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Escuela Dominical 

Un llamado a no claudicar
Dice la Biblia en Jeremías 20
El sacerdote Pasur hijo de Imer, que presidía como
príncipe en la casa de Jehová, oyó a Jeremías que
profetizaba estas palabras.   Y azotó Pasur al profeta

Jeremías, y lo puso en el cepo que estaba en la


puerta superior de Benjamín, la cual conducía a la
casa de Jehová.   Y el día siguiente Pasur sacó a

Jeremías del cepo. Le dijo entonces Jeremías: Jehová


no ha llamado tu nombre Pasur, sino Magor-misabib.

Me sedujiste, oh Jehová, y fui seducido; más fuerte fuiste


que yo, y me venciste; cada día he sido escarnecido, cada


cual se burla de mí.   Porque cuantas veces hablo, doy

voces, grito: Violencia y destrucción; porque la palabra de


Jehová me ha sido para afrenta y escarnio cada día.   Y dije:

No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre;


no obstante, había en mi corazón como un fuego ardiente
metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude. 
Porque oí la murmuración de muchos, temor de todas
10 

partes: Denunciad, denunciémosle. Todos mis amigos


miraban si claudicaría. Quizá se

Introducción
El capítulo veinte de Jeremías narra las grandes dificultades
que el profeta enfrentó para cumplir con su misión o su
encomienda que Dios le había dado. El pasaje contiene un
relato histórico de la prisión a la que fue sometido el
vidente de Dios por anunciar la destrucción de Jerusalén a
manos de los caldeos encabezados por Nabucodonosor, rey
de Babilonia.
Y justamente después encontramos las palabras que
Jeremías expresa ante la desesperanza que experimenta en
carne propia debido a que cumpliendo con la voluntad de
Dios y haciendo lo que Él pide, los problemas y la
confrontación se disparan y de pronto él es acosado y
perseguido e incluso encarcelado por hablar en nombre de
Dios.
Su historia que nos relata en estos versos que hemos leído
nos servirán para reflexionar sobre la importancia de
mantener firme nuestro compromiso, vigente nuestra
determinación de servir a Dios y no claudicar nunca aunque
pareciera que todo lo que hacemos sale mal.
Es evidente que Jeremías estuvo muy tentado a dejar,
renunciar, desistir y claudicar al llamado que Dios hizo a su
vida. No era para menos. Proclamar la palabra de Dios
supone vivir bien o por lo menos no tener conflictos, pero
en la medida que se acercaban los caldeos y la presión
venía para Jerusalén, los problemas del profeta se
acrecentaban.
El capítulo veinte es un texto que nos acerca a este ángulo
de la labor ministerial de un pregonero de la revelación
divina. Un ángulo que nos cuesta trabajo entender y
aceptar porque coloca al siervo de Dios en una posición
extremadamente frágil y casi a la mano de sus instigadores
y perseguidores.
Fue tal la presión contra el profeta que llegó un punto en el
que ya no quiso hablar en el nombre de Dios. Quiso
renunciar a su vocación, pero fue seducido y no pudo
resistirse al Señor.
Renunciar, entonces, o dimitir parecen lo más lógico o lo
más obvio porque la protección divina parece haber
desaparecido. Un hombre que habla a nombre de Dios
debe, según suponemos vivir protegido y cuidado, pero en
el caso de Jeremías lo único que tenía seguro era que no
moriría, pero sufrimientos y castigos le perseguían
constantemente.
El pasaje que hoy estudiaremos nos ayuda grandemente a
esforzarnos por mantenernos en el llamado que Dios ha
hecho en nuestra vida, nos alienta para seguir caminando
la senda que nos fue trazada por nuestro bendito Salvador
y nos consuela para aferrarnos a nuestra fe en medio de
todas las dificultades que se pueden presentar.
Caminar con Cristo siempre tendrá sus altibajos, habremos
de enfrentar oposición, muchos se burlarán de nosotros,
otros nos perseguirán, pero claudicar, renunciar, abdicar o
desistir jamás deberá ser opción para nosotros porque al
final de la jornada Dios siempre recompensará nuestra
lucha.
Un llamado a no claudicar
1. A pesar de los conflictos con una persona
2. A pesar de los conflictos con varias personas
3. A pesar de los conflictos con uno mismo
Síntesis
Jeremías enfrentó a muchas personas. O más bien muchas
personas enfrentaron a Jeremías y no cualquier clase de
personas. Se le opusieron desde gobernantes hasta
religiosos de su época que no le perdonaron que en medio
de una gran crisis política que se vivía por el inminente
asedio de los babilonios a Jerusalén desanimaba a los judíos
con sus profecías.
Hablar en nombre de Dios palabras de bendición y
prosperidad acarrea beneplácito de quienes las escuchan y
hacen que el profeta se llene de halagos y reconocimientos,
e incluso de prebendas y buen trato porque a todo mundo
le gusta escuchar promesas y bendiciones para su vida.
Todo cambia cuando ese mismo profeta habla palabras de
condenación y juicio. Muchos, entonces, piensan o creen
que el vidente de Dios lo hace para fastidiar o porque
quiere dañarlos o en determinados casos porque los envidia
o porque les tiene poco afecto o de plano mala fe.
1. A pesar de los conflictos con una persona
Jeremías fue confrontado por un hombre llamado Pasur, que
es definido como “príncipe de la casa de Jehová, en una
alusión de calidad de gobernante o encargado de la
seguridad del templo de Jerusalén.
Pasur oyó las profecías de Jeremías sobre Jerusalén y Judá y
se llenó de ira contra él. En lugar de hablar con el profeta
sobre la razón por la que hacía esa clase de declaraciones,
para Pasur fue sencillamente fácil detenerlo y encarcelarlo.
Pero no le bastó recluirlo en un lugar cerrado. Pasur humilló
a Jeremías colocándolo en la puerta de superior de
Benjamín.
Jeremías fue escarnecido brutalmente porque se le colocó
en un cepo. Este instrumento ataba al prisionero de sus
manos, sus pies e incluso de su cabeza. Era terriblemente
incómodo porque provocaba daños físicos a quien caía en
esa clase de castigo destinado a personas francamente
antisociales.
Jeremías salió al siguiente día y Dios le dio un mensaje
contra Pasur. Este personaje y toda su familia serían
exiliados y morirían lejos de Jerusalén. Perderían todas sus
riquezas y verían la catastrófica destrucción del templo de
Jerusalén. Para confirmar dicha profecía Dios cambio el
nombre Pasur.
Pasur signfica prosperidad o liberación, pero fue cambiado
a Magor-misabib que quiere decir “Terror por todos lados”.
Jeremías se enfrentó con una persona llamada Pasur. Es
posible que nosotros tengamos una persona que nos
desaliente tanto que nos haga pensar en desistir. Debemos
recordar que el profeta se mantuvo firme hasta el final y
Dios le recompensó a él y le dio a su opositor lo que
merecían sus actos.
2. A pesar de los conflictos con varias personas
Pero Jeremías no solo enfrentó directamente a una persona
como Pasur. El profeta se vio en dificultades con muchas
personas o con más de una personas como lo descubrimos
en el verso 10 que dice así:
“porque oí la murmuración de muchos, terror por todas
partes: Denunciad, denunciémosle. Todos mis amigos
miraban si claudicaría, decían quizá se engañará y
prevaleceremos contra él y tomaremos de él nuestra
venganza.”
Con este texto es fácil comprender el clima de zozobra en
el que vivía el profeta porque ya no solo eran sus enemigos
o los extraños quienes querían verlo fracasado o verlo
desistiendo de su llamado, sino aún sus propios amigos
estaban expectantes sobre cuánto más aguantaría.
Que difícil resulta la vida cuando aún en tu círculo de
conocidos o amigos, en lugar de encontrar soporte y apoyo,
te enfrentas con personas que solo están mirando cuando
caes o cuando te rindes. Es desgastante y sobre todo muy
desolador saber o conocer personas que te miran como
espectáculo.
Fue tan difícil esta situación que el profeta pensó
seriamente en dejar su ministerio y dedicarse a otra
actividad. No era para menos. Parecía un condenado a la
desgracia. Por donde quiera que iba se topaba con
dificultades y problemas. Hablar en nombre de Dios y solo
encontrar adversidades es muy estresante.
Sin embargo, justo en ese momento Jeremías era
reanimado por Dios mismo y el verso once de nuestro
capítulo veinte nos permite confiar en el Señor a pesar de
los conflictos que pueden sobrevenir con varias personas
por hacer la labor divina, apegados a su voluntad con un
corazón sincero.
En momentos de gran tensión espiritual este texto nos
reconforta:
Mas Jehová está conmigo como poderoso gigante; por
tanto, los que me persiguen tropezarán, y no prevalecerán;
serán avergonzados en gran manera, porque no
prosperarán; tendrán perpetua confusión que jamás será
olvidada. 
3. A pesar de los conflictos con uno mismo
Del verso doce al verso dieciocho encontramos al profeta
profundamente consternado. Enfrentando una lucha
espiritual de gran tamaño. En la que por supuesto que
bendice a Dios, pero también señala con toda claridad su
condición emocional.
Los versos que encontramos en este pasaje son muy
parecidos a los que usó Job cuando se acercó a Dios en
medio de la gran tribulación que vivía. Sin llegar a la
situación que Job vivió, Jeremías se identificó con es varón
porque padecía injustamente. No tenía ni descanso ni
reposo de los enemigos del Señor.
Los conflictos internos son los más complicados que
podemos enfrentar porque nadie más los conoce que Dios.
Al Señor no le enfada que le digamos como nos sentimos.
Jeremías desahogo su frustración delante del Señor y lo hizo
de manera vehemente con profundo sentimiento.
Un conflicto interno o con uno mismo es sumamente
peligroso porque nadie más lo conoce y por ello es
indispensable llevarlo a Dios quien conoce todas las cosas,
hasta nuestros más íntimos pensamientos y sin duda
alguna al ponerlos en sus manos sabrá como ayudarnos a
salir adelante. 

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