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CAPITULO XXXIX: DEL ACTO JURIDICO EN GENERAL

1210. Teoría de los actos jurídicos

De los hechos jurídicos lícitos y voluntarios en sentido estricto no puede


formularse una teoría general. Su inmensa variedad y la poca afinidad de
muchos hacen imposible la tarea. Lo contrario sucede con
los actos jurídicos que, en la doctrina nacional, corresponden a los llamados en
otros países negocios jurídicos. Ellos ostentan una afinidad más o menos
estrecha que permite someterlos a principios y reglas comunes.

La elaboración de la teoría general de los actos o negocios jurídicos comenzó a


fines del siglo XVIII, pero alcanzó su consolidación a mediados del siglo pasado,
gracias sobre todo a la doctrina de los civilistas y romanistas alemanes. En el
curso del presente siglo también ha hecho notables aportaciones la doctrina
italiana.

Los códigos civiles, en su inmensa mayoría, no consagran en sus preceptos la


teoría de los actos jurídicos, la cual se construye por la doctrina extrayendo los
principios comunes de diversos actos jurídicos, como los contratos y los
testamentos.

1211. Códigos que tratan los actos o negocios jurídicos en forma general y


sistemática

Estos códigos son pocos. Mencionaremos algunos. Por ejemplo, el Código Civil
argentino dedica la Sección Segunda de su Libro II a los "hechos
y actos jurídicos que producen la adquisición, modificación, transferencia o
extinción de los derechos y obligaciones" (arts. 896 a 978). En seguida ha de
citarse el Código Civil alemán de 1900 (párrafos 104 a 185). El Código de
Derecho Canónico promulgado por Juan Pablo II el 25 de enero de 1983 dedica
a los actos jurídicos (actibus juridicis) un título muy breve (artículos 124 a 128).
El Código Civil portugués de 1967, modificado en 1977, por el contrario, se
ocupa de los negocios jurídicos en forma extensa y completa (artículos 217 a
294). En la misma línea está el Código Civil peruano de 1984 (arts. 140 a 232).
Veamos las materias del acto jurídico que regula este último cuerpo
legal:definición, requisitos de validez, formas de la manifestación de voluntad

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(expresa y tácita), cuándo el silencio importa manifestación de voluntad, formas
del acto jurídico, representación, interpretación del acto jurídico, modalidades del
mismo (condición, plazo y cargo o modo), simulación del acto jurídico, fraude
del acto jurídico, vicios de la voluntad, nulidad del acto jurídico y confirmación de
éste.

1212. La teoría de los actos jurídicos en Chile

Nuestro Código Civil, lo mismo que el francés e incluso el moderno italiano de


1942, no consagra ninguna teoría general de los actos jurídicos. La doctrina
chilena, siguiendo los rumbos de la francesa y la italiana, ha construido esta
teoría derivándola de los principios que informan preceptos relativos a los
contratos y, en parte, al acto testamentario. Dentro del Código de Bello tienen
especial importancia en esta materia el título De los actos y declaraciones de
voluntad (nombre amplio que no consigna el Código de Napoleón, como
tampoco varias amplias disposiciones que contiene el nuestro) y el dedicado a la
nulidad y rescisión de los actos y contratos. El primero de los títulos citados -que
en realidad constituye una parte de la teoría general de los actos jurídicos-
comprende los artículos 1445 a 1469, y el segundo los artículos 1681 a 1697.

Nuestro Código Civil no usa la expresión acto jurídico; habla de "acto o


declaración de voluntad" (art. 1445), y de este modo se refiere indudablemente
al acto jurídico. Basta pensar que "para la tesis subjetivista tradicional (que es la
única que pudo considerar don Andrés Bello, teniendo en cuenta las ideas
prevalecientes en su época), los términos negocios (actos) jurídicos y
"declaración de voluntad" señalan conceptos idénticos y al mismo tiempo
intercambiables. Decir negocio (acto) jurídico es lo mismo que decir declaración
de voluntad.Todo negocio (acto) jurídico es, pues, conforme a esa tesis, una
declaración de voluntad y, a la inversa, toda declaración de voluntad es un
negocio (acto) jurídico".

Lo afirmado se corrobora con el uso de la conjunción "o" que emplea el artículo


1445 al decir "para que una persona se obligue a otra por un acto o declaración
de voluntad." La palabra "o" está empleada como conjunción declarativa para
explicar o aclarar el nombre anteriormente enunciado (acto). En este caso,
según los gramáticos, "la conjunción equivale a expresiones como esto es, es
decir, o sea, etc. Manuel Seco, Diccionario de Dudas y Dificultades de la Lengua

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Española, séptima edición, Madrid, 1976, p. 248, 2a columna, Nº 2.2 Podría
creerse que el nombre del título en que está dicho artículo 1445 contradice a
éste y a nuestra conclusión, ya que habla "De los actos y declaraciones de
voluntad": la conjunción "y" enlazaría dos elementos distintos (actos y
declaraciones de voluntad), pero debe recordarse que la conjunción y "también
puede enlazar, dentro de la oración, dos elementos sintácticamente
equivalentes", y aquí la equivalencia es sobre todo conceptual. Por último,
parece lógico pensar que si Bello no hubiera mirado como sinónimos los
conceptos de acto y declaración de voluntad, en vez de hablar de un acto o
declaración de voluntad, habría dicho un acto o "una" declaración de voluntad.

1213. Significados de la palabra "acto"

La doctrina y las leyes dan a la palabra "acto" diversos significados.

a) En un sentido sustancial denota el acto jurídico; en uno formal, cualquier


documento material que consigna un hecho, una actuación o relación que tenga
importancia para los efectos jurídicos. Así, por ejemplo, se habla de donaciones
o legados a título de mejora que aparezcan en una escritura o "en acto posterior
auténtico" (C.C., art.1198). Ejemplo de la palabra acto tomada como negocio
o acto jurídico, lo tenemos al señalar el Código Civil los requisitos "para que una
persona se obligue a otra por un acto o declaración de voluntad" (art. 1445).

b) A veces, la palabra acto no se emplea en su sentido genérico que abraza a


los actos unilaterales y los bilaterales, sino en un sentido restringido,
comprensivo sólo de los actos jurídicos unilaterales, es decir, los que se forman
con la declaración de una sola parte. El sentido restringido es indudable en las
disposiciones que mencionan separadamente el acto y el contrato. Ejemplos: "se
entiende por causa el motivo que induce al acto o contrato" (C.C., art. 1467,
inciso 2º): "los actos o contratos que la ley declara inválidos no dejarán de serlo
por las cláusulas que en ellos se introduzcan y en que se renuncie la acción de
nulidad" (art. 1469).

En algún caso específico se ha debatido si, para ese caso, la


palabra actos comprende sólo a los unilaterales o también a los bilaterales.
Cuando se estudie la Teoría General de las Obligaciones se verá justo el
problema en la norma según la cual son obligaciones naturales "las que

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proceden de actos a que faltan las solemnidades que la ley exige para que
produzcan efectos civiles" (C.C., art. 1470, Nº 3º).

1213-a. Autonomía privada y acto jurídico

Por autonomía privada o de la voluntad se entiende el poder que el


ordenamiento jurídico reconoce a los particulares de regular por sí sus intereses
o, como prefieren decir otros, sus relaciones jurídicas con los demás sujetos.

Este poder se actúa mediante el acto jurídico que, conforme a una de sus


definiciones más sencillas, es la declaración de voluntad de una o más partes
dirigida a obtener un fin o efecto práctico, reconocido y protegido por el derecho
objetivo.

Entre nosotros el principio de la autonomía de la voluntad está reconocido en


varias disposiciones legales.La principal es la que consagra la libertad de
contratar, consecuencia del principio de la autonomía privada, llegando a darle al
contrato, respecto de las partes, una fuerza obligatoria como la de la ley (C.
Civil, artículo 1545).

El principio de la autonomía de la voluntad se extiende tanto al fondo como a la


forma de los actos jurídicos. Las partes, siempre que respeten las leyes, el orden
público y las buenas costumbres, pueden establecer las cláusulas que les plazca
en sus actos o contratos. Lo mismo reza en cuanto a la forma de expresar su
voluntad: pueden elegir la forma escrita, oral o cualquiera otra, salvo que la ley
imponga una determinada. Hoy la ley tiende a exigir cada vez menos el
formulismo, tan caro a los romanos, y si para ciertos actos el legislador prescribe
formalidades, es para precaver a las partes de ligerezas o para resguardar
derechos de terceros.

1214. Límites de la autonomía privada. El contrato dirigido

El poder de los particulares de regular por sí los propios intereses o las


relaciones jurídicas que entablan con otras personas tiene sus naturales
limitaciones que, en términos generales, están constituidas por las buenas
costumbres y las leyes imperativas, o sea, aquellas que en sus comportamientos
o relaciones necesariamente deben cumplir; no pueden descartarlas,

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modificarlas ni sustituirlas por otras.

Las leyes imperativas que marcan límites al ejercicio de la autonomía privada o


de la voluntad tienen por objeto evitar que los intereses de los particulares se
contrapongan a los de la sociedad toda; que terceros puedan ser perjudicados, y
aun miran a la conveniencia de los propios autores de un acto jurídico para que
expresen una voluntad sana, libre y meditada.A estos objetivos tienden las leyes
imperativas que establecen las condiciones de validez de los actos jurídicos.

Específicamente, el principio de la libertad de contratación, es decir, el de que


los particulares pueden celebrar los contratos que quieran, acordando las
cláusulas o condiciones que estimen convenientes, tiene una fuerte limitación
cuando los poderes públicos, en aras de los superiores intereses de la
colectividad, imponen determinadas restricciones. Estas alcanzan su nivel
máximo en el llamado contrato dirigido, esto es, el contrato reglamentado y
fiscalizado, por los poderes públicos en su formación, ejecución y duración. Las
causas que originan este contrato son múltiples; las principales estriban en la
necesidad de defender a los más débiles y de orientar la economía en
determinado sentido. Como se comprenderá, la intervención de los poderes
públicos en los contratos de los particulares puede ser mayor o menor según el
régimen imperante: en uno de marcada tendencia socialista habrá más contratos
dirigidos que en uno liberal. Pero, aunque sea en mínimo grado, siempre habrá
algunos contratos dirigidos, porque de lo contrario el abuso del más poderoso en
el plano contractual tendría carta blanca. El contrato de trabajo es un ejemplo de
contrato dirigido en mayor o menor escala. Otros contratos dirigidos son los de
seguro. Los ejemplos pueden multiplicarse y varían según las circunstancias de
cada país. Si, por ejemplo, en un período hay gran escasez de habitaciones, el
legislador tiende a regular el monto máximo de las rentas de arrendamiento y las
causales de desahucio, etc.

Resumiendo: En la mayoría de los países de hoy la regla general es la libertad


de los particulares para celebrar contratos. Continúa reinando el viejo adagio
según el cual "en derecho privado puede hacerse todo lo que la ley no prohíbe".

Bibliografía

Artemio Llanos M., El principio de la autonomía de la voluntad y sus limitaciones,

5
Memoria, Concepción, 1944.

A.Alessandri R., "El contrato dirigido", estudio publicado en la Revista de


Derecho y Jurisprudencia, t. 38, 1a parte, sec. Derecho, pp. 5 a 14.

B. Hojman P., Autonomía de la voluntad y libertad contractual, Memoria de


Licenciado, Santiago, 1945.
Apuntes profesor Arturo Alessanndri y Manuel Somarriva

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