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En la actualidad, el sistema educativo y por ende los maestros están llamados a revisar
sus prácticas pedagógicas, teniendo en cuenta los siguientes factores problema
planteados por la UNESCO, Scott,( 2015), “El persistente desinterés de la juventud por el
estudio y la elevada tasa de abandono prematuro de la escuela. […] Las perspectivas
cambiantes acerca de las ventajas de la educación formal y las características de los
estudiantes de nuestros días quienes ponen en entredicho el valor del currículum”. p.1
Por tal motivo se describirán los rasgos característicos de los jóvenes, se reflexionará en
torno los procesos de enseñanza - aprendizaje y cuáles son los retos de la educación
actual, pero sobre todo de los maestros del siglo XXI.
Muestran un gran desinterés por aquellos saberes que no logran vincular con su vida
práctica, por lo que una de las preguntas que más se escucha en la escuela es “¿y eso
para qué sirve?” No retienen información de manera memorística, pues el mundo los ha
dotado de memorias externas que realizan muy bien ese trabajo. Lo que buscan, sin
saberlo, son habilidades que les permitan comprender no solo el entorno donde viven,
sino el mundo globalizado que les tocó, herramientas que les ayuden a discernir
correctamente entre tanta información.
Por otro lado, es necesario mencionar, que teniendo en cuenta los diferentes estratos
sociales, reciben algunos llamados del medio para solucionar sus dificultades,
económicas, emocionales, entre otras, de manera inmediata. Valiéndose así el entorno,
como sostiene Bueno (2018) de la incapacidad de los adolescentes para retrasar sus
recompensas.
En el plano de la educación pública resulta un poco más complejo, ya que a todo lo
mencionado, se le suman las dificultades familiares que tienen los jóvenes, escasos
recursos económicos, problemas en su entorno social, y la soledad, ya que muchos de
ellos dependen expresamente de una madre cabeza de hogar quien trabaja y está
ausente la mayor parte del día. He aquí una de las razones por la que muchos de los
estudiantes acuden a la escuela, no por los conocimientos y la formación que allí se les
brinda, sino por escapar un rato de la realidad que los circunda.
Lo anterior, nos abre el panorama sobre quiénes son los jóvenes que educamos en
nuestras aulas y aunque esta descripción se queda corta frente a la realidad misma, nos
permite cuestionarnos frente a sus carencias y lo que realmente la escuela está aportando
en sus vidas.
Cabe resaltar que los procesos educativos deben responder a las necesidades de cada
época, la formación que reciben los estudiantes en los colegios necesita estar articulada
con aquello que la sociedad espera de sus jóvenes. Queremos egresados con
pensamiento crítico, autónomos, con conciencia social y ambiental, emprendedores, con
1
En este caso me refiero expresamente a aquellos que hacen parte de la educación básica y media.
respeto por la norma, entre otros. Sin embargo, ¿están enfocados nuestros esfuerzos
para formar al interior de las instituciones educativas este tipo de ciudadanos?
Desde hace más de 2 décadas se está pidiendo en nuestro país una reforma educativa,
no desde la teoría, sino desde la práctica; sin embargo, aún estamos girando sobre los
mismos retos educativos: pasar de logros a competencias, articular excelencia con
equidad, enseñar desde proyectos transversales, entre otros; la educación en nuestro
país no ha logrado transformarse hacia las exigencias de un mundo cambiante y
globalizado. Según Scott (2015) “En los estudios realizados sobre el futuro del
aprendizaje se confirma la necesidad de innovar y modernizar la enseñanza en la escuela
de modo que se pueda preparar al estudiantado como es debido para el futuro”. p. 1
Una educación del siglo XX para jóvenes del siglo XXI. En la escuela los maestros siguen
enseñando tal y como les enseñaron a ellos, salvo que se eliminaron los castigos físicos;
siguen transmitiendo los mismos contenidos, aplicando las mismas pruebas,
atemorizando con la evaluación y reforzando el aprendizaje memorístico. No se preguntan
por el sentido de lo que hacen. Lamentablemente no estamos formando para el mundo
que nos tocó como maestros. En este sentido se puede hablar de una educación
descontextualizada, que aún no asume, que habitamos un mundo cambiante, que
necesita modelos educativos formativos, mas no productivos ni punitivos
De igual manera sostiene Pellicer, ( 2015) “se trata de aprender a aprender, de llegar a ser
pensadores y aprendices autónomos, de resolver problemas, trabajar en equipo, conocer
la realidad, se trata de adaptabilidad en un mundo global de tecnologías, conflicto y
complejidad. Se trata de la alegría de aprender y del placer de usar lo aprendido en todos
los aspectos de la vida”. p.7
Es evidente que no están enfocados nuestros esfuerzos para formar al interior de las
instituciones educativas el tipo de ciudadano que necesita el mundo en el siglo XXI. Y he
aquí el gran reto, no de la educación en general, sino de cada uno de los maestros:
fortalecer las prácticas pedagógicas de modo tal que nos permita preparar a nuestros
jóvenes de cara a las exigencias del siglo XXI, enamorarlos nuevamente de la escuela y
motivarlos a continuar con sus procesos de aprendizaje.
En este orden de ideas, es necesario reflexionar no solo en torno a estas prácticas sino
también, en torno a la importancia que tiene vincular emocionalmente al estudiante con
su proceso formativo, pues es la única manera de hacerlo partícipe activo y consciente de
su educación.
La motivación al interior del proceso educativo, se convierte en un factor clave, pues el
ser humano además de razón también es pasión, deseo y emoción y es gracias a esta
energía que se lleva a cabo la transformación de su ser; es por medio de ella que se
produce el aprendizaje. He aquí una de las claves para los maestros, ligar los procesos de
enseñanza a los intereses propios del joven, no me refiero con esto a enseñar solo lo que
ellos quieran, sino a hacerles entender por qué es importante lo que enseño, es decir,
despertar en ellos el deseo de saber.
Actualmente nos hemos olvidado por completo del papel que cumple el deseo en estas
búsquedas incesantes del conocimiento, ya que es este quien realmente mueve la acción
de los sujetos y los dispone hacia la búsqueda incansable de un fin. La razón es una
herramienta para aprehender el mundo, pero su ejercicio depende expresamente del
querer, pues como dice Victoria Camps, “no basta con conocer el bien, hay que desearlo”.
En el plano educativo este tema cobra aun mayor importancia, la ausencia de deseo trae
consigo la falta de motivación y en esta medida no es posible proceso formativo alguno,
ya que este requiere de la participación activa y consciente del sujeto. Biológicamente el
proceso del aprendizaje inicia en el sistema límbico, estructura que alberga las
emociones, por lo que es necesario tener en cuenta la relación emoción – aprendizaje.
Es necesario por lo tanto, que nuestras prácticas sean innovadoras, llamativas, que
salgan de la rutina y logren captar así la atención de nuestros jóvenes. Según Saavedra y
Opfer, citados por Scott, (2015) “En un entorno de aprendizaje del siglo XXI es necesario
desarrollar métodos nuevos y atractivos que se alejen del “modelo de transmisión” de la
escuela convencional y que aumenten el aprendizaje basado en la comunidad.”
Lo anterior nos debe llevar a la reflexión y a la creación de pedagogías alternativas que
nos permitan llegar al estudiante y conectar sus emociones con nuestra práctica
educativa, hacerla atractiva ante sus ojos y su intelecto, enamorarlo nuevamente de la
escuela. Solo a través de la emoción es posible que el joven se vincule con nuestro
ejercicio y que el mensaje sea bien recibido. Se recomienda por lo tanto, trabajar en torno
a las emociones de los estudiantes para despertar el interés por aprender pues se puede
concluir que sin emoción no hay amor, sin amor no hay dedicación y sin dedicación no
hay construcción del conocimiento.
No podemos seguir realizando la misma escisión entre pasión y razón, como si ambas no
hicieran parte del mismo sujeto, dando continuidad a un esquema de pensamiento que
surgió hace más de 2000 años. Según Gracia (2012), “Esto se debió a que el
pensamiento racional ha sido ligado históricamente con la lógica y particularmente las
matemáticas, en virtud de la herencia de la de la cultura griega en el mundo occidental, la
cual privilegió aquellas formas de pensar donde la lógica aristotélica se definió como
razonamiento correcto” p 6.
En conclusión, como tarea para los maestros, queda retomar los retos de la educación
planteados anteriormente y buscar la manera, desde cada uno de nosotros de aportar al
cambio, es necesario dejar de escondernos detrás de premisas universales, como
cuando se habla de crisis educativa o que es necesario reinventar la educación, sin
hacernos responsables de lo que nos corresponde. No es la educación la que debe
cambiar, es el maestro el que debe transformarse de cara a esta nueva realidad. No
existen ni el maestro ni la educación en sí, existen los maestros y sus diferentes formas
de educar, por lo que no se puede escapar de la responsabilidad que tenemos frente a lo
que sucede en el aula de clase y con el alumno.
BIBLIOGRAFÍA