones de defensa y política exterior. Era una fórmula que se
estableció en lugares que con anterioridad habían sido estados
independientes, como en los casos de Egipto o de Marruecos. Los
dominios eran territorios con escasa población indígena, en los que la
población blanca dispuso un gobierno y sistema parlamentario propio,
aunque dependiente de la metrópoli. Fue la fórmula de casi todas las
colonias de poblamiento: Australia, Canadá o Nueva Zelanda. Los
mandatos nacieron después de la Primera Guerra Mundial como una
fórmula para administrar los territorios dependientes de las potencias
perdedoras en el conflicto. La mayor parte de los mandatos fueron
ejercidos por Gran Bretaña y Francia, en representación de la Sociedad
de Naciones, destacando los establecidos en Próximo Oriente. Por fin,
las concesiones eran territorios cedidos o arrendados por estados
independientes a las potencias coloniales por un tiempo determinado.
Solían ser enclaves muy codiciados por su interés estratégico o
comercial, como el caso de Hong Kong, concesión china a Gran Bretaña
durante cien años, o porque tenían materias primas y recursos valiosos,
en cuyo caso la concesión se solía circunscribir a la explotación de los
mismos.

Consecuencias del imperialismo sobre los pueblos colonizados

El colonialismo provocó un profundo impacto en la vida de los pueblos


colonizados en todos los aspectos. En lo económico, la situación
empeoró para la mayoría de la población, a excepción de las élites
locales. Se produjo un proceso de expropiación de las tierras indígenas,
que pasaron a manos de los colonizadores o sus empresas. En la
agricultura se abandonaron los cultivos y formas de cultivar tradicionales,
vinculados a la subsistencia familiar, y se establecieron plantaciones,
implantando monocultivos extensivos para la producción de productos
que cubriesen las necesidades de las metrópolis. Como ejemplos, se
pueden citar los siguientes: caucho en Indochina, cacao en Nigeria o café
en Tanganica. Por otro, lado se potenciaron las explotaciones de
recursos minerales y energéticos a favor de las metrópolis. La
imbricación de las colonias en la economía mundial potenció el empleo
del papel moneda, por lo que la economía monetaria se yuxtapuso a la
de subsistencia anterior. Las potencias coloniales construyeron nuevas
infraestructuras: puertos, carreteras y ferrocarriles, que quedaron cuando
las colonias se independizaron, pero que se hicieron para beneficio de la
explotación económica colonial y no para atender a las necesidades de
las poblaciones indígenas.
En el ámbito demográfico hubo aspectos positivos y negativos. En lo
positivo, fueron indudables los beneficios producidos por la introducción
de la medicina moderna, por las mejoras higiénicas y la construcción de
hospitales. La mortalidad en muchas colonias disminuyó y aumentó la
población, ya que la natalidad continuó siendo alta. Pero, también es
cierto, que en algunos lugares la intensidad de la explotación de la
población indígena provocó una clara disminución demográfica, siendo el
caso del Congo el más significativo. Por otro lado, donde la población
indígena era más débil se redujo aún más, como en Oceanía. Pero,
además en el caso de los aumentos de la población, gracias a la
disminución de la mortalidad, se rompió el equilibrio entre la población y
los recursos, comenzando a producirse problemas de abastecimiento y
de subalimentación crónica.

La estructura de las sociedades indígenas cambió con el colonialismo.


Los nuevos ritmos de trabajo desorganizaron la vida tribal o indígena, así
como las jerarquías previas. Además, muchos grupos étnicos fueron
divididos o unidos a otros de forma artificial y, de ese modo se rompieron
etnias y se forzaron convivencias de grupos enfrentados. Por último, las
administraciones coloniales utilizaron a determinados grupos indígenas
para reclutar a sus ejércitos o para parte de la estructura administrativa,
generando diferencias y favoreciendo a unos sobre otros a cambio de su
fidelidad.

Los repartos coloniales tuvieron graves consecuencias cuando se


produjeron los procesos descolonizadores. En el caso de África, las
fronteras establecidas por las metrópolis no respetaron las etnias y
cuando las colonias se independizaron estallaron odios tribales y guerras
crueles. Las costumbres, las religiones, las tradiciones y formas de
entender el mundo y la vida de los pueblos indígenas sufrieron el fuerte
impacto de los valores, ideas y religiones occidentales. Se produjo una
fuerte crisis de identidad de estos pueblos. En el caso de los pueblos de
la zona subsahariana, el impacto fue mayor que en Asia donde estaban
muy asentadas culturas de tradición milenaria, como la hindú o la china,
entre otras.

La crítica al imperialismo

En las metrópolis no hubo unanimidad en la defensa del colonialismo.


Algunos políticos, intelectuales, religiosos y grupos de opinión se
opusieron a la dominación colonial. En Francia hubo un intenso debate,
al respecto. Políticos como el radical Clemenceau o el socialista Jaurès
se opusieron al colonialismo. La II Internacional Socialista condenó el
imperialismo como una forma de explotación capitalista, aunque hubo
socialistas que valoraron, en cierta medida, algunos aspectos positivos
del imperialismo, tanto en relación a las poblaciones indígenas, como
hacia los obreros europeos. Por su parte, Lenin hizo una interpretación
fundamental sobre el imperialismo, como estadio supremo del
capitalismo. El capitalismo habría pasado de su forma industrial a la
financiera, por lo que a la lucha de clases se había añadido la lucha
política entre los estados por los mercados, las materias primas, las
colonias, etc.. El desarrollo de esta teoría permitiría a Lenin defender la
revolución en Rusia, ya que el proletariado occidental se habría
enriquecido y ya no era la base revolucionaria que había explicado Marx
en la fase anterior del capitalismo. Ahora era el turno del proletariado de
países más atrasados.
EL IMPERIALISMO

Eva María Rodríguez Cobos


jmariohv@yahoo.es

El imperialismo surge como consecuencia lógica de la Revolución Industrial y la nueva


economía capitalista. Se necesitaban nuevos territorios de donde sacar materias primas y
nuevos mercados donde vender los productos. Durante la Revolución Industrial se produce un
fuerte aumento de la población, de tal manera que a finales del siglo XIX la población europea
paso de 300 a 450 millones de habitantes. Por otro lado, la revolución se caracterizó también
por los avances tecnológicos, hasta tal punto que el hombre blanco sintió una sensación de
poder y de superioridad que le hizo anhelar la conquista de nuevos territorios donde “mejorar”
la vida de personas “inferiores”.

La superioridad técnica, política, económica y militar crea en el hombre occidental un


sentimiento de superioridad que le lleva a una carrera por ocupar territorios y que afectará
principalmente a África y Asia a mediados del siglo XIX y principios del XX. Los territorios
ocupados pasan pues a depender económica y administrativamente de las potencias
colonizadoras.

Las causas del imperialismo fueron diversas, pero entre los motivos que llevaron a dicha
expansión están:

La existencia de dos formas de vida diferentes: los estados imperialistas, dominadores, y los
territorios dominados, las colonias.

Excedente de población europea que necesita trabajo y que lo encuentra en las colonias.
Emigración.

Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:


Rodríguez Cobos, E.M.: El imperialismo, en Contribuciones a las Ciencias Sociales, octubre
2009, www.eumed.net/rev/cccss/06/emrc5.htm

Superioridad técnica y científica.

Poder militar.

Deseo de seguridad y poder político.

Deseo de extender la religión.

Creencia en la superioridad del hombre blanco y en su obligación de civilizar a las otras


civilizaciones no europeas.

El mayor período de colonización europea tuvo lugar durante el Renacimiento. El Imperio


británico fue el más extenso de todos ya que sus dominios se extendían por los cinco
continentes.
Los inicios del Imperio británico se remontan al siglo XVI, con Elizabeth I (1533-1603). La reina
apoyó la destrucción de los barcos españoles que traían, entre otras cosas, oro y plata del
recién descubierto continente americano, fomentó el asentamiento de comerciantes británicos
en otras partes del mundo, creando así colonias, hizo que las compañías británicas tuvieran
todo el poder sobre los negocios en sus territorios o colonias y convirtió a Irlanda en la colonia
británica más importante. Enrique VIII obligó a los irlandeses a reconocerlo como su rey y a
aceptar su religión.

En el siglo XVII, se crean las 13 colonias americanas: Virginia, Plymouth, Massachusetts. New
Hampshire, New Haven, Connecticut, Rhode Island, Maryland, Pennsylvania, Delaware, las dos
Carolinas y Georgia. Los pobladores originales eran principalmente ingleses, luego llegaron los
franceses, los alemanes y los escoceses-irlandeses. El único lazo de unión entre las colonias
británicas era el rey y el hecho de que todas las colonias se dedicaban a la agricultura.
También hubo mucho comercio marítimo, especialmente desde Nueva Inglaterra, cuyos
mercaderes y comerciantes trataban con Inglaterra, África y el oeste de las Indias.

El imperialismo británico del siglo XVIII destaca por:

El Tratado de Utrecht, firmado en 1713, por el que Francia cedió a los ingleses la mayor parte
de sus territorios americanos.

La Guerra de los Siete Años, 1756-1763, como resultado de la rivalidad colonial entre
franceses e ingleses. Fue durante esta guerra cuando los ingleses se hicieron con el control de
la India. Acabó con el Tratado de París, con el que Gran Bretaña obtuvo importantes territorios.

La conquista por parte de los ingleses de Senegal y Gambia, estableciendo sus primeras bases
en el oeste de África.

Sin embargo, la independencia de las colonias americanas en 1776 se considera la


consecuencia del enorme gasto que los ingleses tuvieron durante su periodo imperialista y
colonizador, que tendrían que poner las miras en el Este y en África para compensar la pérdida
de las colonias americanas.

En el siglo XIX, tras la Batalla de Trafalgar (1805), Inglaterra se convirtió en la potencia naval
más importante del mundo. Es entonces cuando el imperialismo se convirtió en una absoluta
realidad, especialmente en los últimos 30 años del siglo. El imperialismo del siglo XIX fue
distinto al de los siglos XVII y XVIII pues se centró en la explotación de los recursos y las
personas. Se caracterizó por:

1.El Imperio lo constituyen ahora África, Asia y el Pacífico.

2.Los territorios conquistados eran ahora territorios ocupados y no nuevas sociedades como en
siglos anteriores, donde una minoría europea controlaba la política y a la población nativa.

3.Hubo más prisa por ocupar territorios, lo que provocó guerras entre las distintas fuerzas
europeas que culminaron en la Primera Guerra Mundial. Las razones que explican estas prisas
por conquistar territorios son:

a)Las consecuencias de la Revolución Industrial, es decir: el crecimiento del capital que resultó
del crecimiento industrial trajo consigo un imperialismo financiero pues se necesitó ampliar el
mercado y los territorios, y un imperialismo comercial, pues se necesitó encontrar nuevos
mercados para los productos y para obtener materias primas. Por otro lado, el crecimiento de la
población hizo necesario que mucha gente emigrara para encontrar trabajo y mejores
expectativas de futuro.

b)Un sentimiento nacionalista, basado en la creencia de la supremacía de la raza blanca, y en


particular de la británica, apoyada por Chamberlain, político inglés, y Kipling, escritor inglés
nacido en Bombay, que consideraba obligación del hombre blanco extender su cultura y
civilización entre razas inferiores.

En el siglo XIX, las colonias británicas eran:

Australia, que se convirtió en un dominio del Imperio británico en 1901.

Nueva Zelanda, que se convirtió en un dominio en 1907.

La India, que se convirtió en la joya de la corona y en el trampolín británico para conquistar


Birmania, Malasia, Singapur y Afganistán. Fue el dominio más importante, una colonia de
explotación, administrada por la Compañía de las Indias Orientales. Era la principal
suministradora de materias primas como algodón, té…

China, cuya Guerra del Opio acabó con el Tratado de Nanking (1842), por el que los ingleses
obtuvieron Hong Kong y la apertura de varios puertos costeros al comercio exterior, suponiendo
así la intromisión británica en los asuntos chinos.

África, a la que los ingleses estuvieron a punto de conectar de norte a sur, yendo de una costa
a su opuesta, pero que finalmente fue repartida entre las distintas potencias europeas en la
Conferencia de Berlín. Mención especial por su importancia histórica es la que merece África
del sur, rica en oro y diamantes.

La política económica del Imperio británico de los siglos XVII y XVIII se basaron en el
mercantilismo, teoría según la cual la riqueza de un país se basa en la cantidad de oro y plata
que posee. Así pues, las colonias existían únicamente para que los países dominadores de
éstas se beneficiaran económicamente a través de la obtención de materia prima. De esta
manera, en el siglo XVII surgen “Las Cartas de Navegación”, dando a los barcos ingleses el
monopolio del comercio marítimo.

No obstante, más tarde el mercantilismo se vino abajo debido principalmente a un nuevo


sistema económico que demandaba un comercio libre, sin la intromisión del Parlamento
británico en los negocios de la empresa privada.

Durante el siglo XIX las colonias se organizaron políticamente de dos formas distintas:

Colonias Reales, de administración directa, que, sin sus propios gobiernos, dependían de la
administración de Londres y tenían un gobernador que estaba a cargo de la colonia.

Protectorados, con sus gobiernos propios indígenas para evitar problemas y un gobernador
imperial, responsable de la política exterior. Ejemplos: Egipto, Malasia y Sierra Leona,
normalmente seguido en aquellos territorios que ya tenían sus propios gobiernos antes del
asentamiento inglés.

Económicamente, las colonias también se explotaban de dos formas distintas, que


determinaban el tipo de colonias en las que convertirían:

Colonias de asentamiento, como por ejemplo Australia y Canadá.

Colonias de explotación, cuya economía estaba controlada por compañías inglesas y donde la
mayoría de la población nativa estaba bajo las órdenes de una minoría británica.

Dos escritores reflejaron esta época imperialista: Joseph Conrad (1857-1924) y Rudyard Kipling
(1865-1936).

Conrad nació en Polonia pero se hizo ciudadano británico en 1886. Escribió sobre las colonias
europeas y sobre una corrompida sociedad europea, sobre la naturaleza y los efectos del
imperialismo, económico y colonial. Sus obras se centran en la intrusión de los europeos en el
Pacífico, las Indias orientales, América del sur y África. Sus colonizadores proceden de
distintos países y son intolerantes y explotadores. En sus obras, el colonialismo emerge de
forma brutal y el poder es corrupto y abierto a los abusos. Conrad compartió con Kipling y
Maugham su fascinación por culturas diferentes, especialmente las del lejano Este y África.

Kipling nació en Bombay pero se educó en el “United Services College”, una institución para
hijos de oficiales. Regresó a la India en 1882 como periodista. Viajó por toda la India y por todo
el mundo y cuando regresó a Inglaterra en 1889 era un escritor reconocido. Obtuvo el Premio
Nobel de Literatura en 1907. Sus obras sobre la India británica son un verdadero legado
histórico. Sus temas tienen como telón de fondo la India y sus habitantes, y sus personajes son
soldados y civiles que insisten sobre la importancia de la disciplina, la autoridad, la obediencia y
el patriotismo. Kipling escribió sobre un tema hasta entonces inexistente en la literatura, sobre
los problemas psicológicos y morales que surgen al vivir entre personas de cultura diferente
bajo el mando inglés. Kipling estaba convencido de las ventajas y la importancia de un Imperio
y de la responsabilidad del hombre blanco de crear una única civilización nacida de diferentes
razas, culturas y credos.

El Imperialismo se convirtió, pues, en una doctrina sólida basada en un sentimiento de


superioridad y supremacía de la raza blanca. Londres se convirtió en la principal ciudad del
mundo. La población nativa disminuyó al principio debido a los enfrentamientos con los
ingleses, las nuevas enfermedades y las duras condiciones de trabajo. Pero después los
avances europeos en medicina disminuyeron la mortalidad, pasando después a una
superpoblación que aún perdura en algunos territorios. La población nativa dependía de sus
colonizadores y estaba marginada y explotada, lo que da lugar a un “antiimperialismo”. Con
respecto a la cultura, también se pretendió imponer las costumbres europeas, la religión
cristiana, la lengua… Sólo algunos territorios con religiones muy arraigadas como la budista o
la musulmana escaparon de la aculturación. La gran mayoría acabaron sucumbiendo a la
cultura y forma de vida europea, trayendo consigo una nueva cultura, una cultura de mezcla
peculiar.

De hecho, la palabra “colonización” no es sino el término para la dominación política, cultural y


económica de un territorio, que unida al adjetivo “imperialista” acentúa el carácter
supranacional de la colonización, esto fue lo que significó el Imperio Colonial Británico para los
territorios colonizados. En Gran Bretaña este sentimiento supranacional estaba representado
por el “jingoísmo”, un movimiento nacionalista y racista, evocador del “Imperio” y del deber del
hombre blanco de someter y culturizar a pueblos inferiores. Kipling fue un claro defensor del
Imperio y del deber del hombre blanco con respecto a “pueblos medio moribundos” a los que
había que “salvar”. ¿Salvar de qué? Si, de la explotación y el maltrato de las razas
“culturalmente superiores” que crearon fronteras ficticias en beneficio propio y provocaron
profundos e irreversibles cambios sociales y culturales.

BIBLIOGRAFÍA

WOODWARD, E.L (1988): Historia de Inglaterra. Editorial Alianza. Madrid.

CORBISHELLY, MIKE.; GILLINGHAM, JOHN.; KELLY, ROSEMARY.; DAWSON, IAN.;


MASON, JAMES. (1996): The Young Oxford History of Britain and Ireland. Oxford University
Press.

TOWNSON, DUNCAN (2004): Breve Historia de Inglaterra. Alianza Editoria

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