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Actividad:

Elabore un trabajo escrito que dé cuenta de los aspectos más importantes desarrollados en el módulo 2. Para
ello le proponemos resolver las siguientes consignas teniendo en cuenta estas recomendaciones:
 
Seleccione un tema de interés y relevancia del Módulo 2. Fundamente su elección. (30 puntos)
 
Desarrolle la temática, recuperando aquellos conceptos que le permitan afianzar las nociones del Derecho de
Familia y Sucesiones. (40 puntos)
 
Busque ejemplos, casos que se puedan abordar desde la temática seleccionada. (30 puntos)

Responsabilidad parental.

Concepto.

En el art. 638 de nuestro Código Civil y Comercial de la Nación se


establece que la responsabilidad parental es el conjunto de deberes y
derechos que corresponden a los progenitores sobre la persona y bienes del
hijo, para su protección, desarrollo y formación integral mientras sea menor de
edad y no se haya emancipado.
Resulta necesario destacar los tres elementos distintivos de esta norma: 1) la
responsabilidad, como eje fundante del conjunto de deberes y derechos de
ambos progenitores; 2) el reconocimiento del principio de coparentalidad en un
pie de igualdad, sin preferencias de un género sobre el otro, sean del mismo o
diferente sexo; y 3) con una clara finalidad: la protección, desarrollo y
formación integral de los niños, niñas y adolescentes, receptando el principio
de autonomía progresiva, al incorporar el desarrollo a la fórmula del art. 264
CC.

639.- Principios generales. Enumeración. La responsabilidad parental se


rige por los siguientes principios:
a. el interés superior del niño;
b. la autonomía progresiva del hijo conforme a sus características psicofísicas,
aptitudes y desarrollo. A mayor autonomía, disminuye la representación de los
progenitores en el ejercicio de los derechos de los hijos;
c. el derecho del niño a ser oído y a que su opinión sea tenida en cuenta según
su edad y grado de madurez

La titularidad de la responsabilidad parental refiere al conjunto de deberes y


derechos que la norma coloca en cabeza de los progenitores. Ambos, salvo los
supuestos de extinción o privación (arts. 699 y 700 CCyCl y arts. 303 CC y
concs.), convivan o no, sean matrimonio o no, son titulares.
Pero el ejercicio implica la puesta en acto del contenido de tal conjunto de
deberes y derechos, en la toma de decisiones concretas orientadas a la
protección, desarrollo y formación integral de los hijos.

El ejercicio de la responsabilidad parental corresponde:


a. en caso de convivencia con ambos progenitores, a éstos. Se presume que
los actos realizados por uno cuentan con la conformidad del otro, con
excepción de los supuestos contemplados en el artículo 645, o que medie
expresa oposición;
b. en caso de cese de la convivencia, divorcio o nulidad de matrimonio, a
ambos progenitores. Se presume que los actos realizados por uno cuentan con
la conformidad del otro, con las excepciones del inciso anterior. Por voluntad
de los progenitores o por decisión judicial, en interés del hijo, el ejercicio se
puede atribuir a sólo uno de ellos, o establecerse distintas modalidades;
c. en caso de muerte, ausencia con presunción de fallecimiento, privación de la
responsabilidad parental o suspensión del ejercicio de un progenitor, al otro;
d. en caso de hijo extramatrimonial con un solo vínculo filial, al único
progenitor;
e. en caso de hijo extramatrimonial con doble vínculo filial, si uno se estableció
por declaración judicial, al otro progenitor. En interés del hijo, los progenitores
de común acuerdo o el juez pueden decidir el ejercicio conjunto o establecer
distintas modalidades.
En los supuestos en los cuales un/a niño/a tenga doble vínculo filial, y se
mantenga la convivencia, el ejercicio de la responsabilidad parental está en
cabeza de ambos progenitores. En aquellos casos de cese de convivencia,
como principio general, también. Y en ambos supuestos se presume la
conformidad de un progenitor respecto de los actos realizados por el otro.
Pero, dado que la ruptura de la convivencia no es inocua, se admite,
excepcionalmente, el ejercicio unilateral o modalidades en el ejercicio
conjunto, tanto por acuerdo de los progenitores como por decisión judicial. En
pocas palabras, separada una pareja —aun cuando nunca hubiese convivido—,
automáticamente el ejercicio de la responsabilidad parental corresponderá a
ambos progenitores, salvo que, por acuerdo de partes o decisión judicial, se
establezca la unilateralidad o modalidades en el mismo.

642.- Desacuerdo. En caso de desacuerdo entre los progenitores, cualquiera


de ellos puede acudir al juez competente, quien debe resolver por el
procedimiento más breve previsto por la ley local, previa audiencia de los
progenitores con intervención del Ministerio Público.
Si los desacuerdos son reiterados o concurre cualquier otra causa que
entorpece gravemente el ejercicio de la responsabilidad parental, el juez puede
atribuirlo total o parcialmente a uno de los progenitores, o distribuir entre ellos
sus funciones, por un plazo que no puede exceder de dos años. El juez también
puede ordenar medidas de intervención interdisciplinaria y someter las
discrepancias a mediación.
Tal como ya lo disponía el art. 264 ter CC, las diferencias de los progenitores
respecto de las decisiones en relación al hijo común deben resolverse en sede
judicial, siendo competente aquella que corresponde al lugar donde la persona
menor de edad tiene su centro de vida (conf. art. 716 CCyC), y mediante el
procedimiento más breve, al que le resultan aplicables las normas del Título
VIII, denominado Procesos de familia, del Capítulo 2, CCyC.
Respecto de la legitimación, el artículo es claro al establecer que cualquiera de
los progenitores puede acudir al juez competente, resultando así que ambos se
encuentran legitimados para requerir la intervención judicial para poner fin al
desacuerdo planteado.
Ahora bien ¿son los únicos legitimados? Al tratarse de decisiones que afectan
directamente al hijo/a, dada su condición de sujeto de derecho y teniendo en
cuenta su autonomía progresiva, se ha sostenido que se encontraría legitimado
para promover incidentes en el marco de este artículo en comentario. Ello, en
función de lo dispuesto por los arts. 26 y 31, inc. e, CCyC.

Delegación del ejercicio de la responsabilidad parental. Otra de las


novedades del CCyC es, justamente, la posibilidad excepcional de delegación
del ejercicio de la responsabilidad, bajo ciertas y específicas condiciones, y que
puede derivar de la decisión de los progenitores (art. 643 CCyC) o de la judicial
(art. 657 CCyC). Se cubre así un vacío legal que tantas complicaciones provocó
a los operadores jurídicos, pues en aquellas situaciones en las cuales,
fácticamente, los hijos/as convivían con otras personas que no fueran sus
progenitores, se debían utilizar otras figuras jurídicas —como la guarda de
personas o la tutela—, o creaciones pretorianas —las
conocidas “guardas asistenciales” a los fines, por ejemplo, de obtener
cobertura del servicio de obra social del abuelo respecto de su nieto a cargo—.

Progenitores adolescentes. Recordemos que el art. 25 CCyC introduce la


categoría “adolescente” y para ello utiliza un criterio etario: a partir de los
trece años, y hasta los dieciocho, las personas menores de edad se denominan
adolescentes. Esta
distinción no es banal ni caprichosa, ya que tanto desde el campo de la
psicología evolutiva como de la sociología, se efectúa esta diferenciación, que
facilita la conceptualización de un niño o niña respecto de aquellas personas
que, sin haber aún adquirido la plenitud de sus habilidades, se encuentran en
un estadio de desarrollo que no puede asimilarse ni a la niñez ni a la juventud,
ni menos aún a la adultez. Y en términos jurídicos, justamente, el principio
constitucional de autonomía progresiva funciona como pauta de diferenciación
respecto del ejercicio de los derechos.
Entonces, aquellos adolescentes (art. 25 CCyC) que sean progenitores,
independientemente de su estado civil o con quién convivan, ejercen la
responsabilidad parental sobre sus hijos, pudiendo realizar por sí mismos las
tareas de cuidado, educación y salud.
Pero así como no es lo mismo ser niño que adolescente, tampoco lo es ser
adolescente que adulto. Y es por ello que el art. 644 diseña un sistema en el
cual, sin dejar de lado a los adolescentes en el ejercicio de la responsabilidad
parental sobre sus hijos, tampoco los deja solos.

644.- Progenitores adolescentes. Los progenitores adolescentes, estén o


no casados, ejercen la responsabilidad parental de sus hijos pudiendo decidir y
realizar por sí mismos las tareas necesarias para su cuidado, educación y
salud.
Las personas que ejercen la responsabilidad parental de un progenitor
adolescente que tenga un hijo bajo su cuidado pueden oponerse a la
realización de actos que resulten perjudiciales para el niño; también pueden
intervenir cuando el progenitor omite realizar las acciones necesarias para
preservar su adecuado desarrollo.
El consentimiento del progenitor adolescente debe integrarse con el
asentimiento de cualquiera de sus propios progenitores si se trata de actos
trascendentes para la vida del niño, como la decisión libre e informada de su
adopción, intervenciones quirúrgicas que ponen en peligro su vida, u otros
actos que pueden lesionar gravemente sus derechos. En caso de conflicto, el
juez debe decidir a través del procedimiento más breve previsto por la ley
local.
La plena capacidad de uno de los progenitores no modifica este régimen.
De este modo, quienes ejercen la responsabilidad parental de un progenitor
adolescente (abuelo/a de este hijo, por ejemplo) tienen tres posibilidades de
actuación respecto de las decisiones en relación a su nieto/a:
 pueden oponerse a la realización de aquellos actos decididos por los
progenitores adolescentes respecto a su hijo/a que resulten perjudiciales para
el mismo/a;
 pueden intervenir en forma directa ante la omisión del progenitor
adolescente de realizar o decidir cuestiones necesarias al desarrollo del hijo;
 asentimiento es exigido para integrar el consentimiento del progenitor
adolescente respecto a actos trascendentes para la vida del niño o que puedan
provocar daños graves a sus derechos.

Así, en las cuestiones cotidianas o de menor impacto en la vida del niño o niña,
quienes ejercen la responsabilidad parental sobre sus progenitores
adolescentes, tienen la posibilidad de oposición u acción directa. Pero en
aquellas materias que pudieran provocar una grave modificación en la
situación del niño o niña —la decisión de su entrega en adopción, por ejemplo
— o que afecten seriamente su vida o sus derechos —una intervención
quirúrgica—, las decisiones de los progenitores adolescentes deben ser
complementadas e integradas con el asentimiento de cualquiera de sus
propios progenitores. Dado que es suficiente al menos el asentimiento de uno
de ellos, las diferencias o desacuerdos deberán ser resueltos en instancia
judicial.
Se trata, entonces, de un sistema que brinda una doble protección, destinada
tanto al progenitor adolescente como a su hijo, en el que los adultos
acompañan y apoyan al hijo/a adolescente en las decisiones relacionadas con
su propio hijo, sin desplazarlo/a ni sustituirlo/a. En definitiva, es un sistema que
se aleja de posiciones extremas: ni un paternalismo o tutelarismo tal que anule
al progenitor adolescente, ni tampoco un trato indiscriminado que posicione al
adolescente en el mismo lugar que al adulto, pues en su condición de persona
en desarrollo requiere de medidas de especial protección.
Por último, se destaca que la adquisición de la mayoría de edad de uno de los
progenitores, cesando así su condición de progenitor adolescente, no altera
este régimen si el otro/a aún no arribó a la mayoría de edad.

Actos que requieren del consentimiento expreso de ambos


progenitores. En primer lugar, y tal como oportunamente se explicó, el
ejercicio de la responsabilidad parental se reconoce, en principio, a ambos
progenitores (art. 641 CCyC). De allí entonces que tanto para los progenitores
unidos en matrimonio o no, que convivan o no, o incluso, su determinación
filiatoria derive de una sentencia judicial y en forma excepcional se reconoce el
ejercicio de la responsabilidad parental, es exigido el consentimiento de ambos
para los actos indicados en este artículo
¿Cuáles son estos actos? Aquellos de mayor trascendencia en la vida de los
hijos, tales como contraer matrimonio (en concordancia con los límites etarios
establecidos en los arts. 403 y 404 CCyC) o ingresar a comunidades religiosas,
fuerzas armadas o de seguridad, o salir del país. Como novedad, se impone
también la exigencia de doble consentimiento, también para el cambio de
residencia permanente fuera del país, a los fines de evitar que, una vez
obtenido el consentimiento para salir del país, se imponga por vía de los
hechos un cambio de residencia de tipo permanente en forma intempestiva,
debiendo recurrir al procedimiento de restitución internacional. Así, todo
cambio de residencia en el exterior requerirá del consentimiento expreso de
ambos progenitores, transformando automáticamente en ilegítima la
modificación intempestiva y unilateral.
También se exige el consentimiento expreso de ambos progenitores para
autorizarlo a estar en juicio, pero dicha exigencia no abarca aquellos supuestos
en los que el Código o la legislación particular lo habilite a estar por sí; como
en los casos en que se concede legitimación activa autónoma (art. 661, inc. b,
CCyC) o el derecho de intervención con asistencia letrada propia (art. 26
CCyC).

Si el hijo tiene doble vínculo filial se requiere el consentimiento expreso de


ambos progenitores para los siguientes supuestos:
a. autorizar a los hijos adolescentes entre dieciséis y dieciocho años para
contraer matrimonio;
b. autorizarlo para ingresar a comunidades religiosas, fuerzas armadas o de
seguridad;
c. autorizarlo para salir de la República o para el cambio de residencia
permanente en el extranjero;
d. autorizarlo para estar en juicio, en los supuestos en que no puede actuar por
sí;
e. administrar los bienes de los hijos, excepto que se haya delegado la
administración de conformidad con lo previsto en este Capítulo.
En todos estos casos, si uno de los progenitores no da su consentimiento o
media imposibilidad para prestarlo, debe resolver el juez teniendo en miras el
interés familiar.
Cuando el acto involucra a hijos adolescentes, es necesario su consentimiento
expreso.
El último inciso se relaciona con los aspectos patrimoniales del ejercicio de la
responsabilidad parental, que se analizarán más abajo, pero resulta pertinente
destacar que por cuestiones de concordancia, se eliminó el inc. 6° del art. 264
quater CC, que exigía el consentimiento de ambos progenitores —y además
autorización judicial— para disponer de los bienes inmuebles y derechos o
muebles registrables de los hijos cuya administración ejercían.
Asimismo, se mantiene la exigencia de consentimiento expreso para los actos
de administración, salvo que se hubiese delegado la misma.
Por último, una vez más se torna explícito el principio de autonomía progresiva,
al imponer que en los supuestos en que cualquiera de estos actos se relacione
con un adolescente, se requiere necesariamente de su consentimiento,
resultando insuficiente la conformidad de ambos progenitores. Por supuesto
que esta exigencia implica que en aquellos supuestos en los cuales no se
hubiera dado cumplimiento, el adolescente se encuentra facultado para
cuestionar en sede judicial la decisión conjunta de sus progenitores.

Cuidado personal de los hijos


Como ya se señaló, el CCyC presta atención al uso del lenguaje. Abandona el
uso del término “tenencia”, en sentido material, para referirse a las funciones
de atención que requiere un funcional ejercicio de la responsabilidad parental.
Denomina así ”cuidado personal” a aquellas funciones relacionadas en forma
directa con la vida cotidiana del hijo, que se relacionan directamente con su
convivencia —cuestión que marca la diferencia entre cuidado personal y
ejercicio de la responsabilidad parental—, pero no se restringen a ella, pues
también comprenden la garantía de un adecuado contacto —que no se reduce
a las “visitas” de un cuasi extraño—, en los casos en los que uno de los
progenitores no conviva con el hijo/a. Así, se abandona definitivamente la
terminología que contradice la concepción de los niños, niñas y adolescentes
como sujetos de derecho.
El cuidado personal de los hijos es una derivación del ejercicio de la
responsabilidad parental (art. 640 CCyC), acotada a la vida cotidiana del hijo.
Ambos progenitores, por principio general, continuarán ejerciendo la
responsabilidad parental en forma compartida, aunque el hijo/a permanezca
bajo el cuidado personal, conviva efectivamente en forma principal, con uno de
ellos/as.

Cuando los progenitores no conviven, el cuidado personal del hijo puede ser
asumido por un progenitor o por ambos.

Modalidades del cuidado personal compartido. El cuidado personal puede


ser, conforme al art. 650, de dos clases: compartido por ambos progenitores
o unilateral, en tanto se ofrece la mayor cantidad de respuestas a los
múltiples modelos familiares, sin perjuicio del mayor valor axiológico de
compartir el cuidado personal del hijo/a. A su vez, el cuidado personal
compartido admite dos modalidades:
a. alternado: la permanencia física del hijo/a se distribuye por determinados
periodos de tiempo, de acuerdo a las circunstancias fácticas de cada grupo
familiar;
b. indistinto: el hijo/a reside en forma principal junto a uno de los
progenitores, pero ambos comparten las decisiones y tareas relacionadas a su
cuidado, dado que se trata de un cuidado compartido
Se escinde así el tradicional criterio de asociar “tenencia” al desempeño de la
función parental, colocando en un pie de igualdad a ambos progenitores con la
finalidad de favorecer la presencia de ambos/as en la vida de los hijos/as.
Respecto del cuidado personal compartido alternado, se asemeja claramente a
la tradicional “tenencia compartida” en cuanto se distribuye entre los
progenitores el tiempo de permanencia del hijo/a sin requerir la norma de
cuánto tiempo se trate, ni que sea de la misma cantidad de días, pero se
distingue del indistinto en que no reside de manera “principal” en uno de los
hogares. A diferencia de la “tenencia compartida”, en el marco del CCyC, y
como ya se explicó, el cuidado compartido no afecta el ejercicio conjunto de la
responsabilidad parental.
Y la nota característica del cuidado personal compartido indistinto radica en la
permanencia más prolongada del hijo/a en uno de los dos hogares, es decir, de
intensidad temporal en la convivencia, confiriendo un cuidado personal
continuo al progenitor conviviente pero, conforme la última parte del artículo,
ello no altera que las funciones de cuidado sigan siendo compartidas, sin
perjuicio de dónde o con quién resida el hijo/a.
Es conveniente resaltar que cualquier modalidad que se elija o establezca
respecto al cuidado de los hijos no altera ni modifica el ejercicio conjunto de la
responsabilidad parental que, en principio, se reconoce en pie de igualdad a
ambos progenitores, conforme se desarrolló más arriba. Además, es necesario
tener presente el reconocimiento que el nuevo CCyC efectúa a la trascendencia
jurídica de los progenitores afines, en tanto que quien convive,
matrimonialmente o no, con una persona con hijos, asume también tareas de
cuidado complementarias respecto de los mismos, tal como se desarrollará al
comentar los diversos artículos que integran el Capítulo 7 de este Título VII.
Ahora bien, explicado el diseño normativo, la pregunta que se impone es: ¿cuál
es la preferencia legal respecto de la asignación del cuidado personal de los
hijos? Lo resuelve el art. 651 CCyC:

Otorgamiento de la guarda a un pariente. A diferencia de lo normado


respecto de la decisión de los progenitores de delegar el ejercicio de la
responsabilidad parental, cuando se trata de una decisión judicial, el artículo
657 exige la concurrencia de circunstancias de “especial gravedad”,
evidenciando el carácter estrictamente excepcional de esta figura.
657.- Otorgamiento de la guarda a un pariente. En supuestos de especial
gravedad, el juez puede otorgar la guarda a un pariente por un plazo de un
año, prorrogable por razones fundadas por otro periodo igual. Vencido el plazo,
el juez debe resolver la situación del niño, niña o adolescente mediante otras
figuras que se regulan en este Código.
El guardador tiene el cuidado personal del niño, niña o adolescente y está
facultado para tomar las decisiones relativas a las actividades de la vida
cotidiana, sin perjuicio de que la responsabilidad parental quede en cabeza del
o los progenitores, quienes conservan los derechos y responsabilidades
emergentes de esta titularidad y ejercicio.
El plazo máximo es de un año (máximo, es decir no necesariamente requerido
en todos los casos) renovable por otro plazo igual, solo por razones fundadas y
no por el mero transcurso del tiempo. La imposición de un límite temporal se
fundamenta en la exigencia de evitar una situación de inestabilidad jurídica, ya
que provoca un desmembramiento de la responsabilidad parental en tanto esta
se mantiene bajo la titularidad y en cabeza de los progenitores. Así lo dispone
la última parte del artículo, asignando al pariente cuidador las funciones de
cuidado relativas a la vida cotidiana del niño, niña o adolescentes, mientras
que los progenitores conservan la titularidad y ejercicio de la responsabilidad
parental.
Ante la imposición de un plazo legal, el lapso de tiempo que dure esta
excepcional decisión deberá servir para trabajar con los progenitores a los
fines de lograr el pleno y funcional ejercicio de la responsabilidad parental, ya
que agotado el mismo, el art. 647 CCyC impone al juez la obligación de
resolver la situación jurídica del niño, niña y adolescente. Aquí se evidencia el
encaje con otras normas.
 Por ejemplo, con aquellas relacionadas a la tutela, cuando se dispone: “Si se
hubiera otorgado la guarda a un pariente de conformidad con lo previsto en el
Título de la responsabilidad parental, la protección de la persona y bienes del
niño, niña o adolescente puede quedar a cargo del guardador por decisión del
juez que otorgó la guarda, si ello es más beneficioso para su interés superior;
en igual sentido, si los titulares de la responsabilidad parental delegaron su
ejercicio a un pariente. En este caso, el juez que homologó la delegación puede
otorgar las funciones de protección de la persona y bienes de los niños, niñas y
adolescentes a quienes los titulares delegaron su ejercicio. En ambos
supuestos, el guardador es el representante legal del niño, niña o adolescente
en todas aquellas cuestiones de carácter patrimonial” (art. 104, párr. 3, CCyC).
 También con aquellas que regulan la declaración de la situación de
adoptabilidad de un niño, niña o adolescente (que establece cuáles son los
supuestos que la justifican, pero que impide su dictado “si algún familiar o
referente afectivo del niño, niña o adolescente ofrece asumir su guarda o tutela
y tal pedido es considerado adecuado al interés de éste” (art. 607 CCyC). La
referencia en esta norma al “referente afectivo” requerirá un mayor esfuerzo
interpretativo a la limitación que este art. 657 CCyC impone respecto de quién
puede revestir esta excepcional condición de cuidador, pues indirectamente los
referentes afectivos se encontrarían legitimados a serlo por aplicación de este
segundo párrafo del art. 607 CCyC.

En definitiva, la importancia de esta norma radica en la imperiosa necesidad


que la aplicación del sistema de protección de derechos, en el marco del
derogado CC, evidenciaba. Un silencio legal que era suplantado por las más
diversas creaciones jurisprudenciales, al punto de rozar, una vez más, una
intervención de tipo tutelar, en la cual los niños, niñas y adolescentes
permanecen a disposición de algún funcionario judicial o administrativo,
aunque se utilizaran otros nomencladores jurídicos.

Obligación de alimentos
En la contribución alimentaria se establece la paridad de ambos progenitores
respecto a la manutención de los hijos, condicionada a estrictos elementos
objetivos —tales como la condición y fortuna de cada uno de ellos— Es decir, si
bien ambos progenitores se encuentran en el mismo lugar respecto a su
condición de sujetos pasivos de esta obligación, las condiciones específicas de
cada uno de ellos será la variable a considerar, junto con otras, para definir la
extensión o intensidad de cumplimiento de tal obligación
Por otra parte, se establece que los sujetos activos de esta obligación, es decir,
sus beneficiarios, son aquellos hijos de hasta veintiún años de edad. Ello, como
regla general, debe ser interpretada en forma conjunta con las disposiciones
específicas de los arts. 662 y 663 CCyC.

Deberes de los hijos


En el art. 671 del CCyC se establecen los siguientes deberes: respetar a sus
progenitores, cumplir sus decisiones en la medida en que no afecten su propio
interés, y a colaborar con ellos, en función a la edad y desarrollo, con especial
mención a cuidarlos cuando lo necesite.
Esta última parte, si bien integra el Título correspondiente a la responsabilidad
parental, se torna fuertemente relevante cuando el paso del tiempo invierta la
necesidad de protección y los progenitores sean los vulnerables de la relación,
es decir, en su vejez. Y ciertamente, es diferente cumplir en la medida que no
sean perjudiciales, que imponer un deber de obediencia genérico y a ciegas del
contenido de la obligación a cumplir. El respeto al principio del interés superior
del niño, el reconocimiento a su autonomía progresiva y, en definitiva, su
condición de sujeto de derecho, reclamaban esta modificación conceptual.

Progenitores e hijos afines


La denominación de “progenitor afín” sigue el criterio que ya se había instalado
a través de la tarea de calificada doctrina nacional, que trabajó y trabaja en el
tema. A su vez, se recurre a un vocablo ya conocido, pues el CC regulaba el
parentesco por afinidad, estableciendo vínculos de parentesco derivados del
matrimonio y con los parientes consanguíneos del cónyuge, criterio que se
mantiene (arts. 529 y 536 CCyC).

673.- Deberes del progenitor afín. El cónyuge o conviviente de un


progenitor debe cooperar en la crianza y educación de los hijos del otro,
realizar los actos cotidianos relativos a su formación en el ámbito doméstico y
adoptar decisiones ante situaciones de urgencia. En caso de desacuerdo entre
el progenitor y su cónyuge o conviviente prevalece el criterio del progenitor.
Esta colaboración no afecta los derechos de los titulares de la responsabilidad
parental.
A los progenitores afines se les imponen deberes de colaboración en la crianza,
atribuciones suficientes que hacen a la vida cotidiana, al desarrollo del día a
día, como por ejemplo colaborar en las tareas de cuidado, traslados, concurrir y
compartir reuniones escolares, ocuparse de cuestiones relacionadas a la salud
del hijo de su pareja o cónyuge, incluso estar habilitado para ingresar a salas
hospitalarias como las de cuidados intensivos, de acceso restringido y limitado
habitualmente solo a parientes.
La imposición de este tipo de deberes jurídicos implica la posibilidad de exigir
frente a terceros la posibilidad de su ejercicio. Asimismo, este artículo impone
a los
progenitores afines el deber de adoptar las decisiones ante situaciones de
urgencia, cuestión sumamente útil en todos aquellos supuestos relacionados
con la salud.

674.- Delegación en el progenitor afín. El progenitor a cargo del hijo puede


delegar a su cónyuge o conviviente el ejercicio de la responsabilidad parental
cuando no estuviera en condiciones de cumplir la función en forma plena por
razones de viaje, enfermedad o incapacidad transitoria, y siempre que exista
imposibilidad para su desempeño por parte del otro progenitor, o no fuera
conveniente que este último asuma su ejercicio.
Esta delegación requiere la homologación judicial, excepto que el otro
progenitor exprese su acuerdo de modo fehaciente.
675.- Ejercicio conjunto con el progenitor afín. En caso de muerte,
ausencia o incapacidad del progenitor, el otro progenitor puede asumir dicho
ejercicio conjuntamente con su cónyuge o conviviente.
Este acuerdo entre el progenitor en ejercicio de la responsabilidad parental y
su cónyuge o conviviente debe ser homologado judicialmente. En caso de
conflicto prima la opinión del progenitor.
Este ejercicio se extingue con la ruptura del matrimonio o de la unión
convivencial. También se extingue con la recuperación de la capacidad plena
del progenitor que no estaba en ejercicio de la responsabilidad parental.
La obligación alimentaria del progenitor afín. Del texto legal es posible
establecer las características específicas de esta obligación, sin perjuicio de
aquellas que le corresponden dado su carácter alimentario (intransigible,
irrenunciable, intransferible, inembargable, etc):
a. es subsidiaria;
b. es transitoria o limitada en principio al matrimonio o convivencia entre el
progenitor y progenitor afín;
c. ante supuestos específicos, adquiere carácter más restrictivo, de tipo
asistencial.

676.- Alimentos. La obligación alimentaria del cónyuge o conviviente


respecto de los hijos del otro, tiene carácter subsidiario. Cesa este deber en los
casos de disolución del vínculo conyugal o ruptura de la convivencia. Sin
embargo, si el cambio de situación puede ocasionar un grave daño al niño o
adolescente y el cónyuge o conviviente asumió durante la vida en común el
sustento del hijo del otro, puede fijarse una cuota asistencial a su cargo con
carácter transitorio, cuya duración debe definir el juez de acuerdo a las
condiciones de fortuna del obligado, las necesidades del alimentado y el
tiempo de la convivencia.
Comienza el artículo precisando qué es una obligación subsidiaria. Y ello es así
en virtud de que los obligados principales siguen siendo los progenitores del
hijo, conforme lo dispone la regulación respecto a la responsabilidad parental:
es obligación primaria de los progenitores proveer el sustento de sus hijos. Por
lo tanto, no corresponderá hacer lugar a la oposición que pudiera formular un
progenitor demandado por alimentos con fundamento en la obligación
alimentaria del cónyuge o conviviente del/a progenitor/a demandante.
Mientras se mantenga la convivencia —matrimonial o no— entre el/a
progenitor/a y el/a progenitor/a afín, normalmente la contribución económica a
los gastos del hogar es espontánea y difícilmente se plantee judicialmente el
cumplimiento de esta obligación. Por ello, la subsidiaridad se encuentra más
dirigida al otro progenitor, eventual demandado, que a aquel que convive con
el progenitor afín. En principio, el quiebre de la convivencia —matrimonial o no
— implica el cese de la obligación alimentaria, pues ya no se presentarán las
características que justifican su imposición, como es compartir el día a día con
el hijo.
Pero ello puede perjudicar al hijo, de modo que el artículo en comentario
incorpora una novedosa solución: si la interrupción de contribución económica
del progenitor afín implica la posibilidad de ocasionar un grave daño al niño o
adolescente,
puede fijarse una cuota de carácter asistencial y limitada en el tiempo, es
decir, transitoria, según el criterio judicial. Para ello, se deberán evaluar las
condiciones de fortuna del progenitor afín, las necesidades del hijo y el tiempo
de la convivencia.
Por último, resulta necesario interpretar en forma coordinada este deber
alimentario con el deber de contribución específicamente regulado como
disposición común a todos los regímenes patrimoniales del matrimonio, y por
tanto a todo matrimonio (art. 455 CCyC), que incluye el sostenimiento de los
hijos comunes y también de los hijos de las anteriores uniones de los
cónyuges. También configura una obligación derivada de las uniones
convivenciales, ante la remisión expresa que el art. 520 CCyC, aplicable como
régimen primario a toda unión, hubieran celebrado o no pacto, hace al
mencionado art. 455 CCyC Entonces, en virtud del matrimonio o unión
convivencial de dos personas, estos asumen la obligación de sostener a los
hijos comunes e individuales, guardando coherencia con la norma que se
comenta que precisa en qué consiste tal obligación.

Representación, disposición y administración de los bienes del


hijo menor de edad

La representación del progenitor. Una de las funciones que integran la


responsabilidad parental es la representación en el ejercicio de los derechos de
los hijos, en todos los ámbitos, modalidad que suple las dificultades propias de
la etapa de desarrollo en la que se encuentran los niños y niñas implicarían
para que tal ejercicio resulte adecuado a sus intereses. El Código Civil y
Comercial, siguiendo en esto el mismo criterio del Código Civil, regula por
separado: a) la representación general respecto a las personas menores de
edad (tal como ya se señaló) y b) la representación en los procesos judiciales
en que sea parte el hijo menor de edad. Este último aspecto es al que se
refiere el artículo 677.

677.- Representación. Los progenitores pueden estar en juicio por su hijo


como actores o demandados.
Se presume que el hijo adolescente cuenta con suficiente autonomía para
intervenir en un proceso conjuntamente con los progenitores, o de manera
autónoma con asistencia letrada.
El CCyC establece un principio general: los progenitores pueden representar en
juicio a sus hijos, sea como legitimados activos o pasivos. Claramente, se
refiere a aquellos hijos menores de 18 años, porque es un aspecto específico
de la responsabilidad parental. Pero el segundo párrafo del art. 677 CCyC
establece una excepción, con la modalidad de la presunción legal: que el hijo
adolescente cuenta con suficiente autonomía para intervenir en un proceso en
forma conjunta a sus progenitores, o autónoma, y con su propia asistencia
letrada.
Es necesario destacar que, si bien –a contrario sensu- esaa norma impide a los
niños y niñas estar en juicio por sí como actores o demandados, no significa
que no tengan participación alguna en el proceso, pues en varios y diferentes
artículos el CCyC les reconoce a todos los niños el derecho a ser escuchados en
el proceso, y que su opinión sea tenida en cuenta, y en supuestos especiales
les autoriza a contar con su propio patrocinio letrado.
Administración de los bienes del hijo menor. A través de una serie de
artículos —más específicamente, desde el art. 685 al art. 698—, el CCyC regula
diversos aspectos relacionados a las funciones de administración ya asignada a
los progenitores por el art. 646, inc. f, CCyC, que establece cuales son sus
deberes.
El art. 685 CCyC sienta los principios generales respecto a quien ejerce esta
función de administración de un patrimonio ajeno, y el art. 686 CCyC precisa
las excepciones a tal principio.
Así, el primero de los artículos establece dos importantes principios: que la
administración se encuentra a cargo de ambos progenitores; y que esta
administración debe ser desarrollada en forma común, con el particular
agregado “cuando ambos estén en ejercicio de la responsabilidad parental”.
Asimismo, el art. 685 CCyC establece que deben desarrollar esta función en
forma conjunta, tanto respecto a los actos de administración común, como los
conservatorios, pero para estos últimos se faculta su otorgamiento indistinto
por cualquiera de ellos, bastando por tanto la voluntad de uno solo.
La distinción de trato radica en las consecuencias de estos tipos de actos:
mientras que los actos de administración, en principio, no alteran el
patrimonio, tienen por finalidad no solo su conservación sino también su
movilización; los conservatorios están destinados estrictamente a su
preservación, fundamentalmente ante situaciones en las cuales de no realizar
el acto, se correría el riesgo de una disminución patrimonial. Es por ello que
este tipo de actos están exceptuados de la regla de actuación conjunta, pues
es admitida su realización unilateral, por cualquiera de ellos.

Respecto a los actos de disposición, no solo deberán ser realizados en forma


conjunta, sino que además requieren de la correspondiente autorización
judicial, tal como se explicará más abajo (art. 692 CCyC) dado el impacto
patrimonial que dichos actos pudieran provocar.
Como principio general, y siguiendo el mismo criterio del CC, el objeto de las
funciones de administración asignadas a los progenitores lo constituye el
universo de bienes que integran el patrimonio de los hijos menores de edad.
Pero el art. 686 CCyC establece ciertas excepciones a dicho principio,
precisando qué bienes están exceptuados de la administración parental.
 La primera excepción (686 inc. a) corresponde a los bienes adquiridos por el
hijo en función de su trabajo, empleo, profesión o industria; reservados a su
propia administración. No se establecen límites etarios y se relaciona con todo
lo explicado respecto a las posibilidades de desempeñar tareas de tipo laboral
y la edad. Pero es una consecuencia lógica que si el hijo, en función de su
propia
actividad laboral, genera bienes, le sea reservada su administración, sin
injerencia de sus progenitores.

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