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LA GERENCIA ESPIRITUAL, ¡BIENVENIDA!


Por: Iván Mazo Mejía

Definitivamente los modelos administrativos tradicionales han tocado fondo. Ya era


hora de evolucionar un modelo gerencial que fragmentaba abierta y
considerablemente la integridad del hombre frente al trabajo. La cultura
empresarial occidental, durante mucho tiempo, le ha rendido culto a la cultura del
TENER, negando la existencia de la cultura del SER; o, en el mejor de los casos,
dejándola casi en el ostracismo.
La cultura del tener ha gobernado la vida de nuestras empresas por demasiado
tiempo y es necesario reconocer, de una vez por todas, que prolongar la vigencia
del modelo taylorista es la mejor manera de iniciar la obsolescencia organizacional
de cara al siglo XXI. A la cultura del tener le debemos muchísimos aciertos que, a
su debido tiempo, fundamentaron el desarrollo empresarial.
Pero ¡cuidado!, que esos mismos aciertos del pasado hoy puede ser la puerta
abierta para males muy grandes que pueden llevarnos al estancamiento, no sólo de
la empresa, sino de la humanidad. No se necesita tener una bola de cristal para
darse cuenta de cómo esas viejas creencias ya empezaron a ahogar el contexto
empresarial, y es necesario recordar que una muerte por asfixia es lenta pero
bastante penosa. La cultura del tener no es nociva en sí misma: los planes de
expansión empresarial al estilo Carlo Magno, tipo IBM o AT&T, la ambición
desmedida, el afán de poder y la actitud de poseer sin límites, era antes toda una
misión gerencial de primer orden digna de la más sana admiración. Las empresas
siempre quisieron crecer sólo para ser más poderosas, es decir, su solidez ha
estado representada en su poder económico y en el dominio de mercados.
Para asegurar el éxito de este contexto, la participación del hombre ha sido
excesivamente técnica: expertos del conocimiento técnico y científico desde la
gerencia hasta la máquina. Por ello, el triunfo a lo largo y ancho del mundo le ha
pertenecido a las organizaciones que han sido obsesivas en la capacitación técnico-
científica; personal mejor capacitado en estas áreas visibles ha significado mayor
competitividad. Las empresas entonces, se dedicaron a explotar un solo filón del
hombre, el técnico-científico, separándolo de su esencia espiritual ya que ésta no le
aportaba mayor cosa a ese modelo productivo.
Esto significaba que este desarrollo empresarial le ha rendido culto a un solo
componente: el intelectual. La empresa siempre ha desconocido la inteligencia
integral del hombre. La empresa jamás se ha percatado de que el componente
espiritual del hombre es el que le da posibilidad de existencia, profundidad, claridad
y solidez al intelecto que, carente del fuego interno del espíritu, resulta vacío, frío,
calculador, incompleto y extremadamente superficial.
La inteligencia centrada en el intelecto puro sólo puede hacer posibles resultados de
tipo racional medibles y cuantificables, ya que su función es el análisis de las
condiciones racionales de un contexto determinado, lo que nos lleva a concluir que

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la visión de tipo racional es limitada, no contempla el elemento PERSPECTIVA como
un componente serio, definitivo para el éxito gerencial integral.
La visión profunda es propia de la inteligencia espiritual, aquella que se origina en
el interior del hombre como producto de una continua reflexión que abarca todas
las partes y no sólo las que constituyen la racionalidad.
Es necesario darle integralidad al concepto de espiritualidad.
En primer lugar, digamos que no tiene que ver nada con mítica, tampoco con ritos,
ni contiene elementos de tipo religioso; la espiritualidad es la esencia del hombre,
constituida por su conciencia pura, es la integridad total del ser en toda su
dimensión, es la más grande expresión natural del carácter único que no permite
fraccionamiento, ya que perdería todo su poder universal; la espiritualidad es el
ejercicio de la inteligencia plena y absoluta; la máxima expresión de la persona
proviene del uso óptimo y de la conciencia que tenga del poder de su inteligencia
integral. Por lo anterior, no puede resultar extraño que, si una empresa cultiva en
sus miembros toda manifestación inteligente que contenga un alto grado de
conciencia, dicha empresa tendrá más poder en todo su entorno.
Las organizaciones más competitivas ya empezaron a sembrar en su interior el
fuego de la espiritualidad. Con acierto han comenzado a reconocer la necesidad de
administrar personas con sus sentimientos y emociones incluidas; en nuestro
medio, cada vez son más las compañías interesadas en educar desde la calidad de
vida de su gente.
Conozco muchas empresas preocupadas porque las personas se proyecten desde su
interior, es decir, desde su espíritu, ya que esto garantiza mejor la calidad de vida
como prerrequisito para el trabajo en equipo, modalidad que se impondrá sobre el
desempeño individual.
Es una realidad la transformación de la administración del trabajo: de un modelo
basado en la jerarquía y el poder, centrado en establecer el orden, el control y la
normatividad, a un nuevo modelo cuyo objetivo gerencial está encaminado a
superar el desempeño, no sólo a mantener la buena ejecución operativa de una
tarea; para este fin, lograr el compromiso total de la persona es el gran reto
gerencial y éste sólo se obtiene inspirando su vida que es la que le da sentido y
proyección al desempeño.
Es fundamental reconocer que el éxito en los mercados de hoy, no sólo depende de
un nivel de rendimiento sobresaliente, sino además de un compromiso profundo de
las inteligencias puestas al servicio de la productividad, transformando y
construyendo un nuevo orden competitivo. Pero recuerde que aspectos
fundamentales para gerenciar hoy, como son inspirar la vida de la gente, lograr
compromiso profundo, establecer una alta dosis de confianza, promover una vida
de calidad y muchos otros aspectos de esta índole, no pertenecen al mundo de la
administración tradicional o típicamente racional.
Se acabó el orden productivo centrado en la cultura del tener con un modelo
gerencial que, en primera instancia, fue útil y necesario, pero que transcurrido un
tiempo, empezó a causar estancamiento y deterioro, que posteriormente se volvió
débil e incompleto ante los nuevos y exigentes elementos que constituyen una

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gestión realmente moderna y productiva. Por fin fueron derrotados los resultados
mentirosos del cortoplacismo que pretendían suplantar el equilibrio real de la
verdadera esencia productiva; emerge EL HOMBRE, como centro de la producción
empresarial y; con él, nace la GERENCIA ESPIRITUAL, valga decir, la gerencia del
compromiso integral y profundo, o la gerencia centrada en el SER, como una nueva
forma de vida, como un modelo administrativo sobre el que se fundamentará en
adelante el crecimiento equilibrado y equitativo de todas las fuerzas
organizacionales.
La GERENCIAL ESPIRITUAL, es la administración del SER. Parte de valorar la
esencia del hombre, que está construida por elementos puramente ÉTICOS; las
mejores empresas nos están demostrando que la ética sí genera utilidades y que el
respeto por el ser humano en el escenario abierto del trabajo es la raíz nutriente de
los mejores resultados empresariales.
Me impresionó escuchar al líder gerencial Jan Carlson cuando dijo: “las empresas
deben administrar hoy con un nuevo elemento llamado AMOR, y en administración
el amor está constituido por tres elementos: RESPETO, CREDIBILIDAD Y
CONFIANZA”… Leyendo al industrial coreano Kim Woo Chong, creador del imperio
Daewoo, también aconseja sobre los grandes logros empresariales fundamentados
en el dar y compartir integralmente todos los destinos empresariales; así mismo,
algunas corporaciones han empezado a proyectar la renovación organizacional por
toda la compañía, preocupándose fuertemente en que su fuerza laboral esté
enterada del negocio (gran secreto para la administración tradicional), a estimular
la participación de todos, a compartir las utilidades y hasta participar en la bolsa
accionaria.
Alguna de ellas son: General Foods, General Motors y Cummins Engine. Muchos
elementos de estos modelos le están abriendo el camino a la gerencia del SER.
Hasta hoy hemos gerenciado el quehacer, los resultados cargados en extremo de
operatividad, y ésto ha hecho que nuestra dirección se base en el excesivo control,
en la alta presión que, en muchísimos casos, es un evidente irrespeto a la dignidad
del trabajo; es frecuente escuchar a las gerencias pedir presión, ejercerla y decirle
que la gente, si no es con “mano dura” no funciona… Siempre se ha dicho que no
se debe gerenciar con el corazón; sin embargo, hoy cada vez más gerentes están
reconociendo la urgente necesidad de colocarle más  corazón a la gerencia. Es muy
común en nuestro medio el gerente que actúa como un “VIGILANTE CALIFICADO”,
el gerente que mantiene y justifica su cargo por medio del control obsesivo, la
normatividad carente de flexibilidad y la presión permanente, aspectos todos estos
que debilitan, envilecen y frustran las mejores intenciones de un trabajo rico en
dignidad, iniciativa, creatividad y respeto.
Actualmente se habla de la gestión empresarial basada en el liderazgo, pero este
concepto no se puede asumir sólo de forma, DESDE EL VIEJO MODELO, sin
transformar la esencia de los caducos principios gerenciales, cambiando sólo de
cascarón, como la serpiente que deja su vieja piel a la vera del camino pero sigue
siendo la misma vieja serpiente. He visto empresas que con las mejores intenciones
le ofrecen a sus gerentes cursos de liderazgo sin transformar la concepción

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gerencial; y como es lógico, su cambio es sólo superficial, efímero y, en muchos
casos, hasta nocivo. Ésto también lo hacen porque parten de su antigua creencia,
es decir, de la necesidad de obtener resultados inmediatos… entonces también
quieren “fabricar” líderes en 20 horas.
El liderazgo puede ser el comienzo de la Gerencia espiritual, siempre y cuando su
función esté orientada a la transformación de principios y valores en la vida de la
organización. El nuevo papel de la alta gerencia es el de crear un propósito
corporativo auténtico, de orden superior, que inspire, alimente y abra el camino de
la autoexpresión individual a todos los niveles, como fundamento de una nueva
toma de decisiones, tanto operativas como estratégicas.
Esto es mucho más que luchar por los objetivos frías de cada año, que se vuelven
compromiso de nadie. Pero, en la gran mayoría de los casos se observa que el
liderazgo se orienta a transformar la acción de las personas respecto a la empresa,
pero no a las personas; para ésto se crean programas internos de diversa índole,
concursos, incentivos de todo tipo y sus líderes son altamente motivadores, pero
cuando pasan todos estos programas y el líder por cualquier razón no está
motivado, en corto tiempo se regresa a la etapa inicial, desapareciendo lentamente
los resultados obtenidos. Un ejecutivo no es líder porque estructure campañas, o
porque capacite, o porque incentive constantemente.
SÓLO SE ES LÍDER CUANDO SE TRANSFORMA LA VIDA DE LA GENTE Y, A TRAVÉS
DE ELLA, SE TRANSFORMA, CRECE Y SE DESARROLLA LA ORGANIZACIÓN.
Por tanto la pregunta clave que debe hacerse un buen gerente es, ¿está orientada
mi gestión a mejorar la vida de mi gente, a transformarse desde sí mismos? ¿cada
uno de ellos se descubre a través de mi orientación?
Considero necesario aclarar el concepto de “mejorar la vida de la gente”. Hasta
ahora, este concepto sólo se ha aplicado en términos de la cultura del tener, ya que
sostengo que, en general, las empresas no se han ocupado de la vida de la gente,
sino que tenga más: mejor casa, mejor vehículo, mejor salario, mejores
bonificaciones, más facilidades, mejor salud. En este caso, mejor significa MÁS.
También esta cultura ha hecho que los empleados perciban que una empresa es
“buena” de acuerdo con lo que ofrezca de más. Generalmente se mejoran las
necesidades básicas de que hablaba Maslow, pero de ninguna manera la vida de la
gente.
La Gerencia Espiritual se ejerce a través del liderazgo centrado en principios y
valores, está orientada a que la gente asista al descubrimiento de su propia
esencia, es el despertar de un ser nuevo, renovado desde su interior y potenciado
para ofrecerle a la organización lo mejor que posee: su espíritu. La inteligencia que
yace dormida en el espíritu contiene tal poder que las empresas de la cultura
oriental nos han demostrado que con veinte empleados ellos logran mayor
productividad que una empresa occidental con cincuenta.
La Gerencia Espiritual parte de una alta valoración del espíritu de la gente, no sólo
de su intento, ni de sus habilidades, ni de su suspicacia. En ella, la gente asiste a
su trabajo diario con la alegría auténtica que proporciona la integridad del SER,
esto la hace más inteligente para determinar sus responsabilidades desde el

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compromiso que adquiere con su labor, la iniciativa nace como consecuencia de su
auto-satisfacción permanente; y, por fin, empieza la creatividad a tener un campo
real y verdadero donde crece y se expresa a sus anchas; por tanto, he aquí la
PRODUCTIVIDAD en toda su real trascendencia.
La Gerencia Espiritual administra todos los elementos resultantes o subproductos
emanados del conocimiento puro como valor productivo; éste hace que la alta
gerencia se vuelva guía, faro orientador para iluminar la toma de decisiones y su
visión hacia el futuro; también hace que exista humildad gerencial tan necesaria
hoy y, por sobre todo, desaparece la necesidad de detentar el poder y el orden
jerárquico como medios de presión para lograr que la empresa funcione con un alto
rendimiento. Es la fuente donde se nutre el espíritu creativo y transformador, por él
la gente se toma más comprensible y tolerante, investigadora y además adquiere la
capacidad de asumir responsabilidades, es decir, de COMPROMETERSE
integralmente, lo que significa que la gente se vuelva AUTOGESTIONADA,
permitiendo que jefes y mandos medios se dediquen a inspirar los valores y los
principios generadores de significados que es precisamente donde nace la
convicción y la devoción por el quehacer diario; desaparecen así de la vida del
trabajo cargas tan nocivas como la dependencia, el temor, el control excesivo y
otros tantos males que hoy ahogan, desgastan y paralizan la función
administrativa. Mire su empresa actualmente y podrá identificar algunas personas
que son un verdadero ejemplo de compromiso y devoción con su trabajo; a ellos
nunca hay que presionarlos, ni empujarlos a que den lo mejor; lo hacen con una
alegría natural, casi sin esfuerzo; ahora pregúntese cuál es la razón para que
procedan de esta manera y usted se sorprenderá escuchando respuestas de orden
espiritual: ¡vamos, haga la prueba!... Por suerte, todos los tenemos aunque sean
una especie tremendamente escasa. Al interior de la empresa los llaman
privilegiados, suertudos o exitosos… La verdad es que sí son exitosos, pero su éxito
nace en su interior, creen profundamente en sí mismos, son SERES ESPIRITUALES.
Pero, ¡mucho cuidado! El conocimiento puro tampoco es de orden intelectual ni
racional; no los excluye, pero sí los trasciende; es el máximo estado de conciencia
que le permite a la persona percibir desde el interior de sí mismo y no con
referencia al mundo externo, donde sí se percibe el intelecto a través de patrones
ya conocidos y previamente ordenados; hoy las empresas se administran tomando
el conocimiento intelectual y racional como fundamento, lo que origina la falta
exagerada de creatividad, de originalidad e innovación; en la Gerencia Espiritual el
conocimiento espiritual es una excelente herramienta, un medio de gran valor para
llevar a cabo la administración espiritual. La gerencia espiritual es educadora,
renovadora, creativa y profundamente sensible, tal como es el hombre en su
esencia inteligente y productiva. Por todo lo anterior, y con la firme convicción de
que el mundo competitivo nos requiere más inteligentes y  más integrados y
clamando por un contexto empresarial más autentico, dotado de gerentes mejor
preparados integralmente para asumir la enorme responsabilidad que nos depara el
futuro, tengo, que decir nuevamente: ¡BIENVENIDA LA GERENCIA ESPIRITUAL!

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Es imposible pedirles a los gerentes que gerencien los valores cuando menosprecian
el concepto de espiritualidad dentro de las empresas. Es más, cuando la
espiritualidad es un concepto que miran con reticencia, recelo y fastidio. Los valores
pertenecen al orden de lo espiritual y no se pueden gerenciar desde el intelecto. Tal
vez por esta razón los valores organizacionales pertenecen más al mundo de la
teoría de la planeación estratégica que al mundo real de la vida diaria de los
directivos y empleados… Si no se gerencia el espíritu jamás podrán entrar en
vigencia los valores.
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Iván Mazo Mejía
martes, 25 de agosto de 2009.
Revisado en Octubre 2017.

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