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El Dipló: La falsa panacea de la

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Edición Nro 152 - Febrero de 2012

Luciano Espeche (lucianoespecheilustraciones.blogspot.com)

MéXICO: COLEGIOS SIN PROFESORES

La falsa panacea de la tecnología


Por Anne Vigna* -1- Edición Nro 152 - Febrero de 2012
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Por Anne Vigna*

El debilitamiento del Estado mexicano tiene su correlato en el ámbito de la educación en la


apuesta por la “telescuela”, que procura reemplazar maestros por televisores para reducir así
los costos de la enseñanza. Por otra parte, los resultados de esta experiencia son
desalentadores.
ermina la clase de álgebra y, como cada quince minutos, resuena un jingle rimbombante que anuncia lo
que todos los alumnos esperan: la tanda publicitaria. El primer spot muestra a un grupo de familias
paradas frente a una hilera de casas. “¡Este gobierno construyó tres millones de casas para los más
pobres!”, proclama con orgullo la voz en off. Después, otra secuencia, digna de una película de alto
presupuesto: un grupo de delincuentes de aspecto atemorizante golpea a un hombre encadenado. La voz
continúa: “La protección de los derechos humanos es una prioridad del gobierno federal”. Para los niños del pueblo de
Amatlán de Quetzalcóatl –a dos horas al sur del Distrito Federal– acaba de comenzar un nuevo día de clases.

Estamos en el corazón del Estado de Morelos, donde, hace exactamente un siglo, durante la revolución de 1910, los
campesinos liderados por Emiliano Zapata exigían una educación gratuita y de calidad. Aquí, como en muchos otros
pueblos mexicanos, las clases se dictan a través de un televisor conectado a un satélite, de ahí el nombre de
“telesecundaria”.

Con su antena parabólica en el techo, la telesecundaria se ve de lejos. Adentro, las paredes blancas de las dos aulas
están casi desnudas. Un mapa de México ondula al lado de un pequeño pizarrón para el cual la tiza no parece ser más
que un vago recuerdo. En el medio de la sala, resuena la televisión que, cada quince minutos, emite una clase diferente
(seguida de su tanda publicitaria). Los dieciocho alumnos, de tres niveles, están encuadrados por dos profesores. ¿Cuál
es la función de estos últimos? “Hacer la transición” cuando el televisor deja de funcionar, “cosa que pasa todos los
días”, se lamenta Ricardo Ventura, director y profesor del nivel intermedio [N. de la R.: nivel equivalente al séptimo
grado de la escuela primaria en Argentina]. Y, en efecto, después de cuarenta minutos de transmisión, la señal satelital
se desvanece: la escuela ha terminado por hoy.

Ya desde su primera visita, al observador le nacen algunas dudas. El primer nivel ha seguido una materia, pero los
alumnos no parecen apasionarse por las muecas de la presentadora que, desde su estudio de la capital, pretende
enseñarles geografía. Mientras tanto, los alumnos del tercer nivel [el primer año del secundario en Argentina],
instalados en la misma aula, duermen o mordisquean su lapicera. Antes de la transmisión de su materia, tienen que
esperar a que pasen los del primer y segundo nivel. Ni un solo libro, ni el más mínimo ejercicio para aprovechar los
minutos que se prolongan. Algunos echan un vistazo a la pantalla: “Las clases del año pasado”, comenta una. Sí, ¡pero
sin sonido!, el cual se bajó para que los del primer nivel trabajaran.

Una mirada a la pantalla le indica al docente que la lección del segundo nivel acaba de terminar y que va a poder
ocuparse de los más grandes. Prepara los libros de historia, pero la joven presentadora anuncia, con música y juegos de
luces, que es el momento “tan esperado” de las matemáticas. “Nos envían el programa por internet, pero no pude
revisar mi correo”, se disculpa el docente. Esta vez, los alumnos trabajarán apenas tres minutos: la recepción se
interrumpe y todos salen al recreo. ¿El profesor va a dar la clase sin la televisión? No, la dará otro día de la semana.
“Es mucho mejor tener un soporte visual para enseñar.”

En las escuelas tradicionales, ocho profesores distintos se reparten las diferentes materias. En la telesecundaria, hay
una sola persona. En teoría, los horarios son los mismos (de 8 a 13 hs.), pero el día de nuestra visita, los problemas de
conexión demoraron la hora del comienzo de clases a las 10 de la mañana. Y, en tres horas, los alumnos no avanzaron
mucho: algunos dibujaron, otros escucharon música con sus celulares, mientras que un pequeño grupo limpió la
escuela. Los dos profesores repiten que las lecciones se volverán a transmitir al día siguiente y que, entonces, podrán
repasar todo. Pero al día siguiente la recepción satelital no funcionó y los profesores improvisaron un paseo antes de
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mandar a todos a sus casas.

Cada vez más telesecundarias

Desde hace al menos dos décadas, este modelo, creado en 1968 en México, fue adoptado en casi todos los países de
América Latina. “En un principio, esta fórmula se pensó como algo provisorio, hasta que se construyeran nuevas
escuelas. Pero terminó instalándose. A tal punto que, hoy, un alumno de cada cinco está inscripto en una
telesecundaria”, explica Etelvina Sandoval, doctora en Pedagogía de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN).
Cuando el Partido de Acción Nacional (PAN, derecha liberal) llegó al poder, la cantidad de telesecundarias explotó:
aumentó un 117% bajo la presidencia de Vicente Fox (2000-2006) y luego se duplicó tras la elección de Felipe
Calderón, en 2006. En la actualidad, el 20% de los alumnos del sector público (a saber, 1,3 millones de niños) estudian
frente a un televisor, en especial en los medios rurales y las periferias de las ciudades.

Aunque las telesecundarias obtienen los peores resultados en el examen Enlace, una evaluación nacional que se realiza
todos los años en todas las escuelas públicas y privadas del país, hay muy pocos estudios que detallen las dificultades
con las que se encuentran los alumnos en dichos exámenes. Según el estudio realizado en 2000 por la investigadora
Annette Santos, del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, en 59 telesecundarias –de diferentes medios
sociales– (1), la mayoría de los alumnos apenas alcanza un nivel de comprensión básico de lengua y matemáticas, y los
resultados son muy inferiores a los de las escuelas tradicionales y técnicas. “La telesecundaria reproduce de manera
flagrante las desigualdades sociales: los alumnos más pobres obtienen los peores resultados”, observa la investigadora.
Para peor, las zonas más desfavorecidas tienen una mayor cantidad de “telesecundarias unitarias”, es decir, con un solo
profesor para los distintos niveles. El Ministerio de Educación reconoce sin vueltas que esos establecimientos carecen
de medios: en el último diagnóstico elaborado por el Ministerio, en 2003, 5.180 de ellos –es decir, aproximadamente el
30%– no disponían de televisores y 2.000 no tenían electricidad... (2).

Esas carencias continúan hoy en día, pero el Ministerio asegura que pronto quedarán en el pasado: “El presidente
Calderón creó el programa ‘Habilidades Digitales para Todos’, que permitirá que, en el futuro, todas las
telesecundarias estén conectadas a internet”, promete María Edith Bernáldez, funcionaria de la cartera de Educación.
No obstante, es imposible saber el presupuesto que se asignará a este nuevo programa, así como su cronograma de
implementación. El mandato de Felipe Calderón, sin embargo, finaliza en diciembre de 2012. Pero para Cristóbal Cobo
Romani, investigador del Instituto de Internet de la Universidad de Oxford, que realizó varios estudios sobre las nuevas
tecnologías en la educación en México, “es totalmente utópico afirmar que las telesecundarias podrán disponer tan
rápidamente de internet. México seguirá teniendo problemas de conexión durante mucho tiempo más. En Europa, aún
tenemos problemas en los medios rurales, mientras que la conectividad llega a más del 65% del territorio”.

Profundizar las desigualdades

Es que resolver los problemas estructurales costaría caro. Ahora bien, entre 2001 y 2008, el porcentaje del Producto
Interno Bruto (PIB) dedicado a la educación pasó del 5,3% al 5% (3). En cambio, desde 2006 –a título comparativo– el
presupuesto de la policía se multiplicó por seis. En un estudio sobre la situación de la escuela en México realizado en
2010, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) observa que el gasto por alumno se
sitúa muy por debajo del promedio de sus países miembros: 2.111 dólares para la primaria, contra el triple, en
promedio (6.741 dólares), en los países de la OCDE (4). En la secundaria, nivel que incluye a las telesecundarias, la
proporción es de 1 a 4: 1.814 dólares por alumno en México, contra 7.598 en promedio en los países de la OCDE. Por
otra parte, la organización critica la contribución que se pide a los padres en el sistema público. En Amtlán, reconoce el
director, “son los padres los que pagan todo, desde el papel higiénico hasta la factura de luz. No tenemos otra opción:
no tenemos ningún presupuesto de funcionamiento”.

Si bien la administración de Calderón tomó algunas iniciativas en el ámbito de la educación, su principal medida

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estuvo dirigida a las familias que inscriben a sus hijos en el sector privado, a saber, 2,3 millones de alumnos (contra
23,1 millones escolarizados en el sector público). El 15 de febrero de 2011, el presidente anunció que, a partir de ese
momento, las cuotas mensuales podrían deducirse de los impuestos, una vieja reivindicación de la Iglesia católica. “Es
un regalo para la clase media, pero es una nueva catástrofe para el país, donde las desigualdades sociales van a
aumentar aun más”, considera el docente universitario Octavio Rodríguez Araujo.

En cuanto al resto, las iniciativas del gobierno, reunidas bajo el nombre de “Alianza Nacional para la Calidad de la
Educación”, imitan el programa estadounidense “No Child Left Behind” (“Que ningún niño se quede atrás”), criticado
por la antigua viceministra Diane Ravitch, que sin embargo fue una de sus instigadoras (5). ¿Cuál es la idea?
Recompensar con un “bono” financiero a las escuelas y los profesores que obtengan las mejores calificaciones en el
examen Enlace. “En suma, consiste en profundizar aun más las desigualdades que ya existen: las escuelas primarias y
las telesecundarias de los sectores pobres tendrán todavía menos medios, ya que recurrentemente obtienen los peores
resultados en este examen”, explica Sandoval.

Para las autoridades, los responsables de la situación actual son los profesores. A la inversa, los especialistas de la
educación denuncian una negación de los problemas que ellos tienen que enfrentar. “No se puede poner a todos en la
misma bolsa. En el terreno, encontramos casos muy diferentes y, muy a menudo, profesores extremadamente
dedicados”, afirma Romani.

Tal es el caso de la telesecundaria José Vasconcelos, en la ciudad de Nezahualcóyotl, “Neza”, como le dicen, “la
testaruda”. El establecimiento refleja la pobreza flagrante de esta ciudad de un millón de habitantes, a sólo doce
estaciones de metro de distancia del centro histórico del Distrito Federal: techos que amenazan con derrumbarse,
paredes decrépitas, vidrios rotos, etc. Un espacio minúsculo se utiliza para recibir a un centenar de alumnos y el patio
acaba de ser reducido una vez más para construir un comedor prefabricado realizado “gracias a los padres que vinieron
a darnos una mano”, explica José Figueroa, el director. Hace 43 años, nos cuenta, recién salido de la escuela normal, lo
convocaron a una reunión para crear las primeras telesecundarias. “En Neza, no teníamos muchos medios en esa época,
pero al menos los programas, elaborados por docentes de la Universidad Pedagógica Nacional, eran muy buenos”,
recuerda. Hoy, los ocho profesores de la escuela no usan casi nunca el televisor. Dan clase como en un colegio
tradicional: “Por supuesto, esto exige preparación; pero los alumnos no aprenden nada con la televisión. Esos
programas son una verdadera vergüenza. Tienen más efectos especiales que pedagogía”.

Como en todas las telesecundarias, las clases sólo duran medio día. Entonces, para mejorar el nivel de los alumnos, los
profesores organizan actividades extracurriculares. Como no tienen ningún presupuesto, decidieron paliar la ausencia
del Estado con el voluntariado. Recurriendo a la poesía o al teatro, se esmeran en hacer que los niños permanezcan más
tiempo en la escuela. De ese modo, el establecimiento obtiene buenos resultados en el examen Enlace.

Mientras tanto, la prioridad del gobierno sigue siendo la tecnología. Se vuelve loco por lo que describe como
“moderno”, “innovador” y... “barato”. Mientras que el Estado cierra por doquier las escuelas de formación para los
docentes, el Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa (ILCE), un organismo privado que vende
programas para las telesecundarias, se dispone a proponer un método digital que supuestamente mejoraría sus
competencias: “Concebimos contenidos educativos que el profesor podrá recibir a través de su celular o su iPad.
También tratamos de ver cómo difundir ese material vía Facebook y Twitter; en este momento, ése es el tema de
nuestros intercambios con el Ministerio”, nos informa su directora, Patricia Cabrera.

Una solución tecnológica para remediar las carencias del sistema educativo mexicano: ¿acaso esa experiencia no se ha
intentado ya?

1. Annette Santos, “Oportunidades educativas en telesecundaria y factores que las condicionan”, Revista
Latinoamericana de Estudios Educativos, Centro de Estudios Educativos, México, 2001.

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2. “Situación actual de la telesecundaria en México”, Subsecretaría de Educación Básica, 2003.

3. Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe (CEPAL), diciembre de 2010.

4. “Mejorar las escuelas: estrategias para la acción en México”, Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económicos (OCDE), París, 2010.

5. Véase Diane Ravitch, “Giro radical de una ex vicesecretaria estadounidense”, Le Monde diplomatique, edición Cono
Sur, octubre de 2010.

* Periodista.

Traducción: Julia Bucci

Por Anne Vigna* -5- Edición Nro 152 - Febrero de 2012

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