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FILOSOFÍA PARA NIÑOS: El arte para

comprender el mundo.
El arte para comprender el mundo | FILOSOFÍA PARA NIÑOS | LITERATURA
INFANTIL

No sólo es territorio para la filosofía el pensamiento, sino cualquier signo


humano que disponga de suficiente intensidad para formar parte de él. Existe una
rama del fértil árbol de este saber, que recibe el nombre de Estética, dedicada
a analizar con cuidado cualquier dato que provenga de nuestros sentidos,
nada más y nada menos. Si nos paramos a pensar en qué comprende este
territorio, nos daremos cuenta de que todo cuanto constituye nuestra vida
consciente se encuentra incluido en él, desde la primera sensación al último
recuerdo, desde una caricia a un sueño, desde un trazo a un rumor. La Estética
es la raíz básica y previa de todo conocimiento, y en ella se vehicula la relación
de nuestra conciencia con cualquier otra entidad que propongamos, incluida ella
misma. Nosotros somos un conjunto de percepciones propias, realmente curioso
en su establecimiento, en realidad.
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Escenas agrícolas en las pinturas murales de Deir el-Medina (Imperio Nuevo).


Ejemplo considerado por Veronique Antoine-Andersen como  pintura mágica e incluido en su
catalogación como Arte para Actuar en el mundo
.

Tiende a entenderse Estética como el estudio del Arte, aunque esta sea sólo una
de sus partes, ya que la consideración de lo que esté incluido en la categoría arte
es cambiante en cada cultura y época. El cometido de la estética es descubrir,
desde las sensaciones y percepciones, el mundo del que proceden y el
mundo al que nos envían o reenvían. El conflicto de campos es sencillo de
explicar: mientras que nuestras percepciones son múltiples, no todas ellas, por
distintas consideraciones sobre las que les invito a pensar, son merecedoras en
cada cultura del nombre de Arte, como categoría especial. La gastronomía o la
perfumería son territorios de la Estética, en cuanto contienen datos culturales,
antropológicos, humanos de gran calidad y que nos abren enormes campos de
estudio, pero en la definición occidental actual de arte, que tienen como cierto
origen el siglo XVIII, tan sólo se contemplaba a la danza, la escultura,
la música, la pintura y la poesía, posteriormente la arquitectura y la elocuencia,
como constitutivas de la “bellas” artes.
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Jeronimo

BOSCH, «El Bosco»  . Los siete pecados capitales y los cuatro fines últimos.

Arte para dar testimonio, enseñar y reflexionar.

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El arte para comprender el mundo de Veronique Antoine-Andersen propone
un acertado punto de vista sobre la lectura de una serie de obras de arte,
seleccionadas por su curiosidad, que las muestra como formas contenedoras de
distintos, variados e infinitos poderes. La autora cita a André Breton para
reivindicar el espacio en donde el arte se construye como pensamiento, mediante
la traducción por la imaginación:
“La imaginación es lo que tiende a ser real… de ella nace la curva blanca sobre
fondo negro que llamamos pensamiento…”
.
André Masson (1896-1987), Dibujo automático, 1925

Arte para expresar emociones

Lo realmente interesante y arriesgado de esta propuesta es este sistema de


transformación explicada de obras de arte en el poder y la energía de que
son portadoras, como si fueran talismanes de sentido. En ellas ya se
desdibujan, como ocurre siempre, lo que pueda ser considerado estrictamente
artístico, que encontramos siempre mezclado con otras fuerzas: religión, ritual,
comercio, guerra, cosmética o cualesquier otro sentido puede hallarse en nuestra
consideración de arte, ya que, auxiliados por la estética, podemos creer
que cualquier signo humano nos entrega información valiosa sobre el
mundo que lo ha concebido. Un signo es una huella de un mundo posible, la
lectura del arte es la reconstitución del universo del que forma parte. Es por ello
siempre una especie de arqueología, donde la imagen de un Dios, un santo, una
mascota, un cuerpo, un paisaje o cualquier objeto, es índice de una enorme serie
de conexiones en la realidad que en cada momento le circunda, es un detector de
sentido, es un camino mágico para entrever otras construcciones posibles de la
realidad.
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Jan Van Eyck, Retrato de los Arnolfini, 1434

Belleza divina en: Arte para conquistar la belleza

.
Así, las obras nos entregan, explicadas en este libro, imágenes y pensamientos
sobre la maternidad y la mortalidad, sobre el retrato y la identidad, sobre lo que
creemos bello y sobre cómo repartimos simbólicamente nuestros espacios
imaginarios: cielo, infierno, visible, invisible. Sobre nuestros relatos, anécdotas e
historia, sobre la forma en que vivimos, habitamos y compartimos con los demás,
eso que debemos entender como política, y sobre cómo en estas líneas generales
aparecen condiciones en cada época, nombres y autores, arte anónimo,
movimientos y estilos, como el expresionismo y el surrealismo, ideas abiertas,
como sueños, viajes, recuerdo y memoria, todas ellas incardinadas en esas obras
maravillosas, dignas de admiración, que tendemos a singularizar con el nombre de
ARTE

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