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Rosaura a las diez fue la primera novela del escritor argentino y fue publicada en el año

1955. La trama de esta obra la coloca dentro del género policial. De acuerdo con Cerezo
algunos de los ingredientes de la narración policiaca son: el crimen, el criminal, los
sospechosos, el detective que lleva a cabo la investigación del acto delictivo, entre otros. En
esta novela se puede constatar la presencia de estos elementos. La trama de la novela gira
en torno al asesinato de Rosaura (el crimen), cuyo principal sospechoso es Camilo
Canegato, en donde el detective Javier Baigorri se encarga se de llevar a cabo la
investigación. Ahora bien, aunque Denevi adopta algunos de los elementos básicos del
relato policial tradicional, dichos elementos son subvertidos en la novela, por lo que ésta se
aleja considerablemente de la estructura tradicional de este género. Como se había señalado
anteriormente, los escritores con tendencia escéptica tienden a reformular los ingredientes
básicos de los géneros literarios que acogen para el desarrollo de sus tramas. Pino señala
que esta obra presenta rasgos de la novela contemporánea, por lo que se aleja del modelo
esquemático del género policial: “La relación que se establece entre ambas (novela
contemporánea y policial) se concreta en la manera en que Denevi acoge elementos que
forman parte de las prescripciones propias del discurso paraliterario y los pone a su
disposición para rearticularlos en la creación de un discurso nuevo” (Pino, 2005: 21).

Dentro de los elementos básicos del relato la figura del detective juega un papel muy
importante. El detective es el héroe del relato policial porque su papel consiste en llevar a
cabo la investigación y recomponer a través de la verdad el orden social que el crimen ha
desencadenado (Cerezo, 58). Entre las cualidades que caracterizan a este personaje, Cerezo
destaca sus capacidades intelectuales en grado extremo, las cuales son las principales
herramientas que el detective emplea para desarrollar la investigación del crimen. De
hecho, Castany señala que el detective del relato policial es el símbolo del modo dogmático
o racionalista de concebir la razón. Es por esta razón que este elemento sea uno de los más
modificados dentro de un relato policial escéptico. En Rosaura a las diez el empleo que
hace Denevi de esta figura constituye una propuesta original y muy afín a la tradición
escéptica. Denevi desplaza a un segundo plano la figura del detective porque le confiere un
papel pasivo. Esto se debe a que la novela se estructura en base al testimonio personajes
cercanos al principal sospechoso y la víctima, por lo que el detective es un ente silencioso
que se limita a escuchar lo éstos dicen. En la intervención de Milagros Ramoneda se
sobreentiende que ésta se dirige a una figura de autoridad porque el encabezado de su
testimonio especifica que se trata de una “declaración”; no obstante, Denevi no aclara
exactamente quién es este interlocutor al que se dirige Ramoneda porque el mismo no emite
ningún juicio y la testigo se limita a llamarlo “mi señor”. La misma situación se repite Lo
mismo ocurre en el testimonio de David Réguel. Los apartados de la novela que incluyen
las declaraciones de Eufrasia Morales y una carta dejada por la víctima son testimonios en
tercera persona en donde la figura del detective es casi nula, lo que da a entender que no
son el resultado de indagaciones realizadas por éste. Es por esta razón que Pino refiriéndose
a el detective Baigorri dice: “Un personaje mudo, que no conduce al lector hacia el
desciframiento del enigma en el que se constituye la muerte de Rosaura, no puede llegar a
ser el protagonista de una novela policial” (Pino). El relato policial nos presenta un enigma
bastante complejo donde no se perciba una solución posible, pero que el detective haciendo
exhibición de sus dotes intelectuales logra resolver de un modo aplastante; por lo que esta
figura constituye el único medio confiable con el que dispone el lector para conocer la
verdad. De hecho, Solotorevsky resaltando la importancia que tiene el detective para el
lector señala que él conduce al lector a través del proceso de desciframiento y con él
tenderá a identificarse el lector. Por lo tanto, cuando Denevi minimiza el papel del detective
en su novela elimina el único referente confiable del lector para llegar a una solución
razonable del enigma, llenándolo así de dudas y envolviéndolo en un discurso ambiguo.

Otra forma en la que Denevi desvirtúa el papel del detective en la investigación es


representándolo en forma burlesca al mostrar que no es infalible en sus deducciones. En su
análisis de la novela, Pino demuestra que los juicios del detective no son confiables cuando
alude a la conversación entre el detective Baigorri y Camilo Canegato:

Inspector Julián Baigorri: -Disculpe si vengo a molestarlo aquí, pero como usted no ha
querido hablar con... con los muchachos, me pareció mejor que los dos conversáramos
donde nadie pudiera interrumpirnos. ¿Fuma? Camilo Canegato: -No, gracias. - ¿No fuma?
Mire, yo hubiera jurado que fumaba. ¿Sabe por qué? Sus dedos, así, amarillentos, me
parecieron dedos de fumador. -Los ácidos. (Denevi, citado por Pino, 26).
Como resultado, el lector cuestiona las capacidades del detective para llevar a cabo la
investigación, por lo que desconfía de este personaje. También de esta forma Denevi
descarta a la razón, encarnada en el relato policial en la figura del detective, como el
mecanismo más adecuado para alcanzar alguna certeza sobre la realidad.

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