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Rest Jaime Conceptos de Literatura Moderna PDF
Rest Jaime Conceptos de Literatura Moderna PDF
Jaime Rest
1
Advertencia
Alegoría
Antiguos y modernos
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La denominada “Querella de los Antiguos y Modernos” fue una disputa
que se desencadenó en Francia en las postrimerías del siglo XVII y en la
que se enfrentaron los partidarios de la estricta imitación de los clásicos
de la antigüedad y los defensores de la autonomía de las nuevas ideas, los
que se enrolaban en la noción de progreso y sostenían criterios estéticos y
culturales dinámicos. El problema excedió los límites puramente
artísticos porque el asunto alcanzó inclusive aspectos religiosos y
nacionales. Al respecto, Desmajets, que pertenecía a las filas de los
modernos, sostuvo que era lícita la concepción de una épica cuyo
protagonista fuese un héroe cristiano que encarnase los ideales del
pueblo francés, a lo cual respondió Boileau, jefe de las huestes antiguas,
con su Arte poética, en la que se postulaba una rigurosa y normativa
aplicación de los modelos ofrecidos por las literaturas griega y latina,
según la clásica interpretación de Horacio. La contienda erudita se
prolongó en otros autores: Charles Perrault y Fontenelle sostuvieron que
los modernos eran superiores a los antiguos; Lafontaine, en cambio,
defendió la causa de estos últimos. Finalmente, Boileau, en una carta
dirigida a Perrault en 1700, reconoció en ciertos aspectos la igualdad de
los autores que propiciaban ambas posiciones. El conflicto estuvo
vinculado, fundamentalmente, al apogeo y crisis de la preceptiva del
clasicismo francés, en tiempos de Luis XIV, y a la creciente resistencia
que los “antiguos” debieron afrontar a medida que ganaba terreno entre
los nuevos autores la libertad de concebir su obra sin someterse, a
criterios normativos que fijaran de antemano un ideal poético. La
querella tuvo repercusión en Inglaterra, donde el novelista Daniel Defoe,
partidario de los modernos, puso en tela de juicio la calidad moral de la
poesía homérica y señaló que el papel protagónico que desempeñó
Helena en la Guerra de Troya ponía en el centro del conflicto a una figura
de conducta harto cuestionable. Jonathan Swift, por su parte, en la
Batalla de los libros, una sátira en prosa, expuso con incisiva causticidad
el enfrentamiento entre los antiguos, encabezados por Píndaro, Euclides,
Homero, Aristóteles y Platón, y los modernos, que incluían entre otros a
Milton, Dryden, Descartes y Hobbes; la lucha parece favorecer a los
antiguos, pero finalmente se logra una tregua y la situación no acaba de
resolverse.
Arcadia
Arquetipo
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Existen diversos procedimientos literarios que permiten a una
persona escribir acerca de su propia vida, con mayor o menor grado de
deliberación. El diario es un registro de sucesos y opiniones asentado
cada jornada y generalmente concebido con el propósito de no
publicarlo en vida del autor (salvo en el caso de escritores como André
Gide, que han convertido el diario en un texto tan ficticio y artificial
como puede serlo la novela}. Las cartas también nos informan acerca
de la vida de quienes, las redactaron, pero ya suponen la existencia de
un interlocutor —el destinatario— que las hace más reservadas y
medidas en su exhibición personal; a veces, por añadidura, fueron
concebidas con el propósito de coleccionarlas y publicarlas, como
sucedió en el siglo XVIlI con la inmensa correspondencia del inglés
Horace Walpole. Pero los testimonios acerca de uno mismo que por
excelencia han sido elaborados con intención de darlos a publicidad
son las autobiografías y las memorias, en las cuales se expone la vida
propia mediante una narración continua y ordenada, según los
métodos y procedimientos de la novela (de la que formalmente pueden
no diferir en absoluto). Se supone que la autobiografía es el relato más
fiel de la existencia de quien la escribió, pues en ella su autor se refiere
a sí mismo. Sin embargo, es inevitable que se omitan intencional o
inadvertidamente ciertos aspectos, aparte de que es indispensable
valerse de informaciones ajenas para completar datos o enriquecer el
conocimiento de sucesos. Con frecuencia hay quienes modifican
intencionalmente su historia persona! para hacerla coincidir con sus
ideas o convicciones: George Sand, por ejemplo, refiere en su Historia
de mi vida que su origen fue humilde y que la extracción de su familia
no tenía ningún relieve; ello no correspondía a la realidad, pues fue
educada por una abuela de considerable abolengo, pero en cambio
respondía a las concepciones radicalizadas que la escritora suscribía en
el momento en que decidió narrar su pasada existencia. Además, suele
advertirse una notoria proclividad a silenciar referencias amatorias o
sexuales, sea por interdicción social, por simple pudor o para no
comprometer a otras personas. De cualquier modo, es posible
mencionar innúmeras autobiografías que, pese a las limitaciones
señaladas, proporcionan abundante información confiable y que, por
añadidura, poseen para el lector el mismo interés y la plena fascinación
de una novela, como Allá lejos y hace-tiempo de Guillermo Enrique
Hudson, Padre e hija de Edmund Gosse o los Recuerdos de infancia y
juventud de Ernest Renán. Las memorias suelen ser escritas por hom-
bres públicos o que han tenido oportunidad de participaren
acontecimientos significativos de su época; a menudo son verdaderas
justificaciones del papel que desempeñaron los autores en15los hechos
referidos; entre sus modelos pueden mencionarse la Guerra de las
Galias de Julio César, las Memorias de Saint-Simon, las Memorias de
ultratumba de Chateaubriand, las Memorias póstumas del general
José María Paz, La Segunda Guerra Mundial de Winston Churchill.
Cabe agregar una especie más que es posible incluir en el género
autobiográfico: las confesiones. En éstas se intenta superar las
interdicciones u omisiones en que suele incurrir la autobiografía, y
tienen por objeto mostrar con toda fidelidad los estímulos y acciones
del protagonista. Este es un procedimiento del que ofrecen admirable
testimonio ciertos autores religiosos, como San Agustín, y ciertos
escritores inspirados en el pensamiento romántico, como Jean-Jacques
Rousseau. Sin embargo, las confesiones corren el riesgo de presentar
los mismos defectos de información que la autobiografía, pero casi
siempre en sentido opuesto: en vez de ceder a las interdicciones, el
narrador se entrega a la invención de actos o situaciones que lo
presentan como un transgresor de las convenciones morales o sociales;
tal es el caso del inglés Frank Harris en su voluminosa Mi vicia y
amores. En síntesis, cabe añadir que en todas las formas que asume la
narración autobiográfica puede —y suele— haber un margen de
elemento novelesco, por omisión o por agregado. Esto no debe
extrañarnos pues a menudo los novelistas, a. partir de elementos
autobiográficos, escriben —sea en primera o en tercera persona—
relatos de ficción en los que incorporan la experiencia adquirida en el
curso de sus propias vidas, como sucede en el David Copperfieid de
Charles Dickens.
Barroco
Carta
Ciencia ficción
Corriente de conciencia
Costumbrismo
Crítica
Cuento
Dadaísmo
Detectivesca, narrativa
Diario
Drama
Ensayo
Épica
Estilística
Estructuralismo
Fábula
Folklore
Futurismo
Historia
Humanismo
Ilustración filosófica
Imaginismo
Impresionismo
Movimiento que abarcó las artes en general a fines del siglo XIX. No
sólo fue contemporáneo del naturalismo sino que inclusive se lo puede
considerar un resultado de la técnica naturalista que apuntaba al registro
preciso de la realidad observada. Su propósito era trasladar al medio
artístico “impresiones” que debían inducir al contemplador, lector u
oyente de la obra respectiva a captar la experiencia del hecho real que
había inspirado la composición. En literatura estuvo relacionado con la
poesía simbolista y con el imaginismo, a la vez que sirvió de punto de
partida para los narradores que emplearon el monólogo interior;
entre otros, cabe citar en este movimiento los nombres de Rimbaud,
Verlaine, Mallarmé, Joyce y Virginia Woolf. En la práctica de la crítica
literaria suele denominarse "impresionista” aquel enfoque que enfatiza y
expone las reacciones emotivas del observador ante la obra de arte.
Ironia
Leyenda
El vocablo español leyenda procede del latín medieval legenda, que
originalmente significó “aquello que es leído”; esta denominación hacía
referencia, en efecto, a textos cuya lectura en voz alta se cumplía durante
los servicios religiosos y también durante las comidas, en los refectorios
de los conventos. Se trataba, por supuesto, de piezas que referían vidas de
santos o sucesos milagrosos. Por consiguiente, la denominación pasó a
aplicarse Inicialmente a las colecciones de estos materiales; por ejemplo,
la Leyenda áurea de Jacopo da Vorágine, que recogió en el siglo XIII el
vasto caudal hagiográfico popular que circulaba en la Europa occidental.
Más tarde, el empleo se hizo extensivo a las obras ejemplarizadoras que
narraban la existencia de conocidas figuras, según el uso que a fines del
siglo XIV Chaucer hace del término en su Leyenda de las buenas mujeres,
colección que, entre otras, refiere las historias de Dido y Lucrecia. Puesto
que, con el transcurso del tiempo, la tendencia predominante consistió en
exagerar las características prodigiosas de los acontecimientos o
personajes registrados en [as leyendas, el vocablo fue adquiriendo un
matiz peyorativo que mentaba la cualidad increíble de tales historias, de
donde surgió nuestro adjetivo legendario. El término leyenda ha pasado
a designar un área que abarca generalmente piezas folklóricas, las cuales
han exhibido hondo arraigo, y vasta difusión; entre ellas cabe mencionar
las del doctor Fausto, del Buque Fantasma, del Judío Errante. También
ciertos individuos de carácter histórico o seudohistórico han sido asimi-
lados al ámbito fabuloso de la leyenda; tal es el caso de Carlomagno y del
rey Arturo.
Manierismo
Marginalidad
Metáfora
Metonimia
Misticismo
Mito
Monólogo
Nouveau Roman
Novela
Parnaso
Poesía
Poética
Prosa
Realismo
Rococó
Romanticismo
Sátira
Siglo de Oro
Símbolo
Stimmung
Sueños
Surrealismo
Traducción
Trovadoresca
El término utopía fue creado por el inglés Thomas More sobre la base
del griego ou topos, interpretado como "ninguna parte”. Con este nombre
el escritor mencionado designó en 1516 una imaginaria república ideal,
sometida a un régimen político y social en el que impera un orden equi-
librado y cuyas instituciones son perfectas en su justa distribución de
obligaciones y derechos y en sus principios comunitarios cristianos. Por
extensión, el vocablo pasó a designar un género literario practicado
preferentemente por filósofos políticos que conciben imaginarios estados
organizados según criterios ideales, en los que la armonía que prevalecen
la comunidad es el producto de una cabal aplicación de las concepciones
socioIolíticas que cada uno de los respectivos autores sustenta. Este
género está principalmente representado por La república de Platón, que
ha tenido considerable influjo en las ulteriores utopías: la de Thomas
More, la Nueva Atlántida de Francis Bacon, La ciudad del sol de
Campanella y muchos otros textos de diversos escritores, desde Voltaire
hasta H. G. Wells. La utopía ha sido un ejercicio de ficción predilecto de
los pensadores anarquistas y socialistas, tal como lo ilustra en el siglo XIX
Noticias de Ninguna Parte de William Morris. Sin embargo, en el mundo
ha ido ganando terreno un fenómeno literario denominado "utopismo
negativo” que denuncia los riesgos totalitarios de las sociedades
demasiado perfectas en su organización y en sus medios técnicos. El
filósofo ruso Nicolás Berdiaeff ha escrito que, a medida que "las utopías
se muestran más realizables de lo que se suponía en otros tiempos”, se ha
vuelto asimismo más necesario evitarlas para “regresar a una sociedad
menos ‘perfecta’ pero más libre”. Esta idea ha inspirado una nutrida serie
de textos, especialmente de autores ingleses: Erewhon de Samuel Butler,
Un mundo feliz de Aldous Huxley, 1984 de George Orwell. Los dos
últimos libros citados muestran la influencia ejercida por la novela
Nosotros del ruso Eugenio Zamiatin, quien afirmó que el defecto de las
utopías clásicas consiste en proponer un orden cabal y definitivo que
compulsivamente trata de eliminar el descontento y la posibilidad de
cambio, para lo cual reemplaza la dinámica social por una organización
estática y tediosa, en perjuicio del disconformismo creador. La historia
contemporánea parece confirmar tal hipótesis.
Vanguardismo