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Fundamentación
abordaje de dichos campos es posibilitado partir de la noción de itinerario, que incluye, para
que contribuirán a las reflexiones de los estudiantes sobre construcciones sociales como la
Así, la propuesta metodológica gira en torno al incentivo del desarrollo del pensamiento
crítico de los estudiantes, cuarto año de la EESO N ° 357 Julio Florencio Cortázar
(Reconquista, Santa Fe), frente al corpus discursivo presentado (lenguaje verbal y no verbal);
que se impulsa a una consciencia crítica y al desarrollo de ideas que transformen nuestra
perdedores. Toda historia del sufrimiento clama venganza y pide narración”. (Ricoeur, 1987,
pp. 41)
Propósitos
Objetivos
Contenidos
Eje 1. La literatura precolombina
Introducción al género Crónica de Indias, caracterización y contextualización. La imagen del
héroe histórico. La narrativa como forma de representación de la realidad. Naufragios, de
Alvar Núñez Cabeza de Vaca (1527).
Eje 3. Intertextualidad
En esta primera clase de introducción al género literario Crónica de Indias, como actividad
de inicio se presentará una escena de la película Los piratas del Caribe: La maldición del
Perla Negra y, a través de preguntas disparadoras, se dialogará con los estudiantes sobre lo
visualizado. En segunda instancia, se procederá a la introducción teórica oral del género,
enfatizando en su origen, sus características y particularidades, que quedará asentada a
través de un cuadro sinóptico realizado en el pizarrón de manera colaborativa y en una hoja
A3 de forma individual. Algunas de las categorías que deberán aparecer en el cuadro serán:
género (historia y literatura), objetivo y destinatario, tipo de texto, narrador, recursos literarios.
Actividades:
a. Visualicen la escena de la película Los piratas del Caribe: La maldición del Perla
Negra (55:45 min). Luego, en grupo, dialoguen las siguientes preguntas:
¿Qué les pareció? ¿La conocían? ¿De qué trata la escena? ¿Sobre qué dialogan los
personajes? ¿Qué cuentan los personajes? ¿En qué tiempo piensan que transcurre la
historia? ¿Por qué?
b. Realicen un cuadro sinóptico, en el pizarrón entre todos y, de manera individual,
en una hoja A3, cartulina, afiche, etc. (diferente de la carpeta) las ideas principales que
surgieron en cuanto al género Crónica de Indias.
Posterior a ello, se procederá a la lectura participativa y en voz alta del Capítulo X, para
abocar a una mayor compresión y especificación del género.
Actividades:
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Tarea:
En grupos de no más de 4 alumnos, investiguen en páginas web, enciclopedias, con adultos,
etc. la biografía de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, es decir, ¿Quién fue Alvar Núñez Cabeza de
Vaca
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La bolsa misteriosa: consiste en sacar de una bolsa un papel que tendrá escrito una característica. El estudiante
que posea esa característica deberá leer. Las características podrán ser: lee el más alto, lee el más gracioso, lee
el de rojo, lee de tu derecha, etc.
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Tarea: como tarea para el hogar, traigan diccionarios para realizar la actividad de la
siguiente clase.
Como inicio de la cuarta clase, los estudiantes realizarán una investigación lingüística sobre
el significado de las palabras descubrimiento, encubrimiento y conquista, por medio de los
diccionarios solicitados como tarea en la clase anterior, de internet o diccionarios de la
biblioteca o del docente. Luego, se continuará con la respectiva socialización de la búsqueda
y se debatirá de forma oral interrogantes que contribuyan a la vinculación entre las obras
abordas y al desarrollo crítico frente a los sucesos históricos.
Actividades:
a. Investiguen en el diccionario o en internet el significado de: descubrimiento,
encubrimiento y conquista.
b. A continuación, socialicen la búsqueda y en grupo reflexionen los siguientes
interrogantes: ¿Cuál es la diferencia entre estas palabras? ¿Cuál de estas palabras se
menciona o se puede asociar a las Crónicas de Indias? ¿Y a la Ficción Histórica? ¿Qué
creen que implica la palabra descubrir? ¿y la palabra encubrir? ¿Cuál es el motivo que
lleva a los españoles a “descubrir”? Entonces, ¿Es Alvar Núñez Cabeza de Vaca un
conquistador o un descubridor?
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Justificación
Ahora bien, el género de las crónicas se revela mestizo como el continente en el que nace,
radicando su importancia en su carácter histórico y testimonial y en su relación con otros
2
Desde Genette (1989) la transtextualidad es concebida como las relaciones architextuales y el conjunto de
categorías generales de las que cada texto depende. Este aspecto se manifiesta en cada texto (lenguaje verbal y
no verbal) por medio de un continuum. Para este trabajo, de los tipos de relaciones transtextuales se toma la
hipertextualidad, entendiendo que la literatura contemporánea está intrínsecamente vinculada con un corpus de
texto anterior: la literatura precolombina.
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Añón y Battcok sobre las Crónicas Indias plantean:
(…) en este dossier que aquí presentamos consideremos, en primer lugar, que en el análisis de las crónicas
resulta indispensable restituir el contexto de producción (su dimensión histórica), examinar en detalle las
“creencias” de cada escrito (la articulación cultural y material) y apreciar en él el despliegue de un modelo
“virtual” (mediante los usos
retóricos y formales). (p. 155)
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géneros, pero también en ser «la etapa primitiva, pero sui generis» del discurso cultural de
Hispanoamérica (...). (Leonetti. p. 325).
4
Conjunción de la función historiográfica y la noción de ficción novelesca en la que, por un lado, se combinan
recursos que buscan suplir el vacío semántico (procedimientos como la comparación descriptiva, la percepción
sensorial o las expresiones hiperbólicas) y, por otro lado, representan una técnica lingüística de fin pragmático (el
objetivo de los cronistas es persuadir a la Corona del financiamiento de sus expediciones y de los títulos
prometidos), como afirman Añón y Battcok:
“De este modo, se repone el vínculo entre historiografía y poética que signaba los textos de la época,
capitalizando, en la lectura, el límite impreciso entre literatura e historia —lo que no quiere decir que sea
posible concebir estas crónicas como ficciones o novelas—. De allí que sea posible caracterizar estos
textos en relación con sus filiaciones retóricas, entendiendo el término en su doble acepción: como
andamiaje y herramienta de construcción de un discurso de acuerdo con modelos determinados, por un
lado, y como perspectiva que entiende la discursividad en su modulación persuasiva, por otro” (p. 157)
5
Ana Camps en su conferencia Un modelo para enseñar gramática, dentro de los componentes del modelo
pedagógico, propone la enseñanza de la lengua a través de un enfoque investigativo guiado y dentro de las
condiciones de dicho modelo incluye propiciar la reflexión compartida.
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2021). Por esta razón, las consignas surgen de la creatividad y apropiación de cada lectura,
que se realizan por medio de dinámicas lúdicas, la bolsa misteriosa, como medio para evadir
los temores de la lectura en voz alta.
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Referencias bibliográficas
Anexo
3- Metatextualidad: relación (generalmente comentario) que une un texto con otro que
hable de él sin citarlo. Es por excelencia la relación crítica.
4- Architextualidad: relación completamente muda que como máximo articula una mención
paratextual. Por ejemplo: el género al que pertenece de pura clasificación taxonómica. El texto
en sí mismo no está obligado a conocer y mucho menos a declarar su cualidad genérica,
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siendo el lector crítico o del público quien está en su derecho de rechazar el estatuto
reivindicado por vía textual.
5- Hipertextualidad: toda relación que une un texto “B” (hipertexto) con un texto anterior
“A” (hipotexto) en la que se implanta de una manera que no es la del comentario.
B no habla en absoluto de A, pero no podría existir sin A, del cual resulta una operación
denominada como transformación. Al que, en consecuencia, evoca, más o menos
explícitamente, sin necesariamente hablar de él.
-Transformación simple.
Referencia
Un poco de historia:
La crónica es entendida como una narración que fija y preserva en papel los hechos
históricos que la memoria humana no podría guardar. Su objetivo principal es permitir que
quienes no han atestiguados lo que en ellas se describe, logren enterarse de los sucesos
acaecidos en el pasado.
Las obras de los cronistas se dividen en las fútiles: aquellas en la que la imaginación
sobrepasaba el nivel de lo posible y por tanto engañan o confunden al lector. También aquí
eran dejados de lado aquellos relatos que contradecían a la iglesia ortodoxa. Por otro lado, los
útiles eran aquellos relatos que afianzaban la fe, presentan modelos de vida cristiana en todas
las esferas sociales y mostrar verdades esenciales.
histórico y lo poético, por eso es atinado mencionar que existe un límite impreciso entre la
ficción literaria y la historia.
De todas maneras, se intenta buscar aspectos literarios para poder cubrir el espacio que
deja la falta de literatura latinoamericana del siglo XV/XVI.
Referencia
Añón, V.; Battcock, C. /2013) Las crónicas coloniales desde América: aproximaciones y
nuevos enfoques. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación y Universidad
Nacional de la Plata.
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Barthes describe la narrativa “es simplemente como la vida misma [...] internacional,
transhistórica, transcultural”. Lejos de considerarse un problema, debería considerarse una
solución para traducir el conocimiento en relato. A través de esto se puede comprender una
cultura diferente a la propia.
Por lo tanto, lejos de ser un código entre muchos de los que puede utilizar una cultura para
dotar de significación a la experiencia, la narrativa es un metacódigo, un universal humano
sobre cuya base pueden transmitirse mensajes transculturales acerca de la naturaleza de una
realidad común.
La narrativa de la historia tiene en cuenta a los historiadores que no tienen que relatar sus
verdades sobre el mundo real en forma narrativa. Pueden optar por otras formas de
representación, no narrativas o incluso antinarrativas, como la meditación, la anatomía o el
epítome. Muchas veces una historia pasada, no cumple con todas las etapas de la narración,
porque lo que se hace, es contar lo que se percibía de un hecho, sin tener en cuenta las
formas.
Como sostiene la autora: esta distinción entre discurso y narrativa se basa exclusivamente
en un análisis de las características gramaticales de ambas modalidades de discurso en las
que la «objetividad» de uno y la «subjetividad» del otro se definen principalmente por un
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«orden de criterios lingüístico». La «subjetividad» del discurso viene dada por la presencia,
explícita o implícita, de un «yo» que puede definirse «sólo como la persona que mantiene el
discurso». Por contrapartida, la «objetividad de la narrativa se define por la ausencia de toda
referencia al narrador».
Los discursos que constan con acontecimientos reales, como en las representaciones
históricas, debe constar con ciertos rasgos ficcionales, ya que eso hechos reales deben
tomarse de estos para poder relatar la realidad. En los relatos se debe tener en cuenta que
hay diferencia entre los acontecimientos reales y en los imaginarios.
Hay que hallar la historia real en un relato, y algo importante a tener en cuenta es la
historiografía que constituye una base especialmente idónea sobre la cual considerar la
naturaleza de la narración y la narratividad porque en ella nuestro anhelo de lo imaginario y lo
posible debe hacer frente a las exigencias de lo real. Si consideramos la narración y la
narratividad como instrumento con los que se median, arbitran o resuelven en un discurso las
pretensiones en conflicto de lo imaginario y lo real, empezamos a comprender tanto el
atractivo de la narrativa como las razones para rechazarla.
Para que una narración de los acontecimientos, incluso de los acontecimientos del pasado
o de acontecimientos reales del pasado, se considere una verdadera historia, no basta que
exhiba todos los rasgos de la narratividad. Además, el relato debe manifestar un adecuado
interés por el tratamiento juicioso de las pruebas, y debe respetar el orden cronológico de la
sucesión original de los acontecimientos.
Hay tres tipos de representación histórica -los anales, la crónica y la historia; la forma de los
anales carece por completo de este componente narrativo, pues consiste sólo en una lista de
acontecimientos ordenados cronológicamente. Por el contrario, la crónica a menudo parece
desear querer contar una historia, aspira a la narratividad, pero característicamente no lo
consigue. Más específicamente, la crónica suele caracterizarse por el fracaso en conseguir el
cierre narrativo. Más que concluir la historia suele terminarla simplemente. Empieza a contarla
pero se quiebra in medias res, en el propio presente del autor de la crónica; deja las cosas sin
resolver o, más bien, las deja sin resolver de forma similar a la historia.
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Los anales cuentan con una característica fundamental que es la linealidad temporal que
da idea de lo real, la regularidad del tiempo señala el «realismo» del relato, su intención de
considerar hechos reales en vez de imaginarios. Además, los anales no tienen conclusión;
simplemente terminan.
Es mucho más «universal» simplemente registrar los acontecimientos a medida que los
conocemos. Y al nivel mínimo en que se despliegan los anales, lo que se incorpora al relato
tiene mucha más importancia teórica para la comprensión de. la naturaleza de la narrativa que
lo deja fuera. Por esto, la construcción de una descripción narrativa de la realidad, en un
discurso está regida más por la continuidad que por la discontinuidad.
Teniendo en cuenta a otro autor, en este caso Hegel, afirmó que un relato verdaderamente
histórico tenía que exhibir no sólo una cierta forma, a saber, la narrativa, sino también un
cierto contenido, a saber, un orden político-social.
Hegel sostiene que la realidad debe estar sujeta a un Estado, ésta no es una proposición
que pueda verificarse o falsear empíricamente; tiene la naturaleza de una presuposición o
hipótesis capacitante que nos permite imaginar cómo son posibles tanto la «historicidad»
como la «narratividad». Y nos autoriza a considerar la proposición de que nada es posible sin
una noción del sujeto legal que pueda servir de gente, medio y tema de la narrativa histórica
en todas sus manifestaciones, desde los anales y la crónica al discurso histórico que
conocemos en sus realizaciones y fracasos modernos. La cuestión de la ley, la legalidad y
legitimidad es algo muy amplio pero que está presente en dichos relatos. La narrativa en
general, desde el cuento popular a la novela, desde los anales a la «historia» plenamente
realizada, tiene que ver con temas como la ley, la legalidad, la legitimidad o, más en general,
la autoridad.
El interés por el sistema social, que no es más que un sistema de relaciones humanas
regido por la ley, suscita la posibilidad de concebir los tipos de tensiones, conflictos, luchas y
sus varios tipos de resoluciones que estamos acostumbrados a hallar en cualquier
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representación de la realidad que se nos presenta como historia. Esto nos permite conjeturar
que el surgimiento y desarrollo de la conciencia histórica, que va unido a un surgimiento y
desarrollo paralelo de la capacidad narrativa, tiene algo que ver con la medida en que el
sistema legal actúa como tema de interés. La narrativa, seguramente en la narración fáctica y
probablemente en la narración ficticia también, está íntimamente relacionada con, si no está
en función de, el impulso a moralizar la realidad, es decir, a identificarla con el sistema social
que está en la base de cualquier moralidad imaginable.
La crónica, como los anales, pero al contrario que la historia, no concluye, sino que
simplemente termina; típicamente carece de cierre, de ese sumario del «significado» de la
cadena de acontecimientos de que trata que normalmente esperamos de un relato bien
construido. En este caso, las autoridades influyen en el discurso, imponiendo sus ideales.
cualquier relato narrativo de sucesos reales, sucesos que se ofrecen como el verdadero
contenido del discurso histórico. Estos acontecimientos son reales no porque ocurriesen sino
porque, primero, fueron recordados y, segundo, porque son capaces de hallar un lugar en una
secuencia cronológicamente ordenada.
Para poder ser considerado histórico, un hecho debe ser susceptible de, al menos, dos
narraciones que registren su existencia. Si no pueden imaginarse al menos dos versiones del
mismo grupo de hechos, no hay razón para que el historiador reclame para sí la autoridad de
ofrecer el verdadero relato de lo que sucedió realmente.
Por otro lado, está la historia, la cual, pertenece a la categoría de lo que pueden
denominarse «el discurso de lo real», frente al «discurso de lo imaginario» o el «discurso del
deseo». Al contrario que la de los anales, la realidad representada en la narrativa histórica, al
«hablar por sí misma», nos habla a nosotros, nos llama desde lo lejos y nos exhibe la
coherencia formal a la que aspiramos. La narrativa histórica, frente a la crónica, nos revela un
mundo supuestamente «finito», acabado, concluso, pero aún no disuelto, no desintegrado. En
este mundo, la realidad lleva la máscara de un significado, cuya integridad y plenitud sólo
podemos imaginar, no experimentar.
Referencia
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En el presente trabajo pretende realizar un recorrido por los principales ejes conceptuales
del texto Cartas, crónicas y relaciones del descubrimiento y la conquista de Walter Mignolo
(1982).
En la introducción de su texto, Mignolo declara que la prosa narrativa del período colonial
presenta una problemática que se divide en: la formación textual y los tipos discursivos. Este
último se refiere a qué tipo pertenecen los discursos llamados crónicas.
Además, evidencia que hay otra alternativa para el estudio de las crónicas. Esta consiste
en considerar a estos escritos como crónicas literarias y organizarlas por períodos (posición
que el autor descarta seguir en el texto).
A su vez, introduce la noción de texto, que tiene la característica de ser literario y, por otro
lado, implica una dimensión cultural. De aquí deviene la expresión texto de cultura, que se lo
considera “(…) como un acto verbal conservado en la memoria colectiva y de alta significación
en la organización de una cultura.” (p. 57).
En primer lugar, los textos se clasifican por su pertenencia a la clase más inclusiva
(literarios, filosóficos, religiosos, etc.). Denominaremos esta clase, en su generalidad,
formación textual; en segundo lugar, los textos se clasifican en el interior de una clase. Para el
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Una aclaración importante que propone el autor es que una cultura puede considerar
significativos a textos provenientes de otra cultura y escritos en otra lengua. Además, declara
que, en el análisis de su texto, no atenderá solamente a las cuestiones de formación textual y
tipo textual, sino que tendrá en cuenta el referente del descubrimiento y la conquista de Indias.
Este sería el segundo criterio para la clasificación de las crónicas, denominado cronológico-
ideológico.
(…) el límite cronológico puede trazarse situando, en una punta del espectro, el Diario de
navegación de Cristóbal Colón y, en la otra, la Historia del Nuevo Mundo de J. B. Muñoz
(1793). Esta cronología (que coincide con la época colonial), está marcada –a su vez- por una
dimensión ideológica: lo que se denomina generalmente como Indias o Nuevo Mundo en los
escritos anteriores al final del siglo XVIII y que, con más asiduidad, comienzo a denominarse
América en el siglo XIX, no sólo es –lo sabemos- un cambio de nombre, sino una modificación
conceptual relacionada con un cambio político-económico que trazamos, cronológicamente,
con la independencia. (p. 58).
Por consiguiente, el autor divide su texto en analizar, en primer lugar, las cartas relatorias.
Denomina a las cartas relatorias como un escrito que relatan con detalle un acontecimiento,
tienen un carácter documental y portan mensajes, generalmente informes o solicitudes, que
reemplazan la copresencia entre destinador y destinatario.
Seguidamente, analizará las relaciones. Tanto las cartas relatorias como las relaciones
presentan un solo tipo discursivo textualizado, dado que estos textos eran impartidos por
obligación por parte de la Corona española, que les exigía a los cronistas relatar los hechos
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acontecidos; luego pasarán a ser una formación textual literaria, pero su fin, en el contexto en
el que surgieron, no era literario ni histórico.
Con respecto a esto, el último punto a analizar son las crónicas, relacionadas con la
historia. El autor declara que: “(…) si las cartas y las relaciones forman parte de la historia
literaria o de la historia de la historiografía no la forman por la intención de escritura, sino por
un cambio epistemológico…” (p. 59).
Mignolo toma como texto inaugural de este tipo al Diario de navegación de Colón, el cual
informa sobre su primer viaje. Esto se debe a que el texto de Colón dio como resultado una
marca de un contexto verbo-conceptual, por ser el primer escrito que se refiere a tierras
ignotas y nunca antes vistas.
Lo que ofrece el Diario de Colón es la presencia de una nueva realidad que modifica la
habitabilidad del orbe y la amplía. Se presenta una diferenciación entre los textos del
descubrimiento y los textos de la conquista, esto se debe a que la dimensión del tema en la
conquista es más abarcativo que en el descubrimiento. En el descubrimiento no tenían
conocimiento del diseño del mapa; ya en el período de la conquista, los cronistas se ven
acompañados por la información gráfica, donde se evidencia la posición de las nuevas tierras.
Sin embargo, se tiene presente que el Diario no es la copia original, sino que es un texto
que reescribió Bartolomé de las Casas, donde suprimió la primera persona y dejó solo
enunciados informativos en tercera persona; y conservó las fechas.
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Otro análisis que surge a partir del diario de Colón es la forma de describir los hechos, lo
cual le reprochan la monotonía en la expresión. Monotonía que recae en describir los hechos
a partir de cuatro elementos del paisaje: árbol, agua, brisa y canto de pájaros. Sin embargo,
esta descripción a partir de los elementos no garantiza la literariedad, según Mignolo.
Con respecto a esto, afirma que: “Es quizás más adecuado ver en este hecho no una
dimensión literaria, sino una dimensión cognitivo-expresiva (…).” (p. 61). Es decir, usa como
descripción a tales elementos porque es lo que conoce con anterioridad, y su conocimiento
previo le permite unir lo viejo con lo nuevo.
Además, se debe tener en cuenta que el Diario fue escrito sin un modelo previo, el objeto
(las Indias) fue por primera vez visto por los españoles y esto le resultaba difícil de describir.
Por esta razón se afirma que la descripción surge de la cognición y no de lo literario.
Sin embargo, estas descripciones se ven más presentes en el primer viaje, a partir del
tercer y cuarto viaje, se ven otras preocupaciones, a parte de las descripciones, como la
cosmografía y las obsesiones personales de Colón. Estas obsesiones personales se pueden
analizar desde dos puntos de vista: desde la imaginería de conocer las rutas marítimas y el
mapa; y desde la manifestación de la quiebra del sujeto (presente en su cuarto viaje), que
representa a un Colón que imagina que ha llegado a las puertas del paraíso, que se relaciona
con el primer punto por sus especulaciones cosmográficas.
Sin embargo, a pesar de la imaginería y la quiebra del sujeto, estos escritos se encaminan
a contar la verdad, a describir con un fin y un referente explícito y, además, a marcar una
tendencia moralista que se desprende de la religión. No hay que olvidar que estos textos “son,
por todos estos aspectos, partes de las letras de una cultura.” (p. 63).
Por otra parte, el autor retoma la expresión “Colón descubrió América” y define que es
errónea, dado que Colón cree que descubrió las Indias, no América, ni al Nuevo Mundo. Así,
“El descubrimiento es, para Colón, descubrimiento de lo no visto pero sabido y de ninguna
manera descubrimiento de lo no conocido, puesto que se sabía de antemano lo que eran: el
fin del Oriente.” (p. 63).
Sino que fueron las cartas de A. Vespucio las que se encargaron de modificar el concepto
de orbe. Fueron cuatro viajes en total los que realizó Vespucio, el cual el tercer viaje, en 1501,
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toma importancia a partir de su famosa carta “Mundus Novus”, dado que remite a la polémica
de considerar a las Indias como un nuevo mundo y no como parte de Asia.
No obstante, es importante diferenciar los objetivos de Colón o Cortés con los de Vespucio,
dado que este último no estaba obligado por los reyes de España o Portugal; sino que se
trataba de “hombres doctos”, o sea intelectuales, y no hombres de empresa. Mignolo afirma
que Vespucio “Es, repitamos, un sujeto textual observador pero no un sujeto textual que debe
asumir, con todas sus consecuencias, la responsabilidad de una empresa; ni de su derrota ni
su triunfo en ella.” (p. 65).
Por esta razón, las cartas de Vespucio se conservan por el cambio conceptual que surge a
partir de su concepto de nuevo mundo; aunque Colón hubiese podido identificar la cuarta
parte del globo, su objetivo no era ese, sino su manía de descubrir Cipango.
Con respecto al segundo período, se encuentra Cortés que sus cartas datan del año 1519 a
1526. Algunas cartas fueron editadas por Jacobo Cronberger, desde Sevilla en noviembre de
1522. Y fue él quien introdujo el término de cartas de relación. Cortés utiliza el término cartas
para referirse a un intercambio de información de necesidad inmediata entre los españoles en
Indias.
Los términos cartas y relación aparecen intercambiables entre sí. De igual forma, Cortés
usa el término relación para hacer entera relación de lo que ve, con exigencia de un mandato.
Otro aspecto a destacar de las cartas de Cortés es el uso de latinismos. Sin embargo,
Cortés utilizaba recursos retóricos de España dado a su prontuario académico en Salamanca,
donde estudió gramática, poética y dialéctica. En su obra se puede ver el uso de estos
recursos; pero no se debe a un fin literario, sino a un oficio.
Aunque se expresó que Cortés utilizó latinismos, esto se debe a que no disponía de ningún
tipo de texto anterior al cual seguir. No obstante, esto no lo detuvo para escribir de manera
incorrecta, sino que
25
(…) se esforzaba por no dejar cabos sueltos, ni en los párrafos ni en la totalidad de las
cartas: del párrafo a la carta, y de una carta a las anteriores, siempre encontramos las
indicaciones necesarias para no perdernos en la organización de lo narrado (…). (p. 67).
Así, en los escritos de Cortés, se ven recursos como los conectores y anáforas que
permiten reconstruir lo anteriormente dicho. También hace constantes envíos a otras
relaciones. Esto abre un panorama a la hora de relatar: se trata de informar, pero también de
tener conocimientos acerca del manejo del instrumento lingüístico.
Por otra parte, se encuentra el epistolario de Pedro Mártir de Anglería (1530), que abarca
aspectos del descubrimiento y de la conquista. El contexto pragmático se diferencia de Colón
y de Cortés, dado que Anglería envía sus cartas de España a sus amigos italianos. Sus
destinatarios tenían curiosidad de lo que sucedía en España, dado que ellos eran de Roma.
Por ello, Anglería tenía el objetivo de relatar todo lo sucedido a sus amigos italianos. Uno
de los principales receptores era Ascanio Sforza, cardenal vicecanciller, el cual fue motivador
para el epistolario.
Sin embargo, Anglería no tomaba con seriedad el trabajo de informar, dado que no
investigaba lo suficiente o no aguardaba un orden cronológico para su informe. Como se
mencionó anteriormente, el objetivo para Anglería pasó de informar a sus amigos, a escribir
cartas y practicar en el ámbito. Así surge la función de la epístola que adquirió en la cultura
humanista.
Este término surge a partir del S. XVI y hace referencia a un informe que se realiza
relatando algo que sucedió. Se asemeja al vocablo relato. Y se relaciona con la idea de
relatar/informar por pedido de la Corona.
No obstante, se emplea una diferencia de las cartas relatorias, aunque los dos términos se
ven influenciados por el pedido de la Corona; sin embargo, las relaciones aluden al informe
oficializado por Ovando y Godoy, continuado por Juan López de Velasco. Oficial se refiere a
26
que siguen un modelo a seguir, un texto base del cual se desprende el formato de cómo
escribir una relación.
1) el período no oficial, que se extiende desde 1505 hasta 1574; 2) el período oficial
posterior a 1574, y 3) los libros que se modelan, en parte, bajo el mismo principio organizativo
de las relaciones cuya base es el cuestionario. (p. 71).
Desde las cartas de Colón a los Reyes, se puede ver un objetivo en común para las
relaciones: Colón se aleja de la observación libre y solamente expresa lo que el mandato
requiere. Mignolo afirma que: “Estas respuestas, repitámoslo, se oficializan y se codifican en
las preguntas del cuestionario a partir de 1574.” (p. 71). De esta forma, a partir de Colón, se
forman los antecedentes de las relaciones.
Ya en la fecha de 1533, se fijan las primeras condiciones que se requerían informar a los
Reyes, que sirven como punto de partida para crear un cuestionario oficial:
1) que se informen de los nombres de todas las provincias, poblaciones, etc. 2) que se
averigüe cuáles fueron los primeros conquistadores; 3) que se diga cuántas provincias hay
pobladas de españoles, y 4) que se determine en qué partes hay minas de metales, piedras,
pesquería de perlas, etc. (p. 72).
Algunas de las cuestiones centrales que deja entrever dicho cuestionario son las
siguientes: nombre del lugar, nombre del descubridor, año de descubrimiento, temperamento
y calidad de la provincia o comarca (si es una zona húmeda, por ejemplo), condiciones de la
tierra (áspera, llana, con muchos o pocos ríos, etc.), las medidas en leguas del lugar, etc. No
obstante, no todas las relaciones siguen al pie de la letra todos los asientos propuestos, sino
que se apropian de algunos.
Pero el resultado es que, estos libros, no se ajustan ni a las cartas (aunque sea obvio
decirlo) ni tampoco a las historias (…). Sino que se ajustan, más bien, al modelo del informe o
recopilación general de noticias sobre Indias de las cuales el cuestionario, y las relaciones que
de él se obtienen, son un paso intermedio para la composición de los compendios y las
descripciones que, por cierto, no escribirán los gobernadores y los vicerreyes, ni menos los
vecinos, sino los hombres de letras. (p. 75).
Así, las relaciones se diferencian de las cartas relatorias y de las crónicas por ser obra de
hombre de letras y responder a una organización que responde a un modelo forjado por las
necesidades del caso, como recoger y ordenar la información sobre las nuevas tierras
conquistadas.
Ahora bien, la historiografía como forma discursiva, se diferencia de las cartas y de las
relaciones no sólo por carecer de una obligatoriedad de escribirla, sino que lo ejecuta
aceptando el fin que lo distingue: el filosófico y el público. En relación al primero, encontramos
su raíz en la antigüedad griega, donde se diferencia a la historia de la poesía por ocuparse de
verdades particulares. En cuanto a la segunda finalidad, se alude a las verdades particulares
en relación a la utilidad comunitaria. Asimismo, sentencia Mignolo:
Los propósitos, sin embargo, pueden variar de acuerdo a los fines. Así, por ejemplo. Las Casas
comienza analizando las causas que movieron a diversos historiadores a escribir. Siendo
teleológico el sentido que tiene en este caso la palabra causa. Las Casas está buscando más los
motivos o propósitos que impulsaron a los escritores a escribir historia: algunos, nos dice,
deseosos de fama y gloria eligieron escribir historia por “polidas y limadas palabras, dulzura y
hermosura suave de decir”; otros para servir y lisonjear a 105 príncipes; otros para rescatar los
hechos acaecidos en su tiempo del olvido; otros “compelidos por la necesidad de contar lo que de
sus propios ojos vieron” (p. 77).
La Historia humana: involucra la historia natural y moral, que posteriormente al siglo XVIII
se dividirá en disciplinas independientes: botánica, zoología, sociología, psicología, etc. Por
otro lado, la Historia humana se produce en un marco epistemológico que todavía no
sentencia el conflicto que se suscitará a finales del siglo XIX, bajo la división de ciencias
naturales vs. ciencias humanas o del espíritu.
La Historia general vs. la Historia particular: la primera comprende la historia que comienza
con el origen del mundo. En el caso de Indias, se delimita la mayoría de las veces
topográficamente. La segunda, en tanto, corresponde a la historia de una nación o de una
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región. De acuerdo a estas divisiones, se observa que en la historia del siglo XVI predomina la
general, moral y natural; en tanto que hacia el XVII la tendencia más marcada se orienta hacia
la particular. Esta clasificación se basa en un criterio cronológico – ideológico de organización.
En cuanto a la concepción de la historia moral se destaca, como rasgo común entre los
escritores de la época, la idea de la historia como memoria de los hechos destacados y
trascendentales del pasado, y el de la historiografía como el discurso capaz de cumplir con
dicha tarea. Por consiguiente, la historia no sólo se articula con la premisa relacionada a la
memoria de lo pasado, sino que también, la comprende como narración o relato. Ésta implica,
necesariamente, el rasgo de la temporalidad, la que presupone, a su vez, el discurso verbal
como único sistema de signos pertinente para concretarlo. Esta idea se dé crónica se
extenderá hasta finales del siglo XVll.
En definitiva, Mignolo entiende la clasificación de los tipos de textos, que formaron parte del
cuerpo de escritos del periodo del descubrimiento y conquista de América, como un acto
verbal, cuya significación y notoriedad se organiza en torno a una cultura. La discriminación
de éstos en Cartas, Relaciones y Crónicas encuentran su estructura clasificatoria, no sólo en
criterios formales como la formación textual o los tipos discursivos que se edifican en el
interior de una clase, sino que tendrán relevancia las disposiciones ideológicas – cronológicas,
focalizadas en el referente o tema.
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La percepción del tiempo comienza a modificarse durante el siglo XVl, entre otras cosas,
por la aparición del reloj y el reemplazo de la cultura de la campana, signo indiscutible
asociado a la Edad Media y la religión católica. Consecuentemente, inicia un período de
valoración del tiempo presente, síntoma característico del nuevo tiempo que comienza a
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Asimismo, surge una conciencia vinculada con la continuidad histórico – temporal, es decir,
una premisa sostenida en el cambio y sucesión, donde el factor de la temporalidad repercutía
en el presente, a través de nuevas valoraciones sociales como la originalidad y la novedad.
En contraste, inicia un periodo de grandes avances, progresos y descubrimientos científicos,
geográficos, artísticos e intelectuales, siendo el descubrimiento del continente americano el
hito fundacional, desde la mirada europea. Por consiguiente, los cronistas fueron actores
sociales fundamentales desde esta perspectiva, ya que dirigían su actividad hacia la narración
de las novedades de los nuevos tiempos tumultuosos y vertiginosos, cargados de nuevos
sentidos y significaciones.
Se pueden establecer tres autores como núcleos organizadores de un armazón teórico, que
permiten dilucidar y abordar la crónica como género. El primero es Humberto Giannini, quien
expone la relevancia de la narratividad, en el marco de la cotidianidad. El filósofo, expresa que
el acto de narrar permite transmitir la identidad de quien lo ejecuta. De esta manera, la
narración conforma un cuerpo que brinda o da cuenta de una realidad insustituible; son éstas
premisas que colocan a los cronistas, frente a las experiencias de lo nuevo, en la necesidad
de materializar los hechos. Así, la narración se lleva a cabo desde un aspecto cualitativo,
puesto que se cuentan sucesos desde la subjetivad de quien las observa y vive, o bien, desde
una situación ajena, pero con una carga propia, atravesada por una perspectiva particular.
El segundo autor abordado es el filósofo Paul Ricoeur, quien expresa que la consignación
de hechos se configuraba tanto como registros “reales”, como registros de la ficción, o bien, el
entrecruzamiento de ambos. La necesidad de narrar aquello que sucedía, en tanto, aflora
como fundamento de gran parte de la literatura, el arte y la propia historia. En este sentido, la
narratividad constituyó una herramienta de resguardo de la propia existencia, donde las
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Finalmente, el tercer intelectual que aproxima claridad sobre esta temática es Walter
Benjamin, quien señala dos formas primarias de narración: por un lado, el relato que deviene
de lejos y que alude a hechos de lugares lejanos, como es el caso de los marineros
mercaderes y, por el otro, aquellas narraciones que se erigen en un espacio específico y que
cuentan sucesos y tradiciones propias del lugar, como la de los campesinos sedentarios.
Estas dos identificaciones permiten divisar, en principio, el factor de la experiencia como rasgo
primario de una crónica, donde las perspectivas variarán. Así, “el narrador, y específicamente
el cronista, por el contrario, está liberado de esta obligación en la medida en que ya posee —
en forma resuelta y plena— el sentido y la trama de la existencia. No tiene que construir ni
reelaborar nada; la trama ya está decidida y el narrador sólo tiene que narrar; simplemente
contar lo que pasó” (Rioseco Perry, pp. 43).
Referencia
En su escrito, Leonetti describe a las crónicas de Indias en una zona literaria fronteriza (p.
1), dado que nacen desde el choque de dos mundos: el Viejo y el Nuevo Mundo. En el acto de
presenciar nuevas tierras y culturas alejadas a las conocidas, los cronistas se vieron
maravillados al evidenciar lo diferente. Esto da como resultado la tensión entre ficción e
historia:
La crónica de Indias no es fácil de clasificar, dada la ficción que se presenta en ella. Sin
embargo, se plantea que el primer corpus de las crónicas es El diario de Cristóbal Colón. En
su diario se puede evidenciar que, gracias a la lengua, puede expresar lo nuevo que ve; no
obstante, hay caracterizaciones que la propia lengua no puede abarcar, entonces, no logra
describir con exactitud lo que presencia. Con respecto a esto, Leonetti plantea que:
Las limitaciones de la lengua española para dar nombre a algo tan asombroso para los europeos
explican la adopción, tras un progresivo proceso de adaptación, de términos autóctonos para
referirse a las cosas, a la naturaleza y a las organizaciones de las diferentes etnias, creando, de
esta manera, un mestizaje lingüístico en grado de suplir el vacío entre lengua y realidad. (p. 320)
En el lenguaje, los cronistas utilizan varios recursos para describir aquello que ven: a través
de la percepción sensorial, comparaciones-descripciones, expresiones hiperbólicas, analepsis
y prolepsis, y polisemia. “De hecho, con el fin de escribir relatos verdaderos y creíbles, el
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Por otra parte, la autora distingue entre crónica y cronista. Crónica hace referencia a un
género medieval y anacrónico, mientras que el cronista era la persona que se encargaba de
escribir los sucesos del Nuevo Mundo, título que era otorgado por los Reyes Españoles.
Las cartas son los escritos que comunican un acontecimiento y va dirigido a un destinatario
explícito que condiciona fuertemente el hecho. Así, “(...) el objetivo principal de Colón o de
Cortés no es escribir, sino descubrir y conquistar.” (p. 322). Aquí se presenta el equilibro entre
el destinador y destinatario.
Las relaciones no registran la observación libre de quien escribe, sino que responden a la
petición de información por parte de la Corona española. Se presenta un énfasis en el
destinatario.
Y las cartas se confunden con el término historia en la España de los S. XVI y S. XVII, sin
embargo, la historia absorverá a la crónica. Está caracterizada por la dimensión temporal (se
segmenta en fechas) y no presenta una intencionalidad estética.
Sin embargo, esta clasificación para González Boixo (1999) es restrictiva, dado que no
tiene en cuenta los elementos literarios presentes en los textos no literarios para suplir el
vacío, como es el caso de las crónicas. Por otra parte, Margarita Zamora (1987) en su análisis
declara que resulta problemático y anacrónico buscar elementos literarios en textos que no
tenían esa finalidad estética.
Es por estos elementos presentes en las crónicas que hoy se pueden leerlas como ficción:
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Por esta razón, aunque la historia exige que el historiador cumpla con determinadas
condiciones, la historiografía indiana representa una excepción a la regla, dada la
circunstancia histórica que hace a capitanes y soldados emprender una tarea para la que no
tienen ninguna competencia. (p. 324).
La autora, además, define al género como mestizo. Y destaca la figura de Gabriel García
Márquez, dado que él declara que el género de las crónicas de Indias es la etapa primitiva y el
germen de la novela hispanoamericana moderna, “o sea, el origen de lo que sería la principal
tendencia artística hispanoamericana del siglo XX, el realismo mágico (...).” (p. 325).
En conclusión, la crónica de Indias surge como una necesidad de relatar los sucesos del
Nuevo Mundo, por parte de cronistas del Viejo Mundo, a su vez, el cronista, maravillado al ver
lo desconocido, se apropia de diferentes recursos literarios para describir lo visto.
Aquí reside la dificultad para establecer una rigurosa clasificación que delimite con fronteras
rígidas de género estos textos híbridos, en los que confluyen y se conjugan la función
historiográfica y la realización literaria, involuntaria, de presentar la interpretación del hecho
histórico que relatan. (p. 327).
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