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ASE-TP3 - Desima Katerina Yazmin - Lopez Podesta Joaquin Marquez Sofia - Pedalino Melina Iara - Perez Luciana 1 1
ASE-TP3 - Desima Katerina Yazmin - Lopez Podesta Joaquin Marquez Sofia - Pedalino Melina Iara - Perez Luciana 1 1
Textos obligatorios:
- O´Donnell, G. “Apuntes para una teoría del Estado”
- De Luque, S. y Mazzeo, M. “El Estado y sociedad, régimen político y régimen de acumulación.
Algunos Conceptos para la comprensión de la historia Argentina”.
* Mercancía
ESTADO
ANÁLISIS DE CLASE
Comentario: el trabajo está muy bien. Solo les hice algunas aclaraciones para que revisen.
2- ¿Por qué dice O’Donnell que la dominación es relacional y asimétrica? ¿De dónde surge
dicha asimetría?
3- Enumere los recursos que, según O’Donnell, posibilitan la dominación y aclare qué
relaciones tienen entre sí.
El control de los medios de coerción física es la disponibilidad del Estado de los servicios de
las fuerzas,de seguridad que serán utilizadas para ejercer el orden social en pos del bien
común
El control de los recursos económicos es la herramienta que más evidencia la relación
desigual entre clases; y lo hace a través de la creación y apropiación de valor del trabajo.
El control de la información posibilita la dificultad de la clase trabajadora para
construir el sentido social de la desigualdad.
El control ideológico, el dominado ya asume la relación de desigualdad, pero no lo
comprende como dominación. Implican también una relación de consentimiento de
dominación a esa relación, pero por otro lado existe la coacción, que demuestra que la
dominación ha fallado. Cabe destacar, que existe una correlación en el control de recursos, es
decir, quién controla uno, controla todos.
El gran diferenciador del acceso a los recursos son las clases sociales. Dentro de los
diferenciadores se encuentra la apropiaciòn del valor del trabajo, y entre otros, lo estatal o
polìtico en sentido propio. Las clases definen la posibilidad diferencial de acceso de todos los
integrantes a los diferentes recursos que posibilitan la movilidad social, educación, poder de
ser escuchado, entre otras.
Para lograr la hegemonía, el predominio de una entidad sobre otras, se necesita idear
un discurso que, a nivel ideológico y cultural se instauran como relevantes. Como en el
márketing, el estado configura ciertos simbolismos, valores y percepciones, que son los pilares
y creencias; y son puestas en el inconsciente de la sociedad para que los perciban y asocien
una determinada imagen del mismo. La legitimidad de esta hegemonía se logra cuando el
Estado crea las condiciones y el lugar para ejercer las prácticas. Es decir, que en base a sus
actos, genera conformismo, resignación, miedo. Y Por otra parte también genera otras
ideologías que contrastan estas ideas.
6- a. Explicar las afirmaciones y los argumentos en los autores en las siguientes afirmaciones:
“Si el Estado es garante de las relaciones de producción, entonces lo es de ambos sujetos
sociales que se constituyen como tales mediante esas relaciones”. (O´Donnell. Página 2007)
O' Donnell, en este caso habla de que de que el Estado es el garante del trabajador
asalariado, no sólo en las relaciones burguesas. Esto implica que en ciertas medidas protege
a las clases subordinadas que venden sus fuerzas de trabajo y así comprenden la relación
social que el Estado garantiza. La relación es mutua, y sin ella, el estado no existiría, y
tampoco podría imprimir control sobre ninguno de los sujetos. No existe dominado sin
dominante.
“El Estado tiene […] un <<carácter dual>>” (De Luque y Mazzeo, página 24)
El carácter dual del Estado yace en que por un lado, el Estado aparenta ser una
entidad autónoma que está por fuera de las relaciones de producción capitalista, es la
imagen que “vende a sus súbditos”; e implícitamente, en el ejercicio de gobernar, el
estado defiende y protege los intereses de esta clase, porque por origen, ambos son
co-constitutivos.
Bien, considerar que el Estado tiene un carácter “dual” ya que goza de cierta autonomía y
parece ocupar un lugar de neutralidad frente a las distintas clases sociales. Pero siempre
expresa los intereses de las clases dominantes y es funcional a ellas y a la reproducción de un
sistema social basado en la desigualdad.
7- ¿Cuáles son, en opinión de O’Donnell, las principales situaciones en las que el Estado
impone “límites negativos” a los capitalistas?
8- ¿Qué tipo de medidas incluye la función del Estado capitalista que O’Donnell denomina de
“acondicionamiento social” y qué objetivo persiguen?
La función que cumple el Estado incluye que el burgués no se ocupe de las condiciones
sociales que, así el Estado genera determinadas situaciones que permitan la efectivización y el
ejercicio de las relaciones capitalistas; que a su vez, favorecen tanto a la clase capitalista como
al Estado para poder exteriorizarse de ella como un sujeto que ejerce la racionalidad general.
El objetivo que persigue es proponer un contexto social del que "alguien" debe ocuparse. Gran
implementación para generar acondicionamiento es la del contrato de trabajo, que formaliza
la desposesión de los medios de trabajo a la clase trabajadora. La relación de trabajo produce
mercancías, eso implica que para que el contrato sea de compra-venta de trabajo, la fuerza de
trabajo sea una mercadería más.
No se refiere precisamente a este tipo de acondicionamientos, sino las medidas que el estado
toma para que haya un acondicionamiento social que permiten, por ejemplo, la producción
del sistema de clase, la acumulación y resolución de ciertos problemas generales (como las
tareas del Estado Liberal de educación, de salud, obras de infraestructura y demás).
10- Definir el concepto de Régimen Político, según el texto de De Luque y Mazzeo. Relacionar
con la consigna 9.
Es un entramado de normas y procedimientos rutinizados con el fin de ordenar y direccionar la
lucha por el poder, la selección y la organización de las clases dirigentes, así como también
fomentar la voluntad política. Es decir los canales de acceso al gobierno. Abarca la relación
entre distintos poderes de Estado, entre el Estado y los partidos políticos, y un equilibrio entre
las clases sociales, y entre distintas clases y el poder político. Existen 3 ejemplos de régimen
político; democracia restringida, democracia amplia y dictadura militar.
En relación con el punto 9, cuando un determinado régimen político falla en
perpetuarse, es decir falla su administración rutinizada, es cuando se produce una crisis, donde
surge una separación de la sociedad civil de la política. Esta separación puede aparecer de
diferentes modos, por ejemplo golpes militares, proscripciones, elecciones extraordinarias,
diferentes recursos que apela la sociedad para cambiar de régimen.
11- ¿Qué entiende el autor por “comunidad política”, “fundamento del Estado” y “referente”
del Estado?
Por Comunidad política, O’Donell entiende por comunidad politica a los grupos de personas
con valores e ideologías en común, que pueden hacer aportes solidarios en la comunidad.
El fundamento del Estado viene de la mano de ser un garante para que las relaciones de
producción sigan funcionando por mucho tiempo más, empieza a formar parte de ser un
tercero entre en obrero y el capitalista como constituciones, hace separar y respaldar las
relaciones sociales y garantiza la continuidad de la dominación capitalista, Se encarga de que el
trabajador siga siendo parte de la clase subordinada. Según o’donnell el Estado genera un
interés general que es superior a los sujetos que lo crearon generando una explotación de
unos sobre otros, entonces aparece como mediador de consenso y como elemento coactivo.
El referente del Estado se va creando a bases de jefes de gobiernos y políticos que los
mismos ciudadanos que viven dentro de ese territorio son libres de votar, lo que genera que
cada uno vote para el beneficio de esas divisiones de clases sociales, que también él dice que
son un diferenciador para las bases de dominar el Estado.
Segun o’donnell la ciudadanía acaba por ser la máxima abstracción posible en el plano de lo
político, y esta lo mas lejos posible de lo que es en lo concreto. El ciudadano definido como
iguales, entre capitalista y trabajador, “son libres” tanto de las relaciones de producción como
de elegir quien maneja el Estado, por lo tanto las instituciones son la suma de esas
participaciones individuales de cada uno de los ciudadanos. La movilización de los recursos de
poder que puede hacer el Estado acaba por ser voluntad de “todos”. La ciudadanía es asignada
como un atributo de la nacionalidad desde el momento en que nacemos, por ende desde que
nacemos ya estamos bajo la coerción del Estado, no es voluntaria, es impuesta.
La nación es el sentido de pertenencia de una comunidad colectiva, aparece como todos los
que pertenecen a un mismo territorio son parte de esa nación, entonces las instituciones no
sirven a la sociedad sino a esa nación. Invocar permite que tome decisiones contra la voluntad
de los mismos sujetos que le dieron existencia, incluso de la clase dominante, significa que los
mismos sujetos le dan existencia al Estado, de algún modo delimita ese "nosotros”.
Otro arco de solidaridad es el Pueblo, dice O'donnell que es la media entre Estado y Sociedad
esa mediación de lo popular abarca solidaridades que están por encima de las clases sociales
similar a la condición de ciudadanos con la diferencia que abarca genéricamente a un sector
que son los desposeídos, y que están en un reclamo constante de una justicia diferencial
tendiendo de beneficios. También conocido como un arco popular, es decir es lo popular con
todos los desposeídos, nos referimos a todo el arco de los trabajadores en general , siendo
transversal en el concepto de clase social y generando un nuevo arco que busca que los
beneficien a ellos.
15- Sabemos que algunas naciones carecen de estado y otras están contenidas en estados
donde otra nacionalidad predomina. Por otro lado, en la mayoría de los casos los estados
tratan de ser, y de lograr amplio reconocimiento como, estados-para-la-nación. Por supuesto,
esta intención ha generado grandes tragedias, por medio de la eliminación cruel—o a veces la
también cruel “asimilación”—de otras asociaciones políticas e identidades colectivas. Sin
embargo, el mundo geopolítico actual se basa en los Estados Nacionales.
Leer detenidamente el siguiente texto y luego responder las consignas:
Esto s así porque con el surgimiento de países como Suecia, Francia, Inglaterra, Países
Bajos que asocian una organización política y económico. Las Revoluciones de 1776 y de 1789
imponen ese modelo que luego se expande por el resto del mundo. Allí es donde toma cuerpo
la ideología nacionalista que terminaría con los grandes imperios, con un trabajo de
debilitamiento progresivo que fue asociando desconstrucción y reconstrucción.
Las críticas que recibe el concepto de “ciudadano del mundo” se hacen porque
legalmente no corresponde a ninguna identificación real. La ciudadanía se constituye bajo el
Estado- Nación en el cual uno nace, luego puede adoptar legalmente otras nacionalidades
legales si lo deseara. El individuo está ligado a un Estado en tanto ciudadano, que el Estado se
define a través de la soberanía que ejerce sobre su territorio y sus nacionales y que el Estado
nacional es la única entidad política legítima
f) ¿Cuáles son los desafíos actuales de interés colectivo? ¿Cuáles cambios serían necesarios
para que “el interés nacional” deje de tener primacía sobre “el interés colectivo”?
Los desafìos actuales del interés colectivo son problemas que afectan a todos
independientemente de la nación, problemas como contaminación o calentamiento global,
actualmente el covid-19 es algo que afecta a todos mundialmente. Los cambios necesarios
para afrontar estos problemas pueden ser dos. La reestructuración mental para la reinvención
del concepto Estado-Nación, o la creaciòn de nuevos mecanismos de intervención del estado
para reparar sus insuficiencias del mismo.
Sobre el Estado-Nación
Fuente: http://poder-mundial.net/termino /estado -nacion
El mundo geopolítico está compuesto por entidades celosas de su soberanía. Las formas que pueden
revestir dichas entidades se define en primer lugar por su tamaño, durante mucho tiempo considerado
por los filósofos y politólogos como el factor determinante de la constitución política de un Estado.
Desde siempre suele asociarse la idea de imperio con el autoritarismo y la de ciudad-Estado a menudo
con la de república. Hasta una época reciente, la historia del mundo se resumió con frecuencia a una
lucha de poderes que oponía a las ideas con intenciones imperialistas de las grandes potencias contra el
deseo de supervivencia de las más pequeñas. Después de varios milenios, el siglo XX y sus ignominias
provocaron la caída final de los grandes imperios. Entre ellos, la URSS cuenta con la distinción de haber
sido el último en desaparecer en 1991, después del efecto dominó iniciado con la Primera Guerra
Mundial. Antes de ello, en el siglo XIX, los grandes arranques nacionalistas, en particular italianos y
alemanes, absorbieron a los últimos micro-Estados europeos, mientras que la colonización, y sobre todo
la descolonización, tendrían por efecto la reconfiguración de vastas áreas del planeta en entidades
políticas modernas. El resultado es que en el siglo XXI, salvo algunas pocas excepciones debidas a
rarezas de la historia o a particularidades geográficas (San Marino, Mónaco, Andorra por ejemplo, y
algunos restos coloniales), el mundo geopolítico está constituido casi exclusivamente por Estados
nacionales, es decir un tipo de organismo político territorialmente íntegro que se sitúa de algún modo
entre la ciudad-Estado y el Imperio.
Es cierto que la forma que puede revestir el Estado nacional, o Estado-nación, varía sensiblemente,
tanto en el plano geográfico como demográfico, económico y político, y el tamaño de un país y su
situación geográfica ya no son percibidos como los únicos factores que determinan su naturaleza y su
esencia. En la actualidad, el mundo cuenta con alrededor de doscientos Estados independientes. En
1945 había unos cincuenta. En el siglo XVII, Europa central era un mosaico de…¡mil Estados!
El término de Estado-nación es en sí mismo profundamente incorrecto, puesto que asocia la idea del
Estado a la de nación, cuando en realidad muchos países del mundo no se corresponden con ese
esquema y su identidad “nacional” o bien está ausente o bien es sepultada por otras formas identitarias:
regionales, étnicas o lingüísticas. Sería más apropiado hablar, tal como lo hacía John Herz, de Estado
territorial. A pesar de todo, el término de Estado-nación fue imponiéndose con el tiempo, quizás
reforzado por la creación de dos organismos que reivindican ese concepto: la Sociedad de las Naciones y
la Organización de las Naciones Unidas (cuyos artífices preferían la palabra “Estado” a la de “Nación”
pero tuvieron que renunciar a ello por no crear una confusión con los Estados Unidos de América).
En el siglo XIX es cuando convergen estos dos conceptos que son el Estado y la Nación y, cada uno por su
lado, encuentra en ese momento su máxima expresión: el primero con Hegel, el segundo con Fichte
(Discurso a la nación alemana) y luego Renan, autor, en 1882, del texto fundador sobre el tema (¿Qué es
una nación?) donde el escritor francés pensaba la nación como “un alma, un principio espiritual”, es
decir una entidad dotada de algún modo de una personalidad colectiva, allí donde el Estado no es más
que un organismo institucional. La segunda mitad del siglo XIX asistió al surgimiento de las grandes
ideologías nacionalistas de derecha que, integrando a veces las nuevas teorías racistas, culminaron en
las ideologías fascistas. Al mismo tiempo, el pensamiento marxista, aun cuando se basara en parte sobre
fundamentos hegelianos, trasciende la noción de Estado y desemboca en una ideología universalista
(con la desaparición del aparato estatal que sigue a la dictadura del proletariado, según Engels y luego
Lenin) que, en la práctica, terminó por lo general desvirtuándose en beneficio de intereses nacionalistas,
empezando por los de la Unión Soviética. El nacional-socialismo mezcla a su manera diversas corrientes
ideológicas y promete la creación de un Estado universal impuesto a la fuerza por la nación alemana,
definida esta última por el partido nazi según criterios históricos, culturales y raciales.
El Estado-nación es indisociable del Estado moderno. Éste se impone en los siglos XVII y XVIII con el
surgimiento de una nueva ola de países -Suecia, Francia, Inglaterra, Provincias Unidas/Países Bajos- que
asocian una organización política y económica mucho más eficiente que la de los imperios, con una
fuerte identidad nacional cultivada por el centro neurálgico del poder. Las Revoluciones de 1776 y de
1789 imponen ese modelo reinventando nuevas formas políticas y difundiendo las grandes ideas que
luego gobernarían el mundo. Allí es donde toma cuerpo la ideología nacionalista que terminaría con los
grandes imperios, con un trabajo de debilitamiento progresivo que fue asociando desconstrucción y
reconstrucción.
La victoria casi absoluta del modelo político del Estado-nación también tendrá por efecto en el siglo XX
aniquilar las ambiciones coloniales de los países que inventaron ese modelo y cuyas poblaciones,
ganadas a la causa del ideal nacionalista, se muestran cada vez más reticentes a las políticas
intervencionistas perpetuadas por sus dirigentes. Incluso antes de la Primera Guerra Mundial, el
presidente Wilson aporta a través de sus Catorce puntos un corolario a la Declaración de Independencia
de Thomas Jefferson, imponiendo un concepto que hará furor: el derecho a la autodeterminación de los
pueblos (punto n°10). Con la Carta del Atlántico de 1941 y luego la Carta de las Naciones Unidas, el
derecho de los pueblos a la autodeterminación se convertirá en una de las piedras angulares del
derecho internacional y del mundo contemporáneo. Todavía hoy que el Estado-nación ya parece haber
sido superado, el derecho a la autodeterminación sigue representando un nuevo horizonte identitario y
político para muchos pueblos. Esta paradoja aparente presenta varios ejemplos patentes: los catalanes y
escoceses, entre otros, que aspiran a la creación de un Estado nacional sobre el telón de fondo de la
construcción europea.
El Estado-nación se articula en torno a dos elementos fundamentales: la soberanía y la ciudadanía. La
soberanía corresponde al derecho de los Estados a ejercer la autoridad política de manera exclusiva e
indivisible sobre un territorio geográfico definido y sobre un pueblo o grupo de pueblos que residen
sobre ese territorio. El concepto moderno de soberanía encuentra su expresión teórica original
enunciada por el filósofo francés Jean Bodin en el siglo XVI: “el poder de dar ley a todos en general y a
cada uno en particular”. El principio de soberanía se impuso como la partícula elemental del sistema
geopolítico elaborado en el siglo siguiente por Richelieu y Mazarin. El respeto absoluto de la soberanía
nacional es la condición sine qua non de la estabilidad europea después de 1648 y se mantendrá como
el fundamento de todas las formas de gobernanza transnacionales que surgen desde entonces
(mecanismos del congreso de Viena, luego Sociedad de las Naciones y Organización de las Naciones
Unidas).
El concepto de ciudadanía está inextricablemente vinculado con el de Estado. La ciudadanía es la forma
legal del individuo, la que lo vincula exclusivamente a un Estado (o dos o más para los individuos que
tienen varias nacionalidades). En derecho internacional, ciudadanía y nacionalidad son equivalentes.
Ciudadano y Estado tienen deberes específicos uno hacia el otro y es el Estado quien atribuye al
ciudadano sus derechos (y de ser necesario, se los retira). A cambio, este último tiene teóricamente el
derecho de cambiar de ciudadanía, pues no es sujeto ni pertenece a un príncipe. Fuera del caso, ya raro
en la actualidad, de los apátridas (“sin patria”), todos los habitantes del planeta son ciudadanos de un
país o, si se prefiere, de un Estado-nación (el llamado pasaporte “europeo” es en primera instancia un
pasaporte nacional.)
En otro orden de ideas, el concepto generoso de “ciudadano del mundo” es un bello ideal pero que no
se corresponde con ninguna realidad legal, o casi (ver la entrada Pasaporte Nansen/Pasaporte Mundial).
El individuo se define pues legalmente por su nacionalidad y por su vinculación a un Estado (la
nacionalidad también es, al menos a través de la mirada del otro, la primera definición identitaria del
individuo). Desde esta perspectiva, el concepto de Estado-nación cobra todo su sentido legal.
Hemos visto de qué modo el individuo está ligado a un Estado en tanto ciudadano, que el Estado se
define a través de la soberanía que ejerce sobre su territorio y sus nacionales y que el Estado nacional es
la única entidad política legítima en el tablero geopolítico actual. Examinemos ahora las consecuencias
de ese estado de la situación sobre la gobernanza mundial.
En primer lugar, evitemos la confusión que podría surgir de la visión popular de la ONU. La ONU es un
organismo de seguridad colectiva que no sustituye legalmente en nada al Estado soberano. Por ello la
ONU no es, contrariamente a lo que se cree con mucha frecuencia, un organismo supranacional que
ejercería una autoridad política superior a la que tienen los Estados. El Estado posee el monopolio
legítimo del uso de la fuerza (los terroristas, por ejemplo, hacen de ella un uso “ilegítimo”) y es a través
del Estado, o más exactamente de un grupo de Estados, que la ONU puede iniciar una intervención
militar, tanto en términos de decisión como de logística. En el mismo orden de ideas, el problema
principal de la “soberanía” de la Unión Europea es que esta última no dispone de ese monopolio (no
tienen ni ejército ni política exterior), no cumple con los deberes tradicionales del Estado en relación al
ciudadano (concretamente el de protección, incluso en relación al Estado), ni se beneficia directamente
(lo hace indirectamente) con los deberes del ciudadano para con el Estado (por ejemplo, sus
obligaciones fiscales). A pesar de todo, no es inexacto decir que los Estados que han elegido adherir a la
UE se ven obligados a delegar algunas parcelas de soberanía a Bruselas, sabiendo también que nada
impide a un miembro retirarse de la Unión si así lo desea.
Hasta hace poco tiempo el Estado-nación lograba cubrir de manera más o menos satisfactoria las
necesidades básicas del ciudadano. Las grandes diferencias que podían existir entre los países en cuanto
a sus respectivas capacidades para cumplir con sus obligaciones se debían principalmente a la calidad
del aparato estatal y a la competencia de los regímenes políticos (la gobernanza). Eso todavía es válido
en la actualidad, donde Finlandia o Dinamarca cumplen mucho mejor con sus obligaciones que Somalia
o Corea del Norte por ejemplo. Pero un Estado podía por sí solo cumplir con el deber de proteger al
ciudadano, garantizarle un mínimo (o más) de seguridad social, médica y económica. Sólo el problema
de la paz y de la guerra requería de un ejercicio que sobrepasara el estrecho marco del Estado nacional.
De allí nacieron los diversos intentos por encontrar una solución a ese problema espinoso, cuya fuente
principal había que buscarla, por otra parte, en la esencia misma del Estado-nación, puesto que éste
ubica su “interés nacional”, o al menos la percepción que de ese interés tengan los dirigentes por
encima del interés colectivo.
En la segunda mitad del siglo XX el concepto de interés colectivo ya se fue ampliando, con la creación de
organismos destinados a responder a la creciente interdependencia económica. Pero sólo a comienzos
del siglo XXI salieron a la luz los múltiples problemas que afectan no sólo a los Estados sino a todos los
Estados colectivamente, problemas tales como el calentamiento global y las consecuencias del efecto
invernadero, las crisis económicas y financieras profundas que afectan a amplias regiones del planeta, la
insoportable desigualdad que se instaló duraderamente entre los pueblos, las migraciones, la
inestabilidad crónica de algunas zonas del planeta, el terrorismo transnacional, la proliferación nuclear,
etc. Al igual que para el cambio climático, del que resultamos ser en parte responsables, los problemas
del mundo están de ahora en más interconectados de manera inextricable e irreversible. Y la época en la
que un Estado podía jactarse de ser capaz de resolver todos los problemas que lo involucraban ha
quedado definitivamente en el pasado.
Sin embargo, los atavismos políticos son tenaces y el “interés nacional” sigue primando por sobre el
interés colectivo. Y en tanto y en cuanto los pueblos no coloquen el interés colectivo por delante del
interés nacional, los dirigentes políticos seguirán complaciéndose en las antiguas prácticas. En este
campo, la actitud de los Estados Unidos, por ejemplo, es característica y hasta caricaturesca. No
obstante ello, en ausencia de mecanismos nuevos elaborados a partir de estos nuevos desafíos
transnacionales, el Estado-nación sigue siendo indiscutible en la actualidad, aunque se vea cada vez más
desfasado e impotente. En consecuencia, los cambios necesarios para afrontar colectivamente el
presente y el futuro sólo pueden proceder de dos fuentes: o bien una transformación radical de las
mentalidades que permitiría que el Estado-nación se reinventara, manteniendo su estatuto, o bien el
desarrollo de mecanismos adaptados y la intervención de nuevos actores que permitan paliar en forma
eficaz las insuficiencias y deficiencias del Estado nacional (o una mezcla de los dos). Sea como fuere lo
que nos reserva el futuro, y aun cuando apareciera a largo plazo un Estado mundial o una arquitectura
de la gobernanza radicalmente distinta a la de hoy en día, es más que probable que el Estado-nación
tenga todavía unos largos años de existencia por delante.