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La razón o la capacidad de razonar es una de las habilidades cognitivas más valoradas

a lo largo de la historia, habiendo sido considerada en la antigüedad como una de las


características que nos separan de otros animales y siendo a menudo confrontada con
la emoción (si bien emoción y razón están en realidad profundamente
interrelacionadas).
Pero aunque el concepto de razón es tomado a menudo como universal e único es
necesario tener en cuenta que no existe una única manera o mecanismo para lograr
razonar, pudiendo encontrar diferentes tipos de razonamiento en función de cómo se
obtenga y se procese la información. Es sobre algunos de estos diferentes tipos de
razonamiento existentes sobre los que vamos a hablar a lo largo de este artículo.
¿Qué es el razonamiento?
Entendemos como razonamiento al producto de un conjunto de habilidades cognitivas
complejas a través de las cuales somos capaces de relacionar y vincular diferentes
informaciones de forma estructurada, una vinculación que permite establecer diferentes
estrategias, argumentos y conclusiones en función de dicha estructuración de la
información.
Razonar permite elaborar nuevas informaciones e ideas en base a un conjunto de
reglas, algo que nos permite establecer y formar elementos tales como pensamientos,
creencias, teorías, ideas abstractas, técnicas o estrategias. Asimismo, nos permite
encontrar la resolución de los problemas o situaciones con las que nos encontremos y
la búsqueda de los métodos más óptimos.
Asimismo, el razonamiento no sería posible sin la existencia de diferentes facultades
mentales tales como la capacidad de asociación, la atención, la sensopercepción, la
memoria o la capacidad de planificar o inhibir nuestras respuestas tanto a nivel
cognitivo como conductual. Así pues si bien es y se considera una capacidad cognitiva
no sería posible sin la existencia de otras muchas en las cuales se sustenta. No
estamos ante una capacidad básica sino ante una de las capacidades cognitivas
superiores o de alto nivel.

Tipos principales de razonamiento


Si bien el concepto de razonamiento puede parecer simple, lo cierto es que al igual que
ocurre con la inteligencia definirlo de forma clara y delimitada (sin mezclarla con otros
conceptos) reviste gran complejidad. Lo cierto es que el razonamiento en sí es difícil de
estudiar como un todo, dividiéndose a menudo en diferentes procesos que dan lugar a
distintos tipos de razonamiento. Entre ellos destacan los siguientes, siendo los tres
primeros los más reconocidos y fundamentales.
Razonamiento deductivo
Se conoce como razonamiento deductivo a la actividad de la mente que permite inferir
necesariamente una conclusión a partir de una serie de premisas. Esto quiere decir
que, partiendo de lo general, se llega a lo particular.
Para comprender el concepto de razonamiento deductivo, debemos tener presente
otros conceptos, que lo complementan, como son los siguientes:
Argumento: se trata de una razón o prueba que permite efectuar la justificación o
la refutación de algo, para afirmar que es verdadero o falso.
Proposición: tanto en lógica como en filosofía, es cada una de las entidades que
portan los valores de verdad (o sea que indican en qué grado una declaración es
verdadera; para la lógica clásica bivalente, solamente se puede hablar de
«verdadero» o «falso»).
Premisa: la lógica define este concepto como cualquier proposición que se
encuentre antes de la conclusión. Cabe señalar que, si el argumento es válido,
entonces el conjunto de premisas implica la conclusión, aunque esto no hace
que una proposición sea o no una premisa, sino que es su puesto en el
argumento lo que cuenta.
Conclusión: desde el punto de vista de la lógica, es una proposición que se
encuentra en la última parte de un argumento, después de las premisas. Del
mismo modo que la premisa, para que una proposición reciba el rol de
conclusión no importa si el argumento es válido, sino que basta con que ésta se
encuentre en último lugar.
Axioma: se trata de una proposición que se toma como evidente, para la cual no
se exige una demostración previa.
Reglas de inferencia: también conocidas como reglas de transformación, son
formas lógicas o funciones que toman premisas para analizar su sintaxis y
arrojar una o más conclusiones.
Teniendo todo lo anterior en cuenta, podemos observar la definición formal de
razonamiento deductivo: se trata de una secuencia de fórmulas bien definida, entre las
cuales se designa la última como la conclusión de todo el argumento y el resto pueden
ser axiomas o premisas, o también inferencias directas que partan de reglas de
inferencia.
Este tipo de pensamiento se basa en la creencia en una premisa o una afirmación
universal para llegar a obtener una conclusión para cada caso particular. Así, se va de
lo general a lo particular, pudiendo realizar conclusiones para un caso concreto
basadas en la suposición o deducción a partir de lo que consideramos globalmente
cierto.
A menudo emplea la lógica para ello, siendo habitual que se utilicen silogismos,
inferencias y proposiciones encadenadas para llegar a una conclusión concreta. El
pensamiento deductivo puede ser categórico (a partir de dos premisas consideradas
válidas se extrae una conclusión), proporcional (se actúa a partir de dos premisas una
de las cuales es necesaria para que pueda darse la otra) o disyuntivo (dos premisas
opuestas se confrontan con el fin de extraer una conclusión que elimine una de ellas).
Es frecuentemente el tipo de razonamiento que siguen los estereotipos, que nos llegan
a hacer pensar que por ser parte de un colectivo o profesión al que se ha atribuido
unas características determinadas una persona va a tener un comportamiento concreto
(sea este bueno o malo).
Es habitual que la mera deducción pueda desencadenar juicios, argumentos y
creencias que no se ajustan a la realidad. Por ejemplo, podemos pensar que el agua
hidrata, luego dado que el mar está hecho de agua, el agua de mar nos va a hidratar
(cuando en realidad nos produciría deshidratación).
Otro ejemplo de razonamiento deductivo es el siguiente: “Todos los perros tienen
cuatro patas / Bobby es un perro / Bobby tiene cuatro patas”. Como se puede apreciar,
la conclusión (“Bobby tiene cuatro patas”) deriva directamente de la premisa original,
que es universal (“Todos los perros tienen cuatro patas”).
Es importante tener en cuenta que el razonamiento deductivo puede ser válido en su
forma, pero derivar en una conclusión falsa al partir de una premisa que no es
verdadera: “Las mujeres son siempre rubias / Oprah Winfrey es mujer / Oprah Winfrey
es rubia”. En este caso, la deducción es lógica, pero la premisa original es falsa, lo que
lleva a una conclusión también falsa.
Como se puede apreciar en todos los ejemplos, el razonamiento deductivo no siempre
nos lleva a una conclusión verdadera; del mismo modo, no siempre nos ofrece
información detallada o precisa, a pesar de partir de lo general para llegar a lo
particular.
Razonamiento inductivo

El razonamiento inductivo es aquel proceso de pensamiento en el cual se parte de la


información particular para llegar a una conclusión general. Se trataría del proceso
inverso al de la deducción: observamos un caso particular tras otro para a través de la
experiencia poder determinar una conclusión más generalizada.
Un razonamiento inductivo, por lo tanto, consiste en considerar varias experiencias
individuales para extraer de ellas un principio más amplio y general. Es importante
tener en cuenta que, pese a que se parta de premisas verdaderas, la conclusión puede
resultar falsa. Que un razonamiento inductivo derive en una conclusión verdadera es
apenas una probabilidad, cuyo grado varía de acuerdo con el número de premisas que
se consideren y a las características de éstas.
Un ejemplo de razonamiento inductivo es el siguiente: “Lionel Messi es argentino y
juega al fútbol / Sergio Agüero es argentino y juega al fútbol / Gonzalo Higuain es
argentino y juega al fútbol / Todos los argentinos juegan al fútbol”. Como se puede
apreciar, el razonamiento inductivo es válido, pero su conclusión es falsa (no todos los
argentinos juegan al fútbol).
En otros casos, el razonamiento inductivo puede derivar en una conclusión verdadera:
“Laura se arrojó al mar y salió mojada del agua / Carlos se arrojó al mar y salió mojado
del agua / Marcela se arrojó al mar y salió mojada del agua / Todas las personas que
se arrojan al mar salen mojadas del agua”.
El razonamiento inductivo puede ser incompleto (es decir solo se incluyen una serie de
casos concretos y no otros para establecer las conclusiones) o completo (incluyendo
todos los casos particulares observados).
También se suele vincular a la atribución de causas para los fenómenos que
percibimos. Sin embargo, al igual que con la deducción resulta sencillo llegar a
establecer conclusiones falsas, centrándonos sólo en lo que hemos visto o vivido. Por
ejemplo, el hecho de que cada vez que veamos un cisne este sea blanco nos puede
llegar a hacer pensar que todos los cisnes son blancos, a pesar de que también existen
de color negro.
Suele ser un método mucho más empleado de lo que parece a la hora de tomar
decisiones en nuestro día a día, siendo generalmente lo que utilizamos para predecir
las futuribles consecuencias de nuestros actos o lo que puede llegar a suceder.
Razonamiento hipotético-deductivo
Este tipo de razonamiento o pensamiento es la base del conocimiento científico, siendo
uno de los que más se ciñe a la realidad y a la comprobación de las premisas que se
establecen en base a la observación.
Se parte de la observación de la realidad de una serie de casos particulares para
generar una hipótesis, de la cual a su vez se deducirán posibles consecuencias o
interpretaciones de lo observado. Estas, a su vez, deberán ser falsables y contrastarse
empíricamente para comprobar su veracidad.

De acuerdo con este tipo de razonamiento, la lógica de la investigación científica se


basa en la formulación de una ley universal y en el establecimiento de condiciones
iniciales relevantes que constituyen la premisa básica para la construcción de teorías.
Dicha ley universal se deriva de especulaciones o conjeturas más que de
consideraciones inductivistas. Así las cosas, la ley universal puede corresponder a una
proposición como la siguiente: Si “X sucede, Y sucede” o en forma estocástica: “X
sucede si Y sucede con probabilidad P.”

El principio fundamental del razonamiento hipotético-deductivo es el establecimiento


de hipótesis, por lo que es preciso preguntarse de donde provienen dichas hipótesis.
Para Popper, estas no pueden derivarse a través del inductivismo, ya que esto
supondría un sesgo subjetivo en la elección de las observaciones, por lo que
considera que estas se generan en el entendimiento del hombre –el tercer mundo
popperiano-, el cual es anterior a la experiencia.
El razonamiento hipotético deductivo permite al investigador hacer de su actividad una
práctica científica. Este consta varios pasos esenciales: observación del fenómeno a
estudiar, creación de una hipótesis para explicar dicho fenómeno, deducción de
consecuencias o proposiciones más elementales que la propia hipótesis, y verificación
o comprobación de la verdad de los enunciados deducidos comparándolos con la
experiencia.
Este razonamiento obliga al investigador o científico a combinar la reflexión racional o
momento racional (la formación de hipótesis y la deducción) con la observación de la
realidad o momento empírico (la observación y la verificación). Tradicionalmente, a
partir de las ideas de Francis Bacon se consideró que la ciencia partía de la
observación de hechos y que de esa observación repetida de fenómenos comparables,
se extraían por inducción las leyes generales que gobiernan esos fenómenos. En él se
plantea una hipótesis que se puede analizar deductiva o inductivamente.
Fases de Razonamiento Hipotético-Deductivo
1. Observación: 
El investigador observa un hecho sobre el que desea encontrar una explicación o
elaborar una ley.
2. Construcción de hipótesis:
Tras hacer la observación de un hecho o de una regularidad el investigador busca
una explicación si no existe ninguna en el corpus aceptado de la ciencia, así
construye una hipótesis. El investigador construye una teoría o ley que explique los
hechos observados, para la construcción de esta hipótesis debe tener en cuenta
numerosas limitaciones que trataremos más adelante.
3. Deducción de las consecuencias de la hipótesis:  
El investigador una vez elaborada una hipótesis explicativa debe de sacar las
consecuencias empíricas y teóricas de esta hipótesis. En otras palabras debe
preguntarse ¿si mi hipótesis fuera cierta qué ocurriría?
4. Contrastación empírica de las consecuencias deducidas
En este paso el investigador vuelve a la experiencia para analizar si sus
predicciones sobre lo que debe ocurrir, según su teoría, son ciertas o no.

5. Conclusiones de la contrastación:
Simplificando podemos decir que esencialmente hay dos posibilidades tras la
contrastación empírica: que la experiencia concuerde con las predicciones de la
hipótesis o que no concuerde. Si los datos empíricos están en acuerdo con las
predicciones de la hipótesis esta queda momentáneamente corroborada no
obstante, el científico no debe quedarse ahí sino que debe intentar realizar nuevos
experimentos para volver a corroborar su hipótesis o, llegado el caso, refutarla. Que
una hipótesis haya sido corroborada por un número N de experiencias no significa
que sea verdadera sino solo que hasta ese momento no ha sido refutada; la verdad
científica es una verdad en construcción y no absoluta. Como pasaba con la
inducción no sabemos si experiencias futuras (N+1) mostrarán a la hipótesis como
falsa. Este carácter abierto de la verdad científica es, según muchos autores, un
rasgo esencial que muestra a la ciencia como una disciplina tolerante y en continua
construcción.
El filósofo analítico ingles B. Russell puso un ejemplo, que se hizo famoso, para
mostrar lo erróneo de suponer que las hipótesis científicas tienen un valor de verdad
absoluto, es el llamado caso del “pollo de Russell”: Un pollo observa que el granjero
va cada día a darle de comer, y construye una hipótesis según la cual esta conducta
es una ley universal que se repetirá indefectiblemente. Podríamos decir que el pollo
ha “extrapolado” sus observaciones en una teoría, y que cada comida la justifica un
poco más. Un buen día, sin embargo, aparece el granjero y, en vez de darle de
comer, le retuerce el pescuezo al pollo. Millones de pollos probablemente hayan
construido una hipótesis como esta y se han visto igualmente defraudados. ¿Están
equivocados los pollos? Si es así ¿en qué?

La segunda posibilidad es que la hipótesis no concuerde con la experiencia en este


caso podemos decir que existen, a su vez, otras dos posibilidades: que la hipótesis
sea abandonada o que la hipótesis sea reconstruida con la ayuda de una
explicación “ad hoc”. Veamos en primer lugar qué ocurre cuando una predicción de
una hipótesis está en contradicción con la experiencia y esa hipótesis, por lo tanto,
es abandonada. Nos encontramos, en este caso, con el hecho de que mientras que
una teoría científica solo puede ser verificada (dada como indiscutiblemente
verdadera) con un número infinito de experiencias basta solo una experiencia
contradictoria para que la teoría se muestre como falsa
.
Esta percepción del progreso científico fue bautizada por el filósofo K. Popper
como falsación. El filósofo austriaco consideraba que lo propio del método científico
era, efectivamente, no el ser verificable sino el ser falsable por la experiencia, las
teorías más resistentes a las contrastaciones empíricas serían las adoptados por los
científico y las que no resistieran esa contrastación deberían ser abandonadas. El
criterio de demarcación, entre lo que es ciencia y lo que no lo es, es que la ciencia
puede falsarse empíricamente y lo que no es ciencia no. Esta idea no implica que lo
no científico sea falso o inútil (téngase en cuenta que dentro de lo no científico
entran disciplinas como la política, la poesía, la religión etc.) sino simplemente que
son conocimientos o percepciones de la realidad ajenos a la contrastación científica
y por lo tanto ajenos a la racionalidad científica.

Un científico cree que una persona sufre una enfermedad desconocida por la
exposición a un virus indeterminado; otra persona creyente piensa que esa misma
persona sufre la enfermedad por un castigo divino. Mientras que el científico puede
falsar su teoría (si en un análisis de sangre no hay rastro de virus su hipótesis sería
falsa) la persona religiosa nunca vería falsada su teoría ya que sería necesario para
ello una declaración de Dios diciendo que no ha castigado a la persona enferma
esto es, a todas luces, no contrastable empíricamente.

Sin embargo, en contra de lo que defendía Popper, puede suceder que una
hipótesis sea refutada por la experiencia y que sin embargo los científicos no la
abandonen. Las motivaciones pueden ser varias y no podemos analizarlas todas
pero las más usual es que, cuando una hipótesis ha sido corroborada por un
número elevado de experiencias y solamente falsada por una o muy pocas
experiencias los investigadores tienden a despreciar esas experiencias
contradictorias o a formular una hipótesis explicativa “ad hoc”.

Hipótesis “ad hoc” significa literalmente hipótesis “para esto”. En el contexto de la


filosofía de la ciencia significa una hipótesis que sirve para justificar datos empíricos
que no están de acuerdo con la teoría que mantenemos. En otras palabras es una
hipótesis auxiliar que nos permite seguir usando la hipótesis principal a pesar de
que los datos de la experiencia nos la muestran como falsa. Popper considera que
el uso de hipótesis “ad hoc” en ciencia debe ser nulo o mínimo.

Ejemplo 1:
Detectar un problema: los astrónomos Adams y Levernier descubrieron en el siglo
pasado que el planeta Urano no seguía la órbita prevista por las leyes de Newton.
Formulación de una hipótesis: supusieron que se explicaría porque habría otro
planeta en una órbita más exterior que con su atracción produjera tales irregularidades.
Deducción de consecuencias observables: si existiera tal planeta debía tener tal
masa y de día encontrase en tal punto en el cielo y por tanto con un telescopio se
debería observar.
Experimento: el astrónomo Galle que disponía de un telescopio potente halló
efectivamente el planeta supuesto al que llamaron Neptuno, la hipótesis resulto
confirmada por la experiencia.
Ejemplo 2:
1. Problema: ¿De qué color son los cisnes?
2. Teoría: Los cisnes son blancos
3. Consecuencia: Todos los cisnes que sean observados han de ser blancos
4. Experimento: Se observa una cantidad significativa de cisnes (por ejemplo: 4000
cisnes)
4.1 Resultado positivo: Parece, en efecto que todos los cisnes son blancos. Habrá,
sin embargo que observar más cisnes, por ejemplo en Australia
4.2 Resultado negativo: Uno de los cisnes observados es negro (un cisne
australiano). Se rechaza (1) y se propone una nueva teoría: “Los cisnes son o blancos
o negros”. También se puede reformular la teoría: “Todos los cisnes son blancos
excepto los australianos”
Razonamiento Transductivo
Este tipo de razonamiento se basa en la de combinar diferentes informaciones
separadas entre sí para establecer un argumento, creencia, teoría o conclusión. En
realidad, se tienden a vincular informaciones específicas o particulares sin generar
ningún tipo de principio o teoría y sin llegar a buscar una comprobación.
Es considerado típico de la primera infancia, cuando aún somos incapaces de
establecer un razonamiento que vincule causas y efectos y podemos llegar a asociar
elementos que no tienen nada que ver.
Ejemplo de este tipo de razonamiento lo podemos encontrar en el tipo de reflexión que
suelen hacer los niños, que pueden llegar a pensar por ejemplo que está nevando
porque ese día se ha portado bien.

Otros tipos de razonamiento


Estos son algunos de los tipos de razonamiento más importantes, pero existen otros
tipos en función de cómo se clasifiquen. Por ejemplo, podemos encontrar el
razonamiento lógico o el no-lógico (en función de que esta se emplee o no de tal
manera que las conclusiones sean coherentes y extraíbles a partir de las premisas), el
razonamiento válido o no válido (en función de si la conclusión es o no correcta) o
incluso el razonamiento vinculado a determinadas profesiones o ámbitos del saber,
como el médico o clínico.
Bibliografía

 Higueras, B. y Muñoz, J.J. (2012). Psicología Básica. Manual CEDE de


Preparación PIR, 08. CEDE: Madrid.
 Peirce, C.S. (1988). El hombre, un signo (El pragmatismo de Peirce). Crítica,
Barcelona: 123-141.
 Polya, G. (1953). Matemáticas y razonamiento plausible. Ed. Tecnos. Madrid.
 Locke, John. 1690. Ensayo sobre el entendimiento humano. Recuperado el 10
de Enero de http://socserv.mcmaster.ca/econ/ugcm/3ll3/locke/Essay.htm
 Pascual, J., Frías D. y García, F. (1996). Manual de psicología
experimental. España,

 CIUDADANO 014-Q. (20 de Enero de 2012). La Sangre del Leon Verde.


Obtenido de http://www.lasangredelleonverde.com/el-metodo-hipotetico-
deductivo/. Con ayuda de la fuente de la Universidad de Cantabria UC

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