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comunidades
Castells, J. J. Brunner y García Canclini
El impacto de la globalización en las comunidades Francisco Álvarez Bello
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El impacto de la globalización en las comunidades Francisco Álvarez Bello
diversos puntos del planeta, flujos que reordenan no sólo los procesos productivos y de
poder, sino también los espacios en los cuales las personas interactúan.
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El impacto de la globalización en las comunidades Francisco Álvarez Bello
• Identidad proyecto: Aquella generada cuando los actores sociales, basándose en los
materiales culturales de que disponen, construyen una nueva identidad que redefine
su posición en la sociedad y, a través de ello, intentan transformar a toda la estructura
social.
Las identidades pueden devenir en otras. Es así como identidades que comienzan
como resistencia pueden inducir proyectos (como el caso de parte del movimiento gay) y,
también, convertirse en dominantes en las instituciones de la sociedad, con lo cual se
vuelven legitimadoras para racionalizar su dominio.
Cada tipo de construcción de la identidad conduce a un resultado diferente en la
constitución de la sociedad. Las identidades legitimadoras generan una sociedad civil, esto
es un conjunto de organizaciones e instituciones, así como una serie de actores sociales
estructurados y organizados, que reproducen, si bien a veces de modo conflictivo, la
identidad que racionaliza las fuentes de la dominación estructural. El concepto de
sociedad civil sustentado por Castells se basa en la conceptualización de Gramsci, según la
cual la ésta se encuentra formada por una serie de “aparatos”, como las iglesias, los
sindicatos, los partidos políticos, las cooperativas, las asociaciones cívicas, etc., que, por
una parte, prolongan la dinámica del Estado pero, por otra, está profundamente
arraigadas entre la gente. Precisamente este doble carácter de la sociedad civil es que da
pie al cambio político, al permitir la toma del Estado sin utilizar medios violentos.
El segundo tipo de construcción de la identidad, la identidad para la resistencia,
conduce a la formación de comunas o comunidades. En este sentido, Castells no se refiere
al concepto de comunidad utilizado frecuentemente por la Psicología Comunitaria, sino a
grupos cerrados, “trincheras”, formas de resistencia colectiva contra la opresión, tomando
como base identidades que estuvieron bien definidas por la historia o la biología,
esencializando las fronteras de resistencia. Para el autor éste es, probablemente, el tipo
de construcción de la identidad más importante en nuestra sociedad: señala que
constituye la exclusión de los exclusores por los excluidos. En su choque con las
identidades dominantes la sociedad puede permanecer relativamente igual o
fragmentarse en una constelación de “tribus”, a las que –nótese- algunas veces se les
denomina comunidades.
El tercer proceso lo constituye la identidad proyecto, la cual produce sujetos,
actores sociales mediante los cuales los individuos alcanzan un sentido holístico de su
experiencia. En este caso, la construcción de la identidad es un proyecto de una vida
diferente, quizás basado en una identidad oprimida, pero que se expande hacia la
transformación de la sociedad como la prolongación de este proyecto de identidad. Un
ejemplo de ello resulta ser el feminismo, en el cual grupos de mujeres deciden abandonar
un rol meramente crítico y se abocan a generar una sociedad postpatriarcal, enfocándose
en analizar la dinámica de prácticamente todas las instituciones y la construcción de
conocimiento (incluyendo la ciencia).
Tomado como base lo anterior, y éste es el punto que proporciona el aporte de
Castells para comprender la construcción de la identidad en las comunidades, el autor
señala que el ascenso de la sociedad red pone en tela de juicio los procesos de
construcción de identidad hasta ese momento en curso, lo que induce nuevas formas de
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cambio social. Ello se debe a que la sociedad red se basa en la disyunción sistémica de lo
local y lo global para la mayoría de los individuos y grupos sociales y la separación en
diferentes marcos temporales del poder y la experiencia. Ello conllevará que la
planificación reflexiva de la vida se volverá imposible, excepto para la elite que habita el
espacio atemporal de las redes globales y sus localidades subordinadas, y que la
construcción de la intimidad basada en la confianza requerirá una redefinición de la
identidad completamente autónoma frente a la lógica de las instituciones y
organizaciones dominantes.
¿En qué se traduce lo anterior? En que estas nuevas condiciones generarán que las
sociedades civiles se reduzcan y desarticulen, ya que no hay continuidad entre la lógica de
la creación del poder en la red global y la lógica de la asociación y la representación en las
sociedades y culturas específicas. La búsqueda de sentido tendrá lugar, por lo tanto, en la
reconstrucción de identidades defensivas en torno a principios comunes, la mayría de la
acción social se organizará en la oposición que existe entre los flujos no identificados y las
identidades aisladas. La base de la construcción de las identidades sociales –y, por tanto,
de las comunidades-, en suma, no lo serán las sociedades civiles, que están en proceso
de desintegración, sino una prolongación de la resistencia comunal.
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El espacio de los flujos impregna sólo una parte de la experiencia humana. La otra
se encuentra asociada a los lugares, i.e. localidades cuya forma, función y significado se
contienen dentro de las fronteras de la contigüidad física. Los lugares, eso sí, no son
sinónimo de comunidades en el sentido conceptualizado por Krause.
Flujos y lugares poseen lógicas distintas. La lógica de los flujos es ahistórica, en
torno a funciones y el poder; se relaciona con el conocimiento y la interconexión: además,
altera los lugares. Estos últimos, por su lado, son históricos y relacionados con el
compartir códigos culturales. El problema principal en este punto es que ambos se están
divorciando cada vez más, lo cual genera tensión en los individuos.
De lo anterior puede concluirse que los seres humanos se encuentran
interrelacionándose no sólo de modo cara a cara, sino que a través de medios
electrónicos. Sin embargo, ello no significa que las comunidades se puedan sustentar en
ambos tipos de soportes: las comunidades electrónicas, sostiene Castells, son escasísimas.
En cambio, El espacio principal en el cual las personas construyen experiencia vital,
significado para sus vidas –y, por lo tanto, la materia prima para construir comunidades-
es el espacio de los lugares, el cual se ve amenazado por la dinámica de los flujos, a
menos que se establezcan puentes entre ellos.
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1. El proceso de hibridación
En su obra Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad,
García Canclini (1999) realiza un estudio acerca de cómo las culturas se combinan y
recombinan, generando mezclas con consecuencias que alteran irreversiblemente el
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V. Conclusiones
El análisis realizado sobre Manuel Castells, José Joaquín Brunner y Néstor García
Canclini en base a los elementos de construcción de las comunidades (planteados por
Mariane Krause) permite establecer ciertas similitudes entre ellos, autores provenientes
de distintos países y tradiciones intelectuales. En primer lugar, puede constatarse que los
tres señalan que los procesos de globalización y la (post) modernidad conllevan una
transformación profunda en las formas que las personas y los grupos establecen los
significados a partir de los cuales construyen identidad. Las identidades no sólo no son
esenciales, inmutables, sino que los cambios a los cuales se ven sometidas generan
combinación e inestabilidades que son percibidas muchas veces como amenazantes. Los
referentes tradicionales cada vez pierden sustento y los nuevos a los cuales las personas
se adhieren no consiguen traer la tranquilidad esperada.
Las interacciones que permiten el surgimiento de las comunidades van mutando
en cuanto a su plataforma y configuración. La irrupción de la comunicación mediada por
medios electrónicos desterritorializa los intercambios y la fijación en localidades
específicas pierde terreno. Nuevamente, el surgimiento de comunidades virtuales (como
algunos optimistas así lo plantean) no ha resultado tener el éxito esperado, y la
percepción de fragilidad de los vínculos así lo atestigua.
Con respecto a la cultura común cabe señalar que ya sus elementos cada día son
originados del intercambio que las comunidades realizan con otras. La visión de que
valores y creencias son exclusivos de determinados grupos, que las fronteras culturales
son cerradas, se derrumba día a día. Esta recombinación permanente se da paralelamente
a la transformación de la vinculación con estos elementos en una forma de consumo
simbólico, que puede variar en el tiempo. Los símbolos pueden ser adoptados y
desechados con posterioridad.
Finalmente, resulta significativo destacar el planteamiento de J. J. Brunner –no
expresado por los demás autores- en cuanto a la reacción por parte de algunos grupos con
respecto a la dirección de estos cambios. El “anhelo de comunidad”, analizado para el
caso de la “respuesta neoconservadora” constituye –desde mi punto de vista- una lúcida
llamada de atención sobre la subjetividad del análisis social y el diseño de intervenciones.
En este sentido, tal como expresé en el apartado correspondiente, a muchos de quienes
se involucran en temas de Psicología Comunitarias cabría aplicarles algunas de las
conclusiones que el autor llega –aunque no del mismo modo que Brunner plantea-. Como
indiqué en mi exposición, la intervención comunitaria es una acción intencionada.
“Recuperar parte de lo perdido” puede ser un anhelo más o menos consciente en quienes
se vinculan a lo comunitario. Al menos yo me incluyo en dicho grupo.
Bibliografía
• Krause, M (2001). Hacia una definición del concepto de comunidad. Revista de
Psicología de la Universidad de Chile, 10, 49-60.
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