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GUILLERMO BONFIL BATALLA

fflSTORIAS QUE NO SON TODAV1A


HISTORIA
En un sentido doble las historias de los pue-
blos indios de México no son todavía historia.
No lo son, en primer lugar, porque están· por
escribirse; lo que hasta ahora se ha escrito
sobre esas historias es ante todo un discurso
del poder a partir de la visión del coloniza-
dor, para justificar su dominación y raciona-
lizarla. No son todavía historias, en otro
sentido, porque no son historias concluidas,
ciclos terminados de pueblos que cumplieron
su destino y "pasaron a la historia", sino his-
torias abiertas, en proceso, que reclaman un
futuro propio.

Una historia colonizada


La primera mirada europea sobre la realidad
de lo que hoy es América, a fines del siglo xv,
no fue la mirada virgen que se asoma a lo
ignoto. Fue una visión filtrada -¿ cuál no?-
a través de preconcepcíones, convicciones
y
prejuicios de un mundo que salía apenas de
la Edad Media. e iniciaba la aventura de su
expansión más allá de los límites conocidos.
Pero no sólo había ignorancia y
descubri- miento; también necesidad
histórica de en- cuadrar las nuevas
realidades en el marco de un proyecto de
dominación colonial. Cuales- quiera que
fuesen los pueblos por descubrir, estaban ya
de alguna manera ubicados en el contexto de
como _lamarginales, excéntricos,
historia europea: paganos e in-
ingresarían
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BATALLA

trínsecamente inferiores. Otra previsión no


hubiera sido compatible con el impulso ex-
pansionista del desarrollo económico
europeo ni con el "espíritu de la época"
que lo ex- presaba. En España, la
reconquista y la uní- ficación aportaban,
además, los antecedentes inmediatos para
consolidar la convicción de que al nuevo
Estado le había sido asignada una misión
redentora, reservada sólo a los pueblos
elegidos y, en consecuencia, supe- riores.
Toda empresa colonial requiere una justi-
ficación ideológica, por precaria y endeble
que sea. La dominación pasa siempre por
una razón de superioridad que la transforma
en una obligación moral, tanto para el domi-
nado como para el dominante. No basta la
coerción ni el predominio de la fuerza: es
necesaria la hegemonía, la convicción de que
los respectivos papeles no podrían ser otros
ni estar a cargo de otros protagonistas.
Es bien sabido que la invasión y conquista
europea de América se racionalizó a partir
de una definición del indio como inferior,
como naturalmente destinado a ser redimido
y elevado gracias a la acción del colonizador,
su superior -también por definición- en
todos los órdenes de la vida. Su propia huma-
nidad estuvo formalmente en entredicho cuan-
do se cuestionó la existencia de su alma, el
atributo distintivo del hombre en la concep-
ción cristiana. Esta naturaleza subalterna ads-
crita al indio exigía una historia que explicara
convincentemente y sin fracturas su trayec-
toria anterior, hasta el momento de su
arribo a la verdadera y única historia, es
decir, la del Occidente europeo. La visión
de la histo- ria india, más allá o al margen
de cualquier
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evidencia, debía ser comprensible y conse-


cuente en términos de la ideología del con-
quistador, que expresaba las premisas nece-
sarias del orden colonial. Tales premisas
fueron, entre otras:
a] Los antiguos habitantes del continente
forman una sola categoría social (humana,
tal vez) , por encima de sus especificidades y
diferencias concretas. Son los indios, cuya ca·
racterística esencial es no ser europeos. No
ser europeo significa no ser cristiano ni civi-
lizado, es decir, no poseer la verdad y, en
consecuencia, no disponer de las capacidades
para guiarse y realizarse por sí mismos. La
unicidad de los indios se establece por con-
traste, por oposición global con el coloniza-
dor: ustedes son todo lo que no soy yo, por
eso son lo mismo. Las historias de los diver-
sos pueblos serán, en consecuencia, la histo-
ria del indio: una sola historia en su carácter
esencial (el error), cuyos pormenores, por
divergentes que sean, nunca alcanzan a con-
tradecir su unidad básica. A los ojos del con-
quistador la historia india es una sola, porque
los indios. finalmente, tienen un solo destino:
ser o llegar a ser colonizados. A igual destino
ineludible corresponde igual historia que lo
justifica.'
I Esta premisa no implica que los europeos no
hayan reconocido las diferencias entre los pueblos
indios. La táctica de la colonización echó mano
constantemente de esas diferencias y las acentuó
en su propio beneficio, estimulando pugnas y riva-
lidades entre los pueblos para impedir su unión y
facilitar su control y explotación. Sin embargo, este
nivel de reconocimiento de la diversidad no niega
la conceptualización
categoría única por global de loscon
contraste indios
los como una
coloniza·
dores.
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