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DISCRECIÓN Y SECRETO EN MASONERÍA

La disciplina del silencio es una de las enseñanzas fundamentales de la Masonería. Quien habla mucho piensa poco,
ligera y superficialmente, y la Masonería quiere que sus adeptos se hagan más bien pensadores que habladores.
No se llega a la Verdad con muchas palabras ni discusiones, sino más bien con el estudio, la reflexión y la meditación
silenciosa. Por consiguiente, aprender a callar es aprender a pensar y meditar. Por esta razón la disciplina del silencio tenía una
importancia tan grande en la escuela pitagórica, en donde a ninguno de los discípulos se le permitía hablar, bajo ningún
pretexto, antes de que hubiesen transcurrido los tres años de su noviciado, período que corresponde exactamente al del
aprendizaje masónico.
Saber callar no es menos importante que saber hablar, y este último arte no puede aprenderse a la perfección antes de
habernos adiestrado en el primero, rectificando por medio de la escuadra de la reflexión todas nuestras expresiones verbales
instintivas.
En el silencio las ideas se maduran y clarifican, y la Verdad aparece como la Verdadera Palabra que se le comunica en
el secreto del alma a cada ser. El Arte del Silencio es, pues, un arte complejo, que no consiste únicamente en callar la palabra
exterior, sino que se hace realmente completo con el silencio interior del pensamiento: cuando sepamos acallar el pensamiento
es cuando la Verdad puede íntimamente revelarse y manifestarse a nuestra conciencia.
Para poder realizar esta disciplina del silencio, también hemos de comprender el significado y el alcance del secreto
masónico. Dado que el masón tiene que callarse ante las mentalidades superficiales o profanas sobre todo aquello que
únicamente los que se han iniciado en su comprensión pudieran entender y apreciar.
Por otro lado, los signos y medios de reconocimiento, y todo cuanto se refiere a los trabajos masónicos, deben
conservarse en el secreto más absoluto, puesto que de este secreto depende la perfecta aplicación, utilidad y eficacia de los
mismos. Son éstos los medios exteriores o materiales con los cuales está formada y se suelda y se hace efectiva la mística
cadena de solidaridad que, con la Masonería, abraza toda la superficie de la tierra.
Ninguna razón justificaría que el masón violara el secreto al que se obligó con solemne juramento, sobre la manera de
reconocerse entre los masones y el carácter de sus simbólicos trabajos, ni aun cuando lo creyere útil para su propia defensa o
en defensa de la Orden.
Como siempre lo hicieron los iniciados, los masones deben soportar estoicamente y dejar sin contestación las
acusaciones y calumnias de las cuales fueran objeto, esperando con tranquila seguridad que la verdad triunfe y se revele por sí
misma, por la propia fuerza inherente en ella, como siempre inevitablemente tiene que suceder.
El iniciado debe, pues, renunciar siempre a su propia defensa, cualesquiera que puedan ser las acusaciones y ofensas
que se le hagan. Más bien debe estar dispuesto a sufrir, si es necesario, una condena inmerecida: La verdad, que
silenciosamente atesta con su conducta, se hará sin embargo, de por sí, su defensa segura e infalible.
En lo que se refiere al ritual masónico, es cierto que buena parte de las formalidades en uso en la Sociedad no
permanecieron enteramente secretas. Pero es igualmente cierto que no pueden ser de utilidad verdadera sino para los masones,
que de la misma manera que los instrumentos del arte determinado sólo sirven para los obreros expertos y capacitados en el
arte. La gran mayoría de las obras que tratan de Masonería siempre caen, directa o indirectamente, en las manos de masones
que, por otro lado, son los únicos capacitados para realmente entenderlas.
Así pues, es deber del masón cuidar que se observe el secreto también en aquellas partes del ritual masónico que
puedan haber llegado a conocimiento del público, absteniéndose igualmente de negar como de afirmar la autenticidad de las
pretendidas revelaciones que se encuentran en obras que tratan de nuestra Institución, y que muchas veces revelan supina
ignorancia además de superficialidad.
Y en cuanto al verdadero “secreto masónico”, su naturaleza esotérica lo pone para siempre al abrigo de los espíritus
superficiales, tanto fuera como dentro de nuestra Sociedad. Aunque pueda hablarse de este secreto con toda claridad en las
obras del género de la presente, quien escribe sabe bien que su comprensión y entendimiento no pueden ir más allá de lo que
haya destinado la Oculta Jerarquía que gobierna la Orden: los que leen y entienden o bien son masones deseosos de conocer el
oculto significado del simbolismo de nuestro Arte, o bien lo son en espíritu y no dejarán de hacerse buenos masones cuando la
ocasión se les presente. Para los espíritus superficiales estas obras no ejercerán atracción alguna.
La discreción del masón que entiende los secretos del Arte debe ejercerse también con sus hermanos que no poseen
todavía la suficiente madurez de espíritu, que es condición necesaria para que pudieran hacer un uso provechoso de sus
palabras.

La Verdad no sirve y no puede ser recibida por quien no se halle todavía en condición de entenderla, o prefiera vivir
en el error: todo esfuerzo que hagáis para convencerlo se transmutará en vuestro personal perjuicio. Dejad, pues, en paz a
todos aquellos hermanos sinceros, y muchas veces entusiastas, que entienden la Masonería a su manera, con espíritu
semiprofano, y se esfuerzas en practicarla con buena voluntad, en la medida de su entendimiento.
El masón que conoce la verdadera palabra debe estar siempre dispuesto a dar la letra que corresponde, cuantas veces le
sea pedida. Pero debe esperar siempre que esta letra le haya sido directa o indirectamente pedida y hacer que su letra se halle
en perfecta correspondencia y armonía con la letra encontrada y dada como pregunta. A cada cual se le contesta cuando se
juzga necesario, según las ideas que el mismo ha expresado: no hacerse comprender bien es dañoso igualmente para quien
habla y para quienes escuchan.

CONCLUSIÓN

En el ámbito personal, en el laboral, en la vida y sobre todo en la masonería, la discreción es un valor que debe
acompañar a los hombres en todo momento, pues se trata de una de las cualidades que más nos definen como una persona de
confianza o un individuo con el cual hay que tener especial cuidado al revelar secretos. 

Discreción en la masonería es un tema muy variable. Depende del criterio de cada hermano el revelar su


propia condición de masón e inclusive llegar al extremo de revelar la de sus hermanos entre los profanos,
a masonería contemporánea debe ser una cuestión de seriedad, pero sobre todo de discreción. Eso significa que debes ser
sensato en la formulación de reflexiones y tener mucho tacto o esmero en la expresión de los conceptos a transmitir a los
demás.

Transportando los conceptos anteriores a la masonería en general y especialmente a una de las virtudes que se
cultivan en el grado de aprendiz, el guardar silencio, es claro que la necesidad de ser sensatos al momento de emitir u omitir
opiniones acerca de lo que se nos revela es una de las cuestiones más importantes, no sólo por el contenido que encierran las
enseñanzas y secretos de la masonería, sino por la lección que conlleva guardar silencio. 

¿Es necesario que el mundo profano conozca que son masones para llevar una vida acorde con los ideales de
la orden y las enseñanzas que en ella se reciben?

Ser masón no necesita una retribución, un reconocimiento del mundo profano o incluso el señalamiento de que por
ser masón es lo que es, por el contrario se debe ver como un hombre común pero que vive con el más absoluto respeto por los
valores cívicos y morales de la sociedad; que vive en armonía con sus semejantes y que en su hogar, fomenta y proyecta eso
mismo con su familia. 

De este modo, cabe mencionar una vez más que la masonería se lleva de manera personal, se lleva por dentro.

BIBLIOGRAFIA:

MANUAL DEL APRENDIZ – 2ª Edición. Aldo Lavagnini. Editorial Kier. Buenos Aires – Argentina 2017
Pensamiento masónico - Internet

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