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Asignatura:

Derecho Judicial Privado III.

Docente:

Pascual Moricete

Presentado por:

Tays Vásquez

Jan Cabrera

Pamela Cárdenas

Nicolle Santana

Frandhely Uceta

Justin Rivas

Lisbet Fernández

Francheska D´Agata
Introducción
Como ya hemos estudiado, la sentencia no es más que el acto jurisdiccional que pone
fin al proceso o a una etapa del mismo. De esta se deriva una clasificación desde
diferentes puntos de vista, como las que vamos a conocer a continuación:

La sentencia en primera instancia, es la que un tribunal del primer grado de


jurisdicción dicta a cargo de apelación. Es el caso normal, dada la generalidad del
principio del doble grado de jurisdicción.

La sentencia en única instancia. En los casos en que el segundo grado de jurisdicción


es suprimido por la ley o en el que las partes renuncian anticipadamente a la apelación,
la sentencia es llamada en única instancia. Es susceptible de los recursos extraordinarios
de revisión civil y de casación, lo mismo que la sentencia en última instancia.

La sentencia en última instancia. Cuando la sentencia es apelable, y el recurso de


apelación es interpuesto, la decisión del juez del segundo grado se dice dictada en
última instancia.

La sentencia ordinaria. Es la sentencia propiamente dicha, esto es la que interviene a


título de decisión del juez respecto de una diferencia real de intereses entre las partes.
Intervienen a título de decisión para dirimir los interese en pugna. Normalmente estas
son las sentencias que dictan los jueces conforme a la justicia, la equidad y los
principios. Ellas determinan quien es la parte gananciosa y quien la perdidosa.

La sentencia de expediente. Se designa como sentencia de expediente o sentencia


convenida, la que es pronunciada respecto de un proceso entre partes que han estado
desde el principio o que han llegado a ponerse de acuerdo acerca de la cuestión
sometida al tribunal. No obstante, al acuerdo de las partes, son sentencias contenciosas y
no simples actos de administración judicial. No son contratos judiciales, sino que
contienen una verdadera decisión frente al acuerdo al que han podido llegar las partes.
Esto puede presentarse en dos hipótesis.

En primer lugar, puede ocurrir que dos personas simulen una contestación que, en
realidad, encubra un acuerdo que han pactado, y luego, mediante una acción en justicia
incoada por una de ellas contra la otra, concurran ante el tribunal, concluyan en
consonancia con lo convenido, y obtengan así una sentencia que consagre ese acuerdo
previo. Ha habido en este caso un proceso simulado; como toda simulación, el pro-ceso
simulado es lícito siempre que no tenga por objeto contravenir a una norma legal de
orden público, como, por ejemplo, a una de las que se refieren al estado y la capacidad,
a los regí-menes matrimoniales, y, en general, a las que regulan las materias respecto de
las cuales las partes no pueden celebrar convenciones,

En segundo lugar, puede ocurrir que un litigio haya existido efectivamente entre las
partes, y que, después de haberlo sometido al tribunal, 'ellas convengan en una
transacción o en un desistimiento, o que una de las partes preste aquiescencia a las
pretensiones de la otra, y luego concluyan en tal forma que la sentencia venga realmente
a consagrar el acuerdo de las partes. En este caso hay simulación sobrevenida en el
curso del proceso, y es lícita si intervienen en las mismas condiciones que la simulación
que tiene por objeto incoar un proceso.

¿Cuál es el carácter que tienen estas sentencias? De acuerdo con una primera
opinión, la sentencia de expediente no debe ser considerada como verdadera sentencia,
sino como un acto no jurisdiccional, o de administración judicial, mediante el que los
jueces comprueban que las partes han celebrado una convención, y levantan acta de su
convenio. Esta sentencia no sería otra cosa que un contrato judicial. En este sistema, la
sentencia de expediente podría ser impugnada mediante acción principal en nulidad,
igual que cualquier otro contrato; ella no produciría hipoteca judicial, excepto si se trata
de una sentencia intervenida respecto de una demanda en reconocimiento de escritura, a
causa de las previsiones de los artículos 193 y siguientes. Se ha pretendido, en otra
opinión, que para determinar el carácter de la sentencia de expediente hay que tomar en
cuenta la fórmula empleada por el tribunal: si éste se ha limitado a levantar acta del
acuerdo de las partes, sin pronunciar ninguna decisión acerca del litigio hay
simplemente contrato Judicial y no sentencia; si, por el contrario el tribunal no se limita
a comprobar el acuerdo de las partes, sino que, además dicta una decisión sobre el
proceso, esta decisión constituye un contrato sentencia propiamente dicha, y no la
comprobación de la convención judicial En este caso, el tribunal se ha apropiado de las
partes, y la ha hecho figurar en el dispositivo de su sentencia. La convención ha sido
absorbida por la sentencia. Esta distinción, sin embargo, no ha prevalecido: en todos los
casos, y sea cual sea la fórmula empleada por el juez frente a las conclusiones
concordantes de las partes, la sentencia de expediente es considerada como una
verdadera sentencia contenciosa, que produce la hipoteca judicial, y que no es
susceptible de ser impugnada por acción principal en nulidad, sino únicamente por el
ejercicio de las correspondientes vías de recurso, ordinarias o extraordinarias.

Ventajas. Desde varios puntos de vista, las partes pueden tener interés en hacer
incorporar su convención, intervenida antes o en el curso del proceso, en una sentencia
de expediente. 1ero. Cuando la convención es relativa al pago de cantidades de dinero y
es otorgada ante notario, ella constituye un título ejecutorio, equiparable a la sentencia,
en cuya virtud el acreedor puede embargar los bienes del deudor. Esa convención está
sujeta, sin embargo, a ser impugnada mediante acción en nulidad durante cinco años, en
tanto, que, por el contrario, la sentencia es impugnable únicamente por el ejercicio de
las vías de recurso, ordinarias o extraordinarias, dentro de plazos generalmente muy
breves. 2do. La sentencia de expediente procura al acreedor el beneficio de la hipoteca
judicial, que grava todos los inmuebles del deudor; en cambio, la hipoteca
convencionalmente otorgada tiene un carácter especial.

Objeciones. Se ha criticado la práctica de la sentencia de expediente, en razón de que


transforma al juez, cuya función es esencialmente jurisdiccional, en notario público,
funcionario encargado por la ley de dar forma auténtica a las convenciones de las partes.
Las críticas son casi infundadas para el caso de que las partes lleguen a un acuerdo en el
curso de un proceso verdadero; nada más natural, en efecto, que lo sometan
inmediatamente al juez para que lo incorpore en una sentencia. Esto es más rápido y
sencillo, y menos costoso, que formalizar su acuerdo de otro modo. Tal situación se
parece a otras muchas situaciones que pueden presentarse en el curso del proceso,
como, por ejemplo, la reducción de la demanda por el demandante, la de
reconocimiento parcial por el demandado del derecho del demandante; también en estos
casos el fallo se apropia un acuerdo de las partes. Las objeciones Parecen más certeras
para el caso de que no exista litigio alguno entre las partes, y éstas lo simulen con el
mero objeto de que el tribunal levante acta de su acuerdo. Este proceder tiende
abiertamente a conferir al juez atribuciones enteramente ajenas a su cometido, sin la
atenuante de que al comienzo existía un verdadero proceso; aquí, la simulación es total.
Se ha sostenido que, en esta hipótesis, el tribunal debe negarse a estatuir; pero esta
opinión no ha prevalecido. En este caso, como en el anterior, el tribunal debe pronunciar
sentencia, en respuesta a las conclusiones concordantes de las partes.

La sentencia meramente declarativa. Es la que se contrae a comprobar la existencia


de un derecho o de una situación jurídica. Tal es el carácter que tienen las sentencias
intervenidas en los casos de demandas tendientes al simple reconocimiento de un
derecho: reconocimiento de escritura, nuevo título del crédito después de transcurridos
18 años, reconocimiento de servidumbre, declaración de hipoteca, nulidad de la
condición de un legado. Caso el más destacado de sentencia meramente declarativa es la
que dicta el Tribunal de Tierras como resultado de proceso de saneamiento inmobiliario:
el tribunal se limita a comprobar quiénes son los titulares de los diversos derechos reales
que afectan a los inmuebles objeto del saneamiento y de los otros derechos registrables,
y ordena el registro de esos derechos en favor de sus titulares respectivos.

La posibilidad de una acción tendiente a obtener una sentencia declarativa, fuera de los
casos expresamente consagrados por la ley, ha sido persistentemente negada por la
mayor parte de la doctrina, hasta época reciente. No hay para esa negativa, sin embargo,
ninguna razón fundamental: la acción en justicia es el único medio de obtener
declaración judicial respecto de una situación jurídica en todos los casos en que puede
temerse una perturbación o contestación; basta para ello que el actor ostente un interés
jurídico en el ejercicio de la acción.

La sentencia constitutiva. Es la que crea una situación jurídica, sea modificando un


estado de cosas anterior, sea aboliéndolo, sea sustituyéndolo por otro. Ejemplos: la
sentencia que admite el divorcio; las sentencias que pronuncian o levan-tan la
interdicción; la sentencia que pronuncia la quiebra (en el sentido de que la sentencia que
pronuncia la quiebra es puramente declarativa).

La sentencia condenatoria. Es la que impone a la parte vencida en juicio el


cumplimiento de una prestación, sea positiva, de dar o de hacer, sea negativa, de no
hacer. Durante mucho tiempo se ha considerado que la acción en justicia no podía tener
otro objeto que el de obtener una sentencia de condena; era excluida, como se ha
expuesto, la Posibilidad de que el poder judicial tuviera por misión el pronunciar fallos
meramente declarativos. Aun admitiendo que el ámbito de la sentencia condenatoria es
el más amplio, es preciso reconocer, sin embargo, la legitimidad de la sentencia
simplemente declarativa, como un modo de responder a ciertas demandas perfectamente
justificadas. Desde otro punto de vista estas sentencias son aquellas donde se le aplica
una condena al acusado por ser culpable de lo que se le acusa. Es decir, este tipo de
sentencias se constituyen en el hecho de que se compruebe que la parte demandada es
responsable por lo que la parte demandante le acusa. Por otro lado, también se conoce
como aquella sentencia que dictará los castigos (por lo general años de cárcel), entre
otras cosas como las opciones para que el imputado pueda tener alternativas al
encarcelamiento.

La sentencia absolutoria. Es todo lo contrario de la sentencia condenatoria. Interviene


mando el tribunal, acogiendo la defensa del demandado, rechaza la demanda del actor.
No hay sentencia absolutoria, en cambio, cuando el tribunal acoge en favor del
demandado una excepción o un medio de inadmisibilidad que no toque al fondo, puesto
que, en estos casos, pudiendo el actor incoar nuevamente su acción, no puede decirse
que el demandado ha sido absuelto. Es aquella que declara la ausencia de
responsabilidad del acusado respecto de las infracciones por las que se ha seguido el
proceso. Es decir, este tipo de sentencias se constituyen en el hecho de liberar al
demandado de la acusación por el hecho de haber sido probado el hecho cometido o la
acusación fundamentada.

Ahora bien, después de conocer estas sentencias es de vital importancia abundar el


contenido de la redacción de una sentencia y es que como lo establece el artículo 141 de
nuestro Código de Procedimiento Civil Dominicano, la redacción de las sentencias tiene
que contener los nombres de los jueces, del fiscal y de los abogados; los nombres,
profesiones y domicilio de las partes; sus conclusiones, la exposición sumaria de los
puntos de hecho y de derecho, los fundamentos y el dispositivo. Todo esto combinado
con las reglas del derecho común que gobiernan la preparación de los actos procesales,
que las sentencias deben contener un cierto número de enunciaciones o menciones
particulares, que se indican a continuación.

- Encabezamiento. El artículo 146 manda que las sentencias “se encabezarán y darán
en nombre de la República”. Esto es un corolario de que la sentencia es un acto procesal
emitido por el órgano jurisdiccional en nombre del Estado.

- Lugar. Las sentencias deben darse, conforme lo dispone el artículo 1040, en el lugar
en que se halla establecido el tribunal.

- Indicación del tribunal. La sentencia debe indicar el tribunal que la pronuncia, por su
designación oficial: juzgado o tribunal de primera instancia, corte de apelación, etc. Se
acostumbra indicar, además, pero esto no parece indispensable, que el tribunal actúa en
sus atribuciones civiles y comerciales, Y, en los jueces de primera instancia divididos en
cámaras, que la sentencia emana de la cámara civil y comercial. Si se trata del Distrito
Nacional o de municipios en que existen varias cámaras, indicar la circunscripción.

- Nombre de los jueces. A seguidas de la indicación del tribunal, la sentencia enuncia


los nombres del o de los jueces que la dictan.
- Asistencia del secretario. La sentencia deberá enunciar que el tribunal estuvo asistido
por el secretario en el acto de su pronunciación.

- Publicidad del procedimiento. La sentencia debe indicar expresamente, respecto de


todos los trámites del proceso que han ocurrido ante el tribunal, que ellos se han
verificado públicamente. En esa virtud, la sentencia tiene que enunciar: 1ero., que ha
sido pronunciada en audiencia pública, 2do. que las partes fueron oídas en audiencia
pública, salvo en los casos en que la audiencia es celebrada en cámara de consejo y
3ero., que, en los casos que procedan, el dictamen del ministerio público fue leído en
audiencia pública.

- Indicación de las partes. La sentencia deberá mencionar “los nombres, profesiones y


domicilios de las partes” y sus respectivas cédulas de identidad, con indicación del
número del sello que comprueba el pago del impuesto correspondiente.

- Indicación de los abogados. En las materias que requieren su ministerio, la sentencia


deberá indicar los nombres de los abogados que han asumido la representación de las
partes.

- Indicación del ministerio público. En los asuntos sujetos a comunicación, la


sentencia debe mencionar el nombre del agente del ministerio público que dictaminó en
la causa.

- Conclusiones de las partes. Las conclusiones son actos procesales en que se enuncia
concretamente el pedimento que cada una de las partes somete al tribunal. El
demandante solicita mediante ellas que se acoja la demanda; por su parte, el demandado
solicita que se rechace la demanda. Esas son llamadas conclusiones sobre el fondo.
Ambas partes pueden también presentar conclusiones sobre excepciones y otros
incidentes.

- Puntos de hecho y de derecho. El punto de hecho es la enunciación del conjunto de


los hechos, actos y circunstancias relativos al litigio y al procedimiento mediante el cual
se le ha sometido al tribunal. El punto de derecho es la enunciación de las cuestiones
jurídicas sometidas al tribunal, y que éste debe resolver en su sentencia. Estas dos
enunciaciones son indispensables y sustanciales, puesto que permiten determinar si el
juez ha tomado en consideración todos los hechos de la causa y si ha decidido acerca de
todos los aspectos, de, proceso.

Generalmente el tribunal consigna el punto de hecho los resultas o resultandos de la


sentencia, y el punto de derecho en los considerandos; pero a veces el punto de derecho:
enunciado en uno o varios de los resultas o resultandos, y en los considerandos el
tribunal se contrae a enunciar los motivos jurídicos de la sentencia. No hay forma
legalmente establecida para el cumplimiento de este requisito.

- Motivos. La sentencia debe contener, a pena de nulidad, los fundamentos, o, lo que es


equivalente, los motivos en los cuales el tribunal funda su decisión. Los motivos
constituyen la demostración dialéctica y jurídica en que se apoya el dispositivo de la
decisión adoptada por el tribunal.

En la sentencia, el tribunal debe responder a todos los pedimentos de las partes


contenidas en sus respectivas conclusiones, para acogerlos o para desestimarlos, sea que
figuren en sus conclusiones principales, sea que figuren en conclusiones adicionales o
subsidiarias, sea que se refieran a una defensa, una excepción, un medio de
inadmisibilidad, etc. A lo que el tribunal debe responder expresamente es a las
conclusiones o puntos de conclusiones, pero no a cada uno de los argumentos en que se
fundan.

Los motivos deben ser especiales. No es, suficiente que el tribunal afirme; es preciso
que muestre o exponga el fundamento su afirmación. No bastaría, pues, que el tribunal
declarara, por ej., que el demandante es acreedor, o que es propietario; es indispensable
que establezca cuáles son los hechos y circunstancias de los cuales resulta en el
demandante la calidad de acreedor o la de propietario. Sin embargo, el tribunal puede
responder a varias conclusiones o puntos: de conclusiones por un motivo general que
los incluya a todos. Por otra parte, los motivos pueden ser implícitos, y resultar del
conjunto de la sentencia, aunque no estén formulados de un modo particular. Así, por
ejemplo, los motivos dados para rechazar una demanda principal pueden aplicarse al
rechazamiento de una demanda subsidiaria.

Un tribunal del segundo grado de jurisdicción, al confirmar la sentencia del juez del
primer grado, puede limitarse a adoptar los motivos dados por éste en su sentencia, a
condición de que esos motivos sean correctos y suficientes, y de que, en la alzada, no
haya surgido ninguna pretensión nueva cuya admisión o rechazamiento exijan motivos
particulares. El tribunal de apelación, al confirmar sobre el fondo una sentencia no
motivada o insuficientemente motivada, debe dar motivos propios suficientes,
enmendando así el error del primer juez.

La sentencia carente de motivos o insuficientemente motivada es nula. Si es en última o


en única instancia, su nulidad es propuesta como medio de casación. Por el contrario, la
sentencia no es nula por el solo hecho de que sus motivos fueron erróneos, cuando la
decisión adoptada sea correcta. Por excepción a la regia general que exige que toda
sentencia contenga una motivación que sirva de fundamento a su dispositivo, hay
sentencias que no necesitan ser motivadas, porque su dispositivo se basta a sí mismo. En
este caso se encuentran: las sentencias preparatorias que prescriben una medida de
instrucción; las sentencias que pronuncian una decisión que es una mera aplicación de la
ley, como, por ejemplo, la condena en costas contra la parte sucumbiente en virtud del
artículo 130 del Código de Procedimiento Civil.

- Dispositivo. Por último, la sentencia debe contener un dispositivo, parte final que
enuncia la decisión del tribunal acerca del proceso, y en la cual se encierra la autoridad
de la cosa juzgada. El requisito de que el dispositivo sea la última de las enunciaciones
de la sentencia no se opone, de acuerdo con la opinión dominante, a que una cuestión
sea decidida por el tribunal en otro lugar que el dispositivo de la sentencia, por ejemplo,
en el contexto de los motivos.

Es importante aclarar que la ley no prevé un orden que deba seguirse en la enunciación
de las formalidades relativas a la redacción y a la pronunciación de la sentencia.
Conclusión

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