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¿Por qué la filosofía nace en Grecia?

¿Por qué no en Egipto o Mesopotamia que son civilizaciones


mucho más antiguas? Pocos saben que el desarrollo de ese pensamiento racional que lleva a la
crítica de la realidad, la filosofía, nace a consecuencia, entre otras cosas, de la utilización de la
escritura alfabética en Grecia, y aquí explicaremos las razones. Lógicamente hubo muchos otros
factores que hicieron posible esto, como las relaciones comerciales, la formación de la polis griega,
el fenómeno de la colonización y la libertad de las ciudades costeras, e incluso la curiosidad innata
del mismo ser humano. Pero no entraremos en detalle en estos factores. El siguiente trabajo está
centrado en cómo la escritura alfabética llevó consigo el desarrollo de los escritos individuales, de
un sistema de comunicación popularizado, que trajo además no sólo un pensamiento crítico y
racional, sino las primeras legislaciones de Grecia y con ellas la conformación clásica de las
ciudades-estado griegas. Este fenómeno no fue por supuesto homogéneo en todo el territorio
griego y la divulgación de la escritura llevó consigo una lenta progresión en el tiempo.

En la Grecia micénica y hasta el siglo VII a.C. existía un concepto mítico del mundo. Un
pensamiento que, a través de historias fantásticas y llenas de imaginación, intentaba dar sentido a
la existencia humana, dando una explicación del Cosmos, del Universo, y abarcando todos los
aspectos de la vida. Los conocimientos míticos se transmitían mediante la tradición oral, pero
también desde la literatura sagrada que producía el propio Estado, como pasaba también en otras
civilizaciones, como la egipcia. El Egipto faraónico era un mundo cuadriculado, que controlaba
minuciosamente cada información y que transmitía sus creencias míticas a través de sus escribas,
es decir, de una manera vertical, a la sociedad; y este era el sistema que existía también en el
mundo micénico.

Sin embargo, en el 1200 a.C., con la desaparición de los palacios micénicos y de todo su sistema,
conllevó también la desaparición de su escritura. La Grecia continental de los siglos posteriores
había perdido completamente el conocimiento de la escritura silábica lineal B tras la caída de los
palacios micénicos, que habían utilizado un sistema de escritura limitado a la producción de
inventarios y sólo controlado por los escribas, una casta de profesionales. Se dio paso a un mundo
griego sin escritura, un mundo ‹‹oscuro››[1], donde la tradición oral, la tradición mítica, lo sería
todo. Pero la expansión de los fenicios a partir del siglo IX a.C. por el Mediterráneo y las nuevas
relaciones establecidas con comerciantes griegos hizo cambiar el panorama. El préstamo más
importante que recibieron los griegos de sus vecinos fenicios fue el alfabeto. Se trataba de un
alfabeto semítico, que no utilizaba vocales, y que los griegos adaptaron. Así, a mediados del siglo
VIII a.C. ya se encuentran las primeras inscripciones en vasos cerámicos, donde se aprecia el
alfabeto griego.

Este primer paso de adaptación del alfabeto será crucial para el ‹‹nacimiento›› de la filosofía en
Grecia porque, ¿cuál es el primer objetivo de la escritura?; transmitir literalmente la lengua
hablada, ser un reflejo, un espejo de la lengua viva, sin añadir nada. En este sentido, la escritura
alfabética no ofrece resistencia al ser leída, no atrae la atención sobre sus propias grafías, como
ocurre en cambio con los pictogramas chinos, por ejemplo, sino que sólo refleja aquello que se
quiere transmitir, la idea, la información, la razón; es, en definitiva, un instrumento pasivo de la
palabra hablada. Así, pueden establecerse serias diferencias entre los tipos de escrituras
conocidas: las escrituras logo-silábicas, como el sumerio o el jeroglífico egipcio, representan una
palabra de la lengua mediante un pictograma con un significado (que puede ser interpretado de
manera diferente); en segundo lugar, las escrituras silábicas, como las semíticas o incluso el
alfabeto fenicio, siguen sin transmitir literalmente la lengua hablada, y además no usan vocales.
Por ejemplo, una palabra en alfabeto fenicio escrita “gdr”, podía pronunciarse “gadar”, “geder”,
“godor”, “gadir”, etc.; y por último, el más acabado y perfecto, el alfabeto griego.

Esta escritura alfabética se desarrolla en Grecia en un ámbito privado; los comerciantes que
habían tenido contacto con los fenicios adoptaban esa forma de escritura de una manera
personal. Esto hizo que la escritura alfabética no se hiciera propiedad exclusiva de una clase
profesional de escribas ni que el Estado pudiese controlar desde arriba las ideas plasmadas en ella.
El uso del alfabeto griego se extendió rápidamente y ya para la segunda mitad del siglo VII a.C. los
estados griegos habían reconocido oficialmente el valor de la escritura.

Pero este nuevo avance influyó de manera notable en ese ancestral pensamiento mítico,
procedente de la tradición oral, que no podía ser nunca cuestionado ni criticado, ni podía ser
tampoco dialogado. Con la escritura griega la explicación mítica del universo se puso por escrito en
las obras de Homero, la Ilíada y la Odisea, y en la Teogonía de Hesíodo; pero algo no cuadraba,
algo rechinaba en esas explicaciones fantásticas. Incluso hoy en día cualquier información que se
transmita oralmente no puede ser tan cuestionada como una idea reflejada en un papel; la
tradición oral puede versionarse, cobrar sentidos diversos cada vez, o cambiar con el tiempo, pero
algo escrito es algo inmutable, algo que no se puede cambiar y a su vez es algo que puede ser
criticado, que puede ser cuestionado. Lo que había caracterizado a la oralidad mítica era la unidad
del ser, la falta de matices, la falta de contraposición a otros pensamientos, la falta de diálogos, de
discusiones y de análisis. Y lo que permite al fin la escritura es la observación de la lengua y con
ella la autorreflexión de la misma, la crítica, el razonamiento. Esta sería la transición del
pensamiento mítico (mithos) al pensamiento filosófico (logos), escrito y observado. Este nuevo
pensamiento, sin embargo, no será del todo racional en el sentido actual de la palabra, ya que el
mundo griego, a pesar de la escritura y de la filosofía, se hallaría aún inmerso en la concepción de
la providencia. Nunca será una razón como la desarrollada en la Ilustración, pero sí sería crucial
para la evolución de toda la historia posterior de Grecia.

La apoteosis de Homero. Lienzo de 1827. Jean Auguste Dominique Ingres.

La apoteosis de Homero. Lienzo de 1827. Jean Auguste Dominique Ingres. Fuente.

Por supuesto, todo el desarrollo del pensamiento filosófico habrá que contextualizarlo en la
formación de la polis griega, en la que el Estado no es un poder unipersonal, sino un conjunto de
individuos, ‹‹iguales entre sí››[2] y con ‹‹libertad de voz››[3]. Sin ninguna duda, en el plano político
siempre habrá una resistencia voraz a la divulgación de la escritura, que puede entenderse por
parte de la elite como un instrumento peligroso de profanación de la tradición que siempre les
había otorgado a ellos el poder.

Esta transición del pensamiento mítico al filosófico es lo que en la tradición historiográfica se ha


llamado ‹‹el milagro griego››. Se trata, en este sentido, de una civilización que invierte por
completo lo que es tradicional en las sociedades contemporáneas de su tiempo, el pensamiento
mítico, para desarrollar la razón, la crítica, y con ellas la Filosofía.
e suele decir que el inicio de la filosofía radica en el paso del mito al logos, es decir, en el paso de
explicaciones o respuestas tradicionales y arbitrarias a explicaciones lógicas y racionales. Los
griegos protagonistas de este paso o salto fundaron lo que llamamos filosofía; ahora bien, ¿este
paso se diouna vez por todas o, al contrario, constantemente tenemos que repetirlo?

1. La actividad de los primeros que filosofaron

Los mitos son relatos fabulosos que explican o dan respuesta a interrogantes o cuestiones
importantes para los humanos; en segundo lugar, los mitos son relatos que pretenden dar
modelos de actuación. Los mitos se imponen como relatos llenos de autoridad pero sin
justificación; se apela, emotivamente, a que las cosas siempre han sido así. Los mitos griegos, por
ejemplo, explican como se hizo el mundo, como fue creado el primer hombre y la primera mujer,
como se obtuvo el fuego, como apareció el mal en el mundo, qué hay tras la muerte,…; al mismo
tiempo, las actuaciones extraordinarias de los personajes míticos son un ejemplo o pauta a seguir.
Los griegos disponían de gran número de mitos; nosotros, también. Disponemos de mitos que
cumplen tanto la función explicativa como la función ejemplificadora.

[Atena]

En Grecia, en el siglo VI antes de Cristo, unos hombres emprendedores, los primeros filósofos,
empezaron a cuestionarse tanto las explicaciones que daban los mitos como las pautas de
conducta que ofrecían. Eran unos hombres a quien los atraía hacerse preguntas, que notaban
incoherencias en los relatos míticos de su entorno, que constataban relatos diferentes en pueblos
diferentes. Estos hombres, dominados por una plural curiosidad y por una actitud crítica, son los
que protagonizaron lo que se conoce como milagro griego: el paso del mito al logos. Para ellos,
este paso significaba desconfiar de las imaginativas narraciones o explicaciones populares y, con
una mirada nueva, observar y analizar la naturaleza, intentando descubrir en ella las causas de los
acontecimientos; por ello, en vez de hablar de divinidades empezaron a en inventar conceptos.
Con los mitos, el mundo era caótico y arbitrario: nada estaba sometido a leyes naturales fijas; con
la visión racional del mundo, éste deviene ordenado y regido por unas leyes estables y fijas que se
pueden descubrir.

Este paso fundacional de la filosofía, acontecido en Grecia y explicable por una confluencia de
factores, no es algo «natural» y definitivamente adquirido, es un paso que tiene que realizar toda
persona que quiera mantener una actitud despierta e investigadora.

Búho, símbolo de la filosofía

El búho, que ve a oscuras,


es símbolo de la filosofía

Cuando un niño de seis o siete años comienza a descubrir incoherencias y contradicciones en el


encantador mundo de los Reyes Magos, entonces comienza a revivir una experiencia parecido a la
de los primeros filósofos. Aquello que el niño había creído durante toda su vida es ahora asediado
con multitud de preguntas; el proceso de superación de su mito será conflictivo y aleccionador. El
abandono o pérdida del agradable relato de los Reyes Magos y la aceptación de que éstos son los
padres será, probablemente, su primer paso del mito al logos. Si el niño o niña, ya adulto,
mantiene su inquietud original, revivirá nuevos episodios de este paso; niño y niñas se hallan cerca
de la genuina actitud filosófica.

¡Más preguntas de la cuenta!

2. Mitos y logos, ayer

Pandora

El doble mito de Prometeo y Pandora es un mito clásico de ayer que explica el origen de la
humanidad y la aparición del mal al mundo. Prometeo, benefactor de la humanidad, comprueba
que los animales estaban más armónicamente provistos que los hombres —desnudos, descalzos y
desarmados—; a fin de equiparlos mejor robó a Zeus el fuego, recurso que hace posible la
habilidad técnica, y lo dio a los humanos; de este modo, adquirirían las artes útiles a la vida. Pero
Zeus, temiendo que éstos llegaran a ser demasiado fuertes y sabios, se enfureció por el don que
Prometeo les había otorgado y, a cambio, creó un alegre regalo portador de desgracias. El regalo
era Pandora, la primera mujer; a Pandora le fue dada una jarra llena de males, los males que
afligen la vida de los hombres.

Ciertamente, los mitos tienen poder explicativo. Constituyen el inicio de un proceso intelectual.
Prometeo y Pandora pueden simbolizar las dos caras de la situación humana: el bueno y positivo
que todos tenemos y las inevitables contrariedades que nos acompañan. El mito, creado en una
sociedad de creciente machismo, puso en la mujer el origen del mal; obviamente, el progreso
intelectual llevará a cuestionarse esta explicación interesada.

Pero con los mitos y con sus indicaciones —constataban los primeros filósofos— los barcos se
hundían, siendo la navegación insegura. En los mitos clásicos a menudo se expresan, con bellas
palabras, profundas intuiciones; pero incluyen pluralidad de elementos irracionales que los
primeros filósofos querían identificar y separar de su actividad.
La nunca satisfecha curiosidad de los primeros filósofos, su constante hacerse preguntas, su
actitud crítica, sus dudas frente a las explicaciones oficiales, etc. condujo a buscar explicaciones o
respuestas argumentadas y abiertas al debate. La propia palabra filosofía, utilizada para designar
la actividad de estos griegos, significaba y significa «afán o anhelo de saber», no posesión de saber
o conocimiento: eran suficientemente conscientes de la dificultad de expresar la última palabra
sobre temas como: ¿qué es el ser humano?, ¿de dónde proviene el mal presente al mundo?, ¿cuál
es el principio o cuál es causa de toda la realidad?

Respuestas abiertas al debate

3. Mitos y logos, hoy

¿Mitos, hoy? Nuestro mundo también nos ofrece relatos míticos, es decir, explicaciones arbitrarias
que quieren imponerse apelando no a las dimensiones intelectuales de la persona, sino sólo a las
dimensiones emotivas. ¿No son relatos míticos, por ejemplo, los spots publicitarios que nos dicen
qué merece la pena, qué se debe hacer, qué es lo que tiene sentido? Si uno no despierta su logos
puede creer que si adquiere este nuevo producto enunciado probará una mágica libertad, una
eterna belleza.

Uno de los mitos frecuentes de nuestra sociedad es el relato que sobre la ciencia nos transmiten
los medios de comunicación: la ciencia aparece como un conocimiento objetivo y definitivo capaz
de liberar los humanos de sus sufrimientos y de abrir las puertas de la felicidad. Ahora bien, quién
conoce la trayectoria de diferentes ramas de la actividad científica sabe suficientemente bien que
no es esta la grandeza de la ciencia; son muchos los científicos conscientes de los límites de la
ciencia, de su provisionalidad, de la imposibilidad de crear una teoría definitiva y de eliminar la
duda. Pero pese a la inseguridad y al espíritu crítico latente en el corazón de la actividad científica,
los medios de comunicación la mitifican contradictoriamente: se proclama que nuestra sociedad
está dominada por la ciencia y, simultáneamente, las noticias] científicas son transmitidas de un
modo nada científico. Si uno no despierta su logos, se mantendrá en la perspectiva mítica de la
ciencia que conviene a diferentes poderes.

Desde la filosofía también podemos hablar de otro mito actual: el mito de la opinión pública. ¿A
qué realidad se hace referencia cuando se habla —y se hace muy a menudo— de opinión pública?
La opinión pública tiende a presentarse como la voz del pueblo, una voz sacralizada y llena de
autoridad. Pero, ¿cómo y quién detecta esta opinión pública mitificada?, ¿por qué se insiste tanto
en ella? En esta cuestión, como en otras parecidas, el paso del mito al logos pasa por descubrir
que la opinión pública es la interesada opinión de aquéllos que tienen poder para hacer pública su
opinión.

Opinión pública

Como ya hemos visto, la actividad de los hombres que por primera vez pasaron de explicaciones
míticas a explicaciones racionales, se ha llamado filosofía o «anhelo de saber»; pero otra palabra
muy significativa podía haberse impuesto: aletheia, que quiere decir «des-cubrir» aquello que está
escondido, «des-velar», «desenmascarar». Unas actividades que realizaron los griegos y que han
realizado, en mayor o menor medida, los filósofos de todos los tiempo.

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