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PLATÓN

CONTEXTO FILOSÓFICO DEL PENSAMIENTO DE PLATÓN


Platón nació en el 427 a.C. en Atenas, en el seno de una familia aristocrática, y murió en
el 347 a.C.
Para entender a este renombrado filósofo, debemos conocer su contexto sociocultural.
En la democracia ateniense el poder residía en la Asamblea, en la que participaban
todos los ciudadanos mayores de edad (estaban excluidos los extranjeros, las mujeres y los
esclavos, por lo que era una democracia bastante incompleta). Un político necesitaba ser buen
orador, y de ahí la importancia de los sofistas: primeros profesionales de la enseñanza, expertos
en el arte de la retórica y la oratoria.
Sócrates y Platón consideraron despectivamente el experimento democrático ateniense
como un gobierno de «aficionados», pues creían que gobernar era una habilidad especializada
para la que era necesaria una formación previa y que no consistía sólo en la retórica.
Atenas vivió una época de esplendor político, artístico y cultural en el siglo V a.C .
(«Siglo dePericles»). Pericles fue el impulsor de la reconstrucción de la Acrópolis, cuyo edificio
central fue el famoso Partenón. Como es lógico, tras el esplendor siguió una etapa de
decadencia. En esta época vivieron grandes figuras de la época clásica, como el escultor Fidias
o el dramaturgo Aristófanes.

El primer maestro de Platón fue Crátilo, un discípulo poco brillante de Heráclito. Se


puede decir que Platón toma de Heráclito la concepción del mundo sensible como un perpetuo
fluir pero con la diferencia fundamental de que para Platón se trata de un mundo que no es
verdaderamente real.
A raíz de la muerte de Sócrates, Platón sufrió una profunda crisis vital que le llevó a
emprender diversos viajes por Egipto, Italia y Sicilia. En su primer viaje a Sicilia se relacionó
con la comunidad pitagórica de Tarento. De los pitagóricos heredó la idea de inmortalidad y
transmigración de las almas, la explicación matemática del Universo y la concepción
comunitaria del modo de vida filosófico, la concepción dualista del hombre y la consideración
del cuerpo como sepulcro. Hay autores que piensan que el platonismo no es realidad más que
una “racionalización del pitagorismo”
Platón vuelve a Atenas en el año 387 a. C. y funda en esta ciudad uno de los centros
educativos y de investigación más importantes de la Antigüedad: la Academia. Platón confiesa
en algunas obras autobiográficas, como la Carta VII, que se dedicó a la filosofía por la terrible

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impresión que le produjo en su juventud la muerte de su maestro, condenado injustamente por
un tribunal ateniense. Este acontecimiento hizo que Platón se planteara durante el resto de su
vida el problema fundamental de la política: cómo conseguir que la sociedad esté gobernada con
justicia. Problema que constituye el asunto central de su diálogo La República. Sócrates no
escribió nada, pues creía que la escritura no era el lugar apropiado para la transmisión de la
verdad y del conocimiento. Su método de investigación y de enseñanza era la mayéutica
(preguntar a su interlocutor, para que éste “dé a luz” sus propios pensamientos) Platón será fiel
en gran medida a su maestro y también considerará que la verdad se muestra en el intercambio
de ideas entre diversos interlocutores, por ello las obras de Platón tienen la forma de diálogos .
Obviamente la influencia más profunda y determinante es la de Sócrates. Todo el pensamiento
platónico está teñido de socratismo: el intelectualismo moral, la valoración de la razón frente al
mundo cambiante de las opiniones, el desinterés por la naturaleza y la ya mencionada
preocupación por la política y la educación del ciudadano.
La investigación socrática estuvo siempre dirigida a la búsqueda de una definición
universal de la virtud y comienza estudiando el significado de las definiciones de las virtudes
particulares con el fin de averiguar a través del método inductivo qué es lo que tienen en común
todos esos comportamientos para que los designemos con el nombre de “virtud”.
Es inevitable referirnos también a los sofistas a los que Platón rechaza. Los sofistas son
escépticos, relativistas, empiristas, democráticos y convencionalista. Todas estas posturas
encontrarán su polo opuesto en Platón.
Las doctrinas del filósofo Parménides influyeron también de forma muy notable en la
filosofía de Platón. Parménides (540-470 a. C.) había considerado que el cambio y el
movimiento eran imposibles de explicar en términos racionales, pues afirmar que algo cambia
implica reconocer que “es” y “no es” al mismo tiempo. Según Parménides, la verdadera realidad
(el ser) tiene los siguientes atributos: unidad (frente a la multiplicidad que captamos por los
sentidos) e inmutabilidad (frente a los cambios aparentes que nos transmiten los sentidos).
Platón atribuye a las Ideas las mismas características que posee el ser de Parménides: no nacen
ni mueren, son eternas, inmutables y universales.

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LA REALIDAD Y EL CONOCIMIENTO
LA ESTRUCTURA DE LA REALIDAD: LAS IDEAS Y EL MUNDO FÍSICO

La doctrina central de la filosofía platónica es la teoría de las Ideas, también


denominadas Formas. Consiste en la afirmación de que existen realidades inmateriales,
inmutables y universales. Según Platón, las Ideas se hallan incorporadas a la materia como la
forma o estructura de las realidades individuales que percibimos.
Es esa forma o estructura lo que nosotros captamos a través de la razón cuando pensamos
conceptos mediante los cuales separamos lo accidental, lo individual y lo transitorio, y nos
fijamos en lo sustancial, lo universal y lo permanente.

Sin embargo Platón afirma que las Ideas existen también como arquetipos o modelos
perfectos en una especie de reino separado de la materia, al que podríamos denominar Mundo
Inteligible, es decir, un mundo que sólo puede ser captado por la inteligencia o razón, y que se
diferenciaría del Mundo Sensible (mundo físico que captamos a través de los sentidos) Platón
considera el mundo físico que percibimos como el resultado de la actividad ordenadora de una
Inteligencia divina, el Demiurgo, que da forma o estructura a una materia desordenada, caótica.
El Demiurgo organiza la materia conforme a unos modelos o arquetipos eternos y perfectos (las
Formas o Ideas) Si el universo no es totalmente perfecto es porque la materia introduce siempre
un factor de desorden o indeterminación.

Las Formas o Ideas son, según Platón, la causa de la existencia de las cosas sensibles
que percibimos. Es decir, que la Idea no existe porque existan los individuos en los que se
encarna o representa, sino que más bien los individuos concretos existen porque existe la
correspondiente Forma o Idea. La Idea es la unidad de la que participa la multiplicidad de
individuos que comparten la misma esencia o naturaleza.
(Participación). Esa relación de dependencia de las cosas sensibles respecto a las Idea puede
expresarse también diciendo que la Idea es el modelo imitado imperfectamente por las cosas
individuales (Imitación)

El mundo inteligible o mundo de las Ideas es un mundo ordenado y jerárquico. Del


mismo modo que las cosas sensibles participan de las Ideas, también las Ideas participan del
Bien. Según Platón, la Idea del Bien representa la máxima realidad y perfección. El ser o
realidad de las cosas es entendido por Platón como perfección (Bien) Todo lo que existe es real

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en tanto que participa del Bien. La ausencia de Bien es la nada, el no-ser, la materia caótica
privada de orden e inteligibilidad. El Bien es el principio que le otorga orden e inteligibilidad
(racionalidad) a todo lo real. Este orden e inteligibilidad se realiza de modo perfecto en las
Ideas. En el mundo físico o sensible, tal perfección es obstaculizada por la materia.

La imposibilidad de definir el Bien obliga a presentarlo bajo la forma de una analogía


comparándolo con el sol (símil del sol): lo que es el sol respecto del mundo visible (sensible) es
el Bien respecto del inteligible: Del mismo modo que el ojo sólo puede ver un objeto visible si
está presente un tercer elemento, la luz (que deriva del sol), así también la mente sólo puede
aprehender un objeto inteligible (la Idea) si ambos son iluminados por el Bien. Por tanto, el
Bien es la condición del conocimiento, que hace al mundo inteligible y a la mente humana
inteligente.

EL CONOCIMIENTO
Platón distingue dos niveles de conocimiento: el saber (ciencia: epistéme) y la opinión
(dóxa). Las opiniones, según el diálogo Menón, son inestables, cambiantes, pueden ser
verdaderas o falsas. Pero ni siquiera las opiniones verdaderas constituyen un auténtico saber o
ciencia, pues nada nos asegura que no podamos cambiar de opinión. Para que la opinión
verdadera pueda convertirse en ciencia hará falta que encontremos el fundamento, el criterio
que nos permita distinguir las opiniones falsas de las verdaderas. El paso de la opinión
verdadera a la ciencia se explica mediante el proceso de reminiscencia (recuerdo) que permite a
la mente humana recobrar el conocimiento latente alcanzado antes de que quedara atrapada en
un cuerpo mortal.
En el diálogo La República, Platón identifica la ciencia con el conocimiento inteligible
(conocimiento intelectual), que está dirigido a las Ideas, cuya realidad sólo se puede captar con
la razón (alma, inteligencia), mientras que la opinión (doxa) es el conocimiento sensible, que
tiene como objeto las realidades del mundo físico, sobre las que no puede existir propiamente
ciencia, pues ciencia sólo puede haber acerca de objetos permanentes y universales.
Platón distingue grados o niveles en la opinión y en la ciencia mediante el Símil de la
línea, representación gráfica de los diversos estados en los que puede hallarse la mente humana
respecto al conocimiento, desde el modo más imperfecto al más perfecto. Así, si trazamos una
línea y la dividimos en dos segmentos desiguales, denominaremos ciencia (nóesis) al segmento
más grande y opinión (dóxa) al más pequeño. Después volveremos a dividir cada uno de estos
segmentos en dos mitades también desiguales:

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NÓESIS NÓESIS,EPESTÉME
(CONOCIMIENTO) (CONOCIMIENTO, INTUICIÓN)
(CIENCIA) DIÁNOIA
(PENSAMIENTO DISCURSIVO)
DÓXA PÍSTIS (CREENCIA)
(OPINIÓN)
EIKASÍA (IMAGINACIÓN)

Entre opinión y ciencia se da la siguiente relación: los objetos conocidos a través de la


opinión son copias (imitaciones) imperfectas de los objetos conocidos a través de la ciencia. Es
decir, los objetos sensibles del mundo físico son copias o imitaciones de las Formas o Ideas.
En la opinión pueden distinguirse dos grados de menor a mayor perfección: En el nivel
más bajo de conocimiento se encuentra la imaginación (eikasía), que consiste en el
conocimiento de sombras, copias o imágenes de las cosas del mundo físico. El segundo nivel de
la opinión es la creencia (pístis), que tiene por objeto la percepción de las realidades del mundo
físico, copias imperfectas de las Ideas.
En cuanto a la ciencia, podemos distinguir dos grados atendiendo a la manera de
conocer los objetos propios de la ciencia, las Ideas. El nivel inferior es denominado
diánoia (pensamiento) y consiste en un conocimiento de las Ideas, alcanzado a través del
razonamiento, en el que la mente capta la Idea como la esencia permanente y universal de las
cosas sensibles que de ella participan. Por consiguiente, se alcanza la Idea a través del recuerdo
de la misma que despiertan las copias sensibles.
Por último, el grado más elevado de conocimiento es el que Platón denomina nóesis o
epistéme (intuición intelectual), que es el conocimiento de las Formas o Ideas y de su relación
con el Bien sin apoyarse en sus copias sensibles. Se trata de un conocimiento en el que el alma o
inteligencia puede captar directamente las Ideas del mismo modo que las contempló cuando se
hallaba libre del cuerpo antes de comenzar la rueda de reencarnaciones sucesivas.

ANTROPOLOGÍA PLATÓNICA
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LA DOCTRINA PLATÓNICA DEL ALMA
El dualismo (alma frente a cuerpo) constituye el núcleo de la doctrina platónica sobre el
ser humano. Platón recoge ideas procedentes del pitagorismo: El alma es inmortal y su unión
con el cuerpo es accidental y transitoria. Como explica en el Menón, el Fedón y el Fedro,
nuestras almas son inmortales, pero están sujetas a un ciclo de nacimientos en cuerpos mortales.
El alma pertenece al ámbito de las Ideas, mientras que el cuerpo pertenece al mundo de los seres
físicos. Mientras permanece unida al cuerpo, la tarea fundamental del alma es purificarse. Las
impurezas vienen de su relación con el cuerpo, de sus exigencias y necesidades. En su estado
desencarnado el alma tiene la oportunidad de ver las Formas (Ideas) directa y claramente.
Laexperiencia del nacimiento y la contaminación con el cuerpo producen el olvido, pero las
imperfectas aproximaciones sensibles a las Formas pueden estimular la reminiscencia de las
Formas en sí mismas.
Platón aborda las funciones psíquicas del ser humano en diálogos como la República y
el Fedro. Distingue tres aspectos en la psique o alma: la razón (alma racional), el apetito (alma
concupiscible) y el ánimo (alma irascible). A la razón corresponde ordenar y controlar el
apetito. En el apetito residen los impulsos irracionales y los deseos motivados por las
necesidades corporales. El ánimo es el coraje o valor que cumple la función de auxiliar a la
razón para refrenar los apetitos, aunque una mala educación puede corromperlo y hacer que
ceda a las demandas del apetito.
Esta visión tripartita del alma se corresponde con el mito del carro alado utilizado en el
Fedro. Platón compara el alma con un carro del que tiran dos caballos conducidos por un auriga.
De los dos caballos uno es noble y valeroso, mientras que el otro es indisciplinado. El conductor
del carro simboliza la razón, mientras que los dos caballos representan los otros dos aspectos del
alma.
El alma en su más pura esencia, completamente libre de todos los deseos y emociones
que sólo son posibles mediante su asociación con el cuerpo, es inmortal y divina. Su naturaleza
es simple y no tripartita. No obstante, las pasiones y los apetitos, no la abandonan
necesariamente después de la muerte. A menos que haya llevado un vida filosófica, sigue
estando contaminada de lo corpóreo y tiene que andar errante hasta que de nuevo es aprisionada
en un cuerpo (Fedón).

ÉTICA Y POLÍTICA

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El diálogo La República de Platón se ocupa de la virtud de la Justicia y de los requisitos
que deberían darse para que un individuo fuese justo. Según Platón, un individuo sólo podrá ser
justo si vive en una sociedad donde reine la justicia. Por lo tanto, la Ética, que se ocupa de la
virtud del individuo, es inseparable de la Política, que se ocupa de la virtud del Estado.
La reflexión sobre la justicia conduce a una reflexión sobre las causas por las que las
sociedades existentes son injustas. Platón considera que todos los regímenes políticos existentes
están enfermos, particularmente la democracia, que algunos consideran el gobierno del pueblo
cuando en realidad es, según Platón, el gobierno de una minoría de demagogos que logran
ganarse el favor del pueblo a costa de halagos y engaños. El hecho de que en la democracia
ateniense los ciudadanos fuesen elegidos para desempeñar los cargos públicos por sorteo es
visto por Platón como otro de los defectos del sistema, pues es absurdo dejar que personas sin la
educación y los conocimientos apropiados dirijan los asuntos del Estado.
La Justicia sería para Platón el equilibrio o armonía de los tres aspectos que distingue en
el ser humano: la razón (alma racional), el apetito (alma concupiscible) y el ánimo (alma
irascible) Cada una de estas partes del alma tiene una virtud propia. Corresponde a la razón
gobernar, es decir, ordenarnos lo que debemos hacer, y la virtud propia del buen gobierno es la
sabiduría. La virtud propia del alma concupiscible será la moderación o templanza. Por último,
la parte irascible del alma tendrá como virtud propia la fortaleza o valor. Un individuo será justo
cuando cada una de estas partes del alma cumpla la función que le es propia. La sociedad ideal
debería estar organizada de tal modo que gobernaran los más sabios auxiliados por los
ciudadanos más valerosos. El resto de la población debería dedicarse a las tareas productivas o
al comercio. Según Platón una sociedad sólo podría ser justa si todos los ciudadanos fuesen
educados por el Estado con el fin de descubrir qué aptitudes poseen y asignarles la función más
adecuada a dichas aptitudes. Aquellos en los que predominara el apetito formarían la clase más
numerosa (los productores, dedicados a las actividades económicas) Un grupo más reducido lo
constituirían aquellos individuos en los que predominara el valor y la fortaleza (los guardianes
auxiliares, que constituyen una especie de clase militar encargada de hacer cumplir las órdenes
de los gobernantes) Por último, una minoría de guardianes destacará por su sabiduría y su
prudencia, por predominar en ellos el elemento racional del alma. Estos alcanzarían el gobierno
cuando llegaran a una edad muy avanzada y constituyen la clase de los verdaderos Guardianes:
los gobernantesfilósofos. El Estado será justo cuando cada una de estas tres clases cumpla la
función que le es propia y posea la virtud que le es propia. La justicia consiste, pues en la
armonía de las clases que forman el Estado.

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La ciudad ideal debería estar gobernada por los filósofos, porque estos han llegado al
conocimiento de las Formas o Ideas y son capaces de distinguirlas de los objetos que participan
de ellas. La misma aptitud del filósofo para contemplar las verdades inmutables, le hará
despreciar los asuntos humanos, mostrándose reacio a tomar parte en ellos. Platón dice con
frecuencia que el filósofo sólo gobernará obligado. Un filósofo no podría tomar parte en la
política de una sociedad existente, sino sólo en una ideal, aunque, al mismo tiempo, ese Estado
ideal nunca se podrá realizar hasta que el filósofo acceda a tomar parte en la política.
La formación de los Guardianes (gobernantes-filósofos) comprende la aritmética, la
geometría, la astronomía y la armonía musical, todo ello como preparación de la suprema
disciplina: la Dialéctica. El proceso de educación del ser humano es descrito de forma alegórica
en el mito de la caverna. Platón sostiene que la educación no proporciona ciencia sino que sólo
activa el saber implícito en el alma“reorientándola” hacia sus verdaderos objetos (las Formas o
Ideas). El filósofo es representado en el mito como el esclavo liberado que aprende a distinguir
las sombras de la caverna de la verdadera realidad del mundo exterior. El mundo exterior
representa la realidad inteligible de las Ideas, y el sol que ilumina los objetos del mundo visible
representa el Bien del cual proceden la perfección e inteligibilidad de las Ideas.
Las matemáticas y las disciplinas afines que sirven como preparación para la Dialéctica
tienen la función de apartar al alma de la consideración del mundo sensible para orientarla hacia
lo inteligible. En la Dialéctica platónica, una mente entrenada en las matemáticas (el orden
matemático conduce al orden de los valores, porque el orden (kósmos) es en sí mismo un bien),
se ocupa de las Formas (Ideas) y alcanza finalmente la auténtica fuente de su existencia e
inteligibilidad: la Forma del Bien.
La investigación socrática respondía a la necesidad de explicar la existencia de criterios o
valores morales de validez universal, puesto que los sofistas habían planteado una ética
relativista, según la cual los valores morales no son absolutos sino que dependen de las
circunstancias de cada lugar o cada época. Si existen normas o valores universales deben
proceder de una realidad distinta de la que percibimos en este mundo. La posibilidad de un
orden moral y político descansa, según Platón, en el reconocimiento de que existe un orden
ideal (Mundo inteligible) constituido por realidades inmateriales, inmutables y universales, cuyo
conocimiento constituye la ciencia o episteme.

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