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Trabajo

sobre la
tercera
unidad
.

En este presente trabajo, se trabajarán temas


principalmente de carácter históricos, como son: La
propiedad colonial, la propiedad realenga, la
constitución de 1844, la ley de registro y conservación
de hipotecas, la ley de bienes nacionales de 1845 y
finalmente, la ley de división de terrenos comuneros.

Grupo No. 3
Sustentado por:
Angie Méndez Rosario

Reimy Medina

Frandhely Manuel Uceta Pérez

Malta María Severino García

Ana Mercedes Frías

Yuliana Florentino

Scarlet Concepción

Ana Masiel Sosa

Reynaldo Soriano Canó

Trabajo de:
Tópicos de la unidad 3

Facilitadora:
Ildefonsa Susana

Fecha de entrega:
1/6/2013
Introducción

En el presente trabajo conoceremos algunos de los tópicos de los que la unidad número 3, en
está podemos encontrar algunos temas de carácter principalmente históricos en el que se
desglosarán los principales indicios del surgimiento jurídico de la República Dominicana.

Entre estos también podemos encontrar la primera constitución que se redactó en la


República Dominicana, la cual se inició con el movimiento de independencia del 27 de febrero
de 1844, también sobre la ley de registro y conservación de hipotecas.

Además de otras disposiciones legales que han marcado fuertemente el sistema jurídico de
nuestro país, por ende conocer el surgimiento de nuestras raíces jurídicas, nos ayudará a
reformarnos mejor como conocedores del derecho.
La Propiedad de la Tierra (Período 1822-844)
Uno de los problemas más espinosos para las autoridades haitianas, fue el de la propiedad
territorial en la parte este. Esto se debió a la gran diferencia que había entre el sistema
inmobiliaria existente en el Santo Domingo español, heredado en el período colonial, y el que
existía en Haití. Cuando se quiso implantar en la parte ese el sistema haitiano, se confrontaron
dificultades aparentemente insolubles. Y es que no solo el sistema legal de tenencia de tierras
era diferente, sino que lo fueron también el del cultivo de la tierra, de producción y trabajo
agrícola.

Existían entonces dos sistemas económicos diferentes y sobre cada uno había una
superestructura jurídica distinta. La República Haitiana bajo Boyer estuvo dividida
principalmente en pequeñas parcelas dedicadas a la microexplotación de subsistencia, en
contraposición al de la gran plantación de agricultura intensiva quue había imperado durante
la época colonial francesa y que quisieron perpetuar Dessalines y Christophe. La política de
Petión fue dar concesiones de tierra a todo el que la quisiera, en cantidades pequeñas, en las
cuales lógicamente el cultivo extensivo no resultaba posible, y mucho menos la ganadería. Ello
se logró parcelando las grandes plantaciones de los colonos expropiados que habían quedado
en estado de abandono durante el turbulento período entre 1804 y 1807. Este sistema, si bien
no mejoró la situación económica del Estado, fue bien acogido por los haitianos, para quienes
la posesión de la tierra era un sueño largamente acariciado y una seguridad de estabilidad
futura.

Con la escasez de población en la parte este, la confiscación de las tierras por las leyes que se
planeaba dictar haría al Estado haitiano poseedor de vastas extensiones de tierras y Boyer
sabía qué hacer con ellas. Por un lado había que dar alimente y ocupación a los miles de
esclavos liberados en 1822 y por otro había que mantener fieles a gran número de altos
oficiales militares y funcionarios civiles del régimen. Paralelamente era necesario elevar la
producción agrícola de la República y finalmente había que incrementar los ingresos fiscales, a
través del método tradicional de arancel de exportación. A los pocos meses de la unificación,
Boyer lanzó una proclama a los dominicanos prometiéndoles tierra para los que no las tuvieran
siempre que la cultivaran. Más tarde se designa la Ley del 8 julio de 1824. Esta la ley se basó en
el principio, de que el derecho de la propiedad es inseparable de la calidad de ciudadano y en
su texto declaró confiscados sin compensación y en beneficio del Estado haitiano:

a) Todos los inmuebles que a la fecha de la unificación de la isla, no pertenecieran a


particulares.
b) Todos los bienes, tanto muebles como inmuebles, así como los capitales y rentas
afectados a inmuebles, que hubieran sido propiedad de la Corona Española y de la
Iglesia Católica, incluyendo conventos, hospicios, monasterios, etc.
c) Todos los bienes, muebles e inmuebles, pertenecientes a las personas que hubieran
estado en el extranjero cuando se produjo la unificación de las dos partes de la isla, y
no hubieren de regreso para el 10 de junio de 1823, así como las pertenecientes a
quienes se hubieran ausentado después de la unificación sin haber jurado fidelidad al
gobierno militar.
La ley del 1824, aplicada en todas sus partes, implicó una vasta reforma agraria que
revolucionaría todo el sistema de tenencia de tierra en la parte dominicana de la isla y
además también modificó la economía de la isla pues con ella el Estado pasó a ser dueño
de grandes extensiones de tierras, y acreedores de capitales que antiguamente
pertenecían a las instituciones eclesiásticas. La Iglesia Católica fue la más afectada por esta
ley, pues quedó eliminada como terrateniente y perdió gran parte de sus ingresos.

Boyer se encontró con muchas quejas y complicaciones al momento de la aplicación de la


ley, ya que sus funcionarios no dominaban el expansivo sistema de tierras que existió los
siglos anteriores. Boyer se vio obligado a modificar su política agraria, estableciendo una
nueva bajo el marco jurídico del Código Rural del 6 de mayo de 1826.

El Código Rural fue un complejo conjunto de disposiciones, con un total de 202 artículos,
que afectaban el modo de producción, el salario, los derechos y deberes de los
trabajadores agrícolas y sus patronos, los contratos de aparcería, y muchos otros aspectos
de la vida del campo. Su objetivo principal fue el de adscribir a los trabajadores agrícolas
de modo fijo a la tierra, en forma contractual pero obligatoria para ellos, rodeándolos de
cierta seguridad en cuanto empleo y remuneración, coartándoles muchos derechos,
principalmente el del libre tránsito.

Para las fincas y propiedades rurales se estableció la obligación de que todo predio debía
ser mensurado, so pena de multa. Se prohibió hacer ventas de terrenos rurales si no fuera
ante Notario y con previa mensura del terreno, el cual debía estar previamente cercado y
amojonado. Toda tierra donada o vendida por el Estado antes de la promulgación del
Código que no hubiera sido puesta a producir dentro del año, era confiscada en provecho
del gobierno sin compensación. Se prohibió el corte de madera de las cimas de las lomas o
de las orillas de los ríos, sin permiso oficial.

La Ley 4 del Código se ocupó de los hatos ganaderos y por consecuencia fue la más
importante para los terratenientes dominicanos. En ella se estableció que no podía
establecerse hatos en las cercanías de los cultivos agrícolas.

El Código no cumplió su cometido, y existen 6 causas:

1. El analfabetismo de los encargados de aplicarlo.


2. Su complicación y minuciosidad.
3. El poco interés de los trabajadores de laborar bajo el sistema implantado.
4. El poco interés de los militares en hacerlo cumplir.
5. La falta de fondos para su aplicación y para la vigilancia y el castigo de las infracciones.
6. El imposible cumplimiento de algunas cláusulas, como la que exigía que los contratos
entre trabajadores y patronos se hicieran por escrito, ante Notario y en papel
timbrado.
En conclusión, las autoridades haitianas hicieron grandes esfuerzos para modificar el
sistema de tenencia de tierras en Santo Domingo. Pero poco fue lo que lograron de
positivo. Es cierto que durante el período que estudiamos, la producción agrícola aumentó
en la parte dominicana, pero el sistema de tenencia de la tierra no fue básicamente
alterado y no se produjo la revolución añorada. La Iglesia Católica perdió su posición de
terrateniente poderoso para no recuperarla jamás, y algunas de las grandes propiedades
de emigrantes fueron parceladas. Pero concluido el período haitiano, la tierra dominicana
se encontraba bajo el mismo sistema arcaico, injusto y antieconómico que venía
padeciendo desde la época de la dominación española.

Derecho de propiedad
La ocupación, prescripción, la venta permute y las sucesiones fueron los medios clásicos para
adquirir propiedad de bienes muebles e inmuebles, el de propiedad estuvo durante la alta
media restringido para los nobleza y al clero, pero poco a poco fue abriéndose a la burguesía,
ya en las siete partidas fue permitido a todo los hombres libres otros modo especiales de
adquisición de derecho de propiedad inmobiliaria.

Las reparticiones tienen además interés para los estudios de la historia del derecho de
propiedad en América y en particular para santo domingo pues este fue el primer sistema
establecido por España en las tierras recién descubiertas a medida que eran arrancadas de los
aborígenes y entregada a los conquistadores y colonizadores a principio del siglo XVI.

La propiedad inmobiliaria puede clasificarse en las siguientes:

La señorial: perteneciente a los nobles generalmente grandes latifundios exentos de impuesto


dedicado primordialmente al pasto y al costo de caza de los señores.

La abadenga: propiedad de las abadías y órdenes religiosas también vasta y privilegiada.

La propiedad realenga: cuyo dueño es el rey pero no como monarca si no como un señor
feudal más.

Las tierras de behetrías: cuyo dueño eran los pequeños agricultores y los pastores
generalmente sometido algún señor feudal a quien entregaban parte de sus cosechas y
rendían tributos a cambio de protección.

Al final del periodo colonial en la isla española, se dicto en 1780 una disposición mediante la
cual el gobierno español acepto la validez de los títulos, composiciones y hasta ocupaciones
existente hasta esa fecha, pero señalando que para que las ocupaciones futuras pudiesen ser
confirmada debían ser cultivadas por sus ocupantes.
Los arrendamientos
Bajo las leyes de castilla estuvo permitido el arrendamiento rustico el cual se practico en india
aunque no con mucha frecuencia.

La capellanía: fueron especie de funciones mediante las cuales constituyente generalmente


por testamento especializaba parte de su patrimonio.

Las regalías: las coronas española se reservo el derecho de propiedad de ciertos terrenos, y
bienes negándose a transferir a dominio de particulares. Pero acepto que el producto de los
bienes se aprovechara por particulares que se llamaron regalías.

La-constitución-de.1844
Luego de organizarse la Junta Central Gubernativa el día 1 de marzo de 1844, ésta adoptó
como constitución el Manifiesto trinitario del 16 de enero de ese año. En julio de ese mismo
año, el General Pedro Santana se adueñó de la Presidencia de la Junta Central Gubernativa y
los miembros de la misma se atribuyeron la calidad de Diputados.

El 24 de julio de 1844, la Junta Central Gubernativa dictó un decreto, a manera de Ley


Electoral, convocando a los pueblos a elegir los miembros de la Asamblea Constituyente que
debía redactar la nueva Constitución de la República. Los días del 20 al 30 de agosto fueron
señalados para reunirse las Asambleas Electorales.

El Congreso Constituyente, además de redactar el Pacto Fundamental de la República, tenía el


encargo de elegir el primer Ejecutivo Constitucional, y debía iniciar sus labores el 20 de
septiembre.

Una vez electos, los diputados constituyentes se reunieron solemnemente en San Cristóbal a
partir del 21 de septiembre de 1844. La elección de San Cristóbal, a unos treinta kilómetros de
la capital, se hizo, según la afirmación del cónsul francés Eustache Juchereau de Saint-Denys, a
fin de dejar a los diputados "toda la libertad de opinión y de acción y de sustraerlos a la
influencia perniciosa del espíritu de partido". En principio se escogió el poblado de Guerra
pero, debido a la falta de facilidades, el mismo Congreso Constituyente decretó el traslado a
San Cristóbal.

Para presidente del Congreso fue elegido Manuel María Valencia, Diputado por Santo
Domingo, y el día 26 del mismo mes una comisión de la Junta Central Gubernativa; fue a
felicitar a los constituyentes por su instalación, pronunciando con tal motivo un largo discurso
Tomás de Bobadilla, quien encabezaba la comisión.

Pero el acto formal de presentarse ante el Congreso Constituyente un portavoz del organismo
que provisionalmente dirigía los destinos de la República, tenía dos objetivos principales: uno,
el propósito de reconocerle u otorgarle a la Asamblea facultades especiales propias de un
Congreso Nacional ordinario, ya que el discurso de Bobadilla en parte era un informe de las
principales actividades del Poder Ejecutivo durante el tiempo que llevaba de vida la República;
y el otro, recordarle a los constituyentes cuáles eran el tono y el compás de la política en
aquellos momentos; en cuya virtud el orador se expresó en forma tal que los diputados
pudiesen sacar sus propias conclusiones.
Hallándose el Congreso ocupado en las tareas preparatorias de su reglamento interior y del
proyecto de Constitución, se produjo el primer rozamiento entre ese cuerpo legislativo y la
Junta, con motivo de haberle remitido el organismo que ejercía las funciones del Poder
Ejecutivo un proyecto de empréstito a los constituyentes para que, actuando como Congreso
ordinario, conociesen de él y le diesen su aprobación.

La citada operación financiera había sido convenida entre el súbdito inglés Herman Hendrik,
“vecino de la ciudad de Londres” y tres representantes nombrados por la Junta Central
Gubernativa, por la cantidad de 1, 500,000 libras esterlinas, pagaderos en treinta años al 5% de
interés anual; operación que fue rechazada por el Congreso por considerarla demasiado
usuraria y excesivamente perjudicial para la Nación.

La votación en contra del proyecto enviado por la Junta fue unánime. Santana nunca consideró
la posibilidad de un rechazo y su indignación al tener conocimiento de la decisión del Congreso
se manifestó por medio de un decreto de la Junta Central Gubernativa, de acuerdo con el cual
este organismo se atribuía la facultad de enjuiciar a los legisladores por el crimen de traición a
la Patria, y cuyos términos les fueron comunicados a los constituyentes, advirtiéndoles que
desde aquel momento el organismo que ejercía las funciones del Poder Ejecutivo, asumía en sí
todos los poderes hasta que fuera sancionada la Constitución y que, por consiguiente, la
Asamblea debía limitarse a sólo la formación del Pacto Fundamental del Estado, haciéndola
responsable de los perjuicios que pudieran resultar a la Nación si persistía en sus propósitos.

Esta actitud de la Junta llenó de alarma a los constituyentes por lo que el Diputado
Buenaventura Báez, planteando la cuestión vital de inmunidad de los legisladores, sometió una
moción que, al ser aprobada por la Asamblea, dio origen a una declaración consagrando la
inviolabilidad de los miembros del Congreso Constituyente. De allí en adelante los
constituyentes pusieron gran cuidado en redactar una Carta que restringiera las facultades del
Poder Ejecutivo. Una comisión integrada por Vicente Mancebo, Buenaventura Báez, Manuel
María Valencia, Julián de Aponte y Andrés Rosón, preparó el programa de la Constitución y
presentó el proyecto de la misma el día 22 de octubre.

El proyecto aprobado estableció el Gobierno esencialmente civil, republicano, popular,


representativo, electivo y responsable; mantuvo como límites de la República los de la antigua
colonia española de Santo Domingo, dejando así sentado el desconocimiento de la ocupación
mantenida por los haitianos en los pueblos de San Miguel de la Atalaya, San Rafael, Hinca y Las
Caobas, para cuya representación el Congreso decidió elegir diputados; concedió amplias
facilidades para la inmigración, y estableció como sistema electoral el del voto indirecto.

Estableció el principio de que el Poder Legislativo es el representante de la soberanía nacional,


y colocó al Poder Judicial en posición independiente, mientras que al Ejecutivo lo sujetó a
normas.

Cuando Santana y sus asesores estudiaron el proyecto se sintieron inconformes porque


consideraron que el mismo dejaba poco campo de acción al Presidente de la República para
actuar con la prontitud que las circunstancias del país lo exigían. Santana se negó a aceptar ser
elegido como Presidente si se mantenía el texto de la Constitución como estaba, aduciendo
que el Poder político en la República Dominicana debía ser militar y no civil, pues el estado de
guerra así lo demandaba.

Al principio, los miembros del Congreso Constituyente se mostraron reticentes a aceptar las
exigencias de Santana produciéndose una crisis política que mantuvo una gran tensión entre la
Asamblea y la Junta Central Gubernativa, incluyendo movimientos de tropa que llegaron hasta
el propio San Cristóbal. Finalmente, esta crisis se resolvió cuando, a instancias de Tomás
Bobadilla (aunque el cónsul Saint-Denys se atribuyó la autoría), se incluyó un nuevo artículo en
el texto constitucional, artículo que resultó ser el número 210 de la Constitución y que decía:

Durante la guerra actual y mientras no esté firmada la paz, el Presidente de la República puede
libremente organizar el ejército y la armada, movilizar las guardias nacionales y tomar todas las
medidas que crea oportunas para la defensa y la seguridad de la Nación; pudiendo en
consecuencia, dar todas las órdenes, providencias y decretos que convengan, sin estar sujeto a
responsabilidad alguna. Una vez aprobada la adición del artículo al texto constitucional, el
Ejecutivo no halló más objeción que hacer. En esta forma la Constitución fue promulgada el 6
de noviembre de 1844.
LEY No.2914 SOBRE REGISTRO Y CONSERVACION DE HIPOTECAS

Hipoteca:

En cada una de las ciudades cabeceras de Provincias o Distritos habrá una Oficina de Hipotecas
que estará a cargo del Director del Registro Civil, y se denominará Conservador de Hipotecas.

El Conservador de Hipotecas está encargado:

1ro. De inscribir y transcribir, en los libros correspondientes y con las formalidades prescritas
por el Código Civil y la presente ley, todos los actos que se le entreguen para la conservación
de las hipotecas y las consolidaciones de las mutaciones de propiedades inmobiliarias; y

2do. De la percepción de los derechos establecidos por la presente ley.

En cada una de las oficinas de Hipotecas se llevarán los libros o registros siguientes:

1ro. Uno destinado a anotar por orden numérico y de fechas las entregas de actas de mutación
que hagan los interesados al Conservador de hipotecas para ser transcritas o de facturas para
ser inscritas.

2do. Uno para las transcripciones de los actos trasmitamos de propiedad voluntarios o
forzados;

3ro. Uno para el Registro de las inscripciones de obligaciones y créditos hipotecarios;

4to. Uno para las transcripciones de los actos de embargo inmobiliario;

5to. Uno por orden alfabético o sea índice de las inscripciones, llevándose por las letras con
que principien los nombres de las calles en las ciudades y las secciones de los campos; y

6to. Uno destinado a llevar la contabilidad.

DE LAS INSCRIPCIONES HIPOTECARIAS Y DERECHOS QUE SE DEBEN ABONAR POR ELLAS:

Las inscripciones hipotecarias se hacen en la oficina de hipotecas establecida en la Provincia o


Distrito en que estén situados los bienes sujetos al privilegio o a la hipoteca; y para que tenga
lugar la inscripción, presentará el acreedor, bien sea por si mismo o por un tercero, al
conservador de hipotecas, el original del acto o una copia auténtica de éste o de la sentencia
que dé lugar al privilegio o a la hipoteca. Presentará también dos facturas escritas en papel
sellado de las que una puede extenderse en la misma copia del título; estas contendrán:

1ro. el nombre, apellido, domicilio del acreedor, su profesión si tuviere alguna y la elección de
domicilio hecha por él en un punto cualquiera de la Provincia o Distrito de la oficina de
hipoteca;

2do. el nombre, apellido, domicilio del deudor, su profesión si la tuviere, o una designación
individual y especial, tan clara, que por ella pueda el conservador conocer y distinguir en
cualquier caso el individuo que esté gravado con la hipoteca;

3ro. la fecha y naturaleza del título;

4to. el importe del capital de los créditos expresados en el título o avaluado por el que hace la
inscripción, según las rentas y prestaciones, o los derechos eventuales, condicionales o
indeterminados en el caso en que haya sido mandada dicha evaluación, así como también el
importe de los accesorios de estos capitales y la época en que son exigibles;

5to. la indicación de la especie y situación de los bienes sobre los que se propone conservar su
privilegio o su hipoteca. Esta última disposición no es necesaria en el caso de las hipotecas
legales o judiciales.

Hipotecas legales:

Hipotecas judiciales:

DE LA CANCELACION Y REDUCCION DE LAS INSCRIPCIONES:

- Las inscripciones se cancelan por el consentimiento de las partes interesadas, que tengan
capacidad para este objeto, o en virtud de una sentencia en última instancia, o pasada en
autoridad de cosa juzgada.

La cancelación o reducción de toda inscripción se colocará al margen de esta, firmando la nota


el Conservador de Hipotecas con expresión de la fecha en que se extiende y de la copia del
acta o sentencia en virtud de la cual se hace la cancelación o reducción.

- La copia del acta o sentencia de que tratan los artículos anteriores, quedará depositada en el
archivo de la oficina de hipoteca, estando obligado el Conservador a formar con ellos un
expediente especial, anotándose en cada una de ellas la fecha de la cancelación o reducción y
el folio del libro o registro.

DE LAS TRANSCRIPCIONES:

Se transcribirán en la Oficina de Hipotecas donde radiquen los bienes:

1ro. Todo acto entre vivos, traslativo de propiedad inmobiliaria, o de derechos reales
susceptibles de hipotecas.

2do. Todo acto que contenga renuncia a estos mismos derechos.


3ro. Las sentencias que declaren la existencia de un contrato verbal de la naturaleza de los
expresados.

4to. Toda sentencia de adjudicación que no sean dictadas sobre licitación realizada en
beneficios en un coheredero o de un copartícipe.

5to. Los arrendamientos cuya duración exceda de más de cuatro años (Ley 1306 de 1930).

Hasta el momento en que sean transcritas no, pueden oponerse a terceros que tengan
derechos sobre el inmueble, y que hayan conservado conforme a las leyes los derechos que
resulten de los actos y sentencias expresadas en los artículos anteriores. Los arrendamientos
que no hayan sido transcritos, no pueden oponerles en cuanto a la duración mayor de diez
años.

Toda sentencia que pronuncie la resolución, nulidad o rescisión de un acto transcrito debe
anotarse al margen de la transcripción hecha en el libro o registro, dentro del mes siguiente al
día en que aquella haya obtenido autoridad de cosa juzgada. El abogado que haya obtenido la
sentencia está obligado a realizar aquella operación remitiendo al Conservador de Hipotecas
una factura firmada por él, de la cual debe darse recibo.

DE LA CONTABILIDAD

Los derechos por inscripción y transcripción señalados en esta Ley son rentas municipales e
ingresarán en la caja de los Ayuntamientos de los Municipios en que radiquen los bienes
inscritos o transcritos:

- Cuando la propiedad esté ubicada en el Municipio donde el Conservador de Hipotecas tenga


su oficina, este entregará los derechos directamente al Ayuntamiento de dicho Municipio.

- Cuando la propiedad esté ubicada en un Municipio que no sea el que el Conservador de


Hipotecas tenga su oficina, este remitirá los derechos inmediatamente al Tesorero Municipal
junto con una relación que especifique la naturaleza del documento sometido al pago de
derechos, su fecha y los nombres de las partes; y el Tesorero, a su vez, entregará los derechos
al Ayuntamiento del Municipio donde esté ubicado el inmueble.

- Todo documento que se refiera a bienes inmuebles ubicados en más de un municipio,


sometido al pago del derecho proporcional establecido en la precitada Ley Sobre Registro y
Conservación de Hipotecas, debe contener una declaración, hecha por una de las partes
interesadas, en la cual se hará constar la porción de la suma principal, expresada en el
documento, que corresponda a cada Municipio; y el Conservador de Hipotecas de la Provincia
donde primeramente haya sido hecha la inscripción o transcripción, remitirá en seguida al
Tesorero Municipal la cantidad total de los derechos junto con una relación que especifique la
naturaleza del documento, la fecha de este, los nombres de las partes, y una copia de la
declaración mencionada en este mismo artículo. El Tesorero Municipal distribuirá los derechos
entre los Municipios interesados en la proporción mencionada en la predicha declaración.

Los Conservadores de Hipotecas asentarán en el libro o registro destinado a llevar la


contabilidad, todo los derechos que perciban por inscripciones y transcripciones, de
conformidad a la presente ley, con expresión del acto o sentencia que causare el derecho y la
fecha de la inscripción. Este libro se cerrará el último día de cada mes.

- El Conservador de Hipotecas dará cuenta dentro de los cinco primeros días del mes
subsiguiente, de todas las entradas que hubiere percibido, acompañado de un estado
expresivo del número de actos que aparezcan en el libro o registro destinado a llevar
contabilidad.

El estado y suma percibida se entregará al Tesorero de Ayuntamiento de la cabecera de


Provincia o Distrito respectivo, quien dará recibo al pie de la cuenta original en el libro o
registro, conservando en su poder el estado certificado por el Conservador de Hipotecas, que
le servirá de comprobante de ingresos.

Ley de Bienes Nacionales del 02 de Julio del 1845

Una de las mayores preocupaciones del primer gobierno constitucional dominicano, fue la de
organizar los bienes del Estado y ponerlos a fructificar. Para ello lo primero que tenía que
hacer era definir cuales bienes eran del Estado y cuáles de particulares, y para eso desde el
principio dio pasos legislativos. Primero la Junta Central Gubernativa dicto un decreto el 20 de
abril del 1844 secuestrando los bienes de los haitianos y los de los que abandonaron el país
después del 1ro de marzo de ese año y segundo el Congreso dicto una ley extinguiendo una
serie de gravámenes y afectaciones de origen religioso, promulgando luego la Ley 52 de fecha
2 de julio de 1845 que declara ya en esa fecha cuales son los bienes nacionales y establece lo
concerniente a su administración, fructificación, conservación y enajenación
   Esta ley sufrió dos modificaciones en 1846 para aclarar algunos términos y resolver ciertas
situaciones no prevista en el texto original. De dicha leyes se pueden definir los
siguientes principios básicos sobre el derecho de propiedad inmobiliaria:

a)     El Estado dominicano era dueño de todas las tierras sin dueño conocido;
b)    Fueron también del Estado dominicano todos los bienes, tanto mobiliaria como inmobiliaria,
así como capitales y rentas que hubieren pertenecido a gobiernos anteriores (Corona española
y Estado haitiano básicamente) o que fueron propiedad de organizaciones religiosas ya
extinguidas.
c)     El Estado también resultaba dueño de todos los bienes muebles e inmuebles de los haitianos
residentes en la partes este y que rehusaron a nacionalizarse dominicanos al momento de la
independencia y los dominicanos que se ausentaron del país a raíz del cambio político de 1844
sin prestar juramento a la República o hubieren en algún modo auxiliado a los haitiano.
      Como no estaba claro cuales propiedades serian afectadas por estas disposiciones, por lo
general de sus términos, la Ley de Bienes Nacionales dispuso la formación de Comisiones
Provinciales ante quienes en un plazo de tres meses debían comparecer todos los poseedores
de terrenos a presentar sus títulos de propiedad para ser depurados. Mientras tanto se
consideraba bajo secuestro estatal todos los inmuebles que hubieren pertenecido a haitianos,
y se dispuso asimismo que cualquier poseedor de tales bienes debiera presentar a la
Comisión los títulos bajo los cuales tenía esa posesión para ser también depurados. Si los
poseedores aparecían con justo titulo no serian molestados, pero si aparentaba que la
posesión carecía de base legal, el Estado quedaba confirmado en su propiedad de ellos, y
debían entonces ser arrendados a terceros. Si alguno de esos bienes tenía algún gravamen a
favor de un particular, debía entonces ser vendido en pública subasta y el producido debía ir a
satisfacer la deuda y cualquier saldo quedaba a favor del Estado. Si un inmueble urbano de los
confiscados bajo las Leyes tuviere alquilado, el inquilino tenía 45 días para desalojarlo y si era
rural debía esperarse a que venciera el término del arrendamiento, pero en el momento de la
subasta se les daba preferencia a dichos inquilinos para adjudicar la propiedad.  La
Ley considero validas  e irrevocables las ventas y donaciones hechas por el gobierno
haitiano  bajo la legislación anterior, pero las propiedades tomadas por dicho gobierno y que
aun no hubieran pasado a manos de particulares revertirían a sus dueños anteriores si estos
las reclamaban. Si el propietario anterior era la Iglesia, se pondría en manos del Arzobispo,
pero no en propiedad, “para su administración y conservación”. Con esta medida se quiso
evitar que la Iglesia Católica recuperara su anterior posición de gran terrateniente, ya que no
se le permitió disponer ni sacarles renta a los bienes que se le estaba devolviendo, pudiendo
usufructuarlos únicamente. Las modificaciones  a la Ley de Bienes Nacionales trataron los
casos de los hijos de dominicanos, disponiendo que tales bienes no entraban en secuestro y
pasaban a los herederos legales. Lo mismo se dispuso para los casos de sucesiones abiertas por
causa de muerte civil. Otra de las modificaciones vario la composición de las Comisiones y el
método de venta en pública subasta que el texto original se hacía ante los tribunales, para
ponerlos a cargo del Departamento de Hacienda
     Bajo la Ley de Bienes Nacionales dominicana de 1845, pasaban al Estado todos los bienes
de los ausentes, que no hubieren reclamado sus derechos de propiedad dentro de los tres
meses de promulgada dicha ley.

    Esta ley declara que todas los terrenos situados en territorios dominicanos que no tuvieren
dueño conocido serían bienes nacionales, ya sea que hayan pertenecido a gobiernos
anteriores, a conventos religiosos ya extinguidos, a terceras órdenes, y demás corporaciones
que ya no existen, o a nacionales haitianos que no prestaren juramento de fidelidad a la nueva
República.

La  División de los Terrenos y su Definición.

   Al principio de la independencia, en lo que se refiere al derecho de propiedad no existía


ninguna oficina pública en donde los actos relativos a la transmisión del derecho de
propiedad  fuera objeto de alguna intervención directa o indirecta por parte de las
autoridades.
   
    En el año de 1911 fue promulgada la ley sobre División de Terrenos Comuneros, la cual
representa el primer esfuerzo hecho por el Legislador Dominicano para organizar
definitivamente la división de los Terrenos Comuneros.

     Terrenos comuneros son predios indivisos de terrenos que pertenezcan, o se digan


pertenecer, a dos o más personas, cuyos derechos estén representados en acciones
denominadas “pesos” u otras unidades que más bien guarden relación al valor o derecho
proporcionales con el área de terreno.

     Los Terrenos comuneros son una consecuencia de las encomiendas y reparticiones hechas
por la Corona Española a determinadas personas de predios que estaban demarcados por los
elementos naturales, como ríos, arroyos, montañas y que los dueños justipreciaban, y luego
vendían partes de esos terrenos, valorándolos en “pesos”, con lo que los nuevos dueños
pasaban a ser accionistas de esos predios.

     Estos accionistas sometían al conocimiento del tribunal civil estas acciones de pesos para
que le fueran reconocidos u homologados sus derechos, y así se establecía el derecho de
propiedad de esas personas.

    El propósito de esta ley, en síntesis, fue que en el país desaparecieran el sistema de los
terrenos comuneros y que fuera sustituido por otro donde las propiedades rurales estuvieran
todas mensuradas, deslindadas y divididas entre todos sus dueños. La ley ordeno que el
procedimiento para lograrlo fuera de orden público. El procedimiento no era sin embargo
obligatorio, sino opcional, pero una vez iniciado por uno o más reclamantes, todos los demás
condueños en un sitio comunero quedaban afectados y comprometidos por el procedimiento y
la sentencia final les era oponible.
Periodos en que se puede dividir el estudio  del Derecho Inmobiliario

Como expresamos anteriormente el Dr. Rafael Ciprián, en sutexto Tratado de Derecho


Inmobiliario, hace una clasificación de seis períodos históricos en los que se puede dividir el
devenir de la propiedad inmobiliaria desde el descubrimiento de América en el año 1492 hasta
nuestros días, sin embargo, nosotros quisimos agregar otro que según lo registra la historia fue
el precursor de los demás, se trata de las Capitulaciones de Santa Fe y estos son:

Primer Período, se inicia con el primer documento jurídico con carácter inmobiliario, las
Capitulaciones de Santa Fe en el año 1492, mediante las cuales los monarcas de Castilla
Fernando e Isabel, Los Reyes Católicos y Cristóbal Colon acordaron los poderes que Cristóbal
Colon tendría en las islas y tierras firmas que descubriera.

Segundo Período, se inicia con la Bula Inter-Caétera del 3 de Mayo de 1493, mediante la cual
el Papa Alejandro VI hizo formal y definitiva donación a los Reyes de España de las islas y
tierras ubicadas mas allá de una línea imaginaria a Cien leguas al oeste de la isla Azore siempre
y cuando no hubiere dominio.

Tercer Período, se inicia con la Ley de Amparo Real del 20 de Noviembre del 1578, por medio
de la cual los Reyes de España reivindicaron para la corona el Derecho de Propiedad en las
tierras descubiertas.

Cuarto Período, se inicia el 27 de Febrero de 1844 con la Independencia de República


Dominicana adquiriendo con derecho propio todas las tierras que pertenecían a los Reyes
Católicos, para lograr dicho objetivo se dictó la Ley sobre Bienes Nacionales del 21de Julio
1844, impulsada por el presidente Pedro Santana.(9)

Quinto Período, se inicia con la Ley sobre División de Terrenos Comuneros del 21 de Abril de
1911, la cual tenía como propósito principal repartir entre los diferentes accionistas de un sitio
comunero las tierras formadas por dichos sitios.

Sexto período, se inicia con la Orden Ejecutiva No.511 del 1º de Julio de 1920, con dicha
disposición legal del Gobierno Militar de Ocupación Norteamericana, se hicieron las bases
jurídicas e institucionales de lo que sería el régimen legal de las tenencias de la tierras en
Republica dominicana, introducción en nuestros territorios el Sistema Torrens de registro de
propiedad inmobiliaria.
Séptimo Período, se inicia con la ley sobre Registro de Tierras No.1542, del 7 de Noviembre
del 1947, dicha Ley es la que actualmente nos rige en materia de tierra y lleva el uso del
Sistema Torrens y surgió de la orden ejecutiva 511 del 1920.

A raíz de la promulgación y aplicación de la Ley 108.05 sobre Registro Inmobiliario del 23 de


marzo de 2005 en la República Dominicana podemos hablar de un octavo y actual período.
Con esta ley, sus reglamentos y una posterior modificación, se definieron las funciones del
Registro de Títulos, los tribunales de Tierra, la Dirección de Mensuras Catastrales, la
Dirección de Catastro Nacional y el abogado del Estado, como dependencias del Poder
Ejecutivo.

LEY SOBRE LOS TERRENOS COMUNEROS

1- Ley sobre Terrenos Comuneros del 21 de abril de 1911, se conjura una situación que se
había generado con la aplicación del Código de Procedimiento Civil francés y el procedimiento
de partición. Esta disposición legal es retenida como el primer esfuerzo legislativo para
organizar la división de los terrenos comuneros, aquellos tenidos mediante acciones y que
pertenecen a dos o más personas, lo que hoy se pudiera definir como la “copropiedad”. Se
caracterizó por haber simplificado la partición.

Ley sobre división de terrenos comuneros de 1911


Con esta disposición legal se inicia el cuarto período de la propiedad inmobiliaria en la
República Dominicana, puede definirse como el primer esfuerzo legislativo para organizar la
división de los terrenos comuneros, o sea aquellos terrenos tenidos mediante  acciones y que
pertenecen a dos o más personas. Se caracterizó por haber simplificado el procedimiento de la
partición, contrastando con el que había sido establecido por el Código de Procedimiento Civil
que resultaba difícil, largo e intrincado.
El propósito de esta Ley, en  síntesis, fue que en el país desapareciera el sistema de los
terrenos comuneros y que fuera sustituido por otro en donde las propiedades rurales
estuvieran todas mensuradas, deslindadas y divididas entre todos sus dueños. La ley ordenó
que el procedimiento para lograrlo fuera de orden público. El procedimiento no era sin
embargo obligatorio, sino opcional, pero una vez iniciado por uno o más reclamantes, todos
los demás condueños en un sitio comunero quedaban afectados y comprometidos por el
procedimiento y la sentencia final les era oponible.
Los Terrenos Comuneros
Un sistema jurídico de propiedad inmobiliaria rural característico de la  República
Dominicana, es el de los terrenos comuneros, los cuales surgieron de la época colonial,
extendiéndose al período republicano, y persistiendo aún hoy aunque con campo de aplicación
más reducido. De este sistema hay también ejemplos en otras regiones de la América Hispana,
especialmente en Cuba, pero en ninguna otra parte fueron los terrenos comuneros tan
extendidos ni de tanta importancia como en Santo Domingo.
Su origen data del Siglo XVII, de ahí en adelante se extendieron por toda la Isla, pudiendo
decirse que ya para los Siglos XVIII y XIX la mayoría de los terrenos llanos del país formaban
parte de algún Sitio Comunero.
De acuerdo con la Ley sobre División de Terrenos Comuneros del año 1911, se entiende
por terrenos comuneros: "Aquellos cuya propiedad se tiene por acciones y pertenecen a dos o
más personas". Esta definición fue adaptada, aunque de un modo más completa en la Ley de
Registro de Tierras del año 1947, en su Artículo No. 2. "son aquellos predios indivisos que
pertenecen o se dicen pertenecer a dos o más personas cuyos derechos están representados
en acciones denominadas "pesos" u otras unidades que más bien guardan relación con  valor o
derecho proporcionales que con el área de terrenos pertenecientes a dicha persona o
reclamados por ellas.
Diferencia entre terrenos comuneros y terrenos en comunidad.
Los terrenos comuneros nunca fueron comunes, es decir no había copropiedad indivisa entre
todos los dueños, como sería el caso de una sucesión, puesto que cada dueño, dentro de un
sitio podía no sólo usar libremente de su terreno, sino venderlo y dejarlo en sucesión sin
necesidad de obtener la autorización de los demás dueños del sitio.

¿Cómo se hacía una partición de terrenos comuneros en esa época?


Desde antes de la independencia la propiedad queda regida por las disposiciones del Código
Civil francés y como no se había legislado aún de manera especial sobre los terrenos
comuneros, era necesario acudir para la partición de los mismos al Código
de Procedimiento Civil, lo que hacía que una partición fuese un procedimiento largo, costoso e
imperfecto, puesto que la demanda debía ser notificada a tantas partes como accionistas
existieran, corriéndose el riesgo de que muchas veces después de concluido un procedimiento
de partición apareciera un nuevo accionista que no había sido notificado y cuyos derechos era
preciso tener en cuenta.
La partición numérica
Consiste en dividir la cantidad de tareas que contenía el sitio comunero entre el número de
accionistas que figuraban en el cómputo para saber cuántas tareas correspondía a cada
accionista. Era una labor que hacían juntos el Notario y el Agrimensor. Servía de base para ir a
realizar sobre el terreno la verdadera partición.
Partición en naturaleza
Consistía en separar a cada accionista la porción que le había correspondido dentro de un sitio
comunero
Esta ley fue derogada por la ley 1542, de registro de título
Conclusión

Finalmente debemos entender que gracias al surgimiento de estas disposiciones legales,


nuestro sistema jurídico actual ha tenido un gran refuerzo y es de suma importancia dar el
mérito y los honores a esos hombres que de dispusieron a la creación de verdaderas normas
en nuestro país, lo cual estableció de forma definitiva nuestro sistema jurídico autónomo e
independiente.

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