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7 - 51
ISSN 0798-1171
Dinu Garber
Universidad Simón Bolívar
Caracas - Venezuela
Resumen
Abstract
The article deals with the paradox that emerges, on one hand, from the need
of foundationalism and, on the other, by its impossibility. Faced with the problem,
it suggests a reading of Wittgenstein’s On Certainty which allows a different con-
ception of foundationalism – one in which the fundament and the founded belong
1.
2.
2 La tesis se remonta a los Analíticos posteriores, donde se señala (I, 2) que el conoci-
miento de la conclusión del silogismo exige el conocimiento de las premisas, de modo
que si éstas requieren indefinidamente de otras para ser conocidas, entonces el conoci-
miento demostrativo es imposible. En consecuencia, debe haber proposiciones que co-
nozcamos, no ya por inferencia a partir de otras, sino por sí mismas.
10 Garber, D., Revista de Filosofía, Nº 57, 2007-3, pp. 7 - 51
3 Una lista minuciosa se ofrece en ALSTON, W.P.: Epistemic Justification, Cornell Uni-
versity Press, Ithaca, 1987, pp. 84-98.
4 Cfr. CARNAP, Rudolf: Der logische Aufbau der Welt, Felix Meiner Verlag, Hamburg,
1968.
5 Cfr. LEWIS, C.I.: An Analysis of Knowledge and Valuation, Open Court, La Salle,
1946.
6 En MOORE, G.E.: Philosophical Papers, George Allen & Unwin, Ltd., London, 1959.
Hay traducción al castellano en MOORE, G.E.: Defensa del sentido común y otros en-
sayos, Ediciones Orbis, Barcelona, 1983. Traducción de C. Solís.
7 Cfr. CHISHOLM, R.M.: Theory of Knowledge¸ Oxford University Press, New York,
1977, cap. 2.
8 Cfr. ALSTON, W.P.: Op. cit., cap. 11.
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de la formación de la creencia, defendida por L. Bonjour . Hay que señalar
también que la cuestión del reconocimiento de la creencia inmediatamente
justificada está estrechamente vinculada con la conveniencia, y para algu-
nos la necesidad, de imponer condiciones o ciertas “inmunidades epistemo-
lógicas” para salvaguardar del error a las creencias fundantes. Entre ellas
cabe mencionar la infalibilidad –S no puede estar equivocado respecto a
una creencia c mientras S sea normal y esté consciente–; la incorregibilidad
–es imposible que S sea refutado, o corregido, o mostrar que está equivoca-
do en relación a una creencia c–; la indubitabilidad –es imposible que S
dude de c–. Sin embargo, cualquiera de estas condiciones o restricciones,
como otras que se podrían mencionar, tienen el inconveniente de que es di-
fícil de determinar los criterios requeridos en cada caso: ¿cómo precisar,
por ejemplo, lo que es “normalidad”, o el sentido de “imposibilidad de estar
10
errado”, o “estar inmune a la duda”, por ejemplo?
En cuanto a los modos de derivación de las creencias mediatas, los
clásicos modernos como Descartes han promovido la línea dura de la infe-
rencia deductiva a partir del fundamento. Pero ya Locke, quien por lo gene-
ral acoge el punto de vista cartesiano, admite en el Libro IV del Ensayo for-
mas de derivación más débiles como la basada en la probabilidad, una ten-
dencia que se acentúa a partir de Hume. Por su parte, los fundacionalistas
contemporáneos, prácticamente sin excepción, consideran, sin que les falten
buenas razones que ofrecer, que las exigencias cartesianas son inadmisibles,
más que nada por inalcanzables, y piensan en consecuencia que no se pue-
de, ni se debe, prescindir de las inferencias inductivas y probabilísticas, o de
9 Cfr. BONJOUR, L.: The Structure of Empirical Knowledge, Harvard University Press,
Cambridge, MA, 1985. La tesis de la confiabilidad [reliabilism] no necesariamente está
vinculada con la cuestión del fundacionalismo. Ella se origina en el planteamiento de F.
P. Ramsey según el cual una proposición adquiere el status de confiabilidad y, por ende,
puede justificarse, debido a uno o varios vínculos confiables a una verdad justificada.
Cfr. RAMSEY, F.P.: “Knowledge”, en BRAITHWAITE, R.B. (ed.): The Foundations
of Mathematics and Other Essays, Harcourt Brace, New York, 1931.
10 Por esto no ha de extrañar que las críticas más contundentes al fundacionalismo se cen-
tran en la posibilidad de establecer tales condiciones. Cfr. HILL, F.: Induction and Jus-
tification, Cornell University Press, Ithaca, 1974; y LEHRER, K.: Knowledge, Oxford
University Press, New York, 1974.
12 Garber, D., Revista de Filosofía, Nº 57, 2007-3, pp. 7 - 51
3.
11 Cfr. PEIRCE, C.S.: Collected Papers, editado por A. Burks, Harvard University Press,
Cambridge, MA, 1958, v. VII, pp. 89-164. Véase también HANSON, N.R.: Patrones de
descubrimiento. Investigaciones de las bases conceptuales de la ciencia, Alianza Uni-
versidad, Madrid, 1977, pp. 182 y ss.
12 MOSER, P.: Knowledge and Evidence, Cambridge University Press, New York, 1989.
Véase las observaciones críticas en CHISHOLM, R.H.: op. cit, cap. 4.
13 Más explícitamente: sea F la descripción de un fenómeno. Del conjunto de explicacio-
nes alternativas posibles E1, E2, E3,… En capaces de dar cuenta de F, Eh se considera la
mejor explicación de acuerdo a los criterios disponibles o admisibles. Por lo tanto, es
muy probable que Eh sea la mejor de las explicaciones. Cfr. LIPTON, P.: Inference to
the Best Explanation, Routledge, London, 1991; THAGART, P.: “The Best Explana-
tion: Criterion for Theory Choice”, en Journal of Philosophy, 75 (1978), pp. 76-92.
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14 DESCARTES, R.: Discurso del método, en Oeuvres de Descartes, eds. Ch. Adam y P.
Tannery, Paris, C.N.R.S. – Vrin, 1973-78, 13 t. [de aquí en adelante AT], t. VI, p. 19.
15 AT, X, p. 362.
16 Cfr. Carta del 28 de junio de 1643. AT, III, pp. 692-693.
14 Garber, D., Revista de Filosofía, Nº 57, 2007-3, pp. 7 - 51
17 Que es, palabra más, palabra menos, lo que PLATÓN sostiene en La República,
477a - 478d.
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18 Cfr. MATES, Benson: Sceptical Essays, University of Chicago Press, Chicago, 1981,
pp. ix-x: “… el escepticismo expresado en estos ensayos va más allá de lo tradicional en
algunos aspectos… Se argumenta que las razones dadas por ambas partes de la cuestión
son igualmente buenos y no, como se sugería en la antigüedad, igualmente malos...”
16 Garber, D., Revista de Filosofía, Nº 57, 2007-3, pp. 7 - 51
4.
19 De allí que sea comprensible que John Dewey emplee la estrategia de negar que el co-
nocimiento requiere de la certeza (cfr. DEWEY, J.: The Quest for Certainty, Putnam,
New York, 1966). O, la de Moore, al admitir que se pueden tener certezas sin conocer
o poder probar el por qué de su verdad (cfr. MOORE, G.E.: “A Defence of Common
Sense”, en MOORE, G.E.: Selected Writings, edited by T. Baldwin, Routledge, Lon-
don, 1993, pp. 106-133. Versión en castellano en En defensa del sentido común y
otros ensayos, Ediciones Taurus, Madrid, 1972.
20 AT, X, p. 362. Mis cursivas.
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21 Incluso la noción misma de “progreso”, tan preciada por la modernidad, asume que no
hay término en relación a la verdad. De haberlo, sería la refutación de lo que la palabra
significa.
18 Garber, D., Revista de Filosofía, Nº 57, 2007-3, pp. 7 - 51
22 PLATÓN: Menón, 80 d-e, en Obras completas, traducción de Juan David García Bacca,
Ediciones de la Presidencia de la República y U.C.V., Caracas, 1980, T. 1.
23 Ibid., 81a.
24 Ibid., 81 c-d.
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26
último hombre . Pero también la otra alternativa se encuentra insinuada
cuando, tomando como punto de partida a Darwin y las modernas teorías
etiológicas, se esboza explícitamente la idea de que el hombre es básica-
mente un animal, cuyo comportamiento, el cognoscitivo incluido, se reduce
a un mecanismo neurofisiológico que tarde o temprano descubriremos y co-
noceremos hasta sus últimos detalles; y cuando suceda, se acabarán las ex-
travagantes elucubraciones filosóficas acerca de la naturaleza humana y sus
27
facultades.
5.
26 FUKUYAMA, Francis: The End of History and the Last Man, The Free Press, New
York, 1992. En un libro posterior atemperó notablemente su postura al respecto. El in-
fluyente sociólogo Daniel Bell sostuvo idea similares, si bien más moderadas que las de
Fukuyama (cfr. BELL, D.: El advenimiento de la sociedad post industrial, Alianza Edi-
torial, Madrid, 1976. Traducción del inglés R. García y E. Gallego).
27 Tengo en mente a autores como por ejemplo Daniel C. DENNETT (cfr. Consciousness
Explained, Little, Brown and Company, Boston, 1991; “The Origins of Selves”, en Cogi-
to, 2 (1989), pp. 163-173; “Cognitive Ethology: Hunting for Bargains or a Wild Goose
Chase?”, en MONTEFIORE, A. y NOBLE, D. (eds.): Goals, Own Goals and No Goals:
A Debate on Goal-Directed and Intentional Behaviour, Unwin Hyman, London, 1989), o
P.S. CHURCHLAND (cfr. Neurophilosophy: Toward a Unified Science of the Mind/Bra-
in, MIT Press / A Bradford Book, Cambridge, MA, 1986).
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28 Esto fue señalado, por primera vez, hasta donde sé, por Avrum STROLL (cfr. “Some
Different Ways that Things Stand Fast for Us”, en Grazer Philosophische Studien, 22
(1984), pp. 69-98; y posteriormente en “Fundamentalism and Common Sense”, en Phi-
losophical Investigations, 10/4 (1987), pp. 279-289; y Moore and Wittgenstein on Cer-
tainty, Oxford University Press, New York y Oxford, 1994). Si bien no estoy de acuer-
do con varios de sus planteamientos, es mucho lo que este trabajo le debe.
22 Garber, D., Revista de Filosofía, Nº 57, 2007-3, pp. 7 - 51
drá parecer a muchos como una especie de herejía filosófica. Sucede que es
común referirse al Wittgenstein del “giro lingüístico” como a un pensador
29
que no se preocupa ni se ocupa de cuestiones epistemológicas . La mayo-
ría de los intérpretes opina también que Wittgenstein se opone decidida-
mente al fundacionalismo, lo que me parece que es verdad sólo en parte,
puesto que una cosa es rechazar el fundacionalismo clásico, lo que sin duda
Wittgenstein hace, y otra es admitir que este rechazo involucra también la
negación del fundacionalismo en general, o asumir que no puede admitir
uno de nuevo cuño.
Tampoco aspiro a ser, debo decirlo, un intérprete fiel de Wittgenstein
o de cualquier otro filósofo. Ni siquiera sabría decir qué significa ser fiel al
pensamiento de un filósofo, más aún tratándose de Wittgenstein. Estoy con-
vencido que le molestaría profundamente que alguien se trazara como fina-
lidad serle fiel, sobre todo si esto significara repetir o glosar lo que ha di-
cho. Si nos hemos de atener al prólogo de las Investigaciones Filosóficas,
Wittgenstein pide algo muy diferente a sus lectores, a saber, que estimula-
30
dos por él pudieran tener pensamientos propios . Es esto, a mi juicio, lo
que hace que valga la pena estudiarlo. Si no se está dispuesto a pensar por
propia cuenta el esfuerzo sería estéril, toda vez que no veo qué es lo que ha-
bría realmente que aprender de él a no ser un modo de hacer filosofía, que
en verdad no se aprende si no hay una disposición para convertirlo en un
hacer propio –un hacer que exige, en último término, tratar de “tener pensa-
mientos propios”, para usar sus palabras–.
Este modo consiste en adoptar “una manera de ver”, para servirme del
31
título del libro Judith Genova . Creo que esto es lo que Wittgenstein inten-
M., MELÉNDEZ, R. (comps.): Del espejo a las herramientas. Ensayos sobre el pensa-
miento de Wittgenstein, Siglo del Hombre Editores, Bogotá, 2003, pp. 261-288.
32 IF, 144. Cursivas de Wittgenstein.
33 IF, 143. Mis cursivas.
24 Garber, D., Revista de Filosofía, Nº 57, 2007-3, pp. 7 - 51
un ver que es de una vez por todas. Que nada sea de una vez por todas exige
rechazar que haya definiciones y conocimientos últimos, lo incambiable, lo
indudable, lo definitivo en cualquiera de sus modos y acepciones: todo pue-
de ser de otro modo una vez que se admite que se puede ver de otro modo.
Y si es así, el fundacionalismo wittgensteiniano deberá de ser necesaria-
mente de otro orden a cualquiera conocido hasta ahora.
Pero, ¿por qué y para qué promoverlo? Insistiré a costa de repetirme.
La vida humana exige certezas estables y admitidas para resolver urgencias
del presente y disponer así de oportunidad y recursos para construir el futu-
ro. Pero ellas no pueden establecerse, como se ha hecho tradicionalmente, a
costa de anular lo que se supone que ha de proporcionar. De allí la necesi-
dad de concebir el fundacionalismo de otra manera. Y, de nuevo, ¿es esto
posible? Pienso que sí, porque, y adelanto la conclusión que Wittgenstein
permite vislumbrar: certeza y conocimiento no son nociones que pueden
–como lo pensaba la modernidad– subsumirse bajo el mismo género; perte-
necen a “categorías diferentes”.
6.
Sense”. En él achaca a Moore un uso incorrecto de las expresiones “yo sé”, “sé con cer-
teza”, y “tengo una evidencia concluyente”, porque el empleo que hace de ellas no se
corresponde con el uso ordinario. Cfr. STROLL, A.: Moore and Wittgenstein on Cer-
tainty, ed. cit., p. 9. Wittgenstein comparte esta opinión, pero las reflexiones acerca de la
cuestión en SC sobrepasan en mucho a las observaciones críticas de su antiguo alumno.
36 Cfr. MOORE, G.E.: “Proof of an External World”, en G.E. Moore: Selected Writings,
editado por T. Baldwin, Routledge, London, 1993, pp. 147-170. Versión en castellano
en En defensa del sentido común y otros ensayos, Ediciones Taurus, Madrid, 1972.
37 La prueba es mucho más compleja y llevaría tiempo y discusión examinarla en detalle.
En aras de la brevedad, cabe señalar que la conclusión no es, tal como la expuse, del
todo exacta, puesto que al hacerse una referencia gestual a las manos supone que se
busca establecer que las manos existen en este momento, de modo que debería rezar
“luego, en este momento existen dos manos humanas”. No obstante, con ello no se su-
pera todavía lo planteado por Kant, dado que lo que se exige demostrar es la existencia
de dos manos humanas fuera de nosotros. Es precisamente para satisfacer este requisito
por lo que Moore se esfuerza a lo largo de la mayor parte del artículo en establecer cri-
terios para distinguir entre “estar en la mente” y “estar fuera de la mente”, puesto que
considera, correctamente a mi juicio, que Kant confundió “presentarse en el espacio”
con “encontrarse en el espacio” –algo puede presentarse en el espacio, como las estre-
llas que vemos cuando nos frotamos con fuerza los ojos, sin que por ello se encuentren
en el espacio–, y determinar lo que satisface “x es material o físico”. Los criterios en
cuestión son: “x debe ser públicamente observable” y “x debe ser independiente de la
mente”. Asumido esto, aunado a las justificaciones y ejemplos que presenta y que con-
sidera adecuados y suficientes, el argumento quedaría formulado de la siguiente mane-
ra: (1) aquí hay una mano humana; (2) y aquí hay otra; (3) la existencia de toda mano
humana no depende de un determinado estado mental/subjetivo nuestro; (4) todo aque-
llo cuya existencia no depende de un estado mental/subjetivo nuestro existe fuera de no-
sotros; (5) puesto que en el caso de las manos mostradas se cumplen (3) y (4), entonces
dos manos humanas existen en este momento fuera de nosotros.
26 Garber, D., Revista de Filosofía, Nº 57, 2007-3, pp. 7 - 51
“No se trata de que Moore sabe que hay una mano allí, sino que
no lo entenderíamos si dijera: ‘claro está que podría equivocarme
acerca de esto’. Le podríamos preguntar: ‘¿Cómo sería el cometer
un error como ése?’ –por ejemplo, ¿cómo sería descubrir que fue
38
un error?”
38 SC, 32.
39 SC, 33.
40 IF, 309. Este autor sin duda compartiría el comentario de Heidegger: de que el escánda-
lo al que se refiere Kant no radica tanto en no contar con una prueba confiable de la
existencia del mundo exterior, sino “en que se esperen y se intenten sin cesar semejan-
tes pruebas” (HEIDEGGER, M.: El Ser y Tiempo, Fondo de Cultura Económica, Méxi-
co, 1962, § 43, p. 225. Traducción de J. Gaos.)
41 SC, 31.
42 SC, 625.
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Una duda, si es una duda real –normal, si cabe decirlo– debe de tener
respuesta –lo que no quiere decir que la respuesta sea definitiva o que no in-
cite, tarde o temprano, una nueva duda, y así sucesivamente–. En conse-
cuencia, no puede separarse o aislarse la duda de alguna respuesta a ella, a
lo que plantea, lo que significa que el juego de dudar y responder ha de de-
tenerse en algún momento; de lo contrario, el preguntar carecería de sentido
–¿para qué preguntar si se rechazará cualquier respuesta?–, que es lo que el
escéptico pasa por alto. Por esto la insistencia de Wittgenstein en que una
44
persona razonable no tiene ciertas dudas , o que sólo se duda en deter-
45
minadas situaciones y no constantemente . De ahí que le extrañe que
Moore, después de haber establecido en “Defensa del sentido común” que
todos tenemos un gran número de certezas respecto a las cuales no duda-
mos, aun cuando no tengamos pruebas fehacientes de ellas, haya sentido,
diez años después, la necesidad de demostrar la existencia del mundo exte-
rior, como si su admisión no fuese una de las verdades del sentido común
–incluso, podría añadirse, una que es requerida por todas las demás–. Suce-
de que nadie duda de la existencia del mundo, no obstante la opinión de
Kant y de muchos otros al respecto.
Ahora bien, ¿cómo determinar si la duda es justificable y tiene senti-
do? Lo será si se puede ejercer oportunamente; ella no es algo previo a
aquello que la genera, no es algo que se lleva a cabo por principio o porque
sí –por esto la duda metodológica no es una duda real–. La verdadera duda,
que surge por exigencias de lo que la ocasiona, lleva consigo una acción
Sería como dudar de todos los cálculos aritméticos, pero tal duda es
inaplicable porque para determinar si hay un error en el cálculo, o siquiera
sospechar de su presencia, habría que disponer de al menos uno que sea co-
50
rrecto y del que no dudemos .
La crítica de Wittgenstein a Moore abarca otro aspecto que quiero des-
tacar y que es decisivo para los fines de este trabajo. Se trata del señalamiento
de que confunde certeza con conocimiento, toda vez que aquello de lo que no
puede dudarse –de lo que tenemos certeza plena– no puede llamarse “conoci-
51
miento” . Por esto no le parece admisible que Moore afirme respecto a lo
que llama verdades del sentido común –“en el momento presente hay un
cuerpo que es el mío”; “soy un ser humano y he tenido en diversas ocasiones
después del nacimiento de mi cuerpo diversas experiencias de muchos ti-
pos…”; “muchísimos seres humanos que ahora viven, o han vivido en la tie-
52
rra conocen con certeza proposiciones como las anteriores”; etc. – que las
48 SC, 89.
49 SC, 120.
50 Cfr. SC, 303.
51 Cfr. SC, 136: “Cuando Moore dice que sabe tal o cual cosa, no hace más que enumerar
una serie de oraciones empíricas [Erfahrungssätze] que afirmamos sin una verificación
especial, oraciones que juegan un papel lógico singular [eigentümliche] en el sistema de
nuestras proposiciones empíricas [Erfahrungssätze].” Las razones por traducir de dife-
rente manera las dos veces que aparece Erfahrungssätze se debe a que entiendo que la
primera vez Sätze refieren a “oraciones” y la segunda a “proposiciones”, de allí que “las
afirmamos [a las oraciones] sin una verificación…, y juegan un papel… singular en el
sistema de nuestras proposiciones empíricas”.
52 Cfr. MOORE, G.E.: “En defensa del sentido común”, en MUGUERZA, J. (selección e
introducción): La concepción analítica de la filosofía, Alianza Universidad, Madrid,
1974, 2 t., t.1, pp. 252 y ss.
30 Garber, D., Revista de Filosofía, Nº 57, 2007-3, pp. 7 - 51
Así, cuando Moore afirma que sabe pero no sabe cómo lo sabe o por
qué lo sabe, deja en la penumbra si a lo que se refiere es a una creencia o
efectivamente a un saber. Confunde en definitivas cuentas la gramática del
conocer con la del dolor:
“El falso uso que hace Moore de la oración ‘yo sé…’ radica en
que la considera como una expresión tan poco sujeta a la duda
como ‘Tengo dolores’. Y puesto que de ‘Yo sé que esto es así’
[tal como lo usa Moore] se sigue ‘Es así’, entonces tampoco esto
66
puede ser puesto en duda.”
63 SC, 550.
64 Cfr. SC, 179: “Sería correcto decir ‘Yo creo…’, tiene una verdad subjetiva; pero ‘Yo
sé…’, no.”
65 SC, 438. Cfr. también SC, 18, 439-445; 484: “… se dice ‘Yo sé’ y se da la base de
cómo se sabe, o puede darse.”
66 SC, 178.
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cendente hasta alcanzar la certeza absoluta, de modo que habría que transi-
tar de la duda a la creencia, de ésta al conocimiento, y alcanzar a su respec-
to la certeza absoluta; el movimiento mismo –el “progreso del conocimien-
to”– consistiría en la sustitución de un estado por otro, que se constataría en
cada caso mediante la conciencia de cada uno de ellos. Así, atendiendo a los
propios estados mentales sabríamos en cuál nos encontramos y hacia dónde
deberíamos avanzar. La réplica de Wittgenstein a esta concepción interna-
lista no se deja esperar:
“Una vivencia [ein inneres Erlebnis] no puede mostrarme que sé
67
algo.”
etc.–, y una serie de reglas que los jugadores siguen, los espectadores conocen y los ár-
bitros aplican. No se puede jugar baseball mirando hacia adentro de sí; el baseball,
como el conocimiento, son –y en esto agotan su entidad– lo que hacen las personas in-
volucradas en un determinado contexto.
69 Supongamos que A y B conversan acerca del último campeonato de baseball y en un
momento dado la discusión se centra en los grandes bateadores venezolanos. A afirma
que LS es el jugador que más imparables ha bateado de por vida, pero B cree que es
más bien VD. Esto inicia el juego de la duda –y del conocimiento–, y como sucede con
todo juego éste también se ha de desarrollar –jugar– hasta obtener un desenlace según
ciertas reglas conocidas y admitidas tácita o explícitamente. En este caso particular, las
actividades consistirán, entre otras, en que A o B, o ambos, buscarán alguna corro-
boración de lo que mantienen acudiendo a bibliotecas y hemerotecas, visitando páginas
de la Internet, o consultando a especialistas en la materia, hasta convenir, ante las evi-
dencias encontradas, quién estaba en lo correcto. En SC, 311-15, Wittgenstein ejempli-
fica lo que sucede cuando no se respetan las reglas del juego duda-conocimiento –cuan-
do “no se ha aprendido el juego”–: lleva a una duda sin fin, que es la que esgrime Des-
cartes en la Primera meditación y es la del escéptico, que no hace sino alimentarse de
los argumentos de su interlocutor sin otro fin que el de impedir que el juego concluya.
No está de más recordar que es el propio Descartes quien admite, en la Sexta medita-
ción, que su duda inicial no era una duda legítima, sino meramente “metodológica”
–Wittgenstein diría “filosófica”–.
70 SC, 354.
Garber, D., Revista de Filosofía, Nº 57, 2007-3, pp. 7 - 51 35
7.
“En lugar de ‘yo sé…’, ¿no podría haber dicho Moore: ‘Es firme
para mí que…’ [‘Es steht für mich fest, dass…’]? E incluso: ‘Es
81
firme para mí y muchos otros que…’”
81 SC, 116.
82 Por otra parte, Sobre la certeza, como lo ha señalado Stroll (op. cit., pp. 142-143) está
plagado de palabras y nociones que remiten a una postura fundacionalista, y aunque se
pudiese argumentar que se trata de una redacción provisional, no por ello puede olvidar-
se que Wittgenstein es un pensador extremadamente atento y sensible a los significados
de las palabras, y que el uso reiterado de palabras como Boden (piso, suelo), Grund
(fundamento, base, fondo), Fundament (fundación, base, fundamento), fundamental
(fundamental, básico), Grundlage (base, fundamento, asiento), grundlos (sin fondo, in-
sondable), unbegründet (no fundado, sin fundamento), Grundlegung (fundación), bo-
denlos (sin piso); o modismos e imágenes como Gerüst (andamio, armazón), feststehen
(mantenerse firme, estar sólidamente asentado, estar o tener por firme), festhalten (suje-
tar firmemente, asegurarse, afirmar), que se encuentran en alrededor de 70 secciones de
la obra, no pueden achacarse meramente a la falta de cuidado o al apresuramiento al
elegir los términos.
83 Cfr. WITTGENSTEIN, L.: “Remarks on Frazer’s The Golden Bough”, en
LUCKHARDT, C.G. (ed.): Wittgenstein: Sources and Perspectives, Cornell University
Press, Ithaca, N.Y., 1978, p. 70. También las transcripciones de notas del filósofo en
MONK, R.: L. Wittgenstein. El deber de un genio, Anagrama, Barcelona, 1990, pp.
290-292. Traducción: D. Alou. La palabra “mitología” se repite con un significado
análogo en SC, 95 y 97.
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Y de nuevo:
“Pero no tengo mi imagen de mundo [Weltbild] porque me haya
cerciorado de su corrección; ni la asumo porque esté convencido
de su corrección. No: es el telón de fondo heredado contra el
87
cual distingo entre lo verdadero y lo falso.”
8.
Cabe, sin embargo, preguntarse acerca de cómo surgen las certezas; ade-
más, admitida la “separación categorial”, ¿cómo ha de entenderse, dada la hete-
rogeneidad, la relación de dependencia de lo fundado respecto al fundamento?
88
Por último, ¿qué decir acerca de la temporalidad del sistema de certezas?
84 Cfr. IF, 122: “Una fuente principal de nuestra falta de comprensión es que no vemos si-
nópticamente [übersehen] el uso de nuestras palabras. –A nuestra gramática le falta una
visión sinóptica (Übersichtlichkeit)–. … El concepto de representación sinóptica es de
fundamental significación para nosotros. Designa nuestra forma de representación, el
modo en que vemos las cosas (¿Es esto una visión de mundo [Weltanschauung]?” Cur-
sivas de Wittgenstein.
85 Cfr. IF, II, xi, p. 517.
86 SC, 162. Mis cursivas.
87 SC, 94. Mis cursivas.
88 Por supuesto que no son las únicas preguntas que pueden hacerse. Salta a la vista una
que ameritaría ser tratada por sí sola en otro trabajo: ¿no daría pie esta disparidad, con-
juntamente con el vínculo que se propone, a una nueva forma de dualismo?
40 Garber, D., Revista de Filosofía, Nº 57, 2007-3, pp. 7 - 51
93
“Desde niño aprendí a juzgar. Esto es juzgar.”
“El niño aprende a creer en muchas cosas. Esto es, aprende a actuar
de acuerdo con estas creencias. Poco a poco se constituye un siste-
ma de lo que es creído, y en ese sistema algunas cosas inamovibles
son firmes, y algunas son más o menos movibles. Lo que se mantie-
ne firme [feststeht] lo es no porque sea intrínsecamente obvio o con-
94
vincente, sino más bien está sostenido por lo yace a su alrededor.”
93 SC, 128.
94 SC, 144.
95 SC, 256.
96 WITTGENSTEIN, L.: Culture and Value, ed. G.H. von Wright, The University of Chicago
Press, Chicago, 1980. Edición bilingüe alemán-inglés. Traducción al inglés por Peter
Winch.
42 Garber, D., Revista de Filosofía, Nº 57, 2007-3, pp. 7 - 51
97 Ibid., p. 40.
98 Creo que a Apel no le falta razón cuando sostiene que el concepto de juego lingüístico
wittgensteniano sólo permite descubrir discontinuamente la continuidad de la tradición.
Cfr. APEL, K.-O.: “Wittgenstein und das Problem des Verstehens”, en Transformatio-
nen der Philosophie, Suhrkamp, Frankfurt, 1973, pp. 335-377.
99 Esto podría inferirse de SC, 65: “Cuando los juegos de lenguaje cambian, cambian los
conceptos, y con los conceptos cambian los significados de las palabras.”
Garber, D., Revista de Filosofía, Nº 57, 2007-3, pp. 7 - 51 43
100 Vamos al estadio para ver o participar en un juego porque sabemos de antemano que
será diferente al que vimos o jugamos anteriormente; y es así porque en cada oportuni-
dad se trata de una nueva ejecución o aplicación de las reglas, y son ellas interpretacio-
nes las que a la larga introducirán cambios en el modo de jugar –en las reglas–, que
afectará a la estructura misma del juego.
44 Garber, D., Revista de Filosofía, Nº 57, 2007-3, pp. 7 - 51
9.
101 La vinculación entre ambos pensadores no es extraña una vez que se constata que la tra-
dicional brecha entre las llamadas filosofía continental y anglosajona se ha ido redu-
ciendo en la medida en que ambas comenzaron a centrarse en el lenguaje como objeto
filosófico fundamental. Para no ir más lejos, es el propio Gadamer quien lo reconoce en
un artículo del año 1959 (cfr. “Sobre el círculo de la comprensión”, en GADAMER,
Hans-Georg: Verdad y método II, Sígueme, Salamanca, 2002, p. 76. Traducción de M.
Olasagasti. De aquí en adelante VM2 ). Por esto no es fácil, si es que tiene alguna utili-
dad o importancia, ubicar en alguno de los lados de la dicotomía a pensadores como
Quine, Popper, Kuhn, Rorty, Habermas, Derrida, Tugendhat, B. Williams, Apel, Ma-
cIntyre, o Ch. Taylor, para mencionar a unos pocos. Recientemente ha aparecido un li-
bro de Chris LAWN donde se estudia con detenimiento –no estoy seguro con cuánta
fortuna– la relación entre Wittgenstein y Gadamer (Wittgenstein and Gadamer.
Towards a Post-Analytic Philosophy of Language, Continuum, London, 2004).
102 GADAMER, H.-G.: Verdad y método, Ediciones Sígueme, Salamanca, 2001, p. 567.
Traducción de A. Agud Aparicio y R. de Agapito. De ahora en adelante VM.
103 Cfr. VM, pp. 18-19: “La frase ‘un ser que se comprende es lenguaje’ … no hace refe-
rencia al dominio absoluto de la comprensión sobre el ser, sino que por el contrario in-
dica que no se experimenta el ser allí donde algo puede ser producido y por lo tanto
Garber, D., Revista de Filosofía, Nº 57, 2007-3, pp. 7 - 51 45
104
tado en un lenguaje rebasa siempre aquello que se expresa” –. Desde esta
perspectiva,
“No es que la experiencia ocurra en un principio sin palabras y se
convierta secundariamente en objeto de reflexión en virtud, por
ejemplo, de la designación, subsumiéndola bajo la generalidad de
la palabra. Al contrario, es parte de la experiencia misma el bus-
car y encontrar las palabras que la expresen. Uno busca la palabra
adecuada, esto es, la palabra que realmente pertenezca a la cosa,
de manera que ésta adquiera así la palabra. Aunque mantengamos
que esto no implica una simple relación de copia, sigue siendo
verdad que la palabra pertenece a la cosa por lo menos hasta el
105
punto en que no se la asigna a posteriori como signo.”
concebido por nosotros, sino sólo allí donde meramente puede comprenderse lo que
ocurre.”
104 GADAMER, Hans-Georg: “Texto e interpretación”, en VM2, p. 323.
105 VM, p. 501.
106 Cfr. VM, p. 338; también p. 334: “Mucho antes de que nosotros nos comprendamos a
nosotros mismos en la reflexión, nos estamos comprendiendo de una manera autoevi-
dente en la familia, en la sociedad, y el estado en que vivimos. El lente de la subjetivi-
dad es un espejo deformante. La autoconciencia del individuo no es más que una chispa
en la corriente de la vida histórica. Por esto los prejuicios de un individuo son, mucho
más que sus juicios, la realidad histórica de su ser.” Cursivas de Gadamer.
107 VM, p. 360. Cursivas de Gadamer. Cfr. tambiém VM, pp. 370 y ss.; 231 y ss.
46 Garber, D., Revista de Filosofía, Nº 57, 2007-3, pp. 7 - 51
“…la misma oración puede ser tratada una vez como algo por
probar mediante la experiencia [es decir como proposición], otra
113
vez como una regla de la prueba [Regel der Prüfung]” .
10.
113 SC, 98. Entiendo en este contexto “regla de la prueba” como “certeza”. No es el único
lugar de SC donde Wittgenstein pareciera identificar “regla” con “certeza”. Por lo que
llevo dicho, pienso que se trata de una confusión que atestigua las dificultades termino-
lógicas con las que se enfrenta.
114 SC, 99.
Garber, D., Revista de Filosofía, Nº 57, 2007-3, pp. 7 - 51 49
115 No puede pasarse por alto que el relativismo histórico definido como “problema” se
origina en el siglo XIX, cuando el neo-kantismo buscó salvaguardar la naturaleza aprio-
rística de la razón ante lo que consideraba como el peligro de un conocimiento histórico
que intentaba expandir sus resultados hasta abarcar a los productos más puros del enten-
dimiento. Cfr. GRONDIN, J.: The Philosophy of Gadamer, McGill-Queen’s University
Press, Montreal, Kingston e Ithaca, N.Y., 2003, p. 112.
50 Garber, D., Revista de Filosofía, Nº 57, 2007-3, pp. 7 - 51
116 Esta es, en resumidas cuentas, quizá la más importante de las objeciones que le hace
Habermas a Gadamer.
Garber, D., Revista de Filosofía, Nº 57, 2007-3, pp. 7 - 51 51
117 Cfr. “Qué es la verdad”, en VM2, p. 58: “No puede haber un enunciado que sea del
todo verdadero.”