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SER HOMBRES
U na in te rp re ta c ió n de] m ensa je
de la Biblia para n u estro m u nd o
SIERRA NUEVA
Cnráluln:
R o d o lfo C am podónico
D istribuidores exclusivos
para A m érica L atin a y España:
Prefacio
C apítulo I
SOLO UN A T E O PU E D E SER BUEN C R IS T IA N O
¿Por qué h ay ateos?
P a r a ser c re y e n te hay que abandonar los d i o s e s
El D ios que no e s t á s o lo
Poderoso pero no tira n o
T e m a s de R e fle x ió n (co m en tan d o algunas
preguntas)
M al y l i b e r t a d
C reyentes que no creen
E l D i o s c e lo s o
¿Cóm o saber?
C apítulo II
¿E X ISTE EL HOMBRE?
A p o g e o y f in del h o m b r e
Im agen de D i o s
El h o m b re : un p r o y e c t o en c a m i n o
¿Pecado?
L ibertad para recom enzar
T e m a s de R e f l e x i ó n (co m en tan d o algunas
preguntas)
Iglesia y h um anización
H um anidad y p olítica
H om bre y Cosmos
P erfección y m adurez
C apítulo III
¿HAY U N A V IDA A N T E S DE LA M UERTE?
A hora es el m o m e n t o ,
¿Pero hay r e a l m e n t e una v i d a ?
El a m o r no d e j a r á de se r
No se p u e d e h a b l a r en s i n g u l a r del a m o r
T e m a s de R e f l e x ió n (co m en tan d o algunas
preguntas)
L a s i m á g e n e s de la v i d a f u t u r a
Cielo e in f i e r n o
A m o r y conflicto.
C apítulo IV
¿HAY ALGUNA SEG U RID A D ?
Una apuesta . . .
. . . c e r t i f i c a d a p o r u n a v id a
D e s a fío y consuelo
T o d o c o m i e n z a en el p e r d ó n
T e m as de R e f l e x ió n ( c o m e n t a n d o algunas
preguntas)
S e g u r i d a d y riesgo.
"El m i s t e r i o del b i e n "
C o n s u e l o sin d e s a f í o
PREFACIO
1
el resultado de un diálogo. Y lo hacemos en la
esperanza que, a su vez, invite al lector a participar del
mismo y a prolongar y profundizar los ternas apenas
esbozados aquí.
Este carácter abierto de la presentación y de los
actos que la originaron no es puramente, formal.
Corresponde, creemos, al tema mismo. Pues hablamos
de Dios, de su propósito y de su acción, del hombre,
de la esperanza y de la fe. Sobre estos temas nadie es
autoridad: no hay eruditos o técnicos. Sólo hay
buscadores. L o único que uno puede hacer, p o r lo
tanto, es compartir con otros el resultado de su
búsqueda e invitarlos a proseguirla juntos. M ás aún,
dada la naturaleza de la f e cristiana, fundada en la
acción gratuita de Dios, el predicador cristiano no
puede presentarse como un poseedor de la verdad sino
sólo como su servidor. Lutero hubo de decir en una
ocasión que el cristiano es como un mendigo que dice
a otro mendigo: "Vamos juntos, y o sé donde nos
darán pan ". No otra cosa es lo que intentamos.
Pero esto significa también algo muy importante
para el lector. Dios, Jesucristo, la f e cristiana, no son
temas que puedan conocerse m erced a una información
adecuada, recibida pasivamente y evaluada objetiva
mente. P or cierto, es posible estudiar y conocer las
afirmaciones cristianas sin comprometerse con ellas.
Pero tal conocimiento no penetra la realidad a la que
el cristiano se refiere. E l tema de D ios sólo se lo puede
comunicar apasionadamente -como una realidad vital
que da sentido a nuestra vida- y sólo se lo puede
recibir apasionadamente (lo que no significa ciegamente
o sin reflexión), como un llamado y un desafio que
exige respuesta. En este sentido, estas charlas son una
invitación a ese encuentro apasionado, a esa lucha con
Dios, que ninguna charla puede "producir" pero que,
cuando ocurre, compromete toda la vida, no en una
mera observancia religiosa sino en el proyecto de Dios
de crear un mundo y una humanidad entera.
9
CAPITULO !
SOLO UN A TE O
PUEDE SER B U E N C R IS T IA N O
12
cantidad de cosas. No sabía porqué se sucedían el día
y\la noche, por ejemplo. Y buscó la explicación en los
dioses. Había un dios del día y la luz y otro de la
noche y las tinieblas. La lucha entre ambos explicaba
la süqesión de noches y días. Bien sabemos cuántas
historias distintas de dioses -m itologías- giran en
tomo a los fenómenos meteorológicos (tormentas,
eclipses, mareas, etc.). Pero un buen día descubrimos
que los movimientos de la tierra y del sol, la fuerza de
la gravedad o la electricidad atmosférica nos permiten
descifrar esos misterios. Y entonces Dios nos sobra. La
historia se ha repetido mil veces. Siempre quedaba
algún hueco donde Dios todavía podía servir de
explicación: la vida, la mente humana, la energía. Pero
la ciencia va ocupando lentamente todos los huecos. Y
Dios es desalojado del universo. Un Dios-explicación,
que sustituye a la ciencia, tiene poco futuro en un
universo que va siendo sometido al conocimiento
humano. Y de allí que parece no quedar otro camino
que hacerse ateo.
En este sentido, hay que ser ateo para poder ser
buen cristiano. Porque la fe cristiana rechaza esta
sustitución. En el magnífico relato poético dé la
creación con el que se abre la Biblia, Dios le da al
hombre el uso y gobierno de la creación. Utilizando
una significativa expresión de la época, Dios le da al
hombre la autoridad de “poner nombre” a las cosas, es
decir, de conocerlas, regirlas, administrarlas, conocer su
secreto y poder utilizarlas para sus propósitos. En otros
términos, Dios encomienda al hombre la actividad
científica y tecnológica. Realizar esa labor no es un
desafío a Dios, no es restarle espacio: es colaborar con
Dios cumpliendo una tarea que éste ha encomendado
al hombre. Por supuesto, hay preguntas que envuelven
toda actividad científica y tecnológica, frente a las
cuales la fe tiene algo que decir: qué función tiene la
13
ciencia, para qué se utiliza la tecnología, al servicio de
qué proyectos o fines se la coloca. Pero de ningurta
manera eso significa que Dios quede ubicado en/los
rincones todavía no explicados del universo. ese
Dios como sustituto del conocimiento humano ta/nbién
los cristianos somos ateos. 1
Otros nos dirán: “yo no creo en Dios porque creo
en el hombre”. Cuanto más importancia demos al
hombre -insistirán— tanto menos lugar le dejamos a
Dios. Se los coloca en dos platillos de la balanza: si
uno asciende, el otro baja, y viceversa. Los religiosos,
se nos dice, sacrifican el hombre a Dios. Para rescatar
el valor del hombre, por consiguiente, hay que sacrifi
car a Dios. En realidad, bien lo sabemos, las religiones
han sacrificado muchas veces los hombres a Dios,
incluso literalmente- en los sacrificios humanos cruen
tos. Dios pedía al hombre el sacrificio de seres
humanos como reconocimiento de su poder divino.
Pero no es necesario remontarse a las culturas que
practicaban sacrificios humanos. Cuántas personas pien
san aún hoy día que para honrar a Dios hay que
despojamos de nuestra humanidad, de aquellas cosas
que hacen la vida humana más rica, más placentera,
más plena, en una palabra, más humana: el amor, la
alegría, la cultura, la comunión y la amistad humanos.
Y entonces, quien valora estas cosas, se ve obligado a
elegir entre el hombre y Dios, y se queda con aquél.
Este punto de vista está a miles de kilómetros de
distancia de lo que la Biblia enseña acerca de Dios. Y
sin embargo, el mismo ha predominado en vastos
sectores del cristianismo y en muchas épocas. Esa fue
una de las grandes batallas que Jesús tuvo que librar en
su época, contra aquellos que hacían de la religión un
fin y del hombre un esclavo. Dios, por ejemplo, había
instituido un día de reposo, para que el hombre
descansara de su labor y pudiera disfrutar de la
14
contem plación del m u n d o , de la com unidad de los
suyos, de la alabanza y la co m u n ió n cotí el m ism o
Dios. Pero ese reposo h ab ía sido tra n sfo rm a d o en una
prisión! no se p od ía curar un en fe rm o , no se p odía
cam inar, ni se p od ía hacer el esfu erzo de co rtar una
espiga de trigo y com er el grano. E ra el día de D ios y
por ende un día negado al hom bre. Y Jesús responde
indignado: ustedes han p u esto las cosas patas arriba:
"El día de-reposo fu e h echo a causa del hom b re" y no
al revés. ¡Qué m ejo r m anera puede h aber de h o n rar 8
Dios en ese día que dando salud, alegría, plen itu d a la
vida del hom bre! U stedes los religiosos, dice Jesús
quieren ho n rar a Dios lim itan d o y p o n ien d o barreras a
la vida hum ana. Pero, para la verdadera fe, h o n rar a
Dios significa dar lib ertad , enriq uecer la vida, h o n ra r al
hom bre. Esa es la voluntad de Dios.
F in alm en te, algunos nos dirán: "yo no creo en
D ios porque es un in stru m en to para la ex p lo tació n y el
som etim iento del h o m b re ". N u ev am en te, hem os de
reco nocer que fre c u e n te m e n te ha sido y aún es así El
educador brasileño Paulo F reire relata los diálogos
sostenidos mas de una vez con cam pesinos pobres de
su país. La conversación giraba en to rn o a la situación
del cam pesino: su m iseria, el hecho de no poseer la
tierra que trab ajab a y a m en u d o tam p o co el p ro d u c to
de la m ism a, la im posibilidad de suplir sus necesidades
m ínim as y de progresar. F in alm en te llegaban a la
conclusión de que las cosas eran así p orque siempre lo
habían sido. U no era cam pesino p orque lo había sido
su padre, y su abuelo, y el abuelo de su abuelo U nos
nacen cam pesinos y oíros p ro pietarios: así son las
cosas. Y a la preg u n ta, ¿porqué es así? la respuesta del
cam pesino solía ser: "Así lo hizo D ios". F ijém o n o s lo
que esto quiere decir: si D ios lo hizo así, si Dios lo
quiere así, no hay que cam biar la situación. In te n ta r
cam biarla sería desobedecer la voluntad de D ios El
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argum ento ha sido repetido m as de una vez por
pro p ietario s y religiosos: "Dios ha hecho ricos y
pobres, pro p ietario s y cam pesinos, y no hay que to car
el orden creado po r D ios". Q uien se rebela contra ese
orden, lógicam ente se rebela co n tra el D ios que lo ha
creado y lo m antien e. Si D ios garantiza el estado actaaí
de ías cosas, para cam biarlo hay que rechazar a Dios.
U na vez m ás, una lectura bastante superficial de
las páginas de la Biblia -d e sg ra c ia d a m e n te bien oculta
das, m uchas veces por la m ism a iglesia- alcanzaría para
dar por tierra con ese D ios. V olverem os m ás tarde
sobre este tem a. Pero es im p o rtan te decirlo desde
ahora con toda claridad: el D ios de la B iblia de
ninguna m anera garantiza la propiedad del ex p lo tad o r
ni ha autorizado la esclavitud del som etido. Por el
co n trario , com o lo dice uno de los p ro fe ta s, quienes
sostienen ese orden de cosas "no conocen a D ios". Por
el co n trario , el go bernante que hace ju s tic ia y protege
el derecho del débil y del p o b re, ese es el que "conoce
a D ios" (Jerem ías 2 2 :1 3 -1 6 ).
C uando alguien dice, pues: "yo no creo en D ios
porque creo en la cien c ia", o "yo no creo en D ios
porque creo en el h o m b re" o "yo no creo en D ios
porque creo en la ju s tic ia " , debo responderle que yo
tam p o co creo en ese Dios. Y que solam ente quien sea
un apasionado ateo de esos dioses puede ser v erdadera
m ente cristiano. El que adora un dios que sustituye a
la ciencia, o que reb aja ai hom bre o que garantiza
situaciones de in ju sticia, ha d epositado su fe en dioses
falsos. C uanta m as fe ten g a, tan to peor. P o rq u e su fe
está dirigida a algo que no es Dios.
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¿De dónde provienen estos dioses falsos? La Biblia
repite frecu en tem en te que Sos h om bres nos inventam os
dioses, ios fabricam os. Por supuesto, es claro que
fabricam os 'im ágenes' de dioses. Un p ro fe ta , Isaías, se
burla de quienes tom an un tro zo de m adera y lo tallan
para hacerse una imagen. C on las astillas que quedan
— dice Isaías— hacen fu eg o y se p rep aran un asado. Y
la talla que han hecho con la m ism a m adera la colocan
sobre un pedestal, se inclinan ante ella y le ruegan:
"Dios m ío, sálvam e". R idiculiza así la adoración de
im ágenes. P ero, mas p ro fu n d a m e n te , se denuncia toda
esa m istificació n por la que nos fabricam os ideas de
D ios, conceptos de D ios, a la m edida de nuestras
conveniencias e intereses. In v en tam o s dioses para de
fen d er nuestros intereses, para ju s tific a r nu estra tran
quilidad culpable" fre n te al m al, para ahorrarnos el
esfu erzo de luchar por un m u n d o m ejo r, para ju s tific a r
nuestro egoísm o personal, de fam ilia, de clase o de
nación. Y después los adoram os, cuando en realidad
nos estam os adorando a n o so tro s m ism os. Por ejem p lo ,
Jesús dice que "no se puede adorar a D ios y a
M am m ón" (el dios del dinero o la riqueza). Y Pablo
dice que "la avaricia es id o la tría ", es decir, la adora
ción de un falso dios.
Es cierto que no siem pre nos dam os cuenta de lo
que estam os haciendo. A veces, porque no le dam os
carácter religioso. D ecim os que no som os religiosos,
que no nos interesa la religión, pero en la realidad
hem os hecho de alguna de estas cosas - la riqueza, el
poder, la co m o d id a d - un dios y lo sacrificam os to d o a
ellas. O, lo que en realidad es p eo r, nos llam am os
cristianos, decim os que adoram os a! v erdadero D ios,
que creem os en Jesucristo , pero en realidad, b ajo esos
nom bres ocultam os nuestros propios intereses egoístas,
de grupo o de clase. H em os m an ten id o el nom bre de
D ios, pero hem os vaciado su contenido. N o hay
17
verdadera fe si no se destruyen estos falsos dioses. Este
es el prim er problem a: para creer en D ios hay qué
descreer de los dioses que nos fabricam os, hay {.{Ib-
com enzar por ser ateos de estos dioses.
18
-y lo hace c o n s ta n te m e n te - D ios vuelve a p ro p o n erla,
la rehace y le da un nuevo fu tu ro y una nueva tarea.
El D ios verdadero no es "el que está solo". P or el
contrario, es quien invita al h om bre a 'estar con él. Es
un Dios que se ocupa de los dem ás, del m undo y del
hom bre más que de si m ism o. E sto es sum am ente
sugestivo porque hab itu a lm e n te pensam os en un D ios
que está allá, distan te, aguardando que los h om bres
piensen en él, se ocupen de él, tra te n de agradarle o
satisfacerle. El Dios de la B iblia, en cam bio, está
co n stan tem en te ocupado en el m u n d o , en su curso, en
la creación de la vida y en su p le n itu d , en la ju s tic ia y
la verdad entre los hom bres. C uando le habla al
hom bre - c o m o ocurre fre c u e n te m e n te en la B ib lia -
no es para hablar de sí m ism o sino de su p ro p ó sito y
su deseo para el m u n d o , para los hom bres. N o hay en
la Biblia discusiones de la natu raleza o del ser de Dios.
El tem a de la conversación de D ios con el hom bre es el
hom bre m ism o. Q uien no se interesa en éste, no tiene
de qué hablar con Dios. P orque D ios está to talm en te
con cen trad o en su p ro y ecto para el m u n d o , e invita a
los hom bres a pensar en este p ro y e c to , a to m arlo en
serio, a com prom eterse con él para realizarlo. E ste es el
com ienzo de la fe.
El sím bolo central de la fe cristiana, la cruz, es la
afirm ació n má? rotu n d a de esta decisión de D ios-de
estar con los hom bres. Tan en serio ha to m ad o D ios su
com prom iso con el ser h u m an o en la realización de
este p ro y ecto , que no vacila en arriesgarse a p articipar
de la vida hum ana aun en su po b reza y su frag ilid ad ,
incluso hasta la m u erte, para restau rar la sociedad con
el hom bre. El D ios de la Biblia es D ios para los otros y
no para sí m ism o. Es un D ios que su fre, que se ju e g a ,
que corre riesgos en su p ro y ec to de crear un m undo.
C uando m encionam os a Jesucristo estam os h ab lan d o de
esto, de una "apuesta" que D ios hizo a fav o r del
19
h om bre, colocándose a sí m ism o com o garante, Y dio
su vida. C on razón que se sintieron deso rien tad o s y
p erp lejo s los filó so fo s que h ab ían im aginado un dios a
su sem ejanza: una especie de filó so fo universal, ensi
m ism ado en sus propios p ensam ientos, co ntem plando
desapasionadam ente el m undo. Este Dios cristiano, "de
carne y en la carne" com o decía un pensador español,
este D ios apasionado que se deja golpear e insultar, y
cru cificar, para sellar una voluntad de tra n sfo rm a c ió n
del m u n d o , sólo éste es, en térm inos cristianos, el Dios
verdadero.
20
A q u í hay una co n cep ció n distinta del poder. Si
querem os hallar térm inos de co m p aració n , pensem os en
el poder creador del artista, que tra b a ja y vuelve a
tra b a ja r la arcilla, que com pone y recom pone y revisa.
No pensem os en el mago cuya varita m ágica toca las
cosas y se hacen solas. D ios es p o deroso com o el
artesano que no se fatig a ni se desalienta, que sigue
tra b a ja n d o con in fin ita paciencia y perseverancia, que
recom ienza cuantas veces sea necesario hasta lograr
crear lo que está deseando, su p ro y ecto . Es poderoso
porque es fie l a su obra, porque no se aburre ni se
fatiga hasta que com pleta su obra. O pensem os en el
buen gobernante: no en el tiran o que avasalla y
dom ina a su pueblo. El b uen gobernante es el que
estim ula a su pueblo, lo guía en la b úsqueda de sus
m etas, le señala el cam ino, lo h abilita para lograr
ju n to s un destino. D ios no es un gobernante que fije
arbitrariam ente el cam ino de su m undo o lo dirija
m ágicam ente desde arriba: es el soberano que guía,
estim ula, acom paña a su pueblo. C reer, en térm in o s
cristianos, significa en trar en sociedad con ese D ios
para tra b a ja r con él. Es firm ar un co n trato por el cual
nos co m prom etem os a p articip ar en su p ro y ecto para
el m undo, a hacer nuestro ese p ro y ecto . Es decisivo,
por lo ta n to , saber qué c o n trato firm am os y con quién.
No es lo m ism o hacerlo con cualquiera de los dioses
que inventam os o con el D ios que la Biblia nos
m uestra, el Dios que nos llam a a crear con él un
m undo en el que valga la pena vivir.
21
T EMA S DE REFLEXION
(comentando algunas preguntas)
Mal y libertad
22
problemas: ‘‘¿no hay nada que podamos hacer? Y la
respuesta es: “Les hemos dado el amor y el fuego.
Nada más podemos hacer”. Es decir, Dios nos ha dado
la seguridad de su presencia y de su amor, las fuerzas
para formar una comunidad humana y servirnos
mutuamente por amor. Nos ha dado la posibilidad de
transformar y recrear materialmente el mundo. El
estará con nosotros hasta que el amor y el fuego creen
una nueva humanidad. ¡Pero no nos hará a un lado!
Es un procedimiento sumamente difícil. ¿Pero
otro por el cual hacer una humanidad? Aquí hay
también una vieja cuestión filosófica relacionada con la
creación. Cuando Dios hace el mundo y al hombre no
se trata de una emanación de lo divino; no son ‘un
pedazo de Dios’. Dios crea algo que es ‘otro’ que él,
distinto, autónomo. Es, en cierto modo, una limitación
de si mismo, paralela de alguna manera a la de tener
un hijo. Aparece así una voluntad y una libertad que
no están sometidas a nuestro arbitrio, que sólo pode
mos guiar en encuentro, diálogo, persuasión. Dios quiso
un hombre que no fuera parte de sí mismo sino un
otro. Y para ello dio espacio al hombre. El mundo es
el espacio dado al hombre para ser él mismo. Dios
responderá a su llamado, participará en sus luchas,
sufrirá con él y se gozará con él. Pero no invadirá su
espacio, no lo transformará en cosa que se maneja.
Este es el centro mismo de la fe cristiana. Jesucristo no
vino a sustituir a los hombres sino a abrir el camino
para que éstos pudieran realizar su tarea humana.
Cuando decimos que Dios es todopoderoso no quere
mos decir que sustituya al hombre, que impida por
decreto la existencia del mal, sino que se reserva la
libertad de no permitir abortar definitivamente su
propósito, si no que tiene la capacidad y la paciencia
para continuar y llevar a cabo su proyecto —que es
nuestro bien— a través de todas las frustraciones y de
23
TEMAS DE REFLEXION
(comentando algunas p r e g u n ta s )
Mal y libertad
23
todos los su frim ien to s de la historia. Un. teólogo
latinoam ericano ha dicho que el Evangelio puede
traducirse en una afirm ació n : "ningún am or se pierde
sobre esta tierra". Esa es la única garantía. P or eso
D ios es todop o d ero so .
25
El D ios celoso
¿C óm o saber?
28
desconocido, sin
süi.Lra•
ss‘cíoiiemc’ v nos señala las tareas que uene
i S W N - - A > • •J”' 11“
nh^decen sean gentes sabias o sencillas, él se le
‘¿ b r tr tln T s S , t e conflictos , los sufránien.
í « ño, t e aue han de pasar en su compaña y. como
“ s S to e íS « . aprenderán en su propia expenenca
quién es él”
29
C A P I T U L O II
¿ E XI S T E EL HOMBRE?
31
y del entusiasm o de este m u n d o m oderno que tom a
con energía la vocación terrenal. N adie que haya
escuchado con atención el m ensaje b íb lico puede soñar
con un reto rn o al em beleso del más allá, a la obsesión
con lo divino o lo dem o n íaco , a la renuncia a
co m p ren d er, dom inar y tra n sfo rm a r el m undo. R en un
ciar a la vocación terrenal es renunciar a la vocación
divina.
N o es, por lo ta n to , con satisfacció n , sino con
p ro fu n d a decepción y dolor que co m p ro b am o s la
progresiva desvalorización del hom bre en nuestra
época. Las m anifestacio n es de ese d eterioro adquieren
caracteres dram áticos. ¿Qué decir cuando una gran
potencia com o EEU U , siguiendo una p o lítica en tera
m ente coherente y deliberada, no vacila en la destruc
ción de un pueblo y la aniquilación de la vida anim al y
vegetal en vastas zonas, com o ocurrió en V ietnam ? ¿Y
qué pensar de la degradación que esa acción in tro d u ce
en los m ism os que la realizan -c o m o los testim o n io s
de la guerra de V ietnam lo han m o strad o tan clara
m ente? ¿Qué valor se asigna al h om bre en sem ejantes
acciones?
¿O cóm o ju z g a r el p rogram a de in d u strialización
galopante para el cual, en la década del v ein te, el
gobierno de la U nión Soviética liquidó a m illones de
cam pesinos? ¿O las masivas m aniobras represivas que,
en uno y otro cam po, no vacilan en recluir, to rtu ra r o
asesinar m iles de inocentes con la excusa de que es la
única m anera de id en tific ar a algunos p resuntos culpa
bles?
P ero no es necesario hablar de hechos tan espec
taculares y dram áticos (aunque de ninguna m anera
ex trao rd in ario s, ya que son la experiencia com ún de
m uchísim os pueblos). Basta p reg u n tarn o s qué valor se
asigna al hom bre en n u estro sistem a de vida dom inado
'•ada vez m as por consideraciones tecnológicas y econó-
32
micas. ¿Se pregunta acaso, al lanzar un nuevo pro du cto
al m ercad o, si verdaderam ente responde a una nece
sidad hum ana, si favorecerá a quienes más necesitan o
si derrochará m ateriales o elem entos que podrían
aprovecharse m ejor para un m ayor núm ero? ¿O se
piensa sim plem ente en la ganancia que pueda redituar?
¿Es el hom bre considerado en nuestra sociedad en
térm inos de sus poten cialid ad es creadoras, o más bien
sólo com o un p ro d u cto r o consum idor?
Parecería que, ya sea por el cam ino del individua
lism o burgués capitalista o por el buro cratism o estatal
co m unista, el hom bre llega a ser una m áquina progra
m ada, m anipulada, despersonalizada hasta el punto que
incluso sus m om en tos libres, su distracción o recrea
ción le son dictados por una estru ctu ra de la que
difícilm en te pueda escapar -a u n q u e m uchas veces ni
tenga conciencia de ella. ¿Existe realm ente el hom bre
para la organización social, p o lítica, económ ica de
nuestra época?
Ni siquiera la religión escapa de este afán m anipu
lador. El hom bre llega a ser considerado una especie de
"consum idor de p ro d u cto s religiosos" (la "paz de
e sp íritu ", la "salvación", "la vida eterna" vienen a ser
anunciados y p rom o cio n ad o s com o otros tan to s pro
ductos en una sociedad de consum o). N os da la
im presión, en m uchos casos, que las iglesias están mas
interesadas en lograr un consum o masivo de sus
p ro d u cto s que en alcanzar los niveles más p ro fu n d o s de
necesidad y de posibilidad de los ho m b res y los grupos
hum anos a quienes se dirigen. A veces no parecem os
tan preocupados por que el hom bre se encuentre a si
m ism o en la fe, la esperanza y el am or del Evangelio y
llegue a ser lo que debe y puede ser en D ios, com o en
que acepte la religión com o un p ro d u cto 'sta n d a rd ',
com o una especie de baño espiritual, casi com o un
cepillado de dientes o unas gárgaras antes de irse a
33
dorm ir. ¿Existe realm ente el hom bre en m uchas de las
estereotipadas e im personales actividades religiosas que
p laneam os, o existe sim plem ente una organización y un
p ro d u cto cuyo éxito querem os asegurar?
Es significativo pensar que la era que com enzó con
la exaltación de! hom bre parece cerrarse con su
aniquilación. La pin tu ra del R en acim ien to , por ejem
plo, deja ver ese nuevo descu b rim ien to de la figura
hum ana. ¡Con qué cuidado y pasión descubre y trata
L eo n ard o , entre otros, cada detalle de esa m aravillosa
arm onía de fo rm a y m ovim iento que se le revela en el
cuerpo del hom bre y la m ujer! En n u estro s días, en
cam bio, los hom bres de Picasso son figuras divididas en
tro zo s, im posibles de arm onizar y de integrar. El p in to r
resulta aquí testigo - im placable e in so b o rn a b le - de la
destrucción del hom bre. La im agen del h om bre se
esfu m a y parece desaparecer del ho rizo n te de nuestra
hum anidad.
Im agen de Dios
34
desobediencia, de la co rrupción. Pero nunca h abrá que
olvidar que, para D ios, el hom bre es m otivo de
satisfacción y gozo.
Lo prim ero que se dice del ser h um ano es que fue
hecho "a im agen y sem ejanza de D io s", en la figura y
en la p roporción del Creador. A unque el significado de
estas palabras ha sido muy discu tid o , resulta cada vez
más claro que se señala con ellas tres dim ensiones de la
vida hum ana. La prim era es la relación única del ser
hum ano con Dios. Sólo a él se dirije Dios directam ente
y espera su respuesta. C on el hom bre ha entrado una
cosa nueva -u n ser que desde ya quedará asociado con
el creador en la preservación y tra n sfo rm ac ió n del
m undo. D ios, com o d ecíam os, ha hecho espacio para
un ser libre y responsable, para otro que puede
"escuchar" y "resp o n d e r", que tiene el don de la
"p alab ra", una palabra a la cual tam b ién se le asigna
un poder real y de creación. El "dará nom bre a todas
las bestias de la tierra ". Y D ios m ism o respetará esa
palabra y llam ará a las bestias de la tierra con los
nom bres que el hom bre le ha dado.
E stam os aquí ya con otro de los elem entos de esa
im agen: el hom bre es 'señor' de lo creado, no con la
autoridad arbitraria y despótica de un tiran o sino con
el poder creador y responsable del que puede y debe
llevar esa creación a su plenitud y fru ició n . Pero es un
poder verdadero: el tra b ajo del hom bre no es una
simple necesidad; es el m edio por el cual "som ete" el
m undo y "se sirve" de él y al hacerlo Se da un sentido
y una unidad. El m undo de Dios es el m undo del
hom bre. Y este m undo del hom bre es el m undo de
Dios.
Pero esta doble relación del hom bre con D ios y
con el m undo en cu en tra su conten id o y significado en
un tercer rasgo: Dios no crea ni quiere un ser hum ano
aislado y solo, sino una com unidad hum ana de com pa
35
ñerism o, com plem entació n y amor. P or eso, nos dicen
los relatos, creó "varón y m u je r". Y esta relación
supera un pro pósito sim plem ente biológico: se tra ta de
"una sola carne", una unidad to tal — no hay vida
v erdaderam ente humana en el individuo aislado sino en
la relación de m u tua entrega, responsabilidad, cuidado,
de la cual la pareja h u m an a es m odelo y célula inicial,
pero que se extiende a to d a relación y e stru ctu ra
social. Sea en lo eco n ó m ico , en lo p o lític o , en lo
com unal, el hom bre no es hom bre "en sí m ism o" sino
en la relación con otros, es decir: somos h om bres en y
por el amor. L a unidad h u m an a no es el individuo en
si sino la com unidad h um ana. Pero la com unidad no es
un m ero agregado im personal sino la relación responsa
ble y creadora del amor. Y esto no es accidente,
porque "Dios es am or" y por eso creó el m undo y
para eso creo al hom bre.
37
a su vez, en reacción en cadena, oíros cientos de
m illones que dependen de éstos. Y esto no ocurre
m isterio sam en te, sino que, m ed ian te el cono cim ien to
de m ecanism os económ icos y p o lítico s, podem os to m ar
conciencia del resultado p ro b ab le de nuestras acciones.
Y así, to d o ese m undo en tra en el ám bito de nuestra
responsabilidad. C uando los ex p lo tad o s braceros m eji
canos que cosechan la uva en C alifornia iniciaron su
lucha, el pueblo n o rteam erican o se vio fre n te a una
nueva decisión. Cada kilo de uva que * com p rab an o
rechazaban era un acto de solidaridad con los ex p lo ta
dos o con sus patrones. Un m asivo repudio a esa
ex p lo tació n red u jo en un 40% las ventas en los
EEU U A. El b o y c o tt h ab ía resu ltad o efectivo. P ero los
viñateros com enzaron a in u n d ar el m ercado europeo
con los excedentes. Y ahora es el co m p rad o r europeo
quien tiene que incluir en su círcu lo de responsabilidad
a esos desconocidos peones m ejican o s que libran su
lucha a diez mil kilóm etro s de distancia.
Ser hom bre es cada vez una posibilidad m ás rica y
m ás com pleja: ya no es cultivar mi parcela, cuidar de
¡ni m u je r y educar a m is h ijo s, ser buen vecino. A hora
debo asum ir responsabilidad por el m undo -sab er
cóm o se utilizan los recursos, conocer las distintas
posibilidad es de organización y p la n e a m ie n to - y p arti
cipar en las form as de organización p o lítica y econó
m ica en las cuales mis vecinos, mi fam ilia, mi com uni
dad y oirás m uchas p o d rán hum anizarse o se verán
p e rju d icad o s o destru id o s. El. ser h om bre gana en
posibilidades, el concep to de h u m anidad se enriquece
cada vez que descubrim os nuevas áreas de realización.
Eso es lo que D ios quiso en su creación: un ser que
podía ir am pliando el cam po de ejercicio de su
creatividad y de su am or hasta que abarcara el m undo
entero y quien sabe si un día tam b ién los co n fin e s d$^
universo. ¿Por qué ten er m iedo de ello, si ese es el
cam po que D ios ha ab ierto para que el h om bre llegue a
ser plenam ente hom bre?
¿Pecado?
39
m u je r, responde con enorm e rigor: el hom bre que m ira
a una m u je r con lascivia ya ha com etido adulterio.
¿Por qué? P orque en la situación concreta de su
sociedad y de su tiem po (¿y no lo es tam b ién en
buena m edida en el nuestro? ) era el hom bre quien se
aprop iaba, para su propia satisfacció n egoísta e irres
ponsable de una relación que D ios h ab ía creado para el
ejercicio generoso y responsable del amor. Eso es el
pecado. Pecado contra D ios porque su p ro p ó sito de
hu m an izació n por el am or es p ro stitu id o .
Jesús libra un áspero co m bate con los dirigentes
religiosos de su pueblo acerca de las leyes religiosas
vigentes. D ios había in stitu id o y ordenado el día de
reposo, las oraciones o las observancias religiosas, para
dar al hom bre la libertad de dirigirse a él, de ten er un
ám bito de libertad en su presencia, de saberse escucha
do y aceptado a pesar de sus debilidades, de saber
restituida su relación con Dios. Esas observancias
religiosas deb ían ser un testim o n io constante del am or
divino, el sello de que D ios no renegaba de su sociedad
con el h o m b re, un llam ado a ser responsable por el
prójim o. P ero esos dirigentes religiosos las hab ían
tra n sfo rm a d o en un in stru m en to de dom inio sobre el
p ueblo, un m edio de som eterlos por el tem o r, esgri
m iendo la ley com o un arm a para subyugar la
conciencia del pueblo, para ju s tific a rse a sí m ism os y
hacer sentir su superioridad sobre quienes, abrum ados
de obligaciones y carentes de recursos, no p o d ían
cum plir to d as esas leyes.
F in alm en te, Jesús se m u estra duro fre n te a los
ricos. N o es un asceta: le com place com er y b eber,
p articip ar de una fiesta y c o m p artir un ban q u ete. No
quiere que el hom bre se prive de d isfru ta r de to d o lo
que D ios ha creado. P ero , m ien tras el rico d isfru ta de
su b an q u ete , el pobre L ázaro tiene que contentarse con
las m igajas que caen d eb ajo de la mesa. Y aquí está el
40
pecado; Dios ten d ió la m esa de! inundo para todos sus
hijos. La ap ropiación egoísta de esa mesa por algunos
es la negación del pro p ó sito de Dios.
El pecado no es ta n to una a fre n ta a D ios en sí; es
una a fren ta a D ios en e! h o m b re, es apropiar irrespon
sablem ente - f r e n t e a otros seres hu m an o s, fre n te a
generaciones f u tu r a s - una posibilidad que D ios ha
abierto para que el hom bre sea m ás h o m b re, m is
responsable y gozoso en amor. En el fo n d o , sabemos
esto muy bien. C uando la hum anidad busca sím bolos
de lo que es verdaderam ente h u m an o , m odelos de io
que debem os alcanzar com o h o m b res, nos vamos
dando cuenta cada vez más que la disposición de
entregarse a otros por am or es la cualidad hum ana
esencial. Los sím bolos pueden ser muy distintos: entre
los jó v en es " puede surgir el nom bre de A ibert
Schw eitzer, de M artin L u th e r King o del Che -s e g ú n
sus ideologías, su am biente o círculo de influencia.
Pero la explicación suele ser la misma: vivieron para los
dem ás y estuvieron dispuestos a ju g a rse ia vida por
otros. A ún p ertu rb ad o s por el peso de la en aje n ació n
del egoísm o, de una organización social y económ ica
d estructora y deshu m an izan te, no podem os dejar de
sentir el llam ado de la verdadera h um anidad. H onram os
a quienes tratan , por el am or y el fu eg o , por el tra b ajo
y la solidaridad, de co n stru ir un m undo.
TEM AS DE R E F L E X IO N
( c o m e n ta n d o a lg u n a s p r e g u n ta s )
42
to d av ía las condiciones de abundancia y crecim iento
m aterial que hoy poseem os. L a m ayor parte de la
gente no ten ía otra posibilidad (no sólo por inju sticia
sino por lim itaciones reales) que pasar la m ayor parte
de la vida arrancándole a la tierra una subsistencia
m ín im a, apenas sobre el nivel del ham bre y la
enferm ed ad . Las otras esferas de la vida: la cu ltu ra, el
co n o cim ien to , la recreación, quedan para la m ay o ría de
la hum anidad - r e p ito , por condiciones objetivas y no
por simple o p re sió n - reducidas a algunos pequeños
intersticios. No se trata solam ente de que había ricos y
pobres - lo cual es c ie rto - sino de que toda la
hum anidad era irrem isiblem ente pobre.
En tales condiciones, la p articipación p o lítica es
decir, la posibilidad de la to talid ad de la com unidad de
participar activam ente en su propio destino queda,
con algunas excepciones de pequeñas com unidades,
fu e ra de to d a posibilidad. N o hay m edios para que la
com unidad entera se organice y fije su p ro y ecto . Tiene,
más bien, que sufrir su historia. M as de una vez la
Iglesia ayudó a esas masas a su frir la h istoria con cierta
alegría y esperanza. Les ayudó a co n fia r en que el
h o rizo n te de su vida no se cerraba sobre la po b reza y
la m iseria del presente sino que se abría a una
eternidad. Les dio una dim ensión hu m an a, aunque
quedara pro y ectad a a otra vida y hubiera de m an ifes
tarse aquí solo com o resignación. Si querem os decir
que ha sido "opio del p u e b lo ", podem os hacerlo. Pero
un m édico responsable no d escuenta el uso de una
droga cuando el su frim ie n to es inútil y hasta des
tru cto r.
N o se trata de e n ju ic iar el pasado. N u estro
problem a es otro. P o rq u e, a m edida que se abrieron
nuevas posibilidades: cuando la enferm ed ad de la
m iseria, del desvalim iento, de la im potencia d ejaron de
ser incurables para vastos sectores del m undo, la Iglesia
43
siguió adorm eciendo. Olvida su vocación hum ana y se
alquila al servicio de quienes acaparan irresponsable
m ente para sí lo que corresponde 9 to d a la fam ilia
h um ana. Hoy no hay ninguna razón objetiva para que
todo el m undo no pueda alim entarse, protegerse de la
enferm ed ad y el desam paro, acceder a una m edida de
libertad y recreación, particip ar activam ente en el
p ro y ecto de su propia vida y la de los suyos. Quienes
quieren hacernos creer que estam os condenados a la
desigualdad y la m iseria m ien ten , y lo hacen en defensa
de sus propios privilegios. Por más apariencia técnica y
reacional que tengan sus cálculos de desastre, no son
sino la barricada tras la cual se esconde el egoísm o de
clase o de raza. C uando esto ocurre, el cristiano, com o
responsable de anunciar y p articip ar en el p ro pósito
creador de Dios, tiene la obligación irrenunciable de
denunciar esta situación y de esforzarse para tra n sfo r
m arla. La tran sfo rm ac ió n de las condiciones hum anas,
en una sociedad com pleja com o la n u estra, es una tarea
política. D e allí que la obediencia al m an d ato del
C reador pasa hoy inelu d ib lem en te por la acción polí
tica.
Pero la Iglesia siguió viviendo en un m undo
p re-m oderno, en el m undo de! h om bre resignado que
sufre la historia. Y lo que es peor, b autiza ese
su frim ien to con el nom bre de "voluntad de D ios". Al
hacerlo, da un sello divinó a una condición inhum ana y
se hace enemiga de Dios. Los térm inos parecen
dem asiado fuertes. Pero es difícil no llegar a esta
conclusión. Toda posibilidad de enriq u ecim ien to de la
•vida hum ana es un don de Dios. Q uitárselo o im pedir
que lo d isfru te es contravenir la voluntad divina. La
Iglesia ha fallado doblem ente: no ha dado la im agen de
hom bre que co rresp o n d ía, no ha p ro y ectad o la imagen
de la Biblia sobre la realidad y por lo ta n to ha
m an ten id o la im agen del h om bre resignado a su suerte;
45
de! hom bre cuya esperanza tiene que reducirse al más
allá, porque aquí no tiéne otra posibilidad: ha sido
'opio' cuando debió tra n sfo rm arse en 'tó n ic o '. Y com o
consecuencia, ha fo rm ad o en su propio seno hom bres
incapaces de asum ir su responsabilidad h u m an a, una
m entalidad de "resign ació n ", de renuncia, la clase de
actitud que alguien ha llam ado de "huelga social".
H um anidad y política
Hombre y cosmos
47
m ensaje bíblico que al pensam iento de la E scritura. Por
supuesto, los autores bíblico s, que vivieron hace de dos
a tres mil años, no soñaban con exploraciones espacia
les. Pero tam poco divinizaron el firm am ento, y esto es
muy im p o rtan te. M ientras que pueblos vecinos m iraban
el sol, la luna, las estrellas, como seres divinos a
quienes había que h o n rar, de quienes dep en d ía su
destino (¡c u á n to s consultan hoy todavía los h orós
copos! ), la Biblia los m ira com o parte de la creación,
igual que la tierra. "Dios creo el cielo y la tierra" dice
la Biblia y repite el Credo. Cielo y tierra significan:
"to d o ", "la totalidad de lo que ex iste", el universo, el
cosm os. Es una m ism a creación. Y por lo tan to es
espacio abierto al hom bre. C uando éste lo descubre, lo
utiliza, o sim plem ente se deleita en su co n tem p lació n ,
no está invadiendo te rrito rio vedado, no está in frin
giendo los privilegios de Dios. E stá cum pliendo su
vocación hum ana. La única p regunta es si lo está
haciendo responsablem en te, si em plea verdaderam ente
el fu eg o -lo s cohetes espaciales, las sondas, los
c o n o c im ie n to s- al servicio del amor. No es m e jo r ni
peor mal utilizar la luna que mal utilizar el océano o la
plaza pública. Incluso si alguna vez aparecieran en
n uestro h o rizo n te otros seres creados, nuestra responsa
bilidad no h ab ría variado de sentido: se tra ta de la
tra n sfo rm ació n del m undo al servicio del amor. N o se
tra ta de especular hoy sobre esa posibilidad. C on ese
nuevo descubrim iento se ab riría n nuevas posibilidades
de "ser h o m b res", tal vez nuevas form as de com unión,
de solidaridad, de creatividad. Un verdadero cristiano
trataría de responder a ese nuevo don con gratuidad.
L a m edida del cosm os no está dada por un lím ite
arbitrario fijado por D ios sino por la dinám ica de la
acción hum ana que Dios ha p o sibilitado y que conti
núa posibilitando y estim ulando.
48
P e rfe c c ió n y m adures
49
que han sido colocados b a jo la esfera de nuestra
acción. El am or es una disposición y una v oluntad de
eficacia que se viven cada día inteligente y co n creta
m ente. L a búsqueda de p e rfe c ció n es, pues, el esfu erzo
por incluir la totalidad den tro de ia acción efectiva de
mi am or, en la m edida de las posibilidades que se me
abren.
50
CA P IT U L O ¡II
54
En te época de Jesús se libraba en e! ju d a is m o una
aguda polém ica acerca de ¡a resurrección de ¡os
m u erto s, que un grupo (los "saduceos") negaba y otro
(los "fa rise o s") afirm aba. Se discu tía la naturaleza de
la vida resucitada, y si ios que m o rían iban por un
lapso al "seno de A b rah am " o d irectam ente al "pa
raíso". Jesús afirm ó varias veces la realidad de la
resurrección. Pero es in teresan te que cuando cuenta
una parábola referid a a esta discusión (p ro b ab lem en te
reto m an d o una historia que ya era conocida), le da un
énfasis muy particular. U n rico, dice, b an q u etea cada
día, en tan to que un m endigo, L ázaro, recoge las
m igajas de sus banquetes. A m bos m ueren: el rico va al
lugar de to rm en to y el pobre al seno de A braham . El
rico pide que L ázaro venga ahora a aliviar su su frim ien
to, o que al m enos se le p erm ita a él volver a prevenir
a sus parientes de lo que Ses espera. La respuesta es
dura y cortante: el m o m en to decisivo ya pasó. La
eternidad estaba en ju e g o allá, cuando uno gozaba de
la vida sin cuidarse de lo que ocu rría con el otro. A llí
quedó sellado el carácter y el destino de su vida. La
m uralla que allí se co n stru y ó entre uno y otro ya no
puede derribarse. L a enseñanza es clara: "no se trata
tan to de discutir la resurrección o el destino fu tu ro . Lo
que cuenta es el contraste entre el rico y el m endigo
que ustedes toleran. F íjen se en lo que pasa en esta vida
y en este m undo. Lo otro es consecuencia de ello".
E sta es la verdadera cuestión: aquí, en esta vida, se
participa o no en la "sociedad" que Dios establece con
el hom bre para crear y tra n sfo rm a r el m undo. A quí
aceptam os o' rechazam os la invitación y el d esafío .
A quí participam os o no en el p ro y ecto de Dios. Esta
vida es lo decisivo. Me han dado una entrada para esta
vida, y no me la reciben de vuelta si no anda bien. O
para decirlo con un m ejo r símil, que Jesús em pleó, me
han dado un "talen to " para cultivar y hacer producir.
55
Si lo entierro por tem o r o por negligencia, con él he
e n terrad o mi vida. E sta vida es el tem a de la Biblia.
56
¿eran realm ente tan im portantes? ¿valían realmenteA la
pena? Si me esfu erzo por ser o bjetivo en la evaluación,
debo decir que no puedo resp o n d er con seguridad a
esas preguntas. Supongo que - t a l vez con algunas
e x c e p c io n e s- a todos nos pasa un poco lo m ism o. No
es que no haya en n u estra vida cosas significativas. Las
hay, y cuando m iram os hacia atrás no podem os m enos
que tom arlas tam bién en cuenta. H em os aprendido
algo a través de los años: hay cosas que hoy vem os con
claridad, de las que estam os convencidos. H em os
tra b a ja d o y hem os logrado algo en n u estro tra b a jo .
.Hay cosas que hicim os bien. Y que han quedado bien
hechas. A lgunas de las causas por las que hem os
luchado valían la pena y siguen siendo im p o rtan tes. Y
estam os dispuestos a seguir luch an d o por ellas. Sobre
to d o , hem os am ado y hem os sido amados. Y esto es
pro b ab lem en te lo m ás im p o rtan te. H em os ten id o pa
dres, esposa, herm an o s, h ijo s, am igos, com pañeros de
tarea, y los tenem os aún. P ero to d o esto no elim ina la
pregunta: ¿son todas estas cosas una vida? ¿Tienen
c o n tin u id ad , tienen coherencia? ¿Tienen fu tu ro ? ¿O
son sólo chispazos en una noche sin fu tu ro ni sentido?
57
esperanza pasarán. Pero el am or perdura. Las acciones
m ás heroicas, las m ás filantrópicas o las m ás resonan
tes, pueden ser nada más que e fím eras m an ifestacio n es
de una actividad sin valor ni perm anencia. Pueden ser
el sonido aislado de ira In stru m en to to cad o al azar.
Sólo el am or da p erm anencia y significado a esas
acciones. Porque sólo en el am or hay la persistencia, la
tenacidad, la entrega to ta l, la sensatez y la sensibilidad
que alcanzan un resultado perm anente. Hay una vida si
hay am or y en la m edida en que haya amor.
R epetim os las palabras del teólogo uruguayo J. L.
Segundo, que citábam os a n terio rm en te; el Evangelio
puede resum irse en una sola frase: "no hay am or
perdido en este m un d o ".
Jesús hace la m ism a afirm ació n en dos notables
pasajes. U no es el que relata que una m u je r (¡a
trad ició n la ha id en tific a d o con la M agdalena) se acerca
a Jesús y lo unge con un p erfu m e muy valioso. Los
discípulos m urm uran contra ese "d erroche". Y Jesús la
defiende: ha realizado un acto de am or (ungir a quien
va a m orir es uno de los actos de m isericordia). Y
añade una frase herm osa y solemne: "En verdad les
digo que donde quiera que se predique en to d as partes
del m undo el m ensaje de salvación, se contará tam b ién
lo que hizo esta m u je r, para que se acuerden de ella".
A un pequeño acto de am or se le da la trascendencia
m ism a del m ensaje de salivación, del Evangelio: se dice
que ese pequeño acto es de la m ism a naturaleza de la
salvación, tan p e rm a n e n te , tan eterno com o el evan
gelio mismo. D ondequiera se anuncie ei am or de D ios,
esta m u je r estará presente en su acto de amor. C on él,
aquella m u jer se ha eternizado. P orque ei am or, ¿orno
la m ism a palabra de D ios, es eterno. Con esa palabra,
un acto de am or no queda nunca sin fu tu ro .
El otro pasaje es la solem ne parábola del ju ic io del
cap ítu lo veinticinco del evangelio de M ateo , ea que ai
58
H ijo del H om bre separa las "ovejas" de los "cab rito s ,
los aceptados de los reprobos. Y el criterio de ju ic io se
anuncia en dos frases: "U stedes h i c i e r o n . . " u s te d e s
no h ic ie r o n ..." : ¿qué cosas? N u ev am en te, las obras
de am or (tal com o cualquier ju d ío las h ab ía aprendido
a distinguir desde la infan cia): dar de com er al
h am b rien to , dar de beber al sediento, vestir al désnudo,
visitar y cuidar del preso, del e x tra n je ro , de! en ferm o .
Y una vez m ás, se ju e g a aquí la relación con Jesucristo
m ism o: "En cuanto lo hicieron (p no lo h iciero n ) con
uno de estos mis herm an o s m ás p eq u eñ o s, conm igo lo
hicieron (o no lo h iciero n )". N o hay ningún acto de
am or que pierda su fu tu ro eterno. N os engañaríam os si
viéram os aquí un simple asunto de transacción com er
cial: por un seracio b rin d ad o a m pobre aquí se
consigue una recom pensa m ás allá. Se trata , en cam bio,
de la naturaleza m ism a del fu tu ro que Jesucristo
o frece. Su R eino es el triu n fo del am or solidario y
activo- to d o acto que co rresp o n d a a ese R ein o , tiene
perm anencia eterna, está hecho de la m ateria del R eino
m ism o y por lo tan to queda in clu id o en el. En el
N uevo T estam ento hay muy peca especulación acerca
de la m uerte y del m ás allá. Lo que se repite
incansablem ente es que el aW de Jesucristo es
perm anente y que la m u erte no puede d etenerlo.
Jesucristo dá, por ta n to , al am or en nuestra vida una
• dim ensión eterna. Q uien se ha id en tificad o con el, ya
ha vencido la m uerte.
U n episodio más del evangelio m erece m en ción en
este sentido. A l acercarse a una ciudad, Jesús se
encuentra con el co rtejo fú n eb re de un jo v e n , h ijo
único La m adre va llorando a su lado. Jesús se
com padece, vuelve al h ijo a la vida y "lo devuelve a su
m adre". El centro del pasaje no es sim plem ente el
poder de Jesús para restaurar la vida, sino la com pasión
de Jesús que devuelve «n fu tu ro a! am or queb ran tad o
59
de la madre. El hijo m orirá en otro m o m en to ; la m adre
tam bién. Lo que se ha m an ifestad o y certificad o aquí
es que, en C risto, el am or no ha de quedar para
siempre llorando la pérdida. Lo que se vive en am or
aquí en esta vida tiene fu tu ro aquí y en la eternidad.
N o hay otra respuesta a la pregunta acerca de la
vida más allá de la m uerte. Ella reposa sobre la mism a
realidad que esta vida. T enem os una vida más acá de la
m uerte -y no un m ero c o n ju n to de instantes y
episodios aislados y sin sig n ific a d o - po rq u e, y en la
m edida en que participam os de la realidad del amor. Y
com o ese am or no es una m era m an ifestació n hum ana,
un simple esfu erzo de nuestra v oluntad o un desborde
de nuestro sentim iento sino el m ism o sentido de la
realidad, el fu n d a m e n to de to d o lo creado, el ser
mismo de Dios, puesto que es así, la vida tiene fu tu ro
eterno. El sentido de nuestra vida antes de la m uerte y
la co n fianza en una vida después de la m uerte tienen
una sóla y única garantía: el am or de Jesucristo. No
podem os buscar otra. El am or de D ios y nuestra
aceptación activa del m ism o co n stitu y en la única
posibilidad de que haya una vida en esta serie de
episodios inconexos y de pensam ientos tan tas veces
co n trad icto rio s, de triu n fo s y de fracaso s, que haya
una vida aquí y que esa vida, en lo que tiene de
significativo, tenga fu tu ro tam b ién más allá. En él, y
solam ente en él, la vida tiene fu tu ro .
60
am or significa precisam ente la ru p tu ra de esa existencia
individual, au tónom a e in dependiente. Por lo ta n to ,
decir que el sentido de la vida, que su realidad, es el
am or, es ubicar la realidad en la com unidad h um ana,
en la' sociedad de los hom bres -ú n ic o lugar en el cual
el am or puede cobrar cuerpo y e x p re s ió n -, P ero no
necesitam os recurrir a deducciones lógicas: la Biblia es
ab u n dan tem ente clara y ex p lícita al respecto. C uando
se habla en ella del am or, no se lo hace en un co n tex to
de individuos aislados o incluso de relaciones puram en
te individuales sino en el m arco de una esperanza y
una afirm ación dom inante: el R eino de Dios. Este es el
centro de la Biblia y, p a rtic u la rm e n te , del m ensaje de
Jesús.
61
la condición de plenitud personal y co m unitaria, que
incluye los aspectos in stitucionales, co m unitarios y
personales. G ráficam en te, paz es la situación de ¡a
fam ilia que vive holgada y alegrem ente en su casa,
tra b ajan d o y reposan d o , en esta gran casa de! m undo:
esa es la visión de la Biblia. Ese es el esfu erzo en e!
que Dios está em peñado. En la ep ísto la a los E fesios se
lo indica diciendo que Dios se ha p ro p uesto "recuperar
todas las cosas y hacerlas una en Jesu cristo ", es decir,
u n ificar en clave de am or ("el m isterio revelado") la
totalidad del universo. E sta visión universal de la
recreación del m undo y del hom bre es el contenido
inescapable de toda la Biblia, del m ensaje de Jesús, de
la esperanza cristiana.
A i decir esto se levantan, sin duda, una hueste de
preguntas: ¿cómo? ¿cuándo? ¿de qué manera? ¿có
mo se relacionan en esa esperanza ¡os logros hum anos
y la acción divina? La Biblia responde a esas preguntas
en im ágenes, parábolas, sím bolos, poesía. N o hay en la
Biblia una 'g eografía' o un 'crosiogram a' del R eino de
D ios, com o no hay una g eo g rafía o un cronogram a de
la vida más allá de la m uerte. Se nos habla en un
lenguaje poético y sim bólico que nos p erm ite percibir la
calidad de vida de ese fu tu ro . Y se tra ta de un fu tu ro
de la humanidad, de las naciones, es decir, del hom bre
en sus relaciones, de la existencia colectiva y organi
zada, de la sociedad hum ana. E sto es de la esencia m ism a
del m ensaje cristiano: reducirlo a la vida personal y
privada y a la co n tinu ació n eterna áe esa vida es distor
sionar de m anera m onstruosa ese m ensaje. U na vida
privada, vivida en sí y para sí, y prolongada eternam ente
es, en realidad, el in fiern o , la co ndenación, la perdición.
Porque el am or no puede co n fo rm arse con vivir una vida
privada. El m ensaje b íblico es el de una com unidad que
se crea y se recrea en am or, en un m undo destinado a ser
"el hogar" de esa com unidad.
62
N o se nos estim ula ni se nos autoriza a especular
acerca de cóm o y cuándo ese p ro p ó sito sera consu
m ado En realidad, Jesús dice a sus discípulos que esa
especulación no es asunto suyo. P ero si esta es la
naturaleza de la esperanza cristiana, hay una conse
cuencia de vital im portancia: to d o acto, acción o
pro y ecto que, sobre este m undo y ahora, red icen
aunque sea m uy parcialm en te, ese pro p ó sito de D ios,
tiene fu tu ro perm anente. Lo que dijim os de los actos
personales de am or -e l p e rfu m e derram ado o la -
atención del h am b rien to , e tc .- hem os de decirlo de las
form as co rporadas, estru ctu rales, organizadas, del am or
Sería absurdo pensar que es un acto de am or el
m endrugo de pan colocado en la m ano del m endigo
pero que no lo es la legislación o la organización social
m ediante la cual se hace innecesaria la m endicidad. O
que m erece ser considerado un servicio a Jesucristo la
visita a un en ferm o , pero no el program a nacional de
salud que previene m illones de en ferm edades.
Si esto es así, estam os obligados a decir -u b ic a d o s
en nuestro m undo y nu estra situación particu lar de
latinoam ericanos de esta é p o c a - como parte del
evangelio, algunas cosas que p u ed en sonar extrañas.
H em os de decir que to d a lucha co n tra la opresion y la
in ju sticia tienen fu tu ro . Y por lo ta n to que es parte del
servicio h u m an o a Jesucristo la lucha contra la avaricia
capitalista o contra la d eshum anización b u ro crática
colectivista, la substitución de los m on o p o lio s y las
m ultinacionales por una eco n o m ía p u esta al servicio
del h o m b re, los esfu erzo s por preservar la creación de
la d estracció n y del d esp ilfarro de una sociedad de
consum o, los esfu erzo s por organizar p o líticam en te la
com unidad hum ana en igualdad real y no ficticia,
• donde los hom bres ten g an el m ism o valor, no en un
plano ab stracto de ciudadanos sino en las posibilidades
concretas de desarrollar sus capacidades, de disponer de
63
su tra b a jo y de su vida. Es parte del servicio a
Jesucristo la lucha por la liberación de la m u je r de su
trato com o cosa, com o un p ro d u cto m ás de nuestra
sociedad, para constituirse en integrante de la unidad
hum ana ("hom bre y m u je r los creó"). Es parte de ese
servicio la tran sfo rm a c ió n de la educación en una
ocasión de gozo y hum anización del niño: to d o eso es
lucha contra el pecado y por ende parte de la. creación
del R eino de Dios.
T am bién en este aspecto p o d ríam o s preguntarnos
si esos mil com bates de la h u m anidad por un poco de
libertad, o de ju s tic ia , o de dignidad, a v e c e s ahogados
en sangre, a veces parcialm ente triu n fa n te s, a veces
traicio n ad o s en el triu n fo m ism o, son una historia o
simples incidentes sin significado perm anente. Y la
respuesta es la m ism a. El cristiano no puede ser cínico
respecto de la historia h u m an a por la m ism a razón por
la que no puede serlo respecto de la vida personal:
p orque ha conocido el poder del am or, m an ifestad o en
Jesucristo, para rescatar, p erfecc io n ar y dar fu tu ro
eterno a cada instan te de la vida personal y a cada
m ovim iento de la vida com ún de los hom bres en que el
am or ha preservado y dado sentido a la vida. A Dios le
corresponde indicar el cóm o y el cuándo en que esa
fru ic c ió n ha de realizarse. Pero D ios nos ha invitado a
com enzar a crear el fu tu ro y nos ha pro m etid o
garantizar y certificar para la eternidad lo que cream os
en am or personal y colectivam ente en este m undo. Hay
una vida hum ana y hay una h istoria hum ana antes de
la m uerte, en este m u n d o , porque Dios es amor. Y por
eso hay tam bién una vida humana y una historia
humana más allá de la m u erte y m ás allá de este
m undo. E sta es la natu raleza y el fu n d a m e n to de la
esperanza cristiana.
64
T EMA S DE R E F L E X I O N
( C o m e n t a n d o al gunas p r eg u n ta s )
65
servicio es a la vez alegría, reposo, y la alegría es
creación, servicio, tarea. E v id en tem en te, esta es la
calidad de vida im pregnada por el amor. Y hay aquí
una dim ensión más aún: to d o esto ocurre "delante de
D ios", evidentem ente o frec id o a él com o cu lto , com o
reconocim iento. Es interesante que tan to en hebreo
com o en griego, la B iblia utiliza la palabra servicio
(tra b a jo , tarea desem peñada) para referirse al culto a
Dios. Es que realizar con gozo mi tarea es honrar a
D ios en su propósito . N uevam ente el símil que m encio
nam os reúne esas tres dim ensiones: ser yo m ism o sin
trabas en el gozo de la creatividad, entregarm e a una
tarea com ún creando una unidad con otros, h o n rar a
D ios o frecién d o le nuestro servicio y creación común:
esa es la verdadera vida.
Si esa es la verdadera vida, la creación de m an ifes
taciones, aproxim aciones de esa vida den tro de las
condiciones de lim itación de n uestro m undo y nuestra
historia es la m isión del cristiano. Eso significa tratar
de tra n sfo rm ar el tra b a jo quitándole los elem entos que
¡o hacen una carga com pulsiva, p erm itien d o en la
m ayor m edida la alegría de sentirlo propio en su
realización y en su resultado. Y sentido propio no
com o cosa egoísta privada que debo d efen d er, sino
com o realización com ún para el bien com ún. Hay aquí
percepciones para una ética del tra b a jo , de la recrea
ción, para el ám bito de la econom ía y de la p o lítica,
de la organización de la vida personal y colectiva.
N uestra visión del fu tu ro atrae el presente: en estas
im ágenes del fu tu ro se esconde un llam ado para la
tran sfo rm ació n del presente. M ás de una vez, estas
im ágenes han sido puestas al servicio de una visión
estática y negativa de la vida y el m u n d o presente. Es
tarea cristiana rescatarlas y darles la in terp re tació n
dinám ica que ellas m ism as reclam an.
Tal vez hay otra im agen que — para term in ar una
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vieja polém ica cristiana— conviene m encionar: la de
"recom pensa". Se trata de saber si podem os hablar de
la vida fu tu ra com o una "recom pensa" por el bien
p racticado en ésta. C atólicos y p ro testan tes hem os
d ebatido fu rio sam en te al respecto. Hay que reconocer
que el térm ino es utilizado en el N uevo T estam ento.
Pero tam bién hay que insistir en que la vida fu tu ra
— como todo lo que el Evangelio nos ofrece— es
gratuito y no negociable. El error surge, seguram ente,
de in terp re tar literalm en te la idea de recom pensa,
com o una especie de "crédito" que acum ulam os en los
cielos con nuestras acciones terrenales. U n crédito que
p odrem os cobrar en el m o m en to corresp o n d ien te. Tal
idea es evidentem ente absurda en una eco n o m ía del
am or tal com o la Biblia la presenta. Pero si en ten d e
m os la palabra com o una im agen, una especie de
parábola para señalar que las acciones que correspon
den a la vida nueva no quedan tru n cas, no se acaban,
sino que se p royectan al fu tu ro , entonces la idea se nos
m uestra com o coh eren te y positiva. A quello que
com enzam os a realizar en am or, aunque quede incom
p leto , tiene asegurado en D ios su p len itu d ; sus d efic ie n
cias han de ser 'co m p en sad as', su im p erfe cció n , p u rifi
cada. La recom pensa es la plenitud de So que iniciam os
en amor. Y esto no sólo no es artificial ni casual; es la
única respuesta digna del D ios de am or, a saber,
co m p letar, p erfeccio n a r, dar fu tu ro , a lo que ha sido
iniciado en la m ism a d irección en que se m ueve su
p ropósito.
Cielo e in fiern o
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'odio"? ¿Tienen tam bién el egoísm o y el odio un
f u tu r o ? " . M e parece que no deberíam os decir que el
odio o el egoísm o tienen fu tu ro , porque decir fu tu ro
significa perm anencia, significado, realidad últim a. Y lo
característico del odio y del egoísm o es negar c!
fu tu ro ; conducen a la m u erte, a ia destrucción, a!
aniquilam iento. En ese sentido no es posible hacer una
sim etría entre am bos. El am or y e! odio no son
sim étricos: uno abre la vida y por lo tan to tiene
f u tu ro ; e! otro tiene por m eta la m uerte.
Pero al hablar de la "m eta" del odio y del
egoísm o, hem os em pleado una idea muy significativa:
para el N uevo T estam en to , la persistencia o b s tin a d a A
pertinaz en rechazar el am or tiene com o consecuencia
y m eta la destrucción y la m uerte de quien lo hace'. El
que se id en tifica así con la negación de la vida, se
id en tifica a su vez con la m uerte, y por eso no tiene
fu tu ro . Es una afirm a ció n sum am ente grave: el que
hace dei egoísm o y el odio el sentido dom inante de su
vida, ya ha negado la vida y 'está en la m u erte'. El
fu tu ro confirm a y certifica esa negación. Eso es lo que
significa la perdición y el ju ic io . H ereda la m uerte que
eligió. Este es. el conten id o de la figura del infierno.
A m or y co n flicto
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m ejo r dicho, el am or se ve envuelto inevitablem ente en
las condiciones conflictivas de la vida hum ana y tiene
que tom ar partido o fija r su propia posición en esos
conflictos. La situación internacional actual, con países
ricos y pobres, opresores y oprim idos; la situación
interna de nuestras sociedades, igualm ente conflictivas,
envuelven al am or en estas tensiones. Tensiones que
m uchas veces tienden a radicalizarse. No es posible
colocarse por encim a o fu era de esas tensiones. La
pregunta es cóm o se relaciona el am or — que busca
•finalm ente la total com unión humana— con esos
conflictos. Este tem a nos co n d u ciría a una intrincada
red de cuestiones que no podem os ahora abordar. Solo
v aldría la pena m encionar dos o tres p u ntos para una
reflex ió n sobre el tem a: 1) la m eta cristiané no e s ja
"conciliación" sino la "reco n ciliació n ", es d e c ir,.a q u e
lla resolución de la ten sió n en que se ha restablecido la
ju s tic ia y los enem igos pueden encontrarse en la
condición real de herm anos, y no la aceptación
im puesta de condiciones inevitables por las cuales se
p erp etú an las causas de la enem istad. En ese sentido la
"reconciliación" de oprim idos y opresores, de poseedo
res y desposeídos requiere la tra n sfo rm ac ió n de las
condiciones de opresión. 2)_el am or, b usca, aquella
solución de las tensiones que m ejo r respete la h um ani
dad de los p ro tag o n istas, en que la dignidad de la
persona y la vida hum ana sufra el m enor d eterio ro, en
que se gesten condiciones para un fu tu ro de verdadera
com unidad. 3) al am or pro cu ra respetar la dignidad
hum ana del enem igo aun en el m ism o c o n flic to , no
atenuándolo o disim ulándolo sino to m an d o radical
m ente en serio al enem igo aun en m edio del co n flicto
(debe pensarse aquí en la radicalidad. del ju ic io , de
D ios, que es siempre un ju ic io regido por el am or).
4) el am or com prende que en to d o c o n flicto debe
haber una tra n sfo rm a ció n de todos los que p articipan
70
en él; es decir, Ja Ju stic ia de la causa por la que no;
com prom etem os no significa su a u to ju stific a ció n , uní
idealización de nuestra persona - la resolución de
c o n flicto , y por lo tan to las condiciones en que le
libro y la form a de co m b atir, deben ser un proceso de
tran sfo rm ació n de nuestra propia vida, porque la causE
por la que com batim os, si es la causa del D ios de
am or, significa siempre un llam ado al arrependim iento
la conversión y la recreación de lo que hemo:
alcanzado. 5) los c o n flicto s en los que estam os envuei
tos no son sim plem ente una lucha del bien contra e
m alT son. pese a su in ten sid ad , momentos en ur
cam ino por el cual Dios va guiándonos en la realizad o r
de su m eta. Eso no significa que no sean im p o rtan tes
Pero sí significa que no podem os co n cen trar en "une
gran batalla" la totalidad de la lucha. Es un grave erroi
el de quienes piensan que pueden desentenderse de las
pequeñas m anifestacio n es del am or - la com pasiór
personal, la consideración, incluso la gentileza y h
urbanidad para com batir la gran batalla -la tra n sfo r
m arión de todo el sistema. H ay, por supuesto, un;
je ra rq u ía de im portancia. P ero la realidad es de uno
sola pieza: la gran batalla es parte de una larg:
cam paña. Y la pequeña acción es tram a de es¿
cam paña. La decisión dram ática de la gran batalla y k
tarea cotidiana del am or son dim ensiones com plem en
tarias e inseparables de esa vida que realm ente tiene
fu tu ro . ,
F in alm en te, en este m ism o tem a de dar consisten
cia y realización concreta al am or, es necesario m encio
nar la relación indispensable entre verdadero am or y
racionalidad y organización. El am or verdadero nc
puede quedarse en in ten ció n , en voluntad abstracta:
exige concretarse. Pero para hacerlo tiene que escogei
un cam ino de realización. Este cam ino se hace más
fácil en un ám bito inm ediato y personal, cuan di
43
debem os responder a la necesidad de un am igo, de un
fam iliar o de un vecino. Pero ya vim os que no se agota
allí. C uando, entonces, el am or debe abocarse a la
necesidad hum ana en sus planos más am plios, se ve
obligado a elegir una estrategia, a buscar una com pren
sión de los pasos que deben darse, a elegir una
orientación política y económ ica, a envolverse en
form as de organización. De otra m anera, renuncia a
efectivizarse. Y en tal caso, d ifícilm en te puede llamarse
amor. Es por eso que el A ntiguo T estam ento insiste en
la ley, es decir, la o rdenación que hace posible dar
fo rm a a la preocup ació n por el hom bre y j/o r el
m undo. Para nosotro s, hoy, no se tra ta de copiar las
leyes bíblicas, que corresponden a circunstancias h istó
ricas pasadas, sino en co n trar la in ten ció n de esas leyes
y buscar las form as actuales de realización de esa
intención. R acionalidad -e s decir, la búsqueda de
co m p re n sió n - y organización son condiciones indispen
sables del ejercicio del amor.
CAPITULO ¡V
¿HAY ALGUNA S E G U R ID A D ?
Una apuesta...
74
adm ite con unas palabras extrañas e intranquilizadoras:
"Tú eres e x tra n je ro y no podrás com prender m ucho de
lo que ocurre aquí. Verás cosas extrañas. De una cosa
debes estar seguro: yo soy el j e f e y sé lo que hacem os.
C o n fía en m í". Pasa el tiem p o ; el nuevo recluta ve a su
grupo vistiendo u n ifo rm es nazis, realizando m isiones
que parecen exactam en te o puestas a su p ro p ó sito ; ve al
je f e colaborando con el enem igo. ¿Sería verdadera
m ente la resistencia a lo que se h ab ía unido? ¿No
habría sido víctim a de un m o stru o so engaño? ¿Era
este el je f e o un traidor? En m edio de las dudas, sólo
puede asirse a una palabra: "Ten co n fian za en mi y al
final verás". Es todo lo que ten em o s para nuestra fe:
un tal Jesús de N azaret que nos dice: "Ten co n fian za y
al final verás".
y
U n tal Jesús que tom ó tan en serio la h istoria del
Dios de Israel, del dios que había anunciado la ju s tic ia
y la paz, que había p ro m etid o un fu tu ro para la
hum anidad y para el m undo. . . ta n en serio que vivió de
esa prom esa toda la vida, y finalm ente por ella entregó
su vida. Desde el com ienzo ubicó su vida en térm inos de
esa prom esa. U no de los p ro feta s de ese Dios había
m irado hacia el fu tu ro la liberación de la opre
sión, la enferm edad y la pobreza. Y Jesús retom a sus
palabras y anuncia: "Porque el E sp íritu del Señor
me ha com isionado para anunciar a los cautivos
libertad, a los ciegos vista, para dar buenas noticias a
los pobres, para sanar a los afligidos, para anunciar la
llegada del tiem po de liberación". A lgunos pocos
aceptaron su m ensaje y se u nieron a él. Y otros, a lo
largo de los siglos, tam bién lo han hecho. N o hay
certificación. Jesús dice sim plem ente: "Sigúem e".
75
Es claro que no entram os a ciegas en "el ju e g o de
Jesús". Su propia vida es una g aran tía, porque es
im posible leer el relato de la vida de Jesús y no sentir
el tim bre de la au ten ticid ad , de lo que es verdadero y
real. Si alguna vez hubo verdadera h u m an id ad , un
hom bre cabal, está aquí. Su invitación no es una frase
vacía o dem agógica; está respaldada p o r cada acto y
cada palabra. Pero aún así: ¿qué nos asegura que fue
otra cosa que un genial y heroico soñador? P orque
to d a su vida es un constante com bate en e f cual su
m en saje, sus gestos, sus intenciones son peifm anente-
m ente rechazados, atacados, negados, no sólb por sus
adversarios sino incluso por sus propios seguidores. Y
finalm ente, su causa es crucificada.
En este sentido, el N uevo T estam ento es muy
realista. Si la cruz es la últim a palabra, estam os ante un
m ag n ífico ejem plo de h u m an id ad , pero nada más. N ada
respalda universal y efectiv am en te esa vida. Y sus
seguidores som os, mal que la palabra nos disguste,
"engañados y en g añ ad o res", "los más infelices de los
h om bres" (son palabras del apóstol Pablo). El sello de
la realidad de esa vida es, según el N uevo T estam ento,
la resurrección de Jesús. L a im portancia de la resurrec
ción no estriba para el N uevo T estam ento en su
carácter asom broso o m ilagroso. Si D ios es D ios, tal
cosa no es en absoluto increíble. La im portancia
radica, mas bien, en que con ese acto Dios c o n firm ó
todo lo que Jesús había sido, dicho y hecho. Es por
eso que Pablo dice que si no hay resurrección, la fe se
queda sin fu n d a m e n to .
U tilizando un lenguaje muy poco religioso p o d ría
m os decirlo así: Jesús docu m en tó de una vez para
siempre el m ensaje que nos habla de un D ios creador,
del Dios de am or que quiere elevar a la hum anidad y
colocarla en el cam ino de un m u n d o nuevo. Lo
docu m entó con su vida. Y en la resurrección, Dios
76
m ism o firm ó ei d o cu m en to . N o hay posibilidad de
c e rtificar esa firm a. Lo único que p odem os hacer es
preseatar; el d ocum en to y tra ta r de cobrarlo. Jugarnos
a que tiene fondos. E ste lenguaje com ercial y realista
coresponde al tem a. El N uevo T estam ento no vacila en
em plearlo. Pablo dice, incluso, que si la resurrección no
es real, si la firm a es" falsa, "Dios se m uestra m enti
roso". N o hay otra garantía.
D esafío y consuelo
78
relación fecunda y rica. O in quietudes por un sentido
de culpa y rem ordim ien to por que hem os Sieclio o
dejado de hacer, por culpas reales o ficticias que
arrastram os, pero que en todo caso p ertu rb an y
deterioran la vida. Un sentim iento de im potencia para
copar los problem as de todo orden nos lleva a buscar
auxilio, consuelo, co n fian za. Y así acudim os a Jesús.
80
algún plano 'espiritual' en el que estas realidades ya no
nos p e rtu rb e n (com o a m enudo lo hacen las religiones).
Jesucristo nos ¡ionsuela asegurándonos que estas cosas
no tienen fu tu ro , que el am or tiene en verdad la últim a
palabra y que el m undo de ju s tic ia y verdad que
vislum bram os es, en realidad, el fu tu ro cierto de la
h um anidad. Por eso, el v erdadero consuelo engendra
una ind estru ctib le p ro testa , una incapacidad de am ol
darse, una angustia con esperanza, una perm anente
inquietud por el otro. L a fe perm ite despreocuparse de
la propia seguridad, felicidad, p o b reza, pero no perm ite
despreocuparse de la n ecesidad, la po b reza, la seguridad
o el dolor del otro.
Es bien cierto que no es ésta siempre la actitud del
creyente o de las iglesias. Un teólogo hablaba al
respecto del "abaratam ien to de la gracia" del que los
cristianos som os culpables: hem os hecho del consuelo
del evangelio un calm ante b a ra to , que nos perm ite
d esen ten d em o s del d esafío del m ism o Evangelio. Es
por eso indispensable, com o hem os repetido, volver a
insistir en la identidad propia de Jesu cristo , del D ios de
la Biblia, que creó el m undo y llamó al hom bre para
una tarea. El perdón y el consuelo de ese Dios no son
una droga para adorm ecernos o tra n sp o rta m o s a un
m undo de fa n ta sía sino un estim ulante para volvernos
la energía, hacernos poner en pie y retom ar nuestra
vocación h um ana. P or eso, ese Dios no se c o n fo rm ó
con enviar desde su m orada una palabra sacerdotal de
consuelo, sino que descendió e hizo m orada en nuestro
m und o -e s lo que llam am os la E n c a rn a c ió n - para
librar y enseñarnos a librar en él y desd e-él, com o
h o m b res, la batalla por una nueva tierra y un h om bre
ñuevo.
C onsuelo y d esafío . Tal vez com o dos bocas de un
m ism o tú n el, lino puede en tra r por cualquiera de ellas:
si sigue m archando , hallará ía otra. El d e sa fío sin
43
consuelo es desesperación y fru stra c ió n y al final
destruye. El consuelo sin d esafío lleva a la m uerte
espiritual, a la destrucción de lo hum ano. Sólo la
esperanza que co n fía y se ejercita a la vez activam ente,
afirm ada en la certidum bre de la fidelidad divina, es la
verdadera fe. Lo ex trao rd in ario del E vangelio es que
nos invita a acercarnos a Jesucristo donde quiera que
nos encontrem os: en la eu fo ria que está dispuesta a
to m ar el m undo entre las-m anos y hacerlo de nuevo o
en la angustia que se siente incapaz de sobrevivir a las
contradicciones de la vida. En cualquier casó seremos
aceptados. Pero, inex o rab lem en te, serem os llevados a ia
experiencia de la necesidad y de la propia in suficiencia
y por lo tan to a la búsqueda de consuelo y p erdón y
seremos desafiados a la verdadera' eu fo ria del que se
siente bien porque se sabe en el cam ino de la realidad
últim a y verdadera.
TEMAS DE REFLEXION
( C o m e n ta n d o algunas preguntas)
Seguridad y riesgo
82
y centro de la vicia, hace c o n tac to con la vida como
realm ente es y por lo ta n to , ta n to antes com o después
de la m u erte, perm anece en la verdadera vida.
E sto nos obliga a re d e fin ir "seguridad" cuando la
aplicam os a la vida cristiana. P o rq u e esta seguridad no
excluye el riesgo: no "asegura" co n tra la e n fe rm e d a d ,
el do lor, la fru stra c ió n , el tem o r. En realidad, el am or
agudiza todos estos riesgos, pues no hay persona más
vulnerable que la que m ás ama. No ha h abido sobre
esta tierra nadie m ás vulnerable que Jesús. O si
querem os expresarlo p a ra d ó jic a m e n te , Dios es el más
vulnerable de los seres puesto que está abierto a cuanto
ocurre en el universo. Seguridad, pues, no es elim ina
ción de riesgos, sino la co n fia n z a de estar en relación
con lo que es la verdad, de pisar terren o firm e. C uando
Pablo pasa revista a las cosas que pueden am enazar al
hom bre: persecución, peligro, la atracción de las cosas
o la seducción de la te n ta c ió n , los poderes terren ales o
los celestiales - n o concluye que el cristiano esta
exento de esos peligros sino que "nada nos puede
apartar del am or de D ios que es en C risto Jesús..."
E ste es el contenido del co n cep to cristiano de segu
ridad. Tal vez apuntó a un m e jo r uso de las palabras
M artín L utero al distinguir entre seguridad y certid u m
bre. El cristiano tiene la segunda, pero no la prim era.
83
cristianos, o que esp ecíficam en te se declaran ateos y que
se han dedicado enteram ente a _ este program a de
tra n sfo rm ació n y hu m anización del m undo y el hom bre
p or el am or solidario. Hay quienes han dado su vida por
ello. Y hay quienes lo han hecho y lo hacen con notable
alegría, generosidad y paz espiritual. A veces no-cris-
tianos han sentido ese llam ado con m ayor claridad y han
respondido con m ayor decisión que los cristianos. Y no
pocas veces los cristianos lo hem os escuchado m ediante
el ejem plo y la dedicación de quienes no p ro fesab an o
negaban nuestra fe. /"
D ebem os, decíam os, "reconocer" que es así. El
verbo ya es sospechoso; es com o si a regañadientes,-poí-
no tener más rem edio que hacerlo, adm itim os que así
sea. Pero esa actitud no corresponde ni a la enseñanza
ni a la actitud de la Biblia. Es más bien expresión de
una especie de im perialism o cristiano, más ligado a la
defensa de los derechos y privilegios de las iglesias que
del Evangelio. U na especie de p retensión de m onopolio
del bien y ' la virtud. Para la Biblia, en cam bio, el
E sp íritu de Dios no está encerrado dentro de las
paredes de la Iglesia ni de las líneas del Credo. El
E sp íritu de Dios obra en to d o el m undo y en todos los
hom bres. D ios, com o lo expresa un autor bíblico "no
se ha dejado sin testigos". C om entando la experiencia
de quienes no tuvieron la revelación bíblica, el m ism o
Pablo señala que "tienen una ley escrita en su
conciencia" que les señala su responsabilidad, constitu
yéndose en estím ulo y ju icio . Por supuesto que no se
trata de exaltar sus virtudes, porque tan to ellos com o
nosotros fallam os en la respuesta a ese llam ado de la
ju s tic ia y el bien. Pero Dios no se ha ausentado
tam poco de sus vidas.
Es ex trañ o , por otra p aite, que cuando un no
cristiano hace o dice algo que nos parece corresponder
a la enseñanza del Evangelio, los cristianos nos senti
m os m olestos. Pareciera que nos vem os obligados a
dem ostrar que el am or, el sacrificio, la sensibilidad que
p ractican quienes no co m p arten nuestra fe fu e ra de
algún m odo ficticia. En la Biblia, en cam bio, cuando
un pagano actúa bien, es ocasión de alabar a D ios y
darle gracias, porque su E sp íritu actúa con poder en el
m u n d o , aún entre aquellos que no lo reconocen. El
bien que ocurre fu era de nuestro ám bito religioso, e
incluso m uchas veces a pesar o en contra de lo que
n o so tro s hacem os, d eb ería ser m otivo de alabanza a
D ios y de arrepentim ien to por nuestra parte. Porque
D ios dem uestra así la universalidad de su am or y la
fidelidad a su propósito.
Todo esto no significa, sin em bargo, que los
cristianos podam os callar o poner sordina a la afirm a
ción de que el sentido más p ro fu n d o de ese d e sa fío y
de ese consuelo que m uchas veces los no creyentes
perciben y obedecen, solam ente se descubre en Jesu
cristo. Porque allí se lo ve, no com o una frágil
disposición hum ana, com o un volun tario so em peño
h ero ico , com o una cualidad subjetiva que trata de
im ponerse a una re a ld a d reacia, sino com o la razón
m ás p ro fu n d a de la creación, como el verdadero
sentido de la historia y del universo, com o el secreto
últim o de la realidad. Pues se lo ve com o el ser mism o
de Dios. Y por lo ta n to , sólo en el cono cim ien to de
Jesucristo puede percibirse la h o n d u ra del d e safío y la
plenitud del consuelo. En ese sentido, no tenem os
com o cristianos ni el m o n o p o lio del co n o cim ien to ni
de la práctica. Sólo sabem os donde está la fu e n te de la
que m ana todo verdadero d esafío y to d o consuelo
eficaz, toda búsqueda de ju s tic ia y de amor. La
responsabilidad que nos co m p ete, por lo ta n to , es la de
testim o n iar de ese cono cim ien to . P ero, a la vez, la
credibilidad de ese testim o n io está indisolublem ente
ligada a nuestra fidelidad en la respuesta.
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Consuelo sin desafío
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com unidad cristiana en el Im perio R om ano en el siglo 1
ó II, ni qué significaba fo rm a r parte de. "el pueblo
m eto d ista" en In glaterra en el siglo X V III. Podem os
concordar o no con esas concreciones de m ilitancia
cristiana. Pero rep resen taro n , en to d o caso, una ubica
ción concreta del m en saje en una circunstancia h istó
rica y una práctica co m unitaria e histórica específica.
Sin ellas no hay un testim o n io eficaz. Sin ellas,
continuam os en la religiosidad com o consuelo privado
sin d esafío histórico.
L a suma de estas observaciones plan tea él proble
m a de la "conversión". En e fe cto , el n acim iento de
una com unidad de fe y p ráctica, de una m ilitancia
cristiana concreta, del seno de una cristiandad no-
esp ecífica, de religiosidad privada, reclam a una tom a
personal de conciencia y la asunción de un com pro
miso. Involucra una revisión radical de nuestra religio
sidad. En sum a, ese salto cualitativo que denom inam os
"conversión". Es por eso indispensable rescatar la
identidad propia del m ensaje b íb lico , de la persona de
Jesús. Porque sólo el anuncio de esa identidad propia e
intransferible del Dios que llam a a la tran sfo rm ació n
del m undo nos propone una obediencia radical. Y por
consiguiente, posibilita y reclam a una conversión.
U na religión de consuelo sin d esafío es, pues, una
tergiversación de la fe. Sólo se emerge de ella por una
verdadera conversión que tra n sfo rm a nu estra com pren
sión y nuestra práctica. Esa conversión ha de darse en
nuestro tiem po por un reco n o cim ien to del llam ado a
una m ilitancia histórica, a la particip ació n en la
construcción de un m undo y un hom bre nuevo. Porque
esta es la dim ensión que nuestra religiosidad subjetiva y
privada ha neutralizado. Pero sería un error id en tifica r
tal conversión con una respuesta v o lu n tarista y ética al
program a de tra n sfo rm a c ió n de la sociedad. Este
d esafío sin raíces más p ro fu n d a s de p erdón y de
consuelo es un espejism o. C on d u ce, por una p arte, a la
fru stra c ió n y el desengaño, cuando la realidad nos lleva
a reconocer la precaridad de los logros, la propia
in fid elid ad en nuestra d edicación, las d eficiencias en los
grupos y p royectos en los que estam os em barcados. En
ese caso, sólo la in co rp o ració n de nuestra m ilitancia en
el p ro y ecto universal del am or divino, p erm ite m ante
ner la integridad sin ab an d o n ar la lucha. Por otra p arte,
acecha a un d esafío p u ram en te v o lu n tarista la te n ta
ción de la arrogancia, de la au to -ju stificació n : se
c o n fu n d e la dignidad de la causa con nuestra propia
p ersona, reclam ando así para no so tro s una in falib ilid ad ,
un acatam ien to , un h o n o r que sólo la causa m ism a
m erece. Soberbia que a m enudo esconde o procura
esconder, para otros o para sí m ism o, las propias fallas.
El que ha aceptado el llam ado de C risto, no tiene ya
dignidad propia que d e fe n d e r, no tiene status que
proteger. P uede, por lo ta n to , entregarse libre y
hum ild em en te a su tare a , sin reclam ar una virtud
propia ni desanim arse p or lo largo y accidentado del
cam ino hacia el m undo nuevo. C onsuelo y d esa fío son
las dos dim ensiones inseparables e indispensables de
una fe que obra por el amor.
89
ESTE L I B R O SE T E R M I N O DE I M P R I M I R
EN EL MES DE S E P T I E M B R E DE 1975
EN LOS T A L L E R E S G R A F I C O S
OFFSETGRAMA
M A T H E U I 163/GS
BUENOS AIRES
REP ARGENTIN A