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DE LA COMPRAVENTA
Y
DE LA PROMESA DE VENTA
TOMO I
Volumen 2
CORTE SUPREMA
16223
7t 1 \l 2_ C- <f
BIBLIOTECA
EDITORIAL
JURIDICA
DE CHILE
CAPITULO SEPTIMO
I a GENERALIDADES
587. Estas modalidades o, mejor dicho, las cláusulas que las partes pue-
den agregar al contrato de venta para modificar sus efectos podemos clasi-
ficarlas en dos categorías: las modalidades propiamente tales, como la
condición, el plazo y el modo, y los pactos anexos al contrato de venta.
Unos y otros producen efectos análogos puesto que ambos tienen por ob-
jeto modificar los resultados que aquel debe producir, sea creando obliga-
ciones especiales, sea otorgando derechos también especiales.
Entre las modalidades comunes que pueden afectar al contrato de ven-
ta figuran, a más de la condición suspensiva y resolutoria, del plazo, del
carácter alternativo de las obligaciones que de ella nacen, que señala el
artículo 1807, el modo y el carácter facultativo de esas obligaciones, por-
que no debe olvidarse que la enumeración que hace ese artículo no es
taxativa, ya que las partes son enteramente libres para modificar los efec-
1
Tomo I, núm. 58, pág. 70.
467
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
tos del contrato en la forma que mejor les plazca con tal que esas estipula-
i iones no sean contrarias a la ley, al orden público, a la moral, ni a las
buenas costumbres.
Los pactos que pueden insertarse en el contrato de venta con el objeto
de darle ciertos efectos especiales son varios y muy diversos. Pero entre
ellos hay algunos que se estipulan con más frecuencia, por lo que el mis-
mo Código los ha reglamentado expresamente. Otros no están reglamen-
tados por él y quedan, por lo tanto, comprendidos en la disposición general
del artículo 1887. Pertenecen a la primera categoría, el pacto comisorio
(arts. 1877 a 1880), el pacto de retroventa (arts. 1881 a 1885) y el pacto de
retracto (art. 1886) conocido generalmente con el nombre de addictio in
diem. No están reglamentados por el Código, el pacto de preferencia, el
pactum displicentiae, la venta con la facultad de reservarse el nombre de la
persona para quien se compra, si bien es cierto que el artículo 517 del
Código de Procedimiento Civil la contempla y varios otros.
Entre las modalidades comunes que pueden afectar al contrato de ven-
ta hay algunas que, aunque son verdaderas condiciones, aparecen con un
carácter especial que requieren un estudio detenido no sólo por los efec-
tos que producen sino también por estar reglamentados en el Código y ser
particulares de este contrato. En este caso se encuentran las ventas al peso
cuenta o medida, las ventas al gusto o prueba, las ventas al ensayo, las
ventas por orden, las ventas sobre muestras, etc. De modo que entre las
modalidades que afectan a la venta las hay de dos clases: las comunes a
todos los contratos y las especiales al contrato de venta. Estudiaremos con
brevedad las primeras ya que los principios que las rigen son los generales
del derecho para examinar en seguida con más o menos detención cada
una de las formas especiales de modalidades que afectan únicamente a
este contrato.
En cuanto a los pactos, dejaremos para después el pacto comisorio y el
de retroventa por tener una reglamentación especial y por ser de una gran
importancia. Aquí se estudiarán los otros pactos que hemos señalado como
no reglamentados por la ley y el de retracto por no tener la importancia
de los dos primeros, aunque el Código le haya dedicado un artículo espe-
cial. Estudiaremos igualmente algunas otras clases especiales de venta que,
aun cuando son de poca frecuencia, vale la pena decir algo sobre ellas.
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DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE VENTA
1
TROPLONG, I, núms. 5 4 a 5 8 , págs. 6 2 a 6 4 ; BAUDRY-LACANTINERIE, De la vente, núm.
142, pág. 142; FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núms. 281 a 283, pág. 824.
2
TROPLONG, I, núms. 59 a 61, págs. 64 a 70; BAUDRY-LACANTINERIE, n ú m . 142, pág. 143;
FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núms. 296 a 299, pág. 825.
3
CLARO SALAS, Elementos de Derecho Civil, tomo I, núm. 99, pág. 56.
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592. El plazo, dice el artículo 1494 del Código Civil, es la época fijada
para el cumplimiento de la obligación. Según el artículo 1807 puede esti-
pularse para la entrega de la cosa o del precio. El efecto que produce en la
obligación es retardar su exigibilidad hasta su vencimiento. Él contrato en
este caso, a diferencia del celebrado bajo condición suspensiva, existe puro
y simple desde el primer momento; eso sí que su cumplimiento está diferi-
do. Llegado el día señalado para su vencimiento se cumplirá la obligación.
F.n caso contrario, podrá exigirse la resolución o el cumplimiento del con-
trato, porque aquí, a más del plazo, hay una condición, cual es que se
resolverá el contrato si una de las partes no cumple su obligación oportu-
namente, condición que se subentiende en todo contrato bilateral. Antes
del vencimiento del plazo no puede exigirse el cumplimiento de la obliga-
ción, salvo en los casos que señala el artículo 1496 del Código Civil.
593. La venta tiene por objeto dos o más cosas alternativas cuando el vende-
dor vende varias cosas de tal manera que la entrega de una de ellas importa la
ejecución del contrato.2 Si A vende a B tres caballos alternativamente, el con-
trato se cumple A entrega a B uno de esos tres caballos. La elección, salvo
1
RAMÍREZ, De las obligaciones (Apuntes de estudio por Francisco de la Carrera), pág. 50.
S
BAL DRY-LACANTINERIE, núm. 143, pág. 144; FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núms. 326
a :íLHi. págs. 826 y 827.
470
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE VENTA
597. ¿Qué se entiende por venta en bloc y qué por venta al peso cuenta o
medida? Esta es una cuestión muy discutida y sobre la cual aún no hay
unidad de opiniones ni entre los tratadistas ni entre las legislaciones. Na-
turalmente que si las cosas se venden en conjunto por un solo precio, no
cabe discusión posible; todos reconocen que la venta es en bloc. La duda
surge cuando es menester contar, pesar o medir lo que se vende.
471
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472
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE VENTA
473
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
I
Tomo 24, núm. 139, pág. 141.
* V, pág. 22.
5
FVZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núms. 340 a 353, págs. 827 y 828.
4
VI. págs. 154 a 160.
5
1, núm. 90, pág. 98.
6
Núms. 120 a 123, págs. 158 a 165.
7
1, núms. 292, pág. 201.
* De la x*ntf, núm. 148, pág. 148.
9
II, núm. 1363, pág. 462.
10
X. núm. 17, págs. 31 y 32.
II
III, núm. 308, pág. 125.
474
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE \TINTA
475
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
Pero esos mismos autores que sostienen tal doctrina olvidan que en
otra parte han expresado que el precio en la compraventa puede ser de-
terminado o determinable y se entiende que es tal cuando las partes se
ligan mutuamente por el modo de determinación que han convenido.
".Así, dice Baudry-Lacantinerie, en lugar de determinar el precio fijando la
cifra misma, las partes pueden designarlo refiriéndose a un hecho que no
depende de la voluntad ni de una ni de otra, con tal que ese hecho procu-
re la determinación precisa".1 ¿La fijación de un precio por cada unidad
no es acaso un hecho que no depende de la voluntad de las partes y que
procura la determinación precisa del precio? La respuesta afirmativa es
evidente. Igual doctrina sustentan, por lo que se hace a la determinación
del precio, Huc 2 y Marcadé. 3 Sin embargo, uno y otro olvidan ese princi-
pio cuando se trata de aplicarlo a un caso concreto. La causa de esa con-
tradicción no es otra sino que para estos autores sólo hay venta en bloc
cuando existe, como dice Marcadé, "unidad de precio y determinación de
objeto". Según esto si se vende todo el trigo de un granero por un precio
que no es global, la venta no es en bloc. Para ellos no es la unidad o
determinación del objeto la que sirve para establecer si la venta es en bloc
sino, a más de eso, la forma como se ha señalado el precio de ese objeto.
El gran argumento que hacen en contra de la doctrina que venimos
sosteniendo se funda en que si la cosa vendida perece totalmente sin cul-
pa del vendedor antes que se pese, cuente o mida no podrá determinarse
el monto de lo adeudado por el comprador desde que se ignoraba el nú-
mero de unidades de que se componía. A esto responde Guillouard di-
ciendo que esa cantidad se determinará por los medios ordinarios de prueba
y agrega que, aunque esa determinación sea difícil, tal dificultad no es
insalvable y no puede impedir la aplicación de los principios teóricos. 4
En conclusión tenemos que para algunos autores, tales como Baudry-
Lacantinerie, Bédarride, Pardessus, Domat, Planiol, Marcadé, Huc, Pothier,
Colmet de Santerre, etc., la venta es al peso, cuenta o medida cuando estas
operaciones son necesarias, sea para determinar la cosa vendida, sea para
determinar el precio de la venta; y es en bloc cuando hay unidad de pre-
cio y cosa determinada. Para otros, como Guillouard, Laurent y Aubry et
Rau la venta es en bloc cuando, siendo determinada la cosa, el precio se
fija o por el conjunto o por la unidad, en cuyo caso el peso, cuenta o
medida de lo que se vende se requiere únicamente para calcular el monto
total del precio; y es al peso, cuenta o medida cuando estas operaciones
son necesarias para determinar la cosa vendida.
¿Cuál de esos criterios adopta nuestro Código? Es lo que trataremos de
resolver al estudiar por separado cada una de estas especies de venta.
598. La venta en bloc llamada por los romanos per aversionem es, como
dice Guillouard, la que tiene por objeto un conjunto de unidades determi-
1
De Li vente, núm. 132, pág. 132.
2
X. núm. 36. pág. 58.
m . pág. 85.
4
I. núm. 30, pág. 46.
476
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE VENTA
1
S e n t e n c i a 1.928, pág. 117, Gaceta 1888, t o m o II ( c o n s i d e r a n d o 9).
2 Sentencia 1.632, pág. 1209, Gaceta 1895, tomo I.
477
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
Tomo 15, núm. 99, pág. 242.
478
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE VENTA
primer momento. Sin embargo, esa frase fue consignada porque la ley com-
prendió que todo el trigo de un granero podía venderse por un precio alzado o
por un precio fijado por unidad de medida. De ahí que para alejar toda duda
dijo que, una vez determinada la cosa y fijado el precio o el modo de determi-
narlo, el contrato se perfecciona, siendo indiferente para esto que se haya reali-
zado o no el peso, la cuenta o la medida. Cuando la ley dice "que se haya ajustado
el precio" manifiesta que las partes convengan en su monto o en la manera de
determinarlo, entre las que figura la de pesar, contar o medir la cosa que se
vende, ya que el artículo 1808 había dicho que el precio podía determinarse
por cualesquiera medios o indicaciones que lo fijen.
Se comprende también que si el Código hubiera querido que el peso,
cuenta o medida de la cosa sirviera para perfeccionar el contrato no ha-
bría dicho que los riesgos o deterioros eran de cargo del comprador antes
de esa operación. En un caso semejante, habría sido ésta la que habría
venido a precisar el momento de la formación del contrato. La ley, en
cambio, no ha atendido a este hecho para determinar el momento de su
formación sino a aquel en que hay convenio sobre la cosa y sobre el pre-
cio, ya que desde entonces pone los riesgos a cargo del comprador; y como
sabemos ese es u n o de los efectos que produce el contrato de venta cuan-
do se perfecciona. De ello se infiere que según este inciso cuando se ven-
de todo el trigo de un granero, cualquiera que sea la forma en que se haya
convenido el precio, el contrato queda perfecto desde ese instante, sin
necesidad de pesarlo, contarlo ni medirlo.
La jurisprudencia se pronuncia en el mismo sentido y ha declarado que
es venta en bloc aquella en que el precio se fija por conjunto o por unidad
siempre que la cosa vendida esté determinada y que, en consecuencia, se
perfecciona desde la fecha de su celebración aunque no se haya pesado,
contado o medido lo que se vende.
La Corte de Apelaciones de Valparaíso dice:
"l g Que el documento de fs. 1 reconocido por las partes que figuran en este
juicio, acredita la compraventa convenida entre don Cipriano Guevara y d o n Ma-
nuel Jesús Zamora, por la cual el primero vendió al segundo toda la chicha de su
cosecha en el año 1893 calculada en novecientos cincuenta arrobas próximamente
y contenida en doce tinajas y nueve toneles, todos reconocidos y probados por el
comprador, quien se comprometió por su parte a extraer la especie del lugar en
que se encontraba, en épocas y cantidades determinadas, y a pagar como precio la
suma de seis pesos por cada arroba, debiendo entregar el valor correspondiente en el
m o m e n t o de la extracción de cada partida; 2 a Que las diversas cláusulas de este
contrato, refiriéndose a una especie de las que se venden a medida, la señalan de
m o d o que no puede confundirse con otra porción de la misma cosa, por lo cual y
por haberse ajustado el precio de cada medida como base del precio total, debe reputarse
perfecto dicho contrato desde la fecha de su celebración y de cuenta del comprador la pérdida,
deterioro o mejora de la especie comprada"?
La Corte de Apelaciones de Concepción, a su vez, ha dicho:
"Que cuando se vende una cosa de las que suelen venderse a peso, cuenta o
medida, pero señalada de m o d o que no pueda confundirse con otra porción de la
1
Sentencia 1.632, pág. 1209, Gaceta 1895, tomo I.
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DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
misma cosa, cosa como ser todo el trigo contenido en un granero o la parte de
trigo que corresponde al vendedor en una sementera determinada, como el caso
concreto que contempla la escritura de fs. 1, la pérdida, deterioro o mejora perte-
nece al comprador desde que se ajustó el precio, aunque dicha cosa no se haya
pesado, contado o medido". 1
Dijimos más arriba que la venta en bloc equivalía a una venta de
cuerpo cierto. Nuestro Código confirma esa aseveración, pues exige
que la cosa esté señalada de modo que no pueda confundirse con otra
porción de la misma cosa. Esto se debe a que es requisito esencial para
que la venta sea en bloc que la cosa vendida esté, ante todo, bien deter-
minada.
Debe tenerse presente, sin embargo, que no es menester para que la
venta sea en bloc que se venda el total de una especie señalada; basta que
se vendan ciertos individuos de ella con tal que estén claramente indivi-
dualizados de manera que no pueda confundírseles con otros, como si se
venden los cinco sacos de trigo que tengo en mi casa en tal parte. Aunque
en ese ejemplo, no es todo el trigo el que se vende, la cosa vendida está
designada en forma tal que no puede confundirse con otra porción de la
misma.
599. Cabe averiguar si en el caso del inciso primero del artículo 1821
el contrato se perfecciona antes de pesarse, contarse o medirse la cosa
vendida para todos sus efectos o sólo en cuanto a los riesgos. Creemos
lo primero. Que los riesgos pertenezcan al comprador no es sino la
consecuencia de la perfección del contrato, pues aquí tiene por objeto
un cuerpo cierto que, como sabemos, perece para el acreedor desde
que se contrae la obligación. Si la cosa perece para el comprador es
evidente que la obligación se contrajo y el contrato que le dio origen
ha tenido que nacer. Corrobora esta opinión la circunstancia que el
precepto que analizamos figure en el párrafo que trata "De los efectos
inmediatos del contrato de venta", lo que manifiesta que las disposiciones
que en él se consignan tienen por objeto señalar los efectos que el
contrato de venta produce en los diversos casos que p u e d e n presentar-
se una vez que queda perfecto. Como entre esos efectos figuran los
riesgos que corre la cosa vendida, riesgos que afectan al comprador o
al vendedor según sea que se haya o no perfeccionado aquél, como
dice el artículo 1820, resulta que si pertenecen al comprador es porque
el contrato se perfeccionó puesto que sólo entonces la compraventa
produce el efecto de imponerlos a su cargo.
Aun hay más. Nuestro Código se inspiró en esta materia en el dere-
cho francés que en este caso habla de los riesgos ú n i c a m e n t e sin
aludir a los demás efectos del contrato. Pero todos los autores están
de a c u e r d o , y así se dijo en la discusión del Código de Napoleón,
que con la referencia a los riesgos de la cosa vendida se q u e r í a signi-
1
Sentencia 1.928, pág. 117, Gaceta 1888, tomo II.
480
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE VENTA
600. Estando perfecto el contrato de venta una vez que las partes han
convenido en la cosa y en el precio, aunque aquella no se haya pesado,
contado ni medido, nacen para ambas las obligaciones respectivas y todos
los riesgos, deterioros y mejoras de la cosa son de cargo del comprador.
Por eso, si ésta perece totalmente sin culpa del vendedor se extingue su
obligación, pero el comprador debe pagar el precio. Su determinación en
tal evento se hará por los medios de prueba ordinarios con los que se
acreditará la cantidad de mercaderías que eran materia del contrato. Una
vez determinada esa cantidad se calculará el precio. 2 Si la cosa perece par-
cialmente esta pérdida también es para el comprador. Se entiende que la
pérdida o deterioro que sufre el comprador es la que proviene del caso
fortuito. De lo contrario, queda a cargo del vendedor. Las Cortes de Ape-
laciones de Concepción 3 y de Valparaíso4 han resuelto igualmente que cuan-
do lo que se vende es todo el trigo de un granero o toda la chicha de una
bodega, sea que el precio se fije por el conjunto o por cada unidad de
medida, la pérdida o deterioro pertenece al comprador, aunque la cosa
vendida no haya sido pesada, contada ni medida.
602. Puesto que la disposición del inciso primero del artículo 1821 del
Código Civil sólo interesa a los contratantes y suple su silencio para el caso
que nada dispongan sobre los riesgos, es claro que pueden modificarla
como mejor les plazca y estipular que en esa venta los riesgos sean para el
comprador una vez que se pesen, cuenten o midan las cosas que se venden.
Esta cláusula sería una ley para ellos, que deben acatarla lisa y llanamente y
1
BAUDRY-LACANTINERIE, De la vente, núm. 1 5 0 , pág. 1 5 0 ; AUBRY ET RAU, V, pág. 2 3 , nota
4 3 ; GUILLOUARD, I, núm. 3 0 , págs. 4 3 a 4 6 ; LAURENT, tomo 2 4 , núm. 1 3 9 , págs. 1 4 1 a 1 4 6 ;
FUZIER-HERMAN, tomo 3 6 , Vente, núms. 3 4 0 y 3 4 1 , pág. 8 2 7 , RLCCI, 1 5 , núm. 1 0 0 , pág. 2 4 3 ;
MARCADÉ, V I , p á g . 1 5 0 .
2
RlCCI, 1 5 , n ú m . 1 0 0 , p á g . 2 4 4 ; GUILLOUARD, I , n ú m . 3 0 , p á g . 4 6 .
3
Sentencia 1.928, pág. 117, Gaceta 1888, tomo II (considerando 9).
4
Sentencia 1.632, pág. 1209, Gaceta 1895, tomo I (considerando 2).
481
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
querría decir que convirtieron en venta al peso, cuenta o medida lo que era
una venta en bloc.
603. Fuera de las dos especies de venta en bloc ya señaladas hay otras dos más
y son las siguientes: 1) cuando lo que se vende por un precio fijado por cada
unidad no es un conjunto sino una cuota o parte alícuota del mismo; y
2) cuando, vendiéndose un conjunto por un precio alzado, se alude a la
cantidad de las cosas vendidas.
Fjemplo del primer caso es la venta de la tercera parte del trigo conte-
nido en tal granero; la mitad del vino contenido en mi bodega; y del se-
gundo, la venta de mi cuba de vino que contiene cien decalitros en dos
mil pesos; de mi rebaño de cien cabezas en tres mil pesos; de una cosecha
de vino que comprende novecientos cincuenta arrobas en mil pesos, etc.
604. En la primera clase de venta, sea que el precio se fije por el total o por
unidad, el contrato versa sobre una cosa determinada, porque siendo deter-
minado el total debe serlo una cuota o parte alícuota del mismo. Esta venta
ser perfecciona sobre la parte vendida cuando hay acuerdo en la cosa y en
el precio. Si la cosa de donde se sacará lo vendido perece en su totalidad
antes de pesarse, contarse o medirse lo que se vende, la pérdida es para el
comprador por lo que se refiere a la parte vendida, y para el vendedor por
la que no se ha vendido. En los ejemplos propuestos, la tercera parte del
trigo y la mitad del vino perecerían para el comprador, y los dos tercios del
trigo y la otra mitad del vino para el vendedor. Si la pérdida es parcial la
soportarán proporcionalmente ambas partes.1 La Corte de Apelaciones de
Concepción ha declarado igualmente que en una venta de esa naturaleza,
como lo es la de todo el trigo que puede corresponder al vendedor en una
sementera determinada, la pérdida es para el comprador, aunque la cosa no
se luna pesado, contado o medido. 2 Ricci confirma esta opinión diciendo.
"Para que la compraventa se repute como hecha por tanto alzado, no es
necesario que se vendan todas las mercaderías que se contienen en un lugar
determinado, pues es suficiente que una parte proporcional o una cuota
determinada de la misma sea vendida. Si te vendo, por ejemplo, la mitad o
la tercera parte del grano que tengo en mi granero, tú sabes ya cuál es el
grano que te he vendido y puedes considerarte de repente el propietario de
la parte enajenada. Además, si la venta de todo el grano de mi granero se
hizo teniendo por objeto una cosa cierta y determinada, no puede dejar de
ser, del mismo modo, venta de cosa cierta y determinada, aquella que tiene
por objeto la mitad, la tercera parte, etc., de la cantidad entera; porque
dada la terminación de la cosa en su totalidad son determinadas también las
panes singulares que la compongan". 3
1
GUILLOUARD, I, núms. 3 1 y 32, pág. 64; MARCADÉ, V I , pág. 156; BAUDRY-LACANTINE-
R1E. núm. 1 5 3 , pág. 1 5 4 .
- Sentencia 1928, pág. 117, Gaceta 1888, tomo II (considerando 9).
Tomo 15, núm. 99, pág. 243.
482
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE VENTA
1
Sentencia 1.632, pág. 1209, Gaceta 1895, tomo I.
2
BAUDRY-LACANTINERIE, n ú m . 1 5 3 , p á g . 1 5 5 ; POTHIER, III, n ú m . 3 0 9 , p á g . 1 2 6 ; MARCA-
DÉ, V I , pág. 1 5 6 ; FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núm. 344, pág. 8 2 7 ; TROPLONG, I, núm.
92, pág. 1 0 3 .
483
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
607. Conviene precisar si esa operación del peso, cuenta o medida es una
condición suspensiva a la cual el contrato subordina su existencia o un
requisito esencial para que éste exista. Para resolver esta cuestión se re-
quiere precisar otra antes, y es la de saber si el contrato existe para todos
sus efectos desde que la cosa se pesa, se cuenta o se mide o si existe para
algunos únicamente. En otras palabras, es menester saber desde cuando
hay vínculo contractual entre las partes, si desde que convienen en el con-
trato o si desde que las cosas vendidas se pesan, cuentan o miden.
Nuestro Código Civil, a semejanza del francés, consigna disposiciones
que resuelven la cuestión.
Ante todo, en el inciso 2 e del artículo 1821 define lo que se entiende
por venta al peso, cuenta o medida, estableciendo que "Si de las cosas que
suelen venderse al peso, cuenta o medida, sólo se vende una parte indeterminada,
como diez, fanegas de trigo de las contenidas en cierto granero, la pérdida, deterioro o
mejora no pertenecerá al comprador, sino después de haberse ajustado el precio y
después de haberse pesado, contado o medido dicha parte". Según este artículo
los riesgos y deterioros serán de cargo del comprador cuando existan co-
pulativamente dos requisitos: 1) que se haya ajustado al precio; y 2) que
las cosas vendidas se pesen, cuenten o midan, pues entonces se tendrá el
precio y la cosa objeto del contrato. Si falta uno de esos requisitos la venta
no podrá perfeccionarse por ausencia de uno de los elementos esenciales
para su existencia.
En seguida, el artículo 1822 dispone: "Si avenidos vendedor y comprador
en el precio, señalaren día para el peso, cuenta o medida, y el uno o el otro no
comparecieren en él, será éste obligado a resarcir al otro los perjuicios que de su
negligencia resultaren; y el vendedor o comprador que no faltó a la cita podrá, si le
1
La sentencia 2.402, pág. 1482, Gaceta 1887; tomo II, de la Corte de Apelaciones de
Concepción ha calificado de venta de esta especie la que se refiere a trescientos cincuenta
arrobas de mosto, al precio de trece pesos cada arroba.
- Sentencia 2.404, pág. 1482, Gaceta 1887, tomo II (considerando 2).
484
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE VENTA
608. Para determinar a quién pertenecen los riesgos en las ventas que se
hacen al peso, cuenta o medida, debemos distinguir si la pérdida o dete-
1
LAURENT, 2 4 , n ú m . 1 3 6 , p á g . 1 3 9 ; BAUDRY-LACANTINERIE, n ú m s . 1 5 0 y 1 5 1 , p á g s . 1 5 0
a 1 5 2 ; GUILLOUARD, I, n ú m s . 33 y 3 4 , p á g s . 47 y 4 8 ; AUBRY ET RAU, V, p á g . 2 1 ; TROPLONG, I,
n ú m . 8 2 , p á g . 8 8 ; H U C , X , n ú m . 1 5 , p á g . 2 8 ; MARCADÉ, V I , p á g . 1 5 7 ; FUZIER-HERMAN, t o m o
3 6 , Vente, n ú m s . 3 5 4 a 4 1 2 , p á g s . 8 2 8 a 8 3 1 ; RlCCI, 1 5 , n ú m . 9 9 , p á g . 2 4 1 .
485
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
De la vente, núm. 149, pág. 148.
- Tomo 24, núm. 139, pág. 143.
486
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE VENTA
1
I, núm. 33, pág. 47.
2
X , núm. 16, pág. 30.
487
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
X. núm. 16, pág. 31.
488
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE VENTA
confirma con la frase final del artículo 1821 que dice: "Y de haberse pesado,
contado o medido dicha parte" lo que manifiesta en forma evidente el espíritu
del legislador relativo a que los riesgos pertenecen al comprador sólo una
vez que se pese, cuente o mida la parte que se vende. Si la cosa perece
totalmente antes de esa operación la pérdida afecta al vendedor, quien, a
su vez, se libera de su obligación por el caso fortuito; pero el comprador
tampoco está obligado a pagar el precio, aunque teóricamente debiera
estarlo dentro de los principios de nuestro Código, pues el inciso 2 9 del
artículo 1821 dispone lo contrario.
Esta solución es conforme en todas sus partes con la doctrina romana,
según la cual la pérdida total de la cosa antes del peso, cuenta o medida
era del vendedor. 1 La ley 24, título V de la Partida V esclarece aún más el
espíritu de la disposición que analizamos en orden a que la pérdida total
que sobreviene antes del peso, cuenta o medida pertenece al vendedor sin
que el comprador esté obligado a pagar el precio. Dice en la parte perti-
nente: "E si tales cosas como estas se vendiessen por peso, o por medida e
se perdiessen, o se empeorassen, antes que fuessen pesadas, o medidas;
estonce seria el peligro del vendedor, no del comprador, magüer fuessen
ambos avenidos en el precio". De aquí se tomó el artículo 1821.
En vista de lo expuesto creemos que no podría sostenerse que en nues-
tro Código es cuestión de interpretación la referente a saber a quién per-
tenece la pérdida total acaecida antes del peso, cuenta o medida. Si así
quisiera hacerse se falsearía el espíritu de la ley y su tenor literal que es
clarísimo. Para determinar quien debe soportar esta pérdida no debe aten-
derse a si las partes han creado o no un genus limitatum, sino únicamente a
este hecho: ¿se realizó o no el peso, la cuenta o la medida? Si se realizó, la
pérdida total es del comprador, pues el contrato quedó perfeccionado bajo
todos sus aspectos; si no se ha realizado, la pérdida total es del vendedor,
según los términos del inciso 2 S del artículo 1821.
612. Para saber a quien pertenecen los riesgos si las cosas perecen antes
de pesarse, contarse o medirse, pero después del día señalado para efec-
tuar esta operación, que no se verificó, debemos distinguir si no se llevó a
cabo por culpa del comprador o sin su culpa. En este último caso la pérdi-
da es del vendedor, ya que el comprador no responde del caso fortuito, o
bien la culpa pudo haber sido del vendedor y como es dueño de la cosa, la
pérdida tiene que afectarle.
489
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
616. Una vez que las cosas hayan sido pesadas, contadas o medidas el ries-
go es para el comprador aunque no las haya recibido, pues desde ese
momento es acreedor de cuerpo cierto. El inciso 2 a del artículo 1821 lo
dispone así expresamente.
490
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE VENTA
ción de la misma cosa, sea que el precio se fije por el conjunto o a tanto
la unidad de peso, cuenta o medida, la venta es en bloc; si se vende una
parte indeterminada de la cosa, cualquiera que sea la forma en que se
fije el precio, la venta es al peso, cuenta o medida. En la primera, el
contrato se perfecciona en todos sus aspectos y los riesgos son para el
comprador cuando las partes convienen en la cosa y en el precio, aun-
que no se haya realizado el peso, cuenta o medida. En la segunda, el
contrato también se perfecciona en el momento del acuerdo de la cosa y
en el precio, eso sí que su definitivo perfeccionamiento depende de la
condición suspensiva de que las cosas se pesen, cuenten o midan; sólo
u n a vez cumplida ésta, el contrato produce plenos efectos y los riesgos
son para el comprador, ya que antes de eso pertenecen al vendedor. Tie-
ne, pues, capital importancia precisar cuando la cosa está determinada e
insistimos en esto porque los ejemplos que señala el artículo 1821 pue-
den inducir a error.
Cuando lo vendido es todo el trigo de un granero no hay duda alguna,
como tampoco la hay si se venden diez fanegas del trigo contenido en
cierto granero, porque el Código resuelve el caso. Pero la duda puede
surgir si se venden cinco sacos de trigo que tengo guardados en la última
pieza de mi casa o que tengo en la bodega de A, pues no se vende ni toda
la cosa ni una parte indeterminada de la misma. Creemos, sin embargo,
que la cuestión es clara y que en este caso la venta es en bloc, porque la
cosa está determinada e individualizada de modo que no puede confun-
dirse con otra porción de la misma y, por lo tanto, el peso, cuenta o medi-
da que se haga de los sacos no servirá para determinar la cosa sino el
precio. Si el Código se ha referido a todo el trigo de un granero ha sido
por vía de ejemplo y no con el objeto de significar que solamente cuando
se vende toda clase la venta es en bloc, pues esto no sólo importaría un
absurdo ya que lo vendido sería una parte específica del género, sino tam-
bién porque lo que ha querido demostrar es que cuando se vende una
cosa determinada que no puede confundirse con otra porción de la mis-
ma cosa, como por ejemplo todo el trigo de un granero, la venta queda perfecta
en el acto.
La regla es, pues, sencillísima: ¿es necesario pesar, contar o medir las
cosas para determinarlas? La venta es al peso, cuenta o medida. En cam-
bio, si las cosas están determinadas, aunque lo que se vende no sea la
totalidad, de manera que no es necesario pesarlas, contarlas o medirlas la
venta es en bloc.
Algunos ejemplos aclararán más aún la dificultad. Te vendo los cien
sacos de trigo que tengo en la estación a veinte pesos el quintal. Esta es
una venta en bloc, porque aunque no se vende todo el trigo de la cosecha,
se vende una cosa señalada de modo que no puede confundirse con otra
porción de la misma cosa, ya que lo vendido son esos cien sacos claramen-
te individualizados.
Por el contrario si te vendo cien quintales de trigo de los que tengo
ensacados en la estación, la venta es al peso, pues el trigo no está determi-
nado; se sabrá qué parte es la vendida cuando se pese, desde que no es
491
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
todo el trigo que tengo en la estación el que te vendí sino una parte de él
ascendente o cien quintales.
Otro ejemplo: te vendo los diez caballos blancos que tengo en mi fun-
do a cien pesos cada uno, o bien el lote de caballos blancos que tengo en
el potrero tal de mi fundo por la suma de mil pesos o a cien pesos cada
caballo. La venta es en bloc, porque los caballos están determinados e
individualizados.
Pero si te vendo un lote de veinte caballos de los que tengo en mi
fundo a cien pesos cada uno, la venta es la cuenta pues mientras los caba-
llos no se cuenten, no se conocerán cuáles son los vendidos.
Del mismo modo, si te vendo los tres metros de paño negro de tal marca
que tengo en el cajón de la mesa de mi almacén, la venta es en bloc, aun
cuando no haya más paño de esa marca en el almacén; la cosa está determi-
nada, porque lo vendido son esos tres metros y no otros. Pero si te vendo
tres metros de paño negro del que tengo en mi almacén, la venta es a la
medida puesto que la cosa se determinará una vez que se mida.
No es menester, como se ve, que se venda el total de la especie que
tiene el comprador para que la venta sea en bloc; basta que se venda una
parte de ella siempre que esté determinada de tal modo que no se pueda
confundir con otra porción de la misma cosa. Si ésta es indeterminada y va
a determinarse por el peso, cuenta o medida, la venta es al peso, cuenta o
medida.
618. Las acciones que las partes contratantes tienen antes de verificar el
peso, la cuenta o la medida de las mercaderías vendidas en las ventas en
bloc como en las que se hacen al peso, cuenta o medida son las que señala
el artículo 1822 que, reducidas a su más simple expresión, consisten en
exigir el cumplimiento o la resolución del contrato.
Dice ese artículo: "Si avenidos vendedor y comprador en el precio, señalaren
día para el peso, cuenta o medida, y el uno u el otro no comparecieren en él, será éste
obligado a resarcir a otro los perjuicios que de su negligencia resultaren; y el vende-
dor o comprador que faltó a la cita podrá, si le conviniere, desistir del contrato".
Esta disposición se aplica cuando la inasistencia del contratante es cul-
pable. De lo contrario no tiene responsabilidad alguna; nadie responde de
la fuerza mayor. Si estaba enfermo o si se cortó un puente y no pudo
llegar, por ejemplo, no tiene ninguna responsabilidad. La apreciación de
si hubo o no culpa en la inasistencia es una cuestión de hecho que corres-
ponde al juez.
Las partes tienen estas acciones, aun antes de pesarse, contarse o me-
dirse la cosa, pues el contrato tiene vida jurídica desde que se ha ajustado
el precio y señalado aquella.
A primera vista pudiera creerse que según el artículo 1822, cualquiera
de las partes tuviera como único derecho el de resolver el contrato en caso
que la otra no comparezca el día señalado para el peso, cuenta o medida, ya
que la ley dice que el que compareció tiene derecho para que el inasistente
le indemnice los peijuicios y para desistirse del contrato; y no dice ni una
palabra sobre si puede llevarlo adelante. Sin embargo, el contratante inasis-
492
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE VENTA
tente tiene derecho, según ese artículo, para exigir el cumplimiento del
contrato con indemnización de peijuicios. Por lo que hace a estos no hay
cuestión, pues el Código dispone que el que no compareciere será obligado
a resarcir al otro los peijuicios que de su negligencia resultaren sin distin-
guir si el asistente pide la resolución o el cumplimiento del contrato.
Dijimos que el contratante asistente tiene derecho para pedir su cum-
plimiento, porque según el artículo 1822 tiene la facultad de desistirse o
no de la venta. Dicho artículo dice que "El vendedor o comprador que no faltó
a la cita podrá, si le conviniere, desistir del contrato". La palabra "podrá" indica
la idea de facultad. Es una ley permisiva que deja al contratante en liber-
tad para hacer o no hacer una cosa. Esta aseveración tiene su mayor prue-
ba en la frase que sigue "si le conviniere" con la que se ha querido reforzar
aún más la facultad conferida al contratante asistente para que se desista o
no del contrato, puesto que él decidirá si le conviene o no hacerlo; si le
conviene se desistirá, y si no le conviene no se desistirá.
La ley es facultativa, no imperativa. Deja al contratante en la libertad
de exigir el cumplimiento del contrato en caso que, por no convenirle la
resolución del mismo, no opte por su desistimiento. Se trata aquí de un
contrato bilateral perfecto cuya inejecución da a cada contratante, si el
otro se resiste a su cumplimiento, el derecho de pedir su ejecución o su
resolución, según el artículo 1489 del Código Civil, que se aplica a este
caso desde que no existe ninguna disposición en contrario.
El contratante que no faltó a la cita exigirá el cumplimiento del con-
trato por los medios ordinarios señalados por la ley para este efecto. Si el
contrato no consta de un título ejecutivo será necesario exigir su cumpli-
miento por la vía ordinaria; y si el demandante obtiene en el juicio tendrá
un título ejecutivo para exigir por esa vía la entrega de las mercaderías o
del precio, según los casos. Si para realizar estos actos fuere obligación
previa la de asistir al peso, cuenta o medida, tratándose de una obligación
de hacer, se procederá con arreglo al procedimiento establecido por el
cumplimiento de esta clase de obligaciones.
Debe tenerse presente que las acciones para exigir el cumplimiento o
la resolución del contrato competen a ambas partes. En esta materia nues-
tro Código fue más preciso que el francés que sólo se refirió al compra-
dor; pero los tratadistas han hecho también extensiva esta disposición al
vendedor con lo que se ha salvado el olvido de la ley.1
Por último, cabe preguntarse si el artículo 1822 se refiere a los dos
incisos del artículo 1821 o únicamente al segundo. Como en los casos de
ambos incisos del artículo 1821 será menester pesar, contar o medir las
cosas vendidas, es indudable que ese artículo se refiere a uno y a otro ya
que no distingue a cual se aplica. Si una de las partes no comparece a
practicar el peso, cuenta o medida, la otra podrá pedir la resolución o el
cumplimiento del contrato, pues ello importa la inejecución de las obliga-
ciones nacidas de aquél. Sin embargo, la disposición del artículo 1822 no
1
BAUDRY-LACANTINERIE, n ú m . 151, p á g . 152; GUILLOUARD, I, n ú m . 3 4 , p á g . 4 8 .
493
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
619. Puede ocurrir que las partes no señalen día para que se verifique el
peso, la cuenta o medida de las mercaderías vendidas. El artículo 1822 se
refiere al caso en que las partes, habiendo designado día con ese objeto,
no comparezcan a realizarla; pero nada dice de aquel en que no se haya
señalado día o época para que se efectúe. Esto origina la cuestión de saber
si se aplica o no el artículo 1822 cuando no se ha señalado época con ese
objeto. No creemos que el silencio de la ley al respecto sea óbice para su
aplicación porque a falta de disposición sobre el particular encontramos
en el Código.
Pero hay todavía una razón más poderosa. La ley suple el silencio de
las partes cuando nada han establecido acerca de la época del cumpli-
miento de las obligaciones del contrato, en cuyo caso deben ejecutarse
inmediatamente después de su celebración. En la hipótesis en estudio,
aquellas estarían obligadas a pesar, contar o medir las cosas vendidas, tan
pronto como se celebra la venta; de manera que si así no se hace, a parte
por cuya culpa no haya sido posible tal operación, una vez requerida
judicialmente, quedará constituida en mora. Estando en mora, el contra-
tante asistente puede, de acuerdo con el artículo 1822, exigir el cumpli-
miento o la resolución del contrato. Creemos pues, que la disposición de
1
Obras computas de don Andrés BeUo, tomo XII, pág. 480.
494
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE \TINTA
este artículo es aplicable también aun cuando las partes no hayan señala-
do día para el peso, cuenta o medida, siempre que el contratante infrac-
tor sea constituido en mora previamente.
En el mismo sentido se ha pronunciado la Corte de Apelaciones de
Concepción que estableció que aunque el contrato no señale día para
realizar el peso, la cuenta o la medida de las mercaderías que se venden,
ese día se encuentra implícitamente señalado en el de la entrega y como
ésta debe hacerse inmediatamente después del contrato, es claro que si el
comprador no comparece a realizarla tan pronto como se celebró aquél,
el vendedor está en su derecho para ejercitar los derechos que le confiere
el artículo 1822 del Código Civil.1
Esta sentencia guarda perfecta armonía con los preceptos legales pertinen-
tes, por cuanto no hay motivo alguno que autorice la aplicación de reglas di-
versas en dos casos exactamente análogos como tampoco los hay para crear
excepciones donde la ley no las ha consignado.
El proyecto del señor Bello consultaba el caso en que las partes no
hubieran señalado día con este objeto y disponía, a semejanza de las leyes
de Partidas, que si no se había señalado época para realizar esa operación,
el vendedor debía intimar al comprador a fin que compareciera. Si no
comparecía, podía ejercitar las acciones que señala el actual artículo 1822.
Lo que ocurre hoy día es lo mismo, porque debiendo estar constituido en
mora el contratante rebelde para que el otro pueda ejercitar esos dere-
chos y como no hay mora sin requerimiento previo, en el caso estudiado
resulta que el vendedor, que se allana al cumplimiento del contrato, debe-
rá requerir previamente al comprador con ese objeto. Si no obstante, ese
requerimiento, éste no concurre a practicar dicha operación, procederá el
ejercicio de esos derechos.
620. Siendo los contratos una ley para los contratantes, el peso, cuenta o
medida debe hacerse en el lugar y en el día que señale el contrato. Si las
partes no han fijado día para verificarlo se hará inmediatamente después
de su celebración en virtud de lo dispuesto en el artículo 1826 ya que esta
operación es un antecedente de la entrega. Así lo ha resuelto también la
Corte de Apelaciones de Concepción. 2 En cuanto al lugar donde debe
efectuarse no puede ser otro que aquel en que debe hacerse la entrega, y
como ésta se realizará en el lugar donde se encontraba la cosa al tiempo
de contraerse la obligación, según el artículo 1588, es evidente que allí se
hará el peso, la cuenta o la medida.
1
Sentencia 2.404, pág. 1482, Gaceta 1887, tomo II.
2
Sentencia 2.104, pág. 1482, Gaceta 1887, tomo II.
495
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
señale el juez, sea con la asistencia del contratante que exigió el cumpli-
miento únicamente, sea con la asistencia de éste y de un tercero que re-
presente al rebelde;
2) Cuando una de las partes ha autorizado a la otra para que practique
por sí sola el peso, cuenta o medida, en cuyo caso esa operación produce
todos sus efectos respecto del contratante inasistente, a menos que en ella
haya habido dolo o engaño;
3) Cuando las partes se hacen representar por un mandatario tácita o
expresamente. La Corte de Casación de Francia resolvió que este mandato
tácito existía por el hecho que el comprador enviara un carretonero a
buscar las mercaderías; 1
4) Cuando la operación se practica en conformidad a los usos locales,
aunque alguna de las partes no comparezca. Ese mismo tribunal ha resuel-
to también esta cuestión, estableciendo que "según los usos del comercio
marítimo, las mercaderías entregables sous vergues eran consideradas como
pesadas, contadas o medidas por el solo hecho del embargo sobre el navio
y pertenecían desde entonces al comprador, quien había sido representa-
do por los agentes del navio que las recibieron y que para este efecto
había aceptado tácitamente como sus mandatarios". 2 Esto podría tener lu-
gar entre nosotros si la costumbre de la región fuera que las mercaderías
se pesaran, contaran o midieran al embarcarlas en el ferrocarril o en el
buque; de ser así los empleados de uno y otro serían los representantes
del comprador. De ordinario se procede en esta forma, porque el peso de
las mercaderías debe determinarse exactamente en tales casos para cobrar
el flete. Creemos que una operación practicada en estas condiciones sería
válida y obligaría al comprador.
623. Todo lo que hemos expuesto acerca de las ventas en bloc y sobre las
que se hacen al peso, cuenta o medida se aplica tanto a las ventas civiles
como a las comerciales. No habiendo dispuesto nada al respecto el Código
de Comercio rigen las disposiciones del Código Civil, de acuerdo con los
artículos 2 y 96 de aquel Código.
624. Las diferencias que existen entre las ventas en bloc y las ventas al
peso, cuenta o medida pueden reducirse a tres:
1
BAUDRY-LACANTINERIE, n ú m . 1 5 2 , p á g . 1 5 3 ; GUILLOUARD, I , n ú m . 3 5 , p á g . 4 9 ; AUBRY
ET RAU, V, pág. 22.
!
BAUDRY-LACANTINERIE, n ú m . 1 5 2 , p á g . 1 5 4 .
496
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE VENTA
497
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
ROCRON, II, p á g . 1 6 0 8 .
498
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE VENTA
627. Esta solución debe aceptarse sea que la venta al gusto recaiga sobre
un género o sobre un cuerpo individualizado. Colmet de Santerre sostie-
ne, sin embargo, que si la cosa que se vende a prueba está individualizada,
1
FENET, X I V , p á g . 1 1 4 .
2
III, n ú m . 310, pág. 127.
3
De la vente, núm. 154, pág. 155.
4
V, pág. 9.
5
24, núms. 141 y 142, págs. 146 y 147.
6
III, pág. 65, notas 2 y 3.
7
I, núm. 97, pág. 110.
8
I, núm. 36, pág. 51.
MI, núm. 1361, pág. 462.
10
X, núm. 20, pág. 36.
" 15, núm. 103, pág. 2 5 4 .
12
Sentencia 1858, pág. 831, Gaceta 1873; sentencia 541, pág. 319, Gaceta 1886; senten-
6068, pág. 542, Gaceta 1900, tomo II.
499
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
GUILLOUARD, I , n ú m . 3 6 , p á g . 5 2 ; BAUDRY-LACANTINERIE, n ú m . 1 5 6 , p á g . 1 5 7 .
500
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE VENTA
1
Sentencia 1.858, pág. 831, Gaceta 1873; sentencia 6.068, pág. 542, Gaceta 1900, tomo II.
2
1, núm. 102, pág. 120.
3
BAUDRY-LACANTINERIE, n ú m . 1 5 7 , p á g . 1 5 7 ; AUBRY ET RAU, V, p á g . 1 1 ; GUILLOUARD, I,
n ú m . 4 0 , p á g . 5 6 ; RICCI, 1 5 , n ú m . 1 0 4 , p á g . 2 5 8 ; LAURENT, 2 4 , n ú m . 1 4 1 , p á g . 1 4 6 ; FUZIER-
HERMAN, tomo 36, Vente, núm. 419, pág. 831, Huc, X, núm. 20, pág. 38; BÉDARRIDE, núm.
132, pág. 182.
501
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
puede ocurrir que el vendedor la venda antes que eso ocurra si se encuen-
tre en imposibilidad de entregarla. El comprador puede acreditar que ha
manifestado su voluntad por todos los medios probatorios que establece la
ley. Así, por ejemplo, puede probar con documentos, si hubiera contesta-
do por carta que, habiendo probado el vino y habiéndole agradado, resol-
vía comprarlo; o con testigos que lo hubieran visto cuando lo probó y lo
encontró de su gusto.
¿Y si no ha podido llevar a cabo esa prueba porque el vino había sido
consumido por otro comprador? En tal caso, dice Ricci, "basta con que el
comprador demuestre, al hablar de la calidad del vino, que pudo serle
conocida por otro medio independientemente de la prueba o el ensayo,
por las circunstancias en que se encontraba de necesitar dicho género, o
de otros indicios conducentes al mismo resultado de que él hubiera hecho
su adquisición, para que el vendedor estuviese obligado a resarcirle los
daños y peijuicios producidos por el incumplimiento de la obligación por
él asumida". 1
Inútil creemos hacer ver que si antes de la declaración del comprador
el vendedor enajena esas mercaderías a otras personas, esta venta es válida
ya que todavía no se ha perfeccionado el primer contrato y aunque se
hubiera perfeccionado puede siempre venderlas, eso sí que si no las entre-
ga estará obligado a resarcir los peijuicios del caso.
629. ¿Es necesario que el vendedor tenga conocimiento que la cosa agra-
dó al comprador para que se forme el contrato? Este conocimiento será
necesario en el hecho para que la venta comience a cumplirse, puesto que
para que el vendedor remita al comprador lo vendido será menester que
éste le comunique su aceptación y le solicite el envío. Pero teóricamente la
cuestión es diversa y su solución tiene mucha importancia ya que el con-
trato se perfecciona y los riesgos son para el comprador desde que éste
declara que le agrada la cosa.
Más arriba dijimos que según nuestra legislación el contrato se perfec-
ciona cuando el aceptante declara que acepta la oferta aunque su acepta-
ción no sea conocida del proponente. La obligación del vendedor importa
una verdadera oferta que espera la aceptación del comprador para produ-
cir el vínculo jurídico. Como ella subsiste hasta ese momento resulta que
el consentimiento del comprador, una vez que se produce, se adhiere ipso
facto al del vendedor y nace así la convención. Ese adherimiento se produ-
ce cuando el comprador declara que le agrada la cosa vendida. En ese
instante se forma el contrato aunque el vendedor ignore esa declaración.
Esta doctrina emana de los principios consignados en el Código de Co-
mercio que ya estudiamos y de lo dispuesto en el mismo artículo 1823, que
da como momento de la formación de la venta aquel en que el comprador
declara que le agrada la cosa, sin exigir que esa declaración sea conocida
del vendedor. Basta que el comprador declare que le gusta para que aque-
1
Tomo 15, núm. 104, pág. 258.
502
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE \TINTA
1
Sentencia 1.858, pág. 831, Gaceta 1873.
2
Sentencia 541, pág. 319, Gaceta 1886.
503
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
633. ¿Cuáles son las cosas cuya venta se hace al gusto o, mejor dicho, en
qué caso la venta no se perfecciona sino una vez que el comprador declara
que le agrada la cosa?
504
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE VENTA
634. Hay también cosas que, sin ser de aquellas que es costumbre vender
a prueba, pueden venderse en esta forma. Para que así ocurra es menester
una estipulación expresa de las partes sobre el particular; la presunción
legal sólo favorece aquellas que se venden ordinariamente de ese modo. 5
1
TROPlong, I, n ú m . 9 6 , p á g . 109; BAUDRY-LACANTINERIE, n ú m . 158, p á g . 158; AUBRY
ET RAU, V, pág. 9, nota 13 odies.
2
Sentencia 1.858, pág. 831, Gaceta 1873.
3
Sentencia 541, pág. 319, Gaceta 1886.
4
Sentencia 1.858, pág. 831, Gaceta 1873.
5
BAUDRY-LACANTINERIE, núm. 158, pág. 158; AUBRY ET RAU, V, pág. 9, nota 13 odies.
505
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
La facultad de las partes para vender al gusto cualquiera cosa está concedi-
da por el artículo 1823 que dispone expresamente que si se estipula vender
a prueba no habrá venta en tanto el comprador no declare que le agrada
la cosa, con lo que manifiesta que esta facultad puede derivarse de una
estipulación de los contratantes. La prueba de esa estipulación incumbe al
que la alega y si no logra establecerla, la venta se reputará haberse celebra-
do pura y simplemente. La Corte Suprema declaró que era venta a prue-
ba, por haberlo estipulado las partes, la que un comerciante hizo al
Gobierno de Chile de un transporte para la Armada Nacional, porque aun
cuando la cosa vendida no era de la que se acostumbraba comprar en esa
forma, de las cláusulas del contrato aparecía que éste no se perfeccionaría
mientras el comprador no examinara el buque y declarara que era de su
agrado. 1
635. Finalmente, hay cosas que, siendo de las que se acostumbra vender a
prueba, se venden sin dar esa facultad al comprador, en cuyo caso la venta
se reputa perfecta desde que hay acuerdo en la cosa y en el precio. Para
que esto ocurra se requiere que el comprador renuncie la facultad men-
cionada, renuncia que puede ser expresa o tácita, esto es, inducirse de
hechos que manifiesten la intención de renunciarla. No acreditada esa
renuncia en forma fehaciente, la venta se reputa hecha a prueba, desde
que en tal caso queda en pie la presunción del inciso final del artículo
1823, por tratarse de una cosa que se acostumbra vender al gusto.
1
Sentencia 6.068, pág. 542, Gaceta 1900, tomo II.
* BAUDRY-LACANTINERIE, núms. 160 y 161, págs. 159 y 160; GUILLOUARD, I, núm. 38,
pág. 54; LAURENT. tomo 24, núm. 145, pág. 149; H U C , X, núm. 21, pág. 37, TROPLONG, I,
n ú m . 1 0 0 , p á g . 1 1 3 ; AUBRY E T RAU, V , p á g . 1 0 .
506
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE \TINTA
637. Uno de los casos en que hay renuncia es cuando se conviene com-
prar en atención a la calidad misma de la cosa y no al gusto personal del
comprador. En tal situación éste está obligado a aceptar las mercaderías
aunque no sean de su agrado, siempre que sean sanas y de regular calidad,
porque ha contratado en atención a esa calidad con lo que renunció a la
facultad de probarlas. Si el comprador rehusa su recepción, se nombrarán
peritos para que decidan si son o no de buena calidad. Si lo son tendrá
que aceptarlas forzosamente; en caso contrario, el comprador no tiene
obligación alguna, puesto que está obligado a aceptar mercaderías de bue-
na calidad y no otras. Así, por ejemplo, si voy a un almacén y pido cien
sacos de harina de la corriente de primera clase y los llevo a mi casa, no
podría reclamar después si la harina no fuera de mi agrado, porque la
compré en atención a su calidad y no a mi gusto. Si los peritos deciden
que es de primera clase y de la corriente, estoy obligado a aceptarla; tal
obligación no la tendría, si decidieran que no era de esa clase.
1
AUBRY ET RAU, V, pág. 1 1 , nota 1 6 bis; TROPLONG, I, núm. 99, pág. 111; I-\URENT,
24, núm. 1 4 4 , pág. 1 4 9 .
2 Sentencia 2.495, pág. 1569, Gaceta 1884.
507
DE I-A COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
LAL'RENT, 2 4 , n ú m . 1 4 6 , p á g . 1 5 1 ; GUILLOUARD, I , n ú m . 3 8 , p á g . 5 3 ; BAUDKY-LACAN-
TINERIE, núm. 160; pág. 1 6 0 ; AUBRY ET RAU, V, pág. 10, nota 16.
508
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE VENTA
existe en todas partes y aun entre nosotros; de modo que siempre que se
compra alguna cosa en pequeñas partidas debe presumirse renunciada la
facultad de probarla. Si compro en el despacho, por ejemplo, un medio
litro de vino no se me ocurrirá creer que el contrato se perfeccionará sólo
una vez que lo haya probado. 1 La compra se ha hecho en atención a la
calidad del vino únicamente y no al gusto del comprador, de manera que
este hecho implica la renuncia tácita de su facultad de apreciarlo según su
gusto.
642. Por último, cuando lo que se compra es una mercadería de tipo fijo
y conocido, como si se compra un cajón de botellas de Champagne, se
entiende que la venta queda perfecta en el acto; aquí no es costumbre
probar la mercadería, que se la compra en atención a su naturaleza, cono-
cida de antemano por el comprador. De ahí que podría acreditarse que,
aun cuando el vino es algo que se acostumbra vender a prueba, esa cos-
tumbre en este caso es diversa y de este modo se derogaría la regla del
inciso 2 2 del artículo 1823. Si el comprador se niega a recibir la cosa com-
prada por no ser de su agrado, el vendedor puede pedir que sea reconoci-
da por peritos y si estos la declaran de buena calidad será obligado a
aceptarla. 2
643. Una cuestión muy interesante que se suscita a propósito de esta ven-
ta es la que tiene por objeto averiguar si el comprador que rehúsa las mercade-
rías que le ofrece el vendedor puede exigir que le presente otras. Los autores,
para resolverla, distinguen si el comprador ha renunciado la facultad de pro-
bar la cosa o si no la ha renunciado.
Si el comprador no ha renunciado a esa facultad, si la venta es propia-
mente al gusto, su existencia queda subordinada a su gusto personal. Des-
de que es árbitro para rechazar o no las mercaderías, el vendedor no puede
estar obligado a presentarle otras indefinidamente, puesto que podría re-
husarlas todas. Por otra parte, la venta se ha referido a esas mercaderías y
no a otras. Sobre ellas debe pronunciarse el comprador. Si le agradan hay
contrato; en caso contrario caduca la obligación del vendedor y todo dere-
cho del comprador para exigir su entrega y la de toda otra cosa, ni aunque
sea para probarla. En este sentido se ha pronunciado la Corte de Metz
(Francia) . 3
Pero si la compra se hizo sin subordinarla al gusto personal del com-
prador, sino sobre la base que el vendedor entregaría mercaderías de tal
especie de calidad buena y corriente, de modo que su calidad puede apre-
ciarse por peritos, si el comprador las desecha, tiene derecho para exigirle
al vendedor que le presente otras cuando las ofrecidas no son de la cali-
dad solicitada. Una vez rehusadas las mercaderías ofrecidas por disconfor-
1
Tomo 15, núm. 104, pág. 256.
2
TROPLONG, I , n ú m . 1 0 3 , p á g . 1 2 2 .
3
FUZIER-HERMAN, t o m o 36, Vente, núm. 432, pág. 832.
509
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
644. Respecto del lugar y época en que debe hacerse la prueba de la cosa
se estará a lo que hayan convenido las partes, desde que todo contrato es
una ley para los contratantes. Si nada se ha estipulado al respecto la prue-
ba se hará inmediatamente después de celebrado el contrato, puesto que
entonces debe hacerse la entrega y esta operación es un antecedente para
realizarla. En cuanto al lugar en que debe hacerse, será aquel en que se
verifique la entrega, por la razón expresada. Y como ésta debe realizarse,
según el artículo 1588 del Código Civil, si se trata de un cuerpo cierto, en
el lugar en que se hallaba al tiempo de constituirse la obligación, resulta
que la prueba se hará en el lugar en que se encontraba la cosa vendida al
tiempo del contrato. Si se trata de una cosa in genere, la prueba se verifica-
rá en el domicilio del vendedor, ya que en él debe hacerse la entrega,
según ese artículo.
La prueba puede verificarse antes o después de la entrega. Lo prime-
ro será lo común y lo corriente, pues el hecho de recibir la cosa hace
presumir, en muchos casos, que es del agrado del comprador. Pero pue-
de ocurrir también que la cosa se entregue al comprador y que se le
conceda un plazo para gustarla, en cuyo caso la prueba se realizará des-
pués de la entrega. 2
645. Una vez que el vendedor ponga las mercaderías vendidas a disposi-
ción del comprador para que las guste, éste tiene la obligación de verificar
1
BAUDRY-LACANTINERIE, n ú m . 1 6 3 , p á g . 1 6 1 : GUILLOUARD, I , n ú m . 4 1 , p á g . 5 7 ; FUZIER-
HERMAN. tomo 3 6 , Vente, núms. 4 3 0 y 4 3 1 , pág. 8 3 1 ; BÉDARRIDE, núms. 1 3 3 a 1 3 5 , págs. 1 8 3
a 186.
2
Véase sobre esta materia: BAUDRY-LACANTINERIE, De la vente, núm. 1 6 2 , pág. 1 6 1 ; GUI-
LLOUARD, I , n ú m . 4 0 , p á g . 5 6 ; AUBRY E T RAU, V , p á g . 1 1 ; H U C , X , n ú m . 2 0 , p á g . 3 6 ; LAU-
RENT, tomo 24, núm. 147, pág. 1 5 1 ; FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núms. 427, 428 y 429,
pág. 831.
510
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE VENTA
la prueba dentro del plazo fijado para ese objeto, o inmediatamente des-
pués del contrato, si ninguno se ha señalado.
Si el comprador no hace esa prueba en la época estipulada, caduca la
obligación del vendedor; ese hecho importa el desistimiento del contrato
por parte del primero, puesto que es facultativo para él llevarlo o no ade-
lante y así como puede no encontrar la cosa de su agrado, puede manifes-
tar ese desagrado omitiendo la prueba. El vendedor no puede obligarlo
coactivamente a que la realice desde que antes que la verifique no contrae
obligación alguna; no existiendo obligación no puede pretender ninguna
acción en su contra. Si pudiera obligar al comprador a que realice la prue-
ba, éste podría decirle que ya la hizo y que no encontró la cosa de su
gusto, aunque no fuera efectivo. El vendedor no podría entrar a probar la
falsedad de esa aseveración, porque si consintió en vender al gusto, debe
sufrir todas las consecuencias inherentes a una estipulación de esta espe-
cie, entre las cuales figura la existencia del contrato subordinada única y
exclusivamente a la voluntad del comprador.
Si éste realiza la prueba después de la época señalada para ese efecto,
el vendedor puede negarse a cumplir el contrato, aunque el comprador
encuentre la cosa de su agrado. La oferta del vendedor es a plazo fijo.
Vencido éste caduca su propuesta; lógico es que no pueda ser obligado a
llevar a cabo un contrato para cuya celebración ya había retirado su con-
sentimiento. De ahí que si el vendedor vende la mercadería a otra perso-
na, u n a vez vencido el plazo señalado para la p r u e b a , no tiene
responsabilidad alguna para con el comprador.
Cuando no se ha fijado plazo para la prueba de la cosa el comprador
no incurre en mora de realizarla sino después de ser requerido judicial-
mente; de manera que si requerido en esa forma no la verifica, por ese
solo hecho caduca la oferta del vendedor y se reputa que el comprador ha
rehusado las mercaderías sin que aquél pueda obligarle coactivamente a
que la realice.
El contrato caduca si el comprador no realiza oportunamente la prue-
ba, porque esta venta se perfecciona cuando éste declara que la cosa le
agrada y como la voluntad no se presume, sino que debe manifestarse en
forma fehaciente, el silencio del comprador al respecto no puede inter-
pretarse en el sentido de que acepta la cosa sino como un rechazo de la
misma. 1
646. Desde que este contrato queda sujeto a la voluntad del comprador a
quien el vendedor no puede obligar a que se verifique la prueba de la cosa
resulta que si aquel no la realiza oportunamente, el vendedor no puede
pedir su resolución. La venta se perfecciona una vez que el comprador
declara que la cosa le gusta, lo que aún no ha ocurrido. Luego no hay
contrato y no habiéndolo no puede ejercitarse una acción que, como la
1
FUZIER-HERMAN, t o m o 3 6 , Vente, n ú m s . 4 2 5 y 4 2 6 , p á g . 8 3 1 ; TROPLONG, I, n ú m . 101,
p á g . 118; BÉDARRIDE, n ú m . 136, p á g . 186.
511
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
512
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE \TINTA
1
Explicaciones de Código Civil tomadas en clase de don Leopoldo Urrutia, pág. 249.
513
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
650. ¿El comprador en esta venta apreciará la cosa según su gusto perso-
nal o según el gusto general, es decir, puede rehusar la cosa si no es de su
agrado, aunque sea aceptable y de calidad sana y regular?
Para resolver esta cuestión debemos hacer un distingo acerca de la
fuente de donde arranca el comprador la facultad de gustar la cosa. Si la
venta es a prueba por haberlo estipulado las partes, la apreciará según su
gusto personal. Si es a prueba, porque recae sobre una cosa que es cos-
tumbre vender en esa forma, no podrá rehusarla, alegando que no es de
su agrado personal, si fuere sana y de regular calidad; en tal caso la cosa
debe apreciarse según el gusto general.
Esta distinción fluye de los propios términos de los artículos 131 y 132
del Código de Comercio. Aquel dice que cuando el comprador se reserva
expresamente la facultad de probar la cosa, la compra se entiende verifica-
da bajo la condición suspensiva potestativa durante el término de tres días. En
cambio, el artículo 132 al hablar de las ventas a prueba de cosas que es costum-
bre vender en esa forma no habla ya de condición potestativa, sino de condi-
ción suspensiva de si la cosa fuere sana y de regular calidad. Hay, pues, entre
ambos preceptos una diferencia esencial en cuanto a los efectos que produce la
reserva de la prueba y que no puede pasar inadvertida para quien estudie
atentamente esas disposiciones.
Condición potestativa es, según el artículo 1477 del Código Civil, la
que depende de la voluntad del que se obliga. Que una cosa dependa de
la voluntad del que se obliga quiere decir que sea arbitrario para él ejecu-
tarla o no. Tratándose de una venta a prueba, el gusto, que es la condición
potestativa, dependerá de su voluntad; él será soberano para decidir si la
cosa le agrada o no, ya que la voluntad consiste precisamente en hacer lo
que se le antoje. Cuando ese artículo dice que esta venta se reputa hecha
bajo una condición suspensiva potestativa, quiere significar que la perfec-
ción definitiva del contrato queda subordinada a la voluntad caprichosa y
arbitraria del comprador, que se manifestará por el agrado o desagrado
que la cosa le produce. Su voluntad no tiene cortapisas de ningún género.
Si rehúsa la cosa porque no le gusta, el vendedor no puede obligarlo a que
la reciba alegando que es sana y de regular calidad, puesto que esta venta
queda subordinada al gusto exclusivo del comprador. En buenas cuentas,
en la venta al gusto mercantil por convenio de las partes, se atiende al
gusto personal del comprador y no al gusto general.
514
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE \TINTA
515
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
654. Como se dijo los riesgos de pérdida y deterioro de la cosa que se vende a
prueba son para el vendedor en tanto el comprador no declara que le agrada.
Desde ese momento son de cargo del comprador, según el número 2 2 del
artículo 143 del Código de Comercio. Como ese artículo nada dispone acer-
ca del contratante a quien corresponde la mejora que en ella sobrevenga,
desde que esta venta es condicional deben aplicarse las reglas establecidas
para tales ventas, según las cuales esa mejora pertenece al comprador desde
que se perfecciona el contrato, aunque no se haya realizado la condición,
516
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE VENTA
517
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
Sentencia 1.858, pág. 831, Gaceta 1873.
- Sentencia 6.068, pág. 542, Gaceta 1900, tomo II.
3
Sentencia 2.932, pág. 1758, Gaceta 1885.
518
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE \TINTA
519
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
agrada. En tal situación, las partes nombrarán peritos para que decidan
acerca de si la cosa está o no ejecutada debidamente y si presta o no la
utilidad para el objeto a que se la destina. En la afirmativa el comprador
debe aceptarla; en la negativa tiene lugar lo dispuesto en los incisos 2 a y 3 a
del artículo 2002.
Sin embargo, no siempre que el comprador rechace la cosa se nombra-
rán peritos, aunque así ocurrirá de ordinario. Puede suceder que las par-
tes al contratar hayan a t e n d i d o ú n i c a m e n t e al gusto personal del
comprador. De ser así, éste es árbitro para aceptar o no la obra y en caso
de rechazarla no podría el artífice pretender que se reconociera por peri-
tos. En la duda de si se atendió o no al gusto personal del comprador, se
recurrirá al peritaje, ya que esta es la regla general y aquella la excepción.
Puede presumirse que la confección de la obra se ha hecho al gusto perso-
nal del que la encargó cuando se trata de una cosa, como la ropa, por
ejemplo, en que ese gusto es el elemento primordial del contrato. No es
justo obligarlo a que acepte una cosa que pugna con su gusto y con sus
condiciones artísticas, desde que será él quien la usará y, por consiguiente,
nadie mejor que él podrá apreciar si le agrada o no.
De acuerdo con lo expuesto, podemos sentar tres reglas sobre el par-
ticular:
1) A falta de estipulación expresa sobre si la cosa debe ser al gusto
personal del comprador o estando dudosa esa intención, siempre que no
se trate de una cosa en que ese gusto es decisivo en el contrato, se aplica la
regla del artículo 2002, esto es, en caso de discusión entre las partes se
nombrarán peritos para que decidan si la obra está o no bien ejecutada;
2) Si hay estipulación expresa sobre el particular, se estará a lo que
decida el comprador, que será árbitro para rechazar o aceptar libremente
la obra;
3) Si se trata de una cosa en que el gusto personal del comprador es
decisivo, haya o no estipulación al respecto, debe estarse a lo que resuelva el
comprador, a menos que se estipule lo contrario.
La diferencia entre esta venta y la que se hace a prueba consiste,
pues, en que en ésta se atiende, por lo general, al gusto personal del
comprador, y por excepción se recurre al peritaje si aquél rechaza la
cosa; en tanto que en la venta de una obra material la regla general es
que la cosa debe aceptarla el comprador siempre que sea útil para el
objeto a que se la destina y esté bien ejecutada, en cuyo caso, si la recha-
za, se resolverá la discusión por medio de peritos; si estos la encuentran
ejecutada conforme a las instrucciones del que ordenó su confección
debe aceptarla, aunque no sea de su agrado personal. Sólo excepcional-
mente, se atiende al gusto personal del comprador, lo que ocurre en los
casos ya señalados.
Veamos algunos ejemplos de los tres casos que pueden presentarse:
1) A encarga a B la confección de una máquina trilladora. B propor-
ciona los materiales. Construida aquella, A la rechaza alegando que no le
gusta, en cuyo caso se nombran peritos y si estos deciden que la cosa está
bien ejecutada y en situación de utilizarse, A debe aceptarla;
520
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE VENTA
2) Pero si esas mismas partes han convenido en que A sea árbitro para
apreciarla a su antojo y la rechaza, no podrán nombrarse peritos. Esta
cláusula debe estar claramente estipulada, pues en caso de duda, como se
trata aquí de una cosa en la cual el gusto personal del comprador no es
decisivo, se nombrarían peritos;
3) En cambio, si se encarga a un sastre la confección de un terno de
ropa, o a un artista la confección de una estatua, es indudable que aunque
no se estipule que la cosa queda al agrado del comprador, éste será árbitro
para aceptarla o no, ya que se trata de aquellas en que el gusto personal es
el único que puede decidir. Si el comprador rechaza la estatua o el terno
alegando que no le agrada, el vendedor, sea el artista o el sastre, no podrá
exigir el nombramiento de peritos ni tampoco que aquél lleve adelante el
contrato. En general, en todas esas cosas que son de arte, de lujo o de uso
personal es el gusto personal el que decide sin ulterior recurso y solamen-
te se nombrarán peritos si así lo convinieren las partes.
Donde la cuestión puede ser dudosa es en la construcción de una casa.
Si a encarga a B la construcción de un edificio cuyos materiales proporcio-
na a éste y A declara que la casa no le agrada y no le sirve, si nada han
estipulado las partes, creemos que se nombrarán peritos; pero si se ha
convenido en que el comprador decida sin ulterior recurso no habrá con-
trato si éste no la aprueba. Si el punto es oscuro, como si apareciere que se
estipuló esta cláusula y como que no se estipuló, o sea, cuando el espíritu
de los contratantes no es claro, nos parece que también se nombrarán
peritos, porque en la duda debe aplicarse el precepto de la ley, más aún si
se atiende a que aquí no se trata de una cosa en que el gusto personal sea
decisivo.
4a VENTA AL ENSAYO
521
DE LA COMPRAVENTA Y DE IA PROMESA DE VENTA
1
Véase sobre la venta al ensayo: AUBRY ET RAU, V, pág. 12; BAUDRY-LACANTINERIE,
núms. 164 a 171, págs. 162 a 167; BÉDARRIDE, núms. 155 a 169, págs. 207 a 220; Huc, X,
núm. 23, págs. 39 y 40; LAURENT, 24, núms. 148 a 150, págs. 152 y 153; POTHIER, III, núms.
264 a 266, pág. 108; RlCCI, 15, núm. 105, págs. 259 a 262; MARCADÉ, VI, págs. 160 a 163;
PLANIOL, II, n ú m . 1360, pág. 461; TROPLONG, I, n ú m s . 105 a 113, págs. 127 a 135; GUI-
LLOUARD, I, núms. 4 2 a 4 6 , págs. 5 9 a 6 1 ; FUZIER-HERMAN, tomo 3 6 , Vente, núms. 4 3 4 a
450, págs. 832; MANRESA, X, págs. 75 a 79.
2
III, núm. 264, pág. 108.
3
El artículo 1858 del Código francés y el 1453 del Código italiano dicen: "La venta
hecha al ensayo se presume siempre celebrada bajo condición suspensiva".
522
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE \T_NTA
661. Acerca de las diferencias que existen entre las ventas al gusto y las
ventas al ensayo hay discusión entre los autores. Estudiaremos todas las
cosas que estos señalan para concluir determinando cuáles son, a nuestro
juicio, las únicas que verdaderamente existen.
La primera diferencia que entre ambas ventas se nota, según Baudry-
Lacantinerie y Ricci, es que en la venta al gusto la facultad de gustar la cosa
proviene de la naturaleza misma de lo que se vende; esta facultad la tiene el
comprador por tratarse de una cosa que es costumbre vender en esa forma;
en tanto que para que la venta sea al ensayo es menester que haya una
estipulación expresa de las partes en este sentido de modo que según ellos,
es la voluntad de los contratantes la única que puede crear una venta al
ensayo.2 Mucho respeto pueden ofrecernos estas ilustradas opiniones, pero
creemos que en esta ocasión se han apartado de la verdadera doctrina. Para
estos autores la venta al ensayo no puede tener lugar sino en virtud de un
convenio entre las partes, sin que pueda entenderse realizada en esa forma
la venta de aquellas cosas que es costumbre ensayar antes de comprar; mien-
tras que la venta al gusto emana del hecho de referirse a cosas que se acos-
tumbra vender al gusto y no de la voluntad de aquellas. Vimos que la venta
al gusto podía emanar de la naturaleza de la cosa, lo que ocurre cuando se
vende una cosa que es costumbre gustar, o del convenio de las partes. Igual-
mente, la venta al ensayo puede nacer de esas dos fuentes: o de la voluntad
de las partes o de la naturaleza de la cosa vendida. Hay algunas cosas que no
se compran sin ensayarlas antes, siendo este ensayo una costumbre acepta-
da; así sucede con la ropa, con las máquinas, etc. La Corte de París declaró
que la venta de un terno de ropa hecho sobre medida constituye una venta
al ensayo que se presume celebrada bajo condición suspensiva, cualquiera
que sea la forma como se cobre el precio; y el vendedor no puede, en conse-
cuencia, ni oponerse a que se haga el ensayo, ni negarse a recibir el terno y
a restituir el precio cuando, el comprador declara, después del ensayo que
es impropio para el uso al cual está destinado. 3 En la venta de estas cosas
que es costumbre vender al ensayo, éste se presume sin necesidad de estipu-
lación de las partes.4
La opinión de Baudry-Lacantinerie y de Ricci sólo es aceptable en cuan-
to en la mayoría de los casos el ensayo proviene de una estipulación, a la
inversa de lo que ocurre con la venta al gusto; y por excepción deriva de la
naturaleza de la cosa.
1
GUILLOUARD, I , n ú m . 4 3 , p á g . 5 9 ; LAURENT, 2 4 , n ú m . 1 4 9 , p á g . 1 5 3 ; BAI ORY-LACAN-
TINERIE, n ú m . 1 6 6 , p á g . 1 6 4 ; TROPLONG, I , n ú m . 1 0 7 , p á g . 1 2 8 ; MARCADÉ, V I , p á g . 1 6 2 .
- R i c c i , 15, n ú m . 1 0 5 , p á g . 2 6 0 ; BAUDRY-LACANTINERIE, n ú m . 1 6 4 , p á g . 1 6 2 .
3
FuziER-I IERMAN, tomo 36, Vente, núms. 436 y 437, pág. 832.
4
GUILLOUARD, I , n ú m . 4 4 , p á g . 6 0 ; H u c , X , n ú m . 2 3 , p á g . 3 9 .
523
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
524
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE \T_NTA
1
GUILLOUARD, I , n ú m . 4 2 , p á g . 5 8 ; BAUDRY-LACANTINERIE, n ú m . 1 6 8 , p á g . 1 6 4 ; TRO-
PLONG, I , n ú m . 1 0 8 , p á g . 1 2 9 ; AUBRYET RAU, V , p á g . 1 2 .
525
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
Finalmente, hay una cuarta diferencia que los autores no señalan si bien
puede verse en Pothier. Es la que emana de la naturaleza misma de las
cosas, o sea, de la clase de cosas que se venden. Si la cosa es para el consu-
mo, la venta es al gusto, si es de aquellas que no pueden apreciarse gustán-
dolas, sino examinándolas, la venta es al ensayo. Esta es la regla general
desde que las partes pueden hacer venta al ensayo lo que es al gusto y vice-
versa, o hacerlas puras y simples. Decimos que Pothier comprendió esta
diferencia porque al hablar de la venta al ensayo dice: "En las ventas de
cosas cuya calidad no se puede conocer bien sino por el ensayo que de ellas
se haga tales como un caballo, un reloj, etc.";1 y al hablar de las ventas al
gusto agrega: "Hay ciertas cosas que se venden con cargo de gustarlas, como
el vino, el aceite, etc.".2 El insigne autor nos hace comprender con esto que
no es lo mismo ensayar que gustar. Ya hemos hablado detenidamente sobre
el particular para volver a ocuparnos de este punto. Bástenos decir que se
gustan los alimentos y las cosas de consumo que pueden apreciarse por el
paladar; y se ensayan o examinan todas las demás.
En conclusión, hay dos verdaderas diferencias entre las ventas al gusto
y las ventas al ensayo y son: 1) las primeras existen cuando el comprador
declara que la cosa le agrada; las segundas son condicionales y existen
desde el convenio de las partes, sin necesidad de realizar el ensayo que no
es sino una condición suspensiva que afecta al contrato; y 2) las ventas al
gusto se refieren a cosa que se gustan con el paladar; las ventas al ensayo a
todas las demás que requieren un examen, un funcionamiento o un uso
previo para cerciorarse de sus cualidades.
Las diferencias que se hacen consistir en que la venta al ensayo se hace
siempre en atención a que la cosa reúna las calidades necesarias para que
sirva al objeto a que está destinada, de modo que el vendedor puede pro-
vocar un peritaje si el comprador se niega a recibirla, y en que la venta al
ensayo es tal en virtud de la estipulación de las partes, no son propiamente
diferencias, porque hay ventas al ensayo que quedan al arbitrio o al gusto
personal del comprador y otras en que el ensayo se presume por tratarse
de cosa que es costumbre vender en esta forma. Tanto en uno como en
otro caso se trata de cuestiones de hecho y de casos concretos y especiales
que no constituyen una regla general.
1
III, núm. 264, pág. 108.
- III, núm. 310, pág. 126.
526
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE \T_NTA
664. Si las partes han señalado el lugar en que debe hacerse el ensayo y la
época dentro de la cual debe verificarse, se cumplirá su voluntad. Si nada
han dicho se verificará en el lugar en que la cosa se encuentre al tiempo
de perfeccionarse el contrato, porque se trata de un cuerpo cierto. Si no
se ha fijado plazo, se hará inmediatamente después que el comprador sea
requerido al efecto por el vendedor.
1
H U C , X, núm. 32, pág. 40.
2
FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núm. 444, pág. 832.
3
BAUDRY-I-\CANTINERIE, n ú m . 1 6 7 , p á g . 1 6 5 .
527
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
667. Ha sido una cuestión muy discutida entre los tratadistas franceses la
relativa a saber si muerto el comprador la obligación y el derecho de ensa-
yar la cosa pasan a sus herederos. Hoy está resuelta en sentido afirmativo.
Puesto que el ensayo se puede hacer por un tercero y se trata de un dere-
cho y obligación incorporados al patrimonio del comprador no hay duda
que se transmite a sus herederos, quienes pueden realizarlo. Si se niegan a
ello, el vendedor tiene en su contra las mismas acciones que tenía contra
el comprador. 3 Además, es una regla de derecho que todo contrato se
entiende celebrado para sí y para sus herederos; de modo que también los
afecta, quienes quedan, por lo tanto, obligados a su cumplimiento.
1
FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núms. 447 y 448, pág. 832; TROPLONG, I, núm. 109,
p á g . 1 3 1 ; GUILLOUARD, I , n ú m . 4 5 , p á g . 6 0 ; BAUDRY-LACANTINERIE, n ú m . 1 6 9 , p á g . 1 6 6 ; LAU-
RENT, 2 4 , n ú m . 1 4 8 , p á g . 1 5 2 ; A U B R Y E T RAU, V , p á g . 1 2 .
S
BAUDRY-LACANTINERIE, n ú m . 1 7 0 , p á g . 1 6 7 .
5
BAUDRY-LACANTINERIE, n ú m . 1 7 1 , p á g . 1 6 7 ; GUILLOUARD, I , n ú m . 4 6 , p á g . 6 1 ; H u c , X ,
núm. 23, pág. 40; TROPLONG, I , núm. 112, pág. 133; FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núm.
pág. 832.
450.
528
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE \*ENTA
sólo por su especie, y que el vendedor debe remitir al comprador, implica de parte de éste
la facultad de resolver el contrato, si la cosa no fuere sana y de regular calidad. Siendo
la cosa designada a la vez por su especie y calidad, el comprador tendrá también la
facultad de resolver el contrato si la cosa no fuere de la calidad estipulada. Habiendo
desacuerdo entre las partes en los dos casos propuestos se ordenará que la cosa sea
reconocida por peritos". Y el artículo 137 agrega: "Comprada y expedida, por orden
la cosa vendida bajo condición de entregarla en un lugar determinado, se entiende
que la compra ha sido verificada bajo la condición suspensiva casual de que la cosa
llegue a su destino. Cumplida la condición, el comprador no podrá disolver el contra-
to, salvo que la cosa no fuere de recibo o de la especie y calidad estipuladas".
La ley no ha definido, como dijimos, lo que debe entenderse por venta
por orden; pero del contexto de las disposiciones transcritas se desprende
que la hay cuando se celebra un contrato de compraventa entre personas
que no tienen las cosas a la vista por cuyo motivo el vendedor se obliga a
remitir la que se vende a virtud de la orden que con tal objeto le dirige el
comprador. Si un comerciante residente en Talca escribe a otro, residente
en Santiago, solicitándole el envío de cien sacos de trigo a tal precio, que
éste remite, hay venta por orden, porque se celebró en virtud de la orden
emanada del comprador.
Según esto, podemos definir la venta por arelen diciendo que es aquella que
se hace en virtud de la orden que el comprador expide al vendedor a fin que le
remita la cosa material del contrato, cosa que el comprador no ha conocido al
tiempo de celebrarlo. De aquí que se la denomine "por orden"ya que tiene lugar
cuando se genera en virtud de un pedido, solicitud u orden que el com-
prador dirige al vendedor a fin de conseguir de éste el envío de las merca-
derías que se compran.
669. Esta venta tiene una particularidad muy especial y es que la orden
sólo puede emanar del comprador y no del vendedor. Es el comprador,
quien, no conociendo la cosa comprada, pide al vendedor que se la remi-
ta. Este interviene en el contrato para cumplir la orden emanada de aquel
mas no para darla. El comprador, a su vez, por la naturaleza misma de su
intervención en el contrato, se halla en la imposibilidad de figurar con el
carácter de ordenado, o sea, como aquel de los contratantes encargados
de dar cumplimiento a lo solicitado por el otro.
En esta venta hay una parte que expide la orden y otra que la recibe y
cumple, remitiendo la mercadería. El ordenador, el que expide la orden
no puede ser sino el comprador; quien la cumple, el vendedor, porque es
el que contrae la obligación de entregar la cosa vendida. Veamos un ejem-
plo: A escribe a B pidiéndole el envío de cien cajones de azúcar por el
precio de trescientos pesos. A es el comprador y B es el vendedor. Luego,
éste debe remitirlos en caso de celebrarse el negocio. Pero B, vendedor,
no podría ordenar a A, comprador, que le compre su mercadería. B po-
dría preguntar a A si quiere comprarle esos cajones y si A contesta afirma-
tivamente la venta se perfeccionaría y B debería remitirlos. Habría aquí
una venta por orden en que la oferta partió del vendedor; pero debe te-
nerse presente que no es el hecho que la oferfaTffij^Crfcd vendedor o del
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DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
670. Para que la venta sea por orden es menester la concurrencia de cua-
tro requisitos: 1) que la venta se haga en virtud de una orden que el com-
prador dirige al vendedor; 2) que la cosa objeto del contrato no sea
conocida por aquél al tiempo de su celebración; 3) que haya envío de las
mercaderías vendidas al comprador; 4) que las cosas sean examinadas o
conocidas por éste con posterioridad a ese envío.
672. El segundo requisito para que haya venta por orden consiste en que
la cosa sobre que recae el contrato no se encuentre en presencia de las
530
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE \T_NTA
531
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
clase de ventas, que es una especulación de plaza a plaza según el artículo 134
citado, tiene que celebrarse por medio de comunicación dirigida por el compra-
dor al vendedor, lo que no ha sucedido en el presente caso en que don J. Z., socio
y representante en Valparaíso de Z. Hnos., de Iquique, se entendió directamente
con la casa vendedora de Valparaíso".1
Muy digna de respeto será esta ilustrada opinión, pero no participa-
mos de ella, como tampoco aceptamos la de los que piensan que esta
venta sólo puede hacerse entre ausentes, aunque residan en el mismo lu-
gar. Creemos que no es el hecho de encontrarse ausentes o presentes las
partes lo que la caracteriza. Esta es una circunstancia que en nada modifi-
ca la naturaleza de este contrato. Lo que es esencial en ella es que la cosa
no sea conocida por el comprador al tiempo de celebrarse y como este
hecho puede producirse sea que los contratantes estén o no presentes, es
claro que tanto en uno como en otro caso, siempre que no tengan la cosa
a la vista a la época del contrato, habrá venta por orden. El argumento
que hacen los sostenedores de la doctrina contraria, basado en que la
orden debe ser escrita, es absurdo y antojadizo. No hay ninguna disposi-
ción que consigne tal exigencia y el sentido natural y obvio de la palabra
orden no exige tampoco que sea escrita. La orden es un mandato que
debe ejecutarse y cumplirse y el mandato se puede conferir por escrito o
verbalmente; de modo que la orden puede darse en una u otra forma.
La jurisprudencia se ha pronunciado en idéntico sentido. Así, la Corte
de Apelaciones de Santiago declaró que la venta es por orden cuando la
cosa no se halla presente al tiempo del contrato, aunque las partes se en-
cuentren una al frente de la otra, porque lo que exige el artículo 134 del
Código de Comercio es que la mercadería no esté a la vista pero en ningu-
na parte consigna esa exigencia para las partes. Dice así el considerando
pertinente:
"Que carece de importancia la alegación que ha formulado el señor Evans a fs. 11,
cual es, que el artículo 134 no debe aplicarse a la presente cuestión porque la
compraventa se celebró personalmente por los contratantes y no a la orden, que
es el caso contemplado en aquella disposición; porque tomándola en su sentido
natural y obvio se ve claramente que esa frase no se refiere a los contratantes sino a la
mercadería que no está presente al contratar y que para ser entregado al comprador
debe hacer su remisión a la orden el vendedor". 2
La Corte de Apelaciones de La Serena ha establecido también en dos
ocasiones que es venta por orden aquella que se celebra con respecto a
una cosa que las partes no tienen a la vista al tiempo de contratar, sin
que nada importe que ambas se hallen presentes en el momento de la
perfección del contrato. 3 La misma doctrina ha sustentado la Corte de
Valparaíso. 4
1
Sentencia, 1.557, pág. 976, Gaceta 1884.
2
Sentencia 857, pág. 655, Gaceta 1894, tomo I. Véase en el mismo sentido: sentencia
1.557. pág. 976, Gaceta 1884.
3
Sentencia 3.668, pág. 2180, Gaceta 1885; sentencia 1.970, pág. 155, Gaceta 1888, tomo II.
4
Sentencia 1.105, pág. 1154, Gaceta 1903.
532
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE \T_NTA
674. El tercer requisito para que la venta sea por orden consiste en el
envío de las mercaderías de un lugar a otro. Desde que la cosa no está en
presencia de las partes al tiempo del contrato, es indudable que habrá
traslación de lugar de la cosa vendida. El artículo 134 del Código Civil lo
consigna expresamente cuando dice "la compra por orden de una cosa que el
vendedor debe remitir al comprador", lo que manifiesta el carácter indispensa-
ble que tiene este requisito. Es indiferente que las mercaderías se envíen
del lugar en que reside el vendedor; puede encontrarse en otro diverso de
su residencia y ser enviadas desde allí, sin que el contrato se altere en
nada. Lo esencial es que haya transporte de las mercaderías del lugar en
que se encuentran a aquel en que se halla el comprador. Este requisito no
constituye por sí solo la venta por orden. Es uno de sus elementos que
j u n t o con los otros da este aspecto a la venta; pero el envío de las mercade-
rías únicamente nada significa, como dice el señor Alfonso en el voto an-
tes mencionado. La jurisprudencia reconoce también la necesidad del envío
de la cosa para que haya venta por orden, pues es el único medio que
tiene el comprador para conocerla ya que no la tuvo a la vista en el mo-
mento del contrato. 1
675. El cuarto y último requisito que debe concurrir en la venta para que
se repute por orden es que el comprador examine y conozca la cosa vendi-
da con posterioridad a su envío. Puesto que no la conoció al tiempo del
contrato ni pudo conocerla, pues si así fuera no habría venta por orden,
este requisito cae de su propio peso, requisito que es más notorio aún si se
atiende a que el comprador conserva después de la venta el derecho de
resolverla si la cosa no reúne tales y cuales condiciones. El examen de la
cosa posterior a la venta y a su envío es esencial en esta venta. De ahí que
1
Sentencia 1.557, pág. 976, Gaceta 1884; sentencia 3.668, pág. 2180, Gaceta 1885; sen-
tencia 1.970, pág. 155, Gaceta 1888, tomo II; sentencia 857, pág. 665, Gaceta 1894, tomo I;
sentencia 1.105, pág. 1154, Gaceta 1903, tomo I.
533
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
534
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE \T_NTA
gan del caso fortuito. Tanto en uno como en otro caso es menester que la
pérdida o deterioro provengan del caso fortuito; de otro modo el contra-
tante culpable debe indemnizar los peijuicios al otro.
681. Entre la venta por orden y la venta al gusto hay dos grandes diferen-
cias:
1) La venta a prueba es una promesa unilateral de vender que no im-
pone obligaciones sino al vendedor y en que el comprador queda comple-
tamente libre mientras no declara que la cosa le agrada. Entonces esa
promesa se convierte en venta; por eso en tanto esa declaración no se
produce, los riesgos de la cosa pertenecen al vendedor. La venta por or-
den, por el contrario, se perfecciona cuando hay acuerdo de las partes,
eso sí que su existencia queda subordinada a una condición resolutoria,
por cuyo motivo los riesgos son para el comprador a contar desde ese
instante. Hay, pues, esta gran diferencia: la venta a prueba se perfecciona y
nace pura y simplemente desde que el comprador da su consentimiento
declarando que le agrada la cosa; la venta por orden se perfecciona y nace
bajo condición resolutoria cuando hay acuerdo de voluntades.
2) En la venta al gusto se atiende al gusto personal del comprador, de tal
modo que si la cosa no le gusta el contrato termina y el vendedor no puede
hacerla examinar por peritos, salvas las excepciones indicadas. En la venta por
orden, excepción sea hecha del caso en que se estipule que las cosas deben ser
del agrado personal del comprador, se atiende a si las mercaderías están
conformes con la orden; si lo están el comprador no puede desecharlas y
si no quisiera aceptarlas, fundado en que no le agradan o en que no están
conformes, se examinarán por peritos.
535
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
Sentencia 3.668, pág. 2180, Gaceta 1885, y sentencia 1.970, pág. 155, Gaceta 1888,
tomo II.
2
Sentencia 857, pág. 655, Gaceta 1894, tomo I.
3
Sentencia 1.105, pág. 1154, Gaceta 1903, tomo I.
4
Sentencia 3.668, pág. 2180, Gaceta 1885.
5
Sentencia 857, pág. 655, Gaceta 1894, tomo I.
536
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE \T_NTA
686. De los términos del inciso transcrito se desprende que los peritos
deben examinar la cosa, ya que en eso consiste su reconocimiento. Su
examen por aquellos es de absoluta necesidad. De esto fluye que si dicho
examen no es posible, porque la cosa ha perecido o se ha consumido
antes de que se practique, ese reconocimiento no podrá realizarse. De ser
así se reputa que la cosa era sana y de regular calidad o de la especie y
calidad convenidas, ya que no siendo posible establecer ese hecho, debe
optarse por la subsistencia del contrato. Esta solución guarda conformidad
con los principios que rigen la prueba. Como es el comprador quien debe
probar que la cosa no reúne esas condiciones, si no acredita esa circuns-
tancia, el hecho debe tenerse por no probado, lo que importa aceptar la
alegación del vendedor, esto es, que la cosa reúne esas condiciones. En tal
evento, la condición se reputa fallida y el contrato se mantiene en todas
sus partes. La Corte de Apelaciones de Santiago ha declarado en dos oca-
siones que si el comprador se coloca en la imposibilidad de poder recla-
mar de la mala calidad de la cosa por haberla enajenado a un tercero, por
haberla destruido o consumido, debe reputarse sana y de regular calidad
o de la especie y calidad convenidas, según el caso, quedando obligado a
pagar su precio. 2 Igual doctrina ha sustentado la Corte de La Serena. 3
' Sentencia 1.557, pág. 976, Gaceta 1884; sentencia 3.668, pág. 2180, Gaceta 1885; sen-
tencia 1.970, pág. 155, Gaceta 1888, tomo II; sentencia 857, pág. 655, Gaceta 1894, tomo I;
sentencia 1.105, pág. 1154, Gaceta 1903, tomo I.
2
Sentencia 1.557, pág. 976, Gaceta 1884; sentencia 730, pág. 421, Gaceta 1887, tomo I.
s Sentencia 2.240, pág. 993. Gaceta 1868.
537
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
tanda que la ley le atribuye en este caso deberá ser tomado muy en cuen-
ta. Si se establece que la cosa reúne las condiciones exigidas, si es sana y de
regular calidad o de la especie y calidad convenidas, el comprador debe
aceptarla y pagar el precio. 1
Si la cosa no es sana y de regular calidad o si no es de la calidad estipu-
lada, se resolverá el contrato y el vendedor debe indemnizar al comprador
los peijuicios consiguientes. La jurisprudencia ha resuelto en varias ocasio-
nes contratos de ventas por orden con indemnización de peijuicios, por
no ser las cosas de la calidad convenida o por no ser sanas y de regular
calidad. 2
689. Aun cuando al artículo 134 del Código de Comercio nada dice acer-
ca de si el comprador a quien no se le envían las mercaderías conforme a
lo solicitado puede exigir el envío de otras, o sea, el cumplimiento del
contrato, creemos que también tiene tal derecho, porque siendo la venta
un contrato bilateral, va subentendida en ella la condición resolutoria de
que si no se cumple por una de las partes, la otra podrá exigir su resolu-
ción o su cumplimiento. El hecho que el artículo 134 haya atribuido una
naturaleza especial a esta venta no importa la supresión de esa condición
que, salvo disposición en contrario que aquí no existe, se subentiende por
el ministerio de la ley en todo contrato bilateral.
690. Para que el comprador pueda resolver el contrato en el caso del artícu-
lo 134 no basta que las mercaderías no sean sanas y de regular calidad o
de la calidad estipulada. Es menester que reclame formal y oportunamen-
te de esa disconformidad.
En cuanto a la forma de la protesta o reclamo se puede hacer dirigiéndose
al vendedor verbalmente o por escrito, debiendo tener presente lo dis-
puesto en los artículos 1 7 1 0 y l 7 1 1 del Código Civil cuando el contrato se
refiera a algo que valga más de doscientos pesos.
1
Sentencia 1.557, pág. 976, Gaceta 184.
- Sentencia 3.668, pág. 2180, Gaceta 1885; sentencia 857, pág. 655, Gaceta 1894, tomo
I; sentencia 1.105, pág. 1154, Gaceta 1903, tomo I.
'Sentencia 1.970, pág. 155, Gaceta 1888, tomo II.
4
Sentencia 1.105, pág. 1154, Gaceta 1903, tomo I.
538
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE \T_NTA
1
Sentencia 1.105, pág. 1154, Gaceta 1903, tomo I.
2
Sentencia 1.105, pág. 1154, Gaceta 1903, tomo I.
3
Sentencia 1.404, pág. 971, Gaceta 1879; sentencia 570, pág. 363, Gaceta 1884; senten-
2.495, pág. 1569, Gaceta 1884; sentencia 406, pág. 262, Gaceta 1889, tomo I.
539
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
Sentencia 2.328, pág. 988, Gaceta 1869.
2
Sentencia 4.532, pág. 1904, Gaceta 1878; sentencia 1.919, pág. 1341, Gaceta 1879; sen-
tencia 333, pág. 177, Gaceta 1883; sentencia 2.495, pág. 1569, Gaceta 1884; sentencia 1.557,
pág. 976, Gaceta 1884.
540
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE \T_NTA
1
Sentencia 1.039, pág. 605, Gaceta 1882. Véase en el mismo sentido sentencia 1.530,
pág. 1084, Gaceta 1880.
- Sentencia 1.970, pág. 155, Gaceta 1888, tomo II.
541
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
Sentencia 1.105, pág. 1154, Gaceta 1903, tomo I.
542
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE \T_NTA
691. Ese mismo tribunal ha declarado que las disposiciones de los artícu-
los 146, 158 y 159 que acabamos de estudiar no se aplican a la cesión de
créditos mercantiles sino únicamente a la venta de mercaderías. 5 Aunque
no funda su opinión la consideramos acertada, por cuanto esos artículos
hablan de mercaderías y los defectos de calidad y de cantidad no pueden
tener cabida sino en ellas y no en un crédito.
692. El Código de Comercio no ha señalado cuáles son las cosas que pue-
den venderse por orden, pero como esta venta es un acto meramente mer-
cantil es claro que no puede tener por objeto sino cosas muebles, ya que
no hay actos de comercio sobre inmuebles. Siendo necesario el envío de
las mercaderías vendidas para que ella exista, es más evidente todavía que
sólo pueden venderse por orden las cosas susceptibles de ser transportadas
y entre éstas no figuran los inmuebles. Por lo demás, pueden ser objeto de
este contrato las cosas fungibles, las consumibles y un cuerpo cierto.
543
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
Sentencia 4.597, pág. 356, Gaceta 1897, tomo m.
544
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE \T_NTA
esa resolución es posible en la venta por orden y ese otro caso tiene lugar
cuando la cosa no es sana y de regular calidad. De ahí que las expresiones
sana y de regular calidad" y "de recibo" sean idénticas.
1
Sentencia 1.534, pág. 1084, Gaceta 1880; sentencia 406, pág. 262, Gaceta 1889, tomo I.
2
Véase núm. 690, pág. 538.
545
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
698. Esta venta tiene también algunas diferencias con la venta al gusto o
prueba. En efecto, en tanto que en ésta se atiende al gusto personal del
comprador o al gusto general, según los casos, en aquella no se atiende ni
a uno ni a otro, sino a las muestras mismas que son las que servirán para
determinar si el vendedor cumplió o no su obligación en forma debida.
Sin embargo, la venta sobre muestras es, hasta cierto punto, una venta al
gusto, porque quien elige la muestra es el comprador, de donde se infiere
que la prueba de las mercaderías se ha hecho antes de remitirla pues si se
envía es porque le agrada al comprador, que desea tener una cosa seme-
jante a dicha muestra. De ahí que la venta sobre muestras tenga algo de la
venta al gusto. Pero como el gusto del comprador se manifestó por la
elección de la muestra, gusto que ya conoció el vendedor, si la cosa resulta
conforme con ésta no puede desecharla alegando que no es de su agrado,
pues el contrato se perfeccionó cuando hubo acuerdo de voluntades so-
bre la cosa y el precio, manifestado por el envío de la muestra, por lo que
respecta al comprador y por la aceptación de la misma, por lo que hace al
vendedor.
En la venta sobre muestra el comprador puede desechar las mercade-
rías únicamente cuando no guarden conformidad con la muestra; 1 en caso
contrario debe aceptarlas aunque no sean de su agrado.
700. Por ser esta venta bíyo condición resolutoria, los riesgos de la cosa
pertenecen al comprador desde su celebración, aun cuando éste no haya
verificado su conformidad con la muestra. Por eso, si la cosa perece total-
mente antes de llegar a su poder, esa pérdida afecta a él exclusivamente,
quien deberá pagar el precio siempre. La comprobación no será posible
1
BAUDRY-LACANTINERIE, n ú m . 1 6 0 , p á g . 1 6 0 .
546
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE \T_NTA
702. Debe tenerse presente que en esta venta el comprador goza del dere-
cho de resolver el contrato únicamente cuando la cosa no es semejante a
la muestra. Para ejercitar este derecho, no se atiende a si la cosa es sana y
de regular calidad o de buena calidad, sino a si es conforme con la mues-
tra. Si no lo es, aunque la cosa sea de espléndida calidad, el comprador
podrá resolver la venta, en virtud de lo dispuesto en el artículo 135. En el
mismo sentido se pronuncia la Corte de Apelaciones de Santiago. 6
1
Sentencia 2.287, pág. 1215, Gaceta 1890, tomo I.
2 Sentencia 1.534, pág. 1084, Gaceta 1880.
» Sentencia 1.218, pág. 830, Gaceta 1879.
4
Sentencia 2.270, pág. 1034, Gaceta 1875.
s Sentencia 1.218, pág. 830, Gaceta 1879.
6
Sentencia 1.218, pág. 830, Gaceta 1879.
547
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
706. La venta sobre muestras puede hacerse de tres maneras: sobre mues-
tras propiamente dichas, sobre un tipo o sobre catálogos, modelos o figu-
rines.
Escriche define la muestra como "la lista pequeña de cualquiera tela o
la porción corta de alguna mercancía, que se da para reconocer su cali-
dad; y el diseño o modelo de alguna cosa para dar a entender lo que ha de
ser y las calidades que debe tener". Esta definición es muy comprensiva y
abarca las diferentes formas que pueden adoptar las muestras.
La muestra propiamente dicha, dice Baudry-Lacantinerie, es una pe-
queña cantidad de mercadería que se escoge de una cantidad mayor de
mercaderías análogas ofrecidas en venta y en atención a la cual se hace la
compra. 1 La muestra puede ser una porción de trigo, de vino, de harina,
un pedazo de tela, un trozo de papel, etc.; en una palabra, un fragmento
porción del objeto que va a ser materia del contrato. Cuando la venta se
hace sobre una muestra propiamente dicha, la cosa vendida debe guardar
absoluta conformidad con ella; de lo contrario, aunque sea de espléndida
calidad, el comprador podrá resolver el contrato. Análoga doctrina ha sus-
tentado la Corte de Apelaciones de Santiago. 2
El tipo es un spécimen de mercadería colocado en un lugar oficial, tal
como una bolsa o una cámara de comercio, y que tiene por objeto servir
de punto de comparación en caso de discusión sobre las calidades de las
mercaderías vendidas. Cuando la venta se hace sobre un tipo no es menes-
ter que aquellas sean absolutamente iguales con el tipo a que aludieron
los contratantes. El vendedor cumplirá su obligación entregando merca-
derías que tengan las calidades de ese tipo. Son un tipo, por ejemplo, las
botellas de vino colocadas en una cámara industrial. Aquí no sería necesa-
ria la entrega de un vino igual al del tipo, sino de uno perteneciente a una
clase que reuniera esas calidades. Entre nosotros no hay tipos, desde que
no hay instituciones que tengan la facultad de designarlos. La venta sobre
1
Núm. 183 II, pág. 179.
2
Sentencia 1.218, pág. 830, Gaceta 1879.
548
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE \T_NTA
707. Ricci cree que cuando la venta sobre muestras se refiere a una cali-
dad determinada no es tal.2 No participamos de esta opinión, porque el
549
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
708. La disposición del artículo 135 del Código de Comercio sólo es apli-
cable a la venta sobre muestras mercantil. Esto no quiere decir que la
venta civil no pueda celebrarse en esta forma, desde que la venta puede
estar afecta a cualquiera condición suspensiva o resolutoria. Las partes pue-
den celebrar una venta civil de esta especie, en cuyo caso se reputará pac-
tada bajo condición suspensiva o resolutoria, según aparezca de su
intención, y se regirá por las reglas generales de las obligaciones condicio-
nales que son las indicadas más arriba a propósito de la venta sobre mues-
tras mercantil. La determinación de la naturaleza jurídica de este contrato
queda al arbitrio del juez.
T- VENTA A LA VISTA
709. Los artículos 130 y 133 del Código de Comercio se ocupan de otra
especie de venta mercantil, la venta a la vista.
El artículo 130 dice: "En la venta de una cosa que se tiene a la vista y es
designada al tiempo del contrato sólo por su especie, no se entiende que el comprador
se reserva la facultad de probarla. Esta disposición no es extensiva a las cosas que se
acostumbra comprar al gusto". Y el artículo 133 agrega: "Si el contrato determina
simultáneamente la especie y la calidad de la cosa que se vende a la vista, se entien-
de que la compra ha sido hecha bajo la condición suspensiva casual de que la cosa
sea de la especie y calidad convenidas. Si al tiempo de entregarse la cosa que ha sido
materia del contrato, el comprador pretendiere que su especie y calidad no son con-
formes con la especie y calidad estipuladas, la cosa será reconocida por peritos".
En ninguno de esos artículos se define lo que debe entenderse por
venta a la vista; pero de sus términos se desprende que es tal cuando las
partes están en presencia de la cosa vendida en el momento de celebrar el
contrato.
550
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE \T_NTA
uno y otro caso produce son muy diferentes, desde que aquél es un con-
trato puro y simple y éste un contrato condicional.
551
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
715. Por lo demás, la venta a la vista queda sujeta a las mismas reglas que la
venta por orden, por lo que nos remitimos a lo expuesto en los números 680,
686,687,688,689,690 y 692 que también se aplican a esta especie de venta.
716. Al comenzar este capítulo dijimos que según el artículo 1887 del Có-
digo Civil "puede agregarse al contrato de venta cualesquiera otros pactos acceso-
rios lícitos; y se regirán por las reglas generales de los contratos". Este artículo no
hace sino dar forma legal respecto de un contrato determinado al princi-
pio de la libertad de contratar que existe en nuestra legislación.
Los pactos que pueden afectar al contrato de venta son muy variados.
Los más comunes son el pacto comisorio, el de retroventa, el de retracto o
de addictio in diem, el de preferencia y el pactum displicentiae. De los dos
primeros nos ocuparemos más adelante y en capítulo separado por ser los
más frecuentes y por tener una reglamentación especial en nuestro Códi-
go. Aquí estudiaremos los tres últimos. Al mismo tiempo daremos en este
párrafo algunas nociones generales sobre la venta con facultad de señalar
posteriormente el nombre de la persona para quien se compra o, como la
llaman los franceses, venta con faculté d'élire command, sobre la venta en
disponible, al crédito, para entregar, y de una cosa transportada. Final-
mente, y aunque la materia no guarda relación con el título de este capítu-
lo, diremos algo sobre las ventas comerciales y sobre las ventas al menudeo.
717. El artículo 1886 del Código Civil se ocupa del pacto de addictio in
diem, denominado vulgarmente de retracto, aun cuando este nombre es
genérico y comprende todas aquellas estipulaciones en virtud de las cuales
puede quedar sin efecto el contrato de venta.
Ese artículo dice: "Si se pacta que presentándose dentro de cierto tiempo (que
no podrá pasar un año), persona que mejore la compra se resuelva el contrato, se
cumplirá lo pactado; a menos que el comprador o la persona a quien éste hubiere
enajenado la cosa, se allane a mejorar en los mismos términos la compra. La dispo-
sición del artículo 1882 se aplica al presente contrato. Resuelto el contrato tendrán
lugar las prestaciones mutuas, como en el caso del pacto de retroventa".
718. Todos los autores están de acuerdo en la manera de definir este pac-
to, que no es otro que la que señala el artículo 1886 ya citado. 1 Puede
1
H u c , X , n ú m . 1 3 , p á g . 2 6 ; RUBEN D E COUDER, II, p á g . 4 9 5 ; ORTOLAN, II, p á g . 3 4 8 ; A u -
BRY E T RAU, V , p á g . 5 5 ; C u ( i II, p á g . 4 1 9 ; POTHIER, III, n ú m . 4 4 5 , p á g . 1 8 1 ; GUILLOUARD, I ,
n ú m . 5 9 , p á g . 6 5 ; TROPLONG, I , n ú m . 7 8 , p á g . 8 4 ; MAYNZ, II, p á g . 3 7 7 .
552
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE \T_NTA
decirse que se llama pacto de addictio in diem o de retracto aquel por el cual
las partes convienen que el contrato se resolverá si, en un plazo determi-
nado que no exceda de un año, se presenta un nuevo comprador que
ofrezca al vendedor condiciones más ventajosas que las ofrecidas por el
primitivo comprador. "Ilie fundus centurn esto tibi emtus, nisi si quis intra ha-
len das Ianuarias próximas meliorem conditionem fecerit, quo res a domino abeat",
decía Paulo. 1
719. Este pacto era de uso muy frecuente en Roma. Lo prueba el hecho
que un título especial del Libro XVIII del Digesto se ocupará de él única y
exclusivamente. Su importancia y frecuencia han disminuido en nuestros
días hasta el extremo que es muy raro que se celebre. Esto se debe a que
los compradores no obtienen ventaja con semejante estipulación. Por el
contrario, los coloca en una incertidumbre muy peijudicial a sus intereses,
ya que les impide hacer en lo comprado las mejoras que vieren convenir-
les, desde que están expuestos a perder la cosa. Este pacto dificulta tam-
bién la transferencia de la propiedad, pues el comprador adquiere un derecho
eventual. Por último, se presta a abusos y malos manejos porque el vendedor,
para obligar al comprador a mejorar el precio, puede presentarle falsos com-
pradores. Esos múltiples inconvenientes son los que han hecho disminuir su
importancia y su frecuente realización.
720. Los romanos exigían varias condiciones o requisitos para que este
pacto se entendiera celebrado, es decir, para que procediera la resolución
del contrato en virtud de él.
Estos requisitos, que hoy también son necesarios, pueden reducirse a
seis: 1) que el nuevo comprador que ofrece condiciones más ventajosas exis-
ta verdaderamente y que no sea un comprador ficticio o simulado; 2) que
ofrezca condiciones más ventajosas que el primitivo, es decir, que mejore la
compra; 3) que el vendedor acepte estas condiciones; 4) que dichas condi-
ciones se den a conocer al primer comprador; 5) que éste no se allane a
mejorar la compra en los mismos términos ofrecidos por el nuevo compra-
dor; y 6) que el nuevo comprador se presente dentro de cierto plazo.
Examinemos separadamente estos diversos requisitos.
721. Desde que para que se resuelva la venta es necesario que haya un
nuevo comprador que ofrezca mejores condiciones, es indudable que den-
tro de la buena fe con que los contratos deben celebrarse y cumplirse, ese
nuevo comprador debe ser real y verdadero. Debe ser un comprador que
tenga realmente la intención de contratar, ya que para la validez o existen-
cia jurídica de la venta es menester que las partes tengan la intención de
obligarse, porque de lo contrario el contrato, aunque existe aparentemen-
1
Digesto, libro XVIII, ü'tulo II, ley 1. Quiere decir: "Tal fundo lo tienes comprado en
ciento; pero si alguno ofrece mayor cantidad dentro de las próximas kalendas de enero,
perderás su dominio".
553
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
POTHIER III, n ú m . 4 4 6 , p á g . 1 8 1 .
2
POTHIER III, n ú m . 4 4 6 , p á g . 1 8 1 .
5
POTHIER, III, n ú m . 4 4 7 , p á g . 1 8 1 ; GUILLOUARD, I , n ú m . 5 9 , p á g . 7 1 ; MAYNZ, II, p á g . 3 7 7 .
554
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE \T_NTA
1
POTHIER, III, n ú m s . 4 4 7 y 4 4 8 , págs. 181 y 182; GUILLOUARD, I, n ú m . 5 9 , págs. 71 y 72.
555
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
POTHIER, III, núm. 449, pág. 182.
2
Digesto, libro XVIII, título II, ley 9.
5
POTHIER, III, núm. 452, pág. 183; Digesto, libro XVIII, título II, ley 18.
556
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE \T_NTA
557
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
no pueda resolverse en virtud de esa cláusula, aunque todos los demás las
hayan aceptado y sean muy convenientes. 1
2) Si cada uno de varios vendedores vende por un precio diverso la
cuota que tiene sobre la cosa poseen en común hay diversos contratos y,
por consiguiente, cada vendedor es árbitro para aceptar o rechazar por sí
solo y sin el consentimiento de los demás las nuevas condiciones que ofre-
ce el nuevo comprador. El primer comprador mantendrá su contrato con
aquel o aquellos de los vendedores que no acepten las nuevas condicio-
nes. La parte que pertenece a los vendedores que aceptaron las nuevas
condiciones se venderá al nuevo comprador, resolviéndose el contrato que
sobre ellas celebró el primero. Así, por ejemplo, A, B y C venden separada-
mente a D sus respectivas cuotas que tienen en una casa que poseen en
común. La parte de A se vende en $ 10.000, la de B en $ 15.000 y la de C
en $ 20.000. Si E ofrece un mayor precio que el ofrecido por D, cada uno
de los vendedores es dueño de aceptarlo o no. Supongamos que A lo acep-
ta y que B y C lo rechaza. El contrato entre A y D se resuelve y se celebra
entre A y E, pero los contratos entre B y D y entre C y D subsisten.
3) Si varios vendedores venden separadamente, y por precios diversos
con pacto de retracto, la cuota que cada uno tiene en una cosa que poseen
en común y se presenta un nuevo comprador que ofrece mejores condicio-
nes, el contrato no subsistirá con el primer comprador ni aun por aquellas
porciones pertenecientes a los vendedores que no las acepten, si del contra-
to o de las circunstancias que lo rodean se desprende que el primer comprador
ha querido comprar la cosa únicamente porque la compraba entera. Si algunas de
las compras relativas a una o más porciones de la cosa se resuelven, porque
sus vendedores han aceptado las condiciones del segundo comprador, el
primero tiene acción para obligar a aquellos de los vendedores que no las
aceptaron a recibir su parte vendida, es decir, para resolver también el con-
trato con ellos, pues compró todas esas cuotas, no con la intención de cele-
brar varios contratos, sino para ser dueño único de toda la cosa.2 La diferencia
que hay entre este caso y el anterior proviene de la intención de los contra-
tantes que en el primero venden y compran las diversas cuotas de la cosa
separadamente y sin consideración al resto, en tanto que en el segundo,
aunque el contrato se realiza en análogas circunstancias, el comprador com-
pra las diversas cuotas con la intención de ser dueño único de la totalidad
de la cosa y no de una o más de sus partes.
4) Si cada uno de los comuneros vende su cuota separadamente a uno
o varios compradores y sólo algunos la enajenan con este pacto, la parte
de los que no lo celebraron se entiende vendida a él, o al nuevo que se
presente si los vendedores aceptan sus condiciones, a menos que se trate
del caso del número 3 a . 3
558
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE \T_NTA
559
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
prueba de que este derecho puede cederse. Del mismo parecer eran Po-
thier 1 y Pomponio. 2
732. Desde que no hay ninguna disposición que prohiba vender varias
veces una misma cosa bajo pacto de retracto y desde que una misma cosa
puede venderse a varias personas y aun es válida la venta de cosa ajena,
nos parece que una misma cosa puede venderse a distintas personas bajo
pacto de retracto. Se comprenden los peligros que esto encierra si los
diversos compradores se allanaran a mejorar la compra; pero este hecho
que daría margen a una indemnización de perjuicios únicamente, no es
óbice para la validez de esas ventas.
733. El pactum displicentiae es aquel en virtud del cual u otra de las partes
se reserva la facultad de resolver el contrato dentro del plazo estipulado si
posteriormente ve que no le conviene o no le agrada.
Los autores franceses lo asimilan al pacto de retroventa en cuanto al plazo
por el cual puede estipularse.3 Se fundan para ello en que este pacto encierra
una cláusula idéntica a la del pacto de retroventa, pues, como en él, el vende-
dor puede recuperar la cosa vendida. Huc combate esta opinión. Dice que
este pacto se asemeja al de retroventa cuando la reserva se hace en favor del
vendedor y no cuando se hace en favor del comprador; por cuyo motivo debe
buscarse una solución que pueda aplicarse a todos los casos.4 Por nuestra
parte, nos inclinamos por la opinión de Huc. Se trata aquí de un pacto no
reglamentado por la ley y regido, en consecuencia, por las reglas generales de
los contratos entre las cuales figura la libertad de contratación. El señalamien-
to de un plazo para ejercer un derecho o acción importa una restricción del
mismo y las limitaciones o restricciones no pueden emanar sino de ley expre-
sa, no pudiendo imponerse nunca por analogía. En virtud de estos principios
creemos que, no habiendo ley que señale un plazo para el ejercicio de este
pacto, los contratantes serán árbitros para señalar el que más les convenga; en
su defecto durará veinte años, época en que prescriben las acciones ordina-
rias. Este pacto envuelve una condición resolutoria ordinaria, cuyo cumpli-
miento depende de la voluntad de una de las partes. Cumplida la condición,
es decir, si el contratante que se reservó esta facultad declara que la venta no
le conviene, ésta se resuelve y caducan las enajenaciones que el comprador
haya podido hacer con arreglo a los artículos 1490 y 1491 del Código Civil.
Las cosas deben restituirse a su estado anterior. En cuanto a los frutos de la
cosa vendida se estará a la voluntad de las partes y en su silencio no se restitui-
rán, ya que no hay aquí una disposición que ordene su devolución.
1
III, núm. 455, pág. 183.
2
Digeslo, libro XVIII, ü'tulo II, ley 15.
3
GUILLOUARD, I , n ú m . 6 1 , p á g . 7 4 ; AUBRY E T RAU, V , p á g . 5 6 .
4
X, núm. 13, pág. 26.
560
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE \T_NTA
1
Sentencia 3.176, pág. 506, Gaceta 1889, tomo II.
561
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
años, desde que es una acción ordinaria. Una vez transcurrido aquél
sin que el comprador haya vendido la cosa, caduca el derecho del ven-
dedor para exigir la preferencia y queda en libertad de venderla a quien
quiera.
Si el vendedor no compra la cosa cuando se la ofrece el comprador, se
extingue su derecho y éste queda, como en el caso anterior, en libertad de
venderla a quien le plazca. Si la compra, se celebra un nuevo contrato,
cuyo origen arranca del anterior, pero diverso a éste. No hay aquí resolu-
ción de la primera venta, sino celebración de una nueva venta en que el
primitivo vendedor aparece como comprador y en que el primitivo com-
prador aparece como vendedor. De aquí que el comprador no sea respon-
sable de los deterioros o desperfectos que la cosa haya sufrido, ni tampoco
esté obligado a entregarla en el mismo estado en que la recibió. Por idén-
tica razón, los gravámenes que el comprador haya constituido sobre ella
subsisten en toda su extensión.
Si la cosa perece fortuitamente o por culpa del comprador, el derecho
del vendedor se extingue, ya que la cosa no existe. No puede exigir perjui-
cios del comprador, porque no tiene ninguna acción en su contra, pues,
como se dijo, no puede obligarlo a que venda. Su derecho nace cuando
aquél se decide a vender la cosa y como en este caso tal venta no se realiza-
rá, es claro que no lo tiene.
La cuestión más interesante a que da origen este pacto es la relativa a
saber si confiere al vendedor acción real o personal en caso que el com-
prador venda la cosa a otra persona sin habérsela ofrecido previamente.
Larombiére, Huc y Despeisses creen que el vendedor tiene una acción
real. Pero la mayoría de los autores, como Guillouard, Aubry et Rau y
Duvergier, sostienen que es personal. En efecto, puesto que aquí no hay
sino obligación por parte del comprador, que consiste en ofrecer la cosa al
vendedor con preferencia a toda otra persona si se decide a venderla, sin
que éste se obligue a comprarla, es evidente que no puede pretender una
acción real, sino una acción personal dirigida contra el comprador que
violó el contrato. Se trata de exigir el cumplimiento de un hecho y no la
entrega de una cosa, pues la acción del vendedor tiende a obtener que el
comprador le ofrezca la venta con preferencia a los demás. Y las acciones
dirigidas a obtener el cumplimiento de un hecho son estrictamente perso-
nales. Por este motivo, si el comprador vende la cosa a otro sin ofrecerla
antes al vendedor, éste tiene una acción personal para exigirle indemniza-
ción de peijuicios por la inejecución de lo pactado. Pero de ningún modo
podrá reivindicarla del tercer adquirente.
Este pacto puede estipularse también sin necesidad de que antes haya
habido otra venta entre los contratantes. Así, por ejemplo, un propietario
dice a un tercero, con el cual no lo ha ligado ningún contrato anterior,
que se obliga a preferirlo en la venta de su casa a toda otra persona, dado
caso que se resuelva enajenarla. Este contrato es perfectamente obligato-
rio para los contratantes. De ordinario, se celebra en los contratos de arrien-
do, en los que el arrendador se obliga a preferir en la venta al arrendatario
si se decide a enajenar la cosa arrendada. La Corte de Casación de Francia
562
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE \T_NTA
1
Véase sobre este pacto: AUBRY ET RAU, V, pág. 5 6 , BAUDRY-LACANTINERIE, núms. 7 1 a
73, págs. 52 a 54; FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núms. 242 a 253, págs. 822 y 823; GUI-
LLOUARD, I , n ú m . 6 0 , p á g . 7 2 ; H U C , X , n ú m . 1 8 9 , p á g . 2 6 0 ; LAURENT, 2 4 , n ú m . 1 7 , p á g . 2 3 ;
MAYNZ, II, p á g . 3 7 3 .
1
BAUDRY-LACANTINERIE, n ú m . 1 7 2 , p á g . 1 6 7 ; MARCARÉ, VI, p á g . 1 5 3 ; TROPLONG. I , n ú m .
64, pág. 71.
563
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
De la vente, núm. 174, pág. 168.
2
BAUDRY-LACANTINERIE, n ú m . 1 7 6 , p á g . 1 7 0 ; TROPLONG, I , n ú m . 7 5 , p á g . 8 0 .
564
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE \T_NTA
739. El plazo dentro del cual debe hacerse esa declaración puede ser legal
o convencional. 2 Es legal el que fija el artículo 517 del Código de Procedi-
miento Civil para las ventas forzadas, que dice: "En el acta de remate podrá el
rematante indicar la persona para quien adquiere, pero mientras ésta no se presentare
aceptando lo obrado, subsistirá la responsabilidad del que ha hecho las posturas".
Según la legislación antigua, esta declaración podía hacerse dentro de las
veinticuatro horas siguientes al remate. En virtud del artículo citado debe
hacerse en el acta misma del remate, y como ésta se extiende una vez adju-
dicada la cosa al subastador, resulta que esa declaración se hace inmediata-
mente de terminada la subasta. El plazo convencional puede tener la
extensión que las partes señalen y tiene cabida en las ventas voluntarias,
porque en las forzadas se aplica lo dispuesto en el precepto legal transcrito.
Hecha la declaración en la debida oportunidad, surte todos los efectos
que está llamada a producir, tanto entre las partes como respecto de terce-
ros. Si vence el plazo señalado para hacerla sin que se haya efectuado, se
entiende que la reserva ha sido tácitamente renunciada y el comprador se
reputa como verdadero comprador de la cosa. Si la hace más tarde, hay un
nuevo contrato de venta celebrado entre aquél y el nuevo adquirente, que
se reputa haber contratado con el comprador y no con el vendedor. De
manera que si esa declaración no se hace en el acta de remate, tratándose
de una venta forzada, es decir, si en esa acta no se indica la persona para
quien se compra, la cosa se reputa adquirida por el subastador que queda
obligado al cumplimiento del contrato, pues se ha celebrado entre él y el
vendedor. La declaración posterior es una reventa de la cosa hecha por el
subastador al nuevo comprador. La disposición del artículo 517 se aplica
también, según el artículo 1069 de ese Código, a las ventas voluntarias que,
por mandato de la ley, deben hacerse necesariamente en pública subasta,
como ocurre con los bienes de los pupilos, de los habilitados de edad, etc.
Pero si la venta se hace en pública subasta, no por mandato legal, sino por
la voluntad del vendedor, se estará a lo que hayan convenido las partes en lo
que se refiere a la época en que debe efectuarse esta declaración.
1
BAUDRY-LACANTINERIE, n ú m . 1 7 2 , p á g . 1 6 8 ; MARCADÉ, V I , p á g . 1 5 3 ; TROPLONG, I ,
núm. 6 8 , pág. 7 7 .
2
TROPLONG, I , n ú m . 6 9 , p á g . 7 9 ; BAUDRY-LACANTINERIE, n ú m . 1 7 7 , p á g . 1 7 0 .
565
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
N ú m . 1 7 9 , p á g . 1 7 1 ; TROPLONG, I , n ú m . 7 2 , p á g . 7 9 .
* BAVDRY-LAC\NTINERIE, n ú m . 1 7 9 , p á g s . 1 7 1 y 1 7 2 ; TROPLONG, I , n ú m . 7 3 , p á g . 8 0 .
' T R O P I ONG, I , n ú m . 7 0 , p á g . 7 9 ; BAUDRY-LACANTINERIE, n ú m . 1 8 0 , p á g . 1 7 2 .
566
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE \T_NTA
1
BAUDRY-LACANTINERIE, n ú m . 1 8 1 y 1 8 2 , p á g s . 1 7 2 y 1 7 3 ; TROPLONG, I , n ú m . 6 5 , p á g . 7 3
y núm. 7 4 , pág. 8 0 .
2
Sentencia 419, pág. 726, Gaceta 1907, tomo I.
567
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
comprador podrá disolver el contrato toda vez que la cosa no fuere de recibo o de la
especie y calidad convenidas". Esta venta se entiende efectuada bajo condi-
ción resolutoria y se asemeja a la venta por orden, por lo que le son aplica-
bles todas las reglas señaladas para aquélla, en cuanto su naturaleza lo
permita. Lo esencial en esta venta es que la cosa, al tiempo de celebrarse
el contrato, se encuentre en viaje; de manera que el comprador no podrá
examinarla sino cuando llegue a su poder. Si perece durante el viaje, la
pérdida afecta al comprador, en virtud de las reglas generales tantas veces
enunciadas. Cuando llegue a su destino, éste se cerciorará de ella. Si es de
recibo o de la especie y calidad convenidas, el contrato subsiste en todas
sus partes. Si no lo es o si no tiene esa calidad, podrá pedir su resolución. 1
El reclamo por esos defectos debe hacerse dentro de los plazos que ya
señalamos al hablar de las ventas por orden. En caso de desacuerdo, la
cosa se examinará por peritos. 2
1
En el mismo sentido se pronuncia la Corte de Apelaciones de Valparaíso en la sen-
tencia 1.794, pág. 1823, Gaceta 1900, tomo I.
s
Véanse los núms. 677, 678, 679, 680, 682, 683, 684, 685, 686, 687, 688, 689, 690, 692 y
694 de esta Memoria.
S
BAUDRY-LACANTINERJE, n ú m . 1 8 3 V , p á g . 1 8 8 .
568
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE \T_NTA
747. La venta para entregar (vente á livrer) no es sino una venta ordinaria.
Consiste en que se otorga un plazo al comprador para que entregue las
mercaderías o la cosa vendida. Se rige por las reglas generales de este
contrato y por las especiales de las obligaciones a plazo. Ya el artículo 1807
había dicho que la venta puede hacerse a plazo para la entrega de la cosa
o del precio. La cosa debe entregarse en el plazo convenido y si así no se
hace, el comprador puede exigir la resolución o el cumplimiento del con-
trato con indemnización de prejuicios. Esta venta, dice Baudiy-Lacantine-
rie, suele servir, sobre todo cuando tiene por objeto productos agrícolas u
otras cosas in genere, para ocultar una operación de juego al alza o baja del
valor de las cosas que se venden. Es muy común en las operaciones de
bolsa que ordinariamente consisten en una especulación basada en el ma-
yor o menor valor que las cosas puedan tener dentro del plazo señalado
para su entrega. 1
748. Esta venta toma el nombre de venta a crédito cuando el plazo se con-
fiere al comprador para el pago del precio, estipulación que es muy co-
mún en las ventas que tienen un precio subido. 2 Es venta a crédito la que
se realiza cuando el comprador tiene "cuenta" con el vendedor, lo que
ocurre en los almacenes y demás establecimientos de artículos de consu-
mo, de muebles, vestidos, etc.
1
BAUDRY-LACANTINERIE, núm. 183 I, págs. 175 a 178; FUZIER-HERMAN, t o m o 36, Vente
commerciale, núms. 344 a 400, págs. 999 a 1002.
2
FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente commerciale, núms. 334 a 343, pág. 999.
3
BAUDRY-LACANTINERIE, n ú m . 1 8 3 I V , p á g . 1 8 6 .
4
Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XIII, sec. I 1 , pág. 314 (considerando 4").
569
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
Sentencia 171, pág. 147, Gaceta 1899, tomo II.
2
Sentencia 1.700, pág. 737, Gaceta 1868; sentencia 1.179, pág. 805, Gaceta 1879; sen-
tencia 793, pág. 532, Gaceta 1880; sentencia 1.040, pág. 607, Gaceta 1882; sentencia 730,
pág. 591, Gaceta 1888, tomo I; sentencia 3.222, pág. 1887, Gaceta 1888, tomo II; Revista de
Derecho y Jurisprudencia, tomo XI, sec. I 8 , pág. 446.
3
Sentencia 1.138, pág. 513, Gaceta 1869.
4
Sentencia 2.117, pág. 894, Gaceta 1869.
5
Sentencia 2.487, pág. 1383, Gaceta 1883.
6
Sentencia 3.882, pág. 985, Gaceta 1889, tomo II.
7
Sentencia 1.991, pág. 194, Gaceta 1888, tomo II.
8
Sentencia 2.664, pág. 1107, Gaceta 1878; sentencia 1882, pág. 1055, Gaceta 1881; sen-
tencia 3.281, pág. 1802, Gaceta 1882; sentencia 293, pág. 235, Gaceta 1895, tomo I.
9
Sentencia 777, pág. 352, Gaceta 1875; sentencia 1.027, pág. 840, Gaceta 1888, tomo I.
10
Sentencia 84, pág. 42, Gaceta 1877; sentencia 359, pág. 232, Gaceta 1894, tomo I.
11
Sentencia 451, pág. 371; Gaceta 1895, tomo I.
570
DE LAS MODALIDADES DEL CONTRATO DE \T_NTA
1
Sentencia 2.920, pág. 1626, Gaceta 1883.
571
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
Sentencia 1.188, pág. 821, Gaceta 1898, tomo II.
!
Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo VII, sec. I a , pág. 287.
s
Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo VI, sec. I a , pág. 508.
4
Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XI, sec. I a , pág. 302.
5
Sentencia 972, pág. 674, Gaceta 1879.
6
Sentencia 1.722, pág. 1209, Gaceta 1879.
7
Sentencia 2.920, pág. 1626, Gaceta 1883.
8
Sentencia 2.972, pág. 1658, Gaceta 1883.
9
Sentencia 246, pág. 702, Gaceta 1913.
10
Sentencia de 25 de mayo de 1917 suscrita por los Ministros señores Varas, Gaete, Cas-
tillo, Silva, Rojas, Pineda y de la Cruz y publicada en extracto en La Nación del 17 de junio
del mismo año.
572
CAPITULO OCTAVO
752. Perfeccionado el contrato de venta, una vez que las partes han con-
venido en la cosa y en el precio, nacen para ambas los derechos y obliga-
ciones que está destinado a producir. Estos derechos y obligaciones pueden
provenir de la ley o de la voluntad de las partes.
Las obligaciones propias del vendedor y que nacen del contrato de
venta por el solo efecto de celebrarse sin necesidad de que las partes las
estipulen, es decir, las obligaciones que la ley le impone son dos: la entre-
ga de la cosa y el saneamiento de la misma. Sin peijuicio de ellas, los
contratantes pueden estipular otras o atenuar o modificar esas dos. En tal
caso deben pactarse expresamente, pues, a falta de tal convenio, el vende-
dor no tiene sino las señaladas por la ley y en la extensión que ésta estable-
ce. La Corte de Casación de Francia resolvió que, por no existir estipulación
al respecto, el vendedor de un terreno no estaba obligado a procurar al
comprador el derrame sobre el predio vecino cuyo dueño era aquél, de las
aguas lluvias para la casa que el comprador hizo construir en ese terreno,
porque eso no entra ni en la entrega ni en la garantía. 1
En atención a lo expuesto podemos decir que las obligaciones del ven-
dedor pueden ser principales o secundarias. Son de la primera especie las
que constituyen el objeto mismo del contrato de venta y que son inheren-
tes a todo contrato de esta especie, o sea, las dos que hemos señalado. De
ahí por qué el inciso 1 B del artículo 1824 del Código Civil dice: "Las obliga-
ciones del vendedor se reducen en general a dos, la entrega o tradición, y el sanea-
miento de la cosa vendida".2 Son accesorias todas las demás de m e n o r
importancia y que son consecuencia de las dos anteriores o que provienen
de la voluntad de las partes, como ser, la de conservar la cosa vendida
hasta su entrega, la de pagar las costas que ésta origine, la de entregar la
cosa en el día y lugar convenidos, etc.
La obligación de entregar puede descomponerse en varias, a saber: 1)
la de conservar la cosa hasta su entrega; 2) la de responder por los deterio-
1
BAUDRY-LACANTINERIE, De la vente, núm. 2 8 5 , pág. 2 8 7 , nota 1; AUBRY ET RAU, V, pág. 5 7 ,
nota 1.
2
Disposiciones análogas a ésta contienen los artículos 1603 del Código francés, 1462
del italiano, 1461 del español y 433 y 434 del alemán.
573
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
Digesto, libro XYIII. título I, ley 21.
574
DE LAS OBLIGACIONES DEL VENDEDOR
1
BAUDRY-LACANTINERIE, De la vente, núms. 2 8 1 a 2 8 5 , págs. 2 8 3 a 2 8 6 ; GUILLOUARD, I,
núms. 198 a 204, págs. 230 a 235; LAURENT, 24, núms. 154 a 156, págs. 156 a 159; MARCADÉ,
V I , p á g s . 2 2 6 a 2 2 8 ; AUBRY E T RAU, V , p á g . 5 8 ; H u c , X , n ú m . 7 1 , p á g s . 1 0 2 y 1 0 3 ; TROPLONG,
I, núms. 256 a 261, págs. 336 a 343; FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núms. 928 a 912, págs.
857 y 858.
'¿ Tomo 15, núm. 133, pág. 335.
575
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
576
DE LAS OBLIGACIONES DEL VENDEDOR
PRIMERA PARTE
SECCION PRIMERA
759. El artículo 1548 del Código Civil establece que si la cosa objeto de la
obligación de dar es una especie o cuerpo cierto, aquella envuelve tam-
bién la de conservarlo hasta su entrega. Según esto, la obligación de con-
577
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
BAUDRY-LACANTINERIE, Des obligations, I, núm. 345, pág. 3 9 2 ; PLANIOL, II, núm. 1453,
pág. 485.
578
DE LAS OBLIGACIONES DEL VENDEDOR
1
Debe tenerse presente, sin embargo, que estas denominaciones han sido creadas por
los intérpretes del Derecho Romano; y algunos autores, como Maynz, se resisten a emplear-
las a fin de evitar confusiones y dudas acerca de las diversas especies de culpa.
579
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
que no obtenía ningún provecho de ellos, como ocurría cuando era depo-
sitario, donante, etc. En cambio, respondía de la culpa leve cuando retira-
ba una ventaja del contrato o cuando ambas partes se aprovechaban de
i'-ste. El deudor no respondía del caso fortuito. Si éste acaecía, se extinguía
su obligación, pero si el contrato era bilateral, la otra parte no quedaba
por ese hecho exonerada de la suya y siempre estaba obligada a cumplirla.
Si el caso fortuito provenía del hecho o culpa del deudor, si era su conse-
cuencia, quedaba responsable de él.
El deudor respondía del dolo en todo caso sin excepción alguna. No
sólo respondía de la inejecución proveniente del dolo o culpa cometido
después de la existencia de la obligación, sino también de la que provenía
del dolo o culpa cometida por él antes o en el momento de formarse
aquélla. Esto es muy razonable, porque si el deudor sabía, al tiempo de
contraer su obligación, que se iba a colocar en la imposibilidad de cum-
plirla, fue temerario e imprudente al pactarla y no empleó, en consecuen-
cia, toda la diligencia que se requería. Tal es el caso de un vendedor que
se obliga a entregar una cosa ajena, cuyo propietario se niega a proporcio-
nársela; o de un vendedor que se compromete a entregar, en el plazo de
dos días, una cosa que se encuentra a una distancia que hará demorar su
viaje no menos de seis.
Como se ve, los romanos no conocían la culpa levísima, es decir, la que
proviene de la omisión de los cuidados más minuciosos que los hombres
más diligentes ponen en sus negocios más importantes. Algunos autores,
sin embargo, han creído ver la existencia de esta culpa en el derecho ro-
mano. Su error proviene de las denominaciones que se han dado a la
culpa leve, de haber distinguido en ella la culpa in abstracto y la culpa in
concreto. Pero los estudios de Hasse, Doneau y otros demuestran claramen-
te que la culpa levísima no se conoció nunca en esa legislación. Maynz,
con muy buenas razones, rechaza también la existencia de esta culpa en
derecho romano, en el cual, según dice, solo una vez se menciona la culpa
levísima, y no con ocasión de los contratos, sino del daño causado por un
hecho sin que haya una obligación preexistente. 1 Cuq habla igualmente
de culpa lata y leve y no señala para nada la culpa levísima.2 Ortolan hace
la misma clasificación e indica como grados de la culpa leve, la culpa in
concreto y la culpa in abstracto, sin aludir tampoco a la culpa levísima.3 Final-
mente, Marcadé, 4 Huc, 5 Baudry-Lacantinerie 6 y Laurent' rechazan la exis-
tencia de la división tripartita de la culpa en el derecho romano y sólo
aceptan como existentes en él la culpa lata y la culpa leve.
1
Tomo II, págs. 20 a 22.
2
Tomo II, pág. 565.
3
Tomo II. pág. 421 y 422.
4
Tomo IV, pág. 434.
5
Tomo MI, pág. 138.
6
Des obtigations, I, pág. 394, nota 2.
7
Tomo 16, pág. 274.
580
DE LAS OBLIGACIONES DEL VENDEDOR
761. Los autores posteriores al Derecho Romano, tales como Cujas, Al-
ciat, D'Avezan, Heineccius y Faber, inspirados en las doctrinas escolásticas
de la Edad Media, que los impulsaban a toda clase de distingos y sutilezas,
introdujeron una nueva interpretación a las reglas de ese Derecho relati-
vas a la culpa. Fundados en algunos pasajes de los jurisconsultos romanos
en que hablaban de "in his quidem et diligentiam", hicieron una división
tripartita de la culpa, pues dijeron que esa frase quería significar "extrema
diligencia", o sea, un grado más allá de la diligencia, cuya omisión, por lo
tanto, no producía culpa leve, sino culpa levísima. Pothier, con su gran
prestigio, imprimió mayor importancia y veracidad a esta nueva doctrina y
en su Traite des Obligations habla de culpa lata, leve y levísima. La culpa lata
consiste, según él, en no cumplir el contrato de buena fe; la culpa leve, en
no emplear el cuidado que todo hombre diligente pone de ordinario en
sus negocios; y la levísima, en no emplear el cuidado más exacto, es decir,
aquella diligencia que gastan las personas más cuidadosas.
El objeto de esta clasificación tripartita no ha sido otro, a mi juicio,
que crear una clase especial de culpa para cada contrato: el deudor res-
ponde de la culpa lata cuando el contrato no interesa sino al acreedor, de
la leve cuando interesa a ambos y de la levísima cuando solo beneficia al
deudor. Esos autores no podían conformarse con que el deudor respon-
diera de una misma culpa cuando el contrato beneficiaba a él únicamente
y cuando beneficiaba a él y al acreedor. Por otra parte, como la culpa leve
podía provenir de la falta de los cuidados que gasta un buen padre de
familia o de aquellos que todo individuo pone en sus propios negocios,
creyeron que entre esas dos especies de cuidados había cierta diferencia y
de cada una hicieron una clase distinta, dando diverso valor a la culpa
derivada de la omisión de unos y otros. 1
De este modo se transformó y desvirtuó la doctrina romana de la cul-
pa, haciéndola de muy difícil aplicación práctica, porque determinar la
culpa de que respondían las partes era materia de interpretación, para lo
cual debía tomarse en cuenta su interés, las circunstancias del contrato,
sus obligaciones, etc. Por eso, aunque la ley señalaba diversas especies de
culpa para cada caso especial, resultaba que la determinación de ese caso
era siempre del resorte del juez, que era quien, en realidad, venía a resol-
verlo.
1
Véanse a este respecto los interesantes estudios sobre La prestación des fautes de PO-
THIER, y de LE-BRU.N, que se encuentran al final del tomo II de las obras de aquel autor.
581
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
582
DE LAS OBLIGACIONES DEL VENDEDOR
debe observar una diligencia y vigilancia superiores a las que un buen admi-
nistrador emplea en sus negocios personales.
1
Sentencia 570, pág. 362, Gaceta 1884; sentencia 3.687, pág. 533, Gaceta 1894, tomo III.
583
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
584
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
dad, pues aquí no ha sufrido por la mora del vendedor. Sería un ejemplo
de este caso si durante la mora del vendedor para entregar la estatua ven-
dida sobreviene un temblor o un incendio que destruye toda la ciudad y
los objetos muebles que hay en sus casas. Pero si el comprador quería la
cosa para venderla, dice Pothier, de tal modo que sin la mora del vende-
dor la habría podido vender antes de la catástrofe, éste queda responsable
de esa pérdida, pues es imputable a su culpa o mora.
768. Los hechos de terceros que pueden destruir o deteriorar la cosa du-
rante la custodia a que está obligada el vendedor pueden ser causadas por
personas de quienes el vendedor es responsable o por personas de quie-
nes no responde.
En el primer caso, el vendedor responde del hecho o culpa de esa
personas en la misma forma que si él hubiera sido su autor (artículos
1679 y 2320 del Código Civil). El vendedor responde del hecho de los
hijos menores que habiten en la misma casa, de su pupilo que vive bajo
su dependencia y cuidado, de su mujer y de los ejecutados por sus cria-
dos o sirvientes en el ejercicio de sus respectivas funciones; si el vende-
dor es j e f e de colegio o escuela responde del hecho de los alumnos
mientras estén a su cuidado; y si es artesano o empresario, del hecho de
sus aprendices o dependientes en el mismo caso (artículos 2320, 2321 y
2322 del Código Civil).
Si los hechos que producen la pérdida o deterioro de la cosa vendida
provienen de personas por las cuales el vendedor no responde, como si
los ladrones se la quitan por violencia, aquél queda eximido de su obliga-
ción, pero debe ceder al comprador las acciones que tenga contra esos
terceros (artículo 1677).
Si el vendedor se obliga a entregar una cosa perteneciente a un terce-
ro o que estaba expuesta a ser evicta por una causa que ya existía al tiem-
po del contrato y ese tercero se niega a cederla al vendedor o hace valer
sus derechos, éste debe indemnizar al comprador, pues su obligación sub-
siste y el hecho del tercero que aquí produce el incumplimiento de esa
obligación es imputable a culpa del vendedor. 1
769. El inciso final del artículo 1547 faculta a las partes para que modifi-
quen la responsabilidad del vendedor mientras conserva la cosa. Es así
como puede pactarse su responsabilidad por el caso fortuito. También pue-
de estipularse que responda de la culpa lata o de la levísima, o que respon-
da del hecho de cualquier tercero, etc.
Lo que no puede pactarse es la irresponsabilidad del vendedor en caso
de dolo o fraude, pues nadie puede eximirse de responder del daño vo-
luntario y malicioso causado a otra persona. El artículo 276 del Código
Civil alemán dispone expresamente que el deudor no puede, en ningún
caso, eximirse de esa responsabilidad.
1
POTHIER, III, n ú m . 6 0 , p á g . 2 6 .
585
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
586
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
587
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
POTHIER, I I I , n ú m . 5 5 , p á g . 2 4 .
588
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
1
Esta solución está consignada en la ley 17, título VI del libro XVIII del Digesto.
2
Des obligalions, I, núm. 361, pág. 407.
3
Tomo 13, núm. 199, pág. 303.
4
BAUDRY-LACANTINERIE, Des obligalions, I, núm. 419, pág. 456.
5
HUC, VII, núm. 106, pág. 157; X, núm. 15, pág. 28.
589
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
acepción es la que nos interesa considerar, porque de ella fluyen las demás
consecuencias a que esta materia da origen.
En el fondo, ambas acepciones son idénticas. Su diferencia estriba en
que una, la primera, se refiere al hecho mismo del deterioro o pérdida, en
tanto que la segunda se refiere a los efectos que de los riesgos provienen
sin determinar quién o quiénes van a soportarlos. Para hacer esa determi-
nación será necesario averiguar quiénes tienen derechos emanados del
contrato, cuáles de ellos se ejercitan sobre la cosa que perece y en qué
forma se ejercitan.
En la primera definición se da por sentado que hay una persona que, a
consecuencia del caso fortuito, soporta los riesgos, pero sin precisar la
causa de esa obligación, es decir, el motivo por qué va a soportarlos. En la
segunda, en cambio, no se señala quién los soporta, pero sí se dan los
medios para determinar esa persona, señalando para ello, como base de la
determinación, los derechos que se ejercen sobre la cosa. Esta definición
indica el motivo o causa por la cual uno de los contratantes se ve obligado
a soportarlos. Como se ve, ambas se completan y, de acuerdo con ellas,
creemos que puede darse la siguiente definición de los riesgos.
Se entiende por riesgos en un contrato toda pérdida o deterioro que
puede sufrir la cosa materia de él, a causa de un caso fortuito o de fuerza
mayor y que tiene por resultado la extinción total o parcial del derecho
que se ejerce sobre ella, extinción que coloca a la persona a quien este
derecho pertenece en la obligación de soportar esa pérdida o deterioro.
590
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
591
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
778. Estudiados los requisitos que se exigen para que tenga cabida la cues-
tión que ahora estudiamos y antes de entrar a examinar la forma en que
nuestro Código la ha resuelto, señalaremos la evolución histórica de esta
famosa teoría que se conoce con el nombre de teoría de los riesgos. Así
podremos comprender mejor el fundamento de la disposición que el Códi-
go consigna sobre los riesgos en los contratos y especialmente en el de com-
praventa. A través de esa evolución mencionaremos las diversas doctrinas
que han surgido para explicarla y que, sintetizadas en sus términos más gene-
rales, pueden concretarse en dos: la que se funda en la máxima ves perit domi-
no y la que se deriva de la regla debitar certi corporis líberatur interitu rei. Según la
primera, las cosas perecen para su dueño, de modo que su propietario es el
único que las pierde, de donde se infiere que si en los contratos bilaterales
aquélla perece antes de la entrega, el otro contratante se exime de cumplir
su obligación. En virtud de la segunda, la pérdida del cuerpo cierto libera al
deudor del cumplimiento de su obligación, ya que nadie puede ser obligado
a lo imposible, pero no al acreedor, que debe, no obstante, cumplir la suya.
Esta última doctrina es la que establece nuestro Código.
Ambas son vivamente defendidas y ambas son combatidas con dureza.
Pero las opiniones se van uniformando en el sentido de aceptar como
592
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
1
Véase Digesto, libro XVIII, título I, ley 24, núm. 6; título V, ley 5; núm. 2; título VI, ley
1
l , ley 4, núm. 1, ley 8; Instituías, libro III, título XXIII.
2
Digesto, l i b r o XVIII, t í t u l o VI, leyes 12 y 14.
Digesto, l i b r o XVIII, t í t u l o VI, l e y e s 7 y 8.
4
ACCARLAS, l'récis deDroit Romain, t o m o II, p á g . 3 0 6 , n o t a 2; CUQ, II, p á g . 4 0 5 , n o t a 7.
593
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
Digesto, libro XIX, ü'tulo II, ley 33.
2
Tomo II, pág. 206, nota 8.
' MAYNZ, II, p á g . 3 9 .
594
DE LAS OBLIGACIONES DEL VENDEDOR
1
MAYNZ, II, págs. 38 y 39.
2
Huc, VII, núm. 104, pág. 155.
595
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
596
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
las cosas perecían para su dueño. Se olvidaron que los efectos de la venta
no eran los de la mancipatio y por semejanza o, mejor dicho, por falta que
nuevas reglas o de comprensión del nuevo contrato, le aplicaron el princi-
pio antiguo. Resultó de este modo que desde la celebración del contrato
de venta los riesgos eran para el comprador, no porque éste fuera dueño
de la cosa ni tampoco en virtud de consideraciones jurídicas, sino como
consecuencia de haber aplicado a la compraventa, que en sus efectos era
muy diversa de la mancipatio, las mismas reglas establecidas para ésta. Cre-
yeron, en buenas cuentas, que la venta era igual a aquella y en esa creen-
cia impusieron los riesgos al comprador como antes los sufría el adquirente
con toda razón y justicia.
1
Tomo I, pág. 226.
2
Tomo I, pág. 227.
597
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
784. Ihering y los demás autores que hemos mencionado llegan al mismo
resultado por otro camino. Su opinión es tanto o más acertada que las
anteriores y, a nuestro juicio, parece ser la más exacta, lo que nos induce a
aceptarla en todas sus partes. Para ellos el fundamento de esta regla se
encuentra en el origen primitivo del contrato de venta, que se realizaba
mediante dos estipulaciones independientes.
Según Ihering, el derecho antiguo de Roma no conoció nunca las rela-
ciones jurídicas en las que el derecho y la obligación de una de las partes, es
decir, en que los derechos de cada una de las partes estuvieran confundidos
en un solo vínculo, pues todas esas relaciones eran esencialmente unilatera-
les y daban al interesado un derecho, sin imponerle, al mismo tiempo, una
obligación o sin procurar a la otra parte un derecho en contra de aquella.1
Las relaciones jurídicas de ese tiempo se componían de un derecho para el
interesado y de una obligación para aquel con quien éste contrataba. El
vínculo jurídico consistía en una sola obligación y en un solo derecho; pero
entre ambas partes no nacían en sentido inverso otro derecho y otra obliga-
ción correlativos de aquellos. Stahl, en su obra, Filosofía de los Derechos, ha
demostrado con gran acopio de datos la unilateralidad del derecho antiguo.
En este ambiente se desarrolló la vida jurídica romana. Por eso, sus prime-
ros actos jurídicos, como el nexum, el préstamo y otros, fueron unilaterales.
En una palabra, todos los contratos del jus avile, es decir, los que se deriva-
ron del Derecho romano antiguo son unilaterales.
Pero las necesidades del comercio y de la vida, el desarrollo considera-
ble de las relaciones jurídicas, la confusión de razas y de legislaciones a
causa de las conquistas de los romanos, la entrada en el imperio de nuevas
poblaciones, etc., modificaron las instituciones antiguas e hicieron crear
nuevas. Producto de estos fenómenos fue el jus gentium, que podemos lla-
mar la base fundamental del derecho romano clásico. Entre las novedades
más importantes que el jus gentium trajo al campo del derecho romano
figura, según Ihering, la noción de la bilateralidad en los contratos. Como
he dicho, ese Derecho no concebía en sus primeros tiempos la noción de
los derechos y obligaciones recíprocas, ya que para él cada relación creaba
un derecho y una obligación únicamente, lo que ha inducido a decir al
autor citado que "sólo la unilateralidad es una idea romana específica
La introducción de esta idea transformaría por completo la vida jurídi-
ca antigua. Se trataba de un concepto nuevo, muy difícil de comprender,
desde que aquellos se habían habituado al vínculo unilateral. Su adopción
1
Espíritu del Derecho Romano, tomo IV, pág. 215.
2
Obra citada, tomo IV, pág. 218.
598
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
599
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
Obra citada, tomo IV, pág. 219.
- ManuelEtémentaire de Droit Romain, pág. 537.
3
Digesto, libro XIX. título I, ley 50.
600
DE LAS OBLIGACIONES DEL VENDEDOR
1
T o m o I, pág. 228, n o t a 3.
2
T o m o I, pág. 209.
3
GIRARD, o b r a citada, pág. 545.
4
MAYNZ, t o m o II, p á g . 14.
601
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
602
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
785. Veamos ahora las razones de carácter doctrinario que se dan por aque-
llos autores que pretenden explicar la teoría de los riesgos en el contrato de
venta romano valiéndose de argumentos y de raciocinios jurídicos.
Uno de ello, Rambaud, cree que la aplicación a la venta de la regla de
que los riesgos son para el comprador, no es sino una forma especial de
aplicación de la regla res perit domino. Este autor no pone en duda por un
momento, como tampoco lo dudan los demás, que los romanos conocían
muy bien ese aforismo, que se impuso a sí mismo sin necesidad de textos
impresos, por la razón y por la fuerza de las cosas, aforismo que se aplica-
ba a muchos contratos tales como el comodato, el depósito, la prenda, el
arriendo, la venta condicional, etc. Sólo por él podía explicarse que en
todos esos contratos la pérdida fuera para el tradente, desde que conserva-
ba la propiedad plena y entera de la cosa, sin despojarse de los derechos
que de ésta se derivan.
Según este autor, aunque el comprador no es propietario de la cosa
desde el momento de la venta, lo será más tarde, pues, desde entonces,
tiene un derecho definitivo sobre ella en tanto que el vendedor se ha
despojado del suyo en su favor. El comprador, dice, se ha sustituido en los
derechos que el vendedor tenía en la cosa. Aunque conserve el título de
propietario antes de la tradición, este título, respecto de su comprador, es
nominal y no efectivo, porque frente a éste es un mero guardián de la cosa
que la conserva para él hasta el momento de la entrega. El vendedor ya no
es dueño de la cosa; el comprador es quien tiene un derecho definitivo
sobre ella. Luego, su pérdida fortuita debe afectar a éste. El autor citado
deduce de aquí que el comprador pasa a ser dueño de la cosa aun sin la
tradición; de modo que si perece para él es en virtud de la regla res perit
domino, con la limitación de que en este caso no es menester la tradición
efectiva de la cosa para darle al comprador ese carácter, que lo adquiere
por el hecho de ser acreedor. Por eso sostiene que tanto esta regla como la
otra res perit creditori provienen de un mismo origen y consignan la misma
idea, esto es, que los riesgos de la cosa vendida pertenecen a aquel en
cuyo patrimonio se halla la cosa, sea como debida a él, sea como propia. 1
Esta solución es curiosa, pero no tiene base histórica alguna y va con-
tra los principios mismos del Derecho romano. Sostener que la tradición
no surtía efecto entre las partes, sino respecto de terceros, porque el com-
prador ya tenía sobre la cosa un derecho in rem en virtud del contrato
mismo es un absurdo evidente, pues la venta entre los romanos era solo
1
Explicativa Etémentaire du Droit Romain, II, págs. 227 y 228.
603
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
POTHIER, III, n ú m . 3 0 7 , p á g . 1 2 3 ; ORTOLAN, II, p á g . 3 4 2 ; H u c , V I I , n ú m . 1 0 7 , p á g . 1 1 8 ;
ACCARIAS. obra citada, II, pág. 2 0 7 ; RAMBAUD, Explicativa Elémentaire du Droit Romain, II,
pág. 227 y PLANIOL, II, núm. 1342, pág. 452, combaten esta opinión.
604
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
gos fue porque recibía las mejoras y ventajas de la cosa. Por la inversa,
nos parece que la consecuencia del principio de que los riesgos son para
el comprador fue darle esas mejoras. En Derecho romano todos los fru-
tos y mejoras de las cosas pertenecían al propietario; pero cuando los
romanos se dieron cuenta que la aplicación a la venta de la máxima de
que las cosas producen y perecen para su dueño producía un contrasen-
tido, pues el comprador soportaba los riesgos y el vendedor recibía los
aumentos, consideraron equitativo poner también a su cargo esos au-
mentos y mejoras. En otros términos, la aplicación de la regla res perit
domino a la compraventa trajo como resultado colocar los riesgos a cargo
del comprador; pero las mejoras de la cosa continuaron siendo para el
vendedor porque era el propietario. Esta situación de injusticia fue ob-
servada por ellos y para atenuarla dijeron: el comprador soporta los ries-
gos sin ser propietario, justo es entonces que reciba las mejoras y aumentos
de la cosa aunque tampoco sea su dueño. 1 Creemos, por eso, que este
f u n d a m e n t o de equidad con que se pretende justificar la teoría de los
riesgos en el Derecho romano no explica por sí mismo esa teoría. Por el
contrario, prueba una vez más que es absurda e inicua ya que para ate-
nuar su injusticia se recurrió a ese arbitrio.
Estas razones de carácter doctrinario con que algunos autores quieren
explicar y justificar la injusta teoría de los riesgos en la compraventa roma-
na están muy lejos de lograr su intento y sólo sirven para demostrar con
mayor evidencia todavía el error de dicha teoría, que no tiene ni puede
tener otro fundamento y explicación que el desarrollo histórico del con-
trato de venta entre los romanos.
1
Esta regla se encuentra consignada en diversos pasajes de los textos romanos, tales
como las Institutos, libro III, título XXIII, y el Digesto, libro XVIII, título VI, ley 7»; libro XIX,
título I, ley 3, núms. 10, 13 y 18.
2
GIRARD, obra citada, II, pág. 228.
605
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
Obra citada, II, pág. 549.
606
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
las cosas perecían para su dueño y no para el que las debía en calidad de
acreedor prendario, depositario, comodatario, etc.
Ese texto que faltaba y que luego se halló fue, según dijimos, la ley 9,
título 14, libro IV del Código de Justiniano que dice literalmente: "Pignus
in bonis debitoris permanere ideoque ipsi perire, in dubium non venit. Curn igitur
adseveras in horréis pignora deposita, consequens est, secundum ius perpetuum pig-
noribus debitori pereuntibus (si tamen in horréis, quibus et alii solebant publice uti,
res depositae sint) personalem actionem debiti resposcendi causa integrara te habe-
re". Según este precepto, si la cosa dada en prenda perecía, esa pérdida
afectaba al deudor, es decir, al que la dio como tal, que siempre quedaba
constituido como deudor personal respecto del acreedor prendario.
La regla transcrita está de acuerdo con los principios que regían entre
los romanos los riesgos en los contratos unilaterales, en los que, de ordina-
rio, el propietario de la cosa era el acreedor de la misma. Pero de ningún
modo podía resolver la cuestión de los riesgos en la venta en la que hay
obligaciones recíprocas y correlativas. Sin embargo, como había que reac-
cionar contra el derecho germánico, los juristas se aferraron de ella y a fin
de armonizarla con los demás textos del Derecho romano que sentaban el
principio de que los riesgos eran para el comprador, se valieron, según
dice Huc, de aquellas limitaciones, excepciones y distingos de que se hacía
tanto uso en la Edad Media. 1
De todas estas elucubraciones se llegó a la conclusión que la teoría de
los riesgos en el contrato de venta sólo podía explicarse por la máxima res
perit domino. El origen de este principio no data de esta época, pues vimos
que los romanos ya lo conocían y que su aplicación a los dos contratos de
que se componía la compraventa fue la que creó la nueva regla que se
aplicó en ese contrato en materia de riesgos y según la cual estos eran del
comprador. Lo que es original de los jurisconsultos medioevales es el ca-
rácter amplio que dieron a esa máxima y la aplicación que de ella quisie-
ron hacer a todos los contratos, incluso a la venta.
La regla existía; pero se quiso aplicarla aun en los contratos bilaterales,
y más todavía, se pretendió demostrar que era el principio romano que
reglaba los riesgos en la venta, no obstante la gran cantidad de textos que
demostraban lo contrario. Todo esto provino únicamente del deseo de
reaccionar contra los principios del viejo derecho germánico.
789. Por los siglos XVI y XVII, con el renacimiento literario y artístico, las
i d e a s jurídicas también evolucionaron. Contra el individualismo duro del De-
recho romano se levantó la famosa escuela del derecho natural basada en la
equidad. Ya no se iría a buscar la explicación de los principios legales en las
áridas decisiones del jurisconsulto romano ni las nuevas reglas se inspirarían
en el interés egoísta que informaba esa legislación. Se recurriría, ahora, a la
e q u i d a d natural, al buen sentido y al derecho emanado de la naturaleza y
colocado por Dios en el ser humano. Los nombres más notables de esta época
son los de Grocio, Puffendorf, Barbeyrac y Burlamaqui.
1
Tomo VII, núm. 104, pág. 156.
607
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
MlRAGUA, Filosofía del Derecho, tomo I, pág. 42.
2
Obra citada, tomo V, capítulo V, párrafo 3 de la edición anotada por Barbeyrac (Bi-
blioteca Nacional).
608
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
riesgos se regía por la máxima res perit domino, también lo era que ésta no
se aplicó a la compraventa, porque dado el carácter bilateral de este con-
trato su aplicación a cada uno de los actos de que se componía produjo la
transformación de dicha regla que, por ser creada para la obligación uni-
lateral, resultó un absurdo en la bilateral. Pero si al hacer tal asev eración
sólo se limitaron a manifestar que los romanos conocían ese principio sin
pretender demostrar que lo hicieron aplicable a la venta, no cabe duda
que estaba en la razón. Sin embargo, de las obras de Pothier y del estudio
atento del estado en que en esa época se hallaban las ideas jurídicas al
respecto se desprende que con ella trataron de sostener lo primero, esto
es, que los riesgos en la venta romana se regían por la máxima res perit
domino. Ya estudiamos el precepto que algunos jurisconsultos señalaron
como el que reglamentaba en Roma los riesgos en el contrato de venta y
que derivaron del Código de Justiniano. Por otra parte, el célebre juris-
consulto francés Santiago Cujas, que vivió por la mitad del siglo XVI, trató
de demostrar que entre los romanos los riesgos de la cosa vendida perte-
necían al vendedor hasta la entrega y para ello se fundaba en la ley 33,
título II del libro XIX del Digesto, o sea, la que disponía que si el predio
vendido era confiscado antes de la entrega, el comprador no tenía obliga-
ción de pagar el precio y aún tenía acción para pedir su restitución. Más
arriba analizamos el significado y el alcance de esta ley y tal vez con el
mérito de análogas consideraciones y con la evidencia de los demás textos
que señalaban al comprador como el contratante que soportaba los ries-
gos, ese autor se vio obligado, algún tiempo después, a abandonar esta
doctrina sin dejar de reconocer, por eso, que era mucho más equitativa
que aquella. Tales eran las opiniones existentes en la época de Puffendorf
y de Barbeyrac y de acuerdo con ellas no es aventurado suponer que éstos
creyeran que los romanos aplicaban la regla res perit domino aun al contrato
de venta.
2) El segundo argumento que aducían era que el comprador no se
obligaba a pagar el precio sino con la condición de que se le diera la cosa.
Este, es a nuestro juicio, el gran argumento de esta escuela y que no pue-
den destruir en ninguna forma los que sostienen que los riesgos deben ser
para el comprador. Es evidente que lo que éste persigue al obligarse es
obtener la cosa y en esa virtud se aviene a pagar el precio. Si perece es
claro que no puede tener esos deseos. Y como la causa de su obligación es
la obligación del vendedor, cuyo objeto es la cosa, resulta que si ésta pere-
ce, dicha obligación se extingue por falta de objeto. Desapareciendo ella,
la del comprador también se extingue por carecer de causa. De esto des-
prendían que si el vendedor se colocaba en la imposibilidad de cumplir su
obligación, el comprador tampoco estaba obligado a ejecutar la suya, por
cuyo motivo los riesgos eran para el vendedor, los cuales no pertenecían al
comprador sino a partir de la entrega de la cosa, ya que desde entonces
era su propietario, que era el único que, según ellos, debía soportarlos.
Llegaron así a la conclusión de que dentro de los principios de la equidad
natural, los riesgos de la cosa vendida debían pertenecer al vendedor has-
ta que éste dejara de ser propietario lo que ocurría cuando se realizaba la
609
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
tradición; sólo desde este momento debían ser para el comprador. De este
modo la regla res perit domino sustituía en la venta la regla romana res perit
creditori y en lo sucesivo sería justo y equitativo imputar los riesgos al com-
prador, no desde la celebración del contrato, como antes sucedía, sino
desde la entrega de la cosa.
1
Tomo 16, núm. 209, pág. 269.
2
Tomo III, núm. 307, pág. 123.
610
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
1
Tomo III, núm. 307, pág. 124.
2
Locución citada en la nota anterior.
611
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
ha celebrado, desde cuyo instante cada una adquiere vida propia e inde-
pendiente. En consecuencia, si una se extingue, la otra, mientras no esté
afectada por una causa de extinción, subsiste y da acción para exigir su
cumplimiento.
791. Tal era el estado en que se encontraban las ideas sobre este punto
cuando comenzó la discusión del Código Napoleónico. Por una parte el
principio romano reproducido en el antiguo Derecho francés y defendido
por Pothier. Por la otra las doctrinas de la escuela natural y las ideas de
Argou y de Bouijon que veían en la venta un modo de adquirir el dominio
de las cosas. El resultado de esta discusión y el resumen de todas esas ideas
fue el artículo 1138 del Código francés que a la letra dispone: "La obliga-
ción de entregar una cosa se perfecciona por el solo consentimiento de las
partes contratantes. Ella hace al acreedor propietario y coloca la cosa a sus
riesgos desde el instante en que ha debido ser entregada, aunque la tradi-
ción no se haya efectuado, salvo que el deudor se constituya en mora de
entregarla, pues entonces los riesgos son de su cargo".
La primera innovación que introdujo el Código francés en materia de
riesgos fue la reforma al alcance y extensión que le dio. La teoría de los
riesgos en el Derecho romano no se presentaba sino en el contrato de
venta. En los demás contratos la cosa perecía para su propietario que era
el acreedor. Ese Código sacó esta cuestión del contrato de venta y la colo-
có en el título que habla de las obligaciones haciéndola extensiva de este
modo a todas las que consisten en dar un cuerpo cierto. No se trataba
ahora de un problema especial sino de una regla general aplicable a toda
una categoría de obligaciones. El Código francés declaró de esta manera
que la cosa no perecía para el comprador sino para el acreedor, porque
como aquél era acreedor, al hacer extensiva esa regla a todas las obligacio-
nes de dar, sustituyó la palabra comprador por acreedor y resultó así la famo-
sa regla de que en las obligaciones de dar las cosas perecen para el acreedor;
regla que, como se ha dicho, provino de hacer extensivo a un caso general
el precepto establecido para uno particular.
612
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
dor de cuei-po cierto, negando en absoluto que los soporte por ser propie-
tario de la cosa. Es la opinión de Laurent, 1 Duranton, 2 Fuzier-Herman, 3
Demolombe, 4 Marcadé, 3 Colmet de Santerre, 6 Aubry et Rau, 7 Pardessu 8 v
Bugnet. 9
Pero los autores más modernos se inclinan a creer que en el Código
francés el acreedor soporta los riesgos no por ser tal sino por ser propieta-
rio de la cosa o, mejor dicho, en virtud de la máxima res perit domino.
Baudry-Lacantinerie, por ejemplo, en sus últimas ediciones y después de
haber sostenido la otra doctrina se pronuncia por la que ahora enuncia-
mos. Planiol es también u n o de sus más arduos sostenedores. 11 Huc pare-
ce un poco indeciso y aunque no lo dice francamente puede ser incluido
entre los partidarios de esta opinión. 12 Entre los autores antiguos, su único
partidario ha sido Larombiére 1 3 a quien cabe la honra de haber sido su
iniciador.
Veamos los argumento en que se f u n d a n unos y otros, sin peijuicio de
que dejemos constancia desde luego que nuestro modo de pensar está
con los últimos.
1
Tomo 16, núm. 208, pág. 267.
2
X , núm. 422.
3
Tomo 29, Obligations, núms. 571 a 577, págs. 42 a 43.
4
Cours de Code Napoléon, t o m o 2 4 , n ú m . 4 2 4 , p á g . 4 0 4 .
5
Tomo IV, pág. 435.
6
Tomo V, núm. 58 bis, III.
7
Tomo VI (cuarta edición), pág. 340.
8
Tomo I, núm. 278, pág. 191.
9
Obras de POTHIER anotadas por BUGNET, t o m o II, p á g . 7 1 , n o t a 1.
10
Des obligations, I, págs. 458 a 463, núms. 423 y 424.
" Tomo II, núms. 1344 a 1347, pág. 453.
12
En el tomo VIII, núm. 109, pág. 161, dice: "En Francia, por el contrario, se han se-
guido sobre este punto los principios del Derecho romano; se han puesto los riesgos a car-
go del comprador y para explicar mejor esto se le ha declarado propietario".
13
Théorie et pratique des obligations, t o m o I, n ú m . 2 3 , p á g . 184.
613
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
FENET, XIII, pág. 230.
2
FENET, XIII, pág. 320.
614
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
794. Los que sostienen que el artículo 1138 del Código francés pone los
riesgos a cargo del acreedor no como una consecuencia de su carácter de
propietario sino por ser acreedor de la cosa únicamente, combaten los argu-
mentos de aquella escuela con razones que, en nuestro sentir, son ineficaces
para destruirlas y que no son sino el producto de su apasionamiento en pro
de una doctrina injusta, irracional y verdaderamente ridicula.
Al mismo tiempo, defienden su opinión con las siguientes razones: 1)
El contrato de venta se compone de dos obligaciones independientes que
viven una vida separada, por cuyo motivo la extinción de una no afecta en
nada a la otra que continúa subsistiendo; 2) aunque el artículo 1138 del
Código francés hable a un tiempo de la transferencia de la propiedad y de
los riesgos, entre ambos hechos no hay una relación de causa y efecto; 3)
el Código no ha hecho sino reproducir el principio que al respecto consig-
naban la tradición y el Derecho romano que no es otro que res perit credito-
ri, y 4) esta regla es conforme a la equidad.
El primero de esos fundamentos fue formulado por Pothier. Para ex-
plicarlo citaremos la opinión de Laurent que es uno de los más arduos
defensores de esta doctrina. Dice este autor: "En todo contrato sinalag-
mático cada una de las partes tiene obligaciones correlativas en el senti-
do que cada una de ellas debe cumplir las que el contrato le impone, de
las que sólo se libertan cuando se extinguen por alguno de los modos
que la ley señala como causa de extinción de las obligaciones. En la ven-
ta el vendedor es obligado a entregar la cosa y el comprador a pagar el
precio. Aquél cumple la suya velando por la conservación de la cosa con
los cuidados de un buen padre de familia; y si a pesar de sus cuidados la
cosa perece por caso fortuito queda exonerado de ella. Su obligación se
ha cumplido como si la hubiera entregado. Desde el momento que el
vendedor ha satisfecho su obligación, el comprador debe también ejecu-
tar la suya. Está obligado a pagar el precio y la pérdida de la cosa no es
una causa de extinción de esta obligación que siempre subsiste". 1 De ahí
se desprende, según ellos, que la cosa perece para el acreedor y no para
su propietario; y éste es el principio que ha consignado el Código fran-
cés. Más adelante señalaremos los errores de esta argumentación la que,
615
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
Tomo 16, núm. 208, págs. 268 y 269.
2
DKMOLOMBE, tomo 2 4 , núm. 4 2 4 , págs. 4 0 4 y 4 0 5 ; COLMET DE SANTERRE, tomo V, núm.
58 bis. IV, p á g . 85.
5
LAURENT, 16, n ú m . 2 0 8 , p á g . 2 6 9 .
616
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
617
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
Demolombe aduce todavía otra razón que casi puede llamarse infantil.
Después de enunciar como fundamentos de su modo de pensar los ya
expuestos, termina diciendo: "El nuevo legislador ha pensado tal vez que
la traslación inmediata de la propiedad que se opera por el solo efecto del
contrato es un motivo mayor aún para entregar los riesgos de la cosa al
acreedor que en lo sucesivo reunirá en su persona las calidades de acree-
dor de un cuerpo cierto y de propietario; y como no ignoraba que la
teoría de los riesgos había sido controvertida en otro tiempo, hay motivos
para creer que no esperó jamás que todas las opiniones fueran satisfechas,
por lo cual y a fin de que cada uno pudiera encontrar la consagración de
su doctrina, consignó el principio del artículo 1138".1 Este argumento,
como dijimos, es realmente infantil. ¿Puede creerse que un legislador esta-
blezca reglas o principios en forma caprichosa y vaga con el único y exclu-
sivo objeto de dar origen a discusiones y a doctrinas diversas? La negativa
es ineludible, porque el objeto de la ley es evitar las dudas y señalar reglas
claras. Y si ambos objetos no se realizan no es porque intencionalmente se
haya querido obrar así sino porque no siempre es fácil lograrlos y porque
toda obra humana es imperfecta. Aparte de esta consideración general
hay en este caso otra especial, y es que el legislador francés se dio cuenta
de las dudas que originaba esta materia, las estudió y las resolvió en un
determinado y único sentido.
795. Fluye de lo expuesto que tanto las razones de hecho como las de
derecho en que esta escuela se apoya carecen de toda base sólida y no
tienen otro fundamento que el infundado respeto por los antiguos princi-
pios y por las viejas reglas a las cuales se opone el texto claro del artículo
1138, la opinión de los redactores del Código y las doctrinas justas y equi-
tativas del llamado Derecho natural que no permiten llegar a otra conclu-
sión sino que, dentro del Código francés, el acreedor soporta los riesgos
por ser propietario de la cosa y no por ser acreedor o, mejor dicho, en
virtud de la regla res perit domino y no en virtud de la máxima debitar rei
certae interitu fortuito rei liberatur, o sea, res peri creditori.
En realidad, y como lo dicen los autores franceses, la cuestión de los
riesgos carece de importancia práctica. La tiene desde el punto de vista
teórico únicamente. La única utilidad que puede presentar en esa legisla-
ción tiene cabida cuando se estipula que la propiedad no se transfiera al
comprador sino por la entrega de la cosa o por el pago del precio. En tal
caso, si se acepta la doctrina de Planiol y de Baudry-Lacantinerie, los ries-
gos pertenecerán al comprador desde la entrega o desde el pago, pues
sólo desde entonces es propietario. Si se acepta la doctrina contraria, los
riesgos pertenecen al comprador aun con anterioridad a esos hechos, esto
es, desde el contrato, porque a contar de ese momento es acreedor y el
vendedor deudor de un cuerpo cierto cuya obligación se extinguiría por
la pérdida fortuita de la cosa. Nos inclinamos por la primera solución ya
1
Tomo 24. pág. 409.
618
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
que hemos aceptado aquella doctrina. Por lo demás, una cláusula de esa
naturaleza es de muy rara aplicación práctica y, según afirma Planiol, esta
cuestión nunca ha dado lugar a decisiones de la jurisprudencia.
796. El artículo 1125 del Código Civil italiano reproduce casi a la letra el
artículo 1138 del Código francés y dice: "En los contratos que tienen por
objeto la traslación de la propiedad o de otro derecho, aquélla o éste se
transfiere o se adquiere por el efecto del consentimiento legítimamente
manifestado, y los riesgos de la cosa pertenecen al adquirente, aunque no
se haya efectuado la tradición". Este artículo sí que podría originar la duda
antes mencionada con mayor motivo que el del Código francés, pues su
redacción es menos precisa que la de éste. Sin embargo, Ricci sostiene, y
con razón, que si los riesgos son del comprador es porque la propiedad le
fue transferida tan pronto como los dos consentimientos se concretaron
sobre un mismo objetivo.1
1
Tomo 15, núm. 138, pág. MS.
619
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
desde ese momento. En seguida, el inciso final del artículo 1096 que im-
pone al deudor constituido en mora la obligación de responder aun de los
casos fortuitos que ocurran hasta la entrega, nos permite deducir que si el
deudor no está en mora no los soporta, y como alguno de los contratantes
debe sufrirlos, éste no puede ser otro que el acreedor. Finalmente, los
artículos 1182 y 1186 comprueban en forma irrefragable aquella solución,
ya que según el primero, la pérdida fortuita de la cosa libera al deudor de
su obligación de entregarla; pero, en tal caso, debe ceder al acreedor, en
virtud del artículo 1186, las acciones que pueda tener contra el autor del
caso fortuito, lo que nos demuestra que éste es quien soporta ese riesgo,
desde que puede exigir su reparación.
La prueba definitiva de este aserto se encuentra en los antecedentes
históricos del Código español, tales como las Siete Partidas, en las que,
según hemos visto, los riesgos eran para el comprador desde la celebra-
ción del contrato, esto es, desde antes que adquiriera el dominio de la
cosa.1 En conclusión, podemos decir que en el Código Civil español los
riesgos de cuerpo cierto cuya entrega se debe son para el acreedor. Es la
aplicación de la regla res perit creditori.
1
Partida V, título V, ley 23.
620
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
621
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
622
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
623
DK LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
aquellos casos en que, como en las ventas de inmuebles, los riesgos pasan
al comprador antes de la entrega real, pero una vez efectuada la tradición
o entrega legal. El dominio de aquéllos se transfiere por un contrato cele-
brado ante el magistrado encargado del registro territorial y seguido de su
inscripción en éste. Cuando así sucede, el comprador lo adquiere desde la
inscripción; luego, desde este momento soportará los riesgos, aunque la
entrega efectiva no se haya realizado, pues es aquélla la que le transfiere la
propiedad y los riesgos la siguen.
Podemos decir, en consecuencia, que en el Código alemán el compra-
dor soporta los riesgos desde que se hace dueño de la cosa, lo que ocurre
una vez que se efectúa la tradición del dominio, sea por la inscripción, sea
por la entrega efectiva de la cosa. Por la misma razón, los frutos y productos
de la cosa pertenecen al vendedor hasta la tradición y desde este instante
son para el comprador. Hay, sin embargo, un caso en el Código alemán, el
contemplado por el artículo 447, en que los riesgos pertenecen al compra-
dor aun antes de la entrega real y tiene lugar cuando el comprador, a solici-
tud del vendedor, envía la cosa vendida a un lugar diverso del de la ejecución
en cuyo caso los riesgos pasan a aquél tan pronto como el vendedor ha
entregado la cosa al portador o conductor o a cualquiera otra persona o
establecimiento encargado del transporte y entrega. Aquí, en realidad, se ha
efectuado la tradición, pues si el comprador da esa orden al vendedor quie-
re decir que se da por recibido de la cosa por intermedio de estas personas,
que son sus mandatarios. Hay, pues, una verdadera entrega que, aunque no
se hace al mismo comprador, se hace a personas que lo representan y por su
voluntad. Claro está que si el comprador ha dado instrucciones especiales
sobre el modo de expedición y el vendedor no las cumple, sin justo motivo,
será responsable del perjuicio que por ello cause al primero, lo que no es
sino aplicación de la regla de que los contratos son una ley para los contra-
tantes, que deben cumplir fielmente.
En vista de lo expuesto, no es aventurado decir que el Código alemán
ha establecido en materia de riesgos los principios que la equidad y la
teoría señalaban como verdaderos, a saber: 1) que todo contrato bilateral
se resuelve ipso jure cuando una de las partes se coloca, por un caso fortui-
to, en la imposibilidad de cumplir su obligación, y 2) que los riesgos en el
contrato de venta, como en todo otro, pertenecen al propietario, o sea, al
vendedor, hasta el momento de la entrega o tradición y solo desde enton-
ces al comprador.
624
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
625
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
que ponen esos riesgos a cargo del propietario. Ahora nos corresponde
estudiar en qué consisten estos dos sistemas, cuáles son sus fundamentos y
las razones que se aducen en pro de uno y otro y, finalmente, las críticas
que se les dirigen. Hecho este estudio, podremos llegar con toda facilidad
a determinar cuál es el más equitativo, el más racional y el preferible.
Como se dijo, estos dos sistemas pueden resumirse en dos aforismos:
res perit creditori, es decir, las cosas perecen para el acreedor, y res perit domi-
no, o sea, las cosas perecen para su dueño. Nos ocuparemos primeramente
del que se resume en la máxima res perit creditori.
Se funda en las reglas: debitar certi corporis liberatur interitu rei e impossibi-
lium nulla obligatio. En virtud de estos principios nadie está obligado a lo
imposible, de tal modo que si el vendedor es deudor de un cuerpo cierto y
este perece fortuitamente su pérdida lo coloca en la imposibilidad de cum-
plir su obligación que, por este hecho, queda extinguida, desde que la
pérdida de la cosa que se debe es uno de los modos de extinguir las obli-
gaciones. Como tampoco ha habido culpa de su parte, pues la cosa pere-
ció por caso fortuito, se reputa que el vendedor ha cumplido su obligación,
ya que ha hecho todo lo necesario para impedir que se destruya, que era a
lo que se obligó. No siendo esa pérdida imputable a culpa del vendedor y
reputándose cumplida la obligación que el contrato le impuso, el acree-
dor o comprador no puede reclamarle indemnización de peijuicios y, por
el contrario, está obligado, por su parte, a pagar el precio desde que su
obligación no se ha extinguido y el vendedor cumplió la suya. Esos argu-
mentos explican muy bien la situación del vendedor, pero no la del com-
prador, pues, como dice Huc, "respecto de éste sería injusto y absurdo
considerar que el vendedor ha cumplido su obligación; y tal ficción ten-
dría el carácter de una broma para el comprador, que quedaría siempre
obligado a pagar el precio sin recibir la cosa".1 La explicación referente a
que la pérdida del cuerpo cierto que se debe libera de su obligación al
deudor no sirve sino para resolver la situación en que éste queda en ese
evento; pero de ninguna manera justifica o resuelve la cuestión de los
riesgos en un contrato bilateral, como la venta, en que hay obligaciones
recíprocas y correlativas.
804. Para justificar los errores que esta doctrina puede tener y para expli-
carlos teóricamente se han hecho valer, sin embargo, una serie de argu-
mentos que pasamos a estudiar y que, en síntesis, se reducen a los cinco
siguientes:
1) Esta doctrina está de acuerdo con la naturaleza misma de la venta
que, como todo contrato bilateral, se compone de dos obligaciones inde-
pendientes una de otra;
2) Es muy razonable que el comprador pague el precio aunque no
reciba la cosa, porque no se ha obligado con la condición que el vendedor
se la entregue sino en la inteligencia de que éste cumpla su obligación que
1
Tomo VII, núm. 105, pág. 157.
626
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
1
POTHIER, III, n ú m . 3 0 7 , p á g . 1 2 3 , LAURENT, 1 6 , n ú m . 2 0 9 , p á g . 2 7 0 .
2
Tomo 24, núm. 424, pág. 406.
627
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
POTHIER, III, n ú m . 3 0 7 , p á g . 1 2 4 , LAURENT, 1 6 , n ú m . 2 0 7 , p á g . 2 6 7 y n ú m . 2 0 9 ,
pág. 270.
- RAMBAUD, Explication Etémentaire du Droit Romain, págs. 227 y 228.
628
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
estas mejoras y frutos corresponden a éste es justo que soporte los deterio-
ros y pérdidas que sobrevengan después de la celebración del contrato y
antes de la tradición.
Quinto argumento. Este último argumento ha sido imaginado por Huc y
demuestra un gran talento jurídico, pues es de una sutilidad asombrosa.
Se funda en la manera de interpretar la intención de las partes. Para este
autor la cuestión de los riesgos es de simple interpretación de la voluntad
de los contratantes. Según esta voluntad se quiere ver en el contrato de
venta un medio de liberar al vendedor de los riesgos de la cosa y entregar-
los al comprador desde su celebración, quien se convierte, desde entonces
hasta la entrega, en un asegurador de aquél.
He aquí el raciocinio de Huc. Desde que los riesgos corren por cuenta
del comprador es claro que éste está obligado a pagar el precio tanto cuan-
do la cosa no ha perecido como cuando ha perecido, lo que es un absurdo
manifiesto, porque esta solución lleva a un mismo resultado a dos situacio-
nes enteramente diversas. Es indudable entonces que la obligación del
comprador no puede tener el mismo carácter jurídico cuando la cosa ha
perecido que cuando no ha perecido. Cuando la cosa no ha perecido la obliga-
ción del comprador de pagar el precio es la recíproca natural de la obliga-
ción de entregar la cosa. Pero cuando la cosa ha perecido, ¿cuál es el
carácter de la obligación del comprador? Para explicarlo, Huc entra a in-
terpretar la intención presunta de las partes, según la cual el vendedor, al
celebrar la venta, lo ha hecho con el objeto de librarse del temor de per-
der la cosa y para entregar ese temor al comprador. Según este autor, el
vendedor razona así: "Si yo vendo a Ud., comprador, la casa entregable a
plazo, de acuerdo con el rigor de los principios puros, debo soportar los
riesgos de la cosa sin poder eximirme de ellos mediante la enajenación de
esta misma cosa a un tercero. Por eso, yo vendo precisamente para sus-
traerme de las eventualidades o de la pérdida que pueden amenazar la
cosa; en consecuencia, no consiento en el contrato sino siempre que Ud.,
comprador, tome los riesgos a su cargo a título de compensación o indem-
nización como lo haría un asegurador". 1
Para Huc la venta es un medio que tienen las personas de sustraerse a
los casos fortuitos, pues sucede a menudo que muchos individuos vacilan
en conservar un objeto precioso por el temor de que se les pierda o des-
truya y la única manera que tienen de esquivar ese peligro es vendiéndolo.
Si en conformidad a los principios abstractos el propietario tuviera que
seguir soportando los riesgos, a pesar de la venta, es claro que no lo vende-
ría o, al menos, lo vendería al contado. Una venta de esta naturaleza no es
muy frecuente ni de tan fácil realización como una venta a plazo, ya que
puede ser imposible o, por lo menos, muy difícil entregar la cosa en el
acto o hallarse el comprador en la imposibilidad de pagar inmediatamen-
te. Estos inconvenientes se subsanan con la venta a plazo: de ahí que el
vendedor no vacilará en vender en esta forma con tal que el comprador
629
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
805. Veamos ahora la crítica que nos merece cada uno de esos argumen-
tos para demostrar, si nos es posible, el error jurídico de donde esta doctri-
na arranca su origen.
Primer argumento. No es exacto que la venta se componga de dos obliga-
ciones independientes. Por el contrario, ambas son correlativas y solidarias
durante el tiempo que dura la existencia del contrato y sin una no puede
existir la otra. Esta es la verdadera noción del contrato bilateral. El com-
prador se obliga a pagar el precio siempre que el vendedor se obligue a
entregarle la cosa; de ahí que si la obligación del vendedor desaparece, la
del comprador tiene que extinguirse, sea que a una se la considere como
causa o como condición de la otra.
Si se la considera como causa resulta que la causa de la obligación del
comprador es la adquisición de la cosa, es decir, la obligación del vende-
dor. En efecto, el comprador paga el precio para recibir de manos del
vendedor la cosa a que se refiere el contrato. Esta cosa es el objeto de la
obligación del vendedor. Si perece, esa obligación se extingue por falta de
objeto y al extinguirse hace desaparecer la causa de la obligación del com-
prador. Una obligación sin causa es nula, dice la ley o, mejor dicho, inexis-
tente. El contrato se extingue porque las dos obligaciones que lo forman
dejan de existir. No hay aquí resolución por incumplimiento, sino extin-
ción o muerte del contrato por destrucción del objeto materia de él. Este
argumento ya lo habían hecho valer los autores del Derecho natural para
1
MI, núm. 110, pág. 163.
630
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1
MI, núms. 110 y 111, págs. 163 a 166.
634
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
807. Veamos los fundamentos en que se apoya esta doctrina para señalar
enseguida las críticas que se le dirigen.
Ante todo debe hacerse notar que esta regla es más lógica, más justa y
más racional que la anterior. Lo razonable es que las cosas perezcan para
su dueño, desde que a él pertenecen. Es el único que tiene un derecho
real sobre ellas y, por lo tanto, el único que puede perder algo cuando
perecen.
635
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
808. Los ataques que contra ella se formulan carecen en absoluto de base
y se reducen a tres:
Primero. Se dice que es un absurdo formular como regla jurídica un
hecho tan lógico y que cae de su propio peso. Esta crítica la hacen Maynz
y Accarias. "Si ella significa simplemente, dice este último, que si una
cosa perece por un caso fortuito el propietario pierde su propiedad, no
es sino una expresión algo ingenua de una verdad evidente". 1 Y Maynz,
por su parte, agrega: "Nada es más verdadero que esta proposición si con
ella se quiere significar que el propietario que pierde una cosa fortuita-
mente experimenta una pérdida; pero en esta acepción sería de una tri-
vialidad ridicula". 2
1
Obra citada, II, pág. 206, nota 2.
2
Tomo II, pág. 38, nota 6.
636
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
No veo, realmente, los motivos que tengan esos autores para pensar
asi- ¿No son acaso las leyes y las reglas jurídicas la expresión de los hechos
y de las costumbres? ¿O son aquéllas un conjunto de principios doctrina-
nos sin aplicación práctica, producto del cerebro de los juristas? Mientras
mas se asemejan las leyes a los hechos reales, mucho mejores son. La máxi-
ma res perit domino es la expresión de uno de esos hechos. Por eso es la más
exacta y justa de las que se formulan al respecto.
Segundo. Otros creen que si esta regla es muy racional y conveniente en
los contratos en que se trata de la restitución de una cosa y en aquellos en
que al frente del propietario está el usuario o guardián de ella o cuando la
cosa no es objeto de obligación, no sucede lo mismo cuando es objeto de
una obligación, pues entonces al frente del propietario hay otra persona
que tiene sobre ella más derecho que él lo que la hace inaplicable en tales
casos. Tanta razón hay para aplicarla a unos como a otros, decimos noso-
tros, pues en ambos casos el único propietario es el dueño de la cosa, o
sea, el acreedor en los primeros y el deudor en los segundos. Una regla
jurídica no tiene por qué alterarse por el hecho de que la cosa esté someti-
da a una obligación, desde que, a pesar de ésta, siempre subsiste sobre ella
el dominio del vendedor o deudor.
Tampoco es cierto que en los contratos bilaterales el derecho del acree-
dor sea más poderoso que el del deudor. Este es el propietario de la cosa.
Aquél es acreedor de una obligación personal cuya existencia depende de
la que, a su vez, tiene el deudor. Si la cosa perece la pierde su dueño. El
derecho del comprador no se extingue porque desaparece la cosa sino
porque se extingue la obligación del vendedor a la cual estaba subordina-
do. Su acción es personal contra el vendedor y no sobre la cosa y por eso
no se extingue con la pérdida de ésta. Pero como para ejercitarla necesita
que el vendedor pueda cumplir su obligación, resulta que si éste se halla
en la imposibilidad de cumplirla el derecho del comprador tampoco pue-
de ejercitarse, por lo cual no está obligado a cumplir la obligación que
sobre él pesa ya que sólo estaba obligado a ella en cambio del derecho que
iba a ejercer. El derecho que se pierde es, pues, el del vendedor o deudor
porque sólo él tenía alguno sobre la cosa. El del comprador, que no se
ejercía sobre ella, se extingue como consecuencia de la imposibilidad en
que aquél se encuentra. Fluye de esto que lo lógico y lo justo es que la
cosa la pierda el vendedor y no el comprador. Además, éste no tiene por
qué dar el precio si no recibe la cosa por la cual iba a pagarlo.
Tercero. El tercero y último ataque que se dirige a esta doctrina es que
en algunos Códigos, como en el francés por ejemplo, hay casos en que la
cosa no perece para su dueño; así ocurre en aquellos en que el vendedor
está en mora de entregar la cosa. En ese Código el vendedor, por el hecho
del contrato, deja de ser propietario de la cosa, calidad que adquiere el
comprador. Aunque el vendedor esté en mora de entregar el comprador
es siempre propietario; pero en tal caso la cosa perece para aquél y no
para éste. Laurent cree que esto es la mejor prueba de la falsedad de
aquella regla. Pero olvida el autor que si el Código francés establece tal
precepto lo ha hecho para castigar al vendedor que no tiene por qué per-
637
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
638
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
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DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
la vez dueño de la cosa, lo que no sucede entre nosotros, de modo que si los
soportaba era en su calidad de tal y no en su calidad de acreedor.
640
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DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
812. Aunque según los artículos 1550 y 1820 del Código Civil los riesgos
del cuerpo cierto cuya entrega se debe pertenecen al comprador, esto ocu-
rre únicamente cuando el vendedor no se ha constituido en mora de cum-
plir su obligación, cuando no está de mala fe y cuando no se ha estipulado
lo contrario. El mismo artículo 1550 consigna las dos primeras excepcio-
nes a la regla general; la tercera se encuentra en el artículo 1547.
Según esto el vendedor soporta los riesgos provenientes del caso for-
tuito que ocurran antes de la entrega:
1) Si se ha constituido en mora de entregarla y el caso fortuito so-
breviene durante la mora, porque no es justo que el comprador sufra
las consecuencias de un hecho voluntario del d e u d o r como es aquella.
En tal caso, el vendedor debe abonar al comprador el precio de la cosa
y los perjuicios consiguientes, a menos que el caso fortuito hubiere
sobrevenido igualmente si la cosa debe los peijuicios de la mora (ar-
tículos 1547, 1550 y 1672 del Código Civil y 143, núm. 5, del Código de
Comercio).
2) Cuando se ha obligado a entregar la cosa a dos o más personas por
obligaciones distintas (artículo 1550). En este caso la ley presume que el
vendedor obra de mala fe. Si no existiera esta disposición el vendedor
podría percibir varias veces el precio si la cosa perece, a pesar de que si no
hubiera perecido, habría tenido que indemnizar a todos ellos, con excep-
ción de aquél a quien se la entregó, los peijuicios causados por la inejecu-
ción de su obligación.
3) Cuando el deudor ha convenido en tomar sobre sí el caso fortuito,
esto es, cuando se hace responsable de los riesgos hasta la entrega (artícu-
los 1547 y 1673 del Código Civil y artículo 142 del Código de Comercio).
1
Sentencia 43, pág. 30, Gaceta 1879.
644
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1
Oeuvres, II, núm. 219, pág. 104.
646
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DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
la cosa, no por eso puede permitirse a aquel que cause un daño al com-
prador que esperaba su entrega. Por esta razón, la ley se desentiende en
este caso de la doctrina y condena al vendedor a que pague al comprador
el valor de la cosa y le indemnice los peijuicios que le haya causado (ar-
tículo 1486 del Código Civil).
Pérdida parcial. La regla enunciada más arriba para el caso de pérdida
total varía si la pérdida es parcial. Como en el caso anterior, es menester
que sea fortuita, que ocurra antes de cumplirse la condición y que ésta se
cumpla después. Si la pérdida parcial acaece mientras pende la condición,
dice el artículo 1820, pertenece al comprador, si aquélla se cumple, natu-
ralmente. La razón es obvia. La cosa, aunque deteriorada, subsiste siempre
y puede constituir el objeto de una obligación. Llegado el cumplimiento
de la condición, la obligación del vendedor puede formarse y, en conse-
cuencia, la del comprador, que debe pagar íntegramente el precio.
¿En virtud de qué principio se imputa esta pérdida al comprador? El
cumplimiento de la condición retrotrae los efectos del contrato a la época
de su celebración y se reputa que ha sido puro y simple desde entonces; y
como la pérdida parcial sobreviene con posterioridad a su celebración,
pertenece al comprador en virtud de la regla general. La pérdida parcial
es para éste a causa de la retroactividad que el cumplimiento de la condi-
ción produce en los efectos del contrato. Por esto, una vez cumplida aqué-
lla, el comprador deberá pagar íntegramente el precio sin poder pretender
rebaja alguna; y el vendedor no está obligado sino a entregar la cosa en el
estado en que se encuentre al tiempo de su cumplimiento (artículo 1486,
inciso 2 a ).
Por idénticos motivos, el aumento o mejora que sobrevenga en la cosa
antes de cumplirse la condición pertenece al comprador, que no está obli-
gado a pagar un mayor precio y sin que el vendedor pueda negarse a
entregarle ese aumento o mejora (artículos 1486, inciso 2 a , y 1820).
El Código francés innovó a este respecto sobre el Derecho romano y dis-
puso que en caso de pérdida parcial el comprador puede optar por la resolu-
ción del contrato o por el pago del precio, en cuyo caso debe recibir la cosa
tal como se halla, sin poder exigir una rebaja de aquél (artículo 1182). De
este modo los riesgos han quedado, de hecho, para el vendedor, ya que si el
deterioro es algo apreciable el comprador optará seguramente por la resolu-
ción del contrato. Esa disposición ha sido muy criticada, pues es injusta para
el vendedor, porque si la cosa recibe algún aumento o mejora antes del cum-
plimiento de la condición, no puede pedir la resolución del contrato y debe
entregarla por el mismo precio. Los autores de ese Código, dicen los tratadis-
tas franceses, habrán querido tal vez que así como el comprador condicional
no soporta la pérdida total, tampoco soporte la parcial; pero esto es un error,
porque entre ambos casos no hay analogía. El Código italiano no aceptó esta
doctrina y en su artículo 1163 consignó la regla romana, según la cual el
comprador debe recibir la cosa tal como se encuentre sin pretender disminu-
ción de precio cuando se ha deteriorado por caso fortuito.
Si la pérdida parcial proviene del hecho o culpa del vendedor, el com-
prador podrá pedir o la resolución del contrato con indemnización de
648
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
814. Veamos, ahora, a cargo de quién quedan los riesgos en la venta cele-
brada bajo condición resolutoria.
Los riesgos de pérdida total pertenecen al comprador y los de pérdida
parcial al vendedor. Es la aplicación del artículo 1486.
Pérdida total. En la venta bajo condición resolutoria el vendedor es acree-
dor de la cosa bajo condición suspensiva, puesto que si se cumple la cosa
vuelve a su poder. Si la cosa perece totalmente por caso fortuito, el com-
prador, que la debe bajo condición suspensiva, no podrá cumplir su obli-
gación de restituirla, porque ésta no podrá nacer por carecer de objeto.
Por lo tanto, la obligación del vendedor de devolver el precio, como corre-
lativa de aquélla, tampoco podrá nacer por falta de causa. Como la resolu-
ción del contrato es el cambio de dos prestaciones ya ejecutadas resulta
que si éstas no existen o no pueden existir, su devolución no puede hacer-
se, lo que se traduce en la imposibilidad de que la resolución se realice. La
cosa perece para el comprador, desde que no puede exigir el precio al
vendedor. 1
Seguramente se dirá, ¿por qué el comprador soporta la pérdida acaeci-
da antes del cumplimiento de la condición, desde que si ésta se cumple el
contrato se resuelve y las cosas vuelven a su estado anterior? Si así sucede,
¿por qué soporta los riesgos el comprador y no el vendedor, ya que se
supone que no ha habido contrato? Esta argumentación, sin embargo, es
errada.
Es cierto que si la condición resolutoria se cumple el contrato se re-
suelve y se reputa que no ha existido jamás. Hasta aquí es exacto el argu-
mento de que el vendedor debiera soportar los riesgos por no haber habido
contrato. Pero no debe olvidarse que la condición resolutoria produce sus
efectos cuando la cosa objeto del contrato existe al tiempo de su cumpli-
miento. Si no existe, aunque aquélla se cumpla, no tiene un objeto sobre
el cual pueda producir sus efectos y se considera fallida. En tal caso la
condición resolutoria no produce el efecto de resolver el contrato, que
desde ese momento se reputa puro y simple. No hay efecto retroactivo y
no habiéndolo, la cosa no queda por cuenta del vendedor. El comprador,
que es el deudor, debe restituir la cosa. Pero esa restitución es imposible,
1
FUZIER-HERMAN, tomo 1 3 , Condition, núm. 703, pág. 1 7 1 ; BAUDRY-LACANTINERIE, Des
obligations, tomo II, núm. 892, pág. 84.
649
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
por cuanto ésta ha desaparecido y como para que pueda exigir la resolu-
ción de la venta y la restitución del precio debe, a su vez, devolver la cosa,
lo que no puede hacer, es claro que tampoco puede pretender la restitu-
ción de aquél. 1
Pero hay todavía otra razón para sostener que la pérdida total en la
venta bajo condición resolutoria es para el comprador. El artículo 1820
del Código Civil señala especialmente la responsabilidad de los contratan-
tes en materia de riesgos en el contrato de venta y contempla dos casos: el
del contrato puro y simple y el del contrato bajo condición suspensiva, sin
ocuparse del que se celebra bajo condición resolutoria. -Significa esto que
ese artículo no contempló ese último contrato? Cretinos que no. Por el
contrato, entendió que éste quedaba incluido en la regla señalada para el
contrato puro y simple, es decir, que en él los riesgos son para el compra-
dor, ya que el contrato celebrado bajo tal condición se reputa de esa espe-
cie mientras ella está pendiente. Este artículo se aplica tanto a los dos
casos a que se refiere, como cuando la venta se hace bzyo condición reso-
lutoria. Siendo el contrato puro y simple y pereciendo la cosa para el com-
prador es evidente que el vendedor no soporta la pérdida. Y aquél no
podría pretender echarla sobre éste, porque no teniendo objeto la obliga-
ción del comprador, la de restituir el precio del vendedor tampoco nace,
según hemos visto.
No puede sostenerse que si se aplica el artículo 1820 al contrato bajo
condición resolutoria la pérdida parcial debe ser para el comprador, por-
que en tal caso recobra su aplicación el inciso 2 9 del artículo 1486, según
el cual la cosa se debe en el estado en que se encuentra siendo los deterio-
ros de cargo del vendedor. Y ese artículo recobra su aplicación porque el
1820 es aplicable mientras el contrato es puro y simple. Una vez cumplida
la condición, aquél desaparece, se reputa no haber existido y, en conse-
cuencia, ese precepto no puede aplicarse desde que se refiere a un contra-
to que existe. No queda, entonces, sino que recurrir a la disposición que
regla los efectos de una condición cumplida y esa es la del inciso 2® del
artículo 1486.
Pero aun cuando ese racionamiento fuera atacado de ilógico, el artícu-
lo 1820 siempre nos ampararía. En efecto, según él, cuando la cosa se
debe bajo condición suspensiva la pérdida total es para el deudor, es decir,
para el que la debe y la parcial para el acreedor. En la venta bajo condi-
ción resolutoria el vendedor es acreedor de la cosa bajo condición suspen-
siva y el comprador es deudor de la misma bajo igual condición. Si la cosa
perece totalmente, esa pérdida es para el deudor que, en este caso, es el
comprador y si la pérdida es parcial, según ese artículo, afecta al acreedor
que ahora es el vendedor. De modo, pues, que el artículo 1820, sea que se
aplique en parte o en toda su extensión siempre nos da la razón en orden
a que la pérdida total de la cosa vendida bajo condición resolutoria es del
comprador.
1
LAURENT, t o m o 17, n ú m . 110, pág. 126; H u c , VII, n ú m . 264, pág. 353.
650
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
651
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
FUZIER-HERMAN, tomo 13, Omdition, n ú m s . 704 y 706, p á g . 171.
652
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
816. Para determinar a quien incumben los riesgos en las ventas alternati-
vas, hay que distinguir si perecen algunas o todas las cosas que se venden
en esa forma. Cuando una de las cosas vendidas alternativamente perece
por caso fortuito, la pérdida, sea total o parcial, afecta al vendedor ya que
su obligación subsiste por el resto que queda. Si todas perecen fortuita-
mente el riesgo afecta al comprador, pues la obligación del vendedor se
extingue, subsistiendo siempre la de aquél (artículos 1503 y 1504 del Códi-
go Civil y 143, número 6 del Código de Comercio).
817. Vamos, ahora, los riesgos en las ventas de género. La regla general es
que el género no perece; de manera que si la venta es de esta naturaleza la
pérdida total o parcial como también los aumentos o mejoras sobreveni-
dos entre su celebración y la entrega afectan al vendedor, que es el propie-
tario de la cosa. Hay aquí otra aplicación de la regla res perit domino. Ha
surgido sin embargo la duda de saber quien soporta la pérdida total cuan-
do el género se limita, como cuando se venden ciertas fanegas de trigo de
un granero determinado, ya que si la pérdida es parcial no hay cuestión
que pertenece al vendedor. Dijimos más arriba que según unos la pérdida
total afectaba al vendedor y según otros al comprador. 1 Los primeros par-
ten del principio de que la venta es de género y que el artículo 1585 del
Código francés, al cual se refieren, es muy terminante en orden a que la
pérdida debe afectar al vendedor. Para los otros hay aquí una venta genéri-
ca en cuanto a la especie y calidad a que pertenecen. La venta, dicen, se
refiere a cualesquiera cosas de tal calidad, de modo que si todas perecen
no pueden entregarse otras de otra calidad o categoría. Si en el ejemplo
propuesto se destruye todo el trigo de ese granero, no puede entregarse
trigo de otro granero. En consecuencia, el vendedor no tiene por qué
soportar la pérdida ya que la cosa perece fortuitamente y el comprador
debe pagar el precio. Nosotros hemos rechazado esta última doctrina y
hemos aceptado la primera o sea que la pérdida total acaecida antes de
que la cosa se determine afecta al vendedor. Esta solución la dimos al
hablar de los riesgos en las ventas al peso, cuenta o medida.
Cuando la venta es en bloc los riesgos pertenecen al vendedor desde la
celebración del contrato, aunque las cosas no se hayan pesado, contado o
medido. 2 Si se hace al peso, cuenta o medida la venta es genérica y por eso,
la pérdida total como la parcial y el aumento sobrevenido entre la celebra-
ción del contrato y el peso, cuenta o medida, pertenecen al vendedor. 3
El número 3 del artículo 143 del Código de Comercio establece el
mismo principio que el Código Civil.
1
Véase núm. 611, pág. 486 de esta Memoria.
2 Véase núm. 600, pág. 481 de esta Memoria.
3
Véase núms. 609 y 610, pág. 486 y núm. 611, pág. 486 de esta Memoria.
653
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
SECCION SEGUNDA
819. Como hemos dicho más arriba la principal obligación que el contra-
to de venta impone al vendedor es entregar la cosa vendida, de la cual las
otras son un accesorio. La entrega de la cosa no es sino la fiel ejecución
del contrato por parte del vendedor. Puede ser considerada bajo tres as- |
pectos diversos como un medio de dar la propiedad al comprador, como
un medio de darle la posesión jurídica o como un medio de proporcionar-
le la simple tenencia material de ía cosa. Es decir, puede ser un acto jurídi-
co o un acto material. ¿A qué entrega se refiere nuestro Código? ¿El
vendedor debe dar, además de la tenencia material de la cosa, la propie-
dad o la posesión? Es el problema que vamos a resolver. Para ello haremos
un poco de historia y, en seguida, trataremos de definir lo que se entiende
por entrega.
1
Véase núm. 648, pág. 512 de esta Memoria.
- Véase núm. 662, pág. 526 de esta Memoria.
3
Véase núm. 654, pág. 516 de esta Memoria.
654
t
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
655
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
656
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
1
Des obligativas, I, núm. 365, pág. 412.
2
H u c , VII, pág. 149.
5
Tomo 16, núm. 356, pág. 419.
4
Tomo VII, núm. 96, pág. 145.
s
Tomo I, núm. 2595, pág. 840.
657
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
BAUDRY-LU ANTINERIE, De la vente, núm. 286, págs. 287 a 289; PLANIOL, II, núm. 1448,
pág. 484; LAURENT, 24, núms. 158 y 159, págs. 159 a 162; RlCCI, 15, núm. 134, pág. 338.
2
Tomo 15, núm. 134, pág. 338.
658
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
1
LAURENT, 2 4 , n ú m . 1 5 8 , p á g . 1 6 0 ; GUILLOUARD, I , n ú m . 2 0 5 , p á g . 2 3 6 ; PLANIOL, II,
núm. 1448, pág. 484; AUBRY ET RAU, V, pág. 59; BAUDRY-LACANTINERIE, De la vente, núm. 286,
pág. 288; Huc, X, núm. 74, págs. 105 y 106.
659
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
660
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
661
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
825. Pero surge aquí esta cuestión. ¿Si el vendedor es propietario de la cosa
vendida puede negarse a transferirle el dominio al comprador, alegando
que no tiene la obligación de dárselo? Creemos que no, pues si el vendedor
no está realmente obligado a dar el dominio de la cosa tiene, sin embargo,
la obligación de entregar y transferir al comprador todos los derechos y
todas las relaciones jurídicas que tenga sobre ella. El vendedor se obliga a
entregar la cosa al comprador para que la use y goce como señor y dueño.
Se comprende que si el vendedor, que es dueño de la cosa, conservara en su
poder el derecho de dominio, aquél no podría gozar en tal carácter de la
cosa vendida, desde que hay un tercero, el propio vendedor, que tiene en su
poder el más fuerte y el más absoluto de los derechos reales. El vendedor
debe poner al comprador en situación de gozar de la cosa en la misma
forma en que él la gozaba, debe hacer todo lo posible por obtener que el
comprador saque de ella la mayor utilidad. Esto se consigue únicamente
cediéndole todos los derechos que él tenía sobre la cosa. Su obligación de
entregar importa, por una parte, la entrega misma de la cosa al comprador,
la entrega material, y por otra, el abandono de todos los derechos que tenga
sobre la misma, a fin de que pasen a poder del comprador. Por eso decía
Pothier que "la entrega a que se obliga el vendedor por el contrato de ven-
ta, es una entrega por la cual debe transferir al comprador todo el derecho
que tenga sobre la cosa o con relación a ella".2
Según esto, el vendedor que es dueño de la cosa vendida y que tiene
sobre la misma un derecho de dominio, a fin de poner al comprador en
una situación absolutamente idéntica a la suya, debe desprenderse de ese
1
III, núm. 48, pág. 21.
2
III, núm. 48, pág. 21.
662
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
663
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
Sentencia 1.994, pág. 1383, Gaceta 1879, sentencia 333, pág. 177, Gaceta 1883 (consi-
derando 6®); sentencia 536, pág. 357, Gaceta 1894, tomo I.
2
Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo II, sec. I a , pág. 304 (considerando 5 9 ).
5
Sentencia 1.218, pág. 830, Gaceta 1879; sentencia 1.994, pág. 1383, Gaceta 1879; sen-
tencia 788, pág. 460, Gaceta 1885; Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo IX, sec. I a , pág. 354
(considerando 7® de la sentencia de 2a instancia).
664
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
828. Siendo todo contrato una ley para las partes contratantes y que de-
ben cumplir de buena fe, es indudable que la entrega debe hacerse en la
forma y condiciones estipuladas. De ahí que si se estipula una entrega por
secciones, de tal modo que unas cosas se entreguen primero que otras, el
vendedor debe ir entregándolas en esa forma y no en otra, sin que el
comprador esté obligado a recibirlas en un orden diferente del señalado.
Una entrega efectuada en forma distinta de la convenida autoriza al com-
prador para resolver la venta. Así, si A se obliga a entregar a B la propie-
dad vendida en esta forma: el primero de abril las casas de la calle Moneda;
el primero de julio las de la calle Agustinas; el primero de septiembre las
de la calle Amunátegui y el primero de diciembre las de la calle Teatinos,
A no puede cambiar dicho orden y si llega el primero de abril y en lugar
de entregar las casas de la calle Moneda entrega las de la calle Agustinas o
Amunátegui, B tiene derecho para pedir la resolución del contrato, por-
que el vendedor no ha cumplido su obligación de entregar. Todo esto se
entiende sin peijuicio de lo que acuerden las partes.
829. El inciso 2a del artículo 1824 dice: "La tradición se sujetará a las reglas
dadas en el título VI del Libro II". Este título se ocupa del modo de adquirir
el dominio denominado tradición. Según esto, la entrega de la cosa vendi-
da se realiza por la tradición que de la misma debe hacer el vendedor al
comprador.
Tenemos, entonces, que estudiar las reglas que nuestro Código señala
para ella. Pero como su estudio detenido nos llevaría muy lejos y nos dis-
traería de la materia que ahora estudiamos, nos limitaremos a esbozar
rápidamente las diversas maneras de efectuarla.
Estas maneras pueden reducirse a tres: a) las que se ocupan de la tradi-
ción de los inmuebles; b) las que se refieren a la tradición de los muebles,
y c) las que sirven para transferir las cosas incorporales.
A) T R A D I C I Ó N DE LOS INMUEBLES
665
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
Sentencia 2.071, pág. 1315, Gaceta 1886; sentencia 389, pág. 317, Gaceta 1888, tomo
I; sentencia 1.197, pág. 1241, Gaceta 1902, tomo I; sentencia 592, pág. 996, Gaceta 1907,
tomo I; sentencia 1.271, pág. 912, Gaceta 1911, tomo II; Revista de Derecho y Jurisprudencia,
tomo VI, sec. 1J, pág. 348 (considerando 20); tomo VIII, sec. 2®, pág. 83 (considerando 3 S );
tomo XI, sec. 2S, pág. 1 (considerando 4).
2
Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo X, sec. I a , págs. 27 y 37.
5
Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo X, sec. P, pág. 419.
4
Sentencia 5.548, pág. 2037, Gaceta 1889; sentencia 2.072, pág. 391, Gaceta 1894, tomo II.
5
Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo V,sec. 1-, pág. 419.
666
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
Las naves, no obstante ser bienes muebles, están equiparadas, para este
efecto, a los inmuebles, en conformidad al artículo 833 del Código de
Comercio. Su dominio se transfiere por la inscripción que debe hacerse
del contrato de venta en un registro que, con este objeto, debe llevar la
Comandancia General de Marina, en conformidad a la Ley de Navegación
de 25 de junio de 1878 (artículos 34 y 35).
El dominio de todos estos bienes se transfiere única y exclusivamente
en la forma señalada y mientras no se efectúa esta inscripción la entrega
legal de la cosa no se realiza. Pero si éste es el modo de adquirir el dere-
cho real de dominio no es, sin embargo, la manera de efectuar la entrega
completa a que el vendedor se obliga por el contrato de venta, ya que ella,
en muchos casos, puede no dar la tenencia material de la cosa. Esto nos
lleva al estudio de los requisitos que debe contener la tradición de los
inmuebles para que el vendedor cumpla su obligación.
667
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
Sentencia 2.387, pág. 642, Gaceta 1894, tomo II.
2
Sentencia 2.387, pág. 642, Gaceta 1894, tomo II.
668
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
834. ¿Se entiende hecha la entrega material del inmueble vendido si an-
tes de recibirse de él el comprador lo da en arrendamiento a la misma
persona en cuyo poder se encontraba al tiempo en que esa entrega debía
hacerse, de modo que ésta no pudo efectuarse realmente?
La afirmativa no es dudosa, porque el hecho de que el comprador la
haya dado en arrendamiento importa que éste se encuentra en posesión
de él, desde que el arrendatario es un mero tenedor de la cosa que la
detenta para su propietario; y si el comprador ha podido arrendar el fun-
do es porque ha podido disponer de él, ya que de otro modo el arrendata-
rio no podría servirse del mismo. Además, si no lo hubiera arrendado
habría podido entrar él en posesión material. Si no lo ha hecho es porque
otra persona, el arrendatario, con su consentimiento, tomó esa posesión
en su nombre. El hecho de entrar el arrendatario en posesión del fundo
implica, pues, su entrega material, puesto que aquél puede ser considera-
do como el representante del comprador para este efecto.
669
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
670
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
tradición legal del predio, sino su entrega real y el ejercicio tranquilo de la pose-
sión que el Fisco ha querido asegurar al comprador; 3 a Que el vendedor no ha
probado el cumplimiento de esa obligación y, al contrario, el demandante ha
procurado establecer que hasta el presente ocupan las hijuelas rematadas varias
familias de indígenas que alegan derechos de dominio y se niegan a entregarle la
posesion, a lo cual debe agregarse el mérito de la exposición contenida en el
informe de fojas 13 vuelta".
Por estas razones, declaró resuelta la venta y ordenó devolver el precio
al comprador, debiendo cancelarse, al mismo tiempo, la inscripción hecha
en el Conservador respectivo.1
He aquí otra sentencia de aquella Corte:
"Considerando: 3 a Que aun cuando la venta de las minas nombradas se hizo por
escritura pública, que fue inscrita en cumplimiento de lo dispuesto en el artícu-
lo 83 del Código de Minas en el registro respectivo, según lo comprueba el
d o c u m e n t o que corre a fojas 131, esto no obsta (i ta, obligación del vendedor de hacer
entrega real de lo vendido"...; 6- Que, en consecuencia, el demandado no ha justifi-
cado haber cumplido con la obligación de entregar la mina "No me olvides", lo
que hace procedente la acción instaurada en la demanda para exigir esa entre-
ga, con arreglo a lo dispuesto en el párrafo 6 a del Título 23 del Libro IV del
Código Civil".
Dio lugar a la demanda, obligando al vendedor a la entrega material
de la mina. 2
La misma opinión sustenta ese tribunal en los considerandos que si-
guen:
"3a Q u e el v e n d e d o r está obligado a entregar la cosa vendida inmediatamente
después del contrato, o a la época prefijada en él, y esta entrega comprende no
sólo la tradición del dominio y la posesión, sino también el uso y goce de lo vendido; 4 5
Q u e si bien por la inscripción en el Registro del Conservador del título trasla-
ticio, se efectúa la transferencia del d o m i n i o y posesión legal de los bienes
raíces vendidos, no produce este efecto respecto del uso y g o c e de la cosa que
se ha comprado, uso y g o c e que, a pesar de la inscripción, p u e d e n permanecer
en p o d e r del mismo vendedor o de terceros; 5 S Q u e en el presente caso el
v e n d e d o r no sólo no ha cumplido con la entrega material de la cosa vendida,
sino que la resiste".
Como en el caso anterior, se dio lugar a la reconvención en cuanto se
obligó al vendedor a entregar la posesión material de la cosa.3
La Corte de Apelaciones de Concepción, por su parte, ha dicho:
"39 Que el vendedor está obligado a entregar la cosa vendida inmediatamente
después del contrato, a menos que se haya fijado plazo, c o m o lo ordena el artícu-
lo 1826; 4a Que la entrega de que se trata en dicho artículo es la que consiste en poner la
cosa vendida en poder del comprador por medio de la aprehensión real de ella, y no basta
para que el vendedor cumpla con la obligación de entregar la cosa vendida la inscripción del
título respectivo, que es solo un medio o signo de la tradición legal, sino que es necesario que
1
Sentencia 1.069, pág. 730, Gaceta 1880.
2
Sentencia 309, pág. 210, Gaceta 1898, tomo I.
3
Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XI, sec. 2', pág. 1.
671
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
Sentencia 3.052, pág. 1827, Gaceta 1885.
2
Sentencia 549, pág. 863, Gaceta 1905, tomo I.
3
Sentencia 595, pág. 937, Gaceta 1905, tomo I.
4
Sentencia 1.068, pág. 639, Gaceta 1900, tomo II.
672
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
1
Sentencia 1.093, pág. 653, Gaceta 1912, tomo II.
2
Sentencia 598, pág. 515, Gaceta 1899, tomo I.
3
Semencia 421, pág. 660, Gaceta 1905, tomo I.
4
Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo IV, sec. 1', pág. 24.
673
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
Sentencia 1.240, pág. 845, Gaceta 1911, tomo II.
674
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
predio, porque él no compró, según la escritura, una cosa litigiosa, sino un sitio,
y si el vendedor no puede o no quiere entregárselo o amparar al comprador en
su posesión pacífica, debe aceptar la resolución del contrato, devolver el precio
y recuperar el dominio de lo vendido. El comprador, en su reconvención, no
exige la entrega del sitio, sino que pide la resolución del contrato por no habér-
sele dado la posesión o h e c h o la entrega material y en ello lo ampara la ley,
porque en todo contrato bilateral va envuelta la condición resolutoria de no
cumplirse por una parte lo estipulado o las obligaciones que emanan precisa-
mente de la naturaleza de los contratos y que se entienden pertenecerles, sin
necesidad de una cláusula especial, como lo disponen los artículos 1489, 1545,
1546 y 1444 del Código Civil. Por el contrato de compraventa, el vendedor no se
obliga solo a otorgarle un título al comprador, sino a darle una cosa (artículo
1793 del Código Civil) y la ley le impone, además, al vendedor la obligación de
amparar al comprador en la posesión de esa cosa".1
Este voto señala muy bien la diferencia que hay entre la tradición y la
entrega material, diferencia que aparece aún más de manifiesto si se con-
sidera que una y otra pueden efectuarse en épocas diferentes. Esperamos
que la mala doctrina que sustenta ese fallo no haga escuela. Hay razones
para esperarlo así, si se toma en cuenta que es el único que se pronuncia
en este sentido y, todavía, con un voto en contra, lo que está demostrando
su carencia absoluta de valor jurídico.
1
Pág. 847, Gaceta 1911, tomo II.
2
Véase la misma opinión en BARROS ERRÁZURIZ, Derecho Civil, I año, pág. 155.
675
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
673 del Código Civil. El artículo 38 del Reglamento citado señala igual-
mente como algo esencial en la inscripción las firmas de los contratantes
en los casos en que, como en la venta, fueren necesarias. La misma opi-
nión ha sustentado la Corte de Apelaciones de Valparaíso.1
No cabe duda, pues, que según las disposiciones legales transcritas la
cláusula indicada no es sino la facultad conferida a una de las partes para
que proceda a practicar la inscripción, ya que ésta debe hacerse mediante
el concurso de ambas voluntades, que quedan, en consecuencia, manifes-
tadas por el hecho de facultar a una persona para que lleve a efecto la
inscripción.
Además, según los artículos 60 y 61 del mismo Reglamento, la inscrip-
ción puede pedirse por sí o por medio de apoderados, y tratándose de un
título traslaticio de dominio es menester que ese mandato conste de algún
instrumento auténtico. El modo corriente de facultar a una persona para
que recabe la inscripción es la cláusula que estudiamos. De modo que otro
de sus objetos es evitar que las partes se vean obligadas a concurrir juntas a
solicitar la inscripción. Basta con que vaya una de ellas o un tercero, desde
que una y otro están facultados para ese efecto.
Esta cláusula desempeña un doble papel: 1) es la manifestación del
consentimiento de las partes, necesario para practicar la inscripción, pues-
to que con ella se encarga al portador de la copia del contrato de venta
que suscriba en su nombre dicha inscripción, ya que mediante la firma de
las partes se manifiesta, según la ley, el consentimiento del tradente y ad-
quirente; y 2) es un poder conferido al mismo portador para que recabe
del Conservador la inscripción correspondiente.
Fuera de este alcance, no tiene ningún otro. Sin embargo, más de al-
guien ha sostenido que esta cláusula importa la tradición misma. Esto es
un absurdo evidente. La tradición se verifica única y exclusivamente por la
inscripción hecha en forma legal, según lo dice el artículo 696 del Código
Civil. Esa cláusula no es la tradición ni la inscripción, sino un poder para
solicitar ésta y para firmarla, en nombre de las partes, cuyo consentimien-
to se manifiesta con esa firma. No es sino uno de los requisitos que debe
reunir la inscripción, el consentimiento de aquéllas; pero, en ningún caso,
es la inscripción misma. Por esto, si el 1" de julio se celebra un contrato de
venta con esta cláusula y el comprador lo inscribe el 1 Q de agosto, sólo en
esta fecha y no el I a de julio adquiere el dominio. Si el vendedor vende
nuevamente la propiedad y el nuevo comprador la inscribe antes del I a de
agosto, éste adquiere el dominio y queda dueño de ella sin que el otro
pueda reivindicarla ni reclamar nada del nuevo comprador. Solo tendrá
acción resolutoria contra el vendedor.
839. La determinación del alcance y del valor jurídico de esa cláusula tie-
ne especial importancia en las ventas de bienes de menores. Supongamos
1
Sentencia 1.271, pág. 912, Gaceta 1911, tomo II.
676
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
que un menor vende una propiedad diez días antes de cumplir su mayor
edad y faculte al portador de la copia autorizada de la escritura para re-
querir la inscripción del caso. Según los artículos 1693 y 1695 del Código
Civil la ratificación tácita, o sea, la ejecución voluntaria de la obligación
contraída, sanea la nulidad del contrato. La ratificación tácita de la venta
celebrada en tales condiciones sería la entrega de la cosa y la inscripción
del dominio, que suponemos que se realizan dos días después de que el
menor ha llegado a la mayor edad, es decir, cuando ya es capaz de contra-
tar. ¿Podría el vendedor, que al tiempo del contrato era menor de edad,
anular esa venta? Creemos que no, porque la ratificó dando el dominio
cuando era mayor. Si la cláusula analizada fuera la tradición misma, enton-
ces sí que la venta sería siempre nula. Pero como no tiene tal valor y solo
es un poder con el objeto indicado, resulta que aquélla se verifica cuando
se inscribe y esta inscripción se ha efectuado, en el ejemplo propuesto,
cuando el vendedor era mayor de edad. Ha habido ratificación tácita he-
cha por una persona capaz de contratar. Por lo demás, en este mismo
sentido se han pronunciado nuestros Tribunales. En un famoso fallo pro-
nunciado el 5 de agosto de 1915, por una de las salas de la Corte de
Apelaciones de Santiago se planteó este punto con ocasión de un ruidoso
proceso sobre rescisión de una venta celebrada por un menor de edad,
pues el comprador alegaba que el vendedor había ratificado la venta por-
que la inscripción del contrato se verificó con posterioridad a la fecha en
que cumplió su mayor edad. Pero, como ese hecho no era efectivo, pues la
inscripción se había efectuado un día antes de la mayor edad, o sea, cuan-
do el vendedor todavía no era capaz de ratificar, la Corte desechó la alega-
ción diciendo:
"Que la ratificación que también se alega consistente en la entrega de la cosa
vendida por medio de la inscripción en el Conservador de Bienes Raíces, aparece
verificada el día 9 de mayo de 1908 y, según la partida de bautismo del demandan-
te, éste no cumplió los veinticinco años sino el día 10 del mismo mes y año".1
De aquí se desprende que si la inscripción se hubiera verificado des-
pués de la fecha en que el demandante cumplió veinticinco años, la ratifi-
cación habría sido válida lo que demuestra que la cláusula que venimos
estudiando, y que también existía en la escritura que era objeto de ese
juicio, es un simple mandato.
Se dirá, seguramente, que aunque es cierto que la cláusula citada no es
la tradición misma, sino un mandato, el hecho de que la inscripción se
efectúe con posterioridad a la mayor edad no importa ratificación porque
cuando el mandato se confirió el mandante aún era incapaz. A primera
vista pudiera creerse que el argumento fuera exacto, pero hay dos razones
poderosísimas que lo destruyen. La primera consiste en que el vendedor,
aunque era menor de edad al tiempo de otorgarse la escritura de venta y
1
Sentencia pronunciada en el juicio García Cruz con Rojas Arancibia y suscrita por los
señores Ministros Verga ra Silva, José Toribio Marín y el juez integrante don Filidor Rodrí-
guez.
677
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
841. Cuando los obstáculos que el comprador encuentra para poder obte-
ner la inscripción no provienen de un hecho imputable al vendedor ni son
tampoco de tal naturaleza que impidan en absoluto su realización, porque
pueden ser subsanados por el mismo comprador, el vendedor no tiene nin-
guna responsabilidad, desde que al estipularse esa cláusula aquél quedó ex-
presamente facultado para hacerla. Al tomar el comprador esta obligación
sobre sí tiene que allanarse necesariamente a practicar, como dijimos, todos
los actos que sean conducentes a ese fin, para lo cual deberá recurrir al juez
de primera instancia, en conformidad al artículo 18 del reglamento del Re-
gistro del Conservador de Bienes Raíces, siempre que el Conservador se
678
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
1
Sentencia 1, pág. 5, Gaceta 1899, tomo II.
679
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
Sentencia 1.065, pág. 768, Gaceta 1886.
2
Sentencia 2.375, pág. 1973, Gaceta 1899, tomo I.
680
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
ción del pleito fue ajustada a la ley, la declaración que contiene ese fallo y
que le sirve de fundamento no lo es.
La cláusula mencionada no ha podido colocar al comprador en la obli-
gación de alzar la prohibición. Esta es obligación del vendedor y tanto era
así que éste se allanó a alzarla. Esa cláusula es un mandato para requerir y
suscribir la inscripción y para solicitar del juez que ordene hacerla si el
Conservador se niega a ello por motivos que no provengan de la imposibi-
lidad de entregar en que se ha colocado el vendedor tales como la existen-
cia de una prohibición, no ser éste dueño de la propiedad, etc. En estos
casos, la dificultad debe subsanarse por el vendedor, ya que él se ha obliga-
do a transferir el dominio, para lo cual debe ejecutar todos los actos que
sean necesarios para llevar a cabo la inscripción.
La Corte tal vez pudo tener razón en que el comprador debe, según el
artículo 18, tratar de allanar la dificultad que le oponga el Conservador.
Pero al declararlo así fue demasiado lejos, pues llegó a establecer que es
de la incumbencia del encargado de la inscripción obtener que se practi-
que por todos los medios posibles. Esto es sencillamente absurdo. El man-
dato conferido en esa cláusula no puede salirse de la órbita señalada ni
puede, tampoco, exonerar al vendedor de las obligaciones que el contrato
le impone.
Creemos, pues, que la declaración que ha hecho la Corte de Apelacio-
nes de Santiago no es exacta y va demasiado lejos. La persona comisiona-
da para suscribir la inscripción, que aquí era el comprador, no tiene más
facultades que las indicadas y en ningún caso la de allanar la imposibilidad
de entregar en que el vendedor se encuentra por existir una prohibición
de enajenar la cosa vendida. Esta sólo puede subsanarla el vendedor. Si así
no lo hace, el comprador tiene derecho para resolver el contrato, aunque
no haya procurado alzar la prohibición, puesto que, como hemos dicho,
esa obligación incumbe a aquél.
681
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
Sentencia 1.197, pág. 1241, Gaceta 1902, tomo I.
2
Sentencia 1.289, pág. 877, Gaceta 1879. Véase en el mismo sentido la sentencia 2.544,
pág. 1405, Gaceta 1883 de la Corte de Apelaciones de Santiago.
682
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
1
Sentencia 1.271, pág. 912, Gaceta 1911, tomo II.
683
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
847. Como en el caso anterior, si el tercero a quien las partes han faculta-
do en el contrato para que haga la inscripción fallece antes de realizarla,
su mandato se ha extinguido en virtud de lo dispuesto en el número 5 del
artículo 2163 del Código Civil. Las partes recobran su libertad de acción y
para que la inscripción pueda practicarse se requiere que ambas la suscri-
ban o que confieran un poder a un tercero o a una de ellas por escritura
pública, en virtud de las razones anteriormente expuestas.
848. Cuando la cláusula del contrato de venta no señala persona para que
haga la inscripción y se refiere únicamente al portador de una copia autori-
zada de la escritura, la muerte de una de las partes acaecida antes de la
inscripción impide que se realice, porque el mandato allí conferido al porta-
dor de esa copia ha terminado en virtud del número 5 del artículo 2163 ya
mencionado y porque según los artículos 672 y 673 del Código Civil es me-
nester que los consentimientos de ambas partes concurran al tiempo de
practicarse la tradición. Esto no sería posible en este caso, desde que una
persona fallecida no puede manifestar su voluntad. La inscripción que en
tales condiciones hiciera el portador de la escritura sería nula. En el evento
aquí contemplado, no quedaría otro camino que los herederos del contra-
tante difunto y el contratante vivo hicieran por sí mismos la inscripción o
confirieran poder con ese objeto a uno de ellos o a un tercero.
849. Hemos dicho más arriba que la venta entre nosotros no es traslaticia
de dominio y que el comprador sólo adquiere el derecho de propiedad
sobre la cosa, cuando se trata de inmuebles, por la inscripción en el regis-
tro del Conservador respectivo. En tanto ésta no se efectúe, aquel conti-
núa radicado en manos del vendedor. Por este motivo, si en el tiempo que
media entre el contrato de venta y la inscripción, se decreta un embargo
sobre el inmueble vendido, el comprador no puede entablar tercería de
dominio con respecto a él.
La jurisprudencia es uniforme en este sentido. Varias son las sentencias
que han desechado tercerías de dominio interpuestas por el comprador
de un inmueble, cuyo contrato de venta aún no había sido inscrito, funda-
das en que mientras no se efectúe la inscripción, el dominio del inmueble
vendido continúa en poder del vendedor, por lo que aquél ha podido ser
válidamente embargado. 2 En tal caso, el comprador no tiene otras accio-
nes que las que señala el artículo 1826 del Código Civil que debe entablar-
las contra el vendedor.
1
Locución citada en la nota anterior.
2
Sentencia 744, pág. 499, Gaceta 1879; sentencia 17, pág. 26, Gaceta 1908, tomo I; sen-
tencia 182, pág. 266, Gaceta 1909, tomo I.
684
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
850. Pero una vez efectuada la entrega del inmueble vendido por la ins-
cripción en el registro del Conservador respectivo, el comprador adquiere
su dominio y pasa a ocupar el lugar y situación que tenía el vendedor. Por
esta razón, puede no sólo gozar y disponer arbitrariamente de la cosa com-
prada no siendo contra ley o contra derecho ajeno, sino que puede tam-
bién ejercitar todas las acciones y derechos que, como propietario,
correspondían al vendedor, pudiendo, en consecuencia, demandarla de
quienes la detenten, para cuyo efecto puede entablar la acción reivindica-
toría. Esa situación legal del comprador de un inmueble determinado no
sufre alteración ni se menoscaban sus facultades de dueño, por la sola
circunstancia de haberse expresado en el contrato que lo que allí se ven-
dió fueron las acciones y derechos del vendedor sobre la cosa vendida,
porque sin una limitación expresa, consignada en el mismo contrato, en
esa expresión se comprenden todas las acciones y derechos del vendedor,
sin excepción alguna y capacita, por lo tanto, al comprador para ejercitar-
los a su vez, en toda su extensión y contra toda persona. Tal es la doctrina
establecida recientemente en un fallo de la Corte Suprema. 1 En una pala-
bra, el comprador adquiere respecto del vendedor y de terceros la calidad
de propietario del inmueble y puede ejercitar todos los derechos que son
inherentes a tal calidad. Así como antes de la inscripción no podía enta-
blar tercería de dominio sobre el inmueble comprado, después de aquella
puede interponerla contra todos los que la embarguen en algún juicio, ya
que la calidad de propietario habilita para oponer el derecho real de do-
minio tanto contra el vendedor como contra los terceros.
1
Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XIII, sec. I 4 , pág. 1.
2
Véanse: artículo 1141 del Código francés, artículo 1126 del Código italiano y artículo
1473 del Código español.
685
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
Sentencia 1.191, pág. 814, Gaceta 1879; sentencia 1.246, pág. 858, Gaceta 1886; senten-
cia 1.848, pág. 1119, Gaceta 1887, tomo II; sentencia 1.801, pág. 1409, Gaceta 1888, tomo II.
2
Sentencia 2.941, pág. 1985, Gaceta 1884. Véase en el mismo sentido sentencia 2.075,
pág. 837, Gaceta 1878.
686
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
1
Sentencia 2.689, pág. 1484, Gaceta 1881; sentencia 3.176, pág. 1899, Gaceta 1885.
2
Sentencia 263, pág. 761, Gaceta 1913.
3
Sentencia 2.012, pág. 1230, Gaceta 1887, tomo II; sentencia, págs. 613, 990, Gaceta
1906, tomo I; sentencia 263, pág. 761, Gaceta 1913; Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo
Mil, sec. 2», pág. 83.
4
Sentencia 3.519, pág. 1221, Gaceta 1892, tomo II.
687
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
857. Los inmuebles por destinación son de dos clases: los que son tales por
hallarse adheridos al inmueble mismo, como las plantas, los árboles, tubos
de cañerías, puertas, papeles, espejos embutidos en las paredes (artículos
569 y 572 del Código Civil); y los que se consideran tales por estar perma-
nentemente destinados al uso, cultivo y beneficio de un inmueble, aunque
no estén adheridos a él (artículo 570 del Código Civil). Todos ellos siguen la
suerte del inmueble y según el artículo 1830 de dicho Código entran tam-
bién en su venta, a menos que se estipule lo contrario. En virtud del princi-
pio de que lo accesorio sigue la suerte de lo principal, se transfieren cuando
se transfiere o entrega el inmueble a que pertenecen y como éste se entrega
por la inscripción en el Conservador de Bienes Raíces resulta que sólo en-
tonces se traspasa su dominio y se hace su entrega legal, sin peijuicio de que
las partes puedan pactar otra cosa, en cuyo caso perderían su carácter de
inmuebles, según el artículo 571 del Código Civil.
1
Sentencia 1.848, pág. 1119, Gaceta 1887, tomo II.
2
Sentencia 3.623, pág. 2320, Gaceta 1886.
' Sentencia 33, pág. 56, Gaceta 1908, tomo I.
688
DE LAS OBLIGACIONES DEL VENDEDOR
tradente, abandono que se manifiesta por la entrega. Solo una vez que
tiene lugar esta entrega, las cosas vendidas pasan a ser del comprador.
Hasta entonces pertenecen al vendedor, pudiendo, en consecuencia, ser
embargadas por sus acreedores.
La diferencia esencial que existe entre esta tradición y la de los inmue-
bles estriba en que en esta última la entrega legal y la entrega material son
diversas y ambas no están constituidas por un mismo hecho, en tanto que
en la tradición de losmuebles la entrega material y legal son una misma y
se operan en un mismo acto, porque la material es precisamente uno de
los requisitos de esta tradición y aun cuando la entrega no sea real, sino
ficta o a título precario, siempre equivale a una entrega efectiva.
1
CLARO SALAS,Elementos de Detecho Civil, tomo I, núm. 314, pág. 1 7 0 .
2
BARROS ERRAZURIZ,Detecho Civil, I año, pág. 154.
3
BAUDRY-LACANTINERIE, De la vente, núm. 2 9 5 , pág. 2 9 6 ; LAURENT, tomo 24, núm. 163,
p á g . 1 6 5 ; TROPLONG, I , n ú m . 2 7 5 , p á g . 3 6 5 .
4
LAURENT, tomo 24, núm. 165; pág. 166; BAUDRY-LACANTINERIE, obra citada, núm. 294,
pág. 295.
689
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
Sentencia 2.102, pág. 1094, Gaceta 1877; sentencia 1.219, pág. 832, Gaceta 1879 (con-
siderandos 10,11 y 12).
690
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
1
Sentencia 2.287, pág. 1215, Gaceta 1890, tomo I (considerando 7 a ).
2
Sentencia 1.380, pág. 743, Gaceta 1883.
691
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
867. Creemos que los modos de entregar creados por los artículos 148 y
149 del Código de Comercio se aplican únicamente a las ventas mercanti-
les y de ninguna manera a las ventas civiles, tanto porque los modos de
adquirir el dominio en materia civil han sido taxativamente señalados por
el artículo 684 del Código Civil, como se desprende de su propia redac-
ción, como porque los modos establecidos por los artículos 148 y 149 figu-
ran en el Código de Comercio que no regla sino los actos mercantiles.
1
BAUDRY-I .U'ANTINERIE, n ú m . 2 9 5 , p á g . 2 9 7 .
2
G t ILLOUARD, I , n ú m . 2 1 0 , p á g . 2 4 1 ; TROPLONG, I , n ú m . 2 8 3 , p á g . 3 7 4 ; AUBRY E T RAU,
V, pág. 60; FuziER-HERMAN, tomo 36, Vente, núm. 954, pág. 858.
5
BAUDRY-LACANTINERI E , n ú m . 2 9 5 , p á g . 2 9 7 .
* Sentencia 1.035, pág. 510, Gaceta 1877.
692
DE LAS OBLIGACIONES DEL VENDEDOR
1
BAUDRY-LACANTINERIE, De la vente, núm. 295, pág. 298.
693
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
BAUDRY-LACANTINERIE, De la vente, núm. 295, pág. 299; LAURENT, 24, núm. 167, pág. 167;
GUILLOUARD, I , n ú m . 2 1 4 , p á g . 2 4 5 .
2
Sentencia 1.411, pág. 569, Gaceta 1878; sentencia 3.283, pág. 1805, Gaceta 1882; sen-
tencia 2.018, pág. 1669, Gaceta 1899, tomo I.
3
Sentencia 1.612, pág. 727, Gaceta 1875; sentencia 342, pág. 510, Gaceta 1908, tomo I.
694
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
872. Los muebles por anticipación son aquellos que, siendo muebles, se
consideran muebles para los efectos de constituir derechos sobre ellos.
Tales son, según el artículo 571 del Código Civil, las yerbas de un campo,
1
Sentencia 2.018, pág. 1669, Gaceta 1899, tomo I.
695
DE LA < :OM PRAVENTA Y DE LA PROMESA DE \ r ENTA
873. La tradición de las yerbas del campo, de las maderas y frutos de los
árboles o del suelo, etc., no puede efectuarse por ningún otro medio que
no sea el que señala el artículo 685, esto es, por su separación del predio a
que adhieren, ha dicho la Corte Suprema; de manera que aun cuando se
entregue al comprador el bosque, el campo o la viña para que corte los
árboles y coseche el trigo y la uva, aquél no adquiere su dominio, en tanto
no los corte o coseche, es decir, mientras no los separe del suelo. 3 Conside-
ramos acertada esa doctrina, porque si el propósito de la ley hubiera sido
permitir que la tradición de estos bienes se hubiera efectuado en cualquie-
ra otra forma, no habría señalado un medio especial de tradición para
ellos y le habría bastado incluirlos en la disposición del artículo 684.
1
Sentencia 2.608, pág. 1083, Gaceta 1878; sentencia 2.228, pág. 909, Gaceta 1878; sen-
tencia 1.928, pág. 117, Gaceta 1888, tomo II.
* Sentencia 2.608, pág. 1083, Gaceta 1878.
5
Sentencia 2.608, pág. 1083, Gaceta 1878.
4
Sentencia 2.228, pág. 909, Gaceta 1878.
696
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
dedor no puede obligarlo a que los saque de raíz, porque si las partes no
han estipulado expresamente esta obligación en el contrato, ella no se
subentiende, pues sería onerosa para el comprador, ya que le impondría
gastos excesivos e inútiles, desde que la compra de árboles tiene por obje-
to hacer madera, para lo cual no tiene ninguna utilidad su extracción de
raíz. Así lo ha resuelto, con justa razón, esa misma Corte. 1
877. Pero una vez que la cosa ha sido entregada al comprador por alguno
de los medios que hemos señalado, éste adquiere sobre ella los mismos
derechos que tenía el vendedor y puede, en consecuencia, ejercitar todos
los derechos y acciones que le confiere su calidad de propietario, si aquel
lo era, sea para reivindicarla de quien la detente injustamente, sea para
obtener que se alce el embargo decretado a su respecto en algún juicio
seguido contra el vendedor.
697
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
880. Como en el caso de los inmuebles, las dificultades que pueden susci-
tarse cuando una misma cosa se vende a varias personas, por contratos
distintos, se resuelven con arreglo al artículo 1817 del Código Civil que,
por no distinguir a qué clase de bienes se aplica, rige tanto para los inmue-
bles como para los muebles. Ese artículo dice: "Si alguien vende separada-
mente una misma cosa a dos personas, el comprador que haya entrado en posesión
será preferido al otro, si ha hecho la entrega a los dos, aquél a quien se haya hecho
primero será preferido; si no se ha entregado a ninguno, el título más antiguo
prevalecerá". La entrega a que este artículo se refiere es la legal, o sea, la
que se hace por alguno de los medios que señalan los artículos 684 y 685
del Código Civil y 148 y 149 del Código de Comercio, sin que ninguno de
esos medios tenga mayor valor sobre los otros para este efecto. Así, por
ejemplo, si a uno de los compradores se le ha hecho la entrega de la cosa
a título precario y posteriormente se hace a otro una tradición real, éste
no podría pretender preferencia, fundado en que se le hizo la entrega con
anterioridad a aquel, pues la tradición a título precario es un medio de
entregar reconocido por la ley que libera al vendedor de su obligación y
da al comprador el carácter de poseedor y propietario de la cosa. En esta
1
Sentencia 741, pág. 272, Gaceta 1863; sentencia 893, pág. 329, Gaceta 1863; sentencia
3.679, pág. 2354, Gaceta 1886; sentencia 4628, pág. 1336, Gaceta 1890, tomo III.
698
DE LAS OBLIGACIONES DEL VENDEDOR
881. Las cosas incorporales son los derechos y acciones que, salvo las ex-
cepciones que hemos mencionado más arriba, también pueden ser objeto
del contrato de venta. En tal caso este contrato toma el nombre de cesión
de derechos y se rige por las disposiciones del título XXV del Libro IV del
Código Civil. Los derechos son reales y personales y la tradición de unos y
otros se hace de diferente manera. Esta materia no es propiamente objeto
del estudio que ahora hacemos, pero como presenta un gran interés por
las diversas cuestiones a que da origen, diremos unas cuantas palabras so-
bre el particular.
1
Sentencia 2.598, pág. 291, Gaceta 1897, tomo II.
2
Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo IX, sec. 1', pág. 224.
3
Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo V, sec. 1*, pág. 326 (considerando 14).
699
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
vendedor en los casos en que la venta tenga por objeto alguno de esos
derechos.
883. Cuando la venta tiene por objeto un derecho o cuota indivisa sobre
un bien raíz determinado, la cosa vendida es un derecho real sobre un
inmueble y no un crédito personal. Por lo tanto, su tradición no puede
efectuarse sino por la inscripción en el registro del Conservador respecti-
vo; de otro modo, el cesionario o comprador no adquiere el dominio de
ese derecho o cuota. Así lo han declarado la Corte Suprema 1 y la Corte de
Apelaciones de Talca.2
1
Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo VII, sec. I a , pág. 240.
s
Sentencia 182, pág. 266, Gaceta 1909, tomo I.
700
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
por la entrega del título o por cualquier otro medio real o virtual estable-
cido para realizar la tradición de las cosas corporales muebles. 1
Como dije, la jurisprudencia ha sido muy variada en este punto. Así,
las Cortes de Apelaciones de Santiago 2 y de La Serena 3 han declarado que
la tradición del derecho de herencia debe hacerse por la inscripción en el
Registro del Conservador de Bienes Raíces, por cuanto ella comprende
bienes inmuebles. En cambio la Corte Suprema, en dos ocasiones, ha re-
suelto que la entrega de un derecho hereditario cedido entre vivos, aun-
que en la herencia existan bienes raíces, no requiere la inscripción en el
registro conservatorio respectivo, porque no hay ninguna disposición legal
que exija tal inscripción y porque las que se ocupan de la tradición de
bienes inmuebles no le son aplicables desde que en la cesión de un dere-
cho hereditario cuotativo no se enajenan bienes determinados. 4 La misma
doctrina ha sustentado la Corte de Apelaciones de Talca.5
885. Según el artículo 698 del Código Civil, "La tradición de un derecho de
servidumbre se efectuará por escritura pública en que el tradente exprese constituirlo
y el adquirente aceptarlo". La entrega de este derecho se hace, según esto,
por escritura pública, que puede ser la misma en que se otorga el contrato
por que se transfiere. Pero no basta que se otorgue una escritura pública
en que conste la existencia del contrato de venta para que aquella se repu-
te transferida. Es menester que en esa escritura se exprese que se ha teni-
do por una parte la voluntad de constituir la servidumbre y por la otra, de
aceptarla. Consecuente con estas ideas la Corte de Apelaciones de Talca
desechó una querella interpuesta por el comprador de un fundo contra el
arrendatario del predio vecino que lo despojó de unos derrames sobre los
cuales tenía un derecho de servidumbre, fundada en que no se había ejer-
citado sobre derechos reales de que estuviere en posesión el querellante,
porque la escritura de venta de esos derrames exhibida por aquél, no bas-
taba para constituir el derecho de servidumbre, pues se oponía a ello el
artículo 698 del Código Civil que exige que en la respectiva escritura se
exprese que por una parte se ha tenido voluntad de constituir la servidum-
bre y por la otra de aceptarla, lo que no sucedía en el presente caso.6
886. La tradición de los derechos personales, dice el artículo 699 del Có-
digo Civil, se hace por la entrega del título hecha por el cedente al cesio-
1
Véase el interesante Dictamen que, sobre esta materia, emitió don Leopoldo Urrutia
en la causa número 1590, titulado Cesión de derechos hereditarios (edición de la Imprenta Cer-
vantes, Santiago, 1909).
2
Sentencia 519, pág. 347, Gaceta 1879.
3
Sentencia 40, pág. 34, Gaceta 1895, tomo I.
4
Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo III, sec. I a , pág. 130; y Revista de Derecho y Juris-
prudencia, tomo XII, sec. I a , pág. 248.
5
Sentencia 564, pág. 891, Gaceta 1906, tomo I.
f> Sentencia 2.961, pág. 991, Gaceta 1888.
701
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
Sentencia 5.326, pág. 1043, Gaceta 1893, tomo III.
2
Sentencia 1.508, pág. 764, Gaceta 1890, tomo I.
3
Sentencia 5.326, pág. 1043, Gaceta 1893, tomo III; sentencia 1.753, pág. 33, Gaceta
1901, tomo II; sentencia 1.186, pág. 910, Gaceta 1906, tomo II; Revista de Derecho y Jurispru-
dencia, tomo VI, sec. l s , pág. 410.
702
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
1
Sentencia 1.916, pág. 1367, año 1880; sentencia 3.665, pág. 2178, Gaceta 1885; sen-
tencia 242, pág. 358, Gaceta 1905, tomo I.
2
Sentencia 82, pág. 43, Gaceta 1867.
' Sentencia 2.026, pág. 212, Gaceta 1888, tomo II.
4
Sentencia 124, pág. 67, Gaceta 1874; sentencia 822, pág. 437, Gaceta 1883; sentencia
1.664, pág. 1021, Gaceta 1883; sentencia 451, pág. 265, Gaceta 1886.
703
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
Sentencia 1.167, pág. 739, Gaceta 1884.
2
Sentencia 1.022, pág. 672, Gaceta 1889, tomo I.
3
Sentencia 22, pág. 38, Gaceta 1902, tomo I.
4
Sentencia 366, pág. 233, Gaceta 1880.
704
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
895. Nuestro Código Civil no señala expresamente el lugar donde debe hacer-
se la entrega de la cosa vendida, de manera que en este punto se aplican los
principios generales establecidos para toda obligación. El artículo 2011 del
proyecto del Código Civil señalaba como lugar de la entrega aquél en que se
encontrara la cosa al tiempo del contrato, pero como no era sino repetición
del artículo que indica el lugar en que debe efectuarse el pago, la Comisión
Revisora lo suprimió. La entrega debe hacerse ante todo en el lugar designado
por las partes. A falta de estipulación al respecto se aplicarán las reglas que
establece el artículo 1588 del Código Civil, según el cual si la cosa vendida es
un cuerpo cierto, la entrega debe realizarse en el lugar en que se hallaba al
tiempo de celebrarse el contrato. El mismo precepto consignan los artículos
1609 del Código francés y 1468 del Código italiano. Esto es lo que ha hecho
decir a los autores franceses que, en un principio, la cosa vendida es reqnerible,
esto es, que el vendedor no está obligado a transportarla al lugar en que reside
el comprador, sino que es éste quien debe venir a buscarla. Puede llegar a ser
trasladable, o sea, que el vendedor esté obligado a conducirla al lugar en que se
encuentra el comprador, cuando así lo estipulen las partes.1 Esta regla, dice
Guillouard, es conforme a la intención de los contratantes ya que si éstas nada
han dicho sobre el lugar de la entrega, debe suponerse que el comprador ha
querido recibir la cosa vendida en donde se hallaba al momento del contrato,
pues si hubiese deseado que el vendedor se la llevara a un lugar determinado,
lo habría dicho.2 De acuerdo con esa disposición, la Corte de Apelaciones de
Santiago declaró que, no habiéndose fijado lugar para la entrega, ésta debía
hacerse en aquel en que existían los animales vendidos al tiempo del contrato. 3
Si la cosa vendida no es un cuerpo cierto, si es una cosa in genere, su
entrega se hará, según el inciso 2 a del artículo 1588 ya citado, en el domi-
cilio del vendedor. 4
Si el vendedor después del contrato traslada la cosa a un lugar diverso
de aquél en que se hallaba al tiempo de su celebración, el comprador no
1
BAUDRY-LACANTINERIE, De la vente, núm. 302, pág. 3 0 4 ; LAURENT, 2 4 , núm. 169, pág. 169;
TROPLONG, I , n ú m . 2 9 1 , p á g . 3 7 9 ; H u c , X , n ú m . 8 0 , p á g . 1 1 3 ; AUBRY E T RAU, I , p á g . 6 2 ;
FUZIER-HERMAN, tomo 3 6 , Vente, núms. 9 7 0 y 9 7 1 , pág. 8 5 9 .
2
1, núm. 215, pág. 246.
3
Sentencia 1.715, pág. 1205, Gaceta 1879.
* FUZIER-HERMAN, tomo 3 6 , Vente, núm. 9 7 2 , pág. 8 5 9 ; BAUDRY-LACANTINERIE, núm. 302,
pág. 305.
705
DE I_\ COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
está obligado a recibirla en este nuevo sitio y tiene derecho para exigirle al
vendedor que se la entregue en el lugar en que se encontraba a la época
del contrato, so pena de resolverlo con indemnización de peijuicios por
falta de entrega, ya que la obligación de entregar la cosa consiste en hacer
su entrega en el lugar fijado por la ley o por la convención. 1
Si en el contrato se señalan alternativamente dos o más lugares para
hacer la entrega, su elección corresponde al vendedor, porque sobre él
pesa la obligación de entregar y según el artículo 1500 del Código Civil, la
elección, salvo pacto en contrario, es del deudor. 2
1
POTHIER, III, n ú m . 5 2 , p á g . 2 3 ; RLCCI, 1 5 , n ú m . 1 4 0 , p á g . 3 5 9 .
2
FuziER-HERMAN, tomo 36, Vente, núm. 973, pág. 859.
s
Sentencia 2.927, pág. 1851, Gaceta 1886; sentencia 2.404, pág. 1482, Gaceta 1887, tomo
II; sentencia 592, pág. 996, Gaceta 1907, tomo I; Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo III,
sec. 2®, pág. 105; Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo VII, sec. I a , pág. 449; Revista de Dere-
cho y Jurisprudencia, tomo XI, sec. 2', pág. 1 (considerando 38 de la sentencia de 2a instancia).
4
BAUDRY-LACANTINERIE, De la vente, núm. 304, pág. 305: POTHIER, I I I , núm. 50, pág. 23;
G L ILLOUARD, I , n ú m . 2 1 5 I , p á g . 2 4 6 , AUBRY E T R A U , V , p á g . 6 3 ; LAURENT, 2 4 , n ú m . 1 7 0 ,
pág. 169; FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núm. 977, pág. 860; HUC, X, núm. 81, pág. 114;
TROPLONG, I, n ú m s . 2 9 3 a 2 9 5 , págs. 3 8 0 a 383.
706
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T.N'I)F.DOR
898. Se ha dicho que cuando las partes no han señalado época para la
entrega, ésta debe hacerse inmediatamente después del contrato. Hay ca-
sos, sin embargo, en los cuales el vendedor no está obligado a entregar la
cosa vendida inmediatamente después del contrato, a pesar de no haberse
señalado época para la entrega. Esto ocurre cuando de la naturaleza de la
cosa vendida o de las circunstancias de la venta se desprende que la inten-
ción de las partes no ha sido imponer al vendedor la obligación de entre-
gar la cosa tan luego como ella se pacte. En tales casos hay señalamiento
de plazo tácito. Pero para que así suceda es menester que esa intención
aparezca de un modo indubitable y que ambas partes hayan tenido, al
tiempo de contratar, conocimiento cabal del estado o situación en que se
hallaba la cosa y que hacía imposible su entrega inmediata. En caso con-
trario, como también si las partes, no obstante el estado en que se encon-
traba la cosa, han estipulado que la entrega se haga inmediatamente
después del contrato, el vendedor deberá entregarla tan pronto como éste
se celebre. Así, por ejemplo, el vendedor no está obligado a entregar la
cosa inmediatamente después del contrato, aunque no se señale época
para la entrega, cuando aquella se encuentra en un lugar muy lejano que
hace imposible su traslación inmediata, situación que ambas partes cono-
cen al tiempo de la venta. Igualmente, si se vende una cosecha en verde,
de la naturaleza de la cosa vendida se desprende que la cosa no puede
entregarse inmediatamente después del contrato. Del mismo modo, si se
vende una cosa que el vendedor está litigando contra un tercero que pre-
tende derechos sobre ella, siendo entendido que la venta no es de cosa
litigiosa sino de una cosa cierta y determinada, aquél no tiene la obliga-
ción de entregarla sino una vez terminado el litigio, siempre que las partes
hayan contratado a ciencia cierta de ese estado de cosas y que no se haya
estipulado nada en contrario. De acuerdo con esas ideas, la Corte de Ape-
laciones de Santiago ha declarado que el vendedor de un canal que se está
construyendo no está obligado a entregarlo sino una vez terminada su
construcción, porque de la naturaleza misma del contrato se desprende
que las partes señalaron implícitamente como plazo para hacer la entrega,
el que durara aquélla, pues al tiempo de la venta el canal se hallaba en
construcción, circunstancia que ambos contratantes conocían. 1 Esta sen-
tencia confirma en todas sus partes la opinión sustentada más arriba.
1
Sentencia 2.100, pág. 1180, Gaceta 1882 (considerando 4 S ).
707
DE IA C<)MPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
Sentencia 1.734, pág. 751, Gaceta 1868.
- Sentencia 599, pág. 281, Gaceta 1874; sentencia 2.404, pág. 1482, Gaceta 1887, tomo
II; sentencia 81, pág. 234, Gaceta 1913 (considerando 8°); sentencia 469, pág. 1550, Gaceta
1913; Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo VII, sec. I a , pág. 449.
708
de l a s o b l i g a c i o n e s d e l mün'dedor
1
FUZIER-HERMAN, t o m o 3 6 , Vente, n ú m s . 1 1 1 0 y 1 1 1 1 , p á g . 8 6 6 ; BÉDARRIDE, n ú m . 2 7 1 ,
pág. 352.
2
S e n t e n c i a 1.493, pág. 718, Gaceta 1874.
FUZIER-HERMAN, t o m o 3 6 , Vente, n ú m . 1 0 8 7 , p á g . 8 6 5 ; TROPLONG, I, n ú m . 3 1 1 , p á g . 3 9 3 ;
AUBRY ET RAU, V, p á g . 6 3 .
4
POTHIER, III, n ú m . 6 4 , p á g . 2 8 .
709
de la compraventa y de la promesa de venta
1
FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núm. 1088, pág. 865.
2
Sentencia 3.256, pág. 1947, Gaceta 1885.
3
POTHIER, III, n ú m . 6 5 , p á g . 2 8 .
4
POTHIER, III, n ú m . 6 6 , p á g . 2 8 .
710
de las obligaciones del \ tendedor
1
FUZIER-HERMAN, t o m o 3 6 , Vente, n ú m . 1 0 8 6 , p á g . 8 6 5 .
2
Tomo 24, núm. 170, pág. 169.
3
Déla vente, núm. 306, pág. 306.
4
Tomo V, pág. 63, nota 12.
5
Tomo I, núm. 217, pág. 248.
6
Tomo III, núm. 67, pág. 29.
7
AUBRY E T RAU, V , p á g . 6 3 ; MANRESA, X , p á g . 1 2 9 ; LAURENT, 2 4 , n ú m . 1 7 1 , p á g . 1 7 0 ;
H U C , X , n ú m . 8 4 , p á g . 1 1 7 ; GUILLOUARD, I , n ú m . 2 1 8 , p á g . 2 4 9 ; TROPLONG, I , n ú m . 3 1 2 ,
p á g . 3 9 4 ; BÉDARR1DE, n ú m . 2 6 9 , p á g . 3 4 9 ; BAUDRY-LACANTINERIE, n ú m . 3 0 7 , p á g . 3 0 7 ; MAR-
CADÉ, V I , p á g . 2 3 6 ; RLCCI, 1 5 , n ú m . 1 3 8 , p á g . 3 5 1 .
711
df. la compraventa y de la promesa de venta
1
Tomo 15, núm. 138, pág. 352.
712
de las obligaciones del \ tendedor
1
FUZIER-HERMAN, t o m o 36, n ú m . 1 1 0 6 y 1107, pág. 866.
2
FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núms. 1101 y 1103, pág. 866; BÉDARRIDE, núm. 269,
p á g . 3 5 1 ; MANRESA, X , p á g . 1 3 1 .
3
FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núm. 1102, pág. 866.
4
De la vente, núm. 3 0 7 , pág. 3 0 8 ; AUBRY ET RAU, V, pág. 6 4 ; LAURENT,
BAUDRY-LACANTINF.RIE,
2 4 , n ú m . 1 7 2 , p á g . 1 7 2 ; TROPLONG, I , n ú m . 3 1 4 , p á g . 3 9 5 ; GUILLOUARD, I , n ú m . 2 1 9 , p á g . 2 4 9 .
713
de la compraventa y de la promesa de venta
907. Desde que el inciso final del artículo 1826 del Código Civil es una
aplicación del artículo 1496 del mismo Código, creemos que así como el
plazo estipulado se extingue y la obligación se hace exigible en el acto
cuando el deudor por el hecho o culpa suya ha disminuido de valor o ha
extinguido las cauciones que dio para garantir el cumplimiento de la obli-
gación o cuando no ha constituido las ofrecidas, del mismo modo el plazo
concedido al comprador para el pago del precio se extingue y el vendedor
recobra su derecho de retención cuando aquél no ha constituido las ga-
rantías ofrecidas o cuando las constituidas se han extinguido o disminuido
de valor por hecho o culpa suya. En otros términos, se entiende "por dis-
minución considerable de la fortuna del vendedor" para los efectos del
inciso final del artículo 1826 la disminución considerable de valor o la
extinción de las cauciones que el comprador había constituido para asegu-
rar el pago del precio, por hecho o culpa suya, y el hecho de no haber
constituido las garantías ofrecidas y en vista de las cuales el vendedor le
concedió el plazo.
Tanto la jurisprudencia como la doctrina francesas sustentan idéntica
opinión. 1 Así, por ejemplo, la Corte de Bourges ha establecido que el
vendedor puede negar la entrega de la cosa en tanto el comprador no le
pague el precio, aunque se haya señalado un plazo para ello, si prueba
que el inmueble que garantizaba ese pago ha sido deteriorado en térmi-
nos de que ya no lo asegure suficientemente. 2 La Corte de París, por su
parte, declaró que el vendedor que ha concedido un término para el
pago del precio puede rehusar la entrega de la cosa vendida si las garan-
tías dadas por el comprador para asegurar ese pago son ilusorias, como
por ejemplo, si el comprador no es propietario de los inmuebles hipote-
cados con ese objeto. 3 La Corte de Lyon ha resuelto que el vendedor,
que se halla en un caso análogo al anterior, puede rehusar esa entrega si
el comprador, que había contratado diciéndose comerciante, no posee
ningún almacén, no practica ningún comercio y no goza de ningún cré-
dito. 4 Esta sentencia creemos que va muy lejos en la interpretación de
1
FUZIER-HERMAN, t o m o 3 6 , Vente, n ú m . 1 0 9 1 , p á g . 8 6 5 ; BAUDRY-LACANTINERIE, De la vente,
n ú m . 3 0 7 , p á g . 3 0 8 ; LAURENT, 2 4 , n ú m . 1 7 1 , p á g . 1 7 1 ; AUBRYET RAU, V , p á g . 6 4 ; GUILLOUARD,
I , n ú m . 2 1 9 , p á g . 2 4 9 ; TROPLONG, I , n ú m . 3 1 4 , p á g . 3 9 6 ; H u c , X , n ú m . 8 4 , p á g . 1 1 7 .
2
FUZIER-HKRMAN, t o m o 3 6 , Vente, n ú m . 1092, pág. 866.
3
FUZIER-HER.\L\N, t o m o 3 6 , Vente, n ú m . 1 0 9 1 , p á g . 8 6 5 .
4
FUZIER-HERMAN, t o m o 3 6 , Vente, n ú m . 1 0 9 4 , p á g . 8 6 6 .
714
de las obligaciones del \"e\dedor
1
Tomo 24, núm. 171, pág. 171.
2
De la vente, núm. 307, pág. 307.
3
Tomo V, pág. 63.
4
Tomo X, núm. 84, pág. 118.
5
Tomo VI, pág. 237.
6
Tomo I, núm. 315, pág. 396.
7
Tomo 15, núm. 638, págs. 352 y 353.
s
Tomo I, núm. 220, pág. 250.
9
TROPLONG, I , n ú m . 3 1 5 , p á g . 3 9 6 .
df. la compraventa y de la promesa de venta
1
Tomo 24, núm. 171, pág. 172.
s
Tomo 15, núm. 138, pág. 353.
' TROPLONG, I , n ú m . 3 1 5 , p á g . 3 9 6 ; H u c , X , n ú m . 8 4 , p á g . 1 1 8 ; AUBRY E T RAU, V , p á g . 6 3 ,
nota 12 bis; FUZIER-HERMAN, t o m o 36, Vente, núm. 1096, pág. 866; MARCADÉ, V I , pág. 237;
BAUDRY-LACANTINERIE, n ú m . 3 0 7 , p á g . 3 0 7 .
4
T o m o 24, n ú m . 171, pág. 172.
716
d e l a s o b l i g a c i o n e s d e l \t e n d e d o r
convenido; a menos que éste haya sido otorgado mediante el dolo en que
se hizo incurrir al vendedor referente a la verdadera situación pecuniaria
en que se hallaba el comprador.
Pero si el vendedor entregó la cosa vendida al comprador, aunque la
fortuna de éste disminuya considerablemente después del contrato, no
puede pretender su devolución y debe esperar el pago del precio en el
plazo estipulado, porque la entrega de la cosa importa la renuncia tácita a
su derecho de retención, desde que para ejercerlo era necesario, como
dijimos, que ésta se encontrara en su poder. 1
El Código Civil español es más equitativo que el nuestro, en esta mate-
ria, pues su artículo 1467 no exige que la insolvencia o disminución de la
fortuna del comprador sea posterior al contrato; puede ser anterior o pos-
terior con tal que se descubra después de la venta. De modo que la insol-
vencia anterior a la venta puede ser suficiente, dice Manresa, para que el
vendedor rehuse la entrega de la cosa, pues lo que la ley exige que sea
posterior al contrato no es la insolvencia, sino su conocimiento por el
vendedor. 2
1
BAUDRY-LACANTINERIE, De la vente, núm. 3 0 7 , pág. 3 0 8 ; FUZIER-HERMAN, tomo 3 6 , Ven-
te, núms. 1110 y 1111, pág. 866.
2
X , pág. 1 3 1 .
5
BAUDRY-LACANTINERIE, De la vente, núm. 3 0 7 , pág. 3 0 7 ; LAURENT, 2 4 , núm. 1 7 1 , pág. 1 7 0 ;
AUBRY E T RAU, V , p á g . 6 4 ; MARCADÉ, V I , p á g . 2 3 7 ; RlCCI, IV, n ú m . 1 3 8 , p á g . 3 5 3 ; TROPLONG,
I, núm. 312, pág. 394.
4
MANRESA, X , p á g . 1 3 2 .
717
df. la compraventa y de la promesa de venta
1
Véanse núms. 905, 906,907 y 908 de esta Memoria.
718
de l a s o b l i g a c i o n e s d e l \t e n d e d o r
cosa de las cargas que sobre ella pesen, los que demande el juicio que debe
entablarse para poner al comprador en posesión de la misma, etc.1
La jurisprudencia francesa ha resuelto que también son gastos de entrega
los que demanda el peso, la cuenta o la medida de la cosa que se vende, por-
que esas operaciones son indispensables para hacer la entrega, de la cual pue-
den considerarse como un preliminar, ya que sin ellas no puede verificarse.
Del mismo modo, si para entregar la cosa fuere necesario pagar algún
impuesto o contribución, como ocurre con el impuesto sobre los alcoholes
que debe pagarse en su fabricación y sin cuyo pago no pueden salir de la
fábrica, ese impuesto o contribución también es un gasto de entrega, desde
que sin él no se puede ponerse la cosa en disposición de ser entregada.
913. Son gastos de transporte, según el artículo 1825, los que se ocasionen
con la traslación de la cosa vendida después de entregada. Una vez que el
vendedor la entrega al comprador en el lugar convenido o señalado por la
ley, queda a disposición de éste que puede transportarla a donde le plazca.
Los gastos que demande esta traslación se denominan de transporte. De
modo que puede decirse que son tales todos aquellos gastos que se hagan
por el comprador con posterioridad a la entrega a fin de tomar posesión de
la cosa. Son gastos de esta naturaleza los gastos de embalaje, carguío, flete
por mar o tierra, descargue, derechos de internación, de exportación, si los
hay, de visación por los cónsules chilenos de las facturas con destino a Chile
en el puerto de embarque dado caso que las mercaderías se hallen en el
extranjero, de visación consular de los conocimientos, derecho de muellaje
fiscal, etc., siempre que todos esos gastos sean posteriores a la entrega; por-
que si se hacen para poder entregar la cosa son gastos de entrega. Entre
ambos gastos hay, pues, una diferencia de tiempo. Los gastos anteriores a la
entrega, los que se ocasionan antes que la cosa sea entregada al comprador,
se llaman de entrega. Los que se hacen después de esta entrega, cuando
aquella ya es del comprador, son de transporte. Así, si el vendedor de una
mercadería en París se obliga a entregarla en Santiago, todos los gastos men-
cionados más arriba son gastos de entrega; pero si su obligación es entregar-
la en París, son gastos de transporte, pues se hacen con posterioridad a la
entrega y a fin de trasladarla a otro lugar.3
914. Veamos ahora quién soporta unos y otros gastos. El vendedor, como se
ha dicho, está obligado a entregar la cosa vendida. Debe, por lo tanto, hacer
1
POTHIER, III, n ú m . 4 2 , p á g . 2 0 ; BAUDRY-LACANTINERIE, n ú m . 3 0 0 , p á g . 3 0 3 ; MARCADÉ,
V I , p á g . 2 3 6 ; RLCCL, 1 5 , n ú m . 1 3 9 , p á g . 3 5 6 ; TROPLONG, I , n ú m . 2 8 8 , p á g . 3 7 7 ; GUILLOUARD,
I, núm. 241, pág. 2 6 9 ; MANRESA, X , pág. 1 2 7 ; FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núm. 981,
p á g . 8 6 0 ; AUBRY E T RAU, V , p á g . 6 2 .
2
FUZIER-HERMAN, tomo 3 6 , Vente, núm. 9 8 2 , pág. 8 6 0 ; AUBRY ET RAU, V, pág. 62, nota
11; BAUDRY-LACANTINERIE, De la vente, núm. 3 0 0 , pág. 3 0 3 ; MARCADÉ, V I , pág. 2 3 6 ; TROPLONG,
I , n ú m . 2 8 8 , p á g . 3 7 7 ; GUILLOUARD, I , n ú m . 2 4 1 , p á g . 2 6 9 .
3
FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núm. 980, pág. 8 6 0 ; TROPLONG, I, núm. 289, pág. 378;
GUILLOUARD, I , n ú m . 2 4 1 , p á g . 2 6 9 ; AUBRY E T RAU, V , p á g . 6 2 ; BAUDRY-LACANTINERIE, n ú m .
301, pág. 304.
719
df. la compraventa y de la promesa de venta
todas las diligencias que sean necesarias para cumplir esa obligación, esto
es, para poner la cosa a disposición del comprador. De aquí que a él incum-
ban los gastos que demande ese cumplimiento y que, según dijimos, se de-
nominan gastos de entrega. Pero una vez que la cosa ha sido entregada, una
vez que el vendedor la ha puesto a disposición del comprador, ha cumplido
su obligación cesando, en consecuencia, toda la intervención que le cupo
en el contrato. Luego, si el comprador quiere llevar la cosa a un lugar diver-
so de aquel en que, por la ley o por el contrato, ha debido serle entregada,
él debe soportar los gastos que esa traslación ocasione. Estos gastos se lla-
man gastos de transporte. Y pesan sobre el comprador, porque se trata de
un acto que sólo a él interesa y que depende su sola voluntad.
La ley, tomando en cuenta la justicia distribuitiva, si así pudiera decirse,
que hay en la repartición de los gastos que demanda el contrato de venta en
la forma indicada, consagró esa solución al igual que todas las demás legisla-
ciones y dispuso en el artículo 1825: "Al vendedor tocan naturalmente los costos
que se hicieren para poner la cosa a disposición de entregarla, y al comprador los que
se hicieren para transportarla después de entregada". Los artículos 1608 del Códi-
go francés, 1467 del Código italiano, 1465 del Código español y 448 y 449
del Código alemán establecen el mismo principio.
Luego, todos los gastos que demande la entrega de la cosa vendida son
de cargo del vendedor; y todos los que ocasione su transporte después de
entregada son para el comprador. Fundada en esta disposición, la Corte
de Apelaciones de Santiago declaró que sobre el vendedor pesaba el pago
del impuesto o contribución que gravaba una propiedad raíz adeudado a
la época de la venta, porque era un gasto que debía hacerse para poner la
cosa en disposición de ser entregada. 1
Desde que todos los gastos que demande la entrega de la cosa vendida
son de cargo del vendedor, es claro que si el comprador los ha cubierto
tiene derecho para que el vendedor se los reembolse. De acuerdo con este
principio, la Corte de Apelaciones de Talca ha establecido que el vende-
dor está obligado a reembolsar al comprador los gastos que le originó el
juicio que tuvo que iniciar contra un poseedor del predio comprado a fin
de poder entrar en posesión del mismo, ya que sobre aquél pesan los
costos que se hicieren para poner la cosa en disposición de ser entregada. 2
Lo mismo puede decirse respecto de los gastos de transporte que haga el
vendedor. El comprador debe abonárselos.
Es de advertir que la disposición del artículo 1825 del Código Civil sólo es
aplicable a falta de estipulación de las partes sobre el particular, porque ante
todo debe estarse a los que ellas hayan convenido. Esta disposición se aplica
en su silencio, es decir, cuando no hayan estipulado nada sobre la materia.3
1
Sentencia 1.402, pág. 969, Gaceta 1879.
2
Sentencia 598, pág. 515, Gaceta 1899, tomo I.
S
FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núm. 983, pág. 860; TROPLONG, I, núm. 290, pág. 378,
AUBRY E T R A U , V , p á g . 6 2 ; GUILLOUARD, I , n ú m . 2 4 1 , p á g . 2 6 9 ; BAUDRY-LACANTINERIE, n ú m .
301, pág. 304; Rica, 15, núm. 139, pág. 357; MANREZA, X, pág. 127.
720
d e l a s o b l i g a c i o n e s d e l \t e n d e d o r
916. La cuestión de los gastos que causa la ejecución del contrato de ven-
ta puede originar una dificultad cuando la venta recaiga sobre alcoholes o
tabacos fabricados en el país.
Según la ley número 3.087 del 5 de abril de 1916 sobre contribución a
los alcoholes, los fabricantes de alcohol, en general, deben pagar un im-
puesto o contribución sobre su fabricación sin el cual no puede salir de la
fábrica. En virtud del artículo 42 de la misma ley, ninguna empresa de
transportes terrestres o marítimos puede transportar alcohol sin que pre-
viamente haya pagado esa contribución. Supongamos que ésta no hay sido
pagada y que se estipule que el alcohol vendido se entregue en el mismo
local de la fábrica. El comprador, claro está, una vez que lo ha comprado
1
BAUDRY-LACANTINERIE, n ú m . 3 0 0 , p á g . 3 0 3 ; MANRESA, X , p á g . 1 2 7 .
721
de la compraventa y de la promesa de venta
918. El artículo 1828 del Código Civil dispone que: "El vendedor es obligado a
entregar lo que reza el contrato". Según este artículo el vendedor contrae la obli-
gación de entregar la misma cosa que vendió, con todos sus frutos y acceso-
rios y en el estado en que se encuentra al tiempo del contrato. El no es sino
aplicación de la regla general contenida en el artículo 1546 de que los contra-
tos deben cumplirse de buena fe y obligan no sólo a lo que en ellos se expre-
sa, sino a todas las cosas que emanan precisamente de la naturaleza de la
obligación o que, por la ley o la costumbre, pertenecen a ella. La ley 11 núme-
ro I a del título I del Libro XIX del Digesto establecía una regla análoga.
En cumplimiento del artículo 1828, el vendedor debe entregar la misma
cosa que ha vendido no pudiendo sustituirla por otra, aun cuando fuere de
mayor valor (artículo 1569 del Código Civil).1 ¿Se violaría este artículo si la
1
AUBRY ET RAU, Y, p á g . 6 6 ; BAUDRY-LACANTINERIE, De la vente, n ú m . 311, pág. 313.
722
de las obligaciones del \"endedor
obligación del vendedor fuera satisfecha por otra persona? Creemos que
no, siempre que no se cambie la cosa vendida. Al comprador le es indiferen-
te la persona del vendedor. No ha contratado en atención a ella sino en
atención a la cosa, de modo que si la recibe de cualquiera otra persona, el
vendedor queda descargado de su obligación y el comprador ha obtenido el
cumplimiento del contrato. La entrega de la cosa vendida es el pago de la
obligación del vendedor y aquél, según el artículo 1572 del Código Civil,
puede hacerse por el deudor o por cualquiera otra persona a nombre suyo.
723
de la compraventa y de la promesa de venta
1
I, n ú m . 2 2 1 , p á g . 2 5 1 .
2
H U C , X , n ú m . 8 5 , p á g . 1 1 8 ; BAUDRY-LACANTINERIE, De la vente, n ú m . 3 1 1 , p á g . 3 1 2 ; LAU-
RENT. 2 4 , n ú m . 1 8 1 , p á g . 1 7 9 ; MARCADÉ, V I , p á g . 2 3 8 ; R i c a , 1 5 , n ú m . 1 4 1 , p á g . 3 6 0 ; AUBRY
E T RAU, V , p á g . 6 6 ; FUZIER-HERMAN, t o m o 3 6 , Vente, n ú m s . 1 0 2 7 , 1 0 2 8 y 1 0 2 9 , p á g . 8 6 2 .
3
BAUDRY-LACANTINERIE, o b r a c i t a d a , n ú m . 3 1 1 , p á g . 3 1 3 ; MARCADÉ, V I , p á g . 2 3 9 , FUZIER-
HERMAN. t o m o 3 6 , Vente, n ú m . 1 0 3 4 , p á g . 8 6 3 .
724
de las obligaciones del \ tendedor
También puede aceptarla con esas mejoras, pero en tal caso debe reembolsar
al vendedor el valor que haya invertido en ellas. Igualmente, debe restituir al
vendedor los gastos que éste haya hecho para conservar la cosa e impedir la
pérdida o deterioro, de acuerdo con el artículo 2235 del Código Civil, ya que
aquí el vendedor es su depositario.1
Si, por el contrario, el vendedor por hecho o culpa suya ha causado
deterioro en la cosa o la ha hecho disminuir de valor en cualquiera forma,
el comprador tampoco está obligado a aceptarla y puede exigir la resolu-
ción del contrato por falta de entrega, a menos que se allane a recibirla
como se encuentra, con disminución del precio e indemnización de per-
juicios. Así lo ha resuelto la Corte de Casación de Francia. 2 La Corte de
Apelaciones de Santiago ha establecido que el comprador no puede, aun-
que se haya reservado el goce de la cosa por cierto tiempo, cortar los
bosques y los árboles del predio vendido en forma diversa de la que la ley
señala para el propietario fiduciario y para el poseedor de buena fe, o sea,
sin dejar a los árboles los pies necesarios para que puedan retoñar, como
tampoco explotar los montes de los planes en forma que equivalga a su
destrucción, pues todos esos hechos disminuyen el valor de la cosa vendi-
da y no permiten entregarla en el estado en que se encontraba al tiempo
del contrato. Como el comprador no se ciñó a esa reglas, fue obligado a
indemnizar al comprador los peijuicios consiguientes. 3
923. Hasta aquí nos hemos ocupado del estado en que debe entregarse
un cuerpo cierto que, como se ha dicho, no es otro que aquél en que se
hallaba al tiempo del contrato. Ahora hablaremos del estado en que de-
ben entregarse las cosas que se venden determinándolas por su clase o
género. Por regla general, las ventas de estas cosas constituyen actos de
comercio. De ahí que el examen de esta cuestión lo haremos al amparo
del Código de Comercio.
De ordinario las partes señalan la calidad de las mercaderías que se
compran, sea indicándola únicamente, sea remitiendo muestras, en cuyo
1
MARCADÉ, V I , p á g . 2 3 9 .
2
FUZIER-HERMAN, t o m o 3 6 , Vente, n ú m . 1 0 2 9 , p á g . 8 6 2 .
3
Sentencia 455, pág. 373, Gaceta 1899, tomo II.
4
FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núm. 1030, pág. 862.
725
df. l a c o m p r a v e n t a y d e l a p r o m e s a d e v e n t a
caso aquellas deben ser de esa calidad. Pero si nada se dice al respecto, el
vendedor cumplirá su obligación entregándolas sanas y de regular calidad.
Así lo establece el artículo 145 del Código de Comercio que dice: "Si las
mercaderías vendidas no hubieren sido individualizadas, el vendedor cumplirá su
obligación entregándolas sanas y de regular calidad"}
Si las mercaderías no son de la calidad convenida o no son conformes
con la muestra, en el primer caso, o si no son sanas y de regular calidad,
en el segundo, el comprador puede exigir la resolución del contrato con
indemnización de peijuicios, 2 a menos que se allane a recibir las que se le
envían, eso sí que con una disminución proporcional del precio, porque
la facultad de resolver el contrato que, de ordinario, llevan envuelta las
ventas comerciales no excluye la facultad de exigir su cumplimiento, ya
que a este respecto rige siempre la regla del artículo 1489 del Código Civil
que da ambas acciones al comprador.
De acuerdo con estos principios, la Corte de Burdeos ha declarado
que cuando la marca de las mercaderías a que se remiten las partes desig-
na la fábrica o establecimiento en que se fabrican, el vendedor está obliga-
do a entregar mercaderías que realmente provengan de la fábrica que
indica esa marca; en caso contrario, el comprador puede negarse a recibir-
las, aunque valgan lo mismo, porque él tiene derecho a que se le entregue
la cosa que ha comprado y no otra, más aun cuando el lugar en que se
fabricaron fue uno de los motivos que lo indujo a contratar. 3
Como hemos dicho más arriba, en caso de desacuerdo entre las partes
acerca de la calidad de las mercaderías, éstas deben ser reconocidas por
peritos cuyo informe, a virtud de lo dispuesto en el Código de Procedi-
miento Civil, sólo tiene mérito ilustrativo y, por consiguiente, el juez que-
da en absoluta libertad para apreciarlo. Es éste quien determina, en
definitiva, la calidad de las mercaderías vendidas. 4
El comprador que cree que la calidad de las mercaderías no es confor-
me con la indicada en el contrato o con la exigida por la ley, debe recla-
mar de esa disconformidad en los plazos y forma que señalan los artículos
146, 158 y 159 del Código de Comercio. Transcurridos esos plazos o con-
sumidos o enajenadas las mercaderías de modo que su reconocimiento es
imposible, se entiende que el comprador las ha aceptado y pierde el dere-
cho de reclamar por defectos de calidad. 5
Al vendedor corresponde probar que las mercaderías son de la calidad
convenida o que son sanas y de regular calidad, según el caso. El compra-
1
Sentencia 1.105, pág. 1154, Gaceta 1903, tomo I; sentencia 3.112, pág. 469, Gaceta 1889,
tomo II.
- GUILLOUARD, I, n ú m . 2 4 8 , p á g . 2 7 7 ; BAUDRY-LACANTINERIE, n ú m . 3 1 2 I, p á g . 3 1 4 ; s e n -
tencia I 1015, pág. 1154, Gaceta 1903, tomo I.
3
BAUDRY-LACANTINERIE, n ú m . 3 1 2 III, p á g . 3 1 5 .
* Véase núm. 685, pág. 536 de esta Memoria.
5
Véase sobre la forma y los plazos en que el comprador debe reclamar por defectos de
calidad, como también la jurisprudencia al respecto, en el número 690, pág. 657 de esta
Memoria.
726
de las obligaciones del \ tendedor
dor debe probar que las mercaderías compradas eran de tal o cual cali-
dad, pues, de otro modo, está obligado a recibir mercaderías sanas y de
regular calidad.
Cuando la venta de cosas in genere es civil y no se ha designado la cali-
dad de la cosa, el vendedor cumplirá su obligación, según el artículo 1509
del Código Civil entregando cualesquiera cosa del género señalado con tal
que sean de una calidad más o menos mediana.
De lo expuesto se desprende que en las ventas de cosas in genere el
estado de la cosa no se aprecia al tiempo del contrato, sino al tiempo de la
entrega, pues entonces es cuando ellas se determinan, ya que antes de la
entrega no se sabe cuáles son las que van a entregarse. 1
924. El inciso 2 2 del artículo 1816 del Código Civil, de acuerdo con los
principios que hemos expuesto al hablar de la teoría de los riesgos,
dispone que los frutos de la cosa vendida pertenecen al comprador
desde el m o m e n t o de la venta. Esta disposición que, en el proyecto del
Código constituía un artículo especial y que tal vez por un error y olvi-
do se consignó como inciso de otro con el que no guarda ninguna
relación, a la letra dice: "Los frutos naturales pendientes al tiempo de la
venta, y todos los frutos tanto naturales como civiles que después produzca la
cosa, pertenecerán al comprador, a menos que se haya estipulado entregar la
cosa al cabo de cierto tiempo o en el evento de cierta condición; pues en estos
casos no pertenecerán los frutos al comprador, sino vencido el plazo, o cumplida
la condición. Todo lo dicho en este artículo puede ser modificado por estipulacio-
nes expresas de los contratantes".
Este artículo no es sino reproducción del artículo 1614 del Código fran-
cés y de los preceptos contenidos en la ley 23, título V de la Partida V y en
algunos pasajes de las Institutos y del Digesto. El hecho de que el compra-
dor tenga derecho a los frutos de la cosa vendida desde el momento del
contrato no es sino la manera que idearon los romanos para compensar la
injusticia que resultaba de poner a su cargo los riesgos de la cosa. El Códi-
go francés reprodujo este principio, pero como en él el comprador es
propietario de la cosa desde el contrato resulta que los frutos le pertene-
cen porque es dueño de la cosa y ésta produce para su propietario. 2 Nues-
tro Código imitó la disposición del Código francés atribuyendo al
comprador los riesgos y los frutos que sufriere y produjere la cosa después
del contrato olvidando que si ese Código consignaba tal disposición no
era en atención a que si ese Código consignaba tal disposición no era en
1
BAUDRY-LACANTINERIE, n ú m . 3 1 2 , p á g . 3 1 3 .
'-' BAUDRY-LACANTINERIE, n ú m . 3 1 3 , p á g . 3 1 6 ; LAURENT, 2 4 , n ú m . 1 8 2 , p á g . 1 7 9 ; GUIILOUARD,
I, núm. 2 2 2 , pág. 2 5 2 .
727
df. la compraventa y de la promesa de venta
atención a que éste era acreedor sino a que era propietario. Esta cuestión
está íntimamente ligada con la de los riesgos y a ella nos remitimos por lo
que se refiere a su historia y fundamentos.
Volviendo al estudio de la disposición legal transcrita, podemos sentar
como regla general que, una vez celebrado el contrato de venta, aunque la
entrega no se haya realizado, todos los frutos naturales pendientes en ese
momento y todos los frutos naturales y civiles que después produzca la
cosa pertenecen al comprador.
No es la entrega de la cosa la que da al comprador los frutos que ella
produzca, sino el contrato mismo. Según esto, en la venta de un inmueble
para cuya entrega no se ha fijado plazo y que, por lo tanto, debe entregar-
se inmediatamente después del contrato, los frutos pertenecen al compra-
dor desde su celebración y no desde la inscripción en el Registro del
Conservador de Bienes Raíces, porque los frutos no pertenecen a él en su
calidad de dueño, puesto que no lo es, sino como acreedor de un cuerpo
cierto. En este punto se ha modificado la regla de los artículos 646 y 648
del Código Civil que disponen que los frutos naturales y civiles de una
cosa pertenecen a su dueño.
La opinión que venimos sustentando se encuentra sancionada en to-
das sus partes por un fallo de la Corte de Apelaciones de Talca dictado
con ocasión de un embargo que se hizo sobre los frutos de una propiedad
que había sido vendida por la ejecutada. El ejecutante embargó los cáno-
nes de arrendamiento que devengó la propiedad vendida con posteriori-
dad a la venta. La compradora pidió que se alzara el embargo alegando
que los frutos le pertenecían en virtud del artículo 1816 del Código Civil,
sin que para ello fuera menester la inscripción del contrato de venta, des-
de que no se había fijado plazo para la entrega. La Corte mencionada
acogió la oposición de la compradora y alzó el embargo con el mérito de
estos fundamentos:
"Considerando: 2® Que, según lo dispuesto en el artículo 1816 del Código Ci-
vil, los frutos tanto naturales c o m o civiles que produzca la cosa vendida des-
pués de la venta, pertenecen al comprador y, en consecuencia, los cánones de
arrendamiento de las propiedades adjudicadas, que son frutos civiles, pertene-
cen a los rematantes desde la escritura de adjudicación de trece de febrero último; 3®
Q u e , según esto, la retención decretada sobre una parte de los cánones de
arrendamiento de dichos f u n d o s para responder a un crédito que d o n Angel
María Vergara cobra a d o ñ a Lucinda Labra, ha recaído sobre frutos que no
pertenecían a ésta, pues consta de la escritura de fojas ... que los cánones que
se adeudan por el arrendatario d o n Mateo Ramírez son los que se han principia-
do a devengar desde el primero de marzo del presente año, estando pagados los ante-
riores; 4® Q u e no desvirtúa este resultado, la circunstancia de haberse inscrito la
escritura de adjudicación el veintiuno del mismo mes de marzo, por cuanto el artícu-
lo 1816 citado no toma en cuenta la fecha de la inscripción, o sea, la transferencia del
dominio, sino la venta, esto es, cuando se realiza este contrato que, respecto de los bienes
raíces, se perfecciona con el otorgamiento de la escritura pública en que consta el conve-
nio de las partes sobre la cosa y el precio, artículo 1801, y 5® Que tampoco lo desvirtúa
el articulo 648, que dispone que los frutos civiles pertenecen al dueño de la cosa, por
cuanto este artículo consigna una disposición general, que puede sufrir modificaciones
728
de las obligaciones del \"endedor
en casos especiales, como sucede cuando se trata de una venta, respecto de la cual preva-
lece la especial del artículo 1816".'
925. Entremos a determinar cuáles son los frutos que pertenecen al com-
prador. El artículo 1816 contesta este punto diciendo que le pertenecen:
1) los frutos naturales pendientes al tiempo de la venta, y 2) los frutos
naturales y civiles que después de la venta produzca la cosa.
Frutos naturales, dice el artículo 644 del Código Civil, son los que da la
naturaleza ayudada o no de la industria humana. En el primer caso se
llaman naturales propiamente tales y en el segundo industriales. Estos fru-
tos, tanto los que están pendientes al tiempo de la venta como los que se
producen con posterioridad a ella, pertenecen al comprador, sin que esté
obligado a pagar al vendedor los gastos que haya hecho para poner la cosa
en situación de producirlos, pues, como dice Baudry-Lacantinerie, se con-
sidera que el vendedor los ha tomado en cuenta para fijar el precio. 2 Los
frutos están pendientes cuando están adheridos a la cosa que los produce.
Así, por ejemplo, si un campo sembrado de alfalfa, trigo, cebada, etc., al
tiempo del contrato está listo para segarse, esos productos pertenecen al
comprador sin que esté obligado a pagarle al vendedor los gastos que esa
siembre le haya ocasionado. Pero si la cosecha estaba separada del suelo,
aunque no se hubiere recogido del campo, pertenece al vendedor y no al
comprador.
En consecuencia, si los frutos ya están separados, al tiempo de la venta,
pertenecen al vendedor, porque son para el comprador los que se hallan
pendientes en ese momento y los que se produzcan después. Los ya separa-
dos no se encuentran ni en uno ni en otro caso. Así lo ha resuelto también
la Corte de Apelaciones de Talca, cuando dio lugar a una demanda en que
el vendedor exigía que el comprador le restituyera el trigo que ya estaba
cosechado a la fecha de la escritura de venta, aunque no aceptamos la decla-
ración que hace en el sentido de que ese trigo también pertenecía al vende-
dor porque cuando se cosechó no se había hecho la inscripción del contrato.
No la aceptamos porque no es la inscripción la que da los frutos al compra-
dor sino el contrato mismo cuando, como en el caso de autos, no se ha
señalado plazo para la entrega. La única razón aceptable que da ese tribu-
nal para declarar que el trigo debía pertenecer al vendedor es que a la fecha
de la escritura de compra aquél ya estaba separado del suelo. 3
926. Los frutos civiles, dice el artículo 647 del Código Civil, son los pre-
cios, pensiones, cánones de arrendamiento o censo y los intereses de capi-
tales exigibles o impuestos a fondo perdido. Son pendientes mientras se
deben y percibidos desde que se cobran. El artículo 1816 dice que los
frutos civiles que produzca la cosa después de la venta pertenecen al com-
1
Sentencia 1.074, pág. 1105, Gaceta 1902, tomo I.
2
Déla vente, núm. 313, pág. 316.
5
Sentencia 1.748, pág. 896, Gaceta 1890, tomo I (considerando 3 9 ).
729
df. la compraventa y de la promesa de venta
927. Pero nada dice respecto de los que están pendientes al tiempo del
contrato. Supongamos que la propiedad vendida esté arrendada, que la
renta se pague por semestres vencidos y que se venda durante la mitad del
primer semestre ¿a quién pertenece esa renta pendiente? Dos soluciones
puede tener la cuestión, según sea que se pretenda aplicar el artículo 648
del Código Civil o el artículo 790 del mismo Código.
Los que se fundan en el artículo 790 raciocinan en esta forma. Según este
artículo los frutos civiles se devengan día por día, es decir, se van adeudando a
medida que se presta el servicio por la cosa que los produce, pues son el
resultado de ese servicio. Vendida una cosa, ésta produce frutos civiles para el
vendedor hasta el día de la venta, ya que los frutos civiles que se devenguen
con posterioridad a ese día se entienden producidos después del contrato,
porque, como se ha dicho, en cada día se produce el fruto correspondiente y
según el artículo 1816 del Código Civil los frutos civiles que produce la cosa
después del contrato pertenecen al comprador. Estas razones han sido esta-
blecidas en un fallo dictado por la Corte de Apelaciones de Talca que declaró
que los frutos civiles pendientes al tiempo del contrato pertenecen al vende-
dor hasta ese momento a contar del cual son para el comprador. 2
La otra opinión se basa en el artículo 648 del Código Civil y raciocina
de la manera siguiente. Según este artículo los frutos civiles se hallan en la
misma situación que los frutos naturales y pertenecen al dueño de la cosa
que los produce de igual modo y con la misma limitación que aquellos.
Los frutos civiles se llaman pendientes mientras se deben, o sea, son tales
los que aún no pueden cobrarse por no haber vencido el plazo señalado al
efecto. El artículo citado equipara los frutos civiles a los naturales, por
cuyo motivo pertenecen al dueño de la cosa en los casos y con las limita-
ciones y excepciones establecidas para estos y como según el artículo 1816
del Código Civil los frutos naturales pendientes al tiempo de la venta son
del comprador, es evidente que los civiles pendientes también pertenecen
a éste, es decir, estos frutos le pertenecen no sólo desde que se celebra la
venta sino también los que corresponden al período de tiempo que ha
corrido antes del contrato, pero que vence después de su celebración. En
el ejemplo propuesto esa renta pertenecería íntegramente al comprador y
no en parte a él y en parte al vendedor. 3
Sin duda alguna la opinión más preferible es la primera, pero no acepta-
mos las razones en que se apoya y creemos que si los frutos civiles pendientes
1
Sentencia 1.074, pág. 1105, Gaceta 1902, tomo I.
2
Sentencia 1.608, pág. 1629, Gaceta 1900, tomo I.
5
Esta opinión ha sido sustentada en un voto disidente emitido por el ex Ministro de la
Corte de Apelaciones de Santiago, señor A. Vergara Albano, en la sentencia 1.491, pág. 401,
Gaceta 1899, tomo I.
730
de las obligaciones del \"endedor
731
df. la compraventa y de la promesa de venta
En resumen, los frutos civiles, para los efectos del artículo 1816, se re-
putan producidos día por día, no en virtud del artículo 790 como algunos
pretenden, sino en virtud del mismo artículo 1816 que no toma en cuenta
para nada la calidad de si son o no pendientes en el sentido que les da el
artículo 647 del Código Civil, limitándose a declarar que serán para el
comprador los que produzca la cosa después del contrato.
En el ejemplo propuesto, la mitad de la renta es para el vendedor y la
otra para el comprador, es decir, la renta correspondiente al período de
tiempo anterior al contrato pertenece al vendedor y la correspondiente al
período posterior al mismo pertenece al comprador sea que aquella se
devengue por períodos vencidos o anticipados. Así lo han declarado las
Cortes de Apelaciones en Santiago 1 y de Talca.2
1
Sentencia 491, pág. 401, Gaceta 1899, tomo II.
2
Sentencia 1.608, pág. 1629, Gaceta 1900, tomo I.
732
de las obligaciones del \"endedor
932. La regla general del artículo 1816 del Código Civil tiene tres excep-
ciones, a saber: 1) cuando las partes han señalado plazo para la entrega,
en cuyo caso los frutos pertenecen al vendedor hasta el vencimiento del
plazo; 2) cuando las partes han convenido en que la entrega se hará en
el evento de cumplirse cierta condición, en cuyo caso los frutos también
pertenecerán al vendedor hasta el cumplimiento de la condición, y 3)
cuando aquellos han pactado cláusulas especiales sobre el particular, en
cuyo caso los frutos serán para el vendedor o para el comprador, según
sea lo convenido.
1
GUILLOUARD, I , n ú m . 2 2 9 , p á g . 2 5 8 .
- Sentencia 1.608, pág. 1629, Gaceta 1900, tomo I.
733
df. la compraventa y de la promesa de venta
1
Sentencia 455, pág. 373, Gaceta 1899, tomo II.
2
Sentencia 455, pág. 373, Gaceta 1899, tomo II.
734
de las obligaciones del \"endedor
935. Por último, las reglas contenidas en el inciso segundo del artículo 1816
pueden ser modificadas por las partes en la forma que mejor les plazca,
como lo establece el inciso final de ese mismo artículo que dice: "Todo lo
dicho en este artículo puede ser modificado por estipulaciones expresas de los contra-
tantes". Pero para que estas reglas se entiendan modificadas por estipula-
ciones de las partes es menester que éstas sean expresas. Una modificación
tácita o presunta inducida de los hechos o circunstancias no es suficiente.
El inciso transcrito habla de estipulaciones expresas lo que excluye las
estipulaciones tácitas, porque si la ley hubiera querido permitir que esas
reglas pudieran modificarse por convenios expresos y tácitos, no se habría
referido a las primeras únicamente sino a ambas. Cuando las partes intro-
ducen estas estipulaciones, los frutos pertenecerán al vendedor o al com-
prador según sea lo convenido.
937. Lo expuesto hasta aquí sobre los frutos en el contrato de venta se apli-
ca únicamente a la venta de un cuerpo cierto, porque si la venta es genérica
la cosa vendida no está determinada, no se sabe qué es lo vendido y no
puede saberse si ha producido frutos. Cuando se haga esa determinación
por la entrega o por otro medio semejante, se conocerá cuál es la cosa que
se vende y sólo entonces tendrá aplicación el artículo 1816, o sea, desde ese
momento pertenecerán los frutos al comprador en la forma allí indicada. Si
se venden dos hectáreas de tierra de un fundo sin precisarlas, dice Baudry-
Lacantinerie, el comprador tiene derecho a los frutos que produzcan desde
el día en que se midan y se individualicen con toda precisión. 2 Por otra
1
Digesto, libro XVIII, título I, ley 40, núm. 3.
2
De la vente, núm. 313, pág. 316.
735
df. la compraventa y de la promesa de venta
938. Siendo las ventas hechas por la justicia verdaderos contratos de venta
y no habiendo ninguna disposición que modifique al artículo 1816 en lo
relativo a los frutos en las ventas judiciales y no distinguiendo, además, ese
artículo entre la venta forzada y la voluntaria, creemos que se aplica tanto
a una como a otra. En consecuencia, el comprador en una venta hecha
por autoridad de la justicia tiene derecho a los frutos en la forma que
indica ese artículo desde el día de la subasta, ya que según el artículo 516
del Código de Procedimiento Civil, el acta de remate se reputa como escri-
tura pública para los efectos del artículo 1801 del Código Civil.
940. Análoga a la disposición del artículo 1816 es la que establece para las
ventas de animales el artículo 1830 del Código Civil que dice: "La venta de
una vaca, yegua u otra hembra comprende naturalmente la del hijo que lleva en el
vientre o que amamante; pero no la del que puede pacer y alimentarse por sí solo".
Este artículo era innecesario, porque siendo el hijo de tales animales un
fruto natural pendiente mientras se halla en el vientre de la madre o mien-
tras ésta lo amamante, es claro que, en virtud del artículo 1816, pertenece-
rá al comprador cuando al tiempo de la venta se encuentre en uno u otro
estado. Pero el legislador temió que la cuestión diera lugar a dudas y para
evitarlas optó por consignar un precepto especial sobre este punto.
Para determinar a quién pertenece el hijo de una yegua, de una vaca o de
cualquiera otra hembra que se vende es menester distinguir: 1) si el hijo al
tiempo del contrato ha nacido o no, y 2) si en ese tiempo el hijo, que ya ha
nacido, es amamantado por la madre o puede pacer y alimentarse por sí solo.
Si el hijo no ha nacido al tiempo del contrato pertenece al comprador.
Si ya había nacido cuando se vendió la madre es preciso averiguar si pue-
de pacer y alimentarse por sí solo o si todavía es amamantado por ella. Si
el hijo, al tiempo de la venta, es amamantado por la madre y no puede
pacer y alimentarse por sí solo pertenece al comprador. Pero si en esa
época puede pacer y alimentarse por sí solo es del vendedor, aun cuando
sea amamantado por la madre, porque desde el instante en que el hijo
pueda pacer y alimentarse por sí solo, sin necesidad de ésta, deja de que-
dar incluido en la venta y el comprador no puede pretender derecho so-
bre él. Determinar si el animal puede pacer y alimentarse por sí solo es
736
de las obligaciones del \ t e n d e d o r
una cuestión de hecho que debe decidir el juez. Eso sí que no debe olvi-
darse que si el animal puede pacer y alimentarse solo, aunque siempre sea
amamantado, como ocurre con algunos animales que continúan maman-
do hasta que se les desteta, no entra en la venta, porque ya no se halla en
la imposibilidad de subsistir por sí solo que es el requisito que la ley exige
para darlo al comprador y si mama es por hábito y no por necesidad.
La disposición del artículo 1829 se refiere únicamente a las hembras
de los animales mamíferos, pues según el sentido natural y obvio de la
palabra "hembra" ésta es el animal que concibe y pare y esos fenómenos
son posibles en los mamíferos únicamente. Contribuye a robustecer esta
opinión el hecho de que el artículo 1829 del Código Civil hable de "hijo
que lleva en el vientre" y de hijo "que amamante", pues lo uno y lo otro no
pueden tener lugar sino en esa especie de animales.
Si la venta de una vaca, yegua u otra hembra semejante se hace seña-
lando plazo para la entrega o haciendo depender ésta del evento de una
condición y el hijo que lleva en el vientre al tiempo del contrato nace
después de su celebración pero antes de vencerse el plazo o de cumplirse
la condición, pertenecerá al vendedor si al tiempo del vencimiento de
aquel o del cumplimiento de ésta puede pacer o alimentarse por sí solo y
al comprador si aún es amamantado por su madre y no puede alimentarse
por sí solo. Es la regla del artículo 1816 que también se aplica en este caso
por ser los hijos de los animales que se venden los frutos de la cosa vendi-
da. Claro está que si el hijo nace después de vencer el plazo o de cumplir-
se la condición pertenece al comprador sin duda alguna.
La regla del artículo 1829 puede ser modificada por las partes en la
forma que mejor les plazca, en cuyo caso el hijo de la hembra vendida será
para el vendedor o para el comprador, según sea lo convenido al respecto.
1
GUILLOUARD, I , n ú m . 2 2 2 I , p á g . 2 5 2 ; TROPLONG, I , n ú m . 3 2 3 , p á g . 4 0 5 ; LAURENT, 2 4 ,
núm. 1 8 3 , pág. 1 8 0 ; HUC, X, núm. 8 6 , pág. 1 2 0 ; BAUDRY-LACANTINERIE, De la vente, núm. 314,
pág. 3 1 7 ; AUBRY ET RAU, V, pág. 6 7 ; FUZIER-HERMAN, tomo 3 6 , Vente, núm. 1 0 4 8 , pág. 863;
MARCADÉ, V I . p á g . 2 4 0 ; RK:C:I, 1 5 , n ú m . 1 4 1 , p á g . 3 6 1 .
737
df. la compraventa y de la promesa de venta
942. El vendedor debe, pues, entregar la cosa vendida con todos sus acce-
sorios, con todas aquellas cosas que, sin constituir la cosa misma que se
vende, forman parte de ella por cualquier motivo o le prestan alguna utili-
dad. Pero esta obligación se refiere a los accesorios que estén adheridos a
la cosa a que se hallen a su servicio al tiempo del contrato. Los que lo
fueron en otra época pero que ya no lo son en ese momento y los que se
incorporen en ella después de la venta no se comprenden en ésta, pues ni
unos ni otros pertenecían a la cosa al tiempo de su celebración.
944. El precepto del artículo 1830 se refiere a todos los bienes inmuebles,
porque según el artículo 568 del Código Civil las expresiones inmuebles,
finca o bien raíz son sinónimas y se refieren tanto al suelo como a los
edificios, a las propiedades salitreras y carboníferas y a las minas. Ese
artículo comprende, entonces, las propiedades raíces propiamente dichas,
los edificios, las minas y las salitreras.
945. Aun cuando el artículo 1830 del Código Civil sólo se refiere a los
bienes inmuebles, no por eso puede decirse que el vendedor no esté obli-
gado a entregar los accesorios de una cosa mueble. Si la ley se refirió
únicamente a aquéllos fue porque son raros los mueble que tengan acce-
sorios y porque en los inmuebles la cuestión podía dar origen a dudas
respecto de ciertos bienes que, aunque accesorios, tienen vida propia y se
transfieren independientemente del inmueble a que acceden. En los mue-
bles la cuestión no era dudosa, puesto que de ordinario sus accesorios
están unidos a él. Por lo demás, la obligación del vendedor de entregar los
accesorios de la cosa vendida no emana, como se ha dicho, del artícu-
lo 1830. Es una regla general de derecho la que impone esa obligación,
regla que se aplica sin limitaciones de ningún género a la venta de bienes
muebles, desde que no hay disposición en contrario. No podría sostenerse
que el artículo 1830 excluya la obligación de entregar los accesorios de la
cosa en la venta de muebles, porque él no se refiere sino a los inmuebles y,
en consecuencia, su silencio debe interpretarse en sentido negativo, por-
que ese artículo no ha creado una regla especial: se ha limitado a reprodu-
738
de las obligaciones del \"endedor
cir un principio general que la ley ya conocía. Por eso emplea la palabra
"naturalmente", con la que quiere decir que es evidente, lógico, indiscuti-
ble, de la naturaleza de la obligación de entregar, que en la venta de una
finca se comprenden sus accesorios. Al emplear la ley esa palabra ha dado
a entender que ese principio ya estaba establecido y que si lo reproduce
ha sido para recordarlo y no para crearlo. Creemos, pues, que al estable-
cer el artículo 1830 esta regla para los inmuebles no ha querido excluir de
ella a los muebles, por cuyo motivo se puede decir que tanto en las ventas
de muebles como en las de inmuebles el vendedor tiene la obligación de
entregar la cosa vendida con todos sus accesorios. Así lo han entendido
nuestros Tribunales, como se verá más adelante.
947. El vendedor está obligado a entregar la cosa vendida con todos sus
accesorios, siempre que las partes no estipulen lo contrario, pues éstas tie-
nen absoluta libertad para ampliar, restringir o modificar esa obligación,
desde que tal estipulación no está prohibida por la ley ni es contraria al
orden público ni a la moral. En tales casos se comprenderán en la venta los
accesorios a que se refieran las partes, o ninguno, si así lo han convenido.
948. La prueba de que la cosa ha sido vendida con sus accesorios corres-
ponde al que la alega. Si el comprador demanda al vendedor para que le
entregue los accesorios de la finca, a lo que éste se resiste, alegando que se
exceptuaron de la venta, o que no son accesorios, al comprador le incum-
be probar que las cosas cuya entrega demanda son accesorios del inmue-
ble, es decir, estaban al tiempo del contrato destinadas al uso y cultivo de
la finca. El vendedor deberá probar la existencia de la cláusula que excep-
tuó esas cosas de la venta, o bien que ellas pertenecen a otra persona y que
si las tenía allí era porque estaban en depósito o porque su dueño se las
tenía dadas en arrendamiento. 2 Si, por el contrario, es el vendedor quien
1
Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo I, pág. 83.
2
Véase la sentencia 321, pág. 206, Gaceta 1887, en que la prueba se produjo en la for-
ma indicada.
739
df. la compraventa y de la promesa de venta
exige que se le devuelvan esos accesorios alegando que no son tales o que
se exceptuaron de la venta, él debe probar esos hechos. El comprador
probará que son accesorios y que entraron en la venta.
949. La determinación de los accesorios que entran en la venta es, por re-
gla general, una cuestión de hecho, que queda entregada al arbitrio del
juez, quien, para decidir las dudas que suijan al respecto, deberá, ante todo,
examinar la intención de las partes, las circunstancias que rodearon al con-
trato y lo que aquéllas han entendido vender y comprar, respectivamente.
"Solo después del estudio de las cláusulas del contrato, dice Guillouard, y
del examen de las circunstancias en las cuales se realizó, deben recurrir los
tribunales a los principios que hemos examinado sobre el alcance de la
obligación de entregar". 1
Por otra parte, no hay en este punto reglas generales, sino casos con-
cretos, y como dice muy bien Laurent, "los fallos judiciales de nada sirven,
pues no deciden cuestiones de derecho, sólo juzgan sobre hechos, es de-
cir, según la intención de los contratantes". 2 Efectivamente, la jurispruden-
cia conoce del caso concreto y sobre él se pronuncia. De ahí que, salvo
raras excepciones, puedan encontrarse sobre esta materia fallos concor-
dantes o análogos, sin que esa disconformidad de resoluciones pueda lla-
mar la atención y colocar en pugna a los mismos tribunales, desde que
cada una resuelve un caso único.
950. Siendo, pues, imposible formular un principio general sobre esta ma-
teria, trataremos de analizar y estudiar los diversos casos que sobre el parti-
cular se han presentado, tanto en nuestra jurisprudencia como en la francesa,
para ir determinando, de este modo, lo que se ha entendido por accesorios
en cada uno. Para facilitar esta enunciación o enumeración, nos ocupare-
mos primeramente de los inmuebles y en seguida de los muebles.
951. Para determinar cuáles son los accesorios materiales que se com-
prenden en la venta de una finca el artículo 1830 del Código Civil se
remite a los artículos 570 y siguientes del mismo Código. Al proceder así
nuestro legislador siguió la huella trazada por el legislador francés. En
efecto, al discutirse el Código francés en el Consejo de Estado, uno de
sus redactores, Grenier, dijo: "En el primer momento se podrá encontrar
tal vez mucho laconismo en el artículo 34.3 Pero toda explicación habría
sido inútil, porque en el título "De la distinción de los bienes"se verá, en su
verdadero lugar, todo lo que puede constituir los accesorios de un in-
1
I. núm. 239, pág. 268.
2
Tomo 24, núm. 183, pág. 180.
3
Este artículo 34 corresponde al actual artículo 1615 del Código francés.
740
de las obligaciones del \"endedor
1
FENET, XIV. p á g . 195.
2
S e n t e n c i a 4 5 5 , p á g . 3 7 3 , G a c e t a 1 8 9 9 , t o m o II.
741
df. la compraventa y de la promesa de venta
1
TROPLONG, I, núm. 3 2 3 , págs. 4 0 8 , 4 0 9 y 4 1 0 ; FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núm.
1049, pág. 8 6 3 ; BAUDRY-LACANTINERIE, De la vente, núm. 3 1 5 , pág. 3 1 8 .
2
Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo IV, sec. 2S, pág. 51.
3
Sentencia 321, pág. 206, Gaceta 1881.
4
Sentencia 590, pág. 946, Gaceta 1906, tomo I.
742
de las obligaciones d e l \ t e n d e d o r
cho, que debe apreciar el juez. La única regla que podríamos dar es que
cuando esos animales los tiene el dueño para lucrar y negociar con ellos y
no para explotar y beneficiar el suelo no entran en la venta, porque no
están destinados al uso y cultivo del inmueble; pero si su venta y crianza
constituyen el objeto mismo de la explotación del fundo a la cual está
destinado por completo, creemos que se comprenden en ella. Natural-
mente, sobre todo esto prevalece la voluntad de las partes, que pueden
pactar lo contrario, o sea, que en el primer caso la venta comprenda esos
animales y que se exceptúen de ella en el segundo.
5a Los cierros, cercas, alambrados, puentes, etc. Aunque el Código no los
mencione se hallan en la misma situación que los útiles de labranza, por-
que están destinados permanentemente a la explotación del fundo y por-
que adhieren a él. En consecuencia, para que entren en la venta deben
haber sido colocados por su dueño y encontrarse en la finca al tiempo del
contrato. Si los ha colocado un arrendatario no entran.
6a Los abonos existentes en la finca y destinados por su dueño a mejorarla. Se
entienden por abonos aquellas sustancias destinadas a fertilizar y robuste-
cer la tierra dejándola más apta para el cultivo. Tales son el salitre, el
guano, la p£ya, etc. Dos condiciones se requieren para que los abonos
entren en la venta de una finca: 1) que al tiempo de la venta estén en la
finca, y 2) que estén destinados por el dueño a mejorarla. Si han sido
comprados por el dueño para mejorar la finca, pero al tiempo del contra-
to no se encuentran en ésta, o si estaban en ella, pero antes del contrato
fueron sacados de la finca, no se comprenden en la venta. Tampoco en-
tran en la venta si se encuentran en la finca para ser llevados a otra y no
con el ánimo de emplearlos en la que se vende. Si se encuentran en el
inmueble pero no se destinan a mejorarlo y, por el contrario, se venden o
se arrojan a la calle tampoco entrarían en la venta. Es pues, necesaria la
existencia copulativa de ambos requisitos para que el comprador pueda
exigir su entrega. El Digesto consignaba análogo principio. 1 Pothier tam-
bién lo reconoce. 2 La doctrina y la jurisprudencia francesa no vacilan en
considerarlos como accesorios del fundo vendido. 3
7a Las prensas, calderas, cubas, alambiques, toneles y máquinas que forman
parte de un establecimiento industrial adherente al suelo, pertenecen al dueño de
éste. Para que estos bienes entren en la venta de una finca se requiere:
1) que efectivamente haya en ella un establecimiento industrial del cual
forman parte, y 2) que tanto el establecimiento como esos bienes perte-
nezcan al dueño del suelo. Si en la finca hay un establecimiento que no
pertenece al propietario de aquella, el comprador no podría exigir esos
bienes, ni aunque el establecimiento existiera al tiempo del contrato. Del
mismo modo, si en el fundo no hay ningún establecimiento industrial esos
1
Digesto, libro XIX, título I, ley 17, núm. 2.
2
Tomo I, núm. 47, pág. 13.
3
FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núm. 1049, pág. 863; TROPLONG, I, núm. 323, pág. 409;
HUC. X, núm. 88, pág. 122.
743
df. la compraventa y de la promesa de venta
1
Sentencia 2.739, pág. 1540, Gaceta 1882.
s
Revista de Derecho yJurisprudencia, tomo I, pág. 83.
3
Sentencia 321, pág. 206, Gaceta 1881.
744
de las obligaciones del \"endedor
1
Digesto, libro XIX, título I, leyes 15 y 16; Partida V, título V, ley 30.
2
Sentencia 2.652, pág. 865, Gaceta 1894, tomo II.
745
df. la compraventa y de la promesa de venta
descubran después, ya que éstas aún no existen, por lo que no pueden ser
objeto de una estipulación, a menos que convengan en que todas las mi-
nas de carbón que se descubran en lo sucesivo, pertenezcan al vendedor,
pues entonces hay que respetar su voluntad.
Lo dicho respecto de las minas de carbón es aplicable a las canteras.
En cuanto a las minas metálicas no se incluyen en la venta, porque perte-
necen al que primero las solicite.
953. La enumeración que hacen los artículos 570 y siguientes del Código
Civil de los accesorios de un inmueble no es taxativa sino enunciativa, porque
fuera de los bienes que allí están mencionados hay muchos otros que tienen
ese carácter y que se incluyen en la venta siempre que estén adheridos al
inmueble o que estén destinados permanentemente a su uso, cultivo o benefi-
cio. La redacción de los artículos 570, 572 y 573 que señalan esos bienes por
vía de ejemplo son la mejor prueba de que esa enumeración no es taxativa.
956. Según el artículo 587 del Código Civil, en la venta de una finca o
terreno se incluyen también las capillas y cementerios particulares situa-
1
Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo I, pág. 83.
2
FUZIER-HERMAN, t o m o 3 6 , Vente, n ú m . 1 0 6 0 , p á g . 8 6 4 ; BAUDRY-LACANTINERIE, De la vente,
n ú m . 3 1 6 , p á g . 3 2 0 ; GUILLOUARD, I , n ú m . 2 7 0 , p á g . 2 9 4 .
746
de las obligaciones del \"endedor
dos en ella, como igualmente los ornamentos, vasos y demás objetos perte-
necientes a dichas capillas y cementerios, a menos que se estipule expresa-
mente que ni unos ni otros entran en la venta. Fundada en esta disposición
la Corte de Apelaciones de Santiago declaró que la capilla y los objetos
que se encontraban en ésta pasaron al comprador del predio en que esta-
ba edificada, porque no fueron excluidos expresamente de la venta. 1
747
df. la compraventa y de la promesa de venta
960. Primer caso. Algunos autores, como Guillouard, distinguen a este res-
pecto si la venta se hace estando o no arrendada la finca. 1 Creemos con
Baudry-Lacantinerie que esa distinción es innecesaria y cualquiera que sea
la situación en que se encuentre la finca vendida al tiempo del contrato,
es decir, esté o no arrendada, la solución es siempre la misma, ya que esos
útiles, animales y abonos son siempre sus accesorios.2
Esos bienes, dice este autor, están destinados a la explotación de todo el
fundo al cual sirven y no son accesorios de cada uno de los retazos que lo
componen. Han sido llevados por su dueño para la explotación del fundo o
finca, comprendiéndose por tal todo el terreno que pertenece a aquél den-
tro de una extensión determinada, de modo que no se incluyen en la venta
de un fundo por parcelas. Los artículos 570 y 1830 confirman esta opinión,
pues el primero se refiere a los animales, útiles y abonos destinados "al culti-
vo o beneficio de una finca" y el segundo establece que la venta de "una
finca" comprende la de sus accesorios. Estos artículos parecen excluir el
caso en que se venda una finca por lotes, desde que hablan de "una finca" y
sus diversos lotes no la constituyen por sí mismos, sino que ella resulta de la
reunión de todos esos lotes. Podemos concluir, en consecuencia, que para
los efectos de los accesorios del inmueble vendido, la ley no se ha ocupado
de la venta de una finca por lotes o retazos pequeños y sólo reglamenta la
que se refiere a la totalidad de la finca. De acuerdo con estos artículos, en la
venta de una finca por lotes no se comprenden sus accesorios.
Pero aún hay más. Estando esos accesorios destinados a la explotación
de la totalidad de la finca, que forma un cuerpo de explotación, es claro
que si esa finca desaparece por el hecho de venderse en diversos lotes,
dejan de estar destinados a ese objeto desde que ya no es posible la explo-
tación para que servían. En tal caso, pierden su carácter de accesorios y no
se hallan comprendidos en la venta de cada lote. Recuperan su carácter
de muebles, constituyen una propiedad diversa y, salvo estipulación expre-
sa al respecto, no se consideran comprendidos en esa venta. Además, dice
1
1, núm. 225, pág. 255.
-Déla vente, núm. 315, pág. 319.
748
de las obligaciones del \ tendedor
962. Tercer caso. La tercera hipótesis tiene lugar cuando se vende todo el
fundo en lotes y a uno de los compradores le corresponde, como único
terreno, aquel en que están situados los edificios. Ya vimos que en este
caso los compradores no tienen derecho a los accesorios. Pero ¿podría
exigirlos el comprador a quien le correspondieron los edificios? Creemos
que no, aun cuando esos accesorios se encuentren en los edificios, porque
ellos acceden y están destinados a la explotación del fundo y éste no lo
constituyen solamente sus edificios, sino sus campos, praderas, etc., cosas
que no ha adquirido el comprador. 2
1
BAUDRY-LACANTINERIE, n ú m . 3 1 5 , p á g . 318; GUILLOUARD, I, n ú m . 2 2 6 , p á g . 2 5 7 .
2 GUILLOUARD, I, n ú m . 2 2 7 , p á g . 2 5 7 .
3
De la vente, núm. 315, pág. 319.
4
BAUDRY-LACANTINERIE, De la vente, n ú m . 3 1 8 , p á g . 3 2 1 .
749
df. la compraventa y de la promesa de venta
965. Si se vende una parte de un predio que viene a quedar separada del
camino, el comprador tiene derecho a que se le conceda una servidumbre
de tránsito, sin indemnización alguna, aunque nada se estipule sobre el
particular en la escritura de venta, porque la disposición del artículo 850
del Código Civil suple el silencio de las partes. Así lo ha establecido la
Corte de Apelaciones de Santiago. 5
1
Sentencia 1.168, pág. 679, Gaceta 1882.
* FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núm. 1063, pág. 864.
3
FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núm. 1063, pág. 864.
1
FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núms. 1064 y 1065, pág. 864.
s
Sentencia 20, pág. 68, Gaceta 1913.
6
De la vente, núm. 318, pág. 321.
750
de las obligaciones del \"endedor
terreno no se incluye el uso que hace el comprador del agua del vendedor
en virtud de una concesión graciosa de éste.1
967. ¿Quedan comprendidas las aguas con que se riega un fundo entre
los accesorios a que se refiere el artículo 1830? Afirmativamente resuelven
la cuestión las Cortes de Apelaciones de Santiago, 2 Talca3 y Concepción 4
que, en varias ocasiones han declarado que las aguas de un predio rústico
que están destinadas permanentemente a su uso, cultivo y beneficio son
inmuebles para los efectos del artículo 1830 y que, por consiguiente, que-
dan comprendidas en la venta del predio que riegan, aunque las partes no
hayan convenido nada al respecto.
Consideramos que estos fallos son perfectamente ajustados a derecho,
porque el agua está destinada permanentemente al riego del fundo, que,
sin ella, no podría prestar la utilidad que el comprador pretende obtener
al adquirirlo. Desde que el agua está destinada de un modo permanente al
riego del fundo pasa a ser un accesorio del mismo que, en virtud de lo
dispuesto en el artículo 1830, queda comprendido en su venta, aunque
nada se estipule sobre el particular. De ahí que el vendedor está obligado
a entregar al comprador el agua con que se riega el fundo, aun cuando
esta obligación no se estipule en el contrato, y como aquélla se transfiere
por la inscripción en el registro respectivo (artículo 5° de la ley de Asocia-
ción de Canalistas), el vendedor cumplirá su obligación haciendo entrega
legal y material de las aguas al comprador. Si aquél no las entrega en la
forma indicada, éste tiene derecho para pedir su entrega o la resolución
del contrato con indemnización de peijuicios. 5
La jurisprudencia francesa ha declarado igualmente que, aunque nada
se diga en el contrato sobre las aguas, deben entregarse al comprador por
ser accesorios del predio vendido. 6
1
Sentencia, 1.181, pág. 894, Gaceta 1906, tomo II (considerando 9 S ).
- Sentencia 685, pág. 388, Gaceta 1882; sentencia 1.499, pág. 1189, Gaceta 1888, tomo
II; sentencia 5.186, pág. 573, Gaceta 1896, tomo III.
3
Sentencia 2.774, pág. 423, Gaceta 1897, tomo II.
4
Sentencia 317, pág. 247, Gaceta 1896, tomo I.
5
Sentencia 245, pág. 154, Gaceta 1881; sentencia 3.970, pág. 2561, Gaceta 1886; sen-
tencia 1.499, pág. 1189, Gaceta 1888, tomo II.
6
FUZIER-HERMAN. t o m o 36, Vente, n ú m . 1 0 5 8 , p á g . 8 6 4 .
751
df. la compraventa y de la promesa de venta
972. Pero puede suceder que las partes no hayan dicho nada respecto
de las aguas y que ni siquiera aludan a esta obligación del vendedor lo
que puede dar origen a cuestiones muy difíciles por lo que respecta a la
cantidad de agua que debe entregarse cuando el agua con que se riega
1
Sentencia 3.970, pág. 2561, Gaceta 1886.
2
Sentencia 623, pág. 2003, Gaceta 1913.
3
Sentencia 3.310, pág. 1455, Gaceta 1901, tomo II.
4
Sentencia 245, pág. 154, Gaceta 1881.
752
de las obligaciones del \"endedor
973. Primer caso. Cuando el agua del fundo que se vende es excesiva para
su cultivo y riego y las partes nada dicen acerca de la cantidad de agua que
debe entregarse, hay que distinguir si toda o una parte de ella solamente
se emplea en su cultivo.
Si el vendedor destina una parte del agua a la explotación del fundo y
el resto la arrienda o la dedica a algún establecimiento industrial, no está
obligado a entregar sino el agua que se emplea en el fundo, pues es la
única que tiene el carácter de accesorio de la finca, desde que el resto no
está destinado permanentemente a su uso, cultivo o beneficio, que es lo
que caracteriza los accesorios.
Si el vendedor la destina en su totalidad al cultivo y riego del fundo,
nos parece fuera de duda que, en el silencio de las partes, su obligación es
entregarla íntegramente al comprador. En efecto, según el artículo 570
del Código Civil, se reputan inmuebles por destinación los muebles que
están destinados de un modo permanente al uso, cultivo o beneficio de un
inmueble. El agua se reputa tal cuando está destinada al cultivo y riego de
una finca. El artículo 1830 incluye en la venta de una finca los accesorios
que, según el artículo 570, se reputan inmuebles. Siendo el agua uno de
esos accesorios, es evidente que se comprende en la venta.
Averigüemos, ahora, hasta qué punto el agua, en el caso propuesto, es
un inmueble por destinación. ¿Lo es solamente en la parte suficiente para
el riego o lo es en su totalidad? Del tenor literal de los artículos transcritos
se desprende que lo es en su totalidad. El agua es inmueble y entra en la
venta mientras está destinada al uso y cultivo de la finca. En el caso en
estudio, la totalidad del agua está destinada a ese uso y cultivo. Luego,
toda ella es inmueble y toda ella debe entregarse al comprador. Dentro
del tenor literal de los artículos citados no puede darse otra solución.
Todavía más. Ni el artículo 570, ni el artículo 1830 señalan como inmue-
bles por destinación los que sean estrictamente necesarios para el cultivo de
la finca. Por el contrario, ambos establecen que son tales los que se destinan
a ese objeto, sin precisar cantidad y sin limitarlos a los indispensables. La ley
no ha entrado a hacer esas averiguaciones. Se ha contentado con darle ese
carácter a todo lo que esté destinado a ese cultivo. Estando toda el agua
destinada al riego de la finca, aunque sea excesiva para ese fin, toda ella es
inmueble por destinación y, en consecuencia, accesorio de la finca. Si la ley
753
df. la compraventa y de la promesa de venta
974. Segundo caso. Cuando el agua es excesiva para el cultivo del fundo y éste
se vende en el estado en que se encuentra al tiempo del contrato, el vendedor
cumplirá su obligación entregándolo con todos los accesorios que tenía o de
que se servía en esa época. Si toda el agua se empleaba en el riego de la finca
al tiempo de la venta, toda ella debe entregarse. Si no se empleaba sino una
parte, sólo ésta se entregará, conservando el resto el vendedor.
1
Sentencia 3.394, pág. 1911, Gaceta 1883; sentencia 2.068, pág. 1370, Gaceta 1889,
tomo I.
754
de las obligaciones del \"endedor
1
Sentencia 1.181, pág. 894, Gaceta 1906, tomo II.
2
Sentencia de 3 de noviembre de 1916, suscrita por los ministros señoresJ.C. Herrera,
Bezanilla y Risopatrón y publicada en Las UUimas Noticias de ese mes.
755
df. la compraventa y de la promesa de venta
979. Cuando se vende una casa dentro de los límites urbanos de la ciu-
dad, ha dicho la Corte de Apelaciones de Santiago, el vendedor, aunque
nada se estipule al respecto, está obligado a proporcionar al comprador el
agua corriente que tenía al tiempo de la venta, obligación que es mucho
más imperiosa si se atiende a que, en el caso debatido, se trataba de un
local destinado a la habitación de muchos individuos. 2
1
Sentencia citada en la nota anterior.
2
Sentencia 1.499, pág. 1189, Gaceta 1888, tomo II.
5
Sentencia 1.181, pág. 894, Gaceta 1906, tomo II.
4
Sentencia 2.810, pág. 447, Gaceta 1897, tomo II (considerando 3 S ).
5
Sentencia 3.394, pág. 1911, Gaceta 1883.
756
de las obligaciones d e l \"endedor
981. Cuando en los contratos de venta se dice que "la finca se vende en el
estado en que actualmente se encuentra", se entiende que se vende tal cual se
halla al tiempo del contrato, es decir, en la situación que tenga en ese
instante, con todos los accesorios que entonces le pertenezcan, sean o no
absolutamente necesarios para su cultivo, con el agua que se emplea en su
riego, etc. En una palabra, en el estado de cosas, sin una más y sin una
menos, en que se halla cuando se celebra la venta. Por lo demás, esta frase
también es inútil, porque, como vimos, el vendedor tiene la obligación de
entregar la cosa como se encuentra al tiempo del contrato, aun sin estipu-
lación expresa al respecto.
982. A pesar de que esa frase no tiene ni puede tener otro alcance que
entregar la casa tal como se hallaba al tiempo de la venta, puede dar ori-
gen, por eso mismo, a algunas dudas, a saber:
1 2 Si al tiempo de la venta el predio o finca vendida no tenía agua para
su riego, porque la de que antes disponía había sido enajenada separada-
mente o tenía menos de la necesaria, porque una parte de ella había sido
vendida, ¿el vendedor que vende la cosa en el estado en que se encuentra
debe entregar toda el agua que antes de la venta pertenecía al fundo o
sólo la que tiene al tiempo del contrato?
2Q ¿Modifica esa frase lo dispuesto en el artículo 1830 o es su confirma-
ción?
3 a ¿Si la cosa vendida adeuda contribuciones atrasadas o dividendos
vencidos de deudas que la gravan y el comprador adquiere la cosa en el
estado en que se encuentra, esas contribuciones o dividendos son de su
cuenta o afectan al vendedor?
757
df. la compraventa y de la promesa de venta
ra resolver el contrato. Así, A vende a B una finca que tiene dos regadores
de agua. Después de un tiempo B la revende a A, debiendo entregarla en
el mismo estado y con los mismos derechos de agua que tenía cuando A se
la vendió a B. En el tiempo medio entre la primera y la segunda venta B
vende los regadores de agua a un tercero de modo que, al tiempo de
entregarla a A, la finca carece de ellos. Como la cosa debe entregarse con
los derechos de agua que tenía cuando A la vendió a B, aunque aquél sepa
que B vendió el agua a un tercero, tiene derecho para exigirle la entrega
de los regadores, porque sobre ese conocimiento prevalece la obligación
que el contrato impuso al vendedor de entregar la misma agua con que
recibió el fundo cuando le fue vendido por la persona que ahora se la
compra.
758
de las obligaciones del \"endedor
987. ¿Qué se entiende por vender una cosa tal como la gozaba el vende-
dor? Esta frase tiene el mismo alcance de aquella que dice: "la cosa se
vende en el estado en que se encuentra", porque el estado en que se halla
en ese momento es el estado en que la goza el vendedor. Esta frase, por lo
tanto, quiere decir que el vendedor debe entregar la cosa en el estado en
que se encontraba al tiempo de la venta, con todos los accesorios y dere-
chos que entonces tenía. Así lo resolvió la Corte de Apelaciones de Con-
cepción que obligó al vendedor a entregar al comprador ciertos animales
y útiles que, a la época de la venta, se hallaban destinados al cultivo del
fundo vendido. 3
1
Sentencia 685, pág. 388, Gaceta 1882.
2
Sentencia 3.273, pág. 562, Gaceta 1889, tomo II.
5
Sentencia 321, pág. 206, Gaceta 1881.
759
df. la compraventa y de la promesa de venta
760
de l a s o b l i g a c i o n e s d e l \t e n d e d o r
991. En la venta de una fábrica quedan incluidos los canales que sirven
para traer el agua a la fábrica y para sacarla de ella, puesto que, siendo
movida por fuerza motriz, se comprende que sin tales canales no podría
funcionar ni prestar la utilidad en vista de la cual fue adquirida por el
comprador. Así lo han resuelto los tribunales franceses. Pero si el vende-
dor se sirve de esas aguas para explotar otros predios que ha conservado
en su poder, es evidente que al vender la fábrica no ha tenido la intención
de desprenderse del agua. De ahí que esos mismos tribunales han declara-
do que cuando el vendedor de una fábrica conserva en su poder los terre-
nos adyacentes a ella que se riegan con el agua de esos canales, el
comprador no tiene derecho a la propiedad de esas aguas, sino únicamen-
te al uso de la misma en la cantidad necesaria para la explotación de la
fábrica. 3
1
TROPLONG, I , n ú m . 3 2 3 , p á g . 4 0 8 .
2
Sentencia 1.737, pág. 967, Gaceta 1 8 8 2 .
3
BAUDRY-LACANTINERIE, De la vente, núm. 317, pág. 3 2 0 ; GUILLOUARD, I, núm. 223,
p á g . 2 5 4 ; LAURENT, 2 4 , n ú m . 1 8 4 , p á g . 1 8 1 .
761
df. la compraventa y de la promesa de venta
993. Según el artículo 11 del Código de Minas, son accesorios de una mina
las cosas u objetos destinados permanentemente a su explotación por el
dueño, como las construcciones, máquinas, bombas, instrumentos mineros,
utensilios y animales. Como las minas son inmuebles y como las disposicio-
nes del Código Civil se aplican en materia minera en defecto de disposicio-
nes expresas del Código de Minería, es claro que el artículo 1830 les es
aplicable. Por lo tanto, la venta de una mina comprende, sin necesidad de
estipularlo expresamente, todos los bienes que, según el artículo 11 de ese
Código, se reputan accesorios. Si el vendedor fuera el dueño del suelo en
que ella se encuentra, también comprende la de todas las servidumbres y
anexos que señalan los artículos 62, 7 a , 8 a y 9 a del Código de Minas.
Pero no se incluyen en esa venta, salvo pacto en contrario, porque no
son inmuebles, los animales y objetos empleados en el servicio de las per-
sonas o en el transporte o comercio de minerales o de productos y útiles,
ni las provisiones de explotación, ni los otros objetos personales de los
propietarios o explotantes (artículo 11 del Código de Minas).
1
FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núm. 1059, pág. 864.
s
Digesto, libro XIX, título I, ley 17, núms. 10 y 11 y ley 18,
762
de las obligaciones del \"endedor
763
df. la compraventa y de la promesa de venta
1
Sentencia 455, pág. 373, Gaceta 1899, tomo II.
2
Sentencia 2.925, pág. 1753, Gaceta 1885.
s
Sentencia 219, pág. 165, Gaceta 1884.
764
de las obligacion es del vendedor
999. Entre los accesorios del inmueble vendido hay algunos que no con-
sisten precisamente en cosas corporales, sino en bienes incorporales. Tales
son los derechos y acciones que por la venta se transfieren al comprador.
Estos derechos pueden ser de dos clases: unos que se transfieren al com-
prador conjuntamente con la cosa vendida, sin necesidad de estipulación
al respecto, y otros que no se entienden transferidos sino mediante un
pacto expreso.
1000. El vendedor está obligado a entregar los primeros, ya que son los
únicos que constituyen accesorios de la cosa vendida en la verdadera acep-
1
Sentencia 1.201, pág. 726, Gaceta 1885.
765
df. la compraventa y de la promesa de venta
766
de las obligaciones del \"endedor
puede exigir ese valor sino mediante una cesión expresa al respecto. Esta
doctrina ha sido establecida por la Corte de Casación de Francia y se ajus-
ta a los verdaderos principios legales, porque cuando se hizo la expropia-
ción, el dueño era el vendedor y como ese terreno no entró en la venta, el
comprador no ha podido adquirir un derecho relativo a él por el hecho
de habérsele enajenado otra porción del mismo terreno.
3) El derecho que corresponde al vendedor de una finca contra la
persona que, a su vez, se la vendió a él, proveniente de la inejecución de
una cláusula del contrato de venta que no estableció un derecho de servi-
dumbre, sino una obligación de hacer a cargo de aquélla (obligación de
impedir que los adquirentes de la porción de terreno que quedaba en su
poder hicieran construcciones en cierto radio). Desde que aquí se trata de
un derecho personal, como es el que emana de toda obligación de hacer,
es claro que pertenece a aquel en cuyo favor se ha establecido. De ahí que
si el vendedor no lo cede expresamente al comprador, ha dicho la Corte
de Casación mencionada, éste no puede ejercitarlo. 1
4) Las acciones eminentemente personales que competan al vendedor
contra su antecesor o contra un tercero que, por ser establecidos en favor
y beneficio exclusivo de la persona del vendedor, no puede ejercerlas el
comprador sino mediante una cesión expresa hecha por aquél.
5) La acción de nulidad relativa que corresponda al vendedor con arre-
glo a la ley. Esta acción pertenece a la persona en cuyo favor se ha estable-
cido o a sus cesionarios, de manera que para que el comprador pueda
entablarla es menester que el vendedor se la ceda expresamente en el
contrato, sin que esa cesión se pueda entender hecha por la circunstancia
de haberse dicho en la venta que el vendedor faculta al comprador para
que tome posesión de la propiedad con todos sus derechos, usos y servi-
dumbres, tanto porque dicha cesión debe hacerse en forma expresa, como
porque el alcance de esa cláusula no es otro que hacer referencia, aunque
innecesaria, a las cosas que, según la ley, se comprenden naturalmente en
la venta. Así lo ha resuelto la Corte de Apelaciones de Concepción. 2
1002. Así como en los inmuebles es fácil determinar cuáles son sus acceso-
rios, desde que hay una regla fija para ello, en los muebles esta determinación
es muy difícil, tanto porque son raros los casos de muebles con accesorios,
como por la dificultad que hay en precisar lo que constituye propiamente el
accesorio. Por regla general, estos forman parte de la cosa misma, de modo
que sin ellos cambia de valor y aun de importancia, pues el accesorio ha sido
uno de los motivos más determinantes del contrato como ocurre con la razón
1
FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núm. 1070, pág. 864.
2
Sentencia 2.810, pág. 447, Gaceta 1897, tomo II.
767
df. la compraventa y de la promesa de venta
1
De la vente, núm. 320, pág. 321.
2
Sentencia 1 . 2 8 3 , pág. 5 7 5 , Gaceta 1 8 7 5 .
5
AUBRY ET RAU, V, pág. 6 8 , nota 1 9 , núm. 7 9 ; FUZIER-HERMAN, tomo 20, Enseigne, núm.
73, pág. 641; tomo 36, Vente, núm. 1075, pág. 865.
768
de las obligaciones del \ tendedor
769
df. la compraventa y de la promesa de venta
1
Sentencia 1.283, pág. 575, Gaceta 1875.
- GUILLOUARD, I , n ú m . 2 3 2 , p á g . 2 6 0 .
5
De la vente, núm. 320, pág. 322.
4
FUZIER-HEFLMAN, tomo 36, Vente, núm. 1077, pág. 865.
5
BAUDRY-LACANTINERIE, ibid., núm. 320, pág. 322.
770
de las obligaciones del \"endedor
1
AUBRY ET RAU, V, pág. 68, nota 19, núm. 7.
2
HUC, X, núm. 90, pág. 125.
771
df. la compraventa y de la promesa de venta
772
DE LAS OBLIGACIONES DEL VENDEDOR
773
de la compraventa v df. la promesa de venta
' FUZIER-HERMAN, tomo 36, núm. 1083, pág. 865; TROPLONG, I, núm. 323, pág. 412.
2
BAUDRY-LACANTINERIE, De la vente, núm. 324, pág. 325.
3
Sentencia 6.336, pág. 769, Gaceta 1900, tomo II.
774
de las obligaciones del vendedor
dor, en virtud del inciso 2 a del artículo 116 del Código Civil. Así lo ha
declarado también la Corte antes mencionada.
1
FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núm. 1082, pág. 865.
2
Tomo X, núm. 91, pág. 125.
3
De la vente, núm. 323, pág. 324.
4
1, núm. 235, pág. 262.
5
V, núm. 8, pág. 68, nota 19.
775
de la compraventa v df. la promesa de venta
1
GuiLLOL ARD, I, n ú m . 2 3 5 , p á g . 2 6 3 .
776
de las obligaciones del vendedor
para él todas las ventajas que esta obra puede procurar. Si es un amateur
no querrá que sea reproducida y publicada, si no es en el momento y en
las condiciones artísticas que le convengan a fin de rodear la obra que ha
adquirido de todo el mérito a que tiene opción; y si es un especulador no
querrá que otro saque provecho de una tela o de una estatua que le perte-
nece con todos los productos que da el derecho de propiedad que, por su
naturaleza, es exclusivo.1
Creemos que esta solución es ajustada a los principios de derecho y es
la única que dentro de nuestra legislación puede tener cabida, desde que
la ley de propiedad literaria artística la consagra en forma expresa.
En efecto, el artículo I a de la ley sobre la materia, de 24 de junio de
1834, a la letra dice: "Los autores de todo género de escritos, o de composiciones de
música, de pintura, dibujos, escultura y en fin aquellos a quienes pertenece la pri-
mera idea de una obra de literatura o de las letras, tendrán el derecho exclusivo,
durante su vida, de vender, hacer vender o distribuir en Chile sus obras por medio
de la imprenta, litografía, molde o cualquier otro medio de reproducir o multiplicar
las copias". Y el artículo 3a agrega: "Los autores y sus herederos pueden transmi-
tir sus derechos a cualquiera persona".
Según esos artículos la propiedad literaria y artística consiste en dos
cosas: I a en la propiedad que el autor tiene sobre la idea de la obra, sobre
la creación artística; y 2 a en el derecho de reproducir, vender y distribuir
su obra por alguno de los medios allí señalados.
En realidad, esta propiedad consiste únicamente en este último dere-
cho, puesto que de nada serviría ser dueño de la idea si no se pudiera
serlo de su publicación o exteriorización. Es este derecho de reproducir,
vender y distribuir la obra artística lo que constituye en el hecho esta pro-
piedad, porque para ser tal necesita el ejercicio de actos materiales que
manifiesten su existencia. De ahí que las dos facultades que comprende la
propiedad literaria y artística sean inseparables y formen un solo todo,
siendo el derecho de reproducir y vender la obra el accesorio o conse-
cuencia forzosa de la propiedad de la idea o inspiración de arte, ya que si
ésta no existe no puede haber propiedad literaria o artística desde que no
habría sobre qué ejercitarla ni podrían usarse tampoco los derechos que
por ella se confieren a los autores.
Ahora bien, el autor o propietario de la obra puede venderla o cederla
a un tercero. Esta cesión puede referirse a la obra misma o a uno de sus
ejemplares. ¿En cuál de estas ventas va incorporado el derecho de repro-
ducirla? La propiedad artística o literaria es la que se ejercita sobre la idea
artística, sobre el pensamiento creador que dio vida material a la idea y la
manera de hacer efectivo ese derecho es facultando a su autor para que
reproduzca, distribuya y venda esa idea. El derecho de reproducirla es un
accesorio de la idea artística y no del ejemplar que se saque de la obra.
Luego, debe ir incorporado en la venta o cesión de la obra y de ninguna
manera en la de un ejemplar.
1
GUILLOUARD, I, n ú m . 2 3 5 , p á g . 2 6 4 .
777
de la compraventa v df. la promesa de venta
778
DE LAS OBLIGACIONES DEL VENDEDOR
nerlo o para ponerle fin. De ahí que los efectos que produce esa inejecu-
ción se reducen a conferir al comprador dos acciones que tienen por obje-
to, una exigir la entrega de la cosa, o sea, el cumplimiento del contrato y
la otra, su resolución. La primera se denomina acción empti o ex empti la
otra acción resolutoria.
Estas acciones están establecidas en el inciso 2° del artículo 1826 del
Código Civil que dice: "Si el vendedor por hecho o culpa suya ha retardado la
entrega, podrá el comprador a su arbitrio perseverar en el contrato o desistir de él, y
en ambos casos con derecho para ser indemnizado de los perjuicios según las reglas
generales".
Este artículo no es sino la reproducción de la regla general que para
todo contrato sinalagmático consigna el artículo 1489 del Código Civil.
1
Digesto, l i b r o X I X , t í t u l o I, l e y e s 2 y 6, n ú m . 6; RUBEN DE COUDER, II, p á g . 1 9 7 ; ORTO-
I A N . II. pág. 352.
779
de la compraventa v df. la promesa de venta
1
Sentencia 1.634, pág. 1015, Gaceta 1884; sentencia 1.036, pág. 542, Gaceta 1912, tomo
II; Revista de Derecho yJurisprudencia, tomo VII, sec. I a , pág. 449, y tomo VIII, sec. I a , pág. 220.
5
Véase la jurisprudencia anotada en el núm. 837, pág. 670 de esta Memoria.
5
Sentencia 1.065, pág. 768, Gaceta 1886; sentencia 2.002, pág. 1302, Gaceta 1904, tomo II.
4
Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo IV, sec. I a , pág. 24, y tomo VII, sec. I a , pág. 240.
5
Sentencia 1.632, pág. 1209, Gaceta 1895, tomo I; sentencia 1.691, pág. 1218, Gaceta
1898, tomo I; sentencia 148, pág. 119, Gaceta 1899, tomo I; sentencia 81, pág. 234, Gaceta
1913; sentencia 310, pág. 1000, Gaceta 1913; sentencia 393, pág. 1224, Gaceta 1913; senten-
cia 593, pág. 1918, Gaceta 1913.
780
de las obligaciones del vendedor
1
Sentencia 310, pág. 1000, Gaceta 1913.
2
Véase la jurisprudencia anotada en los núms. 682, pág. 535; 683, pág. 536; 701, pág.
547, y 713, pág. 551 de esta Memoria.
3
Sentencia 1.443, pág. 863, Gaceta 1885; sentencia 3.970, pág. 2561, Gaceta 1886; sen-
tencia 1.499, pág. 1189, Gaceta 1888, tomo II.
4
Sentencia 317, pág. 247, Gaceta 1896, tomo I.
5
Sentencia 1.168, pág. 679, Gaceta 1882; véase en el mismo sentido sentencia 20, pág. 68,
Gaceta 1913.
6
Sentencia 321, pág. 206, Gaceta 1881.
781
de la compraventa v df. la promesa de venta
1027. Pero para que el comprador pueda ejercitar esas acciones en caso
que el vendedor no cumpla su obligación de entregar la cosa vendida o
alguno de sus accesorios, etc., es menester que concurran copulativamente
estos tres requisitos: l 2 que el vendedor esté constituido en mora de entre-
gar; 2 9 que esa mora sea imputable a su hecho o culpa, y 3 9 que el compra-
dor se allane a pagar el precio o se le haya señalado un plazo para hacerlo.
1
FUZIER-HERMAN. tomo 36, Vente, núm. 993, pág. 861.
2
Sentencia 1.241, pág. 887, Gaceta 1892, tomo I.
5
Sentencia 1.285, pág. 902, Gaceta 1880.
782
de las obligaciones del vendedor
1
1, núm. 243, pág. 272.
2
De la vente, núm. 308, pág. 309.
3
X , núm. 81, pág. 115.
4
VI, pág. 237.
5
V, pág. 64.
6
FUZIER-HERMAN, t o m o 36, Vente, n ú m s . 9 8 7 y 9 8 8 , p á g . 8 6 0 .
7
Tomo 24, núm. 174, pág. 175.
8
Sentencia 598, pág. 515, Gaceta 1899, tomo I; sentencia 592, pág. 996, Gaceta 1907,
tomo I.
9
Sentencia 1.197, pág. 1241, Gaceta 1902, tomo I.
783
de la compraventa v df. la promesa de venta
1029. Segundo requisito: Que la mora sea imputable a hecho o culpa del vendedor.
Este requisito está establecido en forma expresa por el inciso 2 a del artículo
1
Sentencia 1.715, pág. 1205, Gaceta 1879.
2
Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo VI, sec. I a , pág. 86.
3
FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núm. 991, pág. 860.
4
Sentencia 50, pág. 57, Gaceta 1888, tomo I.
5
GUILLOUARD, tomo I, núm. 2 4 5 , pág. 2 7 4 ; MARCADÉ, V I , pág. 2 3 7 ; TROPLONG, I, núm.
293, pág. 380.
6
Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo VIII, sec. I a , pág. 220.
7
Sentencia 1.241, pág. 807, Gaceta 1892, tomo I.
8
Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo X, sec. 1-, pág. 104.
9
MARCADÉ, V I , p á g . 2 3 7 .
10
Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo VII, sec. I a , pág. 449 (considerando 2® de la
sentencia de la Corte Suprema).
784
DE LAS OBLIGACIONES DEL VENDEDOR
1826 que dice: "Si el vendedor por hecho o culpa suya ha retardado la entrega", de
donde se infiere que el único retardo o incumplimiento que autoriza al
comprador el ejercicio de las acciones que ese artículo señala es el que
proviene del hecho o culpa del vendedor. Consecuentes con esta disposi-
ción nuestros Tribunales han declarado en repetidas ocasiones que sola-
mente la falta de entrega imputable a hecho o culpa del vendedor da derecho
al comprador para exigir la entrega de la cosa o la resolución del contrato
con indemnización de peijuicios. 1 Al mismo tiempo, han resuelto que si la
falta de entrega no es imputable a aquel, no procede ni una ni otra acción. 2
De aquí fluyen dos consecuencias muy importantes: a) el comprador
no puede ejercitar esas acciones cuando la falta de entrega proviene de un
caso fortuito o de fuerza mayor, y b) tampoco puede ejercitarlas cuando la
mora en la entrega es imputable a su hecho o culpa.
Desde que el vendedor es responsable solamente de la falta de entrega
imputable a su hecho o culpa, a contrario sensu, se desprende que no es res-
ponsable de la que no proviene de su hecho o culpa. En este caso se encuen-
tra la que emana de un caso fortuito o de fuerza mayor. Si la entrega se hace
imposible por un hecho independiente de la voluntad del vendedor, cesa su
responsabilidad y el comprador no puede pedir la resolución del contrato ni
su cumplimiento; nadie responde del caso fortuito. Los autores están unáni-
memente de acuerdo a este respecto. 3 "Si el vendedor ha sido impedido por
un caso fortuito o de fuerza mayor para efectuar la entrega en el tiempo
convenido, dice Aubry et Rau, ese retardo, en general, no da margen para
pedir la resolución del contrato, ni aun una indemnización de perjuicios."4
En este caso, el cumplimiento del contrato queda retardado hasta que cese
el obstáculo que impide la entrega de la cosa. Tan pronto como éste desapa-
rezca, si ella subsiste aún, el vendedor debe entregarla, porque si es cierto
que el caso fortuito o la fuerza mayor exonera al vendedor de responsabili-
dad por la mora en la entrega, también lo es que no extingue su obligación,
a menos que la cosa perezca. Por eso, si el vendedor no entrega la cosa, una
vez que ha desaparecido el obstáculo que impedía la ejecución de su obliga-
ción, el comprador está en su perfecto derecho para pedir la resolución o el
cumplimiento del contrato, con indemnización de peijuicios. 5
1
Sentencia 1.674, pág. 753, Gaceta 1875; sentencia 1.675, pág. 946, Gaceta 1882; sen-
tencia 1.605, pág. 2.556, Gaceta 1884; sentencia 1.241, pág. 807, Gaceta 1892, tomo I; sen-
tencia 148, pág. 110, Gaceta 1899, tomo I; sentencia 2.002, pág. 1302, Gaceta 1904, tomo I;
sentencia 1.068, pág. 639, Gaceta 1809, tomo II; Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo VII,
sec. 1*, pág. 449; tomo XI, sec. 2a, pág. 1
2
Sentencia 154, pág. 101, Gaceta 1879; sentencia 3.412, pág. 1926, Gaceta 1883; senten-
cia 1.928, pág. 117, Gaceta 1888, tomo II; sentencia 592, pág. 996, Gaceta 1907, tomo I; sen-
tencia 1.096, pág. 764, Gaceta 1910, tomo II.
5
BAUDRY-LACANTINERIE, De la vente, núm. 309, pág. 310; Huc, X , núm. 81, pág. 115; MAR-
CADÉ, VI, p á g . 2 3 7 ; GUILLOUARD, I , n ú m . 2 4 6 1 , p á g . 2 7 5 ; TROPLONG, I , n ú m . 2 9 4 , p á g . 3 8 1 ; FUZIER-
HERMAN, tomo 36, Vente, núms. 999 y 1000, pág. 861; LAURENT, 24, núm. 177, pág. 176.
4
AUBRY ET RAU, V, p á g . 6 5 .
5
FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núms. 1003, 1004 y 1005, pág. 861; AUBRY ET RAU, V,
pág. 65, nota 15.
785
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
De la vente, núm. 309, pág. 310; FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núm. 1016, pág. 862.
2
BAUDRY-LACANTINERIE, ibid., núm. 309, pág. 310; GUILLOUARD, I, núm. 247, pág. 276.
5
I , n ú m . 2 4 6 I I , p á g . 2 7 5 ; LAURENT, 2 4 , n ú m . 1 7 7 , p á g . 1 7 6 .
4
BAUDRY-LACANTINERIE, ibid., núm. 309, pág. 310; FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núm.
1017, pág. 862.
5
Sentencia 1.096, pág. 764, Gaceta 1910, tomo II.
786
DE LAS OBLIGACIONES DEL VENDEDOR
1
Sentencia 3.412, pág. 1926, Gaceta 1883.
2
Sentencia 1.674, pág. 753, Gaceta 1875.
3
Sentencia 148, pág. 119, Gaceta 1899, tomo I.
4
GUILLOUARD, I, núm. 2 4 6 I, pág. 2 7 5 ; AUBRY ET R A U , V, pág. 65, nota 15.
5
Sentencia 154, pág. 101, Gaceta 1879.
6
Sentencia 592, pág. 996, Gaceta 1907, tomo I.
7
Sentencia 1.923, pág. 117, Gaceta 1888, tomo II.
787
de la comprantí nta y de la p r o m e s a de v e n t a
1
Sentencia 1.928, pág. 117, Gaceta 1888, tomo II; sentencia 469, pág. 1550, Gaceta 1913.
2
Sentencia 393, pág. 1224, Gaceta 1913; sentencia 81, pág. 235, Gaceta 1913; sentencia
593, pág. 1918, Gaceta 1913.
5
ROGRON, II, p á g . 1 6 5 2 .
788
de las obligaciones del vendedor
1
Sentencia 2.608, pág. 1083, Gaceta 1878.
2
Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo VIII, sec. l s , pág. 433.
789
de la compraventa v df. la promesa de venta
1
Sentencia 368, pág. 199, Gaceta 1883.
2
Sentencia 4.628, pág. 1336, Gaceta 1890, tomo III.
5
Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo III, sec. 2S, pág. 105. Véanse en el mismo senti-
do las sentencias que se indican en el núm. 1034, pág. 791 de esta Memoria.
790
de las obligaciones del vendedor
1034. Desde que la acción que compete al comprador para exigir la entre-
ga de la cosa es personal, es claro que sólo puede entablarse contra el
vendedor, que es la persona obligada a cumplir el contrato o contra sus
herederos y cesionarios. De aquí se infiere lógicamente que no podrá in-
tentarse contra ninguna otra persona que no sea aquél. Por lo tanto, no
podrá instaurarse contra el antecesor del vendedor, es decir, contra la per-
sona que, a su vez, vendió la cosa al vendedor, desde que ningún vínculo
jurídico liga a esa persona para con el comprador. De acuerdo con estas
ideas, la Corte de Valdivia desechó una demanda entablada por el com-
prador de un terreno contra el antecesor del vendedor en que se pedía la
entrega de una porción del mismo que, según decía el demandante, no le
había sido entregada. Las consideraciones en que se fundó ese rechazo
son las siguientes:
"1° que la acción que se hace valer en la demanda es la que corresponde al com-
prador para que su vendedor le entregue la cosa vendida; 2 S Que esta acción es
personal y solo cabe ejercitarla en contra del vendedor y no respecto de un tercero, c o m o lo
es don R.C., que nada ha vendido al demandante, sino al vendedor de éste, y 3 Q
Que, en consecuencia, la demanda es improcedente respecto de dicho tercero,
quien no tiene vínculo jurídico con el demandante". 2
1
Sentencia 519, pág. 825, Gaceta 1905, tomo I.
'-' Sentencia 267, pág. 456, Gaceta 1910, tomo I.
791
de la compraventa v df. la promesa de venta
1
Sentencia 238, pág. 122, Gaceta 1883.
792
de las obligaciones del vendedor
1041. Desde que el contrato subsiste en tanto no haya sido resuelto por
una sentencia judicial, es claro que mientras no se dicte la sentencia su
ejecución es posible. Por este motivo, el vendedor, a quien se le demanda
1
BAUDRY-LACANTINERIE, De la vente, núm. 308, pág. 309; GUILLOUARD, I, núm. 253,
p á g . 2 8 1 ; TROPLONG, I , n ú m . 2 9 3 , p á g . 3 8 0 ; AUBRY E T RAU, V , p á g . 6 6 ; LAURENT, 2 4 , n ú m .
179, pág. 178.
2
FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núm. 994, pág. 861.
793
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
BAUDRY-LACANTINERIE, De la vente, n ú m . 3 0 8 , pág. 3 0 9 .
794
de las obligaciones del vendedor
1
Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo X, sec. I 1 , pág. 104.
2
Sentencia 50, pág. 57, Gaceta 1888, tomo I.
5
Sentencia 1.994, pág. 1383, Gaceta 1879; sentencia 1.675, pág. 946, Gaceta 1882; sen-
tencia 788, pág. 460, Gaceta 1885.
795
d e l a c o m p r a v e n t a v df. l a p r o m e s a d e v e n t a
en toda venta. En tal caso habría un pacto comisorio cuyos efectos, a falta
de otras disposiciones sobre la materia, quedan sujetos, a mi juicio, a las
reglas señaladas en el párrafo 10 del título XXIII de libro IV del Código
Civil. Esos efectos son diversos según sea que las partes se limiten a estipu-
lar que se resolverá el contrato si el vendedor no entrega la cosa, o que
estipulen que, a falta de entrega, la venta se resolverá ipso fado. En el
primer caso, son análogos a los de la condición resolutoria tácita. En el
segundo, creemos que el vendedor podrá enervar la resolución entregan-
do la cosa dentro de las veinticuatro horas siguientes a la notificación judi-
cial de la demanda. Pero ni en uno ni en otro caso, el contrato se resuelve
por el solo efecto de la mora del vendedor, sino a virtud de la sentencia
judicial que lo declara resuelto. Por lo demás, nos remitimos a lo que se
dice sobre el pacto comisorio en el capítulo en que se estudian las obliga-
ciones del comprador que, como hemos dicho, consideramos aplicable a
este caso.
1046. Las acciones que señala el artículo 1826 del Código Civil son in-
compatibles en el sentido de que no pueden deducirse conjuntamente,
puesto que una excluye a la otra. Es evidente que si una tiende a la
ejecución del contrato y la otra a su resolución, a dejarlo sin efecto, no
pueden deducirse a un mismo tiempo. Tienen naturalezas incompati-
bles. Por este motivo el comprador a quien no se le ha entregado la cosa
no puede pedir, a la vez, el cumplimiento y la resolución del contrato.
Debe optar por una u otra cosa, pero nada se opone a que se deduzcan
una en subsidio de la otra, desde que el artículo 18 del Código de Proce-
dimiento Civil establece que en una misma demanda pueden proponer-
se dos o más acciones incompatibles para que sean resueltas una como
subsidiaria de la otra.
1
Sentencia 368, pág. 199, Gaceta 1883.
796
de las obligaciones del vendedor
1
Sentencia 368, pág. 199, Gaceta 1883.
2
Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XII, sec. l s , pág. 143.
3
Sentencia de 3 de noviembre de 1916, suscrita por los Ministros señores J.C. Herrera,
Risopatrón y Bezanilla y publicada en las Ultimas Noticias de ese mes.
4
Sentencia 1.069, pág. 730, Gaceta 1880; sentencia 1.285, pág. 902, Gaceta 1880; sen-
tencia 2.556, pág. 1605, Gaceta 1884; sentencia 1.065, pág. 768, Gaceta 1886; sentencia 2.002,
pág. 1302, Gaceta 1904, tomo II; sentencia 595, pág. 937, Gaceta 1905, tomo I; sentencia
1.093, pág. 653, Gaceta 1912, tomo II; Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo IV, sec. 1®,
pág. 24; tomo X, sec. I, pág. 104.
797
de la c o m p r a n tí nt a y de la promesa de v e n t a
1
Sentencia 1.069, pág. 730, Gaceta 1880; sentencia 1.065, pág. 768, Gaceta 1886.
2
Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo IV, sec. I 5 , pág. 24.
3
Sentencia 595, pág. 937, Gaceta 1905, tomo I.
4
Sentencia 1.093, pág. 653, Gaceta 1912, tomo II:
5
Sentencia 2.002, pág. 1302, Gaceta 1904, tomo II.
6
GUILLOUARD, I, n ú m . 2 5 0 , p á g . 2 7 9 ; LAURENT, 2 4 , n ú m . 1 8 0 , p á g . 178; TROPLONG, I,
núm. 297, pág. 385.
7
Sentencia 2.954, pág. 1426, Gaceta 1874.
798
DE LAS OBLIGACIONES DEL VENDEDOR
1
POTHIER, III, núm. 7 2 , pág. 3 5 ; DOMAT, Lois civiles, tomo I, libro I, Du contrat de vente,
título II, sección II, núm. 18, pág. 161; TROPLONG, I, núm. 298, pág. 385.
2
Locución citada en la nota anterior.
3
Locución citada en la nota 1.
4
Locución citada en la nota 1.
799
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE \T.NTA
1
POTHIER, III, n ú m . 7 3 , p á g . 3 5 .
2
Sentencia 1.385, pág. 874, Gaceta 1884; sentencia 2.556, pág. 1605, Gaceta 1884; Re-
visía de Derecho y Jurisprudencia, tomo X, sec. Ia, pág. 104; GUILLOUARD, I, núm. 250, pág. 279;
FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núm. 1018, pág. 862.
' TROPLONG, I, n ú m . 307, pág. 391.
4
Sentencia 1.557, pág. 1099, Gaceta 1880.
5
Sentencia 3.540, pág. 1944, Gaceta 1882; TROPLONG, I, núm. 308, pág. 391.
800
de las obligaciones del vendedor
1
Sentencia 2.417, pág. 1342, Gaceta 1883.
2
Sentencia 2.198, pág. 1396, Gaceta 1886.
3
Sentencia 3.461, pág. 2173, Gaceta 1886; sentencia de 2 de abril de 1914 de la Corte
de Apelaciones de Santiago suscrita por los Ministros señores Felipe Herrera, Risopatrón y
Cortés y publicada en Las Ultimas Noticias de ese mes; Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo
X, sec. 1', pág. 104.
801
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
G U I L L O U A R D , I, núm. 250, pág. 2 7 9 ; BAUDRY-LACANTINERIE, De la vente, núm. 310,
pág. 311.
2
Déla vente, núm. 310, pág. 312, FUZIER-HERMAN, tomo 26, Vente, núms. 1006, a 1008,
pág. 861.
5
Sentencia 1.339, pág. 592, Gaceta 1873; sentencia 594, pág. 278, Gaceta 1874; senten-
cia 121, pág. 830, Gaceta 1879; sentencia 1.994, pág. 1383, Gaceta 1879; sentencia 2.071,
pág. 1453, Gaceta 1879; sentencia 1.634, pág. 1015, Gaceta 1884; sentencia 1.691, pág. 1218,
Gaceta 1898, tomo I; sentencia 148, pág. 119, Gaceta 1899, tomo I; sentencia 470, pág. 390,
Gaceta 1899, tomo II.
802
de las obligaciones del vendedor
este motivo, ese artículo debiera decir "resolución", ya que es ésta la ac-
ción que competa al comprador cuando el vendedor no le entrega la cosa.
Todo cuanto hemos dicho anteriormente sobre las acciones que tiene
el comprador en caso de falta de entrega de la cosa vendida es aplicable a
las ventas mercantiles y aun cuando el artículo 156 no dice que la mora
del vendedor debe ser culpable para que el comprador pueda ejercitarlas,
creemos que no por eso se ha modificado la regla del Código Civil desde
que es un principio general de derechos que nadie responde del caso
fortuito.
1057. El artículo 152 del Código de Comercio señala las acciones que tie-
ne el comprador cuando el vendedor se ha colocado en la imposibilidad
de entregar la cosa por haberla enajenado, consumido o alterado. Dice
así: "Si después de perfeccionada la venta el comprador consume, altera o enajena y
entrega a otro las mercaderías vendidas, deberá entregar al comprador otras equiva-
lentes en especie, calidad y cantidad o en su defecto abonarle su valor a juicio de
peritos, con indemnización de perjuicios ".
Este artículo también es innecesario, ya que según el artículo 1826 del
Código Civil si el vendedor se coloca por su culpa en la imposibilidad de
entregar, el comprador puede exigirle indistintamente el cumplimiento
del contrato, que se resolvería en una indemnización de peijuicios, o su
resolución.
Lo que dice este precepto es que si el vendedor, después de perfeccio-
nada la venta, altera, consume o enajena y entrega a otro las mercaderías
vendidas, el comprador puede exigir la entrega de otras mercaderías o, en
subsidio, su valor con indemnización de peijuicios. Es menester que la
alteración, destrucción o enajenación de las mercaderías sea posterior a la
celebración de la venta, porque si es anterior, resultaría que la segunda
venta sería de cosa ajena o de cosa inexistente, según el caso, y se regiría
por las reglas dadas para estas especies de venta. Es esencial para la aplica-
ción del artículo 152 que esos hechos sean posteriores a la celebración del
contrato. La Corte de Apelaciones de Santiago desechó una demanda en
que se pedía la aplicación del artículo 152, porque de la prueba rendida
resultó que las mercaderías se habían vendido al demandante con la con-
dición de que no estuvieran vendidas antes a otra persona y efectivamente
lo estaban, de modo que la segunda venta quedó sin efecto. 1 Esa misma
Corte ha declarado en virtud de lo dispuesto en este artículo, que el ven-
dedor que se ha colocado después de la renta en la imposibilidad de en-
tregar la cosa, debe pagar su valor ajusta tasación de peritos. 2
1058. Por lo demás, acerca de los requisitos que se exigen para que el
comprador pueda ejercitar las acciones que señala el artículo 1826 del
Código Civil, de la manera de constituir en mora al vendedor, de la forma
803
de la comi'ravknta y de la promesa de venta
como opera la resolución del contrato, del contrato, de sus efectos, del
carácter y duración de las acciones, de su renuncia, de los efectos del pac-
to comisorio, etc., nos remitimos a lo que se dice en el capítulo en que se
estudian los efectos que produce la infracción de la obligación del com-
prador de pagar el precio, por ser ambas una misma cuestión sujeta a las
mismas reglas.
1060. Las reglas que establecen los artículos 1831 y siguientes del Código
Civil, relativas a la forma en que pueden venderse los inmuebles en cuanto
a su cabida, se aplican únicamente a los predios rústicos y no a los urba-
nos. Esta afirmación se basa en los propios términos de la ley y en la histo-
ria fidedigna de su establecimiento.
El artículo 1831 sólo habla de "predio rústico". Esta expresión significa
fundo, finca, en una palabra, toda propiedad destinada al cultivo o al tra-
bajo agrícola o que se beneficia de algún modo. Se contrapone a predio
urbano, que quiere decir todo terreno edificado o la propiedad sobre la
cual se encuentra una casa o edificio. La diferencia entre una y otra clase
de predios es notable. El Código contempla esta distinción en varios de
sus artículos, lo que indica que para él no es lo mismo predio rústico que
predio urbano, de modo que las reglas dadas para u n o no se aplican al
otro, sino cuando la misma ley lo dice, sea expresamente o porque emplea
una expresión que comprende a los dos.
Así, por ejemplo, el Código ha distinguido muy bien entre los predios
rústicos y los urbanos en el arrendamiento. En el párrafo 5 a del título
XXVI del libro IV señala reglas especiales para el arriendo de casas, alma-
cenes u otros edificios y a continuación establece otras para los predios
804
de las obligaciones del vendedor
rústicos. Esto manifiesta que el legislador considera que unos y otros pre-
dios son de diversa índole, por lo que necesitan diversas reglas. Cuando la
ley ha querido que sus disposiciones se apliquen indistintamente a todo
inmueble, sea rústico o urbano, ha empleado las palabras predio, inmue-
ble, finca, heredad, etc., u otras que, según la definición que de ellas da
en el artículo 568, significan todo bien raíz, sea rústico o urbano. Al ha-
blar de la tradición, del usufructo, del fideicomiso y de las servidumbres
emplea esas expresiones sin referirse a predio rústico o urbano, lo que
indica que las reglas allí señaladas se aplican a todo inmueble.
Lo expuesto nos demuestra que la ley distingue los predios urbanos de
los predios rústicos. De ahí que cuando establece reglas especiales para
una de esas categorías no puedan extenderse a la otra, como ocurre en el
caso que estudiamos. El artículo 1831 y los siguientes hablan de "predio
rústico". Si la ley distingue entre este predio y el urbano en varias de sus
disposiciones y si aquí menciona solamente el primero, es lógico concluir
que en este caso se trata de los predios rústicos y no de los urbanos.
La historia fidedigna del establecimiento de la ley corrobora esta opi-
nión. En efecto, el proyecto de Código Civil empleaba en sus artículos
2016 y siguientes la palabra "finca" que, según el artículo 671 del mismo
proyecto, significaba inmueble o bien raíz, fuera éste edificado o no, es
decir, comprendía tanto los edificios como los fundos propiamente tales.
En el Código vigente se sustituyó esa palabra por la expresión "predio
rústico" con lo que se quiso modificar y restringir la aplicación de esas
reglas dejándolas para los predios rústicos únicamente.
La jurisprudencia se ha pronunciado en el mismo sentido. La Corte Su-
prema ha declarado que las disposiciones de los artículos 1831 y siguientes no
se aplican de ninguna manera a los predios urbanos, pues sólo se refieren a
los predios rústicos. Dicen así los considerandos pertinentes:
"4e Que ambos preceptos (arts. 1831 y 1832) se refieren solamente a la venta de
predios rústicos, porque así se deducen del texto del artículo 1831, en que literal-
mente se emplea la frase "predio rústico" con el fin de designar la cosa en cuya
venta puede presentarse el caso de una estipulación relacionada con la cabida mis-
ma, y porque así también se deduce del texto del segundo de los artículos mencio-
nados, en que, para la designación de la cosa materia del contrato de venta, emplea
el legislador el artículo definido "el", significando de esta manera que sus disposi-
ciones comprenden el único predio antes determinado, o sea el "predio rústico"; 5 S
Que corrobora esta interpretación el estudio de los antecedentes que sirvieron para
el establecimiento de los artículos 1831 a 1836, de los que aparece que en los dos
primeros proyectos del Código Civil, se consultaron reglas sobre el particular que
comprendían tanto la venta de predios rústicos como la de urbanos, disposición
que en el definitivo fue modificada sustituyendo la palabra "finca" empleada en los
anteriores, por la frase "predio rústico", con el único propósito posible, dentro del
texto general de ellas, de restringirlas a esta última clase de bienes inmuebles;... 8"
Que, en consecuencia, las reglas relativas a la cabida consignadas en los artículos
1831 y siguientes no son aplicables a la venta de predios urbanos".'
1
Revista (leDerechoyJurisprudencia, tomo XII, sec. I a , pág. 574.
805
de la comi'ravknta y de la promesa de venta
1
Sentencia 2.152, pág. 110, Gaceta 1893, tomo II.
2
Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XII, sec. I 5 , pág. 574.
3
Sentencia 2.152, pág. 110, Gaceta 1893, tomo II.
806
de las obligaciones del vendedor
1062. Hemos dicho que las reglas de los artículos 1831 y siguientes no se
aplican a los predios urbanos. Por consiguiente, si el predio urbano no
tiene la cabida con la cual se compró, el comprador no puede pedir rebaja
de precio fundado en el artículo 1832 del Código Civil. Puede pedir la
resolución del contrato a virtud de lo dispuesto en el artículo 1489 del
Código Civil, pues en tal caso hay una inejecución de la obligación de
entregar por parte del vendedor que autoriza al comprador para exigir la
entrega de todo el predio o la resolución del contrato y como aquella, por
lo general, no le será posible, no le queda sino pedir la resolución. Así lo
ha declarado la Corte de Apelaciones de Concepción en un juicio en que
se pidió la resolución del contrato de venta de un predio urbano porque
el vendedor no había entregado toda la superficie convenida. El vendedor
se excepcionó diciendo que, como la diferencia era pequeña, sólo proce-
día una rebaja del precio. La Corte aceptó la demanda, pues consideró
que la rebaja del precio por falta de cabida tiene lugar en la venta de un
predio rústico y no en la de un predio urbano. 1 Del mismo modo, si la
cabida real es mayor que la declarada, el comprador no puede ser obliga-
do a pagar un aumento proporcional del precio. Podrá devolver el exceso
de terreno; y si esto no es posible, podrá resolver el contrato por inejecu-
ción de la obligación del vendedor; pero, en ningún caso, se aplicarán las
disposiciones del artículo 1832 del Código Civil.
Las partes pueden aceptar voluntariamente el aumento o disminución
del precio; pero por la vía judicial no pueden impetrar esas acciones sino
únicamente las de cumplimiento o resolución del contrato con indemni-
zación de peijuicios.
1063. Desde que las disposiciones de los artículos 1831 y siguientes se apli-
can a los predios rústicos y no a los urbanos, es de absoluta necesidad
determinar qué se entiende por unos y otros.
Nuestro Código no ha definido lo que son predios rústicos y predios
urbanos, por cuyo motivo para hacer su calificación debemos recurrir al
sentido natural y obvio de esas expresiones y al contexto de las demás
disposiciones legales. De este contexto se infiere que predio rústico es el
destinado al cultivo agrícola, en tanto que los predios urbanos son las ca-
sas y edificios. Esta acepción fluye del examen comparativo de las disposi-
ciones establecidas por el Código al hablar del arrendamiento. En efecto,
en el párrafo 5 e del título XXVI del libro IV señala las reglas a que está
sometido el arrendamiento de casas y otros edificios y en el párrafo 6 9 del
mismo título y libro se ocupa del arrendamiento de los predios rústicos;
de manera que lo contrapuesto a predio rústico son las casas y edificios y
como lo que no es predio rústico debe ser predio urbano resulta que los
predios urbanos son las casas, almacenes y edificios. Al mismo tiempo, de
los artículos incluidos en el párrafo 6° fluye que los predios rústicos son
los destinados al cultivo o aprovechamiento agrícola.
1
Sentencia 2.152, pág. 110, Gaceta 1893, tomo II.
807
de la comi'ravknta y de la promesa de venta
1
Sentencia 2.152, pág. 110, Gaceta 1893, tomo II.
808
de las obligaciones del vendedor
1065. Lo expuesto nos permite precisar el carácter que tienen los sitios
que se venden para población. Creemos que mientras están sin edificar
son predios rústicos, puesto que carecen del edificio, que es lo que carac-
teriza en su esencia el predio urbano. Y serán urbanos una vez que se
construyan en ellos casas y habitaciones, cualquiera que sea el lugar en
que estén situados, ya que éste, según se dijo, no influye absolutamente en
nada en la calificación de un predio. Las reglas indicadas deben entender-
se sin peijuicio de las modificaciones que los hechos y las circunstancias
puedan introducir en cada caso concreto.
1066. "Un predio rústico, dice el inciso Ia del artículo 1831 del Código Civil,
puede venderse con relación a su cabida o como una especie o cuerpo cierto". Esto
significa que la venta de un predio puede hacerse tomando en cuenta su
cabida o desentendiéndose de ella. En el primer caso la venta se hace con
relación a cabida; en el segundo se dice que es de especie o cuerpo cierto.
1
LAURENT, 2 4 , n ú m . 1 9 6 , p á g . 1 9 5 .
809
de la comi'ravknta y de la promesa de v e n t a
810
de las obligaciones del vendedor
1068. Se vende con relación a cabida, según hemos dicho, cuando las
partes han señalado el precio con relación a ella, cuando ha sido tomada
como una calidad determinante de la cosa que las ha inducido a contratar.
La cabida es la extensión o superficie que tiene el predio que se
vende. El Diccionario de la lengua define la cabida como "el espacio o
capacidad que tiene una cosa para contener otra". Tratándose de un
inmueble se refiere al espacio de tierra o superficie que comprende.
Precisando más aún, puede decirse que es la medida que tiene el predio,
el número de unidades de medida superficial que contiene y que for-
man una superficie determinada. Lo que la ley entiende por cabida es la
extensión, superficie o espacio que tiene el predio; y la venta se hará con
relación a ella cada vez que se la señale como un elemento determinante
del contrato.
Veamos los requisitos que debe llenar el contrato de venta para que se
entienda celebrado con relación a cabida. Estos requisitos son cuatro: 1) que
la venta recaiga sobre un predio que constituya un cuerpo cierto y deter-
minado; 2) que se haga con indicación de la cabida; 3) que el precio se
fije en atención a la cabida del predio, y 4) que las partes no renuncien en
el contrato a las acciones que les puedan corresponder si la cabida real es
diferente de la cabida declarada. 3
811
de la comi'ravknta y de la promesa de venta
1069. De los términos mismos del artículo 1831 se desprende que para
que la venta de un predio rústico se entienda celebrada con relación a su
cabida necesita tener por objeto un predio que constituya un cuerpo cier-
to y determinado, porque habla de un "predio rústico", o sea, de una enti-
dad de tierra que reúna los requisitos exigidos por la ley para constituir un
predio.
El problema relativo a la cabida sólo puede presentarse cuando se ven-
de un cuerpo cierto determinado, pues entonces se suscitará la cuestión
de saber si el predio tiene o no la cabida señalada en el contrato. Si se
venden cien hectáreas de un fundo no surge ninguna duda, porque aquí
la cosa es indeterminada; el precio, aunque conocido, dependerá del nú-
mero de hectáreas que se entreguen, que se determinarán mediante una
medición. Si el vendedor entrega más o menos de las cien hectáreas, el
comprador pagará el precio en proporción a las que se le entreguen, sin
peijuicio de poder resolver el contrato; pero no puede alegar diferencias
en la cabida, ya que la cosa no tiene ninguna y no tendrá sino la que
resulte de la medida. 1 El caso que contempla la ley de venta con relación a
cabida se verifica cuando la cabida no se conoce sino que se presume, y el
precio, aunque se fija con relación a ella, no se paga en atención al núme-
ro de cabidas que tiene el predio realmente, sino al número de cabidas
que se dice tener. Una vez perfeccionada la venta y entregada la cosa al
comprador, podrá éste reclamar por el exceso o por la falta de la cabida.
En el caso antes indicado, la venta se perfecciona en definitiva cuando se
determina la cabida del terreno que debe entregarse. En el caso contem-
plado por la ley, la cosa está determinada de antemano y el contrato se
perfecciona sin necesidad de medir el predio.
1070. El segundo requisito necesario para que la venta se haga con relación
a cabida es que ésta se indique en el contrato en forma tal que aparezca que
las partes han hecho de ella el elemento determinante de aquel. No basta
que se le mencione. Se requiere que esa mención sea indispensable para el
señalamiento del precio, que manifieste que el contrato se celebra en aten-
ción a ese requisito. Si la cabida no se indica o si se indica por vía ilustrativa,
sin darle el carácter de elemento decisivo del contrato, la venta es de cuerpo
cierto, es una venta en bloc que no daría lugar a reclamo, puesto que la
cabida no se ha tomado en cuenta para su celebración.
La cabida puede expresarse en una cifra total o indicando las cabidas
de cada una de las porciones que contenga el predio, con tal que de esos
datos resulte la cabida total. El inciso 4 a del artículo 1831 establece el
medio de señalar la cabida diciendo: "Es asimismo indiferente que se exprese
una cabida total o las cabidas de las varias porciones de diferentes calidades y
precios que contenga el predio, con tal que de estos datos resulte el precio total y la
cabida total". Lo que quiere la ley es que la cabida total, la cabida en aten-
ción a la cual contratan las partes, se indique claramente y de un modo
1
TROPLONG, I, n ú m . 3 2 9 , p á g . 4 2 0 .
812
de las obligaciones del vendedor
1071. Para que la venta se haga con relación a cabida se requiere, en tercer
lugar, que el precio se fije en atención a la cabida del predio. Esto no quiere
decir que el comprador deba pagar el precio a razón de cada unidad de
medida, pues entonces la venta sería sobre medida y ésta no es nunca con
relación a cabida, sino que las partes fijen el precio tomando en cuenta la
cabida que atribuyen al predio, cabida que no conocen positivamente.
Así como no es necesario que se indique la cabida total en el contrato
para que la venta se repute hecha con relación a ella, del mismo modo
tampoco lo es que se señale un precio total. El inciso 3 a del artículo 1831
dice: "Es indiferente que se fije directamente un precio total, o que éste se deduzca de
la cabida o número de medidas que se expresa, y del precio de cada medida ".
1
Sentencia 174, pág. 141, Gaceta 1896, tomo I.
813
de la comi'ravknta y de la promesa de venta
1072. Por último, para que la venta sea con relación a cabida es necesario
que las partes no renuncien las acciones que puedan corresponderles por
las diferencias que resulten entre la cabida real y la declarada, porque si
expresan en el contrato que no harán diferencia en el precio en caso que la
cabida real resulte mayor o menor que la que reza aquél, la venta, según lo
dice expresamente el inciso 2 2 del artículo 1831, deja de ser con relación a
cabida para convertirse en venta de cuerpo cierto. Tal pacto revela que aun-
que las partes han señalado la cabida, esa indicación no se ha hecho para
determinar el precio sino como un dato ilustrativo, ya que no hacen cues-
tión acerca de su conformidad con lo convenido. En una venta se señaló la
cabida del predio diciendo que medía veinte metros de frente más o menos
por cien de fondo y al mismo tiempo se agregó que el vendedor no respon-
día por reclamos de ningún género, pues la venta se hacía ad-corpus. La
Corte de Apelaciones de Santiago declaró que la venta era de cuerpo cierto
y no con relación a cabida, desde que las partes habían renunciado a los
reclamos que pudiera ocasionar la mayor o menor cabida del predio. 2
1
Sentencia 2.065, pág. 257, Gaceta 1888, tomo II; sentencia 3.845, pág. 822, Gaceta 1890,
tomo II.
2
Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XII, sec. I a , pág. 574.
814
de las obligaciones del vendedor
1
Sentencia 1.002, pág. 683, Gaceta 1880.
2
Sentencia 2.049, pág. 1143, Gaceta 1882.
3
Sentencia 2.544, pág. 1405, Gaceta 1883.
4
Sentencia 4.577, pág. 1921, Gaceta 1878.
5
Sentencia 847, pág. 530, Gaceta 1881.
6
Sentencia 1.481, pág. 873, Gaceta 1881.
7
Sentencia 1.559, pág. 937, Gaceta 1887, tomo I.
* Sentencia 1.883, pág. 1140, Gaceta 1887, tomo II.
9
Sentencia 630, pág. 443, Gaceta 1896, tomo I.
815
de la comi'ravknta y de la promesa de venta
1
Sentencia 1.213, pág. 830, Gaceta 1893, tomo I, y sentencia 282, pág. 272, Gaceta 1898,
tomo II.
2
Sentencia 2.049, pág. 1143, Gaceta 1882, sentencia 2.544, pág. 1405, Gaceta 1883, sen-
tencia 1.481, pág. 837, Gaceta 1887, tomo I; sentencia 282, pág. 272, Gaceta 1898, tomo II;
Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XII, sección I, pág. 574.
816
de las obligaciones del vendedor
no produciría efecto alguno; 1" Que la cláusula de la escritura en que se expresa que
la venta a que se refiere es en calidad de ad-corpus, envuelve en su acepción usual y
jurídica, la declaración que exige el artículo 1831 del Código Civil, para que no se entien-
da vendido el predio con relación a la cabida, aun cuando ésta se exprese de cualquier
modo en el contrato
1075. Se ha dicho más arriba que la venta es con relación a cabida siem-
pre que ésta se designe claramente en el contrato y que el precio se fije en
atención a ella. Para que estos objetivos puedan alcanzarse es menester
que la cabida se señale exactamente, con toda precisión y no de un modo
aproximativo, puesto que si así ocurre no se puede saber si la cabida real
es mayor o menor que la declarada, desde que uno de los términos de la
comparación no se conoce con exactitud. De ahí que cuando se quiere
que la venta sea con relación a cabida, ésta debe indicarse exactamente en
el contrato y no de un modo aproximado.
Si en el contrato se señala una cabida aproximada, valiéndose de la
expresión "más o menos", la cabida es incierta, vaga, imprecisa, no se le
conoce con certidumbre, por cuyo motivo no es de creer que las partes
hayan contratado en atención a ella. No siendo la venta con relación a
cabida, tendrá que ser de especie o cuerpo cierto, en virtud de lo dispues-
to en el inciso final del artículo 1831.
La jurisprudencia de nuestros Tribunales ha sido uniforme en decla-
rar que cuando en la venta se expresan los deslindes o la ubicación del
predio y al mismo tiempo se menciona su cabida agregándose a ésta la
frase "más o menos", la venta es de cuerpo cierto y no con relación a
cabida.
La Corte de Apelaciones de Concepción ha dicho:
"Considerando: que en la escritura en copia de fojas 46 vuelta se hace la desig-
nación de la cosa vendida, diciendo que es 'la p e q u e ñ a quinta c o m o de cuatro
y media cuadras de terreno, varas más o menos, a p e q u e ñ a distancia de la aldea
de Villa Alegre, título de Lobo, lugar Arena, Subdelegación Cunaco, del de-
partamento de San Javier, que limita, etc., fijándose enseguida los deslindes de
la propiedad; que según esta designación, aparece que la finca se ha vendido no con
relación a su cabida, sino como una especie o cuerpo cierto. Aunque la ley determina
que debe entenderse que se vende un predio con relación a su cabida, siem-
pre que ésta se exprese de cualquier m o d o en el contrato, esta disposición sólo
debe referirse al caso en que la extensión de la cabida sea precisa, rigurosa y exacta, de
manera que con cualesquiera datos que se haya insertado en la obligación, pueda dedu-
cirse siempre una cabida total y determinada, y no al caso, como el presente, en que la
cabida es incierta y a lo sumo aproximada. Confirma esta inteligencia de la ley la
facultad que c o n c e d e la misma, sea al comprador, sea al vendedor, para pedir
en estos casos un a u m e n t o o disminución proporcional al precio primitivo y se
c o m p r e n d e fácilmente que siendo la cabida incierta no cabe proporción posi-
ble, por falta de términos seguros para formarla. No p u d i e n d o la ley disponer
un absurdo y d e b i e n d o ser interpretada, con m u c h o más razón que los contra-
1
Sentencia 1.213, pág. 830, Gaceta 1893, tomo I.
817
de la comi'ravknta y de la promesa de venta
tos, en el sentido que pueda producir algún efecto, se deduce de aquí que cuando
la cabida de un predio es incierta, aunque ella se exprese en el contrato, no se vende con
relación a la cabida, sino con relación al otro término de la disyuntiva, esto es, como
una especie o cuerpo cierto"}
Esa misma Corte desechó en otra ocasión una demanda en que el com-
prador pedía una disminución del precio, porque la cabida del terreno
sembrado a que se refería la venta era inferior a la declarada, a virtud de
estas consideraciones: -
"I a Que no se ha establecido en autos, ni aparece del contrato de compraventa
que sirve de base a la demanda, que el precio fijado en él lo fue tomando única-
mente en consideración a la extensión del terreno sembrado, de tal manera que
habría sido otro diverso, si dicha extensión hubiera sido menor que la indicada en
el referido contrato; 2a Que en la escritura de venta no se precisa la extensión del terreno
sembrado, por cuanto al referirse a la partida principal de trigo, se dijo: "ciento ochenta y
cuatro sacos más o menos ".2
Análoga doctrina establece la Corte de Apelaciones de Santiago cuan-
do dice:
"Considerando: I a Que en la escritura del contrato acompañada a fs. 16 vuelta
se expresa que Azocar Bravo da en venta y enajenación perpetua a don Domin-
go Antonio Correa, un retazo de terreno constante c o m o de veinticinco cuadras
más o menos; 2 a Q u e esta última frase, 'como de veinticinco cuadras más o menos',
aceptada por ambos contratantes, no permite determinar la extensión real del predio y
manifiesta claramente que su intención no fue contratar con relación a cabida jija de
veinticinco cuadras"}
La Corte de Apelaciones de Talca se pronuncia en el mismo sentido
como puede verse en el siguiente considerando:
"Que en el presente caso el fundo 'Colton' aparece designado c o m o cuerpo
cierto, bajo su nombre y deslindes fijos, y si bien se indica el número de hectáreas que
bajo los linderos se comprenden, esta indicación adicionada con la expresión 'más o me-
nos ' resulta incierta e indeterminada, pues dicha frase no fija en modo alguno hasta qué
término puede llegar el aumento o disminución, por lo cual no establece la cabida real,
sino que es más bien el concepto de que las partes ignoraban la verdadera extensión y
aludían a ella como mera referencia o circunstancia de detalle en la enunciación del objeto
vendido "}
Esta misma Corte, sin embargo, cuatro años más tarde, revocó una
sentencia de primera instancia que, en un caso análogo al anterior, esta-
blecía esa doctrina y declaró que si en la venta se menciona la cabida a
más de los deslindes, aunque se empleen las expresiones "más o menos",
debe entenderse celebrada con relación a cabida. He aquí los fundamen-
tos de este fallo:
1
Sentencia 4.577, pág. 1921, Gaceta 1878.
2
Sentencia 243, pág. 696, Gaceta 1913.
3
Sentencia 1.002, pág. 683, Gaceta 1880.
4
Sentencia 630, pág. 443, Gaceta 1896, tomo I.
818
de las obligaciones del vendedor
1
Sentencia 6.324, pág. 761, Gaceta 1900, tomo II.
819
de la comi'ravknta y de la promesa de venta
1076. Los incisos 5® y 69 del Código Civil establecen que pueden ven-
derse varios predios a la vez con relación a cabida o como cuerpos
ciertos.
El inciso 5a de ese artículo dice: "Lo mismo se aplica a la enajenación de
dos o más predios por una sola venta". Y el inciso final agrega: "En todos los
demás casos se entenderá venderse el predio o predios como cuerpo cierto".
Para los efectos de la aplicación de estas reglas es indiferente que los
predios vendidos sean uno o varios. Eso sí que es menester que todos se
vendan por una sola venta y por un mismo precio. En caso contrario ha-
bría tantas ventas como predios se vendieran y cada uno se consideraría
separadamente para los efectos de estos artículos. Si todos se venden por
un solo contrato estas reglas se aplican sobre el conjunto, para lo cual se
consideran como un solo todo y sobre ese conjunto se aprecia la diferen-
cia entre la cabida real y la declarada.
Más adelante analizaremos las diversas cuestiones que pueden presen-
tarse cuando se venden varios predios por una sola venta. Por ahora báste-
nos saber que estas reglas se aplican tanto a la venta que recae sobre un
predio como a la que tiene por objeto dos o más.
1077. Sea que la venta se haga con relación a cabida o como cuerpo cier-
to, el contrato se perfecciona tan pronto como haya acuerdo en la cosa y
en el precio y se llenen las solemnidades legales, porque tanto el precio
como la cosa están determinados y las variaciones que aquél puede sufrir
no le quitan ese carácter. En consecuencia, los riesgos de la cosa vendida
son de cargo del comprador, aun cuando después haya lugar a la disminu-
ción del precio o a la resolución del contrato. 1 Confirma esta opinión el
artículo 1832 del Código Civil que habla de que el comprador podrá desis-
tir del contrato o aceptar un aumento o disminución del precio según el
caso, lo que equivale a dejar sin efecto el contrato o a llevarlo a cabo. Hay
aquí una verdadera acción resolutoria. Y como sabemos sólo se resuelven
los contratos que existen y no los que no existen.
1
BAUDRY-LACANTINERIE, De la vente, núm. 331, pág. 3 3 1 ; FUZIER-HERMAN, tomo 36, Ven-
te, n ú m . 1 1 4 3 , p á g . 8 6 8 ; MARCADÉ, V I , p á g s . 2 4 6 y 2 4 7 ; TROPLONG, I , n ú m . 3 2 9 , p á g s . 4 1 9 y
siguientes.
820
DE LAS OBLIGACIONES DEL \"ENDEDOR
1079. Pero en las ventas forzadas o voluntarias que se realizan por el mi-
nisterio de la justicia para determinar si la venta es de cuerpo cierto o con
relación a cabida se atiende a las bases del remate y no a la escritura de
venta. Siendo las bases las cláusulas que ligan a las partes desde que con
relación a ellas han entendido vender y comprar respectivamente y sien-
do, según el artículo 516 del Código de Procedimiento Civil, el acta de
remate la que perfecciona al contrato de venta para los efectos legales,
acta que se extiende en conformidad a esas bases, es evidente que en estas
ventas, para determinar si el predio se ha vendido como cuerpo cierto o
con relación a cabida, debe atenderse al acta de remate, a las bases con
arreglo a las cuales éste se verifica y no a la escritura pública de venta. Las
partes han dado su consentimiento y han entendido contratar en atención
a lo que en ellas se decía y con arreglo a esas bases quedó cerrado el
contrato. De ahí que si ninguna cabida se menciona en las bases, si según
éstas la venta es ad-corpus, aunque en la escritura de remate se señale algu-
na, el comprador no puede reclamar por defectos o excesos de cabida. La
venta no se hizo con relación a cabida sino ad-corpus.
En el mismo sentido ha sido resuelta esta cuestión por la Corte de Ape-
laciones de Concepción en una sentencia cuyos considerandos pertinentes
dicen:
"1® Que según consta de las actas de comparendo compulsadas a fojas 81 vuelta,
los accionistas de la sucesión de don Pedro Juan Ojeda acordaron vender en
pública subasta el f u n d o Changaral perteneciente a dicha sucesión, como cuerpo
cierto y sin determinar de manera alguna su cabida; y fijaron c o m o mínimum para la
licitación el precio alzado de treinta y cinco mil pesos; 2° Que, en cumplimiento
del anterior acuerdo, se sacó a remate dicho predio en las condiciones indica-
das, adjudicándose por el precio mínimum designado a don Miguel Antonio
Castillo, quien en el acto expuso que lo adquiría para la señora María Mercedes
Castillo viuda de M.; 3° Que días después de verificado el remate, el mismo
señor Castillo, según se comprueba en el escrito compulsado a fojas 83 vuelta,
solicitó se redujera a escritura pública el acta respectiva lo que hizo el compro-
misario que entendía en la partición, debidamente autorizado por los accionis-
tas; 4a Que sólo en este último documento se mencionó, por primera vez, la cabida del
fundo, pues el acta de remate no hace referencia a ella; y, por consiguiente, esa circunstan-
cia se tomó únicamente en cuenta después de llevado a efecto el remate, y cuando por lo
tanto los interesados habían convenida ya en la cosa materia del contrato y en el precio; 5°
Que dados estos antecedentes, es evidente que el comprador entendió adquirir el predio
rematado, no con relación a su cabida, sino como especie o cuerpo cierto y que en iguales
condiciones entendieron enajenarlo los vendedores". Por estos motivos, desechó la de-
manda en que el comprador pedía una disminución del precio. 2
1
LAURF.NT, 2 4 ,núms. 1 9 8 , pág. 1 9 7 ; GUILLOUARD, I, núm. 2 7 2 , pág. 2 9 6 ; BAUDRY-LA-
CANTINERIE, De la vente, núm. 3 4 5 , pág. 3 4 5 ; AUBRY ET RAU, V, pág. 7 2 ; FUZIER-HERMAN, tomo
36, Vente, núm. 1 1 5 4 , pág. 8 6 9 ; T R O P L O N G , I, núm. 3 4 5 , nota 1, pág. 4 4 7 .
2
Sentencia 2.362, pág. 567, Gaceta 1892, tomo II.
821
de la comi'ravknta y de la promesa de venta
1080. El artículo 1978 del Código Civil dispone expresamente que cuan-
do un predio rústico se arrienda con relación a su cabida habrá lugar, si la
cabida real fuere diferente de la declarada, al aumento o disminución del
precio o renta o a la rescisión del contrato en conformidad al título de la
compraventa. De aquí se desprende que todas las reglas que se contienen
en este título acerca de la forma en que pueden venderse los predios rústi-
cos son aplicables al arrendamiento de esos mismos predios sin excepción
alguna, ya que ninguna se consigna en el artículo que hace la referencia.
Por consiguiente, tanto las reglas relativas a la venta de un predio como
cuerpo cierto como a la venta con relación a cabida se aplican al arrenda-
miento de predios rústicos, según sea la forma en que éste se haga. Así lo
ha entendido también la jurisprudencia.
La Corte de Apelaciones de Concepción declaró que, habiéndose cele-
brado al arrendamiento con relación a un cuerpo cierto y no con relación
a cabida y que habiéndose entregado todo el terreno comprendido en los
deslindes mencionados en el contrato, no procedía la demanda en que se
exigía que se completara la cabida o que se disminuyera la renta. 1 El mis-
mo tribunal, aceptando la doctrina antes expuesta, ha resuelto que las
acciones que corresponden al arrendador o arrendatario de un predio
rústico cuando la cabida o la extensión comprendida en los deslindes indi-
cados no está conforme con la cabida o extensión real prescriben en el
tiempo que señala el Código Civil en el título de la compraventa (artículo
1834), pues el arrendamiento de predios rústicos, sea que se haga con
relación a cabida o como cuerpo cierto, se rige, según lo prescrito en el
artículo 1978, por las reglas del título de la compraventa ya citado. 2
1081. Además de los casos que señalan los artículos 1831 y siguientes, un
predio rústico puede venderse en otras formas que no se hallan compren-
didas en esos artículos y que no dan lugar a las acciones de que más ade-
lante hablaremos.
Estas otras forman pueden ser dos: l 9 Venta de un predio rústico de-
terminado sin indicación de cabida, a razón de tanto la unidad de medida
que contenga. Así, por ejemplo, se vende un fundo a razón de cien pesos
la hectárea. Es el caso contemplado en el inciso l 9 del artículo 1821 del
Código Civil, o sea, cuando se vende una cosa de las que suelen venderse a
medida, pero señalada de tal modo que no puede confundirse con otra
porción de la misma cosa y cuyo precio se conocerá mediante la mensura
de la cosa vendida. 3 Aquí la cosa está determinada y, aunque el precio no
se conoce, existen los medios para determinarlo, de manera que también
existe. El contrato está perfecto; sólo falta practicar la medida del fundo
para conocer la suma exacta que el comprador debe pagar. Por esta razón,
los riesgos son para el comprador desde que hay acuerdo en la cosa y en el
1
Sentencia 1.481, pág. 873, Gaceta 1881.
2
Sentencia 2.020, pág. 1052, Gaceta 1890, tomo I.
3
Véase lo dicho en los números 598, 599, 600, 618, 619, 620, 621 y 622, de esta Memo-
ria que también se aplica en este caso.
822
de las obligaciones del vendedor
1083. Estudiadas las nociones generales sobre lo que debe entenderse por
venta de un predio con relación a cabida y por venta de un predio como
cuerpo cierto debemos entrar a analizar los efectos legales que producen
esas dos especies de venta, efectos que son diversos según sea la forma en
que se hace. De ahí que este párrafo se subdividirá en los cuatro siguientes:
1
Huc, X, núm. 92, pág. 1 2 6 ; BAUDRY-LACANTINERIE, De la vente, núm. 331, pág. 3 3 1 ; GUI-
LLOUARD, I , n ú m . 2 6 1 , p á g . 2 8 7 .
2
pág. 69, nota 22.
AUBRY ET RAU, V,
3
Véase lo dicho en los números 606, 607, 608, 609, 610, 611, 612, 613, 614, 615, 616,
618, 619, 620, 621 y 622 de esta Memoria que también se aplica en este caso.
4
GUILLOUARD, I , n ú m . 2 6 0 , p á g . 2 8 6 ; H u c , X , n ú m . 9 2 , p á g . 1 2 6 ; LAURENT, 2 4 , n ú m .
189, pág. 185; BAUDRY-LACANTINERIE, núm. 331, pág. 331; AUBRY ET RAU, V, pág. 69, nota 22.
823
de la comi'ravknta y de la promesa de venta
824
de las obligaciones del vendedor
que, dados los términos del contrato, resulte tener esa cabida, precio que
se obtiene agregando al precio que se ha señalado en el contrato, el pre-
cio de la cabida que sobra. En el ejemplo propuesto, el precio señalado en
el contrato son $ 10.000 y el de la cabida que sobra son $ 200. Luego el
precio de la cabida real son $ 10.200. La décima parte de este precio son
$ 1.020, de modo que el precio de la cabida que sobra ($ 200) no excede
de esa décima parte.
Segundo caso. Supongamos que ese mismo fundo tiene ciento doce hec-
táreas. Las doce hectáreas sobrantes valen $ 1.200. El precio de la cabida
real vale entonces $ 11.200. Su décima parte son $ 1.120. Luego el precio
de las doce hectáreas sobrantes es mayor que la décima parte del precio
de la cabida real.
Debe tenerse presente que cuando el fundo tiene mayor cabida que la
declarada, la comparación del precio de la cabida que sobra no se hace
con el precio que tiene la cabida señalada en el contrato, sino con el que
corresponde a la cabida que se ha entregado al comprador, o sea, con el
valor declarado más el valor de la cabida que sobra y sobre ese total se
calcula la décima parte que sirve de término de comparación.
En el Proyecto de Código la comparación del precio de la cabida que
sobra se hacía con relación al precio de la cabida declarada en el contrato
(artículo 2016). Este sistema, a mi juicio, es más equitativo, porque no es
posible que el valor del exceso de cabida que va a servir para determinar si
el comprador tiene o no derecho para desistirse del contrato se calcule
con relación a una cabida cuyo precio no han fijado las partes y que sólo
se obtiene mediante una operación aritmética. Lo justo es que esa compa-
ración se haga con el valor que el comprador pensaba pagar, es decir, con
el valor de la cabida señalada en el contrato, como ocurre en el caso del
déficit en la cabida. Seguramente ha habido aquí un error de copia de
imprenta, ya que en el Proyecto de Código se consignaba la misma regla
tanto para el caso de exceso como para el caso de déficit en la cabida.
A causa del término de comparación que aquí se ha establecido para
saber si el comprador tiene o no derecho para desistirse el contrato, pue-
de ocurrir que el comprador no tenga derecho para ello, a pesar de que lo
tendría si el valor de la cabida sobrante se comparara con la décima parte
del precio asignado en el contrato a la cabida declarada. Si en el caso
propuesto el f u n d o tuviera once hectáreas de exceso en vez de doce, sien-
do el valor de esas once hectáreas $ 1.100 y $ 1.110 el valor de la décima
parte del precio de la cabida real, ya que el precio de ésta sería la suma de
$ 10.000 más $ 1.100, o sea $ 11.100, tendríamos que el precio de la cabida
que sobra no alcanzaría a más de esa décima parte y el comprador, por lo
tanto, no podría desistirse del contrato. En cambio, si los $ 1.100 que va-
len las once hectáreas de exceso se compararan con la décima parte del
precio de la cabida señalada en el contrato, esto es, con la suma de $ 1.000,
resultaría que el precio de la cabida que sobra sería mayor que esa décima
parte, porque $ 1.100 son más que $ 1.000 y el comprador podría desistir-
se del contrato.
825
de la comi'ravknta y de la promesa de venta
1087. Primer caso. El precio de la cabida que sobra no excede de la décima parte del
precio de la cabida real, es decir, hay un exceso de cabida simplemente. Cuando así
ocurre, dice el inciso 1 Q del artículo 1832, el comprador deberá aumentar
proporcionalmente el precio. En el ejemplo propuesto, teniendo el fundo
dos hectáreas de exceso y valiendo cada una cien pesos, el comprador
deberá pagar $ 200 más.
Por aumento proporcional del precio se entiende que el comprador
debe pagar por el excedente de la cabida un precio que guarde relación
matemática con el precio total de la cabida declarada, aumento que se
obtiene multiplicando el valor que se asigna a cada unidad de tierra de
las que se c o m p o n e el predio por el n ú m e r o de unidades de tierra que
contenga la cabida que sobra, siempre que el precio del predio se indi-
que con relación a esa unidad de medida, como en los ejemplos pro-
puestos. Si se cree que el f u n d o tiene cien hectáreas y se vende a razón
de cien pesos cada una y resulta tener ciento dos hectáreas, el aumento
proporcional del predio correspondiente a estas dos hectáreas se obtie-
ne multiplicando cien, que es el valor de cada hectárea, por dos que es
el n ú m e r o de hectáreas que sobran, lo que da un resultado de doscien-
tos pesos, cantidad en que debe aumentarse el precio. Pero si el precio
se indica en total, el aumento se conoce dividiendo el valor de la cabida
declarada en el contrato por el n ú m e r o de unidades que en él se asignan
a dicha cabida y ese cuociente, que es el valor de cada unidad de tierra,
se multiplica por el n ú m e r o de unidades de tierra que comprende la
cabida que sobra. Si en el ejemplo propuesto el precio no se señala a
razón de tanto la hectárea sino que se dice que es la suma de diez mil
pesos, se dividirá este valor por cien hectáreas, que es la cabida declara-
da, de d o n d e resulta que cada hectárea vale cien pesos, valor que multi-
plicado por dos hectáreas da un valor de doscientos pesos, que es la
suma en que debe aumentarse el precio.
Algunos autores han objetado esta solución, p o r q u e dicen que al
c o m p r a d o r p u e d e serle muy difícil p o d e r pagar u n a suma mayor que la
p r o m e t i d a q u e tal vez representa todo su haber. Baudry-Lacantinerie
refuta la objeción diciendo que si el c o m p r a d o r ha adquirido el predio
en atención a su cabida, ha debido prever los p e q u e ñ o s excesos que en
ella pudiera h a b e r y, por consiguiente, el a u m e n t o proporcional del
precio, a u m e n t o que, en todo caso, es p e q u e ñ o , ya q u e si sobrepasa de
826
de las obligaciones del vendedor
1089. Segundo caso. El precio de la cabida que sobra es mayor que la décima parte
del precio de la cabida real. En este caso el comprador tiene una alternativa; o
aumenta proporcionalmente el precio, como en el caso anterior, o se de-
siste del contrato, debiendo ser indemnizado de los peijuicios que este
desistimiento le ocasione. Se concede aquí esta alternativa al comprador,
porque si se le obligara a pagar el excedente de la cabida, como éste ya es
muy considerable, se le forzaría a comprar más de lo que ha querido y
posiblemente no tendrá los medios de pagar; en tanto que en el caso ante-
rior el exceso es pequeño y no le será tan difícil pagarlo. En la hipótesis
que ahora se analiza la ejecución del contrato se aparta mucho de lo pac-
tado y si es verdad que la ley quiere mantener los contratos por todos los
medios posibles e impedir su resolución, para cuyo objeto faculta al com-
prador para que aumente proporcionalmente el precio, hay que recono-
cer también que ese propósito del legislador no puede llegar hasta el
extremo de obligar a una persona a que celebre un contrato que puede
perjudicarla o que no puede cumplir.
1
BAUDRY-LACANTINERIE, D e l a vente, n ú m . 3 2 9 , p á g . 3 3 0 ; H u c , X , n ú m . 9 5 , p á g . 1 2 8 ; TRO-
PLONG, I , n ú m . 3 3 6 , p á g . 4 3 7 .
827
de la comi'ravknta y de la promesa de venta
1091. La acción que confiere el inciso l 9 del artículo 1832 para exigir que
el comprador pague un aumento de precio cuando el precio de la cabida
que sobra no es mayor que la décima parte del precio de la cabida real
compete exclusivamente al vendedor, porque es él quien tiene interés en
que se le pague ese aumento.
Respecto de las acciones que señala ese mismo inciso para el caso en
que el precio de la cabida que sobra alcance a más de la décima parte del
precio de la cabida real hay que hacer una distinción. La acción para pe-
dir el aumento del precio corresponde, por la razón apuntada, al vende-
dor. Pero la acción de desistimiento del contrato compete exclusivamente
al comprador. Debe sí tenerse presente que éste es árbitro para optar por
una u otra cosa, sin que el vendedor pueda obligarlo a que pague el au-
mento de precio o a que se desista del contrato.
1
GUILLOUARD, I , n ú m . 2 8 0 , p á g . 3 0 3 ; BAUDRY-LACANTINERIE, n ú m . 3 3 7 , p á g . 3 7 ; AUBRY
E T RAU, V , p á g . 7 2 ; LAURENT, 2 4 , n ú m . 1 9 7 , p á g . 1 9 6 ; H u c , X , n ú m . 9 8 , p á g . 1 3 3 .
2
GUILLOUARD, I , n ú m . 2 7 8 , p á g . 3 0 2 ; TROPLONG, I , n ú m . 3 4 6 , p á g . 4 4 8 , AUBRY E T RAU,
V. pág. 71, nota 27.
5
BAL DRY-LACANTINERIE, n ú m . 3 3 7 , p á g . 3 3 7 ; H U C , X , n ú m . 9 8 , p á g . 1 3 3 .
828
DE I AS OBLIGACIONES DEL \TENDEDOR
1
Tomo 15, núm. 145, pág. 370.
2
BAL'DRY-LACANTINERIE, n ú m . 3 3 8 , p á g . 3 3 7 ; GUILLOUARD, I , n ú m . 2 7 9 , p á g . 3 0 3 ; T R O -
PLONG, I, núm. 336, pág. 4 3 7 ; AUBRY KT R A U , V, pág. 71, nota 2 8 ; LAURENT, 2 4 , núm. 192,
pág. 188.
829
de la comi'ravknta y de la promesa de venta
1095. Primer caso. El precio de la cabida que falta no excede de la décima parte del
precio de la cabida completa, es decir, la cabida real es simplemente menor que la
declarada. En este caso el legislador da al comprador dos caminos: a) pue-
de exigir que el vendedor le complete la cabida; b) si esto no es posible, o
no se exigiere, puede pedir una disminución proporcional del precio.
Estas dos acciones corresponden únicamente al comprador, debiendo
allanarse el vendedor a aceptar lo que aquel pida. El vendedor no podría
obligar al comprador a que aceptara una de esas soluciones y no otra.
Por otra parte, ambas acciones son facultativas para el comprador quien
puede optar indistintamente por una u otra, sin que esté obligado a pedir
primero la cabida completa y a falta de ella una disminución del precio.
Esto fluye del propio tenor de la ley que dice: "y si esto no fuere posible, o
no se le exigiere, deberá...", con lo que se manifiesta que el comprador pue-
de pedir o no que se complete la cabida, ya que la misma ley se pone en el
caso de que eso no se le exija. De ahí que si el comprador opta por la
rebaja del precio, el vendedor no podría oponerse a ella alegando que
aquel no le ha exigido previamente que le entregue toda la cabida, a me-
nos que el vendedor no pueda completarla, porque entonces el compra-
dor no puede pedir sino la disminución proporcional del precio.
El ejercicio de una de esas acciones no importa la renuncia de la otra.
Por este motivo, si la acción que se ejercita es desechada, la otra siempre
puede entablarse. Si habiéndose pedido que el vendedor complete la cabi-
da, se declara que no está obligado a ello, porque se halla en la imposibili-
dad de completarla, el comprador puede pedir la rebaja del precio, sin
que sea obstáculo para la nueva demanda la interposición de la primera.
Sólo cuando se haya acogido una de esas acciones, el comprador no podrá
deducir la otra, pues es facultativo para él pedir que se le complete la
cabida o que se le rebaje el precio, es decir, no puede solicitar conjunta-
830
de las obligaciones del vendedor
1
Sentencias que han acogido demandas sobre disminución del precio de venta por dé-
ficit en la cabida; sentencia 2.065, pág. 257, Gaceta 1888, tomo II; sentencia 6.324, pág. 761,
Gaceta 1900, tomo II.
831
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
El comprador, en cambio, puede optar por una u otra cosa sin estar
obligado a deducir esas acciones en un orden fijo y determinado, porque
es el que tiene más interés en el contrato, puesto que la cosa va a servirle a
él. Sólo él puede apreciar si el predio le conviene o no con menor cabida.
Según sea su conveniencia optará por la entrega de la cabida que falta o
por la rebaja del precio.
1
R i c a , 15, núm. 144, pág. 367.
2
R i c a , 1 5 , núm. 1 4 4 , pág. 3 6 7 ; BAUDRY-LACANTINERIE, De ¡a vente, núm. 329, pág. 329.
5
Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo I, pág. 172.
832
de las obligaciones del vendedor
1
RICCI, 15, núm. 144, pág. 369.
2
R i c a , 15, núm. 144, pág. 369; BAUDRY-LACANTINERIE, De la vente, núm. 330, pág. 330;
AUBRY E T RAI!, V , p á g . 7 1 ; LAURENT, 2 4 , n ú m . 1 9 1 , p á g . 1 8 6 ; GUILLOUARD, I , n ú m . 2 7 6 ,
pág. 301; Huc, X, núm. 94, pág. 127.
833
de la compraventa y de la promesa de venta
' GUILLOUARD, I, núm. 277, pág. 302: Rica, 15, núm. 144, pág. 370; BAUDRY-LACANTI-
NERIE, n ú m . 3 3 0 , p á g . 3 3 0 ; AUBRY E T R A U , V , p á g . 7 2 ; H u c , X , n ú m . 9 4 , p á g . 1 2 7 ; LAURENT,
n ú m . 1 9 1 , p á g . 1 7 8 ; MARCADÉ, V I , p á g . 2 4 6 .
834
de las obligaciones del \T£ndedor
1100. Segundo caso. El precio de la cabida que falta es mayor que la décima parte
del precio de la cabida completa. Como en el caso de exceso de cabida, el
comprador puede, a su arbitrio, aceptar una rebaja proporcional del pre-
cio o desistirse del contrato, en cuyo caso se le indemnizarán los perjuicios
consiguientes.
De acuerdo con el inciso 2 9 del artículo 1832, la Corte Suprema dio
lugar al desistimiento de un contrato de venta, solicitado por el compra-
dor, porque el precio de la cabida que faltaba excedía de la décima parte
del precio total del mismo predio. El caso concreto era éste: se compró un
predio con una cabida de 456 hectáreas, a razón de $ 30,20 cada una, lo
que en total daba $ 13.771,20. Faltaron por entregar cien hectáreas, cuyo
valor ascendía a $ 3.020. La décima parte del precio de la cabida completa
era, según eso, $ 1.377,12 y como el precio de la cabida que faltaba eran
$ 3.020, resultaba que este precio era mayor que el de esa décima parte. 1
Se concede esta alternativa al comprador, porque puede suceder que
no le convenga adquirir un terreno que es mucho menor que el que de-
seaba comprar, por cuyo motivo no sería posible obligarlo a que aceptara
algo que no es de su agrado. Pero como también puede ocurrir que siem-
pre le convenga el negocio, en cuyo caso no habría por qué obligarlo a
que no lo hiciera, la ley lo faculta para que, si lo desea, lo lleve siempre a
cabo, eso sí que lo autoriza para que pida una rebaja del precio, porque si
éste se fijó en atención a un cabida determinada, que resulta menor, es
evidente que el terreno vale menos y si pagara todo el precio sucedería
que lo pagaría sin causa o pagaría la cabida real en una suma mayor que la
convenida.
1101. El inciso 2 B del artículo 1832 se remite al inciso l s , por lo que res-
pecta al desistimiento del contrato. Según esto, el comprador sólo puede
exigir peijuicios cuando se desiste del contrato, pero no cuando acepta
una rebaja del precio. 2 La misma opinión ha sustentado la Corte de Apela-
ciones de Santiago. 3
1
Sentencia 3.845, pág. 822, Gaceta 1890, tomo II.
'-' Véase núm. 1090, pág. 827 de esta Memoria que también se aplica en este caso.
> Sentencia 2.065, pág. 257, Gaceta 1888, tomo II.
835
DE l . \ COMI'RAVKNTA V DE LA PROMESA DE VENTA
ejercido de las otras acciones no excluye esa petición. Esta acción queda sub-
MMi-nie en cualquier caso, ya que es el primer recurso que la ley da al compra-
dor cuando la cabida real es menor que la declarada. Las otras dos que le
confien- cuando esa c abida es ya mucho menor que la declarada, rio son sino
mayores facilidades concedidas al contratante a quien más le afecta ese défi-
cit. No lia}- duda que el comprador puede exigir que el vendedor le complete
la cabida que falta, aun cuando el valor del déficit alcance a más de la décima
parte del precio de la cabida completa; bien entendido que el vendedor esta-
rá obligado a completarla solamente si esto le fuera posible.
1103. Como en el caso del inciso 1- del artículo 1832 del Código Civil, las
acciones que confiere la ley cuando el precio de la cabida que falta es
mayor que la décima parte del precio de la cabida completa pueden ejer-
citarse únicamente por el comprador y no por el vendedor. Por este moti-
vo se aplica a este respecto todo cuanto hemos dicho en el núm. 1095 a
que nos remitimos.
1104. La rebaja o disminución del precio en los dos casos a que se refiere
el inciso 2° del artículo 1832 del Código Civil puede hacerse de dos mane-
ras, según sea que aquel haya sido o no pagado. Si no se ha pagado, el
comprador debe pedir que se declare que no está obligado a pagarlo todo,
sino la parte correspondiente a la cabida real. Si pagó totalmente el precio
convenido, debe pedir que se le restituya la parte correspondiente a la
cabida que no se le entregó. 1
1
Sentencia 2.065, pág. 257, Gaceta 1888, tomo II; sentencia 6.324, pág. 761, Gaceta 1900,
tomo II.
J
Sentencia 2.065, pág. 257, Gaceta 1888, tomo II.
3
Sentencia 6.324, pág. 761, Gaceta 1900, tomo II.
836
de las obligaciones del \T£ndedor
1
Sentencia de 7 de marzo de 1916, suscrita por los Ministros señores Vergara Silva, Ma-
nuel Cortés y J. Toribio Marín y publicada en Las Ultimas Noticias de ese mes.
837
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1
GUILLOUARD, I , n ú m . 2 7 3 , p á g . 2 9 8 ; H u c , X , n ú m . 9 7 , p á g . 1 3 0 .
2
Véase lo expuesto en el núm. 1079, pág. 821, de esta Memoria que se aplica en todas
sus partes a este caso.
3
Sentencia 2.071, pág. 1315, Gaceta 1886.
838
de las obligaciones del \T£ndedor
1
III, núm. 251, pág. 104.
839
DE LA COMPRAVENTA Y DE I-A PROMESA DE VENTA
1
GUILLOUARD, I , n ú m . 2 6 9 , p á g . 2 9 4 ; T R O P L O N G , I , n ú m . 3 3 2 , p á g . 4 3 5 ; POTHIER, III,
núm. 252, pág. 1 0 4 ; FUZIER-HERMAN, tomo 3 6 , Vente, núm. 1 1 2 6 , pág. 8 6 7 ; BAUDRY-LACANTI-
NERIE, De la vente, núm. 3 3 6 , pág. 3 3 6 .
- G U I L L O U A R D , I, núm. 2 7 0 , pág. 2 9 4 ; BAUDRY-LACANTINERIE, De la vente, núm. 3 3 6 ,
pág. 336; FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núm. 1124, pág. 867.
3
FUZIER-HERMAN. tomo 36, Vente, núm. 1125, pág. 867.
4
BAUDRY-LACANTINERIE, n ú m . 3 1 6 , p á g . 3 2 0 y n ú m . 3 3 6 , p á g . 3 3 6 ; GUILLOUARD, I , n ú m .
270, pág. 295.
840
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T£NDEDOR
1115. Por idénticas razones, creemos que la disposición del artículo 1832
tampoco es aplicable cuando el vendedor no entrega toda el agua o todos
los accesorios a que se obligó por el contrato. Cuando así ocurra, el com-
prador podrá pedir la entrega de los accesorios o del agua que falta o la
resolución de la venta, cualquiera que sea el valor de unos u otra en com-
paración con el precio total de la cosa.
1116. Para saber en qué forma se aplican las reglas del artículo 1832 cuan-
do se venden dos o más predios con relación a cabida debemos distinguir
dos casos: 1) si se venden por contratos diferentes, y 2) si se venden por
un mismo contrato.
En el primer caso hay varias ventas y cada una es un contrato diverso
que tiene por objeto un solo predio, de modo que las reglas sobre la cabi-
da se aplican a cada uno independientemente de los otros. 2
En el segundo caso hay una sola venta con diversos objetos y para que
todos los predios se entiendan vendidos por un mismo contrato se requie-
ren dos condiciones: a) que la venta se haga por una sola escritura, pues
de lo contrario, dice Ricci, desaparece la unidad de la venta y quedan
varias ventas, cada una independiente de las otras, 3 y b) que la venta se
haga por un solo y único precio, pues éste es uno de sus elementos esen-
ciales, de manera que si hay varios precios hay varias ventas.
1
GUILLOUARD, I , n ú m . 2 7 0 , p á g . 2 9 5 .
2
BAUDRY-LACANTINERIE, ibid., núm. 334, pág. 334, nota 1.
3
RICCI, 1 5 , n ú m . 1 4 9 , p á g . 3 8 3 .
841
de l-\ c o m p r a v e n t a y de la promesa de\TInta
1117. Caso en que la unidad de medida de todos los fundos tiene el mismo valor.
Si todos los fundos tienen el mismo valor, sea que éste se indique en su
totalidad o a razón de tanto la unidad de medida, hay que contemplar, a
su vez, dos situaciones: 1) si se señala la cabida de cada uno, y 2) si la
cabida se indica en conjunto.
1 9 Si se expresa la cabida de cada predio y todos ellos tienen un mismo
valor, como si se venden dos fundos que miden uno cien hectáreas y el
otro doscientos, a razón de quinientos pesos la hectárea o por el precio
total de ciento cincuenta mil pesos, creemos que, formando los predios un
solo todo, para saber si la cabida real de todos ellos es mayor o menor que
la declarada, las reglas del artículo 1832 deben aplicarse con relación a la
cabida total y no con relación a la de cada predio. Para este efecto se
compensará el exceso que pueda haber en la cabida de uno con la dismi-
nución que pueda haber en la cabida del otro y sobre el saldo que de ahí
resulte, dado caso que lo haya, se aplicarán esas reglas. Supongamos que
al predio que tiene cien hectáreas le faltan cuatro y al otro le sobren seis,
o viceversa. Aceptando nuestra opinión se deben compensar ambas canti-
dades y como de un lado sobran seis y del otro faltan cuatro, resulta que
sólo sobran dos hectáreas, con relación a las cuales se aplicarían las reglas
del artículo 1832.
Si se aceptara que cada predio debe considerarse separadamente, ten-
dríamos que las disposiciones del artículo 1832 se aplicarían a un predio
sobre un exceso de seis hectáreas y al otro sobre un déficit de cuatro.
Esta última solución es del todo inaceptable por dos motivos: a) por-
que formando ambos predios un solo todo, ya que se venden por un solo
contrato y por un mismo precio, es indudable que las partes han hecho de
todos ellos uno solo para los efectos de la venta y han entendido contratar
sobre el conjunto y no sobre uno en especial, y b) porque si se considerara
cada predio por separado para los efectos del artículo 1832 podría resultar
1
LAURENT, 2 4 , n ú m . 1 9 5 , p á g . 1 9 4 .
842
d e l a s OBLIGACIONES DEL \ T £ N D E D O R
843
DE l-\ COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE \ TIN TA
1118. Caso en que las unidades de medida de cada fundo tienen diversos valores.
Veamos ahora cómo se aplican esas reglas cuando a todos los fundos que
se venden por una sola venta se les asigna un valor diverso.
Ya que cada uno tiene un valor diferente que depende de su cabida y
de su calidad, es claro que siempre se indicará en el contrato la cabida de
cada predio. Por eso no hay, como en el caso anterior, dos situaciones
diversas, según se mencione la cabida total o las cabidas de cada predio.
Supongamos que por un mismo contrato se vendan el fundo A que
tiene cincuenta hectáreas y el fundo B que tiene cuarenta, a razón de
S 100 cada hectárea del primero y de $ 200 cada hectárea del segundo y
que haya un exceso en el primero y un déficit en el segundo.
Este caso es análogo a aquel en que se vende un predio con relación a
su cabida y se indican las diversas porciones de que se compone y que
tienen un valor diferente, como si se vendiera un predio que tiene noven-
ta hectáreas de las cuales cincuenta son de viña y cuarenta de bosques a
razón de cien pesos cada una de las viñas y de doscientos pesos cada una
de las de bosques. Es el caso contemplado en el inciso 4 S del artículo 1831
del Código Civil, pues de esos datos resulta la cabida total y el precio total
que aquí serían trece mil pesos.
No puede decirse que en el segundo ejemplo propuesto hay varias
ventas, porque la cosa vendida es una y toda ella es el objeto de un solo
contrato. Tampoco puede decirse que hay varias ventas cuando son varios
los fundos vendidos, porque el inciso 5 2 del artículo 1831 establece que lo
dicho respecto de la forma en que pueden indicarse el precio y la cabida
de un predio, se aplica también a la enajenación de varios predios por una
misma venta; de donde resulta que ambos casos, sean uno o varios los
predios vendidos con indicación de diversos valores para cada una de las
diferentes porciones, son idénticos y se rigen por las mismas reglas.
Si la venta de un predio en que la cabida se indica señalando las diver-
sas porciones de que se compone, porciones que tienen un valor distinto,
constituye una sola venta y siendo análogo a este caso aquel en que se
venden varios fundos a cada uno de los cuales se asigna un valor diverso,
es evidente que en este último hay también una sola venta.
Para saber cómo se resuelven en estos casos las disconformidades que
haya entre la cabida real y la declarada, distinguiremos varias hipótesis
sobre la base del ejemplo propuesto:
1) Sobran diez hectáreas del fundo A a razón de $ 100 cada una y
faltan diez del fundo B a razón de $ 200 cada una;
2) Faltan diez hectáreas del fundo A y sobran cinco del f u n d o B;
3) Faltan diez hectáreas del fundo B y sobran cinco del fundo A;
4) Faltan únicamente cinco hectáreas de uno de los fundos estando
completas las del otro;
5) Sobran cinco hectáreas de uno de los fundos, estando conforme la
cabida del otro.
En estos casos la compensación no es posible, porque si se hiciera,
resultaría que se pagaría a mayor valor un terreno que se ha avaluado en
menos o se pagaría en menor valor uno que se ha avaluado en más. Esto
844
d e LAS OBLIGACIONES DEL \T£NDEDOR
sería contrario a la voluntad de las partes que han asignado un valor diver-
so a cada porción. Si han señalado la cabida de cada porción ha sido
porque han querido tener cada porción de esa dimensión y no de otra, de
manera que si se entrega al comprador una cabida menor, aunque la otra
sea mayor, no se le ha entregado lo que compró. No puede buscarse la
compensación entre el exceso y el déficit ni tampoco entre los precios.
Esto sería contrario al artículo 1832 y a la intención de las partes.
Aquí no hay sino que considerar cada cabida separadamente y aplicar
estas reglas con relación a ella y no con relación al conjunto, porque, aun
cuando la venta sea una, las partes tuvieron el cuidado de señalar las por-
ciones de cada terreno que querían comprar y vender como también los
precios que por cada una se pagaría.
Aplicando estos principios a los casos propuestos tendríamos el siguiente
resultado en el primer caso: las diez hectáreas que sobran valen $ 1.000 y
el precio total del fundo son $ 5.000. Luego, el precio de la cabida que
sobra es mayor que la décima parte del precio de la cabida real ($ 600). El
comprador puede desistir del contrato o aceptar una rebaja del precio,
por lo que hace al f u n d o A. Respecto del fundo B tenemos que las diez
hectáreas que faltan valen $ 2.000 y como el precio total del fundo son
$ 8.000, resulta que el precio de la cabida que falta es mayor que la décima
parte del precio de la cabida completa, de modo que el comprador tam-
bién puede desistir del contrato o aceptar una rebaja del precio por lo que
a este fundo se refiere.
Respecto de los casos enumerados en los números 2°, 3-, 4 a y 5 a cada
exceso o déficit se computa con relación a la cabida a que se refiere y
con relación a su precio y no al precio total. Si el exceso o déficit de una
de las cabidas autoriza el desistimiento del contrato, aunque el exceso o
déficit de la otra cabida no dé derecho a ese desistimiento, como el con-
trato no puede resolverse por partes, ya que no es de aquellos que se
puedan cumplir parcialmente por ser una la cosa vendida, podrá resol-
verse por el total. Si sobran cinco hectáreas del fundo B, que valen $ 1.000,
tenemos que la décima parte del precio de la cabida completa son $ 800,
porque, como dijimos, el exceso o déficit se calcula sobre el precio del
f u n d o a que aquél se refiere que es la suma de $ 8.000 y no sobre el
precio total de todos los fundos. Luego, el precio de la cabida que sobra
es mayor que la décima parte y el comprador puede desistirse del contra-
to, aun cuando el f u n d o A tenga su cabida completa, a menos que las
partes convengan otra cosa.
1119. Las partes pueden renunciar o modificar a su arbitrio las reglas que
señala el artículo 1832 del Código Civil, porque han sido establecidas en
su exclusivo beneficio y no hay ninguna disposición que les prohiba esa
renuncia o modificación.
Según esto, pueden convenir que ningún exceso o déficit en la cabida
dé derecho a aumento o rebaja de precio, en cuyo caso la venta sería de
especie o cuerpo cierto, según lo dispuesto en el inciso 2 a del artículo
1831. Esta estipulación puede hacerse explícitamente, como cuando se
845
DE l-\ COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE \ TIN TA
1
Véase sobre las cláusulas derogaüvas de estas reglas en el Derecho francés: BAUDRY-
LVCANTINERLE, núms. 342 a 344, págs. 340 y 341; AUBRY ET RAU, V, pág. "73; GUILLOUARD, I,
núms. 289 a 293, págs. 309 a 312; Huc, X, núm. 99, pág. 133; LAURENT, 24, núms. 199 y
200, págs. 198 a 201; RLCCL, 15, núm. 146, pág. 378; TROPLONG, I, núms. 340 a 342, págs.
443 a 445.
8
FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núm. 1133, pág. 867.
846
DE LAS OBLIGACIONES DEL VENDEDOR
1122. Primer caso: El predio rústico se vende como un cuerpo cierto, sin
señalamiento de linderos. "Si el predio se vende como un cuerpo cierto, no habrá
derecho por parte del comprador ni del vendedor para pedir rebaja o aumento del
precio, sea cual fuere la cabida del predio", dice el inciso le del artículo 1833.
SegLin esto, cuando el predio se vende como un cuerpo cierto, sin señala-
miento de linderos, sea que se indique o no la cabida en el contrato,
desde que ésta no tiene otro alcance que el de una simple referencia sin
interés alguno, el aumento o déficit de la cabida real no afecta en nada a
aquel y no da a las partes ninguna acción tendiente a obtener un aumento
o rebaja del precio o el desistimiento del contrato. El comprador debe
aceptar la cabida que tenga el predio, ya que no se le atribuyó ninguna
importancia.
1
Sentencia 3.845, pág. 822. Gaceta 1890, tomo II.
847
DE l-\ COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE \ TIN TA
"Este principio es exacto, dice Guillouard, pues las reglas sobre la en-
trega, y en particular, sobre el déficit o exceso de cabida en la venta de
inmuebles, están fundadas sobre la interpretación de la voluntad de las
partes; y cuando se desprende con toda evidencia del conjunto de las cláu-
sulas del contrato que las partes han entendido comprar y vender el in-
mueble tal cual es, grande o pequeño, o como decimos nosotros, como un
todo, no puede haber lugar a ninguna acción por parte de uno u otro de
los contratantes en razón de la cabida".1
Nuestros Tribunales, aplicando la disposición del inciso 1 Q del artículo
1833, han declarado repetidamente que cuando el predio se vende como
un cuerpo cierto, aunque en el contrato se indique la cabida, el vendedor
no puede pedir un aumento de precio, ni el comprador una rebaja del
mismo o el desistimiento del contrato. 2
En uno de esos fallos se consigna esta doctrina en los términos si-
guientes:
"Que aunque en la misma escritura se indica la cabida del fundo, el demandante no
tiene derecho para pedir rebaja del precio, ya que la venta se ha hecho ad-corpus; que
precisamente el presente caso es el contemplado en el artículo 1833 del Código Civil
al disponer que si el predio se vende como un cuerpo cierto, no habrá derecho por
parte del comprador ni del vendedor para pedir rebaja o aumento del precio sea
cual fuere la cabida del predio; por consiguiente, en una venta en calidad de cuerpo
cierto puede expresarse la cabida sin que por esto se entienda necesariamente que el comprador y
el vendedor tengan los derechos que da la ley al que vende con relación a dicha cabida
1123. Segundo caso: El predio rústico se vende como un cuerpo cierto, pero
con señalamiento de linderos. El hecho de señalar los linderos en el con-
trato de venta de un predio que se vende como un cuerpo cierto impone
al vendedor otra obligación: entregar todo lo comprendido en ellos. En
este caso, como en el anterior, la indicación de la cabida no influye en
nada en la venta y una diferencia entre la cabida real y la declarada, siem-
pre que lo entregado sea todo lo comprendido en los deslindes indicados,
no da ninguna acción a las partes. No es la cabida la que influye en esta
venta, sino la conformidad que guarden los deslindes indicados en el con-
trato con los efectivos, puesto que la obligación del vendedor consiste aquí
en entregar todo el terreno comprendido en ellos.
El inciso 2 9 del artículo 1833 contempla los efectos que producen en el
contrato el señalamiento de los deslindes y dice: "Sin embargo, si se vende
1
I, núm. 259, pág. 285.
2
Sentencia 1.481, pág. 873, Gaceta 1881; sentencia 2.362, pág. 567, Gaceta 1892, tomo II.
s
Sentencia 1.213, pág. 830, Gaceta 1893, tomo I.
848
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T£NDEDOR
1
Sentencias que han declarado que el vendedor que vende un predio rústico con se-
ñalamiento de linderos debe entregar todo lo comprendido en ellos: sentencia 2.831,
pág. 1573, Gaceta 1881; sentencia 1.559, pág. 937, Gaceta 1887, tomo I; sentencia 2.049,
pág. 1143, Gaceta 1882; sentencia 282, pág. 272, Gaceta 1898, tomo II.
2
Sentencia 4.577, pág. 1921, Gaceta 1878; sentencia 1.002, pág. 683, Gaceta 1880; sen-
tencia 847, pág. 530, Gaceta 1881; sentencia 2.049, pág. 1143, Gaceta 1882; sentencia 1.559,
pág. 937, Gaceta 1887, tomo I; sentencia 282, pág. 272, Gaceta 1898, tomo II.
3
Sentencia 324, pág. 132, Gaceta 1863; sentencia 2.544, pág. 1405, Gaceta 1883.
4
Véanse núms. 1094 a 1105 inclusive de esta Memoria.
849
DE l - \ COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE \ TIN TA
falta por entregar excede de la décima parte del precio de todo el predio,
a causa de que el artículo 1833 del Código Civil estatuye que se observará
lo dispuesto en el inciso 2 Q del artículo 1832 cuando el vendedor no pu-
diere o no se le exigiere entregar lo que falta, en cuyo caso, según este
inciso, procede la rebaja del precio, pero no el desistimiento del contrato.
Esta conclusión, en nuestro sentir, es algo arbitraria, puesto que el ar-
tículo 1833 se refiere a todo el inciso 2a del artículo 1832, sin hacer distin-
ciones y donde la ley no distingue el hombre tampoco puede distinguir.
Hay que tener presente, además, que la acción de desistimiento que la ley
da al comprador no es sino la consecuencia de que el vendedor no le
pueda entregar toda la porción que falta, ya que, según dijimos, el vende-
dor tenía en todo caso la obligación de completar la cabida aun cuando el
precio de la que faltara excediera de la décima parte del precio de la
cabida total. Al conceder la ley al comprador derecho para desistirse del
contrato, en caso de un gran déficit de cabida, no hace sino darle un
recurso más contra la inejecución del contrato por parte de vendedor, que
por ser ya muy notoria puede ocasionarle un daño en sus intereses.
Siendo los dos casos contemplados en el inciso 2 a del artículo 1832 del
Código Civil una misma cosa y el uno continuación del otro, es evidente
que a ambos se refiere el artículo 1833 y, por lo tanto, en el caso a que este
artículo se refiere, el comprador también tiene derecho para desistirse del
contrato en la forma e hipótesis que señala el artículo 1832.
La historia fidedigna del establecimiento del artículo 1833 corrobora,
en todas sus partes, esta opinión.
El proyecto de Código Civil decía expresamente que el comprador te-
nía derecho para desistirse del contrato cuando la extensión del terreno
que faltaba por entregar, en conformidad a los deslindes mencionados,
era tal que excedía de la cantidad señalada por la ley.
En efecto, el artículo 2017 del Proyecto disponía que cuando en la
venta se señalaban las dimensiones de la finca y la extensión real era me-
nor que la declarada, el comprador tenía los derechos que le conferían los
incisos 2 a y 3 2 del artículo anterior (artículo 2016), según los cuales, en ese
exento el comprador podía obligar al vendedor a que le entregara toda la
extensión contratada o a que le rebajara el precio, sin peijuicio de desistir-
se del contrato en los casos que el mismo artículo mencionaba.
El Código sustituyó el inciso 2 a del artículo 2017 del Proyecto por el
actual inciso 2 a del artículo 1833. Es tan efectivo que esta sustitución se
hizo entre estos artículos y no entre otros, que tanto el Proyecto como el
Código sólo dan derecho al comprador para exigir toda la cabida o desis-
tirse del contrato, cuando aquélla es menor que la declarada, negándole a
las partes todo derecho cuando es mayor.
Los incisos 2a y 3a del artículo 2016 del Proyecto se refundieron en el
inciso 2a del artículo 1832 vigente. De modo que la referencia que hacía a
ellos el artículo 2017 del Proyecto ha sido sustituida por la que ahora hace el
inciso 2a del artículo 1833 al inciso 2a del artículo 1832. Si esa referencia
comprendía expresamente la acción de desistimiento y si la actual referencia
es una sustitución de aquella, con cambio de números únicamente, es indu-
850
DE LAS OBLIGACIONES DEL VENDEDOR
dable que la nueva referencia comprende también esa acción desde que se
encuentra concedida por el precepto a que se remite el artículo 1833.
En vista de lo expuesto consideramos que el argumento antes citado
no es exacto. Por el contrario, nos parece que es más lógico aceptar que al
referirse el artículo 1833 al inciso 2° del artículo 1832 se ha referido a
todo él y no a una parte, por cuyo motivo la acción de desistimiento del
contrato con indemnización de peijuicios también procede cuando, ven-
diéndose un predio como cuerpo cierto con señalamiento de linderos, el
vendedor deja de entregar una porción de terreno cuyo valor exceda de la
décima parte del precio de todo el predio.
La Corte de Apelaciones de Santiago ha establecido la misma doctrina
en el siguiente considerando:
"Que cuando se vende un predio como cuerpo cierto y con señalamiento de lin-
deros, c o m o sucede en el caso actual, si el vendedor no pudiere entregar todo lo
comprendido en ellos, deberá sufrir una disminución proporcional del precio,
salvo que el importe de la cabida que faltare alcance a más de una décima parte del precio de
la cabida completa en cuyo caso podría el comprador desistir del contrato ".1
1126. ¿Qué derechos tienen las partes si, cuando se vende con señala-
miento de linderos, se entrega más de lo comprendido en ellos, como si se
entregaran terrenos adyacentes al predio vendido que no forman parte de
él? El artículo 1833 no se ocupa de este caso, porque será muy raro que el
vendedor entregue mayor cantidad de terreno que el vendido. Pero en la
hipótesis de que esto suceda, ¿qué situación se produce para las partes?
Teniendo el vendedor la obligación de entregar únicamente el terreno
comprendido dentro de los linderos señalados y no los que quedan fuera
de ellos y teniendo, por su parte, el comprador, derecho a aquel terreno y
no al que queda fuera, es claro que éste no puede pretender que esos
terrenos entraron en la venta ni puede tampoco exigir su entrega en vir-
tud de haber comprado el fundo como un cuerpo cierto. El vendedor, a
su vez, no está obligado a entregárselos y tiene derecho para pedir su
restitución si los hubiere entregado.
El caso se presentó en nuestros Tribunales y ha sido resuelto en el senti-
do indicado. En un concurso de acreedores se sacaron a remate dos fundos
del concursado, uno de los cuales no pudo subastarse por existir una prohi-
bición de enajenar a su respecto. Entre los potreros del fundo que no se
remató había uno denominado "La Pelicana". Como el síndico creyó que
pertenecía al fundo que se había vendido, también lo entregó al compra-
dor. Uno de los acreedores se opuso a la entrega de ese potrero, alegando
que no formaba parte del fundo subastado, ya que no se encontraba dentro
de sus deslindes, por lo que no había obligación de entregarlo. El juez y la
Corte de Apelaciones de La Serena dieron lugar a la oposición y declararon
que ese potrero no quedaba incluido en la venta, que el comprador no
1
Sentencia 2.544, pág. 1405, Gaceta 1883.
851
DE l-\ COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE \ TIN TA
1
Sentencia 1.883, pág. 1140, Gaceta 1887, tomo II.
852
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T£NDEDOR
cabida del predio, según sea que éste se venda con relación a ella o no y
dan reglas para el caso en que la cabida real y la declarada no sean iguales,
ya que respecto de la obligación de entregar los frutos y accesorios de la
cosa vendida y todo lo que adhiere o se comprende en ésta, el Código
señala reglas especiales en los artículos 1828 y 1830.
Que el artículo 1833 en su inciso l e se refiere únicamente a la cabida es
algo que no admite discusión, por cuanto el tenor literal de ese inciso dice
que cualquiera que fuere la cabida no habrá lugar a aumento o rebaja del precio. Es
la cabida del predio y no las demás cosas que a él adhieren la que allí se
considera cuando se establece que en la venta de un predio como cuerpo
cierto no habrá lugar a aumento o rebaja en el precio. Ahora bien, el inciso
2° del mismo artículo 1833 no es sino una modificación del inciso I a para el
caso en que se señalen los deslindes. Al ser este inciso una modificación del
anterior, es claro que sólo puede referirse a la cabida y a nada más. Por
consiguiente, cuando dice que debe entregarse todo lo comprendido en los
deslindes, se refiere al terreno. Quiere manifestar que el vendedor debe
entregar todo el terreno y cuando éste no se entregue en su totalidad habrá
lugar a la rebaja del precio, pero no cuando dejen de entregarse las demás
cosas que se comprendan dentro de los linderos. El hecho de que ese inciso
se refiera al artículo 1832, que no se ocupa sino de la cabida, está demos-
trando también que el inciso 2 S del artículo 1833 ha entendido referirse a la
falta de entrega de toda la cabida comprendida en los deslindes señalados y
no a la de las demás cosas que allí pueda haber. Finalmente, en apoyo de
esta opinión puede invocarse el Proyecto de Código que, en su artículo
2017, que es el actual artículo 1833, daba derecho a la rebaja del precio
únicamente por déficit en la cabida y no por falta de entrega de las demás
cosas que pudieran encontrarse dentro de estos deslindes.
La segunda opinión argumenta en esta forma. El artículo 1833 no se
refiere al terreno solamente, porque, al venderse un predio como cuerpo
cierto, se vende formando un todo individualizado con todas sus adheren-
cias y accesorios y por eso el vendedor debe entregarlo completo. De ahí
que el inciso 2° de ese artículo hable de "todo lo comprendido en los deslin-
des", desde que la obligación del vendedor en ese caso se refiere a todo lo
indicado y no sólo al terreno comprendido en ellos. Este aserto se confir-
ma por el hecho de haber empleado ese inciso la frase "todo lo comprendi-
do", puesto que si no hubiera querido referirse sino a la cabida habría
dicho "toda la comprendida", es decir, habría dado a la frase un carácter
femenino y no neutro como se lo dio. Esa frase comprende la obligación
de entregar el terreno y todas las cosas que en él pueda haber, de modo
que tanto la falta de aquél como también la de alguna de éstas da derecho
a la rebaja del precio.
Nosotros creemos, sin embargo, que la primera opinión es más exacta.
Este artículo se refiere a la forma en que el vendedor debe cumplir su
obligación de entregar la cabida del terreno cuando vende el predio como
cuerpo cierto. Esta opinión se refuerza en presencia del artículo 1831 que
señala las formas en que puede venderse un predio rústico, desde el pun-
to de vista de la extensión del terreno, una de las cuales es venderlo como
853
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
cuerpo cierto, por lo que su venta en esta forma tiene influencia única-
mente en la extensión o cabida del terreno y en nada más. Por otra parte,
el artículo 1830 del Código Civil ha reglamentado con toda minuciosidad
la obligación que tiene el vendedor de entregar los accesorios de un in-
mueble y no es de creer que en un mismo párrafo se comprendan dos
disposiciones con un mismo objeto. Por último, la falta de entrega de esos
accesorios da derecho al comprador para pedir el cumplimiento o la reso-
lución del contrato, por lo que tampoco tendría razón de ser el estableci-
miento de una nueva disposición que tal cosa dijera.
Nos parece, en consecuencia, que el inciso 2 2 del artículo 1833, al decir
que el vendedor debe entregar todo lo comprendido en los linderos señala-
dos, se ha referido únicamente a la obligación que tiene de entregar todo el
terreno comprendido en ellos, de modo que sólo la falta de entrega de ese
terreno da lugar a una rebaja de precio o al desistimiento del contrato,
según los casos; pero de ninguna manera se refiere a la obligación de entre-
gar los accesorios y demás cosas que se encuentren dentro de esos deslin-
des, cuya falta de entrega no da derecho a las acciones que señala este artículo
sino a las generales que emanan de todo contrato bilateral.
1
Sentencia 3.118. pág. 1727, Gaceta 1882.
854
DE LAS OBLIGACIONES DEL \ T £ N D E D O R
855
DE l-\ COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE \ TIN TA
1130. A menos que las partes así lo estipulen, ha dicho la Corte de Apela-
ciones de Santiago, el vendedor no está obligado a hacer por su sola cuen-
ta la fijación de los deslindes convenientes y estables en los terrenos
vendidos con señalamiento de linderos, pues no hay ninguna disposición
legal que le imponga semejante obligación. 1
1132. Pueden venderse uno o varios predios como cuerpo cierto. Cuando
la venta tiene por objeto dos o más pueden suscitarse algunas dificultades
acerca de la manera de calcular el precio del déficit del terreno. Estas
dificultades, sin embargo, surgen únicamente cuando en la venta se seña-
lan los deslindes de cada predio, porque si la venta se hace sin señalamien-
to de deslindes, no hay necesidad de calcular ese valor, desde que no hay
derecho para pedir una rebaja del precio o para desistirse del contrato.
Cuando se venden varios predios con señalamiento de deslindes, hay
que distinguir si a cada predio se le asigna un precio diferente o si todos
ellos se venden en conjunto por un mismo precio.
En el primer caso hay tantas ventas como predios, pues cada uno es un
objeto diverso e independiente que tiene un precio distinto. Por lo tanto,
el valor del déficit de terreno que pueda haber en cada u n o se calcula con
relación a su precio y no con relación al valor total de todos ellos, pudien-
do resolverse la venta por lo que hace a un predio y mantenerse por lo
que hace a los demás, ya que cada uno es objeto de un contrato diverso e
independiente. Supongamos que se venden dos predios, uno que tiene
1
Sentencia 2.071, pág. 1315, Gaceta 1886.
2
Véanse núms. 1107 y 1108, págs. 837 y 838 de esta Memoria.
856
DE LAS OBLIGACIONES DEL VENDEDOR
1133. Como en la venta hecha con relación a cabida, las partes pueden
modificar las reglas del artículo 1833, estableciendo que no habrá derecho
a la rebaja del precio o al desistimiento del contrato aunque el vendedor
no entregue todo el terreno comprendido en los deslindes señalados. Pue-
den también establecer que sólo habrá derecho a la rebaja del precio y no
al desistimiento del contrato cuando el precio de la cabida que falte exce-
da de la décima parte del precio total. Como el caso en que se vende con
señalamiento de deslindes es análogo a aquél en que la cabida real resulta
menor que la declarada, debe aplicarse a él todo lo dicho acerca de las
modificaciones que las partes pueden introducir a las reglas establecidas
por el inciso 2 2 del artículo 1832.1
1
Véase núm. 1119, pág. 845 de esta Memoria.
857
DE l-\ COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE \ TIN TA
858
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T£NDEDOR
1
Véase núm. 605, pág. 483 de esta Memoria.
- Véase núm. 605, pág. 483 de esta Memoria.
859
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1136. El artículo 1834 del Código Civil dice: "Las acciones dadas en los dos
artículos precedentes (artículos 1832 y 1833) expiran al cabo de un año contado
desde la entrega".
1
Sentencia 3.118. pág. 1727, Gaceta 1882.
860
DE LAS OBLIGACIONES DEL \TENDEDOR
Estas acciones son: la del vendedor para exigir un aumento de precio cuando
la cabida real resulta mayor que la declarada;1 y las del comprador para exigir
la rebaja del precio cuando la cabida real resulta menor que la declarada,
para exigir la entrega de la cabida que falta en el mismo caso,3 y para desistirse
del contrato cuando el precio de la cabida que sobra es mayor que la décima
parte del precio de la cabida real4 o cuando el precio de la cabida que falta es
mayor que la décima parte del precio de la cabida completa.
1
Sentencia 174, pág. 141, Gaceta 1896, tomo I.
2
Sentencia 324, pág. 132, Gaceta 1863; sentencia 2.020, pág. 1052, Gaceta 1890, tomo
I; sentencia 2.362, pág. 567, Gaceta 1892, tomo II.
3
Sentencia 1.461, pág. 593, Gaceta 1878; Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo I,
pág. 172, y tomo XIII, sec. l s , pág. 176.
4
Sentencia 174, pág. 141, Gaceta 1896, tomo I.
5
LAURENT, 2 4 , n ú m . 2 0 2 , p á g . 2 0 1 ; GUILLOUARD, I , n ú m . 2 8 3 , p á g . 3 0 5 ; BAUDRY-LACAN-
TINERIE, n ú m . 3 3 9 , p á g . 3 3 8 ; AUBRY E T RAU, V , p á g . 7 5 ; H u c , X , n ú m . 9 9 , p á g . 1 3 5 ; PLANIOL,
II, n ú m . 1 4 6 0 , p á g . 4 8 7 ; TROPLONG, I , n ú m . 3 4 9 , p á g . 4 5 0 .
6
MARCADÉ, V I , p á g . 2 5 4 ; MANRESA, X , p á g s . 1 5 2 y 1 5 3 ; GUILLOUARD, I , n ú m . 2 8 1 ,
p á g . 3 0 3 ; LAURENT, 2 4 , n ú m . 2 0 1 , p á g . 2 0 1 ; BAUDRY-LACANTINERIE, n ú m . 3 3 9 , p á g . 3 3 8 , T R O -
PLONG, I , n ú m . 3 4 8 , p á g . 4 4 9 .
7
FENET, Rapport au Tribunal, XIV, pág. 165.
8
FENET, Exposé des motifs au Corpus Législatif, XIV, págs. 121 y 122.
861
DE l-\ COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE \ TIN TA
1
Sentencia 1.461, pág. 593, Gaceta 1878; sentencia 2.231, pág. 1414, Gaceta 1886; sen-
tencia 2.020, pág. 1052, Gaceta 1890, tomo I; sentencia 1068, pág. 639, Gaceta 1909, tomo
II; Revista de Derecho v Jurisprudencia, tomo I, pág. 172.
862
DE LAS OBLIGACIONES DEL \T£NDEDOR
Aun cuando esta cuestión parece tan clara, ha habido sentencias que
sostienen una doctrina opuesta a la que sustentan los fallos transcritos. Las
Cortes de Apelaciones de Santiago 3 y de Concepción 4 han declarado que
la prescripción de que habla el artículo 1834 comienza a correr desde la
entrega legal del predio, o sea, desde su inscripción en el Conservador de
Bienes Raíces, ya que la tradición de los bienes raíces se hace en esa for-
1
Sentencia 2.362, pág. 567, Gaceta 1892, tomo II.
2
Sentencia 174, pág. 141, Gaceta 1896, tomo I.
3
Sentencia 2.065, pág. 257, Gaceta 1888, tomo II.
4
Sentencia 324, pág. 132, Gaceta 1863.
863
DE l-\ COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE \ TIN TA
ma, según el artículo 1824 del Código Civil, y no desde la entrega mate-
rial. Estos fallos son manifiestamente errados y no consignan, en nuestro
sentir, la verdadera doctrina jurídica al respecto, por las razones que antes
se han expuesto.
1
H t ' C , X , n ú m . 9 9 , p á g . 1 3 3 ; LAURENT, 2 4 , n ú m . 2 0 5 , p á g . 2 0 3 ; AUBRY E T RAU, V , p á g . 7 5 ;
TROPLONG, I , n ú m . 3 5 1 , p á g . 4 5 3 .
2
I, núm. 285, pág. 306.
3
BALDRY-LACANTINERIE, De la vente, n ú m . 340, pág. 339.
864
DE LAS OBLIGACIONES DEL VENDEDOR
1142. Las partes pueden adelantar o diferir la fecha inicial del plazo seña-
lado en el artículo 1834. Con semejante estipulación no se renuncian los
beneficios de la prescripción ni se acorta tampoco su duración. Se señala
únicamente la época desde la cual comenzará a correr. Según esto las par-
tes podrían convenir que esa prescripción no comience a correr desde el
día de la entrega material, sino desde la entrega legal, desde el día en que
se celebró el contrato, desde que se practique la mensura del predio, o
desde cualquiera otra fecha. En cierta ocasión se estipuló que, a fin de
saber si el f u n d o tenía o no la cabida declarada, el comprador quedaba
facultado para nombrar un perito que lo midiera y según lo que éste dije-
ra podría exigir la entrega de la cabida que faltare o su valor si ello no
fuere posible. La Corte de Apelaciones de Santiago declaró que el plazo
para ejercitar esa acción y, en consecuencia, el plazo en el cual prescribía
no comenzaba a correr desde la fecha de la entrega del predio sino desde
el día en que se conociera, por el informe pericial, su verdadera cabida. 1
1143. Así como estas acciones prescriben en un año contado desde la en-
trega material del predio, del mismo modo no pueden ejercitarse sino
desde el día en que esa entrega se verifique, ya que teniendo por objeto el
cumplimiento exacto de la obligación del vendedor, ese objeto no puede
perseguirse sino desde el día en que éste cumpla su obligación, puesto
que entonces se sabrá si la ha cumplido o no exactamente. De ahí que si el
comprador pretendiera una rebaja del precio o el desistimiento del con-
trato antes de serle entregado el predio, el vendedor podría excepcionar-
se alegando que esa acción es improcedente puesto que el comprador no
sabe todavía si tendrá o no derecho a esa rebaja o desistimiento, por cuan-
to ignora la cabida que tiene el predio. Esas acciones, por consiguiente,
pueden ejercitarse desde el día de la entrega material, pero no antes.
1144. Más arriba hemos dicho que las partes pueden modificar las reglas
de los artículos 1832 y 1833 como mejor les plazca. Cuando las partes
modifican alguna de esas reglas, ¿las acciones concedidas en esos artículos
prescriben también en el plazo de un año?
La afirmativa se impone, porque, como dice muy bien Ricci, si la ley,
que ha sabido que esas reglas pueden modificarse y que en los contratos
de venta podían presentarse dos casos a este respecto, uno en que se acep-
taran esas reglas sin modificación y otro en que fueran modificadas, no ha
hecho ninguna distinción para cada uno de ellos, y por el contrario, ha
señalado una sola y única prescripción para esas acciones, es evidente que
ha querido que ambos casos prescriban en el mismo tiempo y donde la ley
1
Sentencia 2.544, pág. 1405, Gaceta 1883.
865
DE l-\ COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE \ TIN TA
1146. ¿Cuándo debe efectuarse esa mensura? Si las partes han fyado día,
se observará lo pactado y desde ese día correrá el plazo de la prescripción,
aun cuando la mensura no se haya llevado a cabo por culpa de alguna de
las partes.
Y si no se ha señalado fecha para practicarla y el predio ha sido entre-
gado ¿cuándo debe hacerse esa mensura? La Corte de Apelaciones de Con-
cepción ha declarado que, en tal caso, debe efectuarse dentro del año
siguiente a la entrega, porque este es el plazo señalado por la ley para que
las partes reclamen por las diferencias que haya en la cabida y cómo esas
diferencias se conocerán mediante la mensura, es menester que sean co-
nocidas en el tiempo en que, según la ley, pueden dar derecho a reclamo. 5
No consideramos exacta esta doctrina. El plazo de un año se refiere
únicamente al tiempo en que deben ejercitarse esas acciones y si la ley ha
dispuesto que comience a correr desde el día de la entrega es porque ha
creído que desde entonces el comprador estará en situación de conocer la
cabida exacta. Si el comprador, no obstante haberse recibido del predio,
no ha hecho nada por averiguar su cabida, puesto que va a conocerla
exactamente por medio de la mensura, no es justo privarlo de esas accio-
nes antes de que se cerciore si la cabida es o no exacta.
1
RLCCI, 1 5 , n ú m . 1 4 8 , p á g . 3 8 2 ; BAUDRY-LACANTINERIE, n ú m . 3 3 9 , p á g . 3 3 8 ; TROPLONG,
I , n ú m . 3 5 0 , p á g . 4 5 0 ; H u c , X , n ú m . 9 9 , p á g . 1 3 3 ; AUBRY E T R A U , V , p á g . 7 4 .
2
LAURENT, 2 4 , n ú m . 2 0 4 , p á g . 2 0 2 ; GUILLOUARD, I , n ú m . 2 8 4 , p á g . 3 0 6 .
3
R O G R O N , II, a r t í c u l o 1 6 2 2 , p á g . 1 6 6 1 ; FUZIER-HERMAN, t o m o 3 6 , Vente, n ú m . 1178,
pág. 870.
4
HL'C, X , n ú m . 9 9 , p á g . 1 3 4 ; GUILLOUARD, I , n ú m . 2 8 2 , p á g . 3 0 4 ; AUBRY E T R A U , V ,
p á g . 7 4 , n o t a 3 6 ; BAUDRY-LACANTINERIE, n ú m . 3 4 0 , p á g . 3 3 9 .
5
Sentencia 2.231, pág. 1414, Gaceta 1886.
866
DE LAS OBLIGACIONES DEL VENDEDOR
1
Sentencia 4.447, pág. 1862, Gaceta 1878.
867
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1149. Se ha dicho anteriormente que el artículo 1835 del Código Civil esta-
blece en forma expresa que las reglas dadas en los artículos 1832 y 1833 se
aplican a las ventas que tienen por objeto cualquier todo o conjunto de
efectos o mercaderías, por cuyo motivo las acciones que señalan también
pueden ejercitarse cuando la venta recae sobre bienes muebles. Si esas ac-
ciones prescriben en un año, según el artículo 1834, es evidente que siem-
pre que se trate de su ejercicio, sea con ocasión de inmuebles o de muebles,
prescribirán en ese tiempo. Son las acciones de que se ocupan los artículos
1832 y 1833 las que prescriben en un año. Si también se aplican, por dispo-
sición expresa de la ley, a la venta de cosas muebles, deben llevar consigo
1
Sentencia 3.118. pág. 1727, Gaceta 1882.
868
DE LAS OBLIGACIONES DEL \ T E N D E D O R
todos sus efectos y quedar sometidas a todas las reglas que las rigen, en
virtud de que lo accesorio sigue la suerte de lo principal. Hallándose entre
esas reglas la del artículo 1835 es lógico suponer que también es aplicable
cuando se ejercitan con ocasión de la venta de bienes muebles.
1151. Tampoco prescribe en un año sino en los plazos que señala el artícu-
lo 2515 del Código Civil la acción por la cual el comprador reclama al
vendedor la entrega de una parte del predio vendido que se comprendió
en la venta y que éste no ha entregado, sea porque antes la había vendido
a otro o porque la ha conservado en su poder. Esta acción no tiene por
objeto alguno de los fines que indican los artículos 1832 y 1833, sino que
es lisa y llanamente el ejercicio de la acción que compete al comprador
para exigir la entrega de la cosa vendida, por cuya razón, aun cuando
terminara por una rebaja en el precio, siempre prescribiría con arreglo al
artículo 2515 y no en conformidad al artículo 1834.3 Esta doctrina ha sido
establecida por la Corte de Casación de Francia. 4
Para que se aplique la disposición del artículo 1834 se requiere que el
comprador pida la entrega de toda la cabida convenida o la rebaja del
precio en virtud de habérsele entregado una menor que la declarada, siem-
1
Las formas de venta a que aquí nos referimos son las estudiadas en los núms. 1081 y
1082 de esta Memoria.
2
FUZIER-HERMAN, tomo 3 6 , Vente, núm. 1 1 7 9 , pág. 8 7 0 ; AUBRY ET R A U , V, pág. 7 5 ; Huc,
X , n ú m . 9 9 , p á g . 1 3 4 ; LAURENT, 2 4 , n ú m . 2 0 7 , p á g . 2 0 4 .
3
BAUDRY-LACANTINERIE, De la vente, núm. 341, pág. 3 3 9 ; G U I L L O U A R D , I, núm. 286,
p á g . 3 0 7 ; LAURENT, 2 4 , n ú m . 2 0 7 , p á g . 2 0 4 , AUBRY E T R A U , V , p á g . 7 5 ; MANRESA, X , p á g . 1 5 3 ;
TROPLONG, I , n ú m . 3 5 3 , p á g . 4 5 4 .
4
FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núm. 1184, pág. 870.
869
DE l-\ COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE \ TIN TA
pre que lo entregado sea todo el predio vendido y no solamente una parte
de él. Es menester, en una palabra, que el predio vendido y entregado no
tenga la cabida señalada en el contrato. Pero si el vendedor no entrega
todo el predio, porque deja en su poder una porción del mismo, porción
que se ha comprendido en la venta, de tal modo que la diferencia de
cabida no resulta de haberse atribuido al predio una cabida mayor de la
que tenía sino de no haber entregado el vendedor una porción del mis-
mo, la acción que compete al comprador no es la relativa a obtener la
cabida completa que se señaló en el contrato o la rebaja del precio, de
acuerdo con el artículo 1832, sino la de entrega de la cosa vendida a que
se refiere el artículo 1826 del Código Civil.
1152. También prescribe en los plazos que señala el artículo 2515 de ese
Código y no en un año la acción que tiene el vendedor para pedir la
restitución del terreno que no se comprendió en la venta y que fue entre-
gado por equivocación. 1
De aquí que si el vendedor exige después de un año de la entrega del
precio la restitución del terreno que entregó por error o su valor, el com-
prador no podría oponerle la prescripción del artículo 1834, pues no se
ejercita aquí la acción del artículo 1832, sino la reivindicatoría o la de
pago del precio. 2
1153. Por último, prescribe en conformidad a las reglas generales, y no en
un año, según lo ha resuelto la Corte de París, la acción que tiene el
comprador para exigir que se le entregue uno de los predios que ha com-
prado separadamente, pero en una misma escritura, en la que se indicó la
cabida de cada uno, cuyo precio pagó y que el vendedor no le ha entrega-
do, como también la que tiene para exigir la restitución de su valor; desde
que aquí no se ejercita la acción que confiere el artículo 1832 sino la
acción de entrega de la cosa vendida o de pago de lo indebido. 3
D) LEGISLACIÓN EXTRANJERA
1154. En pocas de las materias que debemos estudiar con ocasión del con-
trato de compraventa tiene mayor importancia el estudio de la legislación
extranjera que en ésta, no sólo para conocer lo que en otros países existe
sobre este punto sino principalmente para evitar los errores en que pudie-
ra incurrirse si se quisieran aplicar a esta cuestión los comentarios que los
autores extranjeros hacen de las legislaciones de sus respectivos países,
porque a este respectivo existe entre nuestro Código y los demás, una gran
diversidad de criterio.
1
AFBRY ET R A U , V, pág. 7 5 ; LXURENT, 24, núm. 207, pág. 204; FUZIER-HERMAN, tomo
36, Vente, núm. 1185, pág. 870.
2
Esta doctrina ha sido establecida por la Corte de Casación de Francia, como puede
verse en FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núm. 1183, pág. 870.
3
FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núm. 1187, pág. 870.
870
DE LAS OBLIGACIONES DEL \TENDEDOR
1155. El Código francés se ocupa de esta materia en los artículos 1617 al 1623
inclusive y contempla dos casos en que la diferencia de la cabida puede dar
lugar a modificaciones en las obligaciones que nacen de la venta.1
Estos casos son: 1) venta de un inmueble determinado hecha con indi-
cación de la cabida y a razón de tanto la medida, y 2) venta de un inmue-
ble o de un cuerpo de bienes con indicación de la cabida, pero por un
precio fijo y no a razón de tanto la medida.
Primer caso. En el primer caso, puede ocurrir que la cabida real sea ma-
yor o menor que la declarada. Si es menor, dice el artículo 1617, el compra-
dor tiene derecho para exigir que se la complete y si ello no es posible, para
que se le rebaje proporcionalmente el precio, siendo de advertir que esa
rebaja es exigible aun cuando el déficit sea muy insignificante. 2
El déficit en la cabida no da derecho a la resolución del contrato. El
comprador no puede, cualquiera que sea la magnitud de ese déficit, desis-
tir de la venta. Sólo tiene derecho a una rebaja proporcional en el precio. 3
Si la cabida real es mayor que la declarada, el comprador debe pagar un
aumento proporcional del precio, a menos que el exceso de cabida sea ma-
yor que una vigésima parte de la cabida declarada, pues entonces puede, a
su arbitrio, o aumentar el precio o desistirse del contrato (artículo 1618).
Esta solución que se da para el caso en que la cabida sea mayor que la
declarada no aparece con toda claridad en el texto del artículo 1618, pero
los tratadistas llegan a ella mediante un estudio crítico y comparativo de
estas disposiciones con las demás. 4
1
Véase sobre esta materia: AUBRY ET RAU, V, págs. 6 9 a 7 6 ; BAUDRY-LACANTINERIE, De la
vente, núms. 326 a 346, págs. 327 a 347; FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núm. 1112 a 1202,
págs. 866 a 871; GUILLOUARD, I, núms. 254 a 292, págs. 282 a 312; Huc, X, núms. 92 a 100,
págs. 126 a 136, LAURENT, 24, núms. 187 a 207, págs. 184 a 204, MARCADÉ, VI, págs. 241 a
259; TROPLONG, I, núms. 325 a 356, págs. 416 a 459.
2
BAUDRY-LACANTINERIE, De la vente, núm. 3 2 7 , pág. 3 2 8 ; LAURENT, 2 4 , núm. 1 9 0 , pág. 1 8 6 .
3
H u c , X, n ú m . 9 4 , p á g . 127; LAURENT, 24, n ú m . 191, págs. 1 8 6 y 187; BAUDRY-LACAN-
TINERIE, n ú m . 3 3 0 , p á g . 3 3 0 .
4
BAUDRY-LACANTINERIE, n ú m . 3 2 9 , p á g . 3 2 9 ; H u c , X , n ú m . 9 5 , p á g . 1 2 8 ; GUILLOUARD,
I, núm. 263, pág. 2 8 7 ; LAURENT, 2 4 , núm. 192, pág. 1 8 8 ; AUBRY ET R A U , V, pág. 69, nota 23.'
871
DE l-\ COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE \ TIN TA
1156. Como se ve, entre el Código francés y el nuestro hay grandes dife-
rencias:
1) Los dos casos de venta con relación a cabida que señala ese Código
en sus artículos 1617, 1618, 1619 y 1620 y para los cuales da reglas diferen-
tes son, entre nosotros, uno mismo ya que según el artículo 1831 de nues-
tro Código, en las ventas con relación a cabida el precio puede fijarse en
total o a razón de tanto la medida (inciso 2 a del artículo 1831).
2) El Código francés, a diferencia del nuestro, no se ocupa de la venta
de un predio como especie o cuerpo cierto;
3) El Código francés, tratándose del primer caso que hemos citado, no
autoriza el desistimiento del contrato cuando la cabida que falta es muy
excesiva y sólo da derecho a la rebaja del precio, en tanto que, entre noso-
tros, ese desistimiento puede tener lugar por déficit en la cabida;
4) El Código francés, en ese mismo caso, cuando la cabida real es ma-
yor que la declarada, da al comprador la facultad de pagar el aumento, tal
como el nuestro; y lo autoriza para que se desista del contrato y pague ese
aumento cuando la cabida que sobra exceda de una vigésima parte de la
cabida declarada; entre nosotros procede el desistimiento cuando el valor
del exceso es mayor que la décima parte del precio de la cabida real;
5) En el Código francés, cuando la venta con relación a cabida se hace
por un precio fijado en globo, las reglas anteriores, se aplican cuando el
valor de la cabida que falta o que sobra es mayor que la vigésima parte del
precio total de la venta; en el nuestro, en este caso, se aplican las mismas
reglas que cuando el precio se fija a tanto la medida, ya que ambos casos
son uno mismo;
872
DE LAS OBLIGACIONES DEL \TENDEDOR
1158. Los artículos 1469 y 1472 inclusive del Código español reglan esta
cuestión y su preceptos son un término medio entre el francés y el nuestro. 2
Contempla dos casos:
1) El inmueble se vende con relación a su cabida, a razón de tanto la
unidad de medida, y
2) El inmueble se vende por un precio alzado y no a razón de tanto la
unidad de medida.
Primer caso. Si la cabida real es menor que la declarada, el comprador
puede exigir la entrega de toda ella y si esto no es posible, puede pedir
una rebaja proporcional del precio; a menos que la cabida que falta sea
igual o mayor que la décima parte de la cabida declarada, pues entonces
puede optar por una rebaja del precio o por el desistimiento del contrato
(artículo 1469).
Si la cabida real es mayor que la declarada, el comprador debe pagar
el aumento proporcional del precio; a menos que la cabida que sobra
exceda de la vigésima parte de la cabida señalada en el contrato, pues
entonces puede optar entre aumentar el precio o el desistimiento del con-
trato (artículo 1470).
Segundo caso. En este caso no hay derecho a aumento o rebaja del
precio, cualquiera que sea la cabida del inmueble, a no ser que se venda
con indicación de linderos. De ser así el vendedor estará obligado a en-
tregar todo lo comprendido en ellos, aunque la cabida que así resulte
sea menor o mayor que la expresada en el contrato. Si no pudiere o no
se le exigiere esa entrega, habrá lugar a una rebaja proporcional del
precio o al desistimiento del contrato, según el caso, de acuerdo con lo
establecido para la venta en que el precio se fija a razón de tanto la
unidad de medida (artículo 1471).
El artículo 1472 preceptúa que esas acciones prescriben en seis meses
contados desde la entrega.
Este Código es muy semejante al nuestro y contempla como él, los dos
mismos casos: la venta con relación a cabida y la venta como cuerpo cier-
1
Véase RlCCI, 15, núms. 143 a 149 bis, págs. 364 a 385.
2
Véase MANRESA, X, págs. 137 a 153.
873
DE l-\ COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE \ TIN TA
1159. El Código alemán optó por no establecer ninguna regla sobre esta
materia y en su artículo 468 se concretó a decir que si el vendedor de un
fundo garantiza al comprador una cabida determinada, ésta se considera
como una calidad prometida y aquél queda afecto a la misma responsabili-
dad que tiene cuando la cosa que entrega no tiene la calidad convenida.
Esta responsabilidad consiste, según el artículo 463, en que el comprador
puede pedir una rebaja del precio, la resolución del contrato o la indem-
nización de peijuicios causados por la inejecución. Pero tratándose de la
cabida, el comprador no podrá resolver el contrato por déficit en ella sino
cuando el déficit sea de tal importancia que la ejecución del contrato ya
no le interese.
Según esto, cuando la cabida real es menor que la declarada, el com-
prador puede pedir una rebaja del precio o indemnización de peijuicios
por el incumplimiento del contrato. La resolución del contrato no puede
pedirla sino cuando el déficit de la cabida sea de tal magnitud que ya la
ejecución del contrato no tiene interés para él.
Esas tres acciones prescriben, según el artículo 477, en un año a contar
de la entrega, pudiendo ampliarse por el contrato.
Este Código no entra, pues, en la serie de distingos que hacen los otros
y resuelve la cuestión en una forma más práctica y menos difícil, puesto
que no hay que averiguar la relación que existe entre el déficit y la cabida
declarada. Para saber si el contrato se resuelve o no se atiende únicamente
a la utilidad que, como consecuencia de ese déficit, pueda prestar la cosa
vendida al comprador.
874
INDICE DE MATERIAS
TOMO I-Volumen 1
Capítulo Primero
Capítulo Segundo
875
INDICE DE MATERIAS
Io SOLEMNIDADES LEGALES
19. Las solemnidades legales pueden ser ordinarias o especiales; en qué consis-
ten unas y otras 32
876
INDICE DE MATERIAS
49. Cuáles son estas solemnidades en la expropiación por causa de utilidad pú-
blica 60
50. La expropiación se perfecciona cuando se dicta la ley que declara de utili-
dad pública la cosa que se expropia y se paga precio al propietario, sin que
sea necesario el otorgamiento de escritura pública 61
877 Oc0RTT^>
JSUPÍ.EIVIAÍ
/ Ü M - l O r E C Á )
INDICE DE MATERIAS
62. 6 o En qué consisten esas solemnidades en la venta de una nave por encon-
trarse en estado de innavegabilidad 69
63. La omisión de las formalidades exigidas en las ventas de naves a que se
refieren los números precedentes acarrea la nulidad absoluta del acto . . . . 69
64. 7° En qué consisten estas solemnidades en la venta de una mina por falta de
pago de la patente 69
65. La omisión de las solemnidades a que se refiere el número anterior vicia la
venta de nulidad absoluta 70
66. 8 o En qué consisten estas solemnidades en la venta de los minerales existen-
tes extraídos de una mina realizada a consecuencia de un juicio ejecutivo . 70
67. b) Cuáles son estás solemnidades en las ventas de bienes comunes o heredi-
tarios 70
68. La omisión de las solemnidades exigidas en la venta de bienes comunes o
hereditarios no acarrea la nulidad absoluta del contrato de venta y sólo
puede reclamarse de ella dentro del mismo juicio, interponiendo los recur-
sos legales correspondientes 71
69. c) Cuáles son las solemnidades que deben llenarse en las ventas de los bie-
nes de las personas relativamente incapaces, en la de los bienes pertene-
cientes al desaparecido, a la herencia yacente, a una sucesión cuando se
venden por el albacea y en las de las cosas al parecer perdidas 71
70. Efecto que produce la omisión de esas solemnidades 73
71. Las personas que no están obligadas a vender sus bienes cumpliendo con
esas solemnidades, pueden, sin embargo, observarlas; pero su omisión no
anula el contrato 74
72. d) Qué solemnidades deben observarse en la venta de los bienes dados en
prenda o hipoteca 74
73. Estas solemnidades no pueden renunciarse y su omisión en la venta de los
bienes empeñados o hipotecados vicia el acto de nulidad absoluta 75
74. e) Solemnidades que deben llenarse en las ventas de terrenos de indígenas
situados en territorio indígena 77
75. Su omisión produce la nulidad absoluta de la venta 78
2 o SOLEMNIDADES VOLUNTARIAS
878
INDICE DE MATERIAS
4o DE LAS ARRAS
88. Definición de las arras; pueden darse en la venta solemne como en la venta
consensual y en la promesa de venta 87
89. Las arras en Derecho Romano eran un medio probatorio de la celebración
del contrato 88
90. Justiniano hizo de ellas un medio de retractarse del contrato 88
91. La legislación española reprodujo el doble objeto que el Derecho Romano
atribuyó a las arras 89
92. Las arras en nuestro Código sirven como un medio de retractación y como
un medio de prueba de la celebración del contrato 89
93. La regla general en el Código Civil es que las arras dan a las partes el dere-
cho de retractarse; por excepción sirven como un medio probatorio de la
celebración del contrato 90
94. Las disposiciones sobre las arras sólo se aplican a las ya entregadas 90
95. La simple dación de arras, sin agregar nada más, da a las partes el derecho
de retractarse del contrato 91
96. El artículo 1803 contiene dos defectos de redacción 91
97. Según el artículo 1803 las arras pueden darse por el vendedor y por el com-
prador 91
98. En el caso de este artículo, el contrato se halla subordinado a una condi-
ción suspensiva negativa; rechazo de la opinión que cree que la dación de
arras da a la venta el carácter de un contrato bajo condición resolutoria . . 92
99. La suerte que corren las arras es diversa si el contrato se realiza o si las
partes se retractan 93
100. Si las partes no se retractan, las arras deben restituirse; el que las dio tiene
acción para exigir su devolución 93
101. Si las partes se retractan, el que dio las arras las pierde y el que las recibió
debe restituirlas dobladas 93
102. El contratante que se retracta, salvo estipulación en contrario, no sufre
otra pena que la pérdida de las arras y no está obligado a indemnizar
peijuicios 94
103. Si una de las partes se retracta del contrato, la otra no puede exigir su
cumplimiento 94
104. Si el contrato no llega a celebrarse por una causa ajena a la retractación
de una de las partes, no tiene aplicación la sanción que señala el artículo
1803 94
879
INDICE DE MATERIAS
113. Requisitos exigidos por el artículo 1805 del Código Civil para que las arras
tengan el carácter de un medio probatorio de la celebración del contrato 98
114. El requisito relativo a que la intención de los contratantes conste por escri-
to se entiende llenado por el hecho de otorgarse cualquier documento en
que esa intención se manifieste 99
115. Concurriendo los requisitos señalados por el artículo 1805 las arras prue-
ban que el contrato está perfecto, de manera que ninguna de las partes
puede retractarse ni aun ofreciendo perderlas 99
116. Cuando las arras se dan en un contrato solemne no sirven como medio de
prueba de la celebración del contrato, ni aunque reúnan esos requisitos . 99
117. La omisión de algunos de los requisitos que establece el artículo 1805 hace
presumir de derecho que las arras se han dado como un medio de retrac-
tarse del contrato 100
118. En tal caso, el derecho de retractarse se entiende con arreglo a los artícu-
los 1803 y 1804 100
119. Cuando las arras se dan como un medio probatorio del contrato no son
ellas las que perfeccionan la venta; sólo acreditan que ésta se celebró con
anterioridad a su entrega 100
120. Las arras que se dan como un medio de prueba de la celebración del
contrato o como parte de precio se imputan al precio o se devuelven una
vez cumplido aquél 101
121. La parte que dio esta especie de arras no la pierde ni aun cuando deje de
cumplir el contrato 101
122. El dinero que se da como "pie de compra "equivale a las arras de que trata el
artículo 1805 del Código Civil, a menos que no reúnan los requisitos
legales 101
123. El Código de Comercio modificó sustancialmente el carácter de las arras
en las ventas mercantiles, estableciéndolas, por regla general, como un
880
INDICE DE MATERIAS
127. Los gastos del contrato de venta son de cargo del vendedor, a menos que
se estipule lo contrario 105
128. El artículo 1806 del Código Civil se refiere a los impuestos que se deben
pagar por el otorgamiento del contrato. Qué impuesto debe pagarse en la
venta de bienes raíces y cuáles son los derechos del notario por el otorga-
miento de la escritura respectiva 106
129. La venta de bienes muebles no está sujeta a ninguna contribución de es-
tampillas, a no ser que se haga por intermedio de un corredor 106
130. Los gastos que se hagan con posterioridad a la venta, tales como la inscrip-
ción en el Conservador de Bienes Raíces, son siempre de cargo del com-
prador 107
131. El notario sólo puede exigir el pago de sus derechos a aquel de los contra-
tantes que requirió sus servicios 107
132. Legislación comparada sobre este punto 107
Capítulo Tercero
DEL CONSENTIMIENTO
881
INDICE DE MATERIAS
142. El consentimiento debe recaer, en segundo lugar, sobre el precio de venta 117
143. El consentimiento debe recaer, finalmente, sobre la venta misma, esto es,
sobre la especie del contrato que se celebra. Las ventas simuladas, o sea
aquellas que se hacen sin intención real y verdadera de celebrar una com-
praventa, o para disfrazar un contrato prohibido por la ley no son contra-
tos de venta 118
144. Determinar si las partes han tenido la intención de celebrar una venta u
otro contrato es una cuestión de hecho que deben resolver los jueces de la
causa 120
145. Efectos que produce en la celebración del contrato de venta el consenti-
miento de las partes cuando recae sobre los requisitos esenciales, de la
naturaleza o accidentales del contrato 121
146. Si en el remate de una propiedad no se leen todas sino algunas de las
condiciones establecidas para él, sólo afectan al subastador las que se le
dieron a conocer 123
147. Si en los avisos y carteles por los que se anuncia el remate se señalan unas
bases y al tiempo de la subasta se leen otras, éstas y no aquéllas obligan al
subastador 124
148. La formación del consentimiento en el contrato de venta se rige por las
reglas del título I del libro II del Código de Comercio 124
149. El consentimiento se forma de una oferta seguida de una aceptación pura
y simple 125
150. Para que la aceptación cree el contrato, es menester que la oferta haya
persistido hasta el momento en que aquella se dé 126
151. La oferta puede ser retractada en tanto no se produzca la aceptación . . . . 126
152. En el Código alemán la oferta liga a su autor, a menos que se reserve el
derecho de retractarse 126
153. La oferta y la aceptación pueden ser expresa o tácita 126
154. No debe confundirse la aceptación tácita con la aceptación presunta . . . . 127
155. La venta puede celebrarse entre ausentes, entre presentes y respecto de
personas indeterminadas 128
156. Qué se entiende por contrato entre presentes; cuándo se perfecciona este
contrato 128
157. En los contratos entre presentes la aceptación debe darse en el acto de ser
conocida la oferta por la persona a quien se dirige; si así no se hace cadu-
ca la oferta 129
158. Cuándo se perfecciona la venta celebrada por intermedio de un mandata-
rio o de un corredor 129
159. Qué se entiende por contratos entre ausentes 130
160. En qué tiempo debe darse la aceptación en estos contratos 130
161. En caso de aceptación extemporánea, el proponente debe dar pronto avi-
so de su retractación al aceptante; si así no lo hace, debe indemnizar los
peijuicios que haya causado a éste 130
162. La retractación o caducidad de la oferta en el tiempo que media entre su
envío y la aceptación impiden la formación del contrato 132
163. Si la retractación se produce antes de darse la aceptación, no hay contrato
de venta, aunque aquella llegue a conocimiento del aceptante después de
producida la aceptación 132
164. En tal caso, el proponente queda obligado a indemnizar los peijuicios que
el aceptante haya sufrido con esa retractación. Controversia de los autores
acerca del valor y fundamento de esta obligación del proponente 133
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Capítulo Cuarto
DE LA COSA VENDIDA
I o GENERALIDADES
191. Son cosas comerciables las que pueden constituir un objeto lícito al enaje-
narse 164
192. Diferencia que sobre esta materia existe entre nuestro Código y el Código
francés 165
193. El carácter de incomerciable de una cosa emana de la disposición legal
que prohibe su enajenación 166
194. La venta de una cosa incomerciable es nula absolutamente 167
195. La incomerciabilidad puede ser absoluta o relativa 167
196. Enumeración de las cosas incomerciables 168
I o Las cosas que no existen 168
2o Las cosas comunes a todos los hombres 168
3° Las cosas sagradas 168
4 o Los bienes nacionales de uso público 168
5° La sucesión de una persona viva 169
6 o Todos los bienes presentes y futuros de una persona, sea el total,
sea una cuota de los mismos 169
7 o El derecho que nace del pacto de retroventa 169
8o Los derechos y privilegios que no pueden transferirse a otra persona . 169
a) Los derechos de uso y habitación 169
b) El usufructo legal del padre o del marido sobre los bienes del hijo y de
la mujer respectivamente 169
c) El derecho de alimentos 169
d) Los derechos de padre, hijo, marido, curador, etc 170
e) La facultad de testar 170
f) El privilegio de pobreza 170
9 o Los libros, láminas, pinturas y estatuas obscenas cuya circulación esté
prohibida por la autoridad competente y los impresos condenados como
abusivos de la libertad de imprenta 170
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INDICE DE MATERIAS
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200. Para que los bienes embargados puedan enajenarse es menester que su
enajenación sea autorizada por el mismo juez que decretó la prohibición
o embargo 178
201. Hay objeto ilícito en la venta que hace un juez de una propiedad que
estaba embargada en un juicio de que él conocía, si al tiempo de la subas-
ta existía sobre la misma propiedad otro embargo o prohibición decreta-
da por otro juez 178
202. En la venta de las cosas embargadas hay objeto ilícito sea que se vendan en
venta privada o en venta forzada hecha ante la justicia 178
203. Si la cosa embargada se remata dentro del mismo juicio en que se decretó el
embargo a petición del acreedor y por orden del juez que lo decretó, no
hay objeto ilícito en la venta, aunque aquél no se haya cancelado previa-
mente 178
204. Si el acreedor ejecutante cede su crédito a un tercero que subasta la pro-
piedad embargada, no obstante estar pendiente el embargo, no hay objeto
ilícito en la venta, siempre que el juez la haya autorizado 178
205. Si se enajenan los derechos que corresponden al ejecutado sobre un de-
terminado bien raíz, no obstante existir una prohibición sobre ellos, la
venta es nula si el juez no la ha autorizado ni el acreedor la ha consentido 179
206. No obsta a la validez de una adjudicación entre comuneros, el hecho de
hallarse embargada la cosa que se adjudica 179
207. No hay objeto ilícito en la adjudicación de un inmueble realizada a favor
del comprador de la cuota de un comunero, aun cuando estén embarga-
dos o sujetos a prohibición de enajenar las acciones y derechos que a otro
de los comuneros pudieran corresponder sobre el inmueble 179
208. Para que haya objeto ilícito en la venta de los bienes cuya propiedad se
litiga es menester que el juez decrete prohibición sobre ellos y que ésta,
tratándose de inmuebles, se inscriba en el registro respectivo 179
209. Para que haya objeto ilícito en la enajenación de los bienes a que se refie-
ren los números 3 o y 4 o del artículo 1464 del Código Civil se requiere que
la prohibición exista al tiempo de la venta 180
210. Diferencias que hay entre la venta de una cosa cuya propiedad se litiga y la
cesión de derechos litigiosos 180
211. El heredero puede vender válidamente los bienes que forman parte de
una herencia aun antes de haber obtenido e inscrito la posesión efectiva
de la misma 180
212. Para determinar si se puede ceder la prohibición que se impone el vende-
dor de ejercer el mismo negocio que ha vendido al comprador debe aten-
derse a la intención de las partes 181
213. La calidad de beneficiario de un seguro de vida puede cederse 181
214. Efectos que produce la venta cuando tiene por objeto a la vez cosas comer-
ciables y cosas incomerciables 182
Primer caso. Las cosas incomerciables figuran como accesorias 182
Segundo caso. Las cosas incomerciables figuran como el principal objeto
de la venta 183
8 8 6
INDICE DE MATERIAS
234. Para que la venta sea válida debe recaer sobre una cosa que exista al tiem-
po del contrato o que se espera que exista, situaciones que pueden pre-
sentarse al respecto 191
235. Pueden venderse tanto las cosas que existen como las que se espera que
existan; efectos que produce la venta de unas y otras 191
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251. La venta de una cosa que no existe, pero que se espera que exista, puede
hacerse en dos formas diversas, según sea que se venda la cosa misma que
no existe y que va a existir, o que se venda la suerte 209
252. La determinación de si la venta es de cosa futura o de la suerte es una
cuestión de hecho que debe decidir el juez atendiendo, ante todo, a la
intención de las partes 210
253. La venta de cosa futura y la venta de la suerte son contratos aleatorios . . . 211
254. La venta de una cosa futura se entiende hecha bajo la condición de que
exista; efectos que produce esta venta 211
255. La venta de cosa futura se entiende realizada a un plazo tácitamente seña-
lado 212
256. La venta del abono a los espectáculos teatrales no es venta de cosa futura
sino cesión de derechos 213
257. La sucesión de una persona viva, aunque de cosa futura, es nula 213
258. La venta de la suerte o esperanza es pura y simple; efectos que produce .. 215
259. La venta de un invento es de la suerte o esperanza 216
260. Es venta de la suerte y no cosa futura aquella por la cual se ceden las
acciones o derechos que tiene el vendedor en una sociedad eminente-
mente aleatoria 217
261. La venta de acciones de sociedades anónimas puede ser de la suerte o de
cosa futura según sea la forma en que se haga 218
262. La venta de una cosecha puede ser de la suerte o de cosa futura según sea
la forma en que se celebre 219
263. Aspecto jurídico de las ventas de derechos litigiosos y de minas 219
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Capítulo Quinto
DEL PRECIO
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323. Si ese día la cosa tiene diversos precios, se toma el término medio; excep-
ciones a esta regla 265
324. Cuando se vende al corriente de plaza se entiende que la venta se hace
por el precio que tenga la cosa el día de la entrega, a menos de pactarse
otra cosa; cuestiones a que da origen esta manera de determinar el precio 265
325. La venta tiene precio determinado cuando se hace por cierto precio más
la mitad o el total del exceso en que la venda el comprador o cuando se
hace por cierto precio menos la mitad o el total del exceso en que la
venda el comprador 268
326. No hay venta si las partes estipulan que el precio se fijará por ellas mismas
en una época posterior; excepción 268
327. El precio puede ser fijado por un tercero en quien convengan los contra-
tantes 270
328. La designación del tercero debe hacerse en el mismo contrato de venta. Si
esa designación se deja para más tarde, la venta es nula y ninguna de las
partes puede obligar a la otra a que proceda a nombrarlo 271
329. Cuando las partes designan en el mismo contrato la persona que debe
fijar el precio, la venta se reputa hecha bajo condición suspensiva 272
330. Cuando el tercero designado en el contrato muere o no puede o no quie-
re fijar el precio, habrá venta siempre que las partes convengan en otra
persona que lo señale; cuestiones a que da origen el artículo 1809 del
Código Civil 274
331. Cuando en la venta comercial el tercero designado no hace la determina-
ción del precio y la cosa vendida fuere entregada, aquella se reputa cele-
brada por el que tuviere la cosa el día de su celebración 276
332. El precio cuya determinación se ha dejado al arbitrio de un tercero no
puede exigirse sino después que éste lo determine 276
333. El tercero que se nombra para determinar el precio no es ni árbitro ni
perito 276
334. El tercero es un mandatario de las partes; consecuencias que de ello se
derivan 277
335. Si el tercero no determina el precio dentro del plazo señalado al efecto no
hay venta, a no ser que las partes no hayan señalado ese plazo con el
carácter de fatal 279
336. Caso en que se nombren varios terceros y ocurran entre ellos divergencias
o algunos se mueran, no puedan o no quieran determinar el precio 280
337. En qué casos las partes pueden impugnar la determinación del precio
fijado por el tercero 282
338. Las partes pueden conferir al juez la facultad de determinar el precio . . . 284
339. Las partes pueden encargar al juez o a otra persona que designe el tercero
que debe determinar el precio 286
340. Momento en que deben colocarse los terceros para determinar el precio . 288
341. Es precio determinado el que señalan los contratantes aumentado o dis-
minuido con arreglo a la determinación que haga un tercero 289
342. No hay venta si las partes dejan la determinación del precio al arbitrio de
un tercero cuyo nombre no señalan en el contrato; excepción 290
343. Si no se ha determinado el precio ni la manera de determinarlo, no hay
venta y ninguna de las partes puede pedir al juez que lo determine 290
344. Si las panes no han señalado el precio ni la manera de determinarlo, nin-
guna puede solicitar del juez que nombre un tercero con ese objeto 291
345. Si las partes han convenido en determinar el precio en una época poste-
rior y llegada ésta no se ponen de acuerdo al respecto, no hay venta y el
juez tampoco puede hacer esa determinación 291
892
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346. El juez no podría, en este caso, hacer esa determinación ni aun cuando la
costumbre del lugar fuera que, a falta de acuerdo sobre el precio, ella
correspondiera al juez 292
347. La venta es nula cuando se hace par lo que vale la cosa 292
348. No hay venta cuando la cosa se vende por el precio que se ofrezca al
vendedor; valor que puede tener esta estipulación 293
349. Efectos que produce en las ventas mercantiles el pacto de venderse la cosa
por el precio que otro ofrezca al vendedor 294
350. El precio no puede dejarse al arbitrio de uno de los contratantes 295
Capítulo Sexto
A) INCAPACIDAD PARA V E N D E R Y C O M P R A R
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B) INCAPACIDAD PARA V E N D E R
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389. El concursado o fallido no puede vender sus bienes después de haber sido
declarado en concurso o quiebra 340
390. La venta efectuada en contravención a esta prohibición es nula relativa-
mente 341
391. La prohibición impuesta al concursado o fallido de vender sus bienes se
refiere únicamente a los que forman parte del concurso o quiebra 341
392. El concursado o fallido puede comprar bienes durante el estado de con-
curso o quiebra, sin peijuicio del derecho de los acreedores para someter-
los a intervención 341
393. El ejecutado no puede vender los bienes que le hayan sido embargados en
la ejecución seguida en su contra 342
394. El mandatario para comprar no puede vender de lo suyo al mandante lo
que éste le haya ordenado comprar 343
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432. Esa prohibición se aplica también a los relatores, receptores oficiales del
ministerio público y defensores de menores y ausentes que intervengan
como tales en el juicio 373
433. Los funcionarios anteriormente indicados pueden adquirir los bienes que
se vendan a consecuencia de un litigio en el cual no han intervenido . . . . 373
434. Los jueces no pueden adquirir los bienes que se vendan a consecuencia
de un litigio en que no intervienen, siempre que esos mismos bienes sean
objeto de un litigio en que están conociendo 373
435. Los secretarios, relatores, receptores, oficiales del ministerio público y de-
fensores de menores y ausentes no pueden adquirir los bienes que se ven-
dan a consecuencia de un litigio en que no intervienen si esos mismos
bienes son materia de otro juicio en que han intervenido 373
436. Los abogados y procuradores pueden adquirir los bienes que se venden a
consecuencia de un litigio en que no intervienen aunque esos mismos
bienes sean objeto de otro juicio en que están interviniendo 374
437. La prohibición impuesta a los funcionarios judiciales rige tanto cuando la
venta se hace privadamente como cuando se hace en pública subasta . . . . 374
438. Los bienes y derechos se reputan litigiosos para los efectos de esta prohibi-
ción desde que los funcionarios judiciales intervienen en el litigio a que se
refieren 374
439. Para que se prohiba a los funcionarios judiciales adquirir los bienes y de-
rechos litigiosos es menester que sean el objeto de un litigio anterior a la
cesión y en el cual hayan intervenido, no basta que sean de naturaleza a
dar origen a un juicio 375
440. Basta que el juez, secretario, relator, receptor, oficial del ministerio públi-
co y defensor de menores intervenga una sola vez en el juicio para que no
pueda adquirir los bienes y derechos a que aquel se refiere 375
441. Los jueces, abogados, secretarios y procuradores no pueden adquirir los
bienes que se vendan a consecuencia del litigio en que han intervenido
aunque al tiempo de la venta no estén interviniendo 376
442. Los relatores, receptores, oficiales del ministerio público y defensores de
menores no pueden adquirir los bienes que se vendan a consecuencia del
litigio en que han intervenido ni aun cuando al tiempo de la venta no
estén interviniendo 377
443. Basta que un funcionario judicial intervenga en el juicio, aunque al tiem-
po de la compra no sea tal, para que no pueda adquirir los bienes y dere-
chos a que se refiere el juicio en que intervino 377
444. Los funcionarios judiciales a quienes se aplica esta prohibición no pueden
adquirir los bienes y derechos a que se refiere el juicio en que han interve-
nido ni aun por interpósita persona 377
445. Quiénes son personas interpuestas 377
446. Los funcionarios judiciales incapacitados pueden adquirir como mandata-
rios de un tercero no incapacitado los bienes y derechos a que se refiere el
juicio en que intervienen 378
447. La prohibición se aplica a la esposa e hijos de los jueces, secretarios, rela-
tores, receptores, oficiales del ministerio público y defensores de menores
que han intervenido en el juicio 378
448. La prohibición rige para la mujer divorciada como para la no divorciada y
para los hijos que estén y para los que no estén bajo patria potestad de los
funcionarios incapacitados 379
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469. Los abogados y procuradores pueden adquirir para la parte que represen-
tan los bienes que se vendan a consecuencia del litigio en que intervienen 397
470. La prohibición del artículo 1798 del Código Civil se aplica a todo manda-
tario o procurador judicial 397
471. El tesorero fiscal, el Director del Tesoro y de Ferrocarriles que interviene
en un juicio como representante del Fisco no puede adquirir los bienes
que se vendan a consecuencia de aquél 397
472. Los presidentes y administradores de las sociedades civiles y comerciales
no pueden adquirir los bienes que se vendan a consecuencia del litigio en
que intervienen en su calidad de tales 398
473. Un abogado o procurador no puede adquirir los bienes de su mandante,
ni aun con su autorización, cuando se vendan a consecuencia de un juicio
en que el abogado o procurador ha intervenido en su carácter de tal . . . . 398
474. Para que los abogados y procuradores no puedan adquirir los bienes que
se venden a consecuencia del litigio en que intervienen no es menester
que sean de su cliente 399
475. Las partes litigantes pueden adquirir los bienes que se vendan a conse-
cuencia del litigio y los bienes y derechos que en él se litiguen 400
476. Los notarios, los conservadores de bienes raíces, comercio y minas y los
archiveros pueden adquirir los bienes que se vendan a consecuencia de un
juicio y los bienes y derechos que en él se litiguen, aunque hayan interve-
nido en el juicio como tales funcionarios 400
477. Los peritos o tasadores no pueden adquirir los bienes que tasen y que se
vendan en un juicio 401
478. Las prohibiciones antedichas se aplican a los árbitros y a los liquidadores . 402
479. Los depositarios y secuestres pueden adquirir los bienes que tienen en su
poder 403
480. Los interventores judiciales pueden comprar los bienes que tienen bajo
intervención 403
481. Las prohibiciones mencionadas no se aplican a los oficiales primeros de
secretaría 403
482. Prohibición impuesta por el Código de Minas a los jueces, a los secretarios
de juzgados y a sus oficiales 404
483. La infracción de los artículos 1798 del Código Civil y 154 de la Ley Orgá-
nica de Tribunales vicia el acto de nulidad absoluta 406
484. Sanción penal en que incurren los jueces, secretarios, relatores, recepto-
res, oficiales del ministerio público, defensores de menores y procurado-
res del número que contravienen esas prohibiciones 407
485. Legislación comparada sobre esta materia 408
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513. El artículo 412 también se aplica al que ejerce el cargo de tutor o curador
sin serlo verdaderamente, pero que cree que lo es 424
514. El tutor o curador puede comprar válidamente de un tercero los bienes
raíces y muebles que el pupilo vendió a éste sin necesidad de sujetarse al
artículo 412 424
515. La disposición del artículo 412 se aplica al tutor o curador mientras desem-
peñe el cargo de tal 425
516. El tutor o curador que ha cesado en el desempeño de su cargo puede
adquirir los bienes muebles y raíces del pupilo sin sujeción al artículo 412,
aunque su cuenta administratoria no haya sido aprobada 426
517. Si el tutor o curador compra los bienes raíces del pupilo, o sus bienes
muebles sin sujetarse a las formalidades del artículo 412 el acto es nulo
absolutamente 426
518. A quién compete la acción de nulidad; en qué tiempo se sanea ésta 428
519. Efectos que produce la compra de los bienes del pupilo por alguno de los
parientes del tutor o curador ejecutada en contravención al artículo 412 . 428
520. El tutor o curador que contraviene al artículo 412 incurre en las penas
que señala el artículo 240 del Código Penal 429
521. Diferencias que existen entre el Código Civil y el Código Penal en cuanto
a la enumeración de las personas a quienes se aplica la prohibición 430
522. Resumen de las personas a quienes se aplica la prohibición; extensión en
que se les aplica y efectos de la misma 430
523. En qué sentido convendría uniformar ambas legislaciones 431
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535. El mandatario puede adquirir del tercero a quien le vendió los bienes que
tenía encargo de vender, con tal que ese tercero no sea interpósita perso-
na 437
536. El mandatario puede comprar los bienes cuya venta se le encomendó una
vez que termina el mandato 437
537. El mandatario puede comprar los bienes de cuya venta está encomendado
cuando se venden forzadamente por la justicia 438
538. El mandatario para vender puede adquirir por sucesión por causa de muer-
te los bienes de cuya venta está encargado 439
539. En qué casos el delegado del mandatario para vender puede adquirir los
bienes a que se refiere la delegación y en qué casos no puede adquirirlos . 439
540. El delegado para vender puede adquirir válidamente los bienes a que se
refiere la delegación que le vende un tercero que los adquirió del manda-
tario 440
541. La prohibición impuesta al mandatario se aplica a toda clase de mandata-
rio, sea legal, judicial o convencional 440
542. Los gerentes de las sociedades civiles o comerciales y los presidentes de las
fundaciones o corporaciones no pueden adquirir los bienes de la sociedad
o corporación que se vendan por su intermedio 441
543. Los comisionistas para vender no pueden comprar los bienes cuya venta
se les haya encargado 441
544. Los dependientes de comercio o mancebos no pueden comprar los bienes
de su mandante que vendan en calidad de tales 441
545. El agente oficioso no puede comprar los bienes de la persona cuyos nego-
cios administra 442
546. Un mandatario para vender no puede comprar para un tercero, de quien
también es mandatario, los bienes que vende por encargo de otra persona . 442
547. El gerente de una sociedad a quien se le ha encomendado la venta de
ciertas mercaderías no puede adquirirlas para la sociedad que administra;
tampoco puede vender a su mandante que le encargó comprar algunas
mercaderías de las que produzca la sociedad que administra 443
548. El mandatario no puede vender a su propia mujer los bienes de cuya ven-
ta está encargado; excepciones 443
549. La mujer mandataria no puede vender a su marido los bienes que un
tercero le ha encargado vender; excepciones 445
550. Los parientes del mandatario, a excepción de los indicados, pueden ad-
quirir los bienes de cuya venta aquél está encargado 445
551. El mandatario no puede comprar ni aun por interpuesta persona los bie-
nes del mandante de cuya venta está encargado 445
552. La compra hecha por el mandatario de los bienes de cuya venta está en-
cargado es nula relativamente 446
553. Crítica de una sentencia en que se estudian los efectos que produce la
compra que hace un mandatario de los bienes que su mandante le ha
encargado vender 448
554. El mandatario para comprar no puede vender de lo suyo al mandante lo
que éste le ha ordenado comprar 452
555. En qué consiste la prohibición impuesta al albacea 453
556. La prohibición se aplica al albacea, sea éste con o sin tenencia de bienes . 454
557. Se aplica al albacea lo expuesto para los tutores o curadores en los núme-
ros que se indican 455
558. Cuando hay varios albaceas, la prohibición se aplica a todos ellos aunque
administren separadamente 455
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*:»ówiorECA)
v r H 11 F J
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583. El síndico puede comprar los bienes del concurso o quiebra si todos los
acreedores lo autorizan para ello 464
584. La compra de los bienes del concurso o quiebra por el síndico, mientras
está incapacitado para adquirirlos, es nula relativamente 465
585. A los síndicos se les aplica, en cuanto no pugne con su carácter jurídico,
todo lo expuesto para los mandatarios 465
TOMO I-Volumen 2
Capítulo Séptimo
I o GENERALIDADES
596. Las cosas que se aprecian por su cantidad pueden venderse en bloc o al
peso, cuenta o medida 471
597. Cuándo se entiende que la venta se hace en bloc y cuándo se entiende
que se hace al peso, cuenta o medida. Diversas teorías que existen sobre
esta materia 471
598. La venta es en bloc cuando se vende un conjunto de unidades determina-
das cuyo precio se fija en atención al conjunto o por unidad de peso,
cuenta o medida. Efectos que, en estas ventas, produce el peso, cuenta o
medida de lo que se vende 476
599. La venta en bloc se perfecciona desde que hay acuerdo en la cosa y en el
precio, aunque la cosa no se haya pesado, contado ni medido 480
600. Los riesgos de la cosa en esta venta son para el comprador desde que se ha
perfeccionado el contrato, aunque la cosa no haya sido pesada, contada ni
medida 481
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601. El mismo principio establece el artículo 143, núm. 3 o , del Código de Co-
mercio para las ventas en bloc mercantiles 481
602. Las partes pueden estipular que en esta venta los riesgos no sean para el
comprador sino una vez pesada, contada, o medida la cosa que se vende . 481
603. Otros casos en que la venta se reputa hecha en bloc 482
604. Es venta en bloc la que recae sobre una parte alícuota de una cosa deter-
minada, sea que el precio se fije en globo o a razón de cada unidad de
peso, cuenta o medida 482
605. La venta también es en bloc cuando se vende un conjunto por un precio
alzado, aunque se mencionen las unidades que comprende 483
606. La venta es al peso, cuenta o medida cuando la determinación de la cosa
que se vende depende de esa operación, sea que el precio se fije en globo
o a razón de cada unidad de peso, cuenta o medida 483
607. La venta al peso, cuenta o medida se reputa hecha bajo condición suspen-
siva que consiste en pesar, contar o medir lo que se vende 484
608. Para determinar a quién pertenecen los riesgos en esta venta es menester
distinguir si la pérdida o deterioro acaece antes o después que el compra-
dor se haya constituido en mora de comparecer el día señalado para reali-
zar esa operación 485
609. Para saber quién soporta la pérdida acaecida antes de que el comprador
esté constituido en mora de comparecer en el día estipulado para pesar,
contar o medir lo que se vende, es necesario distinguir si las cosas de
donde van a tomarse las que se venden perecen totalmente o en parte . .. 486
610. La pérdida parcial acaecida antes de pesarse, contarse o medirse la cosa y
antes de la mora del comprador, afecta al vendedor 486
611. La pérdida total acaecida antes de pesarse, contarse o medirse la cosa y
antes de la mora del comprador, también afecta al vendedor. Diversas opi-
niones al respecto 486
612. Si las cosas perecen antes de pesarse, contarse o medirse, pero después del
día señalado para realizar esta operación, la pérdida afecta al vendedor,
siempre que el comprador no tenga culpa en el hecho que produjo la no
realización de esa operación 489
613. Si las cosas perecen antes de pesarse, contarse o medirse, pero después del
día señalado para realizar esa operación, que no se efectuó por culpa del
comprador, la pérdida pesa sobre éste que debe indemnizar al vendedor
los peijuicios consiguientes 489
614. Si la cosa perece antes del peso, cuenta o medida, pero después del día
señalado para realizar esa operación, que no se efectuó por culpa del ven-
dedor, la pérdida afecta a éste 490
615. La pérdida parcial de la cosa vendida, antes de pesarse, contarse o medir-
se y que afecta a tan gran parte de ella que el vendedor no puede entre-
garla completa, también afecta al vendedor 490
616. La pérdida acaecida después del peso, cuenta o medida pertenece al com-
prador 490
617. Reglas para determinar cuándo la venta es en bloc y cuándo es al peso,
cuenta o medida 490
618. Acciones que competen a las partes en las ventas en bloc y en las ventas al
peso, cuenta o medida antes de realizarse el peso, la cuenta o la medida . 492
619. Las partes pueden ejercitar esas acciones aunque no se haya señalado día
para el peso, cuenta o medida 494
620. Lugar y época en que debe hacerse el peso, la cuenta o la medida 495
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642. Hay renuncia tácita cuando se compra una cosa de tipo fijo y conocido . . 509
643. El comprador que rehusa las mercaderías que le presenta el vendedor no
puede exigir otras, a menos que haya renunciado la facultad de gustarlas o
probarlas 509
644. Lugar y época en que debe hacerse la prueba de la cosa vendida 510
645. Si el comprador no gusta o prueba la cosa dentro del plazo señalado, cadu-
ca el contrato y el vendedor no puede obligarlo a que la guste o pruebe . . 510
646. Si el comprador no realiza la prueba en la oportunidad debida, el vende-
dor no puede pedir la resolución de la venta ni indemnización de peijui-
cios 511
647. Para que la venta al gusto se perfeccione, no se requiere una nueva prueba
de la cosa al tiempo de su entrega si antes fue probada y declarada de su
agrado por el comprador 512
648. Los riesgos en la venta al gusto o a prueba son para el comprador desde
que declara que la cosa le agrada 512
649. La venta mercantil al gusto es condicional de condición suspensiva 513
650. La venta mercantil al gusto se entiende hecha según el gusto personal del
comprador cuando la cosa se vende al gusto en virtud de un convenio de
las partes, y se reputa hecha al gusto general cuando se refiere a cosas que
se venden al gusto porque es costumbre venderlas en esa forma 514
651. Se presume vender al gusto en el comercio todas aquellas cosas que es
costumbre vender en esta forma 515
652. Pueden venderse al gusto en el comercio las cosas que no es costumbre
vender en esta forma, siempre que así lo estipulen las partes 515
653. Epoca y lugar en que debe hacerse la prueba en la venta mercantil al gusto 516
654. Los riesgos de la cosa vendida al gusto o a prueba, cuando la venta es
comercial, pertenecen al comprador desde que declara que la cosa le agrada
y las mejoras desde que hay acuerdo en la cosa y en el precio, aunque el
comprador no haya declarado que le gusta 516
655. A las ventas mercantiles al gusto se aplica lo dicho para las ventas civiles al
gusto, en cuanto no pugne con las modificaciones introducidas por el Có-
digo de Comercio 517
656. Las disposiciones establecidas para las ventas al gusto se aplican tanto a las
cosas que se gustan con el paladar como a las que se ensayan o prueban
examinándolas, haciéndolas funcionar o usándolas 517
657. La confección de una obra material en que el artífice suministra los mate-
riales es una venta a prueba con ciertas modificaciones peculiares a su
naturaleza jurídica especial 518
658. Cuándo hay venta a prueba y cuándo hay confección de obra material . . . 521
4o VENTA AL ENSAYO
659. Esta venta puede pactarse a pesar de que el Código no la ha reglamentado 521
660. La venta al ensayo se reputa hecha bajo condición suspensiva a menos que
las partes entiendan celebrarla bajo condición resolutoria 522
661. Diferencias entre la venta al gusto y la venta al ensayo 523
662. Quién soporta los riesgos de esta venta 526
663. Efectos que produce el ensayo de la cosa vendida, sea cuando el compra-
dor la acepta, sea cuando la rechaza 527
664. Dónde y cuándo debe hacerse el ensayo 527
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7o VENTA A LA VISTA
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siste la garantía del subastador en las ventas judiciales en que éste se reser-
va el nombre de la persona para quien compra 567
744. El presunto comprador, una vez que el verdadero acepta la venta, no pue-
de enajenar ni gravar la cosa a que se ha referido el contrato 567
745. En qué consiste y cuáles son los efectos de la venta de una cosa que, al
tiempo del contrato, va en viaje 567
746. Efectos de la venta celebrada bajo la condición del feliz arribo de la nave . 568
747. En qué consiste la venta para entregar (vente á livrer) 569
748. Cuándo se dice que la venta es a crédito 569
749. En qué consiste la venta en disponible 569
750. Cuándo se reputa que la venta es mercantil 569
751. Qué se entiende por venta al menudeo 571
Capítulo Octavo
DE LAS OBLIGACIONES DEL VENDEDOR
752. Cuáles son las obligaciones que el contrato de venta impone al vendedor . 573
753. El contrato de venta debe interpretarse en conformidad a las reglas gene-
rales de interpretación señaladas para todo contrato 574
754. Disposición del Código francés acerca de la forma como deben interpre-
tarse las cláusulas ambiguas del contrato de venta 574
755. Cómo se interpretan entre nosotros las cláusulas ambiguas del contrato de
venta 575
756. División de este capítulo 576
Primera Parte
SECCION PRIMERA
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SECCION SEGUNDA
819. Diversos aspectos desde los cuales puede ser considerada esta obligación . 654
820. En el Derecho Romano el vendedor no estaba obligado a dar al compra-
dor el dominio de la cosa vendida sino su posesión tranquila y pacífica . . . 654
821. Modificaciones introducidas al Derecho Romano por el derecho interme-
dio 656
822. Según el Código francés, el contrato de venta impone al vendedor la obli-
gación de transferir el dominio de la cosa, dominio que se transfiere por
el solo efecto del contrato sin necesidad de tradición 656
823. En el Código alemán el contrato de venta impone al vendedor la obliga-
ción de transferir la propiedad de la cosa vendida 659
824. Según nuestro Código, el vendedor está obligado a dar al comprador la
posesión tranquila y pacífica de la cosa vendida, tanto legal como mate-
rial, pero no a transferir el dominio; éste se transfiere como consecuencia
de verificar la entrega por la tradición. Fundamentos de esta opinión . . . . 659
825. El vendedor debe transferir al comprador todos los derechos que tenga
sobre la cosa, de modo que si es su propietario debe cederle su derecho
de dominio 662
826. La obligación de entregar no puede cumplirse por partes, salvo pacto en
contrario 663
827. En las ventas mercantiles el comprador tampoco está obligado a recibir la
cosa por partes, a menos que acepte las entregas parciales que le haga el
vendedor; efectos que produce la aceptación de estas entregas 663
828. La obligación de entregar debe cumplirse en los términos estipulados . . . 665
830. La tradición de los bienes raíces, de las minas, de los regadores de agua y
de las naves se hace por la inscripción en el registro conservatorio respec-
tivo 665
831. Requisitos que deben concurrir para que se repute verificada la entrega
del inmueble vendido 667
832. El vendedor debe hacer al comprador entrega material del inmueble ven-
dido 668
833. La entrega material puede hacerse por cualquier medio que ponga al com-
prador en situación de gozar de la cosa 668
834. La entrega material del inmueble vendido se entiende verificada si antes
de recibirse de él el comprador lo da en arrendamiento a la misma perso-
na en cuyo poder se encontraba al tiempo en que esa entrega debía efec-
tuarse 669
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911. Los gastos que demanda la ejecución de la obligación del vendedor son
de entrega y de transporte 718
912. Qué son gastos de entrega 718
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1027. Requisitos para que el comprador pueda ejercitar esas acciones 782
1028. Primer requisito. Que el vendedor esté constituido en mora de entre-
gar. Cuándo se entiende que lo está 782
1029. Segundo requisito. Que la mora sea imputable a hecho o culpa del vende-
dor. Qué se entiende por caso fortuito para estos efectos; hechos
que constituyen caso fortuito y hechos que no lo constituyen 784
1030. Tercer requisito. Que el comprador se allane a pagar el precio o se le
haya fijado un plazo para hacerlo 788
1031. El ejercicio de las acciones que señala el artículo 1826 del Código Civil
corresponde al comprador, a sus herederos y cesionarios, pero en nin-
gún caso al vendedor 788
1032. La acción que compete al comprador para exigir la entrega de la cosa
vendida es una acción meramente personal y no real 788
1033. Consecuencias que fluyen del principio formulado en el número prece-
dente 791
1034. Esta acción no puede intentarse contra ninguna persona que no sea el
vendedor o sus representantes 791
1035. Esta acción tampoco puede dirigirse contra la persona a quien el vende-
dor haya enajenado y entregado la cosa vendida con posterioridad a la
venta hecha al primer comprador a quien no se le entregó 792
1036. Esta acción es mueble o inmueble según sea la naturaleza de la cosa
vendida; juez competente para conocer de ella 792
1037. El comprador puede exigir la entrega de la cosa vendida por la vía
ordinaria o por la vía ejecutiva, según sea la naturaleza del título 793
1038. La acción resolutoria es personal 793
1039. El comprador puede ejercitar la acción resolutoria aunque en el contra-
to no se haya estipulado ninguna cláusula resolutoria 793
1040. La resolución no se opera de pleno derecho sino en virtud de la senten-
cia judicial que declara resuelto el contrato 793
1041. El vendedor puede enervar la acción resolutoria entregando la cosa
antes de dictarse la sentencia judicial 793
1042. La resolución puede declararse por el juez, aunque el comprador no la
pida expresamente en su demanda, si en ella se limita a solicitar la devo-
lución del precio y la indemnización de perjuicios, es decir, los
efectos de la resolución 794
1043. El juez no puede conceder un plazo al vendedor a quien se demanda por
la resolución del contrato para que dentro de él cumpla su obliga-
ción 795
1044. En qué caso puede pedirse la resolución parcial de un contrato de ven-
ta por falta de entrega de la cosa vendida 795
1045. Las partes pueden estipular un pacto comisorio para el caso en que el
vendedor no cumpla su obligación; efectos que produce dicho pacto en
el contrato de venta 795
1046. Las acciones que señala el artículo 1826 del Código Civil no pueden de-
ducirse conjuntamente, a menos que se entablen una como subsidia-
ria de la otra 796
1047. El comprador puede renunciar esas acciones; la interposición de una
no importa renuncia de la otra 796
1048. La acción de entrega prescribe en conformidad a las reglas generales . . . 796
1049. El vendedor a quien se le exige la entrega de la cosa vendida no puede
alegar la prescripción adquisitiva del dominio de dicha cosa sino la extin-
tiva de la acción del comprador 797
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1112. Qué debe incluirse en la medida del predio para saber si la cabida real es
mayor o menor que la declarada 839
1113. En esa medida debe incluirse el aluvión formado antes de la venta; pero
no el que se forma después de su celebración 840
1114. La diferencia de calidad de alguna parte del predio no autoriza el ejerci-
cio de las acciones que señala el artículo 1832 del Código Civil 841
1115. Las acciones que establece ese mismo artículo tampoco pueden deducir-
se cuando el vendedor no entrega toda el agua o todos los accesorios a
que se obligó por el contrato 841
1116. Cómo se aplican las reglas del artículo 1832 cuando se venden dos o más
predios con relación a cabida 841
1117. Caso en que la unidad de medida de todos los fundos tiene el mismo
valor. Hay que distinguir si se expresa la cabida de cada predio o si se
expresa una cabida total 842
1118. Caso en que las unidades de medida de cada fundo tienen diversos valores 844
1119. Las partes pueden renunciar o modificar las reglas que señala el artículo
1832 del Código Civil 845
1120. La cláusula que limita la responsabilidad del vendedor en una venta con
relación a cabida en el sentido de que el comprador sólo tiene derecho a
la restitución del precio cuando no pueda entrar en posesión de los terre-
nos vendidos por causas ajenas a su voluntad, no modifica las reglas del
artículo 1832, pues se refiere a la responsabilidad del vendedor en caso
de saneamiento por evicción 846
1121. Formas en que puede hacerse la venta de un predio rústico que se vende
como cuerpo cierto 847
1122. Primer caso. El predio rústico se vende como un cuerpo cierto, sin señala-
miento de linderos. Efectos que produce la venta en este caso 847
1123. Segundo caso. El predio rústico se vende como un cuerpo cierto, pero con
señalamiento de linderos. Obligación que tiene el vendedor en este
caso 848
1124. Cuando el vendedor entrega todo el terreno comprendido dentro de los
deslindes señalados, el comprador no tiene ninguna acción contra aquél,
aunque la cabida del precio resulte inferior a la indicada incidentalmente
en el contrato 849
1125. Acciones que competen al comprador cuando el vendedor no entrega
todo el terreno comprendido dentro de los deslindes señalados 849
1126. Derechos que corresponden a las partes cuando, vendiéndose con señala-
miento de linderos, el vendedor entrega más terrenos de los comprendi-
dos en ellos, como si se entregaran terrenos adyacentes al predio vendido
que no forman parte de él 851
1127. Cuando se vende un predio con señalamiento de linderos, la obligación
del vendedor de entregar lo comprendido en ellos se refiere únicamente
al terreno y no a las demás cosas que se hallen dentro de los deslindes,
como casas, galpones, agua, etc 852
1128. Cuando se vende con señalamiento de linderos, el vendedor está obliga-
do a entregar todos los terrenos comprendidos en ellos, sean de terceros
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1136. Las acciones establecidas por los artículos 1832 y 1833 expiran al cabo de
un año contado desde la entrega 860
1137. Esta prescripción corre contra toda clase de personas 861
1138. Fundamentos de esta prescripción 861
1139. Esta prescripción comienza a correr desde la entrega material del predio
y no desde su entrega legal 862
1140. Las partes no pueden ampliar el plazo de esta prescripción antes de su
vencimiento, sino una vez que haya corrido íntegramente 864
1141. Los contratantes no pueden acortar el plazo de esta prescripción 864
1142. Las partes pueden adelantar o diferir la fecha inicial del plazo de esta
prescripción 865
1143. Las acciones que establecen los artículos 1832 y 1833 no pueden ejercitar-
se sino desde el día en que se haga la entrega material del predio 865
1144. Esas acciones prescriben en un año aunque las partes las hayan modificado . 865
1145. Cuando las partes convienen que el predio sea mensurado antes de la
entrega real, el plazo de un año comienza a correr desde el día en que
esa mensura se efectúe 866
1146. Epoca en que debe hacerse esta mensura 866
1147. Si en el contrato de venta se estipula que, a fin de conocer la verdadera
cabida del predio que en él se señala, el comprador podrá nombrar un
perito para que lo mensure, la acción para pedir al vendedor que concu-
rra a ese nombramiento prescribe en conformidad a las reglas generales 867
1148. Cuando en una venta con relación a cabida se pacta expresamente que el
vendedor pagará al comprador el precio de la cabida que falte, a justa
tasación de peritos, la acción para exigir ese pago prescribe en conformi-
dad a las reglas generales 867
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1149. Las acciones que establecen los artículos 1832 y 1833 prescriben en un
año aunque se ejerciten con ocasión de ventas de bienes muebles 868
1150. Prescriben en conformidad a las reglas generales las acciones que tienen
las partes para pedir que se practique la mensura del terreno vendido
cuando lo que se vende es cierta porción indeterminada de un predio o
cuando, siendo lo vendido un predio determinado, su precio se ha fijado
en atención al número de unidades de medida que comprenda 869
1151. Prescribe en conformidad a las reglas generales la acción por la cual el
comprador reclama al vendedor la entrega de una parte del predio vendi-
do que se comprendió en la venta y que éste no ha entregado 869
1152. También prescribe en conformidad a esas reglas la acción que tiene el
vendedor para pedir la restitución del terreno que no se comprendió en
la venta y que fue entregado por equivocación 870
1153. Prescribe igualmente en conformidad a esas reglas la acción que tiene el
comprador para exigir que se le entregue uno de los predios que ha com-
prado separadamente, pero en una misma escritura, en la que se indicó
la cabida de cada uno, cuyo precio pagó y que el vendedor no le ha
entregado 870
D) LEGISLACIÓN EXTRANJERA
1154. Importancia del estudio de la legislación extranjera sobre este punto . . . 870
1155. Disposiciones del Código francés al respecto 871
1156. Diferencias que existen entre nuestro Código y el Código francés 872
1157. Disposiciones del Código italiano sobre el particular 873
1158. Disposiciones del Código español sobre esta materia 873
1159. Disposición del Código alemán sobre esta materia 874
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