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Valbanera:

Preludio del fin III





Calixto López Hernández


Rosalía Rouco Leal

(2019)





Capítulo 3

Preludio del cisma (penúltimo viaje del Valbanera)

“Enviar a alguien a la guerra que no ha sido apropiadamente instruido es
mandarlo a la tumba”.

Kunt-fu-Tzu ( Confucio).

A mediados de 1919 el vapor correos Valbanera partió de la Habana con
rumbo a puertos españoles sobrecargado de pasajeros, y si los 1 200,
considerados su máxima capacidad, ya constituían motivo de hacinamiento,
que sería con varios cientos más que tomaron el buque, ¿por qué se hizo así en
medio de los estragos de la epidemia de gripe?, ¿quién tomó tal decisión?
¿Quién fue el responsable de tamaña barbaridad, ¿estaría informado de esto la
propia compañía naviera?, ¿hasta que punto el capitán del navío tuvo
responsabilidad en el asunto? Son preguntas para las que no tenemos una
respuesta acertada, pero las consecuencias de tamaña irresponsabilidad pronto
salieron a la luz poniendo en tela de juicio el funcionamiento de la compañía
naviera propietaria del barco

Parecía que de la experiencia del año anterior con el Infanta Isabel y con
otros navíos, que también habían sufrido la pandemia, no se habían extraído
las enseñanzas necesarias, de manera que en el medio de la travesía comenzó
un brote infeccioso que se propagó rápidamente y en el que se calcula que
hubo cerca de 30 muertos, cuyo triste fin es de suponer.

Una vez conocida la noticia, y aún sin arribar al puerto de las Palmas, la
indignación se hizo generalizada, y la opinión pública y de los medios se hizo
eco del asunto, de manera que hubo intención de retener y procesar al capitán
y al médico de a bordo del Valbanera nada más tocar tierra, lo que motivó que
la naviera propietaria maniobrara hábilmente, pero con dificultad para acallar
tamaño incidente.

Por esta razón, es que algunos se refieren a este penúltimo viaje como la
primera tragedia del Valbanera, claro no comparable al naufragio de este
buque en los bajos de los cayos la Florida. La cifra exacta de la sobrecarga de
pasajeros no se ha podido verificar, algunos la ubican en unos 400, y otros en
más de 800, habida cuenta que después de seguir viaje de las Islas Canarias y
llegar a la Península en ella se calcula desembarcaron unos 2 000 viajeros.

Una idea de la magnitud del drama vivido a bordo, es que el Capitán y la
tripulación decidieron ir directamente hasta el puerto de las Palmas y de ahí
seguir pronto viaje, sin realizar el atraco y el desemboco debido en los puertos
más occidentales de Santa Cruz de la Palma y Santa Cruz de Tenerife, con lo
que los viajeros de estos lugares se vieron obligados a desembarcar en esta
Isla, a pesar de contar con boletos para su destino.

Un número indeterminado de pasajeros desembarcados en Gran Canaria
tuvieron que ser hospitalizados, y algunos no pudieron superar la enfermedad,
por lo que aumentó el número de defunciones que se adicionaron a las
indeterminadas durante el trágico viaje. En solo un hospital, el de la Calle de
los Reyes Católicos ingresaron más de 50 personas y casi un tercio falleció,
incluyendo niños, muchos de ellos aquejados de bronconeumonía.

El problema afectó también a la pequeñas poblaciones del interior de la isla
por lo que llegó a pensarse que la bronconeumonía del Valbanera no tendría
fin. Las autoridades de la Isla se vieron obligadas a reabrir el anteriormente
centro sanitario llamado “Hospitalito de la Calle de los Reyes” exigiendo que
los pagos fueran asumidos por la compañía, lo cual, como es de suponer, no
podía ser aceptado por esta.

El fenómeno de las protestas en Gran Canaria se les iba de las manos a la
empresa naviera, incluso llegaba la noticia a otros puertos de la Península
como Cádiz donde ya se hablaba, o registraban victimas de la neumonía del
Valbanera.

Visto la empresa que de seguir así las cosas, sus intereses se podrían ver
fuertemente afectados, se escribió un telegrama al Alcalde de la ciudad de Las
Palmas de Gran Canaria amenazando con no hacer más escalas en la Isla, de lo
cual tomó nota la prensa y en un fuerte editorial publicado en el diario “La
provincia” se contestó:

“Entre tener un Puerto cada 6 meses con epidemia, como nos ha sucedido con
los barcos de Pinillos o no tener los barcos de Pinillos causantes de ellas
creemos es preferible lo segundo sí amamos la vida y velamos por el prójimo”

De manera, que se sucedieron un fuerte intercambio de acciones entre las
autoridades de la Isla, apoyadas por la prensa, y la naviera, pero que como en
la medida que pasaban los días los ánimos se iban calmando, por cuanto las
islas necesitaban el arribo de los mercantes, y las navieras de puertos bien
preparados como el del Muelle de la Luz en las Palmas de Gran Canaria para
el arribo de sus buques, por lo que en el siguiente y último viaje del Valbanera
en su fatídico camino hacia el naufragio, este hizo escala en todos los puertos
de las islas, incluyendo los dos en los que no los había hecho en su anterior
viaje: Santa Cruz de Tenerife y Santa Cruz de la Palma.

La prensa en todos estos episodios se mantuvo firme y no se acalló, pese a
las presiones, al divulgar todos aquellos dramáticos acontecimientos y todo se
achacaba a la avaricia de la empresa por llenar sus arcas en virtud de la vida de
las personas humildes. Así en el periódico autonomista “el progreso”, el
martes martes 26 de julio de 1919 se publicó lo siguiente:

Pueblos que consienten sin protestar que vuestros hogares se vistan de luto y
vuestros seres queridos perezcan víctimas de las epidemias de los barcos de
Pinillos, son pueblos muertos que deben desaparecer.

Visto esto, por mucho que se tratase de evitar que la información saliese a la
luz, la magnitud de los hechos relacionados con el penúltimo viaje del vapor
Valbanera alcanzó tal dimensión, que la naviera tuvo que aceptar su
responsabilidad, aunque de una forma interna y callada, como sucede en
muchos casos, maniobrándose con sumo cuidado, de manera que se consideró
y ejecutó la sustitución fulminante del Capitán del barco, el médico de a
abordo y otros oficiales subalternos, con lo cual se pensó que con esto se
solucionaría el problema.

Atendiendo a lo anterior se nombró al Capitán Ramón Martín Cordero, de
34 años y que hasta entonces había mandado buques de menor tonelaje como
el Conde Wilfredo y Balmes, para que se hiciera cargo del Valbanera, con lo
cual se pretendía acallar las voces críticas, así como en el orden práctico se
intensificaron las medidas de control sanitario y se evitó la sobrecarga de
pasajeros, lo que apréciales a la Naviera medidas suficientes para solucionar
el problema, sin percatarse que las mismas, al menos en lo referente al drástico
cambio de una gran parte de la oficialidad y de la tripulación, tal vez llevaría
a la desprotección del barco en cuanto a personas experimentadas en la
conducción del buque, ante los múltiples peligros de la mar, y esto al parecer
fue una preocupación latente del nuevo Capitán.

A mediados de agosto, una vez calmados los ánimos, pero no resucitadas las
victimas, la prensa en las Palmas informaba: “De Barcelona de paso para
Cuba ha llegado el Valbanera de Pinillos. Para el comercio de esta plaza
condujo 697 barriles de cemento y 500 sacos de harina. Trajo mucha
oorrespondiente”. Anuncio que no se volvió a emitir nunca más, por cuanto el
vapor Valbanera, después de arribar al puerto de Santiago de Cuba y seguir
viaje, fue arrastrado por un fuerte ciclón tropical y terminó violentamente
hundido y escorado en los bajos de los cayos de la Florida

En este viaje no hubo sobrecarga de pasajeros, pues viajaron un total de 1
184 personas, poco menos del máximo indicado de 1 200, por lo menos no
había personas desprotegidas de las inclemencias del tiempo en cubierta, se
tomaron las medidas sanitarias, al menos mínimas establecidas por las
autoridades portuarias, pero quedó un grave problema sin resolver, el más
importante para la navegación marítima ¿Se encontraba la nueva oficialidad y
tripulación preparada para enfrentar los peligros que conlleva la navegación en
las peligrosas aguas del Caribe, bajo el ojo de los peligrosos huracanes, con
velocidades de vientos de más de 200 km/h, acompañados de lluvias
torrenciales y potentes olas de gran altitud.

La historia, al parecer, demostró que no, pues las decisiones que se tomaron
una vez arribado el Valbanera al puerto de Santiago de Cuba, fueron y han
sido cuestionables, y con esto no culpamos a su Capitán, ni a la nueva
tripulación, pues seguro estamos que trataron de tomar las mejores decisiones,
aunque esto no fue totalmente así

Y los que han vivido y se han enfrentado a los temibles huracanes del
Caribe, o a los tifones en Asia, saben que ante estos fenómenos el hombre a de
librar una verdadera guerra, sin cuartel y en todos los frentes.


(Fin del tercer capítulo)

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