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REFLEXIONES FRENTE A LOS MECANISMOS ALTERNATIVOS

DE SOLUCIÓN DE CONFLICTOS:
LA CONCILIACIÓN EN CONTROVERSIAS AMBIENTALES

“La justicia es la venganza del hombre social,


como la venganza es la justicia del hombre salvaje”

Epicure

Resumen

Los Mecanismos Alternativos de Solución de Conflictos conocidos con la sigla


MASC, son herramientas socio jurídicas de vital importancia para la solución de
diversas controversias en los conflictos que se presentan en la sociedad, en particular
la Sociología rural - ambiental y los diferentes conflictos socioambientales no son
ajenos a la resolución de conflictos por medio de los mecanismos alternativos al aparto
judicial, en particular a la conciliación, ya que promueven el diálogo y el respeto por “el
otro”, por ello se promueve el estudio, análisis, investigación y difusión de la conciliación
y la mediación ambiental, que se genera en la importancia de los derechos y deberes
que le asisten a la sociedad en general en la protección del medio ambiente.

Palabras claves: Medio ambiente, conciliación, conflictos, mediación, ética,


emociones.
Introducción

Colombia es un Estado Social de Derecho, en el que se han reconocido


constitucionalmente los Derechos colectivos y del ambiente en el Capítulo III de la
Constitución Política de 1991. De allí se deriva la obligación del Estado en la protección
de la diversidad e integridad del ambiente, así como la conservación de las áreas de
importancia ecológica con el fin de garantizar a todas las personas el goce efectivo de
un ambiente sano; para el logro de estos fines deberá fomentar y promover escenarios
educativos y formativos en esta materia.

Para tal fin debe integrar todos los saberes y disciplinas, pues sólo con una
interpretación holística del entorno es posible comprender que los seres humanos son
sólo uno de los múltiples elementos que conforman la naturaleza. En esta medida la
educación ambiental ha de ser una actividad interdisciplinaria, que ilustre a las
personas sobre los beneficios que trae consigo el hecho que la apropiación de la
naturaleza y sus medios, para la satisfacción de las necesidades que se generan para
el hombre como parte de una sociedad, debe dejar de hacerse intentando vencerla y en
vez de eso se la debe ver, en palabras de Jaques Leslie (2017), como una aliada
exigente pero indispensable.

Así pues, el papel que nuestra disciplina jurídica puede estimular al aporte de un
ambiente sano en el país se refiere necesariamente a los Mecanismos Alternativos de
Solución de Conflictos como herramientas socio jurídicas para la solución de
controversias sociales, que en todo caso se deben aplicar de forma preferente en los
conflictos ambientales, ofreciendo la formación de individuos éticos que trascienda la
realidad que se propone en las fórmulas adversariales, pues no se puede intervenir un
conflicto de esta naturaleza pretendiendo ser un mero operador jurídico.

A más de lo anterior, la sociología rural y ambiental han hecho avances significativos


respecto de la solución de contradicciones por vías alternativas al aparato judicial que
se corresponden con sus prácticas territoriales, sociales, económicas, políticas y
culturales, donde se privilegia la participación directa de los involucrados, a la par que
se promueven el diálogo, el respeto y la convivencia.

Este texto pretende aportar a la discusión alrededor de los MASC en controversias


ambientales, especialmente del papel de la conciliación por su vocación de mecanismo
autocompositivo, que permite la reconstrucción del tejido social, hace más aprehensible
sus resultados y constituye en sí misma una herramienta de promoción de valores
sociales que armonizan las necesidades de acceso a la justicia con las realidades
propias de los involucrados y sus entornos.

Mecanismos Alternativos de Solución de Conflictos

Diferentes enfoques frente a los Mecanismos Alternativos de Solución de Conflictos –


MASC coinciden en decir que éstos son herramientas socio jurídicas que privilegian la
resolución de los conflictos y las controversias, representando así “procedimientos
menos formales y alternativos de justicia autocompositiva [que] complementan las
opciones a las cuales pueden acudir las personas para resolver sus disputas”. (Corte
Constitucional; 2001).

Los MASC entonces constituyen todas aquellas formas en que se abordan de manera
dialogada, integral, pacífica y por la vía negociada los conflictos sociales, permitiendo
su resignificación en oportunidades para la gestión y transformación de las
controversias con el ánimo de garantizar el acceso a la justicia que no necesariamente
debe hacerse a través del aparato jurisdiccional del Estado, atendiendo a las
necesidades sociales en la búsqueda de soluciones efectivas a sus desavenencias
sobre un asunto particular. Con ello se garantiza tanto el acceso a la justicia como la
reconstrucción del tejido social entre las partes involucradas y sus respectivos entornos.

Es por ello que la academia, la investigación y la legislación misma han venido


promoviendo en el último tiempo los Mecanismos Alternativos de Solución de Conflictos
como instrumentos que promueven la cultura del diálogo y la paz. Su investigación,
difusión y conocimiento resultan vitales en el contexto colombiano pues la configuración
de este país como un Estado Social de Derecho debe soportarse fundamentalmente en
la justicia y el bienestar colectivo, complementando la insuficiencia del sistema judicial
para acoger la totalidad de conflictos de la población y responder de manera adecuada
en todas las controversias.

Los Mecanismos Alternativos de Solución de Conflictos garantizan el acceso a la


justicia por vías alternativas al sistema judicial propiamente dicho. Es así como se han
diferenciado dos grandes grupos de Mecanismos Alternativos de Solución de
Conflictos. En palabras de la H. Corte Constitucional (2001):

“Parte importante de la doctrina sobre resolución de conflictos reconoce dos grandes


sistemas de respuesta. El primero, denominado de autocomposición, compuesto por
aquellos medios en los cuales son las propias partes confrontadas las que resuelven sus
desavenencias, en ejercicio de la autonomía de la voluntad, ya sea de manera directa o
asistidos por terceros neutrales que facilitan el diálogo y la búsqueda de soluciones al
conflicto.

(…) El segundo grupo, denominado de heterocomposición, compuesto por aquellos


medios en los cuales las partes enfrentadas someten la solución de sus conflictos a
terceros que se encargan de resolverlos independientemente de la autonomía de la
voluntad de las partes. [Subrayas fuera del texto original].

A la luz de la distinción aquí presentada, se privilegian los mecanismos


autocompositivos en la medida que garantizan no sólo nuevas formas de acceso a la
justicia, sino que permiten de manera más integral que la solución de controversias se
convierta en una oportunidad para la aplicación de elementos interdisciplinares que
armonicen lo institucional con lo no institucional; dicho de otra forma, los mecanismos
autocompositivos representan una mayor posibilidad de integrar perspectivas
sociológicas, culturales, emocionales e informales en la resolución pacífica de los
conflictos sociales, pues supone la satisfacción plena de los intereses de las partes
involucradas y de sus respectivos entornos.

Estos mecanismos autocompositivos se alejan del modelo de Justicia Retributiva y se


acercan los modelos de Justicia Restaurativa que a pesar de desarrollarse en presencia
de un tercero o no, son las partes quienes encuentran sus propias soluciones. En
Colombia, los principales Mecanismos Alternativos de Solución de Conflictos de
carácter autocompositivo son: la conciliación, el arreglo directo, los círculos de paz, la
concertación, las conferencias restaurativas y la mediación.

Sociología ambiental y sociología rural en los MASC

La propuesta que se ofrece en materia de conflictos y controversias ambientales, debe


permitir los más diversos enfoques y puntos de vista con el ánimo de aplicar
Mecanismos Alternativos de Solución de Conflictos, que promuevan la armonía entre
todos los elementos de la naturaleza, entendiendo que el hombre sólo es uno más de
ellos, con el fin de variar la visión antropocéntrica que deriva necesariamente en la
configuración de resolución de conflictos únicamente por medio de las estructuras
institucionales formales.

De esta forma, se propone un cambio de paradigma en el que se resignifican las


maneras en que el hombre se relaciona con el ambiente, bien porque éste constituye su
entorno, bien porque éste constituye su fuente de recursos para la satisfacción de sus
necesidades o bien porque sus intereses son antagónicos respecto de un mismo
recurso ambiental.

Así, la sociología ambiental y la sociología rural permiten introducir conceptos, análisis y


acciones integrales que se corresponden con las modificaciones en los métodos de
investigación y la teoría científica que no sólo exigen estrategias que incluyan a todos
los niveles de la sociedad, sino que se desarrollan intervenciones de aprehensión de la
realidad a través de procesos complejos que requieren modificar algunos paradigmas
teóricos vigentes (Aranda; 2004, 199).

Analizar pues, las relaciones entre la sociedad y la naturaleza nos ubica en el plano de
entendimiento según el cual estas relaciones pueden ser armónicas y/o conflictuales;
en esta medida, la sociología rural ofrece bajo la perspectiva de Lince (2014, 7), ofrece
el mayor de los aportes al debate de la relación del ser humano con la naturaleza, en la
medida que entiende que la tierra, el uso y la tenencia de ésta alrededor del mundo ha
sido la condición expansiva de un modelo económico que, por su modo de producción,
es el punto de partida de todas las crisis asociadas al ambiente y los conflictos sobre
los bienes comunes.
El análisis que se propone desde las líneas sociológicas ya mencionadas no consiste
en el reduccionismo biológicista o la simple yuxtaposición del análisis social ´sobre´ el
ambiente (Aranda; 2004, 200); en cambio promueve la fundamentación de procesos
emergentes novedosos que combinen el saber científico de las ciencias naturales con
las ciencias sociales, con el fin de indagar la realidad y generar reflexiones profundas
sobre la forma de solucionar las relaciones conflictivas entre los seres humanos y la
naturaleza.

Bajo esta perspectiva, destaca la corriente constructivista de la sociología ambiental, al


establecer que “los problemas ambientales no se materializan por sí mismos, sino que
más bien deber ser ´construidos´ por individuos u organizaciones” (Aranda; 2004, 205)
al definir un quehacer respecto de las condiciones objetivas que más les preocupan. De
esta forma, el ambiente es una construcción social que combina tanto la naturaleza
como las demandas que sobre ella se hacen para la satisfacción de necesidades por
parte del ser humano, lo que necesariamente deriva en la construcción de instituciones
sociales que sirvan como mediadoras, condicionantes o determinantes con el fin de
resolver las relaciones entre la sociedad y la naturaleza.

Así las cosas, encontrar mecanismos para la solución de los conflictos ambientales
debe privilegiar un enfoque interdisciplinar, que permita no sólo satisfacer las
diferencias de perspectivas y puntos de vista respecto de bienes comunes, sino
trascender el ejercicio meramente resolutivo con el fin promover escenarios educativos
y formativos para generar buenas prácticas ambientales como instrumentos para el
mejoramiento de las relaciones entre la sociedad y la naturaleza por medio de prácticas
cotidianas y sostenibles que promuevan una relación amigable, cordial y respetuosa
con el ambiente que derive en un componente ético del cuidado de sí y del otro
(Arboleda; 2014, 139).

La Conciliación en Colombia
A pesar de la insatisfacción generalizada de los colombianos con el sistema judicial en
el país y de la alarmante cifra, estimada por encima de los 2 millones de personas, que
no encuentran resueltas de manera eficaz sus necesidades jurídicas por parte del
aparato judicial del Estado (El Tiempo; 2017), la sociedad colombiana tiende
mayoritariamente a resolver sus conflictos por la vía adversarial del litigio.

Dicha cultura del litigio se promueve por parte del Estado cuando legisla de manera
preferente la construcción de herramientas de acceso a la justicia por medio del sistema
judicial, a la vez que desestimula la concepción de justicia a través de los Mecanismos
Alternativos de Solución de Conflictos al no promover escenarios formativos e
institucionales alrededor de otros medios para la resolución de controversias entre sus
ciudadanos.

No obstante lo anterior, se han presentado avances importantes en materia legislativa


que vienen tomando fuerza con el fin de reconocer de forma prevalente el valor de los
MASC tanto para las instituciones estatales como para la sociedad misma. Es el caso
del Decreto 1818 de 1998, conocido como el Estatuto de los Mecanismos Alternativos
de Solución de Conflictos y la Ley 640 de 2001 sobre Conciliación y otras materias; al
igual que el desarrollo jurisprudencial que la H. Corte Constitucional ha realizado sobre
el tema. El desafío pues, al que se enfrentan los Mecanismos Alternativos de Solución
de Conflictos en Colombia requiere un análisis profundo. Sin embargo, se rescata aquí
la importancia de la conciliación por el potencial productivo del que se reviste.

Dicho lo anterior, resulta fundamental exponer las dos interpretaciones mayoritarias


alrededor de lo que se entiende por Conciliación. Una de ellas de corte normativista que
la define como un “procedimiento por el cual un número determinado de individuos,
trabados entre sí por causa de una controversia jurídica, se reúnen para componerla
con la intervención de un tercero neutral” (Corte Constitucional; 2013); otra de corte
menos normativista y más holístico establece que la Conciliación “no solo es un
mecanismo jurídico, es una filosofía de vida fundamentada en la tolerancia, el respeto y
el amor al ser humano. Implica la prevención, resolución y negociación pacífica de los
desacuerdos y conflictos inherentes a la convivencia humana” (Quintero; 1197, 64).
Normativamente, la Ley 640 de 2001 establece en su artículo 3° que “la conciliación
podrá ser judicial si se realiza dentro de un proceso judicial, o extrajudicial, si se realiza
antes o por fuera de un proceso judicial”. Además de lo anterior, el mismo artículo
define los tipos de conciliación extrajudicial logrando algunas diferencias, al decir que
“la conciliación extrajudicial se denominará en derecho cuando se realice a través de
los conciliadores de centros de conciliación o ante autoridades en cumplimiento de
funciones conciliatorias; y en equidad cuando se realice ante conciliadores en equidad”.
(Congreso de la República; 2001).

Es importante destacar que si bien ambas cumplen funciones de acceso a la justicia


con el acompañamiento de un tercero imparcial, la conciliación judicial tiene como
objeto fundamental la descongestión judicial y la economía procesal, mientas que la
conciliación extrajudicial complementa estos dos elementos, en tanto busca la
recomposición del tejido social (Ministerio de Justicia y del Derecho; 2014) y la
búsqueda de alternativas de solución de controversias de acuerdo a las particularidades
de los involucrados y sus entornos, es decir, que se corresponde con las
consideraciones sociales, culturales, emocionales, territoriales y económicas propias
que promueven el diálogo y el respeto por el otro.

La conciliación se convierte pues en uno de los mecanismos autocompositivos más


idóneos para la solución de conflictos, ya que además de privilegiar el trámite de
controversias entre diferentes actores involucrados, promueve la participación de los
particulares en la solución de controversias, contribuye a la consecución de la
convivencia pacífica, favorece la realización del debido proceso y repercute de manera
directa en la efectividad de la prestación del servicio público de administración de
justicia (Corte Constitucional; 2013).

Resulta importante señalar que de la conducción y el acompañamiento que se dé por


parte de quienes fungen como conciliadores, tanto en la audiencia como en todo el
proceso conciliatorio, dependerá en cierta medida el resultado de la audiencia; es por
ello que llaman la atención los datos del Ministerio de Justicia y del Derecho, en los que
se observa que si bien el porcentaje de procedimientos que terminan en Acta de
conciliación es significativo, no logra ser la mitad de todas las solicitudes.
Porcentaje de solicitudes atendidas que terminaron en
Acta de conciliación 2007- 30 Jun 2017
116.297
120.000 100%
103.106 102.494 90%
98.403 98.667
100.000 90.908 89.151 93.701
80%
81.258
Número de solicitudes

72.715 70%
80.000
59.981 60%
60.000 50%
41% 44% 41%
40% 40% 39% 40%
40.000 33% 33% 35% 35% 35%
30%
20%
20.000
10%
0 0%

SOLICITUDES DE CONCILIACIÓN PORCENTAJE DE ACTAS


Año
Fuente: Ministerio de Justicia y del Derecho 19 de septiembre 2017.

Estas cifras indican, entre otras cosas, que la conciliación como una de las formas de
arreglo mediadas por particulares, requiere no sólo de la expresa voluntad de las partes
enfrentadas por darle solución a sus conflictos, sino de un acompañamiento correcto
con el fin de generar la confianza necesaria para el logro de este objetivo. Es por ello
que los mecanismos autocompositivos como la conciliación adquieren un papel
importante en lo que a conflictos ambientales se refiere, ya que en la medida que el
conciliador no necesita ser abogado y puede ser un miembro de la comunidad, su
cercanía con el entorno social, cultural, emocional, territorial, político y económico de
los actores en conflicto, será garantía de reconocimiento en caso que éste requiera
proponer fórmulas de arreglo que en todo caso han de conducir a la cesión de ambas
partes de sus intereses en función del bien común. Con ello, es posible afirmar que un
mayor grado de legitimidad del conciliador configura un mayor grado de certidumbre
para llevar a buen término la solución de un conflicto en esta materia.

La conciliación ambiental

El punto de partida de esta propuesta, obligatoriamente demanda una definición de lo


que ha de interpretarse como un conflicto ambiental, de tal forma que sea la base sobre
la cual se soporten desarrollos investigativos posteriores. El Programa de Divulgación
Científica de la Universidad del Rosario (2008), los define como:

“La controversia de información, interés o valores, entre al menos dos grupos


independientes, referidas a cuestiones relacionadas, con el acceso, disponibilidad y
calidad de los recursos, naturales y de las condiciones, ambientales del entorno que
afectan la calidad de vida de las personas”.

Se ha dicho suficiente que la cultura del litigio que permanece indemne en Colombia
dificulta la aplicación de los MASC en las controversias presentes en la sociedad. Ello
hace aún más difícil la implementación de éstos en materia ambiental, ya que
representa un reto no sólo en términos académicos e investigativos, sino principalmente
en términos prácticos.

No obstante lo anterior y dada la complejidad que representan los conflictos


ambientales, se hace urgente promover mecanismos autocompositivos como la
conciliación para solucionar por la vía pacífica y participativa las controversias en
materia ambiental, en función de lograr que “las partes en un plano colaborante y
coordinado moldeen sus propias soluciones a las complejidades de los conflictos, más
aun en el plano ambiental, donde la complejidad es casi siempre común denominador”
(Velásquez; 204, 106).

Es preciso insistir en la necesidad de cambiar los paradigmas antropocéntricos por un


lado y trascender lo nominal por el otro, para convertir este complejo escenario en la
oportunidad de intervenir conflictos ambientales en aras de generar el mayor beneficio
para los involucrados y sus entornos. Todo esto ha de estar acompañado por
conciliadores con suficiente legitimidad en los lugares donde se desarrollan estos
conflictos, pues ha quedado demostrado el papel indispensable que éstos juegan en la
solución efectiva de los conflictos.

En este orden de ideas, es necesario atender de manera concreta el perfil ético que
debe cumplir aquel que funge como conciliador en materia ambiental, en la medida que
debe emplear “desde su formación académica y personal una disposición a la ética
para que sus actuaciones estén revestidas de Justicia, Prudencia y Sabiduría”
(Arboleda & Garcés; 2017, 30). A la par de lo anterior, el conciliador en materia
ambiental debe privilegiar el saber interdisciplinario, inspirar confianza en el medio en
que se desenvuelve y ha de ser un promotor íntegro de los valores sociales y
ambientales.

Obrar con las cualidades mencionadas anteriormente no sólo garantiza la concreción


de la justicia en el plano de los conflictos ambientales, sino que complementa los
escenarios formativos responsabilidad del Estado para el goce y disfrute de un
ambiente sano. Este compromiso adquirido por parte del conciliador en materia
ambiental debe reflejar la importancia de los derechos y deberes que le asisten a los
ciudadanos en general en la protección del ambiente y la naturaleza, puesto que su
introyección por parte de la sociedad en su conjunto se convierte en la única garantía
de aplicación práctica y cotidiana de las reflexiones y acciones tendientes a solucionar
esa relación conflictual que se presenta entre los seres humanos y la naturaleza, amén
de fortalecer todas aquellas relaciones armónicas de la sociedad para con su entorno.

Asumir pues la responsabilidad social con el ambiente implica ser consciente no sólo de
los derechos y obligaciones derivados del sistema jurídico; implica aprender y promover
una perspectiva de equilibrio sostenible en los contextos culturales, emocionales,
políticos, económicos e institucionales que le son propios al medio en que se desarrolla
la vida, reconociendo los bienes comunes y el bien común con el fin de ilustrar los
elementos principales que los ponen en peligro para luego poder abordar las posibles
soluciones (Houtart; 2013, 13).

Finalmente han de mencionarse los principales conflictos ambientales en Colombia


sobre los cuales es posible plantear una solución con beneficios comunes a través del
mecanismo de la conciliación. Para ello es importante precisar que la legislación
colombiana contempla en la Ley 640 de 2001 que “se podrán conciliar todas las
materias que sean susceptibles de transacción, desistimiento y conciliación”, lo que
excluiría a simple vista los asuntos en materia ambiental por su condición de bien
público objeto de protección especial por parte del Estado. Sin embargo, detenerse en
el propósito de los MASC determina la posibilidad y refuerza la necesidad de aplicarlos
para solucionar conflictos ambientales, mismos que no necesariamente deben haber
generado un daño sino que pueden ser relaciones e interpretaciones conflictivas sobre
las cuales perfectamente cabe la conciliación para evitar afectaciones ambientales,
prevenir la generación de perjuicios o concertar medios de intervención sobre la
naturaleza.

Así pues, el acceso a bienes hídricos, las concesiones ambientales sobre la explotación
de recursos en un determinado territorio, la erosión causada por el desarrollo de
actividades económicas, la ganadería expansiva, los monocultivos industriales en zonas
de vocación agrícola, la explotación minera, los Planes de Desarrollo con Enfoque
Territorial, la inundación por represas, el desarrollo de mega obras de infraestructura, la
contaminación del aire derivada de la concentración vehicular en zonas montañosas, la
privatización de nacimientos de agua, la tala indiscriminada de árboles, la tributación
por el desarrollo de actividades económicas, entre mucho otros, son algunos de los
conflictos ambientales que pueden ser materia de conciliación en Colombia.

Con estos ejemplos es posible identificar que la conciliación en materia ambiental no se


reduce al mero trámite y resolución de un conflicto que ha generado un daño; más bien
es el mecanismo a través del cual se promueve de manera participativa la solución de
controversias derivadas del antagonismo de intereses e interpretaciones alrededor de
los bienes ambientales, cuyo mayor potencial se encuentra en establecer de forma
participativa las rutas y posibilidades para que sean los actores y sus entornos quienes
establezcan la aplicación práctica y cotidiana de las responsabilidades que como
sociedad tienen respecto de la forma en que se integra ese todo que constituye la
naturaleza.

Conclusiones

Los Mecanismos Alternativos de Solución de Conflictos continúan abriéndose camino


en medio de una sociedad y un Estado marcado por la cultura adversarial del litigio.

La conciliación es un mecanismo autocompositivo por excelencia que promueve el


diálogo, la solución pacífica de los conflictos, el respeto y la convivencia, que debe ser
tenido en cuenta para la construcción participativa de contextos educativos alrededor de
los recursos ambientales y la forma de apropiación sobre éstos.
Se necesitan fomentar escenarios educativos y pedagógicos que incentiven prácticas
cotidianas de respeto por el ambiente, que dinamicen la posibilidad de tramitar y
solucionar los conflictos de manera autocompositiva.

El conciliador en materia ambiental debe ser una persona que goce de probada
legitimidad, con formación holística en términos académicos y humanos, que sea de
ejemplo de integralidad y que difunda valores sociales en su entorno.

Los conflictos y controversias en materia ambiental deben privilegiar un tratamiento a


través de mecanismos alternativos tanto para la prevención de daños y perjuicios como
para la concertación de prácticas de apropiación de la naturaleza.
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