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1.-El tema
2.-El tiempo de Rublev
3.-La Hospitalidad de Abraham en el arte bizantino
4.-Lo nuevo en Rublev
5.-Descripción del icono de Rublev
5.1.-Figuras geométricas
5.2.-Los ángeles
5.3.-Las miradas y los cuerpos
5.4.-La copa en el centro
5.5.-Los elementos decorativos
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6.1.-Lectura teológica
6.2.-Preguntas ante el icono
6.3.-Quién es quién en el icono
7.-El color de Rublev
8.-El coloquio divino
9.-.La importancia del cuarto personaje
10.-La oración
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1.-El Tema
El tema bíblico que subyace en el icono está relatado en Génesis 18, es conocido como la
Escena de Mambré o La Hospitalidad de Abraham, y desde antiguo ha servido a los Padres de
la Iglesia para hablar de la Trinidad.
"El Señor se apareció a Abrahán junto a la encina de Mambré, mientras él estaba sentado a
la puerta de la tienda, en lo más caluroso del día. Alzó la vista y vio tres hombres frente a él.
Al verlos, corrió a su encuentro desde la puerta de la tienda, se postró en tierra y dijo:
«Señor mío, si he alcanzado tu favor, no pases de largo junto a tu siervo. Haré que traigan
agua para que os lavéis los pies y descanséis junto al árbol. Mientras, traeré un bocado de
pan para que recobréis fuerzas antes de seguir, ya que habéis pasado junto a la casa de
vuestro siervo». Contestaron: «Bien, haz lo que dices».
Abrahán entró corriendo en la tienda donde estaba Sara y le dijo: «Aprisa, prepara tres
cuartillos de flor de harina, amásalos y haz unas tortas». Abrahán corrió enseguida a la
vacada, escogió un ternero hermoso y se lo dio a un criado para que lo guisase de inmediato.
Tomó también cuajada, leche y el ternero guisado y se lo sirvió. Mientras él estaba bajo el
árbol, ellos comían.
Después le dijeron: « ¿Dónde está Sara, tu mujer?». Contestó: «Aquí, en la tienda». Y uno
añadió: «Cuando yo vuelva a verte, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un
hijo». Sara estaba escuchando detrás de la entrada de la tienda. Abrahán y Sara eran
ancianos, de edad muy avanzada, y Sara ya no tenía sus períodos. Sara se rió para sus
adentros, pensando: «Cuando ya estoy agotada, ¿voy a tener placer, con un marido tan
viejo?». Entonces el Señor dijo a Abrahán: « ¿Por qué se ha reído Sara, diciendo: “De
verdad que voy a tener un hijo, yo tan vieja”? ¿Hay algo demasiado difícil para el Señor?
Cuando vuelva a visitarte por esta época, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido
un hijo». Pero Sara lo negó: «No me he reído», dijo, pues estaba asustada. Él replicó: «No lo
niegues, te has reído». (Gen 18, 1-15)
Es un pasaje muy célebre porque, por un lado, muestra la acogida de Abraham a unos
visitantes a los que saluda como Dios, y, por otro, porque es la primera vez que se evoca el
misterio trinitario en la Biblia.
En el diálogo, Abraham se dirige indistintamente, tanto a un personaje, como a tres,
mezclando extrañamente la expresión singular con el plural, como puede observarse en los
términos subrayados en la cita bíblica. San Agustín, comentando este pasaje, dice: “Abraham
vio a tres [personas] y adora a uno solo [Dios]”.
En Mambré se desarrolla una dramática prueba de fe para Abrahán: tres personajes que
aparecen cerca de su tienda le aseguran que tendrá un hijo en el plazo de un año. A sus cien
años, la promesa causa la irrisión de Sara, su mujer ya envejecida sin remedio. Pero Abrahán
es un hombre de fe como probó en Ur y cree ahora en la promesa de los tres viajeros. La
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Trinidad que ha visitado a Abrahán es fuente de vida y por eso Abrahán es capaz de engendrar
en Sara una nueva vida.
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Fiel a esta interpretación, toda acción fue expulsada del icono y cada indicio de la naturaleza
histórica del evento ignorado en ella.
En silencio, tres ángeles están sentados en asientos a modo de tronos alrededor de una mesa.
Sus cabezas están ligeramente inclinadas, sus miradas abstraidas, como fijas en el infinito.
Cada uno de ellos está inmerso en sus pensamientos, pero al mismo tiempo todos actúan
como portadores de una experiencia única: la humildad y la del amor.
La tabla refleja a las personas de la Santísima Trinidad en un estado, más allá de una mera
conversación, de comunicación y concordia mutua e íntima que eleva nuestro pensamiento al
Consejo Eterno de la Santísima Trinidad, allí donde se inicia la existencia del mundo y el
proyecto del hombre. (La palabra eslava "consejo" significa "voluntad", y no "reunión" o
"encuentro", que supondrían la coordinación de varias voluntades, mientras que en Dios la
voluntad es una).
Este momento inicial (nuestra condición humana no puede situarse fuera de un proceso
temporal) del Consejo trinitario, determina el destino del mundo, los momentos más
importantes en la Historia de la Salvación y la forma de realizar ésta a través del sacrificio
propiciatorio de la Segunda Persona, tal co o leemos en san Pablo:
“Nosotros, en cambio, debemos dar continuas gracias a Dios por vosotros, hermanos
amados del Señor, porque Dios os escogió los primeros para la salvación mediante la
santificación del Espíritu y la fe en la verdad”. (2Tes 2,13)
Por eso, necesariamente, la maravillosa creación del monje Rublev lleva una pátina innegable
de atemporalidad, de eternidad. Tal atemporalidad, tal sensación de sencillez y plenitud de la
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vida interior de Dios mana del icono de este monje espiritual y alcanza al lector creyente que
lo contempla.
Eternidad respiran también el silencio, el desapasionamiento de las caras de los ángeles, la
actitud contemplativa de la deidad y la mirada de los ojos de los ángeles, que no están
dirigidos al espectador o al costado, sino el uno sobre el otro.
En el icono, el ángel del centro se vuelve hacia el ángel izquierdo con la mirada y con la
vuelta de la cabeza; el ángel de la derecha mira hacia la izquierda, y el ángel de la izquierda lo
hace hacia la derecha.
Los tres ángeles rodean la mesa y la copa con el misterioso contenido de ella. Aunque sus
ojos no están fijos en el cáliz, el movimiento de las manos parece dirigirse a él, como
indicando que esa copa es el centro de su interés, la clave de su pensamiento común, lo que
determinará la forma de manifestarse cada uno según la economía divina.
La copa está en la mesa. Esta última es de forma rectangular y evoca inmediatamente un altar.
Su superficie plana de blancura brillante no es un mantel de mesa. Una ventana cuadrada en la
pared frontal de la mesa refuerza la idea de que estamos ante un altar, por esta abertura
habitual que queda en los altares de mármol para incrustar las reliquias de los mártires
Fijándonos en el conjunto, el contenido de la copa es el único punto oscuro del icono, que se
acentúa por el fondo blanco de la mesa y contrasta tanto con el color naranja del cáliz, como
con el fondo dorado del icono y los alegres colores brillantes de la ropa de los ángeles.
La innovación de Rublev, simplificando la escena, no es una simple reducción. El volumen
escénico ocupado por los tres ángeles, hace que nos fijemos inmediatamente en ellos, que
tienen aspecto de jóvenes de bella apariencia con miradas casi idénticas y con la misma
cabellera. Sólo se diferencian en las emociones y afectos que parecen dirigirse unos a otros, y
su posible identidad sólo viene matizada por los elementos decorativos:
• La tienda de Abraham sugiere el Templo, el Palacio del Reino de Dios y su Iglesia;
• La encina de Mambré deviene en el árbol de la vida del que se habla en Génesis y en el
Apocalipsis;
• la roca sobre el personaje de la derecha remite directamente al sueño de Nabucodonosor,
descifrado por Daniel, o a la Roca de las cartas de san Pablo.
• El arco circular formado por el contorno de los ángeles laterales representa el cosmos, la
creación.
• El cordero ofrecido por Abraham a los tres ángeles, se transforma en la copa eucarística que
figura sobre la mesa.
• Las manos de los visitantes descienden sobre la tierra, simbolizado por el escabel
rectangular que forma el pie de la mesa.
• La parte superior de la mesa se transforma en un verdadero altar sobre el cual reposa la copa
de la nueva alianza a través de la cual llega la salvación ofrecida a la humanidad.
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Toda la decoración, muy breve, es colocada en la quinta parte más alta del icono. Los tres
elementos canónicos (árbol, casa y roca) figuran en forma simbólica. Abraham y Sara han
desaparecido del cuadro. Sobre la mesa sólo una copa. La escena es ocupada casi en su
totalidad por los tres ángeles.
Cambia también la misma intención del autor que, en los iconos tradicionales, presenta la
acogida de Abraham a los tres ángeles que le visitan. Rublev, yendo más allá, contempla a
Dios mismo en los tres ángeles y presenta el misterio de la Trinidad.
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5.1.-Figuras geométricas
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Círculos, triángulos, cuadrados y líneas rectas, aún sin perfilar completamente, son posibles
de señalar en este icono, aunque Rublev ha roto toda simetría voluntariamente.
Por ejemplo, si observamos la posible simetría vertical, los asientos de los ángeles laterales no
están a la misma altura y la cabeza del ángel del centro se eleva ligeramente sobre las de sus
compañeros e inclinada hacia la izquierda del espectador, lo que en un cuadro tan cargado de
simbolismo no puede dejar de encerrar algún mensaje teológico.
Un triángulo equilátero, símbolo de la Trinidad por poseer tres ángulos y tres lados iguales,
puede trazarse uniendo los asientos de los ángeles laterales con la cabeza del ángel central.
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5.2.-Los ángeles
Los tres, lejos de presentar un aire altivo o avasallador, son de una sencillez desconcertante
que permite hablar, a este respecto, de la humildad de Dios. La mirada de cada uno de ellos, el
juego de sus manos, la inclinación de sus respectivas cabezas, expresan de manera manifiesta
una extraordinaria comunión entre ellos.
Otra costumbre de Rublev es la de pintar a sus personajes muy grandes, lo que da una
impresión de gran ligereza e inmaterialidad a la escena, nada pesada y nunca apabullante.
La figuración del grupo, tanto por el movimiento de sus cabezas, como por la inclinación de
sus cuerpos inclinados hacia el centro y la disposición de los pies sobre los escabeles
respectivos, da una viva impresión de estar inscrito en un círculo desde sus cabezas a sus pies.
Los tres personajes tienen alas, nimbos y bastones. Sus rastros se asemejan; parecen vestidos
de la misma manera, con iguales túnicas y mantos, sólo diferentes en sus colores. Tienen en
común el color azul. Están sentados alrededor de una mesa rectangular.
El ángel del centro y el derecho tiene sus miradas dirigidas hacia el ángel de la izquierda, que
reenvía estas miradas hacia el de la derecha. Éste, con su mirada y su mano, prolonga el
movimiento hacia la copa y la pequeña abertura rectangular que tiene el frontal de la mesa.
El ángel central está muy ligeramente sobreelevado y lleva en sus vestido los colores púrpura
y azul, propios de los personajes principales del imperio bizantino; el ángel de la izquierda
tiene un manto con colores poco definidos pero con una gran variedad de los mismos; y el
ángel de la derecha porta un manto verde. Ambos tienen una túnica azul.
La copa colocada sobre la mesa ocupa un lugar importante en el cuadro: está colocada en el
centro de los tres personajes, que tienen sus manos derecha orientadas a ella, mientras
observamos que la mesa y el contorno interno de los ángeles laterales forman una copa mayor
que la contiene en su centro.
Los tres personajes se inscriben en un círculo formado por el movimiento de sus cuerpos y de
sus cabezas; contenidos, a su vez, por un círculo mayor que engloba la roca, el árbol y la casa,
por encima de las cabezas de los tres personajes.
Aunque los ángeles laterales se sientan frente a la mesa, y los ángeles del medio se sientan
detrás de ella, las tres figuras parecen estar ubicadas dentro de la misma zona espacial. Esta
zona tiene una profundidad mínima y su profundidad está en estricto acuerdo con la altura y el
ancho del tablero del icono. De la composición circular de fondo y de esta proporcionalidad
de las tres dimensiones, nace la completa armonía del cuadro, lo que hace que el ícono de
Rublev sea una obra de arte perfecta.
Con sus figuras puramente recortadas, la línea y el color son los principales medios de
expresión artística, manteniendo ese ritmo plano que resulta tan atractiva a todos los pintores
de iconos.
Poniendo las figuras de los ángeles en un círculo, Rublev los combinó en un movimiento
común, suave y deslizante a lo largo de la línea del círculo. Debido a esto, el ángel central,
aunque es superior a los demás, no los suprime ni los domina. El nimbo de su cabeza
inclinada, desviándose del eje vertical del círculo, y las piernas desplazadas hacia el otro lado,
fortalecen aún más este movimiento, del cual participa tanto el roble como la montaña.
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En el ícono de Rublev, la acción expresada en los gestos de las cabezas comunica una paz
inmóvil y silenciosa. Esta vida interior, que parece unir a los tres ángeles como prisioneros en
un círculo de íntima comunicación, revela toda la profundidad inagotable de esta imagen.
Las figuras de los ángeles siguen algunas de las reglas tradicionales de la angeología: llevan
sandalias ordinarias, apenas una suela sujetad por cintas de cuero que dejan la parte superior
del pie al descubierto; están sujetando su bastón de enviados.
La masa de sus cabellos tiene un toque propio de Rublev, que los dota de una cabellera
abundante, llenos de bucles, tanto por la parte delantera como a los lados y lisas por la parte
superior, formando un conjunto esférico muy armonioso.
La banda que lucen justo encima de la frente es una decoración muy tradicional.
Precisamente, los personajes del icono son reconocidos como ángeles porque, aunque tienen
el pelo corto, portan esta banda anudada detrás de la cabeza. Las colas del nudo, vueltas
alrededor de la oreja, son signos de la actitud de escucha y obediencia, propia de su condición
de mensajeros de Dios.
La vestimenta respeta también las leyes del arte bizantino, donde los personajes visten túnica
y manto. Rublev ha utilizado admirablemente los dos. El manto recubre los dos hombros del
ángel de la izquierda, mientras sólo uno en los otros dos, sea el hombro izquierdo o el
derecho, permitiendo ver, así, sobre el hombro que queda libre, el claviculum” forma de
estola que caía a ambos lados de la túnica, propia de los dignatarios romanos. El escote muy
pronunciado es también un detalle propio de Rublev que muestra un cuello fuerte y ayuda a
resaltar los finos rasgos del rostro.
El cuadro trasmite la impresión de que Rublev ha querido figurar tres personajes muy
semejantes y muy diferentes, semejantes cada uno a los otros y, al mismo tiempo, fieles cada
uno a su especificidad.
Hay que acercarse al icono sin prisas y contemplarlo con calma para apreciar la belleza
soberana de la magen, la finura y dulzor de los rostros, su perfecta semejanza, la paz serena
que emana del icono, la estrecha comunión entre los personajes, su“movimiento inmóvil”, la
armonía y riqueza suntuosa de sus colores, la luminosidad que parece emerger de sus alas
doradas, el juego de sus líneas rectas y sus líneas redondeadas, la ligereza casi inmaterial de
todo el conjunto…
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Ellos mantienen una estrecha semejanza con su fina nariz alargada, su boca estrecha, su
pequeño mentón y sus cejas ligeramente arqueadas. Sin ninguna duda, su porte expresa una
cierta gravedad compatible con una gran dulzura que irradia paz.
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5.5.-Los elementos decorativos
La encina de Mambré (Gen 18: 1), la tienda de Abraham y la roca (1), dibujadas en el quinto
superior del icono, aparecen como elementos decorativos y, a la vez, como testigos y
símbolos de un reencuentro único en la historia.
Participan de este movimiento circular, en sentido contrario a las agujas del reloj, los
elementos decorativos colocadas encima de las cabezas de los ángeles. A diferencia de otras
posteriores versiones, el icono de Rublev no representa peldaños en su monte, porque el fuerte
viento del Espíritu los hace innecesarios. Es un potente soplo que nos eleva, nos empuja hacia
lo alto siguiendo el movimiento circular que inicia su impulso en el ángel de la derecha.
El viento desde la cima del monte se desplaza con fuerza hacia la izquierda hasta cimbrear el
árbol que se sitúa por encima del ángel del centro. El árbol, al igual que pasaba con la piedra,
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es un símbolo que tiene que ver con la escena de la visita de los tres ángeles a Abraham. Es el
reflejo especular de la encina de Mambré, aunque haga inequívoca referencia al árbol de la
vida, situado en el centro del Edén junto al árbol de la ciencia del bien y del mal.
Rublev parece decirnos en el lenguaje cifrado de los tres símbolos de la parte superior del
icono, que, impulsados por el soplo del Espíritu, podemos llegar al centro, retornar al origen,
al Paraíso, al Árbol de la Vida.
El impulso del viento continúa más allá del árbol para llegar hasta la casa, la figura más alta
en el ángulo izquierdo del icono. La casa, sin ninguna perspectiva, en el mismo plano del
icono, tiene dos entradas, una superior y otra inferior, sin puertas. Su significado múltiple,
puede aludir tanto a la casa del Padre (“En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os
lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar” (Jn 14, 2)), como a la Iglesia cuerpo de
Cristo (Cfr. Cor 12), como a la Jerusalén celeste del Apocalipsis (Cfr. Ap. 21).
Pero es que, además, los tres símbolos no pueden concebirse aisladamente y el propio icono
los une y envuelve en un mismo movimiento circular de izquierda a derecha, de Oriente a
Occidente
El hecho de tener dos pisos, como aquella en que se celebró la última cena (“El Maestro te
pregunta: ¿Dónde está la habitación en la que voy a comer la Pascua con mis discípulos?”. Él
os mostrará en el piso superior una habitación grande amueblada con divanes. Preparadla
allí»). (Lc 22, 11-12), nos invita a conferir a esta casa un significado eucarístico,
indudablemente presente en todo el icono.
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6.1.-Lectura teológica
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La escena de Mambré fue muy precozmente entendida por los primeros cristianos como
propia de la revelación de la Trinidad divina, y recogida en iconos con diversos nombres,
como “Coloquio divino” o”El Consejo eterno”.
Por ello, el icono presenta dos niveles interpretativos simultáneos e inseparables: representa
una escena de la vida de Abraham y evoca, al mismo tiempo, los principales misterios
cristianos.
Los tres peregrinos son interpretados como las tres divinas personas; sus bastones como los
cetros de su majestad. La mesa con la copa es el altar del sacrificio. La roca es, a la vez,
evocación de la montaña del sacrificio de Isaac y de la montaña del Gólgota. El árbol es la
encina de Mambré, pero también el árbol de la vida del paraíso, ligada a la eucaristía por el
eje central de la imagen. La casa, rememora tanto la tienda de Abraham como el templo que
es la Iglesia.
La tabla refleja a las personas de la Santísima Trinidad en un estado no tanto de conversación
entre ellos, como de comunicación y concordia mutua e íntima, que eleva nuestro
pensamiento al Consejo Eterno de la Santísima Trinidad, allí donde se inicia la existencia del
mundo y el proyecto del hombre. Este momento inicial (nuestra condición humana no puede
situarse fuera de un procesotemporal) del Consejo trinitario, determina la existencia del
universo, la creación del hombre, el destino del mundo, los momentos más importantes en la
Historia de la Salvación de la humanidad y la forma de realizar ésta a través del sacrificio
propiciatorio de la Segunda Persona.
Por eso, necesariamente, la maravillosa creación del monje Rublev lleva una pátina innegable
de atemporalidad, de eternidad. Tal atemporalidad, tal sensación de sencillez y plenitud de la
vida interior de Dios mana del icono de este monje espiritual y alcanza al lector creyente que
lo contempla.
Eternidad respiran también el silencio, la desapasionamiento de las caras de los ángeles, la
actitud contemplativa de la deidad y la mirada de los ojos de los ángeles, que no están
dirigidos al espectador o al costado, sino el uno sobre el otro.
La actividad de las divinas personas en la economía salvífica se expresa en el resto de la
figuración, y sobre todo en el simbolismo de los colores. Cada ángel está vestido con un color
especial que, gracias a la sin igual paleta de Rublev y el brillo de sus colores, hace que el
ícono cause una gran impresión.
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camino. Ocupan todo el espacio (más exactamente cuatro quintas partes de la altura en toda la
anchura, que es el módulo cuadrado del icono).
¿Quiénes son? Ellos callan, pero su ser parece irradiar santidad.
¿Dónde viven? ¿De dónde vienen? El cielo es su patria, ellos tienen alas. Ellos están ahí, de
visita... Visten el azul de la divinidad y portan el halo de santidad. Cuando llegue el día final
su bastón de peregrino aparecerá como el cetro del poder divino, mientras que la tienda del
nómada se convertirá en la Santa Iglesia; la encina de la hospitalidad, en el árbol de la Cruz; y
la roca del sacrificio de Isaac, en el Monte Calvario.
¡Cuán iguales son los tres mensajeros. Su esbelta cintura acentúa su ligereza y destaca su
espiritualidad (ya que la altura total es de 9 veces la altura de la cabeza, en vez de sólo 5 veces
en una representación ordinaria).Los Tres descubren en un gran escote el mismo cuello,
potente, animada por el Aliento de Vida, la plenitud del Espíritu. Llevan la misma banda
sobre su ancha frente en señal de escucha, heredado de la magnífica Bizancio. La mirada no
puede abandonar estos Rostros de una dignidad sin igual, que lleva el reflejo del Nombre
incomunicable, y se ofrecen a quien abre su corazón.
totalmente vacía, convertida en altar por Rublev, a modo de ara romana (que tiene un signo
característico: la confessio, la apertura cuadrangular que permite a los fieles de Roma ver la
tumba de los mártires bajo el altar, o incluso tocarlos, aunque sólo sea con tejidos que luego
se convierten en venerables reliquias; no se encuentran este tipo de altar en Oriente).
Miran fijamente a la copa situada en el centro de la mesa. Este cáliz colocado en el altar, está
contenido en la copa que dibujan los perfiles interiores de los ángeles laterales y que contiene
la silueta del ángel del centro. Esta gran Copa, en el corazón de los Tres, es un módulo
original y propio de este icono de Rublev. ¿Quién iba a comprender su alcance? Ofrece el
secreto del Dios de la Misericordia y la Compasión.
Los trabajos de restauración del icono, a principios del siglo XX, revelaron que el contenido
de la Copa había sido retocado varias veces: la capa superior era un racimo de uvas, por
debajo de la de un cordero.
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que se produjo-, finalmente los trabajos se reaunudaron en 1918 dirigidos por el profesor
Grabar.
Al final de la restauración, cuando ya el icono estaba libre de impurezas, parecía que la mano
de san Andrei Rublev, desde el cielo, había rehecho el trabajo inicial con colores asombrosos,
simplemente celestiales: un azul penetrante, oro y rojo oscuro, casi cereza, con una inédita
perfección artística, parecía devolver al espectador a la paz del Edén.
Es este color lo más destacable sobre el ícono de Rublev. El artista ha logrado la mejor
armonía de colores, que se complementan entre sí y tienen algo en común el uno con el otro.
Cada uno de ellos suena con una limpieza tan impecable que, al salir de la habitación donde
se exhibe la Trinidad, el espectador siente durante mucho tiempo el sonido de estos increíbles
colores que se mueve en una exquisita gama de matices, rosa pálido y lila, verde plateado,
aunque, en general, en las vestiduras de los ángeles, predomine el azul.
El azul, en Rublev, no solo es el color del cielo, como dice Kandinski, sino también el de
Dios, el de la Trinidad, el del Reino. Se une, así, al dorado y al blanco cuando quiere pintar la
santidad o la vida divina.
e ilustran la tensión que hay en todo el cuadro entre los sentimientos de amor, la unidad en el
propósito, el sufrimiento y dolor por el sacrificio del Verbo y la alegría de la humanidad
redimida.
El blanco, según Kandinski, nos remite a un mundo tan por encima de nosotros que no nos
alcanza ninguno de sus sonidos. De él nos viene un gran silencio que no está muerto, sino
lleno de posibilidades. Quizás —dice Kandinski— la tierra sonaba así en los tiempos blancos
de la era glacial (Cfr. Lo espiritual en el arte, KANDINSKI, pág. 24)
Rublev lo creó en uno de esos felices momentos de inspiración que solo tienen los genios.
Probablemente, él mismo no podría escribir una repetición impecable de esta cosa. Todo lo
que aprendió de su maestro ruso de Feofán de la pintura bizantina, echó aquí en la forma
clásica de su madurez. Combinó un simbolismo medieval complejo con la claridad y al
sentimiento de monje ruso, todavía tiene recuerdos vívidos del caso de San Sergio. Se recogió
la pintura por sus iconos no son de la paleta bizantino sombrío, y de la naturaleza que lo
rodea, con sus árboles de abedul, centeno verde, orejas de oro, acianos brillantes. Y se las
arregló para crear una obra que legítimamente consideramos como el ícono ruso más hermoso
y como una de las mejores obras de la pintura rusa antigua
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A semejanza con la ostensión del cáliz en la misa, la copa atrae la mirada de todo el que
contempla el icono. Situada en el centro de la mesa, ocupa también el centro de otra copa
mayor, insinuada por el contorno interno de los ángeles laterales que contiene enteramente al
ángel del centro.
A pesar del mal estado de la pintura en el icono que se conserva en la galería Tetriakov,
algunos de cuyos fragmentos se han perdido con el paso de los años, una santa Faz aparece en
la superficie de esta copa. Aunque no sea muy clara, es manifiesta. Esta Santa Faz o
Mandylion está cargada de historia y de leyenda, de las que se das cuenta en una página
propia en esta Web. Historias y leyendas que remiten siempre a la pasión de nuestro Señor
Jesucristo.
La Santa Faz que aparece en la copa es también una referencia directa a la pasión colocada
por Rublev en el corazón mismo del icono, una referencia directa al misterio de la Redención
de la humanidad ya evocado en la mesa que contempla el diálogo de los huéspedes de
Abraham.
Rublev integra en su icono las dos posiciones, oriental y occidental, valiéndose de las
posiciones de los cuerpos, de las miradas y de las manos de los tres ángeles. Ellas permiten
cohonestar todas las posiciones dogmáticas, como pueden verse en las páginas antes
mencionadas, La Trinidad, lectura más probable y La Trinidad, lecturas alternativas .
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10. Oración
te alabamos,
te bendecimos,
te adoramos,
te glorificamos,
te damos gracias,
Señor Dios, Rey celestial,
Dios Padre todopoderoso.
Señor, Hijo único, Jesucristo,
Señor Dios, Cordero de Dios,
Hijo del Padre;
tú que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros,
tú que quitas el pecado del mundo,
atiende nuestra súplica;
tú que estás sentado a la derecha del Padre,
ten piedad de nosotros;
porque sólo tú eres Santo,
sólo tú Señor,
sólo tú Altísimo, Jesucristo,
con el Espíritu Santo
en la gloria de Dios Padre.
Amén.
*NOTA:
ROCA DE MORIA, símbolo del sacrificio de la antigua Alianza: “Dios dijo: «Toma a tu hijo
único, al que amas, a Isaac, y vete a la tierra de Moria y ofrécemelo allí en holocausto en uno
de los montes que yo te indicaré»”. (Gen. 22,2)
ROCA DE DANIEL, símbolo del Mesías: “Mientras estabas mirando, una piedra se
desprendió sin intervención humana, chocó con los pies de hierro y barro de la estatua, y los
hizo pedazos. Se hicieron pedazos a la vez el hierro y el barro, el bronce, la plata y el oro,
triturados como tamo de una era en verano; el viento los arrebató y desaparecieron sin dejar
rastro. Y la piedra que había deshecho la estatua creció hasta hacerse una montaña enorme
que ocupaba toda la tierra”.(Dn 2, 26-45)
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