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Ilustración de cubierta: “Marcel Proust”. Técnica: óleo sobre tela. Esta pintura es una réplica
que realicé de la obra de Jacques-Émile Blanche. Hoy día la pintura está exhibida en el
Pequeño Teatro, dado que antes de irme para Venezuela se la obsequié a Rodrigo Saldarriaga
como gesto de agradecimiento por su amistad.
Fuentes:
Marcel Proust, A la busca del tiempo perdido, Valdemar Clásicos, tomos I, II y III, 2000 -
2005.
Ghislain de Diesbach, Marcel Proust, Anagrama, 1996.
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Índice
Introducción……………………………………………………………………………. 4
Amor………………………………………………………………………………………. 6
Vida………………………………………………………………………………………….11
Escritura…………………………………………………………………………………..14
Proust: ¿neurótico o genio?................................................................. 17
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Introducción
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convencerla de que me vendiera los tres tomos a mí, en varias y cómodas
cuotas.
Yo estaba enfermo de celos cuando leía esta obra. Yo no solamente leí a
Proust, yo lo viví, lo lloré, lo gocé, porque -como saben todos los lectores
de Proust- uno termina identificándose, o más aún, uno termina
convirtiéndose en los yoes o los ellos del narrador. En esta novela uno
descubre el inconsciente de uno mismo sin leer a Freud y sin pasar por
un diván.
Con este librito, yo no aspiro hacer un análisis académico de “A la busca
del tiempo perdido”, no soy crítico literario, ni quiero serlo. Quiero
compartir con mis amigos, algunos de los fragmentos que seleccioné de
su obra y que estremecieron mi vida cuando los descubrí. En la primera
parte, el lector encontrará tres temas que elegí: el amor, la vida y la
escritura; claro está, que no son todos los tópicos que contiene esta
novela «infinita». En la segunda parte, comparto un breve relato sobre
la vida de Proust. Con este pequeño libro quiero celebrar una lectura y
una escritura que se quedó grabada en mi cuerpo y en mi memoria. A
continuación: “Mi Marcel Proust”.
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Amor
“De todas las maneras de producción del amor, de todos los agentes de
diseminación del mal sagrado, uno de los más eficaces es ese gran soplo
de agitación que a veces pasa sobre nosotros. Entonces la suerte está
echada, el ser que en ese instante nos complace será el que amaremos.
No es ni siquiera necesario que hasta ese momento nos guste más o
incluso lo mismo que otros. Sólo es preciso que nuestra pasión por él se
vuelva exclusiva. Y esa condición se cumple cuand0 –en ese momento
que nos falta – la búsqueda de los placeres que su gracia nos prodigaba
es sustituida bruscamente en nuestro interior por una necesidad ansiosa
que tiene por objeto ese mismo ser, una necesidad absurda, que las leyes
de este mundo vuelven imposible de satisfacer y difícil de curar – la
necesidad insensata y dolorosa de poseerlo”.
“Lo que creemos que son nuestro amor y nuestros celos no es una misma
pasión continua, indivisible. Se componen de una infinidad de amores
sucesivos, de celos diferentes y que son efímeros, pero que su
multiplicidad ininterrumpida dan la impresión de continuidad, la
ilusión de unidad”.
“¡Y pensar que he echado a perder varios años de mi vida, que he querido
morirme, que he sentido mi mayor amor por una mujer que no me
gustaba, que no era mi tipo!”
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“En última instancia, la amaba, y por lo tanto no podía verla sin esa
desazón, sin ese deseo de algo más que nos priva, cuando estamos junto
al ser amado, de la sensación de amar”.
“La sujeción de la mujer calma por un momento los celos del hombre
pero también los vuelves más exigentes. Se termina obligando a la
querida a vivir como esos prisioneros que pasan el día y la noche en
celdas iluminadas para vigilarlos mejor. Y la mayoría de las veces eso
acaba en dramas”.
“Es nuestra naturaleza la que crea por sí misma nuestros amores, y casi
las mujeres que amamos, incluso sus defectos”.
“Ante los pensamientos y las acciones de una mujer amada estamos tan
desorientados como podían estarlo ante los fenómenos de la naturaleza
los primeros físicos”.
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“Las penas morales más crueles de los enamorados suelen tener por
causa la costumbre física de la mujer con la que viven”.
“El amor más exclusivo por una persona siempre es el amor a otra cosa”.
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“A menudo en el sufrimiento no se llega suficientemente lejos sólo por
falta de espíritu creativo”.
“La posesión de lo que se ama es una alegría más grande todavía que el
amor”
“Por más habilidad que tenga para disimularlos la persona que los
sienta, los celos son descubiertos enseguida por la que los inspira y que
a su vez los utiliza con astucia”.
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“El deseo, que es lo único que nos hace encontrar interés en la
existencia”.
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Vida
“En la vida de la mayoría de las mujeres, todo, hasta el dolor más grande,
termina en la prueba de un vestido”.
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palabras que no comprometen a nada, las altas tradiciones de la
hospitalidad señorial”.
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“Ciertos filósofos dicen que el mundo exterior no existe y que es en
nosotros mismos donde desarrollamos nuestra vida. Sea como fuere, el
amor, incluso en sus más humildes inicios, es un ejemplo sorprendente
de lo poco que para nosotros es la realidad”.
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Escritura
“La lectura nos enseña a realzar el valor de la vida, valor que no hemos
sabido apreciar y del que sólo nos damos cuenta de lo grande que era por
el libro”.
“El artista debe escuchar en todo momento su instinto, y esto hace que
el arte sea lo que hay de más real, la escuela más austera de la vida, y el
verdadero Juicio final”.
“La obra de arte era el único era el único medio de recobrar el Tiempo
perdido”.
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Proust: ¿neurótico o genio?
Creo que es posible afirmar que las obras de Proust esencialmente —no
únicamente— son el resultado tortuoso de un hombre, que
infatigablemente siempre esperaba, el momento donde encontraría
alguien que lo pudiese amar; la espera fue tan desoladora que para
sobrevivir se dedicó a escribir.
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encontrar alguien que lo amara. Pero, cuando encontraba el amor,
Proust, a quien le profesaba ese sentimiento anhelado, inmediatamente
le imponía un régimen tiránico. “Ansioso de ser amado, sufriendo por no
serlo nunca lo bastante, a ratos por serlo demasiado, apasionado con
bruscos arranques de rebeldía o de cólera, es un niño caprichoso y
entrañable”.
Nadie sospecha que ese chico enfermizo y bueno para nada, infatigable
observador de las tragedias y de las comedias de las extrañas relaciones,
que se dan entre la vieja aristocracia cada vez más arruinada y la
burguesía que poseía dinero y poco cultura, iba a convertirse en el
escritor que superaría a todos, en tanto que alcanzaría la inmortalidad
con sus letras.
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Pero él, aún no se imagina nada de lo que crearía en el futuro, por el
momento el 10 de junio de 1901 a un amigo le escribió: “¡Hoy cumplo
treinta años y no he hecho nada!” Lo cual era cierto. Diez años después,
a pesar de que había hecho varios artículos para la prensa, había
publicado un libro pequeño, había realizado algunas traducciones, hasta
había proyectado ya los cimientos de su futura obra y aún sentía que
tampoco había hecho nada.
Sin embargo saca su tiempo para buscar los placeres del amor, ya no en
la alta sociedad sino en los hombres jóvenes y humildes que trabajan en
oficios varios para la burguesía. En una ocasión Proust escribe a su
asesor en temas financieros, —que dicho sea de paso soportaba con gran
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paciencia a Proust, dada su irracionalidad para manejar el dinero y su
increíble facilidad para derrochar lo que tenía por herencia o por
derechos de autor— una absurda excusa por sus gastos: “Ya te dije que
tenía penas del corazón. Cuando uno no es teósofo y no busca sus amores
en la alta sociedad sino en el pueblo, o más o menos, esas penas del
corazón conllevan por lo común considerables dificultades financieras”.
Efectivamente Proust se caracterizaría por querer comprar con
exagerados y costosos obsequios el afecto de sus camareros y choferes.
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Marcel Proust, no tuvo la suerte de encontrar al final de su vida el amor
que tanto anhelaba, y hay que decirlo, en gran medida no lo llegó a
encontrar por su propia culpa. Pero esta necesidad insaciable y nunca
aplacada de querer ser amado, en Proust derivó en la composición de A
la busca del tiempo perdido, la novela más asombrosa e importante del
siglo XX. Basta deleitarse con La prisionera y La fugitiva para comprobar
que del sufrimiento causado por no tener al amor querido puede salir la
más sublime creación estética. Proust encontró su salvación en la
escritura… pero, además de salvarse con su obra, logró la inmortalidad.
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