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MATRIX

o La vida es sueño
FERNANDO CARBAJO LÓPEZ

Un mundo para ocultar la verdad

Tal vez sea la velocidad con la que ocurren los cambios en esta época que nos ha
tocado vivir, a caballo de dos siglos (y dos milenios); tal sea vez sea que este tiempo
está marcado por la falta de esperanza; lo cierto es que raramente el futuro es visto
como un horizonte de posibilidades de bien. En la literatura, en el cine o en los informes
de organismos internacionales de toda clase que intentan adivinar lo porvenir, el futuro
aparece como escenario de realización de lo que hoy son amenazas latentes.

El desarrollo tecnológico no ha hecho sino dar más verosimilitud a las visiones


imaginativas de escritores como Orwell o Huxley. Ahora sabemos, más allá (o, mejor,
más acá) de la fantasía, que es posible (basta que alguien se lo proponga) observar y
seguir todos los pasos de una persona y registrar cada uno de sus suspiros, sin que el
interesado se entere, mediante los modernos sistemas electrónicos. El mundo creado por
Huxley en 1931 no resulta tan fantasioso en 2002 a la vista de los avances de la
ingeniería genética, del conocimiento del genoma humano, de la clonación y de las
técnicas de manipulación de la mente.

La inteligencia artificial, por otra parte, parece ser la última versión de la


dialéctica hombre-máquina, expresión de nuestros temores por una eventual
deshumanización de la sociedad; y de algo aún más grave, si cabe: del miedo a perder
nuestra posición en el cosmos como seres superiores. Si es posible construir robots,
androides, máquinas de aspecto humano que hagan lo mismo que hace el ser humano
pero con mayor precisión y seguridad; con capacidad de resolver problemas a mayor
velocidad, con capacidad de aprender… ¿dónde queda la superioridad del hombre? Hay
muchos que, como uno de los personajes de Matrix, consideran la afectividad como lo
propiamente humano. ¿Y si al final las máquinas pueden responder afectivamente a
estímulos, en que se diferenciarán de nosotros? ¿Y si, como vemos en I.A. (Inteligencia
Artificial), la película de Spielberg, terminan por ser capaces de amar?

En Matrix la rebelión de las máquinas inteligentes contra el hombre se produce


en los inicios del siglo XXI. Las máquinas ganan la guerra, pero no destruyen al
hombre, porque, en un mundo de sombras donde no llega la luz del sol, la única fuente
de energía disponible para ellos resulta ser… el cuerpo humano. Para obtener esa
energía, las máquinas construyen grandes campos de cultivo, donde los humanos
permanecen encapsulados y entubados, convertidos en baterías vivas. Matrix es un
mundo imaginario generado por ordenador, construido para mantener bajo control la

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mente de los humanos, que creen estar viviendo realmente lo que sólo tiene una
existencia virtual1.

Hubo un hombre que descubrió la verdad e inició la rebelión de los hombres


contra las máquinas. Sión es la última ciudad de hombres libres y Morfeo el líder de un
grupo de «hijos de Sión» (Trinity, Cypher, Apoc, Switch, Mouse, Tank y Dozer). Han
descifrado Matrix y son capaces de moverse en los dos mundos, el real y el virtual,
pasando del uno al otro a través de las líneas telefónicas. Los guardianes de Matrix les
siguen los pasos; estos guardianes o agentes especiales se mueven por todos los
programas conectados a Matrix. Conocen la existencia de Sión y están tratando de
descubrir los códigos de acceso a su ordenador central.

A la muerte del liberador, el Oráculo anunció su regreso, la aparición de un


segundo liberador con el que llegaría el final de la guerra. Morfeo cree haber encontrado
al Elegido, el hombre destinado, según lo anunciado por el Oráculo, para vencer a
Matrix y ganar la libertad para los humanos. Se trata de un empleado de una empresa de
software que por la noche se convierte en pirata informático bajo el nombre de Neo. A
pesar de llevar el nombre del dios del sueño, la tarea de Morfeo es justamente despertar
a Neo, convencerle de que vive en un mundo imaginario antes de enfrentarle a su
misión. Trinity y él hacen emerger a la conciencia de Neo sus inquietudes ocultas, el
sentimiento confuso de que algo no va bien y la búsqueda ciega de una respuesta que –
paradójicamente- apenas le deja dormir. Y es que el punto de partida es el conocimiento
de sí mismo» («nosce teipsum»), como le indicará el Oráculo. «Tienes la mirada de un
hombre que acepta lo que ve porque espera despertarse», le dice Morfeo. De hecho, en
la primera parte de la película los cambios de escena vienen marcados por el despertar
de Neo en su cama, produciendo la impresión de que la escena anterior ha sido soñada;
y, en la segunda parte, el paso del mundo real a Matrix y la vuelta son como un dormir y
un despertar.

Tras el primer contacto de los hijos de Sión con Neo -a través del ordenador-,
éste pregunta a un cliente: «¿Alguna vez has tenido la sensación de no saber con
seguridad si sueñas o estás despierto?» Morfeo continúa después la reflexión: «¿Alguna
vez has tenido un sueño, Neo, que pareciese muy real? ¿Qué ocurriría si no pudieras
despertar de ese sueño? ¿Cómo diferenciarías el mundo de los sueños de la realidad?»
Matrix «es el mundo que ha sido puesto ante tus ojos para ocultarte la verdad». «¿Qué
verdad?», pregunta Neo. «Que eres un esclavo.»

He aquí el tema filosófico central de la película: «¿Qué es real?» Y la


perspectiva desde la que se plantea es ésta: el conocimiento verdadero es la condición
de posibilidad de la libertad. Matrix es «una prisión para tu mente», de manera que
«mientras Matrix exista, la raza humana jamás será libre».

1
Realmente Matrix es innecesario. Una persona que desde su nacimiento fuera mantenida aislada del
mundo externo, sin contacto con otras personas, sin hacer uso de sus sentidos, no podría tampoco
desarrollar sus facultades intelectuales.

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2

Sueño, luego existo

Las explicaciones que da Morfeo a Neo contienen mucha palabrería


biensonante: Matrix es «parte de una simulación interactiva neural», un mundo
imaginario en que nuestra apariencia corporal resulta ser una «autoimagen residual», «la
proyección mental de tu yo digital». Suena bien, es sugerente, pero se parece poco a una
explicación. Su respuesta a la pregunta «¿qué es real?» se queda a medio camino: si te
refieres –le dice a Neo- a «lo que puedes sentir, oler, saborear y ver», podrían ser
«señales eléctricas interpretadas por tu cerebro». ¿Cómo distinguir entonces lo real de lo
que es virtual, de lo que sólo tiene una existencia aparente? La cuestión es si esas
señales eléctricas que llegan a nuestro cerebro tienen algo que ver con objetos realmente
existentes o si tienen otro origen, como ocurre con Matrix. Para adiestrarle en técnicas
de combate, a Neo le cargan programas directamente en el cerebro; los combates de
entrenamiento se desarrollan en un mundo virtual donde lo que importa, por tanto, no es
el músculo, sino la mente; sin embargo, al volver al mundo real, Neo se da cuenta de
que tiene sangre en la boca: «Creí que no era real», dice sorprendido; «tu mente hace
que lo sea», le responde Morfeo. Ahora bien, si lo virtual y lo real interactúan, ¿será
posible señalar fronteras definidas?

En la Cuarta Parte de El Discurso del método Descartes se hace la misma


pregunta que Morfeo dirige a Neo: «¿De dónde se sabe que los pensamientos que
sobrevienen en el sueño son más falsos que los demás, siendo así que con frecuencia no
son menos vivos y expresos?» Justamente el hecho de que «los mismos pensamientos
que tenemos estando despiertos pueden también ocurrírsenos cuando dormimos, sin que
en este caso ninguno de ellos sea verdadero» es una razón para dudar de la verdad de
nuestros pensamientos, es decir (en el lenguaje de Descartes), de todos nuestros actos
mentales conscientes. La misma idea (la imagen) de mi reloj la tengo despierto, cuando
miro la hora, que dormido, cuando no lo estoy viendo; la misma idea (el sentimiento) de
miedo tengo despierto, cuando escalo una pared, que dormido, cuando lo sueño, aunque
me encuentre bien seguro en la cama. En consecuencia, «me resolví a fingir (dice
Descartes) que nada de lo que hasta entonces había entrado en mi mente era más
verdadero que las ilusiones de mis sueños».

Es entonces cuando, dudando de todo, cae en la cuenta de la verdad


incuestionable de la existencia del yo. «Y habiendo observado que en la proposición
pienso, luego existo, lo único que me asegura de que digo la verdad es que veo muy
claramente que para pensar es necesario ser, juzgué que podía tomar como regla general
que las cosas que concebimos muy clara y distintamente son todas verdaderas.» El
problema entonces será «advertir bien cuáles son las que en realidad concebimos
distintamente».

No obstante, parece que el propio Descartes no se queda totalmente convencido


de la validez de esa regla. «Que las cosas que concebimos muy clara y distintamente
son todas verdaderas no es seguro más que a causa de que Dios es o existe, de que es un

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Ser perfecto y de que todo lo que hay en nosotros procede de Él; de donde se sigue que,
siendo nuestras ideas o nociones cosas reales y que vienen de Dios, en tanto en cuanto
son claras y distintas no pueden ser sino verdaderas… Si no supiésemos que todo lo real
y verdadero que hay en nosotros viene de un Ser perfecto e infinito, por claras y
distintas que fuesen nuestras ideas, no tendríamos ninguna razón que nos asegurase que
poseían la perfección de ser verdaderas.» Descartes es consciente aquí del problema de
las señales eléctricas de las que hablaba Morfeo; Dios, como creador de nuestra
naturaleza, es el único que puede asegurar, en su opinión, la adecuación de nuestros
pensamientos con la realidad.

Que, sin embargo, el propio Descartes no termina de salir de la duda queda bien
reflejado en el final de esta Cuarta Parte del Discurso. Evidentemente, una verdad
geométrica soñada no deja de ser verdad por el hecho de ser soñada. Pero, ¿qué pasa
con las ideas (falsas percepciones) de objetos sensibles que tenemos en sueños? Bueno,
dice Descartes, también despiertos los sentidos nos engañan. «A fin de cuentas, ya
estemos despiertos o ya durmamos, nunca debemos dejarnos persuadir más que por la
evidencia de nuestra razón… Y como nuestros razonamientos no son nunca tan
evidentes ni tan completos durante el sueño como durante la vigilia, aunque a veces
nuestras imaginaciones sean en aquél tanto o más vivas y expresas… lo que tienen de
verdad debe infaliblemente encontrarse en los que tenemos estando despiertos, más bien
que en los de nuestros sueños.»

Los principios del conocer

El problema de Descartes está en el punto de partida. Si todo nuestro


conocimiento debe construirse a partir de la existencia del yo y de sus representaciones,
es imposible, como la historia sugiere, que ese conocimiento vaya más allá de las
representaciones mismas. Aunque con otro planteamiento gnoseológico, Hume se halla
a este respecto en la misma situación que Descartes. No hay otra cosa presente a nuestro
espíritu que nuestras percepciones (imágenes, recuerdos e impresiones), de modo que
no es posible afirmar la existencia de una realidad exterior, opinión falsa por más que
sea la más natural de todas. El propio yo, puesto que no tenemos impresión alguna de él,
no es más que una colección de percepciones. «Si creemos que el fuego calienta y el
agua refresca es tan solo porque nos cuesta mucho trabajo pensar de otro modo.» En
cuanto al entendimiento, «después del más preciso y exacto de mis razonamientos no
puedo dar una razón de por qué debo asentir a él» (Tratado de la naturaleza humana, I,
IV, VII), de manera que «la duda escéptica… es una enfermedad que no podemos curar
nunca» (Tratado…, I, IV, II).

La situación del hombre respecto al conocimiento del mundo, según Descartes y


Hume, es como la de un ciego al que se le implantaran en los ojos cámaras de vídeo y
éstas enviaran señales a su cerebro, de forma que así pudiera, en principio, captar la

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realidad. ¿Cómo podría saber el ciego que la información que le llega desde las cámaras
al cerebro es verdadera y no está manipulada por un extraño? La respuesta de Descartes
sería ésta: si la imagen que recibe es clara y nítida, la información recibida se
corresponde con la realidad (porque la total fiabilidad del Fabricante me lo garantiza).
Hume daría una respuesta similar, con matices: si las imágenes no están manipuladas
tendrán mayor vivacidad, más fuerza, y si mantienen el orden y estructura
acostumbrados, producirán un sentimiento especial, una creencia que será la garantía de
su correspondencia con la realidad exterior.

Efectivamente, para Hume el hábito es el mecanismo que garantiza la verdad de


nuestro conocimiento en virtud de una armonía preestablecida entre los procesos
psíquicos y la realidad. «De la misma manera que la naturaleza nos ha enseñado a usar
nuestros órganos sin darnos conocimiento de los músculos y nervios por los cuales son
movidos, igualmente ha implantado en nosotros un instinto que conduce al pensamiento
por un curso que corresponde al que ha establecido entre objetos externos, aunque
ignoremos los poderes o fuerzas de los que este curso y sucesión regular de objetos
depende en su totalidad» (Investigación sobre el entendimiento humano, V, II). Este
recurso a una armonía preestablecida y a un instinto (el hábito, la imaginación, la razón,
pues al final todo parecer ser lo mismo) no deja de sorprender en un pensador que ha
establecido como criterio para aceptar una idea como verdadera su correspondencia con
una impresión.

Ocurre aquí que no se puede poner en duda lo que es evidente de por sí sin
perderlo irremisiblemente. Y es que la verdad de todo nuestro conocimiento, el edificio
del saber se apoya en dos tipos de verdades indemostrables (y que no necesitan
demostración) en virtud de la evidencia de la percepción, por una parte, y de la
evidencia inmediata de los primeros principios de la razón, por otra. La experiencia
sensible puede -y debe- ser sometida al juicio de la razón, pero la veracidad de los
sentidos y la realidad del mundo exterior no pueden ser puestas en duda. En cuanto al
entendimiento, que un juicio y su negación no pueden ser verdaderos al mismo tiempo,
que todo lo que es tiene algo por lo cuál es lo que es, o que el bien hay que hacerlo son
verdades elementales. Toda demostración acaba resolviéndose en esas verdades
elementales y por eso ellas mismas son indemostrables; ellas son los primeros
principios de toda demostración y, por lo tanto, no hay juicios más simples a los que
remitirse como premisas. Estos primeros principios son captados sin necesidad de
razonamiento a partir de la experiencia y resultan evidentes de por sí. Y si alguien los
pone en duda en tanto no sean objeto de demostración (demostración que no necesitan),
acaba sumido en la perplejidad.

Por otro lado, estas primeras evidencias –empíricas o intelectuales- sólo se


pueden poner en duda en el plano meramente teórico, pues a cada paso las afirmamos
con nuestra conducta ordinaria. No podríamos convivir, hablar –ni siquiera pensar- sin
aceptar de hecho la verdad del principio de no-contradicción, de razón suficiente, etc.,
de la misma manera que no podríamos vivir sin confiar en la veracidad de nuestros
sentidos. Afirmar que lo real es lo que se puede sentir, oler, saborear y ver, y que eso en
definitiva son señales eléctricas interpretadas por el cerebro, es una respuesta
inadecuada: se puede estimular el cerebro, como es sabido, para que el sujeto sienta, por

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ejemplo, el mismo placer que proporciona la comida; pero, si no come realmente,
acabará muriéndose de inanición, por mucho que no sienta hambre. El conocimiento –
tanto sensible como intelectual- puede requerir toda las revisiones críticas que se quiera;
pero o es conocimiento del mundo real o no sobrevivimos.

La ignorancia es la felicidad

Winston Smith, funcionario del Ministerio de la Verdad, es el protagonista de la


novela de George Orwell 1984. En un país gobernado de forma totalitaria por un Partido
único, este Ministerio, y Winston en concreto, tiene como tarea principal modificar todo
tipo de documentos (periódicos, libros, fotografías…) para que el pasado coincida
exactamente y en todo momento con el presente, lo que demuestra que el Partido,
depositario único de la verdad, y su líder, el Gran Hermano, siempre tienen razón.
Como es lógico, para mantener esta patraña incluso entre los mismos funcionarios
encargados de manipular los documentos se requiere un estricto control mental.

Winston sabe todo esto, pero apenas se atreve a pensarlo, pues el Gran Hermano
es capaz de descubrir hasta los más ocultos pensamientos; pero un día cae en sus manos
una fotografía que prueba de manera fehaciente el gran fraude. Rápidamente, antes que
lo advierta nadie, destruye la foto. «¿Se aflojaba el dominio del Partido sobre el pasado
–se preguntó Winston- porque una prueba documental que ya no existía hubiera
existido una vez?» «Se preguntó, como ya lo había hecho muchas veces, si no estaría él
loco. Quizás un loco era sólo una “minoría de uno”. Hubo una época en que fue señal de
locura creer que la tierra giraba en torno al sol: ahora, era locura creer que el pasado es
inalterable. Quizá fuera él el único que sostenía esa creencia, y, siendo el único, estaba
loco. Pero la idea de ser un loco no le afectaba mucho. Lo que le horrorizaba era la
posibilidad de estar equivocado.»

«Al final, el Partido anunciaría que dos y dos son cinco y habría que creerlo. Era
inevitable que llegara algún día al dos y dos son cinco. La lógica de su posición lo
exigía. Su filosofía negaba no sólo la validez de la experiencia, sino que existiera la
realidad externa. La mayor de las herejías era el sentido común. Y lo más terrible no era
que le mataran a uno por pensar de otro modo, sino que pudieran tener razón. Porque,
después de todo, ¿cómo sabemos que dos y dos son efectivamente cuatro? O que la
fuerza de la gravedad existe. O que el pasado no puede ser alterado. ¿Y si el pasado y el
mundo exterior sólo existen en nuestra mente y, siendo la mente controlable, también
pueden controlarse el pasado y lo que llamamos la realidad?»

«El Partido os decía que negaseis la evidencia de vuestros ojos y oídos. Esta era
su orden esencial.» La verdad es un límite para la voluntad de poder y por eso quien
aspira a un poder absoluto tiene que negar la verdad. Winston vislumbra esto, que el
conocimiento de la verdad es condición para vivir libremente, asumiendo la realidad

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como punto de partida de cualquier proyecto personal o social. «La libertad es poder
decir libremente que dos y dos son cuatro. Si se concede esto, todo lo demás vendrá por
sus pasos contados.» Por eso a Winston no le preocupa tanto la posibilidad de estar loco
o de morir por pensar de modo diferente como la posibilidad de estar en el error y que el
Partido tenga razón. «El corazón de Winston se encogió al pensar en el enorme poder
que tenía enfrente, la facilidad con que cualquier intelectual del Partido lo vencería con
su dialéctica, los sutiles argumentos que él nunca podría entender y menos contestar. Y,
sin embargo, era él, Winston, quien tenía razón. Los otros estaban equivocados y él no.
Había que defender lo evidente. El mundo sólido existe y sus leyes no cambian. Las
piedras son duras, el agua moja, los objetos faltos de apoyo caen en dirección al centro
de la Tierra…» (1984, Destino, Barcelona 1983, pp. 90-92).

En Matrix no hacen falta sutiles argumentos filosóficos para dominar a los


hombres, pues su misma existencia virtual es suficiente para ocultarles la realidad de su
esclavitud. La posibilidad de conocer la verdad no es un tema para el debate académico
entre intelectuales que no pisan el suelo, pues de la respuesta que se dé a tal cuestión
dependerá el modo de vivir. «No me gusta la idea de no ser yo el que controla mi vida»,
dice Neo.

Tampoco la respuesta puede ser puramente teórica; la verdad conocida debe ser
aceptada, asumida personalmente para que informe realmente la vida. Como dice
Morfeo, no es lo mismo conocer el camino que andar el camino; para andar tiene que
intervenir la voluntad, hay que tomar una decisión, decisión que en algunas ocasiones
presupone un acto de fe. El primer contacto de Neo con Morfeo, a través de un teléfono
móvil cuando agentes especiales están buscándole para detenerle, le exige ya una
primera elección entre dos opciones: o seguir las instrucciones de Morfeo para escapar o
exponerse a ser detenido. En ambos casos hay un riesgo que correr, puesto que no sabe
qué puede pasarle si le detienen, pero, por otra parte, Morfeo es un total desconocido
para él. Durante el interrogatorio, una vez detenido, el agente especial Smith le advierte
de que Morfeo, «conocido terrorista», para ciertas autoridades es «el tipo más peligroso
que existe»; después le sitúa frente a su doble vida, dentro y fuera de la ley
(programador de día, pirata de noche): «una de las dos vidas tiene futuro, la otra no lo
tiene». A continuación es recogido en la calle por miembros del grupo de Morfeo, en un
momento en que Neo aún no conoce el sentido de lo que está pasando, y tiene de nuevo
que elegir: «A nuestra manera o carretera», le dice Switch. En el decisivo encuentro con
Morfeo, ya cara a cara, sin saber apenas nada de Matrix, Neo tiene que elegir entre dos
pastillas, una azul (despertarse en la cama como si no hubiera pasado nada) y una roja
(caer por el agujero del conejo hacia el país de las maravillas). Finalmente, el Oráculo le
anuncia otra gran decisión que Neo habrá de tomar: él o Morfeo, uno de los dos, tendrá
que morir y dependerá de Neo que sea uno u otro.

Cifra, uno de los hijos de Sión que viaja con Morfeo en su nave, escogió la
pastilla roja; pero la opción por vivir conforme a la verdad no se da de una vez por
todas, sino que hay que mantenerla a lo largo de la vida. El camino de la verdad es el
camino de la libertad, pero eso no significa que esté exento de dificultades y de dolor;
ya lo había advertido Morfeo: «lo único que te ofrezco es la verdad» Desencantado,
vencido por años de lucha (despechado también porque sus sentimientos hacia Trinity

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no son correspondidos), Cifra sucumbe a la seducción de la inconsciencia indolora;
«entre esto (estar en la verdad) y Matrix, elijo Matrix». Se pone en contacto con el
agente Smith y promete entregarle a Morfeo, que conoce los códigos de acceso al
ordenador central de Sión; a cambio, como pago, pide el olvido: «La ignorancia es la
felicidad… No quiero acordarme de nada, de nada, ¿entendido?»

La verdad del corazón

«¿Alguna vez has tenido un sueño, Neo, que pareciese muy real? ¿Qué ocurriría
si no pudieras despertar de ese sueño? ¿Cómo diferenciarías el mundo de los sueños de
la realidad?» La vida es sueño parece un catálogo de dudas o un manual de engaños. La
misma palabra «duda» y «dudar», con sus variantes, aparece más de una docena de
veces (la mitad en boca de Clotaldo, el ayo de Segismundo). Rosaura representa por sí
misma el engaño de las apariencias: «no soy lo que parezco» (v. 9702); cuando se está
preparando la batalla final, en la que ella quiere intervenir, le dice a Segismundo:

«Tres veces son las que ya


me admiras, tres las que ignoras
quién soy, pues las tres me has visto
en diverso traje y forma.
La primera me creíste
varón en la rigurosa
prisión, donde fue tu vida
de mis desdichas lisonja.
La segunda me admiraste
mujer, cuando fue la pompa
de tu majestad un sueño,
una fantasma, una sombra.
La tercer es hoy, que siendo
monstruo de una especie y otra,
entre galas de mujer
armas de varón me adornan»3.

Ahora, «si la vista … padece engaños / que hace la fantasía» (vv. 50-51), peor es
la confusión interior que sufren los personajes: confusión de Rosaura al ir al encuentro
de Astolfo, autor de su deshonra (vv. 1815-1883); confusión de Astolfo frente a
Estrella, con quien desea casarse, después del encuentro con Rosaura (vv. 1996-2002);
confusión de Clotaldo, comprometido a ayudar a Rosaura, que le pide que mate a
Astolfo, a quien él debe la vida (vv. 2516-2559). En último término, todo el drama de

2
Cito los versos por la edición de Ciriaco Morón para Cátedra, Madrid 1983.
3
vv. 2712-2727.

8
La vida es sueño tiene su origen en una duda, la del rey Basilio, que no sabe si acertó al
encerrar a su hijo para esquivar el destino.

Segismundo, por su parte, vive en la torre perplejo, sabiéndose humano, pero


llevando vida de animal enjaulado. Despertar en palacio, donde le dicen que es príncipe,
le produce una nueva perplejidad; de manera que, tras el retorno a la torre, lo único que
le queda claro es que la vida es ilusión y sombra. La «luz del desengaño» (v. 1681) le
hace comprender que «la vida es sueño» (v. 2343). «El hombre que vive, sueña / lo que
es» hasta «despertar / en el sueño de la muerte» (vv. 2156-2157 y 2167-2168).

Calderón presenta varias situaciones en las que el corazón es el que llega a la


verdad, a pesar del engaño de las apariencias; aunque el mundo es un «confuso laberinto
/ …donde no puede / hallar la razón el hilo» (vv. 975-977), «el alma nunca miente». En
su primer encuentro, Clotaldo reconoce como hijo a Rosaura –aún disfrazada de varón-
por la espada que él mismo entregó a su madre:

«Aún no sé determinarme
si tales sucesos son
ilusiones o verdades…
Este es mi hijo, y las señas
dicen bien con las señales
del corazón, que por verle
llama al pecho, y en él
bate las alas…»4

Ya en palacio y con ropas de mujer, Rosaura debe encontrarse con Astolfo por
encargo de Estrella:

«Si no he de decir quién soy


a Astolfo, y él llega a verme
¿cómo he de disimular?
Pues aunque fingirlo intenten
la voz, la lengua y los ojos,
les dirá el alma que mienten.»5

Y así ocurre:

«Basta, Rosaura, el engaño,


porque el alma nunca miente,
y aunque como Astrea te mire,
como a Rosaura te quiere»6.

4 vv. 396-398 y 413-417.


5 vv. 1862-1867.
6 vv. 1894-1897.

9
Ella insiste en negar su verdadera identidad.

«Aunque más esfuerzos hagas,


¡oh, qué mal, Rosaura, puedes
disimular! Di a los ojos
que su música concierten
con la voz; porque es forzoso
que desdiga y que disuene
tan destemplado instrumento,
que ajustar y medir quiere
la falsedad de quien dice,
con la verdad de quien siente»7.

El propio Segismundo, devuelto a prisión tras el fracasado experimento de


Basilio, recuerda que

«de todos era señor,


y de todos me vengaba;
sólo a una mujer amaba;
que fue verdad, creo yo,
en que todo se acabó,
y esto solo no se acaba»8.

También en Matrix el corazón resulta ser clave en el conocimiento, cuando se


trata de personas y no de meros objetos9. A lo largo de toda la película se mantiene la
duda sobre la condición de Elegido de Neo. Sólo Morfeo está plenamente convencido, y
ese convencimiento fundamenta la fe de los demás, por la confianza que tienen en él. El
propio Neo se debate entre la seguridad de Morfeo y la oscuridad del Oráculo, hasta que
encuentra la respuesta a sus dudas por medio de la fe en sí mismo. Morfeo, traicionado
por Cifra (Cypher, ¿Lucifer?), es capturado por los agentes especiales; está a punto de
morir. Neo toma entonces la decisión de entrar en Matrix para salvarle, convencido de
sus posibilidades («creo que puedo hacerlo»). La escena del rescate desde el helicóptero
sintetiza todo este juego de confianzas. Para huir, Morfeo tiene que dar un salto en el
vacío desde el edificio donde se encuentra preso; para salvarle, Neo tiene que saltar
también desde el helicóptero y recogerle. El abrazo de los dos en el aire es la síntesis de
la confianza recíproca y de la fe en sí mismo de cada uno de ellos. Inmediatamente
después, Neo tiene que volver a arriesgar su vida para salvar a Trinity, cuando el
helicóptero se estrella. La fuerza, la superioridad que demuestra Neo ante Matrix y los
agentes especiales constituye la prueba definitiva para Morfeo y para Trinity de que él
es el Elegido. Pero Neo necesita algo más. Su despertar último es el despertar de la
muerte a la vida; y en ese despertar juega un papel misterioso el amor de Trinity: el
Oráculo le había anunciado que se enamoraría de un hombre y ese hombre sería el

7vv. 1912-1921.
8vv. 2132-2137.
9
El hotel de la primera secuencia, el mismo donde muere y resucita Neo, se llama, precisamente,
«Heart».

10
Elegido; ella se ha enamorado de Neo, él es el Elegido, luego no puede morir sin antes
cumplir su destino…
6

El descubrimiento de la libertad

En la obra de Calderón la contraposición sueño-realidad tiene un doble


significado. Hace referencia, por una parte, a la dualidad monte-palacio: «lo que hay de
hombres a fieras, / hay desde un monte a palacio» (vv. 1434-1435). En la prisión del
monte Segismundo es «un esqueleto vivo… un animado muerto» (vv. 201-202), porque,
careciendo de libertad, vive por debajo de su dignidad de hombre. En general, todo ser
humano es «un compuesto de hombre y fiera» (v. 1547); de la educación y de la
conducta moral personal dependerá que cada cual desarrolle cabalmente su humanidad
o no.

Segismundo, trasladado dos veces de la torre en el monte a palacio, consciente,


pues, de la dualidad de mundos en que se mueve, se enfrenta a la necesidad de elegir su
vida. Unas veces se inclina por el disfrute del momento presente mediante la
satisfacción de los deseos:

«sepamos aprovechar
este rato que nos toca,
pues sólo se goza en ella
lo que entre sueños se goza.»10

«Esto es sueño, y pues lo es, / soñemos dichas agora, / que después serán
pesares» (vv. 2964-2966). Es la opción por la animalidad. Puesto que no sabemos si
soñamos, ni si algún día despertaremos, olvidemos la posibilidad misma de despertar.
Sólo existe el instante presente, así que «atrevámonos a todo» (v. 2372), incluido el
crimen.

Otras veces, Segismundo adopta una actitud más prudente:

«…reprimamos
esta fiera condición,
esta furia, esta ambición,
por si alguna vez soñamos.»11

Es el principio expresado por Clotaldo: «aun en sueños / no se pierde el hacer


bien» (vv. 2146-2147); el mismo Segismundo repite la idea: «quiero / obrar bien, pues
no se pierde / obrar bien, aun entre sueños» (vv. 2399-2401);

«a reinar, fortuna, vamos;

10 vv. 2954-2957.
11 vv. 2148-2151.

11
no me despiertes si duermo,
y si es verdad, no me duermas.
Mas sea verdad o sueño,
obrar bien es lo que importa;
si fuere verdad, por serlo;
si no, por ganar amigos
para cuando despertemos»12.

Esta opción por la prudencia tiene también un sentido trascendente. La elección


de una conducta moral conforme a la dignidad personal del hombre nos remite a la
segunda significación de la dualidad sueño-realidad, significación que hace referencia a
la conexión entre vida temporal y vida eterna:

«…si sé
que es el gusto llama hermosa,
que la convierte en ceniza
cualquier viento que sopla,
acudamos a lo eterno.»13

«Si es sueño, si es vanagloria, / ¿quién, por vanagloria humana, / pierde una


divina gloria?» (vv. 2969-2971). Esta perspectiva de la eternidad hace descubrir a
Segismundo una nueva dimensión de la libertad. Inicialmente la libertad aparece como
mera capacidad de movimiento, que es lo que el prisionero echa en falta, de manera que
hasta un arroyo le parece libre. Después la libertad es poder hacer lo que a uno le
apetezca: «Nada me parece justo / en siendo contra mi gusto» (vv. 1417-1418).
Finalmente, Segismundo descubre que la expresión superior de la libertad es el dominio
de sí mismo, la libertad moral:

«pues que ya vencer aguarda


mi valor grandes vitorias,
hoy ha de ser la más alta
vencerme a mí…»14

Sólo así cabe decir que es uno mismo quien controla su vida, contra la opinión
de Mouse (el creador de la rubia del vestido rojo en el simulador de Matrix), quien
sostiene que «negar nuestros impulsos es negar justo lo que nos hace humanos».

12 vv. 2420-2427.
13 vv. 2978-2982.
14 vv. 3255-3258.

12
7

Identidad y origen de la persona

La primera condición para poder vivir de conformidad con la dignidad de la


persona es saber uno quién es. «Decir que sueño es engaño, / bien sé que despierto
estoy. / ¿Yo Segismundo no soy?» (vv. 1236-1238). Se puede hacer una interpretación
psicológica, en el sentido de que la unidad de la conciencia de sí mismo nos posibilita
distinguir el sueño de la vigilia; «no sueño, pues toco y creo / lo que he sido y lo que
soy» (vv. 1534-1535). Al final es el testimonio de Rosaura (su memoria de todo lo
ocurrido) el que despierta definitivamente a Segismundo situándolo en la realidad (vv.
2930-2934).

Pero también se puede hacer una interpretación más antropológica, por así decir,
e incluso metafísica y espiritual, pues para Calderón uno sabe quién es si conoce su
origen, de quién procede, si sabe de quién es hijo, lo que a su vez señala un destino en la
vida15. Como dice Andrenio en El Criticón: «-Yo… ni sé quién soy, ni quién me ha
dado el ser, ni para qué me lo dio.» También Andrenio ha crecido sin libertad (en una
cueva de la que no puede salir), criado por fieras; «pero, llegando a cierto término de
crecer y de vivir, me salteó de repente un tan extraordinario ímpetu de conocimiento, un
tan grande golpe de luz y de advertencia, que revolviendo sobre mí començé a
reconocerme haziendo una y otra reflexión sobre mi propio ser: ¿Qué es esto, dezía, soy
o no soy? Pero, pues vivo, pues conozco y advierto, ser tengo. Mas, si soy, ¿quién soy
yo?, ¿quién me ha dado este ser y para qué me lo ha dado?»16

La raíz del estado de indignidad en que se encuentran tanto Segismundo como


Rosaura es justamente el desconocimiento de su cuna por el injusto abandono de sus
respectivos padres. Cuando el príncipe arroja al criado por el balcón, Basilio se presenta
por primera vez ante su hijo y le recrimina su brutal comportamiento; pero Segismundo
le contesta en el mismo tono recriminatorio:

«que un padre que contra mí


tanto rigor sabe usar,
que con condición ingrata
de su lado me desvía,
como a una fiera me cría,
y como a un monstruo me trata
y mi muerte solicita,
de poca importancia fue
que los brazos no me dé,
cuando el ser de hombre me quita»17.

15
Neo lleva el destino escrito en su nombre, Thomas Anderson; en efecto, Anderson significa «el hijo de
Andrés», esto es -según la etimología griega-, el «hijo del hombre» (el Mesías de los judíos).
16
Baltasar Gracián, El Criticón, Cátedra, Madrid 1980, pp. 70 y 71. La primera parte de esta obra se
publicó en 1651; el Discurso del método en 1637 y La vida es sueño en 1636.
17 vv. 1476-1487.

13
Para calmarle a Basilio sólo le ocurre aportar una dosis de escepticismo:

«Y aunque sepas ya quién eres,


y desengañado estés,
y aunque en un lugar te ves
donde a todos te prefieres,
mira bien lo que te advierto,
que seas humilde y blando,
porque quizá estés soñando,
aunque ves que estás despierto»18.

Lo cierto es que Basilio no está en condiciones de exigir grandes cosas a su hijo.


Al no haber sido criado de acuerdo con la verdad de su origen, Segismundo se ha visto
injustamente privado de su «ser de hombre» (v.1487); de ahí que no reconozca la
paternidad de Basilio, cuyo deber de padre era, justamente, haber educado al hijo en
palacio, conforme a su dignidad. Si al hijo le corresponde por ley natural lo que es del
padre, «pedirte cuentas puedo / del tiempo que me has quitado / libertad, vida y honor»
(vv. 1514-1516).

Ascenso hacia el sol

Las relaciones de Matrix con la alegoría de la caverna de Platón resultan más


patentes a través de sus conexiones con La vida es sueño y, sobre todo, con El Criticón
(en sus tres primeros capítulos o «crisis»). Lo virtual y lo real están en la misma
relación que sueño y vigilia, sombra y luz, ilusión y verdad. Para la reflexión filosófica
se trata de una relación análoga a la que existe entre lo sensible y lo inteligible, así como
entre lo animal y lo humano.

«-Y a continuación –seguí-, compara con la siguiente escena el estado en que,


con respecto a la educación o a la falta de ella, se halla nuestra naturaleza»: así
comienza el Libro VII de La República (514a). En la caverna se encuentra el hombre sin
educación, que toma por real lo que percibe sensorialmente (las sombras); su situación
es como la de un prisionero (como Segismundo y como Neo) que vive vida meramente
animal (Andrenio es criado por fieras hasta que sale de la cueva). Salir de la caverna es,
por consiguiente, una liberación (República 515c) y un ascenso hacia la luz de la verdad
(de la torre en el monte a palacio, de la animalidad a la humanidad, de la prisión mental
de Matrix al mundo real). Este ascenso es presentado por Platón como un recorrido
arduo, hasta el punto que el prisionero, una vez liberado de sus cadenas, tiene que ser
obligado, forzado a subir por la escarpada cuesta que conduce a la luz (República 515e).

18 vv. 1524-1531.

14
Esta dificultad del ejercicio de la racionalidad y de la tarea educativa que precisa está
también reflejado en la labor que Morfeo y sus compañeros tienen que realizar con Neo,
aunque en última instancia el encuentro con la verdad es estrictamente personal; por
eso, en dos ocasiones diferentes, Morfeo advierte a Neo: «yo sólo puedo mostrarte la
puerta, tú tienes que atravesarla».

«-Y por último, creo yo, sería el sol, pero no sus imágenes reflejadas en las
aguas ni en otro lugar ajeno a él, sino el propio sol en su propio dominio y tal cual es en
sí mismo, lo que él estaría en condiciones de mirar y contemplar» (República 516b).
Fuera de la caverna de la ignorancia, el hombre libre está en condiciones de «afrontar la
contemplación del ser, e incluso de la parte más brillante del ser, que es aquello a lo que
llamamos bien» (República 518c).

«-Es el sol –ponderó Critilo- la criatura que más ostentosamente retrata la


magestuosa grandeza del Criador. Llámase sol porque en su presencia todas las demás
lumbreras se retiran: él solo campea. Está en medio de los celestes orbes como en su
centro, coraçón del lucimiento y manantial perenne de la luz; es indefectible, siempre el
mismo; único en la belleza, él haze que se vean todas las cosas y no permite ser visto,
celando su decoro y recatando su decencia; influye y concurre con las demás causas a
dar el ser a todas las cosas, hasta el hombre mismo; es afectadamente comunicativo de
su luz y de su alegría, esparciéndose por todas partes y penetrando hasta las mismas
entrañas de la tierra; todo lo baña, alegra, ilustra, fecunda y influye; es igual, pues nace
para todos, a nadie ha menester de sí abaxo, y todos le reconocen dependencias; él es, al
fin, criatura de ostentación, el más luciente espejo en quien las divinas grandezas se
representan.
-Todo el día –dixo Andrenio (refiriéndose al día que pudo salir de su cueva
sombría)- empleé en él, contemplándole ya en sí, ya en los reflexos de las aguas,
olvidado de mí mismo» (El Criticón, pp. 78-79). Este sol inteligible, esta idea de bien
«tiene por fuerza que verla quien quiera proceder sabiamente en su vida privada o
pública» (República 517c).

También las explícitas referencias bíblicas de Matrix dan pie para presentar la
relación entre el mundo natural y el mundo sobrenatural en analogía con la serie de
binomios a los que nos referíamos anteriormente. Evidentemente esto tiene especial
relevancia para un cristiano, puesto que Dios es Padre y, por tanto, si aceptáramos lo
que mantiene Calderón respecto a los personajes de La vida es sueño, lo más radical de
la identidad de un ser humano (y, en consecuencia, lo más decisivo en relación con su
origen y también con su misión en el mundo) es ser «hijo de Sión», de la progenie de
Dios, heredero del Rey.

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