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TEMA 13. ExpansiÓn Y Cisma. LA Iglesia EN LOS SS.


VIII-XII

Historia Medieval (UNED)

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TEMA 13: EXPANSIÓN Y CISMA: LA IGLESIA EN LOS SS. VIII-XII.

1. La Iglesia, nexo de unión con el mundo antiguo.


Las invasiones bárbaras en el Imperio supusieron una ruptura, entrando una
cultura que fue sustituyendo durante su convivencia a la romana, la cual
sobrevivió espiritualmente en clérigos y antiguas familias senatoriales,
ambas vinculadas a la Iglesia.
Aun así esta, fue la primera que quería romper con algunos aspectos, como
ocurrió con el paganismo clásico, creando el génesis ideológico y espiritual
en los bárbaros, un campo de cultivo para poder modelar dichas mentes. El
medio fueron sus clérigos, únicas personas cultivadas capaces de poner en
“entredicho” los clásicos literarios y glorias romanas impregnadas de ese
paganismo. Utilizan en su interés la lectura y el estudio de La Biblia,
mediatizando el saber puesto que todo aquel que dijese de aproximarse al
campo de las letras deben hacerlo a través del estamento clerical.
La sistematización de la enseñanza impartida en monasterios y catedrales se
debe a Casiodoro, monje en Vivarium, el cual elabora y estructura la misma
en dos ciclos: Trivium (Gramática, Retórica y Dialéctica, preparaba para
elaborar un buen discurso y hablar en público) y Quadrivium (Aritmética,
Geometría, Música y Astronomía).
Los señores bárbaros, faltos de una capacidad administrativa, se apoyarán
en los obispos, parte visible y portavoces de la sociedad romana. Su sede
eran las antiguas ciudades romanas, representando espiritualmente y
civilmente a la sociedad frente a estos nuevos señores. La ciudad va
pasando de centro civil a religioso, destacando la catedral, el baptisterio y
las iglesias anexas.
El estamento eclesiástico ira creciendo, siendo cada vez más importante,
insustituibles para reyes que influirán en ella buscando contrarrestar a los
nuevos nobles que surgirán, mientras que la iglesia competirá con el
monarca por el poder. Se refleja en las unciones sagradas que la Iglesia
confiere a los reyes durante los reinados visigodos y merovingios, y su apoyo
en los Concilios, que buscan todos los monarcas.
Los monarcas francos, especialmente Carlomagno, sabedor de que la Iglesia
llegaba a cualquier punto del Imperio, la emplearon para llevar su autoridad
a todos los súbditos. Obispos y sacerdotes, a diferencia de sus missi
dominici, influían en la conciencia del pueblo, y su desobediencia afectaba a
la otra vida. El pueblo, rural y analfabeto, recibía la cultura por vía oral, en la
que el sermón (con mucha carga ideológica) del sacerdote calaba y se
interiorizaba rápidamente, apoyándose ante todo en el miedo al infierno.
Carlomagno por ello, controló todos los nombramientos de obispos y abades,
tanto eclesiásticos como laicos. El obispo-conde (los igualó en la estructura
social) era consejero en la Asamblea General, iba a la guerra liderando a sus

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súbditos y formaban parte del misaticum junto a un Conde en las labores de


inspección y control.
En la época carolingia, tanto en Alemania (las diócesis las creó el Rey) como
el Norte de Italia, la elección del obispo por el pueblo cayó en desuso
asumiendose que era el Rey quien concedía como regalía dicho cargo, el
cual no discutían. Incluso el Papado refería que era el monarca quien
ostentaba el cetro de la elección dado por Dios.
En la península itálica, más independiente, eran los nobles quienes elegían a
sus obispos; al igual que en Francia, donde el debilitamiento de la dinastía
hará que los nobles tomen poder electivo y se repartan las diócesis y
arzobispados. En el Sur de Francia era un bien privado, hereditario, que
podía venderse o cederse a particulares.
El obispo, se incluye en la estructura feudal, asumiendo como vasallo las
funciones de auxilium (ayuda militara) y monsilium (en el Consejo Real y
en la Asamblea General) cuando fuera requerido. Las rentas y regalías del
cargo, se consideraban un honor, y como tal podía ser retirado
exclusivamente por un sínodo o el papado. La gran ventaja frente al condado
fue no ser heredable, retornando al señorío (dominimatum), disfrutando de
sus rentas mientras ostentara el cargo. En su nombramiento recibía un
báculo (poder espiritual) y un anillo (poder temporal).
 Parroquias, iglesias privadas y monasterios en los siglos alto medievales.
Todo lo anterior se acentúa en el mundo rural y en los monasterios donde
en ocasiones no se distingue entre lo espiritual y lo temporal.
Las iglesias rurales en su mayoría fueron levantadas por el señor, para
cubrir la necesidad espiritual del siervo y el colono, dotando
económicamente a los sacerdotes para su mantenimiento (unido a
limosnas, diezmos, herencias...). Los señores fundadores las consideraban
de su propiedad, haciendo con ellas cuanto les placía, incluso
asignándoles el sacerdocio a siervos previamente liberados ya que así lo
estipula la Ley Eclesiástica. Es por ello que no estaban dotados ni moral ni
culturalmente para su ministerio.
Lo mismo pasó en los monasterios, sobretodo en los pequeños, donde los
abades más notables se convirtieron en señores feudales (casi como los
obispos), lo que hizo que los señores controlasen su elección y sus rentas
(denominadas abadengo), surgiendo así la figura del abad-laico, mero
administrador para ellos. Estos abades estaban despreocupados de la vida
espiritual de sus monjes, nombraban a otras personas para estos
cometidos (siendo motivo de gran escándalo). En Francia y Alemania fue
común la elección de los grandes abades.
 La práctica religiosa.
El pueblo cristiano altomedieval era muy supersticioso: Dios es vengativo,
y los santos son los mediadores; el demonio y el infierno son instrumentos
de persuasión en todas partes (sermones, códices, frescos…). La ira divina

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se aplacaba con diezmos, peregrinaciones (Santiago, Roma, Jerusalén, San


Martín, Tour…), adoración de reliquias (con las que se negociaba o
comerciaba) o culto a los santos.
Los monasterios e iglesias con reliquias muy veneradas crecían en
prestigio y económicamente, incluso algunas como Santiago serán
estandarte de la reconquista para los reyes castellano-leoneses.
Otro reflejo fue la ordalía (juicio de Dios) que abarca a todas las clases
sociales y está basada en descubrir la verdad del hombre, salvando al
inocente del culpable mediante técnicas como el agua caliente, agua fría,
hierro ardiendo o el duelo (con diferente nivel, incluso reyes y papas eran
participes para salvar su honor). No todos aceptaban intelectualmente
estas prácticas, como Agobardo de Lyón o Atón de Vercelli.
La interpretación alegórica y exaltada de algunos textos, como el
Apocalipsis de San Juan, fue otra manifestación de la sociedad previa al
cambio de milenio. La literatura apocalíptica comentada por Beato de
Liébana desde España se difundió por el resto de Europa.

 Simonía y nicolaísmo.
El contexto como vemos en que se mueve la jerarquía eclesiástica es de
un ambiente de violencia, ignorancia, deterioro moral… que si bien esta
era la tónica general durante la sociedad altomedieval, siempre hubo una
minoría que denunció este estado de cosas. Por su parte, también los
monarcas y grandes señores igualaron los bienes eclesiásticos como
posesiones suyas, pudiendo hacer objeto de reparto arbitrario por parte de
esto.
De este modo, al igual que hubo laicos dispuestos a pagar por obtener un
beneficio, había eclesiásticos dispuestos a hacerlo por un cargo notable en
dinero y poder. En el Sur de Francia se destacó la compra-venta de cargos
eclesiásticos (simonía, de Simón el Mago, que pretendió comprar a San
Pedro el don de hacer milagro en los Hechos de los Apóstoles), lo que
suponía un escándalo para el fiel. La simonía fue habitual entre los siglos X
y XI, donde el arzobispo cobraba por consagrar nuevos obispos, estos lo
hacían con los sacerdotes y los últimos por administrar los sacramentos;
también hubo caso de papas y cardenales nombrados incluso en su
minoría de edad.
En este orden de ruptura moral se dio también la ostentación de
concubinas por parte del estamento eclesiástico, desde el Papa hasta el
sacerdote rural. A esta ruptura del celibato se le llamó nimolaísmo, y fue
muy perseguido por el Papa Nicolás II, quien en el Sínodo de Letrán de
1059, excomulgaba tanto a quien lo practicase y como a quien acudiera a
los oficios de éstos y extendido en el I Concilio de Letrán de 1123 a
todo orden eclesiástico, donde se especifica que solo las madres y
hermanas de los sacerdotes y monjes pueden vivir con ellos.
Evidentemente la inherencia de esta práctica de tener hijos hizo que se

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crearan dinastías eclesiásticas que heredaban el cargo de padres a hijos,


incluso en el papado (Juan XI de Sergio III y Marozia) o dividían la diócesis
para repartirla entre los hijos.
Numerosos sínodos y concilios denunciaron y sancionaron aunque con
escaso resultado, hecho manifiesto por la práctica continuada de los
mismos. El Concilio de Trento en el s. XVI volvió a condenarlas.

2. La ruptura con la iglesia bizantina


El cisma -o separación- de las Iglesias de Oriente y Occidente es una de las
mayores catástrofes que se han abatido sobre la cristiandad. En su génesis y
consumación intervinieron numerosos factores, no sólo de índole religiosa,
sino también política.
El proceso que culmina con la separación y la mutua excomunión de las
Iglesias de Oriente y Occidente es la cristalización de una larga serie de
controversias de índole doctrinal y litúrgica, en la que no faltaron las
ambiciones personales y rivalidades políticas, alimentadas por el
cesaropapismo de los emperadores de Oriente y por algunas decisiones
tomadas por los obispos de Roma, no en su calidad de papas, sino como
soberanos de los Estados Pontificios. A todo ello se ha de sumar la declarada
animadversión entre los griegos y los latinos.
En un intento de simplificar la sucesión de los acontecimientos, muchas
veces confusos, podrían señalarse los siguientes factores:
 El primado del patriarcado de Constantinopla.
El canon 3 del concilio I de Constantinopla (381) reclamaba para la sede
episcopal de esta ciudad el primado de honor, después del obispo de
Roma, aduciendo que Constantinopla era la nueva Roma, pues a ella se
había trasladado la capitalidad del Imperio Romano. Los papas no
admitieron nunca esta pretensión, en la que se producía una desviación de
gravísimas consecuencias desde la fundamentación dogmática a la
argumentación política. Roma no ostentaba el primado en la Iglesia por ser
la capital del Imperio, sino por haber sido la sede episcopal del apóstol
Pedro. Constantinopla no había sido sede de ningún apóstol y, en este
sentido, gozaban de mejor posición Jerusalén, Antioquía y Alejandría.
 La iconoclastia
El primer enfrentamiento doctrinal, de matiz litúrgico, se produjo a
propósito de la licitud del culto a las imágenes (iconos) de Cristo, María y
los santos. En esta controversia se entremezclaban aspectos psicológicos,
culturales y políticos. La sensibilidad y la mentalidad semita (judíos, sirios
y musulmanes) no admiten representaciones sensibles de realidades
trascendentes ni reproducciones muertas de seres vivos.
El emperador León III (717-741), primer desencadenante de la
iconoclastia, era de origen sirio. Por otra parte, el imperio bizantino sentía
en sus fronteras la constante amenaza del poder emergente islámico. El

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culto a las imágenes, prohibido en el islam, podía constituir un motivo -o


un pretexto- para enfrentamientos armados en los que Bizancio tenía muy
poco que ganar. Por lo que respecta al aspecto estrictamente religioso, al
decreto imperial (730) que obligaba a destruir las imágenes, respondió el
sínodo de Roma (731), bajo Gregorio III, con la amenaza de excomunión
contra quienes obedecieran aquella orden. La réplica oriental fue dura: el
sínodo de Constantinopla (754) declaró que el culto a las imágenes es
idolatría. En el concilio II de Nicea (758), los padres conciliares
proclamaron la licitud de la veneración de las imágenes. Las aguas
parecían calmarse, pero sólo en la superficie.
 La controversia del "Filioque"
Mayor densidad dogmática entrañaba la controversia del Filioque. El credo
niceno-constantinopolitano había declarado que el Espíritu Santo procede
del Padre. El concilio III de Toledo (589) añadió la frase Filioque ("y del
Hijo"). El añadido, admitido sin dificultad por la mayoría de las Iglesias
occidentales, fue incorporado al símbolo de la fe a lo largo de los siglos VII
y VIII. Focio (867) lo rechazó como herético, afirmando que el Espíritu
Santo procede únicamente del Padre.
 El cisma de Focio
Focio, secretario de Estado y hombre de vastísima cultura, fue elegido
patriarca de Constantinopla en controvertidas circunstancias. Fueron
muchos los que rechazaron la legitimidad de su nombramiento y el papa
Nicolás I le declaró privado de toda dignidad eclesiástica. Focio replicó de
forma fulminante. Lanzó gravísimas acusaciones contra las costumbres y
las doctrinas de los latinos (entre ellas la cuestión del Filioque) y en un
sínodo (867) tomó la inaudita decisión de excomulgar al Papa como
hereje. Jugaba a su favor el clima antilatino de la corte, avivado por la
decisión del papa Nicolás I de mantener bajo la jurisdicción de Roma el
territorio de Bulgaria, que había sido evangelizado por misioneros griegos
de rito bizantino.
De todas formas, aquel mismo año, coincidiendo con la entronización de
un nuevo soberano, Focio fue depuesto y se restableció la comunión con
Occidente.
 La escisión definitiva con Miguel Cerulario
El patriarca Miguel Cerulario, hombre dotado de una férrea voluntad, se
propuso hacer realidad la vieja aspiración de elevar la sede bizantina a
patriarcado de Oriente, en pie de igualdad con el Papa, patriarca romano
de Occidente. Para conseguir su propósito desencadenó una ofensiva en la
que se acumulaban diversas acusaciones contra los latinos, como que
comulgaban con pan ácimo, suprimían los aleluyas en Cuaresma o
permitían que los sacerdotes se rasuraran la barba. La respuesta latina no
fue menos virulenta. Tachaban, por ejemplo, de adulterio el matrimonio de
los sacerdotes orientales. Los legados del Papa enviados a Constantinopla

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fueron vejados por Cerulario, que llegó a prohibirles celebrar la misa. En


aquel ambiente de crispación, los legados depositaron en el altar de Santa
Sofía, en presencia del clero y del pueblo, una bula de excomunión (16 de
julio de 1054) contra el patriarca de Constantinopla. Pocos días más tarde,
el 24 de julio, un edicto sinodal constantinopolitano excomulgaba a los
latinos. Se había consumado la ruptura. El saqueo de Constantinopla por
los cruzados francos (1202) ahondó aún más el foso entre Oriente y
Occidente. Dada la tensa hostilidad mutua, fueron efímeros los resultados
de los intentos de unión llevados a cabo en el II concilio de Lyon (1274) y
de Ferrara-Florencia (1439), más debidos a la angustiosa situación de
Constantinopla frente al poder musulmán y a su desesperada necesidad
de la ayuda militar del Occidente cristiano que a un verdadero deseo de
comunión religiosa.

3. La reforma de la Iglesia.
A finales del s. X la Iglesia Romana estaba en sus horas bajas, y que frente a
ese estado hubo miembros del orden eclesiástico que pidieron una reforma.
 La reforma monástica.
Los mluniamenses. Durante este tiempo los monasterios no eran lugar
de oración y recogimiento, pues eran dependientes en muchos casos
del poder laico (incluso servían de hospedaje para los señores y sus
acompañantes en sus desplazamientos).
Por otro lado, el movimiento de reforma no podía partir ni del papado
(estaba en sus horas más bajas), ni del emperador (quería seguir
nombrando cargos eclesiásticos para su control), ni de los obispos (pues
no gozaban de la suficiente independencia y libertad para oponerse al
poder temporal).
El paso definitivo para la reforma del clero (en la vida y sus costumbres)
y su progresiva liberación de la tutela laica, se dio en varias fases. La
primera curiosamente se debe a laicos, cabiendo señalar a Gerardo de
Rosellón (fundador del Monasterio Vezelay) y Guillermo I “el piadoso”,
duque de Aquitania y fundador de Cluny.
Principales cláusulas de la Carta de fundación de Cluny (909)
establecían que:
 monasterio y dominios pertenecían a Santa Sede;
 monasterio quedaba exento injerencia laica;
 los abades eran elegidos por monjes.
Adscritos al obispado de Maçon, el papa Juan XI le aprobó estos
privilegios en (931), posteriormente el abad Hugo Cluny consiguió el
privilegio de que todos los monasterios que se acogieran a su regla o los
fundados por él estuvieran bajo su mando directo.
El abad Bernón, el primero de todos, restauró la primigenia orden
benedictina, e hizo hincapié en los votos de pobreza, castidad,

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obediencia y penitencia del monje, dando especial relevancia a


celebración misa y oficio divino (liturgia).
Los primeros abades de Cluny fueron personajes notorios en su época,
y debidoa ello todos los señores los querían en sus dominios. Su
extensión por Francia e Italia hacía que todos los priores pasaran por la
casa fundacional en un control y disciplina férreos. En el siglo XI toda
Francia estaba bajo su influjo, y un siglo más tarde lo hacía por toda
Europa, encontrándose sus monasterios en vías importantes de
comunicación y en las llanuras agrícolas más notables. Mientras, en
Cluny, se levantaba la mayor Iglesia de la Cristiandad.
“Monjes negros” cluniacenses (por su hábito) fueron Urbano II y Pascual
II. Su declive comienza a mediados del XII, por disputas con los papas y
problemas económicos pese al esfuerzo del abad Pedro el Venerable.
Muchos siervos (los cuales no tenían libertad jurídica y estaban
adscritos a tierra, donde todo estaba condicionado a voluntad del
señor...), colonos (tenían libertad jurídica y no estaban adscritos a la
tierra aunque trabajaban tierras no propias) y hermanos conversos,
trabajaban sus feudos para que los monjes no se desviaran de la
oración y del trabajo en las escriptorías.
Gracias a ellos se extendió el Románico por toda Europa, y la Reforma
de Cluny afectó fundamentalmente al ámbito monástico y rural.
Los mistermienses. En el siglo XI unos monjes se instalan en Citeaux
(Borgoña francesa) para seguir la regla estricta benedictina. En su
Carta de Caridad (1118) se distinguen por pobreza, aislamiento del
mundo, trabajo manual en los campos (ayudaron en la mejora de las
técnicas agrícolas), silencio, sencillez de las casas y templos.
Su auge llega en 1115 con San Bernardo de Claraval, quien
extenderá la orden por toda Europa. Culto, conocedor de las artes
liberales, será consejero de reyes y papas, y proclamó la 2ª Cruzada. A
su muerte en 1153, el Cister está en primera línea, apoyando al Papa
contra los herejes del Languedoc, contando con establecimiento
repartidos por toda Europa y Tierra Santa.
A diferencia de Cluny, sus abadías eran más independientes y mucho
más participativas, si bien aun así dependían de abadías madres. El
abad general residía en Citeaux, asistido por un Capitulo General del
que emanaban todas las directrices (no tan centralizado como Cluny).
Se les conoce como los “monjes blancos”.
Otras órdenes monástimas. Hubo movimientos que criticaban la
riqueza de Cluny provenientes de personas con ideales eremíticos,
movimientos anacoretas o combinación vida eremítica y cenobítica. Así
se crearon nuevas órdenes como la de los Cartujos, Vallehumbrosa,
Camaldulenses, Premostratenses

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Otros reformadores adoptan la regla de San Agustín que permitía


vivir en comunidades monacales dedicadas a enseñanza y predicación.
También se fundaron Ordenes Militares (Hospitalarios, Templarios o
Teutónicos).

 La Iglesia y las instituciones de paz: la “Paz y Tregua de Dios”.


El desorden entre nobles del sur de Francia, donde la debilidad
monárquica se hacía patente, procuró que hubiera luchas por los
dominios entre ellos, castigando de paso al pueblo con saqueos,
destrucción y muerte.
Surgieron por ello unos primeros acuerdos en el Concilio de Charroux
(989), donde proclaman la iPaz de Dios”, llamada así porque esta sí
la garantizaría, en caso de que los poderes públicos no lograran
imponerla, con castigo de excomunión para todo aquel que despojara a
campesinos y mercaderes de sus bienes o maltratara a clérigos. En
1010 una asamblea de nobles y obispos en Orléans extiende la Paz de
Dios a toda Francia. Así, frente a la violencia generalizada, fue naciendo
un deseo generalizado de paz, si bien con resultados limitados.
Como complemento de este movimiento surgió la iTregua de Dios”,
establecida en el Sínodo de Elna en 1027, por la cual los combates
estaban prohibidos en determinados días y periodos del año, siendo al
principio de sábado tarde a las primeras horas del lunes, por el
descanso dominical y la misa;
El Concilio de Gerona de 1068 lo extendió a Cataluña (si bien hay unas
leyes previas de Berenguer I, y los Papas Nicolás II y León IX fueron
grandes defensores de esta.

4. Las herejías
Durante los siglos XI y XII se desarrollaron una serie de herejías que no
tuvieron un carácter teológico estricto (como ocurrió con las de la formación
de la Iglesia), si no que fueron más bien reivindicaciones sociales que
afectaron a todos los estamentos. La motivación última fue que tuvieron un
anhelo de reforma eclesiástica, y que el clero volviera a los ideales
evangélicos, regenerar y purificar la Iglesia. Criticaban la riqueza, el clero
nobiliario, dejadez de funciones, ignorancia de un clero empobrecido…
Los diferentes movimientos vivieron en pobreza comunal, fueron fervientes
espirituales y aunque hubo muchos adeptos, no supusieron peligro alguno
para las iglesias locales.
 Valdenses, Fundado por Valdo, rico mercader de Lyon en 1170 que repartió
sus riquezas entre los pobres de la ciudad. Predicaba la pobreza, la
penitencia y pedía la traducción a la lengua vulgar de las escrituras (no
querían que el clero, como dueño del latín, fuera el único en poder
interpretarlas para los demás). Al atacar a la jerarquía eclesiástica, son
excomulgados en el concilio de Verona de 1184. A su fundador se le

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hecha de Lyon, lo que hace que se extendiese por gran parte de Europa
(son considerados los precursores del movimiento protestante) y su iglesia
llega hasta nuestros días.
 Los cátaros o albigenses. De mayor transcendencia, los puros o cátaros, de
implicaciones teológicas, nacen del maniqueísmo y el gnosticismo. Fue
introducida en 1150 por supervivientes de la 2ª Cruzada a su vuelta. Se
asentaron en el Languedoc (Albi, de ahí su otro nombre), también Francia,
Cataluña, Alemania o Italia. Rechazaban la organización eclesiástica y los
sacramentos (solo aceptaban el Consolamentum, un equivalente a la
extremaunción).
Los creyentes no debían mantener ninguna regla (tan solo los perfectos
debían ser austeros).
En el sur de Francia, ayudados por la nobleza feudal y en especial
Raimundo IV Conde de Tolosa lograron tener una estructura con 6
obispados, motivo de reacción de la Iglesia, que creó misiones
evangelizadoras con obispos y después, tras el asesinato del legado papal
por un escudero de Raimundo IV, se organizó una cruzada con los nobles
del Norte de Francia acaudillados por Simon de Montfort, que acabó con
la matanza de Beziers (1209) y la derrota cátara en Muret en 1213
(muere en esta Pedro II de Aragón, que acudió en ayuda de su vasallo
Raimundo IV).
Los últimos cátaros que quedaron fueron asesinados en el castillo de
Montsegur en 1244 (200 en la hoguera). Los dominios de Raimundo
pasaron a la corona francesa por el Tratado de París de 1229 y los bienes
del Conde De Beziers en manos de Simon de Montfort. La excusa religiosa
permitió ampliar territorios a los señores del norte y a la corona dominar el
sur.

 La Inquisición. Se creó para combatir estas herejías, quedando las bases


definidas en el Concilio de Verona (1184) por el Papa Lucio III y mejor
sistematizadas por Inocencio III en el IV Concilio de Letrán (1245). Las
sentencias al reo las aplican las autoridades civiles, quedando la Iglesia al
margen de tan desagradable cometido. Esta inquisición episcopal no tuvo
éxito por su cercanía a los herejes, por lo cual Gregorio IX instituyó la
Inquisición propiamente dicha instruyendo los procesos y los castigos a
cada caso, encargándoles a las órdenes mendicantes, Dominicos
sobretodo, dicha tarea.

5. Vida intelectual y artística.


 Las escuelas monásticas.
La cultura en el altomedievo es escasa, y a raíz de las segundas invasiones
casi nulas. En el s. X los únicos focos son los monasterios, dados al
fomento de la cultura religiosa y de escasa originalidad.

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Las escuelas monásticas en este siglo imparten a sus monjes una mínima
enseñanza del Trivium, haciendo incapié en la Gramatica (leer y escribir, y
obviando la Retórica y Dialéctica), y del Quadrivium sólo la música para la
interpretación de los himnos litúrgicos.
También durante este siglo y tras los otones se crea un periodo de
tranquilidad que es aprovechado para alguna creación más allá de las
convencionales por monjes/monjas alemanas.
También se da en las escuelas monásticas el surgimiento de la filosofía
medieval (autores como San Anselmo), dando origen al pensamiento
escolástico.
Destaca en el s. X en España el escriptorio de Ripoll donde el saber
musulmán en matemáticas, astronomía y geometría impregnado en dicho
monasterio se extendió un siglo después por Europa, donde su
conocimiento en estas ciencias era obsoleto. Allí aprendió siendo monje
Silvestre II, al cual lo acusaban de haber pactado con el diablo por sus
conocimientos. También hubo otros monasterios castellanos de los cuales
tenemos noticias parecidas).
En el siglo XII destacaron las escuelas monásticas parisinas (Santa
Genoveva y San Víctor).
Con el surgimiento de las nuevas cuestiones en filosofía y teología, de poco
interés para los monjes, comienza el declive de las escuelas monásticas a
finales del XII.
 Las escuelas catedralicias
Algunas de estas tenían más libertad y autonomía que las anteriores, al
cuyo frente se hallaba un magister scholarum, que representaba al obispo.
El plan de estudios propuesto por el Obispo de Lieja fue la pauta a seguir
por Tour, Chartres, París, York, Canterbury, Palencia, Toledo y Palermo (estas
dos últimas tenían centros de traducción del árabe). Los alumnos seguían a
sus prestigiosos maestros a la sede en la cual estuvieran, destacaron
Abelardo de París o Berengario de Tours.
En el Concilio de Letrán de 1179, se ordenó que hubiera una por diócesis,
con un beneficiado al cargo.
Ante el auge de las mismas, y debido al ansia del saber de los hombres de
la ciudad, se duplicó la enseñanza creándose una escuela interina y otra
externa para los laicos.
De estas últimas surgieron los maestros seculares, los cuales obtenían del
Canciller (representante del obispo) la licentia docendi.
 Los “Estudios Gnerales”.
En una segunda fase, junto a las escuelas catedralicias, aparecen escuelas
urbanas laicas, patrocinadas por algunas ciudades prósperas, que darían
paso a los llamados, primero, Estudios Generales, y, después,
Universidades.

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Una de las ciencias que primero se desarrolló fue la Medicina: se practicaba


la disección anatómica y la cirugía.
El estudio del Derecho tuvo una repercusión muy importante en la
organización de la sociedad y en la afirmación del poder real. El Derecho
Romano, a través de la codificación de Justiniano, se toma como modelo de
reglamentación jurídica para sociedades más perfectas.
De todos los aspectos de este resurgir cultural de Occidente, durante esta
época, el más importante es el que se refiere al estudio de la filosofía y la
teología. El auge del “método dialectico” supuso la sustitución del
“argumento de autoridad” y que caracterizará este período, ello debido al
redescubrimiento de la Lógica de Aristóteles, a través de Porfirio y Boecio.
Pero el gran reto que el pensamiento del siglo XII tenía ante sí era la
armonización de la razón y la fe. Una de sus manifestaciones giró en torno
a la validez, real o ficticia, de los llamados conceptos universales, que
dividió a las escuelas en realistas y nominalistas. Anselmo de Laón y Pedro
Lombardo habían desarrollado el método de las sentencias, consistente en
acumular citas de autoridades bíblicas y patrísticas para probar una tesis.
En cambio Pedro Abelardo busca enfrentar autoridades contrapuestas para
resolver él la cuestión mediante un argumento de razón. Estamos a las
puertas del “método escolástico”, en el que hay un proceso discursivo
claramente definido en tres fases: el planteamiento (quaestio); la
argumentación (disputatio) y, finalmente, la conclusión (sentencia). Sin
embargo, los recelos que el método suscitaba, no había sido aún superados
sino que proseguirán más allá incluso de la gran construcción teológica que
creará Santo Tomás de Aquino. San Bernardo de Claraval, fustigó
implacablemente a Pedro Abelardo, que fue condenado en el Sínodo de
Sens, de 1140; lo mismo que Gilberto de la Porrée, que fue obligado a
retractarse en el Concilio de Reims de 1148.

6. El románico.
La gran vitalidad europea de estos siglos se manifiesta en el arte y sus
realizaciones artísticas.
En el campo de la poesía aparece junto al juglar la obra lírica y refinada de
los trovadores, mientras que en las artes plásticas, la expresión del mundo
románico se difundió por toda Europa gracias a las reformas cluniacenses y
cistersienses.
Se trata de un arte eminentemente religioso, ya que la arquitectura civil sólo
adquirirá pleno desarrollo a partir del siglo XIII (no ocurre lo mismo con la
edificación militar)
En los siglos IX y X, asistimos a la fase de lo que se ha llamado primer
románico, caracterizado por las iglesias de una sola nave, poca escultura,
piedras escasamente pulidas, fuertes pilares para sostener las pesadas

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bóvedas, y escasa iluminación interna: es el arte típico de las abadías


cluniacienses.
Una segunda etapa se desarrolla desde finales del siglo XI y durante el XII,
segundo románico, caracterizado por construir naves más anchas y
elevadas, numerosas esculturas en las fachadas, abundantes ventanas y
puertas, mayor luminosidad y ligereza de los contrafuertes.
La planta típica de las grandes iglesias románicas, es la de cruz latina con
varias capillas o ábsides en la cabecera. Las llamadas iglesias de
peregrinación incluyen una girola o deambulatorio para facilitar el
movimiento de los fieles alrededor de las reliquias, como en Santiago de
Compostela.
Los temas escultóricos elegidos para pórticos y tímpanos hacen referencia,
en líneas generales, al Juicio Final o escenas del Apocalipsis.
Los capiteles de columnas, interiores, exteriores como los de los claustros,
son de una riqueza sorprendente.
La pintura románica, al fresco, se utiliza en el interior de los templos y en los
frontales de altar, caracterizada por el hieratismo de las figuras, seriedad y
uniformidad.
Coetáneo con esta fase del románico (mediados del S. XII), encontramos los
primeros ejemplos del arte Gótico, rastreados en la basílica de San Denís y
en la catedral de Durham.

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