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Resumen: No Pasó Nada.

Antonio Skármeta
A sus catorce años, Lucho conoce ya lo que es el exilio lejos de su Chile natal. Las
circunstancias históricas y políticas empujan a su familia hacia una nueva vida en un
nuevo país: Alemania. Allí encuentra muchas cosas con las que identificarse: el
fútbol, la música, sus amigos griegos Homero y Sócrates Kurnides, las
mani festaciones, las motos y, sobre todo, las chicas como Edith y Sophie. Sin
embargo, también encontrará cosas menos placenteras: la dificultad de la vida diaria
en un país desconocido, la nostalgia del sol, la escasez de dinero y las provocaciones
racistas.

El 11 de septiembre hubo un golpe militar en Chile, el 13 era mi cumpleaños y fue el


día en que nos cambiamos a donde mi tía que estaba muy enferma. Después supimos
que a mi papá lo andaban buscando.

Yo quiero ser escritor. En el colegio el profesor dice que tengo pasta, aunque aún no
puedo escribir bien el alemán, pero cuando llegamos ninguno sabía hablar. Tengo una
amiga alemana, la Edith, y siempre la visito después del colegio y nos damos unos
besos hasta quedar colorados.

El sábado voy a ver jugar al Herrta al Olympia Stadium, me gusta cómo juegas
Kosreddes, me recuerda mucho a Caszely, qué jugaba allá por el Colo Colo, que era
de la Unidad Popular.

Mi papá dice que un gobierno como el de la junta militar tiene que caer muy luego,
porque nadie en el mundo los quiere porque la gente sufre mucho.

En el colegio nadie sabía dónde estaba Chile, me preguntaron cuánta gente caía en
ese país tan flaco y no me creía que 10 millones, les conté que   el Estadio Nacional
era más grande que su Olympia Stadium, y que en el 62 Chile sacó el tercer lugar en
el mundial. En ese estadio los militares metieron gente presa y después la mataron,
como a mi tío Rafael que era profesor y el mejor amigo de mi papi.

No me gusta contar estas cosas porque la gente se pone triste.

Al principio no nos acostumbrábamos. Mis padres no tenían trabajo, mi hermano se  


enfermó por el clima y vivíamos en una pieza los cuatro.

Mi mamá lloraba y decía que no tenía nada que hacer aquí y que se iba a volver a
Chile y mi  papá cansado de buscar trabajo se acostaba sin cenar.

En Chile la noche es más corta, tiene más pájaros, una cordillera hermosa. Yo fui el
primero en aprender alemán, y tenía que contestar el teléfono, ya que mis papás
comenzaron a hacer clases de español y yo les anotaba la hora   y dirección en que
querían las clases.
Eso es otra cosa que soy: soy el mejor tomador de sol del mundo, tal vez porque pasó
resfriado. Aquí no conocen la pobreza, ni los terremotos. Cuando fui con el Henning,
el Karl y el Peter a ver la película «Terremoto» y el cine se empezó a mover,   los tres
se pusieron a reír,  pero a mí me dio pena porque me acordé de Chile. Le conté a mi
papá y me pegó un coscorrón porque dijo que lo mejor de estar lejos de Chile es no
sufrir los terremotos.

Mi papá y mi mamá piensan que soy tonto porque dicen que estoy enamorado de la
Edith, yo creo que sí, porque me quedo pensando en ella y práctico para que el
alemán me salga bien. E chile había un compañero que se llamaba el guatón Osorio y
andaba con la mujer más rica que he visto. Le pregunté al papá por él y me fue bien
porque dijo que estaba en la  resistencia,  por lo menos no estaba preso,  muerto o en
Canadá como otros compañeros. El papi pa variar me dijo que me iba a sacar la
chucha por andar preguntando huevadas. Cómo se habrán dado cuenta, el papi
colabora con cariño y entusiasmo a la educación de los hijos.

Mi papi se ve todas las noticias y me pega el grito cuando sale Chile para que le
traduzca lo que dicen. Cuando caiga Pinochet, va a ser feriado mundial, y si va a la
cárcel, nadie lo va a ir a ver.

Cuando llegamos a Alemania,  nos metieron a la escuela del barrio y todos se


acercaban y nos preguntaban cosas y nosotros no entendíamos nada y nos que
dábamos mirando como pavos. Comencé a aprender alemán jugando a la pelota en el
recreo, y metía  tanto fierro que me decían “desgraciado”, “cabrón”   en alemán, y yo
respondía “no pasó nada” entonces me pusieron No Pasó Nada.

La mami se pone muy triste cuando llegan cartas de Chile,   porque siempre dicen de
algún compañero muerto o detenido y llora mucho, en cambio el papi agarra a
patadas los muebles y nos da coscorrones.

 Mis primeros amigos fueron los griegos Homero y Sócrates Kumides y  fueron muy
buenos conmigo. Cuando el Homero se acercó  la primera vez,  levantó el dedo de la
izquierda y dijo Pinochet y con la derecha Ionnides y después se pasó la mano por la
garganta como, rebanandora y dijo «kapput», «venceremos» dije yo. Me llevaron a su
casa y me enseñaron varias cosas y a hablar alemán. Un día me llevaron a una
reunión donde hablaban y juntaban plata para enviarle a la gente que estaba en
Grecia y después se pusieron a cantar y a llorar. A la salida el viejo Kumides me
abrazó y me dijo «venceremos»

Un día mi papi estaba escuchando la radio a todo volumen y me pregunto qué decían,
le dije «que cagó Ioannides», «que cagaron los fascistas en Grecia». Mi papi se quedó
pegado tomando café y  de repente me dijo «¿que está  haciendo?», «venga acá a
regalonear con su papi». Yo casi me muero. «Váyase al colegio a ver a sus amigos,
que va a llegar tarde»

Me fui al colegio, pero no estaba ni el Sócrates ni el Homero. A las once le dije a la


profesora y me dolía el estómago y me fui a la casa del Homero. Allí estaban
durmiendo todos en pelotas y habían hecho las maletas. El señor Kumides me miró
con ojos de perro triste y me dijo « ¿supiste?». Yo asentí con la cabeza y levante el
puño y él hizo un puchero. Nos regalaron varias cosas bonitas y el Homero me dio
una chaqueta de chiporro porque  dijo que en Grecia no se usaban.

Estoy más que invitado a Grecia y yo creo que el próximo verano voy, porque estoy
trabajando después del colegio y ya he ahorrador 300 marcos.

El papa nos dijo que ya no éramos niños y que los alemanes se han portado muy bien
con nosotros,  pero qué estábamos como asilados políticos y  que  en cuánto nos
enredáramos un algún lio, nos echarían.

Cuando eras más chico, podría decirse que es yo era el niño más triste de  Europa.
Nunca comíamos carne y  tenía los bolsillos planchados cómo camisa de milico y
estar sin un pfennig es  para ponerse a llorar a gritos. A veces iba a la KaDeWe donde
hay señoritas que te ofrecen cosas de propaganda para comer. Un pedazo de queso,
un camarón cocido, una galleta. Al final podía  darme por almorzado. Yo de  hambre
no me moría. Le  conté a mis papis de KaDeWe y me pegó un coscorrón por andar
haciendo huevadas, pero un día que salimos a hacer un trámite me dijo que ya
cortaba las huinchas de hambre, que como era eso de KaDeWe, y fuimos a comer
como una hora y él se tomó como 3 clases de vino y salió silbando tangos. Me dijo
que yo era muy inteligente pero que no me metiera el líos, que tuviera cuidado en el
robo y la marihuana. Pero no me dijo que podían pasar cosas peores.

Sucede que a mí me gustaba mucho ir a ver revistas al Joachinstaler que es un


negocio muy lindo con diarios y revistas. A veces miraba las revistas porno porque
yo quería debutar y soñaba mucho con mujeres. Después dejé de ir a ver revistas y
me volví fanático de la radio portátil con audífonos y de la música. Pasaba todo el día
con la radio y un diccionario para cuando no conocía alguna palabra. Como sea, yo
era el tipo que sabía más canciones  que nadie en Berlín. Comencé a meterme a la
casa de discos Elecktrola Musikhaus en la Kudam y así conocí a Sophie. Ella tiene
como 5 años más que yo y fue la primera mujer con la que pasaba algo. Trabaja en
Elektrola y es la mejor vendedora de discos que conozco. A todos los discos que le
pedían, ella te miraba moviendo las pestañas y te decía «Es mi disco predilecto» y se
sabía la letra de todas las canciones.

Yo creía que estaba perdidamente enamorado de la Sophie.


Un día apoyé la barbilla sobre el mesón y esperé que viniera a atenderme. ¿Qué
quieres oír?  Me dijo, y yo  mire fijamente esos ojos grandes y le dije «No quiero oír
ningún disco, quiero que tú me cantes algo» y le tomé la mano, ella se puso colorada
y le di un beso en la boca y ella me alejó suavemente diciendo «Tonto».

Bueno, total que me fue pésimo en Berlín, y todo por la Sophie.

Sucede que yo quería debutar y hablé con él Homero quien entre pucho y pucho
filosofaba de lo lindo. «Todas las mujeres necesitan amor, Sophie es mujer, Sophie
necesita amor» ¿Correcto?, «Todos los hombres necesitan amor, tu eres hombre, tú
necesitas amor» ¿Correcto?, «Todos los hombres y mujeres necesitan amor, tú y
Sophie son hombre y mujer, luego tú y Sophie necesitan amarse». Me dejaba
convencido con su filosofía.

Un día, cuando se celebraba el golpe militar en Chile, andábamos pintando carteles


para la marcha y con la Sophie nos quedamos hasta las 2 de la mañana. Cuando nos
fuimos a la casa abrazaditos con la Sophie, nos encontramos con una patota de
cabros como de mi edad que  conocían a la Sophie y estaban tomando cerveza y
fumando unos pitos de cáñamo. Cuando pasamos comenzaron a cantarnos la marcha
nupcial y se acercaron obligándonos a tomar una lata de cerveza para celebrar el
matrimonio. Yo les dije que no gracias, que estábamos apurados y esa fue la peor
idea. Uno que se llama Hans me preguntó  que tal es la Sophie en la cama y le metió
la mano bajo el abrigo. A mí me hirvió la sangre y saque mi patada de pack centro,
pero en vez de darle a la pelota grande, le di a las dos chiquititas. La Sophie me dijo
«vámonos», y el Hans quedó tirado agarrándose abajo de dos manos, como si no
respirara. Subimos en silencio, no prendimos ni las luces y mirábamos por la ventana.
El Hans seguía tirado y no lo podían parar. La Sophie se puso a llorar por que tenía
miedo y me pasé la noche en su casa sin dormir.

Me fui tempranito en la mañana a mi casa y allí estaba mi papá, mi mamá y mi


hermano esperándome

-¿Dónde estuviste carajo?- preguntó el papi.

– Pintando – le dije

¿Y qué estuviste pintando hasta las 7 de la mañana?

-Carteles para el 11- mostrándole  las manos todas pintadas.

-Está bien – dijo-  la próxima vez avise.

Bajé los brazos porque me dio vergüenza la mentira y me imagine que entraría la
policía a buscarme.

Me lave la cara y me colgué la bolsa para ir al colegio como todo un héroe.

Después del colegio me fui a la disquería y la Sophie no fue más que verme y se pone
a llorar. Me dijo que el Hans estaba en el hospital y que su hermano grande me
andaba buscando y quería mi dirección. Dijo que mejor nos dejáramos de ver un
tiempo. Yo le pregunté si lo que quería decirme era que no quería verme nunca más. Y
ella dijo: Como te parezca. Bueno, le dije, como tú quieras
Me fui con las orejas hirviendo a mirar pasar los trenes.

Estaba perdido por goleada. No tenía país, la Sophie no quería verme más, un tipo
andaba buscándome y había mandado a un alemán al hospital.

Al llegar a la casa, la mami me dijo que había llamado un fulano que hablaba alemán,
que andaba buscando al chileno.

Me senté al lado del teléfono y cuando sonó conteste con la boca llena de saliva.

-¿Aló?

-¿Aló? ¿Eres tú chileno?

-Si – dije carraspeando- soy yo.

-Sabes quién soy ¿no?

-Ni idea – le dije

-Bueno- dijo- soy el Michael, soy el hermano del Hans.

-No conozco a nadie con ese nombre

-¿Sabías que está en el hospital?- el corazón me daba patadas- está grave, grave-
repitió.

-Si – dije

-Y yo te llamaba para decirte que te voy a hacer lo mismo que le hiciste al Hans.
Donde te encuentre te voy a sacar la cresta.

-Si

-Y si el Hans se muere, antes que te agarre la policía, yo voy a matarte ¿sí?

-Si

-Si eres valiente, te invito a pelear conmigo esta misma tarde. Nos juntamos en el S
Bahn Bellevue, a las 5.

-No – dije

-¿Tienes miedo?

Traté de meterle conversa- ¿En qué hospital está tu hermano?- le pregunté.

-En el mismo al que vas a ir a parar tú, tarado.

Me sentía en un sueño y ¿de dónde había sacado el Michael mi número? Gracias a la


lógica de Homero, llegué a la conclusión que había sido mi enamorada Sophie Braun.
Me dio pena, la primera mujer en mi vida y la primera traición.
– Bueno chileno ¿vienes o no?

– No

– Entonces donde te agarre, te saco la cresta

–  ¿Tú y cuántos más? y colgué

 Cuando llegó el papi, se puso a llamar a los compañeros porque mañana es el 11 de


septiembre y debían organizar la marcha.

Me fui a acostar pero no pude dormir.

Cuando sonó la alarma llegó la mami a despertarnos le dije que me sentía mal y que
había ido al baño toda la noche. El viejo me gritó que me fuera a lavar la cara y que
después a clases, y las desventajas de enfermarme el 11 de septiembre. Que yo me
quejaba por un dolor de guata y en Chile los niños tenían a sus padres presos y
pasando hambre. Que tenía que ir a la marcha y gritar y no olvidarme de porque
estábamos aquí.

Salimos con mi hermano chico al colegio y de repente siento que alguien nos está
siguiendo.

– Vamos a caminar un poco más rápido -le dije al Daniel

-¿Por qué? es temprano todavía

– No mires para atrás, pero nos están siguiendo

-¿Porque nos persiguen?

– Es que uno quiere pegarme

– ¿Porque?

– No te puedo decir

– ¿Quieres que mire hacia atrás con disimulo?

– Ahora cuando crucemos, haces como si viene un auto y te fijas cuantos son ¿ya?

– Ya

Cruzamos entre los autos

– ¿Te fijaste?

– Si, es uno no más

– ¿Cómo es?

– Es grande como tu
– ¿Cómo está vestido?

– Con chaqueta de cuero

 Cuando llegamos al colegio subí al 2do piso y miré por la ventana, allí estaba con las
manos en los bolsillos mirando a todos. Se veía más fuerte que yo.

 Cuando salí del colegio, apenas llegué a la casa  sonó el teléfono.

– ¿Chileno?

– Si

-¿Cómo estás?

– Bien, gracias

– Me alegro, porque te voy a sacar la cresta, te voy a dejar paralítico a patadas.

–  ¿Ah sí? ¿Tú y cuantos más?

 Todo me temblaba.

– Escucha, mañana paso por tu puerta y te llevo a  pelear a las 5. Y sólo, ¿oíste?

– Tu también – le dije y corte

El 11 de septiembre se hizo un tremendo acto en Kreutzberg.

Ese día fue muy especial. El papi salió a decir un discurso en Hermann Plata, pero es
incapaz de hablar de Chile sin emocionarse y a los dos minutos estaba a grito pelao y
a nosotros se nos caían las lágrimas.

 El viejo habló de Pinochet y que agradecía la solidaridad internacional y terminó con
el puño en alto diciendo «venceremos»

Lo aplaudieron como media hora. Después pasaron unas alcancías para juntar plata.

El papi me pasó una alcancía y salí a recolectar dinero, y adivinen quien estaba. No
era el Michael, era la Edith Krammer, (Ricitos para los amigos), allí estaba con unos
blue jeans riquísimos. Yo me quedé paralizado.

– Hola – me dijo ella

– Hola

-¿Están juntando plata?

– Ah, si – dije- un poquito

 Se tocó los ricitos y le tiró la manga a un señor que estaba a su lado.

– Éste es el Lucho -dijo – el chileno de mí colegio


– Mucho gusto compañero – dijo

– El Lucho anda juntando plata – dijo la Edith.

El señor Krammer metió una moneda de 5 marcos.

-¿Cómo te sientes en Berlín? – preguntó

– Bien señor

Después el señor Krammer le dijo a la Edith que me invitara mañana a su casa.

Edith me dio un beso cargadito a la punta de la boca y me dijo

– Mañana a las 8 – y se fue con su papá del brazo mientras yo me ponía colorado.

Después nos fuimos con el papi y unos amigos a la casa y tomaron vino, comieron
pollo, cantaron y rieron. A mí me dieron ganas que esta noche fuera para siempre, sin
peleas y todos alegres. A veces me pregunto por qué Dios no hizo nada para salvar a
los compañeros que los militares mataron en Chile.

El papi me dio permiso para quedarme hasta tarde y no ir a la escuela al día siguiente.

Pensé en la cita que tenía con la Edith y de repente me acorde del Michael, por lo
menos ese día estaría a salvo por no ir al colegio.

Tome desayuno, me corte las uñas y me metí al baño para empezar a arreglarme para
mi cita con la Edith.

Después de almuerzo me daba vueltas en la pieza por que pronto serían las 5 y no
podía sacar de mi cabeza la frase <la hora señalada>

A las 4:30 fui al escritorio del viejo, dispuesto a contarle todo, pero me arrepentí.

 Agarré mi dinero y me lo metí en el zapato. No sé por qué se me ocurrió ir a ver a la


Ricitos con dinero.

5 para las 5 me senté en la cuneta. El cielo estaba gris y cargado. ¿Cómo había
llegado a meterme en este lío?

 Sentí un ruido que me asustó. Era el Michael montado en una moto.

-¿Tu eres el chileno? – me gritó

– Si – grité

– ¿Viniste ah? – me decía mientras hacía rugir la moto – yo creía que no ibas a venir.

– Aquí estamos

– ¿Así que tú eres el que mandó a mi hermano al hospital?

– Oye, Michael – le dije poniéndome de pie – no peleemos. Si quieres vamos y le pido perdón
a tu hermano.
– ¿Estás loco? Quieres que mis viejos y la policía sepan que fuiste tú el que lo reventó. Mi
hermano no te delató de hombre que es. ¿Sabes lo que te hubiera pasado si dice quien fue? te
echan del país imbécil, a ti y a tus padres.

Trague saliva.

– ¿En serio? – pregunté

– ¿Dónde quieres pelear?

– ¿Donde? – dije tratando de no llorar

– Súbete que yo te llevo.

Me subí y ahí me di cuenta del medio pedazo de espalda que tenía el bruto. <Este huevon va a
matarme>

Me llevo a un costado de la línea del tren, donde hay un montón de basura y carrocerías de
autos viejos.

-¿Aquí? – le dije yo

– Aquí – respondió

 Me pare al lado de la moto y le dije como rogando:

– Oye Michael, yo no quiero pelear contigo, primero porque eres más grande, más fuerte, y
segundo…

– Porque eres un cobarde – tirándome un manotón.

– No soy un cobarde, no puedo pelear contigo porque uno pelea cuando tiene rabia.

 Me dio un rodillazo en el pecho:

– Y ahora ¿tienes rabia?

– No Michael, no tengo rabia

– ¿Todos los chilenos son tan cobardes como tú?

– Yo no soy un cobarde. Los chilenos son valientes. Hay tienes por ejemplo a O’Higgins, a
Arturo Prat, a Allende

– Sacó un cigarro trasnochado, aspiró profundo y lo botó para que yo viera sus botas
puntiagudas.

– Bueno – dijo – peleemos

– Ya – dije yo

– Pero dime chileno, si te pego ¿te vas a defender?

– Si, pega no más

– ¡En guardia!
Me lanzó un karate a la cabeza que me dejó ardiendo las orejas, y antes de caer me dio un
cachetada que me hizo morder las lengua.

– ¿Tienes rabia ahora?- seguía preguntando

– ¡Me sacaste sangre desgraciado!

Me tiró una patada a las canillas. Agarró el pecho de mi camisa, me levantó y volvió a
empujarme. Sentí que me entraba tierra a la boca. Se me soltó un chorro de meado. Me
levante retrocediendo.

– ¿Tienes rabia chileno?

– Te voy a matar – le grité

Me hizo una llave de la que logré zafarme y se formó un paquete de patadas y aletazos.

Sentía la garganta hinchada de rabia y de repente sentí el puñetazo en la nariz. Me sentía


flotando y el Michael dale que dale, pero yo como que no sentía. Me había separado de mi
propio cuerpo. Veía vacaciones en Antofagasta, a mi mami, a mi papi.

Cuando de repente, Michael estaba caído a mi lado y yo dejaba caer una piedra.

Miré para todos lados, ya estaba oscuro y no podía dejar de tiritar. Me senté y me puse a
llorar. Deje salir toda la lástima que sentía.

Avancé hasta el Michael.

– Michael – le dije- no seas desgraciado, no te mueras.

Le puse un espejo bajo la nariz y el oído sobre el corazón, y sonreí al escucharlo latir.

– Vamos Michael ¿Qué va a decir tu mamá si te encuentran tirado aquí? Despierta de


una vez.

Se puso a llover y me quedé esperando que despertara. Pare un tarro bajo la lluvia y
le arroje agua a la cara del Michael.

Movió la cabeza, pero volvió a quedarse dormido.

Comenzó un diluvio de aquellos, con relámpagos incluidos. Me cubrí con la chaqueta


para encender un cigarrillo. Me imaginaba a Ricitos esperándome para la cena y me
quedé repitiendo «Ricitos, Ricitos»

De pronto, el Michael despertó

– ¿Qué pasó? – preguntó

– No sé. De repente te agarré bien y creí que te habías muerto.

 Se agarró de mi brazo para levantarse

– Me ganaste – dijo- me diste un knock-out

Se sacudió la cabeza
– Está lloviendo – dijo

Realmente era un súper dotado el Michael.

– ¿Sabes una cosa? Mejor que no sigamos peleando chileno.

– De acuerdo- dije

Nos subimos a la moto y sentía el hocico inflamado.

– Me hinchaste el hocico – le grite en la oreja

– Entonces empatamos – dictaminó

Yo solo asentí y partimos

– Oye, Michael. Te invito a comer pizza

– ¿Tienes plata?

– Algo

Fuimos a la Locanda de Stomstrasse. Lo italianos abrieron la boca de este tamaño


cuando nos vieron. Yo sentía que la boca me colgaba hasta el cuello y al Michael se le
veía la nariz entremedio del barro.

Pedimos 2 pizzas de queso y camarones.

– Le voy  mandar saludos tuyos a mi hermano – dijo el Michael – ¿Cuando vuelves a


Chile?

– Cuando caiga Pinochet. En el primer avión.

– Cuando estés allá me gustaría ir a visitarte ¿es lindo?

– Hay de todo

– Allende era muy valiente ¿verdad que peleo solo contra todo un ejército?

Estaba muy serio y me di cuenta que le interesaba el tema.

– Tanto como solo, no – le dije

Comimos la pizza y tomamos vino.

-¿Sabes Michael? Cuando me estabas pegando, creí que me iba a morir.

– Perdona

– No es por eso. Es que tuve una especia de sueño. Vi el momento en que nací y mis
padres eran como una llamarada.

– Tuviste una alucinación, como un presentimiento ¿me entiendes?


– Si – pero no había entendido.

Saqué un billete todo arrugado del calcetín y pagué.

– Entonces llegamos hasta aquí- dije

– Conforme

El lunes llegué con el ojo parchado al colegio y la Ricitos ni me habló.

Al día siguiente le deje un poema de Neruda y una caja de chocolates sobre el banco
y por fin vi sus cachetitos colorados.

Me invito a un bailoteo en su casa el sábado, donde me declaré y me dijo que bueno.

Le tuve que explicar a mi papá lo del parche y no me habló en 3 días.

El viernes vino el Michael Kruger a visitarme, trajo un vino que nos tomamos en mi
pieza. Me preguntó si él podía hacer algo para joder a Pinochet y mi papi le dio el
número del URS. A la semana el Michael aparece en una reunión del Chile Comité. El
papi me dijo que yo era «proselitista», otra palabra que tuve que buscar en el
diccionario.

FIN

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