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HOMBRE Y MUI{DO A72


A LA LUZ DEL CREADOR

LUrs MARÍA ARMEND ¡^ntz


XIII

LA RELACIÓN ES LA TRAMA
DE LA CREACIÓN

1. La descripción bíblica del hombre como <<imagen


de Dios», asumida como clave de bóveda por la antropo-
logía teológica, expresa en dos tiempos la intención origi-
naria del Creador sobre el hombre y el efecto real de su
acción creadora (Gn 1,26 y 27). No denota sólo ni en pri-
mer lugar una serie de propiedades que asemejen al hom-
bre a Dios, sino lo más profundo y auténtico de la condi-
ción humana, que consiste en estar referida al Creador. De
ahí que el hombre pueda y deba ser definido, como lo hi-
cimos en el capítulo I, como un ser-en-relaciín. No única-
mente en el sentido de que deba vivir en relación con
Dios, sino de que es relación a Dios, y no como resultado
de un parecido anterior, sino, al revés, como modo pri-
mordial de ser del que deriva toda semejanza con el Crea-
dor y todo aquello que el hombre es y puede.
2. En el ámbito de esa relación con el Creador tiene
lugar la relación del hombre a las otras realidades (Adán-
Eva, Abel-Caín, Adán-animales, Adán-jardín). También
ella queda consignada en el relato primigenio. El hombre
cs ese haz de relacione.§ que crece y se espesa a la sombra
de la relación con Dios que le implanta en el ser y última-
mente le constituye.
3. La naturaleza, por su parte, es también descrita
como relaciá2. No sólo al Creador que la reaviva ince-
santemente con su Palabra y su Aliento, ni sólo al hombre
hacia el que apunta y en el que encuentra su plenitud. In-
cluso en sí misrna se revela en el relato genesíaco como un
todo concatenado y orgánico en el que cada parte o mo-
466 noMBRl,r y NluNl)o A LA Luz DEL cRr,tADoR la R¡laclóN ES LA'fRAMA o¡ le cnt¡.tllÓN 467

rnento es lo que es en referencia y camino hacia el logr<r sino que ha sido libremente incorporada a ella (cap. XI).
del único proyecto global divino. Relación, por tanto, cualitativamente distinta de la que,
4. ¿Es la relación en todos estos casos sólo un hecho dentro del mundo, se da entre causa y efecto, entre mente
que casualmente se repite o en esa constancia queda al des- e idea, entre señor y siervor. En todas ellas el primer
cubierto la trama misma d,e la creaciín? Y esa relación de miembro necesita del segundo para ser él mismo. No su-
lo creado entre-sí y con su Creador a.no tendrá que ver con cede así con Dios?.
la relación de Éste al mundo e incluso con la rálación que Esta in-dependencia del Creador y la consiguiente li-
Dios es en sí mismo? Si así fuera, la relación sería la urdim- bertad de su relación al mundo, se debe, sin embargo,
bre fundamental de la creación entera (activa y pasiva). precisamente a que Dios ¿s relación en sí mismo. La pleni-
5. Esta serie de consideraciones no nos recluye en el tud absoluta de la comunión de vida intratrinitaria hace
ámbito de la fe. Nos remite también a las inquietudes más que Dios no necesite del mundo y del hombre para ser
hondas y recurrentes de la sociedad y del pensamiento ac- Dios y para ser Amor. Y como esto nunca cesa de ser así,
tuales. Me refiero a la convivencia solidaria entre las per- lo seguirá siendo cuando decida ser Creador y establezca
sonas y al comportamiento del hornbre con su entorno na- libreáente una relación con el mundo. Ésta estará siem-
tural. En arnbos casos está en juego el porvenir de la pre fundada en la absoluta no-indigencia, en la total gra-
humanidad y de la naturaleza, y la clave del éxito reside tuidad.
en que la relación del hombre a sus semejantes y al cos- Con todo, aun purificada de raíz (negada, transf,rgura-
mos se entienda y viva como algo no episódico sino esen- da y sólo así admitida), se da una relación entre Dios y el
cial. Todo ello nos invita a adentrarnos en el estudio de mundo, que resulta del hecho mismo de la creación. Dios
esa relación y a señalar, como creyentes, lo que para noso- origina, soporta y alienta el mundo. Aunque no esencial,
tros es su medida y su fundamento. pero sí realmente y para siempre, Dios ¿s Creador, y esto
Sin embargo antes hay que solyentar dos cuestiones, traduce una forma de relación radical a su creación- Más
una teológica y otra antropológica.

I Con esta últirna alusiírn me refiero, como es paterlte, a la célebre dialéctica de


1. ¿Sr nUEDE rNCr.urR A Dros tiN r.A TR^MA DE r.A clRFl,A- qrre habla Flegel en sr Ftnomerutlogía tlel Espíritn' Fiinrlo de cultura econó-
CIÓN? mica (México 197.3), I 13-121. Escribe (p.11.3): <<La atttoconcicrrcia es rr y
para.sí et cuanto que y porque es etr sí y ¡rara sí para t,tra atttoc¡rrtciellcia; es
decir sí¡lo en cuanto se la reconoce>>. Aplicada a Dios en su relaci<irr a la crea-
La relación entre el mundo y el Creador no fluye en ción, esta afirmacií¡¡r le hace rtecesarinrente dependientc, ett su ser ntisnlr',
ambas direcciones por igual. Lo prohíbe la ley de la ana- rlel mr¡ndo ¡ en particular, del reconocimiento del hombre. Esta idea puetle
tal vez encajar en el sistema lre¡¡cliano, pero atenta contra la absoluta libertad
logía, es decir, de la diferencia entre ambos, «siempre ma-
y gratuidad del acto creativo tlivino que, desde la experiencia de la f'e, veni-
yor» que el parecido (cap. II). La absoluta autosuficiencia mos afirmart<[o.
de Dios impide pensar que dependa del mundo como éste 2 Flsto es lo que llevr'r a los escolásticos a afirmar que entre Dios y el mundo
rrr¡ se da urra relaciórr real, sino sólo una de razón. «Relatio in D¿o ud crcatu'
de El. Y es que su relación al mundo no pertenece a la
ront n.on est reaLi.s, sed secu'rLdum ratio'n¿nt' ta'ntum>>, Tt¡más de Aquino,
constitución rnisma de Dios (como sucede a la inversa), S.Th.l,q.45,a,3,ad r.
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aún: si, como se dijo (cap. IV),la Thinidad no sobrevuela rlre «que está en los cielos». Sólo siendo mayor que el
el acto creador, sino que se implica como tal en é1, la rela- rnundo ¡ en este sentido, estando <<fuera de él», puede
ción de Dios al mundo no es sino la libre efusión, «hacia Dios salvar al mundo.
fuera», de la propia interrelación personal divina y tiende Concluyamos: todo esto permite incluir también al Crea-
a la incorporación gratuita del mundo a ella. clor, en cuanto tal, bajo el concepto de relación o, mejor di-
La relación de Dios al mundo, siendo infinita y cualita- cho, incluirlo todo en la relación que Dios es en sí, y en la
tivamente distinta de la que vincula entre sí a los otros se- que quiere mantener respecto al mundo, y hacer de la cate-
res, e incluso a ellos con su Creador, es, al mismo tiempo, goría «relación» una de las claves fundamentales para enten-
insuperablemente más densa y estrecha que toda relación der la creaciín en todos sus niueles, también en el diaino.
intramundana. A la vez que la más gratuita, es la más en-
trañada. Por eso el hombre sabe que su oración, su pena y
su gozo, todo lo que le brota <<de lo hondo», llegan a lo 2. ¿No HACE CRISIS LA RELACIÓN EN EL INDIVIDUo HU-
hondo de Dios, que el diálogo de amor es real y auténtico MANO?
por las dos partes.
Otra cosa es que sepa explicar cómo esto es posible, Precisamente por su referencia a Dios, y como fruto
cómo el Acto Puro, Absoluto, Eterno, que es el Creador, primero y excelso de la interpelación divina que le trae a
puede entrar en relación con el mundo, sin acabar siendo la vida, el viviente humano se ahonda en una radical e
una parte de éste y sin quedar apresado en su relatividad irrenunciable individualidad. Por ser «imagen de Dios» es
y temporalidad. Haría falta ser eternidad y plenitud total reflejo y copia de su yoidad absoluta y con ella negocia su
de ser para entenderlos. Por eso el lenguaje de la relación, propia identidad, como no pocas veces hemos recordado.
cuando se aplica a Dios, ha de pasar, aunque sin rebaja, También la metafísica reconoce que en la referencia a
por el tamiz de la <<mayor diferencia». Dios como Horizonte universal de ser y de valor y como
Pero esto no lo descarta como imposible. Thmpoco la Tú absoluto, y causado por ella, se produce un distancia-
eternidad es tiempo, ni siquiera tiempo ilimitado, sino miento del hombre respecto al resto de la realidad y una
algo radicalmente distinto. Pero eso no se traduce en pura vuelta sobre sí4, que le convierte en sujeto, enrelación a sí
negación del tiempo ni en absoluta incompatibilidad con mismo.
é1, sino en señorío sobre el tiempo en una posible relación La antropología frlosófica y la psicología afirman uná-
con él (cap. XII). En la vida, muerte y resurrección de nimemente, por su parte, que, en virtud de su conciencia
Cristo se aprecia cómo es de comprometida y señorial a la y de su libertad, el hombre es radical subjetividad, alguien
vez la <<inmersión» de Dios en su mundo. Aun entonces, cabe sí e ineludiblemente encomendado a sí mismo.
ese Dios adentrado en la historia (el Hijo) se remite al Pa- Es verdad que, al mismo tiempo, reconocen que es uno
entre otros) Ltrro con otros. Esta bipolaridad del hombre

I Aunque también la creatura Immana barmnte la posibilidad y el gozo de una


libertatl que se torna librernente en delrendencia. r Tirnras rle Aquino habla rle uta «rcditi.o t:orn.ltlctu>>.
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«salta a la vista» porque está inscrita en toda su contextu- cobra especial fuerza en Israel. Lo tri-
2) El fenómeno
ra, en su nombre-apellido, en su bi-sexualidad, en su na- bal (penas colectivas y hereditarias) va perdiendo fuerza.
cer de otros, en su habla. Es un yo y un nosotros, es una Cada uno ha de cargar con su responsabilidadT. Todo ello
vida y una con-vivencia. Sin embargo esta obviedad feno- tiene que ver con la interiorización del pacto (Jr 31,29) y
menológica es contradicha y distorsionada. y no sólo en con el descubrimiento, tras esa responsabiliad individual,
la práctica por la manifiesta insolidaridad que establece la de una retribución posmortal que diferencia a los sujetos
exacerbación del yo que es el egoísmo. parece que a la entre sí8. Sin embargo subsiste la conciencia de pueblo ¡
subjetividad humana le es inherente cierto ego-centrismo junto a los otros personajes corporativos, aparece la figura
(centralidad en el yo). Todo eso crea una tensión incura- del sieruo que lleva en sí a todos y muere por todos (Is 52,
ble y continuamente descompensada, entre los dos polos 13-53,t2).
de la relación. Por ello la historia de la humanidadf pero 3)
Jesús acentúa el proceso de individuación con su
también la de la antropología, es la de ese desplazamiento invitación a creer en una nueva y sorprendente llegada de
de uno a otro y la búsqueda incesante de un equilibrio Dios y con la consiguiente llamada a una conversión radi-
que conjugue individualidad y solidaridad y cultive liber- cal y a un seguimiento personal de é1, no excusables con
tad y justicia. Recordemos algunos hitos de ese proceso la pertenencia a Israel. Sin embargo relatza la idea de un
teórico-práctico ¡ en particular, el papel de la fe en é15: «nuevo pueblo de Dios» e inaugura un «Reino de Dios»
l) Parece que, en un primer momento, el hombre ar- llamado a abarcarlo todo y en el que el amor constituye el
caico no tematiza esa tensión. Vive inmerso en la comuni- mandato fundamental.El otro se interpone en el acceso de
clad, en el cosmos y en el tiempo cósmico (cap. IX). Son uno a Dios y a la propia salvación.
las altas culturas las que obligan a esa tematizacióny ala a) No es de extrañar que el Occidente cristiano, alba-
emergencia del individuo, al distribuir el trabajo y con- cea de esa doble herencia, destaque el primer aspecto. De-
centrar el poder. Unos sitúan en un pasado muy reciente bía defender a la persona singular frente al pensamiento
lo más agudo de esa crisis de pertenencia al grupo. Otros universalizante de los griegos y frente a la prepotencia po-
la vislumbran ya en aquel estremecimiento de trascenden- lítica del imperio romano. Se ha podido decir (Hegel,
cia que sacudió a amplias zonas de la humanidad en el Harnack) que la afirmación del valor infinito del individuo
primer milenio antes de Cristo y que Jaspers denomina es una idea central del cristianismo y uno de sus mayores
«tiempo-eje»6. La referencia al Transcendente comporta préstamos a la cultura. Por otro lado, la problemática in-
una cierta ruptura de amarras con las otras instancias in- tracristiana de la salvación, de la gracia y de la predestina-
tramundanas. ción (recuérdese lo dicho de Agustín y Pelagio) no hace
sino recentrar la atención en el sujeto. Incluso en un mo-
5 En lo que sigue el lector
mento dado la Iglesia afirma solemnemente la singulari-
¡rercibirá ecos clel largo y denso estudio de W. pan-
nerrberg, A,ntrtpología en ,pcrspeetizta teológit:a, Sígueme (Salamanca lgg3),
1 9.3-391 . 7 Dt24,l6;2 Re 14,(i; Ez 14;18;3:1,10-20.
6 K.
Jaspers, Orige,n 1t r¿eta tle la histo.ria, Revista cle Occiclente (Maclricl
41968), 19-l 12.
t l,as flscs de ese largo proceso ¡ruedert versc r:rrJ. L. ll"uiz de laPtía,Ln l'tts
uLa dt l«. ttttl:iórL,llAC (Madrid 199tj), .?7-87.
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dad de cada alma''. Lo dice frente a Pomponacio quien, si- Resulta así que la línea de lo social, que tantos motiYos
guiendo a Aristóteles, pensaba que el alma individual es tenía para argüir desde Dios, acaba elr atea, como si el
mortal por estar vinculada a la materia, / sólo un alma co- Creador hubiese pactado sólo con el individuo, y como si
lectiva sería capaz de captar lo universal. Lo que la Iglesia la religión apoyase relaciones alienadas y pactos con el
proclama, por tanto) es que cada hombre tiene su propia ¡rod.r. Y por otro lado, la teología cristiana, forzada
en
historia espiritual y sLr yocación de inrnortalidacl. Esta do- [ruena medicla por ese ateísmo social, se sigtte concentran-
ble, necesaria y fundamental afirmación, al no quedar con- clo en la defensa del individuo y de su inmortalidad, y no
trabalanceada por otra definición del otro lado de la ver- guarda sufrcientemente la memoria de su propio legado
dad, afranza aún más el polo de la individualidad. social ni se hace debidamente presente en los foros en los
5) La problenrática se traslada luego a la filosofía. Si que se iba descubriendo y configuranclo la corlciencia so-
con Descartes alcanza su clímax la autoposición del yo (se cial -oderna. Es un hiriente contrasentido que la Iglesia,
funcla a sí lnismo y ftrnda el resto)r0, la dilnensión social, pregonera del amor, se encuentre cultural y políticamente
por sll parte, va renunciando a referencias cósmico-religio- alineada con el individualismo.
sasrr. Surgen las teorías del contrato social, ya sea como 6) Mientras intenta reequilibrar esa situación con su
fieno a la voluntad de dañar, ya como recurso para salvar la cloctrina social, yan apareciendo nueYas corrientes que le-
propiedad, o porque una libertad des-atada, insolidaria, yantan acta de «la crisis del yoísmo moderno» y hacen del
tiene que dejar paso a una rnoral burguesa según la cual la «nosotros» una de «las palabras vivas de este tiempo»I:r. El
sociedad nr¡ es el enernigo de la libertad individual, sino lo personalismo dial6gico intenta sustituir la relación base su-
<1ue la hace libre (Rousseau, Kant...). El otro queda ya a jeto-ob.jeto por la relación yo-tú' y por la categoría «en-
salvo de la manipulación por el yo. Es fin en sí mismo. cuentro». Pensadores .iudíos y cristianos (Buber, Ebner,
Según Hegel el yo ha de pasar por el tú para llegar a sí, Marcel) juegan esta vez un papel irnportante . El an,ílisis
pero al misrno tiempo está amenazado por el despliegue ne- ilel lengtrajú pone aún más de manifiesto el «medio», so-
cesario de la idea. Si Kierkegaard reacciona a la contra de cialmeirte elaborado, en el que sucecle el encuentro. El
esto último y pasa a ser uno de los grandes pensadores del hombre está en el lenguaje y éste revela una racionalidad
yo, Feuerbach negará la inrnortalidad individual y Marx comunicativa y una responsabilidad solidaria. El estutlio
traslaclará al campo de la praxis esa visión totalizadora y
del comportam,i€nto indica a su vez que el yo llega a sí des-
plegará el yo a las relaciones de producción. El hombre será
de los otros, como reacción a la reacción de ellos a sus de-
considerado como un ser de especie, un <<Gattungswesen>>t2.
mandas. Sur¡1e del trato y es una realiclad social. Por su
parte, la hermeníutica del sí mismo,más allá del «sujeto en-
" Concilio Laterarrcnse IV. l)S 1,1,10. salzado» y del «sujeto humillado». d,el Cogito (Descartes) y
l" Prretlc vcrsc cn l'. Laín llr tral,¡t,'lror'íu
.y rt¿tlithd ú:1. olro. Aliarrza (Nlarlri<l del anti-Cogirfo (Nietzsche), «sugiere, en principio, que la
19li:l). el ca¡rítulo <letlicarl,¡ a Dcscartes v r¡uc lleva signilir:ativarncrrte por
títuLr « El pnrlrltrla tlel otro en rl scro rle la razrir s,rlitaria», ¡r¡r. l)2-52.
rr No
¡lotlenros olvirlar r¡rrc l)ios sigrre li¡¡rrrarrrlo, l)ero lro ya como cl t¡rrc frrrr-
tla al vo y al otlr, sirro cr¡rrro el qrre gararrtiza ese rlcs¡r[icgrrc rlel vo. r:r (lon esta afirnración alrre y cierra P. Laín Entralgtt-'il'orí«"',327-:i61. cl ca-
l: (lf . l'. Lañr lirrtralgo, '[inríu...,100- 12,1.
pítulo tlcdicatlr a «El espíritu cotlturtitario del siglo xx».
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ipseid.ad del sí mismo implica la alteridad en un grado tan 9)


¿Ddnde nos enclntramos
hry? Quizás er] aquel mo-
íntimo que no se puede pensar en Lrna sin la otra»l4. rnenlo del proceso err el que el hombre vive a la vez una
7) Ni faltanquienes, en la relación yo-tú antes dicha, intensa soclaüzación (¿la mayor que ha conocidoP), " it-
destacan no sólo la alteridad radical del tú (que impide su r:luso una planetizaciót d" lot proyectos y de los mod-os
absorción por la racionalidad totalizante del yo) sino su su- «le vida, y una no menor privacidad y aun soledad a las
premacía. El encuentro es asirnétrico; el otro me sobrecoge (lue le condena el «anonimato de la muchedumbre>>r8-y a
y solicita, sobre todo en su desnudez y soledadt5. El trasva- lu, qre le empuja el miedo a la masificación por un lado y
se de estos análisis a las relaciones entre los pueblos, y la cl piuralismo de visiones del mundo por otro' No parece
correspondiente opción preferencial por los pobres, alimen- exágerado decir que ni la socialidad ni Ia individualidad
tan las teologías políticas y de liberación y es la característi- cstán debida y seienamente compellsadas, ni cada una de
ca de la errcíclica Sollicitudo rei socialis. La solidaridad al- cllas firmemente asentada. Peligra el sujeto, dudoso de su
canzahoy rango de protopalabra humana y cristianal6. iclentidacl metafísica y huérfano de un Tú divino corr
8) ¡'Es algo más que una palabra? El egoísmo de siem- rluien, al carearse, pueda negociar su identidad absoluta'
lierivadame,te languidece la relación profu.da, autoco-
pre ", el desprestigio del marxismo y ciertas formas de rnunicativa y gratuita con los otros.
posmodemidad parecen regresar al individualismo y a la
insolidaridad. Todo ello coincidiendo paradójicamente 10) Rasirándo una lígica a través de esta historia, no
que avanza desde la
con el hecho de que la reflexión reciente psico-socio-f,rlo- l)arec; injustificado detectir una línea
colectiviáad (insti,tiva, tribal, cosmocéI)trica) a- la indivi-
sófica, por no hablar del desvelamiento de los mundos
<luación que se produce cuando la conciencia del yo y la li-
subconscientes y arquetípicos, está induciendo a dudar
bertad ha".r. emerger de la especie el sujeto' Pero el Proceso
de que el sujeto sea algo más que un haz de vicisitudes
no concluye alú. Ei yo no deja detrás de sí definitivamente
biológicas, culturales, económicas...
al grupor ri.ro q.r" Io redescubre como esPecíficamente.hu-
,r-rutro, configurado por nuevas forrnas de interrelación',
ra P. Ricoetrr, Sí ni.vno ütrn.o ofro, Siglo ,rás uitas y sutiles y, por eso mismo, más amenazadas y frá-
XXI (Ma<lrirl 1996), XIV, XXVIII-
XXXVII. giles porque están rnediadas por la libertad y cuestio.nadas
esenciales y
1i", .i egáísmo, pero, en todo caso, no menos
r5 E. l,évinas, Titto,l.ídad c inJínito. En.salo sobrc lu ¡:xlcriorido.tL Síguerne (Sa-
lanrarrca 1977). El otro no cs, para [,évirras, otro yo, sino otro que 1o. Es tle
.l.ciriuu. q.,. uqréllus de las que afloró la subjetividad' El
nr>tar círrno P. Ricoeur, elr el ca¡rítukr rl:rlicatlr a la «Alteritlad del otro>>, un ser so-
hornbre, en cuanto tal (conciencia y libertad), es
nlucstra sus reparos ante lo que considcra urra hi¡rerbolización del ¡rorrsaclor
.irrrlío, Sí rzísar o..., 37 3 -37 9. cial. Tarnbién é1, indiaiduación stprema en el cosmos
"' Prrede verse L. M. Armeudáriz, «tJn proyecto rle hombre para un "plan rle creado, es relaciín viviente a otros.
desarrollo"», en VV. AA., Sol,id«ri.dad, nu¿to no'n¿brt de la ltnz. Mensajero
(Bilbao 19139), lu7-213.
'' ILesulta signilicativo quc Karrt diga quc cuak¡uiera «abusará cle su liliertad si L* (lf. D. lliesmarr, I'a n¿tu:ltetltt¡¡tltrc solilario: un eslttlio sobn: la lrasfitrnur'
no tietre sobre él a alguierr r¡ue le coacciolre tle acuorrlo con las leyes>>, y qrre ritítt itl tttrírfrr tnrtrnntt:rir(ttttr, l'aitlírs (llrrerros AiLcs ll)(i4)' «El serrti-
nriettt0 ¡rritnarit, tlel ltonrbre tllorlcrttt' cotlscicltte tle srr ¡rro¡ria sitrracirilr
es'
apoye tal alirrnacirirr en la no rnerros c<¡rrtrrnclerrtc tle que «de tan torcida ma-
derr conro Ia rle <1tre está llecho el hombre, no prrede sacarse rracla totalrnen- ratlical soletla<1. Y éstl ... rlo cs st'rl<¡ nrctafísica, es t¿Inbiétr social»'
1,,,"rrr.,
te rlcreclro», citarlo por W. Parrrrenberg, Aní,rolología..., 219. P. Laírr Drrtralg,>,'Ii'orít..., 2E.
176 IIOMI]RE Y MUNDO ALALIIZ DI,]I, (]READOR I,A RELACIÓN ES LA .I.RAMA DF] I,A CREACIÓN 477

11) Esa relación, inscrita en su ser corpóreo-espiri- el recuerdo de su Hacedor y la «buena factura» de su obra
tual, es también, como se ve, una tarea dejada a su liber- rnantendrían viva la relación entre el Creador y el mundo.
tad, que es precisamente la insignia de la individualidad, y Es cierto que esa merma la ha subsanado la misma teoría
la que le permite desentenderse de los otros que le configu- <le la causalidad eficiente cuando ha incluido el concepto de

ran y le inclina a hacerlo. Es por tanto en esa libertad donde conservación y concurso en el de creación (cap. III). La ex-
tiene que producirse la integración de los otros. Para que tra y supratemporalidad del acto creatiyo divino le garanti-
así sea tienen que darse, en ese centro de la crisis, no sólo zan una actualidad permanente que se corresponde con la
razones sino también modelos de solidaridad e incluso ga- indeficiente dependencia de la creatura respecto de él en
rantías de que en esa incorporación de los otros en la pro- todos y cada uno de sus momentos. Esta corrección y reba-
pia libertad ésta, lejos de perderse, se ensancha y condensa. samiento del modelo mental e imaginativo del <<hacer» lo
Todo esto es lo que habrá que reclamar de la antropología, abren a la posibilidad de traducir la creación como relación.
en nuestro caso, de una antropología cristiana. 2. Esa causalidad eficiente es, al mismo tiempo, cjem-
Ésta entiende al hombre como tú de Dios, como su plar, en el sentido de que el Creador se refleja en su obra y
imagen. Por eso en un primer momento el análisis de la ósta es su imagen y pregón. El esplendor innato de la crea-
relación entre las personas, y entre el hombre y el mundo, t:ión, del que se habló en el capítulo XII, la mantiene en
reclama una consideración previa de la relación de Dios viya referencia a Aquél que se manifiesta en ella. Y la gloria,
respecto a la creación. (lue es el dinamismo (causafinal) de la creación,la convier-
te) como allí mismo se d!jo, en un diálogo de altruismos que
orienta recíprocamente al otro al Creador y a la creatura.
3. Cnn,qn ES RELACToNARSE Dros cox EL MUNDo
3. Existe además el modelo de efectividadperformati-
Desarrollamos y precisamos ahora la afirmación, legiti- ua, característica de una «creación por la palabra». Dios
mada antes, de que la creación comporta y es, por parte crea el mundo al decirlo, y éste es el resultado de esa dic-
de Dios, una relación al mundo. ción. El mundo es una palabra dicha y respondi da. La
1. La preponderancia del esquema de causalid"d ef?.- creación se configura así de nuevo, y más intensamente,
cicnte (Dios «hizo» el mundo), debilita casi inevitablemen- como diálogo que remite incesantemente el uno al otro a
te, a la hora de imaginar y pensar el acto creador divino, la Ios dos interlocutores.
idea de que la creación sea una relación entre el Creador y Esa creatividad aerbal, puesta hoy de relieve por la fi-
el mundo. losofía del lenguaje't', y la respectividad que origina, se re-
En efecto, ese modelo «artesanal>> induce a pensar una velan especialmente en la Biblia, donde la Palabra de Dios
relación entre causa y efecto que, muy intensa durante la crea al pueblo al que se dirige. lo mantiene vinculado a Él
producción, decae luego, cuando el efecto está ya ahí y y lo recrea continuamente en una historia de salvación. Y
existe por su cuenta, independizado de su autor, que sólo
se hace presente en un vago <<made in>> o con nombre pro- r'' (lorno rrna muestra tle las rliversas corrientes
y de su sigrrificacirirr ¡lara el
pio cuando se trata de una «obra de arte». Pero, aun en este Icngnaje teolírgico, y cn concreto el rle la crcaciórr, ¡lrcrlc verse V. Vide, Ios
caso, la firrna evoca un hecho pasado. En ese esquema sólo Itt.grutjr,.t dt l)i.o.s, IJniversitlarl rlc I)eusro (l]ilbao 1f)l)9).
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no cabe olvidar que a esa misma Palabra atribuye la Biblia l)c esa verdad primera (el ser divino, absoluto, es un
la creación del mundo. Ésta es así el establecimiento de esa ',, r crr relación) deriva que la creación exista y sea lo que
relación, el marco y la iniciación de ese diálogo (cap. I). r,,. rlrre tanto el hombre como el mundo, sean, en su esen-
4. En el Antiguo Testamento la Palabra funda el Pact<¡ , r.r nrás profunda, relación. Veámoslo.
y éste no es otra cosa que una relación mutua, definitiva,
total, esponsal20, en la que cada uno de los contrayentes
pasa a ser del otro («Vosotros seréis mi pueblo y Yo seró I l,). HoNreRE ES uN sucEso RELACIoNAL
yuestro Dios»). Y se dijo ya que el Pacto es la razón de ser
de la creación y ésta el comienzo de aquéI. I . Si la historia creyente revelaba ciertos déficits, y
En la Nueva Alianza (!) la Palabra por, en y hacia la quc lr,rscrrlaba con frecuencia hacia uno de los polos, la teoría
todo ha sido hecho, se revela como Palabra encarnada ma- , nsliana del hombre (la antropología cristiana) ha de re-
nifestando, aún más que en la Antigua, que cuando Dios .r, tivar su memoria histórica y ponderar al máximo y a
dice el mundo se dicey se da a sí mismo al mundo hasta cl ,t tttt los dos. Por lo que respecta a la condición individual

punto de hacerse mundo y hacerle partícipe de su natura- ,l, l lrombre, ella afirma que, en cuanto creatura, hljo y pe-
leza divina. La creación por la Palabra se reyela así como l:r ,,rrlr)r¡ el hombre detenta una radical e intransf'erible iden-
forma más inaudita y excelsa de relación. Al crear, Dios es- rrrl.rtI y que es llamado a una individuación creciente.
tablece entre El y el mundo la relación más profunda a la ,\hora bien, todo ello lo debe el hombre al hecho pri-
que puede llegar. Por eso hemos hablado repetidamente rlc ,,,,,r'<lial de ser un tú de Dios, denominado e interpelado
una causalidad cuasiformal,más allá de la eficiente. ¡,,,r É1, responsable ante É1, culpable del fracaso en ese diá-
5. La razón tlltima de que esa relación entre el Cread<,r 1,,1,1¡
, llamado a la conversión. Por habérselas últimamente
y el mundo exista y de que tenga esa indecible densidarl ,,,rr Dios es el hombre esa individualidad irreductible.
es, como se dijo, que Dios es en sí mismo relaciín, diálogo A este primer nivel transcendental no existe, por tanto,
de vida y amor, esencial referencia y comunicación. «Di<¡s ,,,rrtradicción en el hombre entre ser él mismo y ser rela-
es uno solo, pero no solitario>>2r. En Dios el ser en sí (r.rsl r l,rr !l Otro. Es por el contrario su respectividad (relacio-
in) es ser para (esse ad).Las Personas divinas son relacio- ,'.rlirlad) la que le confiere su identidad.
nes subsistentes22. Cada una lleva en sí a las otras, es lo 2. Thmbién la relación del hombre a sus semejantes ha
que es desde y hacia ellas (perij6resis)23. ,1. se r ponderada al máximo por la antropología cristiana.
l'¡r ésta figura el hombre como varón-mujer (Adán-Eva),
lrr Os l-.'); Dt 2,1;.fr
,,,rno hermano (Caín-Abel), como personalidad corpora-
3;Et 13 y 23...
2t solttn. n.on. sol.i.luritt.lt.>>, (lorrc. Tr¡ledano VI, l)S
<<Crcd.in.n..s... u.nn¡n. I)¡:u¡n.
rrr;r (Adán, Abrahán, Moisés, David...), como miembro de
490.
(lf..J. M. li.ovira, «Rclaciorrcs srrbsisterrtes», ett EI. I)i.o.s rri.stitt.rto, Secretrri.r
',,, ¡rueblo que le precede y engloba. También la creaturi-
'?2
<lo'I'rinitario (Salanranca 1992), 1027-10:17; L. F. La<laria, fl. l)i¿.s ltilat ¡'
ut nL« d.e ro, Secretariatlr Trinitario (Salarnanca 1 998), 254-27 6. t.¡¡rbiér¡ la relació. creaci.,al de Di,s co, el rnurckr y la relaciírrr, clerrtr.
'?:r Cf: S. rlel Cura, «Ptrih.h.órcsis», en El, Di.os cistia.no (rrota arrterior), l0li(r ,l, l lronrbre, entre alrna y cuerpo, cl.J. Moltnraru4 Dios en kt crt:ación,Sí-
109,1. Ese rrlotlelo «¡rerijorético» es enrplearlo ¡ror algtrrros ¡rara expli,,rr r,,rrt:rrre (Salamanca I 9tl7), 268-27 3.
480 IIOMIJRI' Y MTINDO A LA I,T]Z DEL (]READOR LA RELA(]IÓN I,]S LA TRAMA DE I,A IIREACIÓN 481

dad,la filiación y el pecado, que le configuran como indi- El que tampoco la respectividad a otros (y no sólo a
viduo, tienen dimensiones colectivas. El hombre es una l)ios) atente contra la condición de sujeto, es algo que la
carne (basar) con todos y comparte con ellos la misma l'e garantiza no sólo con el ejemplo de Cristo, sino con el
historia de salvación y condenación (caps. V y VI)24. rle muchos de sus seguidores.
El hombre es «cuerpo» de Cristo, que es primogénito y 4. La antropología cristiana, además de afirmarlas, ha
cabeza de toda la humanidad. Es vivificado por el mismo tlc conjugar en teoría esas dos dimensiones. Para ello pue-
Espíritu del que alientan todos. Es hijo de un «Dios y Pa- rle recurrir, y así lo hacemos, a esquemas metafísicos ya
dre de todos, que está sobre todos, entre todos y en to- t,onocidos, y pensar que cuando la fe proclama: «Un Espí-
dos» (Ef 4,6). Es «imagen y semejanza>> de un Dios Trini- ritu, un Señor, un Dios y Padre...» (Ef 4,4-6) no enuncia
dad. Es miembro de una comunidad de fe, de mesa, de srilo verdades en las que todos han de creer a una, sino
bienes: de una <<commmunio sanctorum>>2srllamada a re- t:entros últimos de unificación en los que todos los hom-
producir la unión entre las personas divinas26. Es alguien lrres coinciden y son realmente uno. Todos y cadaürlo son
remitido al otro por el mandato capital del amor e invita- rcferencia a lo mismo. Es Uno y el mismo el horizonte di-
do a una «aprojimación» creciente2T. El pecado (fracaso vino de verdad, de bien y de valor, que les con-voca a ser
de hombre) es, como se dijo, cerrazón en sí mismo (cor y les re-une. En virtud de ese ser común pueden y deben
incuruatum)28 - cntrar en comunicación y con-vivir.
3. La fe cristiana suministra además modelos divino-hu- Ahora bien, en el fondo de ese horizonte anida un Tú y
manos de libertad solidaria. Al mirarse en Aquél que confi- rrna Libertad. Por eso, al tiempo que los con-voca, los tu-
gura y emplaza su libertad, encuentra un Dios-con-los- tea e individualiza. El mismo que les une les diferencia.
otros y a favor de ellos, y un Primogénito que se caracteriza Así se explica que esa tensión fundamental (entre su ser
alavez por su referencia al Padre en su misma autodiferen- individual y social) esté inscrita en lo más radical de su
ciación de É1, y por conjugar su peculiaridad humana abso- ser hombre.
luta con el <<existir para los demás>>. Ése es «el hombre» por La teología podría además apelar al hecho de que por
«antonomasia»2e. su innata y esencial corporeidad (caps. XIV y XV), el
hombre configura su yoidad saliendo libremente al en-
cuentro de esa sociedad humana que le precede, de la que
:r De esa doble <lirncnsión hurnana se ocul)a resl)ectivanrente el Vaticarro Il err
nace y con cuyos miembros coexiste.
los cap. I y II rte la GS.
r cf: t,G 4,7,8,9-77,49. Esta doble dirección de su ser, a lo alto unificador y a
)t;
.ln 17,19.21.22. lo ancho convivencial, hacen del hombre un individuo
27 Lc 10,25-37; Mt 25.
!3 Cf..J.L.RuizdelaPeña, InuLgerLdt,Dias,Sal'l'crrac(Santirndcrl98tt),203- que se estructura y construye socialmente o, dicho a la in-
212;.1.1.()<»tzilezFlars,Pmlccto de hcrnutn.o, Sal Terrae (Santanrler l9tl7),
versa, una relación individualizada.
59:i-(itt7; X. Zrrbiri, ,\ol¡re ¿1, hom.bre, Aliarrza (Matlritl 1986),223-341;
P. Laín Entralgo 'Iéoría....,30, I 7il, distingue clararnente al otro corrsirlerado
colllo ((otro yo», del inch¡idti err el <<nosr¡trr¡s, túr y yo». ¡rarticular, de <<los otros>>, l<ls oxtrar-tos, etteInigos... Puede verse lluestro tra-
21' listo clue la GS jl2 recuerda, ha errtrado <le llenr
en la cristología achral bajo bajo «Los mírrirnos tle la cristología actual», en !)E,60 (1985), 1l'i1-2:)1, es-
el térrnino cle «¡rroexistencia», r¡re a¡nnta al existir crr fhvor rlc otros y, en perc. 2l l ss.
482 HOMBRE Y MTINDO ALALI]Z DI]I- CRF],ADoR LA RF]LA(]IÓN ES LA.I.RAMA DF] LA (]R[,ACIÓN 483

Pero tal vez lo más original y urgente que la teología Icrna constituye la realidad, en especial la humana. En
puede hacer en este campo es retomar el concepto de per- cste contexto, el término «hipósta.sis» denotaba precisa-
sona y dar la versión creyente de ella. Por dos razones: por rncnte lo que en ella hay más allá de la apariencia. Ya se ve
el señalado papel que juega en la cultura actual y porque
¡ror qué ambos términos están llamados a encontrarse.
corre el peligro de desequilibrar la balanza del lado de la Srilo más tarde adquirirá el segundo de ellos el sentido de
individualidad. rrrdividualidad singular.
Aunque su etimología es discutida, el término <<perso-
r¿r» denotaba entre los latinos (en correspondencia al
5. El coNCEPTo DE pERsoNA
«lt'rdsopon>> griego) la máscara a través de la cual se mani-

Es uno de los que más unifica nuestra plural sociedad li:staba y resonaba (personabat) a la vez la voz de un per-
y de los que concita un consenso y adhesión mayores ,,rnaje en el teatro. Pero designaba también a un individuo
como ideal de presente y como motor de futuro. Es quizás rlif'erente de otros de la misma especie (substantia), con lo
el más representativo de lo que a escala mundial el hom- ,¡rre el término se carga pronto de referencias jurídicas
bre desea y espera ser. La dignidad y los derechos de la .¡rre irán implicando auto-conciencia, libertad, responsa-
persona son apelación obligada al decidir hoy sobre hu- l»ilidad...
manidad o inhumanidad de una situación. Por eso algunas No cabe aquí (ni es éste su lugar) el largo y complicado
, ccorrido que esos términos tuvieron que hacer para po-
antropologías teológicas lo sitúan en el centro de su siste-
ma, como correlato y heredero secular del tópico teológi- .lcr acabar expresando realidades tan ajenas al mundo
co <<imagen de Dios»:'0. urecorromano como la radical individualidad del hombre
En efecto la cultura antigua puso al alcance del cristia- situado ante un Dios personal y transcendente, el núcleo
nismo una serie de términos, tanto griegos (prdsopon, hi- ,rntológico divino de Cristo por debajo de su condición
póstasis) como latinos (persona, subsistentia) qr., en par- lrumana, y el triple modo de ser en que se realiza el mismo
te a través del uso que de ellos hizo la teología, dieron v único Dios'rr.
lugar a ese concepto de persona, tan fundamental para la Pero no cabe silenciar lo que, de rechazo, esa cristiani-
fe cristiana como para el humanismo moderno. Resulta t,'¡ción del término persona contribuyó a refundirlo, tanto
obligado recordar los hitos de ese proceso. t'n lo que hace al valor del individuo como a su apertura a
Los griegos hablaban de «prósopon>> para designar la los otros. El mundo conceptual helénico propendía, como
máscara teatral (y con ello el rol), pero también el rostro
del hombre . A través del «prdsopln>> se vela y exterioriza a f'rreclerr versc A. Gug¡qcrrberger, «Pers<trta», ur ConuPlos Jitrulan¿entalu dc
la vez algo invisible situado al interior. Apunta de este lu'l?ología llI,Cristiandatl (Matlrit[ 1967),444-41t7; M. Miiller-A. Ilalder,
modo a lo que de enigma de fondo y de transparencia ex- <rl'ersr)na>>, ttt Sucrut¿ttttttn¡ Mruntli. V, Herder (llarcelorra 1971)r 444-456;
.f . Werbick, <<Persorta>>, en P. llichcr (eLl.), Dícritrnttrio tle toru:clttos tulógicos
I[, Ileruler (l]arcekrrra 1990),22t3-2.16;.1. M. Rovira, «Persortas tlivinas>>, ert
lil. Dios crist.iono, Secretariatlo 'frilritario (Salarnanca 1992), 1094-l109;
'(' Por ejemplo,.|. L. Ruiz de la Peña, Imagln dc Dias, Sal Terrae (Santander 1,. F.Latlaria, El, Dios z¡itto ) turd,atlrnt, Secretariatlo 'l'rinitario (Salamalrca
I98u), r75-212. |99fl), 261-276; G. (iresltakc, IJI'hK VIII, r1999, 46-50.
484 HOMBRE Y MLINDO A LA I.UZ DEL CRI,]ADOR LA REI,ACIÓN IiS I,A TRAMA DE LA CRI,]ACI()N 485

se dijo, a un pensamiento universalizador, a considerar el ,iltima era para Aristóteles y los griegos: la capacidad de
ser como sustancia o naturalezary al individuo como nú- ¡,t'nsarlo todo, de hacerse todas las cosasj'l. La definición
mero de ella. Cuando éste osa romper ese cerco) la fatali- l¡r»eciana preservaría, en tal caso, la paradoja personal: ser
dad lo vuelve a encerrar en el conjunto del cosmos y en el ,¡rro mismo y estar referido a todo'15. Parece, sin embargo,
determinismo de su orden. Falta la interpelación de un ,¡rre la persona continúa retenida, como en el mundo gre-
Dios personal que haga saltar esa cerrazín y surgir lo que ( ()rromano, bajo el predominio de la esencia.
la persona tiene de radical individualidad e intransf'eribi- Ricardo de San Víctor acepta como válida para el hom-
lidad. l,re esa definición, no así para Dios porque eso equival-
La identidad de Cristo impidió, por otro lado, seguir ,lría a reconocer en El una sola persona (ya que es una
pensando que la naturaleza (fisis) es lo último y dominan- ,,,1a substancia) o a triplicar, por el contrario, en tres subs-
te. Hay algo más profundo, más radical,la «hipístasis», la t;rrrcias las tres personas divinas. El aventura, a cambio,
«persona». A los debates cristológicos de los primeros si- ,¡rre la persona es «una existencia incomunicable de natu-
glos debe el concepto de persona su perfil de ultimidad e ,¡rleza racional»rltj. Thmbién en este caso parece que la in-
inefabilidad, no encajable en otra categoría. Y a los deba- ,,,rnunicabilidad sea la quintaesencia de la personalidad,
tes trinitarios les debe la cornprensión de la personalidad ¡,t:ro el cambio de sustancia por existencia indica que
como interpersonalidad. Los sujetos en Dios (las perso- lnras personas proceden (ec-sistunf) de otras ¡ con ello,
nas) son relaciones subsistentes. En Dios el ser de la per- ,rfirrna la relación que las vincula y define. De este modo,
sona es relación. También en este punto el esquema grie- ,l irrdividuo quedaría liberado del ámbito determinante
go sufre una convulsión. Aristóteles engloba la relación en ,lt: la naturaleza, pero su misrna peculiaridad en el modo
el ámbito de los accidentes; entre ellos es el de ínfimo ran- ,lc existir le une a otros, tanto más cuanto que, para Ricar-
go, el de menor densidad ontológica en el mundo de los rl., la trama del ser es el amor:r7.
seres. En cambio en el cristianismo la relación designa la Tomás de Aquino acepta la definición de Boecio, pero
esencia misma de Dios:r2. l.r rnatiza hablando del individuo como de un «subsistente
Retomemos ahora el término cuando un pensador cris- ¡,.r sí mismo»'r8. Además marca diferencias en su aplica-
tiano, Boecio, da de él una definición que hace época en- , irin a Dios y al hombre. Si en éste, dentro de la naturale-
tre teólogos y filósofbs porque permite, según é1, aplicarla z:r común, los humanos se individuan por sus propias ca-
tanto a Dios como al hombre: «persona es una sustancia r;rcterísticas peculiares, en Dios la individualidad viene
individual de naturaleza racional»r)3. El rasgo destacad<r
parece ser la indiaidualidad,, pero no faltan quienes en la
..,1ttitn¡t t:st quotlomntotlo om.n.ia.>>, cortto alirtua 'lirlrlás tle Ar¡rrirro citatrtlo a
alusión a la racionalidad perciben los ecos de lo que esta
.,\ristótele§, J. 7I.l,t¡.l4,a.l,irr c.
( lf..J. M. lLrvirr",«l)ersotras...», 1097.

<.Nultt'¿u: ¡rtliotruli.s i.n«tnn.unitabilis ,:ti.sft:nf ia>>,1)¿'li'ini.tttt¿ IV,23 (S(l


'ir W. Kas¡rer, El. L)ios tlt: .'/t.srt,r:rr.rlo, Sígrrernc (Salarnarrca l9tt.5), 185. ri t,2x2).
')'; <<l'rr.sonn. t:.s1. nulurur ratit¡n.«[is iniit,itlu,a. stb,stantit>>, t,iht:¡ dr [n.:on.a rl (lf. 1,. l,'. Larlaria, El Dío.s...,250'251,2f)4-266;.f . M. Rovira, El, Dio;.--,
ltt.a.lnt,s na.ltt.t i.s, 3 (PL 61, I il.lil). Oomo el títulr¡ inrlica, se trata <[e rrrra tlcfi- Iollx.
rricirirr qrre ¿rrrarrcr rle la cristokrgía. ,S. 7 /r. l,r¡.110.a.'1,iIr c.
486 HOMBRE Y MTJNDO ALA I.UZ DEI, C]READOR LA R!]LA(]I(iN I,]S LA'I-RAMA DE I,A (]R[,ACIÓN 487

determinada por la relación misma de las personas entre Esta dialéctica no se mantuvo en pie. En el medievo
sí:re. «Las personas divinas... son en cuanto se relacionan. ¡,rcvaleció, en la comprensión de la persona, el aspecto in-
La unidad divina no es la unidad del solitario, sino la de la ,lividual que parecía preconizar Boecio, hasta que Lutero
comunión perfecta»ao. r t'stableció el equilibrio: «La fe constituye a la persona>>aa.

Como se ve, Tomás no hace extensiva a la persona hu- l,;r descentración de sí y la corrfranza en Dios es lo que le
mana esa condición de relación subsistente, propia de las ,lcvuelve a uno su yo. El hombre es verdaderamente per-
divinas. Pero por otro lado afirma que a aquella extrover- .,,rra cuando vive ante Dios (coram Deo) y cuando, curado
sión a todo, que caracteriza en general a la inteligencia, le ,tt raíz de su egoísmo, se vuelve al prójimo necesitado con
acompaña una introversión (reditio completa) del sujeto l:rs obras que la fe ha hecho buenasa5.
hacia síal, con lo que también en la persona humana, a su Kant vive de ese fondo teológico, pero lo seculariza
medida, siguen coincidiendo ser uno mismo y ser lo otro. , rrando ve en cada persona el representante de la especie
Es cierto que, como en toda su teología de la creación, lrrrrnana, lo que hace que cada individuo no pueda ser
Tomás pone el acento en el yalor y peculiaridad propios ,.,nsiderado como medio, sino como fin en sí mismo. Lo
que posee lo creado como resultado de la creación, lo cual ,rrriversalmente humano dignifica de ese modo e impregna
parece relegar a un segundo momento su condición rela- ,,1 individuo y es vivido como una relación entre sujetos
cionala2. Escoto, en cambio, afirma, más a las inmediatas, t:ticos libres, autónomos, responsables. En eso consiste su
la relación del hombre a Dios que históricamente se lleva ,,,ndición personal 46.
a cabo o en apertu.u u Él o en autoafirmación pecamino- Dada la dependencia de los otros que la relación esta-
saa:r. Su teoría cristológica, según la cual la encarnación no lrlece ¿es sólo un índice de la finitud y no tiene, por tanto,
depende del pecado de Adán, sino que es querida en sí lrrgar en Dios (como piensa Fichte) o) en Yez de atrof,rar el
misma por Dios con anterioridad a todo y como su razón vo, lo consumaP Esto último piensa Hegel cuando afirma
de ser, le lleva a concretar esa relación a Dios en relación (lue en la dialéctica del amor se superan el límite y la alie-
también primaria, innata, a Cristo. rración que comporta la relación al otro, y que eso sucede
Dos grandes maestros de la teología y filosofía medie- rle modo absoluto en Dios que es Amor en persona, en
vales, manteniendo en alto la condición relacional del tres personus. Ét. sería precisamente el paradigma de lo
hombre, enfatizarían respectivamente la consis tencia crea- ¡rersonal: cada uno se realiza en la relación a los otrosaT.
tural del yo humano y su estructura referencial. Ambos as-
pectos son esenciales y crecen a una. 1 | <<Fí tle.s J tt eit p c rs rna'n»> 1 WA 39,1,283, 1.
' wA 7,.33-38.
"' A. G. Wildl'euer, «Persott», eIr t-ll'hK VIII, r'1999,42-46.
J!)
S.'l h..1,q.29,a.4. '' «La afirrnaciírn cle qtte las ¡tersorras s<¡tr relaciortes cs urta afirmación sobre
r{r
[,. F. La<laria, El. Di.os...,268. la trinidatl de Dios, pero de ella se sigtre algo decisivo sobre el homl¡re
tt S.'l'h.1,11.1 4,a.2,atl l. corno imagen y semeianza de Dios. El hornbre rto es ni t¡rt "ser en sí" autár-
r2 Arrrrt¡rre tie,c bierr clar, quico (substancia) rri un "ser ¡rara sí" autónomo, individual (suje«r), sino un
t¡rre, nlás elr kr h,rrtl,, «la creaciri, en la creatr¡ra
rro es sirro rrna relacir'ln al Creatlor en cu¿lnto ¡rrinci¡rio rle srr ser»r.t.77r.1, ser que viene de Dios y va a é1, que viene de otros homl¡res y va a ellos; el
t1.45,a.3,in c. honlbre sírkr vive humarratnertte ett las relaciones de yo-tti-rxrsotros. El antor
t:t In Suú.1,a.23.a.1. al)arece c<rnro el scrrticlo cle sl¡ ser», W. Kasper, El Dios...r330.
488 HOMI]RE Y MI]NDO A I.A I,I]Z DEL CREADOR t,A RF,I,AC]IÓN ES I,A'fRAMA DE LA TJREA(]IÓN 489

De nuevo la f'e en la Trinidad, expresada ya no en catego- ¡,t:rsonalidad e interpersonalidad, subjetividad en inter-


rías antiguas de sustancia, sino modernas de conciencia y srrlrjetividad, un yo en relación a Dios, al otro hombre y al
libertada8, fundamenta un concepto de persona en el que rnrrndo.
el autoposeerse es ser-con y ser-para.
Esta línea, al tiempo que se consolida, va desprendién-
dose de sus razones teológicas y metafísicas, de sus re- Ii. MoDALIDADES Y GRADOS DE I,A REI,ACIÓN INTERHU-
ferencias a Dios y al ser, y queda en manos de la psicolo- MANA5O
gía y la sociología. Es evidente lo que con ello pierden de
densidad e infinitud los dos polos del ser personal. Es lo Al principio del capítulo se decía que el hombre no
que tratan de evitar ciertas corrientes de «personalismo s,i[o vive y ha de vivir en relación, sino que es relaciín.
dialógico>>. Éste se opone, en general, a que, en aras del NIás tarde se ha visto que no lo es en igual medida que
siempre pujante idealismo alemán, se piense que la perso- l)ios, cuyo ser personal no es otra cosa que relación. El
na deriva del autodesarrollo del sujeto. Por el contrario, ,lcl hombre en cambio no está tan exclusivamente consti-
ella surge cuando el sujeto entra en relación, cuando ad- trrido por su relación a otras personas. Puede incluso ais-
mite al otro en su alteridad. Es el encuentro el que crea la l;rrse en sí o utilizar la relación a otros para adueñarse de
personalidad. En él se dan mutuamente aluz las personas. .'llos. En tal sentido más que ser relación es una llamada a
Pero hay un «personalismo dialógico», de raíces bíblicas, ,crla. Pero una que responde a lazos profundos inscritos
que sitúa a Dios en el trasfondo del tú. Y no sólo ahí, sino ( rr su ser. Esta es laraz6n por la que no nos contentamos

en el <<medio» en el que tiene lugar el encuentro, y que no , ,rn afirmar que el hombre tiene o debe tener una relación

es sólo la sociedad y el mundo de los valores, sino Dios , orr Dios y los demás, y preferimos hablar de que es rela-
mismo como Horizonte abarcante y fundador de éstos y , i<in a ellos y de que en ella le va la vidasr.
de ese encuentroae. Esto supuesto,lo que decide las formas y la intensidad
Por tanto el hombre, y tanto más cuanto más se mire en .lc esa relación son los otros con los que el hornbre se re-
Dios, será a una un yo y Lln nosotros. Y no sólo ni primor- lrrciona. ¿Quiénes son los otros?
dialmente, como antes se dijo, porque Dios es a la yez ho- 1. E; Órno por antonomasia es Dios. A Él debe el
rizonte común de verdad y de bien y Tú absoluto, sino lrombre su ser ¡ en particular, su condición personal ya
porque es a una Uno y Tiino. Por eso, en última y más (
lrre es personalmente llamado por El a la existencia (cap.
I).
profunda instancia, el hombre, como imagen, no sólo de
Dios, sino de un Dios Tiinidad (imago Trinitatis), será
' l'. l,aín habla <lc «Forrtt¿rs rlel errcttetltro>>,'Inría..., '1(i(i-l-r'1(j.
tlistingrrir ettrt rr:lar:itíu, (Jtte stll)orr(: l¡ existcrrcia <le tlr¡s
Orriz:irs Iral¡ría t¡rre
t' W. Kasper, ibít|.,182-186; I,). Buerro, «De la sustancia a la ¡;ersorra. Paradig- rcalirlat[es tlrrc se relaciorran cl)trc sí (y en tnl serrti<lo cl ltoltlbre tto es rcla-
rrra clel encuentro rle la {ilosofía y la tcología», en IIET 54 (1994), 251-29O. ción-. corrro r)o sca a sí nrislno), y n'.t'trrnr:i« (o respectivitlatl) t¡rrc cs at¡rrelkr
1' K. H. Merrke, «Personalisrnus>>, en I-lflrK VIII,:J1999,57-59. Ahí mismr¡ tlrre le lrace a rlno cst¿lr rernitirlr¡ a otro. lln esc scrttitlo el ltolltbre Cs lllll re-
constata la irrteresante diferetrcia entre una visiírrr 1trotcstante, en la que el otro' Sobrc lt reslttt:lit'iltd c()lllo es-
lacir'rn a sí nrisllro rerrriti<la u slt vez a
st¿tcso del encrrelltro ¡rrevalece solrre Lrs (luc sc errcuentran, y una católica, tructura corrstittttiva tle la rcalitlatl nrttlttlatta v lttrttralla, cl. X. Zubiri, §oárr'
r¡ue destaca la realidad orrtolírgica cle éstos. tl hontbn:, 15,154-157 y lta.s.;ín.
490 H OMI]RE Y M UNDO A I,A I,L]Z DEI, C READOIT
I,A RELACIÓN ES I,A TRAMA DE LA CREACIÓN 491

Es una relación que el hombre no funda ni inicia, sin<r l,r'irner momento todos los hombres. La palabra amor, carac-
Aquél que lo crea a su imagen. Esto no significa que el pa- tt r ística de esa relación, y cie rta comprensión estrecha de la
r t lación yo-tú y de Ia categoría «encuentro» pueden llevar a
pel de la persona humana sea puramente pasivo. Al con-
trario, el yo que surge de esa llamada de Dios tiene más l.r conclusión de que la relación interhumana tiene por pau-

consistenciay pujanza que cualquier otra realidad creada. t,r la que se da en el ámbito restringido de la amistad, de la
A semejanza de Dios, su ((¿sJ¿ ad>> no se produce a costa rrrtimidad entre dos personas. Ahí la intersubjetividad, la
de su «¿ss¿ in>>. Por el contrario) crecen a una. Posee por rrtercomunicación, alcanzarían su ápice y resultarían mo-
eso una autonomía (cap. X) que le permite incluso negar ,lr:licas. Ese tú vendría a ser el otro por antonomasia.
su referencia a Dios y vivir «como si Éste no existiesé», Está claro, sin embargo, que son la universalidad y la
pero no es ésa su verdad y su plenitud. Fracasará com<¡ rlr'atuidad del amor de Dios y de Cristo a los hombres ¡
hombre si su «¿¡s¿ in>> no se realiza como <<esse ad>>. , rr segundo lugar, la necesidad de éstos, lo que caracteri-
A Dios debe también el hombre la existencia de cuant«» ¿:ur la relación de Dios a la humanidad. Por eso al hom-
le rodea. Por eso Dios no es uno entre otros, sino la Alteri- lrrc, imagen de Dios e incorporado a su relación de amor,
dad absoluta presente en todas las demás. Y por eso la re- sr: le invita a ese mismo tipo de amor universal y generoso.

lación del hombre a Él ,ro es una relación entre las otras, l',1 amor del que se nos preguntará <<al caer de la tarde» es

sino la que mantiene con el fundamento, horizonte y futu- , I que habremos tenido o no al que reclamó nuestra ayuda
ro último de todo. Relación omnipresente que se actualiza 1Mt 25,31ss). El próximo resulta ser aquél al que nos
dondequiera que el hombre llega a la verdad radical de sí y ,r¡rroximamos en su necesidad y le hacemos prójimo (Lc
del mundo. Pero relación que, por eso mismo, puede des- l0,29ss). Éste,sobre todo cuando o no puede o no quiere
vanecerse entre las otras, dada además la invisibilidad dc ,,,rresponder, es el otro por excelencia (Lc 6,32ss). Con
Dios en sí mismo. Por eso la relación a Él hu de reavivarsc lsto la relación al otro se desprivatizay se hace extensiva a
a diario en la invocación expresu aÉ1, y en un amor ((corl t,,rlos aquéllos a quienes se dirige Dios en su relación de
todo el coraz6n, con toda el alma y con todas las fuerzas» ,rrnor. La universalidad del corazín de Dios, heredada on-
(Lc 10,25-28). Sólo esa evocación de Él impedirá además t.lógicamente por el hombre en la ilimitación de su espí-
que los otros sean ignorados, devaluados o manipulados. ritu,traza el primer círculo de la capacidad relacional hu-
2. En segundo lugar, el otro es Cristo. Como rostr<¡ illana.
humanado de ese Dios y como el hermano mayor de to- 4. El hombre, sin embargo, no inhabita sólo ese espa-
dos, a cuya imagen cada uno y todos han sido creados, el r io. Hay otros ámbitos más reducidos donde su limitación
hombre está abierto desde lo hondo de su ser a Cristo. L<r lc emplaza ante quienes, a su vez, son la concreción de
anhela por todo, lo ama en todos sin saberlo ¡ si ha teni- ;rt¡uel otro universal que nunca ha de perder de vista. Ahí
do la dicha de encontrarlo, podrá mantener con él una re- los otros van teniendo nombre propio, rasgos peculiares,
lación indeciblemente honda y peculiar (Gál 2,20) y quc y la relación a ellos se va haciendo más estrecha, y reviste,
se ramifiqu e a la vez por todo. jrrnto a la forma privilegiada de necesidad atendida, otras
3. Respaldados por Dios como sus hijos, y presenta- ,le con-vivencia en todo lo que conforma la vida humana.
dos por Cristo como sus hermanos, los otros son en url l')n el paradigma divino, la relación de Dios al hombre, a
492 HOMBITI,] Y MT]NDO A I,A LIIZ DEI, T]READOR LA II.ELA(]IÓN ES LA TRAMA DE LA CITEACIÓN 493

cada hombre, y más aún la relación entre las personas di- l)or un lado, a la procreación ¡ por otro, al placer. Pero va
vinas, es, a la vez que universal, ilimitadamente intensa. ,rlrriéndose paso una comprensión más vasta y personal de
Por otro lado el hombre no es pura liberalidad, es tam- .'lla, que la considera como una energía de toda la perso-
bién necesidad de ser afirmado y querido, de ser tú para na, como una manera, masculina o femenina, de estar en el
otros. Todo ello irá modulando formas varias de relación. rrrundo y relacionarse con é1. Por eso se ha podido decir
Entre ellas irá surgiend o una relaciín d,e amistad, enla quc (lrre no existe «el hombre», porque la vida humana sólo
se incorpora crecientemente al otro a la propia vida y sc irl)arece realizada como varón o mujer. La sexualidad es,
conjugan mutuamente el dar y el recibir. Aun en ese caso, :r<lemás de un dato, una meta, algo sujeto a un proceso
la relación seguirá siendo una tarea pendiente, porque cl ¡,ersonal de individuación y socialización53.
egoísmo lleva al corazón a encoryarse sobre sí y a objeti-
var al otro no reconociéndolo como tal.
5. Existe, por f,rn, querida por el Creador e implantada 7. LI SExUALIDAD EN CLAVE DE CREACIÓN
por él en la propia estructura corpóreo-espiritual del
hombre, otra fbrma de relación, la que se da entre uarón y La teología de la creaciín descubre en la sexualidad y
mujer a partir de la diferencia sexual t f alcanza su pleni- t,rr la relación mutua que ella fomenta y encarna:
tud cuando <<los dos son una sola carne»5z. Es la forma proto-
más incandescente de relación interhumana.
- Una voluntad originaria del Creador, un dato
tógico (Gn L,27),claro índice de su importancia y radicali-
De este tema, que llena las páginas de la vida y del artc rlad y estrechamente vinculado a la descripción misma del
y pensamiento humanos, y del que se hace también eco la lrombre como imagen de Dios. Originariedad que Cristo
teología sacramental y moral, nos ocupamos ahora tarr sanciona, liberándola así de la pura historicidad y de la ar-
sólo en cuanto que es un dato de creaturidadrun rasgo in- l¡itrariedad (Mc 10,6).
deleble de la condición humana.
Su tratamiento requiere anticipar de algún modo lo quc
- Un dato creatural. Esa atracción mutua no es divi-
rra (Eros), ni algo superior al hombre, ni algo demoníaco e
en el capítulo siguiente se dirá de la corporeidad humana. irremisiblemente malo, sino hechura de Dios, forma bue-
El cuerpo no es algo que el hombre tiene, sino algo que el rra de humanidad.
hombre es, su modo corpóreo de ser, que se concreta y
materializa en su modo sexuado de ser. Como todo lo hu-
- Una zona de gracia, de presencia, regalo, abandono,
comunión mutuos. Y por ello una zona de peculiar trans-
mano, ese dato omnipresente tiene que ser asumido e inte- parencia del Tú divino y al Tú divino. Ello permite em-
grado en la personalidad y convertido en lenguaje, en ex-
presión de su oblatividad al otro, de su ser integral con é1. Puede verse II. I)orrrs, «Biscxualirlatl y tnatrimonio», en MS II/2,795-84I;
Perdura aún la tendencia, secularmente enquistada, a F. I]6ckle, «llelación erttre Lrs scxos y ca¡racirlad Para el amor», en FCSM,
localizar y objetivar esa condición sexuada y a reducirla, SM (Madritl l9S5), VI, 121-173, E. Fuchs, «Una ética cristiana de la sextta-
lidatl», en Init:i.aciótL a l.o Prúctica tlc lu teol,ogítt, Clristian<latl (Maclritl
1985),376-414; M. Vidal, «Sexualidatl», err C' Floristárr-.1..|. Taniayo (Eds),
Cristiarrdarl (Madritl 198:]). 9'13-960; «Sexualidatl», et Dit:t:ittna.río dc ítica
') Cn 1.27:2,24: Mr lll,5: F.f 5,3 l. t:coLógiltt, Verbo Divino (llstella 1991), l¡44-554.
494 rroMltREyMrrNDo ALALUZDELcREADoR
l.q t¡,lecrótv ES r,A'I'RAMA »l: t,,t cRl.;,tcl(tN 495

plear para éste la metáfora nupcial5a y cla cuenta, a la in- rridad inmanente y econórnica. .'No será posible, útil y
versa, de lo que la relación varón-mujer tiene de arrebato aun necesario en la teología de ho¡ invertir el plantea-
y desmesura. Por otro lado, de cara al Tií absoluto cabe el rniento, arrancar «de abajo», de la relación del hombre a
celibato como gesto de gracia, como homenaje al <<semper los otros, a todos los niveles indicados, e intentar reganar
'malo't')>-
<lesde ella, como quien rernonta hasta su fuente misterio-
Una realidad altamente amenazada de absolutiza-
-
ción,, egoísmo, posesividad, estrechez. y ello en
sa, aquellas dos relaciones originarias?56.
virtud cle 1. El tú humano con su «estar dado» previarnente a la
su misma grandezarpujanza e incandescencia. clección que el yo haga de é1, con su alteridad radical que
- Un momento del dato global de la interrelacionali-
dad. Por ello no es ni pura genitalidad, ni siquiera ence-
¡rrohíbe reducirlo a la condición de objeto, con el sobre-
cogimiento que produce el esplendor o el desvalimiento
rrona ensimismada en el yo-tú, sino apertura, en el tú y de su rostro, no es sólo una invitación a que el yo viva con
más allá de é1, al tercero (el hijo) y a la sociedad a la qr. ,L
v hacia é1, sino además una cuestión abierta acerca del
incorporan éste y ellos dos. Thmbién esto) que tiene que porqué de esa incondicionalidad del respeto y amor que
ver con aquel primer ámbito universal de la relación de lnerece y exige. ¿No se anuncia en él aquel <<totalmente
amor, permite la «castración>> por el Reino (Mt lg,I2), es Otro», aquel Tú infinito que, por ser el <<scmpe'r maior>>,
decir, el sacrificio, en favor de muchos, de la fijación en cs capaz de sacar de sí al yo y darse a conocer corno quien
uno solo, sin que por ello se sacrifique la sexualidad mis- rnerece ser amado «con todo el corazón, con toda el alma,
ma, sino sólo ese modo de exclusividad unido a la mutua con todas las fuerzas»? ¿No es el rostro del otro el signo
entrega corporal. real, el sacramento del Rostro que el hombre busca por
- Una realidad especialmente sometida a la tensión
escatológica entre el ya-sí y el todavía-n o (Mt 23,30). Tam_
doquier? Esa posible epifanía del Tú absoluto en el tú hu-
mano no tiene por qué suplantar a éste ni convertirlo en
bién como anuncio de ese futuro, y no sólo desde el Tú ocasión o careta de Dios. Puede por el contrario reafir-
divino y desde la entrega a los otros, adquiere sentido una marlo y respetarlo más en sí mismo, como lo avalan mil
castidad perfectas5. experiencias históricas.
2. h)n Ia relación humana, además de los dos que se
encuentran, existe el m,arco del encuentro, aquel horizon-
8. De LA INTERsUBJETIVIDAD HUMANA A LA RELACIÓN A te de yalores que posibilita y hace auténticarnente humana
Dros
la relación. Esos valores no los crea el hombre. Transcien-
Hasta aquí hemos derivado la condición relacional del den a los dos que se encuentran y les conducen hacia urr
hombre cle Ia relación esencial que Dios es en sí y de su
relación al mundo encarnada en Cristo, es decir, de la Tii- r"' No lrar¿i ya falta arlvcrtir quc este irrterrto lro lruetle ltreterrtlcr Ilegar a cono-
cer y rlrerros a tlefilrir kr rltre sorr las relaci,rrrcs tlivinas a ¡rartir dc las lrunr¿r-
5r Os l-3; Ez 16 y lras. Prccisarncrrte el cxlnce¡ito lnrnt¿trro cle ¡tcrsorra, cs¡lecialrnerrte er) su ver-
23; Ef 5,25-.33... sirin nto<lcrrra, cstá c rcarrrl<¡ algrrrros ¡.rroblerrras eu cl tr¿rtatlo rle cri,stt>logía v
55 Cf.
LC 44;PO 16. crr el tlc la'liinirlad. Prrctlerr vcrse en L. F. l,a<laria, El, Dios...,276-290.
496 HOMBRE Y MUNDO ALAI.IJZ IfEL (]READOR LA TTIII,,qCTtiN I]S I,A TRAMA DE LA CRIiACIoN 497

porvenir común y mayor, unificador de esas dos y de to- f). LaINTERDEPENDENCIA DEL COSMOS EN REI,ACIÓN AL
das las libertades. Thmbién ese medio del encuentro revela HOMBRE Y A DIOS
que la relación interhumana viye de algo mayor que ella y
presente en ella. ¿No estará teniendo ahí lugar la relación La naturaleza, al igual que el hombre, encuentra su fin
de Dios al mundo? ¿No estará presente Dios no sólo en el írltimo, y por tanto su mejor verdad, en la relación de de-
rostro del tú (y del yo, que soy tú para el otro) sino entre ¡rendencia y glorificación a Dios (cap. IX). Está además
los dos? ¿No será a una el encontrado y el ámbito del en- referida al hombre, por quien logra su fin y hacia el que
cuentro? l)arece avanzar en su propia dinámica evolutiva (caps. XIV
3. Por su condición corpórea el hombre anhela, en su y XV). Queda por ver si en sí misma (si es que se puede
relación al otro, encontrar un rostro humano en el que se cstablecer tajantemente esta distinción) la naturaleza es y
produzca la encarnación del de Dios y que pueda amar cxiste en relación.
sin reservas ni límites. La fe afirma haberlo encontrado en I. En perspectiua teológica el mundo no es una suma
Cristo. En éste ha dado además con lo que el corazón de realidades inconexas, sino un conjunto armónico que
también persigue: con el tú más en sí y más para los otros, rlebe a Dios no sólo su existencia sino su tral¡azón y su es-
con la realización paradigmática del hombre como identi- tructura. De la nada o el caos Dios hace salir «el cielo y la
dad en relación. tierra», w uniuersojerarquizado, como se echa de ver en
Por su parte, ese hombreJesús es lo que es en virtud de cl relato genesíaco. Al mismo tiempo que la variedad de
su relación al Dios que llarna Padre. Relación constituida a sus obras proclama el poder y la magnificencia de su
una por la radical diferencia respecto a Éste y por su re- Creador, el orden del rnundo es testigo de su sabiduría.
ferencia igualmente radical , É1. Eru relación vive, a su vez, Todo él a una alaba a Dios en los Salmos y pasma a Job
de la inversa, de la que el Padre funda al darse a él y hacer- (38-41) y aJesús (Mt 6,25ss). Todo él queda vinculado a
le el Hijo, el centro de su predilección (Mt 3, 1 7 ; L7 ,5). los destinos del hombre, es maldecido y anegado Por cau-
4. La relación mutua entre Dios yJesús ¿es sólo un sa del pecado de éste (Gn 3,17; 6,5ss) y todo él gime en
caso excepcional de la relación entre Creador y creatura o espera de la liberación universal (Rom 8,19ss). Creado a
refleja tal intimidad y reciprocidad (Mt 11,27) que des- una y salvado a una. El Lateranense IV sancionó esa rela-
borda cualitativamente ese marco e invita a creer que lo ción entre la idea de Creador y la del mundo como un
que en ella está teniendo lugar es un diálogo intradivino, todo (cap. I).
aunque fbrmulado, por una de las partes, con labios y co- 2. El mundo está sobre todo unificado en el único Pa-
razón humanos? En tal caso, una relación de arnor y en- rlre Creador y er el único Hijo, Jesucristo, por quien todo
trega mutuas en el seno de la divinidad sería la explica- fire hecho. Éste lo recuperó de la dispersión (lo redirnió) ¡
ción últirna de la relación a Dios y a los hombres, que es con todo é1, se someterá al Padre. Entonces el universo lo-
Jesús, y de todas las relaciones interhumanas que apuntan grará la unificación definitiva y absoluta en el «Dios todo
a ésta y se rniran en ella. El tercero en Dios (el Espíritu) err todo» (1 Cor 15,28). Pero ya en la vida, muerte y resu-
¡'no será el nombre último de aquel «medio» o zr¡na del rrección del Señor de la creación, todo encuentra su tazón
encuentro de amor, y el don mismo de este amor? rle ser y su unidad. Allí se abre al rnundo el misterio de la
498 HOMBRE Y MUNDO A I,A LIIZ D!]I, CREADOR LA RELAcTóN ES LA T'RAMA D¡t LA cREACIÓN 499

persona del Hijo: ser distinto del Padre siendo totalmente , rrla fase humana del cosmos, y que tenía su penúltima ra-
de El y hacia El. Todas y cada una de las realidades crea- zrin de ser en la condición filial y fraterna dé Jesús, y la úl-
das participan de esa lógica de la identidad y de la rela- lirna en la relación <<ad extra>> y <<ad intra» de la Tiinidad?
ción, de la autodiferenciación de todo y de la vinculación 6. El cosmos no es una relación al lado de la que el
a todo. lr<¡mbre es. Al contrario, constituye,juntamente con la his-
3. La naturaleza, una en su origen y meta paternos, loria humana, e incorporada a ella, el «medio>> imprescin-
una como prehistoria y mundo del Hijo, es también una ,lible del encuentro entre las personas, concretado ulterio-
en el Espíritu.Él es el aliento del que todo vive, el «alma>> rnente en aquella parte y quintaesencia de él que es el
que unifica, cohesiona y dinamiza todo hacia el Hijo y el ('uerpo del hombre. Pero de esto nos ocupamos expresa-
Padre (cap. IV). rnente en los dos capítulos siguientes.
Al igual que se dljo hablando de la multiplicidad y uni-
dad de lo humano (EÍ 4,4-6), también lo cósmico riene en
el Padre, el Hijo y el Espíritu su centro definitivo de uni-
dad y de respectividad. También en esto el mundo entero
y cada uno de sus componentes es <<aestigium Trinitatis>>.
4. Esta comprensión creyente del mundo como rela-
ción se lralla más próxima a la aisiín científica moderna
que lo pudo estar a la antigua. Más que de un conjunto de
cuerpos que habría que preguntar por qué se relacionan
entre sí, la física actual sabe de unas partículas elemen-
tales de las que todo está constituido, / de una energía
que lo invade y cohesiona y es incluso previa a los cuer-
pos. El espacio-tiempo, por su parte, como una cuarta di-
mensión, lo entrama y encurva todo.
5. Sin pretender concordismos, pero también sin re-
signarse a la esquizofrenia, habrá que intentar una y otra
vez, revisándolos de continuo, acercamientos entre la vi-
sión del mundo, propia de la fe, y la de la ciencias. Y de
ésta habrá de partir en particular un planteamiento ascen-
dente que pretenda aproximarlas y arranque de más abajo
que el hombre. Si la ciencia desvela en la naturalezala
tendencia a una creciente diferenciación y a una comple.ji-
dad y coimplicación también crecientes del entrarnuáo
cósmico a'resultará postizo o violento percibir ahí los ecos
de aquello que también se produce (aunque libremente)

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