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Tema 3.

La expansión del cristianismo y las


primeras herejías

1. LA ORGANIZACIÓN Y JERARQUÍA ECLESIÁSTICA


La Iglesia de esta época carecía de estructura y organización administrativa, adoptó la
del Imperio. El núcleo administrativo del Imperio era la “civitas” romana, lugar en el
que la Iglesia decidió que desarrollara su cátedra el obispo (“episcopus”), como sede
de la administración episcopal, la diócesis. Al conjunto de diócesis era una provincia
eclesiástica (solía coincidir con la civil) a cargo de un “metropolitano” (arzobispo en
occidente) jerárquicamente superior al resto de obispos. Cuando con las primeras
invasiones las clases gobernantes y señoriales abandonan las ciudades a los grandes
dominios de las villas, los obispos se erigen como jefes espirituales y civiles para el
pueblo. Los obispos, de procedencia senatorial en su mayoría eran apoderados, tanto
en la ciudad como en el campo, cediendo a la Iglesia sus bienes tras la muerte, que
unido a las donaciones de los fieles la iban haciendo cada vez más rica, siendo de los
grandes propietarios de bienes rústicos. En el Medievo la tierra era casi la única fuente
de riqueza y con el tiempo su dominio sobre la misma y las personas.
En torno a la ciudad comienza a girar toda la vida religiosa, a mandos de los
obispos y sus catedrales, lugar de custodia de las reliquias veneradas fuente de
milagros, curaciones y protección para la ciudad. Catedrales e iglesias ejercieron de
asilos para necesitados. Los obispos extendieron su poder a los poblados diocesanos
(“vici”) creando parroquias rurales, a cargo de “presbíteros”, quienes trasmiten por los
obispos las órdenes y acuerdos.
Dado su poder, los reyes son electores de los obispos, asegurando su fidelidad,
pues tienen tanto rango como los condes (“comes”). En algunos lugares el cargo de
obispo se transmitía en la familia. Nace el celibato por orden de León I (no así en
oriente, obispos no pueden, diáconos y sacerdotes sí), siendo irregular durante todo el
Medievo.
El metropolitano reunía a sus obispos en sínodos (asambleas), donde se
acordaba todo lo referente a la vida religiosa en la diócesis. De mucha conservamos
sus actas.

2. LAS IGLESIAS ORIENTALES: LOS PATRIARCADOS. EL PRIMADO DE ROMA


El Imperio de Oriente se dividió en 5 territorios administrativos (Patriarcados de
Alejandría, Constantinopla, Antioquía, Jerusalén y Roma) llamados diócesis o
patriarcados, con varias provincias en cada una que coincidían más o menos con las
metrópolis eclesiásticas.
El Concilio de Constantinopla (381) estructuró la organización de la Iglesia y
acordó que un obispo/patriarca no se podía inmiscuir en otra diócesis/patriarcado.
El Patriarcado de Alejandría durante los s. V y s. VI, con orígenes en San Marco.
Con gran número de monjes (de Tebas principalmente) y 100 obispados, le confirió
gran riqueza, poder político y doctrinal, foco principal del cristianismo de formas
ortodoxas (derivado del helenismo), arremetió contra el arrianismo. Su principal figura
fue el Patriarca San Anastasio. A sus patriarcas se les conocía como faraones de
Egipto.
Los Patriarcado de Antioquía y Jerusalén disputaban por Chipre (allí estuvo San
Pedro).
El Patriarcado de Constantinopla surge del obispado de la ciudad, creado como
referencia eclesiástica de la “Nueva Roma”. Tuvo muchos conflictos con los
emperadores y por la doctrina a seguir en el imperio. En el concilio de Calcedonia (451)
le reconocía un rango similar al Papa de Roma, canon que no fue aceptado, con el
tiempo, y la invasión musulmana del s. VII de los otros tres patriarcados orientales se
postuló como rival de Roma.
En occidente se siguió una estructura distinta, solo se erigió el Patriarcado de
Roma y Cartago aglutinaba 500 obispos en 6 diócesis civiles. Cartago dio grandes
figuras como San Agustín o Tertuliano hasta que las querellas donatistas, los vándalos
y en el s. VII los musulmanes acabaron con esta Iglesia.
El Papa de Roma luchó siempre por defender su dogma como sucesor de San
Pedro (Decretales) y mantenerse al margen de los poderes civiles, ayudado por la
evangelización de los pueblos bárbaros asentados en el Imperio. Como sucesor de San
Pedro los otros patriarcados le concedieron una primacía honorifica (Primado de
Roma), sin perder ni un ápice de su independencia. Los reyes barbaros, arrianos en
general, desconfiaban del papado, pues éste se inmiscuía con los obispos católicos de
sus reinos, por lo que defenderán su autonomía frente a Roma. La primacía del Papa
de Roma fue San León I Magno (s. V), reconocida por los obispos de Hispania, Galia y
el Ilírico tras el Concilio de Calcedonia (451) donde postulaba una doctrina ortodoxa, la
defensa de Roma frente a Atila (452) y las vidas que salvó en el saqueo de la ciudad por
el vándalo Genserico (455).
Desde Constantino I y Teodosio I la Iglesia era privilegiada en el Imperio, los
emperadores se consideraban “obispos entre obispos”. Entre los privilegios
eclesiásticos estaban: exención de cargos municipales, sujetos al derecho eclesiástico y
no al civil, habían conseguido equiparar la herejía al crimen estatal, obispos jueces de
litigios públicos, etc. aunque no había pasado mucho tiempo no parecía que la Iglesia
se considera una religión más, como pedían en sus inicios, ahora como religión oficial
no toleraba la discusión ni el compartir privilegios. Para proteger estos derechos se
apoyan en la protección civil, emperadores y reyes bárbaros a cambio eran electores
de sus cargos y se inmiscuían en la doctrina según sus intereses políticos (ejemplo de
ello es Justiniano).
El Papado, lejos del emperador comenzaba a perfilar poderes, el espiritual para
él y el temporal para ellos (“teoría de las dos espadas”). El Papa Gelasio I (492-496), se
dirigió por carta al emperador Anastasio (494), en la cual alegando la doble carga que
suponía conducir al Pueblo de Dios y sus gobernantes exigía que solo el papado juzgara
a sus patriarcas y obispos. Los patriarcas de Constantinopla, muy ligados al emperador
no siguieron esta doctrina.
En los primeros siglos, los obispos los elegía el pueblo y el clero de forma
desordenada, por motivos religiosos, políticos y económicos. La autoridad civil empezó
a tomar las riendas, el Patriarcado de Constantinopla lo elegía el Emperador y el Papa
de Roma era electo ante muchas presiones, antes de ser consagrados, debían pagar
una tasa al emperador bizantino, la cual fue abolida por Constantino IV (680). Con el
tiempo solo fue necesario comunicárselo al Emperador o al Exarca de Rávena, y tras la
conquista del norte de Italia por Carlomagno a éste.
3. CONCILIOS Y HEREJÍAS
Una vez el cristianismo es aceptado por los emperadores como la nueva fe, surgen
diversas interpretaciones del mismo. Las herejías nacerían en Oriente, por estar más
difundido, por su sutileza para interpretarlo y a la fortaleza del helenismo. En
Occidente las herejías fueron más débiles.

3.1. Herejías de Occidente


 Donatismo. Norte de África, s. IV. Su impulsor Donato (Obispo de Cartago 312).
Exigentes con el clero, criticaban su vida relajada, relacionaban la eficacia del
sacramento con la pureza del que lo administraba. Dividió a la Iglesia
norteafricana hasta la llegada de los vándalos y resurgió con la conquista
Justiniano.
 Pelagianismo. Pelagio, laico irlandés, adoctrinaba con la inexistencia de la
transmisión del pecado original de Adán, el bautizo en ese aspecto era inútil. El
hombre honrado y justo tenía derecho a la vida eterna. Defiende la obra de
Jesús y no su aspecto mesiánico en la salvación que nos otorga con su muerte
(origen de la doctrina “sola fides”, “solo por la fe” que apostilló Lutero, se
refiere a que la fe es suficiente para la salvación de los pecados). Nacida del
estoicismo y la filosofía pagana, condenada en el Concilio de Cartago (418) y
muy especialmente por San Agustín.
 Priscilianismo. Prisciliano, Obispo de Ávila (s. IV). Doctrina con vestigios
gnósticos y maniqueos tuvo repercusión por la Lusitania y Galicia. Fue el primer
hereje ejecutado en tiempos del emperador Máximo, dada la presión de los
obispos hispánicos. Cargado de contenido social y crítica a la jerarquía, duro
dos siglos más en la zona.

3.2 Herejías de Oriente


Tuvieron más connotaciones dogmáticas, políticas y sociales. Como respuesta
surgieron los primeros concilios ecuménicos. Afectaron al desarrollo y debilitamiento
del Imperio de Oriente.
 Arrianismo. Arrio (presbítero de Alejandría 311) estructuró esta doctrina
originada en Antioquía. Partiendo de la Divina Trinidad, consideraba a Jesús
(encarnación del hijo de Dios) como semidiós, no a la altura del Padre. Esta
teoría va en contra de los cimientos del cristianismo de Constantino I, se
convoca el primer Concilio Ecuménico, el Concilio de Nicea (Asia Menor, 325).
Liderado por el Obispo Osio de Córdoba (consejero del emperador) y 300
obispos, concretaron el texto del Credo o Símbolo de Nicea (“el Hijo fue
engendrado, no creado, consustancial al Padre”). Se acordó que la Pascua de
Resurrección fuera entre el 22 marzo y el 25 de abril, primer domingo posterior
al plenilunio del equinoccio de primavera (hubo disputa con los judíos que para
ellos no tiene por qué coincidir en domingo y con el Patriarca de Alejandría).
Esta herejía desaparece con el II Concilio Ecuménico, Primer Concilio en
Constantinopla (381), sobreviviendo gracias a la asimilación de los godos de
dicho movimiento en tiempos del obispo Ulfila, hasta la conversión al
cristianismo visigodo por el Rey Recaredo.
 Nestorianismo. Nestorio (Patriarca de Constantinopla 428). De doctrina difisita,
Cristo tenía dos naturalezas completas e independientes, la humana prevalecía
sobre la divina. María engendró un hombre en el que habitó presencia divina,
Madre del Hombre, no de Dios. Cirilo de Alejandría se opuso, las dos
naturalezas de Cristo eran indisolubles y su madre lo era de Dios (“theotokos”).
Este monofisismo se asimiló en el 431 en el III Concilio Ecuménico y Primer
Concilio de Éfeso, en el 433 se firma el Edicto de Unión (“henotikon” –
Emperador Zenón I de Bizancio) por el cual se pretende unir a los obispos, pero
al final el monofisismo se hace oficial en el 449 en el segundo. Nestorio fue
revelado como Patriarca, su doctrina extendió por la Persia Sasánida y
posteriormente Irak, India y China, donde aún subsiste.
 Monofisismo. Tuvo mayor calado y una de las causas del debilitamiento
interno del Imperio y defección de los súbditos tras la invasión musulmana.
Tras la muerte de Cirilo de Alejandría, en el 444 un seguidor, Eutiques, defendió
en Éfeso que la doble naturaleza de Cristo era en realidad una (“monofisis” =
una naturaleza), la divina. Al principio no se aceptó el monofisismo, Eutiques le
escribió al Papa León I, el cual reafirmo el difisismo en su contra. En el II
Concilio de Éfeso (449) presidido por el emperador Teodosio II (monofisita) se
reconoció como doctrina oficial del Imperio, se negó la entrada a enviados de
Roma, dado lo cual el Papa León I Magno lo calificó como “latrocinio de Éfeso”,
ayudado por Pulquería y su marido Marciano (ambos ortodoxos o difisitas) se
convoca para anular el Concilio anterior en el 451 el IV Concilio Ecuménico en
Calcedonia (se condenó el monofisismo, de los 600 obispos solo dos eran de
occidente, las dos naturalezas de Cristo eran plenas, Dios y Hombres,
conjuntándose en una, hasta hoy).Se creó un cisma de Roma con los obispos de
Oriente defensores del monofisismo creo un cisma que perdura hoy, creando la
Iglesia Ortodoxa a partir de la escisión de los patriarcados orientales, según la
zona será Copta, Siria o Jacobina y Armenia. En Siria y Egipto fue símbolo
nacionalista frente al emperador hasta la invasión musulmana.

CONCILIO DISPUTA SE OPONE CONCLUSIÓN


I C.E., Primer Arrianismo – Osio de Córdoba “Credo”. Hijo=Padre
Concilio Nicea Jesús
(311) semidiós.
II C. E., I Concilio de Arrianismo Melecio de Desaparece arrianismo.
Constantinopla Antioquía
(381) (monofisita).
III C.E., I Concilio de Nestorianismo Cirilo de Alejandría Desaparece
Éfeso (431) (monofisita) nestorianismo y se
considera buena el
monofisismo en
Oriente.
II Concilio de Éfeso Difisismo. Los monofisitas. Monofisismo oficial en
(449) “latrocinio” Oriente.
IV C.E., I Concilio “LATROCINIO Papa León I Magno Condena el
en Calcedonia DE ÉFESO” – (difisita) Monofisismo para
(451). monofisismo. Occidente, cisma. Se
fija el difisismo.
4. SAN GREGORIO MAGNO Y LA EVANGELIZACIÓN DE LOS ANGLOSAJONES
San Gregorio I Magno (540-604). De familia rica, Prefecto de la Ciudad, embajador de
Pelagio II en Constantinopla. Papa desde el 590, pagó al rey lombardo Agiulfo durante
la invasión de Roma (593), independiente al emperador, tuvo que cumplir lo
estipulado en su figura, firmo con el Rey la frontera del reino lombardo con la del
ducado romano (posteriormente sería el patrimonio del Vaticano).
Los anglosajones, paganos, habían negado la conversión al cristianismo por los
monjes bretones. Gregorio I envío al monje Agustín (1er arzobispo de Canterbury,
canonizado) y 40 monjes más, logrando la conversión del rey de Kent, Ethelberto
(canonizado), casado con una católica merovingia y que cedería las primeras tierras de
Canterbury (en torno a las cuales se edificó la estructura primitiva de la iglesia en las
islas). Essex lo hizo lentamente, su sede fue Londres. En su pontificado se aseguró de la
rectitud de la jerarquía eclesiástica, alentó la evangelización benedictina, se instauró
en la liturgia el “canto gregoriano” en lugar del “ambrosiano o milanés” de San
Ambrosio.

5. EL MONACATO
5.1. El monacato oriental
El monacato surge en Oriente (s. III) para aquellos que quieren dedicar su vida a
imitar la de Cristo, sin recurrir al martirio, con un sacrificio en el tiempo de vida
ascética. Estas personas se convertían en anacoretas (ermitaños) de los desiertos
orientales (como Tebas en el norte de Egipto o Alejandría). San Antonio el Anacoreta
(s. III) fue un ejemplo intermedio entre el puro y el monje en comunidad, pues se
rodeó de otros a los que instruyó para combatir las tentaciones aislados de la
sociedad.
El egipcio San Pacomio será el primero, en el 330 monta una comunidad de
cenobitas (vida en común), leen la biblia, trabajan con sus manos y siguen unas reglas
comunes. Así el cenobitismo o monacato se instaura y llega a nuestros días (no es
propio del cristianismo).
En la zona de Oriente Próximo, San Hilarión propició las “lauras” (sus miembros
vivían aislados en cuevas, se reunían el domingo para la liturgia y comer juntos). Otros
fueron los “estilitas” como San Simón (vivió 40 años encima de una columna).
El verdadero fundador fue San Basilio (obispo de Cesarea 329-379). Sus reglas
son cumplidas por monjes ortodoxos y seguidas por San Benito. La regla basiliana crea
la figura de monje al mando, dedican el tiempo a trabajo manual y lectura de la Biblia,
participan activamente en la confrontación teológicas apoyados por el orden civil y
religioso, huyen de las mortificaciones excesivas, al ser célibes surgieron muchos
ortodoxos y se contaban por miles por todo el Imperio.

5.2. El monacato occidental


Surge más tarde y por personas que lo introdujeron de oriente. Hasta la
benedictina en el siglo VI surgen muchos proyectos asimilados a monacales diferentes
(por destacar alguno el de San Agustín el norte de África, algunos en la Península y en
la Galia).
El principal foco fue en las Islas. Muy cultos y rigurosos, destacaron San Patricio
y San Columbano. San Patricio evangelizó por Irlanda, creando monasterios e iglesias
por la zona, convirtió a los “pictos” del norte de Inglaterra (monasterio de Lindisfarne)
con la ayuda de monjes irlandeses (“scotti”). San Columbano desde Irlanda partió a la
Galia, creando monasterios en Borgoña, Zúrich (San Gall) y el norte de Italia (Bobbio).
El monasterio irlandés de Bandor llegó a tener a 300 monjes, muy del estilo de
los de Tebas. El abad ejercía el papel de obispo, pues en las islas la estructura
eclesiástica giraba en torno a las abadías, éstas seguían practicas distintas a las
monacales romanas en cuanto a la Pascua, el bautismo o el sacerdocio, lo que
ocasionó conflictos con los evangelizadores romanos.
Destaca en el s. V San Benito de Nursia (“Norcia”), anacoreta en sus orígenes,
funda el monasterio de Monte Casino (entre Roma-Nápoles) donde redacta su “Regula
Monachorum”, compilación de lo conocido en régimen monacal, conteniendo el
célebre “ora et labora” (dio mucha importancia al trabajo manual y a la oración). Deja
las prácticas rigoristas celtas y se centra en el canto divino. El abad es vitalicio y regidor
sin oposición de la comunidad, los monjes se adscribían a un único monasterio. San
Benito muere en el 543, su monasterio destruido en el 580 por los lombardos y sus
monjes son recogidos por el papa San Gregorio en Roma de buen grado. Esta regla se
extendió por toda Europa por la sencillez de su perfecta reglamentación y por ser más
flexible y humana. Para Roma los benedictinos son grandes evangelizadores y vocales
de su doctrina. Su “scriptoria”, su liturgia romana y sus reglas apoyaron el comienzo de
una idea común de lo romano, lo germano y lo cristiano: Europa.

6. LA TRANSMISIÓN DE LA CULTURA CLÁSICA EN OCCIDENTE


6.1. Lengua y cultura
La división de Teodosio (395) se fue acrecentando. Oriente se helenizó, el
griego se hizo fuerte entre la población más culta, de uso común en Alejandría y Asia
Menor, el copto en Egipto, arameo y sirio en Siria. En el siglo V el griego está
plenamente extendido en el Imperio. Con Justiniano (escribe su Codex en latín, habla
griego por ser del Ilírico) y el prefecto Juan de Capadocia es la lengua de la
administración. En el 582 pasa a ser la lengua oficial (muere Tiberio II, último
emperador con el latín como lengua materna). En la parte italiana deben traducir las
órdenes al latín.
Las invasiones en occidente desvirtuaron el latín por zonas, el desuso de la
escritura (“bajo latín”) lo acentuó, convirtiendo en una lengua eminentemente oral
(“latín vulgar”). En el siglo V alcanza su punto más bajo con nuevas incorporaciones
como el artículo o la preposición. El latín escrito era muy distinto al escrito.
Desaparecen escuelas de gramática y retórica por la falta de apoyo público (solo le
interesó al ostrogodo Teodorico) y con ello el interés en la mitología y los clásicos
griegos, en detrimento de la composición litúrgica, del estudio de la Biblia y los escritos
de los padres de la Iglesia.

6.2. Centros de creación y difusión


En Francia destaca el obispo de Clermont de origen senatorial Sidonio Apolinar
(s. V), el cual fue amante de las lenguas clásicas y escribió 24 poemas. En el s. VI el
obispo e historiador Gregorio de Tours escribió con una gran prosa (a veces algo
rústica). El obispo de Poitiers, Venancio Fortunato, creó un gran repertorio de himnos
para la liturgia católica.
En Italia gracias a los ostrogodos Odoacro y Teodorico favorecieron la cultura
latina y sus clásicos. Destacó Ennodio, pero sobretodo Boecio (“De consolationes
Phylosophiae”) y Casiodoro (“Institutiones”). En el s. VI el Papa Gregorio I Magno
escribió “Diálogos” y “Libros Morales” muy difundidos en la Edad Media.
En España San Isidoro de Sevilla en el s. VII sintetizó el saber antiguo en sus
“Etimologías”.
Fuera de lo común, en las Islas, los monjes ingleses e irlandeses apostaron por
un latín culto y clásico, los celtas en Irlanda adornaban excepcionalmente sus
miniaturas cuando copiaban los manuscritos en sus “scriptoria” y sobre todo los
anglosajones que recolectaban en sus viajes manuscritos que luego trascribían. Entre
todos destaca Beda el Venerable (s. VII-VIII), autor de la “Historia Eclesiástica de la
Nación Inglesa” y “De temporum ratione” (se puso el a.C. y el d.C.). Junto a otros
tradujo la Biblia al anglosajón. De esta época es “Beowulf”. Al ser los monjes
anglosajones los grandes conocedores del latín clásico y conocidos viajeros, serán los
impulsores del renacimiento carolingio en Germania y la Galia.
En resumen, la cultura se transcribe a través de la Iglesia y sus monjes, los
cuales poco a poco lo llevan todo al terreno divino, fuera de los monasterios no hay
apenas interés cultural. Todo gira en torno a la Biblia y las escrituras eclesiásticas. Se
creó un nuevo género literario, la “Vidas de Santos”.

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