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Resumen Suelo urbano y vivienda social en Bogotá: Primacía del mercado y el sacrificio del

interés general,1990-2007

Las relaciones existentes entre el suelo utilizable y su utilización en la construcción de


viviendas de interés social es el tema principal del texto. Éste, aborda la temática desde la
historia de la normatividad aplicada al suelo y los distintos programas de expansión
territorial aplicados en la ciudad; busca los distintos puntos de quiebre por los que no han
sido totalmente exitosos; y propone alternativas basado en estudios realizados en las
Unidades de Planeamiento Zonal (UPZ) Los Mártires y Puente Aranda.

Primero, nos muestra el contexto histórico del que viene la organización de los predios
que componen la ciudad. Para empezar, Colombia es un país determinado por el modelo
de desarrollo asociado al modo de producción capitalista, y con su etapa más
desarrollada, el neoliberalismo. Por lo que el estado busca desempeñar el papel de
autoridad mientras cede la administración de bienes y servicios públicos a entes privados
quienes tienen intereses muy alejados a los de la ciudadanía. Éste modelo se construye a
través del POT (Plan de Ordenamiento Territorial) establecido desde la ley 388 de 1997.
Además, se explica que la ciudad ha venido creciendo sin orden alguno debido a las
construcciones tanto formales como informales (siendo estas últimas en la periferia de la
ciudad a manos de gente que llega a la misma); como que también estos predios
informales generan distintos problemas sociales y trampas de pobreza. Entre estos: pocas
oportunidades de empleo, servicios públicos, no instituciones educativas y de salud
cercanas, inseguridad, etc.

Luego, nos expone desde qué políticas se ha venido tratando de planear el modelo de
ciudad de Bogotá. Así, desde el año 2000 se realiza el POT, el cual se modifica en el año
2003 y en el 2004 se expide para cumplir su labor de 10 años. En estos años debe cumplir
los siguientes 6 tratados: Preservar los sectores en buen estado; consolidación de los
sectores construidos que permitan densificación; mejoramiento de barrios marginales;
renovación de los sectores urbanos deteriorados; desarrollo ordenado de zonas de
expansión; y protección de la estructura ecológica principal. Así mismo, orientar y
concentrar la acción de los gobiernos y la inversión pública para lograr estos objetivos.

A continuación, nos muestra los rasgos generales de la gestión de la vivienda y el suelo


urbano en Bogotá entre 1997-2007. Ésta se gestiona desde la ley 9 de 1989 donde se
reconoció el espacio público y la vivienda. Ya en 1997 con la ley 388, se establecen los
pilares fundamentales que son la función social y ecológica de las propiedades
desarrollando los instrumentos de gestión del suelo ya contemplados en la Ley 9 tales
como la valorización, plusvalías, la expropiación, el reparto de cargas y los beneficios. Y,
nos explica como en los cambios hechos al POT en el 2003 con El Comité de Gestión
Urbana y Habitacional se revisó la política de vivienda y amplió el concepto de vivienda
hacía el de hábitat. Así, se creó desde el gobierno distrital la Secretaría de Hábitat a favor
de estas reformas. Por último, la creación de bancos de tierras tales como Metrovivienda y
las acciones en contra de las “urbanistas pirata” y la construcción de predios informales,
que aunque formalizaban muchos de los mismos, no solucionaban los distintos problemas
sociales que se dan.

Las problemas de hábitat como uno de los puntos finales del texto son  una parte de
especial importancia dentro de estas problemáticas se encuentran: dificultad de disponer
de la producción de suelo urbanizable para vivienda de interés social y prioritario,
incapacidad para reducir el déficit cualitativo y cuantitativo de vivienda, limitaciones que
tienen las familias de bajos ingresos para acceder a una vivienda social .Aunque el Distrito
ha logrado identificar en su política de hábitat los problemas estructurales de pobreza se
ha mantenido una lógica permisiva que no contribuye a enfrentar las causas estructurales
de los problemas.

Los Urbanistas pirata han venido acomodándose a los estándares básicos de construcción
dando facilidades fundamentales. Así mismo, hay procesos centrificadores de
urbanización en pueblos aledaños a Bogotá.

La necesidad de reconocer el urbanismo pirata como un delito y tomar acción frente a


este ya que genera gastos a la ciudad.

La renovación urbana solo se da en lugares históricos mientras se ignoran los sectores


populares. Por tanto hay demanda de lo que ofrece el sector pirata, aunque acarree
muchos problemas (facilidades). Además, las construcciones son autónomas y artesanales.

El autor da a conocer dos momentos claves en el ordenamiento territorial de la ciudad, el


primero  referente al acuerdo 06 de 1990 en el que mediante una expedición de
ordenamiento físico se da prioridad al ordenamiento predio por predio, y un segundo con
el decreto 619 del 2000  el cual se elabora sobre la base de un diagnóstico de tendencias
de crecimiento y sus implicaciones sin una mirada integral, seguido a esto se plantean una
serie de rupturas referentes a los planes de ordenamiento territorial en los que se resaltan
el cambio del esquema de subsidio a la oferta, por subsidio a la demanda;  cambio  del
papel del estado de  benefactor de vivienda social a administrador de subsidios y  la
reducción de la calidad de materiales y espacio para vivienda de interés social  de los
cuales los entes privados pasan a financiar este tipo de vivienda social, a la par el estado
plantea dos tipos de soluciones en la que se entregan 120000 viviendas de interés social
pero esto resulta en la compra de terreno con un elevado costo, y la financiaciones por
parte de entes privados como microcréditos que resultan en ocasiones inaccesibles.

El apoyo económico, social y reglamentario aportado por organismos estatales,


Metrovivienda por ejemplo, ejercen un enfoque gerencial-empresarial y contrario a la
lógica, poco o nada control sobre la decisión de la construcción y utilización del suelo. Por
otra parte, el sector bancario brinda hipotecas dirigidas hacia una población de medianos
recursos en donde segrega a personas con bajos ingresos económicos o en donde las
oportunidades de empleo son variables y poco sustentables generando así una noción de
riesgo para aquellas que lo adquieren.

Metrovivienda  y el departamento de planeación nacional genera especulación sobre los


suelos, al no tener control sobre el avalúo, formando así sobrecostos en la reventa de
territorios ya urbanizados, y como consecuencia de lo anterior, se empiezan a asentar los
barrios de invasión y la autoconstrucción de vivienda en lugares no adecuados.

En la parte final, el autor expresa algunas consideraciones finales. Primero, se refiere a la


problemática de hábitat en cuanto a la dificultad de disponer de la producción de suelo
urbanizable para vivienda de interés social y prioritario, la incapacidad para reducir el
déficit cualitativo y cuantitativo de vivienda y las limitaciones que tienen las familias de
bajos ingresos para acceder a una vivienda social. Para darle solución a este problema se
ha buscado cambiar la percepción general de hábitat como sólo vivienda, con el fin de
alcanzar la “ciudad deseada” (Tanto las comunidades como las instituciones participando
de la producción y gestión del hábitat).

Luego, se menciona que la administración distrital ha adquirido el compromiso con los


sectores de menores ingresos, implementando estrategias contra la “urbanización ilegal”.
Estas estrategias pretenden ser guiadas por el principio rector de la polifuncionalidad. El
conflicto emerge dado que las contribuciones hechas por el sector privado dejan mucho
que desear en cuanto a su viabilidad, impacto y operacionalidad. Lo anterior impulsa con
más fuerza la segregación socio-espacial.

Después, el autor se refiere a que debe haber procesos de reconocimiento y diálogo que
faciliten el trabajo horizontal y la gestión integral en las regiones. A la larga, esto
demandará el fortalecimiento de la calidad y amplitud de servicios en muchas regiones del
país.

Por último, se sugiere que la información que ha sido recolectada por entidades privadas
sea de uso público para evitar políticas públicas con sello privado minimizar los efectos de
la exclusión social y generar condiciones que permitan superar esta situación.

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