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Inefable es una buena palabra para describir algunas cosas, Escher y sus obras podrían

ser una de tantas, sin embargo, más que indescriptible traería a colación un término usado
por Bruno Ernst (Compañero de Escher): “intelectual” pues plasma objetos, figuras, que
posiblemente no serían fáciles de reformular con palabras, aquí es donde cobra sentido
una frase afamada en el mundo entero: “una imagen vale más que mil palabras”.

La realidad se vivencia, pero Escher vivencia una realidad creada por él mismo "Toda obra
realista consiste en una visión artística de una parte de la realidad. La obra de arte se
convertía en su propia realidad, sin correspondencia con la realidad del lugar" (Museo de
La Haya). Escher suplanta la realidad para hacer que la veamos con nuevos ojos, la viste
a su propio estilo y nos la presenta con un toque diferente a cualquier otro artista: con
descubrimientos.

Escher realza logros en sus estampas, nuevas creaciones, pero antes de cualquiera de
estas características nos entrega algo que es para todos nosotros un desafío, un reto “El
elemento de enigma en el que se quiere centrar la atención debe estar envuelto, quedar
oculto, por algo común, que a todos resulte familiar, de evidencia cotidiana. Este evento
verosímil fiel a la naturaleza para cualquier observador superficial es esencial para provocar
el impacto deseado"(M.C. Escher). Escher mezcla cotidianidad con lo extraordinario,
formando una dualidad. En la obra reptiles el también lo maneja, pues no es acaso pasar
de una dimensión a otra algo al menos peculiar. Pues visto de otra forma es como si el ser
humano pasara de su cómoda y comprensible dimensión a una mayor, inusitada y todavía
no del todo perceptible.

“En cierto sentido, la obra de Escher no parece ofrecerle al crítico mayor dificultad: solo
tiene que describir con exactitud lo que ve, guardándose de no decir nada sobre los
sentimientos que le inspira la obra.” Somos reptiles atrapados en una dimensión
estructurada perfectamente, con formas regulares y trabajando en orden, hasta que
logramos salir de ese mosaico cotidiano para ver formas aún más extrañas de las que
imaginamos, se interactúan con ellas, conocemos de esas formas, sin embargo, volvemos
a ese mosaico, pues es el orden el que genera más comodidad, así pues, se forma un ciclo
que alterna entre una realidad continua y una realidad atípica. “En cierto sentido, la obra de
Escher no parece ofrecerle al crítico mayor dificultad: solo tiene que describir con exactitud
lo que ve, guardándose de no decir nada sobre los sentimientos que le inspira la obra.”
(Bruno Ernst).

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