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Antonio Skármeta
A sus catorce años, Lucho conoce ya lo que es el exilio lejos de su Chile natal. Las
circunstancias históricas y políticas empujan a su familia hacia una nueva vida en un
nuevo país: Alemania. Allí encuentra muchas cosas con las que identificarse: el
fútbol, la música, sus amigos griegos Homero y Sócrates Kurnides, las
mani festaciones, las motos y, sobre todo, las chicas como Edith y Sophie. Sin
embargo, también encontrará cosas menos placenteras: la dificultad de la vida diaria
en un país desconocido, la nostalgia del sol, la escasez de dinero y las provocaciones
racistas.
Yo quiero ser escritor. En el colegio el profesor dice que tengo pasta, aunque aún no
puedo escribir bien el alemán, pero cuando llegamos ninguno sabía hablar. Tengo una
amiga alemana, la Edith, y siempre la visito después del colegio y nos damos unos
besos hasta quedar colorados.
El sábado voy a ver jugar al Herrta al Olympia Stadium, me gusta cómo juegas
Kosreddes, me recuerda mucho a Caszely, qué jugaba allá por el Colo Colo, que era
de la Unidad Popular.
Mi papá dice que un gobierno como el de la junta militar tiene que caer muy luego,
porque nadie en el mundo los quiere porque la gente sufre mucho.
En el colegio nadie sabía dónde estaba Chile, me preguntaron cuánta gente caía en
ese país tan flaco y no me creía que 10 millones, les conté que el Estadio Nacional
era más grande que su Olympia Stadium, y que en el 62 Chile sacó el tercer lugar en
el mundial. En ese estadio los militares metieron gente presa y después la mataron,
como a mi tío Rafael que era profesor y el mejor amigo de mi papi.
Mi mamá lloraba y decía que no tenía nada que hacer aquí y que se iba a volver a
Chile y mi papá cansado de buscar trabajo se acostaba sin cenar.
En Chile la noche es más corta, tiene más pájaros, una cordillera hermosa. Yo fui el
primero en aprender alemán, y tenía que contestar el teléfono, ya que mis papás
comenzaron a hacer clases de español y yo les anotaba la hora y dirección en que
querían las clases.
Eso es otra cosa que soy: soy el mejor tomador de sol del mundo, tal vez porque pasó
resfriado. Aquí no conocen la pobreza, ni los terremotos. Cuando fui con el Henning,
el Karl y el Peter a ver la película «Terremoto» y el cine se empezó a mover, los tres
se pusieron a reír, pero a mí me dio pena porque me acordé de Chile. Le conté a mi
papá y me pegó un coscorrón porque dijo que lo mejor de estar lejos de Chile es no
sufrir los terremotos.
Mi papá y mi mamá piensan que soy tonto porque dicen que estoy enamorado de la
Edith, yo creo que sí, porque me quedo pensando en ella y práctico para que el
alemán me salga bien. E chile había un compañero que se llamaba el guatón Osorio y
andaba con la mujer más rica que he visto. Le pregunté al papá por él y me fue bien
porque dijo que estaba en la resistencia, por lo menos no estaba preso, muerto o en
Canadá como otros compañeros. El papi pa variar me dijo que me iba a sacar la
chucha por andar preguntando huevadas. Cómo se habrán dado cuenta, el papi
colabora con cariño y entusiasmo a la educación de los hijos.
Mi papi se ve todas las noticias y me pega el grito cuando sale Chile para que le
traduzca lo que dicen. Cuando caiga Pinochet, va a ser feriado mundial, y si va a la
cárcel, nadie lo va a ir a ver.
La mami se pone muy triste cuando llegan cartas de Chile, porque siempre dicen de
algún compañero muerto o detenido y llora mucho, en cambio el papi agarra a
patadas los muebles y nos da coscorrones.
Mis primeros amigos fueron los griegos Homero y Sócrates Kumides y fueron muy
buenos conmigo. Cuando el Homero se acercó la primera vez, levantó el dedo de la
izquierda y dijo Pinochet y con la derecha Ionnides y después se pasó la mano por la
garganta como, rebanandora y dijo «kapput», «venceremos» dije yo. Me llevaron a su
casa y me enseñaron varias cosas y a hablar alemán. Un día me llevaron a una
reunión donde hablaban y juntaban plata para enviarle a la gente que estaba en
Grecia y después se pusieron a cantar y a llorar. A la salida el viejo Kumides me
abrazó y me dijo «venceremos»
Un día mi papi estaba escuchando la radio a todo volumen y me pregunto qué decían,
le dije «que cagó Ioannides», «que cagaron los fascistas en Grecia». Mi papi se quedó
pegado tomando café y de repente me dijo «¿que está haciendo?», «venga acá a
regalonear con su papi». Yo casi me muero. «Váyase al colegio a ver a sus amigos,
que va a llegar tarde»
Estoy más que invitado a Grecia y yo creo que el próximo verano voy, porque estoy
trabajando después del colegio y ya he ahorrador 300 marcos.
El papa nos dijo que ya no éramos niños y que los alemanes se han portado muy bien
con nosotros, pero qué estábamos como asilados políticos y que en cuánto nos
enredáramos un algún lio, nos echarían.
Cuando eras más chico, podría decirse que es yo era el niño más triste de Europa.
Nunca comíamos carne y tenía los bolsillos planchados cómo camisa de milico y
estar sin un pfennig es para ponerse a llorar a gritos. A veces iba a la KaDeWe donde
hay señoritas que te ofrecen cosas de propaganda para comer. Un pedazo de queso,
un camarón cocido, una galleta. Al final podía darme por almorzado. Yo de hambre
no me moría. Le conté a mis papis de KaDeWe y me pegó un coscorrón por andar
haciendo huevadas, pero un día que salimos a hacer un trámite me dijo que ya
cortaba las huinchas de hambre, que como era eso de KaDeWe, y fuimos a comer
como una hora y él se tomó como 3 clases de vino y salió silbando tangos. Me dijo
que yo era muy inteligente pero que no me metiera el líos, que tuviera cuidado en el
robo y la marihuana. Pero no me dijo que podían pasar cosas peores.
Sucede que yo quería debutar y hablé con él Homero quien entre pucho y pucho
filosofaba de lo lindo. «Todas las mujeres necesitan amor, Sophie es mujer, Sophie
necesita amor» ¿Correcto?, «Todos los hombres necesitan amor, tu eres hombre, tú
necesitas amor» ¿Correcto?, «Todos los hombres y mujeres necesitan amor, tú y
Sophie son hombre y mujer, luego tú y Sophie necesitan amarse». Me dejaba
convencido con su filosofía.
– Pintando – le dije
Bajé los brazos porque me dio vergüenza la mentira y me imagine que entraría la
policía a buscarme.
Después del colegio me fui a la disquería y la Sophie no fue más que verme y se pone
a llorar. Me dijo que el Hans estaba en el hospital y que su hermano grande me
andaba buscando y quería mi dirección. Dijo que mejor nos dejáramos de ver un
tiempo. Yo le pregunté si lo que quería decirme era que no quería verme nunca más. Y
ella dijo: Como te parezca. Bueno, le dije, como tú quieras
Me fui con las orejas hirviendo a mirar pasar los trenes.
Estaba perdido por goleada. No tenía país, la Sophie no quería verme más, un tipo
andaba buscándome y había mandado a un alemán al hospital.
Al llegar a la casa, la mami me dijo que había llamado un fulano que hablaba alemán,
que andaba buscando al chileno.
Me senté al lado del teléfono y cuando sonó conteste con la boca llena de saliva.
-¿Aló?
-¿Sabías que está en el hospital?- el corazón me daba patadas- está grave, grave-
repitió.
-Si – dije
-Y yo te llamaba para decirte que te voy a hacer lo mismo que le hiciste al Hans.
Donde te encuentre te voy a sacar la cresta.
-Si
-Si
-Si eres valiente, te invito a pelear conmigo esta misma tarde. Nos juntamos en el S
Bahn Bellevue, a las 5.
-No – dije
-¿Tienes miedo?
– No
Cuando sonó la alarma llegó la mami a despertarnos le dije que me sentía mal y que
había ido al baño toda la noche. El viejo me gritó que me fuera a lavar la cara y que
después a clases, y las desventajas de enfermarme el 11 de septiembre. Que yo me
quejaba por un dolor de guata y en Chile los niños tenían a sus padres presos y
pasando hambre. Que tenía que ir a la marcha y gritar y no olvidarme de porque
estábamos aquí.
Salimos con mi hermano chico al colegio y de repente siento que alguien nos está
siguiendo.
– ¿Porque?
– No te puedo decir
– Ahora cuando crucemos, haces como si viene un auto y te fijas cuantos son ¿ya?
– Ya
– ¿Te fijaste?
– ¿Cómo es?
– Es grande como tu
– ¿Cómo está vestido?
Cuando llegamos al colegio subí al 2do piso y miré por la ventana, allí estaba con las
manos en los bolsillos mirando a todos. Se veía más fuerte que yo.
– ¿Chileno?
– Si
-¿Cómo estás?
– Bien, gracias
Todo me temblaba.
– Escucha, mañana paso por tu puerta y te llevo a pelear a las 5. Y sólo, ¿oíste?
Ese día fue muy especial. El papi salió a decir un discurso en Hermann Plata, pero es
incapaz de hablar de Chile sin emocionarse y a los dos minutos estaba a grito pelao y
a nosotros se nos caían las lágrimas.
El viejo habló de Pinochet y que agradecía la solidaridad internacional y terminó con
el puño en alto diciendo «venceremos»
Lo aplaudieron como media hora. Después pasaron unas alcancías para juntar plata.
El papi me pasó una alcancía y salí a recolectar dinero, y adivinen quien estaba. No
era el Michael, era la Edith Krammer, (Ricitos para los amigos), allí estaba con unos
blue jeans riquísimos. Yo me quedé paralizado.
– Hola
Se tocó los ricitos y le tiró la manga a un señor que estaba a su lado.
– Bien señor
– Mañana a las 8 – y se fue con su papá del brazo mientras yo me ponía colorado.
Después nos fuimos con el papi y unos amigos a la casa y tomaron vino, comieron
pollo, cantaron y rieron. A mí me dieron ganas que esta noche fuera para siempre, sin
peleas y todos alegres. A veces me pregunto por qué Dios no hizo nada para salvar a
los compañeros que los militares mataron en Chile.
El papi me dio permiso para quedarme hasta tarde y no ir a la escuela al día siguiente.
Pensé en la cita que tenía con la Edith y de repente me acorde del Michael, por lo
menos ese día estaría a salvo por no ir al colegio.
Tome desayuno, me corte las uñas y me metí al baño para empezar a arreglarme para
mi cita con la Edith.
Después de almuerzo me daba vueltas en la pieza por que pronto serían las 5 y no
podía sacar de mi cabeza la frase <la hora señalada>
A las 4:30 fui al escritorio del viejo, dispuesto a contarle todo, pero me arrepentí.
5 para las 5 me senté en la cuneta. El cielo estaba gris y cargado. ¿Cómo había
llegado a meterme en este lío?
– Si – grité
– ¿Viniste ah? – me decía mientras hacía rugir la moto – yo creía que no ibas a venir.
– Aquí estamos
– Oye, Michael – le dije poniéndome de pie – no peleemos. Si quieres vamos y le pido perdón
a tu hermano.
– ¿Estás loco? Quieres que mis viejos y la policía sepan que fuiste tú el que lo reventó. Mi
hermano no te delató de hombre que es. ¿Sabes lo que te hubiera pasado si dice quien fue? te
echan del país imbécil, a ti y a tus padres.
Trague saliva.
Me subí y ahí me di cuenta del medio pedazo de espalda que tenía el bruto. <Este huevon va a
matarme>
Me llevo a un costado de la línea del tren, donde hay un montón de basura y carrocerías de
autos viejos.
-¿Aquí? – le dije yo
– Aquí – respondió
– Oye Michael, yo no quiero pelear contigo, primero porque eres más grande, más fuerte, y
segundo…
– No soy un cobarde, no puedo pelear contigo porque uno pelea cuando tiene rabia.
– Yo no soy un cobarde. Los chilenos son valientes. Hay tienes por ejemplo a O’Higgins, a
Arturo Prat, a Allende
– Sacó un cigarro trasnochado, aspiró profundo y lo botó para que yo viera sus botas
puntiagudas.
– Ya – dije yo
– ¡En guardia!
Me lanzó un karate a la cabeza que me dejó ardiendo las orejas, y antes de caer me dio un
cachetada que me hizo morder las lengua.
Me tiró una patada a las canillas. Agarró el pecho de mi camisa, me levantó y volvió a
empujarme. Sentí que me entraba tierra a la boca. Se me soltó un chorro de meado. Me
levante retrocediendo.
Me hizo una llave de la que logré zafarme y se formó un paquete de patadas y aletazos.
Cuando de repente, Michael estaba caído a mi lado y yo dejaba caer una piedra.
Miré para todos lados, ya estaba oscuro y no podía dejar de tiritar. Me senté y me puse a
llorar. Deje salir toda la lástima que sentía.
Le puse un espejo bajo la nariz y el oído sobre el corazón, y sonreí al escucharlo latir.
Se puso a llover y me quedé esperando que despertara. Pare un tarro bajo la lluvia y
le arroje agua a la cara del Michael.
Se sacudió la cabeza
– Está lloviendo – dijo
– De acuerdo- dije
– ¿Tienes plata?
– Algo
– Hay de todo
– Allende era muy valiente ¿verdad que peleo solo contra todo un ejército?
– Perdona
– No es por eso. Es que tuve una especia de sueño. Vi el momento en que nací y mis
padres eran como una llamarada.
– Conforme
Al día siguiente le deje un poema de Neruda y una caja de chocolates sobre el banco
y por fin vi sus cachetitos colorados.
El viernes vino el Michael Kruger a visitarme, trajo un vino que nos tomamos en mi
pieza. Me preguntó si él podía hacer algo para joder a Pinochet y mi papi le dio el
número del URS. A la semana el Michael aparece en una reunión del Chile Comité. El
papi me dijo que yo era «proselitista», otra palabra que tuve que buscar en el
diccionario.
FIN