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En “El desarrollo frustrado. 30 años de economía uruguaya.” Walter Cancela. Alicia Melgar.

Claeh- Banda Oriental,


Montevideo, 1985. Capítulo VI.

OTRA VEZ EL MODELO LIBERAL: VIEJAS RECETAS PARA PROBLEMAS RECURRENTES


(1974-1984)

1. El diseño de la estrategia: Plan Nacional de Desarrollo 1973-1977

En 1972, la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, dirigida en ese entonces por los contadores
Ricardo Zerbino y Alberto Bensión, formula un Nuevo Plan de Desarrollo, en esta instancia con
vigencia quinquenal.
En su capítulo de fundamentos, el Plan ensaya una interpretación de los problemas
económicos que considera fundamentales en el país y propone las líneas básicas de una
estrategia para superarlos.
En síntesis, el Plan considera que el estancamiento de la economía uruguaya deriva,
esencialmente, de la falta de referencias adecuadas a la economía internacional, así como de la
pérdida de relevancia del mercado como mecanismo de asignación de recursos. Todo ello resultado
de una actitud intervencionista y proteccionista del Estado. La inflación, a su vez, responde en parte a
las mismas causas, que ambientan la lucha de grupos por la participación en un ingreso nacional
estancado, lo cual se traduce en incrementos del salario real por encima de la productividad, afec-
tando negativamente el empleo.
En consecuencia, la estrategia delineada propone remover el estancamiento mediante la
estructuración de un funcionamiento económico distinto, el cual implica cambiar las reglas básicas
del funcionamiento anterior.
Se propone devolver al mercado su papel asignador de recursos, reservando al Estado un rol
de rector de la política económica y dándole la misión de establecer solamente los marcos para el
desarrollo de la actividad privada. Consecuentemente, se intenta restituir a la rentabilidad
empresarial su rol orientador en las decisiones de inversión y producción, a la vez que se le
considera como la fuente de la acumulación.
Se redefine la inserción del país en el sistema mundial mediante la apertura de nuestra
economía a las corrientes financieras y comerciales, así como a la inversión directa extranjera, con
el menor número posible de trabas.
La orientación productiva que define esta estrategia privilegia al sector exportador y, dentro de
él, al sector tradicional. En esta opción juegan factores de índole coyuntural (situación frágil de
reservas; nivel de precios de la carne elevados) y factores derivados de la propia definición sobre la
inserción dependiente del país, que llevan a la consideración del sector agroexportador como
prácticamente el único con ventajas comparativas en términos internacionales.
Frente al problema de la inflación, el Plan atribuye a un equivocado manejo de los
instrumentos de corto plazo los fracasos anteriores, y en el marco de la estrategia elegida,
plantea un manejo diferente de los mismos, principalmente de la tasa de interés, de la política
salarial y del tipo de cambio. Se pronuncia por una política monetaria restrictiva, lo cual supone,
en principio, tasas de interés mayores que la inflación; por una política salarial que se acompase
con los aumentos de productividad; y por una política cambiaría realista, que determine el -tipo de
cambio en relación con los demás precios de la economía.
La propuesta del Plan constituye la base orgánica en la cual se asienta la estrategia neoliberal
que tiene vigencia desde 1974.

2. Los cambios en los datos de la realidad

En 1973 acontecen cambios en la estructura política uruguaya y en las condiciones económicas


internacionales que afectan decisivamente la implementación del Plan, y por tanto, la evolución
económica del país.
La instauración del gobierno cívico-militar en junio de 1973, la ausencia de parlamento crítico y
de organizaciones populares proporcionan un marco propicio para la férrea disciplina distributiva
que implicaba la estrategia económica contenida en el Plan. A su vez, el programa de reformas
económicas expuesto por el movimiento militar del 9 de febrero de ese año en los comunicados
Nos. 4 y 7, fue siendo sustituido por la reafirmación del proyecto económico civil a partir de los
cónclaves de fines de 1973.
Las condiciones de la 'economía internacional sufren un giro radical respecto de las supuestas
por los diseñadores de la estrategia original. El precio del petróleo se multiplica por cuatro, llevando
la cuenta petrolera casi al 40% de nuestras importaciones e imponiendo, por tanto, una nueva
restricción sobre la balanza de pagos. A ello se suma la política de carnes de la CEE, que clausura el
principal mercado del primer producto de exportación de Uruguay y fragmenta, aún más, el
mercado internacional de carnes. Como consecuencia, los precios se reducen para las exportaciones
uruguayas a menos de la mitad de sus valores anteriores.
La estrategia basada en un sector agroexportador dinámico, debe ser sustituida por otra
basada en aquellos sectores que pudieran penetrar los mercados internacionales, generando las
divisas necesarias para hacer frente a los mayores precios del petróleo, a los menores precios y
volúmenes de la carne exportada y a la necesidad de recomponer reservas internacionales.
No obstante, los elementos sustanciales de la estrategia formulada por quienes ya no ocupaban
los cargos desde el 27 de junio de 1973, se mantienen: fortalecimiento de la rentabilidad empre-
sarial; crecimiento exportador; reducción del rol del Estado; apertura a las corrientes
internacionales.
La implementación de esta estrategia se realizó principalmente a partir del Ministerio de
Economía y Finanzas, cuyo titular, el Ing. Végh Villegas, proveniente del mismo sector político que
los renunciantes titulares de la Oficina de Planeamiento, contaba con excelentes vinculaciones en los
centros financieros internacionales. En 1976, cuando es sustituido el Presidente Bordaberry, el Cr.
Arismendi, Subsecretario de Economía y Finanzas durante el ministerio de Végh Villegas, releva a
éste en el cargo, pero continúa la profundización de la estrategia económica en marcha.

3. Crecimiento productivo

Desde 1974 hasta 1980 el producto bruto interno mostró un crecimiento rápido y continuo (con
la sola interrupción de 1977) que promedió un 4.5% acumulativo anual.
Este rápido crecimiento, que contrasta con el estancamiento de los años precedentes, no es
homogéneo, sin embargo, sector a sector. El análisis sectorial muestra una evolución más acelerada
de algunos de ellos (pesca, industria manufacturera, construcción, comercio, banca, por ejemplo)
que de otros (agropecuario).
El sector agropecuario crece hasta 1977, decreciendo los dos años siguientes y volviendo a
crecer en 1980. La producción de este sector es, en ese año, un 20% mayor que en 1973, lo cual
arroja un promedio de crecimiento acumulativo anual del 2.6%. Este promedio resulta de una
evolución dispar de la ganadería y la agricultura. La primera crece a un promedio del 1.9% anual,
mientras la segunda lo hace al 2.9%.
El sector de industrias manufactureras alcanza un crecimiento promedia! anual del 4.8%, el cual
responde a una evolución sin retrocesos. Este crecimiento se da en todas las ramas (a excepción de
los derivados de petróleo, que como resultado de avances y caídas muestra una producción
similar en 1980 y 1973), pero en forma más acentuada en aquéllas vinculadas más directamente al
comercio exterior de productos no tradicionales, al equipamiento doméstico y al material de
transporte.
Dos sectores de la producción material presentan crecimientos espectaculares en este período:
la pesca (cuyo producto se multiplica por 6), creciendo a una tasa promedia! del 29.3% anual, y la
construcción, que muestra un crecimiento sostenido a una tasa promedia! del 14.5% anual.
Los servicios acompañan la tendencia creciente de la producción, pero entre ellos cabe
destacar un crecimiento acumulativo anual del sector comercio del orden del 7% y la fuerte
expansión del sector financiero, particularmente a partir de 1976, que redondea una tasa
acumulativa anual de crecimiento, desde 1973 a 1980, del orden del 9%.
Obviamente, esta disímil evolución de los sectores productivos de bienes y servicios redunda en
una modificación de la importancia de cada uno en el PBI del país. A esas modificaciones debe
adicionarse el efecto de la variación dispar de los precios relativos. El resultado de estos efectos
combinados se muestra en el Cuadro N° 4.
La evolución apuntada va generando un perfil productivo del país donde tiende a predominar la
actividad de servicios, en forma aún más acentuada de lo que había sido una fuerte participación
del sector terciario en la estructura económica del país. Pero esta acentuación presenta
particularidades con respecto al proceso anterior.

C U A DR O N ° 4 PARTICIPACIÓN SECTORIAL EN EL PBI (en porcentajes)

SECTOR 1973 1980 1982

Agropecuario 19,3 9,4 7,4


Pesca 0,1 0,3 0,3
Industria Manufacturera 22,6 28,4 23,4
Construcción 3,7 5,3 4,8
PRODUCCIÓN DE BIENES 45,7 43,4 35,9
Bancos, Seguros y Otros
Intermediarios Financieros 3,9 5,2 6,2
Propiedad de Viviendas 3,1 6,5 11,6
Servicios del Gobierno General 13,3 10,4 13,2
Otros servicios** 34,0 34,5 33,1
PRODUCCIÓN DE SERVICIOS 54,3 56,6 64,1
TOTAL 100,0 100,0 100,0

A costos corrientes de factores.


** Incluye, entre otros, electricidad, gas, agua, comunicaciones y trans porte.
Fuente: BCU.
En épocas anteriores, la "terciarización" había estado impulsada fundamentalmente por la
expansión del sector público y del pequeño comercio. En el período a que se hizo referencia, ese
impulso corresponde principalmente al sector financiero y, en buena medida, al sector
propiedad de viviendas, principalmente por el fuerte aumento relativo de los alquileres.
La expansión del sector financiero corresponde con las imágenes que la estrategia económica
vigente tendía a concretar en la estructura productiva. Particularmente, lo referente a hacer del
país una "plaza financiera" internacional.
Pero no corresponde con esas imágenes el desarrollo de los sectores productores de
bienes, de cuya evolución se esperaba que resultara una afirmación de aquéllos que,
supuestamente, contaran con "ventajas comparativas", entre los cuales, el m ás destacado seria el
sector agropecuario. Este sector, no sólo fue el de menor crecimiento relativo (aun después de
1978, cuando se adoptaron algunas medidas radicales orientadas a su promoción), sino que la
evolución de sus precios determinó una pronunciada caída de su participación en el PBI.
Por otra parte, los sectores de mayor crecimiento, como la pesca, la industria y la
construcción, respondieron más bien a estímulos de la política económica (de carácter
intervencionista en muchos casos) que a la evolución de los mercados. Así, el sector pesquero se
desarrolla en el marco de un Plan Pesquero que marca una fuerte intervención estatal en la
materia. Las exportaciones no tradicionales (y, por tanto, las industrias a ellas vinculadas) son
favorecidas por un conjunto de instrumentos de carácter proteccionista como los reintegros y la
financiación a tasas preferenciales (muchas veces negativas) y, durante un período prolongado,
por una política cambiaría altamente favorable. La construcción, además del impulso coyuntura!
que recibió del ingreso de capitales argentinos, se apoyó básicamente en la obra pública
(puentes y represas) y el financiamiento público del Banco Hipotecario en la construcción de
viviendas.

4. La hora de la estabilización, nace "la tablita"

El periodo que arranca en 1974 presenta, como fue dicho, una primera fase en que se procura
una "reformulación de las bases del funcionamiento económico del país", como dijo en cierta
oportunidad el entonces Presidente del Banco Central, José Gil Díaz.
La política económica implementada tendía a producir esa reformulación, pero a la vez debía
hacer frente a los problemas que planteaba la coyuntura descrita vigente al comienzo del
período.
Las medidas adoptadas en diversos campos de la economía, y particularmente en el sector
financiero, a través de sus efectos sobre los precios relativos (en especial, sobre el descenso
del salario real) alentaron la expansión y la modificación de la estructura productiva antes
referidas. Asimismo, permitieron alcanzar algunos equilibrios financieros considerados esenciales en
la estrategia adoptada: el equilibrio de la balanza de pagos y el de las cuentas financieras del
gobierno.
El proceso expansivo y reestructurador se había apoyado, sin embargo en la vigencia de una
tasa inflacionaria relativamente elevada. Alcanzados los equilibrios mencionados, en 1978 las medi-
das se encaminan a la estabilización de los precios, y marcan una segunda fase del proceso
económico en este período.
El Banco Central renuncia al uso de los instrumentos monetarios típicos (encajes; operaciones
de mercado abierto; ya no operaban los redescuentos) y se afilia a la versión del "enfoque mone-
tario de la balanza de pagos" que aconseja el manejo, únicamente, del tipo de cambio. Así
nació, el 17 de octubre de 1978, la primera "tablita" de cotizaciones futuro anunciadas por el Banco
Central, con el objetivo declarado de que su evolución operara como mecanismo de contención
de expectativas inflacionarias.
Las nuevas modificaciones de precios relativos que de ello y de la evolución de las tasas de
interés derivaron, combinadas con el impacto de la fuerte afluencia de dinero (por gastos de
viajeros y por inversiones financieras e inmobiliarias de argentinos), particularmente en 1979, se
tradujeron en el "boom" económico de 1979 y 1980, cuando el PBI creció 6.2% y 5.8% anual
respectivamente.
Pero, en las propias causas de ese "boom" estaban los factores que bloquearían el. crecimiento
en 1981 y determinarían la fuerte caída de 1982, cuando el PBI se reduce a un nivel inferior al de
1978.
El intento de estabilización, perseguido por la fuerte contracción monetaria y el
enlentecimiento progresivo del ritmo de devaluación, dio resultados positivos más efímeros que el
crecimiento logrado en el período de siete años que finaliza en 1980.
Después de una tasa del 83% de incremento en el índice de precios al consumo en 1979,
resultado del último ajuste de precios relativos (en particular, alquileres, tarifas públicas y rubros
alimenticios como la carne), dicha tasa se redujo al 42.8% en 1980; al 29.4% en 1981 y al
11.0% entre diciembre de 1981 y noviembre de 1982.
Sin embargo, durante el mismo período, las tasas de interés se ubicaron, para préstamos
bancarios en moneda nacional, en 68%en 1979; 65% en 1980; 60% en 1981 y 68% en
noviembre de 1982. El cuadro siguiente muestra la evolución de ambas variables y la tasa de
interés real resultante.

CU ADR O N° 5 TASAS REALES DE ÍNTERES

AÑO TASA NOMINAL* INFLACIÓN* TASA REAL


1979 68,1 83,1 - 8,2
1980 65,1 42,8 + 15,6
1981 59,8 29,4 + 23,5
1982 76,3 20,5 + 46,3
1983 85,0 51,5 + 22,1
1984 86,6 66,1 + 12,3

* A fin de cada período, sobre base anual. Fuente: Elaborado en base a datos del BCU.

Con tasas de interés negativas en 1979, la inyección monetaria proveniente de la entrada de


capitales y de los viajeros argentinos, se transformó en parte en inflación y en parte en
demanda de bienes, cuyos precios crecían más que las inversiones financieras. Cuando el proceso
se revierte, por efecto de la política cambiaría y la importación, ninguna actividad económica es
más rentable que la de depositar dinero en un banco. La demanda cae; los inventarios se
acumulan; la producción se detiene; la inversión productiva cesa; el endeudamiento crece; la
ocupación desciende y, así, se inicia la espiral depresiva.
El intento estabilizador termina el 25 de noviembre de 1982, cuando el Banco Central anuncia
su retiro del mercado de cambios y, en consecuencia, el abandono de la "tablita", con la
consiguiente pérdida de vigencia de las cotizaciones anunciadas hasta el 28 de febrero del año
siguiente.

5. Reconocimiento del fracaso, sin ideas ni proyectos


La caída de la "tablita", sospechada por muchos a quienes el gobierno calificó de "marcianos"
por albergar tales recelos, no era sin embargo, esperada en forma inminente en el momento que
se produjo sino que las expectativas la situaban hacia febrero de 1983. Un día antes de las
elecciones internas de los partidos políticos admitidos en ese entonces por el "proceso", la
atención pública se encontraba casi totalmente absorbida por este hecho, por lo cual el anuncio
respecto a la flotación del tipo de cambio no tuvo, en el primer momento, la repercusión que
seguramente hubiera adquirido en otras circunstancias.
La modificación en la política cambiaría fue acompañada por diversas medidas durante los
meses de diciembre de 1982 y enero de 1983, completando un conjunto de políticas vinculadas
fundamentalmente al sector externo que también abarcaron aspectos financieros, fiscales y de
ingresos.
Los objetivos del programa y la estrategia diseñada para su obtención, quedaron plasmados en
la Carta Intención firmada con el FMI en febrero de 1983 que disponía los principales lincamien-
tos de política económica hasta la finalización del período de transición prevista para el primero
de marzo de 1985. El FMI volvía así a ocupar el lugar más visible del escenario económico
uruguayo aunque su retiro del mismo había sido, sin duda, mucho más aparente que real.
La prioridad explicitada en el documento se centraba en la superación de la crisis del
balance de pagos procurando a través de la aprobación de la comunidad financiera transnacional
y de "buenas intenciones" programáticas, obtener los fondos necesarios para el servicio de la
cuantiosa deuda externa acumulada fundamentalmente en los últimos años.
El programa, de clara orientación monetarista, no buscó otra cosa que adecuar los objetivos e
instrumentos a la evolución de las variables globales, especialmente en atención a los desequilibrios
externos y a la presión sobre las reservas internacionales dejando —en concordancia con el
modelo neoliberal— que los ajustes derivaran en una paulatina reactivación y esta lograra
impulsar la concreción de objetivos sociales centrados en los salarios y el empleo.
El atraso del tipo de cambio había agudizado durante 1982 la dispersión en los precios
relativos convirtiendo a Montevideo en una de las ciudades más caras del mundo en términos de
dólares, mientras que los bienes importados podían obtenerse sin dificultades a precios
internacionales. Por otra parte, las reservas netas del BCU habían disminuido en 575 millones
de dólares hasta noviembre de 1982, representando en ese entonces solamente el 31.6% del nivel
alcanzado en diciembre del año anterior. La corrección de esta situación fue el principal objetivo
de la flotación cambiaría conjuntamente con la cual se dispuso una serie de medidas
arancelarias y fiscales que buscaban atenuar su efecto sobre las corrientes reales del comercio
exterior.
En el área financiera, las medidas se orientaron hacia una reducción en la asistencia
financiera del BCU configurando un programa monetario de tendencia restrictiva.
En cuanto a los aspectos fiscales, es de señalar que a pesar de las medidas instrumentadas
durante el año 1982, el déficit del Gobierno Central alcanzó el 8.7% del PBI a fines de 1982 en
tanto el del resto del sector público llegó al 9.5%, con lo cual el endeudamiento del sector
público a esa fecha significaba el 18.2% del PBI. Ante esta realidad, las medidas adoptadas
buscaron la reducción del gasto, al tiempo que la política de tarifas se orientaba a ajustes
frecuentes que permitieran solventar los egresos de las empresas públicas.
Finalmente, se decretó también un aumento del 15% en los sueldos y salarios, pero se dispuso
para enero de 1983 la liberalización en la fijación de los mismos en el sector privado con excep-
ción del salario mínimo, lo que implicaba que a partir de dicha fecha los empresarios y bs
asalariados deberían negociar los sucesivos aumentos en sus remuneraciones sin intervención del
gobierno.
Como era de esperar, las negociaciones se llevaron a cabo en condiciones de manifiesta
desigualdad ante la inexistencia de organizaciones obreras y las restricciones para su formación. Con
sindicatos disueltos y dirigentes interdictos o presos, el poder de los asalariados para oponerse a
los sectores empresariales que a su vez, enfrentaban dificultades económicas y financieras, fue
prácticamente nulo. El salario real cayó un 11% en 1983, que sumado a lo ya perdido el año
anterior configuraba una reducción del 28% en 2 años.
No obstante la intensidad del ajuste, el programa no logró siquiera alcanzar sus metas
prioritarias y el BCU continuó perdiendo reservas a pesar de que el balance comercial mejoró
significativamente. En abril sin embargo, se lograba cierto desahogo con el otorgamiento de un
crédito de 400 millones de dólares por parte del FMI y la refinanciación de la deuda externa del
sector público con los bancos acreedores a 7 años con 2 de gracia, acuerdo obviamente ligado al
cumplimiento del programa suscripto con el Fondo.
A mediados del año 1983 era evidente que las metas programadas no podrían llegar a
alcanzarse. A las dificultades del sector externo se sumaban la imposibilidad de abatir el déficit
fiscal no obstante los elevados ajustes tarifarios y las concomitantes restricciones al gasto público.
Se produce entonces una modificación en la conducción de la política cambiaría pasándose a
sostener un régimen de flotación sucia a través de la intervención del BROU en el mercado
cambiario.
Las variables parecieron responder favorablemente a las correcciones; sin embargo, el déficit
fiscal no pudo ser abatido y hacia el cuarto trimestre resultaba por demás evidente la fuga de
capitales del sistema bancario y la subvaluación del dólar mientras que las variables reales no
mostraban ningún síntoma de recuperación.
En diciembre se produce la vuelta al Ministerio de Economía del Ing. Végh Villegas. Dejando
por tal razón su cargo de Embajador en EE.UU., nadie alcanzó a explicar con certidumbre
razonable el fundamento de su regreso a tan difícil cometido. Meses después, ante el Consejo de
Estado, el Ing. Végh sorprendería a partidarios y detractores declarando que su gestión se
encaminaba a evitar que el "proceso" entregara al gobierno democrático el "tacho de basura" en
que se había convertido la economía del país. Más allá del reconocimiento tácito del fracaso que
supone tal afirmación, es innegable que ella implicaba un propósito de orientar sus esfuerzos
solamente a evitar mayores desequilibrios financieros sin definición de ningún proyecto de
mediano alcance.
En esa óptica, su gestión se volcó en forma preponderante hacia el realismo cambiario
(volviendo a la flotación pura) y el control del déficit del sector público que a fines de 1983
representaba el 12.5% del PBI.
Los resultados de 1984, si bien no llegaron a la gravedad de los registrados en 1983 no por
ello han representado logros positivos. La producción descendió por tercer año consecutivo, esta
vez un 1.8%; el déficit del sector público se situó en un 9% del PBI, la inflación alcanzó un 66.1%
y el salario real, aunque no registr ó alteraciones entre diciembre de 1983 y diciembre de 1984,
promedialmente descendió un 9% en este último año.
Sólo en las variables externas, consecuente con las prioridades establecidas en su política
económica, el Ministro obtuvo resultados moderadamente exitosos. El endeudamiento externo se
mantuvo en los niveles de 1983; el balance comercial registraba a noviembre un superávit de
200 millones de dólares y finalmente, las reservas internacionales del BCU que bajaron
bruscamente en noviembre ante la incertidumbre del resultado de las elecciones, se recuperaron a
los niveles de mediados de 1982 inmediatamente después de los comicios, demostrando el
beneplácito con que los sectores capitalistas nacionales y extranjeros recibieron la decisión del
cuerpo electoral.

6. El endeudamiento externo

El período se caracterizó, durante un prolongado lapso, por la abundancia de recursos


financieros prestables en el sistema internacional. Ello facilitó la absorción de los abultados déficits
comerciales que, al principio del período, respondían a los hechos referidos a la carne y al
petróleo.
CU ADR O N° 6 ENDEUDAMIENTO EXTERNO
(En millones de dólares corrientes)

AÑO PROMEDIOS ANUALES


1958/62 300.5
1963/67 459.3
1968/73 623.2
1974/80 1.359.8
1981/84 4.165.5

* En 1984 la cifra incorporada corresponde a setiembre de dicho año.


Fuente: BCU.

La afluencia de recursos permitió financiar los efectos deficitarios de un programa de


reducción arancelaria que llevó la brecha comercial externa del país a límites inusitados. Pero
simultáneamente, determinó un crecimiento notable del endeudamiento externo del país.
En 1973 el monto de dicho endeudamiento ascendía a 718 millones de dólares, lo cual
equivalía a 2,2 veces el monto de exportaciones de ese año. Al finalizar 1984, el endeudamiento
externo alcanza a 4.600 millones de dólares, y la relación con las exportaciones de ese año se
elevó a 5.2.
El promedio de la deuda registrado en el período 1974/80 fue el doble del vigente entre
1968/73, pero entre 1981 y 1984, el promedio superó los 4.000 millones de dólares, es decir
que la deuda del período anterior se multiplicó por 3 en los últimos años.
La presión de pagos externos para el servicio de estas obligaciones ha sido una constante
desde 1982 y es en el momento actual una de las restricciones más fuertes que afronta la
economía del país para lograr la reversión de las tendencias descendentes de la actividad
productiva.

7. Los resultados del experimento

La estrategia económica del modelo neoliberal apuntaba originalmente a potenciar los


sectores productivos con presumibles ventajas comparativas, paradojalmente, sin embargo,
acabó por generar en el país un perfil productivo en el cual el sector agropecuario sólo participa
con un 7,4% del PBI. Asimismo, el conjunto de los sectores productores de bienes desciende a
una participación apenas superior al tercio de esa misma base de comparación.
El sector público, que debía reducir su aporte, especialmente en relación al peso de los
servicios del gobierno general, mantiene su importancia en el orden del 13% (sin considerar las
empresas públicas).
El conjunto de las exportaciones del país, que en los tres años precedentes a 1974 significaban,
en promedio, un 11.2% de la demanda global, sólo llegan a un 13.5% como promedio del
período 1974-1981, ascendiendo al 15.8% en 1982/83, es decir, en el período de mayor recesión.
Mientras tanto, las importaciones constituyen, respectivamente, un 11.2%, un 16.5% y un 16.3%
en esos mismos lapsos.
Los sectores que han concentrado mayormente el efecto del crecimiento del PSI, como fue
dicho, son el sistema financiero (que incrementa su participación en el PBI en más de un 50%) y los
propietarios de viviendas (que más que triplican la suya).
El importante crecimiento del sector financiero, que significó asimismo la duplicación del
patrimonio neto de los bancos privados, en términos reales entre 1977 y 1980, fue
acompañado por un proceso de acelerada extranjerización. En efecto, de los 22 bancos
privados que existen hoy en Uruguay, sólo dos están controlados por capitales nacionales. El
resto son sucursales de bancos extranjeros o sus paquetes accionarios m ás importantes están
controlados por capitales extranjeros. Es así que en 1983 sólo un 22% de las operaciones de la
banca privada (que constituye un 73.5% de las colocaciones totales de la banca comercial al sector
privado no bancario) correspondían a los dos bancos privados nacionales, siendo esa proporción
sobre las operaciones en moneda extranjera de sólo un 14.8%. En 1977, el sistema bancario privado
concentraba sólo el 56.1% de las colocaciones al sector privado y los bancos privados nacionales
concedían un 50.8% de las de toda la banca privada.
El efecto más importante sobre el aparato productivo del país, tal vez no sea, sin embargo, la
modificación diferente a la prevista en la participación sectorial.
Parece tener mayor importancia la transferencia de ingresos y capacidad de acumulación
que se produjo, por una parte, entre IQS diferentes sectores productivos; y por otra parte, entre los
diferentes grupos sociales.
En efecto, mientras que por ejemplo, la industria manufac turera y el sector agropecuario
redujeron su excedente bruto en 1982 respecto a 1973, el sector financiero lo duplicó. Esa transfe-
rencia de excedentes, que determina una redistribución de ingresos entre diversos sectores
empresariales, es acompañada también con una redistribución de activos, cuya expresión más
notoria la constituye el nivel alcanzado por el endeudamiento financiero de las empresas que
componen el aparato productivo.
Así, mientras el PBI a precios corrientes se multiplicó por 51 entre 1973 y 1982, los créditos
bancarios al sector privado (excluyendo los créditos hipotecarios para vivienda) se multiplicaron por
casi 232. Desde otro punto de vista, mientras el endeudamiento interno del sector privado sufría
ese incremento, la inversión en equipos y construcciones de ese sector sólo se multiplicaba por
67.

CU ADR O N° 7 INGRESOS CORRIENTES DE LAS FAMILIAS


(En %)

Sueldos y Otros Transferencias del


salarios ingresos (1) Gobierno Central(2)
1958/62 44.5 44.3 11.2
1963/67 46.2 42.7 11.1
1958/73 44.9 43.9 11.2
1968/73 36.4 53.8 9.8

(1) Comprende ingresos por utilidades de empresas no constituidas como


sociedades anónimas, intereses, alquileres, dividendos y rentas netas.
(2) Comprende los pagos de pasividades y otros beneficios sociales.
* Cifras preliminares a partir de 1976.
Fuente: Elaboración propia en base a datos del BCU .

CU ADR O N° 8 PRODUCTO BRUTO INTERNO


(Promedios anuales a precios constantes de 1961)

PBI*a costo de PBI a precios de Ingreso Nacional


factores mercado Bruto

1958/62 14.985 16.772 16.687


1963/67 15.591 17.455 17.472
1968/73 16.880 18.897 19.023
1974/82* 20.968 23.474 21.886
1983/84* 20.624 23.094 20.206

*De 1982 a 1984 estimado en base a datos del BCU. Fuente: BCU.

La conjunción de las dos situaciones, crecimiento del sector financiero y endeudamiento del
sector productivo, desembocó en una delicada posición del sistema bancario en los años 1982 y
1983. Algunas instituciones dejaron entrever la posibilidad de una crisis bancaria y las autoridades
económicas, mostrando una sensibilidad hacia los depositantes que por cierto no manifestaron
frente a otros grupos sociales, instrumentaron un sistema por el cual el BCU se hizo cargo de
créditos por 600 millones de dólares que en buena medida eran considerados incobrables por los
respectivos acreedores.
La compra de estas carteras tuvo dos contrapartidas, un grupo de ellas (386 millones de
dólares), fue adquirido como condición para que 5 bancos fueran negociados a instituciones
extranjeras. La forma de pago proporcionalmente mayoritaria fue la entrega de bonos del Tesoro
por lo cual la operación redundó en la elevación del endeudamiento del sector público y en la
extranjerización del sistema bancario. En la otra operación participaron 18 bancos y casas
bancarias a quienes se les adquirió créditos de difícil cobro por 215 millones de dólares. Como
contrapartida, esas instituciones prestaron al BCU 540 millones con lo cual la deuda generada
por este procedimiento alcanzó a 755 millones de dólares.
Simultáneamente, como fue dicho, el período se caracterizó por un continuo descenso del
costo salarial para las empresas, posibilitado no sólo por el deterioro del salario real, sino tam-
bién por la reducción de las cargas financieras de la seguridad social pagadas por el empleador.
Ello hizo posible disponer de un mayor excedente bruto para distribuir entre los sectores empresa-
riales y el gobierno (bajo forma de utilidades, intereses, rentas e impuestos), el cual, como acaba de
señalarse, se concentró en algunos sectores específicos.
La evolución de la participación salarial en el ingreso nacional muestra claramente este
fenómeno. En efecto, mientras en el período 1968-1973 dicha participación era del orden del
40% (39.8), el promedio entre los años 1974 y 1978 fue del 34.6% y en los últimos cuatro años del
período (1979-1982) descendió aún a 27.5%.
Estos cambios en la distribución de los ingresos se reflejan, por cierto, en la distribución
familiar de los mismos, afectando también la distribución de las riquezas. De esta forma, hasta 1979
se verificó un fuerte proceso concentrador, contrarrestado en parte por el aumento de la jornada
laboral. Entre 1980 y e! primer semestre de 1982, se registró una leve tendencia al mejoramiento
de la distribución, a favor de un mantenimiento del nivel del salario real y un descenso del
desempleo, tendencia que se revierte nuevamente en el segundo semestre de 1982 y continuó
posteriormente, por la drástica caída del salario, más pronunciada que la del ingreso nacional.
Finalmente, así como se concentra el ingreso en el extrem o más rico de la pirámide social, se
concentra el esfuerzo de trabajo en los niveles medios y bajos de la misma. Entre 1973 y 1985 la
tasa de actividad (proporción de la población total que trabaja o desea trabajar) se eleva en
Montevideo desde el 48.2% al 58.2%. Ese aumento es más importante en la población femenina
(de 28% en 1973 al 45.0% en 1985) y en las edades muy bajas (14 a 19 años, pasan de 29.7% a
39.5% en 1984) o elevadas (55 a 64 años, pasan de 33.2% a 46.2% en 1984). Por su parte, la
cantidad de horas trabajadas por persona también se incrementa por lo menos hasta que el
mercado de trabajo lo permitió. Así, mientras en 1973 un 67.8% trabajaba más de 40 horas
semanales, en 1980 lo hacía el 82.8%.
Es decir, entonces, que la población (principalmente la población trabajadora) respondió al
descenso del ingreso por hora de trabajo, dedicando más horas al mismo y más integrantes de la
familia al mercado. Por su parte, la fuerte emigración que sufrió el país en los primeros años de
este período, compensó la incapacidad relativa del sistema productivo de dar ocupación a la mayor
oferta de fuerza de trabajo, permitiendo mantener la tasa de desempleo en niveles oscilantes
entre un mínimo del 6% y un máximo del 16% y evitando mayores descensos del salario.
En definitiva, la situación social a que ha conducido el conjunto de las políticas descritas, es de
una gravedad desconocida para el país. Aunque en los últimos años la concentración del ingreso
familiar no parece haber aumentado, por lo menos considerando las cifras que las familias declaran
percibir en las encuestas sobre ingresos, el descenso en los bienes y servicios disponibles ha
redundado en el empobrecimiento generalizado de las capas medias que en buena parte han
traspasado ya los niveles que limitan la línea de pobreza.
Tomando en cuenta una canasta básica normativa de bienes y servicios de primera necesidad 1
como indicativa de la línea de pobreza, puede estimarse que en Montevideo el número de personas
que no cubren esta canasta mínima se ha duplicado entre 1982 y 1984 y aunque las cifras son
necesariamente imprecisas por las carencias en la información disponible, es altamente probable
que porcentajes cercanos al 40% de la población de la capital se encuentren en tal situación.
Los hechos son aún más dramáticos en el interior del país puesto que los ingresos personales
medios son allí sustancialmente inferiores (en el segundo semestre de 1983 eran un 42% m ás
bajos que en Montevideo), y los niveles de precios no registran suficiente disparidad como para
atenuar esas diferencias.
Otros indicadores dan la pauta de la magnitud de la crisis: el consumo privado descendió
un 18% entre 1981 y 1983, pero aún esta cifra engloba tan alta dispersión de bienes y niveles de
consumo que su real significación debe ser captada a través de elementos complementarios. El
consumo de carne vacuna per cápita disminuyó un 22% entre 1982 y 1984 cifra que llega al 25% en
Montevideo. Solamente el pescado parece haber compensado en parte esta caída ya que el consumo
de los otros tipos de carne es también decreciente en esos años.
Por otra parte, la encuesta de consumo de la Dirección General de Estadísticas y Censos
realizada en 1982, revela qué en Montevideo el quintil de población de mayores ingresos gasta 2.7
veces más por persona en alimentación que el quintil más pobre, cifra que se eleva a 3.8 para
algunas ciudades del interior (Rivera y Salto)2.
Cabe recordar que estos datos corresponden a 1982 y que la situación social se agravó
notoriamente en años posteriores.
Para finalizar, puede decirse en resumen que al final del período, la estructura económica del
país se encuentra modificada respecto de algunas de sus características básicas presentes al
comienzo. En primer lugar, el sector agropecuario se presenta liberado de los controles e
intervenciones otrora existentes, pero con un perfil estructural más concentrado, un perfil
tecnológico prácticamente incambiado y un endeudamiento financiero cuya magnitud cuestiona la
propia viabilidad de las empresas existentes. En segundo lugar, una estructura industrial sin
mayores cambios en cuanto a su diversificación, pero ciertamente mejor equipada, aunque utilizando
su capacidad productiva en niveles muy bajos que la colocan fuera de eficiencia de escala. No
obstante, el perfil tecnológico de la industria permanece altamente dependiente de los proveedores
de equipos y de los mercados destinatarios, y su renovación no alcanzó prácticamente a las industrias
para el mercado interno. La industria, por otra parte, comparte con la agropecuaria una aguda
situación de endeudamiento.
En tercer lugar, un sector financiera que ha crecido notablemente y se ha especializado en
técnicas más modernas pero todavía muy alejadas de las dominantes en los centros más avan-
zados, todo ello en el marco de un proceso que determina la mayor extranjerización del
sistema.
Finalmente, la situación económica de la población se ha visto relativamente empeorada, a partir
de que el proceso de concentración de ingresos que sustentó el crecimiento determinó una mayor
desigualdad en la distribución del esfuerzo productivo y de los frutos del mismo.

1
Calculada por Osear Altimir para Uruguay en base a las necesidades de alimentación mínima por persona. Esta
canasta no es la utilizada por la DGEC en base a la cual se calcula el costo de vida y que aparece en el
Cuadro N ° 2.
2
CEPAL La evolución de la Sociedad y de las Políticas Sociales en el Uruguay. Enero 1985.

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