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“Arthur Schopenhauer (alemán, 1788-1860). Pesimista (le gustan mucho menos los
hombres que su perro), músico (de flauta), misántropo (no vacila en maltratar a su vecina),
paranoico (duerme con una pistola debajo de su almohada). Como remedio del mundo,
invita a practicar la piedad, las bellas artes y la extinción de todo deseo en uno mismo.”1
“El hombre vive en dos mundos. Por una parte es, en terminología kantiana, un
«phainomenon», una célula del mundo sensible cuya existencia se somete a las leyes del
mismo; por otra parte es un «noumenon», una «cosa en sí» —sin necesidad, sin
2 Schopenhauer, A. (2016). El mundo como voluntad y representación I. Madrid: Trotta. Pp.: 224.
3 Íbid.
causalidad—, un algo que ya es incluso antes de que yo pueda comprenderlo y explicarlo;
y que es diferente e infinitamente más de lo que yo puedo entender.”4
Y así como Kant pervive en toda la filosofía de Schopenhauer, por otro lado
tenemos al mismo Schopenhauer explicando que Platón dice (a su parecer) lo siguiente
para distinguir el mundo sensible del mundo de las ideas:
“Las cosas de este mundo que nuestros sentidos perciben no tienen un verdadero
ser: siempre devienen, pero nunca son: solo tienen un ser relativo, no existen en su
conjunto más que en y a través de sus relaciones recíprocas. (...) En consecuencia,
tampoco son objeto de un verdadero conocimiento: pues solo de lo que es en y por sí
mismo, siempre de la misma manera, puede darse un conocimiento tal. (...) Lo único que
se puede denominar verdaderamente existente porque siempre es pero nunca llega a ser
ni perece (...) son las ideas eternas, formas originarias de todas las cosas.”5
Ahora bien, podría parecer que Schopenhauer estaría intentando equiparar la cosa
en sí kantiana y las ideas platónicas como si fueran una misma cosa, sin embargo se
encarga de dejar claro que ello no es así:
Schopenhauer establece una jerarquía entre la cosa en sí, las ideas y los múltiples
objetos del mundo fenómenico:
“La cosa individual que se manifiesta de acuerdo con el principio de razón, es, pues,
4 Safranski, R. (1998). Schopenhauer y los años salvajes de la filosofía. Madrid: Alianza. Pp.: 164.
5 Schopenhauer, A. (2016). El mundo como voluntad y representación I. Madrid: Trotta. Pp.: 225.
6 Íbid. Pp.: 229.
una simple objetivación mediata de la cosa en sí (que es la voluntad), encontrándose entre
ambas la idea como la única objetividad inmediata de la voluntad. (...) Por eso también ella
[la idea] es la única posible objetividad adecuada de la voluntad bajo la forma de la
representación: y aquí se encuentra la razón de la gran coincidencia entre Platón y Kant.”7
Aquí las ideas se encuentran entre la cosa en sí (es decir la voluntad) y las cosas
individuales; siendo las ideas la mejor forma de representar a la voluntad. Realizada esta
distinción entre cosa en sí e ideas podemos dedicarnos a explicar cómo la figura del
genio se libera de la voluntad, cuál es su tarea, por qué a través del arte y por qué no a
través del conocimiento científico.
7 Íbid.
Conocimiento científico y conocimiento artístico: distinciones.
“El arte reproduce las ideas eternas captadas en la pura contemplación, lo esencial y
permanente de todos los fenómenos del mundo; y según sea la materia en la que las
reproduce, será arte plástica, poesía o música. Su único origen es el conocimiento de las
ideas; su único fin, la comunicación de ese conocimiento.”9
Sin embargo Schopenhauer nos aclara que hay dos tipos de conocimiento posibles.
Por un lado el conocimiento artístico, el cual tiene origen y tiene finalidad: nace cuando
entramos en contacto con las ideas y culmina cuando logramos comunicar lo que hemos
conocido. Y por otro lado, en contraposición al conocimiento artístico está el
conocimiento científico, el cual estando sometido al principio de razón tiene como
principal característica el hecho de que nunca se satisface, puesto que a medida que
avanza y consigue el objetivo que se ha propuesto debe inmediatamente retomar su
marcha hacia uno nuevo, por lo que podemos afirmar que no llega nunca a un fin último:
“La ciencia (...) con cada objetivo que consigue es remitida a otro sin que pueda
nunca alcanzar un fin último ni una completa satisfacción, del mismo modo que no
podemos alcanzar andando el punto donde las nubes tocan el horizonte, el arte, por el
contrario, alcanza siempre su fin. Pues arranca el objeto de su contemplación fuera de la
corriente del curso mundano y lo tiene aislado ante sí: y ese objeto individual, que era una
parte diminuta de aquella corriente, se convierte en un representante del todo, (...) la rueda
del tiempo se para: las relaciones desaparecen: solo lo esencial, la idea, es su objeto. De
ahí que podamos considerar el arte como la forma de considerar las cosas
independientemente del principio de razón.”10
No puede haber mejor explicación que esta para reconocer la diferencia entre la
8 Schopenhauer, A. (2016). El mundo como voluntad y representación I. Madrid: Trotta. Pp.: 239.
9 Íbid.
10 Íbid.
ciencia y el arte según Schopenhauer. El conocimiento artístico es el que logra parar la
rueda del tiempo y abstraer el objeto representado, es decir, considerarlo de un modo
independiente al principio de razón. Y estas son las palabras de Philonenko al respecto:
“Conocer como individuo no es lo mismo que conocer como artista. El individuo está
determinado por la relación de su cuerpo con los otros cuerpos, relación guiada por el
interés y cuya orientación consiste en no conocer sino relaciones capaces de servir a su
voluntad. (...) Las propias ciencias no apuntan nunca a otra cosa que a las conexiones
causales en el espacio y en el tiempo, y (...) existen en función de la utilidad. (...) Si la
percepción y la ciencia están dominadas por la conexión, el arte, y todas las tendencias
que le acompañan tienden a la abstracción. Abstracción significa lo siguiente: la idea vista
en sí misma, sin preocuparse por los lazos orgánicos que unen lo que la expresa al resto
de la realidad. (...) ¿Cómo elevarse a esta abstracción, cómo desligarse de la potencia de
la voluntad que nos hunde sin cesar en el mundo del interés?”11
“El hecho de que el genio consista en el actuar del intelecto libre, es decir,
emancipado del servicio de la voluntad, tiene como consecuencia el que sus productores
11 Philonenko, A. (1989). Schopenhauer. Una filosofía de la tragedia. Barcelona: Anthropos. Pp. 166-167.
12 Schopenhauer, A. (2016). El mundo como voluntad y representación I. Madrid: Trotta. Pp.: 240.
no sirvan a ningún fin útil. Se haga música, filosofía, pintura o poesía, una obra del genio
no es una cosa de utilidad. Ser inútil pertenece al carácter de las obras del genio: es su
carta de nobleza. Todas las restantes obras humanas existen para la conservación o el
alivio de nuestra existencia; solo en estas no ocurre así: únicamente ellas existen en razón
de sí mismas.”13
13 Schopenhauer, A. (2009). El mundo como voluntad y representación II. Madrid: Trotta. Pp.: 435.
Cuestión central: la figura del genio
Por lo tanto, si la voluntad no está intelectualizada (es decir que existe sin
propósito) y ella es meramente una fuerza, un impulso que se sobreviene en el mundo
que es su representación y se manifiesta en todo lo que es fenómeno hemos de
reconocer que también nosotros, como fenómenos que somos, estamos sometidos a esa
fuerza irrefrenable que no puede ser satisfecha. Estamos bajo la tiranía de la voluntad.
“Dado que los individuos no tienen más conocimiento que el sometido al principio de
razón y esta forma excluye el conocimiento de las ideas, resulta cierto que, de ser posible
que nos elevemos del conocimiento de las cosas individuales al de las ideas, eso solo
puede suceder operándose en el sujeto una transformación correspondiente y análoga al
gran cambio que se da en la naturaleza del objeto, y en virtud de la cual el sujeto, en la
medida que conoce una idea, deja de ser individuo.”15
Cuando el conocimiento está al servicio de la voluntad lo que hace con los objetos
es no conocer más que las relaciones que entre ellos se suceden. Se sabe de ellos solo
14 Safranski, R. (1998). Schopenhauer y los años salvajes de la filosofía. Madrid: Alianza. Pp.: 285.
15 Schopenhauer, A. (2016). El mundo como voluntad y representación I. Madrid: Trotta. Pp.: 230.
en la medida en que existen ahora y en: “...este lugar, en estas circunstancias, por estas
causas y con estos efectos; en una palabra, en cuanto cosas individuales: y si se
suprimieran todas esas relaciones desaparecerían también los objetos, precisamente
porque nada conocía de ellos en otros respectos.” 16 Con el conocimiento al servicio de la
voluntad solo sabemos de los objetos por su forma como fenómeno y por su utilidad
práctica e inmediata.
“El tránsito posible pero excepcional desde el conocimiento común de las cosas
individuales al conocimiento de las ideas se produce repentinamente, cuando el
conocimiento se desprende de la servidumbre de la voluntad y el sujeto deja así de ser un
mero individuo y se convierte en un puro y desinteresado sujeto del conocimiento, el cual
no se ocupa ya de las relaciones conforme al principio de razón, sino que descansa en la
fija contemplación del objeto que se le ofrece, fuera de su conexión con cualquier otro,
quedando absorbido por ella.”17
Ahora, siguiendo nuestro curso, hemos de decir que no por nada explica
Schopenhauer (como ya hemos mencionado anteriormente) cómo es que el sujeto y el
objeto son en realidad fenómeno de una misma cosa, la cosa en sí, la voluntad:
21 Schopenhauer, A. (2016). El mundo como voluntad y representación I. Madrid: Trotta. Pp.: 234.
22 Íbid. Pp.: 250-251.
Cuando dejamos de ser sujetos del querer nos sentimos completamente bien, nos
hemos liberado de la rueda de Ixión 23 y podemos proclamar que le hemos ganado a la
voluntad y la hemos doblegado, nos hemos alejado de ella, aunque sea por un mero
instante antes de volver a caer en su tormentoso y ruin afán. Y este actuar que parece
inspiración lo vuelve a resaltar Schopenhauer en los complementos escritos décadas
después de su obra principal:
“Lo que llamamos el despertar del genio, la hora de la inspiración, el momento del
entusiasmo, no es más que la liberación del intelecto cuando, suprimido transitoriamente el
servicio a la voluntad, no se abandona a la inactividad o el relajamiento sino que por un
breve instante actúa completamente solo y espontáneamente.”24
Ahora bien, dentro del parágrafo 36 Schopenhauer dedica parte de sus escritos a
comparar la figura del genio con lo que el denomina el hombre vulgar, siendo este último
aquel individuo que no puede substraerse por ningún momento del influjo de la voluntad
y ve el mundo constantemente desde la perspectiva del principio de razón. Y si
queremos delinear la figura del genio nos será de ayuda utilizar estas comparaciones.
“...no permanece mucho tiempo en la intuición, así que no clava mucho su mirada en
un objeto. (...) Por eso lo despacha todo tan rápido: las obras de arte, los objetos bellos de
la naturaleza y los aspectos importantes de la vida en todas sus escenas. Pero no se
detiene: en la vida no busca más que su camino y, en todo caso, (...) no pierde el tiempo
examinando la vida misma en cuanto tal.”26
Hasta el momento hemos de admitir que lo escrito, como bien puede notar el lector,
tiene la característica de ser un texto en su mayor parte descriptivo. ¿Qué quiere decir
esto? Quiere decir que lo que hemos realizado, hasta ahora, ha sido explicar aquellos
aspectos relevantes para nuestro propósito de la teoría de Schopenhauer. Dedicamos
las páginas anteriores a repasar, con ayuda de los críticos mencionados, cómo es que
Schopenhauer despliega los puntos que decidimos abordar de su estética. Ahora es
momento de abrirle paso a aquellas preguntas que surgieron a medida que recorrimos
los textos de Schopenhauer, el de los críticos y el nuestro propio.
“Con el hombre, por tanto, se introduce un (...) mundo. Este (...) mundo surge cuando
el ser humano interroga la realidad en búsqueda de su finalidad última. La pregunta por el
sentido último del mundo es, por lo dicho, un interrogante estrictamente antropológico. Pero
se trata, para Schopenhauer, de una pregunta impertinente; un interrogante que pone en
cuestión el desarrollo esencial del mundo, una pregunta tras la cual no puede dejar de
palpitar una radical inconformidad. Este mundo, que parece consumir todas sus energías
en la perpetuación de sí mismo, siempre nos parece –a nosotros, los hombres– demasiado
29 Philonenko, A. (1989). Schopenhauer. Una filosofía de la tragedia. Barcelona: Anthropos. Pp. 169.
poco.”30
Y a esta afirmación de un mundo que no tiene fin le sigue otra que ilustraremos a
través de las palabras de Young, para visualizar a qué es que nos referimos con el
pesimismo de Schopenhauer:
“First of all, exactly what is Schopenhauer’s pessimism? (...). The (...) claim is that ‘All
life is suffering’. (...) In making this claim Schopenhauer does not of course mean that
moments of pleasure, happiness, joy never occur. His point rather is that when they do they
are exceptions, that life contains on balance (WR II: 576) more (...) suffering than
happiness.”31
Ahora bien, ¿cuáles son las implicancias de esta afirmación de qué toda vida es
sufrimiento? Una afirmación tal puede tener varias reacciones en el ser humano y entre
ellas creo que reconocemos una que nos puede conducir hacia adelante en el tiempo.
Podemos hablar de angustia y de un sentimiento de sufrimiento por la pérdida del
sentido de la existencia. Y la pregunta que se sobreviene es la de ¿por qué esta opción
nos conduce hacia adelante en el tiempo?
No hay duda de que Heidegger ha hecho eco de esta angustia que agobia al
hombre según Schopenhauer. Safranski, en su biografía de Heidegger, expresa que
Schopenhauer formuló ese miedo que comparte con Heidegger cuando consideró como
30 Rodríguez, P. U. (2008). Arte, mundo y voluntad : Schopenhauer y Nietzsche. Enfermedad del mundo y
redención artística. VII Jornadas de Investigación en Filosofía. Universidad Nacional de La Plata.
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Departamento de Filosofía, La Plata. Pp.: 3.
31 “Primero que nada, ¿qué es exactamente el pesimismo de Shopenhauer? El reclamo es que 'Toda la
vida es sufrimiento'. Al hacer este reclamo Schopenhauer claramente no quiere decir que momentos de
placer, felicidad, alegría nunca ocurren. Su punto más que nada es que cuando sí suceden son
excepciones, que la vida contiene en balance (MVR II: 576) más sufrimiento que felicidad.” (Traducción
propia).
Young, J. (2005). Schopenhauer. New York: Routledge. Pp. 206.
32 Nietzsche, F. (1932). Consideraciones intempestivas. Madrid: Aguilar.
33 Podemos recomendar varias obras para referir a este tema. Entre ellas Schopenhauer de Julian Young;
Schopenhauer y Nietzsche de George Simmel; el artículo El destino de la metafísica y la metafísica
como destino de Juan A. Blanco; etc.
el verdadero filósofo a Edipo por su afán de encontrar la verdad, aún cuando presentía
que la verdad sería aterradora; Schopenhauer se refería allí al abismo metafísico que
surge cuando el hombre se pregunta por el sentido de la vida. Este es el carácter
abismal que también Heidegger tiene presente cuando habla de «el abandono del
hombre actual en medio del ente». 34 Abandono que conduce al hombre a una sensación
de pérdida del sentido de la existencia.
“El mundo del arte es, como el mundo representado, un mundo humano. Sin
embargo, mientras que cotidianamente el hombre se horroriza ante el espectáculo del
mundo; la contemplación estética de la realidad lo vuelve dichoso. La pregunta
fundamental que anima toda reflexión en torno a la estética schopenhaueriana es la
siguiente: ¿cómo es posible que la representación de la miseria del mundo sea placentera?
La respuesta a este interrogante es contundente. Hay placer en la experiencia artística,
porque la representación estética del mundo supone una "redención" del mismo.”35
“El arte tiene, ante todo, la misión metafísica de redimir al mundo de sus propias
contradicciones. La actividad artística ejecuta su tarea unificadora intentando recomponer
la relación del hombre con el mundo. (...) El hombre se reconcilia con el mundo en el arte,
porque depone aquellas expectativas que en él había depositado: se acerca al mundo, al
dejar que éste se manifieste por fuera de sus propios intereses.”36
“El terror de lo igual alcanza hoy todos los ámbitos vitales. Viajamos por todas partes
sin tener ninguna experiencia. Uno se entera de todo sin adquirir ningún conocimiento. Se
ansían vivencias y estímulos con los que, sin embargo, uno se queda siempre igual a sí
mismo. Uno acumula amigos y seguidores sin experimentar jamás el encuentro con alguien
distinto. Los medios sociales representan un grado nulo de lo social. La interconexión
digital total y la comunicación total no facilitan el encuentro con otros. Más bien sirven para
encontrar personas iguales y que piensan igual, haciéndonos pasar de largo ante los
Han explica como es que hoy por hoy vivimos en un mundo en el que por todos
lados hay una proliferación de lo igual. Nada nos genera una experiencia nueva debido a
que todo nos es repetitivo, hoy por hoy no existe el encuentro con el otro ni con lo otro ya
que por todos lados se nos muestra lo que nos es agradable; la interconexión cotidiana
es el modo más claro de alejamiento del otro y realzamiento del yo, un yo que (usando
términos de Schopenhauer) está sometido por el principio de razón más que nunca; por
encima de todo proliferan los intereses personales. Hoy por hoy accedo solo a lo que a
mí me gusta, a lo que a mí me agrada, a lo que a mí me satisface, solo yo decido qué es
lo que quiero ver y qué es lo que no (o al menos así lo creemos). Estamos adoctrinados
por nuestras propias nociones dice Han, y eso es un dilema que no nos permite salirnos
del yo, de este modo es imposible que se logre tener una experiencia estética del modo
en que Schopenhauer la postula.
Si vivimos en un mundo en el que cada vez se hace más difícil salirse de uno
mismo para encontrarse con aquello que es distinto, se torna más cuesta arriba el
desarraigo del yo y el desapego de mis horizontes de comodidad, que son aquellos que
están bajo el principio de razón; si Schopenhauer decía que el vivir es constante
sufrimiento porque estamos sometidos a una rueda de Ixión que ha de encontrar
constantemente una satisfacción que es efímera, quizás hoy podemos decir que la
satisfacción de la voluntad está a la vuelta de la esquina, esperando por nosotros y
dispuesta a hacer lo que fuere para retenernos en ella.
“En realidad, la sociedad del trabajo es una sociedad en la que el trabajo en sí está
separado de las necesidades de la vida, se ha independizado y se ha convertido en un fin
en sí mismo absoluto. El trabajo se totaliza de tal modo que, más allá del tiempo laboral,
solo queda matar el tiempo. La totalización del trabajo anula otras formas y proyectos de
vida. (...) La sociedad del consumo y del tiempo libre presenta una temporalidad particular.
El tiempo sobrante, que se debe a un aumento de la productividad, se llena con
acontecimientos y vivencias superficiales y fugaces. Puesto que nada ata al tiempo de
manera duradera, parece que transcurre muy deprisa o de que todo se acelera. (...) Los
bienes no duran. Llevan inscrita la caducidad como elemento constitutivo. El ciclo de
aparición y desaparición de las cosas es cada vez más breve. El imperativo capitalista del
crecimiento lleva consigo que las cosas se produzcan y se consuman en un lapso de
tiempo cada vez más corto. La presión del consumo es inmanente al sistema de
producción.”39
En una sociedad donde no hay tiempo para perder el tiempo porque el mandato de
producir y consumir nos sobreviene, los tiempos se aceleran. Ahora todos los bienes
tienen fecha de caducidad para poder volver a producir y consumir. Si las cosas no
expiraran no habría necesidad de vivir bajo una continua producción y un continuo
consumo. Y esto se traspola a las vidas que llevamos. Un tiempo dedicado a la
Como se ha hecho notar, este trabajo ha centrado todos sus esfuerzos en torno a la
estética de Schopenhauer, y de la misma solamente hemos hecho hincapié en una
ínfima parte del todo. Hemos hablado de la figura del genio, del conocimiento artístico en
general, de las influencias de Kant y de Platón en Schopenhauer, de lo que
Schopenhauer entiende por voluntad y de lo que denomina principio de razón, junto a
ello hemos dedicado una sección a preguntarnos por la posibilidad de una experiencia
estética en el presente. En este sentido sabemos que es más lo que dejamos fuera que
lo que dejamos dentro de este escrito; por lo tanto su valor no será para nosotros según
lo mucho que hayamos podido plasmar en él, sino lo factible que es que gracias a él
podamos seguir ahondando en la lectura y comprensión de otras obras.
Así también, dentro de lo que ha quedado afuera (si se nos permite el juego de
palabras) se encuentran los planteos de Schopenhauer sobre las distintas artes: la
pintura, la escultura, la poesía, la música, el teatro y demás. De ellas prácticamente nada
mencionamos porque entendimos que radicaban por fuera de lo que buscábamos
estampar. Tampoco hemos dicho demasiado sobre cuales fueron los aportes de la
estética de Schopenhauer a la disciplina estética en general, cuestión en la que podrían
habernos ayudado autores como Rosset40, Bayer41, Aramayo42 e incluso los
anteriormente citados en el transcurso del trabajo.
Por tanto, si hemos de concluir este ensayo de alguna manera creemos que es
menester dejar en claro que sus repercusiones serán las que el lector se permita
experimentar. Mientras que por nuestra parte podemos afirmar que lo escrito es un
acercamiento a una vasta obra que no se concluye en la estética y que (como la mayoría
de los planteos de los filósofos que encontramos en la modernidad) tiene por
complementarias todas las otras aristas del trabajo de Schopenhauer, es decir: la
metafísica, la epistemología, la ética y demás.