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Así pues, cada uno de los diálogos que escribió Platón están formulados
con el método de la “Dialéctica”, en donde él plantea preguntas a distintos
personajes a través de Sócrates, los interlocutores del filósofo al contestar
enfrentan una crítica para replantearse la respuesta, de modo que deben mejorar
las réplicas hasta lograr una definición perfecta, dicho recurso proviene de la
“Mayéutica” de su maestro. De esta manera, el filósofo propone en el Fedro lo
siguiente: “Lo primero que debemos examinar, es el objeto que nos proponemos y
que queremos hacer conocer a los demás (…), cuáles son sus propiedades, cómo
y sobre qué cosas obra, y de qué manera puede ser afectado”. Hace una clara
referencia al análisis que se tiene que realizar al momento de estudiar algo en
concreto para comprender de qué están hechas los objetos y seres del terreno
sensorial
Por otro lado, en el Menón se nos presenta un juicio que tiene como
premisa la inmortalidad del alma y refuta que el conocimiento no es adquirido:
“(…) el alma humana es inmortal; (…) tan pronto desaparece, (…) reaparece; (…)
para el alma, siendo inmortal, renaciendo a la vida muchas veces, y habiendo visto
todo lo que pasa, (…) no hay nada que ella no haya aprendido.” Este argumento
sostiene la teoría de la “Reminiscencia”, que no es otra cosa más que el recuerdo
que sufren las almas cuando indagan en aquellas cosas de las que se olvidaron
repentinamente cuando fueron integradas a un cuerpo sensitivo. En el mismo
diálogo se continúa afirmando que las almas no aprenden, sino que recuerdan lo
que antes ya habían vivido y visto en el mundo de las verdades absolutas, me
refiero al mundo inteligible: “En efecto; todo lo que se llama buscar y aprender no
es otra cosa que recordar” (Platón, 1987)
Para explicar con mayor detalle la diferencia de los dos mundos que
propone Platón, Morente en Lecciones Preliminares de Filosofía nos presenta el
cuento donde el filósofo se refiere a este tema. En el texto se explica que las
almas humanas viven primeramente en otro mundo, un lugar en donde no hay
cosas que cambien o que transiten en el tiempo y en el espacio o que se
encuentren sujetas al cambio, estos términos son muy recurrentes en el
pensamiento de Heráclito; dichas almas están en perpetua contemplación de las
ideas, conociendo la verdad sin esforzarse, pero cuando son encerradas en un
cuerpo, se somete a las condiciones de temporalidad y espacialidad, así como a la
ignorancia y al olvido. Esa es la razón por la que no reconocemos la configuración
de las cosas si no las investigamos primero, pues cuando comenzamos a indagar
en razón a cualquier ente, somos capaces de recordar su composición: “Pero
como han estado antes en (…) donde están las ideas, bastará algún esfuerzo bien
dirigido, bastarán algunas preguntas bien hechas, para que, del fondo del olvido,
por medio de la reminiscencia, atisben algún vago recuerdo de esas ideas.”
(Morente, 1980)