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Simonía y nicolaísmo.
El contexto como vemos en que se mueve la jerarquía eclesiástica es de
un ambiente de violencia, ignorancia, deterioro moral… que si bien esta
era la tónica general durante la sociedad altomedieval, siempre hubo una
minoría que denunció este estado de cosas. Por su parte, también los
monarcas y grandes señores igualaron los bienes eclesiásticos como
posesiones suyas, pudiendo hacer objeto de reparto arbitrario por parte de
esto.
De este modo, al igual que hubo laicos dispuestos a pagar por obtener un
beneficio, había eclesiásticos dispuestos a hacerlo por un cargo notable en
dinero y poder. En el Sur de Francia se destacó la compra-venta de cargos
eclesiásticos (simonía, de Simón el Mago, que pretendió comprar a San
Pedro el don de hacer milagro en los Hechos de los Apóstoles), lo que
suponía un escándalo para el fiel. La simonía fue habitual entre los siglos X
y XI, donde el arzobispo cobraba por consagrar nuevos obispos, estos lo
hacían con los sacerdotes y los últimos por administrar los sacramentos;
también hubo caso de papas y cardenales nombrados incluso en su
minoría de edad.
En este orden de ruptura moral se dio también la ostentación de
concubinas por parte del estamento eclesiástico, desde el Papa hasta el
sacerdote rural. A esta ruptura del celibato se le llamó nimolaísmo, y fue
muy perseguido por el Papa Nicolás II, quien en el Sínodo de Letrán de
1059, excomulgaba tanto a quien lo practicase y como a quien acudiera a
los oficios de éstos y extendido en el I Concilio de Letrán de 1123 a
todo orden eclesiástico, donde se especifica que solo las madres y
hermanas de los sacerdotes y monjes pueden vivir con ellos.
Evidentemente la inherencia de esta práctica de tener hijos hizo que se
3. La reforma de la Iglesia.
A finales del s. X la Iglesia Romana estaba en sus horas bajas, y que frente a
ese estado hubo miembros del orden eclesiástico que pidieron una reforma.
La reforma monástica.
Los mluniamenses. Durante este tiempo los monasterios no eran lugar
de oración y recogimiento, pues eran dependientes en muchos casos
del poder laico (incluso servían de hospedaje para los señores y sus
acompañantes en sus desplazamientos).
Por otro lado, el movimiento de reforma no podía partir ni del papado
(estaba en sus horas más bajas), ni del emperador (quería seguir
nombrando cargos eclesiásticos para su control), ni de los obispos (pues
no gozaban de la suficiente independencia y libertad para oponerse al
poder temporal).
El paso definitivo para la reforma del clero (en la vida y sus costumbres)
y su progresiva liberación de la tutela laica, se dio en varias fases. La
primera curiosamente se debe a laicos, cabiendo señalar a Gerardo de
Rosellón (fundador del Monasterio Vezelay) y Guillermo I “el piadoso”,
duque de Aquitania y fundador de Cluny.
Principales cláusulas de la Carta de fundación de Cluny (909)
establecían que:
monasterio y dominios pertenecían a Santa Sede;
monasterio quedaba exento injerencia laica;
los abades eran elegidos por monjes.
Adscritos al obispado de Maçon, el papa Juan XI le aprobó estos
privilegios en (931), posteriormente el abad Hugo Cluny consiguió el
privilegio de que todos los monasterios que se acogieran a su regla o los
fundados por él estuvieran bajo su mando directo.
El abad Bernón, el primero de todos, restauró la primigenia orden
benedictina, e hizo hincapié en los votos de pobreza, castidad,
4. Las herejías
Durante los siglos XI y XII se desarrollaron una serie de herejías que no
tuvieron un carácter teológico estricto (como ocurrió con las de la formación
de la Iglesia), si no que fueron más bien reivindicaciones sociales que
afectaron a todos los estamentos. La motivación última fue que tuvieron un
anhelo de reforma eclesiástica, y que el clero volviera a los ideales
evangélicos, regenerar y purificar la Iglesia. Criticaban la riqueza, el clero
nobiliario, dejadez de funciones, ignorancia de un clero empobrecido…
Los diferentes movimientos vivieron en pobreza comunal, fueron fervientes
espirituales y aunque hubo muchos adeptos, no supusieron peligro alguno
para las iglesias locales.
Valdenses, Fundado por Valdo, rico mercader de Lyon en 1170 que repartió
sus riquezas entre los pobres de la ciudad. Predicaba la pobreza, la
penitencia y pedía la traducción a la lengua vulgar de las escrituras (no
querían que el clero, como dueño del latín, fuera el único en poder
interpretarlas para los demás). Al atacar a la jerarquía eclesiástica, son
excomulgados en el concilio de Verona de 1184. A su fundador se le
hecha de Lyon, lo que hace que se extendiese por gran parte de Europa
(son considerados los precursores del movimiento protestante) y su iglesia
llega hasta nuestros días.
Los cátaros o albigenses. De mayor transcendencia, los puros o cátaros, de
implicaciones teológicas, nacen del maniqueísmo y el gnosticismo. Fue
introducida en 1150 por supervivientes de la 2ª Cruzada a su vuelta. Se
asentaron en el Languedoc (Albi, de ahí su otro nombre), también Francia,
Cataluña, Alemania o Italia. Rechazaban la organización eclesiástica y los
sacramentos (solo aceptaban el Consolamentum, un equivalente a la
extremaunción).
Los creyentes no debían mantener ninguna regla (tan solo los perfectos
debían ser austeros).
En el sur de Francia, ayudados por la nobleza feudal y en especial
Raimundo IV Conde de Tolosa lograron tener una estructura con 6
obispados, motivo de reacción de la Iglesia, que creó misiones
evangelizadoras con obispos y después, tras el asesinato del legado papal
por un escudero de Raimundo IV, se organizó una cruzada con los nobles
del Norte de Francia acaudillados por Simon de Montfort, que acabó con
la matanza de Beziers (1209) y la derrota cátara en Muret en 1213
(muere en esta Pedro II de Aragón, que acudió en ayuda de su vasallo
Raimundo IV).
Los últimos cátaros que quedaron fueron asesinados en el castillo de
Montsegur en 1244 (200 en la hoguera). Los dominios de Raimundo
pasaron a la corona francesa por el Tratado de París de 1229 y los bienes
del Conde De Beziers en manos de Simon de Montfort. La excusa religiosa
permitió ampliar territorios a los señores del norte y a la corona dominar el
sur.
Las escuelas monásticas en este siglo imparten a sus monjes una mínima
enseñanza del Trivium, haciendo incapié en la Gramatica (leer y escribir, y
obviando la Retórica y Dialéctica), y del Quadrivium sólo la música para la
interpretación de los himnos litúrgicos.
También durante este siglo y tras los otones se crea un periodo de
tranquilidad que es aprovechado para alguna creación más allá de las
convencionales por monjes/monjas alemanas.
También se da en las escuelas monásticas el surgimiento de la filosofía
medieval (autores como San Anselmo), dando origen al pensamiento
escolástico.
Destaca en el s. X en España el escriptorio de Ripoll donde el saber
musulmán en matemáticas, astronomía y geometría impregnado en dicho
monasterio se extendió un siglo después por Europa, donde su
conocimiento en estas ciencias era obsoleto. Allí aprendió siendo monje
Silvestre II, al cual lo acusaban de haber pactado con el diablo por sus
conocimientos. También hubo otros monasterios castellanos de los cuales
tenemos noticias parecidas).
En el siglo XII destacaron las escuelas monásticas parisinas (Santa
Genoveva y San Víctor).
Con el surgimiento de las nuevas cuestiones en filosofía y teología, de poco
interés para los monjes, comienza el declive de las escuelas monásticas a
finales del XII.
Las escuelas catedralicias
Algunas de estas tenían más libertad y autonomía que las anteriores, al
cuyo frente se hallaba un magister scholarum, que representaba al obispo.
El plan de estudios propuesto por el Obispo de Lieja fue la pauta a seguir
por Tour, Chartres, París, York, Canterbury, Palencia, Toledo y Palermo (estas
dos últimas tenían centros de traducción del árabe). Los alumnos seguían a
sus prestigiosos maestros a la sede en la cual estuvieran, destacaron
Abelardo de París o Berengario de Tours.
En el Concilio de Letrán de 1179, se ordenó que hubiera una por diócesis,
con un beneficiado al cargo.
Ante el auge de las mismas, y debido al ansia del saber de los hombres de
la ciudad, se duplicó la enseñanza creándose una escuela interina y otra
externa para los laicos.
De estas últimas surgieron los maestros seculares, los cuales obtenían del
Canciller (representante del obispo) la licentia docendi.
Los “Estudios Gnerales”.
En una segunda fase, junto a las escuelas catedralicias, aparecen escuelas
urbanas laicas, patrocinadas por algunas ciudades prósperas, que darían
paso a los llamados, primero, Estudios Generales, y, después,
Universidades.
6. El románico.
La gran vitalidad europea de estos siglos se manifiesta en el arte y sus
realizaciones artísticas.
En el campo de la poesía aparece junto al juglar la obra lírica y refinada de
los trovadores, mientras que en las artes plásticas, la expresión del mundo
románico se difundió por toda Europa gracias a las reformas cluniacenses y
cistersienses.
Se trata de un arte eminentemente religioso, ya que la arquitectura civil sólo
adquirirá pleno desarrollo a partir del siglo XIII (no ocurre lo mismo con la
edificación militar)
En los siglos IX y X, asistimos a la fase de lo que se ha llamado primer
románico, caracterizado por las iglesias de una sola nave, poca escultura,
piedras escasamente pulidas, fuertes pilares para sostener las pesadas