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UNIDAD N° 1.

INTRODUCCIÓN A LA TEOLOGÍA.
Sentido de la palabra teología.
La palabra “teología” proviene del griego Θεό [theos] “Dios” y Λογότυπα [logos], “estudio”,
“razonamiento”. Podemos decir entonces que es “el estudio de Dios”.
Al ser un término griego, la palabra responde a la mentalidad y cultura de ese pueblo, quienes
llamaban “teólogos” a los poetas que narraban las gestas de los dioses y por teología entendían el estudio
de las criaturas más excelentes y del ser supremo.
No existe en la Biblia una palabra que se corresponda con aquella voz griega. El pueblo de Israel
habla de la Palabra de Dios, de la Ley y su conocimiento, de profecías. La perspectiva es completamente
diferente a la griega, porque sus términos designan un conocimiento entregado por Dios a su pueblo.
En el Pueblo Cristiano, que congrega a judíos y gentiles, ambos conceptos son aceptados: el griego
(la teología como el decir humano de Dios), y el bíblico (la sabiduría divina comunicada por Yahvé a su
pueblo para salvarlo). Por lo tanto, la teología es el estudio racional de Dios. Hay dos características que la
definen: el objeto de estudio, el tema, que es Dios y el modo de tratarlo, es decir que incluye la elaboración
intelectual.
La teología es la ciencia por la cual, la razón del cristiano se esfuerza, mediante la reflexión, en
comprender lo que cree, es decir, los misterios revelados, con sus consecuencias.
La teología cristiana es el fruto del discurso racional sobre las realidades reveladas, fundado
en la Palabra de Dios y ejercitado por la razón bajo la luz de la fe.
La teología nace de la fe que busca entender. La fe otorga un verdadero conocimiento de la realidad
divina y de otras que Dios ha querido manifestar. Como éste está en armonía con la naturaleza humana, el
hombre puede trabajar intelectualmente sobre lo creído. Por eso decimos que es posible hacer un discurso
racional sobre Dios inspirado en la fe cristiana.
El trabajo intelectual lo comenzó la Iglesia desde el primer momento. Ya los Apóstoles utilizaron la
razón y los conocimientos naturales para exponer la doctrina, defenderla, comprenderla en profundidad,
ilustrar sus consecuencias teóricas y prácticas.
El desarrollo de este trabajo asumió en cada época los rasgos que imponían la cultura del momento y
del lugar, según las necesidades de la evangelización. Así, en el siglo II, se presenta un carácter
apologético, defendiendo la verdad cristiana ante los paganos y las primeras herejías de tinte gnóstico. En
el siglo III, comienza a sistematizarse la doctrina, con Clemente de Alejandría y Orígenes, que se valen de
las doctrinas de los filósofos. También hay un gran desarrollo de la contemplación mística. En los siglos IV
y V, adquieren auge los comentarios a las escrituras y las obras dedicadas a tratar con detalle aspectos
concretos del dogma o la moral. En los siglos VIII – XI, sucede una centralización en la exposición de las
Escrituras, tomando más tarde nuevamente impulso el aspecto especulativo y sistemático.
Objeto de la teología.
El objeto de la teología son las verdades reveladas por Dios y conocidas a través de la fe.
Su interés se centra en Dios y en su actividad salvadora a favor de los hombres; Él se ha ido
revelando a lo largo de la historia. Sus afirmaciones están centradas en Dios. A diferencia de la filosofía,
que parte de lo que el hombre observa y descubre a su alrededor, la teología parte de la Revelación, su
objeto de estudio es Dios tal como Él se fue mostrando a la humanidad.
Límites de la teología.
Sus límites tienen que ver con la finitud de la razón humana, que tiene por objeto a Dios, que es
infinito. Dado que en el misterio de Dios nunca puede ser abarcado totalmente por la razón humana, se
debe afirmar que la teología es susceptible de un progreso que nunca termina.
Se halla condicionada por los límites de:
 La razón. Consigue captar la realidad divina en alguna medida.
 El lenguaje. Consigue expresarla en palabras humanas, pero tanto la razón como el lenguaje,
que son presupuestos de la teología, se quedan siempre cortos cuando se trata de conocer los
misterios divinos y hablar de ellos con palabras humanas.
Fuentes de la teología.
La tradición y la sagrada escritura “están íntimamente unidas y compenetradas. Porque surgiendo ambas
de la misma fuente, se funden en cierto modo y tienden a un mismo fin”.

Una y otra hacen presente y fecundo en la iglesia el misterio de cristo que ha prometido estar con los
suyos “para siempre hasta el fin del mundo”.

La sagrada escritura es la palabra de Dios, en cuanto escrita por inspiración del espíritu santo.

La tradición recibe la palabra de Dios, encomendada por cristo y el espíritu santo a los apóstoles, y estos
la transmiten a los sucesores; para que ellos, la conserven, la expongan y difundan fielmente.

De ahí resulta que la iglesia, a la cual está confiada la transmisión y la interpretación de la revelación “no
saca exclusivamente de la Escritura la certeza de todo lo revelado. Y así las dos se han de recibir con el
mismo espíritu de devoción”.

La tradición de la que hablamos es la que viene de los apóstoles y transmite lo que estos recibieron de las
enseñanzas y del ejemplo de Jesús y lo que aprendieron por el espíritu santo.

Él depósito de la fe contenido en la sagrada tradición y en la sagrada escritura fue confiado por los
apóstoles al conjunto de la iglesia.

1. Magisterio de la Iglesia.
El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios oral o escrita, ha sido encomendado por solo
al Magisterio vivo de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo.
El Magisterio es el ejercicio de la función docente de la Iglesia. La enseñanza y protección de la fe
recibida en la SE es una actividad esencial del Magisterio de la Iglesia.
El Espíritu Santo es quien asiste a los titulares del magisterio, mantiene a la iglesia en la fe verdadera
y protege de cualquier desviación.
Metodología de la Teología.
Objeto de estudio: es todo lo que Dios ha revelado a los hombres a lo largo de la historia.
Método: (Analogía de las fuentes de la Iglesia): busca la comprensión de la revelación a través de dos
caminos que se unen en un mismo resultado. Como ciencia de la fe, la teología se organiza positiva y
sistemáticamente a la luz de un doble principio metódico: el auditus fidei y el intelectus fidei.
a. Auditus fidei: es el primer momento de la teología. Escucha e investiga el dato revelado
formalmente desde las fuentes (la Escritura y la Tradición). Pretende mostrar cómo el dogma
creído y enseñado de la Iglesia se encuentra formalmente en la Biblia o en la Tradición.
b. Intelectus fidei: es el segundo momento de la teología. Tiende a una comprensión más
orgánica del dato revelado mirándolo desde el conjunto de la Revelación.
O bien, resumido:
a. Conocimiento e interpretación del contenido de la Revelación cristiana.
b. Compresión y síntesis ordenada de ese contenido.
La teología examina el conjunto de datos, afirmaciones y comunicaciones que forman del depósito
revelado, para analizarlos con detalle y descubrir el sentido preciso de cada uno; y por otra, se ocupa de
comprender los datos y articularlos en un edicto intelectual coherente.
La teología como ciencia.
“La teología es una ciencia porque posee principios propios (la fe), un método propio, y puede ser
comunicada.” “La teología es la ciencia que nace de la fe y que se desarrolla en el ámbito de la fe y al
servicio de la fe.”.
La Teología es la ciencia que tiene Dios de sí mismo y del mundo creado. Dios tiene como objeto
propio de su ciencia a sí mismo; se conoce intuitivamente y conoce a los demás objetos como
participaciones suyas, y este conocimiento lo comunica de una forma gratuita a los hombres, de una
manera perfecta en la visión beatífica de los santos, de manera imperfecta, pero no por eso menos
maravillosa, en la revelación y en la fe. Alcanza a Dios por la palabra y el testimonio de Dios sobre sí
mismo, y por la luz de la razón iluminada por la fe.
A cada una de estas formas de Teología le corresponde un conocimiento de Dios cada vez más
profundo: por la Teología natural conocemos a Dios como principio y fin del universo; por la Teología
propiamente dicha conocemos los misterios de su vida íntima a través de su Palabra; y por la Teología de
la patria veremos finalmente el Misterio al descubierto, en una visión cara a cara. La Teología propiamente
dicha es la ciencia de Dios, pero de Dios tal como se nos ha dado conocer por la revelación, y en la
medida en que esta revelación.
El teólogo se esfuerza, por medio de la reflexión, en llegar a una inteligencia más profunda de los
misterios que ya ha aceptado por su fe; pero lo que para un simple fiel es objeto de asentimiento, para el
teólogo se convierte en objeto de reflexión, y lo que el simple fiel afirma como verdadero, el teólogo lo
considera como objeto de inteligibilidad.
Teología y Filosofía.
El trabajo teológico necesita de la filosofía como instrumento intelectual. La filosofía proporciona a la
teología el lenguaje preciso que necesita para satisfacer las expectativas legítimas de la razón humana.
Durante los tiempos medievales se acuño la idea de “filosofía, sierva de la teología”. No se quería
decir que la filosofía hubiera de subordinarse a la teología. La condición auxiliar de la filosofía quería
indicar su gran comportamiento para la teología y un modo de hablar que era propio de una poca en la que
predominaba la fe cristiana y que consideraba a la teología como reina de las ciencias.
Pero no toda filosofía sirve para la teología. Hace falta en primer lugar una actitud filosófica que
acepte la existencia de la Verdad y la capacidad de la razón humana para conocerla y expresarla en el
lenguaje. Debe admitirse que los aspectos religiosos de la existencia y las doctrinas de la fe son
susceptibles de verdadero conocimiento y no son captados únicamente por el sentimiento y las
emociones. Afirme el mundo como algo real y no como producto mental de la razón humana. Estos
principios filosóficos son las bases elementales de una filosofía que pueda entrar en relación fecunda con
las creencias cristianas y permita un equilibrio entre la razón y fe.
Relación entre Razón y Fe. (Fides et Ratio).
La fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la
contemplación de la verdad. Dios ha puesto en el corazón del hombre el deseo de conocer la verdad y, en
definitiva, de conocerlo a él para que, conociéndolo y amándolo, pueda alcanzar también la plena verdad
sobre sí mismo.
La teología es una disciplina en relación de razón y fe.
La fe y la razón no pueden contradecirse. La fe perfecciona a la razón, porque es liberada de la
desobediencia del pecado y encuentra la fuerza para elevarse al conocimiento de Dios uno y trino. Es
decir, que la fe no rebaja a autonomía de la razón, sino que la ayuda a comprender al hombre que Dios se
hace presente, libera a la razón en cuando que le permite acceder al conocimiento del mismo.
En las Sagradas Escrituras se nos presenta esta relación a lo largo de las mismas, debido a que la
razón no puede llegar al Conocimiento de Dios por si sola. Ambas se complementan porque permite que
nuestro espíritu se eleve hacia la verdad, por consecuencia conocer a Dios; son medio que el hombre
dispone para contemplar a la verdad.
La razón busca entender hallando la verdad, en permanente búsqueda, y la fe pretende ofrecer y
ayudar a comprender la verdad.
Santo Tomas de Aquino: Razón y Fe.
El sistema tomista se basa en la determinación rigurosa de la relación entre la razón y la revelación. Al
hombre cuyo fin último es Dios. Fue necesario que el hombre fuera instruido convenientemente y con
mayor certeza por la revelación divina.
La razón natural está subordinada a la fe. La razón no está libre de errores. La verdad misma que la
razón puede alcanzar no es alcanzable por todos los hombres. Fue necesaria la revelación para instruir a
la razón. Sin embargo, la gracia no elimina la naturaleza, sino que la perfecciona. Esto significa que la
revelación no inutiliza la razón. La razón no puede demostrar lo que pertenece a la fe, en este sentido la fe
perdería todo sentido. Pero si puede servir de auxiliar a la fe de tres maneras distintas:
1. Demostrando los preámbulos de la fe. Verdades cuya demostración es necesaria a la fe
misma. No podemos creen en lo que Dios ha revelado, si no sabemos que Dios existe. La
razón natural demuestra que Dios existe, que es uno y que tiene los atributos que pueden
inferirse de las cosas que ha creado.
2. La filosofía puede utilizarse para aclarar mediante comparaciones las verdades de la fe.
3. La razón puede rebatir las objeciones contra la fe, demostrando que son falsas o al menos que
no tienen fuerza demostrativa.

La razón natural en cuanto creada por Dios no puede contradecir la verdad revelada.
La razón cuenta con principios intrínsecos que fueron infundidos por Dios. Cuando aparecen verdades
que contradicen la revelación no es porque sean verdades sino falsas conclusiones. La verdad de razón
nunca puede ser opuesta a la verdad revelada. La fe es la regla del recto proceder de la razón.
Suma Teológica: Es imposible que por la razón natural se llegue al conocimiento de la trinidad de las
personas divinas. Ya se demostró que por la razón natural el hombre no puede llegar al conocimiento de
Dios más que partiendo de las criaturas. Así pues, con la razón natural solo se puede conocer de Dios lo
siguiente: que le corresponde necesariamente ser principio de todo lo existente. (…) por razón natural se
puede llegar a tener conocimiento de lo que pertenece a la unidad de la esencia, no lo que pertenece a la
distinción de Personas.
La razón humana puede elevarse hasta Dios. Las criaturas conducen al conocimiento de Dios, como
el efecto lleva a la causa. Por consiguiente, gracias a la razón natural, solo podemos llegar a conocer de
Dios lo que le corresponde necesariamente por ser el principio de todas las cosas que existen.
De las dos demostraciones que puede lograr la razón: la A Priori y la A Posteriori, solo la segunda
puede ser utilizada para conocer a Dios. Porque de acuerdo con el principio aristotélico conocemos a partir
de las cosas sensibles.
Los verdaderos artículos de la fe que la razón puede aclarar y defender, pero no demostrar. Mientras
que la existencia de Dios y otras cosas acerca de Dios, que la razón con sus propias fuerzas puede llegar
a demostrar son los preámbulos de la fe.
Santo Tomas define el acto de fe como “creer, como un pensar con sentimiento, entendido por pensar
la consideración investigadora del intelecto y consentimiento de la voluntad. Incluye la adhesión firme del
creyente”.
La Teología y las Demás Ciencias.
Inicios del siglo XX, eran numerosos los autores que, al describir el desarrollo de la ciencia moderna,
hablaban de su enfrentamiento con la tecnología y la visión religiosa del mundo.
Nueva relación entre la fe y la ciencia. Son dos caminos para conocer, los que no pueden ignorarse
mutuamente, y que se ayudan y complementan. La ciencia puede purificar la religión de posibles errores y
supersticiones, mientras que la religión puede liberar a la ciencia nuevas idolatrías.
Juan Pablo II: entre la ciencia y la fe no pueden existir contradicción verdadera, toda realidad procede
en última instancia de Dios Creador.
La ciencia hace posible que el hombre pueda llevar una vida más humana y digna. Pero la técnica no
es neutral. Tiene un carácter conflictivo/confuso y encierra una triste capacidad destructiva del hombre al
que debe servir. Puede ponerse al servicio de causas y vincularse en exceso al ejercicio del poder y a las
peores ambiciones humanas.
La humanidad no ha logrado aun suficientemente desarrollar una conciencia ética que sea
proporcionada al impresionante nivel técnico adquirido durante los últimos decenios.
La teología debe y puede contribuir a que los cultivadores de la ciencia vivan y desarrollen su trabajo
como acción moral que verdaderamente ayude a elevar las condiciones de vida de la humanidad.
Grados de Certeza Teológica.
La teología es una ciencia, que procede por razonamiento. A lo largo de la historia de la Iglesia, se
han arribado a conclusiones erróneas. La tarea del magisterio sea precisamente velar por la fidelidad a
esa Revelación, de modo que las conclusiones de la teología no contradigan la verdad de la fe.
Enunciados de Fe:
 Dogma. Es el enunciado de una verdad contenida en las Sagradas Escrituras, que la Iglesia
específica para que sea creída como divinamente revelada. Tienen el supremo grado de
certeza las verdades reveladas inmediatamente. El ascenso de la fe que en ellas se presta,
radica en la misma autoridad del Dios revelador. Cuando son propuestas por medio de una
decisión solemne del Papa o de un Concilio Universal, entonces son verdades de fe definida.
 Verdades católicas. Sobre las que ha fallado de forma definitiva hay que admitirlas como
verdades de fe que se apoyan en la autoridad de la Iglesia.
 Verdades próximas a la fe. Es una doctrina considerada casi universalmente por los teólogos
como verdad revelada.
 Sentencia cierta. Doctrina sobre la cual no ha hecho todavía manifestaciones definitivas el
magisterio, pero cuya verdad está garantizada por su conexión íntima con la doctrina revelada.
 Sentencia común. Es la doctrina que todavía cae dentro del campo de la libre discusión, es
sostenida generalmente por todos los teólogos.
 Sentencias probables. Opiniones teológicas de inferior grado. Por sus débiles fundamentos
son simplemente toleradas por la Iglesia, ya que no producen ningún daño a la fe.
 Herejía. Es una doctrina que se opone a lo que está declarado como perteneciente a la fe.
 Error. Se opone a una verdad tenida por el conjunto de los teólogos como conecta con lo
revelado.
 Doctrina temeraria. Contradice una opinión común sin razones suficientes.
Guía de Clase.
Existen diferentes grados de certeza en las proposiciones teológicas:
- De fe divina: están contenidas en la Revelación divina, en las Sagradas Escrituras o la Tradición.
Ejemplo, “El Verbo se hizo carne”.
- De fe divina y católica: además de ser fe divina, la Iglesia la propone como revelada por Dios y
como algo que debe ser creído. Ejemplo, los dogmas de la fe (dados ex cathedra), o el magisterio
ordinario de los obispos.
- Conclusiones teológicas o verdad teológicamente cierta: cuando se deducen de una premisa
revelada o de la fe y de otra premisa de la filosofía o de la razón humana. Ejemplo, Hay que seguir
las indicaciones de la liturgia.
- Proposiciones de doctrina católica: aunque no haya una definición ex cathedra, debe ser aceptado
por todos los fieles. Se encuentran presentes en documentos del Concilio o pontificios. Se requiere
asentimiento religioso e intelectual.
Fides Et Ratio. Juan Pablo II

Introducción.
Un camino que ha llevado a la humanidad a encontrarse progresivamente con la verdad y a
confrontarse con ella.
La Iglesia, en el misterio pascual, ha recibido como don la verdad última sobre la vida del hombre se
ha hecho peregrina por los caminos del mundo para anunciar que Jesucristo es “camino, la verdad, la
vida”. La diaconía de la verdad. Esta misión hace participe, a la comunidad creyente, del esfuerzo común
que la humanidad lleva a cabo para alcanzar la verdad.
El hombre tiene muchos medios para progresar en el conocimiento de la verdad, de modo que puede
hacer cada vez más humana la propia existencia.
Se destaca la filosofía: contribuye directamente a formular la pregunta sobre el sentido de la vida y a
trazar la respuesta, se desarrolló desde el momento en que el hombre comenzó a interrogarse sobre el
porqué de las cosas y su finalidad.
Movido por el deseo de descubrir la verdad última sobre la existencia, el hombre trata de adquirir los
conocimientos universales que le permiten comprenderse mejor y progresar en la realización de sí mismo.
La Iglesia aprecia el esfuerzo de la razón por alcanzar objetivos que hagan cada vez mas digna la
existencia personal. Ella ve en la filosofía el camino para conocer verdades fundamentales relativas a la
existencia del hombre. Considera la filosofía como una ayuda indispensable para profundizar la
inteligencia de la fe y comunicar la verdad del Evangelio a cuantos aun no la conocen.
Cap. I. Revelación de la Sabiduría de Dios.
El Concilio Vaticano I enseña que la verdad alcanzada a través de la reflexión filosófica y la verdad
que proviene de la revelación no se confunden ni una hace superflua la otra: “Hay un doble orden de
conocimiento, distinto no solo por su principio, sino también por su objeto; uno conocemos por medio de la
razón natural, y en otro la fe divina; por su objeto, también porque, aparte aquellas cosas que la razón
natural puede alcanzar, se nos proponen para creer misterios escondidos en Dios los que no podía tener
noticia”
La fe pertenece efectivamente a un orden diverso del conocimiento filosófico.
La filosofía y las ciencias tienen su puesto en el orden de la razón humana, mientras que la fe,
iluminada y guiada por el Espíritu, reconoce en el mensaje de la salvación la plenitud de gracia y de
verdad que Dios ha querido revelar en la historia y de modo definitivo por medio de su Hijo Jesucristo.
Concilio Vaticano II. El plan de la revelación se realiza por medio de obras y de palabras
intrínsecamente ligadas; las obras que Dios realiza en la historia de la salvación manifiestan y confirman la
doctrina y las realidades que las palabras significan. La verdad profunda de Dios y de la salvación del
hombre que transmite dicha revelación, resplandece en Cristo, mediador y plenitud de toda la revelación.
Dei Verbum “Dios hablo a nuestros padres en muchas ocasiones y de diversas maneras por los
profetas. Ahora en este tiempo final nos ha hablado por el Hijo. Pues envió a su Hijo, la Palabra eterna,
que ilumina a todo hombre, para que habitara entre los hombres y les contara la intimidad de Dios.
Jesucristo, Palabra hecha carne, hombre enviado a los hombres, habla las palabras de Dios y realiza la
obra de la salvación que el Padre le encargo.
La historia es para el pueblo de Dios un camino que hay que recorrer por entero. Dei Verbum
manifiesta que “la Iglesia camina a través de los siglos hacía la plenitud de la verdad, hasta que se
cumplan en ella plenamente las palabras de Dios.”
El Concilio enseña que “cuando Dios revela, el hombre tiene que someterse con la fe”. La fe es la
respuesta de obediencia a Dios. Ello conlleva reconocerlo en su divinidad, trascendencia y libertad
suprema. Desde la fe, el hombre da su asentimiento a ese testimonio divino, reconoce plena e
integralmente la verdad de lo revelado.
En la fe, la libertad no solo está presente, sino que es necesaria. La fe es la que permite a cada uno
expresar mejor la propia libertad. La libertad alcanza la certeza de la verdad y decide vivir en la misma.
La revelación introduce en nuestra historia verdad universal y ultima que induce a la mente del hombre
a no pararse nunca; mas bien la empuja a ampliar continuamente el campo del propio saber. La verdad de
la revelación cristiana que se manifiesta en Jesús, permite a todos acoger el misterio de la propia vida.
Como verdad suprema, a la vez que respeta la autonomía de la criatura y su libertad, la obliga a abrirse a
la trascendencia. Aquí la relación entre libertad y verdad llega al máximo y se comprende en su totalidad la
palabra del Señor: Conocerán la verdad y la verdad los hará libres.
Cap. II. Creo para entender.
La sabiduría lo sabe y comprende todo (Sab 9, 11)
La Sagrada Escritura presenta el vínculo entre el conocimiento de la fe y el de la razón. Una profunda
e inseparable unidad entre el conocimiento de la razón y el de la fe.
La fe agudiza la mirada interior abriendo la mente para que descubra, en el sucederse de los
acontecimientos la presencia operante de la providencia.
El hombre con la luz de la razón sabe reconocer su camino, pero solo lo puede recorrer de forma libre,
sin obstáculos y hasta el final, si con un ánimo sincero fija su búsqueda en el horizonte de la fe. La razón y
fe no se pueden separar sin que se reduzca la posibilidad del hombre de conocer de modo adecuado a sí
mismo, al mundo y a Dios.
En definitiva, el hombre, con la razón, alcanza la verdad porque, iluminado por la fe, descubre
el sentido profundo de cada cosa y, en particular, de la propia existencia. Por lo tanto, con razón, el
autor sagrado fundamenta el verdadero conocimiento precisamente en el temor de Dios: “El temor del
Señor es el comienzo de la sabiduría”
Adquiere la sabiduría, adquiere la inteligencia (Prov.4, 5)
El hombre bíblico ha descubierto que no puede comprenderse sino como “ser en relación”: consigo
mismo, con el mundo y con Dios. Esta apertura al misterio, que le viene de la revelación, ha sido al final
para él la fuente de un verdadero conocimiento.
San Pablo: a través de la creación, los ojos de la inteligencia pueden llegar a conocer a Dios.
Se reconoce a la razón del hombre una capacidad que parece superar casi sus mismo limites
naturales: no está limitada al conocimiento sensorial sino que puede incluso alcanzar la causa que da
lugar a toda realidad sensible.
Según el Apóstol, la razón tenía la capacidad de superar fácilmente el dato sensible para alcanzar el
origen mismo de todo: el Creador. Debido a la desobediencia con la cual el hombre eligió situarse en plena
y absoluta autonomía respecto a aquel que lo había creado, quedo mermada esta facilidad de acceso a
Dios creador.
En el NT, hay un dato que sobresale con mucha claridad: la contraposición entre la sabiduría de este
mundo y la de Dios, revelada en Jesucristo. La profundidad de la sabiduría revelada rompe nuestros
esquemas habituales de reflexión.
El Hijo de Dios crucificado es el acontecimiento histórico contra el cual se estrella todo intento de la
mente de construir, sobre argumentaciones solamente humanas una justificación suficiente del sentido de
la existencia.
El verdadero punto central, que desafía toda filosofía, es la muerte de Jesucristo en la cruz.
La razón no puede vaciar el misterio de amor que la cruz representa, mientras que esta puede dar a la
razón la respuesta última que busca. No es la sabiduría de las palabras, sino la Palabra de la Sabiduría lo
que San Pablo pone como criterio de verdad y a la vez, de salvación.
Cap. III. Entiendo para creer.
Camino en busca de la verdad.
San Pablo pone de relieve una verdad que la Iglesia ha conservado siempre: en lo más profundo del
corazón del hombre está el deseo y la nostalgia de Dios.
Todos los hombres desean saber y la verdad es el objeto propio de este deseo. El hombre es el único
ser, en toda la creación visible, que no solo es capaz de saber, sino que sabe también que sabe y, por
eso, se interesa por la verdad real de lo que se le presenta.
Encíclica Veritatis splendor: “no existe moral sin libertad. Si bien existe el derecho de ser respetados
en el propio camino de búsqueda de la verdad, aun antes existe la obligación mora, grave para cada uno,
de buscar la verdad y seguirla una vez conocida”
Es necesario que los valores elegidos y que se persiguen con la propia vida sean verdaderos,
perfeccionan a la persona realizando su naturaleza. El hombre encuentra esta verdad de los valores no
encerrándose en si mismo, sino abriéndose para acogerla incluso en las dimensiones que lo transcienden.
Esta es una condición necesaria para que cada uno llegue a ser el mismo y crezca como persona adulta y
madura.
Si es posible o no alcanzar una verdad universal y absoluta. De por si, toda verdad, incluso parcial, si
es realmente verdad, se presenta como universal. Lo que es verdad, debe ser verdad para todos y
siempre. Además de esta universalidad, el hombre busca un absoluto que sea capaz de dar respuesta y
sentido a toda su búsqueda. Algo que sea lo último y el fundamento de todo lo demás. Busca una
explicación definitiva, un valor supremo, más allá del cual no haya ni pueda haber interrogantes o
instancias posteriores.
Diversas facetas de la verdad en el hombre.
Siempre es la verdad la que influencia su existencia.
Cuando un científico, siguiendo una intuición suya, se pone a la búsqueda de la explicación lógica y
verificable, confía desde el principio que encontrara una respuesta y no se detiene ante los fracasos. Esto
también es válido para la investigación de la verdad en el ámbito de las cuestiones últimas.
Las verdades religiosas, en cierta medida, hunden sus raíces también en la filosofía. Estas están
contenidas en las respuestas que las diversas religiones ofrecen en sus tradiciones a las cuestiones
últimas.
Las verdades filosóficas, hay que precisar que no se limitan a las meras doctrinas. Cada hombre es,
en cierto modo, filósofo y posee concepciones filosóficas propias con las cuales orienta su vida.
Desde el nacimiento, el hombre está inmerso en varias tradiciones, de las cuales recibe no solo el
lenguaje y la formación cultural, sino también muchas verdades en las que, casi instintivamente cree. En la
vida del hombre, las verdades simplemente creídas son mucho mas numerosas que las adquiridas
mediante la constatación personal.
El hombre, ser que busca la verdad, es pues también aquel que vive de creencias. Cada uno, al creer,
confía n los conocimientos adquiridos por otras personas. El conocimiento a través de una creencia parece
una forma imperfecta de conocimiento, que debe perfeccionarse progresivamente mediante la evidencia
lograda personalmente; por otra, la creencia, con frecuencia, resulta mas rica desde el punto de vista
humano, incluye una relación interpersonal.
La perfección del hombre no esa en la mera adquisición del conocimiento abstracto de la verdad, sino
que consiste también en una relación vida, de entrega y fidelidad hacia el otro.
El hombre por su naturaleza busca la verdad. Su búsqueda tiende hacia una verdad ulterior que
pueda explicar el sentido de la vida; por eso, es una búsqueda que no puede encontrar solución si no es
en el absoluto. Esta verdad se logra no solo por la vida racional, sino también mediante el abandono
confiado en otras personas, que pueden garantizar y la autenticidad de la verdad misma.
La razón necesita ser sostenida en la búsqueda por un dialogo confiado y una amistad sincera. La fe
cristiana lo ayuda ofreciéndole la posibilidad concreta de ver realizado el objetivo de esta búsqueda.
Esta verdad que Dios nos revela en Jesucristo no está en contraste con las verdades que se alcanzan
filosofando. Los dos órdenes de conocimiento conducen a la verdad en su plenitud. La unidad de la verdad
es ya un postulado fundamental de la razón humana, expresado en el principio de no contradicción. La
revelación da la certeza de esta unidad, mostrando que Dios creador es también Dios de la historia de la
salvación. El mismo e idéntico Dios, que fundamenta y garantiza que sea inteligible y racional el orden
natural de las cosas sobre las que se apoyan los científicos confiados, es el mismo que se revela como
Padre de nuestro Señor Jesucristo.
La relación entre la verdad revelada y la filosofía impone una doble consideración: en cuanto que la
verdad que nos llega por la revelación es una verdad que debe ser comprendida a la luz de la razón.
Cap. IV. Relación entre la fe y razón.
Novedad perenne del pensamiento de Santo Tomas de Aquino.
Argumentaba que la luz de la razón y la luz de la fe proceden ambas de Dios, por lo tanto, no pueden
contradecirse entre sí.
La fe no teme la razón, sino que la busca y confía en ella. La fe supone y perfecciona la razón. Esta
última, iluminada por la fe, es liberada de la fragilidad y de los límites que derivan de la desobediencia del
pecado y encuentra la fuerza necesaria para elevarse al conocimiento del misterio de Dios uno y trino. La
fe es de algún modo ejercicio del pensamiento, una opción libre y consciente.

El Espíritu Santo realiza haciendo madurar en sabiduría la ciencia humana: aquella sabiduría que es
un Don del Espíritu Santo y que introduce en el conocimiento de las realidades divinas. Su teología
permite comprender la peculiaridad de la sabiduría en su estrecho vinculo con la fe y el conocimiento de lo
divino. Presupone la fe y formula su recto juicio a partir de la verdad de la fe misma: “La sabiduría, el don
del Espíritu Santo, difiere de la que es una virtud intelectual adquirido. Pues esta se adquiere con esfuerzo
humano y aquella viene de arriba. De la misma manera difiere también de la fe, porque la fe asiente a la
verdad divina por si misma.”
“Todo lo verdadero, donde quiera que este, es el Espíritu Santo.”
Separación entre razón y fe.
Ante las líneas de transformaciones cultuales, algunos filósofos, abandonando la búsqueda de la
verdad por sí misma, han adoptado como único objetivo lograr la certeza subjetiva o la utilidad práctica. De
aquí se desprende, como consecuencia, el ofuscamiento de la auténtica dignidad de la razón, que ya no
es capaz de conocer lo verdadero y de buscar lo absoluto.
En este último período se constata aun progresiva separación entre la fe y la razón filosófica. En la
reflexión filosófica de aquellos que han contribuido a aumentar la distancia entre la fe y la razón aparecen
a veces gérmenes de pensamiento que pueden ayudar a descubrir el camino de la verdad.
La razón, privada de la aportación de la revelación, ha recorrido caminos secundarios que tiene el
peligro de hacerse perder de vista su meta final.
La fe, privada de la razón, ha subrayado el sentimiento y la experiencia, corriendo el riesgo de dejar
de ser na propuesta universal.
Cap. V. Intervenciones del magisterio en cuestiones filosófica.
El Magisterio es su deber reaccionar de forma clara y firme cuando tesis filosóficas discutibles
amenazan la compresión correcta del dato revelado y cuando se difunden teorías falsas y parciales que
siembran graves errores confundiendo la simplicidad y la pureza de la fe del pueblo de Dios.
El Magisterio eclesiásticos puede y debe ejercer con autoridad, a la luz de la fe, su propio
discernimiento critico en relación con las filosofías y las afirmaciones que se contraponen a la doctrina
cristiana.
La Iglesia tiene el deber de indicar lo que, en un sistema filosófico, puede ser incompatible con su fe.
Recta Ratio: razón que reflexiona correctamente sobre la verdad.
La Iglesia sabe que los tesoros de la sabiduría y de conocimiento están ocultos en Cristo; por eso
interviene animando la reflexión filosófica, para que no se cierre el dominio que condice al reconocimiento
del misterio.
Las intervenciones del magisterio se han ocupado no tanto de la tesis filosófica concreta como de la
necesidad del conocimiento racional, y por lo tanto filosófico, para la inteligencia de la fe.
El Concilio de Vaticano I, las enseñanzas del magisterio pontificio había propuesto de forma ordinaria
y constante a los fieles, puso de relieve lo inseparables y, al mismo tiempo, irreducibles que son el
conocimiento natural de Dios y la revelación, la razón y la fe. “Hay un doble orden de conocimiento, distinto
no solo por su principio, sino también por su objetivo.”
Ninguna verdadera disensión puede jamás darse entre la fe y la razón, puso dentro del alma humana
la luz de la razón, y Dios no puede negarse a si mismo, ni la verdad contradecir jamás a la verdad.
Dei verbum, Dios está presente tanto en los textos sagrados como la tradición, la tradición y la
escritura constituyen el deposito sagrado de la palabra de Dios, confiado a la Iglesia. Fiel a dicho deposito,
el pueblo cristiano entero, la SE, por tanto, no es solamente punto de referencia para la Iglesia. En efecto,
la suprema norma de su fe proviene de la unidad del espíritu puesto en la ST la SE y el Magisterio de la
Iglesia en una reciprocidad tal que los 3 no pueden subsistir de forma independiente.
Cap. VI. Interacción entre teología y filosofía.
La teología se organiza como ciencia de la fe a la luz de un doble principio metodológico:
1. Auditus fidei (Escucha la fe). Los contenidos de la revelación tal y como han sido explicitados
progresivamente en la Sagrada Tradición, SE y el Magisterio vivo de la Iglesia.
La filosofía ofrece a la teología al tratar sobre la estructura del conocimiento y de la comunicación
personal. Usando conceptos y formas de pensamiento tomados de una determinada tradición
filosófica. Conocer a fondo y los sistemas filosóficos que han influido.

2. Intellectus fidei (Inteligencia de la fe). La teología quiere responder a las exigencias propias del
pensamiento mediante la reflexión especulativa.
Verdad divina, las estructuras lógicas y conceptuales de la Iglesia, el significado de salvación para
el individuo y para la humanidad. Participa con su asentimiento de fe.
Teología dogmática. Debe ser capaz de articular el sentido universal del misterio de Dios uno y Trino
y de la economía de la Salvación. La razón del creyente tenga un conocimiento natural, verdadero y
coherente de las cosas creadas, de mundo y del hombre. La teología dogmática especulativa presupone e
implica una filósofa del hombre, del mundo y del ser, fundada sobre la verdad objetiva.
Teología fundamental. Misión de dar razón de la fe, justificar y explicitar la relación entre la fe y
reflexión filosófica. Debe mostrar la íntima compatibilidad entre la fe y su exigencia fundamental de ser
explicitada mediante una razón capaz de dar su asentimiento en plena libertad. La fe sabrá mostrar
plenamente el camino a una razón que busca sinceramente la verdad.
Teología moral. Debe acudir a una visión filosófica correcta.
Teología. Punto de partida, fuente original debe ser siempre la Palabra de Dios revelada en la
historia, el objetivo final la inteligencia de esta, la Palabra de Dios es verdad. La razón en cierto modo
guiada, para evitar caminos que podrían conducir fuera de la verdad revelada. La Palabra de Dios, la
filosofía sale enriquecida porque la razón descubre nuevos e inesperados horizontes.
La expresión filosofía cristiana, con ella no se pretende aludir a una filosofía oficial de la iglesia, puesto
que la fe como tal no es una filosofía. Una especulación filosófica concebida en unión vital con la fe.
Los aspectos de la filosofía cristina:
 Subjetivo. La purificación de la razón por parte de la fe. La fe libera la razón de la presunción,
tentación típica: a la que los filósofos están fácilmente sometidos.
 Objetivo. La necesidad de explorar el carácter racional de algunas verdades expresadas por la
SE. Son tareas que llevan a la razón a conocer que lo verdadero racional supera los estrechos
con fines dentro de los que ella tendería a encerrarse.
Necesita de la filosofía como interlocutora para verificar la inteligibilidad y la verdad universal.
La revelación cristina llega a ser el verdadero punto de referencia y de confrontación entre el
pensamiento filosófico y el teológico en su reciproca relación.
El mismo acto de fe no es otra cosa que el pensar con el asentimiento de voluntad. La fe, si lo que se
cree no se piensa, es nula. Sin asentimiento no hay fe, porque no se puede creer en nada.
Cap. VII. Exigencias y cometidos actuales.
La Sagrada Escritura contiende, de manera implícita o explícita, una serie de elementos que permiten
obtener una visión del hombre y del mundo de gran valor filosófico.
De ellas se deduce que la realidad que experimentamos no es el absoluto. Solo Dios es el absoluto.
De las páginas de la Biblia se desprende una visión del hombre como imago Dei, que contiene
indicaciones precisas sobre su ser, su libertad y la inmortalidad de su espíritu. Puesto que el mundo
creado no es autosuficiente, toda ilusión de autonomía que ignore la dependencia esencial de Dios de toda
la criatura lleva a situaciones dramáticas que destruyen la búsqueda racional de la armonía y del sentido
de la existencia humana.
La palabra de Dios plantea el problema del sentido de la existencia y ofrece su respuesta orientado al
hombre hacia Jesucristo, el Verbo de Dios, que realiza en plenitud la existencia humana.
La palabra de Dios revela el fin último del hombre y da un sentido global a su obrar en el mundo.
Verificar la capacidad del hombre de llegar al conocimiento de la verdad.
“La inteligencia no se limita solo a los fenómenos, sino que es capaz de alcanzar con verdadera
certeza la realidad inteligible, aunque a consecuencia del pecado se encuentre parcialmente oscurecida y
debilitada”.
UNIDAD N° 2.
LA REVELACIÓN DE DIOS.
La dimensión religiosa en el hombre. Búsqueda de Dios en el hombre hoy.
El hombre se ha manifestado como un ser que, en la búsqueda de sentido de su existencia, vivía la
experiencia de lo sagrado, lo último, que se le manifestaba de múltiples maneras y circunstancias.
La experiencia de la vida, la muerte, el devenir, y la de su propia finitud lo remitía constantemente a un
universo sagrado con el cual trataba de comunicarse.
El concepto de mito apuntaba a describir el relato en el cual se narraban los hechos que tenían como
protagonistas a seres sobrenaturales. Era el mito, la narración de una historia sagrada verdadera, en el
sentido que otorgaba una primera aproximación racional al mundo circundante.
A lo largo de la historia de la humanidad, la realidad sagrada era percibida de distintas maneras:
 Un ser supremo, legislador. Henoteísmo.
 Una multitud de seres superiores. Politeísmo.
 Una dualidad divina. Principio del bien y del mal. Dualismo.
 Una realidad última, impersonal y totalizante. Leyes del universo o del cosmos. Panteísmo.
 Ser único, trascendente y personal, creador y providente. Monoteísmo.

Deseo de Dios (CIC).


El hombre ha sido creado por Dios y para Dios, es el deseo de Dios. La razón más alta de la dignidad
humana consiste en la vocación del hombre a la comunión con Dios. El hombre es invitado al diálogo con
Dios; pue son existe sino porque, creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor, y no vive
plenamente si no reconoce libremente aquel amor y entrega a su Creador.
De múltiples maneras, en su historia y hasta el día de hoy, los hombres han expresado su búsqueda
de Dios por medio de sus creencias y sus comportamientos religiosos. A pesar de las ambigüedades que
pueden entrañar, estas formas de expresión son tan universales que pueden llamar al hombre un ser
religioso.
“Se alegre el corazón a os que buscan a Dios”. Esta búsqueda exige del hombre todo el esfuerzo de
su inteligencia, la rectitud de su voluntad y el testimonio de otros que le enseñen a buscar a Dios.
La revelación es una demostración al hombre como alguien que nos ama.
Vías de acceso al conocimiento de Dios.
El hombre que busca a Dios descubre ciertas vías para acceder su conocimiento. También se las
llaman pruebas de la existencia de Dios, en el sentido de argumentos convergentes y convivientes que
permiten llegar a verdaderas certezas.
Tienen como punto de partida:
 Mundo material. A partir del movimiento y del devenir, de la contingencia, del orden y de la belleza
del mundo se puede conocer a Dios como origen y fin del universo. “Lo invisible de Dios, desde la
creación del mundo se deja ver a la inteligencia a través de sus obras: su poder eterno y su
divinidad.
 Persona humana. Con su apertura a la verdad y a la belleza, con su sentido del bien moral, con su
libertad y la voz de su conciencia, con su aspiración al infinito y a la dicha, el hombre se interroga
sobre la existencia de Dios. En esas aperturas, percibe signos de su alma espiritual.

Por las diversas vías, el hombre puede acceder al conocimiento de la existencia de una realidad que
es la causa primera y el fin último de todo: Dios.
El conocimiento de Dios según la Iglesia. (CIC)
La Iglesia enseña que Dios puede ser conocido mediante la luz natural de la razón humana. El
hombre tiene esa capacidad porque ha sido creado a imagen de Dios. Necesita ser ilumina por la
revelación de Dios, no solamente acerca de lo que supera su entendimiento, sino también sobre las
verdades religiosas y morales que de suyo no son inaccesibles a la razón, a fin de que puedan ser, en el
estado actual del género humano, conocidas de todos sin facultad y con certeza firme.
¿Cómo hablar de Dios? La iglesia expresa su confianza en la posibilidad de hablar de Dios a todos
los hombres y con todos los hombres.
Todas las criaturas poseen una cierta semejanza con Dios, especialmente el hombre. Las múltiples
perfecciones de las criaturas reflejan la perfección infinita de Dios. Dios trasciende toda criatura.
Tesis sobre la existencia de Dios diferentes a aquella presentada por la Iglesia:
 Deismo: Dios se presenta como un ingeniero universal que luego de la creación-construcción
de su máquina la abandona a merced de sus funciones y leyes. No interviene a posteriori. Dios
que se desentiende de su creatura.
 Ontologismo: Dios es el principio inmediatamente evidente no sólo por el orden ontológico, sino
también en el orden lógico.
 Ateísmo: niega la existencia de Dios. Puede ser asertórico, cuando dice que Dios no existe
porque no hay nada más que la naturaleza, o postulatorio, que dice que Dios no debe existir si
queremos que el hombre sea libre.
 Agnosticismo: se niega la posibilidad de conocer a Dios.
 Tradicionalistas: la razón del hombre está debilitada por el pecado original por eso sólo se
puede conocer a Dios por vía de tradición.
Dios sale al encuentro del hombre y la revela su designo de amor.
La Revelación es la comunicación de Dios a darse a conocer a sí mismo, motivado por su gran amor
para hablar con los hombres e invitarlos a estar en comunión con Él, con el fin de la salvación en favor de
los hombres.
Mediante la razón natural, el hombre puede conocer a Dios con certeza a partir de sus obras. Pero
existe otro orden de conocimiento que el hombre no puede de ningún modo alcanzar por sus propias
fuerzas, el de la Revelación divina. Por una decisión libre, Dios revela y se da al hombre, y lo hace
revelando su misterio, su designo benevolente que estableció desde la eternidad en Cristo en favor a
todos los hombres. Revela plenamente su designio enviando a su Hijo amado.
La Santa Iglesia, mantiene y enseña que Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido
con certeza mediante la natural de la razón humana a partir de las cosas creadas. El hombre tiene esta
capacidad porque ha sido creado a imagen de Dios. Las verdades que se refieren a Dios y a los hombres
sobrepasan absolutamente el orden de las cosas sensibles y cuando deben traducirse en actos y
proyectarse en la vida exigen que le hombre se entregue y renuncie a sí mismo.
El hombre necesita ser iluminado por la revelación de Dios, sobre las verdades religiosas y morales
que de suyo no son inaccesibles a la razón, a fin de que puedan ser, en el estado actual del género
humano, conocidas de todos sin dificultad, con una certeza firme y sin mezcla de error.
Dios revela su designio amoroso. “Dispuso Dios en su bondad y sabiduría revelarse a sí mismo y
dar a conocer el misterio de su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo
encarnado, tienen acceso al Padre en Espíritu Santo y se hacen partícipes de la naturaleza divina.”. Dios,
que “habita una luz inaccesible”, quiere comunicar su propia vida divina a los hombres libremente creados
por él, para hacer de ellos, en su Hijo único, hijos adoptivos. Al revelarse a sí mismo, Dios quiere hacer a
los hombres capaces de responderle, de conocerle y de amarle más allá de lo que ellos serían capaces
por sus propias fuerzas.
El designio divino de la revelación se realiza a la vez “mediante acciones y palabras”, íntimamente
ligadas entre sí y que se esclarecen mutuamente. Este designio comporta una “pedagogía divina”
particular: Dios se comunica gradualmente al hombre, lo prepara por etapas para acoger la Revelación
sobrenatural que hace de sí mismo y que culminará en la Persona y la misión del Verbo encarnado,
Jesucristo.
La revelación como fuente de conocimiento de Dios.
La palabra Revelación se deriva del latín [Revelare], que significa remover el velo, quitar el velo. Es la
manifestación amorosa que Dios hace de sí mismo y de su misterio en orden a nuestra Salvación. Dios
rompe su silencio y se hace cercano, aunque siga siendo un misterio. El objeto de la revelación es Dios
mismo. La finalidad de la revelación no es el conocimiento, sino la Salvación, la participación de la vida
misma de Dios.
La Revelación es la comunicación que Dios hace de sí mismo y de su plan de salvación en favor de
todos los hombres, para darse a conocer e invitarlos a la comunión con Él. Dios no da mensajes
intemporales, sino que se dirige personalmente a un interlocutor en una cultura e historia vivas: Abraham,
Moisés, etc. A la luz de la historia del Pueblo de Israel vemos el constante darse a conocer de Dios que
toma la iniciática y actúa salvando.
El evento de la Revelación es indisociable de esta intervención divina. La Revelación de Dios a los
hombres no es una simple comunicación de noticias o conocimientos. Dios comunica su propio misterio
con el propósito de dar un vuelco a la vida humana.

Características de la Revelación.
a. Es un auto manifestación de la vida íntima de Dios. Dios se revela a Si mismo de manera
soberana, libre y gratuita.
b. La Revelación es Histórica. Ocurre en el seno de la historia humana. Dios se revela no solo
con la Palabra sino también con acciones, obras y gestos.
c. La Revelación se despliega gradualmente (Progresiva) hasta culminar en la predicación y la
obra de Jesús.
d. La Revelación es Salvadora, apunta primariamente a rescatar a hombre del pecado y a
comunicarle la vida nueva de la gracia. La intensión profunda y ultima de la manifestación de
Dios, que es vencer el mal moral, conceder una participación en la santidad divina, y hacer
posible un destino eterno de gozo y amor.
e. La Revelación es Don divino inestimable, al que se refiere Jesús como algo precioso y único
en algunas palabras.
La religión judeo-cristiana es una religión revelada, que se apoya en hechos o acontecimientos
realizados por Dios a lo largo de la historia humana. Es y se comprende a sí misma como una religión
revelada. Parte de lo que Dios dijo de sí mismo y manifestó a través de hechos y palabras.
Objeto y finalidad de la Revelación.
Dei Verbum. Naturaleza y Objeto de la Revelación.
Dios en su bondad y sabiduría relevarse a sí mismo y dar a conocer el misterio de la voluntad, por
medio de Cristo, los hombres tienen acceso al Padre en Espíritu Santo y se hacen consortes de la
naturaleza divina, movido por su gran amor, habla a los hombres para invitarlos y recibirlos a la comunión
con El este plan de la revelación se realiza con palabras y hechos intrínsecamente conexo entre sí.
La verdad intima acerca de Dios y de la salvación humana se nos manifiesta por la Revelación en
Cristo, que es a un tiempo mediador y plenitud de toda la revelación.
Preparación de la revelación evangélica.
Dios, creando y conservándolo todo por su Verbo, da a los hombres testimonio perenne (eterno o
perdurable) de sí en las cosas creadas y, queriendo abrir el camino de la salvación sobrenatural, se
manifestó, además, personalmente a nuestros primeros padres ya desde el principio.
Después de su caída les animó a la esperanza de la salvación con la promesa de la redención, y tuvo
incesante cuidado del género humano, para dar la vida eterna a todos los que buscan la salvación con la
perseverancia en las buenas obras.
A su tiempo llamó a Abraham para hacerlo padre de un gran pueblo, al que después de los Patriarcas
instruyó por Moisés y por los Profetas para que lo reconocieran Dios único, vivo y verdadero, y para que
esperaran al Salvador prometido, y de esta forma, a través de los siglos, fue preparando el camino del
Evangelio.
Cristo, culmen de la revelación.
Envió a su Hijo, al Verbo eterno, que ilumina a todos los hombres, para que viviera entre ellos y les
manifestara los secretos de Dios; Jesucristo, pues, el Verbo hecho carne, «hombre enviado a los
hombres», «habla palabras de Dios» y lleva a cabo la obra de la salvación.
Jesucristo,- con toda su presencia y manifestación de sí mismo, con sus palabras y obras, señales y
milagros, y con su muerte y resurrección gloriosa de entre los muertos, finalmente, la revelación y confirma
con testimonio divino que Dios está con nosotros para librarnos y resucitarnos a la vida eterna.
Las verdades reveladas.
Mediante la revelación divina quiso Dios manifestarse a sí mismo y manifestar los eternos decretos de
su voluntad acerca de la salvación de los hombres.
Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido con seguridad por la luz natural de la
razón humana, partiendo de las criaturas; hay que atribuir a su revelación «el que todos puedan conocer
con firme certeza y sin ningún error, las cosas divinas que por su naturaleza no son inaccesibles a la razón
humana.
Etapas de la Revelación.
 Desde el origen, Dios se da a conocer.
Dios da a los hombres testimonio perenne de si en las cosas creadas, y queriendo abrir el camino de
la salvación sobrenatural, se manifestó personalmente a nuestros primeros padres ya desde el principio.
Los invito a una comunión íntima con El revistiéndolos de una gracia y de una justicia resplandeciente.
Dios, después de su caída, alentó en ellos la esperanza de la salvación con la promesa de redención,
y tuvo incesante cuidado del género humano, para dar la vida eterna a todos los que buscan la salvación
con la perseverancia.
 Alianza con Noé.
Dios decide desde el comienzo salvar a la humanidad a través de una serie de etapas. Al alianza con
Noé después del diluvio expresa el principio del economía divina con las naciones. Este orden está
destinado a limitar el orgullo de una humanidad caída a causa del pecado. La alianza con Noé permanece
en vigor mientras dura el tiempo de las naciones, hasta la proclamación universal del Evangelio.
 Dios elige a Abraham.
Dios elige a Abraham llamándolo fuera de su tierra y de su casa. El pueblo nacido de Abraham será el
depositario de la promesa hecha a los patriarcas.
 Dios forma parte a su pueblo Israel.
Después de la etapa de los patriarcas, Dios constituyo a Israel como su pueblo salvándolo de la
esclavitud de Egipto. Estableció con él una alianza de Sinaí y le dio por medio de Moisés su Ley, como al
único Dios vivo y verdadero.
Por los profetas, Dios forma a su pueblo en la esperanza de la salvación, en la espera de una Alianza
nueva y eterna destinada a todos los hombres, los profetas anuncian una rendición radical del pueblo de
Dios, la purificación de todas las infidelidades y la salvación.
 Dios ha dicho todo en su verbo.
Cristo, el Hijo de Dios hecho hombres, el a Palabra única, perfecta e insuperable del Padre. En Él lo
dice todo.
 No va haber otra revelación.
La económica cristina, por ser alianza nueva y definitiva, nunca pasara; ni hay que esperar otra
revelación publica antes de la gloriosa manifestación de Jesucristo.
Transmisión de la Revelación: la Sagrada Tradición y las Sagradas Escrituras.
Dios “quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”, es decir, al
conocimiento de Cristo Jesús. Es preciso, pues, que Cristo sea anunciado a todos los pueblos y a todos
los hombres y que así la Revelación llegue hasta los confines del mundo.
La transmisión del Evangelio, según el mandato del señor, se hizo de dos maneras:
- Oralmente: “los apóstoles, con su predicación, sus ejemplos, sus instituciones, transmitieron de
palabra lo que habían aprendido de las obras y palabras de Cristo y lo que el Espíritu Santo les
enseñó”.
- Por escrito: “los mismos apóstoles y otros de su generación pusieron por escrito el mensaje de la
salvación inspirados por el Espíritu Santo”.
Para que este Evangelio se conservara siempre vivo y entero en la Iglesia, los Apóstoles nombraron
como sucesores a los obispos, "dejándoles su cargo en el magisterio"». En efecto, «la predicación
apostólica, expresada de un modo especial en los libros sagrados, se ha de conservar por transmisión
continua hasta el fin de los tiempos». Esta transmisión viva, llevada a cabo en el Espíritu Santo, es
llamada la Tradición en cuanto distinta de la sagrada Escritura, aunque estrechamente ligada a ella. Por
ella, "la Iglesia con su enseñanza, su vida, su culto, conserva y transmite a todas las edades lo que es y lo
que cree". "Las palabras de los santos Padres atestiguan la presencia viva de esta Tradición, cuyas
riquezas van pasando a la práctica y a la vida de la Iglesia que cree y ora". Así, la comunicación que el
Padre ha hecho de sí mismo por su Verbo en el Espíritu Santo sigue presente y activa en la Iglesia: "Dios,
que habló en otros tiempos, sigue conservando siempre con la Esposa de su Hijo amado; así el Espíritu
Santo, por quien la voz viva del Evangelio resuena en la Iglesia, y por ella en el mundo entero, va
introduciendo a los fieles en la verdad plena y hace que habite en ellos intensamente la palabra de Cristo".
La relación entre la Tradición y la Sagrada Escritura.
La Tradición y la Sagrada Escritura "están íntimamente unidas y compenetradas. Porque surgiendo
ambas de la misma fuente, se funden en cierto modo y tienden a un mismo fin". Una y otra hacen presente
y fecundo en la Iglesia el misterio de Cristo que ha prometido estar con los suyos "para siempre hasta el fin
del mundo".
"La sagrada Escritura es la palabra de Dios, en cuanto escrita por inspiración del Espíritu Santo".
"La Tradición recibe la palabra de Dios, encomendada por Cristo y el Espíritu Santo a los Apóstoles, y la
transmite íntegra a los sucesores; para que ellos, iluminados por el Espíritu de la verdad, la conserven, la
expongan y la difundan fielmente en su predicación". De ahí resulta que la Iglesia, a la cual está confiada
la transmisión y la interpretación de la Revelación "no saca exclusivamente de la Escritura la certeza de
todo lo revelado. Y así las dos se han de recibir y respetar con el mismo espíritu de devoción" (DV 9).
Tradición apostólica y tradiciones eclesiales.
La Tradición de que hablamos aquí es la que viene de los apóstoles y transmite lo que éstos
recibieron de las enseñanzas y del ejemplo de Jesús y lo que aprendieron por el Espíritu Santo. En efecto,
la primera generación de cristianos no tenía aún un Nuevo Testamento escrito, y el Nuevo Testamento
mismo atestigua el proceso de la Tradición viva.
Es preciso distinguir de ella las "tradiciones" teológicas, disciplinares, litúrgicas o devocionales nacidas
en el transcurso del tiempo en las Iglesias locales. Estas constituyen formas particulares en las que la gran
Tradición recibe expresiones adaptadas a los diversos lugares y a las diversas épocas. Sólo a la luz de la
gran Tradición aquéllas pueden ser mantenidas, modificadas o también abandonadas bajo la guía del
Magisterio de la Iglesia.

La fe como respuesta a la Revelación.


La Revelación es un acto libre y amoroso de Dios que quiere que los hombres sean sus hijos y los
llama a la gloria. Dios se revela para que los hombres no caminen por las sendas de la ignorancia y el
error, pueda ascender a verdades más altas y conocer el amor de Dios. La fe es una respuesta del hombre
a Dios. Reconoce la verdad del testimonio divino porque el mismo Dios se lo dice. Creer es un suceso
personal, Dios se auto-comunica.
La fe es la aceptación de toda la Revelación y el libre asentimiento. Por su revelación, Dios invisible
habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos para invitarlos a la comunión
consigo y en ella recibirlos. La respuesta adecuada a esta invitación es la fe. Por la fe, el hombre somete
completamente su inteligencia y su voluntad a Dios. Con todo su ser, el hombre da su asentimiento a Dios
que revela: la obediencia de fe. Obedecer es someterse libremente a la palabra escuchada, porque su
verdad está garantizada por Dios, la verdad misma. La fe es ante todo una adhesión personal del hombre
a Dios. En cuando adhesión personal a Dios y asentimiento a la verdad que él ha revelado, la fe cristiana
difiere de la fe en una persona humana.
- Por su revelación, «Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y
mora con ellos para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía». La
respuesta adecuada a esta invitación es la fe.
- Por la fe, el hombre somete completamente su inteligencia y su voluntad a Dios. Con todo su ser,
el hombre da su asentimiento a Dios que revela. La sagrada Escritura llama «obediencia de la fe»
a esta respuesta del hombre a Dios que revela.
La obediencia de la fe.
Obedecer (ob-audire), en la fe, es someterse libremente a la palabra escuchada, porque su verdad
está garantizada por Dios, la Verdad misma. De esta obediencia, Abraham es el modelo que nos propone
la Sagrada Escritura. La Virgen María es la realización más perfecta de la misma.
Abraham, «padre de todos los creyentes».
La carta a los Hebreos, en el gran elogio de la fe de los antepasados, insiste particularmente en la fe
de Abraham: «Por la fe, Abraham obedeció y salió para el lugar que había de recibir en herencia, y salió
sin saber a dónde iba». Por la fe, vivió como extranjero y peregrino en la Tierra prometida. Por la fe, a Sara
se le otorgó el concebir al hijo de la promesa. Por la fe, finalmente, Abraham ofreció a su hijo único en
sacrificio. Abraham realiza así la definición de la fe dada por la carta a los Hebreos: «La fe es garantía de
lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven». «Creyó Abraham en Dios y le fue reputado
como justicia». Y por eso, fortalecido por su fe, Abraham fue hecho «padre de todos los creyentes».
María: «Dichosa la que ha creído».
La Virgen María realiza de la manera más perfecta la obediencia de la fe. En la fe, María acogió el
anuncio y la promesa que le traía el ángel Gabriel, creyendo que «nada es imposible para Dios» y dando
su asentimiento: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Isabel la saludó:
«¡Dichosa la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!». Por esta
fe todas las generaciones la proclamarán bienaventurada. Durante toda su vida, y hasta su última prueba,
cuando Jesús, su hijo, murió en la cruz, su fe no vaciló. María no cesó de creer en el «cumplimiento» de la
palabra de Dios. Por todo ello, la Iglesia venera en María la realización más pura de la fe.
"Yo sé en quién tengo puesta mi fe”.
 Creer solo en Dios: La fe es ante todo una adhesión personal del hombre a Dios; es al mismo
tiempo e inseparablemente el asentimiento libre a toda la verdad que Dios ha revelado. En
cuanto adhesión personal a Dios y asentimiento a la verdad que Él ha revelado, la fe cristiana
difiere de la fe en una persona humana. Es justo y bueno confiarse totalmente a Dios y creer
absolutamente lo que Él dice. Sería vano y errado poner una fe semejante en una criatura.
 Creer en Jesucristo, el Hijo de Dios: Para el cristiano, creer en Dios es inseparablemente creer
en Aquel que él ha enviado, «su Hijo amado», en quien ha puesto toda su complacencia
(Mc 1,11). Dios nos ha dicho que les escuchemos. El Señor mismo dice a sus discípulos:
«Creed en Dios, creed también en mí». Podemos creer en Jesucristo porque es Dios, el Verbo
hecho carne: «A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo
ha contado». Porque «ha visto al Padre», él es único en conocerlo y en poderlo revelar.
 Creer en el Espíritu Santo: No se puede creer en Jesucristo sin tener parte en su Espíritu. Es el
Espíritu Santo quien revela a los hombres quién es Jesús. Porque «nadie puede decir: "Jesús
es Señor" sino bajo la acción del Espíritu Santo». «El Espíritu todo lo sondea, hasta las
profundidades de Dios [...] Nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios». Sólo Dios
conoce a Dios enteramente. Nosotros creemos en el Espíritu Santo porque es Dios.
La Iglesia no cesa de confesar su fe en un solo Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Características de la fe.
1. La fe es una gracia. Es un don de Dios, una virtud sobrenatural infundida por él. Es necesaria la
gracia de Dios, que se adelanta y nos ayuda, junto con el auxilio interior del Espíritu Santo.
2. La fe es un acto humano. Solo es posible creer por la gracia y los auxilios interiores del Espíritu
Santo. Presentar por la fe, la sumisión plena de nuestra inteligencia y voluntad al Dios que revela, y
entrar así en comunión íntima con El. En la fe, inteligencia y voluntad humana cooperan con la
gracia divina: Santo Tomas de Aquino: “Creer es un acto entendimiento que asiente a la verdad
divina por imperio de la voluntad movida por Dios mediante la gracia.”
3. La fe es Inteligente. Creemos a causa de la autoridad de Dios mismo que revela y que no puede
engañarse ni engañarnos.
4. La fe es Cierta. Porque se funda en la Palabra misma de Dios que no puede mentir, ya que es
pura bondad y omnipotente. La certeza que da la luz divina es mayor que la que da la luz de la
razón natural.
5. La fe trata de Comprender. Es inherente a la fe que el creyente desee conocer mejor a aquel en
quien ha puesto su fe, y comprender mejor lo que le ha sido revelado; un conocimiento más
penetrante suscitara a su vez una fe mayor. La gracia de la fe abre “los ojos del corazón “para una
inteligencia viva de los contenidos de la Revelación. S. Agustín: “creo para comprender y
comprendo para creer mejor”.
6. Fe y ciencia. Jamás puede haber desacuerdo entre ellas, puesto que el mismo Dios que revela los
misterios y comunica la fe ha hecho descender en el espíritu humano la luz de la razón, Dios no
podría negarse a sí mismo; está como guiado por la mano de Dios, sosteniendo todas las cosas,
hace que sean lo que son.
7. La fe es un acto libre. El hombre, al creer, debe responder voluntaria a Dios; nadie debe estar
obligado contra su voluntad a abrazar la fe. El acto de fe es voluntario por su propia naturaleza.
Cristo invito a la fe y a la conversión, El no forzó jamás a nadie. Dio testimonio de la verdad, pero
no quiso imponerla por la fuerza.
8. La necesidad de fe. Creer en Dios salvador es necesario para obtener esa salvación. “Puesto que
sin la fe…es imposible agradar a Dios”
9. La perseverancia en la fe. Un don gratuito.
10. La fe, comienzo de la vida eterna. Nos hace gustar de antemano el gozo y la luz de la visión
definitiva de Dios, fin de nuestro caminar aquí abajo. La fe es pues ya el comienzo de la vida
eterna.
11. La fe nos une en comunidad. Es un acto personal: la respuesta libre del hombre a la iniciativa de
Dios que se revela.

La fe no es un acto aislado. Nadie puede creer solo. El creyente ha recibido la fe de otro, debe
transmitirla a otro. Cada creyente es como un eslabón en la gran cadena de los creyentes.
Yo no puedo creer sin ser sostenido por la fe de los otros, y por mi fe yo contribuyo a sostener.
Una clara tarea de la tecnología hoy consiste en responder al desafío del hombre moderno, lleno de
dudas y temores, dando razón de la fe.
La fe en Dios tiene que tener un apoyo claro en razón. Ahora bien, la razón humana no se puede
reducir a la pura razón empírica, porque no podemos seguir afirmando que lo que no ve, toca o percibe
con sus sentidos, no exista.
La fe de la Iglesia.
"Mira, Señor, la fe de tu Iglesia".
La Iglesia es la primera que cree, y así conduce, alimenta y sostiene mi fe. La Iglesia es la primera
que, en todas partes, confiesa al Señor, y con ella y en ella somos impulsados y llevados a confesar
también: "creo", "creemos". Por medio de la Iglesia recibimos la fe y la vida nueva en Cristo por el
bautismo. En el Ritual Romano, el ministro del bautismo pregunta al catecúmeno: "¿Qué pides a la Iglesia
de Dios?" Y la respuesta es: "La fe". "¿Qué te da la fe?" "La vida eterna".
La salvación viene solo de Dios; pero puesto que recibimos la vida de la fe a través de la Iglesia, ésta es
nuestra madre: "Creemos en la Iglesia como la madre de nuestro nuevo nacimiento, y no en la Iglesia
como si ella fuese el autor de nuestra salvación". Porque es nuestra madre, es también la educadora de
nuestra fe.
Una sola fe.
Desde siglos, a través de muchas lenguas, culturas, pueblos y naciones, la Iglesia no cesa de
confesar su única fe, recibida de un solo Señor, transmitida por un solo bautismo, enraizada en la
convicción de que todos los hombres no tienen más que un solo Dios y Padre. San Ireneo de Lyon, testigo
de esta fe, declara: "La Iglesia, diseminada por el mundo entero hasta los confines de la tierra, recibió de
los Apóstoles y de sus discípulos la fe [...] guarda diligentemente la predicación [...] y la  fe recibida,
habitando como en una única casa; y su fe es igual en todas partes, como si tuviera una sola alma y un
solo corazón, y cuanto predica, enseña y transmite, lo hace al unísono, como si tuviera una sola boca".
"Porque, aunque las lenguas difieren a través del mundo, el contenido de la Tradición es uno e
idéntico. Y ni las Iglesias establecidas en Germania tienen otro fe u otra Tradición, ni las que están entre
los iberos, ni las que están entre los celtas, ni las de Oriente, de Egipto, de Libia, ni las que están
establecidas en el centro el mundo...". "El mensaje de la Iglesia es, pues, verídico y sólido, ya que en ella
aparece un solo camino de salvación a través del mundo entero".
"Esta fe que hemos recibido de la Iglesia, la guardamos con cuidado, porque sin cesar, bajo la acción
del Espíritu de Dios, como un contenido de gran valor encerrado en un vaso excelente, rejuvenece y hace
rejuvenecer el vaso mismo que la contiene".
Las revelaciones privadas.
El valor de las revelaciones privadas.
El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que: “a lo largo de los siglos hubo revelaciones llamadas
privadas, algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia. Sin embargo, no
pertenecen al depósito de la fe. Guiados por el Magisterio de la Iglesia, los fieles deben discernir y acoger
lo que en estas revelaciones constituye una llamada auténtica de Cristo o de sus santos a la Iglesia”.
Y el mismo Concilio Vaticano II en su constitución dogmática sobre la Iglesia afirma: “El Romano
Pontífice y los Obispos, por razón de su oficio y la importancia del asunto, trabajan celosamente con los
medios oportunos para investigar adecuadamente y para proponer de una manera apta esta Revelación; y
no aceptan ninguna nueva revelación pública como perteneciente al divino depósito de la fe”. Que no
pertenezcan al depósito de la fe, quiere decir que no hay por qué creer en ellas.
“Las revelaciones privadas aunque hayan sido aprobadas por la Iglesia, no se les debe atribuir un
asentimiento obligatorio. Por lo tanto uno puede rechazarlas y negarse a aceptarlas” (Benedicto XIV).
San Juan de la Cruz escribió al respecto: “Si la fe ya está fundada en Cristo y en el Evangelio, no hay
para qué preguntar más. En Cristo, Dios ya dijo todo lo que tenía que decir. Y buscar nuevas revelaciones
y o visiones sería una ofensa a Dios, pues sería como sacar los ojos de Cristo, buscando alguna otra
novedad”. (Subida al Monte Carmelo).
¿Cuál es su autoridad?
Ninguna. No tienen autoridad para la fe de los católicos, son solo una ayuda para la fe y la vida
espiritual, para recordar lo ya revelado en la Palabra de Dios y enseñado por la Iglesia. Por esta razón no
es adecuado citarlos como una fuente de doctrina, ya que su función es llamar a la conversión, a la
oración, a una vida más devota, a una mayor fidelidad a Cristo y a la Iglesia, pero no legislar sobre liturgia
o dar cátedra de teología dogmática explicando los misterios de la fe. Para enseñar está el Magisterio, no
los videntes.
Si una revelación privada incluye la manifestación de una verdad contenida en el depósito de la fe, lo
que está haciendo es repetir algo ya revelado (revelación pública), pero no agrega ni amplía nada. Si con
el tiempo algo que comenzó como una revelación privada, como el caso del “Sagrado Corazón de Jesús”,
termina siendo asumido por el Magisterio auténtico, comienza a gozar de autoridad no por su origen,  sino
porque ha sido presentado para ser creído por quien tiene autoridad para hacerlo.
La Iglesia cuando dice que “aprueba” una revelación privada, no obliga a creer en ella, sino que
autoriza la devoción, como en los casos de Fátima o Lourdes. 
UNIDAD N° 3.
LA SAGRADA ESCRITURA.
La sagrada escritura: memoria de la fe de un pueblo.
“La sagrada Escritura es la Palabra de Dios en cuanto escrita por inspiración del Espíritu Santo”.
La Biblia es un libro de fe. La Iglesia primitiva ha descubierto en Cristo al Mesías anunciado y
esperado en el Antiguo Testamento, y nos ha transmitido a través de los escritos del Nuevo Testamento la
experiencia fundamental de la resurrección del Señor como el gran signo de la verdadera y definitiva
salvación.
A través de todas las palabras de la SE, Dios dice solo una palabra, su Verbo único, en quien él se
dice en plenitud. Por esta razón, la Iglesia ha venerado siempre las divinas Escrituras como veneran
también el Cuerpo del Señor.
En la SE, la Iglesia encuentra su alianza y su fuerza, porque en ella no solamente se recibe la palabra
humana, sino o que es realmente: Palabra de Dios.
Proceso de formación de la Biblia.
Antes de la escritura, el pueblo transmitía la memoria de su fe en forma oral, de generación en
generación. En 1000 a.C., comienzan a ponerse por escrito algunos relatos de los patriarcas, relatos de la
creación. A medida que el pueblo iba creciendo, fue viendo la necesidad de documentar y poner por
escrito esta memoria oral. A partir de ese momento la escritura se transformó en un elemento fundamental
de la transmisión de la fe y la memoria, junto con el culto y la tradición oral; (hagiógrafos) guiados por el
Espíritu Santo, intentaban alimentar espiritualmente al pueblo reflexionando desde la fe los
acontecimientos históricos. Fueron escritos momentos de la historia. La Biblia es un libro que contiene
obras recopiladas que fueron actualizando constantemente a medida que la fe del pueblo necesitaba
nuevas respuestas ante nuevas situaciones.
Distintas etapas del proceso de formación.
Primero se da el Hecho Histórico. Luego se transmite de generación en generación a través de la
transmisión oral. Finalmente se pone por escrito no solo el hecho histórico sino que en él se entremezclan
signos que ponen de manifiesto lo que esa experiencia produjo en el pueblo y como a lo largo del tiempo
fueron descubriendo la presencia de Dios entre ellos.
Creación. El hombre vivió y se alimentó de la creación. Se admiró de sí mismo y se preguntó de dónde
venía todo. A Dios a través de todas las cosas y así lo transmitía. Inspirado por Dios el hombre decide
dejar por escrito lo que había descubierto y lo que Dios quiere decir al pueblo.
La acción de Dios con ellos, buscando a Dios se ha encontrado con la salvación de Dios. En este
proceso el pueblo fue descubriendo algunas verdades fundamentales:
a. Dios es quien irrumpe en la vida de los hombres por pura gratuidad y amor. Primera palabra en
este dialogo que entabla con los hombres.
b. La manifestación de Dios al hombre siempre encierra una propuesta: traba alianza con él. Los
hombres no pueden vivir de cualquier manera, Dios los quiere íntegros en la justicia. Así la
alianza de Dios con los hombres marcara la pauta de la actitud de vida de su pueblo. La
manifestación de Dios a su pueblo no es solo ni principalmente para decirles. “Sepan que yo
soy Dios”, sino para modificar radicalmente la vida de los hombres. Como liberación, como
plenitud.
Inspiración, verdad e inerrancia de la Sagrada Escritura. Cristo, palabra única en la escritura.
Dios es el autor de la Sagrada Escritura. “Las verdades reveladas por Dios, que se contienen y
manifiestan en la Sagrada Escritura, se consignaron por inspiración del Espíritu Santo”.
Dios ha inspirado a los autores humanos de los libros sagrados. Dios se valió de hombre elegido,
que usaban de todas sus facultades y talentos; de este modo obrando Dios en ellos y por ellos, como
verdaderos autores, pusieron por escrito todo y solo lo que Dios quería.
Los libros inspirados enseñan la verdad. “Como todo lo que afirman los hagiógrafos, lo afirma el
espíritu Santo, se sigue que los libros sagrados enseñan sólidamente, fielmente y sin error la verdad que
Dios hizo consignar en dichos libros para salvación nuestra”.
Hagiógrafos: tienen una gracia especial del espíritu en orden a poner por escrito la revelación, el
anuncio auténtico de la palabra de Dios; la inspiración es un carisma, lenguaje.
Exegeta: es quien interpreta dichas escrituras para entender el verdadero sentido de la palabra de
Dios.
Dei Verbum. Inspiración divina de la SE y su interpretación.
El hecho de la inspiración y de la verdad de la Sagrada Escritura. Las verdades reveladas por Dios se
consignaron por inspiración del Espíritu Santo. Los escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo tienen a
Dios como autor. Pero en la redacción de los libros sagrados Dios eligió a hombres, y se valió de ellos que
usaban sus propias facultades y fuerzas, de forma que, obrando El en ellos y por ellos, escribieron, todo y
sólo lo que Él quería.
Los Hagiógrafos afirman debe tenerse como afirmado por el Espíritu Santo, hay que confesar que los
libros de la Escritura enseñan firmemente, con fidelidad y sin error, la verdad que Dios quiso consignar en
las sagradas letras para nuestra salvación, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y preparado para
toda obra buena.
La recta interpretación de las Sagradas Escrituras.
En la SE, Dios habla al hombre a la manera de los hombres. Para interpretar bien la Escritura, es
preciso estar atento a lo que los autores humanos, quisieron verdaderamente afirmar y a lo que Dios quiso
manifestarnos mediante sus palabras.
Para descubrir la invención de los autores sagrados es preciso tener en cuenta las condiciones de su
tiempo y de su cultura, los “géneros literarios” usados en aquella época, las maneras de sentir, de hablar y
de narrar en aquel tiempo. “Pues la verdad se presenta y se enuncia de modo diverso en obras de diversa
índole histórica, en libros proféticos o poéticos, o en otros géneros literarios”.
Dado que la Sagrada Escritura es inspirada, hay otro principio de la recta de interpretación. “La
Escritura se ha de leer e interpretar con el mismo Espíritu con que fue escrita”.
El Concilio Vaticano II señala tres criterios para una interpretación de la escritura conforme al Espíritu
que la inspiro.
1. Prestar una gran atención “al contenido y a la unidad de toda la Escritura”. Unidad interna. La
Escritura es una en razón de la unidad del designio de Dios, del que Cristo Jesús es el centro y
el corazón.
2. Leer la escritura en “la Tradición viva de toda la Iglesia”. “La Sagrada Escritura está más en el
corazón del Iglesia que en la materialidad de los libros escritos”.
3. Estar de atento “a la analogía de la fe”. Por “analogía de la fe” entendernos la cohesión de las
verdades de la fe entre si y en el proyecto total de la Revelación.
Dei Verbum. Inspiración divina de la SE y su interpretación.
Cómo hay que interpretar la Sagrada Escritura. El intérprete de la Sagrada Escritura debe investigar
con atención qué pretendieron expresar realmente los hagiógrafos y plugo a Dios manifestar por sus
palabras. Para descubrir la intención de los hagiógrafos, la verdad se propone y se expresa de una
manera o de otra en los textos de diverso modo históricos, proféticos, poéticos o en otras formas de
hablar. Conviene que el intérprete investigue el sentido que intentó expresar y expresó el hagiógrafo en
cada circunstancia. Pues para entender rectamente lo que el autor sagrado quiso afirmar en sus escritos,
hay que atender cuidadosamente tanto a las acostumbradas formas nativas de pensar, de hablar o de
narrar vigentes en los tiempos del hagiógrafo, leer e interpretar con el mismo Espíritu con que se escribió
para descubrir el sentido exacto de los textos sagrados, teniendo en cuenta la Tradición viva de toda la
Iglesia y la analogía de la fe.
Todo lo que se refiere a la interpretación de la Sagrada Escritura está sometido en última instancia a
la Iglesia, que tiene el mandato y el ministerio divino de conservar y de interpretar la palabra de Dios.
Sentido de las Sagradas Escrituras.
1. Literal. Es el sentido significado por las palabras de la Escritura y descubierto por la exegesis
que sigue las reglas de la justa interpretación.
2. Espiritual. Tiene la palabra que nos alimenta, para poder escuchar a Dios a través de rezar con
las Sagradas Escrituras. Gracias a la unidad del designio de Dios, las realidades y
acontecimientos de que hablan pueden ser signos.
a. Alegórico. Nosotros podemos interpretar algunos pasajes del antiguo testamento con el
nuevo. (pasaje del mar rojo y el bautismo)
b. Moral. Aplicar a nuestra vida, conducir a un obrar justo.
c. Anagógico. Podemos ver realidades y acontecimientos en su significación eterna.
Géneros literarios utilizados en la Sagrada Escritura.
La Biblia, producción literaria de una lectura de una cultura que duro cerca de 2000 años, es también
una pequeña biblioteca: contiene 74 libros (47 del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo) y abarca una gran
cantidad de géneros literarios.
En líneas en las Sagradas Escrituras podemos encontrar las siguientes formas literarias:
 Poesía Popular.
 Prosa oficial.
 Narraciones.
 Escritos proféticos y Sapienciales.
 Nuevo testamento.
Son diversas formas o maneras de escribir usados comúnmente entre los hombres de una
determinada época o región y que fueron usados por los distintos autores bíblicos para transmitir las
verdades reveladas por Dios: y que son importantes conocer para poder entender aquello que el escritor
quiso transmitir.
Los diversos autores han transmitido fielmente el mensaje de fe que Dios les inspiraba, pero cada uno
de ellos lo hizo según su estilo personal. Encontrar textos más o menos elaborados. Algunos para
expresarse recurrieron a imágenes complejas o metáforas, otros por una forma sencilla. Es necesario un
trabajo de interpretación del texto bíblico, para distinguir lo esencial del mensaje, de lo anecdótico.

Los géneros literarios más destacados e importantes que encontramos en la Sagrada Escritura son:
GÉNERO LEGISLATIVO: Este género se caracteriza porque está conformado por leyes, preceptos y
códigos presentes en la organización del pueblo de Israel a lo largo de su historia. Se encuentran
presentes en la mayor parte del Pentateuco y en algunos otros pasajes de la Escritura como el conocido
Sermón del Monte del Evangelio de Mateo.
GÉNERO SAPIENCIAL: Tiene su origen en el reinado de David y Salomón, es una forma de transmitir
al pueblo la voluntad de Dios. Para hacerlo, el medio que los hagiógrafos encontraron más apropiado es el
del proverbio. La mejor muestra de este género se encuentra en los libros llamados sapienciales.
GÉNERO LÍRICO: Se utiliza para expresar los sentimientos que se han despertado a partir de las
vivencias del pueblo en su relación con Dios. Para hacerlo, generalmente se vale de la poesía. Pertenecen
a este género los siguientes libros bíblicos: Cantar de los Cantares, Lamentaciones y los Salmos.
GÉNERO PROFÉTICO: Es un género predominante en el A.T. presentado ampliamente en los libros
llamados proféticos. Se caracteriza porque busca transmitir la voluntad de Dios al pueblo en las
circunstancias concretas que vive.
EL GÉNERO APOCALÍPTICO: Es propio de los dos testamentos, se caracteriza por utilizar la
profecía, los símbolos y el lenguaje misterioso para comunicar un mensaje de esperanza al pueblo
perseguido. Las obras propias de este género son los libros de Daniel y el Apocalipsis.
GÉNERO HISTÓRICO: Es el género que más abunda en la Biblia y es usado para contar la historia
del pueblo que primero se transmitió de forma oral y luego se puso por escrito. En el Antiguo Testamento
se encuentran en este género los libros de Josué, Jueces, Samuel, Reyes, Crónicas, Esdras, Nehemías y
Macabeos. En el NT se cuentan como libros históricos los Evangelios y los Hechos de los Apóstoles.
Aunque no son considerados históricos sino relatos edificantes se encuentran dentro de este género los
libros de Rut, Tobías, Judith y Ester.
GÉNERO EPISTOLAR O CARTA: La mayor parte de este género está presente en el Nuevo
Testamento. Los autores de las mismas utilizan la carta para enviar una exhortación a sus destinatarios.

El canon bíblico.
Es la lista de los libros Santos.
La Tradición apostólica hizo discernir a la Iglesia que escritos constituyen la lista de los Libros Santos.
Esta lista integral es llamada “Canon” de las Escrituras. Comprende para el Antiguo Testamento 46
escritos o 47 y 27 para el Nuevo.
1. Antiguo Testamento.
Es una parte de la SE de la que no se puede prescindir. Sus libros son divinamente inspirados y
conservan un valor permanente. Dan testimonio de toda la divina pedagogía del amor salvífico de Dios:
contienen enseñanzas sublimes sobre Dios y una sabiduría salvadora acerca del hombre, encierran
tesoros de oración y esconden el misterio de nuestra salvación.
La primera vez que se intenta establecer un canon del AT es cerca del año 130 a.C. Son agrupados
en:
 La Ley, comprendía los cinco libros de la Tora (Génesis, Éxodo, Levítico, número y
Deuteronomio).
 Los Profetas, compendian los libros de Josué, Jueces, 1 y 2 Reyes, y los libros de Isaías,
Jeremías, Ezequiel y los Doce Profetas menores.

El Pentateuco. Está formado por los cinco primeros libros del Antiguo Testamento:
 Génesis: libro de los orígenes; El libro del Génesis relata la historia de la creación del mundo,
el relato de la caída de Adán del jardín del Edén, la narración del Diluvio Universal, la historia
de la Torre de Babel, el llamado del patriarca Abraham y la aparición de las 12 tribus de Israel
que terminarían viviendo en Egipto.
 Éxodo: libro de la salida de Egipto; Los principales hechos del libro giran alrededor de la
partida de los esclavos hebreos de Egipto, bajo el liderazgo de Moisés, y culmina
fervorosamente con la entrega de la Sagrada Torá en el monte Sinaí.
 Levítico: libro de los levitas, sacerdotes de la tribu de Leví; Este libro trata los temas de las
leyes referidas a los sacrificios, la consagración de los sacerdotes y las leyes referidas a la
pureza y santidad; mayormente mandamientos para los grupos levitas y sacerdotales.
 Números: libro de los censos del pueblo de Israel; Este libro narra los mandamientos dados
durante las estancias en el Sinaí, el desierto de Qades-Barnea y los llanos de Moab.
 Deuteronomio: libro de la segunda ley; Este libro relata lo que sucedió desde la entrega de
las Tablas de la Ley hasta la llegada a los llanos de Moab. Es considerado el discurso final de
Moisés antes de morir.
El Pentateuco es la clave para entender toda la Biblia, pues presenta los inicios de la revelación de
Dios al pueblo elegido, y en él encontramos las primeras vivencias y reflexiones sobre el plan de amor de
Dios con la humanidad. Sólo al conocer el Pentateuco puede comprenderse la riqueza de la revelación de
Dios y lo extraordinario de la historia de salvación a lo largo de la Biblia hasta llegar a su plenitud en Jesús,
Dios y hombre, salvador único de toda la humanidad.
La relación de Dios con su pueblo se conservó en la memoria de las personas con respeto y amor, y
fue transmitida de padres a hijos oralmente durante cerca de 600 años, hasta que esas experiencias se
recogieron por escrito.
Libros Históricos. Se denomina Libros Históricos de la Biblia a una amplia colección de textos ubicada a
continuación del Pentateuco y seguida por los Libros Sapienciales. Aunque los cinco primeros libros
del Antiguo Testamento (Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio) son, técnicamente, también
libros históricos, por su importancia histórica, legal y religiosa se les ha otorgado una categoría
especial: Pentateuco para los cristianos.
 Libro de Josué: Este libro narra la conquista de la Tierra Prometida y el reparto
que Josué efectúa entre las diversas tribus. Luego trata algunos temas de la Asamblea de
Siquemy de las disposiciones de Josué. Es considerado libro profético en el canon judío.
 Libro de los Jueces: Narra el período que va desde la muerte de Josué hasta el nacimiento
de Samuel, un tiempo en que el pueblo de Israel ha abandonado su vida nómada y acaba de
instalarse como semisedentarios primero y agricultores luego, habitando en casas de material
o chozas de adobe. Es considerado libro profético en el canon judío.
 Libro de Rut: El libro narra la historia de Elimélec, un efrateo de Belén de Judá que emigró con
su familia al país de Moab. Su mujer se llamaba Noemí y sus hijos, Majlón y Quilión. Al morir
Elimélec, sus dos hijos se casaron con Orpá y Rut de Moab, respectivamente.
 Primer Libro de Samuel: Este libro cuenta la historia de Samuel y del reinado del rey
Saúl hasta su muerte, incluyendo la guerra de los israelitas contra los filisteos y la gran hazaña
del joven pastor David al derrotar al gigante Goliat. Es considerado libro profético en el canon
judío.
 Segundo Libro de Samuel: siendo la continuación de I Samuel, cuenta la historia de Israel a
partir de la muerte del rey Saúl y el subsiguiente reinado de David, con un suplemento al final.
 Primer Libro de los Reyes: Este libro cuenta la historia del reinado de Salomón, hijo de David y
de los reinos de Judá e Israel.
 Segundo Libro de los Reyes: En este libro continúa la historia de los reinos de Judá e Israel
desde la muerte de Salomón hasta la caída de Samaria y de Jerusalén, cabe resaltar que
todos los reyes israelitas hicieron lo malo a los ojos de Dios, entre
ellos, Jeroboam, Omrí, Ahab y Jezabel, Oseas y Joacaz. También relata los milagros del
profeta Eliseo y al final del libro se continúa la historia para culminar en el Exilio de Babilonia.
 I Crónicas o I Paralipómenos: Este libro en particular narra el período comprendido desde los
orígenes hasta la muerte de David. Cuenta la historia desde Adán hasta Saúl en su primera
mitad y luego la de David.
 II Crónicas o II Paralipómenos: Este libro en particular narra el período comprendido entre la
muerte de David y la liberación final. Cuenta la historia de cada rey de manera muy
esquemática y no exhaustiva, indicando en general: nombre del padre, nombre de la madre,
duración del reinado, sucesor, lugar de la sepultura, principales acontecimientos y sincronía de
cada uno de los reyes de Israel.
 Libro de Esdras: Esdras trata especialmente de la reconstrucción del Templo y de la
organización legal del judaísmo.
 Libro de Nehemías: este libro narra la reconstrucción de las murallas de Jerusalén, el arreglo
del templo y las reformas llevadas a cabo por Nehemías.
 Libro de Tobías: Es parte del canon católico y ortodoxo mas no el de la mayoría de las iglesias
protestantes y la religión judía. Este libro relata el acompañamiento que el arcángel Rafael
hace a un joven lleno de fe, que va a buscar esposa y finalmente se casa luego de sortear
enormes dificultades con la ayuda del ángel enviado por Dios. Es una apología de los valores
familiares y humanos.
 Libro de Judit: El libro cuenta la historia de Judit hija de Merari en plena guerra de Israel contra
el ejército asirio.
 Libro de Ester: Es de gran valor entre el pueblo judío, ya que narra la salvación de los judíos de
un exterminio inminente preparado por Haman el amalecita. Dicha salvación se conmemora
con la fiesta de Purim.
 I Macabeos: forma parte del canon católico y ortodoxo mas no del canon protestante y judío.
Macabeos narra el intento de helenizar por la fuerza a los judíos por parte de Antíoco IV
Epífanes.
 II Macabeos: El libro se centra en dos fiestas religiosas: la Dedicación del Templo luego de su
reconstrucción (Jánuca), y el día en que Nicanor asedia el templo. También cuenta la historia
de Heliodoro, y el martirio de Eléazaro, y de los siete hermanos y su madre. Al igual que I
Macabeos, es parte del canon católico y ortodoxo mas no del de la mayoría de los protestantes
y los judíos
Libros Sapienciales.
 Libro de Job: Este libro, cuenta la historia de Job (Biblia), un hombre justo y temeroso de Dios
que es probado duramente para ver si negaba a Dios y se apartaba de él.
 Libro de los Salmos: Este libro contiene salmos y oraciones, mayormente del rey David.
 Proverbios: son las enseñanzas de la filosofía teológica que enseñan al hombre a ser como los
sabios y a vivir en consecuencia.
 Eclesiastés: Es el compendio de las meditaciones de Salomón. Tras investigar la vida y ver
que todo es vanidad, discurre que lo único importante en la vida es guardar la Palabra de Dios,
por la cual seremos juzgados.
 El Cantar de los Cantares: Trata de dos amantes, Salomón y Sulamit, que han sido obligados a
separarse.
 Libro de la Sabiduría: pertenece al canon católico y ortodoxo. Este libro se dirige a los
hermanos de su autor alertándolos sobre la ruina a los que los conducirán la idolatría y el
ateísmo si se dejasen llevar por ellos.
 Libro del Eclesiástico: El libro está dirigido a los judíos piadosos que quieran vivir la vida según
la Ley, sin olvidar a los paganos que quieran saber lo que les espera al convertirse en buenos
judíos.
Libros Proféticos. El término profeta proviene del lenguaje religioso y se refiere a una persona que sirve
como intermediario entre la humanidad y la divinidad. Estrictamente hablando, un profeta es alguien que
sostiene haber tenido una experiencia personal de Dios recibiendo de él la misión de comunicar sus
revelaciones y, como consecuencia de ello, habla en su nombre a los seres humanos. El profeta posee
cualidades de intercesor por el pueblo ante Dios y a su vez es mensajero de su palabra. Su carisma de
interpretar la historia desde la perspectiva de Dios recibe el nombre de “don de profecía”.
Profetas Mayores.
 Libro de Isaías: Este libro contiene profecías con muy vivos destellos de tempranos sueños y
aspiraciones de una redención universal para todos los pueblos de la tierra. La exégesis
moderna lo divide en al menos tres grandes colecciones de poemas proféticos (Capítulos 1-35,
40-55 y 56-66), y un apéndice histórico (Capítulos 36-39), en parte paralelo o retomado de
partes o pasajes de II Reyes.
 Libro de Jeremías: Este libro contiene la historia y profecías de Jeremías, un hidalgo judío
sumamente sensible, que desde muy joven se sintió obligado a concienciar al pueblo de la
necesidad de ser fieles y obedientes ante Dios. De manera insistente profetizó el exilio y
destierro del pueblo y de los reyes de Judá por Nabucodonosor de Babilonia, por lo que
muchas veces se metió en problemas con las autoridades civiles y religiosas del Reino de
Judá.
 Libro de las Lamentaciones: Este libro contiene cuatro lamentaciones acróstico-alefáticas, y
una oración, escritas con motivo de la devastación de Jerusalén tras caer en las manos de
Nabucodonosor II. Evocan vivamente los horrores del sitio, caída y destrucción de Jerusalén, y
la insondable pena de ver a los judíos humillados, marchando hacia el exilio, llevados como
ovejas por los conquistadores babilonios.
 Libro de Baruc: Baruc o Baruj Es un texto que pertenece al canon católico y ortodoxo mas no al
de la mayoría de los protestantes y judíos. Es una serie de documentos adscritos a Baruc o
Baruj, escriba y secretario del profeta Jeremías, en donde se alecciona a los judíos sobre cómo
afrontar y sobrellevar el exilio y cautiverio con responsabilidad y dignidad, y lealtad al Señor.
Numerosos autores, así como editores de los escritos bíblicos, presentan como un cuerpo de
texto independiente del cuerpo de este libro de Baruc, el Capítulo 6, que contiene una Epístola
adscrita al profeta Jeremías.
 Libro de Ezequiel: En la introducción, Dios entrega al profeta los lineamientos de su misión
profética, mientras que los capítulos siguientes detallan una larga serie de amenazas y futuros
castigos para Jerusalén y Judá, para los falsos profetas y, en general, para todos los judíos
que han pecado antes de la invasión de Nabucodonosor.
 Libro de Daniel: Este libro es la suma de hasta doce distintos documentos que relatan historias
y visiones adscritas a Daniel, un sabio y consejero judío del exilio que prestó sus servicios en
las cortes de reyes babilonios. En el canon judío, el libro de Daniel no es considerado parte de
los libros de los Profetas, sino como parte de los Ketuvim (Escritos inspirados por el Ruaj
haKodesh). En el canon católico se agrega la historia de Susana y la del Dragón.
Profetas Menores.
 Libro de Oseas: Este libro relata una profecía que se divide en dos partes.
 Libro de Joel: El libro de Joel se encuentra dividido en dos partes claramente diferenciadas. En
la primera, una devastadora plaga de langostas destruye el país, produciendo una celebración
penitencial entre las víctimas. La segunda parte trata acerca de los frutos de la penitencia y de
la liberación que anuncia una redención futura.
 Libro de Amós: Este libro da un mensaje de advertencia hacia las naciones paganas y a los
pecadores de Judá e Israel ya que serán juzgados por Yavé (Dios) y castigados pero
eventualmente podrían ser perdonados.
 Libro de Abdías: El libro de Abdías profetiza la venganza de Yavé contra Edom, que llegará en
312 con su conquista por parte de los árabes.
 Libro de Jonás: El libro da cuenta del profeta Jonás y una historia bien conocida en la cual Dios
manda a Jonás profetizar o predicar al pueblo de Nínive para persuadirlos de arrepentirse o
recibir destrucción.
 Libro de Miqueas: Este libro trata sobre el castigo de Dios sobre el reino del norte por pecados
como: idolatría, adoración de Baal, sacrificios, rituales de niños, magia y encantamientos.
 Libro de Nahúm: Nahúm profetiza la destrucción de Nínive, que simboliza la liberación de todas
las esclavitudes.
 Libro de Habacuc: Este libro narra los días finales del Imperio Asirio y el principio del dominio
de Babilonia a escala mundial bajo Nabopolasar y su hijo Nabucodonosor.
 Libro de Sofonías: El libro de Sofonías es una invitación a la penitencia y una afirmación del
amor de Dios hacia el pueblo.
 Libro de Ageo o Libro de Hageo: Este libro trata principalmente de la reconstrucción del
Templo y se divide en cuatro discursos o sermones que se encuentran en orden cronológico.
 Libro de Zacarías: Este libro habla principalmente sobre la restauración del Templo y de
Jerusalén y de la coronación del Sumo sacerdote Josué.
 Libro de Malaquías: Este es el último libro del Antiguo Testamento que reprocha las actitudes
de las familias al separarse y el comportamiento de los sacerdotes por el no cumplimiento al
culto divino.
Dei Verbum. Importancia del Antiguo Testamento para los cristianos.
La economía del Antiguo Testamento estaba ordenada anunciar proféticamente y significar con
diversas figuras la venida de Cristo redentor universal y la del Reino Mesiánico.
Manifiestan a todos el conocimiento de Dios y del hombre, y las formas de obrar de Dios justo y
misericordioso con los hombres, la verdadera pedagogía divina. Expresan el sentimiento vivo de Dios, una
sabiduría salvadora sobre la vida del hombre, está latente el misterio de nuestra salvación.

2. Nuevo Testamento.
La Palabra de Dios, que es fuerza de Dios para la salvación del que cree, se encuentra y despliega su
fuerza de modo privilegiado en el Nuevo Testamento. Estos escritos nos ofrecen la verdad definitiva de la
Revelación divina. Su objeto central es Jesucristo, el Hijo de Dios, encarnado, sus obras y enseñanza, su
pasión y glorificación.
Los evangelios son el corazón de todas las escrituras por ser testimonio principal de la vida y doctrina
de la Palabra hecha carne, nuestro Salvador.
Pueden ser:
 Canónicos: son los cuatros dentro de la lista de los libros sagrados.
 Apócrifos: son muchos que quedaron afuera de la lista de libros sagrados.
 Sinópticos: son tres hablan de lo mismo de manera diferente y contradictoria. Tiene un
esquema sinóptico.
En la formación de los evangelios:
 Vida y enseñanza de Jesús. La iglesia mantiene firmemente que los cuatro evangelios, cuya
historicidad afirma sin vacilar, comunican fielmente lo que Jesús hizo y enseño realmente para
la salvación de ellos.
 Tradición oral. Los apóstoles ciertamente después de la ascensión del Señor predicaron a su
oyentes lo que Él había dicho y obrado.
 Evangelios escritos. Los autores sagrados escribieron los cuatro evangelios escogiendo
algunas cosas de las muchas que ya se transmitían de palabra o por escrito, sintetizando otras
o explicándolas atendiendo a la condición de la iglesia.
Dei Verbum. Nuevo Testamento.
La palabra divina, que es fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree, se presenta y
manifiesta su vigor de manera especial en los escritos del Nuevo Testamento.
El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, lleno de gracia y de verdad. Cristo instauró el Reino de
Dios en la tierra, manifestó a su Padre y a Sí mismo con obras y palabras y completó su obra con la
muerte, resurrección y gloriosa ascensión, y con la misión del Espíritu Santo. Levantado de la tierra, atrae
a todos a Sí mismo, El, el único que tiene palabras de vida eterna.
Pero este misterio no fue descubierto a otras generaciones, como es revelado ahora a sus santos
Apóstoles y Profetas en el Espíritu Santo, para que predicaran el Evangelio, suscitaran la fe en Jesús,
Cristo y Señor, y congregaran la Iglesia.
Los Apóstoles y sus sucesores, helados del Evangelio.
Todos los hombres permanecieran íntegros para siempre y se fuera transmitiendo a todas las
generaciones. Por eso, Cristo Señor mandó a los Apóstoles, comunicándoles los dones divinos, que el
Evangelio, El completó y promulgó con su propia boca, lo predicaran a todos los hombres como fuente de
toda verdad salvadora y de toda ordenación de las costumbres.
Esto lo realizaron fielmente tanto los Apóstoles, que en la predicación oral transmitieron con ejemplos
e instituciones lo que habían recibido por la palabra, por la convivencia y por las obras de Cristo, bajo la
inspiración del mismo Espíritu Santo, escribieron el mensaje de la salvación.
El Evangelio se conservara constantemente íntegro y vivo en la Iglesia. Esta sagrada Tradición y la
Sagrada Escritura de ambos Testamentos son como un espejo en que la Iglesia peregrina en la tierra
contempla a Dios.
Origen apostólico de los Evangelios.
Los Evangelios ocupan el lugar preeminente, puesto que son el testimonio principal de la vida y
doctrina del Verbo Encarnado, nuestro Salvador.
Apóstoles predicaron por mandato de Cristo, luego, bajo la inspiración del Espíritu Santo, ellos mismos
y los varones apostólicos nos lo transmitieron por escrito, como fundamento de la fe, es decir, el Evangelio
en cuatro redacciones, según Mateo, Marcos, Lucas y Juan.
Carácter histórico de los Evangelios.
Transmiten fielmente lo que Jesús Hijo de Dios, viviendo entre los hombres, hizo y enseñó realmente
para la salvación de ellos.
Los Apóstoles ciertamente después de la ascensión del Señor predicaron a sus oyentes lo que El
había dicho y hecho, ilustrados por los acontecimientos gloriosos de Cristo y por la luz del Espíritu de
verdad.
Los autores sagrados escribieron los cuatro Evangelios escogiendo algunas cosas de las muchas que
ya se transmitían de palabra o por escrito, sintetizando otras, o desarrollándolas. Escribieron testimonio
de quienes desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la palabra para que conozcamos «la
verdad» de las palabras que nos enseñan.
Los restantes escritos del Nuevo Testamento.
El Canon del Nuevo Testamento, además de los cuatro Evangelios, contiene también las cartas de
San Pablo y otros libros apostólicos escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, con los cuales, según la
sabia disposición de Dios, se confirma todo lo que se refiere a Cristo Señor, se declara más y más su
genuina doctrina, se manifiesta el poder salvador de la obra divina de Cristo, y se cuentan los principios de
la Iglesia y su admirable difusión, y se anuncia su gloriosa consumación.
El Señor Jesús, pues, estuvo con los Apóstoles como había prometido y les envió el Espíritu
Consolador, para que los introdujera en la verdad completa.

Los textos Apócrifos.


Libros apócrifos, denominación dada a los escritos de tema bíblico aparecidos en los primeros siglos
de la era cristiana, pero que no se consideran inspirados y en consecuencia, no se incluyeron en el canon
de la Biblia.
Apócrifos: nuevos evangelios que desdicen la Biblia, no pertenecen a las sagradas escrituras, “no son
palabra de Dios”, (pero no son necesariamente mentiras).
¿Pueden existir libros “inspirados” que no están en el canon bíblico?
Evidentemente pueden existir otros escritos de origen apostólico que se han extraviado, pero de ser
encontrados, la Iglesia no se vería obligada a incluirlos en el canon ya que no agregarían nada nuevo al
depósito de la Revelación.
Unidad del Antiguo y Nuevo Testamento.
La Iglesia esclareció la unidad del plan divino en los Testamentos gracias a la tipología. Esta reconoce
en las obras de Dios en la Antigua Alianza prefiguraciones de lo que Dios realizo en la plenitud de los
tiempos en la persona de su Hijo encarnado.
Dios, pues, inspirador y autor de ambos Testamentos, dispuso las cosas tan sabiamente que el Nuevo
Testamento está latente en el Antiguo, y el Antiguo está patente en el Nuevo. Porque, Cristo fundó el
Nuevo Testamento en su sangre, no obstante los libros del Antiguo Testamento, recibidos íntegramente en
la predicación evangélica, adquieren y manifiestan su plena significación en el Nuevo Testamento,
ilustrándolo y explicándolo al mismo tiempo.
Lenguaje utilizado.
La biblia fue escrita en el idioma del pueblo de donde surge. AT fue escrito en su mayoría en hebreo,
algunos pasajes en arameo, otro en su totalidad en griego. NT es griego.
Versiones de la SE.
A lo largo del tiempo se han hecho innumerables versiones o traducciones de la Biblia en muchas
lenguas. Entre los siglos III y I antes de nuestra era, se produce una traducción al griego del AT: traducción
de Los Setenta. Su objetivo era actualizar y adaptar la Escritura al pensamiento griego, utilizando
elementos de esta filosofía y no solo su idioma.
Cuando en el siglo III d.C., el Latín se sigue imponiendo en Occidente, se hicieron traducciones latinas
de la SE. La vulgata fue la más divulgada de todas.
Hoy la Biblia esta traducida a casi 1700 idiomas y con varias ediciones distintas en cada uno.

Importancia de la Sagrada Escritura para la Teología.


La Sagrada Teología se apoya, como en cimientos perpetuos en la palabra escrita de Dios, al mismo
tiempo que en la Sagrada Tradición, y con ella se robustece firmemente y se rejuvenece de continuo,
investigando a la luz de la fe toda la verdad contenida en el misterio de Cristo. Las Sagradas Escrituras
contienen la palabra de Dios y, por ser inspiradas, son en verdad la palabra de Dios; por consiguiente, el
estudio de la Sagrada Escritura ha de ser como el alma de la Sagrada Teología. También el ministerio de
la palabra, esto es, la predicación pastoral, la catequesis y toda instrucción cristiana, en que es preciso
que ocupe un lugar importante la homilía litúrgica, se nutre saludablemente y se vigoriza santamente con
la misma palabra de la Escritura.

¿Qué es un Evangelio? Luis H. Rivas.


Origen de la palabra “Evangelio”. Los evangelios se tratan de libros que no son solamente históricos
sino que tienen algo más. “Evangelio” es la “Buena Noticia”. Era una palabra llena de sentido porque
inmediatamente se la relacionaba con ciertos textos de la Biblia. Evangelio es una predicación.
Libro de Isaías. Época en la que el pueblo había sido llevado a la cautividad de Babilonia, en esta
situación aparece un Profeta gritando la “Buena noticia”: Dios vuelve para gobernar sobre ellos, para
sacarlos de esta situación y llevarlos a su tierra. “Dar la buena noticia” significa entonces que Dios viene,
es el grito de alegría de un pueblo que esta oprimido, y que pronto va a cambiar eso porque Dios viene a
liberarlo y a perdonarlo.
En tiempos de la predicción de Jesús. Cuando Jesús comenzó a predica. En su tierra estaban
dominados por los romanos, el contexto era de ansiedad ante la llegada del Reino de Dios porque estaban
prohibidas ciertas costumbres.
Jesús después de su Bautismo y de pasar por las tentaciones, sale a anunciar la Buena Noticia de
Dios. “El tiempo se ha cumplido… el Reino de Dios se ha acercado… Convertios (ahora) y creed (ahora)
en la Buena Noticia.”
Distintas etapas del evangelio.
 Anuncio hecho por Jesús. La buena noticia es El mismo. Él es aquel en quien se manifiesta el
Reino de Dios, lo es porque es Dios entre nosotros. Esta Buena Noticia aparece sobre todo
cuando Jesús sube a la Cruz y muere y resucita para salvarnos. “Cristo murió por nuestros
pecados y resucito para nuestra justificación”. Nuestros pecados han quedado borrados por la
muerte de Cristo y tenemos una nueva vida a partir de la resurrección del Señor.
 Apóstoles. Los discípulos de Jesús que fueron testigos de lo que El hizo y dijo. El Evangelio
anunciado por los apóstoles es una visión de toda la actuación de Jesús a la luz de dos
experiencias irrepetibles: Pascua y Pentecostés que les hacen comprender y profundizar todo
lo que esto significa.
 Escritores. Las tareas de los Escritores:
 Recopilación de los textos que conserven la enseñanza de los Apóstoles.
 Sintetizar, encontrar el contexto apropiado.
 Adaptación. Respuesta de la comunidad actual.
Los escritores bajo la luz del Espíritu Santo, van a recoger ese material de la época de los Apóstoles y
van a expresar adaptándolo a este nuevo auditorio. El magisterio de la Iglesia reconoce 4 evangelios como
los únicos inspirados y los propone a los fieles como fundamento de la fe.
Evangelio: “buena noticia”. (la salvación). El Nuevo Testamento trae la buena noticia, la salvación se
hace presente en Jesús.

1.- Evangelio según San Mateo.


Características. Es el más largo, el más antiguo. Es el fruto de una sucesión de ediciones. Una de
sus fuentes es el evangelio de San Marcos. No tiene un orden cronológico y geográfico, sino se
caracteriza por sus extensos discursos sobre un tema determinado.
Este evangelio es un predicador que se encontraba frente a una comunidad viviente, cuya comunidad
formada por judíos habían aceptado a Cristo. Tenía las preocupaciones de la venida del Reino de los
Cielos y la llegada del Mesías.
Mensaje central. Cristo es el Enviado de Dios en quien se van a cumplir todas las expectativas del
AT. El reino de los Cielos se acerca a nosotros: Dios viene para ejercer con nosotros su función de Rey
transformándonos totalmente. La preocupación principal será mostrar que el Reino de los Cielos se da en
la persona de Jesús, quien está presente entre nosotros.
Distribución.
1. La Infancia de Jesús.
La genealogía está colocada en el encabezamiento del libro para relacionar todas aquellas promesas
con la persona de Jesús
2. Anuncio del Reino de los Cielos.
Se abre con la predicación de San Juan Bautista, que anuncia la llegada de Jesús con rasgos que
están tomados en los anuncio del AT. Nos muestra los comienzos del Reino de los Cielos: Jesús es
anunciado y proclamado como Hijo de Dios. En las tentaciones se manifiesta cumpliendo la voluntad del
Padre como verdadero Hijo, y en el Sermón de la Montaña nos enseña a cumplir esa misma voluntad de
Dios recordando los mandamientos de Moisés para darles una nueva interpretación.
3. Poder del Reino de los Cielos.
Se relata los 10 milagros, y que Jesús elige a los doce Apóstoles y los envía con su mismo poder para
que han lo mismo que él Hace. Nos muestra el poder del Reino de los Cielos. Demostrándolos en los
milagros, perdonando pecados.
4. Misterio del Reino de los Cielos.
Muestra las escenas que Jesús es incomprendido. Pero a esta falta de comprensión utiliza las
parábolas.
Sembrador. Explica que el Reino de los Cielos va a producir su fruto en manera abundante.
Cizaña. Es una respuestas a quienes que ya se haga el Juicio y se condene ahora a los pecadores.
Hay que esperar el juicio y convivir con el bien y mal.
Grano de mostaza. Responde a los que quieren ver el Reino ya realizado en su plenitud: tomar como
un árbol cuando crece.
Levadura. El reino tiene que introducirse en el mundo e impregnarlo todo.
Tesoro y de la perla. Son similares entre sí, para poder ingresar al Reino hay que cumplir una
condición: venderlo todo.
Red. Se enseña que la predicación del Reino se hace a todos los hombres sin excepción.
5. Disciplina del Reino de los Cielos.
Ante una pregunta ¿Quién es el mayor en el Reino de los Cielos? Jesús responde con un discurso en
el cual mostrara el orden o la disciplina que rige en el Reino de los Cielos que ha bajado a la tierra y que
se manifiesta en la comunidad que Jesús está formando: la Iglesia. Quien es el mayor en el Reino tiene
que cuidar la comunidad, buscar al que está perdido, perdonarlo y corregirlo. El que tiene a su cuidado la
comunidad tiene que perdonar siempre porque a él, el Señor le ha perdonado mucho más.
6. Consumación del Reino de los Cielos.
Una serie de polémicas de Jesús con sus adversarios cuando ya se aproxima la Pasión. El Reino de
Dios que llega con Jesús es puesto en peligro. A pesar de tantas apasiones el Reino llegara a su
consumación., comienza con la resurrección del Señor. Él ya está en la Gloria y viene a este mundo como
Juez Universal.
7. Pasión y Resurrección.
Pone en relieve la libertad con la que Jesús acepta los padecimientos y los ordena porque conoce la
voluntad del Padre. Los sufrimientos y la muerte de Jesús son el camino previsto por el Padre para que
Jesús llegue a ser constituido Señor de todo. La pasión comienza cuando Jesús anuncia a sus discípulos
la fecha de su muerte. Durante la cena, Jesús sabe que será traicionado y conoce quien es el traidor. A
pesar de la guardia, Jesús es crucificado y resucita, y un Ángel es testigo. Jesús se aparece a las mujeres
y a sus discípulos. En esta única aparición a los Once los envía a implantar el Reino y les promete su
presencia continua hasta el fin del Mundo.

2.- Evangelio según San Marcos.


Características. Representa una etapa muy antigua de la Iglesia. Está dirigido a la comunidad
romana, en el medio de persecuciones, eran cristianos que recién comenzaba. Son conscientes de que ha
venido el Mesías, de que ha comenzado el Reino de los Cielos, pero también ven que no hay una
intervención de Dios para salvar la comunidad. Muchas narraciones, lenguaje sencillo y vulgar, carente de
discursos. (Era para los que antes eran paganos).
Distribución.
1. Jesús, el Mesías.
Jesús hace gran cantidad de milagros, exorcismos provocando la admiración y la adhesión de la
multitud. Pero se va enfriando dando lugar a la incomprensión y a la oposición. Relaciona las tentaciones
de Jesús con las de Adán.
Jesús sale vencedor de la tentación porque continúa su misión. Cuando comienza a predicar, en la
primera se nos muestran dos ambientes: humano que no alcanza comprender y el de los demonios que
Jesús les manda callar. Pero también trasgrede ciertas leyes: no ayuna, no descasa el día sábado, come
con pescadores.
Jesús aparece como un hombre semejante a los demás, por lo que va perdiendo seguidores
quedando solo. Esto refleja la situación que la comunidad romana estaba viviendo.
2. Jesús, el Hijo de Dios.
La necesidad del sufrimiento. Es un mesías sufriente y no glorioso. Jesús anuncia abiertamente el
camino de la Pasión pero Pedro se oponía a que sufra, por eso Jesús le reprocho. Luego sucede la
proclamación del Padre. El camino de la cruz de Jesús tiene su término en la gloria del Padre. Jesús
comienza su caminata a Jerusalén y por el camino les recordara que Él va hacia Jerusalén para padecer.
Habla y actúa abiertamente, sus discípulos siguen sin comprender y temen a preguntarle.
Al llegar a Jerusalén, Jesús entra al Templo. El relato de la pasión comienza con la referencia que los
sumos sacerdotes y los escribas buscan a Jesús para matarlo sin que haya ninguna sentencia.
El retrato de la última cena encuadra la Eucaristía con: anuncio de la traición de Judas y el anuncio de
las negaciones de Pedro. Narra la situación de Jesús al ser juzgado por blasfemo y muere crucificado,
pero vuelve a su Resurrección.
Marcos nos muestra a un Jesús sufriendo por las incomprensiones. La fe que exige es una fe sin
pruebas de ninguna clase. Sobre la resurrección lo único que hay es el mensaje del joven que aparece
vestidura gloriosa en el sepulcro.
Es el evangelio que nos anuncia a Jesús, el Mesías, Hijo de Dios que se manifestó como Salvador
sufriente y al que tenemos que acompañar en su camino de la cruz para poder alcanzar con El la gloria de
la resurrección, sin exigirle milagros para creer.

3.- Evangelio según San Lucas.


Características. Se extiende hasta la predicación de los Apóstoles para terminar recién con la
llegada de San Pablo a Roma. El ambiente es de la misión a los paganos. Se acerca a los paganos para
anunciarles el Evangelio (aunque también escribe a los judíos).
La buena noticia es Universalismo: Dios quiere la salvación de todos los hombres, y lo cumple
enviando a los apóstoles para que anuncien la salvación hasta los confines de la tierra.
Su narración se caracteriza por ser un narrador culto. Sigue fielmente el Evangelio de Marcos como
fuente corrigiendo imperfecciones del lenguaje. Se detalla la delicadeza de sus sentimientos. Siente
predilección por personajes femeninos.
Se caracteriza por la voluntad de Dios es que el Evangelio sea anunciado a todas las naciones. El
proceder de Jesús con los pobres y pecadores, también con los paganos.
Va mostrando una comunidad cristiana ideal.
Distribución y orden de la narración. Se divide en dos partes: el evangelio y los hechos de los
Apóstoles. Todo se presenta como un largo viaje de Jesús hacia Jerusalén, porque allí tiene que
cumplirse la Escrituras, deben permanecer los discípulos después de la ascensión hasta que reciban la
promesa de Espíritu Santo.
La segunda parte habla los discípulos reciben el Espíritu Santo en Jerusalén y desde allí tienen que
salir a predicar el Evangelio.
Cuando San Pablo llega a Roma, San Lucas puede poner el punto final a su obra. Jesús ha muerto,
ha resucitado y se ha predicado el Evangelio empezando por Jerusalén.
Concepción de la historia.
 Periodo de Israel, aparición de Jesús y concluye con la prisión de San Juan Bautista
 Periodo de Jesús, desde el Bautismo hasta la ascensión.
 Periodo de Iglesia, comienza con Pentecostés y se prolonga hasta la segunda venida del
Señor.

Temas Predilectos. Se pone el énfasis en la misericordia de Dios, los grandes perdones, aparecen
los paganos, destaca textos sobre la oración, las grandes renuncias para poder seguir a Jesús, destaca
las grandes multitudes en torno a Jesús, manifiesta la comunidad cristina con alegría y alabanza de Dios.
Con el tema de los ricos y pobres: los pobres son mirados con predilección y reciben el anuncio de
que su situación cambiara. En cambio, los ricos son condenados por el hecho de recibir bienes en su vida
en la parábola del Rico y Lázaro. Esto no quiere decir que Lucas abalaba la pobreza sino que dice que
Dios exalto a los humildes, a los hambrientos los lleno de bienes, de los pobres es el Reinos de los Cielos.
Quiere decir que un rico es el que acapara para sí y no comparte con los demás. La distribución de los
bienes entre todos es una forma de expresar la unión de todos los corazones que comienza con la
participación en común de los bienes que se han recibido de Dios.
Espíritu Santo. Importancia a la presencia y acción, desciende sobre la comunidad. Da testimonio
junto con los Apóstoles.

4.- Evangelio según San Juan.


Características. Es un evangelio para la meditación, se presta para la reflexión, discurso que es
como largas meditaciones en torno a la figura de Jesús. Es sumamente simbólico, usa símbolos y los
maneja con facilidad, selecciona pocos hechos de la vida de Jesús y lo hace para poder explotar su
aspecto simbólico, lo mismo con las palabras del Señor. Tiene más referencias a los sacramentos.
La gran preocupación es a persona de Cristo “Yo soy”. Es un evangelio litúrgico, narra hechos de la
vida de Jesús marcando la sucesión de las fiestas litúrgicas. Los acontecimientos estarán enmarcados por
las celebraciones del Templo de Jerusalén: Cristo es el verdadero Templo.
Es misticismo considerar que ya estamos forzando en la actualidad de los bienes futuros. Pone el
acento que todo lo que miramos como futuro es una realidad que ya se está dando ahora mismo.
La fe es una entrega total, es unirse tan íntimamente con Cristo, que es comenzar a ser uno solo con
El, y por estar unidos se comienza a gozar de todo lo que Él tiene como Hijo de Dios.
La vida eterna es algo que pertenece solamente a Dios, es la vida que no conoce límites, es la
realización pena de todas las posibilidades.
Es un evangelio de un nuevo nacimiento, el Espíritu Santo es el que realiza esta obra de dar la nueva
vida y Jesús lo concede después de su glorificación.
El Espíritu Santo es llamado como “Paráclito”: el que es llamado para que este al lado., será el que
prepara las pruebas, el que dará testimonio para defensa nuestra delante del tribunal. Viniendo a nosotros
nos tiene que transformar de tal forma que nuestra vida sea prueba contra el mundo en orden a
demostrarle que está equivocado.
“Todos estos signos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios
y creyendo tengan vida en su nombre.”

Hechos de los Apóstoles.


Los Hechos de los Apóstoles, también conocido como el libro de los Hechos o simplemente los
Hechos, es el quinto libro del Nuevo Testamento. El libro narra la fundación de la Iglesia cristiana y la
expansión del cristianismo por el Imperio romano.
Los Hechos y el Evangelio de Lucas forman una única obra de dos partes (Lucas-Hechos), escrita
entre los años 80 y 90 d. C. El propio libro en su inicio manifiesta que es una segunda parte. Sin embargo,
los textos se separaron antes de que se escribieran los manuscritos que llegaron hasta hoy. Con esta
separación se buscaba cultivar el conocimiento de los evangelios como una unidad de archivos sagrados,
a los cuales los Hechos servían como una especie de apéndice. Es de un interés y valor históricos únicos:
no hay ningún otro libro como este dentro del Nuevo Testamento.
El libro de los Hechos es la única historia de la Iglesia primitiva, primitiva tanto en el espíritu como en
la sustancia; sin él sería imposible tener un cuadro coherente de la edad apostólica. Con él, las epístolas
paulinas son de un valor histórico incalculable; sin él, permanecerían incomprensiblemente fragmentarias e
incompletas, a menudo incluso confundirían.
No contiene la historia de todos los apóstoles, sino solo la de Pedro y de Pablo. Juan es mencionado
solo tres veces, y todo lo que se cuenta de Santiago, el hijo de Zebedeo, es su ejecución por Herodes
Antipas. Al inicio del libro se menciona a los doce apóstoles, incluyendo a Matías, que sustituyó a Judas
Iscariote. También a lo largo del libro se menciona a Bernabé de Chipre, a Marcos, a Santiago el
«hermano del Señor» y a otras figuras neo testamentarias.
Cartas.
CARTAS PASTORALES.
Con este nombre se designan, por su contenido, las cartas 1-2 a TIMOTEO y a TITO (son cartas
escritas por San Pablo).
1 -2 TIMOTEO Y TITO.
Estas tres cartas supuestamente las dirigió Pablo a sus discípulos Timoteo y Tito. En ellas les da consejos
sobre su ministerio. Son de inspiración paulina y tal vez su autor sea un discípulo de Pablo. Más por
presentar un desarrollo y organización de la Iglesia muy posterior, son fechadas entre los años 100 y 140.
FILEMÓN.
Billete de Pablo a este cristiano notable de Colosas, intercediendo por Onésimo, su esclavo que le
había abandonado y fue convertido por él mientras estaba preso, al parecer, en Roma. 
CARTAS CATÓLICAS.
Se denominan así porque no están dirigidas a una comunidad determinada. Son las cartas de
Santiago, las 1-2 de Pedro, las 1-2-3 de Juan y la de Judas. Por lo general, estas cartas suelen fecharse
hacia el final del siglo I.
SANTIAGO
Autor desconocido, que usó el nombre de Santiago por el prestigio que tenía como "hermano del
Señor". Tiene forma de carta, pero en realidad es una colección homelética de consejos prácticos de tipo
sapiencial.
Su finalidad es promover la santidad entre los cristianos. Como los antiguos profetas, denuncia los abusos
de los poderosos, que empezaban a darse en las jóvenes comunidades.
1 – 2 PEDRO
Tradicionalmente se atribuyen al apóstol Pedro. Desde el siglo XIX se dice que pertenece a un
cristiano que utilizó el nombre de Pedro.
El tema de la carta Primera es una exposición de la vida cristiana iniciada en el bautismo. Alienta a los
cristianos que viven en un ambiente hostil. Aconseja la firmeza, la paciencia, la sumisión. La fe y la
esperanza deben caracterizar a los cristianos.
El tema de la carta Segunda es la escatología. Algunos, al no verse cumplida la vuelta del Señor,
empiezan a dudar. El autor dice que mil años para el Señor es como un día para nosotros. El Señor
vendrá como ladrón.
1-2 y 3 JUAN
Tres cartas atribuidas tradicionalmente al apóstol Juan, como se le atribuye el 4° evangelio y el libro
de la Apocalipsis.
Sin embargo, su autor o autores nos son desconocidos, La Primera carece de nombre de autor y de
destinatario; el autor de la Segunda es "el Anciano” y el destinatario, la "Señora Elegida"; el autor de la
Tercera es también "el Anciano" y su destinatario "Gayo".
Estas cartas nos hacen conocer los problemas de una comunidad cristiana no-paulina, así como la fe
que proclamaba y vivía.
El propósito de la Primera es confirmar a los cristianos en la doctrina que han recibido y prevenirles
contra los falsos profetas. Tema fundamental es el amor de Dios y del prójimo. En ella se dice que "quien
no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor".
Las cartas Segunda y Tercera son muy cortas; en ellas se insiste en el precepto del amor (Segunda) y
sobre la hospitalidad (Tercera).
JUDAS
Es un escrito breve que se presenta como carta y suele fecharse hacia fin del siglo I. Su autor dice ser
"Judas, siervo de Jesucristo, y hermano de Santiago", pero un conjunto de datos, sobre todo que no se
haga referencia a Jesús, siendo su pariente, hacen que la mayoría nieguen que sea su autor.
Por su encabezamiento no puede identificarse a qué comunidad o comunidades está dirigida, aunque
parece ser de origen pagano, por los pecados que denuncia.
Exhorta a sus destinatarios a luchar por la fe, puesta en peligro por "algunos impíos que se han
introducido en la comunidad". Termina con una doxología.
Apocalipsis.
El Apocalipsis de San, también conocido como el libro de las Revelaciones, es el último libro
del Nuevo Testamento y de la Biblia cristiana. También es conocido como Revelaciones de Jesucristo por
el título que al principio se da a este libro y, en algunos círculos protestantes, simplemente
como Revelación o Libro de las revelaciones. Por su género literario, es considerado por la mayoría de los
académicos el único libro del Nuevo Testamento de carácter exclusivamente profético.
El Apocalipsis quizás sea el escrito más rico en símbolos de toda la Biblia. La cantidad de símbolos,
eventos y procesos complica la tarea de interpretar la totalidad del texto y, como tal, ha sido objeto de
numerosas investigaciones, interpretaciones y debate a lo largo de la historia.

Apocalipsis es un libro bíblico. Su nombre procede del término griego apokálypsis, que significa


“descubrimiento” o “revelación”. Por este motivo también se le llama Revelación. Este título es muy
adecuado, pues el libro descubre asuntos que se mantuvieron secretos por siglos y revela acontecimientos
que sucederían en el futuro. Y por cierto, muchas de sus profecías están por cumplirse.
Cinco claves para entender Apocalipsis.
Su mensaje es positivo. Quienes sirven a Dios no tienen por qué tenerle miedo. Aunque muchas
personas relacionan la palabra apocalipsis con un gran cataclismo, este libro dice —tanto al principio como
al final— que quienes lo lean, lo comprendan y actúen en conformidad con él serán felices (Revelación
1:3; 22:7).
Hay numerosos pasajes y expresiones que no deben entenderse al pie de la letra porque son
“señales” o símbolos (Revelación 1:1).
Muchos de los personajes y aspectos principales de este libro aparecen en otras partes de la Biblia:
 Jehová: “el Dios verdadero en los cielos” y el Creador de todas las cosas (Deuteronomio
4:39; Salmo 103:19; Revelación 4:11;15:3).
 Jesucristo: “el Cordero de Dios” (Juan 1:29; Revelación 5:6;14:1).
 Satanás: el Diablo, el mayor enemigo de Dios (Génesis 3:14, 15; Juan 8:44; Revelación 12:9).
 Babilonia la Grande: enemiga de Jehová y de su pueblo, y cuna de mentiras religiosas, tal
como lo fue la antigua ciudad de Babilonia, o Babel (Génesis 11:2-9; Isaías
13:1, 11;Revelación 17:4-6; 18:4, 20).
 “El mar”: el conjunto de seres humanos alejados de Dios (Isaías 57:20; Revelación 13:1; 21:1).
 Componentes del antiguo tabernáculo en el que se adoraba a Dios: el arca del pacto, el mar
vítreo (una fuente para lavarse), las lámparas, el incienso y el altar de sacrificios (Éxodo
25:10,17, 18; 40:24-32; Revelación 4:5, 6; 5:8; 8:3; 11:19).
 Bestias salvajes: gobiernos humanos (Daniel 7:1-8, 17-26;Revelación 13:2, 11; 17:3).
 Números con un valor simbólico (Revelación 1:20; 8:13; 13:18;21:16).
Las visiones se cumplen durante “el día del Señor”, el cual empezó en 1914 (Revelación 1:10). En ese
año fue establecido el Reino de Dios con Jesús como rey. Por lo tanto, se espera que gran parte de las
profecías de Apocalipsis se cumplan en nuestros días.
Para comprender este libro, así como el resto de la Biblia, es imprescindible pedirle sabiduría a Dios y
buscar la ayuda de quienes entienden su mensaje (Hechos 8:26-39; Santiago 1:5).

La Historia del Pueblo de Dios.


El hombre es invitado a descubrir a Dios progresivamente a lo largo de la Historia.
1850 – 1700 a. C
Con Abraham, comienza la historia del pueblo de Israel, se representa la imagen del camino de la fe
del creyente, entregándose a la voluntad de Dios. Dios lo llama y hace una alianza con él. Le promete
descendencia y una tierra en posesión, es decir, padre de un gran pueblo. Abraham creyó en el Señor.
El tiempo pasaba y el hijo de la promesa no llegaba, parecía imposible de cumplir, debido a la edad
avanzada de Abraham y su esposa. Pero pese a todo, finalmente se cumple, Abraham y Sara tienen un
hijo al que llama Isaac. Dios premia con el hijo la fe inquebrantable del patriarca.
En el momento más difícil de Abraham llega cuando Dios pone a prueba su fe y su confianza:
“¡Abraham”, le dijo. Y el respondió: “aquí estoy”. Entonces Dios le siguió diciendo: “toma a tu hijo único, el
que tanto amas, a Isaac, ve a la región de Moria, y ofrécelo en holocausto sobre la montaña que to te
indicare”” (Gn 22, 1 – 2).
A la mañana siguiente, partió con su hijo dos criados, tomando todo lo necesario para el sacrifico. Al
tercer día, llegaron al lugar indicado.
Isaac preguntó: “¿Dónde está el cordero que ofreceremos?”. Al que su padre respondió “Dios
proveerá el cordero para el sacrificio”. Cuando llegaron al lugar, Abraham erigió un altar dispuso la leña,
ato a su hijo Isaac. Pero el ángel del Señor lo llamo desde el cielo: “¡Abraham, Abraham!.. No pongas tu
mano sobre el muchacho, ni le hagas ningún daño. Ahora sé que temes a Dios, porque no me has negado
ni siquiera tu hijo”. Al levantar la vista, Abraham vio a un carnero que tenía los cuernos enredados en una
zarza. Entonces lo tomo el cordero y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo” (Gn 22, 9 – 13)
Abraham comprendió que el Señor es un Dios bueno, que no quiere la muerte de los hombres, vale la
pena guiarse siempre por su Palabra, confiar y creer en él.
Los descendientes de Abraham se fueron multiplicando a lo largo de los años.
Isaac al casarse con Rebeca, tuvieron dos hijos gemelos: Esaú (hijo preferido) y Jacob, quien era el
más débil y se dedicaba a cuidar las ovejas. Ambos crecieron en la fe de sus padres, confiando en la
promesa hecha por Dios a Abraham. Era obvio que esta promesa seria heredada por Esaú, el mayor de
los hijos, quien a la muerte de su padre se convertiría en el nuevo patriarca.
Isaac, ya ciego y viejo, llamo a Esaú y le dijo que vaya al campo y cazara un animal para preparar una
comida, así bendecirlo para que sea su heredero. Mientras Esaú estaba en el campo. Rebeca preparo a
Jacob e Isaac lo bendijo sin darse cuenta del engaño. Pero Jacob tuvo que irse a vivir lejos de su casa.
Una noche, durante su viaje, algo extraño sucedió: un hombre se apreció en mitad de la noche y lucho
con el hasta el amanecer. De esta lucha Jacob sale fortalecido con un nuevo nombre, listo para enfrentar
otra manera. Dios cambia el nombre a Jacob. Lo llama Israel, que significa el que ha luchado con Dios. Así
fue padre de 12 hijos, que dieron origen a las 12 tribus del pueblo de Israel.
Con Jacob, Dios renueva en el la alianza que había hecho con sus padres y lo hace padre del pueblo
de Israel. Enseña que en las manos de Dios nada se pierde.

1700 a.C.
Los israelitas llegan a Egipto invitados por José, pero luego son esclavizados.
La predilección por José, sus hermanos le tenían envidia. Por lo que decidieron venderlo a una
caravana de peregrinos que se dirigía al país de Egipto. Los hermanos hicieron creer a Israel que José
había muerto atacado por una fiera. Mientras tanto, José era vendido en Egipto a un capitán de la guardia
del Faraón.
José había llegado a ser una persona de confianza del Faraón, tiene grandes dotes para interpretar
los sueños y predecir a partir de ellos las cosas que sucederían en el País. Cuando los hijos de Israel
llegaron al palacio del Faraón a pedir alimentos fueron reconocidos por José (debido al tiempo de gran
sequía padecido).
José, en gran gesto de amor, los perdono y les brindo toda la ayuda que necesitaban, mandándoles
que volvieran a la tierra de Canaán a buscar a su padre y tráelo junto a e. de esta manera los
descendientes de Abraham se instalaron en Egipto.
La fidelidad producirá frutos: salvar al pueblo de Israel, mostrándose compasivo y bondadoso con sus
hermanos.
1300 – 1250 a.C.
El pueblo es esclavizado por años y del sufrimiento, la intervención de Dios se manifiesta la promesa
hecha a Abraham y que suscita con Moisés, el liberado, el caminante hacia la libertad.
Moisés es elegido por Dios para liberar a su pueblo y conducirlo hasta la tierra prometida.
Moisés vio una zarza ardiente mediante la cual se comunicó Dios dando a conocer cuál es su nombre:
“Yo soy el que soy”, revelando a si la identidad Dios.
Se produjo la liberación del pueblo después de años de esclavización, luego que Dios intervino para
confirmar la misión de Mouses realizando prodigios en contra de Egipto y envió sobre aquel país 10
Plagas: poner en evidencia el poder de Dios. Finalmente el faraón, convencido del poder del Dios de los
israelitas, dejo salir al pueblo.
El símbolo del paso de la esclavitud a la libertad es cuando el pueblo se topa con el Mar Rojo, Moisés
confiaba en Dios y sabía que el intervendría para salvarlos. Un viento impetuoso comenzó a soplar y las
aguas se abrieron dejando un camino. Cuando el ejército del faraón trato de cruzar, el viento dejo de
soplar y las aguas volvieron a su lugar, arrastrando al mismo. Este fue el paso gracias a la ayuda
omnipotente de Dios. El pueblo camino por el desierto a lo largo de 40 años.
Camino a la tierra prometida, en el Monte de Sinaí, Dios invito a su pueblo a sellar una alianza con él,
un pacto de amor definitivo e irrevocable y fidelidad para que lo reconociese y le sirviera como al único
Dios vivo y verdadero, providente y juez justo. Lo preparo por los profetas para acoger la salvación
destina.
Como signo de esta alianza, Dios entrego a Moisés dos tablas: Los 10 Mandamientos. Esta alianza es
acontecimiento fundamental que lo hace nacer como nación y pueblo.
1200 a.C.
Al llegar a la tierra prometida, se inicia la conquista de Palestina.
Dios llama a Josué y le pide que sea el líder de la conquista de la tierra prometida, la cual repartió en
doce tribus. Los asentamientos de Israel se concentraron en regiones montañosas y transjordania. Pero
dichas tribus se encontraban aisladas unas de otras, sin un gobierno central que pueda asegurar una firme
cohesión interna. Y la única base de la unidad nacional corre el peligro de dejarse contaminar por cultos
vecinos.
Con los jueces, se liberó al pueblo de la invasión extranjera a causa del pecado y orientando al mismo
Israel hacia el camino de Dios.
1030 a.C.
Samuel, el último de los jueces, Dios lo eligió para ser profete en medio del pueblo y para llevar su
mensaje a los israelitas. Elige por inspiración divina a Saúl, consagrado rey.
1010 – 970 a.C.
Con el comienzo de la Monarquía, el gobierno llego al mejor estabilidad con David, quien traslado el
Arca de la Alianza a Jerusalén, centro político y religioso. Dios le consagro a David una promesa que su
dinastía debía estar ene l trono y que uno de sus descendientes nacería el Mesías. Fue el ungido para ser
el gran rey de Israel, el que unificaría la Nación.
970 – 931 a.C.
A David, lo sucede su hijo, Salomón, quien construyó el Templo de Jerusalén, unidad religiosa.
Gobernó con poder y sabiduría.
931 a.C.
En el mismo año de la muerte de Salomón, ante un contexto de desigualdad social, autoridades
religiosas corruptas, la fe se había vuelto vacía de sentido y la gente se limitaba a cumplir con ciertas
normas, olvidándose de verdadero amor a Dios y su Alianza. El pueblo estaba cansado de las políticas
tiranas y agobiantes del antiguo rey.
Por lo que se produce la ruptura y el pueblo de Dios se divide en dos reinos:
1. Norte – Israel: Samaria.
2. Sur – Judá: Jerusalén.
Cada uno erige sus propios santuarios, por lo que no se tardó en llenarse de imágenes de dioses
extranjeros. El pueblo pierde la fidelidad a Dios y cae en idolatría.
Ante este contexto, surgen los Profetas, quienes transmiten el mensaje divino y luchan contra la
idolatría. Acompañan al pueblo en tiempo de desolación, renovando fidelidad y la llegada del Mesías.
721 a.C.
Ruina de Samaria. Caída del reino del Norte. Fue invadida por el fuerte imperio asirio. El país fue
destruido y sus habitantes deportados a otras tierras. Allí se diluyeron entre las diferentes culturas y
religiones, perdiendo su identidad.
587 a.C.
Ruina de Jerusalén. Caída del reino del Sur. Fue invadido y destruido por el imperio babilónico. Los
sobrevivientes fueron deportados como esclavos a la ciudad de Babilonia. El arca de la alianza había
desapareció. Por lo que el pueblo estaba en una situación de que todo estaba perdido.
539 a.C.
Invasión Persa y Edicto. Ciro el Grande invade Babilonia, extendiendo su invasión hasta las fronteras
de Egipto. El nuevo monarca se distingue por su actitud humanitaria en favor de los pueblos sometidos.
Respeta las leyes y costumbres locales propicia retorno a sus respectivos países de las poblaciones
desterradas.
333 a.C.
Imperio de Alejandro Magno. Se dividió en 4 partes, dos de ellas Tolomeo y Seleuco, que se
disputaban el terreno judío. Por lo que los Seleucidas saquearon el Templo de Jerusalén, entronizando la
imagen de Zeus y prohibiendo el culto a Dios: problemas sociales y militares.
63 a.C.
Imperio Romano. El general pompeo incorporo Palestina al imperio y destruyo el Templo de Jerusalén.
37 – 4 a.C.
Reino de Herodes el Grande. Considerado como hombre sin escrúpulos, fue capaz de restablecer le
antiguo reino a la base de habilidad política.
Sobre este fondo se encuentra Jerusalén como una ciudad de crisis que por una parte tiene su centro
vital en el Templo, pero se encuentra desgarrada por un pluralismo de corrientes religiosas que
desorientan el corazón de los fieles: pero comienza la inauguración del Reino: Predicción de Jesús.
Ante la crisis de la fe, surge la predica de Jesús anunciando la llegada del reino de los cielos: Dios se
ha revelado enviando a su propio hijo, quien es palabra definitiva del Padre.
Cristo fue condenado por Poncio Pilato. Resurrección.
Pentecostés: 50 días después de la Pascua, se da la efusión del Espíritu Santo sobre los Apóstoles,
comienza la actividad evangelizadora. Se inicia la expansión de la Iglesia.
Exégesis y teología bíblica.
Exégesis o exegesis es una explicación o interpretación de un texto, en especial de la Biblia. Esta
palabra procede del griego ἐξήγησις, exéguesis que significa “explicación” o “relato”, derivada de la
palabra ἐξηγεομαι, exegeomai que indica “explicar”, “exponer” e “interpretar”.
Algunas palabras que se podrían utilizar como sinónimos son: explicación, comentario e
interpretación.
Exégesis y hermenéutica bíblica.
Hermenéutica y exégesis son sinónimos que se emplean indistintamente en muchos casos.
Sin embargo, en ocasiones se le da a la palabra hermenéutica un matiz más espiritual en lo relativo a
los significados mientras que, el término exégesis puede tener un componente más centrado en la
literalidad, con la intención de reconstruir el significado original.
También se suele considerar que la exégesis en el análisis de textos bíblicos es la aplicación seria y
formal de los principios y reglas para llegar a una interpretación de las Sagradas Escrituras.
Estos principios y reglas se identifican también como la hermenéutica. La exégesis, por lo tanto,
establece una serie de normas y principios para ser utilizados en la interpretación de este tipo de textos.
La persona que desarrolla esta tarea se llama exégeta, y es quien se encarga de explicar el
significado de un texto sin incluir sus interpretaciones personales o lo que el texto significa para él.
Por el contrario, el exégeta estable el significado que le quiso dar el autor al texto en cuestión.
También se utilizan otros términos como hermeneuta y escriturista.
UNIDAD N° 4.
MISTERIO DE DIOS. DIOS UNO Y TRINO.
Dios es Uno.
Es una afirmación de la fe al monoteísmo israelita.
Desde “el principio” existe Dios y su existencia se impone como un hecho inicial. Dios no tiene origen
ni devenir. Se impone al espíritu del hombre por mero hecho de ser Dios. Conocerlo es ser conocido y
descubrirlo en la raíz de la propia existencia.
El monoteísmo no es fruto de una reflexión metafísica, de una integración política, ni de una evolución
religiosa. Es una afirmación de fe.
Dios es el Primero y Ultimo, “Creo en un solo Dios”.
La confesión de la unicidad de Dios, que tiene su raíz en la Revelación Divina es inseparable de la
confesión de la existencia de Dios y asimismo también fundamental. Dios es Único: no hay más que un
solo Dios: La fe cristiana confiesa que hay un solo Dios, por naturaleza, por sustancia y por esencia.
A Israel, su elegido, Dios se revelo como el Único. Jesús mismo confirma que Dios es el único Señor,
y que es preciso amarle con todo el corazón, con toda el alma, con todo el espíritu y todas las fuerzas.
El pueblo de Israel enfrenta constantemente un desafío: aceptar incondicionalmente al Dios viviente a
través del servicio obediente de la fe, o rechazarlo con la consiguiente aceptación del servicio a los ídolos
falsos.
La experiencia de Israel en reconocer a Un Solo Dios, como el Dios del Universo es parte de un
proceso de crecimiento en el conocimiento de Dios. El creer que existe un solo Dios suponía
abandonar la posibilidad de la existencia de otros dioses.

Dios en la historia de las religiones.


1) Una aproximación fenomenología (movimiento filosófico que se caracteriza por llamar a resolver
todos los problemas filosóficos apelando a la experiencia intuitiva o evidente, que es aquella en la que las
cosas se muestran de la manera más originaria o patente) que proponemos, atiende al contexto evolutivo
de la historia de las religiones. Está marcado por dos periodos bien diferentes.
El primer momento se conecta con la historia de la cultura, atravesada sucesivamente por dos
movimientos inversos: de la cultura sin distinción de recolectores a las culturas especializadas (cazadores,
pastores y agricultores). El segundo parte de las culturas especializadas y termina con los sincretismos
culturales.
Durante el periodo, la mezcla o combinación de la cosombiologia animista de los plantadores con la
religiosidad solar de los cazadores se ha visto el origen de los politeísmos religiosos. Pero durante el
segundo momento la evolución de la religión pasa a referirse a la persona de grandes reformadores
religiosos (como los profetas, moisés, etc.) en esto Dios no ocupa siempre un primer plano, pero es el
fondo último. Esto último es siempre en relación con la salvación del hombre y más allá de él no hay nada
en relación a esto.
Por esta distinción entre Dios y lo absoluto cabe entender que el dualismo religioso de la gnosis sea
compatible con un monismo metafísico y que esta difiera a su vez del monismo soteriológica de las
Upanishads y del uno sin segundo del adventismo posterior. Así en cuanto último y en cuanto salvífico,
Dios configura la paradoja de distancia y cercanía de trascendencia (relativa) y de inmanencia (salvífica),
expresada por el mito que relata su gesto fundador y su retiro a su descanso originario.
En cada una de las principales configuraciones que presenta Dios en la historia de las religiones,
como la peculiar experiencia que les da sentido.
a) La creencia en seres supremos: está arraigada en la más honda experiencia humana, sobre todo del
nómada que se sabe arrojado a un mondo del que no puede abusar porque le pertenece a otro a su
creador. Este ser supremo se haya presente en las creencias y mitos de caso todos los pueblos. Su
trascendimos celeste es indicado por varios rasgos:
 El símbolo celeste, el cual apunta a su omnipotencia y omnipresencia
 Prohibición de ver su rostro
 Su tendencia a retirarse del contacto con lo humano
Su inmanencia salvífica, es la plegaria a la que se recurre en momentos de catástrofe y en general en
su rasgo moral de soberano dominio sobre el destino tanto del mundo como de los hombres.
b) El Politeísmo: introduce la multiplicidad de lo último y en consecuencia limita radicalmente su poder.
Esto trae de la mano una suerte de pesimismo, que se asocia a la fatalidad de un destino ciego o el
karma, uno no tiene la culpa de si le toca o no un Dios más fuerte o débil, ya que este tipo de religiones
permitieron la jerarquía de las divinidades. Las figuras, de este tipo de religiones tienen un nombre
propio y una función claramente delimitada, son lo último únicamente es su esfera especifica.
c) El Dualismo Religioso: busco resolver el problema de origen del mal y se lo atribuye a un ser malo
por naturaleza, el adversario del Dios creador (bien absoluto) y el hombre (que no tiene
responsabilidad). Es esencial para este la limitación de la potencia de Dios por el adversario.
Cabe distinguir 2 estratos, primero podemos hablar de un Dualismo solo ético, no absoluto ni
simétrico, en segundo lugar, podemos donde el bien y el mal no se oponen solo en esta etapa terrena,
sino desde siempre.
d) Monismo Religioso: en este la realidad última presenta un aspecto salvífico, la inmortalidad. El deseo
del que derivan tanto la conciencia espiritual con el universo material es reinterpretada como la
substancia cósmica, identificada como el verdadero centro espiritual del hombre. Esta identificación
supone 3 pasos, el atman es la inmortalidad, el brahmán es el todo, esa sustancia es el atman, eso
eres tú.
A esta convicción no se llega sino por medio del yoga que busca identificar el núcleo de la substancia
cósmica, más allá de las apariencias con el núcleo del alma cósmica. Toda la creación es para beneficio
del espíritu.
e) El Silencio Budista: el yoga practicado por el budismo no busca percibir ni al Dios ni al alma cósmica
sino la sensación de toda percepción en el nirvana y en el silencio acerca de Dios. El mundo creado es
producto de los actos humanos, malos y buenos. En beneficio del acto y de sus consecuencias, solo
hay sufrimiento sin paciente hay actos sin agente, el buda descubre la manera de liberarse del dolor y
de la ley del karma, proclama las cuatro nobles verdades:
1. Todo es dolor.
2. su causa es el deseo del placer, de ser y de no ser.
3. el remedio de la supresión del deseo.
4. un camino óctuple conduce a esta supresión.
Buda no solo rechaza una determinada concepción de Dios, sino que también niega que lo absoluto
exista, porque la existencia pertenece al orden de lo contingente o fenoménico y no es la realidad ultima.
f) El Monoteísmo Profético: implica no solo la explicita afirmación del Dios único y su culto, sino que
también una crítica de los dioses del politeísmo que llega a su negación expresa, presenta su perfil
original en los profetas que de Israel y la religiosidad que proviene de ellos. La singularidad de Yahvé,
el Dios celoso que no admite el culto a otro Dios, el monoteísmo solo se tornara explicito cuando las
dudas acerca del territorio sobre el que domina Yahvé alcance su punto crítico con la destrucción del
reino de Israel y de Juda. Los profetas interpretan este hecho con el castigo de Dios al pueblo infiel a la
alianza, y afirman que este es el juez universal.
El monoteísmo profético reposa originariamente en la fe en Yahvé como señor de la historia del juez
universal, consolida este monoteísmo sumándole la fe en Yahvé como creador del mundo. Este
monoteísmo consolidado en el profetismo postexilico pasara a ser el dato indiscutido q acompaña la
oración cotidiana del israelita, una etapa que culmina en el momento trinitario cristiano, que debe ser
presentado como la trinidad en la unidad.

2) Dios es una teología de las religiones:


a. Sin apresurarse a inscribir a las religiones no cristiana en la historia misma de la revelación, este
reconoció valores, no solo en la fe subjetiva de sus individuos, como procedía ya San Agustín, sino
también en sus creencias objetivas y en sus formas de oración. Valoramos de los musulmanes que
creen en un único Dios viviente y subsistente, misericordioso, todopoderoso, y de los judíos aprecio los
indicios de una común tradición revelada.
b. En el documento el cristianismo y las religiones, a la teología le correspondía primeramente encarar el
problema de la verdad y universalidad del cristianismo en el contexto de la pluralidad de religiones, la
presencia de cristo y la relación con el absoluto permiten el fundamento del valor salvífico de las
religiones.
c. La tesis de una equiparación de las tradiciones religiosas es cuestionable por el hecho de que esas
tradiciones se enfrentan y se contradicen en sus pretensiones de verdad, la afirmación Budista de que
no existe un Dios, creador debe excluir la aserción cristiana de que toda la realidad fue creada por
Dios, si el islamismo niega que Ala tenga un hijo, entonces no puede aceptar a Jesucristo como Hijo de
Dios.
d. La tesis pluralista convierte a las religiones en caminos ordinarios de salvación, las transforma en
monopolios de la salvación y finalmente desvirtúa la tarea misionera. Si bien el valor salvífico de las
religiones debe ser asumido no debe ser absolutizado como cuando se lo invoca en desmedro de la
verdad, en lugar de diluir a Dios a una universalidad vaga que reduce a mera particularidad cualquier
modo concreto debemos asumir la paradoja del particular universal y centrarlo en él.

Esta forma de pregunta por Dios supone descubrir una peculiar forma de ejercicio del pensamiento
que surge de la peculiar forma de existencia que constituye el ser religioso, condensado en el universo
religioso tal como lo describe la categoría interpretativa de “lo sagrado”, propia de la moderna
fenomenología de la religión. Una categoría que significa fundamentalmente esto: la presencia en el
hombre y su mundo de un “más allá” de realidad y de significado que los precede y que hace que el
hombre se vea, y vea su mundo, originado, envuelto y atraído por él. La oscura percepción por el hombre
de la presencia de ese más allá impregna su forma de ser, provocando la ruptura de nivel existencial que
caracteriza toda existencia religiosa; impregna su forma de pensar, convirtiéndola en pensamiento
simbólico; impregna su vivencia del tiempo anclando su devenir en un punto fijo estable que lo orienta y le
da sentido; impregna su condición espacial, estableciendo puntos cardinales que la enmarcan, a partir del
centro de un “aquí” en el que ha irrumpido ese “más allá” del hombre. La oscura percepción por el hombre
de ese más allá de sí mismo le hace descubrir su vida como un drama en el que el ser o no ser se torna
posibilidad de salvación o perdición; Heil: vida plena y feliz, dicha, gracia, o Unheil: desgracia, fracaso
radical, perdición o desdicha completa.
De esta experiencia radical que origina el mundo religioso surge la necesidad –para el hombre que
vive en su interior–, de decírsela a sí mismo y formularla; y esa necesidad es la que cristaliza en las
palabras de todas las tradiciones religiosas para Dios. Hablar de Dios desde las religiones supone, por
eso, descubrir una forma original de ejercicio del pensamiento, tomar conciencia de su novedad y sacar
todas las consecuencias que esa originalidad implica. Lo esencial de la originalidad del pensamiento sobre
Dios ejercido en el interior de las religiones está en que ese pensamiento no es el acto de un sujeto
humano que le ponga en contacto con un objeto más, una realidad junto a las otras y frente al sujeto que
éste capte en un concepto que se la represente y que cristalice en un nombre común, expresión de un
género realizable en una variedad de especies, aplicable a todos los seres que reúnan sus propiedades.
Lo original del pensamiento religioso sobre Dios –de lo que tiene que dar cuenta y a lo que tiene que hacer
justicia la pregunta sobre Dios desde la historia de las religiones–, es que se trata de un pensamiento
establecido en la relación con ese plus de realidad que origina el mundo religioso, por el que el hombre
religioso se experimenta precedido, que surge de él y que por eso sirve de apoyo para que el hombre la
viva y la piense. Esta forma original de pensamiento se encarna, cristaliza, en una peculiar forma de
lenguaje en el que intervienen todas las palabras del habla humano, pero siempre al servicio de esa
relación, como otras tantas formas de expresarla. Tales formas de lenguaje son sumamente variadas: la
confesión, la alabanza, la invocación, la pregunta, la queja, la adoración y, en otro nivel, el discurso
racional que llamamos teología. Los dos rasgos característicos de todas ellas son el ser expresiones de
una relación y, más propiamente, de la relación con una realidad que origina, precede, envuelve y atrae al
sujeto. A partir de esta reflexión inicial, la intención de la exposición que propongo será llegar –por debajo
de las muchas ideas, imágenes, configuraciones, representaciones y palabras para Dios en la historia de
las religiones–, a la experiencia humana a la que remiten y de la que surgen. Pero, para realizar esta
tarea, puede ser útil resumir en un primer momento la evolución de esas representaciones a lo largo de la
historia. Lo que ésta nos ofrece es una incontable variedad de formas.

Las religiones de las culturas arcaicas tradicionales ni siquiera hablan de Dios. Descubren el mundo
humano envuelto, habitado, por un poder sobrehumano –sin rostro ni figura precisa–, que se localiza en
espacios, actúa en fenómenos naturales, se visibiliza en personajes especiales y transforma el mundo del
hombre, de mundo de objetos, en un sistema de símbolos, en una sucesión ininterrumpida de hierofanías.
Desde la original experiencia del mundo que suponen esas culturas, Dios es vivido más que pensado
como el plus de poder, de eficacia y de valor que se manifiesta en el mundo y la vida del hombre. Un plus
que suscita sobrecogimiento y admiración, que se convierte en palabras y acciones con las que pretende
ponerse en contacto favorable con él.
Las religiones politeístas –propias de culturas desarrolladas–, en las que los humanos han aprendido
a comprenderse como sujetos frente a la naturaleza y como sujetos capaces de relaciones personales
frente a los otros miembros de la comunidad, en las que los sujetos viven en sociedades ya notablemente
diferenciadas, organizadas y desarrolladas, ese más allá del mundo comenzará a ser comprendido en
términos vagamente personales, con rasgos definidos y nombres propios, como un grupo de figuras
singulares dotadas como los hombres de un nombre, relacionadas entre sí como los miembros de las
familias humanas o como los grupos que componen la ciudad, capaces de ejercer su acción benéfica
sobre los humanos y a los que éstos han de responder con oraciones, actos de culto y sacrificios. Lo
divino es representado en los politeísmos de esas culturas antiguas con diferentes figuras, sobre todo –
pero no exclusivamente– antropomórficas; designado con los más variados nombres propios; pensado en
concepciones que los representan superiores a los humanos en fuerza y poder, no sujetos a sus
limitaciones: el sufrimiento y la muerte; seres dichosos e inmortales, aunque con frecuencia originados
como ellos y como ellos supeditados a un poder superior que rige su propia actuación como una norma o
un destino al que se verían también sometidos.
Las religiones postaxiales constituyen un paso decisivo en la evolución religiosa de la humanidad que
se traduce en un cambio radical en la forma de figurarse, nombrar y concebir la realidad sobrehumana que
desde el comienzo acompaña a los hombres como su sombra o, mejor, como la luz a la que viven. Tales
religiones –surgidas en torno al tiempo eje–, desarrollan tendencias ya presentes en los diferentes
politeísmos, hacia la organización y la unificación de esos seres superiores y se los representan, bien
como trasfondo divino de la realidad –su fuerza, su raíz y su fundamento–, como en las formas no
dualistas del brahmanismo; bien como la norma y el camino que rige y sustenta la totalidad de lo existente,
como sucede en el taoísmo; bien como el más allá sin nombre ni figura al que aspira el hombre necesitado
de salvación, del que sólo puede hablar con el silencio y al que sólo puede representarse con el vacío de
toda representación, como sucede en el budismo primitivo.
Los monoteísmos religiosos –surgidos tardíamente en la historia religiosa de la humanidad en el doble
hogar de Irán e Israel–, concentran la representación del más allá del hombre en la figura de un Dios
único, irrepresentable en imágenes, origen absoluto de todo por un acto creador que lo ha puesto en la
existencia y meta final de la historia que su acto creador ha desencadenado y que su providencia amorosa
acompaña en cada uno de sus pasos.

Características del Dios Uno.


1. Unidad. Dios es uno.
2. Infinitud. Dios no tiene límites.
3. Eternidad. Dios no tiene principio ni fin ni sucesión de tiempo.
4. Inmutabilidad. Dios no puede cambiar.
5. Omnipresencia. Dios está en todo lugar, pero no está en todas las cosas, ni se confunde con
ninguna cosa.
6. Soberanía. Dios es el supremo rector del universo.
7. Omnisciencia. Dios conoce todo, lo posible, lo futurible y lo real
8. Omnipotencia. (Todopoderoso), Dios todo lo puede.
9. Justicia. Equidad moral, "sin acepción de personas".
10. Amor. Dios busca el bien más alto en el ejercicio de Su libre voluntad.
11. Verdad. Acuerdo consistente con todo lo que Dios es, dice y hace.
12. Santidad. Lejanía de todo mal.

La Revelación del nombre divino.


A su pueblo de Israel, Dios se revelo dándole a conocer su nombre. El Nombre expresa la esencia y la
identidad de la persona y en el sentido de su vida.
Dios tiene un nombre. Comunicar su nombre es darse a conocer a los otros. Es, en cierta manera,
comunicarse a sí mismo haciéndose accesible, capaz de ser más íntimamente conocido y de ser invocado
personalmente.
Dios se revelo progresivamente y bajo diversos nombres a su pueble, pero la revelación del Nombre
Divino, hecha a Mouses en la zarza ardiente, en el umbral del Éxodo y de la Alianza del Sinaí, demostró
ser la revelación.
Dios llama a Moisés desde una zarza que arde. Dios dice a Moisés “Yo soy el Dios de tus Padres”.
Dios es el que había llamado y guiado a los patriarcas en sus peregrinaciones.
Es el Dios fiel y compasivo que se acuerda de ellos y de sus promesas; viene para librar a sus
descendientes de la esclavitud. Es el Dios que más allá del espacio y del tiempo lo puede y lo quiere y que
pondrá en obra toda su Omnipotencia para este designio.
Moisés dijo a Dios “Si voy a los hijos de Israel y les digo “El Dios de vuestros padres me ha enviado a
vosotros”; cuando me pregunten “¿Cuál es su nombre?”, ¿Qué les responderé?”.
Dios dijo a Moisés “Yo soy el que soy”… “Así iras a los hijos de Israel “Yo soy” me ha enviado a
vosotros”… este es mmi nombre para siempre, por el seré invocado de generación en generación” (Ex 3,
13-15).
Al revelar su nombre misterioso de YHWH/Yahve, “Yo soy el que soy” Dios dice quién es y con qué
nombre se debe llamar. Este nombre divino es misterioso como Dios es Misterio. Es el Dios escondido.
Al revelar su nombre, Dios revela su fidelidad que es de siempre y para siempre, valedera para el
pasado como para el provenir. Dios que revela su nombre como “Yo soy” se revela como el Dios que está
siempre allí, presente junto a su pueblo para salvarlo.
Yahve es Dios vivo. Esta característica cobre relieve para Israel pues en la confrontación con los otros
dioses, estos son idolatrados sin vida ni actividad.
Por ser un Dios vivo, Yahve sale al encuentro del hombre y de su historia estableciendo con él una
relación de diálogo. Dios no es un ello impersonal, sino un yo personal, una Persona que obra.

Dios “el que es”.


Dios se revelo a Israel como el que es rico en amor y fidelidad. En todas sus obras, Dios muestra su
benevolencia, su bondad, su gracia, su amor, pero también si fiabilidad, su constancia, su fidelidad, su
verdad. “Doy gracias a tu nombre por tu amor y tu verdad”. Él es la Verdad, porque “Dios es Luz, en el no
hay tiniebla alguna”, él es “Amor”.
Dios es la Verdad misma, sus palabras no pueden engañar. La confianza a la verdad y a la fidelidad
de la palabra de Dios en todas las cosas. Las promesas de Dios se realizan siempre.
La verdad de Dios es su sabiduría que rige en todo el orden creación y gobierno del mundo.
Dios, único creador de cielo y la tierra, es el único que puede dar el conocimiento verdadero de todas
las cosas creadas en su relación con El.
Dios es también verdadero cuando se revela: La enseñanza que viene de Dios es una doctrina de
verdad. Cuando envíe a su Hijo al mundo, será para dar testimonio de esa verdad.
Dios es amor. El amor de Dios a Israel es comparado al amor de un padre a su hijo, este amor es
fuerte: “Tanto amo Dios al mundo que dio a su hijo Único”. El amor de Dios es eterno. El ser mismo de
Dios es amor, al enviar en la plenitud de los tiempos a su Hijo y al Espíritu de Amor, Dios revela su secreto
más íntimo, el mismo es una eterna comunicación de amor.

Consecuencia de la fe en el Dios Único.


 Reconocer la grandeza y majestad de Dios.
 Vivir en acción de gracia.
 Reconocer la unidad y verdadera dignidad de todos los hombres.
 Es usar bien las cosas creadas
 Confiar en Dios en todas las circunstancias
La Revelación de Dios como Trinidad.
El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio de la fe y de la vida cristiana.
La trinidad es un misterio de fe en sentido estricto uno de los misterios escondidos de Dios, que no
pueden ser conocidos si no son revelados desde lo alto.
Dios, ciertamente, ha dejado huellas en si trinitario en su obra de Creación y en su Revelación a lo
largo del AT. Pero la intimidad de su Ser como Trinidad Santa constituye un misterio inaccesible a la sola
razón e incluso a la fe de Israel antes de la Encarnación del Hijo de Dios y del envío del Espíritu Santo.
Es el misterio de Dios en sí mismo. Es la fuente de todos los otros misterios de la fe. Es la enseñanza
más fundamental y esencial en la jerarquía de las verdades de fe.
Desde la Revelación, Dios no es un ser solitario sino en su intimidad es una familia. Es Uno,
pero a su vez, es una comunidad de tres personas: Padre, hijo y Espíritu Santo. Es el misterio de la
santísima trinidad.

Padre

Espiritu
Hijo
Santo
Dios sea trino en personas significa comunión.

La unidad en la única naturaleza divina compartida por igual por las tres Personas, infinitamente
simple, indivisible, inmutable y eterna. Existe recíprocamente una Trinidad en la unidad, una unidad que no
se identifica con una individualidad abstracta y solitaria, sino que se concreta en una comunión reciproca
de vida fecunda.

Principios fundamentales del dogma.


a. La Trinidad es la naturaleza de Dios Trino, es una. Un solo Dios en tres personas. Dios es Uno
en esencia y Trino en personas. Posee una única esencia o naturaleza perfectamente
realizada en cada una de las tres personas.
b. Cada persona es enteramente Dios. Posee una única naturaleza perfectamente realizada en
cada una de las tres personas.
Padre, Hijo y Espíritu Santo son Personas verdaderamente distintas entre sí, cada uno de ellos es un
Alguien. La distinción en Dios no se refiere entonces, a la esencia divina sino al reciproco relacionarse del
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Padre-Hijo-Espíritu Santo no son maneras de nombrar a Dios sino que en si mismo, Dios es trinidad:
tres personas distintas aunque un solo y único Dios. Las personas divinas son realmente distintas entre sí,
dios es único pero no solitario.
La Encarnación del Hijo de Dios revela que Dios es el Padre eterno, y que e Hijo es consubstancial al
Padre, es decir que es en él y con él mismo y único Dios.
La misión del espíritu santo, enviado por el Padre en nombre del Hijo y por el Hijo de junto al Padre,
revela que él es con ellos el mismo Dios único. Con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria.
El Espíritu Santo procede del Padre en cuanta fuente primera y por el don eterno de éste al hijo, del
Padre, y del Hijo en comunión.
Por la gracia del bautismo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, somos llamados a
participar en la vida de la Bienaventurada Trinidad.
La Trinidad es un verdadero misterio de fe, uno de los misterios escondidos en Dios, que no pueden
ser conocidos si no son revelados desde lo alto.
Las personas divinas, inseparables en su ser, son también inseparables en su obrar. Pero en la única
operación divina cada una manifiesta lo que le es propio en la Trinidad, sobre todo en las misiones divinas
de la Encarnación del Hijo y del don del Espíritu Santo.
Revelación de Dios como Creador.
El símbolo de la fe las recoge confesando a Dios Padre Todopoderoso como el Creador del cielo y de
la tierra.
 Dios crea para su gloria.
El mundo ha sido creado por la gloria de Dios. Ha creado todas las cosas no para aumentar su gloria,
sino para manifestarla y comunicarla. Porque Dios no tiene otra razón para crear que su amor y su
bondad. La gloria de Dios consiste en que se realice esta manifestación y esta comunicación de su bondad
para las cuales el mundo ha sido creado.
 Dios crea por sabiduría y por amor.
Dios creo el mundo según sabiduría. La creación procede de la voluntad libre de Dios.
 Dios Creador es providente.
Dios guarda y gobierna por su providencia todo lo que creo. La solicitud de la divina providencia es
concreta e inmediata.
Dios concede a los hombres incluso poder participar libremente en su providencia confiándoles
responsabilidad.
Dios es el Señor soberano de su designio. Es un signo de la grandeza y bondad de Dios
Todopoderoso. Porque Dios da la dignidad de actuar por sí mismas, de ser causas y principios unas de
otras y de cooperar así a la realización de su designio.

Revelación de Dios como Padre: necesidad de conocerlo y responder a sus exigencias de amor.
Al designar a Dios con el nombre de Padre, el lenguaje de la fe indica principalmente dos aspectos:
Dios es origen primero de todo y autoridad trascendente; por otro, bondad y amorosa para todos sus hijos.
Jesús ha revelara que Dios es Padre en un sentido nuevo, él es eternamente padre en relación a su
Hijo Único.
Dios es Padre todopoderoso. Su paternidad y su poder se esclarecen mutuamente. Su omnipotencia
paternal.
Por su misericordia infinita, pues muestra su poder en el más alto grado perdonando libremente los
pecados.

El Espíritu Santo en la Sagrada Escritura.


En el tiempo de las Promesas.
La Misión conjunta del Verbo y del Espíritu del Padre permanece oculta pero activa. El Espíritu de
Dios preparaba entonces el tiempo del Mesías y ambos ya han sido prometidos a ser esperados y
aceptados cuando se manifiesten.

 En la Creación. La palabra de Dios y su soplo están en el origen del ser y de la vida de toda
criatura. En cuando al hombre, Dios lo formo con sus propias manos y El trazo sobre la carne
modelada su propia forma, de modo que incluso lo que fuese visible llevase la forma divina.
 Espíritu de la promesa. Desfigurado por el pecado y por la muerte, el hombre continua siendo a
imagen de Dios, pero privado de la Gloria de Dios. Contra toda esperanza humana, Dios promete
a Abraham una descendencia, como fruto de la fe y del poder del Espíritu Santo. Esta
descendencia será Cristo.
 En las Teofanías y en la Ley. Las Teofanías son manifestaciones de Dios que iluminan el camino
de la Promesa. La tradición cristiana siempre ha reconocido que el Verbo de Dios se dejaba ver y
oír.
 En el Reino y en el Exilio. La Ley, signo de la Promesa y de la Alianza, habría debido regir el
corazón y las instituciones del Pueblo salido de la fe de Abraham. El Reino objeto de la promesa
hecha a David, ser a obra del Espíritu Santo. El olvido de la Ley y la infidelidad a la Alianza llevan
a la muerte: Exilio, aparente fracaso de las Promesas, es una realidad misteriosa del Dios
Salvador y comienzo de una restauración prometida, pero según el Espíritu. Era necesario que el
Pueblo de Dios sufriese esta purificación. El Exilio llega ya la sombra de la Cruz en el Designio de
Dios, y el Resto de pobre que vuelven del Exilio es una de las figuras más trasparentes.
 La espera del Mesías y de su Espíritu. Dichas líneas proféticas convergen en el pequeño resto, el
pueblo de los pobres, que aguarden en la esperanza la consolación de Israel y la redención de
Jerusalén. Los textos proféticos que se refieren directamente al envío del Espíritu Santo son
oráculos en los que Dios habla al corazón de su Pueblo en el lenguaje de la Promesa, con los
acentos de amor y fidelidad.

En la plenitud de los tiempos.


 Juan, Precursor, Profeta y Bautista. En fin con Juan Bautista, el Espíritu Santo, inaugura,
prefigurándolo, lo que realizara con y en Cristo: volver a dar al hombre la semejanza divina. El
bautismo de Juan era el arrepentimiento, el del agua y del Espíritu será un nuevo nacimiento.
 Alégrate, llena de gracia. María es la obra maestra de la Misión del Hijo y del Espíritu Santo, en la
Plenitud de los tiempos. Por primera vez en el designio de Salvación y porque su Espíritu la ha
preparado. El Espíritu Santo preparo a María con su gracia. En María, el Espíritu Santo realiza el
designio benevolente del Padre, manifiesta al Hijo del Padre, comienza a poner en Comunión con
Cristo a los hombres. María se convierte en la madre de Cristo y la nueva Eva.
 Cristo Jesús. Jesús entrega su espíritu en las manos de su Padre en el momento en que por su
Muerte es vencedor de la muerte y resucita de los muertos por la Gloria del Padre. A partir de ese
momento, Cristo y Espíritu se convierte en la misión de la Iglesia.

En los últimos tiempos.


Pentecostés. El día de Pentecostés se comunica como Persona divina, se revela plenamente la
Santísima Trinidad.
Espíritu Santo, el don de Dios. La comunión con el Espíritu Santo es la que, en la Iglesia, vuelve a dar
a los bautizados la semejanza divina perdida por el pecado.

Símbolos del Espíritu Santo.


 Agua. es significativo de la acción del Espíritu Santo en al Bautismo debido a que se convierte
en el signo sacramental eficaz del nuevo nacimiento., el agua bautismal significa realmente
que nuestro nacimiento a la vida divina se nos da en el Espíritu Santo.
 Unción. En la iniciación cristina es el signo sacramental de la Confirmación. La unción primera
realizada por Espíritu Santo es la de Jesús: es constituido Cristo por el Espíritu Santo. La
virgen María concibe a Cristo del Espíritu Santo quien por medio del ángel lo anuncia. Es el en
fin quien resucita a Jesús de entre los muertos. Por tanto, constituido plenamente Cristo su
humanidad victoriosa de la muerte.
 Fuego. Simboliza la energía transformadora del Espíritu Santo. El profeta Elías que surgió
como el fuego y cuya palabra abrasaba como antorcha, con su oración, atrajo el fuego del cielo
sobre el sacrificio del monte Carmelo, figura del fuego del Espíritu Santo que transforma lo que
toca.
 Nube y Luz. Estos dos símbolos son inseparables en manifestaciones del Espíritu Santo. La
nube revela al Dios vivo y salvador, tendiendo así un velo sobre la trascendencia de su Gloria.
El quien desciende sobre la Virgen María la cubre con su sombra para que ella conciba y dé a
luz a Jesús. En la montaña de la Transfiguración es El quien vino en una nube y cubrió con
sombra a Jesús, a Moisés, a Pedro, Santiago y Juan, y se oyó una voz desde la nube que
decía: “Este es mi hijo, mi elegido”. Es la misma nube la que oculto a Jesús a los ojos de los
discípulos el día de la Ascensión y la que lo revelara como Hijo del hombre en su gloria del día
de su Advenimiento.
 Sello. Es un símbolo cercano al de la unción. En efecto, es Cristo a quien Dios ha marcado
con su sello, y el Padre nos marca también en él con su sello. Indica el carácter indeleble de la
Unción del Espíritu Santo en los sacramentos del Bautismo, Confirmación y del Orden.
 Mano. Imponiendo las manos de Jesús cura a los enfermos y bendice a los niños. Mediante la
imposición de manos de los apóstoles el Espíritu Santo nos es dado
 Dedo. Por el dedo de Dios expulso Jesús a los demonios.
 Paloma. Al final del diluvio, la paloma soltada por Noé vuelve con una rama tierna de olivo en
el pico signo de que la tierra es habitable de nuevo. Cuando Cristo sale del agua de su
bautismo, el Espíritu Santo, en forma de paloma, baja y se posa sobre él. El Espíritu desciende
y reposa en el corazón purificado de los bautizados.

La formulación de la fe en el Espíritu Santo.


El conocimiento de la fe no es posible sino en el Espíritu Santo. Para entrar en contacto con Cristo, es
necesario primeramente haber sido atraído por el Espíritu Santo. Él es quien nos precede y despierta en
nosotros la fe. Mediante el Bautismo, primer sacramento de la fe, la Vida, que tiene su fuente en el Padre y
se nos ofrece por el Hijo, se nos comunica íntima y personalmente por el Espíritu Santo en la Iglesia.
El Espíritu Santo con su gracia es el primero que nos despierta la fe y nos inicia en la vida nueva. No
obstante, es el último en la revelación de las personas de la Santísima Trinidad.
Creer en el Espíritu Santo es profesar que el Espíritu Santo es una de las personas de la Santísima
Trinidad, consustancial al Padre y al hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria.
El Espíritu Santo coopera con el Padre y el Hijo desde el comienzo del Designio de nuestra salvación y
hasta su consumación.

La Iglesia es el lugar de nuestro conocimiento del Espíritu Santo:


 En las Escrituras que Él ha inspirado.
 En la Tradición, de la cual los Padres de la Iglesia son testigos siempre actuales.
 En el Magisterio de la Iglesia, al que El asiste.
 En la liturgia sacramental, a través de sus palabras y sus símbolos, en donde e Espíritu Santo nos
pone en comunión con Cristo.
 En la oración en la cual El intercede pro nosotros.
 En los carismas y ministros mediante los que se edifica la Iglesia.
 En los signos de la vida apostólica y misionera
 En el testimonio de los santos, donde El manifiesta su santidad y continua la obra de la salvación.

El Espíritu Santo en la vida del cristiano.


La misión de Cristo y del Espíritu Santo se realiza en la Iglesia. El Espíritu Santo prepara a los
hombres, los proviene por su gracia, para atraerlos hacia Cristo. Le manifiesta al Señor resucitado, les
recuerda su palabra y abre su mente para entender su Muerte y Resurrección. Les hace presente el
Misterio de Cristo, para conducirlos a la comunión con Dios.

“Dios vivo y verdadero”. Luis Ladaria.


Dios que se revela como objeto primario de la Teología. Dios es el centro de la teología.
El ser humano se ordena a Dios, a un fin que excede la comprensión de la razón. A este fin deben los
hombres ordenar sus acciones para que puedan alcanzar la salvación. Fue necesaria la revelación:
aquellas verdades sobre Dios que el hombre pruebe conocer por la luz de la razón son difíciles.
La necesidad o conveniencia de la revelación se funda únicamente en el fin al que Dios destina al
hombre. La necesidad del conocimiento de Dios fundada en la revelación se basa por tanto en que el es el
único fin del hombre, al que el ser humano tiende aun sin conocerlo y que es el único que puede clamar la
inquietud de su corazón.
El conocimiento que viene de la revelación, que el hombre acepta por la fe, es sacra doctrina: tiene a
Dios como objeto.
La revelación de Dios en Cristo no es una simple comunicación de verdades, sino que comparta una
donación de su vida misma. Es una autentica auto comunicación de Dios. Por esta razón, la actitud de fe
es fundamental para el acceso a esta revelación divina. En Jesús no solo podemos ver al Padre, sino que
a la vez tenemos el único camino para llegar hasta él.
Toda búsqueda de Dios por parte del hombre tiene en Dios su iniciativa, está guiada por su
providencia y por su mano. El mismo conocimiento de Dios que el hombre puede adquirir a partir de la
creación viene del testimonio perenne que Dios da de sí.
La revelación del AT al pueblo elegido es sin duda otro paso en el auto desvelamiento de Dios. De
esta forma Dios fue preparando el camino del evangelio. Pero solo con Jesucristo llega la revelación a su
plenitud, porque el Verbo que ilumina a todos los hombres ha sido enviado por el Padre para que habitara
entre ellos y les revelara los secretos de Dios.

Originalidad de la noción cristiana de Dios.


La tradición del AT y se considera legítimo heredero de la religión de Israel, en la que la unidad y
unicidad de Dios es la verdad fundamental.
La trinidad divina debe ser objeto de la revelación.
Con la razón se puede llegar al conocimiento del Dios uno, pero el Dios que se da a conocer en
Jesucristo es el Dios uno y trino.
La revelación de Dios en Jesús, la revelación cristina del Dios uno y trino es una confrontación con un
misterio cada vez mayor. “El Dios que envía a su Hijo al mundo, el Dios que manifiesta su amor
entregándolo a la muerte, se muestra mas misterioso e inescrutable”.
El misterio es Dios mismo, Dios es el misterio santo que todo lo abarca. Cuanto más grande es la
revelación de Dios, mas grande es su misterio. Más grande es el saber del no saber, porque se nos pone
delante la inmensa grandeza de Dios.
El misterio del amor de Dios es contenido fundamental de la revelación divina. Todo ello es una
llamada a la alabanza, a la adoración, no una afirmación negativa. Porque Dios que no podemos abarcar y
que está más allá y por encima de nosotros se vuelve a nosotros.
El ocultamiento de Dios es el ocultamiento en su revelación, el ocultamiento de su gloria en la pasión y
muerte de Jesucristo que e l máxima manifestación del amor de Dios a los hombres.
La revelación del misterio de Dios, que es el mismo Cristo, nos da la plenitud de la sabiduría y del
conocimiento para que alcancen en toda su riqueza la plena inteligencia y perfecto conocimiento del
misterio de Dios que es Cristo.
Es la revelación del abismo del amor.
Una esperanza que el hombre sabe no poder conseguir por sí mismo. Todo esto es precisamente la
revelación del Dios uno y trino. La revelación de Dios es el misterio de nuestra salvación.
Toda la teología trinitaria puede ser entendida como “Dios es amor”.
Dios revelado en Cristo nos ofrece del amor como donación de sí. Es la radicalidad del don de si a
nosotros la que nos pone en evidencia la condición de inabarcable del Dios amor.

Carácter central de la fe en el Dios uno y trino.


La fe nos dice que Dios es el único fin del hombre nos señala la originalidad del ser de Dios amor y
Dios uno y trino.
El bautismo viene administrado en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo: muestra la
relevancia de la fe en el Dios trino.
Las antiguas profesiones de fe, los símbolos, tienen en su mayoría una estructura trinitaria.

La trinidad está en el lugar central de la liturgia cristiana, en la celebración eucarística y de los otros
sacramentos. La plegaria eucarística se dirige siempre al Padre y termina con una doxología en las que las
tres personas son mencionadas. Las oraciones se dirigen normalmente al Padre, por Jesucristo, en unidad
del Espíritu Santo.

Olvido de la Trinidad.
La doctrina de la Trinidad ha sufrido épocas de cierto aislamiento: una vez afirmado que Dios es uno y
trino, después practicante se ha dejado de lado.
La verdadera Iglesia ha de ser universal, no puede fundarse sobre una relevación histórica, que será
necesariamente particular. La fe religiosa pura, fundada en la razón, puede ser reconocida como
verdadera.
La doctrina cristiana de Dios uno y trino llama res personas son únicamente los atributos de Dios:
santo, benévolo y justo: en cuanto el creador del cielo y de la tierra es legislador santo; en cuanto rige y
sostiene el género humano es benévolo; es el juez justo, que hace cumplir sus leyes santas.

La trinidad se reconduce a la exigencia práctica de la


 Vocación (llamados a un estado divino por la ley de la libertad),
 Satisfacción (hombre esta moralmente corrompido por lo que hace falta que Dios compense lo
que falta a las capacidades humanas)
 Elección (Dios da gracia celestial por su decreto incondicionado) por parte de dios.

En el único ser supremo unipersonal aunque pluralidad de atributos:


 Padre, en cuanto ama a los hombres.
 Hijo, cuantos e hace modelo de humanidad.
 Espíritu santo, en cuanto busca el acuerdo y el consenso de los hombres entre si y muestra un
amor fundado en la sabiduría.

La Santísima Trinidad en la doctrina de la fe.


La formación del dogma trinitario.
La verdad revelada de la Santísima Trinidad ha estado desde los orígenes en la raíz de la fe viva de la
Iglesia, principalmente en el acto del Bautismo. Encuentra su expresión en la regla de la fe bautismal,
formulada en la predicación, la catequesis y la oración de la Iglesia. Estas formulaciones se encuentran ya
en los escritos apostólicos, como este saludo recogido en la liturgia eucarística: "La gracia del Señor
Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros".
Durante los primeros siglos, la Iglesia fórmula más explícitamente su fe trinitaria tanto para profundizar
su propia inteligencia de la fe como para defenderla contra los errores que la deformaban. Esta fue la obra
de los Concilios antiguos, ayudados por el trabajo teológico de los Padres de la Iglesia y sostenidos por el
sentido de la fe del pueblo cristiano.
Para la formulación del dogma de la Trinidad, la Iglesia debió crear una terminología propia con ayuda
de nociones de origen filosófico: "substancia", "persona" o "hipóstasis", "relación", etc. Al hacer esto, no
sometía la fe a una sabiduría humana, sino que daba un sentido nuevo, sorprendente, a estos términos
destinados también a significar en adelante un Misterio inefable, "infinitamente más allá de todo lo que
podemos concebir según la medida humana".
La Iglesia utiliza el término "substancia" (traducido a veces también por "esencia" o por "naturaleza")
para designar el ser divino en su unidad; el término "persona" o "hipóstasis" para designar al Padre, al Hijo
y al Espíritu Santo en su distinción real entre sí; el término "relación" para designar el hecho de que su
distinción reside en la referencia de cada uno a los otros.
El dogma de la Santísima Trinidad.
La Trinidad es una. No confesamos tres dioses sino un solo Dios en tres personas: "la Trinidad
consubstancial". Las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es
enteramente Dios: "El Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo que es el Padre, el Padre y el
Hijo lo mismo que el Espíritu Santo, es decir, un solo Dios por naturaleza". "Cada una de las tres personas
es esta realidad, es decir, la substancia, la esencia o la naturaleza divina".
Las Personas divinas son realmente distintas entre sí. "Dios es único pero no solitario". "Padre", "Hijo",
Espíritu Santo" no son simplemente nombres que designan modalidades del ser divino, pues son
realmente distintos entre sí: "El que es el Hijo no es el Padre, y el que es el Padre no es el Hijo, ni el
Espíritu Santo el que es el Padre o el Hijo". Son distintos entre sí por sus relaciones de origen: "El Padre
es quien engendra, el Hijo quien es engendrado, y el Espíritu Santo es quien procede. La Unidad divina es
Trina.
Las Personas divinas son relativas unas a otras. La distinción real de las Personas entre sí, porque no
divide la unidad divina, reside únicamente en las relaciones que las refieren unas a otras: "En los nombres
relativos de las personas, el Padre es referido al Hijo, el Hijo lo es al Padre, el Espíritu Santo lo es a los
dos; sin embargo, cuando se habla de estas tres Personas considerando las relaciones se cree en una
sola naturaleza o substancia". En efecto, "en Dios todo es uno, excepto lo que comporta relaciones
opuestas". "A causa de esta unidad, el Padre está todo en el Hijo, todo en el Espíritu Santo; el Hijo está
todo en el Padre, todo en el Espíritu Santo; el Espíritu Santo está todo en el Padre, todo en el Hijo".
A los catecúmenos de Constantinopla, san Gregorio Nacianceno, llamado también "el Teólogo", confía
este resumen de la fe trinitaria:
«Ante todo, guardadme este buen depósito, por el cual vivo y combato, con el cual quiero morir, que
me hace soportar todos los males y despreciar todos los placeres: quiero decir la profesión de fe en el
Padre y el Hijo y el Espíritu Santo. Os la confío hoy. Por ella os introduciré dentro de poco en el agua y os
sacaré de ella. Os la doy como compañera y patrona de toda vuestra vida. Os doy una sola Divinidad y
Poder, que existe Una en los Tres, y contiene los Tres de una manera distinta. Divinidad sin distinción de
substancia o de naturaleza, sin grado superior que eleve o grado inferior que abaje [...] Es la infinita con
naturalidad de tres infinitos. Cada uno, considerado en sí mismo, es Dios todo entero [...] Dios los Tres
considerados en conjunto [...] No he comenzado a pensar en la Unidad cuando ya la Trinidad me baña con
su esplendor. No he comenzado a pensar en la Trinidad cuando ya la unidad me posee de nuevo.
Las obras divinas y las misiones trinitarias
O lux beata Trinitas et principalis Unitas! ("¡Oh Trinidad, luz bienaventurada y unidad esencial!") (LH,
himno de vísperas "O lux beata Trinitas"). Dios es eterna beatitud, vida inmortal, luz sin ocaso. Dios es
amor: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dios quiere comunicar libremente la gloria de su vida bienaventurada.
Tal es el "designio benevolente", que concibió antes de la creación del mundo en su Hijo amado,
"predestinándonos a la adopción filial en Él", es decir, "a reproducir la imagen de su Hijo", gracias al
"Espíritu de adopción filial". Este designio es una "gracia dada antes de todos los siglos", nacido
inmediatamente del amor trinitario. Se despliega en la obra de la creación, en toda la historia de la
salvación después de la caída, en las misiones del Hijo y del Espíritu, cuya prolongación es la misión de la
Iglesia.
Toda la economía divina es la obra común de las tres Personas divinas. Porque la Trinidad, del mismo
modo que tiene una sola y misma naturaleza, así también tiene una sola y misma operación. "El Padre, el
Hijo y el Espíritu Santo no son tres principios de las criaturas, sino un solo principio". Sin embargo, cada
Persona divina realiza la obra común según su propiedad personal. Así la Iglesia confiesa, siguiendo al
Nuevo Testamento: "Uno es Dios [...] y Padre de quien proceden todas las cosas, Uno el Señor Jesucristo
por el cual son todas las cosas, y Uno el Espíritu Santo en quien son todas las cosas. Son, sobre todo, las
misiones divinas de la Encarnación del Hijo y del don del Espíritu Santo las que manifiestan las
propiedades de las personas divinas.
Toda la economía divina, obra a la vez común y personal, da a conocer la propiedad de las Personas
divinas y su naturaleza única. Así, toda la vida cristiana es comunión con cada una de las personas
divinas, sin separarlas de ningún modo. El que da gloria al Padre lo hace por el Hijo en el Espíritu Santo; el
que sigue a Cristo, lo hace porque el Padre lo atrae y el Espíritu lo mueve.
El fin último de toda la economía divina es la entrada de las criaturas en la unidad perfecta de la
Bienaventurada Trinidad. Pero desde ahora somos llamados a ser habitados por la Santísima Trinidad: "Si
alguno me ama —dice el Señor— guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos
morada en él".
«Dios mío, Trinidad que adoro, ayúdame a olvidarme enteramente de mí mismo para establecerme en
ti, inmóvil y apacible como si mi alma estuviera ya en la eternidad; que nada pueda turbar mi paz, ni
hacerme salir de ti, mi inmutable, sino que cada minuto me lleve más lejos en la profundidad de tu Misterio.
Pacifica mi alma. Haz de ella tu cielo, tu morada amada y el lugar de tu reposo. Que yo no te deje jamás
solo en ella, sino que yo esté allí enteramente, totalmente despierta en mi fe, en adoración, entregada sin
reservas a tu acción creadora» (Beata Isabel de la Trinidad, Oración).
UNIDAD N° 5.
EL PADRE.
Es la primera persona de la Trinidad.
Muchas religiones llaman a Dios “Padre”:
 en cuanto creador: Dt 32,6; Ml 2,19.
 por la alianza: Ex 4,22.
 del rey de Israel: 2S 7,14.
 padre de los pobres, huérfanos y viudas: Sal 68,6.
Padre significa origen y autoridad trascendente, pero también bondad y solicitud por sus hijos. En este
sentido, aparece con rasgos maternos: Is 66, 13; Sal 131,2.
Pero Jesús revela la paternidad en un sentido nuevo, porque también es padre del Hijo que es
generado, no creado: Mt 11, 27; Jn 1,1; Col 1,15; Hb 1,3.
La primera persona de la Trinidad tiene tres nombres propios: Principio, Padre e Ingénito.
 Principio: es nombre propio y exclusivo de la primera persona en cuanto origen de las procesiones
divinas, no en cuanto causa de las criaturas, ya que esta es algo “esencial”, común a las tres
Personas. Es principio de toda procesión, en cuanto que genera al Hijo y emana al Espíritu.
 Ingénito: en cuanto que es principio imprincipiado, no procede de ningún otro, no en cuanto que “no
es creado”.
 Padre: es nombre propio de la Primera persona de la Trinidad en cuanto “Principio del Unigénito”,
no en cuanto Creador.
La paternidad no es sólo la noción que distingue a la primera persona, sino la relación que lo
constituye como tal: el Padre no sólo se distingue del Hijo unigénito, sino que se constituye por su
referencia a él. Entre el Padre y el Hijo existe la consubstancialidad que permite hablar de generación en
sentido perfecto.
La paternidad de Dios tiene un orden de presentación:
1- La razón perfecta de paternidad y filiación se hayan en Dios Padre y Dios Hijo, porque el Padre y el
Hijo tienen la misma naturaleza y gloria.
2- En la criatura, la filiación respecto de Dios, no existe de un modo perfecto ya que no son ambos de
la misma naturaleza, sino en virtud de cierta semejanza. De algunas criaturas, es también Padre
adoptivo, en cuanto que se le asemejan por la gracia (los redimidos por Cristo) y de otros es Padre
por semejanza de gloria, en cuanto que gozan ya de la herencia prometida.

Si bien todas las personas de la Trinidad “trabajan” en conjunto, por apropiación decimos que el Padre
es el creador, el Hijo es el redentor y el Espíritu Santo es el santificador.
En la paternidad de Dios quedan incluidas todas las dimensiones histórico-salvíficas de su providencia
divina y en Él se encuentran las dimensiones de la economía (providencia) con las de la teología (ingénito
y principio).

El Todopoderoso.
La omnipotencia de Dios es:
 universal, porque él creo todo y todo lo puede;
 es amorosa, porque Él es nuestro Padre;
 es misteriosa, porque solo la fe puede descubrirla cuando “se manifiesta en la debilidad”.

A Dios nada le es imposible y dispone de TODO según su voluntad, es el “Señor del Universo”.
“¿Quién podrá resistir a la fuerza de tu brazo?” “Te compadeces de todo porque lo puedes todo”; Dios
es Padre Todopoderoso. El muestra su omnipotencia paternal, por su manera de cuidarnos y a nuestras
necesidades, y más que nada por perdonar siempre y libremente nuestros pecados. La fe en Dios Padre,
Todopoderoso puede ser puesta a prueba por la experiencia del mal y del sufrimiento Pero Dios muestra
su omnipotencia a través de su Hijo, quien venció el mal a través de la resurrección; así muestra su
grandeza para con nosotros los creyentes.
Solo mediante la fe se puede conocer la omnipotencia de Dios y la convicción de q nada es imposible;
la virgen María es el modelo supremo de eso: ella creyó que “nada es imposible para Dios”.
“Dios permite todo en la medida que tengamos fe en la omnipotencia divina.”
El padre es el Creador.
“En el principio, Dios creó el cielo y la tierra”: así comienza la Sagrada Escritura. La creación es “el
comienzo de la historia de la salvación” que culmina en Cristo.
La catequesis sobre la Creación es muy importante, porque se refiere a los fundamentos de la vida
humana y cristiana. El hombre siempre se hace preguntas como de donde viene o a donde va, y esto
ayuda a orientar y darle sentido a nuestra vida.
La existencia de un Dios Creador puede ser conocida con certeza por sus obras gracias a la razón
humana, aunque esto a veces es perjudicado por el error. Por eso la fe viene a confirmar y a esclarecer la
razón para la justa inteligencia de esta verdad: “por la fe, sabemos que el universo fue formado por la
palabra de Dios, de manera que lo q se ve resultase de lo que no aparece”.
Dios reveló a Israel el misterio de la Creación; se revela como aquel a quien pertenecen todos los
pueblos de la tierra y la tierra entera. Así, la revelación de la creación es inseparable de la revelación y de
la realización de la Alianza del Dios único con su pueblo.
La creación es revelada como el primer paso hacia esta Alianza, como el primero y universal
testimonio del amor todopoderoso de Dios; dio existencia a todo lo que está fuera de Él, sin Él nada existe.
El Padre, con el Hijo y con el Espíritu Santo, son los creadores, ellos son Uno, un Único Dios.
El mundo ha sido creado para la gloria de Dios: la gloria consiste en que se realice su manifestación y
la comunicación de su bondad para las cuales el mundo ha sido creado. El fin último de la creación es que
Dios, “Creador de todos los seres, sea por fin ‘todo en todos’ procurando al mismo tiempo su gloria y
nuestra felicidad”.
Dios creó al mundo para hacer participar a las criaturas de su ser, de su sabiduría y de su bondad
Dios también creó de la nada, es decir, no necesita nada preexistente ni tampoco ayuda. También Dios
puede dar vida al alma de los pecadores creando en ellos un corazón puro, y la vida al cuerpo de los
difuntos mediante la Resurrección. Él “da la vida a los muertos y llama a las cosas que no son para que
sean”. Y puede dar luz de fe a los que la ignoran.
La Creación.
Algunos puntos sobre la creación:
 La creación es el fundamento de todos los designios salvíficos de Dios: el misterio de Cristo
ilumina el objetivo de la creación.
 La inteligencia humana puede llegar a la idea de la creación, pero no siempre. Por eso, viene en
su ayuda la fe. (Hb 11,3).
 La creación es testimonio del amor de Dios.
 Es obra de la Trinidad.
 Dios creó todo “en el principio”: Dios es eterno y da el principio a todo; es el único creador; todo
depende de él.
 Dios creó todo por el Verbo. (Jn 1, 1-3; Col 1, 16-17). Participa también el Espíritu Santo, “dador
de vida”.
 El mundo fue creado para gloria de Dios, no para incrementarla (es imposible), sino para
manifestarla y comunicarla.
 La creación es un acto de amor libre de Dios, no es necesario, (1 Co 15, 25).
 Dios crea con sabiduría, no es un destino ciego o al azar. (Ap 4, 11; Sal 104, 24; 145,9).
 Es ex-nihilo, es decir, que crea de la nada, sin materia preexistente. (2M 7, 22-23.28. Rm 4,17).
 La creación es ordenada y buena. (Sb 11,20; Col 1, 15, Gn 1,4.10).
 Dios trasciende su obra y está presente en ella.
 La creación fue creada en estado de camino hacia la perfección. Con su providencia la va
guiando. (Sb 8, 1; Hb 4, 13; Pr 19, 21; Ap 3, 7; Mt 6, 31-33; 1Co 3,9; 1Tes 3,2; Flp 2, 13).

El origen del mundo en la Sagrada Escritura, los relatos de la creación.


Origen en la Sagrada Escritura.
Los israelitas también se han preguntado por el origen del universo. Para el pueblo judío, es
fundamental esta pregunta, ya que al obtener la respuesta los ayudaba a ubicarse en el mundo y encontrar
el sentido de sus propias vidas. Israel cuenta con la inspiración de Dios.
Dios es quien ilumina esa inteligencia para que lleguen a la respuesta verdadera, por eso se habla de
“revelación”. Dios les va mostrando las respuestas y los va guiando para que las descubran.
Los géneros literarios en el Génesis. Los géneros literarios son el formato en el cual un texto se
presenta. Es importante comprender las características del género para poder descifrar lo que nos quiere
transmitir. De la misma manera que un poema sobre el amanecer no es lo mismo que un tratado de
astronomía que explica el amanecer, así los géneros literarios transmiten el mensaje siguiendo sus reglas
internas. En el Génesis hay tres géneros principales que deseamos describir: el mito, la leyenda y la
genealogía.
El mito: como género literario refiere a narraciones que cuentan el origen de las cosas fundamentales.
Los mitos son relatos que tienen como fin presentar el sentido de las primeras cosas. Cuando el mito
relata el origen del cosmos se le denomina «cosmogonía» (‘nacimiento del cosmos’); si narra el origen de
cosas, costumbres o lugares especiales se les denomina «mitos etiológicos», expresión que significa ‘que
dan cuenta del origen de algo’. El mito utiliza siempre un lenguaje simbólico y poético para construir sus
relatos y tiene cuatro características básicas:
 En él actúa Dios o —en mitos politeístas— los Dioses.
 Refiere siempre al origen de algo; del universo o de un elemento cultural.
 Sucede en un tiempo primordial, fuera del tiempo histórico.
Diferencias entre el mito griego y el relato del Génesis.
Mito. Relato del Génesis.

Ambos relatos comienzan con la expresión; “en un principio…”. Porque se refieren precisamente al
comienzo absoluto de todo.

No se hace a un “ser personal” del cual todo


Se presenta un “único Amor” de todo: “Dios
proceda, cada uno de los dioses da origen a
creo los cielos y la tierra” (=todo cuanto existe)
algo.
Se usa la expresión: “Dios dijo…y se hizo...”
Se usan verbos que resaltan la pluaridad de para resaltar el poder absoluto de Dios, que por
dioses y el limitado poder de cada uno de propia determinación crea. Se quiere hacer ver
ellos. La falta de un proyecto previo. que Dios tenía un plan, un proyecto creador.
Dios las “pensó” y como tales creo.
Clasificación lógica de los seres creados, un
plan encuadrado en el modelo temporal de una
semana que culmina en el descanso sabático. A
No hay un orden determinado en el que
la orden de Dios los seres cobrar existencia, se
surgen los seres, muchos surgen por error.
hacen realidad, por orden creciente de dignidad
que culmina en el hombre, como rey de la
creación.
Algunos seres son fruto del pretendido
Dios califica la obra como “buena”, en si es
,poder de los dioses y resultan de “horrible
perfecta y querida por él.
aspecto”
La verdad en la creación es tan importante para toda la vida humana que Dios, en su ternura, quiso
revelar a su pueblo todo lo que es saludable conocer a este respecto. Dios revelo progresivamente a Israel
el misterio de la creación.
Este proceso de “ir descubriendo la verdad” al pueblo de Dios le llevo siglos, hasta que lo pusieron por
escrito. Y cuando lo hicieron, se valieron de los recursos literarios de la época. Por eso, el libro del
Génesis, en donde se desarrolla con mayor detalle este tema, tiene un lenguaje científico de hoy.
El autor sagrado pretende señalar en el Génesis, no es presentar una enseñanza científica sobre el
mundo, sino enseñar una verdad salvífica bajo unos lenguajes populares, comprensibles a la gente de
entonces. Siempre en la Sagrada escritura debemos distinguir las verdades del texto con la forma o ropaje
literario con las que la enseña, adecuada para las personas de su tiempo.

En las Sagradas Escrituras hay dos Relatos de la Creación: Génesis 1 y Génesis 2. El génesis 1 es
más nuevo que el 2, porque salió a la luz más tarde debido a las persecuciones y guerras que sufrían los
cristianos.
Son relatos teológicos, (no es literal). Fueron escritos después del Exilio. Luego de éste
acontecimiento, el pueblo de Israel se da cuenta que a Dios también lo pueden encontrar en otro lugar, en
todos lados, y que Dios no es sólo su Dios sino el de todos (porque antes le rendían culto a Dios sólo en
esas tierras).
Los relatos del Génesis explican lo que nos quisieron transmitir los autores de las Sagradas Escrituras
(de Dios).
Génesis, Capítulo 1: yahvistas.
El primer relato es como un poema, y tiene un orden que va día por día. Es como un himno, porque
hay frases que se repiten: “Dios dijo”, “Y así fue”, “Y vio que era bueno”, “atardecer y amanecer”, “Día 1, 2,
3, 4, 5”. Es una estructura que se repite, con una especie de simetría (en hebreo tiene más sentido, en
español no tiene el mismo impacto poético); se pensó en el orden, “el orden de la creación”.
Dios crea con su palabra, “idea”, y ella concreta y materializa, tiene el poder de crear y sostener. Las
cosas son porque Dios quiere y lo que Él sostiene que sea. “Porque yo soy tú Dios, lo digo y lo hago”.
En este primer relato, la imagen de Dios se refleja en la pareja humana: varón y mujer. Dios no es
solitario, es una comunidad de personas. Y así se produce el reflejo de Dios: en la unidad de la naturaleza,
y en la diferencia de personas.
Este primer relato refleja las ideas de La Patrística, (de San Agustín, por ejemplo).

Génesis, Capitulo 2: elohistas.


Este es el relato que utiliza Jesús para explicarles a los fariseos el tema del divorcio, y la razón que da
para que no puedan divorciarse es “porque el hombre no puede separar lo que Dios unió”. (Se utiliza para
hablar de la no separación, el no divorcio, en el matrimonio).
Cambia el género literario respecto del relato 1; el 1 es poesía, en cambio en el 2 es narración. El
problema de este relato es que el hombre está solo. No había frutos, porque tampoco Dios había hecho
llover.
En el Gn 2, se presenta un Dios artesano, que “con barro y con su aliento, crea al hombre, y a la mujer
de la costilla de éste” (y juntos, son la misma carne, cuando se unen). Dios los bendice, hombre y mujer,
juntos, no solos o por separado. Es más, dice “que no es bueno que el hombre esté solo”.
La idea de ser creados del barro es una metáfora, ya que Dios crea de la nada misma, no necesita el
barro. Pero significa, a su vez, la idea de “sois polvo, y al polvo volvierais”.
Esta idea de que todo está en función del hombre también existe en el Génesis, Capítulo 1. El hombre
le da nombre a todo porque Dios se lo permite, y así genera dominación. El hombre tiene una dignidad
superior, no es como todas las otras creaciones.
El hombre se sentía solo, porque no era igual a Dios. “No es bueno que el hombre esté solo”, y crea a
todos los animales y luego de no encontrar a ninguna creación igual a él, Dios crea a la mujer (de la
costilla, implicando que tienen la misma naturaleza, que son iguales), y completa la creación.

El Gn 2, (que cronológicamente es el primero), todavía no se hablaba de imagen y semejanza, pero


en el Gn 1, sí (prueba de una maduración de la fe).

En el primer capítulo del Génesis, “ha-‘adam” significa “Adam”, pero en el sentido de hombre y mujer,
habla en plural, implica “humanidad”; en Capítulo 2 del Génesis, Es “‘adam”, hablando de hombre, implica
“varón” (no un conjunto).
El hombre colabora con la Creación. Toda ella está en base al hombre, porque es el único que
glorifica a Dios.

La Creación ex nihlo.
La expresión creatio ex nihilo, hace referencia a aquello que se crea a partir de la nada. La creatio ex
nihilo es una doctrina fundamental en las religiones abrahámicas. Afirma que Dios creó el mundo
libremente de la nada -de ninguna materia, espacio o tiempo preexistentes.
Dios crea “de la nada”.
Creemos que Dios no necesita nada preexistente ni ninguna ayuda para crear. La creación tampoco
es una emanación necesaria de la substancia divina. Dios crea libremente "de la nada:
« ¿Qué tendría de extraordinario si Dios hubiera sacado el mundo de una materia preexistente? Un
artífice humano, cuando se le da un material, hace de él todo lo que quiere. Mientras que el poder de Dios
se muestra precisamente cuando parte de la nada para hacer todo lo que quiere» (San Teófilo de
Antioquía).
La fe en la creación "de la nada" está atestiguada en la Escritura como una verdad llena de promesa y
de esperanza.
Puesto que Dios puede crear de la nada, puede por el Espíritu Santo dar la vida del alma a los
pecadores creando en ellos un corazón puro (cf. Sal 51,12), y la vida del cuerpo a los difuntos mediante la
Resurrección. Él "da la vida a los muertos y llama a las cosas que no son para que sean" (Rm 4,17). Y
puesto que, por su Palabra, pudo hacer resplandecer la luz en las tinieblas (cf. Gn 1,3), puede también dar
la luz de la fe a los que lo ignoran (cf. 2 Co 4,6).

Características de la Creación: libertad, orden y providencia.


La creación es el primer acto de salvación; demuestra el amor que tiene Dios con los hombres, y lo
hace para que todos participen de su bondad. El hombre, para ser feliz, necesita conocer a Dios.
Orden: La Creación es ordenada, sistemática. Dios trabaja seis días y el séptimo día descansa; es
decir está creada para que el hombre también en el séptimo día, dé culto a Dios. El hombre refleja a Dios
en este sentido.
La Creación es la acción espontánea de un Dios todo poderoso, que actúa sobre un plan determinado
en favor del hombre, al que creó a su imagen. Dios hace partícipe al hombre de la creación para mostrar
su bondad, por medio de la capacidad que le otorga para reconocerlo y que alcance la plena felicidad y lo
glorifique.
Como Dios crea con sabiduría, la Creación está ordenada; busca que el hombre tenga una relación
personal con Dios. Nuestra inteligencia, gracias a la luz del Entendimiento divino, puede entender lo que
Dios nos dice por su Creación. La creación es como la herencia que Dios nos da.
Libertad: Dios es infinitamente más grande que todas sus obras: “su majestad es más alta que los
cielos”, “su grandeza no tiene medida”. Pero porque es el Creador soberano y libre, causa primera de todo
lo que existe, está presente en lo más íntimo de sus criaturas.
Dios también mantiene y conduce la Creación; reconocer esta dependencia completa con respecto al
Creador es fuente de sabiduría y libertad.
“Los hombres, criaturas inteligentes y libres, deben caminar hacia su destino último por elección libre y
amor de preferencia. Por ello pueden desviarse. De hecho, pecaron. Y fue así como el mal moral entró en
el mundo, incomparablemente más grave que el mal físico. Dios no es de ninguna manera, ni directa ni
indirectamente, la causa del mal moral. Sin embargo, lo permite, respetando la libertad de su criatura, y,
misteriosamente, sabe sacar de él el bien.”
Dios nos crea libres, para transformarnos nosotros mismos en aquello que queremos ser, siendo esto
limitado por el pecado, pero Dios nos da las herramientas para superarlo
Divina providencia: La creación tiene su bondad y perfección, pero no salió completamente lista de
las manos del Creador. Sino que tiene que alcanzar una perfección última; y llamamos “Divina
Providencia” a las disposiciones por las que Dios conduce la obra de su Creación hacia esta perfección.
La divina providencia es concreta e inmediata, tiene cuidado de todo, desde lo más pequeño hasta
acontecimientos muy importantes en la historia. Las Sagradas Escrituras afirman con firmeza la soberanía
absoluta de Dios en todos los acontecimientos.

Bonus de la clase de Mateo:


¿Qué es el alma?: es el principio de la vida. Las plantas tienen alma vegetativa (crecer, reproducirse),
sin eso, no tendrían vida, no se podrían mover. Los animales tiene alma sensitiva (no tienen capacidad de
pensar).
¿Qué es el amor? Hacerle un bien a alguien, por más que sea un “enemigo”.
UNIDAD N° 6.
EL ESPÍRITU SANTO.
Creo en el espíritu santo.
Nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el espíritu de Dios. El espíritu nos hace conocer a Cristo, su
verbo, su palabra viva, pero no se revela a sí mismo.
Al Espíritu lo conocemos en la obra mediante la cual nos revela el verbo y nos dispone a recibir al
verbo en la fe. Solos los que creen en cristo lo conocen porque el mora en ellos.
La Iglesia es el lugar de nuestro conocimiento del Espíritu Santo:
 En las escrituras que él ha inspirado;
 En la tradición;
 En el magisterio de la Iglesia;
 En la oración en la cual el intercede por nosotros;
 En (carismas) y misterios mediante los que se edifica la iglesia;
 En signos de vida específica y misionera;
 Testimonio de los santos donde Él manifiesta su santidad y continua la obra de la salvación.

La misión conjunta del Hijo y el Espíritu.


Aquel al que el Padre ha enviado a nuestros corazones, el espíritu de su hijo, es realmente Dios.
Cuando el Padre envía su verbo, envía también su aliento: misión conjunta en la que el hijo y el Espíritu
Santo, son diferentes pero inseparables. Cristo es quien se manifiesta, imagen visible de Dios invisible,
pero es el espíritu santo quien lo revela.
Jesús es Cristo “ungido” porque el espíritu es su unción y todo lo q sucede a partir de la Encarnación
emana de esa plenitud. Por medio de Jesús, el verbo, se envía al espíritu en lo q creen en él. La noción de
la unción establece q no hay ninguna distancia entre el Hijo y el Espíritu.

El Espíritu Santo en la Sagrada Escritura.


El espíritu y la palabra de Dios en el tiempo de las promesas.
La misión conjunta del Verbo y del Espíritu del Padre permanece oculta pero activa. El AT revela lo
que el Espíritu habló por los profetas y quiere decirnos acerca de Cristo. Se llama Profetas a todos los que
fueron inspirados por el ES (tanto en el AT como en el NT).

Sinópticos y hechos.
El Espíritu es el inspirador de los profetas. Esta actuación se contempla como referida ya a Jesús
puesto que de Él es el anuncio profético.
En el libro de los Hechos de los Apóstoles, el ES juega un papel esencial. El Espíritu Santo es el don
prometido por Dios para los últimos tiempos. El ES será para los apóstoles el don que les habilitará para el
testimonio en favor de Jesús. La escena del día de Pentecostés marca el comienzo de la predicación
apostólica y es seguida por otros semejantes en los que también el ES se muestra por sus efectos visibles:
por la acción del ES se hace universal la predicación de los apóstoles.
Así el ES acompaña y precede la acción evangelizadora. El ES asiste a los apóstoles en su función de
guiar a la Iglesia, envía a predicar a un lugar, e impide que vayan a otros.
El Espíritu Santo es por consiguiente el que guía a la Iglesia, a los apóstoles y a los demás discípulos
en la predicación y el testimonio de Jesús. Sin su acción no se hubiera llevado a cabo la obra
evangelizadora de la Iglesia.
También la acción del ES se manifiesta en la procreación de las maravillas de Dios.
Los escritos de Juan.
El ES está referido a Jesús según el NT porque Jesús ha resucitado y ascendido a la derecha del
Padre y porque todos sus efectos en la Iglesia y en el hombre hacen referencia a Jesús. El Espíritu
constituye el cuerpo de Cristo, impulsa la predicación y el testimonio de Jesús, nos hace vivir la vida de los
hijos de Dios, nos configura con Cristo.
Dios nuestro salvador quiere que todos los H se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Porque
hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los H = Cristo Jesús, que se entregó a sí mismo en
rescate de todos.
Jesús ha realizado todas sus obras con la presencia del ES y la salvación llega a los H x la acción del
mismo Espíritu.
El Espíritu Santo:
 Universaliza la obra de Cristo para todos los tiempos y lugares.
 Actualiza la obra de Cristo.
 Interioriza la obra de Cristo en el hombre.
 Su acción no tiene fronteras.

En la creación. La Palabra de Dios y su soplo están en el origen del ser y de la vida de toda criatura. En
cuanto al hombre, Dios lo formó con sus propias manos.
El espíritu de la promesa. Desfigurado por pecado y por la muerte, el hombre continúa siendo a imagen
de Dios, a imagen del Hijo pero privado de la gloria de Dios, privado de la “semejanza”.
El Hijo asumirá la imagen y la restaurará en la semejanza con el padre devolviendo la Gloria, El Espíritu q
da la vida. Dios promete a Abraham una descendencia como fruto de la Fe y del poder del ES. Esa
descendencia será Cristo en quien el ES formará la unidad de los Hijos de Dios dispersos.
En las teofanías y en la ley. Las Teofanías (manifestaciones de Dios) iluminan el camino de la promesa,
en estas Teofanías el verbo de Dios se dejaba ver y oír, a la vez revelada y cubierto por la nube del ES. La
Ley fue dada para conducir al pueblo hacia Cristo.
En el reino y en el exilio. La ley habría debido regir el corazón y las instituciones del pueblo salido de la
Fe de Abraham. Pero sucumbe la tentación de convertirse en un Reino como las demás naciones, el reino
objeto de la promesa hecha a David será obra del ES; pertenecerá a los pobres según el Espíritu.
El olvido de la Ley y la infidelidad a la alianza llevan a la muerte. Es necesario q el pueblo de Dios sufriese
una purificación. El exilio lleva ya la sombra de la Cruz en el designio de Dios y el resto de los pobres que
vuelven del exilio, es unas de las figuras más transparentes de la Iglesia
La espera del Mesías y de su Espíritu. Dos Líneas proféticas: La espera del Mesías y El anuncio de un
Espíritu nuevo. Ambas líneas convergen en el pueblo de los pobres. Cristo Inaugura el anuncio de la
Buena Nueva. Los textos proféticos que se refieren directamente al envió del ES son oráculos en los q
Dios habla al corazón de su pueblo, con amor y de la fidelidad. El espíritu del señor renovara el corazón de
los hombres, probando en ellos una ley nueva. Transformara la primera creación y Dios habitara en ella
con los hombres en la Paz. El pueblo de los pobres son los q esperan la justicia del Mesías, esto es la
gran obra de la misión escondida del ES. El pueblo purificado e iluminado por el Espíritu. En estos pobres,
el Espíritu prepara para el señor un pueblo bien dispuesto.
El Espíritu de Cristo en la plenitud de los tiempos. Juan: Precursor-Profeta y Bautista. Juan lleva el
Espíritu Santo desde el seno de su madre por obra de Cristo. En juan, el Precursor, El ES culmina la obra
de preparar al sector de un Pueblo bien dispuesto. Juan es más q un Profeta. En él, el ES consuma el
hallar por los profetas, es la voz del consolador q llega. Con Juan el Bautista, el ES inaugura lo q realizara
con y en Cristo: Volver a dar al hombre la semejanza divina. El Bautismo de Juan era para el
arrepentimiento, el del agua y el del espíritu será un nuevo nacimiento
Alégrate, llena de gracia. María la Santísima madre de Dios, la siempre virgen, es la obra maestra de la
misión del Hijo y del ES. María es Trono de la sabiduría. El ES preparo a María con su gracia. El también
en María realiza el designio benevolente del Padre. La Virgen concibe y da a luz al Hijo de Dios por obra
del ES. En María el ES manifiesta al Hijo del Padre hecho hijo de la Virgen. Por medio de María el ES
comienza a poner en comunión con Cristo a los hombres, objeto del amor benevolente de Dios. Al término
de esta unión del espíritu, María se convierte en la mujer, nueva Eva.
Cristo Jesús. El Hijo es el ungido del Padre desde su encarnación. Toda la obra de Cristo es misión
conjunta del Hijo y del ES. Jesús no revela plenamente el ES hasta que El mismo no ha sido glorificado
por su muerte y su resurrección. Cuando llega la hora en que Jesús va a ser glorificado, promete la venida
del ES. Llegada la hora de Jesús, entrega su espíritu en las manos del Padre. Resucitando entre los
muertos por la gloria del Padre, da a sus discípulos el ES exhalando sobre ellos su aliento. A partir de esta
hora, la misión de Cristo y del ES se convierte en la misión de la Iglesia.
Los apelativos del Espíritu Santo.
Jesús, cuando anuncia y promete la Venida del Espíritu Santo, le llama el "Paráclito", literalmente
"aquel que es llamado junto a uno", advocatus (Jn 14, 16. 26; 15, 26; 16, 7). "Paráclito" se traduce
habitualmente por "Consolador", siendo Jesús el primer consolador (cf. 1 Jn 2, 1). El mismo Señor llama al
Espíritu Santo "Espíritu de Verdad" (Jn 16, 13).
Además de su nombre propio, que es el más empleado en el libro de los Hechos y en las cartas de los
Apóstoles, en San Pablo se encuentran los siguientes apelativos: el Espíritu de la promesa (Ga 3, 14; Ef 1,
13), el Espíritu de adopción (Rm 8, 15; Ga 4, 6), el Espíritu de Cristo (Rm 8, 11), el Espíritu del Señor (2
Co 3, 17), el Espíritu de Dios (Rm 8, 9.14; 15, 19; 1 Co 6, 11; 7, 40), y en San Pedro, el Espíritu de gloria
(1 P 4, 14).
El Espíritu Santo en el Antiguo Testamento. 1. Sentido del término. El sentido primitivo de la palabra
«espíritu» (en latín spiritus, en griego pneuma, en hebreo rúah), parece ser el de «viento», aire en
movimiento; aunque muy pronto en la Antigüedad aparece el sentido, trasladado ya, al «aliento»
respiratorio; de aquí naturalmente pasa a significar la «fuerza vital», el alma que se manifiesta a través de
la respiración. Y, finalmente, como esa fuerza vital se contrapone, en su espiritualidad, al cuerpo que
anima y mueve, de aquí que hoy el concepto de «espíritu» (v.) se asocie en nuestra mente a lo espiritual,
en cuanto inmaterial y contrapuesto a lo corporal. Así unas veces aparece la palabra «espíritu» como
fuerza vital y como principio de la misma vida: «...yo exterminaré toda carne que tiene aliento (=rúah) de
vida...» (Gen 6,17). En el relato del Diluvio se dice plásticamente que perece «todo lo que tiene aliento en
las narices» (Gen 7,22). Siendo la respiración la señal de la vida, ésta comienza cuando se infunde el rúah
(Ez 37,8-10).  
Pero lo más característico del modo de hablar del A. T. es que este aliento es infundido por Dios; y
además a modo de comunicación participada de su propio aliento, de su propio espíritu. El Génesis nos
presenta a Yahwéh modelando el barro, y luego soplando en sus narices el «aliento de vida» ... «y el
hombre se convirtió en ser viviente» (Gen 2,7). Job decía expresivamente: «Mientras me reste un soplo de
vida; mientras el aliento de Yahwéh pase por mis narices, mis labios no dirán la falsedad» (lob 27,3). Por
eso, si Dios retira su «aliento», el hombre muere: «Si Yahwéh atrayere a sí su soplo; si concentrare en sí
su aliento, toda carne expiraría en un momento; y el hombre volvería al polvo» (Iob 34,14-15). Si la
respiración es signo de vida, también lo es de los sentimientos vitales que repercuten en la forma de
respirar, tranquila o acelerada. Por eso el «espíritu» toma ahora significación simbólica de sentimientos
interiores: el hombre «des-animado» queda sin aliento (los 2;11; 5,1); y el soberbio es «alto de espíritu»
(Prv 16,18). La tristeza naturalmente abate el espíritu. En el A. T. aparece la contraposición entre «carne»
y «espíritu». Y, aunque no sería exacto entenderla de un modo filosófico, indudablemente llevaba a una
distinción neta entre ambas, en la cual, la «carne» designaba toda la debilidad humana perecedera, y el
«espíritu», aquella fuerza vital que religa al hombre con Dios (v. ESPÍRITU III). Es esto lo único que puede
afirmarse respecto de la naturaleza del rúah en el A. T.
2. El Espíritu de Yahwéh. Pero consideremos un poco más ese vocablo en relación directa con Dios.
Si el hombre tiene «espíritu», hemos dicho, es porque lo ha recibido, comunicado de Yahwéh. Es Dios,
pues, el autor y el origen de todo «espíritu». Pero esta palabra, en el A. T., comienza por ser uno de tantos
antropomorfismos, por los que Israel intentaba superar aquel su fuerte sentido de la trascendencia divina:
así como Yahwéh tiene brazo, mano, rostro y boca, así también, como ser viviente por excelencia, tiene
«Espíritu», que se halla presente, como una fuerza viva y siempre operante, en todo lo que realiza en el
mundo. Así, en la creación de las cosas, el E. de Yahwéh «planea» sobre el abismo informe, como para
darle movimiento y viva (Gen 1,2).
Al E. se le atribuyen las mismas funciones creadoras y eficaces que a la Palabra (v.). Y aun diríamos
que ésta no es más que una ulterior espiritualización de ese primer antropomorfismo, significado por el
rúah. Así «los cielos fueron hechos por su Palabra; y por el soplo de su boca todo lo que en ellos existe»
(Ps 32,6). «El Espíritu del Señor hinche el universo; y es El quien mantiene unidas todas las cosas» (Sap
1,7). Esa función unificadora que el estoicismo asignaba al Logos (v.), alma del mundo, es ahí atribuida al
E. de Yahwéh. Estando vitalmente en todas las cosas, el mismo E. designa también la omnipotencia y
omnisciencia divinas: «A dónde iré yo, lejos de tu Espíritu? ¿Dónde huiré yo lejos de tu rostro?» (Ps
139,7).
     Pero el espíritu de Yahwéh no es sólo una fuerza física y vital que crea y da vida a todas las cosas.
Aparece principalmente como una fuerza moral y espiritual que interviene sobre el hombre para moverle y
trasformarle en su ser y en sus acciones morales. Así es una fuerza que se apodera de ciertos hombres
elegidos para realizar en ellos acciones extraordinarias: el heroísmo de las grandes hazañas, la inspiración
en el obrar, la victoria inesperada, el éxtasis divinatorio, el consejo prudente, etc. Otras veces, más que
acción peculiar transitoria, se nos muestra «descansando», para comunicar una misión o un oficio
particular permanente. Así sobre Moisés (Num 11,17.25); sobre David (1 Sam 16,33); sobre Eliseo (2 Reg
2,9).
Especial interés ofrecen los textos en que el E. de Yahwéh descansa sobre el Rey mesiánico:
«...sobre él reposa el Espíritu de Yahwéh; Espíritu de sabiduría y de inteligencia; Espíritu de consejo y de
fortaleza; Espíritu de ciencia y de temor de Yahwéh» (Is 11,2). Lo mismo sobre el «Siervo de Yahwéh»
(v.): «...He aquí mi siervo, a quien yo sostengo; mi elegido el predilecto de mi alma; sobre 61 he puesto mi
Espíritu, para que lleve a las naciones la justicia» (Is 42,1). Los tiempos mesiánicos estarán marcados por
este signo escatológico de la efusión del E.: «Derramaré sobre vosotros un agua pura y seréis
purificados... Os daré un corazón nuevo, y pondré en vosotros un nuevo espíritu; arrancaré de vuestra
carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne; pondré mi Espíritu en vosotros y haré que
marchéis según mis leyes...» (Ez 36,25-27); «...yo derramaré mi Espíritu sobre toda carne. Y vuestros hijos
e hijas profetizarán; vuestros ancianos tendrán sueños, y vuestros jóvenes visiones. Lo mismo sucederá
hasta con vuestros esclavos, hombres y mujeres; porque en aquellos días, yo derramaré mi Espíritu» (Ioel
3,1-2). Es esto lo que pedía el salmista: «Oh Dios, crea en mí un corazón puro; restaura en mi pecho un
espíritu permanente; no me rechaces lejos de tu rostro; ni retires de mí tu santo Espíritu; concédeme el
gozo de tu salvación; y confirma en mí un espíritu generoso» (Ps 50,12-14). Esta realidad estupenda la
halla confirmada S. Pedro en el día de Pentecostés (Act 2,16; v.).
El «Espíritu», pues, aparece íntimamente unido siempre a Yahwéh, como una fuerza viva, poderosa y
operante. ¿Llega, sin embargo, el A. T. a entenderla como una verdadera hipóstasis; o por lo menos (al
igual de la Sabiduría), como una «hipostasización»? Algunas veces, el E. aparece «enviado»: «Envías tu
Espíritu, y son creados, renovando la faz de la tierra» (Ps 104,30). Otras veces, aparece destacando de
Yahwéh, como «dado» o «derramado» (Is 63,11;32,15; 43,3; Ez 39,29; Ioel 3,1); y hasta aparece como
genio o mediador de la revelación (Neh 9,30). Hay, pues, una cierta hipostasización que se explicaría
fácilmente por la mentalidad judía sumamente concreta y realista. Algún mayor acercamiento a la misma
«hipóstasis», lo tendríamos, cuando el E. de Yahwéh aparece animado de sentimientos, al parecer
personales. Así los israelitas, al rebelarse contra Moisés, contristaron «su Espíritu Santo» (Is 63,10). Otras
veces el E. «habla»: «El Espíritu de Yahwéh se expresa por mí» (2 Sam 23,2; Is 59,21).
El problema teológico, respecto a la Revelación del E. S. como Persona, creemos que es inútil
quererlo resolver a la sola luz del texto veterotestamentario. La sola exégesis literaria no alcanza más; y lo
único que se puede decir es que A. T. insinúa y prepara la revelación trinitaria del E. de Yahwéh. Se trata
de un problema más amplio que implica toda la relación de economía reveladora y salvadora entre ambos
Testamentos: Novum Testamentum in Vetere latet et Vetus in Novo patet (S. Agustín). Es indudable, para
nosotros, que, si en el ambiente religioso-cultural del A. T. no cabe una revelación propiamente trinitaria (y,
por tanto, los hagiógrafos del A. T. no sospecharon nada del dogma trinitario), nosotros tenemos por cierto
que, en el A. T. el E. S., autor de ambos Testamentos, se ha ya ofrecido preparando el camino revelador
para el N. T.
Una vez más, la respuesta verdadera a ésta y a otras cuestiones, parece ser ésta: en el A. T. existe
un verdadero sentido «intencional» por el que el E. S. aparece preparado para una revelación plena de su
ser como Persona trinitaria. Pero es inútil el intento de encontrar una teología trinitaria, ni del E. S., ni del
Hijo en los autores viejotestamentarios, que estaban necesariamente condicionados por su propio
ambiente. Pero es necesario igualmente añadir: una exégesis verdaderamente católica no debe reducirse
a una exégesis puramente literal (v. INTERPRETACIÓN II; EXÉGESIS).

B. En el Nuevo Testamento. l. Introducción. El concepto de «espíritu», en primer lugar continúa la


línea de significados del A. T. Pero es cierto también que le imprime nuevas intencionalidades y realidades
que debemos considerar. En primer lugar, es indudable que se va desprendiendo poco a poco de su
primitivismo antropomórfico, para alcanzar, si no propiamente un sentido filosófico, sí, al menos, un sentido
culto, no desprovisto de algunas influencias helenizantes. Lo esencial está, pensamos, en la insistencia en
su pervivencia en la otra vida (Le 8,55; 23,46; Act 7,59). Con ello se ha subrayado, además, una neta y
definitiva distinción con el cuerpo y su suerte futura (v. INMORTALIDAD). Esa pervivencia se coloca, o en
el cielo (Heb 12,23), o en el infierno (1 Pet 3,19). Esa clara distinción permite separar bien ambas
funciones, a veces contrarias: «El espíritu está pronto, pero la carne es débil» (Mt 26,41). Y así se puede
estar presente «en espíritu», y ausente «en el cuerpo» (1 Cor 5,3). Finalmente, es necesario destacar la
contraposición paulina entre «carne» y «espíritu» en una serie de textos bien determinados, en que el
«espíritu» (con minúscula) aparece en dependencia sobrenatural con el «Espíritu» (con mayúscula). Así,
vivir según la carne, produce la muerte; pero, mortificar las obras de la carne por el E., da la vida; ya que
«los que son impulsados por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios» (Rom 8,13; Gal 5,16-25). Por eso el
hombre espiritual (= pneumatikos) de S. Pablo (1 Cor 3,1) se contrapone tanto al simple hombre «animal»,
psichikos, o aun «carnal», sarkikos (v. ESPíRITU III).

2. El Espíritu Santo tercera persona de la Santísima Trinidad. Pero, en el N. T., tal como lo ha leído la
tradición cristiana, el término «Espíritu», sólo o acompañado del adjetivo «Santo», tiene un significado
especial hipostático, que hemos de exponer con brevedad, pero con la suficiente claridad. Naturalmente
sería inútil ir a buscar, también en el N. T., una especie de exposición dogmática trinitaria, elaborada al
modo de Nicea. En el N. T. el dogma trinitario aparece siempre en relación con la economía salvadora. Y
las Personas van apareciendo, tales y distintas, cuando se las ve relacionadas entre sí, en una procesión
de origen; y, cuando, al mismo tiempo, se las ve actuarse en el plano reservado a lo divino. Como, por otra
parte, es indiscutible el estricto monoteísmo (v.) del N. T., heredero del A. T., también en este punto, nos
encontramos inmediatamente con el siguiente dato: en el N. T. los textos nos descubren tres sujetos de
predicación de atributos divinos (v. DIOS Iv, 4), que se excluyen y se oponen en los nombres de que
significan origen. Esto aparta, ya en las mismas fuentes, todo modalismo (v.). Por otra parte, el estricto
monoteísmo (v. DIOS Iv, 7) impide multiplicar el Ser divino, de modo que resulte un verdadero «poli-
teísmo». De ahí que nos encontramos con la afirmación capital de esa unidad y pluralidad en Dios que
constituye el misterio de la Trinidad (v.); verdad sublime difícil de expresar sin traicionarla, y que la
tradición cristiana -y el Magisteriohan definido merced a los conceptos de «Persona» (con el que se
expresa esa dicha pluralidad) y de «Naturaleza» (con el que va expresada esa dicha unidad). Ambos
conceptos no se encuentran así, naturalmente, en la S. E.; pero la realidad que quieren expresar, se halla
en perfecto acuerdo real con el contenido subyacente. Advirtamos, desde ahora, que la evidencia de los
textos sobre el E. S., en cuanto Persona trinitaria, es natural que sea más difícil que para el Padre y el
Hijo. La razón es sencilla: la tercera Persona no ha tenido una manifestación visible tan por así decir
«plástica», como la segunda. Sus manifestaciones están más bien envueltas en una relación fluida de
movimiento y de fuerza que no puedci1 su~teiltarse, ni «sustantivarse» en un «sujeto» aparte, sino que
aparecen como dependientes del Padre y del Hijo. Vamos a ver, con todo, cómo, ya sea por la naturaleza
de su acción, ya por las relaciones que guarda con el Padre y el Hijo; ya porque aparece «connumerado»
con ellos; ya porque se les contrapone en relaciones personales de origen, debe ser entendido «tan
personalmente» como entendemos al Padre y al Hijo. Para estudiar estos puntos, sigamos los escritos
neotestamentarios.

      a) En los Sinópticos. El primer texto de factura tripartita nos lo ofrece el relato de la Anunciación (Le
1,26-36). que debe ser leído, no sólo desde una exégesis críticoliteral, sino en todo el contexto «teológico»
intentado claramente por el autor sagrado. En el bautismo de Cristo (Nlt 3,16-17; Me 1,10-11; Le 3,21-22;
lo 1,29-33), nos encontramos con una de las fórmulas tripartitas más notables. Pero, ¿lo es igualmente
desde un punto de vista trinitario? Algún autor (P. van Inschoot), ha querido reducir el significado del
«espíritu» que viene sobre Cristo, a una «virtud» divina, no a la misma persona del E. S. Sin embargo, el
contexto obliga a admitir que se trata de la misma tercera Persona divina; mucho más en la forma que
adopta ese texto en lo 1,29-33; ésta es desde luego la interpretación de la Tradición, y hoy la de la mayor
parte de los exegetas católicos. La fórmula trinitaria del Bautismo (Mt 28,19) es la fórmula clásica que
alimentará toda la Tradición posterior. En ese hebraísmo conocido de «en el nombre» se está indicando
exactamente la persona. Y, por lo demás, el artículo determinativo puesto a cada persona («del Padre, del
Hijo, del Espíritu Santo»), la iteración de la copulativa, hacen de este lugar una fórmula única de precisión
doctrinal (v. BAUTISMO II).
      b) En las Cartas paulinas: 1) somos templos del E. S.. del mismo modo que lo somos de Dios-
Padre (1 Cor 3,16-17; 6,19; 2 Cor 6,16; Eph 2,21-22). Por eso, S. Agustín argumentaría sencillamente: «Y,
¿cómo no va a ser Dios, si tiene templo?» (Enchiridion 56; Epistola 238,1). 2) Realiza funciones divinas.
Conoce los secretos de Dios (1 Cor 2,11); habita en nosotros como el Padre y el Hijo (2 Cor 6,16; Rom
8,10; Eph 3,16-17; 1 Cor 3,16; 6,19; cfr. lo 14,23). 3) Particularmente la santificación. Así nos une a Cristo
(Rom 8,9; 1 Cor 6,17-19; Eph 1,13); nos hace conocer a Dios y a las cosas divinas (1 Cor 2-10-16: Rom
8,6; Eph 1,17); nos hace resucitar como lo realiza el Padre (Rom 8,11; Col 6,7-8); y nos comunica la
adopción de hijos de Dios (Rom 8,14-15; Gal 4,6; Tit 3,4-6).

      Todo ello afirma la divinidad, la distinción de las otras dos Personas divinas aparece de varios modos,
uno de ellos par la connumeración tripartita e igualitaria en que aparece con las demás personas trinitarias.
Esto se advierte en las llamadas fórmulas trinitarias. Éstas son muchas (se han hallado más de 40); pero
algunas ofrecen serias dificultades para ser establecidas exegéticamente como tales. Escojamos
únicamente un grupo que se presta a menos discusiones entre los exegetas.
 La fórmula de saludo. «La gracia del Señor Jesucristo, el amor (agape) de Dios (Padre) / y la
comunión (koinonia) del Espíritu Santo / sean con todos vosotros» (2 Cor 13,13). Esta fórmula tripartita
reproduce, casi seguramente, una fórmula litúrgica, y era de uso tan frecuente en la comunidad primitiva,
que S. Pablo la emplea muchas veces (1 Thes 5,28; 2 Thes 3,18; etc.; también aparece en 1 Pet 1,2. La
misma frecuencia está indicando su venerable antigüedad. Y, como ha dicho J. Weis: «la Trinidad de las
fórmulas no es causa, sino efecto de la fórmula trinitaria divina que es corriente y familiar a Pablo; y que,
por consiguiente, es muy antigua».     
2a La fórmula de oración: «El Espíritu en persona se une a nuestro espíritu para atestiguar que somos
hijos de Dios» (Rom 8,16).
3a La Sabiduría del misterio, conocida por el Padre y el E. Santo (1 Cor 2,7-12).
4a El Padre, el Hijo y el E. Santo realizadores del misterio: «Bendito el Dios y Padre... que nos
predestinó para la adopción de hijos por Jesucristo... creyendo en el cual, fuimos configurados por el
Espíritu Santo prometido» (Eph 1,3-14).
5a La vida en el E. de Dios y de Cristo: «Pero vosotros no sois carnales, sino espirituales, puesto que
el Espíritu de Dios (Padre) habita en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, ése no le
pertenece» (Rom 8,9-11).
6a La oración del E. «Del mismo modo es el Espíritu Santo quien ayuda nuestra debilidad; puesto que
no sabemos orar como conviene; sino que es el mismo Espíritu quien pide por nosotros con gemidos
inenarrables, y el que escudriña los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, porque intercede por los
santos según Dios» (Rom 8,26-27).     
7a La adopción filial en el E. Son tres los textos principales en los que se manifiesta que la adopción
la realizan las tres Personas (Rom 5,1-5; 8,15-17; Gal 4,4-6).
8a El sello del E.: «Y Aquel (el Padre) que nos confirma, junto con vosotros, en el Cristo, y que nos ha
dado la unción, es Dios (Padre); el mismo que nos ha marcado también con su sello y ha puesto en
nuestros corazones las arras del Espírtu» (2 Cor 1,21-22).
9a La diversidad de dones y la unidad del donador: «Existe ciertamente diversidad de dones
espirituales, pero es el mismo Espíritu; y diversidad de ministerios, pero es el mismo Señor; y diversidad
de operaciones, pero es el mismo Dios quien opera todo en todos» (1 Cor 12,4-6)

La unidad en la diversidad: «...aplicaos a conservar la unidad del Espíritu por el lazo que es la paz. No
hay más que un solo cuerpo, y un solo Espíritu, así como no hay más que una sola esperanza, al término
de la vocación que habéis recibido; y un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo y un solo Dios y Padre
de todos, que está por encima de todos, que es para todos y que está en todos» (Eph 4,3-6).
La exégesis de estas fórmulas tripartitas lleva a la convicción de que toda la economía de la salvación
(es decir: sabiduría, santificación, revelación, carismas, unidad, bautismo, Iglesia, etc.) recibe una
contextura trinitaria. S. Pablo, de un modo funcional, considera esos tres agentes, no tanto en sí mismos
(como quien se detuviera a describir «lo que son»), cuanto en las funciones que realizan. Pero, por ello
mismo, está descubriendo una teologíá de base que no podría explicarse sino como una fe trinitaria.
     
      c) S. luan ofrece fórmulas particulares para connumerar al E. S. entre las Personas trinitarias; por más
que él mismo advirtiera que, antes de la glorificación de Cristo, la revelación del E. S. no podría ser
perfecta (lo 7,39).

Una fórmula trinitaria pudiera ser la del saludo de Apc 1,4-5. Los «siete» espíritus de que ahí se habla
probablemente se refieren a la multitud de dones que proceden del único E. En el Apocalipsis el E. habla a
las Iglesias (2, 7.11.17.29; 3,6.13.22); y se une a la Iglesia para hacerla clamar por la venida última
escatológica (Apc 22.17). Un texto interesante, si la exégesis acabara por ponerse de acuerdo, sería Apc
22,1, en donde del trono de Dios y del Cordero corre «un río de agua viva». ¿Sería ésta una imagen del E.
S., designado de tal modo por lo 7,38-39? Si así fuera, tendríamos un texto más Pero es en su Evangelio,
donde S. Juan destaca bien los para indicar la procesión del E. S., del Padre y del Hijo. nombres y la
naturaleza de la relación de la tercera Persona con el Padre y el Hijo. Hemos hablado ya de la
manifestación del E. en el bautismo de Cristo, que S. Juan no hace más que recordar (lo 1,32-33).

El nacer del E. (lo 3,5-6) y, sobre todo, la interpretación que hace S. Juan del «río de agua viva» (lo 7)
entendiéndolo del E. S., colocan a esta divina Persona en el centro de la santificación cristiana. Para S.
Juan se trata de una verdadera persona, a la que puede llamar hasta «otro» Paráclito (lo 14,15-17.25.26;
16,7-15). De este Paráclito se afirma: a) la misión del Padre (lo 14,15.17; 15,26). b) La misión del Hijo (lo
15,26; 16,7; 16,13-15). c) La inhabitación (lo 14-17). Por lo demás, el célebre texto de 1 lo 5,7, si no puede
atribuirse al mismo evangelista, pertenece a la Tradición primitiva que le estuvo más íntimamente unida:
«Tres son, pues, los que testimonian: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres están de acuerdo entre
sí», dice el texto. La glosa posterior aclara: «Porque son tres los que dan testimonio en el cielo: el Padre,
el Verbo y el Espíritu; y estos tres son uno. Y tres son los que testimonian en la tierra: el Espíritu, el agua y
la sangre y estos tres son uno».

Símbolos del Espíritu Santo.


Nombre propio del espíritu santo.
Espíritu Santo es el nombre propio de aquel que adoramos, el Padre y el Hijo. El termino Espíritu
traduce el termino hebreo “Ruah” en su primera acepción significa soplo/aire/viento.
Espíritu y Santo con atributos divinos comunes a las 3 personas divinas. Uniendo ambos términos
designan la persona inefable del Espíritu Santo.
A su vez, lo llaman de varias maneras en las Escrituras:
 Paráclito (abogado).
 Espíritu de la verdad.
 Espíritu de la promesa.
 De adopción.
 De Dios.
 Del Señor.
 De Cristo.
Citas Bíblicas:
 1CS 12,3.
 Ga 4,6.
 Rm 8,14.
 Rm 8,11.
 Jn 16,13.
 Gn 3,14.
 2CS 3,17.
 Rm 8,9.

Apelativos del Espíritu Santo.


Jesús cuando anuncia y promueve la venida del ES le llama “paráclito” que se traduce “consolador”
siendo Jesús el primer consolador. El mismo señor llama al ES igual espíritu de verdad; Espíritu de la
promesa; Espíritu de adopción; Espíritu de Cristo, Del señor, de Dios; Espíritu de Gloria.

Símbolos del Espíritu Santo.


o El AGUA: significativo en el bautismo; es signo sacramental del nuevo nacimiento. El agua bautismal
significa realmente que nuestro nacimiento a la vida divina se nos da en el ES. El Espíritu es el agua
viva que brota de cristo crucificado.
o La UNCIÓN hace referencia a la iniciación cristiano sacramental de la confirmación; La “Crismacion”.
La primera Unción es revelada por el ES a Jesús. Cristo significa Ungido del Espíritu de Dios.
o El FUEGO simboliza la energía transformadora de los actos del ES. La figura del Fuego del ES que
transforma lo q toca.
o La NUBE y la LUZ: La Nube revela al Dios vivo y salvador (tendiendo) a una relación. Estas figuras
son cumplidas con Cristo en el ES.
o El SELLO: Es Cristo a quien dios ha marcado con su sello. Indica el carácter indeleble de la unción del
ES en los sacramentos del Bautismo/Confirmación/Orden; esos 3 sacramentos tienen carácter
imborrable que no pueden ser reiterados.
o La MANO: Con las manos Jesús cura a los enfermos y bendice a los niños. Es el signo de la efucion
toda poderosa del ES.
o El DEDO: La ley de Dios ha sido escrita en tablas de piedra por el dedo de Dios. La carta de cristo
entregada a los apóstoles está escrita con el Espíritu de Dios Vivo en las tablas de carne del corazón.
o LA PALOMA: Al final del diluvio la Paloma soltada por Noé volvió con una rama, signo de que la tierra
era habitable de nuevo. También cuando Cristo sale del agua de su Bautismo el ES en forma de
paloma baja y se posa en Él.

La formulación de la fe en el Espíritu Santo.


Nadie puede decir: "¡Jesús es Señor!" sino por influjo del Espíritu Santo (1 Co 12, 3). "Dios ha enviado
a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama ¡Abbá, Padre!" (Ga 4, 6). Este conocimiento de fe no
es posible sino en el Espíritu Santo. Para entrar en contacto con Cristo, es necesario primeramente haber
sido atraído por el Espíritu Santo. Él es quien nos precede y despierta en nosotros la fe. Mediante el
Bautismo, primer sacramento de la fe, la vida, que tiene su fuente en el Padre y se nos ofrece por el Hijo,
se nos comunica íntima y personalmente por el Espíritu Santo en la Iglesia:
El Bautismo «nos da la gracia del nuevo nacimiento en Dios Padre por medio de su Hijo en el Espíritu
Santo. Porque los que son portadores del Espíritu de Dios son conducidos al Verbo, es decir al Hijo; pero
el Hijo los presenta al Padre, y el Padre les concede la incorruptibilidad. Por tanto, sin el Espíritu no es
posible ver al Hijo de Dios, y, sin el Hijo, nadie puede acercarse al Padre, porque el conocimiento del
Padre es el Hijo, y el conocimiento del Hijo de Dios se logra por el Espíritu Santo» (San Ireneo de
Lyon, Demonstratio praedicationis apostolicae, 7: SC 62 41-42).
El Espíritu Santo con su gracia es el "primero" que nos despierta en la fe y nos inicia en la vida nueva
que es: "que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo" (Jn 17, 3). No obstante,
es el "último" en la revelación de las personas de la Santísima Trinidad. 

El Espíritu Santo, el don de Dios.


Dios es amor, éste es el 1° don.
Este amor Dios lo ha demostrado en nuestros corazones por el ES que nos ha sido dado. El 1° efecto
del don del Amor es la remisión de nuestros pecados. Amar como Él nos ha amado. Es el principio de la
ola nueva en Cristo.
Por el ES se nos concede la entrada en el paraíso; se nos da la confianza de invocar a Dios como
Padre.
El espíritu donde el padre y de Jesús resucitado.
Dios envió a nuestros corazones el espíritu de su hijo. Este envió del espíritu no se explica sin la
glorificación del Hijo y culmina en la resurrección. Jesús en su resurrección recibe el espíritu en plenitud.
Jesús, el Hijo enviado al mundo es la fuente del Espíritu para los hombres. La acción del Espíritu
sobre los personajes que intervienen en el evangelio de la infancia es posibilitada por la venida al mundo
de Jesús. Es una presencia ocasional sobre personas determinadas, una acción puntual del espíritu. La
venida del Espíritu es el cumplimiento de la promesa, y se atribuye a Dios Padre. Con la resurrección y
ascensión del Señor ha llegado el momento de la efusión universal del Espíritu.
El Espíritu es visto como el Don escatológico que además de impulsar la evangelización, y da la
alegría de la alabanza a Dios. El Don del Espíritu es consecuencia de la glorificación de Jesús en su
humanidad. Al Espíritu abran de recibirlo quienes creyeron en Jesús. El Espíritu estará presente en Jesús
durante el tiempo de su vida mortal pero hasta su glorificación no está para ser dado.
El Espíritu procede del Padre pero lo enviara Jesús. No se puede por lo tanto olvidar la intervención
de Jesús en la efusión del ES. Es Jesús resucitado el que da el Espíritu. Con el Don del ES como
consecuencia de la glorificación de Jesús se da una novedad en la acción del Espíritu. Nuestro salvador,
después de la resurrección dijo “recibid el ES”.
En la antigua Iglesia habita una conciencia no solo de la sucesión temporal sino también de la relación
interna que existe entre la resurrección de Jesús y el Don del ES. Las dos misiones están unidas
intrínsecamente.
El don del Espíritu y sus efectos después de la resurrección de Jesús.
La denominación ES con la cual designamos habitualmente a la tercera persona de la trinidad es una
novedad del NT.
Carácter personal del ES según el NT: No hay que atribuir al ES un ser personal.
El Padre y el Hijo revelados por el Espíritu.
Antes de su Pascua, Jesús anuncia el envío de "otro Paráclito" (Defensor), el Espíritu Santo. Este, que
actuó ya en la Creación y "por los profetas", estará ahora junto a los discípulos y en ellos, para enseñarles
y conducirlos "hasta la verdad completa". El Espíritu Santo es revelado así como otra persona divina con
relación a Jesús y al Padre.
El origen eterno del Espíritu se revela en su misión temporal. El Espíritu Santo es enviado a los
Apóstoles y a la Iglesia tanto por el Padre en nombre del Hijo, como por el Hijo en persona, una vez que
vuelve junto al Padre (cf. Jn 14,26; 15,26; 16,14). El envío de la persona del Espíritu tras la glorificación de
Jesús (cf. Jn 7,39), revela en plenitud el misterio de la Santa Trinidad.

El Espíritu Santo en la vida del cristiano.


Corpus paulinum.
(Se suelen llamar “corpus paulinum” al grupo de cartas atribuidas a San Pablo).
El Espíritu de Jesús nos da la posibilidad de dirigirnos a Dios con la palabra que Jesús usó. Solamente
si somos guiados por el Espíritu de Dios podemos ver y vivir como hijos de Dios. El ES, Espíritu de Jesús
crea en nosotros la actitud de filiación, el espíritu de hijos adoptivos. La filiación lleva consigo la herencia,
dado que el Hijo y por lo tanto el heredero propiamente es solo Jesús, nosotros somos coherederos suyos.
El Espíritu se adquiere por la fe, es el que nos hace conocer a Dios. El ES garantiza la recta
comprensión de la palabra de Dios, revelado x Cristo. El Espíritu es el principio de la vida en Cristo.
Dios dándonos el ES ha infundido en nosotros el amor, se trata del amor con que Dios nos ama. El
Espíritu se nos da en el bautismo; y Él obra en el hombre desde el interior de nuestro ser porque habita en
nosotros.
El Espíritu es el don de Dios por excelencia; la presencia del Espíritu en cada uno de nosotros se
pone en relación con el respeto que a cada uno ha de merecer su propio cuerpo, su propio ser. Nuestro
cuerpo es el templo del ES. Por ello la acción del único Espíritu crea la unidad de la Iglesia.

Apuntes de clase: En el Bautismo recibimos la vida de los hijos de Dios (los no bautizados son hijos,
en cuanto a seres creados), y nos convertimos en hijos adoptivos de Dios. El Espíritu Santo, mediante el
Bautismo, nos da gracia (del hijo), y se recibe en la Iglesia (este acto nos abre las puertas de la Iglesia). El
ES, en el Bautismo, hace a la Iglesia; es el que dirige la Iglesia.

El Espíritu Santo y la Iglesia.


El espíritu y la Iglesia en los últimos tiempos.
Pentecostés: el día de pentecostés es al término de las 7 semanas pascuales. La pascua de Cristo se
consuma con la efusión del ES que se manifiesta como persona divina. En este día se revela
plenamente la Santísima Trinidad. Desde ese día el Reino enunciado por Cristo está para todos los que
creen en Él.
El Espíritu Santo y la Iglesia.
La misión de Cristo y del ES se realiza en la Iglesia, cuerpo de Cristo y templo del ES. El Espíritu
Santo prepara a los hombres, los promueve por su gracia para atraerlos hacia Cristo.
La unión de la Iglesia es su sacramento. Ha sido enviada para enunciar y dar testimonio, actualizar y
extender el misterio de la misión de la Santísima Trinidad.
Por medio de los sacramentos de la Iglesia, Cristo comunica su espíritu, Santo y santificador a los
miembros de su cuerpo.

La Iglesia, comunión viviente en la fe de los Apóstoles que ella transmite, es el lugar de nuestro
conocimiento del Espíritu Santo:
 en las Escrituras que Él ha inspirado;
 en la Tradición, de la cual los Padres de la Iglesia son testigos siempre actuales;
 en el Magisterio de la Iglesia, al que Él asiste;
 en la liturgia sacramental, a través de sus palabras y sus símbolos, en donde el Espíritu Santo nos
pone en comunión con Cristo;
 en la oración en la cual Él intercede por nosotros;
 en los carismas y ministerios mediante los que se edifica la Iglesia;
 en los signos de vida apostólica y misionera;
 en el testimonio de los santos, donde Él manifiesta su santidad y continúa la obra de la salvación.

Conclusión:
 La revelación del misterio de Dios es una inserción del H en la vida divina.
 La revelación de Dios trino acontece con palabras y con el envío al mundo x parte del Padre a su hijo y
del Espíritu.
 Las 2 misiones no son independientes entre sí, sino que están íntimamente relacionadas. Son dos
momentos inseparables de la realización del designio salvífico de Dios.
 El NT y la Tradición de la Iglesia fundados en la vida, muerte y resurrección de Jesús, de que Él es el
hijo de Dios venido a este mundo. Pero Jesús no es solamente el Hijo de Dios encarnado, sino que
también el portador del Espíritu. Sobre Jesús que es personalmente el hijo ha actuado el Espíritu. Por la
acción del Espíritu, Jesús se ha entregado a la muerte y ha resucitado. La iniciativa es últimamente del
Padre.
 El Padre con la intervención del Espíritu Santo es el agente principal de la resurrección de Jesús. El
Espíritu es enviado por el Padre y por el Hijo. Jesús resucitado participa plenamente de su vida. Jesús
envía el ES que recibe también del Padre.
 El Espíritu que Jesús da es el suyo. En el sentido de que viene de él, una vez resucitado, es decir es el
que actúa sobre Él. El hijo de Dios se ha hecho H para que los H pudiéramos llegar a ser hijos de Dios.
 La salvación que el Padre quiere otorgar a los H se realiza mediante Cristo y x la acción del ES.
UNIDAD N° 7.
ANTROPOLOGÍA TEOLÓGICA.
El hombre creado a imagen y semejanza de Dios.
El hombre ocupa un lugar único en la creación: “está hecho a imagen de Dios”; en su propia
naturaleza une el mundo espiritual y el mundo material. Dios establece al hombre en amistad con él. Solo
el hombre es capaz de conocer y amar a su Creador; y está llamado a participar, por el conocimiento y el
amor, en la vida de Dios. Ese es su fin.
Por haber sido hecho a imagen de Dios, el ser humano tiene la dignidad de persona; y es llamado a
una alianza con su Creador, a ofrecerle una respuesta de fe y de amor que ningún otro ser puede dar en
su lugar. Dios creó todo para el hombre.
La persona humana es un ser corporal y espiritual. El hombre tiene alma, que es el principio espiritual
en el hombre y por eso es imagen de Dios. El cuerpo participa de la dignidad de la ‘imagen de Dios’, el
cuerpo está animado por el alma espiritual. Gracias al alma espiritual, la materia que integra el cuerpo es
un cuerpo humano y viviente. El alma es creada por Dios y es inmortal.
La diferencia entre imagen y semejanza de Dios:
Todos fuimos creados a imagen de Dios (y esto nos da la dignidad, y no se pierde por el pecado). Es
algo fijo. Pero podemos ser más o menos semejantes a Dios: si actuamos bien, somos más semejantes a
Dios; si actuamos mal, somos menos semejantes a Dios. La semejanza se construye, según nuestra
libertad, con nuestras decisiones cotidianas.
Todo hombre es imagen de Dios, no sólo el alma espiritual, sino la capacidad de conocer y de amar
(características propias del hombre). El cuerpo también es imagen de Dios.
El espíritu es el principio de vida (el alma sola no es el hombre en el Día de la Resurrección, es una
resurrección con cuerpo).
Características del hombre según la Revelación.
Dios ha creado al hombre racional confiriéndole la dignidad de una persona dotada de la iniciativa y
del dominio de sus actos. “Quiso Dios “dejar al hombre en manos de su propia decisión” (Si 15,14.), de
modo que busque a su Creador sin coacciones y, adhiriéndose a Él, llegue libremente a la plena y feliz
perfección” (GS 17):
«El hombre es racional, y por ello semejante a Dios; fue creado libre y dueño de sus actos»
(San Ireneo de Lyon, Adversus haereses, 4, 4, 3).

El hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, teniendo como características:


 La libertad.
 La racionalidad.
 La voluntad.

La libertad es el poder, radicado en la razón y en la voluntad, de obrar o de no obrar, de hacer esto o


aquello, de ejecutar así por sí mismo acciones deliberadas. Por el libre arbitrio cada uno dispone de sí
mismo. La libertad es en el hombre una fuerza de crecimiento y de maduración en la verdad y la bondad.
La libertad alcanza su perfección cuando está ordenada a Dios, nuestra bienaventuranza.
Hasta que no llega a encontrarse definitivamente con su bien último que es Dios, la libertad implica la
posibilidad de elegir entre el bien y el mal, y por tanto, de crecer en perfección o de flaquear y pecar. La
libertad caracteriza los actos propiamente humanos. Se convierte en fuente de alabanza o de reproche, de
mérito o de demérito.
En la medida en que el hombre hace más el bien, se va haciendo también más libre. No hay
verdadera libertad sino en el servicio del bien y de la justicia. La elección de la desobediencia y del mal es
un abuso de la libertad y conduce a la esclavitud del pecado (cf Rm 6, 17).
La libertad hace al hombre responsable de sus actos en la medida en que estos son voluntarios. El
progreso en la virtud, el conocimiento del bien, y la ascesis acrecientan el dominio de la voluntad sobre los
propios actos.
La libertad se ejercita en las relaciones entre los seres humanos. Toda persona humana, creada a
imagen de Dios, tiene el derecho natural de ser reconocida como un ser libre y responsable. Todo hombre
debe prestar a cada cual el respeto al que éste tiene derecho. El derecho al ejercicio de la libertad es una
exigencia inseparable de la dignidad de la persona humana, especialmente en materia moral y religiosa.
Este derecho debe ser reconocido y protegido civilmente dentro de los límites del bien común y del orden
público.

El hombre fue creado como un ser racional con voluntad propia. En otras palabras, el hombre puede
razonar y elegir. Este es el reflejo de la inteligencia y la libertad de Dios. En cualquier momento que
alguien inventa una máquina, escribe un libro, pinta un paisaje, disfruta una sinfonía, calcula una suma, o
nombra a una mascota, él o ella está proclamando el hecho de que fueron hechos a la imagen de Dios.
Parte de haber sido hechos a la imagen de Dios, es que Adán tuvo la capacidad de tomar decisiones
libremente. Aunque les fue dada una naturaleza justa, Adán y Eva tomaron una mala decisión al rebelarse
en contra de su Creador. Al hacerlo, ellos dañaron la imagen de Dios en su interior, y pasaron esa
semejanza dañada a todos sus descendientes (Romanos 5:12). Hoy, todavía llevamos esa semejanza de
Dios (Santiago 3:9), pero también llevamos las cicatrices del pecado, y mostramos los efectos mental,
moral, social y físicamente.

 Definiciones:
Libertad: Facultad natural del hombre, que le permite hacer el bien y el mal, por lo que es
responsable de sus actos. Los animales no tienen “libertad”, actúan por “instinto”.
Libertad de los Hijos de Dios: Es la facultad de poder vivir en el amor, en la fe en Cristo Jesús.
Voluntad: Facultad de decidir y ordenar la propia conducta. La voluntad del hombre enfrentada a la de
Dios es la esencia del pecado y la base de la caída de Adán. (Libre albedrío o libre determinación).
Racionalidad: es la característica que describe al hombre y lo distingue del animal, ya que el ser
humano es el único que posee capacidad humana para pensar, entender, evaluar las cosas. Es lo
perteneciente o relativo a la razón (la facultad para pensar, reflexionar e inferir).

Fundamento de la dignidad humana para la fe cristiana.


 Dios [...] ha querido “dejar al hombre [...] en manos de su propia decisión” (Si 15,14), para que pueda
adherirse libremente a su Creador y llegar así a la bienaventurada perfección (cf GS 17, 1).
La libertad es el poder de obrar o de no obrar y de ejecutar así, por sí mismo, acciones deliberadas.
La libertad alcanza su perfección, cuando está ordenada a Dios, el supremo Bien.
La libertad caracteriza los actos propiamente humanos. Hace al ser humano responsable de los actos
de que es autor voluntario. Es propio del hombre actuar deliberadamente.
La imputabilidad o la responsabilidad de una acción puede quedar disminuida o incluso anulada por la
ignorancia, la violencia, el temor y otros factores psíquicos o sociales.
El derecho al ejercicio de la libertad, especialmente en materia religiosa y moral, es una exigencia
inseparable de la dignidad del hombre. Pero el ejercicio de la libertad no implica el pretendido derecho de
decir o de hacer cualquier cosa.
“Para ser libres nos libertó Cristo” (Ga 5, 1).

La dignidad humana se fundamenta en el dogma de que como creación de Dios las personas tenemos
valor inherente. Porque fuimos creados a su imagen y semejanza. A su vez, los mandamientos dictados
por esa misma deidad nos obligan, entre otras cosas, a amar y valorar a cada ser humano como un
repositorio de la propia divinidad.

El hombre alienado por el pecado.


El misterio del mal.
La Sagrada Escritura describe al hombre como un ser creado a imagen de Dios, colocado en la sima
del universo y destinado a desarrollarse hacia su definitiva perfección en dialogo con Dios y en comunión
con los demás hombres.
Para caracterizar al hombre, atraído por el bien pero inevitablemente desterrado de él, la teología
utiliza la palabra bíblica: Alienación.
La Biblia lo define como situación del hombre que abandona a dios para “erigir sus ídolos en su
corazón”. Pero observa también que esta alienación no es solamente la consecuencia de un abandono
personal a Dios, sino que es algo que el tiempo trae consigo “ya desde el seno materno”.
La Alienación es algo que va en contra de la naturaleza humana, seria vivir en la autodestrucción. Son
acciones que conducen al Pecado, contrarios al hombre y su dignidad. Es alejarse de su ser.
La Conversión tiene que ver con la alienación, de cambiar de la dirección del hombre. Significa
Cambio de la mente.
Vivimos en un momento donde hay límites porque se es necesario para la convivencia de la sociedad.
Al declarar que existe una naturaleza humana, significa que hay un límite, y fuera de éste está la
alienación.
El Pecado es un mal, es la tendencia de Ocupar el lugar de Dios, generarse a sí mismo sus propios
límites.
El encuentro con Dios es esencial y le es propia a la naturaleza humana: la Conversión hacia Dios.
Los límites también se encuentran en nuestra consciente, cierta insatisfacción: acciones contrarias que no
nos satisfacen. Por eso el pecado va en contra de nuestra felicidad, rompe la comunión de Dios, quien
subsiste nuestro ser.
El mal es la acción del hombre que va en contra de Dios, esto se da la libertad del hombre. Se
relaciona con el relato de Gn 3. 14-15, donde Dios promete erradicar el mal que introdujo al mundo,
promete la Redención.
El Concilio explica la “Profunda Miseria” del hombre alienado, recurriendo al pecado humano:
“El hombre, creado por Dios en un estado de justicia desde el mismo comienzo de su historia abusó,
sin embargo, de su libertad por persuasión del maligno, alzándose contra Dios y pretendiendo su fin fuera
de Dios… Por el pecado, rompe el hombre la debida subordinación a su fin último, y también toda su
ordenación, tanto en su persona como a las relaciones con los demás y el resto de la creación.”
La división interna del Hombre.
El Concilio describe como el hombre descubre en sí mismo tendencias espontaneas e imposibles de
suprimir que contrastan con sus ansias de felicidad y con el curso inevitable de la naturaleza. Podemos
considerar tres aspectos:
1) Muerte: Este natural proceso biológico provoca un horror instintivo por parte del hombre que la siente
como algo, contrario a su ser. La odiosidad de la muerte encuentra su expresión de los diversos
modos con que es personalizada.
2) Inclinación al mal: La Sagrada Escritura habla del corazón de los hombres que están continuamente
inclinados al mal desde la niñez. El hombre encuentra dificultades para caminar en la simplicidad
delante de Dios: de una manera espontánea e instintiva se ve inclinado a buscar la satisfacción
inmediata, individual, terrenal y temporal, independiente de toda norma superior; aborrece la muerte,
el dolor y cualquier limitación de su bienestar.
3) Inevitabilidad del Pecado: Según la Sagrada Escritura, la humanidad se vio arrastrada por el pecado,
y esto explica por la debilidad intrínseca de los hombres. También en el Concilio Vaticano II nombra:
“el hombre se nota incapaz de dominar por si solo los ataques del mal, hasta el punto de sentirse
como atrapado entre cadenas.”
La respuesta de la revelación esta división que el hombre experimenta.
La causa de la miseria es el pecado.
El hombre en el Paraíso. El primer hombre fue no solamente creado bueno, sino también constituido
en la amistad con su Creador y en armonía consigo mismo y con la creación en torno a él. El hombre
había sido invitado a la mistad con Dios, poseía todos los medios necesarios para alcanzarla, estaba en
perfecta armonía con la voluntad divina. Esta gracia de la santidad original era una “participación de la vida
divina”. Mientras permanece en la intimidad divina, el hombre no debía ni morir ni sufrir. La armonía interior
de la persona humana, la armonía entre el hombre y la mujer, y por último, la armonía entre la primera
pareja y toda la creación constituía el estado de Justicia Original. El dominio del mundo que Dios había
concedido al hombre desde el comienzo, realizaba ante todo dentro del hombre mismo como dominio de
sí.
Prueba de la libertad. Dios creo al hombre a su imagen y lo estableció en su amistad. El hombre no
puede vivir sin ella más que en la forma de la libre sumisión a Dios. Esto es lo que expresa la prohibición
hecha al hombre de comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, “porque el día que comieres de
él, morirás” (Gn 2, 17). “El árbol del conocimiento del bien y del mal” evoca simbólicamente el límite
infranqueable que el hombre en cuanta criatura debe reconocer libremente y respetar con confianza. El
hombre depende del Creador, está sometido a las leyes de la Creación y a las normas morales que
regulan el uso de la libertad. Pero el hombre, tentado, dejo morir en su corazón la confianza haca el
creador y, abusando de su libertad, desobedeció al mandamiento de Dios. Esto es el Pecado Original.
Todo pecado será la desobediencia a Dios y una falta de confianza en su bondad. En este pecado, el
hombre se prefirió a sí mismo en lugar de Dios, y por ello desprecio a Dios: hizo elección de sí mismo
contra Dios. El hombre, constituido en su estado de santidad, estaba destinado a ser plenamente
“divinizado” por Dios en la gloria. Por la seducción de otro quiso “ser como Dios”.

El pecado original y sus consecuencias.


La palabra “pecado” viene del griego, traducido como “mancha” (algo que te ensuciaba, que tenías
que limpiar/purificar). Es algo malo que hiciste, con relación a Dios (en contra de sí mismos o en contra de
otros, porque todos somos imagen y semejanza). Son acciones concretas. El pecado original es una
herida en la naturaleza.
Con el desarrollo de la Revelación se va iluminando también la realidad del pecado. Es preciso
conocer a Cristo como fuente de la Gracia para conocer a Adán como fuente del pecado. La doctrina del
pecado original es el reverso de la Buena Nueva de que Jesús es el Salvador de todos los hombres, que
todos necesitan la salvación y que la salvación es ofrecida a todos, gracias Cristo.
La Escritura muestra las consecuencias de la primera desobediencia: Adam y Eva pierden
inmediatamente la gracia de la santidad original. Tiene miedo del Dios, que quien ha concebido una falsa
imagen, la de un Dios celoso.
La armonía en la que se encontraban queda dañada, el dominio de las facultades espirituales del alma
sobre el cuerpo se quiebran, la unión entre el hombre y la mujer es sometida a tensiones, sus relaciones
estarán marcadas por el deseo y el dominio. La armonía con la creación se rompe. La consecuencia se
realizara: el hombre “volverá al polvo del que fue tomado”. La muerte hace su entrada en la historia de la
humanidad. Y desde el primer pecado, una verdadera invasión de pecado inunda el mundo. Y así el
hombre comprobara que la advertencia divina no era mentira: lejos de Dios no hay más que soledad y
muerte.
Por su pecado, Adán, en cuanto primer hombre, perdió la santidad y la justicia originales que había
recibido de Dios no solamente para él, sino para todos los seres humanos. Adán y Eva trasmitieron a su
descendencia la naturaleza humana herida por su primer pecado.
Como consecuencia del pecado original, la naturaleza humana quedo debilitada en sus fuerzas,
sometida a la ignorancia, al sufrimiento, y al dominio de la muerte, e inclinada al Pecado. Por el pecado,
todo hombre quedo dividido en sí mismo. “Por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron
constituidos pecadores.”
La Iglesia ha enseñado siempre que la inmensa miseria que oprime a los hombres y su inclinación al
mal y a la muerte no son comprensibles sin su conexión con el pecado de Adán y con el hecho de que nos
ha transmitido un pecado con que todos nacemos afectados y que es la “muerte del alma”, por esta
certeza de fe, la Iglesia concede el Bautismo para la remisión de los pecados incluso a los niños que no
han cometido pecado personal.
El pecado original es un pecado contraído. Es la privación de la santidad y de la justicia originales,
pero la naturaleza no está totalmente corrompida: está herida en sus propias fuerzas naturales, sometida a
la ignorancia y al imperio de la muerte e inclinada al pecado. (Concupiscencia).
Cuando aparece el pecado original, queda una herida en el ser humano (separación con Dios, muerte,
enfermedades). Se provoca una separación, del hombre y la mujer, con Dios.
El pecado, la culpa y la pena.
El Pecado es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta; es falta al amor verdadero para
Dios y para con el Prójimo, a causa de un apego perverso a ciertos bienes. Hiere la naturaleza del hombre
y atenta contra la solidaridad humana, es contrario a la ley eterna.
El pecado es una ofensa a Dios. En la Pasión, la misericordia de Cristo vence al pecado. Es un acto
contrario a la razón. Lesiona la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana. La raíz de
todos los pecados está en el corazón del hombre. Sus especies y su gravedad se miden principalmente
por su objeto.
Conviene valorar los pecados según la gravedad:
 Pecado mortal, destruye la caridad en el corazón del hombre por una infracción grave de la ley de
Dios, aparta al hombre de Dios, que es su fin último y su bienaventuranza, preferimos un bien
inferior. Ataca en nosotros el principio de la Caridad. Tiene como objetivo una materia grave y que es
cometido en pleno conocimiento y deliberado consentimiento.
 Pecado venial, deja subsistir la caridad aunque la ofende y la hiere. Se comete cuando no se
observa en una materia leve la medida prescrita por la ley moral, o cuando se desobedece a la ley
moral en materia grave, pero sin pleno conocimiento. Constituye un desorden moral que puede ser
reparado por la caridad que tal pecado deja subsistir en nosotros.
El pecado es un acto personal. Pero nosotros tenemos una responsabilidad en los pecados cometidos
por otros cuando cooperamos a ellos. Así el pecado convierte a los hombres en cómplices unos de otros,
hace reinar entre ellos la concupiscencia, la violencia y la injusticia. Los pecados provocan situaciones
sociales e instituciones contrarias a la bondad divina. Las “estructuras del pecado” son expresiones efecto
de los pecados personales. Inducen a sus víctimas cometer a su vez el mal.
El pecado tiene dos factores importantes Culpa y Pena. Estamos vinculados, es lo que repercute en
todos nosotros, en mí y en el Otro.
 El perdón de la culpa se va con la Confesión: se da el perdón a la irresponsabilidad moral. (La culpa
debe ser perdonada).
 El perdón de la pena se da por el Hacer el Bien: obras de caridad, la oración. (La pena debe ser
reparada).

La necesidad de la salvación.
En el relato del pecado original, está la promesa de salvación.
La realidad del pecado está íntimamente relacionada con el mal. No tenemos experiencia de un
mundo sin mal: la existencia del mal remite una contraposición con el bien, nosotros provenimos del bien
por eso no lo dudamos.
Nuestro rechazo al mal se debe relación con nuestra Libertad: Dios nos hizo libre por Él quiere que lo
amemos y nos encontramos en el camino, porque Dios no nos puede obligar a amarlo. El hombre con el
pecado original se encuentra lastimado.
Dios nos envía a su hijo con el fin de rechazar el mal: hacerle frente al pecado. La promesa es Cristo,
es la constitución de Dios en hombre, de un Redentor, recupera lo perdido. “Dios se hizo carne”. Con la
resurrección volvemos a seguir con Dios, estar en comunión con Él. Jesucristo vence a la muerte, donde
se separa el cuerpo y alma, pero en la Resurrección se purifica el cuerpo y el alma, volviendo a universo.
Gálatas 4. 4-5 “La Plenitud de los tiempos”, actualmente nos encontramos en el final de los tiempos. En
toda obra de la salvación, Dios se hace presente y es Uno es Padre, Hijo y Espíritu Santo.
La palabra “se hizo carne” significa que el hijo de Dios se hizo hombre, de la Plenitud se hizo la Gracia por
medio del hijo encarnado, es aquel que nos brinda la gracia. Jesús es verdadero Dios y Verdadero
Hombre.

La promesa de redención.
El pecado original, a la vez que marco la ruptura entre Dios y los hombres provoco también la réplica
maravillosa de la misericordia divina: Promesa de Rendición. (Gn 3, 15).
Tras la caída, el hombre no fue abandonado por Dios. Al contrario, Dios lo llama y le anuncia de modo
misterioso la victoria sobre le mal y el levantamiento de su caída. Este pasaje de Génesis ha sido llamado
“Protoevangelio”, por ser el primer anuncio del Mesías: destrucción de la serpiente y la descendencia de la
mujer.
Al trasgredir el mandamiento divino, el hombre se privó de los dones que Dios le ofrecía. Y como
consecuencia de su pretensión de ser igual a Dios, lo único que experimento fue su “Desnudez” su
indigencia absoluta. Pero Dios no abandona a la humanidad pecadora. Por eso el Génesis opone a la
maldición, la bendición que alcanzara finalmente todos los hombres. Esta promesa se ira renovando a lo
largo de la historia.
El pecado se borrara finalmente gracias a la Cruz de Cristo. Así “como el delito de uno solo atrajo
sobre todos los hombres la condenación, así también la obra de justicia de uno solo (la de Cristo) procura
a todos una justificación que da la vida” (Romanos 5, 18).

Creación y Pecado. Ratzinger.


Cap. IV Pecado y salvación.
Sobre el tema del pecado.
“El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios está cerca. Convertíos y creed en el Evangelio.” El Señor
quiere llevarnos a cada uno a reconocernos personalmente como pecadores, como culpables y a hacer
penitencia, a convertirnos en otro.
El tema del pecado se ha convertido en uno de los temas silenciados.
Limitaciones y libertad del Hombre.
La imagen del jardín es una imagen de un mundo que no es para el hombre una selva, sino su patria
que lo mantiene a salvo, que lo nutre y que lo sostiene. Es expresión de un mundo que posee los rasgos
del Espíritu de un mundo que se ha hechos de acuerdo con el deseo del Creador: una primera tendencia
es la que el hombre no explora el mundo ni quiere convertirlo para sí mismo una propiedad o una segunda
tendencia que es la inversa, señal de bondad y unidad con Dios.
La imagen de la serpiente está tomada de los cultos orientales de la fecundidad. A través del culto
de la fecundidad le habla la serpiente al hombre: no te aferres a ese Dios lejano que no tiene nada que
darte. La serpiente es el símbolo de la atracción que estas religiones significaban para Israel frente el
misterio del Dios de la Alianza. Dicho animal lleva de la confianza a la desconfianza de Dios, hace
sospechar de su Alianza, de la comunidad de fe, de la oración, de los mandamientos en los que vivimos
por el Dios de la Alianza. Es tan fácil convencer al hombre que la Alianza es una expresión de robo a la
libertad y las cosas más apreciables de la vida. Sospechando de la Alianza el hombre se pone en el
camino de construirse un mundo para sí mismo.
El establecimiento de la Alianza se convierte en sospechoso. La forma más grave del pecado
consiste en que el hombre quiere negar el hecho de ser criatura. Considera la relación con Dios como
esclavitud de la hay que liberarse. El hombre que considera una esclavitud la dependencia del amor más
elevado y que quiere negar su verdad, ese hombre no será libre, destruye la verdad y el amor.
El hombre que niega los límites del bien y mal, la medida interna de la Creación, niega y rehúsa la verdad.
Vive en la falsedad, en la irrealidad. Su vida ser apura apariencia.
El pecado es una ofensa que afecta también al otro, que transforma el mundo y lo perturba.
UNIDAD N° 8.
EL HIJO. LA ENCARNACIÓN.
Jesús, Cristo, Hijo único de Dios, Señor.
Los nombres de Jesús.
Jesús quiere decir en hebreo: “Dios salva” porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Da un
sentido humanístico. En el momento de la anunciación, el ángel Gabriel le dio como nombre propio el
nombre de Jesús que expresaba a la vez su identidad y misión. El nombre de Jesús significa que el
Nombre mismo de Dios está presente en la persona de su Hijo hecho hombre para la redención universal
y definitiva de los pecados, el único que trae la salvación. La resurrección de Jesús glorifica el nombre de
Dios Salvador.
Cristo viene de la traducción griega del termino hebreo “Mesías” que quiere decir “ungido”. Jesús es
el Cristo porque “Dios le ungió con el Espíritu Santo y con el poder”. Da un sentido más divino. Porque él
es nuestro Redentor. La consagración mesiánica de Jesús manifiesta su misión divina. Jesús es el Cristo
porque Dios le ungió con el Espíritu Santo y con poder, era el que ha de venir.
El nombre de Hijo de Dios significa la relación única y eterna de Jesucristo con Dios su padre: Él es el
Hijo Único del Padre y el mismo es Dios. Significa entonces una filiación adoptiva que establece entre Dios
y su criatura unas relaciones de intimidad particular. Es La segunda persona de la Santísima Trinidad,
enviado del Padre para traernos su Palabra y lleno del Espíritu Santo.
Señor significa la soberanía divina, porque Él es de condición divina. Confesar o invocar a Jesús
como Señor es creer en su divinidad. En el Nuevo testamento no duda en llamar a Jesús con este nombre,
con el que el pueblo de Israel nombraba a la divinidad de Dios, revelada a Moisés en la zarza ardiente.

La encarnación del Hijo de Dios. Razones de la encarnación.


“Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Al principio
estaba junto a Dios y todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra. En ella estaba la vida, y la
vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la reconocieron… la Palabra
era la Luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre… y la Palabra se hizo carne y
habitó entre nosotros.” (Jn 1, 1-14).
“La Palabra se hizo carne” es la Encarnación, al hecho de que el Hijo de Dios haya asumido la
naturaleza humana para llevar a cabo la obra de nuestra salvación. La fe en la verdadera encarnación del
Hijo de Dios es el signo distintivo de la fe cristiana. El Verbo se encarnó para:
1. Salvarnos reconciliándonos con Dios.
2. Nosotros conociésemos así el amor de Dios.
3. Ser nuestro modelo de santidad. Él es, en efecto, el modelo de las bienaventuranzas y la norma
de la ley nueva. ‘Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mi’.
4. Hacernos “participes de la naturaleza divina”. Porque tal es la razón por la que El verbo se hizo
hombre. Estar en comunión con el verbo y así recibir la filiación divina, o sea ser hijos de Dios.

Jesús fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo: Anunciación.
El misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, se abre el anuncio del Ángel Gabriel a María. “Dios
envió a su Hijo” (Ga 4, 4), pero para “formarle un cuerpo” quiso la libre cooperación de una criatura. Para
eso desde toda la eternidad, Dios escogió para ser la Madre de su Hijo, a una hija de Israel, una joven
judía a “una virgen desposada con un hombre llamado José […] el nombre de la virgen era María.” El
padre misericordioso quiso el consentimiento de María precediera a la encarnación para que, así como
una mujer contribuyo a la muerte, así también otra mujer contribuyera a la vida.
Inmaculada concepción.
Para ser la Madre del Salvador, María fue “dotada por Dios con dones a la medida de una misión tan
importante. El ángel Gabriel en el momento de la anunciación la saluda “llena de gracia”. En efecto, para
poder dar el asentimiento libre de su fe al anuncio de su vocación era preciso que ella estuviese totalmente
poseída por la gracia de Dios. María fue preservada inmune de toda la mancha de pecado original en el
primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los
méritos de Jesucristo Salvador.
El Padre la ha bendecido más que a ninguna otra persona creada. Y por ser fiel a esa gracia de Dios,
María ha permanecido pura de todo pecado personal a lo largo de toda su vida.
María dando su consentimiento llego a ser la Madre de Jesús y aceptando de todo corazón la voluntad
divina de salvación. Se entregó a si misma por entero a la persona y a la obra de su Hijo, para server, en si
dependencia y con él, por la gracia de Dios, al Misterio de la Redención.
Y dado que Aquel que ella concibió como hombre, por obra del Espíritu Santo, y que se ha hecho
verdaderamente su Hijo según la carne, no es otro que el Hijo eterno del Padre, la segunda persona de la
Santísima Trinidad.
Jesús fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo: La virginidad de María.
Desde las primeras formulaciones de la fe, y basándose en el testimonio de la Sagrada Escritura, la
Iglesia ha confesado que Jesús fue concebido en el seno de María Virgen únicamente por el poder del
Espíritu Santo.
Los relatos evangélicos presentan la concepción virginal como una obra divina que sobrepasa toda
comprensión y toda posibilidad humana.
La virginidad de María manifiesta la iniciativa absoluta de Dios en la Encarnación. La naturaleza
humana que ha tomado no lo ha alejado jamás de su Padre, consubstancial con su Padre en la divinidad
consustancial con su madre en la humanidad pero apropiadamente Hijo de Dios en sus naturalezas. María
es virgen porque su virginidad es el signo de su fe y de su entrega total a la voluntad de Dios

Las dos naturalezas de Cristo.


Jesús es verdadero Dios y verdadero Hombre en la unidad de su Persona divina, por esta razón Él es
el único Mediador entre Dios y los hombres. Posee dos naturalezas: divina y humana, no confundidas sino
unidas en la única Persona del Hijo de Dios.
Cristo, siendo verdadero Dios y verdadero hombre, tiene una inteligencia y una voluntad humana,
perfectamente de acuerdo y sometidas a su inteligencia y a su voluntad divina que tiene en común con el
Padre y el Espíritu Santo.
La Unión Hipostática significa que dos naturalezas (divina-humana) residen en una persona. Jesús
es esta unión de las dos naturalezas, es la segunda persona de la Trinidad.
En referencia a la Encarnación para expresar la verdad revelada de que en Jesucristo subsiste una
persona en dos naturalezas, la Divina y la humana.
Las características de la Unión Hipostática son sin confusión sin mezcla, sin cambio, sin separación,
se complementan ambas naturalezas.
Cristo posee dos voluntades y dos operaciones naturales, divinas y humanas, cooperantes. La
voluntad humana de Cristo sigue a su voluntad divina sin hacerle resistencia ni oposición, sino todo lo
contrario estando subordinada a esta voluntad omnipotente.

Principales herejías.
Según el Derecho Canónico, se llama herejía a la negación pertinaz, después de recibido el bautismo,
de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma.
La herejía es la oposición voluntaria a la autoridad de Dios y lleva a la excomunión inmediata, es decir,
a la separación de los sacramentos de la Iglesia.
Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre. La Iglesia debió defender y aclarar esta verdad de
fe durante los primeros siglos frente a unas herejías que la falseaban.
 Gnosticismo.
Este movimiento afirmaba la existencia de un tipo de conocimiento especial, superior al de los
creyentes ordinarios y, en cierto sentido, superior a la misma fe. Este conocimiento conducía por sí mismo
a la salvación.
Cree en la posibilidad de ascender a una esfera oculta por medio de los conocimientos de verdades
filosóficas o religiosas a las que sólo una minoría selecta puede acceder. Se trata de una mística secreta
acerca de la salvación.
Profesaban un dualismo en el que identificaban el mal con la materia, la carne o las pasiones.
 Docetismo.
Las primeras herejías negaron sobre todo la humanidad verdadera del Verbo encarnado. Reducía la
encarnación del Verbo a una mera apariencia, un mero parecer humano de Cristo. Su cuerpo no sería un
cuerpo real sino una apariencia de cuerpo.
La fe cristina insistió en la verdadera encarnación del Hijo de Dios, mediante un Concilio Ecuménico
de Nicea manifestaron que el Hijo de Dios es “engendrado, no creado, de la misma substancia que el
Padre.”
 Nestorianismo.
La herejía nestoriana veía en Cristo una persona humana junto a la persona divina del Hijo de Dios.
Enseñaba la existencia de dos personas separadas en Cristo encarnado: una divina, el Hijo de Dios; y
otra humana, el hijo de María, unidas con una voluntad común.
Frente a ello, se manifestó que “el Verbo, al unirse en su persona a una carne animada por un alma
racional, se hizo hombre” y proclamaron que María llego a ser toda verdad Madre de Dios mediante la
concepción humana del Hijo de Dios en su seno.
 Monofisismo.
Afirmaban que la naturaleza humana había dejado de existir como tal en Cristo al ser asumida por su
persona divina de Hijo de Dios. Se oponía a las dos naturalezas de Jesús.
Enfrentado a este herejía, el Concilio en Calcedonia confeso: “enseñamos unánimemente que hay que
confesar a un solo y mismo hijo y Señor nuestro Jesucristo: perfecto en la divinidad y perfecto en la
humanidad, verdaderamente Dios y verdaderamente hombre compuesto de alma racional y cuerpo.” “Se
ha de reconocer a un solo y mismo Cristo Señor Hijo único en dos naturalezas, sin confusión, sin cambio,
sin división, sin separación. La diferencia de naturalezas de ningún modo queda suprimida por su unión,
sino que quedan a salvo las propiedades de cada una de las naturalezas y confluyen en un solo sujeto.”
 Algunos después del Concilio de Calcedonia, concibieron la naturaleza humana de Cristo como una
especie de sujeto personal.
Ante esto, el Quinto Concilio confeso a propósito de Jesús: “No hay más que una sola hipostasis, que
es nuestro Señor Jesucristo, uno de la Trinidad.”
Es así que la Iglesia confesa que Jesús es inseparablemente verdadero Dios y verdadero Hombre.

La vida y el mensaje de Jesús.


La transmisión de la fe cristiana es ante todo el anuncio de Jesucristo para llevar a la fe en Él.
En el centro de la fe cristiana encontramos esencialmente una Persona, la de Jesús de Nazaret
Unigénito del Padre, que ha sufrido y ha muerto por nosotros y que ahora resucitado, vive para siempre
con nosotros.
El cristianismo es una invitación a descubrir en la Persona de Cristo el designio eterno de Dios. Solo
Él puede conducirnos al amor del Padre en el Espíritu y hacernos partícipes de la vida de la Santísima
Trinidad.
El cristianismo es “Buena Noticia”: Dios ha enviado a su Hijo al mundo: “al llegar la plenitud de los
tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo
la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva.
La fe cristiana confiesa que Jesús de Nazaret, nacido judío de una hija de Israel, en Belén, en el
tiempo del rey Herodes el Grande y del emperador Cesar Augusto, de oficio de carpintero, murió
crucificado en Jerusalén, bajo el procurador Poncio Pilato, durante el reinado del emperador Tiberio, es el
hijo eterno de Dios hecho hombre, que ha “salido de Dios”, “bajo del cielo”, “ha venido en carne”, porque
“la Palabra se hizo carne, y puso su morada entre nosotros, y hemos visto su gloria, gloria que recibe del
Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad […], pues su plenitud hemos recibidos todos, y gracia
por gracia”. Esta fe en Cristo, Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado para la salvación de todo
género humano, es el centro de la fe, de modo que, el anuncio de Jesucristo ha sido y será siempre el
mensaje fundamental de la actividad de la Iglesia.
Toda la vida de Cristo es Misterio de Redención. Todo lo que Jesús hizo, dijo y sufrió, tuvo como fin
restablecer al hombre caído en su vocación primera; vino a restablecer lo que por Adán perdimos.
Durante toda su vida, Jesús se muestra como nuestro modelo: el es el ‘hombre perfecto’ que nos
invita a ser sus discípulos y a seguirle.
La vida de Jesús:
En la época en que Cesar Augusto había sido elegido emperador de Roma y Herodes era el rey judío
impuesto por los romanos para gobernar al pueblo.
Fue ordenado un gran censo en todo el imperio y cada familia debía inscribirse en su lugar de Origen.
Fue así que José, junto a María, su esposa que estaba embarazada partieron hacia Belén, la ciudad de
David, para inscribirse.
“Mientras se encontraban en Belén, le llego el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo
primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el
albergue. En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche.
De pronto, se les pareció el Ángel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos
sintieron un gran amor, pero el Ángel les dijo: “No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran
alegría para todo el pueblo: hoy en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el
Señor. Y esto les servirá de señal: encontraran a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”.
Y junto con el Ángel, apareció de pronto una multitud del ejercito celestial, que alababa a
Dios diciendo: “¡Gloria en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!”” (Lc 2, 6-14).
Jesús los primeros 30 años de su vida los vivió como la mayoría de los hombres: una vida cotidiana
sin aparente importancia. En todo este periodo se dice que Jesús estaba ‘sometido a sus padres’
cumpliendo a la perfección el cuarto mandamiento.
El comienzo de la vida pública de Jesús es a partir del bautismo por Juan en el Jordán. El Espíritu
Santo, en forma de paloma, viene sobre Jesús, y la voz del cielo proclama que él es ‘mi Hijo amado’. Es la
manifestación (Epifanía) de Jesús como Mesías de Israel e Hijo de Dios. El bautismo de Jesús es la
aceptación y la inauguración de su misión de Siervo doliente. Se somete a la voluntad de su Padre para
redimir nuestros pecados.
Jesucristo es:
o Palabra eterna del Padre, por el fueron creadas todas las cosas.
o Salvador prometido por Dios para liberarnos del pecado y devolvernos a la vida divina que
habían perdido Adán y Eva.
o Promesa que Dios hizo de Abraham y a sus descendientes.
o Verdadero liberador, que nos libera para siempre de la esclavitud del pecado y del mal.
o Es nuestra Pascua, que nos hace pasar a la vida nueva de Hijos de Dios.
o Verdadero Rey del mundo, que viene a instaurar para siempre el reino de los Cielos.
o El Mesías, anunciado por los profetas y esperado durante años por el pueblo de Israel.
o Es el centro de la historia de la Salvación. Él es el Señor de la Historia. En el culmina el plan de
amor que Dios hizo para que volvamos a vivir en su amistad.
Muchos no pudieron reconocer a Jesús el Mesías prometido, porque esperaban que el Mesías fuera
un rey poderoso que se sentará en el trono de David para siempre, o un revolucionario político que los
liberara de la opresión de los romanos, o un gran sacerdote que presidiera la liturgia del Templo, o un
profeta o maestro que viniera a hacer cumplir a la perfección la ley de Moisés.
Pero el Salvador, enviado por Dios, sería distinto y llegaría a cumplir su misión de una forma
inesperada y sencilla.
Su misión.
Los primeros 30 años en la vida de Jesús transcurrieron en total silencio: vivió en su pueblo, Nazaret,
con sus padres, estudiando en la sinagoga, trabajando en algún oficio.
Al cumplir los 30 años aproximadamente, comenzó su misión:
o Revelar a los hombres el amor del Padre.
o Invitarlos a vivir de una manera diferente, construyendo un reino de amor.
o Hacer nueva y definitiva la alianza, de manera que los hombres pudieran gozar de la vida de Dios
para siempre.
Jesús se presentaba a sí mismo como enviado del Padre, como Hijo de Dios. Sus palabras estaban
llenas de verdad y autoridad. En sus obras poderosas (milagros) se reconocía la presencia del Espíritu de
Dios:
“El Espíritu del Señor esta sobre mí, porque me ha consagrado por unción. Él me envió a llevar la
Buena noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar libertad a los
oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor.” (Lc 4, 18-19).
La buena noticia es que Jesús nos propone una vida radicalmente nueva:
o Su fundamento: la Palabra.
o Su ley: el amor.
o Su guía: el Espíritu Santo.
o Su meta: el Cielo y la felicidad eterna.
Sin embargo, no fueron muchos los que lo siguieron. Un grupo reducido se sintió atraído por sus
palabras y sus milagros. Entre esas personas Jesús eligió a doce para que fueran sus apóstoles.
Mensaje de Jesús.
“Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como los he amado, ámense
también ustedes unos a los otros. En estos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que
se tengan los unos a los otros.” (Jn 13, 34-35).
Jesús anuncia y predica El Reino de los Cielos.
El mensaje de Jesús es un mensaje radical: invita a vivir de una manera nueva, dejándolo todo por
seguir sus enseñanzas.

El ejemplo de Jesús:
 Habla de Dios con mucho amor y familiaridad.
 Actúa con total libertad frente a las leyes religiosas, y también frente al poder político.
 Se junta con todos. No importa su condición social o religiosa. Su amor no hace distinción
entre las personas y su predilección esta puesta en los más pobres y rechazados.
 Denuncia la hipocresía de las personas religiosas que se jactan de cumplir la ley pero que no
son capaces de amar. Jesús pone el centro de la ley en el mandamiento del Amor a Dios y al
Prójima.
“Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como los he amado, ámense
también ustedes unos a los otros. En estos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que
se tengan los unos a los otros.” (Jn 13, 34-35).
 Cura a los enfermos, perdona con el poder de Dios a los pecadores.

Las Bienaventuranzas están en el centro de la predicción de Jesús. Con ellas recoge las
promesas hechas al pueblo elegido desde Abraham, pero las perfecciona ordenándolas no solo a la
posesión de una tierra, sino al Reino de los cielos. Responden al deseo de felicidad que Dios ha puesto en
el corazón del hombre. Las bienaventuranzas nos enseñan el fin último al que Dios nos llama: el Reino, la
visión de Dios, la participación en la naturaleza divina, la vida eterna, la filiación, el descanso en Dios.
La bienaventuranza de la vida eterna es un don gratuito de Dios, es sobrenatural como también lo es
la gracia que condice a ella.
Las mismas nos colocan ante opciones decisivas con respecto a los bienes terrenos; purifican nuestro
corazón para enseñarnos a amar a Dios sobre todas las cosas. La bienaventuranza del cielo determina los
criterios de discernimiento en el uso de los bienes terrenos en conformidad a la Ley de Dios.
Es decir, son el mensaje de Jesús que nos enseñan a vivir el reino de Dios: “felices los que tienen
alma de pobres, los pacientes, los que tienen hambre y ser de Justicia,, los misericordiosos, los que tienen
un corazón puro, felices los que trabajan por la paz, los que son perseguidos por practicar la justicia.” (Mt
5, 1-12).
El Reino de Dios.
Jesús anuncia y predica del reino de los Cielos, al hablar de dicho reino, Jesús no se refiere solo al
pueblo judío, sino a todos los hombres del mundo que estén dispuestos a reconocer a Dios como el Rey
de sus vidas. El reino de Dios estará compuesto por todos los hombres que quieran vivir sujetos a una
nueva ley de amor y el mensaje de las Bienaventuranzas.
El Reino de Dios es el gran regalo que nos trae Jesús, es la salvación que llega a nosotros para
establecerse en esta tierra. El mundo ya no estará dominado por el pecado, porque el amor de Dios llega
para reinar. Dios estará presente entre nosotros.
Este Reino es una tares que ya está presente entre nosotros, cada uno está llamado a construirlo día
a día con sus acciones, todos tenemos que trabajar para que el reino de Dios crezca.
Jesucristo quiere que lo tengamos presente trabajado para edificar una nación donde se respeten los
derechos de la persona.
El mensaje de Jesús es un mensaje radical: invita a vivir de una manera nueva, dejándolo todo por
seguir sus enseñanzas. Durante su vida en la tierra, hubo que reconocieron sus palabras y en sus obras la
presencia misteriosa de Dios que actuaba, estos son los milagros (signos de que el reino de Dios ha
llegado y está entre nosotros. Anuncia y anticipan la victoria definitiva de Cristo sobre el mal, el pecado y la
muerte).

Jesús como Revelador del misterio Dios.


Toda la vida de Jesús es Revelación, a Dios nadie lo ha visto, es lo el hijo que está en el seno del
Padre, éste nos lo ha presentado. Él es el único que conoce plenamente a Dios y el único que puede
comunicar su conocimiento a los demás.
1. Jesús revela el Plan de Dios “El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios está cerca.” La espera
de la realización del designio divino ha llegado a su término. Este plan es reunificarlo todo en Cristo, y
mediante esta inserción en Él introducirlo todo a la vida íntima de Dios.
2. Jesús revela la vida íntima de Dios, Jesús mantiene y reafirma la idea de Dios. Reconoce a Dios
como “el Señor del cielo y de la tierra”, el Dios que interviene en la historia, un Dios celoso y juez a
quien hay que servir y amar con todo el corazón. Revela a un Dios que es comunión personal de
amor. Jesús revela su relación persona con Dios como Padre. También nos revela, a un Dios no
solitario, sino en comunidad de Tres persona: Santísima trinidad: Dios uno y trino (Padre, Hijo y
Espíritu Santo).
3. Jesús revela que Dios se entrega en plenitud, porque Dios es amor. La máxima relevación del
amor de Dios es él envió de Jesús. Dios envió a su propio Hijo para salvarnos. Jesús manifiesta al
mismo tiempo su propio amor a los hombres al entregarse a la muerte por ellos, pues nadie tiene más
amor que aquel que da su vida por sus amigos, y más tarde será el Espíritu, el amor hecho en
persona en Dios, quien descenderá a nosotros como don personal del amor del padre.
4. Jesús revela en plenitud las exigencias de Dios para con los hombres. Estas exigencias se
concretaban en los 10 Mandamientos, pero ahora, las exigencia de Jesús son más profundas. El
hombre será transformado en hijo de Dios a semejanza del Hijo unigénito encarnado y, por lo tanto,
deberá responder con amor al amor incondicional de Dios.

Jesús como Revelador del misterio del hombre.


Jesús revela el misterio del hombre mismo.
1. El conoce y reafirma la superioridad del hombre sobre los seres que los rodean.
2. Jesús revela la igualdad radical de los hombres entre sí. En el contexto sociológico lleno de
discriminaciones, Jesús actúa con una libertad que escandaliza. Entre todos los hombres, son
los pecadores los que más atraen la atención de Jesús, como si para El fuesen ellos la parte
más oprimida de la humanidad y por tanto la más necesitada de salvación.
3. Jesús revela el destino de los hombres. Reconoce como el que más la miseria de la condición
humana que termina en la muerte. Pero no tolera que se conciba al hombre como un ser para la
muerte.
Reafirma la supervivencia del hombre después de la muerte, a no temer a los que matan el cuerpo
pero no pueden matar el alma, y sobre todo cuando anuncia el destino definitivo de los hombres con
ocasión del juicio final. Jesús considera que el hombre es un ser para la vida “Yo he venido para que
tengan vida y la tengan en abundancia”, porque tanto amo Dios al mundo, que dio a su Hijo único para que
todo el que crea en El no parezca, sino que tenga una vida eterna.
El destino del hombre es el descanso amoroso en el corazón de Dios. Este destino lo recibe al hombre
como don, pero al mismo tiempo se halla condicionado a la actitud del hombre, a su trabajo en la vida, a
su apertura a la fe y a su opción fundamental a Dios. Dos que ciertamente puede ser rechazado, es el
caso de aquellos que se cierran a la fe y al amor de Dios.
Revelando así el destino del hombre, adquiere ya sentido el Dolor a que se encuentra sometido en su
vida. Jesús no suprime el dolor del mundo. El discípulo de Cristo deberá pasar por múltiples sufrimientos y
por la misma muerte.
Pero esos sufrimientos y esa muerte ya tienen un sentido en cuanto que afianzan la comunión con
Dios, y son condición y paso necesario para el encuentro definitivo con Él.

Las enseñanzas de Jesús.


Se vinculan con las Parábolas mediante las cuales Jesús nos habla del reino por medio de ejemplos
sencillos que nos presentan la realidad más profunda del Reino de Dios.
 El Sembrador.
El texto de la parábola según el evangelio de Marcos es el siguiente:
"Aquel día salió Jesús de la casa y se sentó junto al mar. Y se le juntó mucha gente; y entrando Él en
la barca, se sentó, y toda la gente estaba en la playa. Y les habló muchas cosas en parábolas,
diciendo: "He aquí, el sembrador salió a sembrar. Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al
camino; y vinieron las aves y la comieron. Otra parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y
brotó pronto, porque no tenía profundidad la tierra; peo salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se
secó. Y parque cayó entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron. Pero parte cayó en buena
tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno". El que tiene oídos para oír, que
oiga". (Mc 4, 1-25).
Interpretación, significado.
Es la más larga de las parábolas del reino y responde a una pregunta sobre por qué se producen
efectos tan distintos en los que escuchan el mensaje del reino. La gracia es igual para todos, pero
la libertad humana lleva a respuestas diferentes.
 La cizaña.
Texto de la parábola según Mateo (13: 24-30).
“Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró
buena semilla en su campo; pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el
trigo, y se fue. Y cuando salió la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña. Vinieron entonces
los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De
dónde, pues, tiene cizaña? Él les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues,
que vayamos y la arranquemos? Él les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con
ella el trigo. Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los
segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi
granero”.
Jesús explica la parábola en Mateo (13, 36-43).
“Entonces, despedida la gente, entró Jesús en la casa; y acercándose a él sus discípulos, le dijeron:
Explícanos la parábola de la cizaña del campo. Respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena semilla
es el Hijo del Hombre. El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los
hijos del malo. El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los
ángeles. De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este
siglo. Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo,
y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes.
Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga”.
Reflexión: Esta parábola es una de las pocas que aparece en los evangelios donde también se
encuentra registrada su explicación por parte de Jesús, donde podemos ver que en la tierra donde vivimos
existen dos tipos de hijos espiritualmente hablando, y son los hijos de Dios, y los hijos del diablo, así como
fue dicho en Génesis 3:16 “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya;
ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar”.
 El grano de mostaza.
En el evangelio según San Mateo Jesús dice lo siguiente:
“Aquí tienen una figura del Reino de los Cielos: el grano de mostaza que el hombre tomó y sembró en
su campo, es la más pequeña de las semillas pero cuando crece se hace más grande que las plantas del
huerto. Es como un árbol de modo que las aves vienen para posarse en sus ramas”.
Interpretación, significado.
La parábola del grano de mostaza, que también aparece en el capítulo 4 de Marcos, resalta dos ideas:
en primer lugar, el sorprendente crecimiento en la cantidad de personas que han aceptado el mensaje del
Reino, y en segundo lugar, la protección que estas reciben. Jesús dijo: "¿A qué hemos de asemejar el
reino de Dios, o en qué ilustración lo presentaremos? Como un grano de mostaza, que al tiempo que se
sembró en la tierra era la más pequeña de todas las semillas que hay en la tierra..., pero cuando se ha
sembrado, sale y se hace mayor que todas las demás legumbres, y produce grandes ramas, de modo que
las aves del cielo pueden hallar albergue bajo su sombra".
En esta parábola se habla del crecimiento del "reino de Dios", crecimiento que se manifiesta en la gran
difusión que ha tenido el mensaje del Reino y en el aumento que ha experimentado las congregaciones
cristianas. El grano de mostaza, que es diminuto, se utiliza a veces para representar cosas muy pequeñas
(compárese con Lucas 17:6).
Pero, aunque es de tamaño reducido, produce una planta que puede alcanzar una altura de 3 a
5 metros (10 a 15 pies) y llegar a tener ramas fuertes, por lo que prácticamente se la puede considerar un
árbol.
 Desde el establecimiento del Reino de Dios en los cielos, las ramas del simbólico árbol de mostaza se
han extendido mucho más allá de lo esperado. El pueblo de Dios ha presenciado el cumplimiento literal de
la siguiente profecía del libro de Isaías: "El pequeño mismo llegará a ser mil, y el chico una
nación poderosa". 
Pero ahí no termina el crecimiento. Llegará el momento en que toda persona que viva en este planeta
sea súbdito del Reino de Dios. Para entonces, todos los malvados habrán sido eliminados. Y eso
no ocurrirá gracias a los esfuerzos humanos, sino a la intervención del Señor Soberano Jehová (léase
Daniel 2:34, 35). Entonces veremos el cumplimiento final de otra profecía de Isaías, que dice: "La tierra
ciertamente estará llena del conocimiento de Jehová como las aguas cubren el mismísimo mar". 
Jesús dijo que las aves del cielo hallan refugio bajo la sombra del árbol, es decir, del Reino. Estas
aves no representan a los enemigos del Reino que intentan comerse las semillas, como sucede con las
aves de la parábola de los diferentes tipos de terreno. En la parábola del grano de mostaza, las aves
representan a la gente de corazón recto que busca refugio en la congregación cristiana. Tales personas ya
están recibiendo protección de las prácticas moral y espiritualmente degradantes de este mundo. Jehová
hizo una comparación similar entre el Reino mesiánico y un árbol al profetizar lo siguiente: "A la montaña
de la altura de Israel la trasplantaré, y ciertamente echará ramas mayores y producirá fruto y llegará a ser
un cedro majestuoso. Y debajo de él realmente residirán todos los pájaros de toda ala; en la sombra de su
follaje residirán". 
 El tesoro escondido.
Texto encontrado en Mateo (13:44):
“Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre
halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo.”
Reflexión: Esta parábola no hace referencia que podemos comprar con nuestro dinero el reino de
Dios, pues  lo que realmente significa es que el reino de Dios es nuestro tesoro más preciado. Jesús dijo:
“Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o
tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna.(Mateo 19:29)”,  esto ubica
nuestro corazón, tener puesta la mirada en las cosas terrenales, nos desvían de las riquezas celestiales,
las cuales son eternas. Cuando cambiamos nuestra mentalidad con respecto al significado de la vida, ya
que la Escritura dice: “Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en
la abundancia de los bienes que posee.”(Lucas 12:15), las aflicciones y dolores por los afanes de esta vida
comienzan a descansar en aquel que por su gracia y misericordia reinan en nuestro corazón, al Rey de
reyes y Señor de señores.
 La red.
Texto encontrado en Mateo (13, 47-50):
“Asimismo el reino de los cielos es semejante a una red, que echada en el mar, recoge de toda clase
de peces; y una vez llena, la sacan a la orilla; y sentados, recogen lo bueno en cestas, y lo malo echan
fuera. Así será al fin del siglo: saldrán los ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos, y los
echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes”.
Reflexión: En esta parábola, Jesús habla que el reino de los cielos es semejante aquella actividad de
echar la red en el mar para pescar, y una vez que se llena, la saca y se acerca a la orilla del mar, y
sentado comienza a recoger los buenos peces, y los malos los echa fuera de la cesta, y después dice la
parábola así será al fin del siglo, saldrán los ángeles, y apartarán a los injustos y los echaran al horno de
fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes. Observen y noten la similitud con la  parábola del trigo y la
cizaña en Mateo 13:41-42 “Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los
que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y
el crujir de dientes”. Éste siglo a que hace referencia es el fin del presente siglo, en la Biblia se habla de
dos siglos (no son 100 años), el presente y el venidero, unidos por la segunda venida de Cristo.
Jesús nos dice que la red está lanzada a todos los peces, no hay acepción de personas, a todos se
nos llama por igual al arrepentimiento y ser servidores de Cristo por medio de la proclamación del
evangelio, pero al final, el juez de los justos e injustos, dará retribución conforme a la palabra que cada
uno ha escuchado mientras tenga vida terrenal. Los buenos peces son los justos, que viven conforme al
evangelio de Cristo, y los malos peces son los que rechazan el evangelio.
 Los talentos.
Texto encontrado en Mateo (25:14-30):
“Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó
sus bienes.  A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y
luego se fue lejos.  Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco
talentos. Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos.  Pero el que había recibido uno fue
y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor.  Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos
siervos, y arregló cuentas con ellos.  Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco
talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre
ellos. Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en
el gozo de tu señor. Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me
entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos. Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel;
sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Pero llegando también el
que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no
sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra;
aquí tienes lo que es tuyo. Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego
donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros,
y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que
tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le
será quitado. Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes”.
Reflexión: En el grupo de parábolas dadas por el Señor Jesucristo después del sermón de las señales
antes del fin de mateo 24, se encuentra la de los talentos. Ella tiene el propósito de alertar, vigilar y de
llamar a no dormirnos como siervos de Cristo en nuestras responsabilidades, pues Él vendrá algún día por
sus hijos, y no quiere que hagamos cosas diferentes a las que debemos hacer como discípulos; haciendo
la voluntad de Dios y unidos a Cristo en el poder del Espíritu Santo. Cuando el Señor nos habla en varias
parábolas en mateo 24 y 25 alertándonos sobre las consecuencias de ser un siervo malo, desobediente,
obstinado y negligente, no es un juego, es real que seremos juzgados el día del juicio.
Hay tres siervos, a cada uno se le da conforme a sus capacidades, es un regalo de Dios, y él sabe
que cosas podemos sobrellevar, nos insta a que actuemos, a que pongamos a producir lo que nos dio. Al
primero le da más que al segundo, y al último la menor cantidad, el que recibió más tiene mayores
responsabilidades, pues tendría que dar mayor ganancia, pero vemos como el que se le dio un talento, es
precisamente el que tenía un desconocimiento de su señor, y por actuar conforme a lo que él pensaba, y
no acorde a la instrucción del señor. Al último se le ocurre guardarlo en un hoyo en tierra, ni siquiera quiso
ponerlo en un banco para ganar intereses, y decide dejar ese dinero quieto, sin producción, sin fruto,
porque pensaba si devolvía a su señor el mismo dinero que le dieron para producir, el señor no lo
castigaría por negligente, se equivoca y es echado a las tinieblas.
A los dos primeros se les dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te
pondré; entra en el gozo de tu señor, es decir, hicieron y produjeron lo que su señor quería, fueron fieles y
obedientes. El señor los deja entrar en su gozo.
Ahora quienes representan cada siervo y el señor que se fue lejos que algún día regresaría a ver que
paso con sus bienes. Identifiquemos al señor, es nuestro Señor Jesucristo que se fue a la diestra del
Padre y vendrá por sus siervos a darles el reino. El primer y segundo siervo son aquellos hijos de Dios,
obedientes y fieles, acorde su capacidades les fueron dados sus responsabilidad para que dieran el fruto
que Dios quiere. Pero tenemos el tercero, ese siervo que a pesar de que no se le dieron muchas
responsabilidades, en lo poco no fue fiel, sino desobediente y obstinado.
Hay una bienaventuranza en aquellos siervos que cuando el Señor Jesucristo regrese los encuentre
haciendo precisamente lo que él dijo que hiciéramos. Cuando somos personas que nos pasamos
escuchando sermón tras sermón, año tras años, y no ponemos en práctica lo que Dios nos enseña, y si
hemos escuchado cuál es la voluntad de Dios para la vida del creyente, entonces recibiremos más azote,
por ser siervos malos, como lo dice en Lucas 12:47 “El siervo que, a pesar de conocer la voluntad de su
señor, no se prepara para cumplirla, se hace acreedor de muchos azotes”. Hay diferentes grados de
castigo en el infierno, aunque vivimos en un tiempo que esta enseñanza no la recibimos constantemente,
lo aprovechan sectas que proclaman que no existe el infierno, pues dicen como un Dios bueno, lleno de
amor castigará eternamente a sus hijos; es una mentira que se hace cada vez más aceptada en los
tiempos que vivimos.
Como reflexiones finales y aplicación nos llevamos los siguientes:
 Dios nos salva por medio de la fe en Cristo por su gracia, para que seamos sus representantes en la
tierra, y nos ha encomendado una misión; y es ser testigos del evangelio de Jesucristo.
 Si no hacemos nada con lo que Dios nos ha dado, somos malos siervos, desobedientes y negligentes.
 Así como el cielo es real, el infierno también es real.
 Jesucristo confía en darnos una misión, pero al final quienes sean infiel recibirán el castigo eterno.
 Dios quiere que hagamos la voluntad de Dios unidos a nuestro Señor Jesucristo, en el poder del
Espíritu Santo.
 Las diez vírgenes.
Encontrado en Mateo (25:1-13):
“Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a
recibir al esposo. Cinco de ellas eran prudentes y cinco insensatas. Las insensatas, tomando sus
lámparas, no tomaron consigo aceite; más las prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con
sus lámparas. Y tardándose el esposo, cabecearon todas y se durmieron. Y a la medianoche se oyó un
clamor: ¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle! Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron, y
arreglaron sus lámparas. Y las insensatas dijeron a las prudentes: Dadnos de vuestro aceite; porque
nuestras lámparas se apagan. Más las prudentes respondieron diciendo: Para que no nos falte a nosotras
y a vosotras, id más bien a los que venden, y comprad para vosotras mismas. Pero mientras ellas iban a
comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la
puerta. Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos! Mas él,
respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco. Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora
en que el Hijo del Hombre ha de venir.”
Reflexión: El tema principal de esta parábola es la necesidad de estar preparados en todo tiempo
como hijos de Dios para la llegada del Señor Jesucristo desde los cielos, para traer el juicio a las naciones,
y la entrada culminante al reino eterno.
La identificación de las diez vírgenes, cinco de ellas prudente y cinco insensatas, es clave para ir
aclarando el propósito de la parábola. Las cinco prudentes representan aquellos que hacen la voluntad de
Dios esperando el novio, acorde al mandamiento dado por el Señor Jesucristo, y las cinco insensatas son
los que no están preparados para la venida del Señor, pues se quedan estancados en no hacer la voluntad
de Dios.
Acorde al evangelio de Mateo, esta parábola viene posterior al mensaje del Señor Jesucristo acerca
del fin de los tiempos, de ahí cuán importante es estar preparados en oración y entrega a su obra,
esperando su venida. Así lo expresa en Lucas 21:34-36 “Pero tengan cuidado de que su corazón no se
recargue de glotonería y embriaguez, ni de las preocupaciones de esta vida, para que aquel día no les
sobrevenga de repente. Porque caerá como un lazo sobre todos los que habitan la faz de la tierra. Por lo
tanto, manténganse siempre atentos, y oren para que se les considere dignos de escapar de todo lo que
habrá de suceder, y de presentarse ante el Hijo del Hombre”; por lo tanto, Dios nos llama a estar
vigilantes, a orar en todo tiempo para hacer su voluntad, porque caerá como un lazo sobre los que habitan
sobre la faz de la tierra.
Muchas personas en la iglesia, no tienen muy presente la enseñanza de Tito 2:12-13 “enseñándonos
que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y
piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios
y Salvador Jesucristo” que nos insta aguardar la esperanza bienaventurada; esto lo produce el Espíritu
Santo, con sabiduría y revelación, viene dado por gracia, no podemos perder de vista que no tenemos
ciudad permanente, sino la de porvenir.
Los detalles de la boda, la procesión nupcial, las lámparas, están organizados acorde a las
costumbres de las bodas judías del tiempo de Jesús, para el occidente no es tan familiar la celebración de
las bodas de esta forma. Pero tomemos otros detalles de la parábola, las insensatas no se abastecieron
de suficiente aceite para sus lámparas, fueron descuidadas, pero como se tardaba el esposo, entonces
cabecearon y se durmieron; se confiaron pensando que tenían todo organizado, no fueron precavidas a la
instrucción de la preparación para la llegada del novio.
El Señor Jesucristo en el episodio de la tentación que vivió en el desierto, nos enseña que la fortaleza
espiritual, viene por el pan diario, la palabra de Dios, pero si pensamos que fuimos a la iglesia el domingo,
y lo que recibimos nos sostendrá hasta el próximo, entonces nuestra mente y corazón no se prepara para
los días de la semana, y no soportamos la tentación; aunque todas las vírgenes se durmieron en la
parábola, lo que se enfatiza en su preparación para la boda; es exactamente lo que nuestro Salvador nos
llama a que comamos diariamente del pan de vida, para poder resistir, soportar, aguardar con paciencia
hasta la venida de nuestro Señor y Salvador desde el cielo, con sus ángeles en llama de fuego.
Cuando las insensatas pidieron aceite a las prudentes, y ellas les dijeron que fueran a comprar, no es
que ellas fueran egoístas, es que ellas estaban pensando en la provisión, esto nos enseña que la
salvación es individual, no es en grupo; cada persona cristiana, es responsable de sus actuaciones, y si ha
recibido la palabra de Dios por gracia, no puede menospreciar el regalo de la salvación, sino recibirá las
consecuencias de haber rechazado esta salvación tan grande.
 La semilla.
Texto encontrado en Marcos (4, 26-29):
“Y decía: «El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o se
levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra por sí misma
produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga. Cuando el fruto está a
punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha”.
Interpretación: Observamos como hace la comparación entre reino de Dios y el hombre que echa la
semilla en la tierra para que crezca, he ahí pues, que la palabra de Dios no será en vano, pues para ello
fue dejada a los hombres para que el que la escuche y la ponga en práctica, pueda crecer en vida eterna.
Sin que el hombre logre hallarle una explicación lógica de cómo crece la semilla entre el día y la
noche, así es la palabra de Dios, ya que después de haber sido sembrada en el resto de los hombres, éste
cosechara frutos.
Porque la palabra fue dada a los hombres para que fuera predicada, y el que realmente crea en esa
palabra dejada en los evangelios de Dios, crea y pueda conseguir vida en abundancia.
Ciertamente en la parábola de El crecimiento de la semilla en Marcos (4: 26 al 29), se hace alegoría
de la semilla que es echada en la tierra, y sin poder tener una explicación cierta de cómo crece día y
noche sin que el hombre pueda comprender muchas veces por qué evoluciona.
No obstante, así como la semilla en la tierra es la palabra de Dios en el hombre, si el hombre mira a
Dios a través de la palabra, así crecerá como crece la semilla echada en la tierra.

La cuestión del Jesús histórico.


Ubicación geográfica.
Jesús de Nazaret nació, creció, murió y resucitó en un espacio geográfico concreto: La tierra de Israel.
Vivió prácticamente entre Belén y Nazaret los primeros treinta años de su existencia y solamente en su
vida pública, aproximadamente los tres años siguientes, recorrió la tierra de Israel de forma intensa
anunciando la llegada del Reino de Dios como algo inminente, en este sentido, la predicación de Jesús se
inserta en el contexto de la literatura apocalíptica del judaísmo, en la que existe la esperanza de una
próxima intervención de Dios en los asuntos humanos.
La humanidad de Jesús pasó por un lugar geográfico concreto que por sus particularidades encierra
un gran simbolismo; en primer lugar el mar de Galilea en donde Jesús realizó la mayor parte de sus
predicaciones y milagros, el río Jordán que actúa como eje conductor entre el norte-sur y que fue el lugar
en donde Jesús fue bautizado, el Mar Muerto que es el lugar más bajo de la tierra, lugar en donde Jesús
fue tentado.
En otras ciudades como Cafarnaúm, Betsaida, Nazaret, Jericó, Betania y finalmente Jerusalén, lugar
en donde ocurrieron los principales acontecimientos que dieron paso al surgimiento del cristianismo.
Ubicación histórica.
Palestina estaba dominada por Roma.
La cultura dominante del país era la judía, aunque también se hablaba el griego. Por tanto, era un país
cruzado por varias culturas: hebrea, griega y romana.
Roma respetaba bastante las particulares e instituciones de los pueblos que dominaban. Había un
representante romano para gobernar, con una pequeña guardia.
La clase alta, en vez de rebelarse contra Roma, se acomodó a esta situación, contribuyendo a
mantener el pueblo en la ignorancia y servidumbre, para asegurar sus mismos privilegios.
Así que el pueblo ciego, engañado y abandonado por sus propios dirigentes, sigue creyendo
ingenuamente que son libres y que nunca han sido esclavos de nadie.
La vida de Jesús se desarrolla en el tiempo de los emperadores Augusto y Tiberio. Herodes el Grande
es el rey de toda Palestina cuando Jesús nace. Herodes muere en seguida, dejando a sus hijos su
territorio: Herodes Antipas hereda Galilea, y Arquelao Judea. En tiempos de Jesús había también judíos
rebeldes, que lucharon por la independencia de Palestina, incluso con las armas. Entre ellos estaban
Judas Galileo y los zelotas.
Ubicación social del tiempo de Jesús.
Palestina se componía de dos grupos sociales: los judíos habitantes en la misma Palestina y los
paganos romanos.
Dentro del grupo judío había dos orientaciones desde el punto de vista religioso:
Los fariseos: era un grupo religioso al que pertenecían algunos sacerdotes, pero la mayoría eran
laicos. Cumplían la ley de Moisés estrictamente. Respetaban las tradiciones (sábado, ritos purificatorios,
oraciones, limosnas, diezmos, etc.) Estudiaban la ley de Moisés. Eran influyentes y respetados. Esperaban
la futura llegada de un Mesías liberador político. Creían en la resurrección final. Deseaban la
independencia de Palestina. No eran amigos de los romanos, aunque vivían con ellos.
Los saduceos: grupo religioso al que pertenecían las familias sacerdotales más importantes. Querían
también la independencia, pero vivían sin grandes problemas bajo la dominación romana. Rechazaban las
tradiciones orales judías. No creían en la resurrección. Eran ricos.
Otras clases sociales:
 Las grandes muchedumbres: sencillos, religiosos.
 Los sacerdotes: cuidaban el templo y ofrecían sacrificios; los levitas: ayudaban a los sacerdotes; los
guardias del templo: ponían orden dentro del recinto del templo.
 Los escribas: maestros y abogados.
 Los Ancianos: sus decisiones eran determinantes.
 Los esenios o monjes de Qumran.
 Los discípulos de Juan Bautista
 Los publicanos: unidos con los romanos, cobraban los impuestos, eran ricos y odiados, considerados
como pecadores, no cumplían la ley ni las purificaciones.
 Los herodianos: deseaban que la familia de Herodes se hiciera cargo del poder de Palestina
 Los zelotas: rebeldes y fanáticos contra la dominación romana
 Nacionalistas, patriotas, creyentes y violentos: querían una nación libre y gobernada en nombre de
Dios.

El misterio de la muerte y la resurrección de Jesús.


Toda la vida de Jesús es redentora, esta acción salvífica se consuma con su muerte en la cruz, su
resurrección y ascensión nuevamente junto al Padre: el Misterio Pascual.
La salvación perfecta: salvación se puede entender como la acción por la cual Dios, por su Hijo libera
al hombre de la opresión; y también como el resultado o la situación creado en el hombre en virtud de esa
acción.
Al hablar de la Pascua de Jesús aplicamos la palabra a todo el misterio de su pasión, muerte,
resurrección y ascensión. La fe en Cristo, muerto y resucitado para la salvación de todo el género humano,
es el centro de la fe cristiana, el anuncio de Jesucristo ha sido y será siempre el mensaje fundamental de
la actividad de la Iglesia.
La necesidad de salvación. El hombre creado como imagen de Dios, no es capaz de realizar su
propia existencia sin un dialogo con Dios, pero este dialogo se ha hecho imposible por el pecado original.
La superación de esta contradicción se encontrara en la figura de Cristo. En Él, la figura del hombre
volverá a encontrar su sentido y unidad; no solo porque el hombre es querido por Dios, sino también
porque solamente en unión con el Verbo redentor podrá realizar en sí mismo el hombre la imagen de Dios.
El pecado del primer Adán fue permitido para que, por medio del segundo Adán, la vida divina se
comunicase de una manera mucho más perfecta.
La muerte y resurrección de Jesús significan la vuelta de toda la humanidad a la casa del Padre.
“Jesucristo padeció bajo el poder de Poncio Pilato”.
El misterio pascual de la Cruz y de la Resurrección de Cristo está en el centro de la Buena Nueva que
los apóstoles deben anunciar al mundo.
Jesús e Israel. Se lo acuso a Jesús de blasfemo y falso profetismo, crímenes religiosos que la Ley
castigaba con pena de muerte por lapidación.
A los ojos de muchos en Israel, Jesús aparece actuar contra las instituciones esenciales del Pueblo
elegido:
 Contra la sumisión a la Ley en la integridad de sus prescripciones escritas y, para los fariseos,
según la interpretación de la tradición oral.
Jesús y la Ley. Al comienzo del Sermón de la Montaña, Jesús hace una advertencia solemne
presentando la Ley dada por Dios en el Sinaí con ocasión de la Primera Alianza, a la luz de la gracia de la
Nueva Alianza.
Jesús, el más grande en el Reino de los cielos, se debía sujetar a la Ley cumpliéndola en su totalidad
hasta en sus menores preceptos, según sus propias palabras. Incluso es el único en poderlo hacer
perfectamente.
Una ley más perfecta. “No crean que he venido a suprimir la Ley o los Profetas. He venido, no para
deshacer cosa alguna, sino para llevarla a la forma perfecta. En verdad les digo: mientras dure el cielo y la
tierra, no pasara una letra o una coma de la Ley hasta que todo se realice. Por lo tanto, el que ignore el
ultimo de esos mandamientos y enseñe a los demás a hacer lo mismo, será el más pequeño en el Reino
de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y los enseñare, será grande en el Reino de los Cielos” (Mt 5,
17-19).
 Contra el carácter central del Templo de Jerusalén como lugar santo donde Dios habita de una
manera privilegiada.
Jesús y el Templo. Jesús subió al Templo como al lugar privilegiado para el encuentro con Dios. El
Templo era para Él la casa de su Padre, una casa de Oración. Se indigna porque el atrio exterior se haya
convertido en un mercado.
Jesús expulsa del Templo a los vendedores. “Se acerca la Pascua de los judíos y Jesús subió a
Jerusalén. Encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, a los cambistas
sentados detrás de sus mesas. Hizo un látigo con cuerdas y los echo a todos fuera del Templo junto con
las ovejas y bueyes; derribo las mesas de los cambistas y desparramo el dinero por el suelo. A los que
vendían palos les dijo “Saquen eso de aquí y no conviertan la Casa de mi Padre en un mercado”. Sus
discípulos se acordaron de lo que dice la Escritura: “me devora el celo por
tu Casa”. Los judíos intervinieron: “¿Qué señal milagrosa muestras para justificar lo que haces?” Jesús
respondió “Destruyes este templo y lo reedificare en 3 días”. Ellos contestaron “han demorado 46 años en
la construcción de este templo, y ¿tú piensas reconstruirlo en tres días?”. En realidad Jesús hablaba de
ese Tempo que su Cuerpo.
Solamente cuando resucito entre los muertos, sus discípulos se acordaron de lo que había dicho y
creyeron tanto en la escritura como en lo que Jesús dijo.” (Jn 2, 13-22)
 Contra la fe en el Dios único, cuya gloria ningún hombre puede compartir.
Jesús escandalizo a los fariseos comiendo con los publicanos y los pecadores, tan familiarmente
como ellos mismos. Sobre todo porque identifico su conducta misericordiosa hacia los pecadores con
actitud de Dios mismo respecto a ellos.
Jesús pidió a las autoridades de Jerusalén que creyeran en El en virtud de las obras de su padre
realizaba.
“Fue crucificado, muerto y sepultado”. La Muerte de Jesús.
Las autoridades judías tramaron contra Jesús una conspiración para apresarlo. En la noche antes de
ser apresado, Jesús oraba solo a su Padre: “Padre, que sea tu voluntad”. El pecado se había
introducido por la desobediencia del hombre, y el pueblo había sido infiel a la alianza muchas veces. Pero
Jesús traía al mundo la salvación diciendo “sea” a la voluntad de Dios, haciéndose obediente hasta la
muerte. Se entregó, nos amó hasta dar la vida.
Después lo sometieron a un juicio, sin posibilidad de una defensa y lo condenaron a muerte por
Blasfemia. Como el poder de dar la muerte solo el correspondía a la autoridad romana, lo entregaron al
procurador Poncio Pilato para que decidiera.
Agitaron a todo el pueblo reunido en Jerusalén para la fiesta de Pascua, intimándole a pedir a gritos la
muerte de Jesús.
Después de azotarlo y clavarle una corona de espinas. Pilato lo entrego al pueblo para ser crucificado.
Jesús fue clavado en una cruz en el monte Calvario, y después de una dolorosa agonía, murió.
Con su pasión y muerte en la cruz Jesús cumple las promesas de Salvación y hace nueva y definitiva la
Alianza, dándonos la vida de Dios para siempre.
Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras. Nuestra salvación procede de la iniciativa del
amor de Dios hacia nosotros porque él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros
pecados. En Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo.
Jesús se ofreció libremente por nuestra salvación. Este don lo significa y lo realiza por anticipado
durante la última cena “Este es mi cuerpo que va a ser entregado por vosotros”.
La Redención de Cristo consiste en que Él ha de venido a dar su vida como rescate por muchos, es
decir, amar a los suyo hasta el externo para que ellos fuesen rescatados de la conducta necia heredada de
su padres
Por obediencia amorosa a su Padre, hasta la muerte de cruz, Jesús cumplió la misión expiatoria del
Siervo doliente que justifica a muchos cargando con las culpas de ellos.
El hecho de que Dios salvara al hombre por el camino de la Cruz, tiene su fundamento en la situación
en que se encontraba el hombre mismo, tan ciego por el pecado que no le permitió reconocer al Señor que
venía a salvarlo.
La muerte en la Cruz del Hijo, revela el misterio de amor por la humanidad: la prueba de que dios nos
ama es que Cristo, siendo por nosotros todavía pecadores, murió por nosotros.
Jesús acepto libremente su pasión y su muerte por amor a su Padre y a los hombres que el Padre
quiere salvar: Nadie me quita la vida, yo la doy voluntariamente (Jn 10, 18).
El sacrificio de Cristo es único y sobrepasa a todos los sacrificios. Ningún hombre aunque fuese el
más santo estaba en condiciones de tomar sobre si lo pecados de todos los hombres y ofrecerse por ellos.
La existencia en Cristo de la persona divina del hijo, que al mismo tiempo sobrepasa y abraza a todas
las personas humanas, hace posible su sacrificio redentor por todos.
Jesús gusto la muerte para bien de todos. Es verdaderamente Hijo de Dios hecho hombre que murió y
fue sepultado. Durante el tiempo que Cristo permaneció en el sepulcro, su Persona divina continuo
asumiendo tanto su alma como su cuerpo, separados sin embargo entre sí por causa de la muerte. Por
eso el cuerpo muerto de Cristo “no reconoció la corrupción” porque Dios lo preservo.
Jesús “descendió a los infiernos”.
La escritura llama infiernos a ala morada de los muertos, porque los que se encontraban allí estaban
privados de la Visión de Dios.
El símbolo confiesa que Jesús murió realmente y que, por su suerte en favor nuestro, ha vencido a la
muerte y al diablo.
Cristo muerto, en su alma unida a su persona divina, descendió a la morada del muerto. Abrió las
puertas del cielo a los justos que le habían precedido.
Jesús conoció la muerte como todos los hombres y se reunió con ellos. Pero ha descendido como
Salvador proclamando la buena nueva a los que estaban allí. De tal modo que “hasta los muertos han sido
anunciada la Buena nueva”. Cristo, por tanto, bajo a la profundidad de la muerte para que los muertos
oigan la Voz del Hijo de Dios y los que la oigan vivan.
“Al tercer día resucito de entre los muertos.” La Resurrección de Jesús.
Pero a los tres días de la muerte de Jesús, se recibe una gran noticia Dios nuestro Padre lo ha
resucitado con el poder de su Espíritu y le ha dado vida para siempre.
Los apóstoles fueron testigos de este prodigio: ellos vieron a Jesús resucitado y salieron por todos
lados a anunciar esta gran noticia.
La resurrección de Jesús es el hecho más trascedente de la historia. Si bien nadie fue testigo ocular
del acontecimiento mismo de la Resurrección, nadie puede decir como sucedió físicamente, sino fue un
acontecimiento histórico demostrable por la señal del vacío sepulcro y por los encuentros de Cristo con los
Apóstoles.
Jesús vence definitivamente a la muerte que había sido introducida por el pecado. Dios devuelve al
hombre la vida que había perdido, lo hace capaz de merecer la vida eterna, le abre otra vez las puertas del
cielo que el pecado había cerrado. Toda la historia del pueblo de Israel estaba orientada a Jesucristo, en él
se cumplen todas las promesas.
Jesucristo resucitado, por el don del Espíritu Santo, forma el nuevo pueblo de Dios: la Iglesia. Este
nuevo pueblo es para todos los hombres del mundo que quieran vivir en la ley del amor, el reino de los
Cielos inaugurado pro Jesucristo, principio y fin de la historia. (Venida del Espíritu Santo)
La fe en la Resurrección tiene por objeto un acontecimiento a la vez históricamente atestiguado por
los discípulos que se encontraron realmente con el Resucitado y misteriosamente, trascendentes en
cuanto entrada de la humanidad de Cristo en la gloria de Dios.
El sepulcro vacío y las vendas en el suelo significan por si mimas que el cuerpo de Cristo ha escapado
por el poder de Dios de las ataduras de la muerte y la corrupción. Preparan a los discípulos para su
encuentro con el Resucitado. Cristo, el primogénito de entre los muertos, es el principio de nuestra propia
resurrección, ya desde ahora por la justificación de nuestra alma, más tarde por la vivificación de nuestro
cuerpo.
La Resurrección de Cristo no fue un retorno a la vida terrena como en el caso de Lázaro, sino
esencialmente diferente, en su cuerpo resucitado, pasa del estado de muerte a otra vida más allá del
tiempo y del espacio.
La Resurrección es objeto de fe en cuanto es una intervención trascedente de Dios mismo en la
creación y en la historia. Ala resurrección está estrechamente unida al misterio de la Encarnación del hijo
de Dios, ya que confirma su divinidad.
Hay un doble aspecto en el misterio pascual: por su muerte Cristo nos libera del pecado, y por su
Resurrección nos abre el acceso a una nueva vida. Es la vuelta de Cristo al Padre y junto a Él la
humanidad entera que regresa a Dios. La creación es elevada a la existencia eterna de Dios, junto al Hijo
que regresa. Si por su Muerte nos libera del pecado, por su Resurrección nos abre el acceso a una vida
nueva.

La ascensión a los cielos.


“Subió a los cielos y está sentado a la derecha del Padre”. La ascensión a los cielos.
El cuerpo de Cristo fue glorificado en el momento mismo de la resurrección pero después de unos
días entrara definitivamente en la gloria del Padre, donde Él se sienta para siempre a su derecha. Por
derecha se entiende la gloria y el honor de la divinidad, lugar que ya ocupaba como Hijo de Dios.
La ascensión de Jesucristo marca la entrada definitiva de la humanidad de Jesús en el dominio
celestial de Dios de donde ha de volver, aunque mientras tanto lo esconde a los ojos del hombre.
Jesucristo nos precede en el Reino glorioso del Padre para que nosotros, miembros de su cuerpo,
vivamos en la esperanza de estar un día con El eternamente.
Jesucristo, habiendo entrado una vez en el santuario del cielo, intercede sin cesar por nosotros como
el mediador que nos asegura permanentemente la fusión del Espíritu Santo.
Venida del Espíritu Santo.
El día de Pentecostés se produce una nueva interrupción de Dios en la historia de los hombres:
Desciende el Espíritu Santo, que se manifiesta, se da y se comunica como Persona Divina. En ese día se
revela plenamente la Santísima Trinidad.
Se cumplía plenamente la promesa hecha a Adán. La historia de la Salvación relatada en el AT fue
preparación a este gran momento donde Dios entraría en Plenamente en Comunión con los hombres.
El pecado había producido la muerte del hombre; Jesús muere, resucita y una vez regreso junto al
Padre, desde allí envía al Espíritu Santo, tal como lo había anunciado. La Redención realizada por
Jesucristo produce una nueva creación. Dios infunde su Espíritu en el hombre y lo transforma totalmente.
A partir de ese momento Dios habita en el corazón de los hombres.
El Espíritu Santo restablece la unidad humana dañada por el pecado.
Es aquel que el hombre experimenta el infinito amor de Dios que lo ha creado para vivir en unión
íntima con él.
Entregando su Espíritu comparte con el hombre su propia vida haciéndolo participe de su divinidad,
dando el nacimiento de nuevo pueblo de Dios: La Iglesia, el Pueblo de la Nueva Alianza.
El Espíritu Santo tiene el poder de santificar y ofrecerles una vida nueva. Por el poder del Espíritu
Santo el hombre está invitado a participar en la Pasión de Cristo, muriendo al pecado, y en su
Resurrección, naciendo a una vida nueva para convertirse en miembros de su Cuerpo que es la Iglesia.
Por el Espíritu Santo, le hombre puede participar de Dios. Por eso, aquellos quienes habitan el Espíritu
están divinizados y capacitados para vivir fielmente una nueva vida.

La obra salvadora de Cristo y sus consecuencias para la humanidad: la redención.


Dios le dona al hombre la gracia.
La gracia produce la justificación del hombre. Esta presencia del Espíritu no solo renueva
interiormente sin que también lo justifique, destruye realmente el pecado.
La justificación comprende dos aspectos: la remisión de los pecados y la renovación interior del
hombre. El pecado original queda así definitivamente borrado.
La gracia produce la participación en la naturaleza divina y la filiación divina.
El fin de la obra redentora de Cristo es elevar a la humanidad pecadora a la dignidad de la filiación
adoptiva.
La gracia es necesaria al hombre por un doble motivo: en virtud de la sobrenaturalidad del fin último
del hombre (Comunión perfecta con Dios) y por el estado concreto en que se halla ahora el hombre a
consecuencia del pecado original.
La gracia es un don libre de Dios a su criatura pecador. La gracia es gratuita. Es el don de Dios mismo
a su criatura.
La gracia es ofrecida y dada al hombre no para dispensarle del esfuerzo, sino para suscitar su
cooperación.
La encarnación del hijo de Dios, es el principio de divinización y filiación adoptiva para la humanidad.
Hay en Dios una voluntad salvadora universal: nadie será excluido de la misma de no haber querido el
voluntariamente.
Al donarle su gracia al hombre, Dios lo hace partícipe de su naturaleza divina, porque lo hace Hijo. La
gracia es una promoción del hombre pecador a la filiación adoptiva.
La gracia es ante todo una curación del hombre pecador: reconcilia al hombre con Dios, con sus
hermanos y consigo mismo. Opera un refundición total de su ser regenerándolo actual e interiormente.
La gracia es una comunión personal con las tres personas divinas. Jesucristo nos introduce en la
familia divina. Lo que el Hijo es naturaleza respecto de su Padre, lo somos también nosotros por la
participación de lo que el Hijo es en sí mismo.
Así nuestra participación de la filiación de Cristo nos introduce en la intimidad de las personas divinas
para el que se ha hecho miembro de Cristo, la Santísima Trinidad no es una realidad lejana e inaccesible,
sino la presencia misteriosa de personas infinitamente amante, que al darse a nosotros, nos convidan a
compartir su vida.
Estamos unidos con otros no solo como representantes de una misma raza, sino como miembros del
mismo Hijo, del mismo Padre, vivificados por el mismo Espíritu.
Cristo, el Señor, reina ya por la Iglesia, pero todavía no le están sometidas todas las cosas de este
mundo. El triunfo del Reino de Cristo no tendrá lugar sin un último asalto de las fuerzas del mal.
El día del Juicio, al fin del mundo, Cristo vendrá e la gloria para llevar a cabo el triunfo definitivo del
bien sobre le mal que habrán crecido juntos en el curso de la historia.
Cristo glorioso, al venir al final de los tiempos, a juzgar a vivos y muertos, revelara la disposición
secreta de los corazones y retribuirá a cada hombre según sus obras y según su aceptación o su rechazo
de la gracia.

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