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Los 2 caminos

“Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que
entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan”.

Mateo 7:13-14

Introducción

              Las cuatro últimas enseñanzas que siguen a continuación parecieran ser la conclusión final del
Sermón del Monte. En estas nuestro Señor nos advierte las duras consecuencias de aquellos que no vivan
de acuerdo a la voluntad del Padre celestial y comienza exhortando a sus discípulos a que se esfuercen
por entrar por la puerta estrecha y caminar por el camino angosto que conduce a la vida eterna ya que de
lo contrario seguirán el camino espacioso que por muchos es transitado el cual conduce a la destrucción y
condenación eterna.
Los dos caminos

La elección de cada persona

                   A lo largo de la historia de Israel podemos ver como Dios siempre los animaba de diferentes
formas a escoger el camino correcto. Por ejemplo, les hablo diciendo: “A los cielos y a la tierra llamo
por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la
maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia”, (Deuteronomio 30:19). Años más
tarde, Josué los exhortó diciendo: “Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a
los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de
los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová”, (Josué 24:15). También
recordamos al profeta Elías amonestándolo por claudicar en dos pensamientos: “Y acercándose Elías a
todo el pueblo, dijo: ¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios,
seguidle; y si Baal, id en pos de él. Y el pueblo no respondió palabra”, (1 Reyes 18:21). Finalmente,
podemos añadir las palabras del profeta Isaías que los animaba a recorrer el camino justo y no desviarse
de él: “Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él; y no
echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda”, (Isaías 30:21). La elección del
camino correcto es una buena metáfora que nos enseña la realidad de nuestras vidas. Constantemente
cada uno de nosotros nos encontramos tomando diferentes elecciones, algunas triviales, pero otras de gran
importancia las cuales trascienden en la vida. Generalmente el ser humano se ve atraído por el camino
fácil, aquel que le seduce con grandes placeres, riquezas y constantemente rechaza aquel que le muestra
dificultad. Sin embargo, frecuentemente las cosas buenas de la vida requieren esfuerzo, dedicación y un
camino difícil, y nuestro Señor Jesús lo deja claro en estos versículos.

Los dos caminos

“Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la
perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que
lleva a la vida, y pocos son los que la hallan”.
Mateo 7:13-14

                 Contrario a la creencia popular que todas las religiones son buenas y conducen a Dios; Jesús
deja claro que no es así, y que solo hay un solo camino. Aquí se nos habla de dos puertas y dos caminos.
Uno de ellos tiene una puerta ancha y un camino espacioso el cual es fácil de transitar y muchos son los
que por él caminan; pero el otro posee una puerta estrecha y un camino angosto, difícil de transitar y
pocos son los que lo caminan. En el evangelio según Lucas encontramos un pasaje parecido donde Jesús
motivaba a sus discípulos a esforzarse por entrar por esta puerta estrecha: “Esforzaos a entrar por la
puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán”, (Lucas 13:23). Aquí en
Lucas la palabra “esforzaos” proviene del griego agosídsomai (ἀγωνίζομαι), la cual es la raíz para
nuestra palabra agonizar, y se refiere a luchar o esforzarse con gran ahínco. Por ello, el poder entrar por la
puerta de la salvación requiere esfuerzo. Lamentablemente la mayoría de personas escogen entrar por la
puerta ancha y seguir el camino espacio que les ofrece una vida de placeres y riquezas sin saber que este
conduce a la condenación eterna. En contraste, el que entra por la puerta estrecha y sigue el camino
angosto se ve expuesto a lo largo de su vida a dificultades y negaciones, pero su fin es la vida eterna.       
Por este motivo la vida cristiana es comparada muchas veces con una batalla. El apóstol Pablo dijo en
cierta ocasión a Timoteo: “Pelea la buena batalla de la fe…”, (1 Timoteo 6:12), más tarde, antes de
morir expreso su gozo al saber que sus días de lucha estaban por terminar: “He peleado la buena batalla,
he acabado la carrera, he guardado la fe”, (2 Timoteo 4:7). El apóstol Pedro también expreso lo difícil
que es ser cristiano: “Y: Si el justo con dificultad se salva, ¿En dónde aparecerá el impío y el pecador?” ,
(1 Pedro 4:18). Por ello Jesús enseñaba a través de esta metáfora que la vida del creyente es difícil; pero
aquellos que decidan esforzarse, por la fe reciben también las promesas de protección, salud y
prosperidad en esta tierra y la herencia eterna en el reino de los cielos, ya que no solo se trata de
sufrimiento, tal y como se lo dijo Jesús a Pedro.

“Entonces Pedro comenzó a decirle: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido.
Respondió Jesús y dijo: De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o
hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio, que no reciba
cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, con
persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna”.
Marcos 10:28-30

                Ahora bien, la Biblia deja claro cuál es la puerta por la que debemos entrar. El mismo Jesús nos
dice en el evangelio según Juan: “Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá,
y hallará pastos”, (Juan 10:9). Además aclara cual es el único camino: “Jesús le dijo: Yo soy el camino,
y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”, (Juan 14:6). Por tanto, el único medio que nos
conduce a la vida eterna es nuestro Señor Jesucristo, no son las buenas obras ni las religiones, cualquier
otro camino conduce a la perdición; sin embargo, cada persona tiene que elegir la puerta por la cual
entrara y el camino por el que transitara, de ello dependerá su eternidad.

“Y a este pueblo dirás: Así ha dicho Jehová: He aquí pongo delante de vosotros camino de vida y camino
de muerte”.

Jeremías 21:8

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