Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
¿A quién le
pertenece Kafka?
o
>
y otros ensayos
:r:
u
o:::
-<
z
'()
u
u
u,¡
.....¡
o
u
Palinodia
Registro de propiedad intelectual: Nº 242.504
ISBN: 978-956-8438-42-5
Editorial Palinodia
Teléfono: 2664 1563
Mail: editorialpalinodia@yahoo.es
Walter Benjamín y la
crítica de la violencia 63
• Según el contexto, traduzco la palabra inglesa wiU ya sea como voluntad, ya sea
8
proseguirá en sus esfuerzos de conseguir la transferencia de los ma
nuscritos que han sido encontrados". Es interesante ver c6mo los
escritos de Kafka pueden constituir un "activo" del pueblo judío y
a la vez no tener nada que ver con actividades comerciales. Oren
Weinberg, director ejecutivo de la Biblioteca Nacional, expres6 un
comentario similar más recientemente: "La biblioteca enfrenta con
preocupaci6n la nueva posici6n expresada por los ejecutores, que
quieren involucrar consideraciones financieras en la decisi6n sobre
quién recibirá el patrimonio. Revelar los tesoros, que han sido es
condidos en b6vedas por décadas, servirá al interés público, pero la
posici6n de los ejecutores tiende a socavar dicha medida, por razo
nes que no beneficiarán ni a Israel, ni al mundo".
Pareciera entonces que debemos entender que la obra de
Kafka es un "activo" del pueblo j udío, aunque no un activo res
trictivamente financiero. Si Kafka es reclamado en primera ins
tancia como escritor j udío, ha de pertenecer primeramente al
pueblo j udío, y su escri,ura a los activos culturales del pueblo
j udío. Este reclamo, de por sí controversia! (ya que oblitera otros
modos de pertenencia o, también, no-penenencia) , lo es aún más
cuando comprendemos que el caso legal descansa en la presun
ci6n de que el Estado de Israel representa al pueblo j udío. Esto
podría parecer una pretensi6n meramente descriptiva, pero con
lleva consecuencias extraordinarias y contradictorias. Primero ,
dicha pretensi6n supera la distinci6n entre judíos que son sionis
tas y judíos que no lo son, por ejemplo judíos en la diáspora para
quienes la patria no es un lugar de retorno inevitable o un destino
final. Segundo, la pretensi6n de que Israel representa al pueblo
judío tiene a su vez consecuencias nacionales. En efecto, el pro
blema que tiene Israel de c6mo lograr y mantener de la mejor
forma una mayoría demográfica sobre su poblaci6n no-judía, hoy
estimada en más del 20% de la poblaci6n al interior de sus fron
teras vigentes, se basa en el hecho de que Israel no es un Estado
únicamente j udío y que, si ha de representar j usta o equitativa
mente a su poblaci6n, debe representar tanto a los ciudadanos
9
j udíos como a los no-j udíos. Por ello, la aserción de que Israel
representa al pueblo j udío niega la gran cantidad de j udíos fuera
de Israel que no son representados por él, legal o políticamente,
pero también los palestinos y otros ciudadanos no-j udíos de ese
Estado. La posición de la Biblioteca Nacional se apoya en una
concepción de la nación de Israel que presenta a la población
j udía fuera de su territorio como viviendo en el Galut, en un
estado de exilio y desesperanza que debiera ser revertido, y que
sólo puede ser revertido mediante un retorno a Israel. La idea
implícita es que todos los j udíos y los activos culturales judíos -
lo que sea que esto pueda significar- que se hallen fuera de Israel
eventualmente y propiamente le pertenecen a Israel, ya que éste
representa no sólo a todos los j udíos, sino además a toda la pro
ducción cultural j udía significativa. Simplemente señalaré que
existen muchos comentarios interesantes sobre este problema del
Galut por estudiosos como Amnon Raz-Krakotzk.in, quien, en su
extraordinario trabajo sobre el exilio y la soberanía, argumenta
que lo exílico es propio del j udaísmo e incluso de la j udaicidad, y
que el sionismo yerra al pensar que el exilio debe ser superado
mediante la invocación de la Ley del Retorno, o en efecto, de la
popular noción de "derecho de nacimiento". El exilio puede ser,
de hecho, un punto de partida para pensar sobre la coexistencia y
para devolver los valores diaspóricos a esa región. Éste era sin duda
el punto de Edward Said cuando, en Freud y lo no-europeo, llamó
a que las historias del exilio tanto de j udíos como de palestinos
sirvieran como base para una nueva organización política en Pa
lestina.
El Galut no es entonces un dominio caído que requiere la
redención, aún cuando sea precisamente lo que las formas estata
les y culturales del sionismo pretenden superar mediante la ex
tensión de los derechos de retorno a todos aquellos nacidos de
madres judías -y ahora mediante la pretensión de que las obras
significativas creadas por aquellos que resultan ser j udíos sean con
sideradas como activo cultural j udío perteneciente legítimamen-
10
te al Estado israelí. En efecto, si el argumento de la Biblioteca
Nacional tuviera éxito, entonces la pretensión de representativi
dad del Estado de Israel se expandiría tremendamente. Como ha
señalado Antony Lerman en el Guardian,
11
deremos, por ejemplo, los recientes esfuerzos por perseguir a or
ganizaciones israelíes de derechos humanos, como B'tselem, por
documentar públicamente el número de bajas civiles en la guerra
contra Gaza. Quizá Kafka podría ser instrumentalizado para su
perar la pérdida de reputaci6n que ha sufrido Israel por virtud de
su permanente ocupaci6n ilegal de tierras palestinas. Importa que
Israel llegue a ser dueño de la obra, pero también que la obra sea
guardada dentro del territorio establecido del Estado, de modo
que cualquiera que quiera leer y estudiar dicha obra deba cruzar
la frontera israelí e involucrarse con sus instituciones culturales. Y
esto es problemático no s6lo porque a ciudadanos de varios países
y no-ciudadanos en los Territorios Ocupados no se les permite
cruzar dicha frontera, sino también porque muchos artistas, acto
res e intelectuales respetan el boicot académico y cultural, rehu
sándose a presentarse en Israel hasta que sus instituciones anfi
trionas expresen una oposici6n fuerte y sostenida a la ocupaci6n.
El proceso sobre Kafka no s6lo tiene lugar en contra de este tras
fondo político, sino que interviene activamente en su reconfigu
raci6n: si la Biblioteca Nacional en Jerusalén gana el caso, para
tener acceso a los materiales inédito y nunca antes vistos de Franz
Kafka uno tendrá que atentar contra el boicot y tendrá que reco
nocer implícitamente el derecho del estado de Israel de apropiar
se de bienes culturales cuyo alto valor se asume que se convierte
contagiosamente en el alto valor del mismo Israel. ¿ Puede el po
bre Kafka soportar dicha carga? ¿ Puede él ayudar realmente a que
el estado de Israel supere la mala publicidad que implica la ocu
paci6n?
Es extraño que Israel pueda estar confiando en los frágiles
restos de Franz Kafka para establecer su reclamo cultural sobre
obras que son producidas por una clase de personas que podría
mos llamar "posiblemente j udíos " . Y probablemente también
importa que los adversarios aquí sean las hijas de la que alguna vez
fue amante de Max Brod, una sionista comprometida, cuyos in
tereses políticos parecen estar ampliamente superados por el pros-
12
pecto del lucro. Su búsqueda de un resultado lucrativo parece no
conocer fronteras nacionales y no respetar ningún reclamo de per
tenencia nacional -precisamente como el capitalismo. De he
cho, el Archivo Alemán de Literatura estaría probablemente en
una mej or posición para pagar las sumas imaginadas por estas
hermanas. En un gesto desesperado, el consejo israelí para la Bi
blioteca Nacional buscó desacreditar los reclamos de propiedad
de las hermanas haciendo pública una carta de Brod acusando a
su amante de faltarle el respeto, e insistiendo que él preferiría
dej arle estos materiales a alguien que lo considerara como una
persona significativa. Puesto que la carta no nombra a nadie, po
dría ser difícil sostener la pretensión de que sustituye la explícita
estipulación del testamento. Ya veremos si este documento de
una pelea entre amantes se sostiene en la corte.
El más poderoso adversario de la Biblioteca Nacional es el
Archivo Alemán de Literatura en Marbach, que, interesantemen
te, ha contratado abogados israelíes para los fines del proceso.
Presumiblemente, con asesoría israelí, esto no tendría la aparien
cia de una lucha alemana-j udía, y por lo tanto no nos recordaría
ese otro proceso -el de Eichmann en 1961- en el que el j uez
repentinamente dej ó de hablar hebreo y comenzó a hablar en
alemán para dirigirse a Eichmann directamente. Ese momento
generó controversia sobre el asunto de qué lenguaje corresponde a
una corte israelí, y si acaso a Eichmann debiese ofrecérsele dicha
cortesía. Varios académicos y periódicos alemanes han planteado
recientemente que Marbach es el hogar que le corresponde a los
escritos recién descubiertos de Kafka. Marbach, sefialan, ya acoge
la mayor colección de manuscritos de Kafka en el mundo, inclu
yendo el manuscrito de El Proceso, que adquirió por la suma de
3.5 millones de marcos alemanes en Sotheby's en 1998. Estos
académicos se oponen a una mayor fragmentación de la obra, y
apuntan a que las instalaciones en Marbach tienen una capacidad
superior para conservar los materiales. Pero por supuesto otra par
te del argumento es que Kafka pertenece a la literatura alemana y,
13
específicamente, al lenguaje alemán. Y aunque nadie intenta de
cir que pertenece a Alemania en cuanto uno de sus ciudadanos
pasados o virtuales, parece que la germanidad trasciende aquí la
historia de la ciudadanía y se funda en la cuestión de la compe
tencia y el logro lingüístico. El argumento del Archivo Alemán de
Literatura suprime la importancia del multilingüismo en la for
mación de Kafka y en su escritura. {Por cierto, ¿ tendríamos las
parábolas de Babel sin el supuesto del multilingüismo, y acaso
vacilaría la comunicación con tanta insistencia en sus obras sin
ese trasfondo de checo, yiddish y alemán convergiendo en el mundo
de Kafka?) .
Al enfatizar en cuán perfectamente alemán es su lenguaje,
el archivo se une a una larga y curiosa tradición de elogio al ale
mán "puro" de Kafka. George Steiner alabó "la traslucidez del
alemán de Kafka, su quietud inmaculada" , subrayando que su
"vocabulario y sintaxis se abstienen profundamente del derroche" .
John Updike se refirió a "la conmovedora pureza'' de la prosa de
Kafka. Hannah Arendt, también, escribió que su obra "habla la
prosa alemana más pura del siglo". De tal modo que aunque Ka
fka era checo, parece que este hecho es superado por su alemán
escrito, que es aparentemente el más puro -¿o, debiéramos de
cir, purificado? Dada la historia de la valoración de la "pureza'' en
el nacionalismo alemán, incluyendo el nacionalsocialismo, es cu
rioso que Kafka sea erigido como símbolo de esta norma rigurosa
y excluyente. ¿ De qué formas debiera el multilingüismo de Kafka
y sus orígenes checos ser "purificados" para que represente un
alemán puro? ¿Es acaso lo más destacable o admirable de él que
parezca haberse purificado a sí mismo, ejemplificando las capaci
dades auto-purificantes del Extranjero [Auslander] * ?
E s interesante que estos argumentos sobre e l alemán de
Kafka vuelvan a circular ahora, en el mismo momento en que
14
Angela Merkel ha anunciado el fracaso del multiculturalismo en
Alemania y ha presentado como evidencia que nuevos inmigran
tes, e igualmente sus "hijos y nietos", no hablan alemán correcta
mente. Ha exhortado públicamente a estas comunidades a desha
cerse de todo acento e "integrarse" a las normas de la comunidad
lingüística alemana (una queja contrarrestada rápidamente por
Jürgen Habermas) . Es cierto que Kafka puede ser modelo de un
inmigrante exitoso, aunque vivió sólo un tiempo en Berlín, y cla
ramente no se identificaba incluso con los j udíos alemanes. Si las
nuevas obras de Kafka son recluidas en el archivo de Marbach,
entonces Alemania se vería fortalecida en su esfuerzo de llevar su
nacionalismo al nivel del lenguaje; la inclusión de Kafka tiene
lugar por la misma razón por la que los inmigrantes que no ha
blan tan bien son denunciados y resistidos . ¿ Es posible que el
frágil Kafka se convierta en una norma de integración europea?
Encontramos en la correspondencia de Kafka con su aman
te Felice Bauer, que era de Berlín, que ella corrige constantemente
su alemán, sugiriendo que no está plenamente en casa en su se
gunda lengua. Y quien fue su amante posteriormente, Milena
Jesenská, que tradujo además sus obras al checo, le enseña cons
tantemente frases checas que él no sabe ni deletrear ni pronun
ciar, sugiriendo que el checo, también, era algo así como una se
gunda lengua. En 1911, atiende al teatro yiddish y comprende
lo que se dice, pero el yiddish no es un lenguaje que encuentra a
menudo en su familia o en su vida cotidiana; no deja de ser algo
atractivo y extraño importado desde el Este. ¿ Podemos hablar de
una primera lengua aquí? ¿ Puede decirse que incluso el alemán
formal en el que escribe Kafka -que Arendt lla�ó el alemán
"más puro"- lleva consigo los signos de alguien que ingresa al
lenguaje desde fuera? Éste es el argumento del ensayo de Deleuze
y Guattari "Kafka: Por una literatura menor".
De hecho, este conflicto parece tener cierta antigüedad,
el mismo Kafka lo invoca en una carta a Felice en Octubre de
15
19 16, refiriéndose al ensayo de Max Brod sobre los escritores j u
díos, "Nuestros escritores y la comunidad" , publicado en Der jude.
16
en redamos de pertenencia nacional y lingüística, pero la mayo
ría de los procesos y procedimientos sobre los que escribe Kafka
involucran alegatos infundados y culpas sin nombre. Ahora Kafka
mismo se ha convertido en propiedad, cuando no en enseres {lite
ralmente, un artículo de propiedad tangible mueble o inmueble
no adherida a un terreno) , y el debate sobre su destino final tiene
lugar, irónicamente, en un tribunal familiar. La pregunta misma
por la pertenencia de Kafka ya es algo escandaloso dado el hecho
de que la escritura traza las vicisitudes de no pertenecer o de per
tenecer demasiado. Recordemos: él rompió todos los compromi
sos que tuvo alguna vez, nunca fue dueño de un departamento, y
le pidió a su ejecutor literario que destruyera sus papeles, después
de lo cual esa relación contractual había de terminar. Dichos acuer
dos sobrevivieron a sus propósitos originales y la extensión de
tiempo que se esperaba que tuvieran. Aún cuando el trabajo de
Kafka era arbitrar redamos administrativos de seguros y contratos
vinculantes, su vida personal careció curiosamente de ellos, ex
cepto por un ocasional contrato de publicación. Por supuesto,
estoy preparada para aceptar que la gestión legal de sus papeles
requiere una decisión con respecto a su custodia, y que este pro
blema de propiedad legal ha de ser resuelto para que los papeles
sean inventariados y puedan accederse. Pero si nos volvemos hacia
su escritura buscando ayuda para resolver este embrollo, podría
ser que nos encontremos con que su escritura es más pertinente
para ayudarnos a pensar más allá de los límites de la pertenencia
cultural, así como de las trampas de ciertas trayectorias naciona
listas que tienen como meta destinos territoriales específicos.
No hay duda de que la judaicidad de Kafka era algo im
portante, pero esto no implicaba en ningún caso alguna posición
sostenida sobre el sionismo. Estaba inmerso en la j udaicidad, pero
también quiso sobrevivir a sus demandas sociales a ratos apre
miantes. En 1911 fue al teatro yiddish casi todas las semanas y
describió en detalle lo que vio allí. En los años siguientes leyó -
"ambiciosamente" , dice él- L'Histoire de la littérature ]udéo-A//e-
17
mande de Meyer Pines, que estaba lleno de relatos jasídicos, se
guido de Organismus des judentums de Fromer, que detalla las tra
diciones rabínicas talmúdicas. Asistió a eventos musicales en la
Sociedad Bar Kokhba, leyó partes de la Kaballah y las abordó en
sus diarios, estudió a Moses Mendelssohn y a Sholem Aleichem,
leyó varias revistas judías, asistió a charlas sobre sionismo y obras
en yiddish, y escuchó historias hebreas traducidas. Aparentemente,
el 25 de febrero de 1912, Kafka hizo una charla sobre el yiddish,
aunque no he podido encontrar una copia. Quizá está apilada en
una caja en Tel Aviv esperando arbitraje legal.
Junto con su impresionante inmersión en asuntos j udíos
-quizá podríamos llamarlo una forma de ser envuelto-- Kafka
también expresó cierto escepticismo sobre dicho modo de perte
nencia social. Hannah Arendt, cuyo propio sentido de pertenen
cia estaba igualmente conflictuado (y que se volvió un asunto de
disputa con Gershom Scholem) , hiro famosa una de las agudezas
de Kafka sobre el pueblo j udío: "Mi pueblo, en el caso de que
tenga uno". Como ha dejado claro Louis Begley recientemente en
un ensayo biográfico bastante cándido, Kafka no sólo vivió inde
ciso acerca de la judaicidad, sino que a veces derechamente divi
dido. "¿Qué tengo en común con los judíos?", escribió en su dia
rio en 1914. "Apenas tengo algo en común conmigo mismo y
debiera permanecer muy quieto en un rincón, contento de que
puedo respirar". A veces sus propios comentarios sobre los j udíos
eran duros, si no violentos, cuando, por ejemplo, llama al pueblo
j udío "lagartijas" . En una carta a Milena, una no-j udía, da un
paso hacia una fantasía genocida y suicida en la que finalmente
nadie más puede respirar:
18
sofocado todos, si no, cerrar el cajón nuevamente y así sucesiva
mente hasta el final.
19
Algunos j udíos en una villa húngara son acusados de usar un cu
chillo carnicero para matar cristianos y luego usar su sangre para
hacer pan sin levadura. En la obra, los acusados son llevados al
tribunal, donde los cargos son retirados. Estalla un disturbio anti
j udío en las calles y la violencia se dirige contra sus negocios e
instituciones religiosas. Después de leer la obra de Zweig, Kafka
le escribe a Felice: "En un punto tuve que dejar de leer, sentarme
en el sofá, y llorar. Hace años que no lloraba''. El cuchillo carnice
ro, o cuchillos de ese tipo, luego reaparecen en sus diarios y car
tas, e incluso varias veces en sus narraciones publicadas: en El
Proceso, por ejemplo, y de nuevo, más vívidamente, en "Un médi
co rural". La obra nos da una idea de los límites de la ley, incluso
de la extraña forma en la que la ley da pie a la ausencia de ley que
no puede controlar.
El hecho de que Kafka haya llorado con la historia de
falsas acusaciones --en efecto, s6lo unos pocos relatos lo hicieron
llorar como éste- podría sorprendernos. El tono de El Proceso es,
después de todo, uno en el que una acusaci6n falsa u oscura con
tra K. es comunicada en los términos más neutrales, sin resonan
cia afectiva. Pareciera que el pesar admitido en las cartas es preci
samente lo que es dejado sin efecto en la escritura; y aún así la
escritura comunica precisamente una serie de eventos que no es
tán vinculados ni por una causa probable, ni por inducci6n l6gi
ca. De tal modo que la escritura abre efectivamente la separaci6n
entre la claridad -incluso, podríamos decir, una cierta lucidez y
pureza en la prosa- y el horror que es normalizado precisamente
como consecuencia de esa lucidez. Nadie puede culpar a la gra
mática y la sintaxis de la escritura de Kafka, y nunca se ha encon
trado un exceso emocional en su tono; pero precisamente por este
modo de escritura aparentemente objetivo y riguroso, un cierto
horror se abre en medio de lo cotidiano, quizá también un pesar
inefable. Sintaxis y tema están efectivamente en guerra, lo que
significa que podríamos pensarlo dos veces antes de alabar a Kafka
s6lo por su lucidez. Después de todo, lo lúcido opera como estilo
20
sólo en la medida en que traiciona su propia pretensión de auto
suficiencia. Algo oscuro, si no inefable, se ofrece en la sintaxis
perfecta. De hecho, si consideramos que acusaciones recurrentes
y difamatorias acechan en el fondo de sus muchos procesos, po
demos leer la voz narrativa como una neutralización de la indig
nación, un ocultamiento lingüístico de la amargura que paradój i
camente la saca a relucir. Entonces los j udíos son su familia, su
pequeño mundo, y él ya está en cierto modo constreñido por ese
pequeño departamento, esa comunidad implacable, y en ese sen
tido sofocado. Y aún así, él tenía consciencia de los relatos y peli
gros actuales del anti-semitismo, que él había experimentado di
rectamente en un disturbio que tuvo lugar en 1918, en el que se
encontró en medio de una muchedumbre "que nadaba en odio a
los j udíos". ¿ Se volvió hacia el sionismo como una forma de esca
par a esta profunda ambivalencia: la necesidad de huir de las res
tricciones de la familia y la comunidad j unto con la necesidad de
encontrar un lugar imaginado como libre de anti-semitismo?
Tomemos en cuenta la primera carta que le escribió Kafka
a Felicia, en septiembre de 1912. En la línea inicial, le pide que
se lo imagine j unto a ella en Palestina:
21
acerca del sionismo y sobre arribar alguna vez a dicho destino. En
lo consiguiente se refiere a esto como un "sueño" , y la regaña unos
años después por interesarse tan seriamente por el sionismo: "Flir
teaste con él'', le escribió. Pero de hecho, él era quien había intro
ducido Palestina como la estructura del coqueteo: ven conmigo,
toma mi mano al más allá. De hecho, una vez que la relación
zozobra y se quiebra en los años siguientes, él deja claro que no
tiene ninguna intención de ir, y que piensa que aquellos que lo
hacen están persiguiendo una ilusión. Palestina es un otro lugar
figurado donde van los amantes, un futuro abierto, el nombre de
un destino desconocido.
En Kafka va al cine, Hanns Zischler plantea que las imá
genes fílmicas le entregaron a Kafka un medio primario para acce
der al espacio de Palestina, y que Palestina era una imagen fílmica
para él, un campo proyectado de fantasía. Zischler escribe que
Kafka vio la tierra amada en el filme, como un filme. En efecto,
Palestina era imaginada como despoblada, como ha sido hábil
mente confirmado por el trabajo de Ilan Pappe sobre la fotografía
sionista temprana, en la que los parajes palestinos son rápida
mente renombrados como parte del paisaje natural. La tesis de
Zischler es interesante, pero probablemente no sea muy cierta, y
Kafka asistía a reuniones y leía periódicos ávidamente, adquirien
do así un sentido de Palestina tanto a partir de las historias escri
tas y contadas como de debates públicos. En el curso de esos
debates e informes, Kafka comprendió que surgían conflictos en
la región. En efecto, su breve relato "Chacales y árabes" , publica
do en Der ]ude en 1917, registra un impase en el corazón del
sionismo. En este relato, el narrador, que ha deambulado des
apercibidamente hacia el desierto, es saludado por los Chacales
(die Schakale} una referencia sutilmente disfrazada a los j udíos.
Después de tratarlo como la figura mesiánica a la que habían esta
do esperando por generaciones, le explican que su tarea es matar a
los árabes con un par de tijeras (quizá una broma sobre cómo los
sastres j udíos de Europa del Este están mal equipados para el
22
conflicto) . No quieren hacerlo ellos mismos, porque no sería "lim
pio" , pero el Mesías mismo no pareciera estar atado a las restric
ciones kosher. El narrador entonces habla con el líder árabe, quien
le explica que "todos lo saben; desde que existen los árabes esta
tij era vaga por el desierto, y viajará con nosotros hasta el fin de los
tiempos. A todo europeo que pasa le es ofrecida la tijera para la
gran obra; cada europeo es precisamente el que les parece el pre
destinado. "
El relato fue escrito y publicado en 1917, el año en que la
relación de Kafka con Felice llegó a su fin. Ese mismo año, le
aclara él a ella en una carta: "No soy un sionista". Un poco antes
le escribe sobre sí mismo a Grete Bloch, mencionando que por
temperamento, él es un hombre "excluido de cualquier comuni
dad espiritual por virtud de su judaísmo no-sionista (admiro el
sionismo y me da nauseas) , no-practicante" . Después de asistir a
una reunión de sionistas en marzo de 1915 con Max Brod, en la
que j udíos de Europa Occidental y del Este se j untaron para re
solver sus diferencias, describe los varios personajes, uno con su
"pequeña chaqueta andrajosa" , y nota la "sonrisa diabólicamente
incómoda" de un pequeño tipo descrito como una "discusión ca
minante" con "voz de canario" . Esta secuencia visual lo incluye
finalmente a él mismo: "yo, como si estuviera hecho de madera,
un perchero empujado al medio de la habitación. Y aún así la
esperanza" .
¿ De dónde emerge precisamente esta esperanza? Aquí como
en otro lugar, el problema del destino toca la cuestión de la mi
gración a Palestina, pero también el problema, más generalmen
te, de si acaso los mensajes pueden arribar y los mandatos ser
comprendidos correctamente. La no-llegada describe el aprieto
lingüístico de escribir en un contexto multilingüe, explotando las
reglas sintácticas del alemán formal para producir un efecto omi
noso, pero también escribir en una Babel contemporánea donde
los fallos del lenguaje llegan a caracterizar la situación diaria del
habla, ya sea amorosa o política. La pregunta que vuelve a surgir
23
en parábolas como "Un mensaje imperial" es si acaso un mensaje
puede enviarse de un lugar a otro, o si acaso alguien puede viajar
de un lugar a otro, o en efecto "a ese lugar" -si acaso un arribo
esperado es realmente posible.
Quisiera revisar brevemente dos parábolas que rozan este
problema de la no-llegada, y de la extraña forma de esperanza que
puede surgir de una socialidad rota y el impase contra-mesiánico
que caracteriza la forma parábola. "Mi destino" comienza con el
problema de un mandato que no es comprendido: "Dí la orden
de que mi caballo fuera traído desde el establo. El sirviente no me
comprendió." Quizá el mandato es proferido en una lengua que
el sirviente no entiende, o quizá alguna supuesta jerarquía ya no
funciona como debería. Mayor confusión cognitiva se suscita mien
tras el narrador prosigue: "En la distancia oigo un toque de cla
rín, le pregunto qué significa." Esca vez, parece que el sirviente
comprende la pregunta, pero el narrador todavía no vive en un
mundo común de sonido: "No sabía ni había oído nada'' . Apa
rentemente, el sirviente sólo dio unos signos que apenas indica
ban algo, aunque en la siguiente línea, establece su competencia
lingüística: "En la entrada me detuvo y preguntó '¿Hacia dónde
cabalga, amo?' , " a lo que responde inmediatamente: "'No lo sé. '
Sólo dije "lejos de aquí [weg-von-hier}, lejos de aquí.'" Y una ter
cera vez: "Siempre lejos de aquí, sólo de ese modo puedo llegar a
mi destino". El sirviente, que aparentemente no comprendió el
primer mandato, o no se comprendió a sí mismo siendo interpe
lado por él, parece ahora ansioso de verificar lo que el amo sabe
sobre su meca (das Ziel). Pero la respuesta del amo es confusa:
"Sí, " responde, "¿no fui yo quien dijo eso?" y luego ofrece el nom
bre de un lugar, el lugar con guión "lejos-de-aquí" (que se con
vierte en un término por el cual Deleuze vincula a Kafka con un
proyecto de descerritorialización) . Y aún así, ¿qué significa decir
que "lejos-de-aquí" es "mi destino" ? Cualquier lugar que no es
aquí puede ser lejos de aquí, pero cualquier lugar que se convierta
en un "aquí" no estará lejos de aquí, sino sólo otro aquí. ¿ Es real-
24
mente posible un lejos de aquí, o el "aquí" nos sigue donde sea
que vayamos? ¿Qué significaría liberarse de las condiciones espa
cio-temporales del "aquí" ? No sólo tendríamos que estar en algún
otro lugar, sino que ese mismo otro lugar tendría que trascender
las condiciones espacio-temporales de cualquier lugar existente.
De modo que donde sea que pretenda ir, no será un lugar tal
como los conocemos. ¿ Es ésta una parábola teleológica, una que
figura un más allá inefable? ¿Es una parábola sobre Palestina, el
lugar que en la imaginación del europeo, según Kafka, no es un
lugar poblado, no es un lugar que pueda ser poblado por cual
quiera?
De hecho, parece que va a un lugar donde el sustento del
cuerpo humano resultará innecesario. El sirviente destaca: "No
llevas provisiones [Efvo"at}': '"No las necesito,' dije. 'El Viaje es
tan largo que debo morir de hambre si no consigo algo en el
camino. Ninguna provisión podría salvarme [Kein Efvo"at kann
mich retten]': Y luego viene la extraña oración final: "Porque es,
afortunadamente, un viaje verdaderamente inmenso." En alemán,
es "con suerte" (zum Glück eine wahrhaft ungeheure Reise). La pa
labra ungeheure quiere decir "ominoso" , "monstruoso" , incluso
"abismal" . Podríamos preguntar, entonces, qué es este viaje mons
truoso y abismal para el que no se necesita el alimento. No hay
alimento que pueda salvarlo de esta venturosa aventura hacia la
zona ominosa. Afortunadamente, parece que el viaje no sólo re
querirá su hambruna, sino que no podrá salvarlo, no podrá man
tenerlo en un lugar que es un lugar. Va a un lugar que no es un
lugar y donde el alimento no será necesario. Si ese lugar más allá
del lugar es en sí mismo una salvación, que no es precisamente lo
que se dice, entonces será de una especie diferente de aquella que
el alimento proporciona a una criatura viviente. Podríamos decir
que esto es una pulsión de muerte hacia Palestina, pero también
podríamos leerlo como una apertura hacia un viaje infinito, o un
viaje hacia lo infinito, que hará un gesto hacia otro mundo. Digo
"gesto" porque es el término que Benjamin y Adorno usan para
25
hablar acerca de estos momentos detenidos, estas enunciaciones
que no son exactamente acciones, que se congelan o solidifican en
su condición incompleta y frustrada. Y eso parece ser lo que ocu
rre aquí: un gesto abre un horizonte como meta, pero no hay una
salida efectiva y ciertamente no hay una llegada.
Podemos volver a encontrar la poética de la no-llegada en
la parábola de Kafka "La Venida del Mesías" , donde una voz apa
rentemente autorizada nos dice que el Mesías "llegará . . . cuando
no haya nadie que destruya esta posibilidad y nadie que sufra su
destrucción" . La parábola se refiere a un "desenfrenado individua
lismo de la fe" que debe ser posible primero; el alemán para "des
enfrenado" (zügellos) está más cerca de "desatar" -un individua
lismo desatado en el mundo, incluso fuera de control. Aparente
mente, nadie hará que esto acontezca, y pareciera que el Mesías
no tomará una forma antropomórfica: el Mesías vendrá sólo cuando
no haya "nadie" que destruya la posibilidad o sufra la destruc
ción, lo que significa que el Mesías no vendrá si hay alguien, sólo
si no hay nadie, y eso significa también que el Mesías no será
alguien, no será un individuo. É ste debe ser el resultado de un
cierto individualismo que destruye a todos y cada uno de los in
dividuos. Siguiendo el Libro de Mateo, la parábola afirma que
"las tumbas se abrirán" y entonces, de nuevo, se nos da a entender
que no serán abiertas por ninguna acción humana. Cuando el
narrador luego afirma que ésta "también es la doctrina cristiana",
retroactivamente distingue la apertura de la parábola como una
parábola judía, pero de hecho ya tiene lugar una Babel de religio
nes: j udaísmo, cristianismo, individualismo, y luego, después de
una explicación confusa, parece como si también hubiera unas
partes de Hegel en la descripción -en efecto, las partes más ile
gibles. De hecho, parece que no es posible ninguna descripción
coherente, y que somos llevados a los límites de lo que puede ser
pensado. "El Mesías sólo vendrá cuando ya no sea necesario. Sólo
vendrá el día después de su llegada; vendrá, no el último día, sino
el verdaderamente último" . Parece como si el Mesías viniera pre-
26
cisamente cuan do no hay nadie que sufra la destrucción del mun
do tal como lo con ocemos, cuando no haya nadie que pueda des
truir su venida. Ese Mesías llega no como un individuo, y cierta
mente no dentro de alguna secuencia temporal que consideramos
que organiza el mundo de los seres vivientes. Si viene el día verda
deramente último, pero no el último, viene un "día'' -ahora hi
perfigurativo-- que está más allá de cualquier día del calendario,
y más allá de la cronología misma. La parábola postula una tem
poralidad en la que nadie sobrevivirá. La llegada es un concepto
que corresponde a los días del calendario, pero la venida (das Kom
men) aparentemente no. No ocurre en un momento del tiempo,
sino sólo después de que la secuencia de todos los momentos ha
concluido .
Salida y llegada fueron problemáticas constantes para los
j udíos europeos que tomaban en cuenta la posibilidad de dejar
Europa e ir a Palestina, pero también a otros lugares de migra
ción. Luego de leer "Mi Destino" nos preguntamos ¿ cómo puede
uno irse lejos de aquí sin moverse de un aquí a otro? ¿No asume
dicha salida y llegada una trayectoria temporal distinta a través
del continuo espacial? La amalgama "Weg-von-hier" parece ser el
nombre de un lugar sólo para confundir nuestra propia noción de
lugar. En efecto, aunque "Weg-von-hier" es el nombre de un lu
gar -lleva el nombre del lugar en una forma gramatical recono
cible- resulta que la gramática no sólo diverge de la clara refe
rencialidad en este caso , sino que puede, claramente, operar a
contrapelo de cualquier realidad inteligible. No parece haber una
forma clara para moverse de un punto a otro punto dentro del
esquema ofrecido en esta parábola, y esto confunde nuestras ideas
de progresión temporal y continuidad espacial. Incluso hace difí
cil seguir las líneas en la página, comenzar la parábola y terminar
la. Si la parábola de Kafka traza de algún modo la salida de una
idea común de lugar hacia una noción de no-llegada perpetua,
entonces no conduce a una meta común o a la realización progre
siva de una meta social en un lugar específico.
27
Algo más se abre. La infinita y monstruosa distancia entre
salida y llegada y fuera del orden temporal en el que estos térmi
nos tienen sentido. En "La Venida del Mesías", la visión de Kafka
de la no-llegada zarpa desde fuentes judías, comienza allí y allí la
deja. Lo que queda claro es que cualquier temporalidad marcada
por lo mesiánico no es realizable en el espacio y el tiempo. Es un
momento contra-kantiano, quizá, o una fo rma de interrogar al
j udaísmo en los límites de una noción kantiana de apariencia y
sobre y contra una noción progresiva de historia cuyo fin ha de
realizarse en un territorio poblado.
Kafka también reflexiona sobre las formas de la no-llegada
en una entrada de diario escrita en 1922, menos de dos años
antes de su muerte por tuberculosis:
28
"toda escritu ra de este tipo" . Luego an ota: "Si el sionismo no hu
biese intervenido, fácilm ente hub iese llegado a ser una nueva doc
trina secreta, una Kabbalah. Hay ind icios de esto".
He intentado sugerir que en las parábolas y otros escritos
de Kafka encontramos breves meditaciones sobre la cuestión de ir
a algún otro lado, de ir al otro lado, de la imposibilidad de la
llegada y la irrealizabilidad de la meta. Quiero sugerir que mu
chas de estas parábolas parecen alegorizar una forma de contener
el deseo de emigrar a Palestina, abriendo en cambio una distancia
infinita entre un lugar y otro -y de ese modo constituyen un
gesto teológico no-sionista.
Finalmente, podríamos revisar su poética de la no-llegada
en la medida en que es aplicable a la última voluntad de Kafka.
Como debiera ser claro ya, muchas de las obras de Kafka son
sobre mensajes escritos y enviados donde la llegada es incierta o
imposible, acerca de mandatos dados e incomprendidos y enton
ces obedecidos en el incumplimiento o simplemente no obedeci
dos. "Un mensaje imperial" traza los viajes de un mensajero a
través de varias capas de arquitectura, cuando se encuentra atra
pado en una densa e infinita red de personas: una barrera infinita
surge entre el mensaje y su destino. Entonces, ¿ qué decimos acer
ca de la petición que le hizo Kafka a Brod antes de morir? "Esti
madísimo Max, Mi última petición: Que todo lo que he dejado
tras de mí . . . sea quemado sin haber sido leído". La voluntad de
Kafka es un mensaje enviado, sin duda, pero no se convierte en la
voluntad de Brod; en efecto, la voluntad de Brod, figurativa y
. literalmente, obedece y rechaza la voluntad de Kafka (parte de la
obra quedará sin leer, pero nada de ella será quemada, al menos
no por Brod).
Algo interesante es que Kafka no pide que le devuelvan
sus textos para poder seguir destruyéndolos él mismo. Al contra
rio, le deja el problema a Brod. Su carta a Brod es una forma de
darle toda· la obra a Brod, y de pedirle a Brod que sea el único
responsable de esta destrucción. Hay una paradoja insuperable
29
aquí, ya que la carta se vuelve parte de la escritura, y por lo tanto
parte del corpus mismo de la obra, como tantas cartas de Kafka
que han sido meticulosamente preservadas a través de los años. Y
aún así la carta demanda destruir la escritura, lo que lógicamente
implicaría la anulación de la carta misma, y en ese sentido anula
ría incluso el mandato que formula. ¿ Es el mandato una directiva
clara, o es un gesto en el sentido descrito por Benjamin y Adorno?
¿ Espera que su mensaje llegue a su destino, o escribe la petición
sabiendo que los mensajes y los mandatos no alcanzan sus desti
natarios, sabiendo que estarán sujetos a la misma no-llegada so
bre la que él escribió? Recordemos que fue Kafka quien escribió:
30
te. ¿Significa esto que la escritura está atada al vivir, y que con su
propio falleci mie nto, debiera fallecer la obra? A medida que mue
ro, mi obra debiera dejar de existir. Una fantasía, ciertamente, de
que ella no lo sobrevivirá, algo que él encuentra demasiado dolo
roso. Me recuerda la parábola "Los cuidados de un hombre de
familia'' , que llam6 la atenci6n de Adorno por su promesa "de
salvaci6n" . Está Odradek, una criatura, una bobina, una estrella,
cuya risa suena como el murmurar de las hojas, revoloteando en o
debajo o cerca de la escalera de una casa. Quizá es un hijo, o lo
que queda de un hijo; en cualquier caso, es parte objeto y parte
eco de una presencia humana. Es s6lo al final de la parábola que
la voz rigurosamente neutral que describe a este Odradek parece
tener una relaci6n generacional con él. Este Odradek no vive exac
tamente en el tiempo, ya que es descrito como cayendo por las
escaleras perpetuamente, es decir, en perpetuidad. Así el narrador
que parece estar en la posici6n del padre señala: "Casi me duele
pensar que podría sobrevivirme" . ¿ Podemos leer esto como una
alegoría no s6lo de Kafka en la casa de su padre, sino de la escritu
ra de Kafka, las hojas murmurantes, las formas en que Kafka mis
mo se volvi6 en parte humano, en parte objeto, sin progenie, o
más bien con una progenie literaria que encontr6 casi demasiado
doloroso que lo sobreviviera? El gran valor de Odradek para Ador
no es que él era absolutamente inútil en un mundo capitalista
que buscaba instrumentalizar todos los objetos para su ganancia.
Era, sin embargo, no s6lo el espectro de la tecnología lo que se
alimentaría afanosamente de la obra de Kafka, sino también esas
formas de lucro que explotan incluso las formas de arte más anti
instrumentales, y aquellas fo rmas de nacionalismo que buscan
apropiarse incluso de los modos de escritura que las resisten de la
manera más rigurosa. Es una ironía, ciertamente, que los escritos
de Kafka se vuelvan finalmente las cosas de alguien más, apilados
en un ropero o una b6veda, convertidos en valor de cambio, a la
espera de una vida después de la muerte como ícono de pertenen
cia nacional o, simplemente, como dinero.
31
Primo Levi para el pres ente
33
pensar la política a principios de la década de 1980. Pero hacia el
final de su vida pidi6 ya no volver a hablar sobre este asunto en
entrevistas. ¿C6mo se entiende la relaci6n de Levi con eso de lo
que es posible o no hablar? ¿Y c6mo es que aquello que parece
inefable o irrecuperable puede llegar a ser presentado por medio
del lenguaje que usa?
Pareamos sobre la base de que no solamente en los casos de
trauma hist6rico que acosan a un autor como Primo Levi, sino también
en el curso de la vida en general, hay lagunas o fisuras en la manera en
que contamos lo que pasa, y que no tenemos ningún modo de dar
cuenca respecto de por qué no podemos recordar ni formular narrativa
mente cal o cual parte de nuestras vidas. Sicuaci6n que se agudiza espe
cialmente cuando, en el intento por localizar o asignar responsabilidad
a un conjunto de acciones que llevaran a consecuencias perjudiciales,
exigimos de otros (o de nosotros mismos) dar cuenca de sí mismos de
modo que sea posible, precisamente, cargar sus acciones a su cuenca.
En cales casos, para poder determinar responsabilidad dependemos de
la capacidad de dar cuenca que tenga el otro. Y cuando, y donde, esa
capacidad falla, es posible que nos volvamos hacia otros tipos de evi
dencia para determinar al agente de la acci6n en cues¡i6n. Esto ocurre
con seguridad en contextos y en procedimientos legales, donde opera
una noci6n jurídica de la responsabilidad, y donde, como es claro,
debe de hacerlo. Pero ¿hacemos bien al importar cal modelo de respon
sabilidad hacia dominios no jurídieos de la relacionalidad humana? Al
fin y al cabo, al dar cuenca uno dirige su discurso hacia alguien, hacia
otro, y este tipo de apelaci6n [address} tiene una significaci6n ética que
se distingue de la secuencia de eventos que de los que se da cuenca a
través de la narraci6n. De modo que podemos preguntar: ¿es posible
que se estén perdiendo otros valores éticos cuando se iguala la noci6n
jurídica de accountability* a nuestra comprensi6n de la responsabilidad
más en general?
34
Pregunto esto porque parecería que, si los acontecimien
tos traumáticos tie nen como efecto difi cultar o imposibilitar dar
cuenta, pudiese ser importante mantener alguna compasión para
con esta incapacidad de narrar el asunto de la agencia. Por otra
parte , cuando nos referimos a alguien dando cuenta narrativa
mente de una vida, por lo general pensamos la narración en tér
minos del contenido de lo dicho. Pero una narración procede por
medio de figuras , que pueden incluir la ironía o la elipsis. El
momento de la elipsis es precisamente un momento en que algo
no se dice, un momento de repliegue o lapso dentro de la narra
ción, pero que también es parte de la narración, un rasgo formal
de su trayectoria posible. Por lo tanto, si los acontecimientos trau
máticos tienen como efecto dificultar o imposibilitar dar cuenta,
o si producen elisión o elipsis dentro de una narración, entonces
podría parecer que precisamente lo que no se dice se presenta no
obstante a través de tal figura. Lo que no se dice se pasa o se
presenta de algún modo, lo cual sugiere que la narración también
ha de entenderse como un modo de dirigirse que intenta suscitar
nuestra comprensión. De acuerdo con los esquemas auto-genéti
cos del dar cuenta de sí mismo narrativo, el "yo" hace de sí el
momento inaugural de una secuencia de actos, y con ello se pone
a sí mismo en el centro de la acción en cuestión. ¿ Pero cuál es el
estatuto de tal narrativa cuando una serie de circunstancias y ac
tores actúan en escena al mismo tiempo, sobre todos los cuales
actúan también otras circunstancias y actores, cuya historia no se
puede saber del todo ni puede ser narrada en su momento, si es
que puede serlo? El "yo" no es la "causa'' primera, ni la principal,
en una secuencia de acontecimientos, pero tampoco es un "efec
to" totalmente pasivo de una secuencia de este tipo. Ello ha lleva
do a Hayden White, por ej emplo , a preguntarse si acaso sería
35
posible reanimar la voz media para enunciar el estatuto del todo
equívoco de un sujeto que actúa y sobre el cual al mismo tiempo
se actúa.
Yo añadiría que puede que haya alguna humildad que
valorar en el reconocimiento de que las propias acciones no siem
pre ni radicalmente se originan con el "yo" y que, en correspon
dencia, hay un cierto perdón, si se quiere, que está en correlación
con este reconocimiento de que dar cuenta de sí mismo es com
pletamente � imposible en ese sentido. La imposibilidad se sigue
no solamente de una incapacidad para asegurar al sujeto como
causa primera de una secuencia histórica de acontecimientos, sino
también de que el lenguaje vacila cuando se le encomienda la
tarea de elaborar dicha secuencia únicamente en términos de su
contenido. Dar cuenta no se trata tanto de revelar u ocultar la
verdad de lo que pasó (por medio de la elaboración de un conte
nido en y a través del lenguaje) ; el ideal de una revelación total
lleva a cierto fracaso, y no necesaria ni solamep.te porque el narra
dor sea falaz. La imposibilidad del ideal de revelación total expo
ne una falibilidad en el corazón de la narración misma, y esta
falibilidad se elabora a través de aquellas figuras que hacen algo
diferente que presentar un contenido positivo entendido como el
bosquejo de "lo que pasó".
Quiero sugerir, provisionalmente, un vínculo entre estas
figuras y la falibilidad en un sentido más general. De este modo,
pretendo hacer notar que tenemos que comprender esto para poder
separar la cuestión de "lo que" se presenta, del modo de dirigirse
que puede pretender un público. Y elfo incluso cuando, o precisa
mente cuando, puede que ya no sea posible dar cuenca narrativa
mente sin suturas. Algo se sigue diciendo, y se lo sigue diciendo a
alguien (aun cuando a este alguien solo se lo figure anónimamente
por medio del apóstrofe) . Que haya vacilación en la reconstrucción
narrativa es signo de que este modo de dirigirse tiene lugar; en
efecto, no se puede llegar al otro sin falibilidad o vacilación. A pesar
de que el énfasis en la escena del dirigirse que está implicada en esta
36
versi6n de la narrativa sugiere que el testimonio tiene que ser otra
cosa que un modo de asegurar una secuencia verificable de aconte
cimientos, está vinculado estrechamente con la comunicaci6n de
una realidad. En efecto, la tarea de comunicar tal realidad, como
observa Hayden White, implica hacer uso de rasgos ret6ricos del
lenguaje para presentar la realidad emocional lo cual se opone a la
exigencia positivista de que, en lo concerniente a hechos, el lengua
je actúe solo y siempre con diafanidad.
De partida hay que poner atenci6n en a lo menos dos pun
tos. El primero es que suturar una secuencia de acontecimientos es
solo una manera de comunicar una realidad. El segundo es que la
realidad comunicada no solamente consiste en "lo que pas6" sino
también en que pas6, y en que ese que necesita lenguaje para afirmar
su realidad y su fuerza. La tarea presente en el testimonio es distinta
de la de transmitir y preservar una secuencia de acontecimientos.
Para que un relato comunique una realidad tiene que presentar el
sentido de los acontecimientos en cuesti6n incluso cuando, y preci
samente cuando, los acontecimientos producen una crisis de la acti
vidad creadora de sentido. No hay comunicaci6n si el modo en que
se transmiten los acontecimientos pretende separar su ocurrencia de
sus dimensiones afectivas y psíquicas. Desde un punto de vista te6ri
co, esto significa tanto que las exigencias de evidencia no pueden
prescindir de figuraci6n, como que no podemos separar contenido y
forma de ninguna manera que nos resulte útil. White argumenta que
tales narraciones se apoyan en figuras precisamente para transmitir
una realidad afectiva: "Las escenas más vívidas de los horrores de la
vida en los campos producidas por Levi no consisten tanto en el
bosquejo de "hechos" tal como se los concibe convencionalmente,
sino más bien en las secuencias de figuras que crea y por medio de las
cuales inviste los hechos con pasi6n, con sus propios sentimientos
acerca de ellos, y con el valor que por tanto les inculca"2• Si White
tiene raz6n, entonces una secuencia de figuras a veces puede ser más
37
importante que una secuencia de hechos. En efecto, bien es posible
que ninguna comunicación de hechos pueda tener lugar sin algu
na aserción lingüística que descanse en alguna medida en la figu
ración. Como se verá, a veces se requiere de figuras para presentar
una realidad emocional, y otras veces Levi las invoca precisamente
para marcar cierta distancia entre la historia de lo que pasó y la
memoria de la realidad emocional.
Una figura recurrente en la obra de Primo Levi es la "cris
talización" . Marca un cierto problema que emerge cuando el es
fuerzo lingüístico por presentar lo que pasó se reitera en el tiem
po. Se le aparece de modo más prominente cuando, en sus inten
tos por oponer a los revisionistas la historia definitiva de lo que
pasó, se encuentra con que tiene que recontar los acontecimien
tos, y con que este recuento afecta activamente su memoria. Como
indica White, Levi trata de vaciar de figuras su historia, solo para
producir una historia en que tal evacuación ya no es posible. Por
una parte, Levi busca un lenguaj e claro y diáfano, un lenguaj e
que pudiera elevarse al rigor científico y que, como tal, fuese ca
paz de refutar a los revisionistas que siempre están dispuestos a
decir que los reportes sobre la Shoah son "puras historias" . Po �
otra parte, está al tanto del modo en que las historias de la memo
ria coagulan y "cristalizan" con el tiempo, lo cual sugiere que se
anclan en otra cosa que en la memoria. ¿Cómo lidia Levi con este
efecto de cristalización? ¿ Es que acaso la Shoah asume una vida
lingüística que la desancla tanto de la memoria como de la reali
dad histórica? ¿Es posible contrarrestar este efecto? ¿Y qué conse
cuencias tiene esto para nosotros, en el presente, cuando conside
ramos la vida discursiva que ha asumido la Shoah?
La forma lingüística en la que Levi preserva y presenta la
experiencia histórica de los campos produce a lo menos dos tipos
diferentes de dificyltad que, a su vez, constituyen dos problemas
políticos diferentes. Por un lado, están los revisionistas, que hay
que rechazar por medio de una reconstitución del archivo [record]
histórico y experiencial; por otro lado , están los que "usan" la
38
Shoah para j usti ficar un militaris mo israelí excesivo, una explota
ción a la que Levi también se opuso abiertamente. ¿ Qué es eso en
el lenguaje que permite que surjan tanto la denegación como la
explotación de la Shoah en estas instancias? ¿Cómo impedir estas
borraduras y utilizaciones? ¿ Es que hay algo en el lenguaje que
pueda resistir a estas dos trayectorias políticas, que Levi consideró
igualmente inaceptables? Lo que está en j uego para Levi no es
solamente una posición política, sino también una manera de
posicionarse a sí mismo moralmente en relación con la experien
cia por la que pasó. Necesita contar la historia para preservar su
estatuto histórico contra los dispuestos a negarlo, pero también
necesita contar la historia para poder reconciliarse [come to temzs}
con su propia responsabilidad [accountability}. La primera tarea
parece requerir del lenguaje que sea transparente, pero la segunda
exige asegurar una secuencia de los acontecimientos en cuestión,
para poder negociar el estatuto de su propia agencia y complici
dad. En al menos dos de sus libros, Si esto es un hombre3 y Los
hundidos y los salvados4, Levi se enfoca en la necesidad de preservar
y presentar las vidas y las muertes de quienes estuvieran con él en
los campos, pero también en la necesidad de determinar su posi
ción moral en ese contexto. A pesar de los momentos en que sos
tiene simplemente que lo que había eran víctimas y victimarios,
en otras ocasiones apunta hacia esa "zona gris" en que es más difí
cil establecer los niveles en que los sucesos son o no responsabili
dad de alguien [accountability}. Con esta zona se refiere a las ac
ciones que los prisioneros llevaron a cabo por coacción (de hecho,
bajo amenaza de muerte) , y trata de mostrar que, a pesar de haber
participado de actividades de las que podría decirse que contri-
3 Primo Levi, Surviva/ in Auschwitz: The Nazi Assault on Humanity. trad. Stuart
Woold, Nueva York, Macmillan, 1 96 1 . [Si esto es un hombre, Muchnik Editores,
Barcelona, 2000] .
4 Primo Levi, The Drowned and the Saved, trad. Raymond Rosenthal, Nueva York,
Random House, 1 989 [Los hundidos y los salvados, Muchnik Editores, Barcelona,
2000] .
39
huían a mantener la muerte y los campos de trabajo, se trataba de
acciones que ocurrían en buena medida por coerción. Pero luego
retrata a otros prisioneros, esos que llegaron a ser los tristemente
célebres "kapos" , e identifica en ellos una entrada en los rangos
más bajos de la SS que queda descrita como extralimitada, fer
viente, si no sádica, y por tanto una práctica colaboracionista que
le parece moralmente repugnante. Levi vacila entre considerase a
sí mismo responsable [accountable} por haber sobrevivido, en una
consideración de su supervivencia como evidencia de una cierta
culpa, y la insistencia en que la responsabilidad de la destrucción
de vidas humanas en los campos está en la SS y en sus colaborado
res explícitos.
Llegado a cierto punto, Levi afirma que los internos asu
mieron que si es que estaban arrestados y presos habían de ser
culpables de algo, y desde entonces vivieron sus días esforzándose
por expiar una culpa que no tenía nombre ni fundamento en la
realidad. Justo después de la liberación de los campos las tasas de
suicidio de antiguos presos incrementaron. Levi elabora la forma
trágica del razonamiento psíquico que lleva a esta conclusión:
s Primo Levi, The Drowned and the Saved, op. cit. , p. 67 [Los hundidos y los salvados}.
40
to defectuoso, a veces Levi sucumbe no obstante a sus términos.
Levi comprende claramente que sobrevivió nada más que por ac
cidente. Por ej emplo, cuenta cómo fue que contrajo una enferme
dad que lo mandó a la enfermería j usto cuando al resto de los que
dormían con él los sacaron para una caravana de muerte a fines de
la primavera de 1944, lo cual redundó en que se salvó y lo resca
taron por casualidad . Con lucidez escribe: "Yo sé que era una
víctima sin culpa alguna, y que no era ningún asesino"6. Y sin
embargo, en otros momentos, parecería que Levi pensaba que había
6 Ibfd., p. 48.
7 lbfd., p. 82.
41
"devolver a la vida'' a los asesinados, entonces podríamos contar
con que esta función de "reanimación" de retratismo literario pre
figura el suicidio. En el suicidio, la lógica insoportable de la usur
pación se revierte: ya no se vive a expensas del otro, sino que se da
la propia vida para que el otro pueda vivir. Una lógica de la culpa
como esta infla el poder del sujeto a la hora de decidir cuestiones
de vida o muerte, e instala la causa de la muerte del otro en el
suj eto que sobrevive. La única manera de leer esto es como un
desplazamiento doloroso de la máquina de muerte masiva sobre y
en la agencia causal del yo, en efecto refigurando al yo: de víctima
presa a máquina de muerte masiva. Cuando leo las biografías y los
escritos de Levi, yo me temo que él efectivamente haya padecido
de esa sensación de culpa, sin base aunque aguda, respecto de la
supervivencia como tal , pero no es más que especulación de mi
parte. Y a pesar de que muchos puedan discutir todavía acerca de
si su caída final fue o no un intento de suicidio, la cuestión, sin
duda, no dej a de ser si acaso alguna vez pudo reconciliarse {recon
cile himselfJ con haber sobrevivido, o si más bien experimentó su
supervivencia como una especie de culpa.
Durante el tiempo en que sí sobrevivió, no obstante, Levi
trató de contar las historias de Auschwitz una y otra vez, no solo
para mantener en orden el archivo histórico [historical record] y
quizá para reconciliarse {come to terms] con su propia posición en
los campos, sino también para asegurarse de que un fenómeno de
esa índole no volviera a ocurrir nunca en la historia. Sus reflexio
nes sobre la política están profundamente inspiradas por esta ex
traordinaria experiencia de sufrimiento y por su enorme compro
miso de testigo, aun cuando se creía incapaz de dar un testimonio
completo o adecuado de lo que había pasado. Cuando tomó posi
ciones en cuestiones políticas estuvo atento a la amenaza y al ex
ceso del fascismo, a la persistencia del anti-semitismo, pero tam
bién al modo en que la Shoah misma podía servir para j ustificar
un conj unto de políticas de las que Levi pensaba que ningún so
breviviente podía ni debía condonar.
42
Levi entendi ó que era su res ponsab i l i dad pública en
tanto j udío y en tanto sob reviviente dej ar en claro su oposi
ción al bombardeo de Beirut y a las masacres de Sabra y Shati
la en 1982. A pesar de que claramente valoró la fundación de
I s rael en tanto refugio para j udíos que venían de la destruc
ción naz i , e i ncluso en tanto lugar al que los j udíos podían
mantener un derecho al Reto rno , intentó distinguir entre un
argumento que valo raba la existencia de Is rael como un refu
gio permanente para los j udíos, de las pol íti cas contemporá
neas del Estado de Is rael . Po r tanto, Levi fue crítico tanto de
Begin como de Sharon a principios de la década de 19 80, y
exigió sus renuncias después de S abra y S hatila (La Stampa,
24 de j unio de 1982). M ás tarde reci b i ó cartas desde Is rael
que lo criticaban por haberse posicio nado públicamente con
tra I s rael (aunque en real idad se posicio naba con t ra algunas
acciones militares israelíes y no contra Israel como tal) . Levi se
opuso a los bombardeos de Beirut, que devastaron gran parte
del sur del Líbano y que ases inaron a m i les de árabes, y se
opuso a la construcción de as entamientos e n los territorios
ocupados . Tales acciones le causaban a Levi "vergüenza y an
gustia" , pero aún así se aferró a la posibilidad de que las condi
ciones podían camb iar. En una entrevista titulada "Judaísmo e
Israel " Levi escribe: "No soy tan pesimista como para pensar
que Israel vaya a ser siempre así" . Y cuando su in terlocutor le
p regunta cómo responde a las cartas desde Israel , de los que le
preguntan si es que acaso no ve "toda la sangre j udía derrama
da en todos estos años" , Levi responde:
43
una patria. Yo sé todo eso. Pero también sé que esta es la defensa
favorita de Begin. Y yo le niego cualquier validez. a esta defensa''ª.
8Primo Levi, The Voice ofMemory: lnterviews 1961-1987, Nueva York, New Press,
200 1 , pp. 285-86.
44
prensible siquiera, y que, a veces incluso, para Levi , dificultan
también cualquier comprensión exhaustiva de la accountability en
el contexto de esa "zona gris" en que la acción de un prisionero
ocurre baj o coerción y amenaza de muerte. Po r otra parte, la
"Shoah" ha servido para racionalizar la violencia estatal , y Levi
levanta contra esto una obj eción moral y política inequívoca. ¿ Po
demos pensar, por tanto, acerca de la relación entre un discurso
interrumpido y desconcertado por el trauma, por una parte, y
disponible, por otra parte, a la instrumentalización política?9• En
tanto traumática, la Shoah hace uso del lenguaj e de Levi ; hace
uso del lenguaje de quienes la sobreviven y del de los que siguen
viviendo en la secuela de la más horrorosa destrucción de vida
humana. En tanto instrumentalizada, la Shoah se vuelve un me
dio para silenciar la crítica, para racionalizar la violencia estatal y
para legitimar prácticas israelíes que en rigor hay que objetar y
rechazar de manera apropiada, así como lo hizo Levi con claridad.
Levi tiene dos problemas predominantes que se siguen de
una cierta apropiación de la memoria por parte del discurso. Tie
ne que resolver de algún modo estos problemas para poder recha
zar tanto el revisionismo como la explotación política de la me
moria. Procedamos ahora entonces a un recuento del modo en
que estos problemas emergen para Levi, de manera que podamos
entender cómo es que estas formaciones discursivas producen tanto
la posibilidad como la dificultad de la comunicación . Si lo que
aquí llamo "apropiación de la memoria por parte del discurso" , y
lo que White especifica en tanto "secuencia de figuraciones" , no
han de entenderse como meras "construcciones" que abandonan
la realidad que se supone deben comunicar, entonces pareciera
que tenemos que entender en qué sentido estas tomas discursivas
son modos de referencialidad. White, por ej emplo, dej a en claro
que una serie de retratos ofrecidos por Levi de internos del campo
45
consti tuye una "secuencia de figuraciones [que] es completa y
explícitamente referencial" . El hecho de que la descripción de
Levi "expresa la carga moral que inspira su forma" no es razón para
desacreditar la referencialidad de la forma. Más bien es razón para
entender la carga moral como parte de la realidad obj etiva trans
mitida. De qué modo preciso se haga eso, y con qué efecto, son
cuestiones que nos queda por explorar en la última parte de este
ensayo .
Primo Levi comienza Los hundidos y los salvados haciendo
saber a sus lectores que los nazis no solamente pretendían des
truir vidas sino también erradicar la evidencia de su destrucción.
El Tercer Reich, escribe, "emprendió una guerra contra la memo
ria'' 1 0 . De este modo, la voz narrativa en el texto de Levi no sola
mente transmite este hecho sino que, en su existencia misma,
constituye una especie de evidencia. En la medida en que escribe
este texto, Levi ofrece una voz narrativa que, en su contar, prueba
que esa voz no fue destruida del todo y que, de este modo, frustra
la conspiración diseñada por los nazis para erradicar toda huella
de evidencia de sus exterminios. Que todavía haya un suj eto que
habla es en sí mismo una refutación del intento de borradura. S i
l a pretensión nazi era, como conj etura Elie Wiesel , que nadie se
iba a creer una cosa como esa {es decir, que se entendían a sí
mismos como efectuando lo increíble) , o bien que nadie iba a
sobrevivir para testificar, entonces, cuando Levi testifica, interrum
pe su plan y sabotea la marcha de su máquina. Ello, en la medida
en que no buscaban solamente actuar durante los años de guerra
sino seguir actuando sobre cualquier futuro en el que se pudiese
contar alguna historia acerca de lo que habían hecho. El relato de
Levi, su historia, prueba que la máquina ya no marcha. Él será un
testigo sobreviviente, va a dar evidencia, y de ese modo va a con
firmar lo que ellos iban a negar.
...
'º Primo Levi, The Drowned and the Saved, op. cir. , p. 3 1 [Los hundidos y los
salvados}.
46
Tan pronto como Levi comienza su tarea de establecer la
evidencia, sin embargo, lo acosan los problemas; está escribiendo
cuarenta años después, y tiene que preguntarse sobre la veracidad
de su memoria: pregunta que pone de relieve la relaci6n de la
memoria con el trauma o, al menos, con lo que resiste el recuer
do, y asimismo la relaci6n entre memoria e historia. ¿Todavía es
capaz de contar la historia? ¿Su historia confirma su memoria? ¿ Es
posible que los nazis hayan logrado hacer del acontecimiento algo
inefable, inenarrable? Y si la narraci6n prueba no ser contable del
todo, ¿ estamos hablando entonces de una historia del éxito nazi?
¿O podemos salvaguardar la falibilidad en y de la narrativa, y que
nos sirva para otra cosa? ¿Hay alguna manera de pensar la falibili
dad de la narrativa, su mismísimo colapso, como la huella que
evidencia el trauma mismo ?
A pesar de que el libro comienza con una fuerte afirma
ci6n sobre los nazis y su intenci6n de destruir la memoria, de
hacer imposible al testigo futuro, dentro de unas pocas páginas el
libro se vuelve hacia los problemas que obstruyen una reconstruc
ci6n simple de la memoria. Llama a la memoria una "fuente sos
pechosa" 1 1 , en especial a la memoria del sufrimiento, y nota que
la memoria del sufrimiento tiene un modo de "cristalizar" como
relato. Tal relato cristalizado cobra vida propia más tarde ; a su
vez, la memoria, al ser contada y cristalizada, comienza de este
modo, a su vez, a reestructurar la memoria misma. De hecho ,
contar la historia efectúa {performs] una cristalizaci6n de esa me
moria del sufrimiento, que transforma la memoria a tal punto
que la memoria original se pierde. La historia cobra una vida que
se le da a expensas de la memoria. Es parad6j ico, y muy doloroso,
pero a fin de cuentas la historia puede llegar a constituir el medio
a través del cual el sufrimiento original se le pierde a la memoria.
Esto es lo que dice: "una memoria invocada demasiado a menu
do, y expresada con forma de historia, tiende a fij arse como este-
11
Ibid. , p . 34.
47
reotipo, con una forma cristalizada por la experiencia, mejorada,
adornada, y se instala en el lugar de la memoria, y crece a sus
expensas" 1 2 •
Por cierto la idea es aterradora: que mientras más se cuen
te la historia más cristaliza, más perdemos la memoria del sufri
miento que impulsa a la historia. Y a pesar de que Levi se resiste a
las consecuencias de su visión [insight], es suficientemente veraz
como para articularla de todos modos. Podemos pensar que lo
que Levi teme, que es algo que al mismo tiempo sabe que en parte
es cierto, es que puede haber pérdida de la pérdida misma, y que
eso mismo puede ser efecto de la historia que contamos. Por su
p uesto, la historia de Levi se cuenta para asegurarse de que el
proyecto nazi no logre su meta de destruir la evidencia, y se cuen
ta precisamente contra los revisionistas que pretenden cuestionar
el hecho mismo de los campos de exterminio. La historia está ahí
para establecer evidencia, para comprobar que hubo una enorme,
si no insondable, pérdida de vida, y para otorgar el reconocimien
to explícito de la pérdida que requiere el duelo. Pero si la historia
alej a más y más la memoria del sufrimiento y la memoria de la
pérdida, entonces podría decirse que la historia instituye una es
pecie de melancolía en que sufrimiento y pérdida se niegan . La
historia amenaza con sustituir los acontecimientos que transmite,
y la cristalización es el medio para esta sustitución. La sustitución
ocurre a precio del acontecimiento, y entonces pareciera cumplir
se una cierta accountability estricta: pagamos la narración al costo
del acontecimiento mismo, de la misma manera como se entien
de que el sobreviviente vive a expensas de los muertos.
Tal cristalización, no obstante, no es estrictamente res
ponsable de la pérdida del referente. Lo insoportable de la pérdi
da y de la culpa roe la capacidad referencial del lenguaj e . Pero
también habría que decir, con Wh ite, que la "carga mo ral que
inspira la forma" es pa-rte de la realidad objetiva por transmitir. Si
12
lbid. , p. 24.
48
la referencialidad sigue obstaculizada, eso tiene que ver con la
dificultad de recordar o traer a la memoria tal sufrimiento, difi
cultad que aqueja a la capacidad misma de retener una forma para
la memoria. Levi indica que "muchos sobrevivientes de guerras o
de otras experiencias complej as y traumáticas tienden inconscien-
temente a filtrar su memoria . . . viven de momentos de tregua . . .
los episodios más dolorosos . . . pierden sus contornos" 1 3 • Un poco
antes se refiere a esta pérdida del contorno en el contexto de quie
nes cuentan una y otra vez sus memorias, sustituyendo éstas por
descripciones, y moviéndose de la mala a la buena fe. De los que
buscan sustituir descripción por memoria, escribe que "la distin
ción entre verdadero y falso pierde progresivamente sus contor
nos, y un hombre acaba creyendo del todo en la historia que
tantas veces ha contado y sigue contando" . Esto comienza como
un fracaso moral, y más tarde se transforma en una forma de auto
engaño que no se sustenta en ninguna intención explícita de fal
sedad. Pero entonces, en el parágrafo siguiente, Levi sugiere que
esta capacidad de la historia de sustituir la memoria puede bien
tener lugar en la medida en que los "acontecimientos se pierden
en el pasado" . Baj o tales condiciones, "la construcción de una
verdad conveniente crece y se perfecciona" 1 4 • Solo algunas pági
nas después vuelve al problema para sugerir que bien puede ser
que sea lo doloroso de la memoria misma lo que motiva al relato
que acaba por tomar su lugar. En este punto, la historia emerge,
en pocas palabras, ya no como un signo del fracaso moral, sino
del trauma.
El trauma trabaja para deshacer la memoria dolorosa en
tanto acontecimiento acotado, y la narración, cristalizándose en
la memoria, ofrece alivio precisamente de este encuentro traumá
tico. Quizá haya que pensar que la narración trabaja en tándem
con un cierto olvido, un cierto olvido que en realidad es necesario
13 lbid. , p. 32.
I� fbid. , p. 27.
49
para la supervivencia. La narración que busca establecer evidencia
del sufrimiento sobre la base de la memoria cristaliza ese sufri
miento, y propicia un olvido que ayuda a sobrevivir al que cuenta
la narración. Parecería que los requerimientos de la supervivencia
trabajaran a veces contra los requerimientos de la evidencia.
La narración no vuelve a la memoria original, sino que ayuda
a doblegarla, y a pesar de que Levi piensa que la memoria original
preservada va a darle veracidad al relato, su relato también está al
servicio de su supervivencia, y de ese modo tiene que actuar sobre tal
memoria, aliviar su efecto traumático, e incluso tomar su lugar. Lo
que se comunica como resultado es el efecto que tiene el trauma
sobre el relato de la historia, y la reflexión escrita de Levi, en que se
preocupa de si acaso la historia va a arraigar en la verdad, comunica
precisamente esta realidad de un trauma que desestabiliza la función
convencional de la historia. A pesar de que los escritos de Levi contie
nen historias y retratos, viñetas, incursiones históricas y especulacio
nes, no se fijan en una sola forma. Hay algo que comunicar, y eso
mismo se transforma en un problema. Ello dej a su huella en las
formas ofrecidas por Levi. En este sentido, podemos seguir mante
niendo la referencialidad de su escritura, a pesar de sus propias du
das, por las razones que White nos da: la carga moral inspira la forma
y así también, diríamos, lo hace el miedo del fracaso moral. Es más:
no solo se escribe en relación con el acontecimiento, sino también en
relación con el público, y Levi tuvo que luchar para hacer creíble su
historia. Esta lucha también registra al nivel de la forma.
La lucha de Levi con la verdad y la narrativa no es sola
mente suya. Charlotte Delbo, por ej emplo, escribe en el prólogo
de Auschwitz y después, "Cuando les hablo de Auschwitz, mis pa
labras no salen de la memoria profunda (memoria del sentido,
sense memory). Vienen de la memoria externa (mémoire externe), la
memoria conectada con el proceso del pensamiento" 1 5 •
1 5 Charlotte Delbo, Auschwitz and After, New Haven, Yale Universicy Press, 1 99 5 ,
p p . xiii-xiv.
50
Esta última es una memoria que precisamente no revive el
acontecimiento para poderlo contar. Si lo reviviese no sería capaz
de contarlo. En efecto, en su propio trabajo esa capacidad narra
tiva a veces colapsa, en la medida en que la memoria del sentido
interrumpe lo que ella llama "memoria externa'' . Lo cual sugiere
que "contar" está siempre a cierta distancia de revivir, y que así
tiene que ser. En una parte cuenta una historia en que ella está
parada en Auschwitz, muy temprano en la mañana, mientras es
tán pasando lista, en un clima extremadamente frío . D ice que
estando ahí parada pensó en que algún día iba a contar la historia
de haber estado ahí parada mientras pasaban la lista. Y en la frase
siguiente escribe: "En realidad eso no es cierto en absoluto. No
estaba pensando nada. No podía pensar nada de nada'' . Más ade
lante se pregunta si acaso es razonable pensar que alguien que
pasó por esa experiencia pueda estar en condiciones de dar cuenta
de ella. Y no lo está16• Esto no significa, no obstante, que debido
a eso no haya que dar cuenta de nada. Por el contrario: parafra
seando a Derrida, precisamente porque no es posible dar cuenta es
que hay que dar cuenta. La capacidad de la narración de ser sus
pendida o debilitada por el trauma es j ustamente lo que emerge
como el signo y como la evidencia de una capacidad de seguir
viviendo y de sobrevivir. Y Delbo, cuando reflexiona sobre la vera
cidad de su propio relato, concluye que no sabe si es verdadero,
pero que sí sabe que es verldico17•
De modo que, dadas las complejas relaciones entre memo
ria, historia y trauma que están operando aquí, tendría sentido fun
damentar una refutación de los revisionistas basada en la evidencia,
pero que se base en otra cosa que en la pretensión de veracidad de la
memoria. Por supuesto que los archivos [archives} de las historias de
supervivientes están basados en la memoria, pero seamos claros al
16
Ibíd., p. 64.
1 7 Ibídem. El original francés utiliza "véridique" para 'verídico' ftruthfal], con lo
cual sugiere una relación de continuidad con 'verifi c abilidad'.
51
decir que la historia solamente puede aspirar a la veracidad y no
quizá a la verdad. El testimonio actúa de maneras en que las memo
rias no pueden actuar, y las memorias dependen de las narraciones
que las transmiten y les permiten perdurar.
El lenguaj e no solamente archiva [records], preserva y trans
mite, aunque en ocasio nes haga todo eso. El lenguaj e también
opera invariablemente sobre el material que archiva [records], pre
serva y transmite. H ayden White dice, por ej emplo , que para
Levi el testimonio "produce el referente" , y tenemos que ser cui
dadosos al entender lo que está diciendo con eso . Esta produc
ción del referente tiene que distinguirse de la opinión de que no
hay referente, que solo hay lenguaje, es decir, del punto de vista
según el cual el lenguaje nulifica la referencialidad como tal. White
sostiene que si los acontecimientos traumáticos han de ser trans
mitidos a un público, tienen que ser presentados en términos
retóricos que produzcan u orquesten tal referente para nosotros,
que lleven el referente hacia la legibilidad y le otorguen sentido.
Llegado a un punto, White dice que se requieren figuras para
poder "captar . . . una situación real" 1 8 • En el mismo ensayo, ob
serva que el alej amiento de Levi de la representación realista, cuan
do ocurre, "tiene como efecto producir realmente el referente,
más que meramente apuntar a él -y mucho más vívidamente
que lo que cualquier tipo de registro impersonal de los 'hechos'
pudiese haberlo hecho nunca" 1 9 •
Si, contra los revisionistas, queremos que e l lenguaje pre
serve la referencialidad de los acontecimientos, y que de este modo
actúe como archivo [archivally], entonces quizá los medios a tra
vés de los cuales se los preserva y transmite sean también los me
dios a través de los- cuales el lenguaj e actúa sobre el referente.
Pareciera no haber vuelta que darle a esto, y hasta podríamos es
pecular que la noción psicoanalítica de "trabaj o" depende j usta-
"
18
Hayden White, "Figura! Realism in Witness Literature", op. cit., p. 1 1 6.
19 I bíd. , p. 1 1 9 .
52
mente de esta posibilidad del lenguaje de actuar sobre aconteci
mientos pasados. Pero hay por lo menos dos puntos, más fuertes
aún. Primero, que para preservar el referente, hay que actuar sobre
él, y que actuar sobre él lo transforma en cierto modo; sin actuar
sobre el referente, el archivo [archive} no se puede preservar. Se
gundo, que para poder comunicar la realidad -lo cual significa
superar las condiciones de incredulidad- el lenguaj e tiene que
actuar sobre los hechos para producirlos como una realidad cap
table. Esta última no es tarea fácil, en la medida en que significa
inventar formas que comuniquen esta realidad; tarea a la va retó
rica y referencial .
Las historias, por supuesto, no son el único medio discur
sivo a través del cual se actúa sobre las memorias y se las desplaza.
Puede que cuando nos referimos al trauma lo que hagamos sea
indicar hacia aquello que no es precisamente del orden de la me
moria pero que sin embargo constituye pasado; se distingue como
un pasado que no termina de pasar. El trauma continúa, pero no
sin sutura; tiene que repetirse, y su repetición adopta invariable
mente una cierta forma sintáctica. Es más: para darlo a conocer,
para comunicarlo, re-contar [retelling] tiene que ser, hasta cierto
punto, revivir; de otro modo, leer, o, de hecho, escuchar lo que se
dice, no va a llevar a una "realidad emocional" completa (el térmi
no es de Whi te) de la secuencia narrativa de acontecimientos.
Decir que ciertos re-cuentos narrativos son traumáticos es soste
ner que los medios, la sintaxis de esos re-cuentos no es cuestión
de decisión, sino más bien de compulsión. Pero entonces nos ve
mos en una difícil situación, en la que una cristalización de acon
tecimientos que supuestamente tiene que preservar y transmitir
la realidad de tales acontecimientos, no solamente actúa sobre
esos acontecimientos para lograrlo, sino que también adopta nue
vos efectos discursivos que exceden los propósitos para los que la
cristalización narrativa estaba diseñada. Algo que no está al alcan
ce del narrador hace uso de la narración, y esto podemos verlo no
solamente en la cuasi-independencia del efecto de cristalización:
53
¿es esa mi narración, es esa la historia de otro, la historia que he
contado tan a menudo que ya no sé con precisión qué parte de
ella es narración y qué parte de ella es referente? La cristalización
nombra una cierta operación, necesaria e ineludible, de toma dis
cursiva.
Decir que hay una repetición del relato de una narración
que pertenece a una compulsión traumática de repetición es ya
decir que no podemos controlar totalmente los usos discursivos
de la historia. Si no hay re-cuento ni re-vivencia de la narrativa sin
que al mismo tiempo se actúe sobre ella, entonces este actuar
sobre es crucial a la hora de presentar la historia, y conforma una
de sus dimensiones retóricas necesarias . Pero los que reciben la
historia también la vuelven a contar, y a pesar de que el efecto
traumático se transmite -j unto a la crisis de la volición que viene
con el trauma- puede llegar a desamarrarse de sus objetivos ori
ginales. Este, me parece a mí, es el riesgo permanente de la crista
lización.
La cristalización parece ser tanto la condición como el ries
go del archivo [archive} y, por tanto, la precondición para una
refutación del revisionismo. Pero, como hemos visto, el proceso
mismo de cristalización está vinculado con un sentimiento agudo
de accountability. Quiero sugerir que este sentimiento de accoun
tability opera en la explotación política de la Shoah. El objetivo
primario de tal explotación es hacer surgir un cierto sentimiento
de accountability y movilizar esta acusación como un modo de
volver moralmente reprensible un punto de vista político opues
to. La invocación retórica reanima el trauma al servicio de una
acusación que trabaj a para transformar al enemigo contemporá
neo en un "nazi efectivo" y, de este modo, para legitimar cual
quiera, y todas, las violencias en su contra.
En estos contextos políticos, la reanimación del trauma
no sirve para preservát una historia referencial -incluso allí don
de su eslogan es " ¡Nunca más!"- sino, más bien, para intervenir
con un arma discursiva en el campo de la política contemporá-
54
nea. ¿ Podemos entender esto como otra permutación de la crista
lización? En este caso, sin embargo , la sustitución del discurso
por la memoria no establece simplemente una distancia respecto
del sufrim iento insopo rtable y la culpa para el suj eto; también
entabla una acusación en la que la culpa está completamente (e
infinitamente) externalizada, y en que el propio sufrimiento con
tinuo queda por entero cargado a la cuenta del otro. La acusación
reanima el sufrimiento para apoyar la acusación. A su vez, la acu
sación aligera una culpa sin base mediante la identificación de su
"causa" con el otro contemporáneo , y de este modo perpetúa la
temporalidad traumática en la que el pasado no dej a de pasar,
eclipsando la distancia históric� entre entonces y ahora. La trans
feribilidad del afecto, la transmisibilidad del trauma, son esencia
les para esta trasposición histórica de una realidad política a otra.
No estoy segura de cómo localizar la agencia en este proceso, en la
medida en que, como sugería más arriba, el aspecto traumático
desconcierta cualquier recurso a la volición. Y sin embargo, pode
mos ver en ambos lados de los debates políticos de Medio Orien
te una cierta utilización estratégica o explotación de este nexo
entre trauma y lenguaje, usada para emprender una acusación de
proporciones paralizantes. Los medios discursivos con que se in
voca al Holocausto son precisamente una manera de invocar el
dolor de su repetición, y de movilizar esa repetición y el miedo
para otros medios. La cuestión es si acaso se la moviliza con fines
políticos con la consecuencia de un desplazamiento del dolor (y
una clausura de la grieta histórica entre presente y pasado) y una
pérdida del referente mismo.
Si Levi tiene razón cuando dice que la narración del Holo
causto puede crecer a expensas de la memoria del sufrimiento,
entonces la historia del Holocausto también puede crecer a ex
pensas de un recelo en relación al sufrimiento humano. Y esto
puede ocurrir de dos modos al menos: primero, a través de una
denegación de la Shoah y de su continua significación traumáti
ca; segundo, mediante una explotación de su significación trau-
55
mática con vistas a una j ustificación de toda agresión militar en
tanto autodefensa necesaria. Ambas tácticas son incapaces de con
siderar el tipo de marco ético y político que pudiese ser útil deri
var del Holocausto para el presente. Hacer esta pregunta implica
considerar, en primer lugar, que tales utilizaciones pueden no
constituir el paradigma más útil para pensar sobre el presente.
Pero tam b ién implica considerar que se precisan ciertas traduc
ciones históricas para permitir al Holocausto llegar a ser historia,
antes que esa especie de trauma que no conoce ninguna distin
ción histórica entre entonces y ahora20•
Levi se forma su propia opinión acerca de los obj etivos
fundantes del Estado israelí:
20
No se trata de un fenómeno nuevo exactamente. La circulación de discursos
sobre el Holocausto con motivos políticos estratégicos está ahí desde el comienzo.
Si la entiendo bien, Jacqueline Rose afirma que para el sionismo mesiánico el
Holocausto viene a ser el ejemplar moderno de la catástrofe vinculada al retorno,
sin la cual la veta mesiánica del Judaísmo no puede renovarse. En otras palabras, hay
que renovar el Holocausto dentro de la política contemporánea para volver a darle
vigor a la meta mesiánica de reunir y darle autoridad al pueblo judío en tanto
nación. De hecho, para Rose, sin catástrofe no puede haber renovación de los
objetivos mesiánicos del sionismo. Jacqueline Rose, The Question o/Zion, Princeton,
Princeton University Press, lfl05.
21
Ferdinando Camon, Conversatiom UJith Primo Levi, Evanston, Marlboro Press,
1 989, p. 54.
22
Primo Levi, The WJice o/Memory, op . cit., p. 263.
56
700.000 palestinos expropiados a la fuerza de sus tierras y hoga
res durante el establecimiento de Israel en 1948, y de seguro las
Fuerzas de Defensa Israelí si tenían a esas poblaciones árabes en
mente cuando tomaban esas tierras .
57
crímenes contra la humanidad de esta índole. Sin duda esta últi
ma consiste en un marco ético y político derivado del Holocaus
to, pero que está forzado a derivar principios de un pasado con el
propósito de vivir en y negociar un presente. Esta trasposición o
traducción solo puede funcionar si aprehendemos la diferencia
entre "entonces" y "ahora'' , pero que no puede funcionar si el "en
tonces" reemplaza y reabsorbe "ahora", porque tal situación solo
puede producir una ceguera respecto de, y en, el presente. De
hecho, paradój icamente, solo dejando a la Shoah volverse pasado
podemos comenzar a derivar tales principios de j usticia, igualdad
y respeto por la vida y por la propiedad sobre su base. Sería un
modo diferente de no olvidar nunca, porque no instalaría el pasa
do como presente, sino que más bien consultaría el pasado para
poder conducir el trabajo comparativo y reflexivo que nos permi
tiría derivar principios de conducta humana que favorecieran la
promesa de no reiterar de ningún modo los crímenes de ese tiem
po histórico .
El trauma no legitima por sí mismo ninguna demanda
política. Excepto, quizá, la demanda de que es imperativo aliviar
el trauma para toda persona concebible, sin importar etnia, reli
gión ni raza. El trauma por sí mismo no da derecho a nada, aun
que puede llevarnos a reflexionar acerca del mejor modo de insti
tucionalizar derechos de manera que el trauma se alivie y se acabe
para todo ser humano posible. En una relación reactiva con el
trauma, el trauma nos determina unilateralmente, incluso si ope
ramos dentro de su horizonte y a través de su lógica interna. El
rechazo del presente y de lo que podríamos llamar el otro concreto
es la consecuencia de este especie de hermetismo; despertar del
trauma es la única manera de prevenir su reiteración incesante.
De este modo podríamos decir que el trauma nos presenta una
responsab ilidad específica, p recisamente en la medida en que
amenaza con transfo,rmamos en víctimas puras que, por defini
ción, no pueden tener responsabilidad por el presente ni por las
condiciones que imponemos al otro. A pesar de que no podemos
58
deshacernos del trauma así como así, sí es posible trabajarlo hasta
el punto de que lleguemos a estar advertidos del modo en que
amenaza con reabsorber el presente en el pasado o, más bien, con
volver a poner en escena [reenact} el pasado como presente, elu
diendo la experiencia de la distancia histórica, el intervalo que se
requiere para reflexionar y para considerar cuál podría ser el mejor
modo de hacer ahora una historia a la luz de tal pasado.
Con el tiempo las reflexiones de Levi lo llevaron a pensar
que una condición "diaspórica'' para el pueblo judío era una me
jor alternativa que Israel. En 1984, tres años antes de morir, Levi
volvió a referirse a Israel después de un periodo de censura au
toimpuesta: "he pensado mucho sobre esto : el centro está en la
D iáspora, es volver a la Diáspora . . . preferiría que el centro de
gravedad del j udaísmo se mantuviese por fuera de Israel" . Y lue
go: "yo diría que lo mejor de la cultura j udía está vinculado al
hecho de haber estado dispersos, de haber sido policéntricos . . . la
historia de la Diáspora ha sido una historia de persecución, pero
también de intercambio interétnico y de relaciones, en otras pa
labras, una escuela de tolerancia"23•
Levi entendió que el Holocausto le otorgaba un marco
moral para sus propias críticas de Israel, y no quiso escuchar a los
que decían que en su posición debía quedarse en silencio . En la
víspera del día en que partió a visitar Auschwitz de nuevo en 1982
firmó una carta abierta en La Repubblica que exigía el retiro de las
tropas israelíes en el Líbano. Se negó a entender al ej ército israelí
como representante de una minoría perseguida. El discurso de la
persecución no podía usarse para un propósito como ese; y, en
contra de los que reviven las imágenes de los campos para autori
zar la agresión de Israel, escribió provocativamente en JI Manifes
to: "Todos son el j udío de alguien. Y hoy por hoy los palestinos
son los j udíos de los israelíes" (JI Manifesto, 1982) .
Esta es, por supuesto, una declaración controversia!, y se-
59
guramente tengamos razón si la rechazamos por poco prudente.
Después de todo, cuando Levi dice que los palestinos son los j u
díos de los israelíes lo que hace es trasponer la posición de víctima
de los "j udíos" baj o los nazis a la posición de víctima de los pales
tinos baj o los israelíes . También podríamos pensar que estamos
frente una utilización cruda y cínica de las resonancias del Holo
causto. Pero podemos pensar que también está diciendo que tal
como el j udío fue perseguido por los nazis, así mismo otros pue
den estar en la posición de perseguidos, de modo que si iguala
mos al j udío con el perseguido, entonces otros pueden ser j udíos
hoy en día, incluyendo a los palestinos. Y es más , los israelíes
(entendidos como el gobierno israelí) no son lo mismo que los
j udíos. Cuando más tarde le preguntaron sobre esta controverti
da fórmula, Levi aclaró que no pensaba que Begin y Sharon fue
sen nazis24 • Y cuando un entrevistador de La Repubblica le pre
guntó: "¿Están acaso los palestinos en la misma posición que los
j udíos baj o los nazis?", respondió que no aceptaba esas analogías
simplistas y que "no hay ninguna política de exterminio de los
palestinos" . Después de haberse reunido con otros intelectuales
italianos y j udíos para pedir públicamente que Begin y Sharon
renunciaran, se horrorizó al ver los eslóganes antisemitas que apa
recieron en las murallas de su ciudad, en los que se igualaba a ·
j udíos y nazis.
Se trataba de una situación radicalmente insostenible que
producía el conflicto siguiente: ¿ podía Levi seguir elaborando los
principios que se derivaban de su experiencia de Auschwitz para
condenar la violencia estatal sin contribuir a una apropiación an
tisemita del acpntecimiento ? Con esto iba a tener que negociar.
Dentro de unos meses Levi volvió a callar sobre el asunto, e inclu
so cayó en una seria depresión, que sin ninguna duda tenía varias
causas, pero a la que por cierto este impasse no fue de mucha
,,
24Carole Angier, The Double Bond: Primo Levi, A Biography. Nueva York, Farrar,
Straus & Giroux, 2003, p. 629.
60
ayuda. Su apremio político no estaba lej os del nuestro, en la me
dida en que siquiera hablar contra las políticas israelíes puede
excitar a los que están dispuestos a condenar no solo a Israel, sino
a los j udíos más en general , en el espíritu del antisemitismo. ¿ Pero
es esta una razón para no hablar? ¿No implicaría más bien que
cuando, y si es que hablamos, tenemos que hablar en contra de
ese antisemitismo al mismo tiempo que articulamos objeciones
morales y políticas contra la violencia estatal gratuita? Del mismo
modo, si decimos que se recurre al Holocausto para j ustificar ac
ciones estatales y militares, también tenemos que decir que no es
posible reducir el Holocausto a este recurso. Tal reducción deva
lúa y borra el sufrimiento específico y el desafío político del Ho
locausto .
Como ha mostrado White, es crucial hacer ver que los
medios retóricos a través de los cuales se presenta al Holocausto
pueden ser una manera de intentar "captar" la realidad, de regis
trar su fuerza moral mediante la forma en que se la presenta. Es
igualmente crucial entender que la "carga moral" de la historia
puede ser traspuesta y desplazada, y que ello ocurre de modos
que están abiertos al debate. El problema no es retórica versus
referencia, sino más bien qué retórica, y con qué propósitos, y
cuál es la obligación de narrar lo sucedido de un modo que trate
de hacerle j usticia. Si Levi pensaba en un dilema cuando escribía
Los hundidos y los salvados, se encontró en medio de otro hacia el
final de su vida. Su intento de refutar a los revisionistas continuó
en su obra tanto para oponerse a los antisemitas como a quienes
movilizaban esa historia con el propósito de legitimar un poder
total . La apropiación discursiva del Holocausto era inevitable,
incluso necesaria, si había que refutar a quienes lo negaban. Pero
acarreaba nuevos riesgos, que parecen haber traído consigo un
mutismo casi total de Levi respecto de la política contemporánea.
Levi habló en público en 1 982, y más tarde suaviz6 sus
observaciones , diciendo a menudo por entonces que solo daría
entrevistas con la condición de que no le preguntaran sobre Is-
61
rael. Había algo traumático que mantener alej ado , y ni Levi ni
ningún otro individuo estaban en condiciones de rehacer el léxico
político den tro del cual estaba forzado a vivi r y a hablar. Pero
sabemos que el mutismo no es respuesta y que, en este sentido, su
situación nos empuja a no seguirlo en eso. Y unos pocos princi
pios políticos sí que emergieron del impasse al que se enfrentó.
Cuando le preguntaron si odiaba a los alemanes, Levi dij o que no
creía que uno debiera ni pudiera categorizar a un pueblo entero
sobre la base de su carácter nacional . Cuando le preguntaron so
bre su supuesta insensibilidad a la pérdida de sangre j udía, res
pondió que la sangre j udía no tenía privilegios sobre n i nguna
otra. Su última palabra sobre el asunto : no podemos dej ar que los
sufrimientos del Holocausto lo j ustifiquen todo. Y si es que no se
puede pronunciar esta simple sentencia, entonces no hay duda
de que estamos sacando una lección errónea de las atrocidades de
la Segunda Guerra Mundial : la lección de que no hay que hablar,
de que el mutismo es la única alternativa. Separar ese sufrimiento
histórico de las explotaciones políticas contemporáneas de cual
quier tipo es parte de lo que hay que hacer si queremos seguir la
pista de Levi para hacerle j usticia a la historia, y para, en el pre
sente, luchar por la j usticia.
,,
62
Walter Benjamin y la
crítica de la violencia
63
posibilidad de hallar una forma actual para la historia de los opri
midos, que no pertenezca a una sola nación, sino que requiera la
transposición relampagueante de la opresión en el tiempo y el
espacio.
Lo mesiánico cobra distintas formas en la obra de Benja
min, variando en el curso de sus reflexiones e invocaciones del
concepto 1 • En su obra temprana, por ej emplo, Benjamin tiende a
comprender lo mesiánico como un núcleo de sentido no-sensible
-pero que aun así organiza el campo de lo sensible-, enfocán
dose en la transmisibil idad y dispersión del "nombre" . En La
tarea del traductor, somos llevados a considerar cómo lo mesiánico
constituye una suerte de ruptura en la posibilidad de comunicar,
cuestión abordada en el ampliamente discutido concepto de la
"vasija quebrada'' , cuyos fragmentos no pueden ser restituidos en
una unidad original. Aun cuando algunas de esas reflexiones ini
ciales apuntan a lo mesiánico como una forma de perdón que
requiere el olvido de todo índice de culpa, Para una crítica de la
violencia (1921) tiende a concebir la fuerza mesiánica de la vio
lencia divina como una ruptura con la violencia legal (que es,
también, la expiación de una culpa) . En Tesis sobre la filosofia de la
historia, Benjamin vincula lo mesiánico con la lucha por salvar la
historia de los imprimidos del olvido que le ha sido impuesto.
Para Benjamin, no hay una sola doctrina de lo mesiánico, y bien
podríamos comenzar nuestras consideraciones afirmando que lo
mesiánico es un esfuerzo antidogmático por romper con los regí
menes temporales que producen culpa, exigen obediencia, pro
pagan la violencia legal y escamotean la historia de los oprimidos.
Si parece que lo mesiánico obra a favor del olvido en los primeros
textos, para luego luchar contra este en los siguientes, es sólo por
que la historia de la culpa no es la mismo que la historia de la
opresión. Que Benj amín sea cada vez más enfático en señalar que
1Véase, Peter Fenves, The Messianic Reduction : Walter Benjamín and the Shape of
Time, Palo Alto, Stanford University Press, 20 1 0.
64
esta borrad ura de la historia de la opresión debe ser contrarresta
da, no apun ta a acrecentar el m undo de la culpa. Más bien, los
2 Todas las citas corresponden a Walter Benj amin, Selected Writings, vol. 1 : 1 9 1 3-
1 926, ed. Marcus Bullock y Michael Jennings, Cambridge, Harvard Universi ty
Press, 1 996, pp. 236-252: y Walter Benjamin, Kritik der Gewalt und andere Aufiiitz.e,
Frankfurt, Surkhamp, 1 965 .
65
fuerza coactiva del derecho? Y va incluso más allá: ¿existe un tipo
de violencia que no sólo pueda oponerse a la coacción, sino que
sea ella misma no rep resiva y, en ese sentido -si no en otros
también-, fundamentalmente no violenta? Benj amín se refiere a
tal violencia como una violencia "sin sangre" , lo que pareciera
implicar que ella no se inflige sobre cuerpos o vidas humanas .
Como veremos, no queda claro, en última instancia, que Benja
mín logre llevar esta promesa a buen puerto . Si pudiera sacar de
ello algo bueno, instalaría un concepto de violencia que destruye
la coacción, sin derramar sangre en el proceso, constituyendo así
la posibilidad paradój ica de una violencia no-violenta. Espero en
· lo que sigue discutir esta posibilidad en el texto de Benj amín.
La complej idad del ensayo de Benj amín es notoria. De
bemos manej ar muchos matices, y pareciera que los aprehende
mos durante apenas unos segundos, para luego dej arlos ir. Para
comprender lo que Benjamín está haciendo , es necesario manio
brar con dos definiciones. La primera es la distinción entre una
violencia que crea derecho (rechtsetzend} y otra que preserva derecho
(rechtserhaltend). Esta última la ej ercen los tribunales -especial
mente la policía-, y representa los esfuerzos reiterados e institu
cionalizados por asegurar que el derecho mantenga constreñido al
pueblo que gobierna. La violencia que crea derecho es distinta. El
derecho se presume como algo que adviene cuando un sistema de
gobierno se constituye , creando leyes, pero también puede ser
una prerrogativa ej ercida por el militarismo en la innovación de
prácticas coactivas para someter una población rebelde. Resulta
interesante que, según sea el contexto , el militarismo pueda ser
ej emplo tanto de un poder que preserva el derecho como de uno
que lo instaura, cuestión sobre la que volveremos cuando nos pre
guntemos si existe aun otro tipo de violencia, una tercera forma
de violencia que exceda y se oponga tanto a la violencia que crea
derecho como a la que1fo preserva. Los actos por medio de los
cuales el derecho se instituye, no están j ustificados por otro dere
cho o por alguna j ustificación racional que anteceda a la codifica-
66
ción del derecho; tampoco está articulado de manera orgánica,
según el lento devenir de costumbres y normas en derecho positi
vo. Por el contrario, la elaboración del derecho crea las condicio
nes para que procedimientos j ustificativos y deliberaciones ten
gan lugar. Lo hace por decreto , y esto es en parte lo que está
implicado en la violencia de este acto fundacional . En efecto, la
violencia del derecho instaurado por violencia puede resumirse en
el lema "esto será ley" o, más enfáticamente, "esto es ahora ley" .
Esto último debe comprenderse como una operación del destino,
término que tiene para Benjamin un significado específico. El
destino pertenece al reino helénico del mito, y la violencia que
preserva el derecho es en muchos sentidos un derivado de esta
violencia que crea derecho, en tanto el derecho que se preserva es
p recisamente aquel que ya ha sido instaurado. Que el derecho
sólo pueda resguardarse reforzando su carácter vinculante, sugie
re que sólo es "preservado" reafirmándose una y otra vez como
obligatorio. A fin de cuentas, pareciera ser que el modelo de vio
lencia que crea derecho, comprendido como destino o decreto, es
el mecanismo por medio del cual también opera la violencia que
salvaguarda derecho.
Que el militarismo sea ej emplo de una institución que a
la vez crea y preserva derecho, sugiere que este constituye un
modelo para comprender el lazo interno entre ambas formas de
violencia. Para que el derecho sea preservado, su estatuto vincu
lante debe ser reafi rmado. Esa ratificación vuelve a vincular al
derecho, repitiendo así su acto fundacional de modo regulado.
I ncluso podemos ver aquí que si el derecho no debiera renovarse
continuamente, si no debiera ser salvaguardado, dej aría de fun
cionar, dej aría de ser p reservado , dej aría de hacerse vinculante
una y otra vez. El lugar de colapso del derecho sería el militaris
mo, institución que parece ser ej emplar tanto en preservar como
en imponer la ley -siendo, a la vez, el punto en que el derecho
podría suspenderse, dej ar de funcionar, incluso ser destruido.
Si queremos comprender la violencia que opera tanto en
67
la creación de derecho como en su preservación, debemos consi
derar otra violencia que no puede entenderse ni como destino, ni
como "violencia mítica'' . La violencia mítica crea derecho sin j us
tificación alguna para tal efecto. Sólo cuando el derecho ha sido
establecido, podemos comenzar a hablar de su j ustificación. Es
decisivo que el derecho sea aquí fundado sin j ustificación alguna,
aun cuando haga referencia a una posible j ustificación como con
secuencia de su fundación. Primero el sujeto es constreñido por el
derecho, y sólo entonces emerge un marco legal para j ustificar el
carácter vinculante de ese derecho. Como consecuencia, los suje
tos devienen responsables para la ley y ante ella, siendo definidos
por esa responsabilidad legal . En este campo del derecho, tanto
en las instancias que lo fundan como en aquellas que lo preservan,
Benj amín plantea una "violencia divina" , que apunta al marco
mismo que establece la responsabilidad legal . La violencia divina
se desata contra la foerza coactiva de ese marco legal, contra la
responsabilidad que vincula al sujeto con un sistema legal especí
fico, y que le impide desarrollar la crítica -si no un punto de
vista derechamente revolucionario--- de ese sistema legal. Cuan
do un sistema legal debe socavarse, o cuando su coactividad con
duce a aquellos que sufren baj o tal coerción a una revuelta, es
importante que esos lazos de responsabilidad se rompan. De he
cho, hacer lo correcto en virtud del derecho establecido es precisamente
lo que debe suspenderse con el objeto de disolver un corpus de derecho
que se considera injusto.
Sin duda, este era el argumento de Georges Sorel en sus
Reflexiones sobre la violencia, que influyeron profundamente en las
opiniones de Benjamín sobre la huelga general, es decir, la huelga
que lleva a la disolución de todo un aparato estatal. Según Sorel,
la huelga general no pretende implementar tal o cual reforma en
un orden social particular, sino colapsar el fundamento legal del
Estado. Benjamín 1proxima la perspectiva soreliana al pensamiento
mesiánico, lo que proporciona a su punto de vista un sentido a la
vez político y teológico. La violencia divina no sólo libera al suj eto
68
de formas de responsabilidad coactivas -esto es, formas que obli
gan por fuerza o violencia-; esta liberación es al mismo tiempo
la expiación de una culpa y la oposición a la violencia coactiva.
Uno podría responder a todo esto con el temor de que entonces
sólo sean viables la anarquía o la ley de la calle, pero hay cuestio
nes que no podemos soslayar. Benjamin nunca señala que sea ne
cesario oponerse a todo sistema legal, y no queda claro, basándose
en este ensayo, si sólo se opone a ciertas reglas del derecho y no a
otras. Incluso, si transa aquí con el anarquismo, debiéramos por
lo menos detenernos en lo que anarquismo significa en este con
texto y no olvidar que Benjamin toma en serio el mandamiento
"No matarás". Paradój icamente, Benjamin imagina la emancipa
ción de la responsabilidad legal y la culpa como una manera de
aprehender el sufrimiento y la fugacidad de la vida, en tanto no
siempre puede explicarse en el marco de una responsabilidad le
gal o moral. Esta aprehensión del sufrimiento y la fugacidad pue
de llevar, desde su punto de vista, a una especie de felicidad. Sólo
recurriendo a la noción benjaminiana de lo mesiánico es posible
ver cómo la aprehensión del sufrimiento -un sufrimiento que
pertenece al dominio de la vida y que no es explicable en el marco
de la responsabilidad moral- conduce a, o constituye, una espe
cie de felicidad. Volveré sobre esta noción de felicidad en la re
flexión final sobre el Fragmento teológico-político.
Benjamin tenía a la mano varias fuentes cuando escribió
este ensayo, entre las cuales se cuentan las Reflexiones sobre la vio
lencia de Sorel, Ética de la voluntad pura de Hermann Cohen, y
las investigaciones sobre la Cábala de Gershom Scholem. Trabaja
ba sobre dos vectores a la vez -uno teológico y otro político--- ,
elaborando por una parte las condiciones para una huelga general
que resultaría en la parálisis y la disolución de un sistema legal
completo y, por otra, la noción de un dios cuyo mandamiento
diera una especie de orden irreductible al derecho coactivo. Ambas
vertientes del ensayo de Benjamin no son fáciles de leer conjunta
mente. Algunos dirían que la teología está al servicio de la teoría
69
de la huelga, mientras otros dirían que la huelga general no es
sino un ej emplo -o una analogía- de la potencia destructora
de lo divino.
Lo que parece importante aquí es, sin embargo, que la
violencia divina se manifiesta por un mandamiento que no es des
pótico ni coactivo. En efecto, como señalara antes Franz Rosen
zweig, Benjamin elucida el mandamiento como una especie de
ley que no puede obligarse ni imponerse por medio de la violen
cia legaP. Cuando hablamos de violencia legal, nos referimos al
tipo de violencia que preserva la legitimidad y aplicabilidad del
derecho, al sistema penal que aguarda a quienes violan la ley, a las
fuerzas policiales y militares que respaldan un sistema legal, y las
formas de responsabilidad legal y moral que constriñen a los indi
viduos a actuar conforme a derecho y, finalmente, a definirse cívi
camente en virtud de su relación con este derecho.
S ignificativamente, es volviendo sobre el mandamiento
bíblico -específicamente, el "No matarás"-, que Benjamin ar
ticula su crítica de la violencia de Estado, una violencia que es
prolíficamente ej emplificada por la doble capacidad que tiene el
militarismo de crear y aplicar el derecho. Aunque estamos acos
tumbrados a pensar que el mandato divino opera de modo impe-
esfuerzo verbal y escrito por parte de Dios para solicitar el amor de su pueblo. Su
foco en el amor corresponde a los esfuerzos de la época por revivir la dimensión
espiritual del judaísmo contra las reformas rabínicas que se concentraban en la
elaboración de reglas y en la ciencia de su interpretación. La preocupación de
Rosenzweig respecto del j udaísmo como movimiento espiritual lo llevó a afirmar
que " [el pueblo judío] debe negarse la satisfacción que los pueblos del mundo
disfrutan constantemente en el funcionamiento de sus Estados" . Señala que "el
estado simboliza el objetivo de las naciones de otorgar eternidad en el marco de un
tiempo finito" . Para asegurar dicha eternidad, las naciones deben refundarse perpe
tuamente, asl como requieren que la guerra los perpetúe a ellos mismos. En el
argumento de Rosenzweig, la vida se constituye por preservación y renovación. El
derecho emerge como contrario a la vida, en tanto el derecho establece una resis
tencia y una estabilidad que opefa contra la vida y deviene el fundamento de la
coacción estatal. Quiso entender el judaísmo más allá de las contradicciones que
afligen a las naciones, y buscó distinguir la idea del pueblo j ud ío de la de nación
judía.
70
rativo, instruyendo una acción cuya desobediencia activaría una
serie de castigos, Benjamin hace uso de una comprensión distinta
del mandamiento, donde el imperativo articulado por el derecho
y el problema de su aplicabilidad están terminantemente separa
dos. Precisamente, el mandamiento comunica un imperativo sin
tener la capacidad de forzar en modo alguno su ejecución. No es
la enunciación de un Dios furioso y vengativo; en este sentido, la
ley judía es considerada, generalmente, como no punitiva. Es más,
el mandato asociado al Dios judío se opone aquí a la culpa, e in
cluso busca una expiación de la culpa que, según Benjamin, es un
legado específico de las tradiciones o mitos helénicos. En efecto,
el ensayo de Benjamin ofrece, potencial y fragmentariamente, la
posibilidad de contrarrestar una lectura equivocada de la ley j u
día, asociada con la venganza, lo punitivo y la inducción de cul
pa. Contra la idea de una ley coactiva y culpabilizadora, Benjamin
invoca el mandamiento como si este simplemente instruyera una
lucha personal con el mandato ético contenido en el imperativo.
Este es un imperativo que no dicta, sino que deja abiertos los modos
de su aplicabilidad y las posibilidades de su interpretación, inclu
yendo las condiciones bajo las cuales pueda ser rechazado.
Tenemos en el ensayo de Benjamin una crítica de la vio
lencia de Estado parcialmente inspirada por fuentes teológicas
j udías, que se opondría al tipo de violencia que golpea lo que
Benjamin llama "el alma del viviente" (die Seele des Lebendingen}*.
Es importante ser cuidadoso en este punto, pues sería un error
decir que el ensayo constituye una "crítica judía'', aun cuando la
atraviese una vertiente de teología judía -y ciertamente no hace
sentido considerarlo una "crítica j udía'' , siendo Benjamin j udío.
Si la crítica puede j ustificadamente llamarse j udía, es sólo como
resultado de ciertas fuentes que Benjamin pone en obra. Y es
• Walter Benjamin, "Critique ofViolence", Selected Writingr, op. cit., p. 250. Murena
traduce "espíritu de lo viviente", pero Butler se refiere al alma (soul), término que
también adopta Pablo Oyarzún [nota de la traductora) .
importante recordar que Sorel, que no era j udío ni puso a obrar
en su crítica fuentes judías (a no ser que consideremos a Bergson en
esta línea) , ciertamente influyó en este ensayo tanto como Scholem
o Cohen. Aunque Benjamin claramente se equivoca en lo que
respecta a la posibilidad y sentido de la no-violencia, yo sugeriría
que el mandamiento, como Benjamin lo está pensando, no sólo
es fundamento de una crítica de la violencia legal, sino también
condición de una teoría de la responsabilidad que tiene en su
centro una lucha continua con la no-violencia.
Un judaísmo diferente
72
específicas de un mandamiento, todos comunican el imperativo
de amar a Oios4• En efecto, en La estrella de la redención, Rosen
zweig escribe que los mandamientos de Dios pueden reducirse a
la afirmación "¡Ámame!" . Tanto Rosenzweig, como luego Buber
en los años 191 O y 1920, se opusieron a la idea de un "Estado"
para el pueblo israelí, considerando que el poder crítico del ju
daísmo, e incluso su poder espiritual, se arruinaría o, en palabras
de Buber, "sería pervertido" por el estahlecimiento de un Estado
basado en la coacción y la soberanía legal5. Rosenzweig murió
demasiado temprano como para ahondar en esta posición, pero
Buber llegó a concebir una versión del sionismo que incluía un
Estado federado, administrado equitativamente por "dos pueblos".
Hasta donde sé, Benjamín nunca defendió la postura de un Esta
do fundado en nombre del sionismo, y, ante las presiones que su
amigo Scholem ejerciera por correspondencia, eludió la pregunta
una y otra vez6 • Para quienes quieren hacer uso de este ensayo
como fuente cultural para pensar este tiempo, lo relevante es una
cuestión dual: se opone a la reducción antisemita del j udaísmo
como puro derramamiento de sangre, al tiempo que establece
una relación crítica con la violencia de Estado, que bien podría
ser parte del esfuerzo por movilizar perspectivas j udías críticas de
las políticas actuales, e incluso contra la base constitucional de la
ciudadanía en el Estado de Israel.
73
De todos modos, el ensayo de Benjamin tiene hoy en día
sus detractores, muchos de los que argumentarían sin dudar que
este falla al no anticipar el asalto fascista sobre el estado de dere
cho y las instituciones parlamentarias. Entre la escritura del ensa
yo de Benjamin, en 1921, y sus lectores contemporáneos ocurrie
ron varias catástrofes, incluyendo el asesinato de más de diez mi
llones de personas en los campos de exterminio nazi. Uno podría
argumentar que era precisamente un estado de derecho vinculan
te respecto a sus sujetos, lo que debiera haberse opuesto al fascis
mo. Pero también se sigue que si el derecho que vincula a los
sujetos es él mismo parte de un aparato legal fascista, tal aparato
es precisamente el tipo de derecho cuyas fuerzas constrictivas de
bieran ser contrarrestadas y resistidas hasta hacerlas colapsar. La
crítica de Benjamin al derecho, no obstante, permanece impreci
sa, de modo que una oposición general al carácter obligatorio,
incluso coactivo, del derecho, parece menos atractiva una vez que
consideramos tanto el surgimiento del fascismo como la insubor
dinación al derecho internacional y constitucional que caracteriza
la política exteriores de los Estados Unidos en sus prácticas de
guerra, tortura y detención ilegal. Así y todo, es seguramente a la
luz del surgimiento del fascismo europeo que algunos críticos han
tomado distancia del ensayo de Benjamin.
Este ensayo fue objeto de una lectura incisiva en Fuerza de
Ley, de Jacques Derrida, y devino la antípoda controversia! de
Sobre la violencia, de Hannah Arendt. Cuando Derrida escribió
su ensayo sobre Benjamin, expresó abiertamente sus preocupa
ciones sobre "el marxismo mesiánico" que lo atravesaba, y quiso
distanciar la deconstrucción de la cuestión de la destrucción, va
lorando y afirmando a la vez un ideal de j usticia que excediera
cualquier derecho positivo o singular. Por supuesto, luego Derri
da revisitaría el mesianismo, la mesianidad y el marxismo en Es
pectros de Marx, así corbo en varios ensayos sobre religión. En el
escrito sobre Benjamin, Derrida fue claro en señalar que pensaba
que este había ido demasiado lejos en su crítica a la democracia
74
parlamentaria. En un momento, afirma que Benjamin cabalga
"una ola anti-parlamentaria", y que esta no es sino la que monta el
fascismo7• A Derrida también le inquieta que Benjamin hubiese
escrito a Carl Schmitt el año en que publicara "Para una crítica de
la violencia'' , pero no sabemos qué de esa carta -si realmente hay
algo- pueda ser motivo de preocupación. Aparentemente, la
misiva tiene unas dos líneas de extensión y señala el agradeci
miento de Benjamin a Schmitt por haberle enviado su libro. Tal
expresión de gratitud difícilmente es fundamento suficiente para
inferir que Benjamin suscribe el contenido del libro de Schmitt,
ya sea parcial o íntegramente.
En Sobre la violencia, a Arendt también le preocupa que
perspectivas como la de Benjamin no reconozcan la importancia
del derecho como elemento que constituye comunidad, y sostie
ne que Benjamin fracasa en comprender que un Estado puede y
debe fundarse en un principio no coactivo y que, en ese sentido,
es en su origen no violento8• Arendt quiere basar el derecho de
mocrático en un concepto de poder que lo distingue de la violen
cia y la coacción. En este sentido, busca resolver el problema re
pensando ciertas definiciones, mediante lo que podría llamarse
una estrategia estipulativa. En su léxico político, la violencia se
define como coacción, mientras que el poder se define como no
violento y, específicamente, como ejercicio de una libertad colecti
va. En efecto, Arendt afirma que si el derecho tuviera su fundamen
to en la violencia, sería por ello ilegítimo, e impugna el argumento
de que el derecho pueda crearse o preservarse por la violencia.
Así, mientras Arendt entiende que la revolución crea de
recho y expresa el consenso del pueblo, Benjamin sostiene que el
7 Jacques Derrida, Force de /oi, París, Galilée, 1 994, p. 69. La versión original fue
traducida por Mary Quantaince: "The Force of Law", apareció en Decomtruction
and the Possibility ofjustice, un número especial de Cardozo Law Review l l . Nos. 5
y 6, New York, 1 990, pp. 9 1 9- l 046.
8 Hannah Arendt, "Sobre la violencia'' , Crises ofthe Republic, New York, Harcourt
76
el sentido benjaminiano- que están creando derecho. Pero esta
actividad legisladora no debe entenderse en primer término como
un castigo o reparación por un crimen cometido contra una ley
preexistente. La arrogancia de Níobe, en palabras de Benjamín,
no constituye una ofensa contra el derecho; si lo fuera, tendría
mos que asumir que el derecho estaba instituido previamente a la
ofensa. Más bien, su discurso hybrlstico desafía o tienta al destino.
Artemisa y Apolo actúan pues en nombre del destino, o vienen a
ser el medio a través del cual el destino se instituye. El destino
gana esta batalla y, como resultado, su triunfo es precisamente el
establecimiento del derecho mismo9•
En otras palabras, la historia de Níobe ilustra la violencia
que instituye derecho porque los dioses responden a un daño es
tableciendo una ley. El daño no se experimenta en primer térmi
no como una infracción al derecho; más bien, es la condición que
precipita su establecimiento. El derecho es, pues, consecuencia
específica de un acto airado que responde a un daño, pero ni ese
daño ni esa ira están definidos por el derecho.
Esa ira opera performativamente para marcar y transfor
mar a Níobe, haciendo de ella un sujeto culpable y tornándola en
piedra. Así, el derecho petrifica al sujeto, suspendiendo la vida en
el momento de la culpa. Y aunque Níobe sobrevive, ella es inmo
vilizada en esa vida: se vuelve culpable de manera permanente, y
la culpa petrifica a quien la soporta. La penitencia que los dioses
le imponen es aparentemente infinita, como lo es también su
expiación. En cierto sentido, ella representa la economía de la
penitencia y la expiación infinitos que Benjamín afirma en otra
parte como perteneciente a la esfera del mito10• Ella se rigidiza
78
esfera a la que pertenece cierta destrucci6n no violenta. Aun cuando
no esté del todo claro en qué consiste precisamente esta destruc
ci6n no violenta, parece ser la clase de destrucci6n que -Benja
min supone- se dirigiría contra el marco legal mismo y que, en
este sentido, se distinguiría de la violencia requerida e impulsada
por el marco legal.
Abruptamente, hacia el final del ensayo, Benjamin sen
tencia que la destrucción de toda violencia legal es obligatoria1 2•
Pero no queda claro si se trata de una violencia ejercida por un
sistema legal particular, o de una violencia correspondiente al
derecho en términos generales . La discusi6n permanece en un
nivel de generalidad tal, que lleva al lector a asumir que es el
derecho en su totalidad lo que constituye un problema. Cuando
Benjamin escribe que la destrucci6n de toda violencia legal es
perentoria, pareciera ser que lo hace en un momento y un contex
to cuya particularidad permanece muda en el ensayo.
Previamente, Benj amin ha distinguido entre la huelga
política general, que crea derecho, y la huelga general, que des
truye el poder estatal y, con ello, la fuerza coactiva que garantiza
el carácter vinculante de todo derecho -es decir, la violencia le
gal. Benjamin señala que la segunda clase de huelga es destructi
va, pero no violenta13• Ya aquí está proponiendo una forma no
violenta de destructividad. Se vuelca en las páginas finales a una
discusi6n sobre Dios para ejemplificar y comprender esta forma
no violenta de destructividad. En efecto, puede decirse que Dios
tiene algo que ver con la huelga general, en tanto ambos son con
siderados destructivos y no violentos al mismo tiempo. Entonces,
Dios también tendría algo que ver con lo que Benj amin llama
anarquismo, y no tanto con la legislaci6n. Así, si creemos que
Dios es quien nos brinda la ley o, a través de Moisés, dicta c6mo
ella debiera ser, debemos considerar nuevamente que el manda-
ll
!bid., p. 249.
l .i
!bid. , p. 246.
79
miento no es lo mismo que el llerecho positivo, en tanto este
funda su poder en la coacción: como forma de derecho, el manda
miento es precisamente no coactivo y no ejecutoriable.
Si lo que hay de divino en la violencia divina no instruye ni
crea derecho, nos encontraríamos en un dilema respecto de cómo
comprender el mandamiento y, en particular, su equivalente políti
co. Rosenzweig es enfático en señalar que el mandamiento no es una
instancia de violencia legal o de coacción 14• Pensamos en el Dios de
Moisés como un Dios que otorga un mandamiento, pero así y todo
este mandamiento, para Benjamin, no instruye derecho. Más bien,
establece un punto de vista sobre el derecho, que lleva a la destruc
ción del derecho como vinculación coactiva. Entender el manda
miento como instancia de violencia divina puede parecer extraño,
particularmente si el mandamiento invocado por Benjamin es "No
matarás". Pero, ¿qué pasa si el sistema legal al que uno está vincula
do, obliga legalmente a que uno mate? ¿Acaso el mandamiento,
golpeando la legitimidad de ese sistema legal, vendría a ser una
forma de violencia que se opone a la violencia? Para Benjamín, esta
violencia divina tiene el poder de destruir la violencia mítica. Dios
es el nombre de aquello que se opone al mito.
Es importante recordar que el poder divino no sólo des
truye el poder mítico, sino que también expía. Esto supone que el
poder divino actúa para revertir los efectos de la culpa. La violen
cia divina actúa sobre la legislación y el reino de lo mítico en
general, buscando expiar las marcas del crimen en nombre de un
perdón que no asume expresión humana alguna. El poder divino
actúa, pues, destructivamente, pero sólo puede hacerlo cuando el
poder mítico ha configurado un sujeto culpable, una ofensa dig
na de castigo y un marco legal para este castigo. Curiosamente,
para Benjamín el Dios j udío no induce culpa y no está, por lo
tanto, asociado a los terrores de la represalia. En efecto, el poder
,.
divino es descrito como letal, pero no implica un derramamiento
80
de sangre. Asesta sus golpes sobre las cadenas de la ley que petri
fican al cuerpo y lo fuerzan a una pena infinita, pero no toca,
según Benjamin, al alma de lo viviente. Por el contrario, es justa
mente en nombre del alma de lo viviente que la violencia divina
actúa. Y es el alma de lo viviente lo que es puesto en riesgo por el
derecho que paraliza al sujeto mediante la culpa. Esta culpa ame
naza con convertirse es una especie de asesinato del alma. Distin
guiendo entre el alma de lo viviente y la "vida'' misma, Benjamin
nos está pidiendo que tomemos en consideraci6n el valor que tie
ne la vida una vez que el alma ha sido destruida.
Cuando preguntamos qué es lo que motiva este vuelco
contra la violencia legal, esta obligaci6n de destruir la violencia
legal, Benjamin se refiere a "la culpabilidad de la desnuda vida
natural " * . Explica en el ensayo sobre Las afinidades electivas de
Goethe, que un "tipo natural" de culpa no es ético, ni es el resul
tado de un acto indebido: "con la desaparici6n de la vida sobrena
tural en el hombre, su vida natural se convierte en culpa, sin que
el obrar falte a la moralidad. Pues ahora radica en la alianza, que
en el hombre se manifiesta como culpa, de la mera vida'' 1 5 • No
profundiza en esta noci6n de vida natural en "Para una crítica de
la violencia'', aunque en ciertos pasajes del ensayo se refiere a la
"mera vida" (blosse Leben). Dice que "la violencia mítica es violen
cia sangrienta [Blutgewalt} que se ejerce sobre la mera vida por
causa de ella misma {um ihrer selbst], la pura violencia divina lo es
sobre toda vida por causa del viviente [reine Gewalt uber a/les Le
ben um des Lebendingen} ''*. El derecho positivo busca, pues, constre-
* Walter Benjamín, "Critique ofViolence", Selected Writings, op. cit., p. 250 [Walrer
Benjamín, Ensayos escogidos, traducción de H. A. Murena, Buenos Aires, Cuenco de
piara, 20 1 0, p. 1 76) .
15 Walrer Benjamín, "Las afinidades electivas de Goerhe", Obras, Libro I, vol. l ,
traducción de Alfredo Brorons, Madrid, Abada, 2007, p. 1 42.
* Walrer Benjamín, "Critique ofViolence", Selected Writings, op. cit., p. 250. Sigo
aquí la traducción de Pablo Oyarzún, que se ajusta mejor que la de Murena al
argumento de Buder. Walter Benjamín, "Para una crítica de la violencia", Archivos
de filosofta, N° 2/3, UMCE, Santiago de Chile, 2008, pp. 427-45 2 [nora de la
trad uctora] .
81
ñir "la vida por causa de sí misma" , ·pero el poder divino no salva
guarda la vida misma, sino sólo la vida por causa del "viviente".
¿ Quién es, aquí, "el viviente"? No puede ser todo aquel que mera
mente viva, dado que el alma de lo viviente es distinta y que aquello
que se hace "por causa del viviente" bien puede incluir quitar una
mera vida. Esto parece evidente cuando Benjamin se refiere, por
ejemplo, a la situación de la Koraj como ejemplo de violencia divi
na, una escena bíblica en que toda una comunidad es aniquilada
por la ira de Dios, al no haber mantenido la fe en su palabra*.
Es con cierta consternación que debemos entonces pregun
tarnos si lo que el mandamiento "No matarás" busca salvaguardar es
la vida natural o el alma de lo viviente, y cómo distingue entre am
bos. La vida misma no es fundamento suficiente o necesario para
hacer frente al derecho positivo, pero el "alma'' de lo viviente quizás lo
sea. Tal oposición puede acometerse por causa de lo viviente, es decir,
por aquellos que están vivos en virtud de tal alma viviente o activa.
Sabemos, según la primera parte del ensayo, que "hay que cuidarse
firmemente del equívoco jusnaturalista, para el cual dicho significa
do consistiría en la distinción entre violencia con fines justos e injus
tos"*. El tipo de violencia que Benjamin llama "divina" no está justi
ficada por una serie de fines, sino que constituye un "puro medio". El
mandamiento "No matarás" no puede integrar la clase de leyes que
pueden destruirse. Debe en sí mismo ser un tipo de violencia que se
opone a la violencia legal del mismo modo que la mera vida, contro
lada por el derecho positivo, difiere del alma de lo viviente que per
manece como foco de la instrucción divina. En un giro más bien
curioso, Benjamin parece estar leyendo el mandamiento de no matar
como un mandamiento de no asesinar el alma de lo viviente y, por
tanto, un mandamiento de hacer violencia contra el derecho positivo
que sería responsable de tal crimen.
Un ejemplo de la apropiación del derecho positivo sobre la
,
• Walter Benjamín, "Criáque ofViolence", Selrcted Writings, op. cit., p. 250 [Murena, p. 1 76] .
• !bid., p. 238 [Murena, p. 1 56]
82
mera vida es la pena capital. Al oponerse a la violencia legal, pareciese
ahora que Benjamin quisiera presentar la pena capital como la violen
cia legalmente instruida que mejor articula y ejemplifica la violencia
del derecho. Contra un derecho que pudiera sentenciar un sujeto a la
muerte, el mandamiento supone un tipo de derecho que opera pre
cisamente para salvaguardar cierto sentido de la vida contra tales pe
nas. ¿Pero de qué sentido se trata? Claramente, no es una vida mera
mente biológica, sino un estado análogo a la muerte inducido por la
culpa, la condición pétrea de Níobe y sus lágrimas eternas. Sin em
bargo, es en nombre de la vida que la expiación sobreviene a Níobe,
lo que instala la pregunta de si la expiación de la culpa es en cierto
sentido una motivación o un fin para rebelarse contra la violencia
legal. ¿Son los lazos de responsabilidad respecto de un sistema legal
dado -un sistema que se reserva la prerrogativa de la pena capital
rotos por una revuelta contra la coacción legal? ¿Hay algo en la
'
exigencia de "lo viviente" que motive la huelga general que expía la
culpa que mantiene la presión de la coacción legal sobre el sujeto?
El deseo de liberar la vida de la culpa elaborada por el con
trato legal con el Estado -ese sería un deseo que levantaría la violen
cia contra la violencia, que buscaría liberar la vida de su contrato
legal con la muerte, una muerte del alma viviente por la fuerza opre
siva de la culpa. Esta es la violencia divina que se precipita, como
una tempestad, sobre la humanidad para obliterar las huellas de
la culpa, una fuerza divina expiatoria y, por tanto, no vengativa.
La violencia divina no golpea ni el cuerpo ni la vida orgá
nica del individuo, sino al sujeto que es configurado por el dere
cho. Ella no purifica al culpable de la culpa, sino de su inmersión
en la ley, disolviendo así los lazos de responsabilidad que son pro
pios del estado de derecho. Benjamin hace explícito este vínculo
cuando se refiere al poder divino como "pura violencia divina ( . . . )
sobre toda vida por causa del viviente"* . El poder divino consti-
83
tuye un momento de expiación que golpea sin derramamiento de
sangre. La separación entre el estatuto legal y el ser viviente (que
podría ser una expiación o una liberación de ese ser viviente de las
cadenas del derecho positivo) es precisamente el efecto del azote,
el golpe, y su efecto incruento.
¿ Pero si esta violencia puede implicar la aniquilación de
personas, como en la historia de Koraj , o si descansa en una dudosa
distinción entre la vida natural y el alma de lo viviente, puede ella
no derramar sangre? ¿Hay un platonismo tácito obrando en la no
ción de "alma de lo viviente"? Quisiera argumentar que no hay un
sentido ideal atado a esta noción de "alma", dado que esta pertene
ce precisamente a aquellos que están vivos, y espero esclarecer cómo
esto funciona, en la discusión que concluye este texto.
84
no pueda ser interp retado o, incl uso, transgredido. Quienes atien
den al mandamiento "deben luchar {sich auseinanderzusetzen} [con
él] en soledad, asumir en casos extraordinarios {ungeheuren} la
responsabilidad de prescindir de él"* .
Frente a l a escena mítica en que l a acción airada tiene
como consecuencia una ley punitiva, el mandamiento ejerce una
fuerza que no es la misma que una marca de culpa. La palabra
divina, en su carácter performativo, es un acto de habla perlocuti
vo, que depende fundamentalmente de que cierta asimilación tenga
lugar. Sólo funciona en la medida de su apropiación, cuestión que
claramente no está garantizada. Benjamin describe los poderes no
despóticos del mandamiento: "el mandamiento resulta ( . . . ) inapli
cable, inconmensurable respecto de la acción cumplida"*, lo que
sugiere que cualquier temor provocado por el mandamiento no
amarra inmediatamente el sujeto a la ley por medio de la obe
diencia. En el ejemplo del derecho mítico, el castigo infunde cul
pa y temor, y Níobe ejemplifica el castigo que espera a cualquiera
que ose compararse con los dioses.
El mandamiento de Benjamin · no trae aparej ados tales
castigos, y carece del poder de llevar a cabo las acciones que esto
requeriría. Para Benjamin, el mandamiento no tiene fuerza poli
cial. Es inamovible, es proferido, y deviene ocasión de una lucha
con el mandamiento mismo. No inspira temor ni tiene el poder
de ejecutar un j uicio a posteriori. Así, escribe Benjamin, "del man
damiento no se deduce ningún juicio sobre la acción"* . En efec
to, el mandamiento no puede instruir acciones, ni exigir obe
diencia, ni inclinar el j uicio contra aquel que no se someta o que
falle en ejecutar el imperativo. Más que constituir un criterio de
85
j uicio para una serie de acciones, funciona como directriz (Richts
chnur des Handelns). Y lo instruido por el mandamiento es una
lucha con este cuya resultado no puede determinarse anticipada
mente. En la sorprendente interpretación de Benjamin, uno lu
cha con el mandamiento en soledad.
En tanto problema ético, el mandamiento es aquello con
lo que cada individuo debe luchar sin contar con modelo alguno.
Una respuesta ética al mandamiento es rechazarlo (abzusehen),
pero incluso ahí debe uno hacerse responsable de tal rechazo. La
responsabilidad es algo que se toma en relación al mandamiento,
pero no es dictada por este. En efecto, se distingue claramente del
deber y, por descontado, de la obediencia. Si hay una lucha, en
tonces hay algo semejante a la libertad. Uno no tiene la libertad
de ignorar el mandamiento. Uno debe, por así decirlo, luchar
consigo mismo respecto a él. Pero la lucha con uno mismo bien
puede producir un resultado, una decisión, un acto que rechace o
someta el mandamiento a revisión. En ese sentido, la decisión es
el efecto de una interpretación a la vez libre y constreñida.
Uno esperaría que Benjamin salvaguardara el valor de la
vida por sobre la violencia y que acuñara una noción de violencia
no violenta para nombrar esta acción, este golpe a las ataduras de
la ley, esta expiación de la culpa y resucitación de la vida. Pero
Benjamin dej a claro que quienes ponen la existencia por sobre la
felicidad y la j usticia, suscriben una posición que es a la vez "falsa''
e " ignominiosa" (niegrid). Benjamin obj eta la comprensión de la
"existencia" como "mera vida" y sugiere que hay una "verdad ma
yor" en la propuesta de que la existencia debe estimarse por sobre
la felicidad y la j usticia: si consideramos que la existencia y la vida
designan el "contexto inamovible del 'hombre' ( . . . ) el hombre no
coincide de ningún modo con la desnuda vida del hombre"*. En
tanto resulta evidente que Benjamin concuerda con el punto de
vista j udío : según el cual el mandamiento no prohíbe matar en
86
defensa propia, el mandamiento contra el homicidio no se basa
en la sacralidad (heiligkeit) de la vida misma (noci6n que es el
correlato de la culpa) , sino en otra cosa. Benjamin no rechaza la
noci6n de lo sagrado al tratar de establecer los fundamentos y
objetivos del mandamiento contra el homicidio, pero quiere dis
tinguir claramente aquello que de la vida es sagrado, de la vida
natural o mera vida.
La tentaci6n de leer a Benjamin como si este suscribiera
.
una doctrina extramundana del alma o de lo sagrado, emerge tem
poralmente cuando se refiere a "esa vida que en él permanece idén
tica en la vida terrestre, en la muene y en la supervivencia"*. Inclu
so allí, s6lo se refiere a lo sagrado entre paréntesis: "por más sagrado
que sea el ser humano {so heilig der Memch ist] . . . no lo son sus
estados, no lo es su vida corp6rea"*, lo que incluye la vida corp6rea
y su vulnerabilidad. Lo que hay de sagrado es un restringido senti
do de la vida que es idéntico tanto en esta vida como en la supervi
vencia. ¿ Pero c6mo debemos interpretar esta cuesti6n? Benj amin
s6lo introduce el problema de lo sagrado y de la justicia en el con
texto de una conjetura, sugiriendo que penenece a un futuro inde
finido, si es que efectivamente pertenece a tiempo alguno. ¿C6mo
debiéramos juzgar las afirmaciones que Benjamin hace? ¿Es la refe
rencia a otra vida, a un sentido de la vida que está más allá del
cuerpo, la maniobra del "terrorista espiritual" (der geistige Terrorist)
que suministra los "fines" que justifican la violencia? Esto pareciera
contradecir una afirmaci6n previa, según la cual la violencia divina
no actúa según fines específicos, sino como puro medio. Con esto,
Benjamin parece sugerir que la violencia divina consuma un proce
so, pero no es su "causa", que no podemos deducir los "fines" que
logra de los "medios" por los que los consigue, y que cualquier
cálculo instrumental de este tipo debe aquí dejarse de lado.
87
Detengámonos en este restringido sentido de "vida" que
emerge de la conj etura benj aminiana. Si hay algo de sagrado o
divino en él, sería precisamente aquello que se opone a la culpa y
a la violencia ejecutoria del derecho positivo. Consistiría en aque
llo que resiste o contrarresta dicha forma de violencia legal, y ya
hemos visto que este tipo de contraviolencia hostil es ella misma
la expresión de aquello que permanece desatado, no culpable o
expiado. En este ensayo, sin embargo, vemos que la violencia di
vina se vincula con la huelga general y con lo revolucionario, y
que esto está a su vez conectado con lo que hace frente y devasta el
marco legal del Estado. Quisiera sugerir que este sentido sagrado
o divino de la vida también está vinculado con lo anárquico, con
aquello que en principio está afuera o más allá. Ya nos referimos a
este momento anárquico como aquel en que el individuo debe
luchar en soledad, sin modelo alguno y sin auxilio de la razón,
con el mandamiento. Es una lucha anárquica, que acontece sin
ayuda, que tiene lugar entre el mandamiento y aquel que debe
actuar frente a él. Ninguna razón los vincula. Hay en este solita
rio aj uste de cuentas con el mandamiento un momento irreducti
ble que destruye el fundamento del derecho, momento que es
suscitado por otro derecho en nombre de la vida y con la esperan
za de un futuro para lo viviente, lejos de los grilletes de la coac
ción, la culpa y la responsabilidad que mantienen intacto el status
quo legal. La destrucción o aniquilación del poder estatal no for
ma parte de la violencia creadora de derecho, ni de la que lo pre
serva. Aun cuando una época se funda mediante la abolición o
destrucción revolucionaria de la violencia legal, ningún derecho
se crea así: la destrucción no es parte de una reelaboración del
derecho positivo. Ostenta una extraña persistencia, lo que hace
sentido si consideramos que el momento anárquico en todo in
tento de aj ustar cuentas con el mandamiento, necesariamente
'
destruye las bases del derecho positivo. También hace sentido
cuando consideramos el sentido teológico de lo mesiánico --con
el que el mismo Benjamin está tratando de aj ustar cuentas en este
88
ensayo-, que no sólo da forma al restringido sentido de la vida
que hemos estado investigando, sin o que contradice la lectura
platónica de su interpretación del alma.
El anarquismo o la destrucción a la que Benjamin se refie
re no debe entenderse ni como algo distinto al Estado, ni como
una alternativa al derecho positivo. Más bien, aparece de manera
recurrente como condición del derecho positivo y como su límite
necesario. No augura una época por venir, sino que subyace a
toda violencia legal, consti tuyendo el potencial de destrucción
suscrito por todo acto que constriñe el sujeto a la ley. Para Benja
min, la violencia exterior al derecho positivo es vista al mismo
tiempo como revolucionaria y divina -es, en sus términos, pura,
inmediata, impoluta. Participa del lenguaje con el que Benjamin
describe la huelga general, aquella que pone de rodillas la totali
dad de un sistema legal. Hay algo especulativo cuando Benjamin
afirma que la violencia expiatoria es invisible a los hombres, y que
está vinculada a formas eternas: la vida que está igualmente pre
sente en la vida terrenal, la muerte y la supervivencia. Leyendo
"Para una crítica de la violencia'' j unto con el Fragmento teológico
.
político1 6 , escrito en la misma época, podemos extraer afirmacio
nes dignas de consideración: primero, que nada histórico puede
relacionarse de por sí con lo mesiánico; segundo, que esta violen
cia expiatoria puede manifestarse en una verdadera guerra o un
j uicio divino de la multitud contra un criminal*.
En este punto, todavía parece haber motivos de preocu
pación. ¿Está Benjamin ofreciendo una j ustificación por fuera del
marco legal para la guerra, o para el levantamiento popular contra
un criminal arbitrariamente designado como tal? Su referencia
final a una ejecución sagrada pareciera, de hecho, conjurar imáge-
16
Walter Benjamín, La diallctica en suspenso. Fragmentos sobre la historia, traducción,
introducción y notas de Pablo Oyanún, Santiago de Chile, Lom/Universidad ARCIS,
2009, pp. 1 4 1 - 1 42.
* Walter Benjamín, "Critique ofViolence", Se/.ected Writings, op. cit. , p. 252 [Murena,
p. 1 80] .
89
nes similares a las masas desbocadas sublevándose para obrar todo
tipo de violencia física en nombre de algún poder sagrado. ¿ Está
Benjamin sobre una "ola antiparlamentaria'' que lo acerca peli
grosamente al fascismo? ¿ O esta ej ecución sagrada corresponde
sólo a las premisas totalizantes del derecho positivo? Benjamin ya
ha señalado que la violencia divina o sagrada no debiera ser j us
tificada por una serie de fines, aunque pareciera afirmar que la
violencia divina pone en j uego una relación específica entre el
actor y lo divino17•
¿Cómo debemos, a fin de cuentas, interpretar esta cues
tión? Benjamin no hace un llamado a la violencia, pero sugiere no
obstante que la destrucción ya obra como presupuesto del dere
cho positivo y, especialmente, de la vida misma. Lo sagrado no
designa aquello que es eterno, a no ser que comprendamos la des
trucción misma como una suerte de eternidad. Incluso, la noción
de lo sagrado invocada por Benjamin implica que la destrucción
puede no tener fin y que su redención no adviene por la legisla
ción o por una historia teleológica. En este sentido, la destruc
ción es al mismo tiempo el momento anárquico en que tiene lu
gar la apropiación del mandamiento, y el golpe contra el derecho
positivo que encadena a sus sujetos a una culpa inerte es también
mesiánico en un sentido particular.
Consideremos este sentido preciso de la destrucción en el
concepto de lo mesiánico que Benjamin está articulando. Tene
mos en primer lugar la afirmación del Fragmento teológico político
de que "en la felicidad todo lo terreno aspira a su ocaso [im Glück
erstrebt a/les lrdische seinen Untergang] ''*. Este ocaso no sucede
una sola vez, sino que continúa ocurriendo. Es parte de la vida
misma, y bien puede constituir precisamente lo que hay de sagra-
hecho hace al asesinado, sino en lo que hace a Dios y al hechor". Sigo aquí a
Oyarzún, ante la ambigüedad de la traducción de M urena y la coincidencia del
primero con el argumento de Buder.
• Walter Benjamin, Selected Writings, op. cit. , pp. 3 1 2- 1 3 [Oyarzún, p. 1 4 1 ] .
90
do en la vida, aqu ello que "el alma de lo viviente" significa. Para el
Benjamin del Fragm ento, el ho mbre individual interior, tocado
por la cuestión ética, es el locus de la intensidad mesiánica. Esto
hace sentido si tenemos presente la lucha solitaria con el manda
miento que constituye para Benjamin la responsabilidad, cues
tión en que resuena la postura levinasiana y que permanece radi
calmente distinta de, y opuesta a, la obediencia constreñida. La
intensidad mesiánica del hombre individual interior está condi
cionada por el sufrimiento, entendido este como infortunio o
destino. Sufrir a causa del destino es precisamente no ser causa
del propio sufrimiento, sino sufrir fuera del contexto de la culpa,
como consecuencia de accidentes o poderes que superar nuestro
control. Cuando el destino logra crear derecho positivo, sucede
una transformación significativa de este concepto de destino. El
derecho forjado por el destino consigue hacer que el sujeto se crea
responsable de su propio sufrimiento, que su sufrimiento es causa
y consecuencia de sus propios actos. En otras palabras, el destino
inflige un sufrimiento que entonces es, a través del derecho, atri
buido al sujeto como su propia responsabilidad.
Evidentemente, esto no quiere decir que no exista respon
sabilidad -o que no debiera haberla, sino todo lo contrario. Pero
el objetivo de Benjamin es mostrar al menos tres cuestiones inte
rrelacionadas: (1) que la responsabilidad debe entenderse como
una forma de lucha solitaria, incluso anárquica, con una deman
da ética, (2) que la obediencia coaccionada o forzada asesina el
alma y socava la capacidad de una persona de llegar a acuerdo con
esta demanda ética que se le ha impuesto, y (3) que el marco de la
responsabilidad legal no puede reparar ni rectificar la totalidad
de las condiciones del sufrimiento humano. El sufrimiento al que
Benjamin se refiere es coextensivo a la vida, pero no puede resol
verse en ella, y tampoco se le puede atribuir una causa legal o
teleológica adecuada. No hay razón suficiente para este sufrimiento,
ni la habrá con el tiempo. Lo mesiánico tiene lugar precisamente
en esta juntura, cuando el ocaso parece ser eterno.
91
En el Fragmento, el ocaso perpetuo de la felicidad h uma
na fija la caducidad como eterna. Esto no quiere decir que sólo o
siempre hay ocaso, sino que el ritmo de la caducidad es recursivo
y no tiene fin. Lo que se llama inmortalidad corresponde, desde
esta perspectiva, a "una [restitución] mundana, que conduce a la
eternidad de un ocaso, y el ritmo de esta mundanidad eterna
mente caduca, caduca en su totalidad, en su totalidad espacial,
pero caduca también en su totalidad temporal; el ritmo de la
naturaleza mesiánica es la felicidad"*. Benjamin entiende que la
felicidad se deriva de esta aprehensión del ritmo de la caducidad.
En efecto, la dimensión rítmica del sufrimiento constituye la base
de la forma paradojal de felicidad con la que está emparejada. Si
el ritmo de lo mesiánico es la felicidad, y si el ritmo consiste en la
aprehensión de que todo debe necesariamente pasar, experimen
tar su ocaso, entonces este ritmo, el ritmo de la caducidad misma,
es eterno, siendo precisamente lo que conecta la vida interior de
una persona -la persona que sufre- con lo eterno. Esto parece
ser válido para ese sentido restringido de la vida que es invocado
por el mandamiento. No es lo contrario de la "mera vida", dado
que la caducidad le es propia, sino de una mera vida experimenta
da como ritmo de la caducidad, lo que suministra una perspecti
va contraria a la postura de que la vida en sí es pecaminosa, que la
culpa debe atarnos a la ley, y que el derecho debe entonces ejercer
una violencia necesaria sobre la vida.
Hay, pues, una especie de correlación entre la vida inte
rior y un sufrimiento eterno, es decir, no restringido a la vida de
tal o cual persona. La vida interior, entendida a partir de ahora
como sufrimiento, es también la irreductible condición de la lu
cha contra el mandamiento de no matar; aun cuando se lo trans
greda, el mandamiento debe sufrirse. Esta lucha solitaria y su
friente es también el sentido de un anarquismo que impulsa mo
vimientos fatales para el derecho coactivo. El derecho coactivo
* !bid. , p. 3 1 3 [Oyarz.ún, p. 1 4 1 ] .
92
busca transformar todo sufrimiento en falta, todo infortunio en
culpa. Extendiendo la responsabilidad más allá del dominio que
le compete, el derecho positivo vence la vida y su necesaria cadu
cidad, tanto su sufrimiento como su felicidad. Transforma a los
suj etos en piedras dolientes* . Al determinarlo como responsable
de su sufrimiento, este derecho positivo produce un sujeto transi
do de culpa, compelido a hacerse responsable de infortunios que
no son obra suya, o convencido de que, por su propia voluntad,
podría poner fin a todo sufrimiento. Mientras es innegable que
los hombres se hacen daño unos a otros, no todo lo que uno sufre
puede remontarse a las acciones de otro. La expiación de la culpa
mediante la violencia divina tiene lugar cuando a la noción ego
céntrica del sujeto como causa dañina se opone la conciencia de
un sufrimiento que ningún enj uiciamiento podrá aplacar. Esta
expiación libera al sujeto del narcisismo fugitivo de la culpa, y
promete devolverlo a la vida, pero no a la mera vida, ni a un más
allá eterno, sino una vida en el sentido de la sagrada caducidad.
Que la caducidad sea eterna significa que nunca llegará a su fin,
en tanto ella inflige ritmo a toda vida. Así, Benjamín no defiende
la vida de la muerte, sino que encuentra en la muerte -si no en
la felicidad- el ritmo de la vida; una felicidad que, para el sujeto,
supone una expiación de la culpa que resulta en la desarticulación
del sujeto mismo, en la descomposición de su existencia pétrea.
En algunos escritos tempranos, Benjamín se refiere en el
campo del arte a algo llamado "violencia crítica", e incluso "vio
lencia sublime"18• Lo que está vivo en la obra de arte se mueve
contra la seducción y la belleza. Sólo como resto petrificado de la
vida, puede el arte proferir alguna verdad. La obliteración de la
belleza supone la obliteración de la semejanza que constituye lo
93
bello, así como la obliteración de la culpa supone la obliteración
de las huellas, de modo que a fin de cuentas signos y huellas
deben borrarse para que la obra de arte manifieste su verdad. Esta
verdad toma la forma del lenguaje, de la palabra en sentido abso
luto (una perspectiva que demuestra ser problemática si quere
mos comprender el campo visual como distinto del campo lin
güístico) . Esta palabra, en el sentido que Benjamin le da, otorga
una unidad organizacional a lo que aparece, aun cuando ella mis
ma no aparezca; constituye una idealidad incrustada en la esfera
de la apariencia como estructura organizadora.
En Para una crítica de la violencia la palabra es el manda
miento -el "No matarás". Pero este mandamiento sólo puede
recibirse si se entiende como una especie de idealidad que organi
za la esfera de la apariencia19• Lo que es sagrado en la caducidad
no se halla fuera suyo, pero tampoco es reductible a la mera vida.
Si la condición de "mera vida" debe ser superada por la caducidad
sagrada, entonces se sigue que la mera vida no j ustifica el manda
to que prohíbe matar. Al contrario, el mandamiento se dirige a
aquello que hay de sagrado y caduco en la vida humana, aquello
que Benjamin llama el ritmo de lo mesiánico y que constituye el
fundamento de una aprehensión no coactiva de la acción huma
na. Benjamin parece sugerir que la noción de una caducidad ex
tramoral admite una aprehensión del sufrimiento humano que
exponga los límites de una noción de moralidad basada en la cul
pa, la metalepsis de una causalidad moral que produce parálisis,
autocrítica y lamento infinito. Y sin embargo, pareciera que Ben
jamin conserva algo de este lamento infinito. Después de todo,
Níobe no sólo deplora lo que ha hecho, sino que también llora su
pérdida. La caducidad excede la causalidad moral. Como resulta
do, es posible que las lágrimas de Níobe suministren una figura
1'' Benjamin escribe que "en codas las lenguas y en sus formas, además de lo transmi
sible, queda algo imposible de transmitir" , y que se refiere al "núcleo del lenguaje
puro" . Walter Benjamin, "La tarea del traductor", Escritos escogidos, op. cit . , p. 1 22.
94
que nos permita entender la transición de la violencia mítica a la
violencia divina.
Níobe se ufana de ser más fecunda que Latona, y ésta
envía a Apolo a asesinar a sus siete hijos. Níobe continúa jactán
dose, y Latona envía a Artemisa a asesinar a sus siete hijas, aunque
algunos señalan que una de ellas, Cloris, sobrevivió. El esposo de
Níobe su suicida, y luego Artemis torna a Níobe en una roca tal,
que de ella brotan lágrimas eternamente. Uno podría decir que
N íobe ocasiona su propio castigo, siendo culpable por su arro
gante presunción. Pero el hecho es que Latona es quien sugiere
dicho castigo y quien ordena la muerte de los hijos de Níobe. Y
son, además, sus hijos, Apolo y Artemisa, quienes implementan
su autoridad legal, constituyendo su legitimidad retroactiva. Sólo
a través de ese castigo emerge el derecho, produciendo una culpa
y un sujeto punible que encubre y al mismo tiempo visibiliza la
violencia que crea derecho. Si la violencia divina no está implica
da en la creación de derecho, sino que pone en movimiento lo
mesiánico como poder de expiación, entonces el poder divino li
beraría de su culpa al sujeto castigado.
¿Cómo sería la expiación de Níobe? ¿ Podemos imaginar
la? ¿Sería necesario para la justicia una conjetura, es decir, la aper
tura a la posibilidad de conjeturar? Sólo podemos imaginar que la
roca se disolvería en agua, y que su culpa daría lugar a un sinfín
de lágrimas. No cabría preguntarse qué hizo para merecer ese
castigo, sino qué sistema penal le inflige tal violencia. Podemos
imaginarla rebelándose para impugnar la brutalidad de la ley, o
también derramando la culpa de su arrogancia en un furioso re
chazo de la autoridad que ha sido ejercida en su contra, así como
llevando un duelo sin fin por la pérdida de esas vidas. Si esa pena
no tiene fin, quizás es también perenne, incluso eterna, y en ese
punto su pérdida es también parte del "ocaso" que la vincula con
los ritmos de destrucción que constituyen lo que hay en la vida de
sagrado y lo que hay en ella de felicidad.
Existen todavía muchas razones para expresar cierta inca-
95
modad con los argumentos que Benjamin presenta en este ensayo
temprano, en tanto no nos dice si es obligatorio oponerse a toda
violencia legal , si respaldaría ciertas formas de obligación que co
activamente restringen la posibilidad de hacer violencia a quienes
detentan el poder, y si los sujetos debieran o no estar constreñi
dos por el Estado. Claramente, no está ofreciendo un plan para el
futuro, sino sólo otra perspectiva del tiempo. Este ensayo termina
con una nota de destrucción más que de transformación, y nin
gún futuro se elabora en él. Pero esto no quiere decir que no pue
da haber futuro. Previamente, Benjamin ha señalado que, para
Sorel, la huela general proletaria implica una clase de violencia
que es "en tanto puro medio . . . no violenta" . Explicando esta cues
tión, dice: "Porque ésta no se produce con la disposición de reto
mar -tras concesiones exteriores y algunas modificaciones en las
condiciones laborales- el trabaj o anterior, sino con la decisión
de retomar sólo un trabajo enteramente cambiado, un trabajo no
impuesto por el Estado, revuelta que este tipo de huelga no tanto
provoca sino que realiza directamente"*.
La consumación de esta revuelta vincula la huelga general
con la violencia divina. Esto último también rompe con los mo
dos coactivos de aplicación de la ley y abre un sentido del tiempo
que socava la estructura y predicción teleológicas. Específicamen
te, lo mesiánico frustra el despliegue teleológico del tiempo (el
Mesías nunca llegará a tiempo) . Lo mesiánico vincula la expia
ción , la culpa, la retribución y la coacción con una caducidad
eterna o recurrente, ampliando así el concepto de sufrimiento.
En este sentido, su crítica de la violencia legal nos compele a
suspender lo que entendemos por vida, pérdida, sufrimiento y
felicidad, para preguntarnos por la relación entre sufrimiento,
"ocaso" y felicidad, cómo la caducidad permite oponer aquello
que tiene valor sagrado, a aquello que, por obra de la violencia de
* Walter Benjamin, "Critique ofViolence", Sekcted Writings, op. cit. , p. 246 [Murena,
p. 1 70] .
96
Estado, marchita la vida y perpetúa la pérdida. La caducidad sa
grada bien podría funcionar como un principio que nos muestra
qué hay en la mera vida que vale la pena proteger de la violencia
de Estado. También explicaría por qué el mandamiento "No ma
tarás" no opera como fundamento teleológico de la acción revolu
cionaria, sino como base no teleológica para la aprehensión del
valor de la vida. Cuando el sufrimiento que uno experimenta lle
ga a entenderse como recurrente, incluso eterno, ritmo de ocaso,
entonces se sigue que el propio sufrimiento pueda ser dispersado
en un ritmo de sufrimiento recurrente, que uno no sea afligido ni
más ni menos que cualquier otra persona, y que el punto de vista
en primera persona sea descentrado -disipando tanto la culpa
como la venganza. Si este ocaso recurrente da a la vida su ritmo de
felicidad, esta no sería exclusivamente personal.
Quizás podamos distinguir en el argumento de Benjamin
las condiciones de la crítica, habiendo ya desechado la postura del
derecho positivo para preguntarnos sobre la violencia que le da su
legitimidad y su poder de auto-preservación. El derecho legitima la
violencia perpetrada en nombre de la ley, al tiempo que la violencia
deviene la forma en que el derecho se instituye y se legitima a sí
mismo. Este círculo se quiebra cuando el sujeto logra romper las
cadenas del derecho, o las encuentra de golpe abiertas o descerraja
das, o cuando es la multitud quien toma el lugar del sujeto y recha
za poner en práctica las demandas del derecho, luchando con otro
mandamiento cuya fuerza es definitivamente no despótica. El indi
viduo que lucha con el mandamiento está ligado al pueblo que
opta por una huelga general, en tanto ambos rechazan la coacción
y, al hacerlo, ejercen una libertad deliberativa que por sí sola cons
tituye el fundamento de la acción humana. Benjamin señala que
bajo las condiciones de una huelga general rigurosa, y en particular
si el militarismo rechaza hacer su trabajo, "una omisión en la ac
ción, un no obrar, [ . . ] no puede ser definido como violencia*.
.
97
Aunque denominamos la huelga como "acci6 n" contra el Estado,
ella es más bien, como señala Werner Hamach er, una omi si6n20,
un fracaso en mostrar, en aceptar, en respaldar y, finalmente, en
perpetuar un estado de derecho. Si esta negativa a actuar es en sí
misma violenta, entonces ella se dirige contra el imperativo mis
mo de actuar, lo que constituye una forma de relevar al derecho
de su poder y su fuerza, negándose a instituirlo una y otra vez,
rechazando las operaciones reiterativas por medio de las cuales el
derecho se crea y se perpetúa en el tiempo. El derecho puede
"colapsar", y lo hará; el derecho tendrá su "ocaso", lo que vincula
rá esta acci6n con la destrucci6n de lo que ha existido hist6rica
mente en nombre de un tiempo nuevo y distinto -una "revuel
ta'' , como señala Benjamin. Ofrecer una crítica es interrumpir y
contravenir el poder preservador de derecho, retirar la propia com
plicidad con el derecho, ocupar una criminalidad provisional que
fracasa en preservar el derecho, propiciando así su destrucci6n. El
abrupto final del ensayo de Benjamin podría entenderse como
representaci6n del tipo de súbita finalizaci6n que es la violencia
divina, la verdadera operaci6n de la crítica del modelo de una
destrucci6n y una revuelta que contraviene al tiempo teleol6gico.
Imaginen, si pueden, que Apolo y Artemisa le dicen a
Latona que se calme, y rechacen acatar su mandato o que el ejér
cito, negándose a romper una huelga, efectivamente vaya él mis
mo a huelga, deponga sus armas, abra las fronteras, rechace cerrar
los puntos de control, aliviando a todos sus miembros de la culpa
que mantiene a la obediencia y la violencia de Estado en su lugar,
y los instruya para refrenar sus acciones, ya sea por el recuerdo o
por la anticipaci6n de la pena y el duelo, y que todo esto sea
hecho en nombre de lo viviente.
98
Tempestades
99
fensa está al servicio de la legitimación del Estado, es siempre
correcta y siempre legítima, en tanto actúa en nombre del Esta
do. Esto conduce a peligrosas consecuencias. Por supuesto, no
estoy argumentando a favor de la auto-destrucción como meta;
eso sería absurdo. Pero sí estoy a favor de un modo de pensar y de
actuar políticamente que no asuma que la defensa propia y la
auto-destrucción son las únicas dos alternativas posibles. En una
dialéctica tan estrecha, ningún pensamiento es a fin de cuentas
posible -y ciertamente no hay una posición que defender.
¿Es posible volvernos a los trabajos tempranos de Benja
min para pensar sobre el perdón y la expiación, y luego pasar a
considerar la reparación y sus tretas a la luz de los ataques milita
res recientes? Para esto, quisiera retornar a la figura de la "tempes
tad" en los textos tempranos de Benjamin. Conocemos esta figura
por el ángel en las Tesis sobre la filosofía de la historia, donde "una
tempestad sopla desde el Paraíso", una tormenta que "se ha enre
dado en sus alas y es tan fuerte que el ángel ya no puede plegar
las"21 . ¿Qué hay de extraño en este emparejamiento de la violen
cia y el paraíso? El ángel no puede hacer frente al futuro, sino sólo
al pasado, y en lugar del desarrollo progresivo de nuestro sentido
usual de la historia, sólo ve "ruinas" que crecen "hasta el cielo".
Que la tempestad sea aquello que "llamamos progreso" es tam
bién muy sorprendente, considerando que hay un mirar hacia
atrás y una acumulación de despojos. Y que se nos pida, en cierto
sentido, entender que la tempestad sopla desde el "paraíso" no
deja de ser seductor, en tanto el paraíso se halla aquí entre un
cerro de escombros, un pasado que, por así decir, aumenta a me
dida que avanzamos -pero al revés- en el tiempo. Si en otra
parte Benjamin aclara que el progreso constituye una noción li
neal de tiempo que establece la homogeneidad y la continuidad
como sustancia de la historia, entonces la noción de "progreso" ,
21
Walter Benjamín, "Theses on che Philosophy of Hismry" , 11/uminations, crans.
Harry Zohn, New York, Schocken, 1 969 [Oyarzun p. 44]
1 00
introducida por esta ángel boquiabierto, perplejo, empujado contra
su voluntad, irresistiblemente, contradice la que es propia de los
conceptos de desarrollo histórico y sujeto volitivo. Parece impor
tante, también, que sean las figuras de la tempestad y la del ángel
cuyas alas están en ella enredadas, las que se opongan a la marcha
conceptual que -se supone- constituye el progreso, tanto del
desarrollo capitalista como de ciertas visiones materialistas de la
historia.
¿ En qué sentido, entonces , sopla la tempestad desde el
paraíso? ¿Está el paraíso enviando un mensaje? De ser así, ¿es si
milar al que encontramos en Kafka, ese mensaje imperial que nunca
llega del todo, en tanto está enredado en una arquitectura infi
nitamente comprimida e impenetrable? Si hay algo que está sien
do socavado, ¿es quizás el avanzar mismo? ¿Y cómo debemos con
siderar esta cuestión, mucho menos entenderla como metáfora de
una especie de mesianismo? En efecto, si la figura de la tempestad
es el medio a través del cual Benjamín introduce una noción par
ticular de lo mesiánico, estaríamos en lo correcto si pensáramos
que lo mesiánico no es equivalente al progreso, y que cualquier
destrucción que produzca será de algo que es, en sí mismo, des
tructivo. En las mismas tesis, Benjamín se inclina a favor de la
siguiente afirmación como parte de su resistencia ante el fascis
mo: "estará ante nuestros ojos, como tarea nuestra, la producción
del verdadero estado de excepción" y "la chance de éste [el fascis
mo] consiste, y no en última instancia, en que sus adversarios lo
enfrentan en nombre del progreso como ·norma histórica"*. Si el
progreso es una norma de esta clase, se sigue que cierta historia,
necesariamen te, producirá al futuro que habrá de superarla. Es
esta creencia la que se encuentra ahora en ruinas, y esa destruc
ción es lo que el ángel vislumbra con claridad. Ningún desarrollo
histórico superará al fascismo, sólo un estado de excepción que
rompe con cierta fe en este desarrollo histórico. ¿Podemos enten-
101
der este estado de excepción, boquiabierto, perplejo, irresistible,
en términos de lo mesiánico -no lo mesiánico que está "por ve
nir" sino, más bien, el carácter mesiánico del ahora, lo que Benja
min llama "tiempo ahora" ? Lo que se desprende del tipo de crítica
del progreso que Benjamin propone, es "un concepto del presen
te como 'tiempo ahora', en que están regadas astillas del [tiempo]
mesiánico" * .
Benjamin volvió, una y otra vez, a l a cuestión de l o mesiá
nico, asociándolo en su trabajo temprano con el perdón y la pér
dida de la memoria, pero desplazándose en las Tesis de filosofla de
la historia hacia la importancia de rescatar del olvido una historia
marginada. En estrecho contacto con Scholem, quiso compren
der el mesianismo en sus primeros años (1913-1920) como liga
do al problema del perdón. Y este perdón es formulado contra el
castigo, menos como su opuesto que como su exterioridad. Si
"progreso" y "desarrollo" siempre comprenden el presente en tér
minos del futuro que este hace emerger, o del pasado que lo en
gendra, entonces la punición también instala al presente bajo la
luz de un pasado dañino o y de un futuro de venganza y compen
sación. Hacia 1921, era evidente que la expiación que Benjamin
halló en el perdón estaba vinculada con la huelga radical, aquella
que liberaría al obrero y al ciudadano de los lazos que lo constri
ñen a un aparato de Estado opresivo, poniéndolo en suspenso. El
objetivo no era rechazar tal o cual política de Estado, sino negar el
Estado mismo, negación que implica liberarse de los lazos de cul
pa sobre los cuales el régimen legal se erige. Uno no puede libe
rarse de tales lazos sin antes decir "no" al Estado; pero para decir
"no", uno ya debe haberse liberado, o al menos estar en proceso
de hacerlo. Una cosa no lleva a la otra, sino que ambas se condu
cen a la vez, y es el tiempo de este "a la vez" lo que constituye el
tiempo presente de la excepción.
Fundamentalmente, este acto de "perdón" es imaginado
1 02
como una "tempestad" -la primera "tempestad" que puedo en
contrar en la obra de Benjamin-, cuyo efecto es erradicar toda
huella de culpa, toda cifra que pueda retrotraerse a una falta. Uno
podría esperar que la tempestad dejara algunas ruinas o escom
bros, pero, extrañamente, su peculiar potencia es la de erradicar
toda huella de delito. Benjamin se refiere, por ejemplo, a la "in
conmensurable significación del Juicio Final, de ese día sucesiva
mente postergado que con gran determinación huye hacia el fu
turo tras las consumación de cada falta". El j uicio final, entonces,
no llega del todo; es una cita permanentemente postergada que,
de este modo, supera la idea de un día en que habrá un último
aj uste de cuentas, en que los daños serán compensados y el casti
go sobrevendrá (sea lo que sea) . Si el Juicio Final es j ustamente el
día que nunca llega, la "tempestad del perdón" es lo que lo hace
imposible. Como el mensaje imperial de Kafka, el j uicio, feliz
mente, nunca llega, y el motivo parece ser que toda evidencia ha
sido destruida por esta tempestad. Finalmente, lo que ha sido
destruido es el proyecto mismo de la reparación.
Benjamin escribe que "el significado [del Juicio Final] no
se revela en el mundo de la ley, donde gobierna el castigo, sino
sólo en el universo moral, donde el perdón viene a su encuentro.
Con el objeto de luchar contra el castigo, el perdón encuentra en
el tiempo un poderoso aliado. Pues el tiempo, en que Ate [cegue
ra moral] persigue al malhechor, no es la calma solitaria del te
mor, sino la tempestuosa tormenta del perdón que precede al
ímpetu del Juicio Final y contra el cual ella no puede avanzar. Esta
tempestad no es sólo la voz en la que se ahoga el grito de terror del
malhechor; ella es también la mano que borra las huellas de sus deli
tos, aun si ello implica devastar el mundo en ese proceso "J.2•
Difícilmente el perdón sea una cuestión serena. Cual
quier expectativa de que el perdón sea alcanzado cuando las pa-
22
Walcer Benjamin, ''The Meaning ofTime in che Moral Universe", Walcer Benjamin,
Selected Writings, pp. 286-287. Énfasis de Butler.
1 03
siones se apaciguan, es socavada por la figura de la tempestad que,
siendo a la vez natural y divina, está también compuesta de rasgos
humanos: una voz y una mano. La voz es claramente fuerte, de
modo tal que el perdón es aquello que, literalmente, sobrepasa
audiblemente el grito que profiere el terror al castigo, pero tam
bién, en cierto modo, una mano que tiene el poder de obliterar
las faltas, un poder destructivo que debe devastar el mundo si
quiere erradicar las huellas de sus transgresiones. Esta tempestad
no es exactamente una figura de lo divino, aunque transluce cier
tas fuerzas claramente divinas; si hay aquí una figura divina, no es
una de castigo. En efecto, al final no es mucho lo que sabemos de
Dios, pero sí sabemos de esta tempestad, que parece tener rasgos
humanos y divinos emparejados en modos difícilmente concep
tualizables -no como el famoso Odradek de Kafka, que era en
parte humano, en parte bobina de hilo, sin plegarse a una morfo
logía reconocible. Más importante resulta que esta tempestad del
perdón constituye una alternativa radical a la estrecha economía
de expiación y castigo23•
Si esperamos que esta noción de lo divino ratifique la no
ción del Dios Judío vengativo, debemos considerar que hay otro
Judaísmo obrando aquí. Esta tempestad, con su mano y su voz,
finalmente metaforiza el tiempo mismo, un tiempo que está libera
do de los ciclos de la reparación, que oblitera la culpa y todas sus
huellas (un tiempo, en otras palabras, que constituirá una versión'.
alternativa de lo mesiánico) , un tiempo cuya voz sofoca el grito
humano de terror. Si es este algún tipo de Dios cuya furia ruge a
través de la historia como la tempestad del perdón, entonces no es
un Dios vengativo, sino un Dios que busca destruir la venganza
misma. Y, de ser un Dios, está en guerra con otro, uno que se
2·'Para una discusión más extensa de la cuestión del perdón, véase Judirh Burler,
" Beyond Seducrion and Moraliry: Benjamin's Early Aesrherics" , Dominic Willsdon
y Diarmiud Cosrello (eds . ) , The Life and Death of lmages: Ethics and Aesthetics,
!chaca, Cornell Un iversiry Press, 2008.
1 04
opone a los relámpagos de la ira divina, que la anticipa, borrando
las marcas de los delitos y frustrando los planes de venganza.
Esta figura de lo divino es equivalente al tiempo, un tiem
po que obra a pesar de la remembranza y el olvido humanos. Esta
versión del tiempo trae perdón sólo porque no está determinada
por la experiencia humana del tiempo, porque es un tiempo indi
ferente a lo humano, aun cuando toca a toda vida humana, un
tiempo que no es recordado (o recordable) ni olvidado (u olvida
ble) . Sólo esa clase de tiempo es expiatorio; ostenta el poder de
extinguir las huellas de toda falta y, de este modo, ayuda a com
pletar el proceso del perdón. El pasado es perdonado en tanto es
obliterado, pero no porque un grupo de hombres haya aj ustado
cuentas con él, es decir, no porque se haya alcanzado un acuerdo
social. Lo irresoluble persiste como tal, pero deja de importar. El
tiempo, para Benjamin, contribuye, en modos del todo misterio
sos, a completar el proceso del perdón, aunque nunca de reconci
liación24.
Leyendo Haaretz, el diario israelí, en el verano de 2006,
uno encuentra que la mayoría de los debates sobre la guerra trata
ban sobre por qué Israel no era más efectivo en ganar la guerra, si
había ganado la guerra, si había perdido su eficiencia militar, y de
quién era culpa esto último. Se discute muy poco si la guerra
estaba justificada, o cómo lidiar con la destrucción de las vidas y
los medios de existencia del sur del Líbano. Algunos escritores
afirman cínicamente que Hezbollah infiltró los pueblos y asenta
mientos, y que utilizó a las poblaciones del sur del Líbano como
escudos humanos. El mismo argumento emergió en Gaza duran
te y después de la Operación Plomo Fundido: se dij o que los
palestinos utilizaban a niños como escudos humanos en las plazas
públicas. ¿ Podemos decir que los puestos de avanzada a lo largo
de la frontera norte de eso que se llama Israel están también llenos
de escudos humanos? ¿Y los soldados que aceptan servir en esas
21 J b ld, p. 287.
1 05
áreas, son también, en ese mismo sentido, escudos human os? Si
equiparamos toda vida destruida en una guerra con la noción de
escudo humano, entonces me parece que ya tenemos una j ustifi
cación para el asesinato, en tanto todos aquellos que se cruzan en
el camino de una bomba lo hacen a propósito, están ahí estratégi
camente y con un objetivo preciso, y no son considerados objeti
vos bélicos, sino escudos, instrumentos de guerra. Y en este pun
to ya no hay cabida para la indignación por la destrucción de la
vida humana -y aquí, diría incluso, no cabe indignación por la
destrucción de la vida a ambos lados de esa frontera-, en tanto
toda vida humana ha sido instrumentalizada como parte de la
guerra y, como resultado, ha dej ado de ser una vida que vale la
pena proteger, precaria, carente, una vida que vale la pena apre
ciar y lamentar. Es chocante que las vidas de los soldados israelíes
sean personificadas, se les den nombres y familiar, que sean abier
tamente lloradas, mientras que las vidas de los soldados y civiles
libaneses y palestinos permanezcan anónimas, efectivamente no
lamentables.
Actuar o vivir en el "nombre de lo viviente" deja abierta la
pregunta por quién, finalmente, es considerado como viviente.
Uno no dice "vida para los judíos y no para los otros" , y cierta
mente no dice "vida para los israelíes y no para los otros" . Clara
mente, la vida implica caducidad, y es precisamente porque la
vida puede perderse con tal facilidad y rapidez, que ella debe
atesorarse. Que la vida pueda extinguirse no le resta valor, sino
que la enriquece. El mandamiento "No matarás" impone la fuerte
obligación de distinguir los verdaderos momento de legítima de
fensa propia, de su uso cínico al servicio de una agresión infinita
mente auto-legitimada. Si todo acto de matar es proactiva y re
troactivamente llamado defensa propia, entonces la defensa pro
pia ya no opera como una justificación válida para matar. Cual
quier y todo acto de matar es j ustificado y aprobado por uno que
considera toda violencia como defensa de sí mismo.
¿ Pero qué es este "sí mismo" que debe defenderse, y qué
1 06
tipo de "sí mismo" queda una vez efectuada la matanza? ¿Será que
la defensa propia no conduce a la preservación, sino a la autodes
trucción? Y para entender este "sí mismo" , ¿debemos preguntar
nos también cómo se define, en función de qué fronteras? La fron
tera constituye siempre un modo de mantener una relación con
lo que ella excluye. Así pues, quienes viven del otro lado del muro
o a quienes se le restringe su ciudadanía de este lado del muro,
definen ese "sí mismo" que busca preservarse. Desafortunadamen
te, se preserva a "sí mismo" preservando la frontera, que es, des
pués de todo, una relación con los excluidos y los subyugados que
debe actualizarse cada día y cuyos efectos de permanencia deben
cultivarse a través de instituciones y prácticas militares. Enton
ces, lo que "se defiende" es un modo de subyugación encubierta,
sin la cual el yo no puede sobrevivir. Así y todo, esta subyugación
puede y debe llevar a la resistencia a este status quo, convirtiéndo
se en el espectro de esa autodestrucción. Dado que no hay "sí
mismo" sin límite, y que ese límite siempre es lugar de múltiples
relaciones, no hay "sí mismo" sin vínculos. Si el "sí mismo" busca
defenderse de este punto de vista, entonces niega el modo en que
está, por definición, vinculado a otros. Y, mediante esta negación,
el "sí mismo" es puesto en peligro, viviendo en un mundo en que
las únicas opciones son destruir o ser destruido.
1 07
Beauvoir sobre Sade
La sexualidad como una ética
1 09
este ensayo plantea esta pregunta pocos años después de la segun
da guerra mundial, un período en que millones de seres humanos
fueron gaseados y quemados y los libros fueron incinerados en
esfuerzos rituales para purificar el Estado nazi alemán de aquellos
otros no deseados (j udíos, gitanos, homosexuales, comunistas ,
discapacitados, los no arios, los soldados d e l a resistencia) . Cómo
la misma Beauvoir lo establece, el propio hijo de Sade se encarga
de quemar 10 volúmenes de su última obra Les joumées de Florbe
lle en un acto de repudio. Si quemamos a Sade, quemamos libros
y tal vez, por implicación, nos asociamos con aquellos quienes
buscar alcanzar formas de pureza social expulsando violentamen
te parte de la población y de lo que ellas representan o creen.
Entre otros, Albert Camus, cuya política pertenece a aque
lla de la resistencia de izquierda, identifica a Sade como alguien
que prefigura la crueldad sistemática y masiva del régimen nazi.
Desde su perspectiva, publicada antes que la de Simone de Beau
voir, no tiene ningún sentido romantizar a Sade como un filósofo
antiautoritario de la libertad como lo hicieron algunos miembros
del movimiento surrealista: "Con dos siglos de anticipación y en
una escala reducida, Sade exaltó la sociedad totalitaria en el nom
bre de un frenesí libertario que la rebelión de hecho no demanda.
Con él la historia y la tragedia de nuestros tiempos realmente
comienzan" 1 • Aunque Beauvoir no responde directamente al en
sayo de Camus, ella claramente no está de acuerdo que Sade per
tenece a uno de los momentos inaugurales del fascismo moderno.
De hecho, ella toma distancia tanto de las tácticas fascistas como
de la izquierda moralista cuando rechaza quemar a Sade. Este
rechazo es una manera de insistir en la importancia del desafío de
pensar lo que la obra de Sade entrega. Claramente, para Beauvoir
"quemar" obras que nos perturban no es la solución para el femi
nismo ni para el humanismo existencialista y la política progre-
1 Albert Camus, ''Lhomme revoleé", en R. Quillot y L. Faucon (ed.) Essais d' Albert
Camus, Paris, Gallimard- Pléiade, 1 965, p. 4 57.
1 10
sista con la que se relacionó. Al establecer esta pregunta de este
modo y en aquel tiempo, Beauvoir deja claro que el feminismo y
la filosofía no deberían participar de trincheras anti-intelectuales,
se debería estar a distancia de prácticas inquisitorias y que la tarea
intelectual es permanecer abierto a la dificultad de la condición
humana.
Dicho ahora en una lengua norteamericana, la pregunta
de si debemos o no quemar los libros de Sade se vuelve también
una pregunta de los derechos de la primera enmienda. ¿ Debería
mos aceptar como parte del intercambio público de ideas la pro
mulgación de perspectivas que encontramos difíciles de aceptar o
que incluso aborrecemos? ¿ Debemos quemar a Sade o podemos,
sin aceptar su punto de vista, aprender de ella? ¿ Debemos que
mar a Sade, o podemos leerlo y encontrar allí algo de importancia
para una filosofía feminista de la libertad, incluyendo una filoso
fía de la libertad sexual? Leer a Sade no es aceptar como verdad o
como correcto lo que él escribe, sino que tal vez, a través de la
reflexión sobre su obra y sus objetivos, se podría considerar desde
una perspectiva renovada la condición humana, fundamentalmen
te, en sus dimensiones de género y sexo, y así averiguar algo sobre
nosotros mismos y decidir nuestros objetivos en un espacio deli
berativo mucho más amplio.
Podríamos esperar que una Beauvoir feminista condenara
el cruel trato de Sade a las mujeres; su rechazo a comprometer a la
sexualidad en una esfera de respeto mutuo; su práctica de domi
nio y violencia en los dominios sexuales. Pero Beauvoir claramen
te piensa que deberíamos leer a Sade y de hecho lo hace en su
ensayo2• Leyendo a Sade deja claro que vale la pena leerlo. Ella no
sugiere que debemos condonarlo, o tomarlo como un modelo para
la acción, ni tampoco lo piensa como un ejemplo de la libertad
sexual. Al final, ella afirma que Sade comete un error en construir
2Simone de Beauvoir, ¿Hay que quemar a Sade?, Madrid, Editorial Visor, Traduc
ción de Francisco Sampedro , 2000.
una rebelión como un acto puramente individual, olvidando el
propio significado de "acción" y rechazando someterse a un elitis
mo cultural que apoye sus estrategias literarias y sexuales. Aun
que no es un modelo, Sade da la ocasión para observaciones re
flexivas en torno a la sexualidad en lo que tiene que ver con la
posibilidad de que un individuo pueda alcanzar un estatus abso
luto y soberano en ese dominio, o, en tanto singularidad radical
alcanzada ahí. Relacionada a esta pregunta aparece esta otra: ¿puede
alguien llegar a otro ser a través de la carne? ¿ Puede un encuentro
apasionado fundir la voluntad de otro? Beauvoir deja claro que
Sade es interesante para pensar crítica y constructivamente la sexua
lidad y la ética. Esta perspectiva podría parecer paradój ica. Po
dríamos estar tentados de asumir que su conducta no es ética y
que su disposición es patológicamente criminal. Beauvoir, sin
embargo, no está dispuesta a descansar en tal explicación. Un
aspecto sorprendente de su lectura es que el comportamiento de
Sade, tanto como su escritura, (otra forma de comportamiento) ,
están estructurados a partir de preocupaciones éticas. Incluso su
"sadismo" -para usar el neologismo anacrónicamente- debe ser
entendido como motivado y figurado por preocupaciones éticas.
Beauvoir nota que Sade siempre se está j ustificando, ofreciendo
una defensa del crimen a la luz de las condiciones sociales de su
época, apelando a otros para entender y aceptar su decisión y
ofreciéndose a sí mismo como ejemplo crítico a seguir.
Carrera de Sade
1 12
"Bourbon" en Francia. En 1724 antes del matrimonio, el padre
de Sade fue arrestado por cargos de sodomía (en las Tullerías). En
1733 los padres de Sade contrajeron matrimonio, y poco tiempo
después su padre comenzó un affaire. En 1 740, después de la
muerte de una hermana menor, nació "Sade" (Donatien-Alphon
se Franc¡:ois, Marqués de Sade) . Su madre sufrió de enfermedades
crónicas durante su infancia, y él fue criado en Avignon cerca de
Versalles por varios cuidadores. Después de estar baj o la tutela de
un abate, comenzó a asistir a la escuela en Paris en 1750. Luego se
unió al ej ército y alcanzó el grado de Capitán de la Caballería
Bourgone. En el ejército su comportamiento disoluto fue notado,
y en 1763 contrajo una enfermedad venérea. Reluctantemente,
se casó con Renée-Pélagie de Montreuil ese mismo año, pronto
comenzará a alquilar una cabaña para mantener otras relaciones
sexuales. En el año 1765 Sade estuvo muy endeudado, En 1768
el famoso "affaire Arcueil" toma lugar. Mantuvo una pequeña casa
en el pueblo de Arcueil y llevó gente, principalmente mujeres,
para mantener encuentros sexuales de variados tipos por los que
pagó. En una ocasión ve a una mujer trabajadora, Rose Keller y la
atrajo a su mansión en Arcueil con la promesa de empleo. Allí, de
acuerdo a su testimonio, fue atada y azotada; gritó descontrolada
mientras Sade le rociaba cera caliente en la espalda donde le fue
ron hechas heridas con un cuchillo. Después de un tumultuoso
orgasmo, Sade encerró a Rose Keller en una habitación de la cual
pudo escapar (logró llegar al muro del j ardín desde donde saltó
hacia la calle, ahí fue encontrada por un grupo de mujeres quie
nes la llevaron a la policía) . La subsecuente investigación produjo
un escándalo que fue seguido por los periódicos de Europa. Sade
fue encarcelado por seis meses y fue dejado en libertad como re
sultado de una petición especial hecha por miembros de su fami
lia con influencia en las autoridades reinantes. Después de esto,
Sade luchó contra el ostracismo social, las deudas, y se involucró
en duelos ilegales. Más tarde, en 1772, fue acusado de sodomizar
y envenenar a cinco prostitutas. Él evadió la ley por algunos me-
1 13
ses pero fue capturado y encarcelado. Escapó de prisión en 1773
para ser re-encarcelado en 1777, después de haber contratado,
con la ayuda de su esposa, a jóvenes empleadas domésticas a quie
nes abusó sexualmente. El permaneció encarcelado en Vincennes
por 12 años. Desde 1778 hasta 1789, Sade escribió algunos tra
bajos literarios importantes, incluso obras de teatro. Durante la
toma de la Bastilla, donde Sade estaba encarcelado, se dice que
incitó a la multitud desde la ventana de su celda. Después, fue
trasladado a otra prisión y luego fue liberado en 1790. En 1791
publicó su obra más importante, ]ustine ou les malheurs de la vertu
(Justine o los infortunios de la virtud) . Sade publicó panfletos
sobre el libertinaje y contra los usos restrictivos de las leyes. Fue
encarcelado nuevamente en 1793 pero, esta va, por su perspecti
va política. En 1795 publicó La philosophie dans le boudoir (La
filosofía del tocador) su más importante panfleto. En 1799 pu
blicó La Nouvelle ]ustine (La nueva Justine) j usto después fue en
carcelado por cargos de pornografía. En 1803, sin embargo, fue
trasladado al asilo de Charenton. En 1807 Les journées de Florbelle
{Los días de Florabella) , su última novela de 10 volúmenes, fue
requisada por la policía y quemada por su hijo. En 1811 Napo
león Bonaparte rechazó una apelación para la liberación de Sade.
En 1814 Sade murió en Charendon por ese tiempo mantenía
una relación pagada con una joven de 17 años de edad3•
3 Para una completa cronología de la vida de Sade, ver de Laurence Bongie, Sade: A
Biographical Essay. Chicago, Chicago Un iversity Press, 1 998 , pp. 27 1 -80.
1 14
cripciones barrocas y hasta tediosas de depravaci6n, son interrum
pidas por disquisiciones filos6ficas y políticas. Todas ellas contie
nen esta · fuerte dimensi6n didáctica, aconsejando al lector sobre
los mandatos de la naturaleza, el descontrol del impulso, el daño
hecho por la civilizaci6n y como la moralidad de la vida sexual
fuerza a los seres humanos. Aunque se podría concluir que Sade
tiene muy poco en común con el feminismo, es importante notar
que a pesar de ello Sade fue un defensor de la libertad sexual y de
los impulsos expresivos de los individuos. Además, Sade no crey6
que la sexualidad implicaba la satisfacci6n de los requerimientos
de la procreaci6n.
Beauvoir señala, de hecho, que para Sade "la sexualidad
no depende de la biología: es un hecho social"4• Con ello se refie
re al hecho de que siempre encontramos escenas en los escritos de
Sade en las que la gente planifica su sexualidad. Pero ella entiende
también que para él la sexualidad era parte de una "naturaleza"
que no es reducible a un impulso biol6gico. Beauvoir anota que
Sade utiliza el término "naturaleza" de diverso modo e incluso de
manera inconsistente. La sexualidad, por ejemplo, tiene una di
mensi6n natural, aunque nada en su organizaci6n natural ordena
la procreaci6n como forma social privilegiada o exclusiva. Para
Sade, hay dos tipos de impulsos naturales: el primero es expresi
vo, energético, desenfrenado; el segundo es de auto-preservaci6n
rechazando la destrucci6n del organismo. El impulso de auto
preservaci6n está frecuentemente al servicio de la civilizaci6n y la
moralidad. Como resultado, este tiende a combatir al impulso
expresivo o energético. Sade objeta a la civilizaci6n y sus leyes por
reprimir y dañar el lado energético de los seres humanos. Pro
mueve la libertad sexual, bajo el nombre de libertinaje, para con
trarrestar los daños de la civilizaci6n. Para Sade, según Beauvoir,
las leyes que buscan restringir la naturaleza y su crueldad no s6lo
hacen las cosas peor sino que propagan la crueldad en nombre de
1 15
la "j usticia'' . "En lugar de rectificar el orden primitivo del mun
do, las leyes no hacen más que agravar su injusticia"5• Parafrasean
do a Sade indica: "lejos de atenuar la crueldad humana, la socie
dad no sabe más que exasperarla levantando cadalsos. Verdadera
mente, no hace nunca más que oponer al mal un mal mayor" 6 •
El filósofo Michel Feher lo plantea del siguiente modo:
"si el libertinaje sadiano promueve placeres reprobables -sodo
mía, tribalismo, pasiones crueles, orgías, etc.- esto es principal
mente para luchar contra el desequilibrio "ecológico" producido
por una civilización represiva y una moralidad no natural"7• Al
grado que la naturaleza primaria se rebela contra la naturaleza
secundaria, la energía busca encontrar la fuerza represiva de su
"preservación" . Para preservar el organismo, de acuerdo a Sade, no
se requieren de leyes represivas. De este modo, Sade prefigura la
distinción freudiana entre Eros y Tanatos en Mds allá del principio
del placer (1920) en la que Eros -o la líbido- es contrarrestado
por la pulsión de muerte, que es asociada con la repetición, la
compulsión y el sadismo. Para Freud, el sadismo no se trata, pri
meramente, sobre el placer sino más bien sobre un "retorno" , a
través de medios repetitivos, a un estado des-individualizado del
organismo humano, un retorno a la naturaleza primaria. Sade
asocia sadismo con la individualidad pero también con la natura
leza. Para él la propia naturaleza es doble. Considera que el im
pulso primario, energético, es expresivo y potencialmente des
tructivo pero también entiende que esta primera naturaleza no
puede limitar su potencial destructivo en sí misma. En este senti
do, la primera naturaleza de Sade contiene la energía de Eros
también como la destrucción de Tanatos. Significativamente, para
ambos pensadores, la "civilización'' emerge no sólo para sujetar el
afecto, en términos de Freud, sino que para limitar su potencial
5 lbid. , p. 82
6 lbid. , p. 83
7 Michel Feher, "lntroduction: Libeninisms" en The Libertine Reaekr: eroticism and
Enlightnment in Eighteenth-Century France, New York, Zone Books, 1 997, p. 3 5 .
1 16
destructivo también. De este modo, Sade prefigura la crítica de
Freud de los costos libidinales y psíquicos de la civilización tal y
como lo desarrollará Freud en Civilización y sus descontentos (1930).
Pero mientras Freud va en favor de la civilización y la canalización
del impulso de muerte, Sade continua defendiendo el poder do
ble de un Eros natural para contrarrestar las leyes sociales represi
vas no naturales de la "civilización" . En términos de Feher, si
guiendo en esto a Sade, "el rechazo de la procreación y la destruc
ción de los seres organizados son así las formas de la conducta
humana más valiosas de la naturaleza" . Para Sade, no hay leyes
naturales de la prohibición: la prohibición es, por definición, siem
pre no natural y, por lo tanto, siempre sospechosa.
El libertinaje de Sade no es simple hedonismo: no celebra
la sensación sexual como tal sino que ofrece un enfoque sistemáti
co a la gratificación sexual, una ciencia sexual en aplicación, una
arquitectónica del encuentro sexual. Beauvoir insiste que Sade está
creando sus encuentros sexuales y que una extraña pero innegable
operación de "principio" está en funcionamiento en su planea
miento sexual y en la ejecución de sus actos criminales y sexuales.
De hecho, él es, en palabras de Beauvoir, un "amante frío y cere
bral"ª. Mientras que podríamos estar tentados a pensar que Sade
era un simple ejecutor de una "libertad desenfrenada", como Ca
mus sostiene, irracional e impulsivo. Es, tal vez, más perturbador
reconocer que hay un método en su "locura" , un esfuerzo delibe
rado y calculado para lograr algunos efectos. Lo inmediato de su
sentir está siempre organizado por un plan . No sólo Sade está
intensamente interesado en la tecnología del dolor corporal, so
bre la que escribe en detalle, sino que también se involucra en su
propia ciencia sexual, prediciendo y produciendo dolor y placer
en intervalos definidos a través de medios específicos. Él adquiere
maestría en este proceso, la que considera natural y científica a la
vez. Sade no sólo busca producir dolor y placer sino que busca
9 lbíd. , p. 5 1 .
IO
lbid. , p. 94.
11
lbid. , p. 67.
12
Ibíd., p. 8 8 .
l.l lbíd . , p. 4 1 .
1 18
dad, a la violencia ejercida a través de la falsa abstracción- Sade
j ustifica sus propios crímenes y su crueldad. É l se reprende por
no seguir los imperativos de la naturaleza adecuadamente y. de
este modo, se involucra también en un tipo de moral auto-flage
lante. En este sentido, tal vez perversamente, Sade se transforma
en un filósofo de la libertad para Simone de Beauvoir:
Pero antes que como poeta es como moralista como Sade busca
quebrar la prisión de las apariencias. La sociedad mistificadora y
mistificada contra la que se levanta evoca el man heideggeriano
en el que se disipa la autenticidad de la existencia, y en él se trata
también de recuperar ésta mediante una decisión individual 1 4 •
14 I bíd. , p. 9 5 .
1 19
de su sexualidad, por lo tanto usan la sexualidad como la clave
para comprender tácitos objetivos sicológicos de su obra, Beauvo
ir rechaza, sin embargo, esta perspectiva. La sexualidad no es la
clave, puesto que la sexualidad misma debe ser explicada. La ma
nera de explicarla, sin embargo, no es a través del recurso a la
infancia (eventos, influencias) , sino que situar todo esto en térmi
nos de un proyecto mayor que estructura y anima su vida1 5• Este
proyecto no siempre está en concordancia con lo que un indivi
duo podría pensar o decir que es. Es un asunto de interpretación.
Beauvoir nos ofrece un ejemplo de este tipo de análisis del modo
en que ella reconsidera a Sade. Beauvoir abre la pregunta de cómo
comprendemos esta vida a la luz de cómo él la vivió, cómo, en sus
diversos escritos y actos, él tomó una relación específica con sí
mismo.
Explicar a Sade
1 20
dición de autor y su sexualidad: "verdaderamente no es como au
tor ni como pervertido sexual que Sade se impone a nuestra aten
ción: es por la relación que ha creado entre estos dos aspectos de sí
mismo" 1 6 . De hecho, Beauvoir no trata de explicar su sexualidad,
dar un relato de su deseo a dominar prostitutas o su predilección
por diversas formas de tortura sexual. Pareciera que la sexología, la
ley y la siquiatría han amasado demasiado tales explicaciones y,
finalmente, pareciera que no son interesantes para Beauvoir, al
menos, como medios para obtener algo de verdad sobre Sade. De
hecho, Beauvoir está más interesada en la relación entre sexuali
dad y sistemas de explicación: en cómo lo primero hace surgir lo
segundo. Pero no intenta "explicar" a Sade. "Las anomalías de
Sade cobran su valor a partir del momento en que, en lugar de
padecerlas como una naturaleza dada, elabora un inmenso siste
ma a fin de j ustificarlas" 17. Al mismo tiempo, y contrariamente, si
revisamos sus escritos y buscamos qué parte de su vida está siendo
comunicada en ellos, encontramos que sus textos fracasan en co
municar la vida por lo tanto ésta permanece incomunicable. Esto
no se debe a algún dato existencial sobre la vida y la comunica
ción, sino más bien porque "trata de comunicarnos una experien
cia cuya particularidad consiste sin embargo en quererse incomu
nicable" 18. De hecho, algunos críticos literarios han buscado des
estimar a Sade como un escritor de segunda categoría cuyo traba
jo literario es finalmente "ilegible"19. Beauvoir toma precisamen
te esta ilegibilidad como un síntoma de su personalidad y traba
jo. ¿ Qué tipo de persona busca volverse incomunicable en el acto
de la comunicación? ¿Cómo podemos entender una escritura pú
blica que rechaza, al mismo tiempo, esta publicidad? Sade está
publicando pero volviéndose él mismo difícil, si no imposible, de
entender. Sade está poniendo al descubierto otro cuerpo, sorne-
121
tiéndolo a su control, pero no cede ante la reciprocidad. A través
de la oscuridad, Sade mantiene su individualidad soberana.
Hay claramente una relación funcionando aquí entre sexua
lidad y escritura. Es importante evitar dos obstáculos: el primero
sería reducir la escritura a la sexualidad, como si la sexualidad
pudiese proveer el principio de explicación de la escritura; y el
segundo sería explicar la sexualidad a través de la escritura que
fue, aparentemente, el objetivo explícito de Sade. Entonces no
podemos usar la escritura para explicar la sexualidad y no pode
mos usar la vida para explicar la escritura, ya que la vida es lo que
permanece incomunicable en sus escritos. Y no podemos, como
han intentado algunos psicoanalistas , usar la sexualidad para ex
plicar la vida y la escritura. ¿Cómo proceder entonces? Sade no
deseaba comunicar su vida en sus textos. ¿Qué nos dice esto sobre
su vida, su vida sexual en particular y su escritura? Nos dice que
aunque la escritura busca j ustificar la vida, ésta encubre la vida, la
protege, la envuelve. Y de esta manera se falla en llevar a cabo su
tarea, ¿ Cómo podemos j ustificar una vida que no se presenta nunca
claramente? Aunque la vida es conducida de acuerdo a "princi
pios" , no puede ser entendida exactamente en los términos en
que es presentada. Para Beauvoir, hay algo específicamente oscuro
sobre Sade, de alguna manera él se retiene a sí mismo. "Sade está
tratando de comunicar una experiencia cuya característica distin
tiva es, sin embargo, su voluntad de permanecer incomunicable"20•
Pero para Beauvoir, hay algo que permanece inexpresivo sobre su
vida, y aquello es cierta operación de libertad. Vemos sus efectos,
discernimos su presencia, pero la libertad nunca es completamente
definida por el fenómeno en que se manifiesta y por lo que es
discernida. Hay un hiato entre la libertad a la que nos referimos,
que no podemos ver o atisbar, y las expresiones por las que la
conocemos siempre, y únicamente, en términos indirectos. Ser
un biógrafo implica siempre estar sintonizado con esta doble ver-
20
Ibld., p.28.
1 22
dad: la libertad es lo que estructura la vida y, sin embargo, la libertad
en su autonomía y pureza no puede ser directamente aprehendida.
Beauvoir también asume que la sexualidad es la expresión
de la libertad y ésta es, en particular, la expresión de la libertad
para Sade. Tal vez estemos acostumbrados a pensar la sexualidad
como un impulso, una urgencia, algo inconsciente, físico, más
allá de un control consciente, un recrudecimiento de la naturale
za, o, un dominio síquico preconsciente a la necesidad y el deseo.
Beauvoir conoce estas teorías a comienzos de los años cincuenta, y
su ensayo tácita pero insistentemente las contesta. Afirmar que la
sexualidad pertenece al dominio de la libertad no quiere decir
que alguien se sienta que pueda decidir sobre su sexualidad desde
una distancia instrumental. La libertad no es lo mismo que una
elección instrumental y deliberada. De hecho, estaría tentada en
decir que la libertad tiene una dimensión inconsciente para Si
mone de Beauvoir y que el trabajo de la libertad no está en la
superficie por ello es necesaria la interpretac i ón. Alguien actúa,
produce, el resultado -el acto, el trabaj o- es la traza de una
libertad que estuvo, debe haberlo estado, operativa durante todo
el proceso. No se conoce la libertad de alguien hasta después de la
acción, y ésta es la razón por la que somos a la vez responsables
como desconocedores de nosotros mismos.
Dos aspectos diferentes de la libertad en Sade son impor
tantes de ser destacados: por un lado, hay una resolución de la
libertad en una auto-afirmación sexual, contraria a la ley, pero en
el nombre de una ética cuidadosamente diseñada. Por otro lado,
hay una voluntad de comunicar de modo tal que algo permanez
ca incomunicable. Al grado de que esa libertad sea siempre expre
sada en, o como, un desplazamiento, Sade trabaja la propia invi
sibilidad de la libertad a su favor, ocultándose en y a través del
acto de comunicación. ¿Auto-ocultamiento del lenguaje, sadismo
sexual? ¿ Cuál es la conexión? ¿Cuál formación de la voluntad in
forma ambas actividades?
Cuándo Beauvoir busca comprender a Sade, ella no in-
1 23
tenta probar las "casualidades" internas de su psique, sus motivos,
lo que podría haber causado que su deseo tomara la forma que lo
hizo. Ella está menos interesada en las causas que en los objetivos.
Ella se pregunta, por el contrario, por el esfuerzo de Sade en lo
grar través de la sexualidad el dominio privilegiado del desarrollo
para él. ¿Cómo Beauvoir hace esto?
Beauvoir está claramente interesada en las circunstancias
históricas, y ella las utiliza a su favor al tratar de dar cuentas sobre
Sade. Ella explica que él pertenece a una aristocracia venida a
menos y que en su vida burguesa no había distinciones o singula
ridades espaciales. Beauvoir incluso llega a argumentar que Sade
se transforma en algo parecido a un "déspota feudal" en el imagi
nario de su vida en compensación de una posición de clase dete
riorada. Después de todo, Sade está escribiendo durante el perío
do de la Revolución Francesa y del Terror. Sus propias raíces aris
tocráticas son figuradas como el enemigo de las fuerzas revolucio
narias. Él se opone a la evolución de la revolución en el Régimen
del Terror y su brutal aplicación de los principios universales. El
Terror se vuelve la ocasión en la que Sade denuncia la aplicación
"legal" del asesinato; ciudadanos quienes cayeron fuera de la línea
del régimen fueron rutinariamente asesinados en nombre de la
ley, la universalidad, la igualdad y la j usticia. Beauvoir sitúa a
Sade en su complejo contexto histórico. Él no puede recobrar sus
privilegios de clase y está viviendo un tiempo en que la soberanía
y los privilegios aristocráticos se están desmantelando por las fuer
zas políticas y sociales. Ya no puede habitar más una posición
aristocrática sino que la aristocracia es para él, incluso desde cuando
era un niño, parte de un sueño del pasado, una identidad ya
perdida, principalmente una posición imaginaria. De hecho, cuan
do Sade se opone al Terror, lo hace en nombre de la naturaleza y la
libertad, no en nombre de una aristocracia perdida. Pero algo más
sucede en el dominio de la sexualidad, algo tal vez no del todo
compatible con sus creencias políticas.
En la perspectiva de Beauvoir, la práctica sexual de Sade
1 24
está inspirada por el deseo de rehabilitar un poder feudal en me
dio de la vida burguesa: "Vástagos de una clase en declive que
hasta hace poco ha detentado un poder concreto pero que no
posee ya ninguna posesión real sobre el mundo, intentan resuci
tar simbólicamente en el secreto de las alcobas la condición de la
que guardan nostalgia: la del déspota feudal, solitario y sobera
no"21 . Entonces, en este sentido, la posición soberana del aristó
crata no puede ser realmente habitada por él en su mundo social
realmente existente. Esto sólo puede ser asumido de un modo
imaginario. La sexualidad, Beauvoir argumenta, es el lugar en que
dicha presuposición se expresa. Beauvoir no toma la posición de
clase de Sade como causa explicativa. Pero está ahí, como una
pérdida, como un sueño, y Sade lo asume a su manera. Es en
relación a ello que él debe formarse a sí mismo, pero esto no lo
define. Sade está, sin duda, en un complejo cuadro histórico, pero
también trata de resolver este cuadro a su manera. En la perspec
tiva de Beauvoir, los hechos solos nunca son explicativos, son in
consistentes. "Lo importante no ha de ser hallado en la mera in
formación, sino en el valor que los datos asumen para el propio
Sade". Lo que sí sabemos es que "Sade hizo de su sexualidad una
ética'', la elevación de los "gustos a principios"22.
Para entender cómo Sade hizo de su sexualidad una ética,
nos tenemos que preguntar cómo la sexualidad se vuelve un lugar,
el medio, por el cual su solución imaginaria a la pérdida de esta
tus social toma lugar. Sade es, lo sabemos por el informe de Simo
ne de Beauvoir, un conformista que honra sus compromisos tanto
en los terrenos laborales como domésticos, al mismo tiempo que
se mueve en burdeles para rechazar o negar las normas burguesas
que él mismo, por el contrario, obedece. Entonces, por un lado,
Sade es obediente en lo público de la esfera sexual; y, por otro, él
mismo reclama obediencia dentro de la esfera sexual.
21
Ibíd. , p. 3 1 .
22
Ibíd. , p. 32.
125
De este modo, Beauvoir es clara en señalar que Sade vivió
en un tipo de mundo burgués, en el que participó (antes de su
criminalización) no sólo como un ciudadano "normal" sino que
como un ciudadano quien vivió una vida que satisfizo todas las
convenciones sociales23· Como un buen ciudadano, él experimen
tó la norma en su persona y su acción volviéndose, en este punto,
intercambiable con otros. Beauvoir, entonces , concluye que la
sexualidad llega a ser para Sade un sitio privilegiado de libertad,
donde él podría alcanzar algún grado de singularidad: "No hay
más que un lugar donde éste pueda afirmarse, y ése no es el lecho,
en el que Sade es acogido demasiado fatalmente por una esposa
moj igata, sino la casa tapiada donde compra el derecho a dar rienda
suelta a sus sueños"24• En el sentido que es capaz de comprar
placer ahí, Sade todavía opera firmemente dentro de un sistema
de mercado. En el sentido que su "derecho" de comprar placer
habilita cierto tipo de individualismo burgués, incluso aparente
mente cuando se aleja de las normas. Sade está claramente invo
lucrado en su historia, su contexto, al mismo tiempo que él está
tratando de desafiar la normalización que la vida social burguesa
impone. Sade no muestra ningún signo de tratar de exceder los
límites de la normalidad dentro de la vida burguesa, de acuerdo a
Beauvoir, no tiene ninguna aspiración en convertirse en un gran
empresario o distinguirse dentro del espacio del mercado o su
mundo social: "nos sorprende que más allá de las paredes de su
"pequeña casa" no se le haya ocurrido hacer uso de su fuerza. No
hay una pizca de ambición en él"25• De hecho, la sexualidad se
llega a transformar en el dominio en el que Sade se auto-afirma.
1 26
Esta afirmación de sí lo será en tanto singularidad pero también
la afirmación de un tiempo perdido, el tiempo del déspota feu
dal. Entonces Sade afirma su singularidad pero siempre a través
de un conjunto de normas que muestran las condiciones históri
cas, y sus objetivos, siendo parte de su propio deseo.
Si al comienzo Sade aparece dominando y manejando va
rios yo, varias prácticas, manteniéndolas a distancia una de la otra,
después de ser arrestado por actos depravados y crueles (el affaire
Arcueil), Sade no sólo pierde el control sino que su respetabilidad
burguesa. ¿ Dónde está Sade cuando habita distintos "lugares" en
su vida? ¿ Está realmente en casa cuando él está en casa? ¿ Está
realmente en el trabajo cuando está en el trabajo? ¿Sería correcto
decir que él está completamente presente en los burdeles? O po
demos asumir que su yo, dividido, no está nunca donde parece
estar, siempre está eludiendo el lugar donde él debería estar cons
tituido. ¿Hay una específica operación de libertad en su constan
te deslizamiento de un lugar a otro? ¿ Qué tipo de libertad podría
ser esta? ¿Qué sucede cuando debido a su acción es llevado a la
policía y se vuelve un escándalo público?
Beauvoir trata de entender a Sade en esta coyuntura. Pero
entenderlo significa imaginarlo. De tal modo Simone de Beauvo
ir cuenta su historia, a la manera de una conjetura: tal vez ocurrió
algo como esto, él probablemente pensó aquello. Beauvoir escribe
a veces sin destacar este carácter conjetural de su relato, ofrecien
do, por el contrario, un punto de vista que reclama un acceso
especial a Sade. Al mismo tiempo, ella no toma a Sade literalmen
te, acepta su propio relato de sí de lo que hace con su vida -y
claro deja mucho sin ser contado. El texto de Beauvoir es un es
fuerzo de re-construir a Sade, de reestablecer lo que el mundo fue
para él desde un punto de vista que es en un sentido imaginado.
Así, su texto a veces parece perder su propio punto de vista, y ella
escribe desde una empática tercera persona que presume algún
tipo de acceso a la propia realidad sadeana. En otras ocasiones, su
punto de vista marca el límite de su propio acceso: Beauvoir nació
1 27
un siglo después de su muerte, por lo tanto no tiene un acceso
directo a Sade; ella se ve limitada a reconstruir la vida de Sade a
partir de documentos legales y de sus propios textos escritos.
Así Beauvoir indica sus apreciaciones de aquel tiempo,
como si ella supiera como fue con un cierto aire de certeza. Des
pués de su arresto, escribe por ejemplo, "Sade reaccionó al co
mienzo con súplicas, humildad y vergüenza. Suplica que se per
mita ver a su mujer (se culpa de haberla ofendido gravemente) .
No se trata sólo de hipocresía. De un día para otro se ha operado
una horrible metamorfosis: conductas naturales, inocentes, que
hasta entonces eran fuentes de placer, se han vuelto actos puni
bles"26 . Beauvoir luego imagina que Sade podría haber experi
mentado algo de este escándalo (el sentimiento de culpa) tal vez
como reacción contra su madre, pero luego de 1763, el año de su
arresto, "Sade presiente que a partir de ahora y durante toda su
vida será culpable"27.
26 lbíd., p. 3 5 .
27 lbíd., p. 3 5 .
1 28
dificultades de entender. " Profesarle una simpatía demasiado fá
cil es traicionar a Sade"28• Resistiendo a la empatía Beauvoir seña
la que Sade escribe en nombre de una disposición natural a infli
gir dolor e incitar a la carne. Así Beauvoir, en una casi asombrosa
habilidad de simpatizar con Sade, lo traiciona en el propio hecho
de conocerlo y presentarlo. Ella difiere de Sade explícitamente en
este punto. Observando que si ambos valoran la individualidad,
suscriben, finalmente, diferentes perspectivas sobre cuán lejos los
individuos pueden llegar tratando de superar dicha individuali
dad. Para Beauvoir, la "acción" en sentido normativo envuelve lo
colectivo y a las condiciones compartidas de la existencia y su
transformación. Entonces Beauvoir traiciona a Sade al no propo
ner las tácticas sensuales del individuo en el espacio de un mundo
en común. Beauvoir en este sentido escribe: "es, sin embargo, en
el nombre del individuo como podríamos levantar contra Sade las
objeciones más convincentes, pues el individuo es completamen
te real y el crimen lo ultraja realmente. En esto el pensamiento de
Sade se revela extremo: para mí no hay verdad más que la envuelta
en mi experiencia y la íntima presencia del otro escapa radical
mente a ella"29• Esta última afirmación es una que Simone de
Beauvoir no podría haberla dicho bajo su firma. Lo que ella hace
en esta paciente elaboración de Sade es mostrar que la presencia
interna de su ser, legada en sus escritos y lo que ha sido escrito
sobre él, no es extraño para ella. Ella muestra que podríamos estar
cometiendo un error si no logramos tomar en consideración a
Sade como una posibilidad humana definida, una que es, por lo
tanto, al menos potencialmente nosotros. De hecho, todo su es
fuerzo en aprehender a Sade a través de medios biográficos podría
verse amenazado si la perspectiva de Sade, que disputa la posibi
lidad de la simpatía con otros, prevalece por sobre la de Simone
de Beauvoir.
28
Ibíd . , p. 99.
29 Ibíd. , p. 9 5 .
1 29
Mientras Sade mantiene que el individuo puede confiar
sólo en sus propias sensaciones y sentimientos, Beauvoir contesta
que "el hecho es que los únicos lazos seguros entre los hombres
son aquellos que ellos crean trascendiéndose en un mundo co
mún mediante proyectos comunes"30•
Beauvoir no acepta del todo la proclamación explícita de
Sade de que los humanos no comparten nada en común, ellos son
cada uno, individuamente, soberanos o potencialmente sobera
nos. Ella muestra, por ejemplo, como en las prácticas sexuales de
Sade, él mismo asume que todos son vulnerables al dolor y al
placer. Y cuando Sade apela a su audiencia, ofreciendo razones y
ej emplos para j ustificar su crimen, él asume que por virtud de
habitar un mundo lingüístico común, en cierta medida, está co
municándose efectivamente· con ellos. Pero hay también una vía
en la que Beauvoir acepta el solipsismo potencial de los indivi
duos propuesto por Sade. Ella escribe, por ejemplo, que Sade está
sólo disputando la existencia de una relación a priori entre uno
mismo y el otro31 y que no es posible de aceptar esta relación
como una realidad abstracta que está en un lugar anterior a la
acción. Como Simone de Beauvoir, Sade no disputa la posibili
dad de hacer de eso una relación. Podríamos tentativamente con
cluir que tanto la creencia en la relacionalidad es siempre lograda
a través de la acción y que un mundo compartido es a la vez la
dispensa especial de la acción. Si hay un reconocimiento ético del
otro, este no será a través del recurso a un esquema abstracto de la
igualdad humana o a la universalidad que nos envuelve a todos.
Para Sade, la conexión con el otro tendrá que viajar por el cuerpo,
concebido como un límite que es sólo sobrepasado, si lo es alguna
vez, a través de la acción sexual violenta y apasionada.
Aunque Beauvoir deja claro que ella entiende la "acción"
en el sentido normativo de ser colectiva, ella parece compartir con
·'º I b íd . , p. 97.
3' I bíd. ,p. 97.
1 30
Sade una perspectiva sobre los límites de la colectividad. Sade
trata el límite del cuerpo humano como un límite que debe ser
destruido, más allá de ese límite reside una persona no corporal,
siempre aislada, nunca completamente alcanzada. Beauvoir pare
ce aprobar esta posición cuando escribe: "cada uno se siente con
firmado en sí mismo por la presencia de un alter ego, trátese de
una absolución y una exaltación. La orgía colectiva realiza entre
los laberintos de Sade una verdadera comunión: es a través de la
conciencia de los otros como cada uno capta el sentido de sus
actos"32• Se podría esperar que Beauvoir objetara esta perspectiva
del cuerpo como cercado y limitado y ofrecer una noción de la
carne como aquella que articula tanto la voluntad en su corpora
lidad y su interconectividad con los otros. Pero aquí parece que
no es finalmente el cuerpo el que nos conduce del solipsismo a la
intersubjetividad sino la "acción", la que nos arroja a un proyecto
común que, idealmente, no borrará la singularidad de los indivi
duos quienes hacen ese común una realidad posible.
La pregunta permanece: si el cuerpo -que Simone de
Beauvoir describe en El Segu. ndo sexo, como una "situación" - no
implica también un mundo intersubj etivo y ofrece una salida al
solipsismo y, por implicación, una salida al sadismo también.
Beauvoir no nos da esa seguridad en su ensayo. Pero en su discu
sión sobre el sadomasoquismo ella dej a claro su diferencia del
relato sadiano (y del sartreano también)33• Podríamos considerar
que aquí Beauvoir identifica la pasividad como el vínculo entre el
sadismo y el sadomasoquismo, el predicamento común de la en
carnación. Esta ofrece una alternativa al presupuesto ontológico
solipsista de Sade.
Beauvoir ofrece una lectura original del erotismo en Sade,
32 !bid . , p. 98.
3·1
Para un estudio d e Jean Paul Sartre sobre e l sadomasoquismo, véase: "Concrete
relacio ns wich ochers" , BN, New York, Philosophical Library, 1 956, pp. 36 1 -4 1 2.
Beauvoir no cica a Sartre, y es claro que su recurso a la pasividad, el autismo y la
incoxicación constituyen una contribución original a la teorización del sadismo .
131
argumentando que él es incapaz de la experiencia de la auto-pér
dida: "Jamás aparece en sus novelas la voluptuosidad corno olvido
de sí, c6rno éxtasis, abandono"34• Junto a un apasionado deseo
por el contacto er6tico, Sade está, casi constitutivamente, solo.
Beauvoir nota esta "distancia emocional" corno "una clave a su
erotisrno"35• Paradój icamente, Sade desafía a la naturaleza y, al
mismo tiempo, justifica sus actos a través del recurso a la natura
leza, regañándose, incluso, por no seguir los dictados de la natu
raleza más rigurosamente: "ni por un instante él se pierde en su
animalidad: queda tan lúcido, tan cerebral, que los discursos filo
s6ficos son para él un afrodisiaco"36 • Tal corno Sade falla en conce
bir una acci6n corno colectiva y transformadora, de acuerdo a
Beauvoir, en los encuentros sexuales le falta la experiencia necesa
ria de la intoxicaci6n. Beauvoir claramente piensa que la intoxica
ci6n es esencial para el encuentro sexual, pero encuentra que Sade
resiste total y eficientemente a ella. Sin intoxicaci6n, no puede
haber pasividad, lo que significa que los límites del yo no logran
abandonarse a la "unidad ambigua'' de los amantes en el inter
cambio sexual. Sin la capacidad de abandonar su lucidez, dejarse
ir por la intoxicaci6n y la pasividad, Sade permanece remoto, apar
tado, "soberano" y finalmente auto-referente o, en sus palabras,
"autista"37• Este autismo, el correlato físico del solipsismo filos6fi
co, fue lo que irnpidi6 a Sade conocer la presencia genuina de
otros seres humanos. De hecho, en la perspectiva de Beauvoir,
s6lo a través del abandono de sí pasivo e intoxicado se llega a
aprehender la genuina presencia del Otro.
La posici6n de Sade se diferencia de la de Beauvoir preci
samente en este punto. Sade no puede sobrepasar su lucidez, su
separación. En la perspectiva de Beauvoir, sus formas de tiranía
sexual son un esfuerzo para compensar esta incapacidad, su re-
34 lbíd., p. so.
35 Ibíd. , p. so.
36 lbíd. , p. so.
37 Ibíd. , p. Sl.
1 32
chazo a la pasividad y la intoxicación. Sade siempre está, como si
esto fuera posible, a distancia de su cuerpo, su capacidad de ceder
a su apabullante lucidez de su conciencia. Así la única forma de
volver al cuerpo que él rechaza es a través la corporalización del
Otro: "un amante cerebral y frío espía con avidez el goce de su
dama y tiene necesidad de afirmarse como su autor porque no
tiene otro medio de alcanzar su propia condición carnal"38. Beau
voir cree saber que Sade no siente placer cuando produce e inflige
dolor sobre un cuerpo inerte o sin sentimientos. En una paráfra
sis de su lógica, Beauvoir escribe: "Pero para que a través de los
sufrimientos infligidos yo llegue a ser también carne y sangre, es
necesario que en la pasividad del otro reconozca mi propia condi
ción"39. Descrito de este modo, al comienw, Sade busca diferen
ciarse de sus amantes siendo una voluntad soberana que actúa
sobre el cuerpo del otro, la única forma que esta "voluntad sobe
rana'' pueda acceder al placer en sus acciones es imaginando, aun
cuando esto ocurra vicariamente y en el desplazamiento, la diso
lución de su propia soberanía y voluntad. Que Sade en ocasiones
esté dispuesto a su propia flagelación ofrece una prueba para Beau
voir, de la inexorabilidad de esta dialéctica. De modo similar, aun
que Sade realiza actos sobre otros, él con frecuencia dispone estas
escenas de tal modo que él sea visto realizando estos actos, así se
vuelve un espectáculo dentro de la escena. Beauvoir especula lo
siguiente: "tiranizando a una víctima Sade se convirte en objeto
para los que le miran, y a la inversa: contemplando las violencias
que soporta la carne que él violenta, se recupera como sujeto en el
seno de su pasividad"40•
Beauvoir así muestra cómo Sade interroga esta dialéctica
y la rechaza simultáneamente. Pero también muestra cómo, a tra
vés del ejemplo de un hombre que rechaza reconocer la presencia
del Otro, ella puede demostrar, sin embargo, la propia estructura
38 Ibíd., p. 5 1 .
39 Ibíd. , p. 52.
40 Ibíd. , p. 6 1 .
1 33
de la intersubj etividad humana, como ésta aparece dentro del
intercambio sexual . Insistiendo en la posibilidad de entender a
Sade, entregándose, a través de un método de simpatía crítica, a
la lógica de su conducta, Beauvoir refuta la tesis de Sade: a saber,
que el Otro no puede ser comprendido. Traicionando los dicta
dos sadianos, de este modo, Beauvoir es capaz de iluminar lo que
para ella cuenta para la condición humana, lo que está siempre
implicado en la acción y en la escritura. Beauvoir sostiene que
aunque Sade escribió sobre asesinatos, se opuso a la pena de muerte
y que su erotismo dependía no sólo de la mantención de la vida
de sus víctimas sino también de su responsabilidad: "para com
placerse en humillar la carne, en exaltarla, es necesario valorar
la"4 1 . En consideración a sus aventuras sexuales, Beauvoir hace
concesiones a Sade que podrían ser cuestionables: "De lo que en
todo caso está seguro es de que la gente que se contenta con azotar
de vez en cuando a una chica es menos nociva que un recaudador
de impuestos"42. ¿Es ésta una Simone de Beauvoir en un acto de
simpatía crítica? ¿O es Sade? ¿Están ambas voces fusionadas? ¿ Esta
la voz de Simone de Beauvoir compenetrada con la voz de Sade al
punto de no permitirnos decir si se está aquí realizando una dis
tinción ética entre la crueldad sexual y la inj usticia política? Si
Sade compró su derecho a desatar sus fantasías en el burdel, en
tonces seguramente las mujeres que ahí trabajaban deberían ha
ber tenido el derecho a tener condiciones decentes de trabajo,
salud y seguridad. El punto ético no es oponerse a la prostitución
per se sino que aceptarla como una institución social por lo que
requiere también de responsabilidad social. Sade puede ayudar a
confesar la realidad social de la prostitución de su época, pero un
suplemento crítico a Sade debe defender los derechos de las pros
titutas contra la violencia no deseada. Bajo estas condiciones la
crueldad sexual es parte de lo que debe ser propiamente situado
41 Ibíd . , p. 42.
42 Ibíd . , p. 84 .
1 34
dentro de la esfera de la justica política. El derecho al sexo, que
Sade deja claro , debe ser complementado con un derecho a la
protección sexual. Es este último punto el que Beauvoir no iden
tifica como parte del dominio de la j ustica, aunque podríamos
haber sospechado que ella tendría que haberlo tenido en cuenta.
Lo que Simone de Beauvoir deja claro desde el comienzo
de su ensayo es que ella no busca ni romantizar ni condenar a
Sade. Para entender la significancia ética de Sade, se debe suspen
der el j uicio sobre él y adoptar una simpatía crítica de biógrafo.
La pregunta ética para Beauvoir no es si tal conducta debería o no
ser perdonada, sino qué aspecto de tal conducta nos dice sobre
quiénes somos y cómo podríamos llegar a conocer el amplio ran
go de las posibilidades humanas. En respuesta al requerimiento
ético de conocerse a sí mismo, se debe, si fuera posible, realizar la
tarea de conocer a Sade, aun si -o precisamente por eso- él
mismo asumió que tal conocimiento del Otro es imposible.
1 35
Nota de edición
1 37
ese borde entre política y literatura. Si uno de los objetivos que
parece llevar adelante Judith Butler es cuestionar la ley del género
de la literatura, este cuestionamiento cobra únicamente valor cuan
do se desestabilizan de un modo más general las fronteras que
vuelven posible la propia fuerza de ley de lo escrito. Esta asevera
ción es válida tanto para la política soberana de un Estado (en
este caso, el Estado de Israel) , como para la autonomía de la ins
titución literaria. En otras palabras, si la literatura no es posible
sin exposición, sin superficie vulnerable, sin relación con un cier
to afuera, la política no es posible sin una cierta protección dicta
da de algún modo desde afuera. Los ensayos aquí reunidos traba
jan ese doble movimiento de auto-hetero-afección en la literatura
y la política, doble movimiento de posesión y desposesión ilegi
ble fuera de una historia de violencia que es en traducción o tras
literación la historia de la política y la literatura.
Alejandra Castillo
Procedencia de los textos
1 39