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El tiempo sagrado y los mitos. Mircea Eliade.

El mito trata generalmente (pero no siempre) sobre la irrupción de la divinidad


en la vida de los hombres, normalmente con una finalidad fundacional (creando la
vida, un territorio, enseñando algo, etc.: “fundando” algo donde antes no existía
absolutamente nada). Ese es el “mito fundacional”, el gran modelo del mito (pero no
el único: también hay mitos de destrucción y muerte (diluvio, juicio final, Apocalipsis)
e incluso algunos filosóficos (Sísifo, eterno retorno).
Tiene tres grandes finalidades: la primera es contar con una forma de entender
al mundo y comprenderlo para poder vivir en él, no quedándose con la mera
apariencia de caos sino formulando una explicación alternativa de la realidad; la
segunda es recordar cuáles son los orígenes de la comunidad o las grandes
enseñanzas que ha recibido y que nunca debe olvidar; la tercera es mostrar ejemplos
espirituales y prácticos que se deben imitar para poder vivir en comunidad, no
limitándose solamente a conocerlos ni entenderlos, sino llevándolos a la vida
cotidiana; y cuarto, constituirse en un marco de referencia común para toda la
comunidad, dando coherencia y unidad al grupo y su identidad cultural[1].
Ahora bien empecemos por el tiempo ya que al igual que el espacio, el tiempo
sagrado se diferencia del ordinario, ya que el tiempo sagrado es por su propia
naturaleza reversible, en el sentido de que es, propiamente hablado un tiempo mítico
primordial hecho presente[2]". Ya que por medio del rito se abandona el tiempo
profano y se rememora, "viviéndolo", el principio el momento de la creación por los
dioses.
Es por ello que el tiempo, en la experiencia religiosa es circular, pues el tiempo
mítico primordial es una especie de eterno presente mítico que se reintegra
periódicamente mediante el artificio de los ritos; o como el autor señala, ni siquiera
para el hombre moderno el tiempo es concebido homogéneamente, pues diferencia,
por ejemplo, el tiempo de trabajo y el de ocio, tiempos de espera... pero sin ninguna
trascendencia a lo eterno, lo sagrado, lo divino.
El tiempo y el espacio forman una unidad indisoluble. Así, cada año el cosmos
"pasa", esto es, el cosmos nace y muere con el año, con el tiempo. En año nuevo el

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cosmos se renueva para volver a desgastarse. La concepción del hombre primitivo
es circular respecto de esta unión indisoluble el mundo se renueva anualmente.
Sin embargo “para el hombre no religioso, el tiempo puede no puede presentar
ni ruptura, ni misterio: constituye la más profunda dimensión profunda dimensión
existencial del hombre, está ligado a su propia existencia, pues tiene un comienzo y
un fin, que es la muerte, el aniquilamiento de la existencia”[3].
El mito cosmogónico relata la creación del mundo, por tanto debe repetirse al
comienzo de cada año nuevo, puesto que hay que recrear el tiempo y el espacio
gastados, y esto se consigue por medio del rito, accediendo al tiempo original
relatado por el mito cosmogónico. En realidad, esta renovación del cosmos con el
año nuevo tiene su versión desacralizada en el hombre moderno, y se expresa en
intenciones de cambio, mejora, proyectos, evaluaciones que se repiten a cada año
nuevo.
Este mito es pues un mito de regeneración, y sirve por tanto para tratar
enfermedades (para regenerar al enfermo) “ya que recomenzaba en tanto que tiempo
sagrado, pues coincidía con el illud tempus en que el mundo había venido por vez
primera a la existencia[4]”; se regenera no por reparación sino por recreación a través
del mito cosmológico, "la concepción subyacente a estos ritos de curación parece ser
la siguiente: la Vida no puede repararse, sino tan sólo recrearse por la repetición
simbólica de la cosmogonía pues la cosmogonía es el modelo ejemplar de toda
creación"[5].
Es por ello que el hombre religioso tiene una preocupación cosmológica,
religiosa, y por tanto sus esfuerzos irán destinados a su unión con la divinidad. Así
tratará de perfeccionar su mundo recreándolo según los modelos divinos por medio
de los ritos, siendo de hecho, una tarea grandiosa y de una importancia y
responsabilidad total, por oposición a la actitud moderna: la preocupación en el
progreso humano que se inscribe en el marco de lo histórico (recordemos la abismal
diferencia entre el hombre moderno y el hombre primitivo con respecto al tiempo),
sobre todo en el ámbito social, o dentro de las estructuras humanas, sin preocupación
alguna.

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La creación de los dioses se relata en los mitos, donde el cómo y el por qué
forman una unidad indisoluble. En el mito están, pues, los modelos divinos y
contienen la sacralidad absoluta, pues se refleja en ellos.
La repetición de estos modelos, tiene dos finalidades o significados:
1) Por imitación divina, el hombre se instaura en lo sagrado.
2) Por la reactualización de los gestos divinos ejemplares, esto es, por imitación
divina, el mundo se santifica.
“Ahora bien, al comienzo lo que acontecía era esto: los Seres divinos o semidivinos
desarrollaron su actividad sobre la tierra. La nostalgia de los orígenes es, pues, una
nostalgia religiosa. Es la nostalgia de la perfección de los comienzos lo que explica
en gran parte el retorno periódico in illo tempore”[6].
Entonces, se puede decir, que el hombre se hace a sí mismo, se perfecciona
siguiendo las conductas modélicas divinas reveladas por la historia sagrada, el mito;
es decir, trata de alcanzar su máxima plenitud como hombre. Así, cualquier acto, del
orden que sea, tiene justificación si viene revelado en el mito como conducta divina
(sacrificios humanos, canibalismo).

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Mito = Modelo ejemplar
El mito relata una historia sagrada, es decir, un acontecimiento primordial que tuvo
lugar en el comienzo del Tiempo, ab initio 37. Mas relatar una historia sagrada
equivale a revelar un misterio, pues los personajes del mito no son seres humanos:
son dioses o Héroes civilizadores, y por esta razón sus gesta constituyen misterios:
el hombre no los podría conocer si no le hubieran sido revelados. El mito es, pues, la
historia de lo acontecido in illo tempore, el relato de lo que los dioses o los seres
divinos hicieron al principio del Tiempo. «Decir» un mito consiste en proclamar lo que
acaeció ab origine.
El mito proclama la aparición de una nueva «situación» cósmica o de un
acontecimiento primordial. Consiste siempre en el relato de una «creación»: se
cuenta cómo se efectuó algo, cómo comenzó a ser. He aquí la razón que hace al
mito solidario de la ontología; no habla sino de realidades, de lo que sucedió
realmente, de lo que se ha manifestado plenamente.

Se trata evidentemente de realidades sagradas, pues lo sagrado es lo real por


excelencia. Nada perteneciente a la esfera de lo profano participa en el Ser, ya que
lo profano no ha recibido un fundamento ontológico del mito, carece de modelo
ejemplar. El trabajo agrícola es un trabajo revelado por los dioses o por los Héroes
civilizadores. También constituye un acto a la vez real y significativo. Comparémoslo
con el trabajo agrícola en una sociedad desacralizada: aquí se ha convertido en un
acto profano, cuya única justificación es el beneficio económico. Se trabaja la tierra
para explotarla, se persigue el alimento y la ganancia. Despojado de simbolismo
religioso, el trabajo agrícola se hace a la vez «opaco» y extenuante: no revela
significación alguna, no depara «abertura» alguna hacia lo universal, hacia el mundo
del espíritu.

Ningún dios, ningún Héroe civilizador ha revelado nunca un acto profano. Todo lo
que los dioses o los antepasados han hecho, es decir, todo lo que los mitos refieren
de su actividad creadora, pertenece a la esfera de lo sagrado y, por consiguiente,
participa en el Ser. Por el contrario, lo que los hombres hacen por su propia iniciativa,

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lo que hacen sin modelo mítico, pertenece a la esfera de lo profano: por tanto, es una
actividad vana e ilusoria; a fin de cuentas, irreal.
el mito revela la sacralidad absoluta, porque relata la actividad creadora de los dioses,
desvela la sacralidad de su obra. En otros términos: el mito describe las diversas y a
veces dramáticas irrupciones de lo sagrado en el mundo.

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