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En 1972, la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, dirigida en ese entonces por los contadores
Ricardo Zerbino y Alberto Bensión, formula un Nuevo Plan de Desarrollo, en esta instancia con
vigencia quinquenal.
En su capítulo de fundamentos, el Plan ensaya una interpretación de los problemas
económicos que considera fundamentales en el país y propone las líneas básicas de una
estrategia para superarlos.
En síntesis, el Plan considera que el estancamiento de la economía uruguaya deriva,
esencialmente, de la falta de referencias adecuadas a la economía internacional, así como de la
pérdida de relevancia del mercado como mecanismo de asignación de recursos. Todo ello resultado
de una actitud intervencionista y proteccionista del Estado. La inflación, a su vez, responde en parte a
las mismas causas, que ambientan la lucha de grupos por la participación en un ingreso nacional
estancado, lo cual se traduce en incrementos del salario real por encima de la productividad, afec-
tando negativamente el empleo.
En consecuencia, la estrategia delineada propone remover el estancamiento mediante la
estructuración de un funcionamiento económico distinto, el cual implica cambiar las reglas básicas
del funcionamiento anterior.
Se propone devolver al mercado su papel asignador de recursos, reservando al Estado un rol
de rector de la política económica y dándole la misión de establecer solamente los marcos para el
desarrollo de la actividad privada. Consecuentemente, se intenta restituir a la rentabilidad
empresarial su rol orientador en las decisiones de inversión y producción, a la vez que se le
considera como la fuente de la acumulación.
Se redefine la inserción del país en el sistema mundial mediante la apertura de nuestra
economía a las corrientes financieras y comerciales, así como a la inversión directa extranjera, con
el menor número posible de trabas.
La orientación productiva que define esta estrategia privilegia al sector exportador y, dentro de
él, al sector tradicional. En esta opción juegan factores de índole coyuntural (situación frágil de
reservas; nivel de precios de la carne elevados) y factores derivados de la propia definición sobre la
inserción dependiente del país, que llevan a la consideración del sector agroexportador como
prácticamente el único con ventajas comparativas en términos internacionales.
Frente al problema de la inflación, el Plan atribuye a un equivocado manejo de los
instrumentos de corto plazo los fracasos anteriores, y en el marco de la estrategia elegida,
plantea un manejo diferente de los mismos, principalmente de la tasa de interés, de la política
salarial y del tipo de cambio. Se pronuncia por una política monetaria restrictiva, lo cual supone,
en principio, tasas de interés mayores que la inflación; por una política salarial que se acompase
con los aumentos de productividad; y por una política cambiaría realista, que determine el -tipo de
cambio en relación con los demás precios de la economía.
La propuesta del Plan constituye la base orgánica en la cual se asienta la estrategia neoliberal
que tiene vigencia desde 1974.
3. Crecimiento productivo
Desde 1974 hasta 1980 el producto bruto interno mostró un crecimiento rápido y continuo (con
la sola interrupción de 1977) que promedió un 4.5% acumulativo anual.
Este rápido crecimiento, que contrasta con el estancamiento de los años precedentes, no es
homogéneo, sin embargo, sector a sector. El análisis sectorial muestra una evolución más acelerada
de algunos de ellos (pesca, industria manufacturera, construcción, comercio, banca, por ejemplo)
que de otros (agropecuario).
El sector agropecuario crece hasta 1977, decreciendo los dos años siguientes y volviendo a
crecer en 1980. La producción de este sector es, en ese año, un 20% mayor que en 1973, lo cual
arroja un promedio de crecimiento acumulativo anual del 2.6%. Este promedio resulta de una
evolución dispar de la ganadería y la agricultura. La primera crece a un promedio del 1.9% anual,
mientras la segunda lo hace al 2.9%.
El sector de industrias manufactureras alcanza un crecimiento promedia! anual del 4.8%, el cual
responde a una evolución sin retrocesos. Este crecimiento se da en todas las ramas (a excepción de
los derivados de petróleo, que como resultado de avances y caídas muestra una producción
similar en 1980 y 1973), pero en forma más acentuada en aquéllas vinculadas más directamente al
comercio exterior de productos no tradicionales, al equipamiento doméstico y al material de
transporte.
Dos sectores de la producción material presentan crecimientos espectaculares en este período:
la pesca (cuyo producto se multiplica por 6), creciendo a una tasa promedia! del 29.3% anual, y la
construcción, que muestra un crecimiento sostenido a una tasa promedia! del 14.5% anual.
Los servicios acompañan la tendencia creciente de la producción, pero entre ellos cabe
destacar un crecimiento acumulativo anual del sector comercio del orden del 7% y la fuerte
expansión del sector financiero, particularmente a partir de 1976, que redondea una tasa
acumulativa anual de crecimiento, desde 1973 a 1980, del orden del 9%.
Obviamente, esta disímil evolución de los sectores productivos de bienes y servicios redunda en
una modificación de la importancia de cada uno en el PBI del país. A esas modificaciones debe
adicionarse el efecto de la variación dispar de los precios relativos. El resultado de estos efectos
combinados se muestra en el Cuadro N° 4.
La evolución apuntada va generando un perfil productivo del país donde tiende a predominar la
actividad de servicios, en forma aún más acentuada de lo que había sido una fuerte participación
del sector terciario en la estructura económica del país. Pero esta acentuación presenta
particularidades con respecto al proceso anterior.
El periodo que arranca en 1974 presenta, como fue dicho, una primera fase en que se procura
una "reformulación de las bases del funcionamiento económico del país", como dijo en cierta
oportunidad el entonces Presidente del Banco Central, José Gil Díaz.
La política económica implementada tendía a producir esa reformulación, pero a la vez debía
hacer frente a los problemas que planteaba la coyuntura descrita vigente al comienzo del
período.
Las medidas adoptadas en diversos campos de la economía, y particularmente en el sector
financiero, a través de sus efectos sobre los precios relativos (en especial, sobre el descenso
del salario real) alentaron la expansión y la modificación de la estructura productiva antes
referidas. Asimismo, permitieron alcanzar algunos equilibrios financieros considerados esenciales en
la estrategia adoptada: el equilibrio de la balanza de pagos y el de las cuentas financieras del
gobierno.
El proceso expansivo y reestructurador se había apoyado, sin embargo en la vigencia de una
tasa inflacionaria relativamente elevada. Alcanzados los equilibrios mencionados, en 1978 las medi-
das se encaminan a la estabilización de los precios, y marcan una segunda fase del proceso
económico en este período.
El Banco Central renuncia al uso de los instrumentos monetarios típicos (encajes; operaciones
de mercado abierto; ya no operaban los redescuentos) y se afilia a la versión del "enfoque mone-
tario de la balanza de pagos" que aconseja el manejo, únicamente, del tipo de cambio. Así
nació, el 17 de octubre de 1978, la primera "tablita" de cotizaciones futuro anunciadas por el Banco
Central, con el objetivo declarado de que su evolución operara como mecanismo de contención
de expectativas inflacionarias.
Las nuevas modificaciones de precios relativos que de ello y de la evolución de las tasas de
interés derivaron, combinadas con el impacto de la fuerte afluencia de dinero (por gastos de
viajeros y por inversiones financieras e inmobiliarias de argentinos), particularmente en 1979, se
tradujeron en el "boom" económico de 1979 y 1980, cuando el PBI creció 6.2% y 5.8% anual
respectivamente.
Pero, en las propias causas de ese "boom" estaban los factores que bloquearían el. crecimiento
en 1981 y determinarían la fuerte caída de 1982, cuando el PBI se reduce a un nivel inferior al de
1978.
El intento de estabilización, perseguido por la fuerte contracción monetaria y el
enlentecimiento progresivo del ritmo de devaluación, dio resultados positivos más efímeros que el
crecimiento logrado en el período de siete años que finaliza en 1980.
Después de una tasa del 83% de incremento en el índice de precios al consumo en 1979,
resultado del último ajuste de precios relativos (en particular, alquileres, tarifas públicas y rubros
alimenticios como la carne), dicha tasa se redujo al 42.8% en 1980; al 29.4% en 1981 y al
11.0% entre diciembre de 1981 y noviembre de 1982.
Sin embargo, durante el mismo período, las tasas de interés se ubicaron, para préstamos
bancarios en moneda nacional, en 68%en 1979; 65% en 1980; 60% en 1981 y 68% en
noviembre de 1982. El cuadro siguiente muestra la evolución de ambas variables y la tasa de
interés real resultante.
* A fin de cada período, sobre base anual. Fuente: Elaborado en base a datos del BCU.
6. El endeudamiento externo
*De 1982 a 1984 estimado en base a datos del BCU. Fuente: BCU.
La conjunción de las dos situaciones, crecimiento del sector financiero y endeudamiento del
sector productivo, desembocó en una delicada posición del sistema bancario en los años 1982 y
1983. Algunas instituciones dejaron entrever la posibilidad de una crisis bancaria y las autoridades
económicas, mostrando una sensibilidad hacia los depositantes que por cierto no manifestaron
frente a otros grupos sociales, instrumentaron un sistema por el cual el BCU se hizo cargo de
créditos por 600 millones de dólares que en buena medida eran considerados incobrables por los
respectivos acreedores.
La compra de estas carteras tuvo dos contrapartidas, un grupo de ellas (386 millones de
dólares), fue adquirido como condición para que 5 bancos fueran negociados a instituciones
extranjeras. La forma de pago proporcionalmente mayoritaria fue la entrega de bonos del Tesoro
por lo cual la operación redundó en la elevación del endeudamiento del sector público y en la
extranjerización del sistema bancario. En la otra operación participaron 18 bancos y casas
bancarias a quienes se les adquirió créditos de difícil cobro por 215 millones de dólares. Como
contrapartida, esas instituciones prestaron al BCU 540 millones con lo cual la deuda generada
por este procedimiento alcanzó a 755 millones de dólares.
Simultáneamente, como fue dicho, el período se caracterizó por un continuo descenso del
costo salarial para las empresas, posibilitado no sólo por el deterioro del salario real, sino tam-
bién por la reducción de las cargas financieras de la seguridad social pagadas por el empleador.
Ello hizo posible disponer de un mayor excedente bruto para distribuir entre los sectores empresa-
riales y el gobierno (bajo forma de utilidades, intereses, rentas e impuestos), el cual, como acaba de
señalarse, se concentró en algunos sectores específicos.
La evolución de la participación salarial en el ingreso nacional muestra claramente este
fenómeno. En efecto, mientras en el período 1968-1973 dicha participación era del orden del
40% (39.8), el promedio entre los años 1974 y 1978 fue del 34.6% y en los últimos cuatro años del
período (1979-1982) descendió aún a 27.5%.
Estos cambios en la distribución de los ingresos se reflejan, por cierto, en la distribución
familiar de los mismos, afectando también la distribución de las riquezas. De esta forma, hasta 1979
se verificó un fuerte proceso concentrador, contrarrestado en parte por el aumento de la jornada
laboral. Entre 1980 y e! primer semestre de 1982, se registró una leve tendencia al mejoramiento
de la distribución, a favor de un mantenimiento del nivel del salario real y un descenso del
desempleo, tendencia que se revierte nuevamente en el segundo semestre de 1982 y continuó
posteriormente, por la drástica caída del salario, más pronunciada que la del ingreso nacional.
Finalmente, así como se concentra el ingreso en el extrem o más rico de la pirámide social, se
concentra el esfuerzo de trabajo en los niveles medios y bajos de la misma. Entre 1973 y 1985 la
tasa de actividad (proporción de la población total que trabaja o desea trabajar) se eleva en
Montevideo desde el 48.2% al 58.2%. Ese aumento es más importante en la población femenina
(de 28% en 1973 al 45.0% en 1985) y en las edades muy bajas (14 a 19 años, pasan de 29.7% a
39.5% en 1984) o elevadas (55 a 64 años, pasan de 33.2% a 46.2% en 1984). Por su parte, la
cantidad de horas trabajadas por persona también se incrementa por lo menos hasta que el
mercado de trabajo lo permitió. Así, mientras en 1973 un 67.8% trabajaba más de 40 horas
semanales, en 1980 lo hacía el 82.8%.
Es decir, entonces, que la población (principalmente la población trabajadora) respondió al
descenso del ingreso por hora de trabajo, dedicando más horas al mismo y más integrantes de la
familia al mercado. Por su parte, la fuerte emigración que sufrió el país en los primeros años de
este período, compensó la incapacidad relativa del sistema productivo de dar ocupación a la mayor
oferta de fuerza de trabajo, permitiendo mantener la tasa de desempleo en niveles oscilantes
entre un mínimo del 6% y un máximo del 16% y evitando mayores descensos del salario.
En definitiva, la situación social a que ha conducido el conjunto de las políticas descritas, es de
una gravedad desconocida para el país. Aunque en los últimos años la concentración del ingreso
familiar no parece haber aumentado, por lo menos considerando las cifras que las familias declaran
percibir en las encuestas sobre ingresos, el descenso en los bienes y servicios disponibles ha
redundado en el empobrecimiento generalizado de las capas medias que en buena parte han
traspasado ya los niveles que limitan la línea de pobreza.
Tomando en cuenta una canasta básica normativa de bienes y servicios de primera necesidad 1
como indicativa de la línea de pobreza, puede estimarse que en Montevideo el número de personas
que no cubren esta canasta mínima se ha duplicado entre 1982 y 1984 y aunque las cifras son
necesariamente imprecisas por las carencias en la información disponible, es altamente probable
que porcentajes cercanos al 40% de la población de la capital se encuentren en tal situación.
Los hechos son aún más dramáticos en el interior del país puesto que los ingresos personales
medios son allí sustancialmente inferiores (en el segundo semestre de 1983 eran un 42% m ás
bajos que en Montevideo), y los niveles de precios no registran suficiente disparidad como para
atenuar esas diferencias.
Otros indicadores dan la pauta de la magnitud de la crisis: el consumo privado descendió
un 18% entre 1981 y 1983, pero aún esta cifra engloba tan alta dispersión de bienes y niveles de
consumo que su real significación debe ser captada a través de elementos complementarios. El
consumo de carne vacuna per cápita disminuyó un 22% entre 1982 y 1984 cifra que llega al 25% en
Montevideo. Solamente el pescado parece haber compensado en parte esta caída ya que el consumo
de los otros tipos de carne es también decreciente en esos años.
Por otra parte, la encuesta de consumo de la Dirección General de Estadísticas y Censos
realizada en 1982, revela qué en Montevideo el quintil de población de mayores ingresos gasta 2.7
veces más por persona en alimentación que el quintil más pobre, cifra que se eleva a 3.8 para
algunas ciudades del interior (Rivera y Salto)2.
Cabe recordar que estos datos corresponden a 1982 y que la situación social se agravó
notoriamente en años posteriores.
Para finalizar, puede decirse en resumen que al final del período, la estructura económica del
país se encuentra modificada respecto de algunas de sus características básicas presentes al
comienzo. En primer lugar, el sector agropecuario se presenta liberado de los controles e
intervenciones otrora existentes, pero con un perfil estructural más concentrado, un perfil
tecnológico prácticamente incambiado y un endeudamiento financiero cuya magnitud cuestiona la
propia viabilidad de las empresas existentes. En segundo lugar, una estructura industrial sin
mayores cambios en cuanto a su diversificación, pero ciertamente mejor equipada, aunque utilizando
su capacidad productiva en niveles muy bajos que la colocan fuera de eficiencia de escala. No
obstante, el perfil tecnológico de la industria permanece altamente dependiente de los proveedores
de equipos y de los mercados destinatarios, y su renovación no alcanzó prácticamente a las industrias
para el mercado interno. La industria, por otra parte, comparte con la agropecuaria una aguda
situación de endeudamiento.
En tercer lugar, un sector financiera que ha crecido notablemente y se ha especializado en
técnicas más modernas pero todavía muy alejadas de las dominantes en los centros más avan-
zados, todo ello en el marco de un proceso que determina la mayor extranjerización del
sistema.
Finalmente, la situación económica de la población se ha visto relativamente empeorada, a partir
de que el proceso de concentración de ingresos que sustentó el crecimiento determinó una mayor
desigualdad en la distribución del esfuerzo productivo y de los frutos del mismo.
1
Calculada por Osear Altimir para Uruguay en base a las necesidades de alimentación mínima por persona. Esta
canasta no es la utilizada por la DGEC en base a la cual se calcula el costo de vida y que aparece en el
Cuadro N ° 2.
2
CEPAL La evolución de la Sociedad y de las Políticas Sociales en el Uruguay. Enero 1985.