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ENSAYO DE GEOGRAFIA:

Producción privada del espacio urbano residencial y


estado. El caso de la Mega-Urbanización cerrada Nordelta
en el municipio de Tigre.

INTEGRANTES: Orellana Bautista, Moreira Mayra.

CURSO: 6to U

PROFESORA: Mazzoleni Natalia.

FECHA DE ENTREGA: 12 de Junio de 2023.

NOTA:

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En este texto, Diego Ríos examina en detalle los temas relacionados con las
formas de urbanización, la residencia y el rol del Estado. El autor tiene como
objetivo investigar la interacción entre los actores públicos y privados en los
procesos de producción de espacios urbanos residenciales, a través de un estudio
de caso en el municipio de Tigre: "La Mega-Urbanización cerrada de Nordelta".
Para abordar este tema central sobre la Mega-Urbanización Cerrada de Nordelta,
primero se realiza una breve descripción histórica de la colaboración entre actores
estatales y privados en la producción y expansión de la ciudad metropolitana de
Buenos Aires. En segundo lugar, se lleva a cabo una caracterización y análisis de
las acciones emprendidas por el Estado municipal (como estrategias de mercadeo
urbano, obras públicas, sanciones o reformas normativas, entre otras) que han
permitido el desarrollo de la Mega-UC Nordelta. Posteriormente, se destacan las
consecuencias, el desarrollo, las transformaciones y la aparición de nuevos
actores derivados de esto, tales como los beneficiados (aquellos con una posición
económica favorable que pueden acceder a los beneficios y una mejor calidad de
vida) y los "afectados/conformistas" (el resto de la población que se ve obligada a
conformarse con un espacio urbano deteriorado gestionado por un Estado en
crisis), quienes se ven afectados por las Urbanizaciones Cerradas (UC).
A lo largo del texto, se observa cómo los roles de los actores cambian con el
tiempo, especialmente en el caso del Estado, que ha pasado de tener una
posición subordinada pero significativa en la relación público-privado, a
desempeñar un papel más dinámico en la promoción del capital. Este cambio se
evidencia desde finales del siglo XIX hasta 1976, durante el ciclo expansivo con
trazado inclusivo. Durante este período, el Estado se enfocó en políticas
municipales selectivas, regulación de la producción privada de servicios públicos
(energía eléctrica, ferrocarriles, tranvías y autobuses) y expansión del mercado
privado de viviendas, principalmente de pequeña escala. Además, se
establecieron normas con restricciones mínimas en cuanto a la altura de las
construcciones y regulaciones escasas sobre el uso del suelo, y se proporcionó
acceso limitado al crédito estatal para la vivienda. Sin embargo, este período
estuvo marcado por la alternancia de gobiernos civiles y militares, lo que tuvo
varias consecuencias, como la reducción de las políticas de subsidio al transporte
público de pasajeros, la desaparición del acceso a créditos accesibles para la
vivienda, la inversión de capitales extranjeros en el proceso de industrialización, lo
que redujo la necesidad de mano de obra, y la imposibilidad para los sectores de
bajos recursos de alquilar o comprar terrenos en cómodas cuotas para construir
viviendas, lo que llevó a la formación de villas miseria con viviendas precarias.
El rol del Estado continúa desde 1976 hasta 1990, durante el ciclo postexpansivo
con trazado excluyente, después del golpe de Estado de 1976. Durante este
período, se generaron diversas consecuencias, como la apertura económica y
cambiaria, la desindustrialización y las numerosas desapariciones. Los gobiernos
militares tendieron a ocultar las consecuencias de los procesos en curso mediante

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políticas que mantuvieron la participación de un Estado planificador. En 1983, con
la vuelta a la democracia y la reapertura del Consejo Deliberante Porteño, se
observó un crecimiento significativo de los sectores de bajos recursos, reflejado en
la reaparición de villas miseria, la ocupación de viviendas abandonadas y el
aumento de la cantidad de inquilinos y hoteles (asentamientos). Se suspendió la
subdivisión de lotes populares y se empezaron a implementar excepciones al
Código de Planeamiento Urbano, lo que permitió que la valorización inmobiliaria
se impusiera sobre la normativa vigente, favoreciendo los intereses privados en
detrimento de las disposiciones públicas.
Luego, en el período de 1990 a 1999, durante los años 90, se produjeron
importantes cambios políticos, como la reforma del Estado, la desregulación
económica y la privatización de servicios urbanos básicos. Estos cambios
generaron transformaciones significativas en la fragmentación socioespacial.
Además, se hizo evidente el creciente peso de los actores privados
internacionales en las actividades financieras, la provisión de servicios y las
operaciones inmobiliarias. Estas consecuencias de los cambios políticos no solo
redujeron la participación estatal, sino que también fortalecieron el papel del sector
privado en la economía en general, incluida la producción del espacio urbano. Una
de las transformaciones más importantes en la producción del espacio urbano fue
la implementación de la política del "fragmento urbano", que buscaba iluminar
ciertos sectores de la ciudad que ofrecían ventajas diferenciales para los negocios
urbanos del sector privado. En este contexto, el Estado (a nivel nacional, provincial
y municipal) redujo su intervención directa en el territorio y pasó a operar como un
facilitador y promotor activo para facilitar la inversión privada. De esta manera, el
Estado se convirtió en el principal impulsor de los negocios sin obtener mucho a
cambio para el conjunto de la ciudad. Durante esta etapa de los años 90 hasta la
actualidad, se destaca el caso más ambicioso de planificación urbana privada: la
Mega-UC Nordelta en el municipio de Tigre. Este proyecto propone una
descentralización planificada de la periferia metropolitana, basada en un
"desarrollo sustentable" que busca un equilibrio entre espacios verdes, agua y
áreas urbanas. Se promueve un ambiente caracterizado por una armonía urbana,
una estética diferenciada y una densidad poblacional adecuada, así como una
distribución adecuada del tráfico. Los orígenes de esta concepción se remontan a
1972 y 1973, cuando las empresas Supercemento SAIC y DYOPSA (actualmente
parte accionaria de Nordelta S.A.) adquirieron 1600 hectáreas de tierras
pertenecientes al valle de inundación del río Luján, entre las localidades de
General Pacheco y Benavidez, a un costo muy bajo. El proyecto se desarrolló y se
elaboró en mayor medida entre 1989 y 1999. A diferencia de otras mega-UC,
Nordelta se distingue por varias características que lo convierten en el proyecto
más ambicioso. Se invirtió una gran cantidad de dinero por parte de grandes
capitales financieros y de bienes raíces de nivel internacional, y abarca una
superficie total de 1600 hectáreas con 20 barrios cerrados y una capacidad
proyectada de 140.000 habitantes en 20 años. Además, incluye servicios propios

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de ciudades intermedias, como centros comerciales, sanatorios privados y centros
educativos que van desde jardines de infantes hasta nivel universitario. Los
planificadores e inversores sostienen que Nordelta fue creado para evitar los
problemas tradicionales de los centros urbanos, como la inseguridad, la
contaminación ambiental y los paisajes deteriorados. Sin embargo, solo aquellos
que tienen la posibilidad de comprar una vivienda en las urbanizaciones cerradas
planificadas podrán acceder a esta mejor calidad de vida. El resto de la población
se ve relegado a conformarse con un espacio urbano deteriorado gestionado por
un Estado en crisis, lo que genera una clara diferenciación socioespacial y coloca
a los actores económicos privados en un papel central en el proceso de
producción del espacio urbano.

A lo largo del libro, Ríos aborda tanto los aspectos positivos como los negativos de
esta intervención estatal, profundizando en sus implicaciones sociales,
económicas y espaciales. En primer lugar, el autor destaca que la participación
estatal ha permitido el desarrollo de infraestructuras modernas en Nordelta. Se
han construido carreteras, sistemas de transporte, redes de servicios públicos y
otras instalaciones necesarias para el funcionamiento de la urbanización. Esto ha
contribuido a mejorar la calidad de vida de algunos residentes al proporcionarles
un entorno urbano bien planificado y equipado. Además, la intervención estatal ha
fomentado la creación de empleo y la atracción de inversiones en la región. El
desarrollo de una mega-urbanización como Nordelta ha generado oportunidades
económicas, tanto directas como indirectas, para los habitantes y las empresas
locales. Esto ha impulsado el crecimiento económico en el área y ha atraído a
nuevos actores al mercado inmobiliario. Sin embargo, Ríos también destaca los
efectos negativos de esta intervención estatal en la producción del espacio urbano
residencial. Una de las principales críticas es la profundización de la
fragmentación socioespacial. Nordelta se ha convertido en un enclave exclusivo y
segregado, donde los residentes tienen acceso privilegiado a servicios y recursos
de calidad, mientras que otros sectores de la población quedan excluidos o tienen
un acceso limitado a ellos. Esta segregación espacial ha generado una clara
división entre los "territorios ganadores" y los "territorios perdedores". Los barrios
cerrados de Nordelta se han consolidado como espacios exclusivos, reservados
para aquellos que pueden pagar el alto costo de vivir allí. Esto ha llevado a la
concentración de riqueza y privilegios en estas áreas, mientras que otros barrios y
comunidades enfrentan dificultades para acceder a infraestructuras básicas,
servicios públicos de calidad y oportunidades económicas. Además, esta
fragmentación socioespacial tiene implicaciones más amplias en términos de
desigualdad social y cohesión comunitaria. La falta de interacción y contacto entre
diferentes grupos sociales puede generar tensiones y perpetuar la exclusión,
socavando el tejido social y la integración en la sociedad en su conjunto. En este
sentido, Ríos plantea la necesidad de repensar el enfoque de la planificación

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urbana y promover un modelo más equitativo y sostenible. Se requiere una
intervención estatal que promueva una distribución equitativa de los recursos y
servicios urbanos, así como una mayor integración social y espacial. Esto implica
no solo garantizar el acceso a infraestructuras básicas y servicios públicos para
todos, sino también fomentar la participación ciudadana en la toma de decisiones
y la planificación del espacio urbano.
En nuestra opinión, es necesario replantear el enfoque de la urbanización y buscar
un equilibrio entre el desarrollo económico y la equidad social. El Estado tiene la
responsabilidad de promover un desarrollo urbano sostenible y equitativo, que
garantice el acceso a servicios básicos, infraestructuras y oportunidades para
todos los ciudadanos, sin importar su nivel socio-económico. Para lograr esto, es
importante fomentar la planificación urbana inclusiva y participativa, que tenga en
cuenta las necesidades y demandas de todos los sectores de la población.
Además, se deben implementar políticas que promuevan la integración social y
espacial, buscando reducir las brechas y promover la igualdad de oportunidades.

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